lunes, 12 de noviembre de 2007

Los Celtas II.

Introducción

Hace unos 3000 años, en los turbulentos comienzos de la historia escrita, surgió un nuevo poder, una nueva civilización. Aquellos que dominarían primero el hierro, se convertirían en los verdaderos dueños de Europa.

Los Celtas constituyeron un singular mosaico de pueblos y con el tiempo llegaron a dominar la mayor parte del noroeste, oeste y centro de Europa. Transmitieron su idioma, costumbre y religión a los otros pueblos de la zona y su influencia, especialmente en el arte, ha permanecido hasta nuestros días. Los antiguos griegos y romanos reconocieron la unidad cultural de un pueblo cuyo territorio se extendía desde el este de Europa hasta el norte del continente. Su nombre genérico aparece en documentos romanos como celtae, derivado de keltoi, galatae o galli.
Los términos "keltoi" y "celtae" fueron acuñado ante la necesidad de algunos historiadores griegos y romanos, como Diógenes Apolonius, Posidonius y Julio César, de identificar a un grupo de tribus bárbaras que habitaban los territorios centro-occidentales de Europa. Este Termino describe a un pueblo intrépido, guerrero, muy dinámico y apasionado, que solo temía que se "cayera el cielo", muy proclive a las demostraciones de exuberancia físicas, guerreras y viriles, y sin embargo con una concepción mística muy profunda, ligado a la naturaleza.

Los celtas hablaban una lengua indoeuropea, de la misma familia que las de sus vecinos itálicos, helénicos y germanos. Sin embargo, en ningún momento durante su esplendor, desarrollaron el instinto de identidad nacional. Es más, solían tratarse entre ellos con la misma beligerancia con la que lo hacían con los forasteros. Y por ello podemos afirmar casi con seguridad que los pueblos a los que se denominaban Celtas, nunca se nombraron a si mismos con este termino, sino que usaban naturalmente el nombre de la tribu. Aunque algunas tribus compartieron entre si derivaciones del apelativo "Galiain": Galos, Gaels, Gálatas
Los topónimos celtas, junto con los nombres de las tribus, las personas y dioses, nos permiten pensar en su presencia en un extenso territorio europeo, desde la actual España hasta el mar del Norte y desde las islas Británicas hasta el bajo Danubio.

Como sucede con muchos de aquellos primeros pueblos, su historia está envuelta en un manto de misterio, mitos disfrazados de historia, leyendas que se entremezclan con la realidad y, a menudo, las historias más interesantes resultaban ser las menos fiables.
A diferencia de los egipcios y los pueblos mediterráneos, los celtas no cuentan con una gran civilización que pueda ser descubierta por los arqueólogos. No dejaron tras de sí grandiosos monumentos ni ciudades espléndidas. Vivieron de modo relativamente sencillo. Eran seminómadas y construían casas simples que no tardaron en sucumbir a los estragos del tiempo. Los celtas no sabían leer ni escribir sus propias lenguas, sin embargo, sí tenían educación e instrucción en otra serie de cosas, aunque, a diferencia de otras civilizaciones antiguas, los celtas han sobrevivido hasta nuestros días. Sus lenguas arcaicas no han desaparecido como ocurrió con muchas otras, sino que continúan siendo lenguas vivas en Escocia, Irlanda, Gales y la Bretaña francesa. También han sobrevivido algunas de sus antiguas tradiciones. Por ejemplo, entre los granjeros de la costa oeste de Escocia e Irlanda.

Historia más antigua

Los celtas normalmente son asociados con la edad del hierro en Europa. Sus orígenes están situados durante la cultura de los Campos de Urnas, de finales de la edad del bronce, un grupo de culturas caracterizadas por la cremación de los restos mortales e inhumación de las cenizas en recipientes de cerámica, que estaban muy dispersos por todo el este y centro de Europa durante el periodo comprendido entre el año 1300 a.C. y el 800 a. C.

Las primeras pruebas arqueológicas relacionadas con los celtas los sitúan en lo que ahora se conoce como Francia y Alemania occidental, al final de la edad del bronce, hacia el 1200 a.C. Al principio de la edad del hierro, son asociados con la cultura del Hallstatt, siglo VIII y primera mitad del siglo V a.C.
Hallstatt está situada en Salzburgo, alta Austria. En este lugar se descubrió una antigua mina de sal y un enorme cementerio prehistórico. La sal era sin duda alguna muy importante para este pueblo, puesto que suponía la base de su riqueza. También se conservaron una serie de artefactos que han permitido a los arqueólogos comprender algunos aspectos de su estilo de vida.
En este período se produjo un importante cambio tecnológico en Europa. Se sustituyó el bronce por el hierro en la fabricación de armas y herramientas afiladas. Este innovador uso del hierro de “Hallstatt” marcó el comienzo de la cultura celta y de los primeros celtas.

El último periodo Hallstatt, siglo VI y primera mitad del siglo V a.C., a veces es conocido como la edad de los príncipes, debido a los enterramientos espectaculares y las impresionantes colinas fortificadas. Ambas situaciones muestran un periodo de riqueza, que hizo posible esos ricos enterramientos y también la construcción más elaborada de edificios defensivos.
Entre los siglos V y I a.C., la influencia celta se extendió desde la península Ibérica con los celtas de la iberia o Celtíberos, hasta las orillas del mar Negro. Esta última fase de la edad del hierro recibió la denominación de La Tène, nombre de una zona pantanosa situada en el extremo norte del lago Neuchâtel, en Suiza. Fue en este lugar donde se encontraron un gran número de objetos de metal y de otros materiales que fueron lanzados al agua como ofrendas religiosas. Aquí se observan características típicas del desarrollo de la cultura celta y pone de manifiesto sus conexiones comerciales con los pueblos mediterráneos.
Entre los siglos IV y III a.C., se originó una nueva expansión celta y sus conquistas consolidaron su dominio en Europa.. Tuvieron lugar migraciones y las tribus celtas invadieron el mundo grecorromano: el norte de Italia, Macedonia y Resalía. Saquearon Roma en el año 390, y Delfos en el 279 a.C. Algunos, los gálatas, llegaron a Asia Menor, instalándose en la región que pasó a llamarse Galacia.

