jueves, 18 de septiembre de 2008

Concepto Estructural Atómico del Universo.(2)

Y ahora podríamos ampliar estas ideas con sus propias preguntes.

Pregunta: ¿Es necesario conocer la química para conocer estos secretos?

Respuesta: Bueno, el químico moderno mediante la investigación ha logra­do descubrir la base y es que la energía que procede de los niveles cósmicos ha quedado sintonizada en el nivel puramente físico, en el átomo de hidrógeno como unidad.; pero que la gama de elementos químicos que proceden del átomo de hidrógeno son solamente pequeñas formas incomple­tas porque lo mismo que mirando el átomo a través de sus compuestos invisibles –lo que todavía la ciencia no reconoce porque no ha descubierto— igual sucede con la tabla de elementos químicos; hasta aquí creo que hay ciento tres elementos descubiertos o átomos con una potencia o carga eléctrica de ciento tres protones, ciento tres electrones y otros tantos neutrones. Pero, investigaciones recientes indican que se ha llegado a descubrir átomos de un peso atómico de hasta ciento diecisiete protones, eso significa que no se ha llegado al fin y que la tabla de elementos quími­cos se pierde en la inmensidad de la investigación y que, a medida que el ser avance, surgirán nuevos elementos, hasta que un día se descubra el verdadero elemento de base mediante el cual y por transmutación vendrán los demás y vendrá seguramente por un tipo de investigación completa, que rebasará el ámbito simplemente físico o mecánico de la existencia para penetrar en niveles superiores. Pues, si todo hay que analizarlo desde el ángulo de vista de la analogía, hay que suponer que donde termina el átomo de hidrógeno, por sutilidad se da vida a otros átomos más ligeros, más diáfanos, más perfectos en su expresión y que se va actualizando esta fuerza atómica, en el cuerpo del Iniciado por ejemplo, donde según se nos dice, se produce realmente aquella alquimia de la naturaleza que convierte al átomo de hidrógeno en átomos superiores dentro del propio cuerpo.

¿Qué sucederá por ejemplo cuando el cuerpo del ser humano sea capaz de contener compuestos moleculares pertenecientes el plano búdico? Habrá una revolución total en todos los ámbitos conocidos, porque realmente se habrá reconocido la existencia multimolecular del espacio, a través de le expresión de un universo. Y, a partir de aquí, vayan ustedes examinando la vida de los iniciados superiores, a partir del Adepto, cuando el Iniciado se mueve ya en dimensiones cósmicas, lo que puede suceder con la liberación de aquella tremenda energía que está infinitamente más allá y por encima de los más diáfanos átomos conocidos.

La química está trabajando, los científicos realmente de buena voluntad están intentando vencer la inercia de la materia mediante la infu­sión de su espíritu; pero a pesar de todo, no se avanza demasiado porque en su totalidad la humanidad es totalmente egoísta y, por lo tanto, cualquier provecho o ganancia de tipo cósmico le es negado, no existe otra opción para el ser humano, que somos todos nosotros, que vivir con un poco más de caridad y de amor y constituir una barrera magnética que nos aísle del egoísmo que, como egregor, está flotando dentro y fuera de nuestro sistema y dentro de los éteres planetarios hasta llegar a los ambientes sociales del mundo, en donde vivimos inmersos. Es un traba­jo de inmensa perspectiva, ustedes verán que hay que empezar a reconocer el hecho de que nosotros somos creadores; además tenemos un protón central en el corazón que nos habla de intención y de amor, tene­mos neutrones que nos llenan de equilibrio y de armonía y tenemos electrones que nos dan actividad. Esto es el reconocimiento de las le­yes científicas que regirán el futuro de los seres humanos.

Pregunta: ¿No es cierto que a través de este experimento de la alquimia en la cual el hombre, a través de la transmutación de la cantidad de energía que puede canalizar este ser, perturba al mismo tiempo el vehículo físico que ha de estar preparado para soportar mayores energías? Es decir, nos podrías hablar un poco de la ciencia de la transmutación.

Respuesta: La transmutación es una actividad que realiza el ser humano el llegar a cierto nivel dentro de la evolución kármica. Si hablamos en términos de química o de alquimia, diremos que es aquella actividad mediante la cual el mago transforma un metal de tipo bajo, de bajo ni­vel vibratorio, en otro de superior vibración, como es al plomo convertirlo en oro, por ejemplo, que es lo que buscará el alquimista del fu­turo, apercibido de que existe muy poca diferencia de protones dentro del oro y del plomo –creo que son tres protones de diferencia. Se han realizado experimentos con el mercurio, casualmente hay un protón de diferencia, sin embargo la fabricación del oro es más cara que el oro sacado de la mina, porque no se comprende la ley de la transmu­tación que se basa en hallar dentro de la naturaleza aquello que alquímicamente se llama el disolvente universal o el "Alkahest" de los antiguos magos. No conocemos esto todavía porque no tenemos amor. Por lo tanto, solamente la transmutación física de los metales está al alcance de los iniciados y pueden transformar el plomo o el cobre, u otro cualquier metal vil en oro. Pero esto no resuelve la cuestión del ser humano, porque la transmutación es aquella fuerza tremenda que realiza el individuo cuando se va purificando, cuando se va separando del egoísmo circundante, aislándose cada vez más y más, hasta llegar a un punto dentro de sí mismo, dentro del cual el corazón tiene la máxima importancia; entonces, a través del corazón se realiza la obra transmutadora dentro del individuo,

Entonces, todos los compuestos químicos de alta densidad se transmutan en virtud de la voluntad del Iniciado en compuestos moleculares de alta vibración; impulsan, por decirlo de alguna manera, a los átomos nefastos y sombríos de su propia naturaleza y, automáticamente, aquel vacío se llena con compuestos moleculares de alta selectividad, ya sea astral, mental, o como decíamos anteriormente, por compuestos búdicos, o por compuestos átmicos, pues el iniciado o el discípulo no recibirá ninguna vibración superior o Iniciación, sino hasta que haya cambiado completamente ciertos compuestos moleculares dentro de sus cuerpos y cuando esto lo realiza viene el acto de la Iniciación: la ceremonia. La ceremonia no inicia al Iniciado, es el trabajo del Iniciado quien exige la iniciación. ¿Por qué? Porque entonces, cuando recibe la Iniciación es que ya es un Iniciado y lo que hace es que la Jerarquía, la Gran Fraternidad, el Único Iniciador, Sanat Kumara, le reconoce los méritos; igual que aquí en una universidad te dan el título cuando has sufrido las pruebas y los exámenes, luego lo que te den a cambio es la aceptación como que tú has hecho la prueba y has vencido; esto es en esencia la Iniciación.

Pero cuando se recibe la iniciación a través de una serie de transmutaciones dentro de los compuestos moleculares, es cuando se le admite de hecho dentro de la Gran Fraternidad. Y esto va para todos, porque el trabajo de estar atentos, el trabajo de la meditación, el trabajo del servicio y el trabajo del estudio y la investigación, son los peldaños mediante los cuales vamos ascendiendo y nos situamos ante la dorada puerta dentro de la cual está el Iniciador. Pero todo el trabajo se basa en nosotros, el esfuerzo necesario para vivir de acuerdo con la ley y, de acuerdo con la ley se efectúa la transmutación. Todos somos magos, todos somos alquímicos, entonces ¿por qué no utilizamos esos poderes para crear un mundo mejor? ¿0 esperamos que sea el destino o el karma, o Dios, quien resuelva por nosotros estas cosas? Si Dios ya está en nosotros, sólo es vigorizar el intento, la intención, el propósito y au­mentar el caudal de amor en el corazón. A partir de esto ya estamos venciendo la inercia de los sentidos, la inercia de las emociones o de los deseos y la inercia de la mente organizada, empeñada en descubrir la Verdad, en las pequeñas cosas de la vida, que es lo que sucede actualmente. El intelecto no es una gloria, entre otras cosas se convierte en un impedimento y ésta no es una afirmación dogmática, sino que es el reco­nocimiento de que a través del intelecto que consideramos como causa, se va realizando la gran transmutación creadora que traerá como resultado el hombre nuevo, el hombre nuevo por el cual todos nos estamos esforzan­do.

Pregunta: ¿Una de las primeras bases para mi transmutación personal puede ser pasar del subconsciente al conciente?

Respuesta: Naturalmente, la transmutación psicológica tiene tres vertientes como ustedes saben: hay una subconciencia, debajo de la conciencia, una conciencia, en el centro, y una supraconciencia en la parte supe­rior. Entonces, ¿cómo transmutaremos psicológicamente nuestro ser? Convirtiendo la subconciencia en conciencia y la conciencia en supracon­ciencia. Es el paso que va de los recuerdos de ayer al devenir de mañana, pasando por el momento presente, lo cual si ustedes son muy analíticos verán claramente, que es en el presente donde existe la posibilidad de la transmutación psicológica y que cuando hablamos tan reiteradamente sobre la atención del pensador, nos estamos refiriendo precisamente, a esta capacidad de estar atentos al momento que estamos viviendo y este es el presente, no es el pasado, no es el futuro. El pasado es recuerdo, es subconciencia, es aquello de lo cual estamos apartándonos. En tanto que la supraconciencia solamente puede venir cuando en el presente estamos muy atentos. Significa que nuestra conciencia está tan identificada con aquello que está sucediendo que lo comprende por intuición y al propio tiempo, aquello que comprende por intuición, se transmuta en algo mejor que llamamos supraconciencia.

Pregunta: ¿Me podrías explicar algo de la transformación del tiempo en espacio?

Respuesta: ¿Qué es el tiempo cuando el espacio ha sido alterado, cuando el equilibrio existente crece en el espacio? Sucede algo imprevisible para nosotros, que es la creación de campos radioactivos dentro del espacio. Los estados relativos, relativos dentro del espacio, constituyen el tiempo. El tiempo no es más que el punto de enfoque del creador en el espacio, cuando se han creado los síntomas del universo –allí donde exis­te un círculo no se pasa dentro del gran Círculo, no se pasa dentro del cual el creador extiende su obra creadora— no existe espacio, el espe­cia está fuera del campo conceptual, conocemos solamente el tiempo; para conocer el espacio, saber lo que es el espacio y llegar a comprenderlo con tanta intensidad que nos diésemos cuenta de nuestro escasa valoración psicológica, veríamos que solamente donde existe una manifestación existe el tiempo.

Y, cuando hablamos de dimensiones estamos hablando de aquellas dimensiones que ha conquistado, dentro del espacio, cualquier centro creador, lo cual significa que incluso las dimensiones del espacio del Universo constituyen limitaciones, porque se apartan de la absoluta integridad multidimensional del espacio. Hay que comprender estos hechos. El tiempo, ¿qué es para nosotros? ¿Algo cronológico que depende del reloj o algo psicológico? Si es algo psicológico hay un gran problema, si es cronológico solamente con un orden establecido en la conducta personal lo podemos solucionar. Pero cuando existen problemas de orden psicológico con respecto al tiempo, hay una indicación de que el ser está pene­trando dentro de actividades moleculares de las cuales le es muy difícil salir. Le decimos karma a estas causas. El karma es el tiempo y el tiempo es una reducción del nivel natural vibratorio del espacio. Cuando dentro del espacio hay puntos más cercanos o más alejados entre sí, se crea el fenómeno de la distancia en el tiempo. Ya tenemos otra forma de evaluar el tiempo, en virtud de las leyes de necesidad de traslación de un punto más distante o de un punto más cercano.

