miércoles, 5 de mayo de 2010

Los devoradores de pecados

Barba Azul es desde el principio hasta el final un "incisivo" relato acerca de la ruptura y la reunión. En la fase final del cuento, el cuerpo de Barba Azul es abandonado para que los devoradores de carne -los cormoranes, las aves de presa y los buitres- se lo lleven. Se trata de un místico final muy extraño.

En la antigüedad, se creía en la existencia de unas almas devoradoras de pecados, personificadas por los espíritus, los pájaros, los animales y, a veces, unos seres humanos que, como el chivo expiatorio, asumían los pecados, es decir, los desperdicios psíquicos de la sociedad, de tal manera que las personas se pudieran purificar y redimir de los escombros de una vida difícil o de una vida mal vivida.
Hemos visto cómo la naturaleza salvaje está ejemplificada en la buscadora de muertos, en la que canta sobre los huesos de los muertos y los devuelve a la vida. Esta naturaleza de Vida/Muerte/Vida es un atributo esencial de la naturaleza instintiva de las mujeres. De igual modo, en la mitología nórdica, los devoradores de pecados son unos carroñeros que devoran a los muertos, los incuban en sus vientres y los conducen a Hel, que no es un lugar sino una persona. Hel es la diosa de la Vida y de la Muerte y enseña a los muertos a vivir hacia atrás. Éstos se van volviendo progresivamente más jóvenes hasta que están en condiciones de volver a nacer y ser lanzados de nuevo a la vida.
Esta acción de devorar los pecados y a los pecadores y su subsiguiente incubación y devolución a la vida constituye un proceso de individuación de los aspectos más despreciables de la psique. En este sentido, es justo y conveniente que la energía se extraiga de los elementos depredadores de la psique y se los mate por así decirlo para arrancarles sus poderes. De esta manera se pueden devolver a la Madre de la Vida/Muerte /Vida para que ésta los transforme y re-cree en un estado menos conflictivo.

"El significado original de “pecado”, en griego remite a “fallar el blanco”. Jung considera que el término griego para “arrepentimiento” significa “hacerse más consciente”. Cuando no apuntamos con acierto al blanco del Yo, puede significar que nuestra consciencia, madurez y visión necesitan ser revisadas desde sus fundamentos. La inflación que nos aleja de nuestro objetivo también nos lleva a imaginar que ya damos de lleno en el blanco. Un diálogo en busca de la verdad con el inconsciente tiene el valor estratégico de corregir ese autoengaño. La humildad surge de hacernos más conscientes de nuestros límites y de la guía del Yo, y esta humildad no puede ser exagerada. Hace que nuestra personalidad se vuelva receptiva y “pobre de espíritu”. Dado que nuestra personalidad no posee el Yo, sólo lo que Jung denomina “una actitud religiosa” puede relajar nuestra certeza arrogante y dar la vuelta a la situación. Jung compara el Yo con el Tao chino, del que no podemos apropiarnos ni siquiera con palabras o conceptos."

Muchos especialistas que han estudiado este cuento creen que Barba Azul representa una fuerza imposible de redimir. Pero yo percibo un terreno adicional para este aspecto de la psique, no la transformación de un asesino en serie en un profesor entrañable como mister Chips, sino más bien en una persona que tiene que estar recluida en un espacio aceptable donde haya árboles y ella pueda contemplar el cielo y recibir una alimentación adecuada y tal vez escuchar música que serene su espíritu, en lugar de ser desterrada a un cuarto de atrás de la psique donde se la torture y se la insulte.
Por otra parte, no quisiera dar a entender que no existe el mal manifiesto e irredimible, pues no cabe la menor duda de que también existe. En el transcurso del tiempo se ha tenido siempre la mística sensación de que cualquier tarea de individuación llevada a cabo por los seres humanos modifica también la oscuridad del inconsciente colectivo el lugar en el que habita el depredador.

"Las aves migratorias observan las señales y emprenden el vuelo hacia sus lejanos destinos sin vacilar. Los seres humanos podemos observar y actualizar nuestros arquetipos para iniciar nuestros viajes, son como señales en nuestro camino en busca de nosotros mismos. El camino es el mismo para todos los seres humanos, pero nuevo y único para cada uno, pues aunque pertenezca a la esencia de la humanidad, para aquel que lo inicia, es algo inexplorado. La mujer o el hombre que inician su camino se aventuran en lo desconocido, dejan la seguridad de la rutina, la protección del rebaño y se adentran en el misterio. En ese momento se convierten en héroes. El arquetipo heroico hace referencia a la capacidad para individuarse, para elegir un proceso singular. Jung llamó proceso de individuación a esta búsqueda de la autorrealización en la psique y en el mundo."


Jung dijo en cierta ocasión que Dios adquirió una mayor conciencia cuando los seres humanos incrementaron su nivel de conciencia y señaló que los seres humanos hacen que el lado oscuro de Dios se ilumine cuando sacan sus demonios personales a la luz del día.

"Jung hacía conjeturas en el sentido de que el creador y lo creado estaban en fase de evolución y la conciencia del uno influía en la del otro. Es curiosa la idea de que el ser humano pueda influir en la fuerza que hay detrás del arquetipo."

No pretendo saber cómo se produce todo eso, pero, siguiendo la pauta arquetípica, creo que es algo que se podría formular de la siguiente manera: En lugar de insultar al depredador de la psique o de huir de él, lo descuartizamos. Y lo hacemos rechazando los pensamientos divisivos acerca de nuestra vida espiritual y nuestro valor en particular. Para ello, atraparnos los pensamientos envidiosos para evitar que crezcan y causen daño, y los destruimos.
Y destruimos al depredador replicando a sus injurias con nuestras educativas verdades. Depredador: "Nunca terminas nada de lo que empiezas." Usted: "Termino muchas cosas." Destruimos los ataques del depredador natural, tomándonos en serio y trabajando con lo que hay de cierto en lo que dice el depredador y descartando lo demás.
Destruimos al depredador conservando nuestras intuiciones y nuestros instintos y oponiendo resistencia a sus seducciones. Sí hiciéramos una lista de todas las pérdidas que hemos sufrido hasta este momento de nuestras vidas, recordando las veces en que sufrimos decepciones y fuimos impotentes contra el sufrimiento o tuvimos una fantasía llena de adornos y de azúcar glas, comprenderíamos que ésos son los puntos vulnerables de nuestra psique. En estas partes deficientes y desvalidas se centra el depredador para ocultar su propósito de arrastrar a la mujer al sótano, extraerle la energía y hacerse con ella una tonificante transfusión de sangre.

"En el folclore, los mitos y los sueños, el depredador natural tiene casi siempre un depredador que también lo persigue a él. La batalla entre ambos es la que al final provoca un cambio o un equilibrio. Cuando ello no ocurre o cuando no surge ningún otro antagonista bondadoso, el cuento se suele llamar historia de terror. La ausencia de una fuerza positiva que pueda oponerse con eficacia al depredador negativo es uno de los temores más profundos del corazón humano.
En la vida diaria hay también numerosos ladrones de luz y asesinos de la conciencia. En general, el depredador se apodera del jugo creativo de la mujer por simple placer o para su propio uso, dejándola más pálida que la cera y sin saber lo que ha ocurrido mientras él está cada vez más sonrosado y saludable. La persona depredadora quiere que la mujer no preste atención a sus instintos por temor a que se dé cuenta de que han aplicado un sifón a su mente, su imaginación, su corazón, su sexualidad o lo que sea.
La pauta de la entrega de la vida del propio núcleo empieza a veces en la infancia, favorecida por las personas que cuidan de la niña y pretenden que sus cualidades y su encanto llenen su propio vacío y sacien el hambre que sienten. El hecho de que la niña sea educada de esta manera confiere un enorme poder al depredador innato y la expone a que más adelante se convierta en presa de otros. Hasta que sus instintos se vuelven a colocar en su correspondiente orden, la mujer que ha sido educada de esta manera es extremadamente vulnerable a la posibilidad de ser víctima de las tácitas y devastadoras necesidades psíquicas de los demás. En general, una mujer con los instintos bien desarrollados sabe que el depredador la acecha cuando se ve atrapada en una relación o una situación que empequeñece su vida en lugar de engrandecerla."


Al final del cuento de Barba Azul, sus huesos y sus cartílagos se dejan para los buitres, lo cual nos permite comprender la profunda transformación que se ha producido en el depredador. Es la última tarea de una mujer en este último viaje "barbaazuliano": permitir que la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida despedace al depredador y se lo lleve para incubarlo, transformarlo y devolverlo a la vida.
Si nos negamos a prestar atención al depredador, éste se queda sin fuerzas y no puede actuar sin nuestra colaboración. En esencia, nosotros lo empujamos al estrato de la psique donde toda creación carece todavía de forma y lo dejarnos que hierva lentamente en aquella etérea sopa hasta el momento en que podamos encontrarle una forma mejor. Cuando se entrega el energum psíquico del depredador, éste se puede configurar para otro propósito. Entonces somos creadoras y la materia prima reducida se convierte en la materia de nuestra propia creación.
Las mujeres lo descubren cuando vencen al depredador, toman lo útil, descartan lo demás y se sienten rebosantes de vitalidad y de fuerza. Han extraído del depredador lo que éste les había robado, es decir, el vigor y la sustancia. Extraer la energía del depredador y convertirla en algo útil se puede entender de las siguientes maneras:

La furia del depredador se puede transformar en un fuego espiritual capaz de llevar a cabo una gran tarea mundial.
La habilidad del depredador se puede utilizar para inspeccionar y comprender cosas desde lejos.
La naturaleza asesina del depredador se puede usar para matar lo que conviene que muera en la vida de una mujer o lo que conviene que muera en su vida exterior, tratándose de cosas distintas en momentos distintos.
Por regla general, la mujer sabe muy bien lo que son.

Extraer las partes de Barba Azul es como extraer las partes medicinales del beleño o las sustancias curativas de la belladona y utilizarlas cuidadosamente para sanar y ayudar. Entonces las cenizas que queden del depredador volverán a cobrar vida, pero con un tamaño mucho más reducido, mucho más identificable y con mucho menos poder para engañar y destruir, pues ya se habrán extraído muchos de sus poderes destructores y éstos estarán dirigidos a lo útil y lo pertinente.