Los celtas del norte de Italia fueron conquistados por los romanos en el siglo II a.C.; la Galia transalpina, la mayor parte del sur de Francia, fue dominada por Julio César en el siglo I a.C., y la mayor parte de Britania quedó bajo poder romano en el siglo I d.C. En el continente, los celtas acabaron por ser asimilados por el Imperio de Roma y perdieron su cultura propia. En Britania, sin embargo, la lengua celta y la cultura sobrevivieron mejor. En la época medieval y moderna la tradición celta y las lenguas sobrevivieron en Bretaña, en el oeste de Francia, Gales, las Highlands escocesas e Irlanda.
Gracias a las singulares características de la sociedad celta que ha sobrevivido hasta nuestros días, es posible reconstruir la existencia y el sistema de vida de este pueblo de la antigüedad.

La cultura celta

El origen de los celtas es algo misterioso, aunque en la actualidad los expertos piensan que proceden de alguna región del subcontinente indio y que mediante una serie de movimientos migratorios cruzaron Europa. A los celtas a menudo se les ha descrito como bárbaros salvajes, los antecesores de los pueblos civilizados. El problema radica en que se estudia a los celtas principalmente a través del punto de vista de la cultura griega y romana y no a través de los propios pueblos denominados bárbaros. Nos resulta especialmente complicado con una de nuestras fuentes principales de información, que naturalmente son las narraciones de Julio Cesar sobre las guerras gaélicas. Fueron los griegos y los romanos los que nos dejaron palabras como “bárbaros” y “civilizados” y dichas palabras se definen de acuerdo a las preocupaciones y concepciones culturales de estos dos pueblos.

Sin embargo, esto se puede corregir si se analizan las pruebas que dejaron los propios celtas y que se encuentran en las excavaciones de sus asentamientos. Sus casas, sus tumbas y los objetos que contenían. De aquí se desprende claramente que los celtas en tiempo de Julio Cesar eran una sociedad sofisticada y organizada con una considerable destreza tecnológica que les permitía fabricar objetos que a nosotros nos parecen realmente hermosos.
Los celtas fueron probablemente el pueblo más próspero de la Europa del último período prehistórico, su cultura era muy diferente a la de los Griegos y los Romanos, pero sin embargo era mucho más sofisticada de lo que se suele pensar. No estaban organizados bajo los fundamentos de un estado. No conocían el concepto de estado ni del tipo de sistema político basado en ciudades como sucede con las culturas clásicas. No obstante, contaban con una sociedad muy dinámica y desarrollada.

Según los lingüistas, el pueblo celta hablaba lenguas ancestrales de origen indoeuropeo. A partir de una lengua celta común se desarrollaron dos grupos específicos. Por un lado tenemos el denominado Q-Celta o gaélico, que se hablaba en Irlanda y la Isla de Man y que más tarde los irlandeses importaron a Escocia cuando se establecieron en la colonia darriaga. De esta rama procede en efecto el gaélico irlandés y escocés.
La segunda rama de la lengua celta es la denominada P-Celta o britano. Esta lengua estaba muy extendida por el continente y se le denominó galés o galobritano. Llegó a Bretaña de la mano de los colonos de la edad de hierro y era la lengua que se hablaba en Bretaña cuando fue invadida por los romanos. Más tarde se dividiría en el idioma de Cornualles, el bretón y el galés y en la actualidad se sigue hablando en la Bretaña francesa y en Gales.

Organización social


Los Celtas se organizaban en forma de clanes llamados "Tuathas" y no constituían una nación como lo entendemos hoy, sino que muchas veces existían asociaciones de clanes que a veces luchaban contra otros, pero que no formaban ningún tipo de estado o estructura demasiado organizada.

La sociedad celta tenía una base rural centrada en la agricultura y el pastoreo. Cuando la acumulación de riquezas o la competencia por los recursos era fuerte, las fortificaciones en colinas eran ocupadas de forma permanente. Éstas comprendían una zona cerrada en lo alto de la colina, defendidas por fosos y murallas. El interior estaba ocupado por chozas y había zonas destinadas al trabajo de los artesanos. El grano se almacenaba en pozos cubiertos con arcilla. Cada fortificación podía dominar la zona que la rodeaba. Buen ejemplo de estas ciudades fortificadas, a las cuales Julio César llamó oppida lo encontramos en Manching, en el sur de Alemania: las calles estaban trazadas hacia el exterior y los edificios situados en filas y con zonas específicas reservadas para cada actividad. En la península Ibérica estas fortificaciones se conocen como castros y hay buenos ejemplos en Galicia y en el norte de Portugal.

La organización social de los celtas se basaba en el sistema tribal y cada una de estas tribus contaba con un nombre distintivo. En ella, la sociedad estaba estratificada en nobleza o familias dirigentes de cada tribu, agricultores libres que también eran guerreros, artesanos, trabajadores manuales y otras personas no libres, y los esclavos. También existía una clase instruida que incluía a los druidas. En los primeros tiempos, las tribus eran dirigidas por los reyes, lo cual parece que persistió en Gran Bretaña hasta la conquista de Roma. En las partes de la Europa celta más abierta a las influencias del mundo clásico, los magistrados electos sustituirían a los reyes.
La identidad tribal se correspondía con un territorio geográfico y las tribus celtas cuidaban celosamente las fronteras que definían el mosaico de pequeños reinos. Esta tradición se conservó en algunas zonas celtas hasta tiempo relativamente modernos. El sistema de clanes en Escocia tiene ciertos vestigios de la organización tribal de los celtas.