Pero, ¿qué sucederá? Vamos siempre a lo mismo, dense cuenta, cuando el individuo esté tan totalmente entregado a la vivencia del presente, con la atención depositada en todos y cada una de los momentos que es­tá viviendo, en este estado de observación profunda se produce el milagro, se produce el acercamiento entre el sujeto que observa y la cosa observada. Entonces, en virtud de ese acercamiento se produce el mila­gro, el tiempo no existe, solamente existe el espacio entre la mente del que observa y la cosa observada, y éste es el principio del amor que nos han enseñado los Grandes Seres. No hay distancia en el amor, ¿verdad? La inteligencia crea espacios, grandes espacios para investigación. Pero el amor es esencial, nunca crea espacios o tiempos en el espacio, es un espacio abierto a la investigación y, si se investiga muy atentamente, se pierde la noción del tiempo, equivale a decir que pierde la noción equivalente de subconciencia, conoce la conciencia y la supraconciencia y, entonces, el hombre ya no es un hombre en el sentido estricto de la palabra, es un Dios que se ha reconocido a sí mis­mo como esencia creadora, como espíritu latente y actuante de la pro­pia divinidad.

Pregunta: ¿Si el pequeño yo usa este cuerpo físico para manifestarse, se puede decir que el gran Yo de la Tierra también usa el cuerpo físico de la Tierra para manifestarse y así todas las galaxias del Universo?

Respuesta: Naturalmente. El planeta, nuestro mundo, no es sino un cuerpo de manifestación de esta entidad que, esotéricamente, llamamos el Lo­gos Planetario. Y el cuerpo universal, es decir, aquel rayo que va del centro creador del Logos hasta el confín del Universo, todo cuanto se agita dentro de este círculo-no-se-pasa, es el cuerpo mediante el cual se está manifestando aquella entidad que llamamos el Logos Solar y den­tro de este círculo-no-se-pasa, se están desarrollando siete virtudes o cualidades de este Logos, lo cual complica la investigación, pero se llega al menos a un significado claro del mismo.

Vemos el por qué de la Voluntad, del Amor, de la Inteligencia o de las demás cualidades que adornan a cualquier Logos del centro creador y, finalmente, todo esto constituye un séptuple cuerpo de manifestación de este Logos. Nosotros conocemos tres cuerpos definidos: uno muy completamente que es el cuerpo físico, el astral lo conocemos solamente en virtud de los intensos deseos que promueve en nosotros y el cuerpo mental del cual tenemos noción solamente por los pensamientos y por las averiguaciones y pesquisas a través de la mente. Pero no conocemos nada del cuerpo búdico, no conocemos nada del cuerpo átmico, ni del monádico, ni del ádico, lo cual significa que estamos viviendo únicamente en un mundo de confusión, de los tres mundos, mundo de maya de los sentidos, del espejismo emocional, de los deseos incompletos e insatisfechos y la intención dentro de la cual existen ilusiones, que embargan la vida de la intención y le impiden llegar al cumplimiento a través del cuerpo emocional, para finalmente llegar al cuerpo físico en forma creadora.

Si solamente conocemos nuestros tres cuerpos, al igual que el científico sólo conoce el protón, el electrón y el neutrón en la vida del áto­mo, indica solamente que estamos viviendo única y exclusivamente en los tres mundos de la confusión, en los tres mundos de la prueba kármica, en los tres mundos de los señores lunares con los cuales estamos emparentados por razones kármicas o por principios de semejanza. Hay mucho que decir aquí y para esto necesitaríamos por lo menos diez conferencias, debido a su complejidad y a tener que trabajar con elementos tan dinámicos y al propio tiempo tan asequibles que pueden llegar claramente a la men­te de todos. La vida es extraordinaria y todo cuanto surge de la vida es extraordinario, es un milagro viviente todo cuanto está sucediendo a partir de la vida y esto es lo que trata el esoterista de comprender en profundidad, para tener una noción más clara de aquel universo físico en donde vive, se mueve y tiene el ser.

Pregunta: Sí, quisiéramos que hablaras un poco sobre el tema, aplicando la ley de analogía y parte de lo que has venido diciendo ahora, es decir, creo que bastantes de nosotros hemos tenido la experiencia consciente de que, incluso a nivel físico, se realizan esporádicamente experimentos que en alguna manera tratan de comprobar la capacidad de resistir que tenemos, no solamente a nivel astral, mental, etc., sino incluso a nivel físico; entonces, si este cuerpo de manifestación recibe a todos los nive­les esta especie de transmutación alquímica de las energías que es capaz de canalizar, la pregunta es si también la Tierra, por ley de analogía, está sufriendo el mismo proceso de transmutación y entonces quizás sería, tal vez un poco más comprensible ver a la situación actual como un ente único e interdependiente de cada uno de sus componentes.

Respuesta: La transmutación se realiza en todos los cuerpos de la Tierra, la Tierra es sólo la envoltura física del Logos Planetario. Todo cuanto sucede en los niveles superiores repercute en la Tierra, donde hay el anclaje de las energías superiores. ¿De qué nos serviría un cuerpo que no fuese el resultado de aquello que es superior? Entonces, en la Tierra se producen transformaciones y transmutaciones, en virtud de lo que está desarrollando y en todos los órdenes, el género humano, la humanidad. La humanidad es dentro de la Tierra, de este gigantesco cuerpo, el único elemento conciente de transmutación de los elementos físicos que tratan precisamente de exteriorizarse en niveles superiores. Todo cuanto sabemos de la transmutación es meramente físico, porque no conocemos la transmutación que se está realizando en niveles superiores. ¿Qué sucede por ejemplo cuando una energía de carácter ígneo y de tremenda potencia como aquella que lleva Buda en el festival de Wesak? ¿Qué conocemos de la transmutación alquímica en la vida de la naturaleza? Aparentemente no nos damos cuenta de esta energía pero produce un impacto en todos y cada uno de los compuestos moleculares que constituyen el planeta. Por lo tanto, no podemos dejar de ver clara esta situación en lo que respecta a nuestro planeta, si tenemos en cuenta que no solamente Buda sino los hombres y mujeres de buena voluntad, los Iniciados de la Jerarquía y los Adeptos de la Gran Fraternidad de Shamballa, con sus influencias están creando siempre transmutaciones en el orden molecular de la exis­tencia organizada en el mundo, pasando primero por la mente del hombre, después por su cuerpo emocional y después, a través del cuarto reino, a los reinos sub‑humanos: al reino animal, al vegetal y al mineral, y así se va cumpliendo la ley transmutadora de la existencia. No existen zonas vacías en la Tierra, solamente existe algo realmente determinante para lo que es la evolución, que el hombre no se da cuenta de la situación en la que se encuentra, dentro del cuarto reino, en relación con los reinos subhumanos, ni sabe qué es exactamente lo que tiene que hacer para cumplir adecuadamente con la ley.

Se contempla a sí mismo con religiosidad lo cual no hace con los demás, no cumple con las leyes, esas leyes de donación de la cual la naturaleza es exponente. Siempre está pensando en sí mismo, que lo envilece constantemente y por lo tanto, no se da cuenta de la transmutación que tiene lugar en los niveles de la naturaleza porque es incapaz de comprenderlo, no llega a este punto de unión espiritual mediante el cual él se considere un creador y no un simple espectador de la obra mágica creadora de la naturaleza.

Pregunta: Me parecería que las cosas interesantes que ha dicho no fueran solamente de relleno si no creyera verdaderamente usted en ellas. Si creyera en su realización porque creo que en los momentos en que ha de predominar esta filosofía, si se la puede llamar de este modo, budista esotérica, ha sido en momentos en que la pobreza, la miseria ha predominado, ha existido el mal de un modo más extenso porque, precisamente, en las regiones en donde ha predominado el budismo ha pasado que millones de hom­bres se mueran y se vayan reencarnando otra vez en la miseria, para nuevamente el egoísmo, el deseo del egoísmo, solamente no la vamos a superar con las buenas intenciones sino con unos condicionamientos reales que im­piden, diríamos, el desarrollo del egoísmo destructivo de la humanidad.

Respuesta: Bueno, usted sabe que dentro de la humanidad y dentro de las propias religiones existe mucho dogma, mucho falseamiento de la verdad, pero yo no he hablado, me parece, nada tocante al budismo, he hablado del plano búdico que no es lo mismo; el plano búdico es un plano en el cual se dice, para aquel que lo ha experimentado, donde se puede tener la primera noción del Nirvana al cual hacía alusión siempre el gran Gautama, Señor Buda.

El espiritismo moderno trataba, desde el tiempo de Blavatsky, de aliar la miseria del mundo, siempre con los causas que existían kármicamente en los seres, pero hoy día esta idea viene, digamos, más exquisitamente presentada en forma científica por la teoría molecular del Universo y a través de las afinidades químicas que hacen posible una relación entre grupos moleculares de distinta procedencia. Pero ninguna religión podrá salvar al hombre como compuesto químico, si no surge de sí mismo la fuerza de la que usted decía, de la intención si es correcta, ahí está el proceso. Si la intención es correcta no puede haber nunca un desequilibrio social como estamos viendo actualmente. Nada tiene que ver con la religión esto, es algo que está en el propio individuo: la intención correcta o incorrecta.

He hablado de la causa suprema del Universo, he dicho que es el Amor. Y todo el mundo que ame se dará cuenta que el amor no tiene cualidades definidas, es una expansión magnética que los hombres de la Tierra, qui­zás, todavía no conocen y que solamente exteriorizarán aquellas personas, aquellos seres humanos que se liberaron de la cadena de los tres mundos, que se liberaron del cuerpo físico, del cuerpo astral y del cuerpo men­tal, lo cual no significa que se hayan muerto sino que están por encima de sus propios vehículos y reconocen que lo único que tiene valor en e­llos es la intención correcta y, cuando hay intención correcta jamás habrá desigualdad social, habrá siempre algo que podríamos llamar, por antonomasia, un sentido de aproximación , de compartir los bienes de la Tierra, como se dice en las Naciones Unidas en ciertos apartados y que no se cumplen porque siempre existen los intereses de aquellos que más tienen contra aquellos que menos poseen, ahí está el desequilibrio, no en las religiones. Las religiones inducen siempre, seguramente, por de­rroteros digamos no científicos, místicos, pero en el fondo dogmáticos, y la mayoría cree que la religión que tiene más prosélitos es la más a­decuada y ustedes saben cuáles son las dos religiones más numerosas de las cuales sus grandes instructores no quieren saber nada actualmente, que son la religión católica y la religión budista.

¿Qué hay que buscar en el trasfondo de esto? ¿Acaso no hay intereses políticos dentro de las religiones? ¿Se dan cuenta? Esto es la que está creando la confusión y la separación entre unos y otros a través del dogma, ya sea el dogma del cielo o del infierno, o ya sea el dogma del nirvana. Sí no existe un preclaro entendimiento entre los hijos de los hombres fatalmente caerán en las redes de aquellos que se hayan escudado tras estos innobles procederes. Y la ley se cumplirá, naturalmente.