Barba Azul es uno de los muchos cuentos didácticos que a mi juicio son, importantes para las mujeres que son jóvenes, no necesariamente en años, sino en algún lugar de sus mentes. Es un cuento que gira en torno a la ingenuidad psíquica, pero también en torno al valeroso quebrantamiento de la prohibición de "mirar". Es un cuento que gira en torno a la descuartización del depredador natural de la psique y a la extracción de su energía.
Creo que el propósito del cuento es el de poner nuevamente en marcha la vida interior. El cuento de Barba Azul es una medicina que hay que utilizar cuando la vida interior de una mujer está atemorizada, paralizada o acorralada. Las soluciones del cuento reducen el temor, administran dosis de adrenalina en los momentos oportunos y –lo más importante para el yo ingenuo atrapado- abren puertas en unas paredes que previamente estaban en blanco.
Es posible en suma que el cuento de Barba Azul haga aflorar a la conciencia la llave psíquica, es decir, la capacidad de formular cualquier tipo de pregunta acerca de la propia persona, la propia familia, las propias actividades y la vida circundante. Entonces, como una criatura salvaje que olfatea una cosa y la husmea por arriba, por abajo y por todas partes para averiguar lo que es, la mujer es libre de buscar las verdaderas respuestas a sus más profundas y oscuras preguntas. Y es libre de arrancarle los poderes a la cosa que la ha atacado y de transformar estos poderes que antes se habían utilizado contra ella en su propio beneficio. Eso es la mujer salvaje.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
 

lunes, 19 de abril de 2010

El grito

"El grito es la afirmación de uno mismo, su paroxismo, lo que es una salida de sí, un gesto arrebatado, un acto de fuerza interior que sale a espasmos, un grito con la voz en blanco en dispersión."

Cuando Barba Azul llama a gritos a su mujer y ella procura desesperadamente ganar tiempo, lo que intenta en realidad es hacer acopio de energía para vencer al depredador, tanto si se trata de una amenaza aislada como si se trata de una religión, un marido, una familia o una cultura destructivas o de los complejos negativos de una mujer.
La esposa de Barba Azul trata de salvar la vida, pero lo hace con astucia. "Por favor -murmura-, deja que me prepare para la muerte."
"Sí -contesta él con un gruñido-, pero procura estar preparada. "
La joven llama a sus hermanos psíquicos. ¿Qué representan éstos en la psique de una mujer? Son los propulsores más musculosos y más naturalmente agresivos de la psique. Representan la fuerza interior de una mujer, capaz de entrar en acción cuando llega el momento de eliminar los impulsos malignos. Aunque esta capacidad se representa aquí con sexo masculino, puede representarse con ambos sexos y con cosas tales como una montaña que se cierra para que no entre un intruso o un sol que desciende por un instante para quemar al merodeador y dejarlo achicharrado.
La esposa sube corriendo a su cámara, pide a sus hermanas que se acerquen a las murallas y les pregunta: "¿Veis venir a nuestros hermanos?" Y las hermanas le contestan que todavía no ven nada. Mientras Barba Azul le ordena a gritos a su mujer que baje al sótano para decapitarla, ella vuelve a preguntar: "¿Veis venir a nuestros hermanos?" Y las hermanas le contestan que les parece ver un torbellino o una polvareda en la distancia.
Aquí tenemos todo el guión de la oleada de fuerza psíquica que se produce en el interior de una mujer. Sus hermanas -las más sabias- ocupan el centro del escenario en esta última fase de la iniciación; se convierten en sus ojos. El grito de la mujer recorre una larga distancia en el interior de la psique hasta llegar al lugar donde viven sus hermanos, es decir, donde viven los aspectos de la psique que están adiestrados para luchar, y para luchar a muerte en caso necesario. Pero, en un principio, los aspectos defensores de la psique no están tan cerca de la conciencia como deberían estar. La rapidez y la naturaleza combativa de muchas mujeres no están lo bastante cerca de su conciencia como para que puedan resultar eficaces.
Una mujer tiene que practicar la llamada o el conjuro de su naturaleza combativa, de los atributos del torbellino o la polvareda. El símbolo del torbellino representa una fuerza central de determinación que, cuando se concentra en lugar de desperdigarse, otorga una tremenda energía a la mujer. Con esta resuelta actitud, la mujer no perderá la conciencia ni será enterrada junto con lo demás. Resolverá de una vez por todas la matanza interior femenina, su pérdida de libido y su pérdida de pasión por la vida. Aunque las preguntas clave le proporcionan la abertura y la relajación necesarias para su liberación, sin los ojos de sus hermanas y sin la fuerza muscular de los hermanos armados con espadas, no podría alcanzar un éxito absoluto.

 
Barba Azul llama a gritos a su esposa y empieza a subir ruidosamente los peldaños de piedra. La mujer vuelve a preguntarles a sus hermanas: "¿Y ahora los veis?" Y las hermanas le contestan: "¡Sí! Ahora los vernos. Ya casi están aquí." Los hermanos entran al galope en el castillo, irrumpen en la estancia y empujan a Barba Azul contra el parapeto. Allí lo matan con sus espadas y lo dejan para los devoradores de carroña.
Cuando las mujeres emergen de nuevo a la superficie, liberadas de su ingenuidad, arrastran consigo y hacia sí mismas algo inexplorado. En este caso, la mujer, que ahora es más sabia y juiciosa, echa mano de una energía interior masculina. En la psicología junguiana, este elemento se denomina animus, un elemento de la psique femenina parcialmente mortal, parcialmente instintivo y parcialmente cultural que se presenta en los cuentos de hadas y en los símbolos oníricos bajo la apariencia de su hijo, su marido, un extraño y/o un amante, que a veces reviste un carácter amenazador según las circunstancias psíquicas del momento.
Esta figura psíquica posee un valor especial, pues tiene unas cualidades que están tradicionalmente excluidas en las mujeres, siendo la agresión una de las más habituales.
Cuando esta naturaleza de sexo contrario está sana, tal como la simbolizan los hermanos del cuento de Barba Azul, ama a la mujer en la que habita. Es la energía intrapsíquica que la ayuda a conseguir cualquier cosa que desee. Es la depositaria de la fuerza muscular psíquica en contraposición con otras dotes que la mujer pueda poseer. Y es la que la ayudará y le prestará su apoyo en su lucha por el conocimiento conciente. En muchas mujeres, este aspecto contrasexual tiende un puente entre los mundos internos del pensamiento y el sentimiento y el mundo exterior.
Cuanto más fuerte y más integralmente extenso sea el animus (lo podemos considerar un puente), tanto mayores serán la capacidad, la facilidad y el estilo con que la mujer manifestará de manera concreta sus ideas y su labor creativa en el mundo exterior. Una mujer con un animus poco desarrollado tiene muchas ideas y pensamientos, pero es incapaz de manifestarlos en el mundo exterior. Siempre se queda a un paso de la organización o puesta en práctica de sus maravillosas imágenes.


Los hermanos representan el don de la fuerza y la acción. Al final y gracias a ellos ocurren varias cosas: la primera es la neutralización de la inmensa capacidad paralizadora del depredador en la psique de la mujer. La segunda es la conversión de la dulce muchacha de ojos azules en una mujer de mirada alerta y la tercera es la inmediata presencia de dos guerreros uno a su derecha y otro a su izquierda en cuanto ella los llama.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"





jueves, 15 de abril de 2010

La persona, el personaje, la máscara

"La persona...es aquel sistema de adaptación o aquel modo con el cual entramos en relación con el mundo. Así, casi toda profesión tiene una persona característica. El peligro está solo en que se identifique uno con la persona, como por ejemplo el profesor con su manual o el tenor con su voz... Se podrá decir con cierta exageración: la persona es aquello que no es propiamente de uno, sino lo que uno y la demás gente creen que es."
 C.G.Jung
I - La Persona y la Máscara

La palabra persona, proviene del griego Prosopón, términos que señala las máscaras que utilizaban los actores de la tragedia y la comedia. En la Grecia clásica la palabra Prosopón (πρόσωπον) designaba tanto a la persona como a la máscara. El mismo actor salía a escena con diferentes máscaras que correspondían a diferentes personajes. En la vida real todos representamos diferentes roles, que en escena se corresponderían a máscaras distintas: la máscara-rol del asalariado, del esposo, del padre, etc.
“Persona” significaba, pues, en el teatro tanto la máscara como el papel que representaba el actor a través de ella, por lo tanto, el personaje. Algo sugerente de esta imagen es que el papel representado en el teatro sólo se podía hacer y era reconocible si el actor hacía resonar la voz por detrás de la máscara . Nos sugiere, por un lado, que reconocemos al personaje a través de ciertas características ejemplificadas en la máscara lo cual supone que lo representado sólo puede ser representado justo a partir de la mediación y la simplificación. Al mismo tiempo, hay una pequeña distancia pero una distancia efectiva entre la voz que resuena tras la máscara y aquello que vemos: hay algo en el camino que se pierde y que no puede hacerse inteligible del todo

Estas máscara se caracterizaban por su dimensión desproporcionada, mayor que el cuerpo, sus rasgos esenciales -que mostraban el carácter dramático o cómico del personaje-, y el uso de un cono que amplificaba y proyectaba la voz del actor. Todo esto, sugiere que la persona, en su relación con la máscara, es una amplificación (En el latín: Per Sonare"resonar") y una mediación que nos permite captar aspectos esenciales de la interioridad de un sujeto.

La persona representa nuestra imagen pública y representaría el arquetipo de la máscara  dentro de la conceptualización de la Psicología analítica de C. G. Jung. Por tanto, la persona es la máscara que nos ponemos antes de salir al mundo externo. Constituye aquella parte de nuestra personalidad que lidia con la realidad externa, es la máscara que se antepone en nuestro desenvolvimiento social cotidiano. Siendo esto así, Jung consideraba que la persona era parte necesaria, no patológica, del desarrollo individual, especialmente respecto de la capacidad de asumir un papel social.Aunque se inicia siendo un arquetipo, con el tiempo vamos asumiéndola, llegando a ser la parte de nosotros más distantes del inconsciente colectivo.