Los escritores romanos como Julio César, y griegos como Estrabón y Diodoro describen el estilo de vida de los celtas. A pesar de su brutalidad o sus tendencias románticas, estos relatos sugieren que a los celtas les gustaban las celebraciones y la bebida, contar historias y presumir de hazañas atrevidas. César, por ejemplo, afirma que los hombres de la clase guerrera estaban muy orgullosos de la lucha, que eran expertos aurigas y que para parecer más terroríficos en la batalla, se pintaban el cuerpo con woad, un tinte vegetal azul. Los celtas también sobresalían en la metalurgia y prodigaban sus habilidades artísticas en objetos tales como las armaduras y los arneses para sus caballos. El comercio era importante; los bienes lujosos y el vino eran importados a cambio de perros, caballos, pieles, sal y esclavos.
El rango más alto correspondía a los reyes, sin embargo, los druidas solían desempeñar funciones de más alta posición. Los nobles se encargaban de la designación de los reyes de entre los parientes de su antecesor, aunque no tenía porque ser necesariamente uno de sus hijos.

Los guerreros eran en muchos aspectos la personificación de la cultura celta. Los celtas eran muy famosos por su increíble valor. Llevaron a cabo con éxito un gran número de campañas: saquearon Roma, atacaron incluso Delfos, sin embargo nunca establecieron un imperio en el sentido estrictamente clásico.
Julio César, entre otros, describió a los celtas como un pueblo muy feroz en la batalla aunque también destacó que carecían de táctica y organización. El concepto de la lucha celta se basaba más en el valor y el coraje individual que en las acciones coordinadas del conjunto del ejército. El ejército celta estaba compuesto por un gran número de guerreros que competían entre ellos para obtener prestigio, gloria y honor. Aunque eran increíblemente valientes y normalmente estaban preparados para morir, carecían de unidad. Los celtas atacaban directamente y más tarde, si el botín era suficiente, se marchaban a casa.
Cuando no llevaban a cabo contiendas propiamente dichas, a los guerreros les entusiasmaba participar en torneos y cacerías con fines mucho más pacíficos.

El papel de la mujer en la sociedad celta era muy diferente al de la mujer del mundo clásico. La mujer celta, según los arqueólogos y las pruebas documentales, poseían muchos derechos y un gran poder. Se han encontrado tumbas de mujeres celtas con una gran fortuna, con objetos realmente espléndidos. En la Edad de Hierro, tanto en el continente como en Gran Bretaña, las pruebas arqueológicas corroboran el gran poder que tenían muchas de estas mujeres. No conocemos directamente nada de la personalidad de Benasia, pero podemos deducir muchas cosas sobre la vida de esta reina celta. Se está bastante seguro de que no se trataba de una mujer tímida con un papel meramente decorativo, debió de tratarse de alguien con una gran dignidad.

Los sacerdotes pertenecían siempre a las familias nobles. Al igual que los guerreros, se trataba de miembros privilegiados de la sociedad. Pero a diferencia de los demás, a los sacerdotes se les permitía viajar libremente entre las diferentes zonas tribales y los reinos. Una prerrogativa que ni los propios reyes disfrutaban. Existían tres clases de sacerdotes: los más conocidos eran los misteriosos y oscuros druidas, pero también estaban los bardos y los vates.


A pesar de su renombre, no es mucho lo que se conoce sobre los druidas y sus prácticas. Existe la certeza de que su principal ocupación era el culto a los dioses, aunque al parecer también actuaban como jueces y árbitros en las disputas. El nombre “druidas” proviene de la palabra “saber”. Y ellos tenían potestad para actuar en los conflictos tanto públicos como privados y además se encargaban de dictar sentencias y decidir sobre las recompensas y las penas en los casos criminales y de asesinato. Nadie, incluso los reyes, podían hablar antes que los druidas.

Los druidas desde luego eran muy importantes y su forma ha perdurado durante toda la historia. No obstante, resulta sorprendente que no sepamos muchas cosas sobre ellos. Lo único que conocemos de los druidas es que se encargaban de la justicia en la sociedad celta, y nos referimos tanto al sistema jurídico como a la esencia de la cultura celta.
Los romanos describían a los británicos como personas bastante atroces y bárbaras y una de las cosas que más les atemorizaban eran los druidas, los sacerdotes celtas famosos por practicar sacrificios humanos, y no existe ninguna razón histórica que haga dudar de la veracidad de estas prácticas. De hecho, sí sacrificaban seres humanos en honor a sus dioses, por lo tanto, los romanos tenían bastantes prejuicios sobre los antiguos bretones, sus costumbres y sus dioses. Pero esta era una postura totalmente hipócrita, ya que ellos no tenían ningún inconveniente en destrozar a una persona por pura diversión y en comparación con el circo un sacrificio humano era una acción piadosa.
Los vates tenían funciones similares a la de los druidas, aunque estos últimos contaban con una posición jerárquica más elevada. A ambos se les consideraba filósofos, pero mientras que los druidas aparentemente se encargaban de presidir los sacrificios y actuar como jueces en las disputas públicas y privadas, los vates se encargaban de leer el futuro a través de los restos de las víctimas sacrificadas. Su nombre, vate, está conectado con las profecías, la inspiración y la poesía.
La tercera clase de sacerdotes eran los bardos. Su nombre significa “trovador” y al parecer recitar frases era su principal función. Acompañaba sus canciones con instrumentos parecidos a la lira y en dichas canciones alababan a unos y afrentaban a otros. Los celtas, especialmente los guerreros, tenían un gran temor a los sarcasmos de los bardos y la humillación pública que esto suponía.