¿Por qué no tenemos, por ejemplo, unidad social en compartir los bie­nes de la Tierra? Porque una pequeñísima minoría, altamente egoísta, ya sea individualmente o como grupo nacional, ha permitido este tremendo desequilibrio y ahora vemos que siempre tenemos ante nosotros el estig­ma de una guerra, la guerra es siempre de intereses, dense cuenta seño­res. No tiene nada que ver la religión, siempre y cuando la religión no sea portavoz de elementos políticos o sociales de origen desconocido. ¿Se dan cuenta de la situación? ¿Y cómo se puede evitar? Solamente cuando estemos muy precavidos, muy atentos, muy observantes, nos damos cuenta de una situación, en cualquier momento del tiempo y en cualquier lugar del espacio. Y la solución es: Yo, no el yo egoísta y partitivo sino el Yo espiritual, que es único y singular en todos los seres. ¿Por qué en lugar de hablar de esquemas cósmicos, no se habla del individuo como el agen­te social por excelencia, como el gran creador de todas las situaciones? Porque no interesa que el hombre se descubra a sí mismo, porque en tanto el hombre no se descubra será un juguete de las fuerzas ambientales, no será Dios en sí mismo, será solamente un ente mecanizado por las distintas estructuras. Y, a menos que nos liberemos de las estructuras de la clase que sean, el Yo espiritual no podrá manifestarse, entonces no po­drá haber en manera alguna una solución al tremendo problema de la humanidad: el de la miseria, el del hambre, el de las enfermedades y el de las injusticias sociales, a lo que usted hacía referencia. Sólo en noso­tros está la ley y el orden, nosotros somos todo, el destino y el karma y hay que reconocerlo, porque los tiempos se van aproximando y aquel que no esté despierto será llevado de aquí para allá, como una hoja, sin poder reaccionar, de un lado para otro dentro del sistema social establecido.

Pregunta: Bueno, yo quería hacer una pequeña acotación. Esto ha sido muy pero muy interesante, pero no podemos vivir fuera de las estructuras, no podemos vivir fuera de la familia, no podemos vivir fuera de una serie de mecanismos que nos vayan criando, educando, ni fuera de una serie de relaciones sociales establecidas, más o menos normativamente con una afinidad relativa. Bien, ¿qué clase de sistema económico y legislativo, diríamos, podemos buscar para personas como yo? Porque verdaderamente el yo, cuál es la relación al yo, al interior del individuo, en el ser yo; pero el yo no puede realizarse solitario, tiene que realizarse a tra­vés de una relación; ¿qué clases de relaciones más o menos estables aún cuando puedan ser dinámicas, dialécticas y cambiantes con el tiempo y con la experiencia?

Respuesta: Usted tiene razón, el hombre es una entidad social y como en­tidad social, debe vivir forzosamente relacionado con los demás, con las estructuras. Pero, una cosa es vivir en una estructura y otra cosa es vivir en sí mismo dentro de la estructura. ¿Por qué hay problemas hu­manos? Porque hay un condicionamiento de las propias estructuras sociales, profesionales y humanas; familiares por ejemplo. Pero, ¿podemos vivir dentro del hogar sin renunciar por ello a nosotros mismos? Ahí es­tá la clave que nosotros cuando estamos inmersos en una estructura perdemos la noción de nosotros mismos y, por lo tanto, dejamos de pensar, de sentir y de actuar como seres creadores. Estamos viviendo de una manera tan errónea que, naturalmente, lo que surge de esos errores es el condicionamiento social. Y usted pregunta qué tipo de organización económi­ca, política, religiosa, como sea, puede depararle paz al hombre porque no podemos dejar de pertenecer a estas estructuras que llamamos, por ejemplo, ambientes sociales. Pero es como aquella persona que desde un puente ve que pasa un río por debajo, el río pasa pero él está afirmado en sí mismo, no pasa con la corriente de las cosas ni con la corriente de las investigaciones propias, ni tampoco con la corriente de las co­sas sociales que se están viviendo; es él, es simplemente él, es singu­lar y, ¿como se produce? Lo he dicho anteriormente, estando muy atentos y esto no es una disciplina. El estar atentos no es una disciplina, es un deber que tiene el ser humano de estar atento, estar atento a todo cuanto sucede. ¿Cómo va a comprender las cosas sin estar constantemente pendiente de ellas? Sin dejarse atraer, sin embargo, por ellas. ¿Cómo va a ser consciente de la otra persona si no está atento a la otra persona? ¿Y cómo se va a salvar, hablando en sentido figurado si no es mirándose siempre a sí mismo? Como el espejo del Yo inmanente, del Yo Superior que, a través de sí, debe cumplir una finalidad social. Y hemos hablado de amor, pero me parece que el amor es una mera palabra, igual que Dios, son palabras mediante las cuales tratamos de encubrir artificiosamente, nuestra condición de ser y nos equivocamos porque no podemos ocultar aquello que somos. Hemos llegado a ser hipócritas en el propio pensamiento, lo hemos deformado por la conveniencia social y hemos perdido la fragancia del pensar claro y determinante. Este pensar profundo que nace de la riqueza interior y no de los escombros que nos están cons­tantemente martirizando, hiriendo. Entonces usted pide ¿qué debemos hacer? No existe disciplina, hay que amar mucho.






El uso psicoterapéutico de los enteógenos.

“Una tendencia muy importante en el ser humano es el afán hacia la trascendencia espiritual, y la adicción a las drogas tiene mucho que ver con ésto como siendo una manifestación distorsionada de esta tendencia fundamental."


Ya que lo no racional no ha de desaparecer de la condición humana cuanto más nos esforzamos por negar su existencia,tanto más caemos bajo su implícito poder.
Porque las experiencias espirituales están asociadas a la experiencia de estados alterados de conciencia (EAC) es que la gente se anima a correr el riesgo de usar sustancias ilegales. Nuestra sociedad dice que alterar el estado de conciencia es onanista y perverso por contraposición a la gnosis chamánica. Los chamanes dicen que la satisfacción de los impulsos religiosos proviene de la experiencia directa con lo divino, y para ello utilizan las plantas sagradas.
Abraham Maslow denominó a estas experiencias directas con lo divino EXPERIENCIAS CUMBRES, pero este tipo de experiencias no están limitadas a los estados alterados producidos solamente por drogas, también puede ocurrir durante la ,meditación, hiperventilando, practicando yoga, hipnosis, etc.
La ciencia ortodoxa trata como subjetivos a estos estados , y por lo tanto no valiosos. Entonces estas formas de experiencias de éxtasis, de otras “dimensiones” de la unión mística, de belleza, de trascendencia del espacio temporal, pueden ser ubicadas como experiencias patológicas. La psiquiatría tradicional no distingue entre misticismo y psicosis, es por ésto que la psicología transpersonal integra a la ciencia al estudio de las potencialidades espirituales del hombre, utilizando técnicas para alterar el estado de conciencia, ya que los fenómenos espirituales parecen incomprensibles en el estado de conciencia ordinario.
Los estados alterados pueden tener un costado peligroso, ya que al disminuir las defensas, pueden aparecer materiales inaceptables de nuestro pasado personal ( que estaban reprimidos) y provocar perturbación e ir exacerbándose si la persona no sabe cómo manejarse con su angustia y alcanzar niveles aterradores (bad trip), por eso es aconsejable una preparación psicológica, aprender a diferenciar lo que viene de adentro de lo que viene de afuera y, fundamentalmente, trabajar bajo un contexto psicoterapéutico y contenedor, con terapeutas debidamente entrenados y cualificados. Pero a pesar de los riesgos, los fenómenos espirituales, nuestros contenidos inconsciente y los estados alterados con ellos asociados son demasiado importantes para ignorarlos. En psicoterapia utilizamos la información que aparece al levantarse la represión para reestructurar pautas de comportamiento indeseado.
Muchos de los psicoactivos son semejantes y a veces idénticos a sustancias normalmente producidas por el cuerpo. Dichas sustancias exógenas son aceptadas por el sistema nervioso central y alteran provisionalmente el estado de las aminas biogénicas para producir sus efectos. También hay que considerar el efecto mismo ya que la capacidad para dicha experiencia sugiere que el estado psicodélico es inhe rentemente básico a aspectos de nuestra psique que normal mente son inaccesibles en la fase de vigilia. Por lo tanto bajo circunstancia apropiadas, dichas sustancias químicas pueden permitir provisionalmente a un individuo un hondo y amplio acceso a su mente.
Mediante el sueño tenemos acceso a ciertos aspectos de nuestra psique que son normalmente inaccesibles en la conciencia de vigilia. Los enteógenos sirven para producir estados que se experimentan durante el sueño o en raras epifanías extáticas cuando estamos despiertos.
En contraste con la mayoría de las drogas, los enteógenos no generan dependencia física. Una rápida y provisional tolerancia (que no se compensa aumentan do la dosis) es también característica.Fundamental mente sirven para ubicar los condicionamientos tempranos y reestructurarlos, sentir altruismo al disolverse momentánea mente los límites de nuestro ego, lograr mayor visión interna, mayor lucidez y por lo tanto importantes insight. Acceder a la parte de uno que puede ver las fuerzas, los impulsos que hay detrás de nuestros propios actos y emociones, ser capaz de seguir el curso de un pensamiento y dirigir nuestras vidas con mayor claridad y consciencia.
A las plantas maestras también se las llama enteógenos, psicógenos, psicodislépticos, y algunas de ellas son el peyote, hongos psilocibínicos, ayahuasca,etc.
Abraham Maslow en su libro “The psychology of Science” ha mostrado como la ciencia puede ser el mejor mecanismo de defensa neurótico inventado por el hombre, porque el rechazo selectivo de parte del conocimiento humano es una maniobra defensiva y por lo tanto neurótica, y por miedo, elimina las experiencias transpersonales como objeto digno de estudio.
Lo que nos conviene a todos es que la ciencia sea un sistema abierto de maduración personal.
La física moderna nos enseña la unidad general del universo donde la conciencia tiene un papel mucho más cercano al que han descrito los grandes místicos.
La trascendencia del ego es el comienzo para empezar a sanar.

Fuentes:

Por Lic. Silvia Polivoy



Textos de Jiddu Krishnamurti.

Jiddu Krishnamurti (1895-1986)

La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti está contenida en la declaración que hizo en 1929, cuando dijo: "La Verdad es una tierra sin caminos". El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas.

Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.

El hombre ha construido en sí mismo imágenes - religiosas, políticas y personales - como valla de seguridad. Estas se manifiestan en forma de símbolos, ideas y creencias. La carga de dichas imágenes domina el modo de pensar del hombre, su relación y su vida cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque separan a un hombre de otro.

Su percepción de la vida está formada por los conceptos previamente establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es toda su existencia. Dicho contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que ha adquirido de la tradición y del entorno. La unicidad del ser humano no estriba en la libertad superficial, sino en la completa liberación del contenido de su conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Así pues, él no es ningún individuo.


- La meditación es el vaciado del contenido de la conciencia.

- Desde la negación surge lo positivo llamado amor.

- ¿Puede la mente ser absolutamente libre?

- La Libertad Primera y Última.

- La Libertad Interior.

- El Conocimiento de Uno Mismo.

- El Reino de la Felicidad.

- Los Valores.

-La atención.

-Las heridas psicológicas.

-El premio y el castigo.

-Amor, Sexo y Castidad.

-Temor, Placer y Dolor

-Ante un Mundo en Crisis.

