lunes, 2 de agosto de 2010

La teoría de la Sincronicidad

“Sin salir por la puerta
se puede conocer el mundo.
Sin mirar por la ventana
se puede conocer el camino del cielo.
Cuanto más lejos se va,
tanto menos se aprende.
Por eso el sabio
sabe sin desplazarse.
Entiende sin ver.
Realiza sin hacer.”

La casualidad es, sin duda alguna, una faceta de la ciencia que ha servido de fuente de preocupación a diversos pensadores a lo largo de los siglos. Entre los teóricos se ha discutido ampliamente si los procesos psicológicos se establecen a partir de modelos mecanicistas o teleológicos.
El mecanicismo está asociado al determinismo y las ciencias naturales, es la idea de que las cosas funcionan a través de un proceso de causa-efecto. Una cosa lleva a otra, y esa otra a una siguiente y así sucesivamente, por lo que el pasado determina al presente.
La teleología está relacionada con el libre albedrío, es la idea que defiende que somos guiados por nuestros propósitos, significados, valores y demás.
Entre los freudianos y los conductuales que tienden a ser mecanicistas, y los neofreudianos, humanistas y existencialistas que tienden a la postura teleológica, C.G.Jung  añade una última alternativa ideológica llamada sincronicidad.
Aunque Jung  apuntaba que las leyes naturales según las cuales vivimos están basadas en el principio de la causalidad;  se interno sin miedo en una zona inexplorada, oscura, dudosa y rodeada de prejuicios para señalar que existen hechos que el antiguo principio de causalidad no puede explicar. Para Jung el hecho de llamar coincidencia a un hecho no cerraba automáticamente la puerta a un examen ulterior del mismo. Las coincidencias existen; es un hecho. Y, lo más importante, las coincidencias parecen a menudo tener un significado para quienes las experimentan; es otro hecho. Jung mencionaba que debe haber poca gente que no haya tenido en su vida la experiencia que se denomina "coincidencia significativa" y haya sentido que son algo más que mera casualidad. No todo lo que ocurre puede ser explicado con una serie de causas y efectos. Hay conexiones de sucesos que no son fáciles de explicar. Para explicar estos fenómenos, Jung propone el término Sincronicidad: una aparición simultánea de dos o más factores unidos por la significación y sin relación causal alguna entre sí; sería, por lo tanto, una coincidencia significativa. El secreto que liga un acontecimiento a otro estaría relacionado con el significado del evento para el sujeto y su condición psíquica en el momento en que experimenta ambos acontecimientos simultáneos. Jung se refiere a la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene sentido para el observador, es decir, ese tipo de eventos en nuestra vida que solemos achacar a la casualidad, a la suerte, o a la magia.

Jung se inspiró, para crear el término sincronicidad, en Schopenhäuer, y más concretamente en su tratado "La intencionalidad aparente en el destino del individuo". En este tratado, Schopenhäuer habla de una especie de "simultaneidad de aquello que no tiene conexión causal". Y usando una analogía geográfica cruzada de meridianos y paralelos, donde éstos representarían las conexiones acausales, y aquéllos las cadenas causales, plantea cómo una persona puede ser un héroe de su propia vida y un simple figurante de la vida ajena, a través de un esquema donde conexiones causales y acausales no se anulan, antes bien se completan. En opinión de Schopenhäuer, "El sujeto del gran sueño de la vida...es uno sólo"; es decir, la voluntad, la primera causa de donde irradian todas las cadenas causales como meridianos del polo, gracias a los paralelos circulares, se encuentra en una relación de "silmultaneidad significativa". De esta simultaneidad significativa, Jung extrajo el término sincronicidad.
Jung elaboró su "Teoría de la Sincronicidad" a partir de sus propias experiencias de clarividencia y esperó hasta 1952 para revelar sus ideas de la sincronicidad o "Principio vinculante no causal". La sincronicidad supone la ocurrencia de dos eventos que no están asociados ni causalmente ni teleológicamente, más sin embargo tienen una relación significativa. La mayoría de los psicólogos llamarían a estas situaciones coincidencias e intentarían demostrarnos lo frecuentes que son. Sin embargo para Jung estas situaciones eran indicativas de cómo nos interconectamos los seres humanos con la naturaleza en general a través del inconsciente colectivo.
La teoría de la sincronicidad se basa en el relativismo de los conceptos de espacio y tiempo en la mente inconsciente, especialmente en el inconsciente colectivo. En el inconsciente colectivo las nociones de espacio y tiempo desaparecen y los hechos pueden aparecer simultáneamente fuera de toda lógica racional. Pero Jung postuló además que la actividad de la mente inconsciente podía proyectarse en el mundo externo de los hechos, en aparentes coincidencias, y los hechos del mundo externo, del universo coincidir con los arquetipos del inconsciente colectivo. El era consciente de que esta afirmación se apartaba, y se sigue apartando de las concepciones dominantes de la ciencia actual, siendo tildadas de irracionales, místicas o disparatadas.  
Sabía muy bien que buscaba en zonas donde el establishment científico afirmaba que no había material, pero, como dijo irónicamente, lo mismo le sucedía a Galileo. De hecho, decidió examinar un conjunto de procesos tradicionales en los que la idea de la sincronicidad se da por sentada, o sea las formas de la adivinación esencialmente técnicas previstas para interpretar el significado de las coincidencias.