"La persona es una especie de camuflaje que sólo permite a los demás ver de nosotros lo que nosotros queremos que vean y nada más. Pero la persona tiene también otro significado más antiguo, el que se encuentra presente en todos los ritos mesoamericanos y que tan bien conocen las cantadoras, cuentistas y curanderas. La persona no es una simple máscara detrás de la que uno se oculta sino una presencia que eclipsa la personalidad exterior- En este sentido, la persona o máscara es un signo de categoría, virtud, carácter y autoridad. Es el significador exterior, la exhibición externa de dominio." 
"Mujeres que Corren con los Lobos" por Clarissa Pinkola Estés

En su mejor presentación, constituye la “buena impresión” que todos queremos brindar al satisfacer los roles que la sociedad nos exige. Pero, en su peor cara, puede confundirse incluso por nosotros mismos, de nuestra propia naturaleza. Algunas veces llegamos a creer que realmente somos lo que pretendemos ser. La patología deviene ante una identificación rígida con el arquetipo.

II - El Rol

La máscara es una adecuación que nos permite relacionarnos con los demás. Pertenece sin lugar a dudas al mundo de los roles tanto en su aspecto relacional como en sus aspectos manipulatorios. O sea que, a través de la máscara, podemos comunicarnos o podemos controlar la comunicación.

Un rol es un conjunto de comportamientos que tienen por objeto proyectar cierta imagen ante los demás y ante nosotros mismos. En cada rol adoptamos ciertos comportamientos, sentimientos y actitudes. Esas respuestas se construyen automáticamente. Cuando nos identificamos plenamente con un rol, éste no sólo nos impide interactuar con toda clase de gente y explorar diversas posibilidades: también nos aparta de lo que está ocurriendo en la realidad. En vez de ser reales, nuestras vidas se convierten en una compleja obra teatral. Cuando ésto ocurre, la soledad es inevitable. Su causa no es la separación de los demás, sino de nosotros mismos.
Los roles pueden resultar hipnóticos. Podemos enamorarnos de un rol o fantasía y vivirlo como si fuera nuestro verdadero ser. O, más común, podemos enamorarnos de alguien que está representando un rol. Aquí no nos enamoramos de una persona verdadera, sino de la imagen o fantasía que ha creado para nosotros. Podemos sufrir una conmoción si esa persona abandona su rol y nos encontramos cara a cara con quien es en realidad. Ésto habitualmente toma algunos meses de relación, y luego comenzamos a preguntarnos, ¿dónde ha ido a parar el amor?.
Representar un papel nos brinda una sentimiento temporal de seguridad. La seguridad temporal no es mala, pero es sólo temporal y no satisface nuestras necesidades más profundas, ni llena nuestro vacío interior. El mayor peligro de perdernos en un rol es que ese rol puede empezar a sobrepasarnos. Podemos perder contacto con la realidad. Perdemos conexión con nuestros sentimientos, y puede que llegue un punto en que no seamos capaces de ver las posibilidades con que contamos en nuestra vida.
Muchísimos malentendidos y una profunda falta de comunicación suelen ser las consecuencias de apegarse a un rol en particular, o a una ilusión de sí mismo. Despéguese un poquito. Mire si puede empezar a separarse del rol estático que ha construido para usted

A la máscara, se le pueden adosar todos los estereotipos posibles, formas significativas que desarrollamos desde muy temprana edad y que nos permiten adecuarnos a las necesidades de integración. Esto está presente desde nuestro origen tribal que nos urge a buscar modos de pertenencia, entendimientos con los otros, que sean garantizadores del orden y los acuerdos colectivos. Estas temáticas ocupan gran parte de los primeros años de la vida, comenzando por la adolescencia y culminando en la juventud.
Luego de esto se produce una rigidez convencional y que responde a supuestos colectivos o una libertad que se traduce en crecimiento de nuestra individualidad.
De todas maneras, no debemos dejar de ver en la máscara, una mediación que revela a la vez que oculta, un elemento regulador de la intimidad y a la vez un aspecto de la conciencia que nos ayuda en términos de la comunicación. Se trata de una ventaja que nos permite interactuar con los demás. La sociedad depende de las interacciones entre la gente a través de la personalidad.

"La persona es un complejo funcional que surge
por razones de adaptación o conveniencia personal."

Usualmente presenta aspectos ideales de nosotros mismos, los que presentamos al mundo exterior. Es un complejo que abarca lo que los demás dicen de mi, lo que yo creo que soy, lo que desearía y creo que debo ser.
La máscara expresa un sistema de creencias que puede ser cómodo o asfixiante.

"La persona puede ser también aquello que en realidad no soy,
pero que yo mismo y los demás creemos que soy."

Antes de diferenciarse del ego, la persona se vivencia como individualidad. De hecho, como identidad social por una parte e imagen ideal por otra, es poco lo individual que hay en ella.

Cuando analizamos la persona, nos arrancamos la máscara y descubrimos que lo que parecía ser individual es en el fondo algo colectivo (Sistema de creencias o red conceptual.) En otras palabras, que la persona era sólo la máscara de la psique colectiva. En lo fundamental, la persona no es algo real, es un convenio entre el individuo y la sociedad en cuanto a lo que un hombre debe aparentar ser... Es una realidad secundaria, un convenio en donde los demás tienen generalmente más influencia.

III - El concepto de Persona

El tema de la persona ahonda sus raíces en la Filosofía y, por tanto, en la Antropología.

El ser humano, en cuanto tejido único con sus tres estratos: biológico, psicológico y espiritual, es objeto de estudio tanto de las ciencias experienciales o del espíritu, como de las ciencias experimentales o de la naturaleza.
“El ser humano moderno ha topado consigo mismo y vive obsesionado por alcanzar la comprensión, la expresión y la realización de sí mismo. Todavía estamos inmersos en el horizonte de lo antropológico, entre la admiración y el espanto que nos produce lo humano”.

Hay que decir con Heidegger que nunca hemos sabido tanto sobre el ser humano y nunca como en este momento sabemos menos de él. Andamos sin reposo por los senderos de los múltiples saberes que se han acumulado en torno al ser humano, y perdidos, porque aun ignoramos las respuestas decisivas a nuestra insistente pregunta:
¿Qué es el ser humano?

¿Qué pensador no se ha hecho esta pregunta? Cuando nos miramos con honestidad a nosotros mismos vemos demasiada miseria para que esa definición que pudiéramos dar de nosotros fuera algo definitivo, integral e incluso brillante. ¿No será que el ser humano está hecho de tal manera que tiene necesidad de otro que lo defina, que le dé razón de su ser y de su destino?

Sin embargo todos convienen en que el ser humano es un ser personal. Ser humano y persona no son conceptos equivalentes, pero son inseparables, se dan la mano, el uno ayuda a la comprensión del otro.

Muchas han sido las definiciones que a través de la historia se han dado del ser humano: animal racional, animal político, animal social, animal de trabajo, animal lingüista, animal simbólico, animal estructural, animal proletario, animal técnico y tantas otras. Se le ha comparado siempre al ser humano con el animal para, por diferencia específica, definirlo. Lo que se aprecia es que ni una definición sola ni todas juntas dan razón todavía de quién sea el ser humano. El ser humano es “+” que todas ellas. Cada una de estas definiciones deja fuera un inmenso campo de valores sin definir, porque cada una hace referencia a algún aspecto del ser humano. Se podría decir que todas se inscriben dentro del marco psicológico del ser humano, hacen referencia a un aspecto de su psicología o a alguna de sus facultades dejando fuera su espíritu. El ser humano es más que todas estas definiciones juntas, es “+” que todo método y “+” que toda ciencia.

También Jesús Cristo da una definición del ser humano, seguramente la más arriesgada y honda que jamás haya sido dada en la historia:
"Dioses sois".
Esta definición responde a la concepción del hombre en el pensamiento hebreo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.
Para el pensamiento cristiano, el hombre, pues, no es imagen de sí mismo, ni del mundo, ni de la sociedad, como lo quiere Jean Paul Sartre, sino del Sujeto Absoluto. Esta definición implica que no es el ser humano el que se define a sí mismo, sino que tiene necesidad de alguien que lo defina, alguien que dé razón plena de su destino.


“Persona” es un término que ha sufrido distintas transformaciones y tiene su propio recorrido metafísico como concepto. La cultura clásica no reconocía valor absoluto al individuo en cuanto tal, hacía depender su valor de la proveniencia, del censo y de la raza. El concepto de persona, en cuanto que pone el acento sobre el individuo singular y concreto, se aleja del pensamiento griego, que daba mucha importancia, reconocimiento y valor solamente a lo universal, a lo ideal, a lo abstracto, considerando al individuo solamente como un momento fenomenológico de la especie, un momento transitorio del gran ciclo omnicomprensivo de la historia.
La afirmación de que el individuo fuera persona, y esta fuera única, irrepetible y de igual dignidad para todos los individuos de la especie empieza con el cristianismo. De hecho, su primer desarrollo importante se debe a la adopción del término por parte de la teología cristiana . Tomará el lugar de “sustancia” para definir lo que es específico del hombre. Boecio dirá que persona es “una sustancia individual de naturaleza racional” y Leibniz usará ese mismo nombre para indicar aquello que permanece invariable en el espacio y el tiempo en cada acto de esa sustancia . El concepto se revestirá de contenido moral con Kant , quien sostendrá que la persona es aquello que actúa con independencia de la naturaleza al darse leyes a sí misma y en tanto que actúe de forma autónoma y no heterónoma será el depositario último e inalienable de la dignidad. Si existe un punto álgido en la carrera metafísica del concepto de “persona” quizás sea este el “personalismo” de Mounier: la persona será algo más que la sustancia individual e indisoluble caracterizada por la racionalidad; la persona se hará sólo a sí misma en el encuentro amoroso con el otro, es decir, lo será sólo y en tanto sea capaz de transcender su propia individualidad .

En toda esa historia metafísica del concepto, sin embargo, se subrayan dos características asociadas al término “persona”:

1) la independencia, el carácter individual e intransferible de aquello que a cada uno nos hace ser ‘persona’. Aquí el término persona se aproxima al de “sustancia”. En la medida en que cada uno de nosotros posee ese carácter, todos somos ‘personas’ iguales o por igual.
2) la incomunicabilidad, la irreductibilidad (aquello que se esconde tras la máscara). En la medida en que no puede hacerse del todo inteligible y mostrarse más allá de la representación, cada uno de nosotros y solo éste es aquella ‘persona’. Es decir, todos somos ‘personas’ diferentes.