-El Futuro de la Humanidad.

-La Mutación Psicológica.

-Cartas a las Escuelas.

-Principios del Aprender.

-Educando al Educador.

-La Educación y el Significado de la Vida.

-El Camino de la Inteligencia.

-El Estado Creativo de la Mente.

-El Diario de Krishnamurti 1973 1975.

-El Último Diario. 1983 - 1984.

-El Libro de la Vida.

-Libro de Notas.

-Encuentro con la Vida.

-Obras completas tomo 1 - El Arte de Escuchar.

-Obras completas tomo 2 - ¿Qué es la recta Acción?

-Biografía:Jiddu Krishnamurti

-Biografía:Jiddu Krishnamurti II



Fuentes:


miércoles, 17 de septiembre de 2008

Jiddu Krishnamurti: "Entrevista con Carlo Suarès."

La importante revista francesa Planète publicó, en su número 14 de enero-febrero 1964, un diálogo de enorme interés para toda persona a quien le preocupen los problemas fundamentales de la existencia humana. El diálogo, considerado por Planète como un "documento excepcional", ocurrió entre el periodista y escritor francés de gran renombre Carlo Suarès y J. Krishnamurti, figura de singular trascendencia en el pensamiento de nuestra época. El periodista, a petición de la revista, se desplazó a Gstaad, en Suiza, donde pasaba una temporada Krishnamurti, y, durante una semana, mantuvo conversaciones con él. El texto que figura a continuación se redactó a partir de las notas tomadas en el curso de esas conversaciones que se desarrollaron en francés. Krishnamurti mismo leyó y corrigió el texto para su publicación. En 1975 la Editorial Orión, de México, publicó la traducción de esta entrevista en un folleto titulado "Una entrevista con Krishnamurti", y hoy (en octubre de 2004) esta Fundación Krishnamurti Latinoamericana ofrece su versión revisada y cotejada con el original.



¿Son realmente importantes las religiones?

Krishnamurti: ¿Qué desean de mí sus amigos de Planète? ¿Quieren hechos reales o simplemente erudición? ¿Piensan que yo les aportaré resultados de lecturas? ¿Conclusiones? ¿Opiniones? ¿Síntesis? ¿Ideas?

Suarès: No es eso lo que ellos quieren.

K.- Dígales que yo no he leído nada, que no poseo referencias. Para mí no hay mutación psicológica más que cuando cesa el proceso acumulativo.

S.- Acaba usted de pronunciar la palabra "mutación". Es una palabra que se encuentra a menudo en esta revista, pero acompañada, en general, de la idea de que la metamorfosis de este mundo moderno puede llevarnos, como por un proceso natural, a un cambio de estado interior, mientras que lo que usted quiere es una revolución total e inmediata de la conciencia, revolución que ninguna evolución puede provocar.

K.- Todos sabemos que nuestra época es explosiva, que los medios con que cuenta el hombre, que han permanecido más o menos constantes durante milenios, se han multiplicado súbitamente millones de veces; que las calculadoras electrónicas, por no mencionar más que eso, se vuelven, con el paso de las horas, cada vez más fantásticas; que el hombre mañana irá a la Luna o más allá; que la biología está a punto de descubrir el misterio de la vida, e incluso de crear vida. Sabemos que las ideas mejor demostradas de la ciencia se desmoronan; que todo se pone constantemente en tela de juicio, y que los cerebros se ven coaccionados y forzados a ponerse en movimiento. Todo eso lo sabemos; no es pues necesario insistir sobre este aspecto de nuestra época. En la actual confusión, el hombre anda en busca de una seguridad material que no puede encontrarse sino por medio de los conocimientos tecnológicos. Las religiones se han convertido en superestructuras que apenas tienen una importancia real en los asuntos del mundo, mientras que las cuestiones fundamentales quedan sin respuesta: el tiempo, el dolor, el temor…

Mutación, religiones, temor…


S.- Por ahí es por donde podemos iniciar un debate. Yo creo que muchos lectores de Planète le dirán esto, puesto que también ellos están de acuerdo en comprobar que la sociedad está en pleno desorden y confusión ¿Por qué, entonces, no pensar que este formidable movimiento no se producirá al mismo tiempo en nuestros cerebros?

K.- Efectivamente, podemos pensarlo. Pero ¿es eso lo que puede llamarse una mutación? ¿Tener un cerebro electrónico? El cerebro no es toda la conciencia.

S.- No se trata del cerebro. Nuestra conciencia se ensancha y abarca todo nuestro planeta, y lo que ocurre en el otro extremo del mundo….

K.- Sí, ya he comprendido….

S.- ... Los monjes budistas que se hacen quemar vivos, los negros de Norteamérica…

K.- Por supuesto. Desde luego. Ellos forman parte de nosotros, y la espantosa miseria de Asia, y todas las tiranías por todas partes, y la crueldad, y la ambición, y la codicia, y los innumerables conflictos del mundo; todo eso nosotros lo sentimos. Todo eso, somos nosotros. Tenga usted todo eso totalmente presente en su mente, y vea a qué extraordinaria profundidad debe efectuarse la mutación.

S.- Hay en este momento, en Francia, una corriente de pensamiento que al comprobar que la complejidad de la sociedad humana se ha vuelto inextricable, desearía que pudiera constituirse un pensamiento humano colectivo, capaz de reunir en una síntesis los hilos dispersos de nuestros conocimientos...

K.- ¿Qué otras cuestiones considera usted?

S.- La cuestión religiosa, naturalmente. ¿Puede preverse una religión del porvenir, basada en un mejor conocimiento del Cosmos y en el sentimiento de que el hombre forma parte de é?

K.- ¿Y que más?

S.- Me han encargado que le pregunte por lo que usted piensa del hecho de que en lo más recóndito del ser humano moderno, joven o viejo, está el temor…

K.- Ya veo. Si le parece bien, vamos a empezar … Pero ¿está usted seguro de que Planète aceptará publicar todo lo que yo diga?

S.- Me lo han asegurado formalmente.¿ Puede usted, en una frase, indicarme lo esencial de lo que se propone hacer?

K.- "Descondicionar" la totalidad de la conciencia.

S.- ¿Quiere usted decir que pide a cada uno que "descondicione" la absoluta totalidad de su propia conciencia? Permítame decirle que lo que más desconcierta en la enseñanza de usted, es su reiterada afirmación de que ese "descondicionamiento" total no requiere tiempo alguno.


La mutación psicológica no es lo que usted cree


K.- Si se tratase de un proceso evolutivo, yo no lo llamaría mutación. Una mutación es un cambio brusco de estado.

S.- Yo no imagino a un "mutante", es decir, un hombre que cambia de estado de conciencia, que no arrastre con él la resultante de todo su pasado. El hombre modifica el medio y el medio modifica al hombre….

K.- No. El hombre modifica el medio, y el medio modifica tal o cual parte del hombre que está conectada con la modificación del medio, no al hombre en su totalidad, en su profundidad más recóndita. Ninguna presión exterior puede efectuar tal cosa, solo modifica las partes superficiales de la conciencia. Tampoco el análisis psicológico puede provocar la mutación, puesto que todo análisis se sitúa en el campo de la continuidad. Tampoco la experiencia puede provocar la mutación por más exaltada y "espiritual" que sea. Por el contrario, cuanto más aparezca ésta como una revelación, más condicionará. En los dos primeros casos --modificación psicológica producida por el análisis o la introspección, y modificación producida por una presión exterior-- el individuo no sufre transformación profunda alguna: sólo se ve modificado, reformado, reajustado, para poder adaptarse a lo social. En el tercer caso --modificación producida por una experiencia llamada espiritual, sea conforme a una fe organizada, sea puramente personal-- el individuo se ve proyectado a la evasión que le dicta la autoridad de cualquier símbolo.

En todos los casos hay acción de una fuerza compulsiva que se apoya en una moral social, es decir, un estado de contradicción y de conflictos. Toda sociedad es contradictoria en sí misma. Toda sociedad exige esfuerzos de parte de quienes la constituyen. Ahora bien, contradicción, conflicto, esfuerzo y competición son barreras que impiden toda mutación, porque mutación quiere decir libertad.

S.- ¿Surgen de ahí las evasiones hacia los símbolos?

K.- Sólo en las partes inexploradas de la conciencia existen imágenes simbólicas. Las mismas palabras no son más que símbolos, hay que hacer estallar las palabras.

S.- Pero las doctrinas teológicas...

K.- Dejémoslas tranquilas. Todo pensamiento teológico carece de madurez. No perdamos el hilo de nuestra conversación. Estábamos en la experiencia, y decíamos que toda experiencia es condicionante. En efecto, toda experiencia vivida --y no sólo hablo de aquellas que se llaman "espirituales"-- tiene necesariamente sus raíces en el pasado. Que se trate de la realidad o de mi vecino, lo que yo reconozco implica una asociación con algo del pasado. Una experiencia llamada espiritual es la respuesta del pasado a mi angustia, a mi dolor, a mi temor, a mi esperanza. Esta respuesta es la proyección que ocurre para compensar un estado miserable. Mi conciencia proyecta lo contrario de lo que ella es, porque yo estoy persuadido de que ese contrario, exaltado y dichoso, es una realidad consoladora. Así, mi fe católica o budista construye y proyecta la imagen de la Virgen o del Buda, y esas invenciones despiertan una emoción intensa en esas mismas capas inexploradas de la conciencia que habiéndolas inventado sin saberlo, las confunde con la realidad. Los símbolos, o las palabras, se vuelven más importantes que la realidad. Se instalan en calidad de memoria en una conciencia que dice: "Yo sé, puesto que he tenido una experiencia espiritual". Entonces las palabras y el condicionamiento se vitalizan mutuamente en el círculo vicioso de un circuito cerrado.

S.- ¿Un fenómeno de inducción?

K.- Sí. El recuerdo de la emoción intensa, del choque, del éxtasis, engendra una aspiración hacia la repetición de la experiencia, y el símbolo se convierte en la suprema autoridad interior, en el ideal hacia el cual tienden todos los esfuerzos. Captar la visión llega a ser un propósito; pensar en ella sin cesar y disciplinarse, un medio. Pero el pensamiento es aquello mismo que crea una distancia entre el individuo tal como él es, y el símbolo o el ideal. No puede haber mutación posible sin morir para esa distancia. La mutación sólo es posible cuando cualquier experiencia cesa totalmente. El hombre que ya no vive ninguna experiencia es un hombre despierto. Pero vea usted lo que pasa en todas partes: se buscan siempre experiencias más profundas y más vastas. El hombre está persuadido de que vivir experiencias es vivir realmente. De hecho, lo que se vive no es la realidad sino el símbolo, el concepto, el ideal, la palabra. Vivimos de palabras. Si la vida llamada espiritual es un perpetuo conflicto, es porque en ella formulamos la pretensión de alimentarnos de conceptos, como si teniendo hambre pudiéramos alimentarnos con la palabra "pan". Vivimos de palabras y no de hechos. En todos los fenómenos de la vida, ya se trate de la vida espiritual, de la vida sexual, de la organización material de nuestro tiempo de trabajo o de descanso, nos estimulamos por medio de palabras. Las palabras se organizan en ideas, en pensamientos, y sobre la base de esos estímulos, creemos vivir tanto más intensamente cuanto mejor hayamos sabido, gracias a ellas, crear distancias entre la realidad (nosotros, tales como somos) y un ideal (la proyección de lo contrario de lo que somos). De esa manera le volvemos la espalda a la mutación.