Castro celta de Santa Tecla
Cuando los romanos llegaron a Gran Bretaña, la tierra se había estado labrando durante 3500 años y por lo tanto se había talado mucho bosque y la población había crecido de modo considerable. La sociedad británica la integraban un gran número de pequeños estados tribales, algunos de ellos gobernados por caciques y otros por monarcas donde el nivel de desarrollo era enorme. Trabajaban el hierro desde hacía tiempo y las armas construidas con dicho metal estaban muy avanzadas. Las armas eran fundamentales para los celtas. Al parecer se trataba de un símbolo de libertad.

Los artesanos eran altamente valorados, especialmente los herreros, a los que se les otorgaba una posición social. Se creía que el trabajo de los herreros tenía un origen casi sobrenatural, característica que se refleja en las cualidades mágicas que con frecuencia se les atribuyen a los herreros en la mitología y el folclore celta.
Todos los miembros libres de la sociedad celta, cualquier que fuera su nivel social, recibían lo que se ha denominado premio de honor, una declaración de valía y dignidad dentro de la comunidad.
La tierra no se poseía de forma individual, ni tan siquiera los reyes. Pertenecía a una familia o grupo.

Las casas celtas eran circulares o rectangulares. La estructura era de madera o mimbre y el tejado de paja. A pesar de la riqueza que poseían los celtas, el interior de las viviendas era bastante tosco. Los celtas prestaban mucha más atención a su apariencia personal que a sus hogares. El interior consistía de un amplio espacio abierto con diferentes cubículos que se asemejaban a la forma de una rueda con radios. Los cubículos se construían con madera o mimbre y se podían aislar completamente del resto de la casa mediante unas gruesas cortinas o con una mampara cubierta con tela o piel si la situación lo requería. El fuego se situaba en el centro bajo un agujero que se hacía en el techo para dejar salir el humo. Colgaban un gran caldero de metal en un travesaño y lo situaban encima del fuego.

Arte y Religión

Arte y Artesanía

Uno de los aspectos de la cultura celta que continúa ejerciendo una indiscutible influencia es el arte y la artesanía. Estas piezas son realmente deslumbrantes y algunas de ellas se han calificado de obras maestras de la humanidad. Los celtas trabajaban el metal de forma elegante y distintiva e hicieron verdaderas y duraderas aportaciones a la cultura europea.

Los celtas adoptaron de otras culturas muchos de los contenidos de su arte. Por ejemplo, de los vikingos tomaron prestada la figura de dragón que encontramos en muchos de sus trabajos. Sin embargo, en manos de los artesanos celtas estas figuras cobraban una riqueza y una vivacidad puramente céltica. Las formas creadas por los herreros celtas se transformaron en escritura una vez que dicho arte entró en la cultura de este pueblo.
Prácticamente analfabetos en tiempos paganos, la cristianización del pueblo celta introdujo la escritura, al menos entre los monjes que destituyeron a los druidas y que se convirtieron en los directores espirituales de los celtas. Una vez establecida la escritura en los territorios celtas, los escribanos nativos desarrollaron su propia escritura. La belleza de los manuscritos celtas es indescriptible... densos remolinos de tracería entrelazados con animales y formas humanas estilizadas, delicados remolinos entrelazados representando la eternidad del universo que dan testimonio indiscutible de su riqueza espiritual. Incluso las propias letras son elegantes, simples y hermosas.

Broche de Tara
Religión

A la falta de documentación escrita se le une el problema del carácter secreto de muchos de los cultos celtas, debido en gran parte al poder político y al elitismo de los sacerdotes, conocidos como druidas, que prohibian el uso de la escritura para relatar los aspectos religiosos. La característica esencial de la religión celta era el misterio y la exclusividad.

Las tribus celtas compartían vínculos religiosos comunes. Sin embargo sus cultos se basaban principalmente en la adoración de dioses locales o tribales. Existían los dioses pan-célticos, así como divinidades relacionadas con tribus particulares o con lugares sagrados dentro de su territorio.
Ha sido documentado que de los varios cientos de nombres de deidades, la mayor parte surge sólo una vez. Esto ha conducido a algunos estudiosos a concluir que las deidades celtas y los cultos relacionados eran locales y tribales y no pan-célticos. Los defensores de esta opinión citan la referencia a una divinidad cuyo nombre podría traducirse como "espíritu tribal". Sin embargo, la serie evidente de nombres divinos, puede ser justificada de manera diferente: muchos pueden ser meros epítetos aplicados a dioses claves adorados en cultos pan-celtícos. El concepto de panteón celtíco como un número grande de deidades locales es contradicho por ciertos dioses bien documentados cuyos cultos parecen haber sido seguidos a través del mundo celta.
Cernunnos
Las tradiciones celtas se mueven dentro de un ámbito orientadas, difundidas y mantenidas por los druidas, lo que nos da la pauta de que tratamos con unos pueblos míticos, mágicos, donde no hay un límite entre lo que nosotros concebimos hoy en día como "real" y el mundo de los espíritus, sino que esa convivencia entre ambos mundos es algo cotidiano y parte de la idiosincrasia de estos pueblos.
Para los Celta, lo sobrenatural influía cada aspecto de su vida terrenal y espiritual, para ellos los espíritus estaban en todas partes: los árboles antiguos, las piedras extrañas, los lagos y los pantanos. Ellos eran los responsables de las estaciones y ellos controlaban el mundo natural del cual el ser humano hacia parte.
Para los celtas, la religión estaba vinculada a la magia. El objetivo de su religión era rogar favores a sus dioses o complacerles para evitar la furia divina.