Es decir, en el concepto de “persona” se reúnen principalmente dos elementos: uno de individuación, otro de universalidad o generalidad. O dicho de otro modo: uno de exterioridad, del hacerse patente y uno de intimidad, del más allá de cualquier aparecerse fenoménico. Si retomamos el significado antiguo, Prósopon quizás esto se haga más claro. En la caracterización de la máscara existen rasgos que hacen reconocibles al personaje representado en aquello perceptible, en la fachada, en el rostro. De otro modo, aquello individual no puede hacerse inteligible al espectador, al otro. Es decir, aquello que se esconde tras la faz y que me individua no puede hacerse patente sin el hecho mismo del mostrarse, sin la mediación. Dicho de otro modo, reconocemos al personaje a partir de su apariencia fenoménica, a partir del papel que juega en el conjunto del entramado de manera que tomamos parte de aquello que subyace constante en espacio y tiempo tras la apariencia. Sin esa comunicación mediada y parcial no existe reconocimiento por parte del otro y, en alguna medida, no se es.

IV - El Personaje

Desde que el ser humano es concebido como persona desarrolla roles y funciones que generan hacia los demás y hacia sí mismo, una imagen. Una persona puede usar diferentes máscaras en diferentes contextos. Una máscara para el trabajo, otra para el trato con familiares, otra en el contexto de un grupo de amigos.
Así ese hombre o mujer será un profesional, un artesano, un político, ella será madre o líder en su lugar de trabajo. Somos lo que queremos ser y también somos un producto de lo que desean nuestros padres y la sociedad y vamos formando una imagen que se instala en la sociedad en que vivimos hasta que esa imagen es la que nos identifica frente a los demás y frente a nosotros mismos; es el rol social, la cubierta que mostramos. La vestimenta y la conducta se determinan en función de ese rol, nos reconocerán por eso y nos aceptarán o no, pero será nuestra identidad; habrá en nuestra familia y amigos una conducta esperada de marido bueno, de político, de mujer seductora, de santo de alguna religión y estaremos atados a ese rol como en un corsé, y esa imagen seremos. La imagen que mostramos y con la cual funcionamos en familia y en sociedad la llamaremos personaje y diferenciaremos de la persona, en tanto que ésta es la esencia de nuestro ser, lo que en realidad somos en nuestra intimidad, la cara oculta de nosotros mismos, el sí mismo que nos constituye, pero que no necesariamente forma parte del personaje o los personajes sociales que representamos.

El rol del personaje puede ser provechoso o nocivo para la persona. Puede permitir obtener beneficios materiales que pueden ser canalizados luego para llevar una vida privada más satisfactoria. Pero también puede acontecer que la persona se fusione demasiado con el personaje. En ese caso, el ego puede verse llevado a identificarse exclusivamente con el personaje, y otras facetas de la personalidad serán dejadas de lado. A la identificación exclusiva del ego con un personaje Jung la denomina “inflación”.

A esto se encuentran expuestos, por ejemplo, los políticos con sus asesores de imagen que los aconsejan y “entrenan” para lucir, decir y hacer lo conveniente para ser aceptados y votados. Los asesores de imagen no son otra cosa que “entrenadores” del arquetipo del personaje. Si “los asesorados”no practican una buena introspección pueden terminar identificados con el personaje

Los casos de “personaje inflado” suelen mostrar personas con cierto éxito social que en algún momento comienzan a tener sensación de sin sentido en su vida. En el análisis suelen percatarse de cierta hipocresía en sus relaciones e intereses sumada a una intensa sensación de incomodidad.

Cada ser humano entonces tiene una persona y un personaje... El personaje es la máscara, la careta o fachada que exhibimos públicamente, el rol social, lo que los demás ven de nosotros, una interpretación con el propósito de exteriorizar una imagen favorable. El objetivo del personaje es la aceptación social. El personaje constituye el soporte de la vida social.
Sin embargo la persona es lo que está detrás, nuestro espíritu, lo eternamente vivo, la esencia de nosotros mismos: La verdad oculta.

Podemos vivir de dos formas: una al servicio del personaje, del rol social, del yo ideal, entonces correremos riesgo de ser esclavos de esa imagen externa, de lo que nos da la apariencia; la casa, el auto, el estatus, el poder, el dinero, las pequeñas miserias mundanas... Detrás de la apariencia superflua y banal o junto con ello estarán la pérdida de los valores y la valoración de lo trascendente. El sujeto esclavo de lo superfluo y atrapado en su personaje ahora convertido en carcasa vacía y desprovista de sentido, andará por el mundo como turista permanente; ya nada le importará sólo lo que refuerce su apariencia desprovista de sentido en un desarrollo sin límites, así, si tiene poder querrá más poder, si tiene dinero querrá más dinero, si tiene fama querrá más fama... La banalidad estará presente en todos los actos de su vida y un día morirá sin haberse completado, será uno más, sólo un personaje sobredimensionado quizá, pero sin haber desarrollado su persona, la parte más valiosa de todo ser, la que nos une a lo trascendente a la naturaleza al universo y a Dios, o como cada cual quiera llamarlo.

Vivir al servicio de la persona es buscar un crecimiento interior a cada instante, viviendo cada momento con toda la alegría posible, haciendo honor al milagro de la vida, ser consciente del nosotros ahora que nos une a lo eterno intemporal, ser consciente del ahora, de cada instante atrapándolo y dejándonos atrapar. Estar vivos y en contacto total, porque cada instante presente y la eternidad son la misma cosa.

Ser consciente de nosotros como personas en cada instante presente nos mantiene siempre junto a lo eterno universal, a todos los universos posibles y a este universo al que pertenecemos, a todas las personas y a todas las cosas.

El ser humano que sin desatender su imagen, su personaje o su apariencia se concentra en el desarrollo de su persona, de su yo interior en contacto con lo trascendente, será coherente y auténtico en camino siempre hacia una unidad entre el personaje y la persona; no habrá en él una distancia y un vacío entre su esencia (persona) y su apariencia (el personaje), será único en sí mismo y los habitantes de su tiempo lo valorarán así.

Podemos sacrificar el rol social del personaje, pero jamás el desarrollo de la persona única; forma de darle un sentido a nuestras vidas .



lunes, 12 de abril de 2010

Retrocesos y serpenteos

Ser fuerte no significa hacer brotar músculos y flexión. Significa encontrarse con lo numinoso de uno sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje de una manera propia. Significa ser capaz de aprender, ser capaz de sostener lo que sabemos. Significa sostenerse y vivir.

Retroceder y serpentear es lo que hace un animal que se esconde bajo tierra para escapar y aparecer a la espalda del depredador. Ésta es la maniobra psíquica que lleva a cabo la esposa de Barba Azul para recuperar la soberanía sobre su propia vida.Al descubrir lo que él considera un engaño de su mujer, Barba Azul la agarra por el cabello y la arrastra escaleras abajo. "¡Ahora te toca a ti! ", ruge. El elemento asesino del inconciente surge de golpe y amenaza con destruir a la mujer conciente.
El análisis, la interpretación de los sueños, el conocimiento y la exploración de sí misma se llevan a cabo porque son medios para retroceder y serpear, para desaparecer bajo tierra, salir por detrás de la cuestión y verla desde una perspectiva distinta. Sin la capacidad de ver de verdad, se pierde lo que se aprende acerca del yo-ego y del Yo numinoso.

Lo Numinoso

Término forjado por el teólogo y filósofo alemán Rudolf Otto (1869-1937) en referencia a lo divino o sagrado y que C.G. Jung identifica con lo inconciente, tanto en su incoherencia destructora (el aspecto demoníaco de Dios) como en su proyecto coherente con la realización del Yo (el aspecto lógico de Dios).

En su libro "Lo santo", Otto analiza la experiencia religiosa como el fundamento de todas las religiones. Es a esta experiencia religiosa a la que otorga el nombre de “numinoso”. Otto creó esa voz, derivándola de numen (dios, divinidad, inspiración o majestad divina), para designar con ella la esencia de lo sagrado, excluyendo de ella toda interpretación racional de religiosidad, así como toda alusión a la ética o dogmáticas particulares. Otto insiste en los aspectos no racional y paradójico de la experiencia religiosa en la que se manifiesta lo numinoso.
De acuerdo a este autor, lo numinoso se caracteriza por tres elementos que designa en latín y son:
 Mysterium, Tremendum, Fascinans.

Como Mysterium, atributo mayor de la experiencia religiosa, lo numinoso se nos ofrece como lo inefable. Como tal, el Mysterium es imposible de explicar con palabras, es inexpresable. Es enteramente diferente a cualquier otra experiencia de vida. Es enteramente Lo Otro.
El espacio en el que sólo es posible la manifestación de lo inefable es el silencio. Este es, a su vez, el requisito sine qua non para que se suscite el Tremendum, el temor humano ante la presencia de una fuerza poderosa, inexplicable, tremenda, terrible, formidable, digna de respeto, pero imposible de verbalizar. De aquí el silencio imprescindible ante su presencia. El temor es la reacción ante una realidad completamente otra, diferente, que no se deja atrapar en la palabra porque su sentido supera los límites impuestos por el ordenamiento racional del lenguaje. La única reacción posible al Mysterium que aparece en el silencio, y que es enteramente humana e íntimamente personal, y por tanto única e intransferible, es el Tremendum.
El temor que dimana de lo numinoso se constata en la descripción colérica que de Yavé aparece en el Antiguo Testamento. Es como energía divina que se inflama y se desencadena misteriosamente, según Otto, y que provoca el temor y temblor en los hombres. Inmediatamente, el temor es superado de forma chocante, sorprendente por medio de la misericordia y la gracia. En el Fascinans, entendido como gracia y misericordia deslumbrante y abarcadora, el temor se traduce en veneración o respeto reverencial ante lo inefable que se manifiesta como un "estremecimiento" que está más allá de todo miedo o temor paralizante.