Hay que morir para el tiempo, para los sistemas, para las palabras


S.- Recapitulemos. Mientras exista en la conciencia un conflicto, sea el que fuere, no hay mutación. Mientras domine nuestros pensamientos la autoridad de la Iglesia o del Estado, no hay mutación. Mientras nuestra experiencia personal se erija en autoridad interior, no hay mutación. Mientras la educación, el medio social, la tradición, la cultura, o sea nuestra civilización, con todas sus influencias, nos condicione, no hay mutación. Mientras haya adaptación, no hay mutación. Mientras haya evasión, de cualquier naturaleza que sea, no hay mutación. Mientras yo procure alcanzar altas virtudes de asceta, mientras yo crea en una revelación, mientras yo tenga un ideal cualquiera, no hay mutación. Mientras yo procure conocerme analizándome psicológicamente, no hay mutación. Mientras haya un esfuerzo en pos de una mutación, no hay mutación. Mientras haya una imagen, un símbolo, ideas, o solamente palabras, no hay mutación. ¿He dicho bastante? No. Puesto que, llegado a este punto, sólo puedo verme obligado a agregar: mientras haya pensamiento, no hay mutación.

K.- Exactamente.

S.- ¿Qué es, entonces, esa mutación de la que usted habla en todo momento?

K.- Es una explosión total en el interior de las capas inexploradas de la conciencia, una explosión en el germen, o si le parece mejor, en la raíz del condicionamiento, una destrucción de la continuidad.

S.- Pero la vida misma es condicionamiento. ¿Cómo es posible destruir la continuidad y no destruir la vida misma?

K.- ¿Quiere usted realmente saberlo?

S.- Sí.

K.- Muera usted para la continuidad. Muera para el concepto total del tiempo: para el pasado, para el presente y para el futuro. Muera para los sistemas, muera para los símbolos, muera para las palabras, porque todo eso son factores de descomposición. Muera para el psiquismo, pues él es el que se inventa el tiempo psicológico. Ese tiempo carece totalmente de realidad.

S.- Entonces, ¿qué es lo que queda sino la desesperanza, la angustia, el miedo de una conciencia que ha perdido todo punto de apoyo y hasta la noción de su propia identidad?

K.- Si un hombre me formulase esta pregunta de esa manera, yo le respondería que él no ha hecho el viaje, que ha tenido miedo de pasar a la otra orilla


¿Qué es el miedo?


S.- Lo que usted dice da miedo. Yo me pregunto si la conciencia, en lo más profundo de sí misma, no tiene necesidad de este miedo. Eso explicaría por qué se lo mantiene constantemente, alimentado por las religiones, que se supone son refugios y tranquilizantes. Ellas alimentan el miedo, impidiendo que la conciencia se perciba tal como es. Ellas interponen, entre la conciencia y la realidad, la pantalla de las doctrinas teológicas.

K.- Este problema es profundo y vasto a la vez. Abordémoslo explorándolo, palpándolo, por así decirlo, por diversos lados. El miedo es tiempo y pensamiento. Le damos una continuidad al miedo por medio del pensamiento, y por medio del pensamiento le damos una continuidad al placer. Este hecho es sencillo: pensando en el objeto de nuestro placer, le otorgamos al placer una continuidad, y lo mismo hacemos con el miedo, pensando en el objeto de nuestro temor. Si yo tengo miedo de usted --o de la muerte, o de alguna otra cosa-- pienso en usted o en la muerte y así alimento el miedo. Si, por el contrario, llegásemos a encontrarnos cara a cara con el objeto de nuestro miedo, éste cesaría.

S.- ¿Cómo es eso?

K.- Hablo del miedo psicológico, no del miedo de un peligro físico que uno trata de alejar, lo cual es natural. Considere usted el miedo a la muerte. ¿En qué consiste ese miedo? Dividimos la totalidad del fenómeno vital en vida y muerte. La vida es conocida, y de la muerte nada se sabe ¿Se tiene miedo de lo que no se conoce, o más bien se tiene de perder lo que uno conoce? Es evidente que vida y muerte son dos aspectos de un mismo fenómeno. Si dejamos de considerarlos como dos fenómenos diferentes, ya no hay conflicto.

S.- ¿No podríamos preguntarnos qué es el miedo en sí?

K.- No hay miedo en sí. Nunca hay miedo que no sea miedo de algo.

S.- Pero ¿no existe un miedo fundamental?


El problema de la muerte


K.- No. El miedo es siempre miedo de algo. Examine el asunto con suma atención y verá que es así. Todo miedo, aun inconsciente, es el resultado de un pensamiento. El miedo que se halla presente en todas partes y el miedo psicológico, en el interior del yo, son siempre el miedo de no ser. De no ser esto o aquello, o simplemente de no ser. La contradicción evidente entre el hecho de que todo lo que existe es transitorio, y la búsqueda de una permanencia psicológica: ese es el origen del miedo. Para vernos libres de él, debemos investigar en su totalidad la idea de la permanencia. El hombre que no tiene ilusiones no tiene miedo. Eso no quiere decir que sea cínico, amargado o indiferente.

S.- Eso significa que él ha visto que la estructura psicológica en la cual basa la noción de su propia identidad no es real, es sólo verbal.

K.- Estamos, pues, ante uno de los mayores problemas: la muerte. Para comprender esta cuestión, no de forma verbal sino realmente, o sea, para profundizar con realismo en el hecho de la muerte, hay que desprenderse de todo concepto, de toda especulación, de toda creencia que tengamos, porque toda idea que pueda tenerse sobre este asunto estará engendrada por el miedo. Si nosotros, usted y yo, no tenemos miedo, podremos plantear correctamente el problema de la muerte. No nos preguntaremos qué sucede "después", sino que exploraremos la muerte como un hecho en sí misma. Para comprender lo que es la muerte, toda búsqueda mendigante en las tinieblas debe cesar. ¿Estamos nosotros, usted y yo, en esa disposición de espíritu que no busca saber lo que hay "después de la muerte", sino que se pregunta qué es la muerte? ¿Percibe usted la diferencia? Si uno se pregunta qué hay "después", es porque no se ha preguntado qué es la muerte. ¿Estamos en condiciones de hacernos esta pregunta? ¿Puede uno realmente preguntarse qué es la muerte mientras no se pregunte qué es la vida? ¿Es acaso posible preguntarse qué es la vida a base de nociones, ideas y teorías sobre ella? ¿Cuál es la vida que conocemos? Nosotros conocemos la existencia de una conciencia que se debate sin cesar en toda clase de conflictos, internos y externos. Desgarrada por sus contradicciones, esta existencia está encerrada en el círculo de sus exigencias y de sus obligaciones, de los placeres que busca y de los sufrimientos que rehúye. Estamos enteramente embargados por un vacío interior, que la acumulación de posesiones materiales y mentales jamás puede colmar. En tal estado, no podemos plantearnos el problema de lo que es la muerte, porque no nos hemos planteado la cuestión de lo que es la vida. La existencia que conocemos, ¿es la vida? Las explicaciones como: resurrección de los muertos, reencarnación, etc., ¿provienen de un conocimiento de la muerte? Solo son meras proyecciones de ideas que nos forjamos acerca del fragmento de existencia que llamamos "vida". Morir para la estructura psicológica con la cual nos identificamos; morir cada minuto, cada día, en cada acto que realizamos; morir para el placer inmediato y para la continuidad del dolor, y saber todo lo que está implícito en ese morir; entonces, es cuando estamos en condiciones de formular la pregunta: ¿qué es la muerte?

No se discute con la muerte corporal. Sin embargo, sólo aquellos que saben morir de instante en instante pueden evitarse iniciar con la muerte un diálogo imposible. En esa muerte constante hay una renovación constante, un frescor que no pertenece al mundo de la continuidad en la duración. Ese morir es creación. Creación es muerte y amor.


Las iglesias nada pueden


S.- Tengo que hacerle algunas preguntas sobre religión. Las grandes religiones más recientes han nacido, sin embargo, en épocas en las que se creía que la tierra era plana, que el sol recorría la bóveda celeste, etc. Hasta una época reciente (la de Galileo no está tan lejos) las religiones imponían por la violencia una serie de imágenes infantiles del cosmos. Hoy, no pudiendo hacer otra cosa, se colocan al lado de la ciencia y se contentan con declarar que sus cosmogonías son simplemente simbólicas. Pero proclaman que, a pesar de esta capitulación, son depositarias de las verdades eternas. ¿Qué piensa usted de eso?

K.- Las religiones hacen su propaganda con el fin de obtener poder sobre las conciencias. Procuran apoderarse de la infancia para condicionarla mejor. Las religiones de las Iglesias y las de los Estados, proclaman la necesidad de todas las virtudes, mientras que su historia no es sino una serie de violencias, de terrores, de torturas, de matanzas inimaginables.

S.- Pero ¿no cree usted que hoy en día las Iglesias son menos combativas? ¿No vemos a los jefes de las más grandes Iglesias declarar que la fraternidad humana es lo más importante y que el culto es secundario?

K.- Si la declaración de fraternidad es más importante que el culto, se debe a que el culto ha perdido su importancia incluso ante sus pontífices. Este pretendido universalismo es a lo sumo una simple tolerancia. Ser tolerante, es apenas tolerar al vecino con ciertas condiciones. Toda tolerancia es intolerancia, así como la no-violencia, es violencia.

De hecho, en nuestra época, la religión, como verdadera comunión del hombre con aquello que lo supera, no desempeña ningún papel en la trayectoria de los asuntos humanos. Más bien es todo lo contrario: las organizaciones religiosas son instrumentos políticos y económicos.

S.- Pero ¿no pueden esas organizaciones religiosas guiar a los hombres hacia una realidad que está más allá de ellos mismos?

K.- No.


¿Qué es un espíritu libre?


S.- Pasemos, pues, al sentimiento religioso. El hombre moderno, que vive conscientemente en el universo de Einstein y no en aquel de Euclides, ¿no puede entrar mejor en comunión con la realidad del universo gracias a una conciencia más experimentada y ampliada de un modo adecuado?

K.- El que quiera ampliar su conciencia, puede elegir entre las psicodrogas que más le convengan. En cuanto a entrar mejor en comunión con el universo gracias a una acumulación de informaciones y de conocimientos científicos acerca del átomo o de las galaxias, es como decir que una inmensa erudición libresca sobre el amor, nos hará conocer el amor. Y, por otra parte, a este hombre ultramoderno, tan al corriente de los últimos descubrimientos científicos, ¿le habrá servido todo ello para iluminar su universo inconsciente? Mientras en él subsista una sola parcela inconsciente, proyectará una irrealidad de símbolos y de palabras por medio de la cual se forjará la ilusión de estar en comunión con algo superior.

S.- Sin embargo, ¿cree usted que es posible una religión futura basada en hechos científicos?