Horóscopos chinos
La Astrología es un ejemplo de Sincronicidad. Esta ciencia es sincrónica al humor y a la disposición psíquica del niño recién nacido, pues se sabe que determinas configuraciones planetarias coinciden con el nacimiento de personas con estados definidos de humor y disposición psíquica de sus semejantes.
Jung examinó el I Ching, el antiguo sistema chino para convocar nuestras facultades intuitivas y ayudar o suplantar así nuestra razón con objeto de elaborar juicios. Después se volvió hacia la astrología tradicional, dejando de lado los "análisis" dudosos y subjetivos de los rasgos del carácter, y centrándose en una conexión más "sólida": los aspectos planetarios, y especialmente la conjunción del Sol y la Luna, que siempre ha sido asociada por los astrólogos con el matrimonio. Su búsqueda empírica produjo un porcentaje curiosamente elevado de parejas cuyos horóscopos contenían esos aspectos.
A Jung le hubieran interesado mucho las investigaciones del estadístico francés Michel Gauquelin, quien buscó -y encontró- correlaciones entre las profesiones de las personas y la presencia en sus horóscopos de ciertos elementos astrológicos.
Sin embargo, ha sido inevitable que este aspecto de las investigaciones de Jung haya provocado las mayores censuras de quienes desearon desacreditarlo, convencidos de que era un chiflado crédulo o un charlatán, porque "creía" en la astrología, la alquimia y otros temas esotéricos. Sin embargo sus conclusiones llevaron a Jung a aceptar que los resultados de sus experimentos no eran estadísticamente válidos -y que, aunque lo fueran, eso no demostraba la validez de la astrología-, pero que le proporcionaban datos acerca del fenómeno de la sincronicidad.
A partir de los datos observados, Jung sacó algunas conclusiones acerca de la sincronicidad y del papel crucial que la psique humana desempeña en ella. Las coincidencias pueden constituir hechos fortuitos, pero, como señala Jung, en cuanto parecen tener algún significado simbólico, dejan de ser fortuitos en lo que se refiere a la persona interesada. Y hasta considera la idea de que, de algún modo, la psique puede estar actuando sobre la realidad externa para "causar" las coincidencias o que, como sucede en los sueños precognitivos, los fenómenos externos están siendo transmitidos de algún modo a la psique. Pero se apresuraba a concluir que como esas ideas implican una suspensión de las "leyes" del espacio y el tiempo que conocemos, no somos capaces de descubrir si estas hipótesis son relevantes. Y así vuelve a su propia teoría de un principio vinculante "acausal" que gobierna ciertas series de acontecimientos.
Ante una coincidencia significativa, dice Jung, podemos reaccionar de tres maneras. Podemos llamarla "una mera casualidad" y darle la espalda con la mente bien cerrada; podemos llamarla magia y calificarla de sobrenatural o paranormal, lo que no es mucho más útil o informativo. O podemos postular la existencia de un principio de acausalidad y usar esa idea para investigar el fenómeno más a fondo.
En su investigación, Jung propone la inquietante idea de que el espacio y el tiempo pueden no tener una existencia real objetiva. Tal vez no pasen de meros conceptos creados por la psique en el curso de los intentos de la ciencia empírica por hacer del universo algo racional y mensurable. Por cierto que esos conceptos tienen poco sentido en los sistemas de pensamiento de muchas tribus primitivas. Y como han señalado muchos junguianos destacados, las ideas convencionales sobre el espacio y el tiempo sufrieron mucho daño a causa de los adelantos posteinsteinianos en la física de las partículas, terreno en el que con tanta frecuencia la causalidad desaparece y la probabilidad decide. Si el espacio y el tiempo son sólo conceptos, es razonable suponer que pueden estar "condicionados" por la psique.
Apoyándose en esta hipótesis, Jung llega a plantear un problema fascinante: supone que cuando ocurre una coincidencia significativa, una imagen -quizá originada en el subconsciente- llega a la conciencia y un fenómeno objetivo "exterior" coincide con ella. La psi que percibe un significado en esta yuxtaposición de hechos. Pero ¿y si el significado existiera también fuera de la psique? ¿Y si pudiéramos hallarlo dentro del mismo fenómeno, tal como existe la causalidad, de forma demostrable, dentro de fenómenos objetivos de causa-efecto?