Lo numinoso sería aquello, y Rudolf Otto lo señala como ejemplo propicio, que en la adoración genuina invade poderosamente al homo religiosus. Es la emoción misma de lo divino que suscita en el hombre un arrobamiento y éxtasis que le hace volverse a lo alto con las palabras "santo, santo, santo".

Lo numinoso lleva adherido una percepción de majestas que provoca en el alma la sensación enriquecedora de una energía trascendente. De aquí, concluye el autor de "Lo santo", que en la experiencia numinosa lo inicialmente aprehendido como "plenitud de poder" quede transmutado, en quien gozosamente la sufre, en "plenitud de ser". Pero esta transmutación no depende de ninguna atadura confesional. Tampoco depende sólo del simple deseo humano. Esta transmutación emana del encuentro, pacientemente esperado, entre el homo religiosus y el poder majestuoso de lo sagrado.

“El homo religiosus no es el hombre de Iglesia. Él es el hombre de la escucha y de la espera. Demuestra una capacidad infinita de espera de la manifestación del ser. No tiene otro Dios que el ser, que no sustituye con divinidades de segunda categoría como el coche, el frigorífico, la televisión o el ordenador.”
 Ferrarotti

Bordeando esta interpretación de lo numinoso, se encuentran dos versiones que nos llegan de la mano de la poesía. La versión de María Zambrano y la de Sonia Miranda. En ambos ejemplos la experiencia religiosa se asoma a la esencia misma de lo sagrado desde un escenario típicamente ottosiano, es decir, en una versión que excluye toda interpretación racional. En ambas autoras se patentiza la insistencia de Rudolf Otto en los aspectos no racionales y paradójicos de la experiencia religiosa en la que se manifiesta lo numinoso. 

Para María Zambrano, el espacio idóneo en el que se manifiesta “lo divino”, como ella suele llamar a lo numinoso, es la poesía. Al igual que la experiencia religiosa descrita según Otto, la poesía es una experiencia sublime. Para la autora, el acceso a lo numinoso se alcanza mediante dos vías, a la vez diversas y unificadoras, Poesía y Logos. Mediante el poder de la palabra (Poesía) y el poder de la razón (Logos) se manifiesta una visión místico-poética. La mística, que es originariamente Mysterium, se presenta en el delirio (éxtasis místico), un delirio de persecución que “es el más implacable de todos porque conduce a lo que se puede sentir mas no decir en un lenguaje ordinario”. Sólo en un lenguaje alusivo, como el de la poesía o el de la prosa hecha de intuiciones poéticas, es permitido verter la experiencia mística.
A diferencia de R. Otto, para Zambrano el Mysterium no provoca el silencio sino el delirio, entendido este como visión místico-poética que se expresa en la Razón Poética. Para Zambrano, la razón poética es la única vía a través de la cual se puede encauzar el delirio hacia el amor que, iluminado por la gracia y la misericordia (Razón divina), hace sentir al hombre eso que llamamos Dios. Lo sagrado, o como le gusta decir a Zambrano, “lo divino”, tiene dos manifestaciones: la doble persecución del terror (Tremendum en palabras de R. Otto) que provoca el éxtasis y la gracia liberadora o Fascinans.

Para Sonia Miranda, la vía a través de la cual el humano accede al ámbito numinoso es el amor. Pero no es el amor entendido como experiencia mística. Ese es el caso de Zambrano. Para Sonia Miranda, la vía de acceso a lo sagrado es el amor perpetuado en la entrega física. La experiencia física que se da en la entrega de los cuerpos es el escenario en el que ocurre, “por un instante eterno”, la apertura a un espacio en el que el Yo se define indefiniendo al otro. Es lo que R. Otto y C.G. Jung llamarían el encuentro de los opuestos. Es lo que, desde la perspectiva hegeliana, se considera la integración de la afirmación (tesis=definición del Yo) y la negación de la afirmación (antítesis=indefinición del Otro). Ambos opuestos se integran en una realidad que, envolviéndolas, las supera. La esencialidad del ser queda así integrado “por siempre definido en lo eterno”.
Lo numinoso, en versión ottosiana, lo divino, en versión de Zambrano, desde la perspectiva de Sonia Miranda se vive en un encuentro fortuito de cuerpos que huyen hacia el momento que eterniza: la entrega física. Ambos cuerpos se vinculan eternamente a través de “la necesidad de autodefinición y de definición del otro.
“Tú definido. Yo indefinida bajo el fuego
Que cual lengua serpeante de mi propio infierno
Entra al espacio y a nuestra ausencia de carne y cuerpo,
Me defines… indefiniéndote. ¡Te apresuras!
¡Corre tras la definición común de los cuerpos!’ (Ya estás aquí).
El momento queda, pues perpetuado.
"Eres, pues todo lo que pudiste haber sido, ya es;
Todo lo que habrás de ser, también fue. “(Eres)

La percepción de Majestas como "plenitud de poder" se manifiesta en la entrega física de los cuerpos, provocando en el alma del homo religiosus la sensación enriquecedora de una energía trascendente. Desde el ámbito físico la entrega al otro se experimenta como vivencia de una realidad numinosa trascendente que se aprehende en los cuerpos transmutados por el encuentro. Es esta transmutación el acceso a lo eterno y a la "plenitud de ser". Pero esta transmutación no depende de ninguna atadura confesional. Insistamos en ello, depende del encuentro fortuito de los cuerpos en la entrega física.

A través de las dos visiones, la de Zambrano y la Sonia Miranda, hemos visto cómo la experiencia numinosa descrita por Rudolf Otto se inserta en el humano desde escenarios que, aunque diversos, son semejantes en sus categorías esenciales. Ambas visiones se asientan en suelos poéticos y el uso de la palabra poética obliga a una lectura no-racional de la experiencia numinosa, tal como la considera Otto. Aunque estas descripciones que se realizan desde ámbitos no-racionales escapan a una descripción lógica, al estilo científico positivista, no atentan, de ninguna manera, contra la validez de la experiencia numinosa. Por el contrario, la amplía y enriquece más allá de los límites de la razón.
En el estudio del fenómeno religioso es necesario abrirnos a otras maneras de entender el conocimiento. Un conocimiento de una realidad que no es física, tampoco racional. Pero que no por eso deja de ser real. Es, sencillamente, realidad numinosa. Sólo romperemos las ataduras de la funesta manía de pensar en clave racional cuando nos abramos a la posibilidad de aceptar otros planos de referencia diferentes. Y esto se conseguirá, en palabras de Mircea Eliade:
“[…] sólo cuando el erudito haya traspasado la fase de pura erudición, en otras palabras, cuando, tras haber recogido, descrito y clasificado sus documentos, haya hecho también un esfuerzo para entenderlos en su propio plano de referencia”
Y este plano de referencia que nos ocupa no es otro que el de la realidad numinosa.

Otra semejanza categorial entre ambas autoras estudiadas es lo paradójico e inefable como acceso a lo numinoso. La locura, que desde una perspectiva psicosomática, se entiende como escisión del ser, en Zambrano conduce a la plenitud de ser. En Sonia Miranda, lo paradójico se nos muestra en la entrega física en un momento fugaz que vincula al humano con lo eterno numinoso. Es paradójico también esa definición del Yo que exige la indefinición de lo Otro como fundamento que posibilita la manifestación de lo numinoso. En ambas concepciones, la de Zambrano y la de Miranda, lo sagrado se experimenta como un majestuoso poder de transformación que lleva atado lo paradójico en el momento de su manifestación.
Por último, en ambas concepciones, el uso de la palabra en clave poética es la condición sine qua non para expresar la experiencia numinosa. Esto es así porque el lenguaje poético es simbólico por naturaleza. Como tal, siempre que manifiesta, oculta. Y aquello que oculta en la manifestación es un ámbito de profunda trascendencia para el humano, es lo numinoso. Como afirma Sonia Miranda, en un poema titulado "Quisiera descubrir la palabra exacta", el lenguaje poético ofrece la única posibilidad de encontrar la “palabra exacta” que, “encadenada a un tejido de llamas”, manifiesta “el principio lingüístico de su sustancia” (¿lo numinoso?).
Fuentes:

En Barba Azul la psique intenta evitar que la maten. Ha dejado de ser ingenua y utiliza la astucia; pide que le concedan un poco de tiempo para prepararse, en otras palabras, pide tiempo para armarse de valor con vistas a la batalla final. En la realidad exterior, vemos que hay mujeres que también planean sus fugas, ya sea de una antigua conducta destructiva o bien de un amante o un trabajo. Quieren ganar tiempo, esperan el momento oportuno, planean su estrategia y echan mano de su poder interior antes de llevar a cabo un cambio exterior. A veces esta inmensa amenaza del depredador basta para que una mujer deje de ser una infeliz acomodaticia y adquiera la recelosa mirada de los que están en guardia.
Por una curiosa ironía ambos aspectos de la psique, el depredador y el potencial juvenil, llegan a su punto de ebullición. Cuando una mujer comprende que ha sido una presa tanto en el mundo exterior como en el interior, casi no lo puede resistir. Es algo que golpea de lleno la raíz de quién es ella y entonces decide, y hace muy bien, matar la fuerza depredadora.
Entretanto, su complejo depredador está furioso porque ella ha abierto la puerta prohibida y empieza a efectuar rondas de inspección en un intento de cortarle todas las posibilidades de huida. La fuerza destructora se convierte en asesina y afirma que la mujer ha profanado lo más sagrado y ahora tiene que morir.
Cuando unos aspectos contrarios de la psique de una mujer llegan al punto de inflamación, cabe la posibilidad de que ésta se encuentre increíblemente cansada, pues su libido se siente arrastrada en dos direcciones contrarias. Sin embargo, aunque una mujer esté muerta de cansancio por culpa de sus lamentables luchas, cualesquiera que éstas sean, y por muy grande que sea su hambre de alma, tiene que planear la fuga y esforzarse por seguir adelante. Este momento crítico es algo así como pasarse un día y una noche seguidos a temperaturas bajo cero. Para poder sobrevivir no tenemos que rendirnos al cansancio. Quedarnos dormidas ahora equivaldría a una muerte segura.
Ésta es la iniciación más profunda, la iniciación de una mujer en la utilización de los sentidos instintivos que ella tiene para identificar y desterrar al depredador. Es el momento en que la mujer cautiva pasa de la situación de víctima a una situación en la que se intensifica su perspicacia, sus ojos miran con expresión más taimada y se afina su oído. Es el momento en el que, gracias a un esfuerzo casi sobrehumano, consigue que la extenuada psique lleve a cabo su tarea final. Las preguntas clave la siguen ayudando, pues la llave sigue derramando la sangre de la sabiduría mientras el depredador trata de impedir que adquiera conciencia de lo que ocurre. Su insensato mensaje es: "Si adquieres conciencia, morirás." La respuesta de la mujer consiste en inducirle a creer que ella es su voluntaria víctima mientras planea su muerte.
Dicen que, entre los animales, el depredador y su presa trenzan una misteriosa danza psíquica. Dicen que, cuando la presa establece con el depredador cierto tipo de servil contacto visual y experimenta un temblor que produce una leve ondulación de la piel sobre los músculos, reconoce su propia debilidad y accede a convertirse en su víctima.