K.- ¿Por qué hablar de una religión futura? Veamos, más bien, lo que es la verdadera religión. Una religión organizada sólo puede producir reformas sociales, cambios superficiales. Toda organización religiosa se sitúa necesariamente dentro de una estructura social. Yo hablo de una revolución religiosa que sólo puede producirse fuera de la estructura psicológica de una sociedad, cualquiera que ella sea. Un espíritu verdaderamente religioso está desprovisto de todo miedo, porque está libre de todas las estructuras que las civilizaciones han impuesto a lo largo de los milenios. Un espíritu semejante está vacío, en el sentido de que se ha vaciado de todas las influencias del pasado, sea colectivo o personal, así como de las presiones que ejerce la actividad del presente, la cual genera el futuro.

S.- Un espíritu así, por el hecho de que se ha vaciado de su contenido, que de hecho lo contenía a él, es extraordinariamente libre…

K.- Es libre, está vivo y totalmente en silencio. Es el silencio lo que importa. Es un estado sin medida. Solamente entonces, y no como una experiencia, se puede ver aquello que no tiene nombre, que está más allá del pensamiento y que es energía sin causa. Si no hay ese silencio creador, se haga lo que se haga, no existirá en la tierra ni fraternidad ni paz, es decir, no habrá verdadera religión.

S.- Todas las religiones preconizan alguna forma de plegaria, algún método de contemplación a fin de entrar en comunión con una realidad superior, cuyo nombre, Dios, Atmán, Cosmos, etc., varía. ¿Qué actividades religiosas practica usted? ¿Reza usted?

K.- La repetición de fórmulas sagradas calma la agitación de la mente y la adormece. La plegaria es un calmante que permite vivir en el interior de un recinto psicológico, sin experimentar la necesidad de destrozarlo, de destruirlo. El mecanismo de la plegaria, como todos los mecanismos, produce resultados mecánicos. No existe plegaria alguna que pueda traspasar la ignorancia de uno mismo. Toda plegaria dirigida a aquello que es ilimitado, presupone que un espíritu limitado sabe dónde y cómo alcanzar lo ilimitado. Eso quiere decir que él tiene ideas, conceptos, creencias sobre todo eso y que se halla atrapado en todo un sistema de explicaciones, en una prisión mental. Lejos de liberar, la plegaria aprisiona. Ahora bien, la libertad es la esencia misma de la religión, en el verdadero sentido de esa palabra. Esta libertad esencial es negada por todas las organizaciones religiosas, a pesar de lo que digan. Lejos de ser un estado de plegaria, el conocimiento de sí mismo es la puerta de la meditación. No es ni una acumulación de conocimientos sobre psicología, ni un estado de sumisión llamada religiosa, en donde se espera la gracia. Es lo que derriba las disciplinas impuestas por la sociedad o la iglesia. Es un estado de atención total y no una concentración sobre algo en particular. Al estar el cerebro tranquilo y silencioso, observa el mundo exterior y ya no proyecta ninguna imaginación ni ninguna ilusión. Para observar el movimiento de la vida, el cerebro debe ser tan rápido como la misma vida, estar activo y sin dirección. Solamente entonces lo inconmensurable, lo atemporal, lo infinito, puede surgir. Eso es la verdadera religión.


Lo que queda por despertar


S.- ¿Cree usted que un pensamiento colectivo, que una inteligencia colectiva, habiendo acumulado y sintetizado los últimos logros de todas las ciencias, si es que ese pensamiento pudiera producirse, estaría en condiciones de guiar a la humanidad hacia una evolución sana?

K.- La evolución que conocemos, de la carreta de bueyes al cohete espacial, se ha debido solamente a una determinada parte del cerebro. Aunque esa parte se desarrolle millones de veces más, esto no lograría el más mínimo progreso para el problema fundamental que se plantea la conciencia humana sobre sí misma. Se desarrollará. Ese proceso es irreversible y necesario. Pero existe otra parte del cerebro que todavía no está despierta y que desde ahora mismo podemos darle vida. Ese despertar no es cuestión de tiempo. Es una explosión revolucionaria que surge en el mismísimo origen de todas las cosas e impide la cristalización y solidificación --por los residuos del pasado-- de una estructura psicológica. Esa lucidez aborda cada problema a medida que se presenta y, de esa manera, la importancia del problema se vuelve secundaria. Si no surge, y pervive, esa explosión de lucidez, que es energía sin causa, y que no es ni individual ni colectiva, el mundo no conocerá la libertad ni la paz.


"Yo sostengo que la verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ése es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada;

Ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente por algún sendero particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán lo imposible que es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. [...]

Todos ustedes dependen de algún otro para su espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación... Cuando les digo: busquen dentro de sí mismos la iluminación, la gloria, la purificación y la incorruptibilidad del propio ser, nadie de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya unos pocos, pero son muy, muy pocos. ¿Para qué, pues, tener una organización? Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto organizado ni la propia inmolación por una causa puede hacerlos libres. Ustedes utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las organizaciones se convierten en la principal preocupación. [...]

Pueden formar otras organizaciones y esperar a algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absoluta, incondicionalmente libres".



Jiddu Krishnamurti: "El Vuelo del Águila."

El estilo de Krishnamurti es sencillo, claro directo, carece completamente de complicaciones técnicas y puede ser entendido por todos sin dificultad: "¡Uno debe hacer algo cuando la casa está quemándose! Usted no dice, "es imposible yo no lo creo, nada puedo hacer al respecto" y se queda ahí sentado observándola arder. Usted hace algo en relación con la realidad, no en relación con lo que usted piensa que debería ser. La realidad es la casa que se quema. Tal vez usted sea incapaz de apagar el fuego antes de que lleguen los bomberos, pero entretanto - y no hay "entretanto" en absoluto - usted actúa en relación con el fuego". Acción, acción espontánea y directa frente al hecho que llama a actuar. Acción sin "entretanto", sin lucubraciones intelectuales que postergan interminablemente. Acción sin tiempo.

El enfoque de Krishnamurti puede resultar desconcertante a veces para el modo habitual de encarar psicológicamente la vida. Pero como este "modo" dio los frutos que han llevado a la civilización hasta su alarmante disyuntiva presente se justifica conceder a la palabra de Krishnamurti la profunda, seria e inteligente atención que ella solicita. Quizás esa palabra, que llega "al fondo de las cosas", esté señalando la dirección correcta.

La obra trata los siguientes temas: la libertad, la fragmentación, la meditación, ¿puede cambiar el hombre?, por qué no podemos vivir en paz, la totalidad de la vida, el temor, lo trascendental, la violencia, el cambio radical, el arte de ver, penetrar en lo desconocido.

Primera parte

1. La libertad.
Pensamiento, placer y dolor

2. La fragmentación.
La división. Lo consciente y lo inconsciente. Morir para lo "conocido"

3. La meditación.
El significado de la "búsqueda"; problemas implicados en la práctica y el dominio; la calidad del silencio

Segunda parte

4. ¿Puede cambiar el hombre?
La energía; su disipación en el conflicto

5. ¿Por qué no podemos vivir en paz?
Cómo surge el miedo. El tiempo y el pensamiento. La atención: mantenerse "despierto"

6. La totalidad de la vida.
Comprender la pasión sin motivo

Tercera parte

7. El temor.
La resistencia; energía y atención

8. Lo trascendental.
¿Penetrar en la realidad? La tradición en la meditación. La realidad y la mente silenciosa

Cuarta parte

9. La violencia.
¿Qué es la violencia? La imposición en la raíz de la violencia psicológica. Necesidad de observar. La falta de atención

10. El cambio radical.
¿Cuál es el instrumento que observa?

11. El arte de ver.
Darse cuenta sin intervalo de tiempo. El tigre a la caza del tigre

12. Penetrar en lo desconocido.
La represión. Acción que surge del silencio. Viaje al interior de uno mismo; falsas caminatas y la imagen de lo "desconocido"


Fuentes:



Jiddu Krishnamurti: "El Propósito de la Educación."

Krishnamurti examina en este volumen, con su característica objetividad y percepción, las expresiones de lo que gustamos considerar como nuestra cultura, nuestra educación, nuestra tradición; y arroja mucha luz sobre motivaciones básicas tales como la ambición, la codicia, el deseo de seguridad y poder, todos ellos factores de deterioro en la sociedad humana. El libro expone preguntas fundamentales como: ¿qué sentido tiene lo que hoy conocemos por educación? ¿Debe limitarse a hacer de los alumnos buenos expertos en superar exámenes? ¿O la educación debería preparar para comprender el proceso total de la vida?

Ya sea que escriba acerca de una conversación con alguien, o describa una puesta de sol, Krishnamurti parece dirigir sus comentarios no sólo a sus oyentes inmediatos sino a todos aquellos que, en cualquier parte, estén dispuestos a escuchar; y son muchos los que en todo el mundo están ansiosos de escuchar. Porque lo que él dice está exento de prejuicio alguno; es universal y, de una manera extrañamente conmovedora, revela las verdaderas raíces de nuestros problemas humanos.

Índice del contenido

Capítulo 1 - El Propósito de la Educación

Capítulo 2 - El Problema de la Libertad

Capítulo 3 - La Libertad y el Amor

Capítulo 4 - Escuchar

Capítulo 5 - El Descontento Creativo

Capítulo 6 - La Totalidad de la Vida

Capítulo 7 - La Ambición

Capítulo 8 - El Pensar Ordenado

Capítulo 9 - Una Mente Abierta

Capítulo 10 - La Belleza Interior

Capítulo 11 - Conformidad y Rebelión

Capítulo 12 - La Confianza de la Inocencia

Capítulo 13 - Igualdad y Libertad

Capítulo 14 - Autodisciplina

Capítulo 15 - Cooperación y Participación

Capítulo 16 - Renovando la Mente

Capítulo 17 - El Río de la Vida

Capítulo 18 - La Mente Atenta

Capítulo 19 - Conocimiento y Tradición

Capítulo 20 - Ser Religioso es Ser Sensible a la Realidad

Capítulo 21 - El Propósito del Aprender

Capítulo 22 - La Sencillez del Amor

Capítulo 23 - La Necesidad de Estar Solo

Capítulo 24 - La Energía de la Vida

Capítulo 25 - Vivir sin Esfuerzo

Capítulo 26 - La Mente no lo Es Todo

Capítulo 27 - Buscar a Dios


Fuentes:

Jiddu Krishnamurti; "El Arte de Vivir,"

Introduccion

Todas las reformas, por extensas y aparentemente duraderas que sean, son en sí mismas causa de ulterior confusión y nueva necesidad de reformas. Sin comprender todo el complejo ser del hombre, las meras reformas producirán sólo la confusa exigencia de más reformas...

Introduccion

Parte 1

Parte 1, Capítulo 1

Parte 1, Capítulo 2

Parte 1, Capítulo 3

Parte 1, Capítulo 4

Parte 1, Capítulo 5

Parte 1, Capítulo 6

Parte 1, Capítulo 7

Parte 1, Capítulo 8

Parte 1, Capítulo 9

Parte 1, Capítulo 10

Parte 1, Capítulo 11

Parte 1, Capítulo 12

Parte 1, Capítulo 13

Parte 1, Capítulo 14

Parte 1, Capítulo 15

Parte 1, Capítulo 16

Parte 1, Capítulo 17

Parte 1, Capítulo 18

Parte 1, Capítulo 19

Parte 2

Parte 2, Capítulo 1

Parte 2, Capítulo 2

Parte 2, Capítulo 3

Parte 2, Capítulo 4



Fuentes:

Jiddu Krishnamurti


"Sostengo que la verdad es una tierra sin caminos,
y no es posible acercarse a ella por ningún sendero,
por ninguna religión, por ninguna secta..."