Los Druidas eran los sacerdotes de la sociedad celta. Eran magos, maestros y jueces y sus funciones incluían la adivinación, la ejecución de sacrificios y la dirección de rituales en festivales religiosos. Desde los comienzos de la historia celta fueron una clase educada, respetuosa de su sabiduría y conocedores de sus propios poderes como intermediarios entre las tribus y los dioses. La palabra druida deriva de un termino para "el conocimiento del roble" o "profundos conocimientos", ya que como hemos dicho antes, los celtas estaban en gran contacto con la naturaleza, y sobretodo le daban mucha importancia a los árboles.
Los druidas eran los filósofos de la sociedad. Ellos estudiaban los movimientos del universo, de la tierra y de la naturaleza así como los poderes y las habilidades de los dioses. Ellos pensaban que el alma no perecía, pero después de la muerte, pasaba de un cuerpo a otro. Esto influyó en la gran valentía de los guerreros a la hora del combate.


Los emplazamientos religiosos celtas incluían los recintos de los santuarios, pero a veces también poseían estructuras más elaboradas. Los pozos quizá estuvieran relacionados con la adoración de la tierra y los sacrificios humanos y de animales, así como con la ceremonia de forjar espadas y otras ofrendas, que eran arrojadas en ellos. Algunos emplazamientos naturales también tenían un significado religioso. El acebo y el muérdago se consideraban sagrados, así como las arboledas y los robles. Los animales eran venerados como tótems de la tribu y se buscaba la adivinación en el vuelo de los pájaros o en las entrañas de los animales sacrificados.


Los celtas contaban con lugares sagrados donde invocaban a sus deidades, entre los que se encuentran los famosos bosques de roble de los druidas. Tenían días sagrados y festivos, algunos de los cuales han sobrevivido hasta la actualidad. “Beltane” se celebraba el 1 de Mayo, “Samhain”, el 31 de Octubre y “Lughnasadh” se celebraba el 1 de Agosto.
Sabemos que los druidas celebraban ceremonias religiosas y, según las pruebas obtenidas, esto tenía lugar en los famosos bosques encantados. Sabemos que los druidas, o parte de la religión druida, giraba en torno a los árboles. Conservamos vestigios druidas en las inscripciones alfabéticas que en cierto modo continúan asociadas al gaélico.

Historia más reciente

Cuando el Imperio romano se derrumbó hacia el siglo V d.C., los reinos reconocidos como celtas surgieron en las partes romanizadas de Britania. A la vez, los germanos invasores se asentaron en la zona oriental de Britania. Mientras, los invasores gaélicos de Irlanda se asentaron en el oeste de Escocia. Simultáneamente los britanos del suroeste de Inglaterra se asentaron en Bretaña.

El cristianismo había llegado a Britania en tiempos del dominio romano. En el siglo V, Irlanda fue convertida por San Patricio y otros misioneros. Después, el cristianismo se estableció en Escocia, principalmente a través de la fundación de Iona por San Columba. Por lo tanto, la fe cristiana fue llevada a las tribus británicas del noroeste escocés, cuyos miembros eran conocidos como pictos, y a los británicos de Northumbria. La cultura del mundo celta experimentó un gran florecimiento en los siglos VII y VIII, en el cual la Iglesia jugó un papel central patrocinando las artes, la escultura y la ilustración de manuscritos. La literatura vernácula también fue cultivada de forma más extensa que en otros lugares de Europa. Los eruditos celtas destacaban como misioneros y profesores en el continente.


Las zonas celtas de las islas Británicas sufrieron ataques de los pueblos escandinavos durante los siglos IX y X, y admitieron a los que se instalaron. Los reyes gaélicos de los escoceses surgieron como señores de las tierras de los pictos y dominaron a los británicos que permanecían en el suroeste escocés y a los ingleses en el sureste. La frontera galesa-inglesa se estabilizó, mientras Cornualles perdió su independencia política. En Irlanda, se realizó un proceso similar para crear una monarquía nacional. Habían surgido las cuatro naciones actuales: tres celtas y una germánica.
La conquista normanda de Inglaterra en el 1066 llevó a la de Gales y hacia el siglo XII a la de Irlanda y Escocia. Como resultado, la lengua y la cultura céltica dejaron de ser usadas en los círculos jurídicos, y gradualmente se convirtieron en lenguas de uso popular. Un proceso similar tuvo lugar en Bretaña. El clima social que se había desarrollado en lo que actualmente son Gran Bretaña y Francia había dado oportunidad para que los elementos celtas mejoraran, pero se frustraban por la intolerancia cultural o religiosa. Los resultados de esta ambivalencia quizá se vean en la contribución celta a la vida y cultura británica, en manifestaciones del folclore celta, en el florecimiento de las comunidades celtas emigradas y en las sociedades de ultramar.

Conclusiones

Los celtas eran un pueblo extraordinario, en ciertos aspectos eran bárbaros y en otros primitivos. Pero también eran unas gentes cultas que han dejado a la humanidad una herencia duradera y su influencia se ha extendido mucho más allá de los territorios en los que vivían.