Hay veces en que hay que temblar y correr, y hay otras en que no es necesario hacerlo. En este momento crítico, una mujer no tiene que temblar y no tiene que humillarse. La petición de tiempo que hace la joven esposa de Barba Azul para prepararse no es una muestra de sumisión al depredador. Es su astuta manera de hacer acopio de energía y transmitirla a los músculos. Como ciertas criaturas del bosque, la esposa se está preparando para lanzar un ataque concentrado contra el depredador. Se esconde bajo tierra para huir del depredador y después emerge inesperadamente a su espalda.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"





miércoles, 31 de marzo de 2010

El rastro de la sangre

Nuestro trabajo con la sombra consiste en desenmascararla, concientizarla y reconocerla como propia, saber que todos contenemos dos polaridades que nos enfrentan con la vida, integrar esas polaridades y reconocer ese Opuesto Invisible, es la tarea para luego poder recorrer el largo camino de la Individuación.

En el cuento de Barba Azul, las hermanas cierran de golpe la puerta de la cámara de las matanzas. La joven esposa contempla la sangre que mana de la llave y emite un gemido. "¡Tengo que limpiar esta sangre para que él no se entere!"
Ahora el yo ingenuo sabe que una fuerza asesina anda suelta en el interior de la psique. Y la sangre de la llave es la sangre de las mujeres. Si sólo fuera una sangre causada por el sacrificio de las propias fantasías frívolas, sólo habría una gota de sangre en la llave. Pero la cosa es mucho más grave, pues la sangre representa una disminución de los más hondos y más espirituales aspectos de la propia vida creativa.

En semejante estado la mujer pierde la energía necesaria para crear, tanto si se trata de soluciones a cuestiones de su vida, de los estudios, la familia o las amistades, como si se trata de asuntos relacionados con el mundo en general o con el espíritu, su desarrollo personal o sus aptitudes. No es una simple dilación, pues la situación se prolonga a lo largo de varias semanas o varios meses seguidos. La mujer se muestra apagada y, aunque a veces esté llena de ideas, padece una fuerte anemia y cada vez le cuesta más ponerlas en práctica.

La sangre de este cuento no es la sangre menstrual sino la sangre arterial del alma. Y no sólo mancha la llave sino que mancha toda la persona. El vestido que lleva y todos los vestidos del armarlo están manchados de sangre. En la psicología arquetípica, el vestido puede representar la presencia exterior. La persona es la máscara que un individuo muestra al mundo. Con los debidos rellenos y disfraces psíquicos, tanto los hombres como las mujeres pueden ofrecer una persona casi perfecta, una fachada casi perfecta.
Nuestro trabajo con la sombra consiste en desenmascararla, concientizarla y reconocerla como propia, saber que todos contenemos dos polaridades que nos enfrentan con la vida, integrar esas polaridades y reconocer ese Opuesto Invisible, es la tarea para luego poder recorrer el largo camino de la Individuación.

En el cuento de Barba Azul, las hermanas cierran de golpe la puerta de la cámara de las matanzas. La joven esposa contempla la sangre que mana de la llave y emite un gemido. "¡Tengo que limpiar esta sangre para que él no se entere!"
Ahora el yo ingenuo sabe que una fuerza asesina anda suelta en el interior de la psique. Y la sangre de la llave es la sangre de las mujeres. Si sólo fuera una sangre causada por el sacrificio de las propias fantasías frívolas, sólo habría una gota de sangre en la llave. Pero la cosa es mucho más grave, pues la sangre representa una disminución de los más hondos y más espirituales aspectos de la propia vida creativa.
En semejante estado la mujer pierde la energía necesaria para crear, tanto si se trata de soluciones a cuestiones de su vida, de los estudios, la familia o las amistades, como si se trata de asuntos relacionados con el mundo en general o con el espíritu, su desarrollo personal o sus aptitudes. No es una simple dilación, pues la situación se prolonga a lo largo de varias semanas o varios meses seguidos. La mujer se muestra apagada y, aunque a veces esté llena de ideas, padece una fuerte anemia y cada vez le cuesta más ponerlas en práctica.
La sangre de este cuento no es la sangre menstrual sino la sangre arterial del alma. Y no sólo mancha la llave sino que mancha toda la persona.
En la época romana antigua, la persona, palabra derivada del etrusco, era la máscara que se ponían los actores para interpretar las obras. Cubría toda la cabeza y cambiaba según los distintos personajes que se tenían que representar. (N. de la T.)

El vestido que lleva y todos los vestidos del armarlo están manchados de sangre. En la psicología arquetípica, el vestido puede representar la presencia exterior. La persona es la máscara que un individuo muestra al mundo. Con los debidos rellenos y disfraces psíquicos, tanto los hombres como las mujeres pueden ofrecer una persona casi perfecta, una fachada casi perfecta.
Cuando la llave que llora -la pregunta que solloza- mancha nuestras personas, ya no podemos ocultar por más tiempo nuestras congojas. Podemos decir lo que queramos y mostrar la más sonriente de las fachadas, pero, una vez contemplada la horrenda verdad de la cámara de las matanzas, ya no podemos fingir que ésta no existe. El hecho de contemplar la verdad provoca una intensificación de la hemorragia de energía. Es algo muy doloroso que corta las arterias. Tenemos que intentar corregir inmediatamente esta terrible situación.
En este cuento vemos que la llave es también un recipiente que sirve para recibir la sangre que es el recuerdo de lo que la mujer ha visto y ahora ya sabe. Para las mujeres, la llave simboliza siempre la entrada en un misterio o un conocimiento. En otros cuentos de hadas la llave simbólica se representa a menudo con expresiones tales como "Ábrete, Sésamo", las palabras que Alí Babá le grita a una escarpada montaña, dando lugar a que ésta retumbe como un trueno y se abra para que él pueda entrar. De una manera más picaresca, en los estudios Disney el hada madrina de Cenicienta canturrea alegremente, las calabazas se convierten en carrozas y los ratones en cocheros.

En los Misterios Eleusinos, la llave estaba escondida sobre la lengua, lo cual significaba que el meollo de una cuestión, la clave o los vestigios se encontraban en unas determinadas palabras o unas preguntas clave. Y las palabras que más necesitan las mujeres en situaciones similares a la descrita en Barba Azul son:


¿Qué hay detrás?
¿Qué no es lo que parece?
¿Qué sé en lo más hondo de mis ovarios y no quiero saber?
¿Qué parte de mí ha sido asesinada o yace moribunda?
Todas y cada una de estas palabras son claves. Si una mujer ha llevado una vida medio muerta, es muy probable que las respuestas a estas cuatro preguntas estén manchadas de sangre. El aspecto asesino de la psique, parte de cuya tarea consiste en cuidar de que no se produzca ningún conocimiento consciente, seguirá dejando sentir sus efectos de vez en cuando y arrancará o envenenará cualquier brote que aparezca. Es su naturaleza. Es su misión.

Por consiguiente, desde un punto de vista positivo, sólo la persistencia de la sangre en la llave induce a la psique a aferrarse a lo que ha visto, pues hay una censura natural de todos los acontecimientos negativos o dolorosos que ocurren en nuestras vidas. El ego censor desea con toda seguridad olvidar que ha visto la habitación y los cadáveres que en ella había. Por eso la esposa de Barba Azul trata de frotar la llave con crin de caballo. Echa mano de todo lo que puede, de todos los remedios de la medicina popular femenina para curar las laceraciones y las heridas profundas: las telarañas, la ceniza y el fuego, todos ellos asociados con la vida y la muerte que tejen las Parcas. Pero no sólo no consigue cauterizar la llave sino que tampoco puede poner término a la situación fingiendo que no existe. No puede impedir que la llavecita llore sangre. Paradójicamente, mientras su antigua vida se muere y ni siquiera los mejores remedios consiguen disimularlo, la mujer despierta ante su propia hemorragia y, gracias a ello, empieza a vivir.
La mujer antaño ingenua tiene que afrontar lo ocurrido. La muerte a manos de Barba Azul de todas sus "fisgonas" esposas es la muerte del femenino creador, del potencial capaz de desarrollar toda suerte de vidas nuevas e interesantes. El depredador se muestra especialmente agresivo cuando tiende emboscadas a la naturaleza salvaje de la mujer. En el mejor de los casos trata de menospreciar y, en el peor, de cortar la conexión de la mujer con sus propias percepciones, inspiraciones, investigaciones y demás.
...


Una mujer cuya alma se muere de hambre puede sufrir hasta el extremo de no poderlo resistir. Puesto que tienen la necesidad sentimental de expresarse a su propia manera sentimental, las mujeres tienen que desarrollarse y florecer de una forma que a ellas les resulte sensata y sin molestas interferencias ajenas. En este sentido, la llave ensangrentada podría interpretarse también como la representación del linaje femenino de la mujer, de las ascendientes que la han precedido. ¿Quién de nosotras no conoce por lo menos a una familiar suya que perdió el instinto de tomar buenas decisiones y, debido a ello, se vio obligada a vivir una vida marginal o algo peor? Puede que esta mujer sea usted misma.
Una de las cuestiones menos debatidas de la individuación es la de que, cuando una mujer arroja toda la luz que puede sobre la oscuridad de la psique, las sombras, allí donde no alcanza la luz, se intensifican todavía más. Por consiguiente, cuando iluminamos una parte de la psique, se produce una intensificación de la oscuridad con la que necesariamente tenemos que enfrentarnos, pues no podemos pasarla por alto. La llave, es decir, las preguntas, no se pueden ocultar ni olvidar. Se tienen que formular. Se tienen que responder.
La tarea más profunda suele ser la más oscura. Una mujer valiente y juiciosa procurará cultivar la peor tierra de su psique, pues, si sólo cultiva la mejor, obtendrá a cambio el peor panorama de lo que ella es. La mujer valiente no teme investigar lo peor. Ello garantizará un incremento del poder de su alma a través de las percepciones y oportunidades de examinar de nuevo la propia vida y el propio yo.