Una introducción a su vida y pensamiento

Krishnamurti nació en Madanapalle (India) en 1895 y murió en Ojai (California) en 1986. A los 13 años lo tomó bajo su protección la Sociedad Teosófica, quienes consideraban que él era el vehículo para el "instructor del mundo", cuyo advenimiento habían estado proclamando.

Sus pláticas y escritos no tenían conexión con ninguna religión específica y no pertenecían ni a Occidente ni a Oriente, sino que eran para todo el mundo. Repudiando firmemente la imagen mesiánica, en 1929 disuelve de forma tajante la vasta y caudalosa organización que se había construido en torno a él y declaró que la verdad era una tierra sin senderos a la cual resulta imposible aproximarse mediante ninguna religión, filosofía o secta.

Durante el resto de su vida rechazó insistentemente la condición de gurú que otros trataban de imponerle y negó él mismo su autoridad, no queriendo discípulos y hablando siempre como un individuo habla a otro. En el núcleo de sus enseñanzas estaba la comprensión de que los cambios fundamentales de la sociedad podían tener lugar sólo con la transformación de la conciencia individual: acentuaba constantemente la necesidad del conocimiento propio y darse cuenta así mismo de las influencias restrictivas y separatistas originadas por los condicionamientos religiosos y nacionalistas.

Krishnamurti señalaba la urgente necesidad de una apertura para este vasto espacio en el cerebro que contiene en sí una energía inimaginable. Krishnamurti siguió hablando hasta su muerte a los 90 años. Sus charlas, diálogos y diarios están reunidos en más de 60 volúmenes. Cada libro se centra sobre alguna cuestión que tenga particular importancia y urgencia en nuestras vidas cotidianas...

Todas sus charlas desarrollaban esencialmente un tema primordial: la verdad puede ser descubierta por cualquiera de nosotros, sin la ayuda de autoridad alguna; al igual que la vida, está siempre presente en un sólo instante.

Fuentes:

http://www.evolucionlibre.net/layout/professional/images/logo.gif


El Hombre que rastreó la verdad dentro del Alma Humana

“El Amor es la cualidad más importante,
porque cuando es bastante fuerte en un hombre,
lo estimula a revestirse de todas las demás, que sin ella nunca serian suficientes”.


J. Krishnamurti (A los pies del Maestro)


“La Verdad es una Tierra Sin Senderos” con estas palabras, fragmento de un discurso bien amplio Jiddu Krishnamurti en 1929, renunció a ser el elegido maestro espiritual de la Sociedad Teosofíca que formó para èl una organización llamada Orden de la Estrella de Oriente. Haciendo fe a sus principios filosóficos disolvió la Orden y devolvió a sus seguidores los bienes que le habían donado, afirmando “No tengo discípulos. Cada uno de ustedes puede ser un discípulo de la verdad si comprende que la verdad es no seguir a individuos”.

Para más de sesenta años habló en todo el mundo y divulgó sus pensamientos que son tan vastos y profundos y que abarcan todas las problemáticas de hoy, como la muerte, la enfermedad, la libertad, la meditación, el miedo, Diós y la naturaleza. Su labor y su mensaje despertaron el interés de pensadores y escritores igualmente celebres como: Bertrand Russell, Aldous Huxley, Henry Miller y David Bohm.

Aldoux Huxley, en una famosa introducción a uno de los libros de Krishnamurti, afirmó que el núcleo central de la enseñanza del gran sabio Hindú es que: “el principal problema de cada hombre puede ser resuelto de manera valida solamente para él mismo”.

Para Krishnamurti no existe la salvación en cuanto es una forma de identificarse con el ego de uno mismo, con la propia identidad, con la propia alma. Solamente con el abandono de estas identidades uno mismo puede llegar al conocimiento. El hombre no necesita un guru, un líder para llegar a su realización. Antes tiene que preguntarse ¿Qué tipo de utilidad puede tener un líder elegido para una mente confusa?

Por esta precisa razón él siempre rechazó ser llamado Guru o Maestro, su misión fue de demoler las ilusiones de las falsas ideas, supersticiones y credos que separan el hombre de su iluminación. Krishnamurti no se consideró teósofo u filósofo, porque el hombre poniéndose un titulo, una clasificación ya crea límite en su ser y no puede llegar a la liberación.

Krishnamurti dijo que la solución a los problemas de la humanidad no está en las formas externas como la oración o el yoga, la liberación se puede encontrar solamente en el espontáneo conocimiento interior de uno.

Krishnamurti practicó yoga toda su vida y decía que es una práctica excelente para el cuerpo y para la mente pero no tiene nada que ver con la iluminación espiritual de uno.

Toda su vida rechazó a los poderes institucionales, políticos y religiosos exhortando a la gente a desconfiar de ellos. Dijo que la fé religiosa es fuente de separaciones “si uno busca una fé religiosa o si tiene una fé en particular, es inevitable que uno se separe de los otros que buscan otras formas de fé religiosa. Todas las fés organizadas predican la fraternidad, la unión y el amor, pero se funden en la separación”.

Él llamado es siempre el mismo: el hombre tiene que buscar libremente el sendero de su conciencia y ninguna disciplina, persona, autoridad externa podrá dirigirlo si él no toma la sabiduría de sí mismo.

La voluntad en el acto de meditar es muy importante para Krishnamurti porque, pone orden a nuestra actividad de pensar sin la intervención de la voluntad. Él dijo que en el silencio algo nuevo y creativo emerge, algo que no puede ser descrito con palabras. Discierne, el significado de la palabra meditación entendida como vocablo sánscrito que es “dhyana” y que significa “reflexionar” y no “medirse” que es la raíz latina de la palabra. Para Krishnamurti la meditación entendida en el significado sánscrito de la palabra es poner orden a todas nuestra actividades mentales que son las causas de nuestra miseria, de la tristeza del caos y de la confusión.

Krishnamurti mantuvo un gran interés para la educación Él decía “Aprender es mucho más importante que encontrar”. Fundó nueve escuelas para niños desde la primaria hasta la secundaria en India, Inglaterra y Estados Unidos. Lo importante, según su punto de vista, era entregarle a los jóvenes que la nacionalidad, la raza, la religión, la tradición y los dogmas son solamente formas para generar conflictos entres los hombres y llegar a tener la suficiente amplitud de criterio como para poder dejar todo eso de lado, que es la única manera de convertirse en un ser libre.

Divulgó su sabiduría en Europa, Asia y América, además publicó más de cincuenta libros, que fueron traducidos a mucho idiomas.

En torno a Krishnamurti para coordinar y difundir sus pensamientos, surgió la “Krishnamurti Foundation” que está presente en varios países del mundo donde los residentes tratan de poner en práctica la obra de este grande maestro. En los centros de California, Inglaterra e India son guardados los manuscritos y las grabaciones de sus charlas.

Sus trabajos no contienen nada de doctrina, no ofrecen técnicas o métodos, para obtener una mente silenciosa y nunca pensó en fundar un nuevo credo religioso.

La gran obra de Krishnamurti en nuestra Tierra es que supo interpretar y ver la inquietud humana en sus varios aspectos, dejándonos la libertad de poder cambiar nuestra confusión en luz.

Krishnamurti falleció en Ojai, California, a la edad de 90 años, después de entregar a la humanidad la llave para que se despierte en un mundo mejor.

Fuentes:

http://www.umbertoassandri.com/Espanol%20Articulo_2_file/image002.gif

viernes, 5 de septiembre de 2008

EL TRABAJO CON EL EGO

El trabajo con el propio ego es la tarea más ardua de la vida. Es la batalla mayor a la que todos tenemos que enfrentarnos. El ego es una cortina que nos oculta de otras realidades. Desmontar el artificio de tal escudo es el paso para "ver" y alcanzar la aproximación al Don del Águila. El ego, el carácter y la personalidad son elementos que van en el mismo barco. Estos no son más que meros tripulantes al mando del capitán, pero necesarios para manejar la nave. El espíritu de la nave está simbolizado en el capitán.
- La Gran Cadena del Ser.
- Ausencia del Ego.
- El Egocentrismo: La Trampa del Ego.
- El Onto-ser y el Meta-ser.
- ¿Independencia o interdependencia?






jueves, 4 de septiembre de 2008

La ausencia de Ego significa Más.

Precisamente porque tanto el ego, el alma y el Self pueden estar presentes simultáneamente, más vale que comprendamos el real significado de la “ausencia de ego”, idea que ha producido una increíble cantidad de confusión. La ausencia de ego no significa la ausencia de un yo funcional -eso sería un psicótico, y no un sabio-: lo que significa es que uno ya no se identifica exclusivamente con ese ego.

Uno de los numerosos motivos por los cuales tenemos problemas con la idea de “ausencia de ego” es que la gente desea que sus “sabios sin ego” satisfagan todas sus fantasías de lo que es “santidad” o espiritualidad”, lo que generalmente significa que están muertos del cuello hacia abajo, sin impulsos o deseos carnales y desplegando una eterna y suave sonrisa. Quieren que sus santos se hallen libres de todas aquellas cosas con las que las personas típicamente tienen problemas -el dinero, el sexo, los vínculos con los demás, los deseos-. Lo que la gente desea son “santos sin egos” que se hallen “por encima de todo eso”. Cabezas parlantes es lo que desean. Creen que la religión les hará librarse de todos los instintos básicos, los impulsos y los vínculos con los demás, y por tanto se orientan hacia la religión -no buscando indicaciones acerca de cómo vivir la vida con entusiasmo, sino cómo evitarla, reprimirla, negarla, huir de ella-.

En otras palabras, la persona típica desea que el sabio espiritual sea “menos persona”, que se halle de algún modo libre de todas esas fuerzas complicadas, presionantes, pulsantes, jugosas y enredosas que impulsan a la mayoría de los seres humanos. ¡Esperamos que nuestros sabios sean una ausencia de todo lo que nos motiva e impulsa! Deseamos que nuestros sabios se hallen enteramente intocados por todas aquellas cosas que nos atemorizan, confunden, atormentan y desconciertan. Y esa ausencia, ese vacío, ese “menos que personal” es lo que frecuentemente creemos que es la “ausencia de ego”.

Sin embargo. la “ausencia de ego” no significa “menos que personal”, significa “más que personal”. No personal (-), sino personal (+): todas las cualidades personales normales más algunas transpersonales. Piensen en todos los grandes yogis, santos y sabios -desde Moisés a Cristo a Padmasambhava-. No eran unos enclenques de modales amanerados, sino feroces revolucionarios -desde un látigo en el templo hasta someter a países enteros. Hablaron con el mundo en sus propios términos, y no en base a una piedad descarnada; muchos de ellos instigaron masivas revoluciones sociales que han proseguido durante miles de años.

Y lo hicieron de ese modo no porque esquivaran las dimensiones físicas, emocionales y mentales que implica el ser un ser humano -y al ego que es su vehículo- sino porque se involucraron con esas dimensiones con un impulso e intensidad tales que sacudieron al mundo hasta sus mismos cimientos. Sin duda que también se hallaban conectados con el alma (nivel psíquico más profundo) y el Espíritu (el Self sin forma, fuente suprema de su poder), pero expresaban ese poder y obtuvieron resultados concretos, precisamente porque se involucraron con esa intensidad en las dimensiones inferiores, a través de las cuales ese poder podía expresarse en términos comprensibles por todos.