Uno de los aspectos celtas más interesante y probablemente bastante importante para comprender su cultura, su literatura y especialmente su religión es su forma de pensar. Existe una clara diferencia entre el pensamiento celta y el pensamiento de otros pueblos europeos, en particular de los anglosajones. Mientras que los anglosajones, al igual que nosotros, tenían una concepción dualista: blanco y negro, arriba y abajo, bueno y malo, o posiciones binarias, los celtas solían pensar en tríadas, lo que proporcionaba una concepción completamente diferente del mundo. Es decir, si nosotros hablamos de blanco y negro, los celtas lo harían de blanco, negro y gris. Si nosotros hablamos del bien y del mal, ellos lo harían del bien, del mal y de algún tipo de neutralidad. Por lo tanto, esto les proporciona a los celtas una visión algo diferente quizás y mucho más equilibrada del mundo y del papel que desempeñaban en la historia de la humanidad.


De entre la densa bruma de la historia, los ecos de los celtas aún pueden oírse con toda claridad. Sin ellos el mundo hubiera sido un lugar mucho menos rico.

Los Celtas I.
Los Celtas: Edad de Hierro I, La Tène
Los Celtas: Edad de Hierro I, Hallstatt.
El clan Celta.

 
Fuentes:

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Los Celtas I.

Desde el siglo VIII al I a.C., un conjunto de pueblos denominados celtas dominará gran parte de Europa. Casi legendaria; la cultura celta se extiende como una marea que invade recónditas parcelas con sus cerámicas, sus crisoles, sus yunques, su fuego resplandeciente bajo el fuelle alentador para forjar el hierro, uno de los nuevos modos que aquellas gentes traen. La técnica del hierro, más compleja que la del cobre y el bronce, contaba con mayor abundancia de metal y sobre cualquier otra cosa la posibilidad de construir útiles y aperos, que transformaron radicalmente la construcción naval y la agricultura. Los hititas comenzaron a producir hierro en cantidades significativas, a partir del siglo XV a.C. En Europa continental aparece unido a la civilización céltica, pero es a partir del siglo VII a.C. Cuando alcanza su desarrollo pleno en Europa central, los métodos utilizados apenas cambiarán en la época romana, habrá que esperar a la Edad Media para que los progresos sean sustanciales, por influencia de la India y de Damasco, con la aparición del acero. Los arqueólogos han dividido la Edad de Hierro Celta en dos grandes etapas: La primera Edad del Hierro o de Hallstatt (nombre de una población austriaca) y la segunda Edad del Hierro o de Téne (nombre de una población suiza). Cada una de estas edades se han subdividido en distintas etapas o culturas, siendo de gran importancia para la historia de Europa ambos períodos.
Desde la Europa central, los celtas fueron empujados hacia el oeste por una serie de invasiones procedentes del sur de Rusia. De ellos aprendieron el empleo del hierro, la espada larga adaptada a la guerra a caballo, así, como el empleo del carro de combate de dos ruedas. Las migraciones se prolongan durante siglos, se trata de una marcha desordenada, practicada en todas las direcciones. Las primeras oleadas se extienden por Checoslovaquia, Alemania, Francia...y como no; la Península Ibérica. Con posterioridad atraviesan los Alpes y se instalan en la llanura del Po en la llamada Galia Cisalpina.

El contingente migratorio celta constituyó uno de los mayores en la historia europea, este amplio movimiento de pueblos alteró la población de las regiones donde se asentaban, no se trata del desplazamiento de un pueblo entero o de una tribu. Los grupos dirigidos por sus jefes, llevan consigo sus familias, enseres y ganado. Movidos por la aventura, en unos casos acuerdan y negocian con las tribus que a su paso encuentran (caso de vecinos como los Ligures), en otros las espadas de hierro se enfrentan a los más débiles escudos de bronce y sin olvidar el pillaje que realizaron en pueblos como los helenísticos. Pero, sobre todo buscan tierras donde asentarse. Los celtas son básicamente campesinos. Dentro de su amplia diversidad de tribus y clanes no poseyeron un sentimiento solidario de nación única. Ni siquiera entre los propios galos que constituyen el núcleo fundamental. Considerado en su conjunto, no existió sino en un estado de promesa.


Si bien la idea que con más frecuencia se asocia el termino "invasión" es la de un ejército que se retira después del pillaje, o que destruye al vencido, incluso practicando la esclavitud con el derrotado, para establecer su dominio sobre los terrenos conquistados; pero el termino es más complejo y también ambiguo. "Invasión" puede aparecer como la lenta inmigración de un pueblo, que, al cabo de algunos decenios ha asimilado a la población primitiva, o sencillamente convive con ella. A diferencia de lo que ocurrirá más tarde con otras aportaciones, como la romana. Roma, que ha dado origen a las lenguas mayoritarias europeas, las lenguas célticas han quedado reducidas en la actualidad a dialectos muy localizados. Es en los topónimos donde se rastrean los rasgos célticos más profundos. Los ejemplos podrían ser interminables. La toponimia nos traduce la existencia de un pueblo europeo. Seria interesante acabar con ciertos mitos nacidos de un nacionalismo excesivo. He aquí algunos: consiste en creer que cada uno de los pueblos actuales corresponde "puramente" a una de esas invasiones. No es así. Del mismo modo que algunos historiadores franceses creen ver en la derrota de los galos de Vercingétorix en Alésia (52a.C.) "La más grande catástrofe de nuestra historia". Al igual que los romanos designaran "galos" de un modo erróneo a toda una amplia comunidad humana, que se llamaba a sí misma celta. Y claro está, la teoría, en este caso de historiadores alemanes, que pretendían que los celtas eran germanos. Los celtas estaban movidos por una idea conquistadora, pero alejados del concepto de "nación celta". La anarquía de esta cultura céltica no impide los rasgos comunes en la estructura social, política y religiosa. La principal característica de esta civilización era la del ser oral. Y es esa tradición oral la que atravesó los siglos y más particularmente donde la implantación fue más fuerte.
Mucho de lo que sabemos sobre la sociedad y sus costumbres nos ha llegado por escritores procedentes del Mediterráneo clásico, para quienes las personas que ellos llamaban "Galate", "Keltoi" o "Celtae" eran unos bárbaros fascinantes, aunque demasiado temerarios. Los observadores extranjeros fueron sorprendidos por la loca valentía de los guerreros celtas y lo que ellos describieron como una predilección por combatir. Incluso fuera del campo de batalla, los celtas poseían un entusiasmo que dejaba huella en los visitantes procedentes de un mundo clásico más moderado. Los escritores clásicos rara vez mencionan el increíble legado de información recogido a través del arte oral ni la lógica o la belleza de los manuscritos celtas. Por supuesto, no tenían conocimiento del lenguaje celta, por lo que carecían de habilidades poéticas y los manuscritos eran indescifrables para ellos. Para los griegos y romanos, todos los celtas eran individuos intrigantes pero, sobre todo, bárbaros y personas sin civilizar; individuos unidos, en definitiva, por una causa común: la guerra.