Racionalizar el absurdo
Por decirlo de otra manera: percibimos la causalidad con la mente, de modo que, hasta cierto punto, puede considerarse un hecho psíquico. Los experimentos prueban que la causalidad siempre se obtiene en acontecimientos objetivos "externos", de modo que sabemos que también tiene una existencia objetiva. Pero, del mismo modo, percibimos las conexiones acausales, o coincidencias significativas, con la mente, así que sabemos que la acausalidad es un fenómeno mental o psíquico. ¿Podrá ser que en realidad suceda en el mundo exterior y así tenga una existencia objetiva propia?
Resumiendo, ¿no será que la acausalidad es un principio cardinal estructural de conexión que está en la base misma de la realidad externa, un cuarto principio que hay que añadir a la triada del espacio, el tiempo y la causalidad?
Las implicaciones de esa idea son demasiado difíciles de imaginar, en parte, como descubrió Jung, porque para explorar sus posibilidades habría que realizar la compleja tarea de poner a la psique a investigar las zonas más profundas de si misma. Pero ésa es, por supuesto, la finalidad básica de la psicología profunda. Y las recompensas para quien intentara semejante investigación serian inmensas: la idea de la sincronicidad de Jung señala, por lo menos, vastas fronteras, filosóficas además de psicológicas, que aguardan la investigación.
Jung dio estos primeros pasos sin preocuparse por tener que atravesar zonas "oscuras y dudosas" que la ciencia ortodoxa había considerado tradicionalmente como terreno propio de la superstición: las antiguas, pero tremendamente vivas actividades humanas de la adivinación y la magia.

La Sincronicidad puede ser facilitada por determinados estados afectivos. Jung dice que la ausencia de interés y el tedio son estados afectivos que interfieren negativamente en la formación de sincronicidades, mientras que la expectativa pasiva o la participación directa en situaciones en común, interferían positivamente, así como la fe o la esperanza. Hay unas condiciones óptimas de manifestación, un estado mental propicio para que puedan producirse y son los momentos personales intensos que nos obligan a estar muy pendientes de las señales del exterior, los momentos en que buscamos ayuda por intensas vivencias o crisis emocionales, los cambios bruscos, los viajes, los momentos de peligro, las muertes de seres queridos. Los momentos en que nos olvidamos de la seguridad, de lo conocido y trillado, del plan establecido, de lo que se supone que debemos hacer, son los que nos sumergen en un estado de alerta y apertura perfectos para ser consciente de esa dimensión simbólica de la vida que es la que al final nos da la clave no sólo para la solución de nuestros problemas, sino para hallar nuevas maneras de vivir intensa y conscientemente. La fe juega en esto un importante papel, la fe en uno mismo, en la fuerza creativa del universo que nos guía exactamente a dónde queremos llegar, la certeza de que si existe un miedo que nos bloquea, también hay un amor que nos motiva a experimentar más allá de lo conocido; pero hemos de elegir la aventura y no el hastío. Somos lo que pensamos, y experimentaremos esa magia sólo si antes le damos la oportunidad creyendo en ella y invitándola a jugar en nuestras vidas. Esos momentos difíciles o especiales nos han puesto en ese estado de apertura y recepción, de nosotros depende que sigamos en esa actitud de aceptación de esa fuerza universal que parece saber exactamente lo que precisamos y nos lo brinda generosamente. No es ver para creer sino creer para ver, pues lo que hay en nuestra mente es lo que hace que nos atraigan y que nos veamos atraídos hacia lo que es análogo. Esa es la manera en que todo se agrupa.La simbología y el sentido de estos acontecimientos nos da el mensaje exacto que el universo representa para nosotros igual que si fuera una sesión de cine particular. Las ideas poseen una vibración, a otros niveles tienen forma y color que hace que atraigan lo análogo. Al atraer lo que se le asemeja podemos leer en la materia lo que realmente pensamos sobre nosotros mismos y del universo, y tomar decisiones sobre lo que deseamos ver convertido en realidad y lo que no.