Estos grandes movilizadores y agitadores no eran egos pequeños; eran, en el mejor sentido del término, grandes egos, precisamente porque el ego -el vehículo funcional del reino denso- puede existir, y de hecho existe junto con el alma (el vehículo de lo sutil) y el Self (el vehículo de lo causal). Fue a través de sus egos que estos grandes maestros movilizaron el dominio de lo denso, porque el ego es el vehículo funcional de ese dominio. No estaban, sin embargo, identificados exclusivamente con sus egos (ése sería un narcisista), sino que simplemente descubrieron la conexión de sus egos con una radiante fuente Cósmica. Los grandes yogis, santos y sabios lograron tanto precisamente porque no eran pequeños seres serviles y aduladores sino grandes egos, conectados con su propio Yo superior, con el Atman puro vivo (el puro yo-yo) que es uno con el Brahman; abrieron sus bocas y el mundo tembló, plegó sus rodillas y se enfrentó a su Dios radiante.

¿Era Santa Teresa una gran contemplativa? Sí, y Santa Teresa es la única mujer que jamás haya reformado por entero a una tradición monástica católica (reflexionen acerca de eso). Gautama el Buda sacudió a la India hasta sus cimientos. Rumi, Plotino, Bodhidharma, Lady Tsogyal, Lao Tsé, Platón, el Baal Shem Tov: estos hombres y mujeres iniciaron revoluciones en el dominio denso que duraron cientos, a veces miles de años, algo de lo que aún no pueden vanagloriarse ni Marx ni Lenin ni Locke ni Jefferson. Y lo hicieron no porque estuviesen muertos del cuello hacia abajo. No: eran egos monumentales, gloriosos y divinamente grandes, conectados con su nivel psíquico más profundo, el que a su vez se hallaba conectado directamente con Dios.

Por cierto que existe cierta verdad en la idea de “trascender el ego”: pero esto no significa destruírlo, sino conectarlo con algo mayor. Como lo expresa Nagarjuna, en el mundo “relativo”, el atman es real. Por tanto, en ningún caso anatta es una descripción correcta de la realidad. El pequeño ego no se evapora: permanece presente en el dominio convencional como el centro de actividad funcional. Como dije, perder ese ego es volverse un psicótico, y no un sabio.

“Trascender el ego”, por tanto, significa entonces trascenderlo... pero incluírlo en una unión más profunda y elevada, primero en el alma o nivel psíquico más profundo, y luego con el Testigo o Self primordial, y luego con cada etapa previa tomada, enrrollada, incluída y abrazada en la radianza del Sabor Único. Y eso significa que no nos “deshacemos” del pequeño ego, sino que lo habitamos por entero, lo vivimos con entusiasmo, lo utilizamos como el necesario vehículo a través del cual son comunicadas las verdades superiores. El Alma y el Espíritu incluyen al cuerpo, las emociones y la mente: no las eliminan.

Dicho sin adornos, el ego no es un obstáculo al Espíritu, sino una manifestación radiante de éste. Todas las Formas no son otra cosa que el Vacío, incluyendo la forma del ego. No es necesario deshacerse del ego, sino simplemente vivirlo con cierta exuberancia. Cuando la identificación deja de estar adscrita exclusivamente al ego y se extiende al Cosmos entero, el ego descubre que el Atman individual es, de hecho parte del Brahman. El gran Self es, de hecho, no un pequeño ego, y por tanto, hasta donde te halles atascado en tu pequeño ego, se requiere de una muerte y de una trascendencia. Los narcisistas son, simplemente, personas cuyos egos no son aún suficientemente grandes para incluír al Cosmos entero; y por tanto, intentan -en lugar de eso- ser parte central del Cosmos.

Pero no deseamos que nuestros sabios tengan grandes egos; ni siquiera deseamos que se manifiesten en algo. Cada vez que un sabio despliega humanidad -en relación al dinero, el alimento, el sexo, los vínculos humanos- nos choqueamos, nos choqueamos porque estamos planeando huír por entero de la vida, no vivirla, y el sabio que vive la vida nos ofende. Deseamos huír, deseamos ascender, deseamos escapar, y el sabio que vive con deleite, que vive la vida a fondo, que atrapa cada ola de la vida y la surfea hasta el fin... esto nos incomoda en forma tremenda, profunda; nos asusta, porque significa que quizás también nosotros debamos implicarnos en la vida con entusiasmo en todos los niveles, y no meramente escapar de ella en una nube de éter luminoso. No queremos que nuestros sabios tengan cuerpos, egos, impulsos, vitalidad, sexo, dinero, vínculos personales o vida alguna, pues ésas son las cosas que habitualmente nos torturan, y deseamos librarnos de ellas. No deseamos surfear sobre las olas de la vida, deseamos que las olas se vayan. Deseamos una espiritualidad vaporosa y rosada.

El sabio interno, el sabio no dual, se halla aquí para mostrarnos otro camino. Generalmente conocidos como “tántricos”, estos sabios insisten en trascender la vida a través de vivirla. Insisten en hallar alivio a través de involucrarse, hallar el nirvana en medio del samsara, encontrar la liberación en la inmersión total. Entran con consciencia en los nueve anillos del infierno, pues en ningún otro lado se pueden hallar los nueve paraísos. Nada es ajeno para ellos, pues no hay nada que no sea el Sabor Único.

Así, el asunto consiste en estar enteramente cómodo en el cuerpo y sus deseos, la mente y sus ideas, el espíritu y su luz. Acogerlos por entero, por parejo, en forma simultánea, pues todos son, por igual, manifestaciones del Sabor Único. Habitar la lujuria y verla jugar; involucrarse en las ideas y seguir su brillo; ser tragado por el Espíritu y despertar a una gloria a la que el tiempo olvidó poner un nombre. Cuerpo, mente y espíritu, todos incluídos, igualmente contenidos en la consciencia ominipresente que subyace a toda la obra.

En la quietud de la noche, la Diosa susurra. En el brillo del día, el querido Dios ruge. La vida pulsa, la mente imagina, las emociones ondulan, los pensamientos vagan. ¿Qué son éstos sino los infinitos movimientos del Sabor Único, por siempre jugando con sus propias expresiones, susurrando suavemente a todo aquél que desee escuchar: acaso no es esto otra cosa que tú mismo? Cuando el trueno ruge, ¿no oyes acaso a tu propio Ser? ¿Cuando el rayo se despliega, no ves acaso a tu propio Ser? Cuando las nubes flotan silenciosamente a través del cielo, ¿no es acaso tu propio Ser ilimitado saludándote?




martes, 2 de septiembre de 2008

Josep Maria Fericgla: "Nunca hay que buscar la felicidad."

Sostiene que ver la televisión es la forma más extendida en nuestra sociedad de procurarse un estado modificado de conciencia.


--¿Qué es un estado modificado de conciencia?
--Es un estado de la mente profundamente enraizado en el ser humano y núcleo de muchos de los valores culturales, tradicionales y actuales, donde las coordenadas fundamentales del ego desaparecen. Se derrumba la concepción ordinaria del tiempo y del espacio.

--En nuestra sociedad eso se busca sin el carácter místico.
--Exacto. La forma más extendida de procurarse un estado modificado de conciencia es a través de la televisión y el cine. Aunque sean estados muy superficiales, cuando alguien ve una película se encuentra en un estado modificado de conciencia, ya que se identifica completamente con la historia que le cuentan.

--¿Y las drogas?
--Hoy en día, el consumo de drogas visionarias tiene mucho que ver con esta búsqueda compulsiva de estados modificados de conciencia. Pero el ser humano siempre ha buscado recursos. Los chamanismos son técnicas arcaicas del éxtasis para buscar estados modificados de conciencia. Hay que tener en cuenta que los artistas de todas las épocas han buscado recursos químicos o técnicas de meditación con objetivos creativos. Las personas con una necesidad religiosa también buscan técnicas para modificar ese estado y sentir la experiencia de la divinidad dentro de sí. A fin de cuentas, la espiritualidad es la experiencia de lo transpersonal, es decir, que pertenecemos a una red viva más allá de nuestro límite corporal y psicológico.

--En un estado de conciencia ampliada, cuando no hay tiempo ni espacio ni ego, ¿qué hay?
--Hay un universo fantástico. Generalmente, lo primero que hay es una experiencia de paz. Siempre y cuando uno esté en paz consigo mismo. Porque, de hecho, ampliar la conciencia no significa salir de uno mismo, sino derrumbar estos límites de automatismos y condicionamientos que habitualmente dirigen nuestras vidas.

--¿Cómo es esa paz?
--Una empatía espiritual con el entorno muy difícil de describir. Con frecuencia, lo que también se encuentra es la posibilidad de verse uno mismo desde afuera.

--¿Cómo?
--La palabra éxtasis tiene etimología griega y significa literalmente "verse a uno mismo desde afuera". Entonces, la experiencia extática profunda, buscada por todo ser humano con más o menos conciencia de ello, es la posibilidad que tenemos de vernos a nosotros desde afuera, y, por tanto, de observar nuestros condicionamientos y los límites de nuestro propio ego.

--¿Cómo es posible?
--Los budistas hablan del testigo, esa conciencia exterior que uno busca para poderse observar. Los sufís hablan de estar en el mundo sin ser del mundo para referirse a la capacidad de verse. Los mayas precolombinos hablaban del ojo desencarnado. Y cualquier técnica psicoterapéutica contemporánea seria lo primero que busca es que el paciente se pueda ver a sí mismo en sus conductas compulsivas para que vaya tomando conciencia de dónde nacen. Esto es lo que se encuentra en un estado modificado de conciencia.

--¿Con psicótropos?
--El término que se usa en los ámbitos técnicos es el de enteógeno. Alucinógenos o psicótropos son términos incorrectos. El psicótropo es cualquier sustancia que afecta a la mente; por tanto el café es psicótropo, igual que los barbitúricos o los hipnóticos que venden en las farmacias para dormir. Enteógeno es algo que despierta dentro de uno la experiencia de la divinidad.

--¿Y no le da miedo consumir enteógenos?
--No, miedo no, pero sí mucho respeto. Nunca puede convertirse en una costumbre vana traspasar los límites del ego, que es donde nos sentimos encarcelados, pero cómodos también. Es siempre una experiencia muy seria. Pero no tengo miedo. Llevo muchos años investigando: he estado nueve años con chamanes amazónicos, experimentando conmigo mismo diversos enteógenos.

--¿Qué es para usted la felicidad?
--Es algo que nunca hay que buscar. Es el regalo que nos hace lo indescriptible cuando uno está en su camino en este mundo. Cuando una persona está ocupando su espacio y haciendo lo que le toca hacer dentro del esquema cósmico, entonces se siente feliz. Y a veces la felicidad implica bienestar y alegría; a veces implica un compromiso doloroso con alguna ideología o con alguna relación personal.

--¿Y de ahí que nunca haya que buscar la felicidad?
--Exacto, porque pretender buscarla es como querer agarrar el agua o el viento con las manos. Uno puede experimentar el efecto agradable del agua, sobre todo en verano, pero querer agarrarla con las manos es un esfuerzo intrínsecamente inútil. No hay que buscarla.

Fuentes:


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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"