Los Opuestos Invisibles (Luz y Sombra, Individual y Colectiva)

El principio polar en el pensamiento chino
Precisar cuando surge concretamente la idea de polaridad es sumamente complicado, pero debemos partir necesariamente de conceptos que nos llegan, por lo menos por antigüedad, desde oriente o más certeramente, China. China ha sido la cuna de las ideas filosófico-religiosas acerca del Tao. El Tao según traduce Richard Wilhelm, significa tanto camino como sentido, un sentido antes de toda realización y un camino correcto. Del Tao surgen dos principios fundamentales de la realidad, lo luminoso polar o Yang, y lo oscuro o sombrío o Ying, de éstos surgen, luego, los demás opuestos polares. El cuerpo es vivificado con la coparticipación de dos estructuras anímicas: Hun (animus) que pertenece al principio Yang, y Po (anima), que pertenece al principio Ying. El anima, en la idea china, está ligada a los procesos corporales, en cambio el animus se relaciona con el alma superior. Este último mora en los ojos, mientras que el anima en el bajo vientre. Dado que el animus deriva del principio Yang, se lo considera alma - yang luminosa, mientras que el anima representa el alma-ying oscura. Por último mencionamos que en el pensamiento chino Li es el sol y Kan es la luna, las bodas de Kan y Li son el secreto proceso mágico que engendra al niño, el nuevo Hombre, el ser integrado.

La teoría de los opuestos en la obra de Carl G. Jung
La obra de Carl G. Jung se encuentra atravesada permanentemente por la idea china del Ying y el Yang, desde los principios energéticos hasta los tipos de personalidad, desde la oposición consciente-inconsciente, hasta la compensación propia del sueño; y sobre todo si tomamos todo el desarrollo de los trabajos alquímicos. Pero es esencial, desde mi punto de vista, el hincapié que hace sobre el tema de la sombra, o más precisamente de la oposición persona-sombra. Carl G. Jung nos sugirió sabiamente que uno de los primeros pasos que se deben dar al iniciar un análisis es el enfrentamiento con la sombra.

La sombra no forma parte de la imagen consciente que tenemos de nosotros mismos, se oculta en los umbrales de lo inconsciente y actúa en forma indirecta, por eso debemos aprender a verla cuando aparece e iniciar con ella un contacto más fluido que nos permita conocernos a nosotros mismos. También, en el marco social, la sombra se filtra en la discriminación, la marginación y la violencia colectiva. Por ejemplo, si tomamos la situación de los países latinoamericanos y africanos respecto del mundo anglosajón, observamos que prevalece la desnutrición, el analfabetismo y la violencia, quizás porque no son otra cosa que la sombra de los ex colonizadores, que dejaron las máscaras en sus lugares de origen y explotaron la sombra en los países colonizados. El mundo compensa pero en un solo sentido, si cada país atravesara su propia sombra y la integrara, no necesitaría depositar la basura fuera de su hogar.

El diálogo entre opuestos
En los comienzos de un análisis, podemos determinar qué tipo de personalidad presenta el paciente (introvertido o extravertido) a través de nuestra observación y su relato, podemos también conocer su persona o máscara, y, si oponemos a ésta la polaridad, podemos acceder a la sombra. Pero para el paciente esto no es tarea fácil, él tiene que darse cuenta de quién es, y es él quien debe aceptar esa parte que no reconoce y vive como ajena a su vida. Ante una situación de conflicto, suelen aparecer dos posiciones encontradas, dos fuerzas de signo contrario, dos personajes arquetípicos que luchan con ánimo de prevalecer sólo uno de ellos. Son contrarios que se atrincheran en su posición y no quieren resignar ni un centímetro, uno se encuentra en un polo y el segundo en otro. Sin embargo, tanto uno como el otro tienen cosas que decirse, proponemos al paciente que sostenga un diálogo fantaseado y así estos dos aspectos pueden mostrar lo que piensan, sienten y creen, y así, confrontar. Pueden discutir, pelear, llorar o reír juntos, hasta que logren entenderse y finalmente integrarse.

Jung en su libro "Misterium Conjuntionis", refirió justamente sobre el tema de la integración de los opuestos simbolizado esencialmente en la imagen del casamiento alquímico, y en los atributos alquímicos del sol y la luna (Li y Kan en el pensamiento chino), como opuestos masculino y femenino.

"Todo es doble; todo tiene dos polos; todo su par de opuestos: los similares y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades; pueden reconciliarse todas las paradojas."
La sombra funciona también como un opuesto invisible, un contrario que, aunque funciona todo el tiempo, no se ve. Pero sí observamos sus efectos en nuestras conductas: se agazapa en el malhumor, en un comentario a destiempo o escondida en alguna adicción, y se hace presente cuando menos la esperamos; se vive como un otro yo, ajeno a uno mismo.
"Si quieres que algo se junte, debes dejar que primero se separe, si quieres que algo disminuya, debes dejar que primero aumente".
En el transcurso de un análisis la sombra se manifiesta continuamente a través de diversos mecanismos: la proyección, la negación, la represión y la somatización, en su aspecto negativo, y en la identificación en su aspecto positivo. Cada vez que la sombra aparece nos abre una puerta, así nos dice Jung:

"El encuentro con uno mismo, al principio, es el encuentro con la propia sombra. La sombra es un pasaje, una puerta estrecha y no hay forma de bajar al pozo profundo sin sufrir el dolor del angostamiento que implica cruzarla. Pero hay que aprender a conocerse a uno mismo para saber quién se es. Porque, por sorpresa, lo que se encuentra detrás de la puerta es una vasta extensión de incertidumbres sin precedentes, sin derecho ni revés, sin parte superior ni inferior, sin ubicación ni pertenencia, ni bien ni mal. Es el mundo del agua…, donde soy indivisiblemente esto y aquello al mismo tiempo, donde experimento al otro dentro de mí mismo y el otro fuera de mí me experimenta a mí."

Nuestro trabajo con la sombra consiste en desenmascararla, concientizarla y reconocerla como propia, saber que todos contenemos dos polaridades que nos enfrentan con la vida, integrar esas polaridades y reconocer ese Opuesto Invisible, es la tarea para luego poder recorrer el largo camino de la Individuación.

Fuentes:

 


En esta clase de explotación agraria de su psique resplandece la Mujer Salvaje. No teme la oscuridad más oscura, pues de hecho puede ver en la oscuridad. No teme los despojos, los desechos, la putrefacción, el hedor, la sangre, los huesos fríos, las muchachas moribundas ni los esposos asesinos. Puede verlo todo, puede resistirlo todo y puede ayudar. Y eso es lo que está aprendiendo la hermana menor del cuento de Barba Azul. Los esqueletos de la cámara representan, bajo la luz más positiva, la fuerza indestructible de lo femenino, Arquetípicamente, los huesos representan aquello que jamás se puede destruir. Los cuentos que giran en torno a los huesos se refieren esencialmente a algo de la psique que no se puede destruir. La única posesión que cuesta más destruir es nuestra alma.
Cuando hablamos de la esencia femenina, hablamos en realidad del alma femenina. Cuando hablamos de los cuerpos esparcidos por el sótano, estamos diciendo que algo le ocurrió a la fuerza del alma, pese a lo cual, aunque a la mujer le hayan arrebatado la vitalidad exterior y aunque le hayan arrancado esencialmente la vida, ésta no ha sido destruida por entero. Puede resucitar.
Y resucita por medio de la joven y de sus hermanas que, al final, pueden romper las viejas pautas de la ignorancia gracias a su capacidad de contemplar el horror y no apartar la mirada. Son capaces de ver y de resistir lo que ven.
Y aquí nos encontramos de nuevo en el espacio de La Loba, en la arquetípica cueva de los huesos femeninos. Aquí tenemos los restos de lo que antaño fuera la mujer completa. Sin embargo, a diferencia de los cíclicos aspectos de la vida y la muerte del arquetipo de la Mujer Salvaje que acoge la vida que está a punto de morir, la incuba y la arroja de nuevo al mundo, Barba Azul sólo mata y despedaza a la mujer cuando ésta no es más que unos huesos. Le arrebata toda la belleza, todo el amor y todo su yo y, por consiguiente, toda la capacidad de actuar en su propio nombre. Para poner remedio a esta situación, las mujeres tenemos que contemplar la cosa asesina que se ha apoderado de nosotras, ver el resultado de su horrible trabajo, ser concientes de él, conservarlo en nuestra conciencia y actuar en nuestro propio nombre y no en el suyo.
Los símbolos del sótano, la mazmorra y la cueva están todos relacionados entre sí. Son los antiguos ambientes de la iniciación; lugares a los que se dirige o por los que pasa o desciende una mujer hasta llegar a las asesinadas, rompiendo los tabúes para descubrir la verdad y, por medio del ingenio y/o de los tormentos, alcanzar el triunfo, desterrando, transformando o exterminando al asesino de la psique. El cuento de Barba Azul nos muestra la tarea que tenemos que llevar a cabo y nos da instrucciones muy claras: localizar los cuerpos, seguir los instintos, contemplar lo que se tenga que contemplar, echar mano del músculo psíquico y acabar con la fuerza destructora.
Si una mujer no contempla las cuestiones de su propia muerte y su propio asesinato, seguirá obedeciendo los dictados del depredador. En cuanto abre la puerta de la psique y ve hasta qué extremo está muerta y asesinada, comprende de qué manera las distintas partes de su naturaleza femenina y de su psique instintiva han sido asesinadas y han sufrido una lenta muerte detrás de una espléndida fachada. Y, en cuanto comprende lo atrapada que está y el peligro que corre su vida psíquica, está en condiciones de imponerse con más fuerza
...