Así se creo una imagen simplista del mundo celta. Ahora, gracias a la moderna y en algunos casos independiente arqueología conocemos que esta cultura dio lugar a la existencia de un grupo complejo y variado de sociedades, más que un grupo homogéneo de individuos. Las costumbres sociales y religiosas varían en las tierras celtas que, por el año 350 a.C., se extendieron desde el Atlántico hasta Turquía.

Los Celtas II.
Los Celtas: Edad de Hierro I, La Tène
Los Celtas: Edad de Hierro I, Hallstatt.
El clan Celta.

Fuentes:

"Celtas"

lunes, 5 de noviembre de 2007

Nuevo paganismo: ritos ancestrales en el siglo XXI.

La revitalización de antiguas creencias delata la crisis espiritual del hombre moderno y su desencanto por las religiones instituidas.

Un grupo de personas se congregó en un ancestral templo de Atenas para venerar al dios griego Zeus. Ataviados a la antigua usanza, recitaron himnos que pedían paz para el mundo. Al igual que ellos, otros hombres y mujeres del siglo XXI se dejan seducir por los dioses de los vikingos, se reúnen para celebrar ceremonias del druidismo (celta) o se interesan por las deidades egipcias de la época faraónica.
Son movimientos espirituales modernos, que algunos autores engloban con el nombre de neopaganismo, inspirados en tradiciones anteriores al cristianismo.

Pero, ¿qué lleva al hombre actual a alzar los brazos y suplicar a Zeus que envíe lluvia al planeta? ¿Qué le impulsa a participar en rituales basados en viejas creencias?

Aníbal Chajón, doctor en Sociología y licenciado en Historia, piensa que hay un desencanto por las religiones instituidas. “El cristianismo —afirma— está dejando de responder a las necesidades de la gente. Está perdiendo vigencia en algunos sectores de la población que cree que su estructura precisa cambios”.

El mensaje de las iglesias se hace cada vez menos vivo y visible. Las personas van hacia productos sustitutos. En creencias como el politeísmo helénico es más importante el culto a la naturaleza que la obediencia a los libros sagrados. Los feligreses reunidos en Atenas abogaron entre columnas corintias por un “mundo en paz y una forma de vida ecológica”.

Estos grupos retroceden cientos de años atraídos por las viejas tradiciones paganas, y en busca de según Chajón, “una raíz, algo a lo que asirse”. Este es, de acuerdo a el profesor, un fenómeno que surge como reacción a los males del mundo globalizado. Muchas personas se sienten completamente prescindibles entre millones de seres humanos, y necesitan profundizar su identidad, sentirse parte importante de algo.

¿Cuáles y por qué?

Entre las creencias antiguas que más atracción despiertan está el politeísmo helénico, el druidismo, la religión romana, la de Asatrú (de los dioses vikingos) y las tradiciones precristianas de los países bálticos.

“El nuevo paganismo demuestra que el hombre es capaz de vivir sin una religión instituida y al mismo tiempo continuar la búsqueda espiritual para justificar su existencia”, se lee en una de las páginas de "La bruja de Portobello", del brasileño Paulo Coelho.

Muchos de los seguidores de los movimientos neopaganos creen que este tipo de creencias tiene sus raíces en los dioses de los primeros hombres, por lo que la consideran la primera religión.

Según Armando de la Torre, director de la Escuela Superior de Ciencias Sociales, de la Universidad Francisco Marroquín (UFM), “no hay tal vuelta a las religiones del paganismo clásico, sino a su folclor”. Así, cuenta que en Inglaterra se celebran anualmente ceremonias druídicas en Stonehenge, que atraen a muchos turistas en el solsticio de verano. También hay rituales en los países escandinavos, sobre todo en el solsticio de invierno. Pero, en su opinión, los únicos politeísmos que arrastran adeptos creyentes son los de las distintas ramas del hinduismo y algunas del budismo mahayana. En África, agrega, todavía persisten creencias animistas del sur del Sahara, pero están en retroceso.

“En defecto de la fe, algunos ensayan rituales antiguos; más por entretenimiento que por otra cosa”, subraya De la Torre. A su juicio, la incredulidad se ha apoderado de vastos segmentos de la población desde el período de la Ilustración (siglo XVII).
Los seguidores de los distintos movimientos se suelen congregar una vez al año. Normalmente, se visten acorde a la época histórica que tratan de revivir y celebran ceremonias inspiradas en esas tradiciones. Por lo general, evitan los aspectos más sangrientos de las mismas, como los sacrificios.