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"




lunes, 29 de marzo de 2010

¿Qué es Recapitular?

En principio hay que precisar que la recapitulación es un acto natural. Todos los seres humanos lo realizan antes de morir. De hecho, es el último acto que los seres vivientes realizan, justo antes de la desintegración de la individualidad que es la muerte.
Recapitulación no es recordar, es más precisamente revivir. Es la recuperación corporal de toda experiencia pasada.
Es nuestra capacidad de asociar y recordar lo que nos da un sentido de identidad individual y continuidad. Somos porque recordamos. Es natural que en el momento previo a dejar de ser, recordemos todo aquello que nos permitió ubicarnos como nosotros mismos, a lo largo de toda nuestra vida. Ese repaso vivencial es la recapitulación.

Una vez que el cuerpo ha completado su recapitulación final, se produce un estallido de conciencia total que dura únicamente el instante previo a la muerte definitiva. Por sólo un instante, merced a la recapitulación y en el momento de morir, somos conciencia pura.
Los efectos de la recapitulación son demasiado contundentes como para dejarlos de lado. Antes de mencionar sus efectos me interesa dejar claro que recapitular no es recordar. De hecho la recapitulación es el no hacer de la memoria. Y es que mientras los recuerdos son cosa mental, de pensamientos, la recapitulación es una memoria sensible que tiene más que ver con los sentimientos. Cuando recordamos, es nuestro ego el que recuerda por medio del diálogo interno, al que añadimos imágenes.
En la recapitulación en cambio, es el cuerpo el que recuerda y lo hace sintiendo, liberando los sentimientos que tiene almacenados.
La mayor parte de la gente tiene un gran apego a su pasado, y esto es muy natural si se toma en cuenta que el pasado es el soporte básico con que el ego se justifica a sí mismo. El pasado determina lo que somos y por él nos sentimos justificados a seguir comportándonos como lo hacemos normalmente, aunque sepamos que no nos hace bien. Pasamos gran parte de nuestro tiempo recordando el pasado. Sólo que no nos percatamos de que cuando recordamos lo que nos pasó, en realidad no estamos recordando esto, sino el discurso que elaboramos respecto de lo que nos pasó. No recordamos hechos, sino interpretaciones.

La recapitulación es un fenómeno corporal que tiene lugar en la totalidad de nuestro ser que recuerda, reviviendo sensiblemente los sentimientos implicados en los eventos que se recapitulan. La información que surge de ella, generalmente no concuerda con la información que nuestra memoria ordinaria (la mental) nos aporta de nuestra propia existencia.

Tal vez uno pueda pensar: ¿por qué ocuparse del pasado cuando lo que realmente nos compete es el presente? ¿no se nos ha insistido en vivir el aquí y ahora? Estas preguntas nos ponen de cara a un aspecto muy importante de la recapitulación; ella no se ocupa de un pasado que ocurrió y se fué, sino que sigue vigente en el momento actual, es un proceso que se encuentra registrado en nuestra persona presente y que de hecho está determinando todo cuanto somos y hacemos, nuestra manera de pensar, las cosas que se nos facilitan y las que nos son imposibles, las que deseamos y las que ni siquiera imaginamos, nuestros puntos fuertes y debilidades, la gente que nos atrae y la que evitamos, nuestro modo de vestir, nuestro modo de amar y experimentar afectos, en fin, todas esas características que quedan comprendidas en "lo que yo soy" y "la forma en que vivo".
Por todo lo anterior, recapitular no es ocuparse de algo que ya se fué, sino de algo que está operando de una manera contundente y comúnmente inevitable en cada instante de nuestra vida presente. Aquí y ahora cada persona está atada a otras personas, a un sin número de lugares, objetos y situaciones que no se ven a simple vista. Todas esas ataduras, son en realidad filamentos de la propia luminosidad que dejamos enganchados a lo largo de nuestra vida. Por eso, cuando queremos movernos, cambiar, intentar o emprender algo realmente nuevo, no podemos. Arrastramos con nosotros todos esos filamentos enganchados como un enorme peso que nos mantiene fijos en nuestras viejas rutinas, nuestro viejo modo de vivir. Cambian las personas con las que interactuamos, pero los acontecimientos se repiten.

De lo anterior se desprende que la recapitulación es también una puerta de liberación. Si soy capaz de conocer directamente, sin interpretaciones, de qué manera se formó mi ego, a qué cosas renuncié, que promesas del pasado arrastro secretamente, cómo es que llegue a creer que soy lo que creo que soy, si soy capaz de percatarme que mi ego es realmente la descripción que elabore en etapas pasadas de mi vida y que por tanto no es tan real ni tan definitivo como siempre creí, entonces, eso significa que soy capaz de cambiar y que no estoy condenado por esa burda historia a la que llamo mi pasado.
Técnicamente esto significa que si conozco cuáles son las rutinas estructurales de mi vida, tengo entonces la información necesaria para establecer los “no-haceres” más apropiados para desestructurarlas, para eliminar mi historia personal. Puedo entonces elegir cómo ser y cómo vivir. Puedo elegir en qué clase de mundo vivir. Puedo abandonar la repetición y el aburrimiento para elegir en su lugar la magia, el asombro y la alegría.

La realidad es que todos los seres humanos tenemos nuestros propios cuasi recuerdos del otro yo, que no se refieren obviamente a experiencias en estado de conciencia acrecentada, sino que se refieren a experiencias que fueron tan definitivas en nuestra vida, que el único alivio a lo que allí confrontamos fue olvidarlas por completo. Lo que sucede es que cuando el ego se topa con algo que no encaja con su propia descripción del mundo o de sí mismo, el hecho le resulta tan traumático que sencillamente lo descarta por completo o lo sustituye por alguna explicación o discurso. Ese olvido es posible porque lo que allí ocurrió no quedó registrado en la memoria ordinaria sino en la memoria paralela del otro yo, cuyo reporte de nuestra existencia resulta bien distinto del reporte de nuestro ego. En alguna parte de nuestro cuerpo como campo de energía se esconden nuestros cuasi recuerdos del otro yo. En ellos encontramos los mecanismos vigentes que nos cierran el paso hacia muchas de las experiencias que anhelamos, pero que parecen fuera de nuestro alcance. Encontramos por ejemplo las promesas.

A lo largo de nuestra vida, y en particular en momentos cruciales, efectuamos promesas que luego olvidamos en nuestra memoria ordinaria, pero que siguen teniendo un gran peso en nuestra vida.
En concordancia con la ley universal de generación, un pensamiento emitido y asociado con una emoción de intensidad, genera forma. Cargamos con estas promesas durante toda nuestra vida y perdemos así la libertad. Descubrir estas promesas escondidas en alguna parte de nuestro ser, conocerlas, es también la oportunidad de decidir si tales promesas tienen vigencia todavía o las hemos honrado lo suficiente y podemos por tanto renunciar a ellas.
La recapitulación es el medio conveniente para recuperar la conciencia de las promesas de nuestras vidas, es la oportunidad de saber verdaderamente quiénes somos.

Finalmente quiero hablar de la energía y su incremento, el más importante efecto de la recapitulación.
A lo largo de nuestra vida, en las múltiples interacciones que tenemos con otros seres humanos, experimentamos momentos dolorosos en que perdemos porciones completas de nuestra luminosidad. Particularmente en las situaciones en que se produce un fuerte intercambio emocional, experimentamos gran pérdida de energía, partes completas de nosotros mismos se quedan en el camino. Después de tales sucesos ya nunca volvemos a sentirnos completos, sentimos secretamente que nos falta algo, aunque seamos incapaces de comprender qué. En tales situaciones, al huevo luminoso o aura que nos rodea se le forman agujeros que seguirán a lo largo de toda nuestra vida, puntos por donde seguiremos drenando nuestra energía y así perdemos equilibrio y poder, lo que se expresa en la vida de la gente común en la tendencia repetitiva de continuar ejecutando actitudes desgastantes que se iniciaron a partir de la vivencia dolorosa de un fuerte intercambio emocional.
Uno de los ejemplos más comunes de lo anterior es la separación de los amantes. El que es abandonado siente que pierde una parte de sí mismo. Lo llega a sentir como un dolor físico, como un hueco que le queda a la altura del vientre. Esto no es una alegoría, sino que de hecho, el amor posesivo de nuestras sociedades occidentales, produce tal enganchamiento de filamentos luminosos que, al producirse la separación, necesariamente alguien sale mutilado y probablemente no se volverá a sentir completo por el resto de su vida. Lo mismo sucede con la pérdida por fallecimiento de un ser cercano o querido.
La recapitulación permite la recuperación de energía perdida a lo largo del camino, es el medio para tapar los agujeros en nuestra luminosidad o campo de energía.
Pero así como dejamos jirones de energía en que nos quedamos atados a momentos, lugares y situaciones del pasado, así también otras personas dejaron parte de su ser en nosotros. Nos dejaron su marca y por su marca pueden usurpar nuestro tiempo y espacio sin importar que estén cerca o lejos, vivas o muertas. Es por esto que en muchas situaciones yo, no soy yo, sino que soy alguien más. Soy mi padre, mi madre, mi maestro de la infancia, mi mejor amigo de antaño, mi antiguo amante o alguien más.
El desprendimiento de esos fragmentos incorporados secretamente a nuestro ser se logra también con la recapitulación.

En esencia, la recapitulación nos permite recuperar la totalidad de nosotros mismos y desprendernos de todas aquellas cargas que arrastrarnos a lo largo de nuestra vida presente e incluso aquellas que se colaron de existencias previas, las que normalmente llamamos karma.
La tarea de la recapitulación funciona en base a la ley de causa y efecto. Según esta ley, toda causa tiene su origen en el nivel del pensamiento, que a su vez genera sentimientos y emociones que sutilmente nos hacen actuar en la vida cotidiana de tal o cual manera. La forma específica y única en que actuamos en nuestra vida es lo que llamamos historia personal, y a este cúmulo de pensamientos, emociones y sentimientos que nos describen, lo llamamos ego.


Fuentes:

Resumen de "Las enseñanzas de Don Carlos" por Vicror Sánchez
Del Blog de Alex "De todo para todo"
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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
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