En el reciente rito de Atenas, que reunió a dos centenares de personas, se conmemoró la boda de Zeus con Hera, la diosa del matrimonio. Los sacerdotes, de azul y rojo, liberaron palomas blancas como símbolo de paz.

Contra la Iglesia

En opinión del sacerdote italiano Sergio Checchi, quien lleva casi 50 años en Guatemala, estos fenómenos de neopaganismo “son casi una expresión de desafío, una provocación y un alarde de rechazo” a la Iglesia Católica. No cree que se trate en absoluto del renacimiento de verdaderas religiones sino de una moda seguida por personas que se sienten distanciadas del cristianismo. Estos cultos no implican, a su modo de ver, exigencias morales. Afincado en Guatemala desde 1958, Checchi reconoce que al menos en Europa hay un cansancio de cristianismo, un hartazgo de dos mil años de influjo de la Iglesia y su imposición de principios de moral cristiana.

Por eso, ha habido un proceso encaminado a “liberarse de su protección maternal”. Además, piensa que los errores que ha cometido la Iglesia a lo largo de la historia han provocado la desconfianza y el alejamiento de muchos de sus fieles.

Foros

Algunos, atraídos por estas prácticas, acuden a Internet en busca de información: “¿Me ayudaría alguien en mi iniciación en la wicca?”, pregunta un internauta en Las puertas de Babel, primer foro de debate en español para religiones paganas, shamánicas y animistas. La wicca, conjunto de creencias neopaganas supuestamente transmitidas oralmente desde tiempos inmemoriales, fue establecida por el inglés Gerarld Gardner en la década de 1950 del siglo XX.

Gardner aseguraba que fueron las brujas las que le heredaron la tradición tras años de persecución por parte de las iglesias cristianas. Las principales deidades de la wicca son la diosa o la señora, expresión divinizada de la Tierra y el señor o dios astado, inspirado en el antiguo dios celta de la caza.

Neopaganismo en Guatemala

El cura Checchi cree en el país no hay este tipo de movimientos. “Seguramente no hay neopaganismo, entendido como vuela a los cultos grecorromanos o celtas. No se conoce nada de eso”, afirma. El clima religioso no es, en su opinión, el de Europa. “Aquí no hay laicismo ni resentimiento contra el cristianismo y la Iglesia. No hay blasfemia”, asegura. El sacerdote destaca la “mucha religiosidad” que hay en el país, pero reconoce que también hay “confusión y desorientación” por la gran cantidad de ofertas religiosas. Explica que también se está produciendo una cierta vuelta a cultos o ritos precolonbinos, pero que estas prácticas no se oponen al cristianismo, sino que más bien son un gesto de fidelidad a la cultura maya.

Checchi alude al uso utilitarista de la religión, ya que muchos se acercan (a católicos o evangélicos) con fines prácticos, ya sea para salir de enfermedades, del alcoholismo o de la soledad. Se refiere también a los “centros” de adivinación donde la gente busca “salud, dinero y amor”. A su juicio, el verdadero neopaganismo son las nuevas idolatrías: la del dinero fácil y sucio (la corrupción), la de los fanatismos religiosos; la de las guerras y el armamentismo; la del placer a toda costa (turismo sexual y pornografía infantil).

Maximón, San Simón,
o la pervivencia de la religión maya

Algunos autores consideran que las creencias sincréticas son formas de un nuevo paganismo. Es el caso del vudú, el candomblé y la santería, en las que se mezclan religiones tribales africanas y manifestaciones cristianas.

La figura de San Simón, en Guatemala, es de acusado sincretismo maya-católico. Maximón (max significa habano en maya; por eso se le ve con un gran puro en los labios, y Simón) se convirtió en San Simón con la imposición del catolicismo sobre las anteriores creencias durante los siglos XVI y XVII.

El sociólogo e historiador Aníbal Chajón subraya la distinción entre la actual veneración a San Simón, en San Andrés Itzapa, por ejemplo, y el culto a Maximón, en Santiago Atitlán. Sus ritos y fieles acusan diferencias.

En el templo que alberga la imagen de San Simón, en San Andrés Itzapa (Chimaltenango), los feligreses hacen fila desde temprano para pedirle favores o agradecerle milagros. Entre los que esperan hay indígenas, pero también ladinos. Le encienden velas de colores y le queman puros “amarrados”. Este culto no es incompatible con la religión cristiana que profesan también sus seguidores.

Cientos de placas cubren las paredes del templo con palabras de agradecimiento a San Simón por favores concedidos. En una de ellas, en letras negras grabadas sobre fondo blanco, se lee: “Gratitud a San Simón por haberme hecho el milagro de llegar a Los Ángeles (EEUU) sin problemas. 20-7-93. Escuintla. M.I.S.,”.

La estructura del culto a Maximón en Santiago de Atlitlán es puramente maya. A lo largo de un año la divinidad reside en casa de algún miembro de la cofradía de la Santa Cruz, la principal autoridad indígena de Atitlán. Visitantes de todo el país llegan para pedirle favores y le ofrecen dinero o especies.

La imagen de Maximón, tocado con un sombrero de fieltro, está forrada de muchas capas de ropa. Vestirlo es toda una ceremonia durante la que se fuma y se bebe. Chajón llama la atención sobre el origen de esta manera de atavío. Explica que en el período Clásico (250 a 900 d.c.) los mayas envolvían en capas de tela unos objetos sagrados de uso ceremonial. Son los llamados “excéntricos”, de obsidiana y pedernal, que han sido encontrados en tumbas. Maximón sería, pues, a su juicio, la forma más reciente de estos objetos ancestrales, una clara pervivencia de la antigua religión maya.

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