La dificultad en la comprensión de la Ley de la Sincronicidad reside sobre todo en la tendencia unilateral del hombre moderno occidental en suponer todo concepto contenido en una relación causa-efecto de su propio modelo científico. El antiguo, o incluso el hombre oriental de nuestros días, no tienen dicha preocupación. Estos hombres ven la vida como un todo, como una interpenetración de un mundo físico y un mundo espiritual.
Esta idea inusual de sincronicidad la hallamos fácilmente explicada en la perspectiva hindú de la realidad. Desde este punto de vista, nuestros Yo individuales son como islas en el mar. Estamos acostumbrados a ver el mundo y a los demás como entes individuales y separados. Lo que no vemos es que estamos conectados entre nosotros por medio del suelo marino que subyace a las aguas.

Fuentes:


domingo, 1 de agosto de 2010

Equivocarse es algo natural.

Se equivocan los ignorantes, pero también se equivocan los sabios. La diferencia entre unos y otros es que cuando el ignorante se equivoca inmediatamente echa la culpa de su error a factores o personas externas (las presiones de su jefe, la incompetencia de sus compañeros, la frialdad de su pareja, la injusticia del capitalismo, el mundo que no es como debería ser, etc...), cualquier cosa menos aceptar su error. De ese modo no aprende y vuelve a repetir continuamente sus errores, hasta que, abrumado por tantas decepciones y frustraciones, empieza a sentir que la vida es injusta con él y acaba amargándose.
El sabio, por el contrario, cuando comete un error sabe que todo se produce por múltiples factores, y que si bien seguramente hay cosas externas que tienen una parte de responsabilidad en la situación total, esto no le interesa. El sabio se interesa sólo por la parte de responsabilidad que tiene él mismo, pero no por una cuestión de “culpas” ya que para él no existe tal cosa, sino para comprender cómo
llegó él a esa situación determinada y poder así preverla en el futuro. De esta forma los errores le permiten aprender y hacen que el sabio se vuelva cada día más sabio y, por lo tanto, cometa menos errores.
Todos tenemos que aprender y para eso estamos en el plano material. Todos aprendemos equivocándonos. No hay nada malo en equivocarse ya que los errores y los sufrimientos que éstos nos generan son nuestro mejor maestro y, como sólo podemos evolucionar viviendo, aprendiendo y transformándonos, el plano material es ese necesario “equivocódromo” donde las almas vienen a aprender, crecer y a sacar lo mejor de sí a través del servicio, la compasión, la sabiduría y todo lo
que “sutiliza” nuestra naturaleza inferior, promoviendo así el florecimiento espiritual del universo entero a través de la evolución supraconsciente de sus seres.
Los seres humanos lo tenemos todo, el egoísmo instintivo y la luz espiritual, y depende de qué parte trabajemos y entrenemos, y sobre todo con qué parte nos identifiquemos, nuestra experiencia será de un tipo o de otro. La ignorancia y el egoísmo son sólo fuerzas impersonales de la naturaleza que expresan el instinto de conservación de unos seres que pasan de la conciencia animal a la conciencia espiritual a través de la experiencia humana, y que tratando de conservar su existencia ante una realidad difícil y competitiva su primer reflejo instintivo es el egoísmo, pero a través de los errores y los sufrimientos vamos aprendiendo a transformarlo en generosidad y eso nos va haciendo evolucionar. Por lo tanto, debemos entender que en nosotros y en los demás la ignorancia y la “maldad” son sólo un estadio transitorio en el camino a la perfección espiritual, y esta comprensión nos permitirá ver que ni nosotros ni los demás “somos” nuestros errores, por lo cual debemos ser compasivos con todos los seres, empezando por nosotros mismos.

La clave absoluta para que los errores se transformen en evolución es no permitirse el autoengaño. En muchas ocasiones (si no nos engañamos a nosotros mismos) sabemos intuitivamente ante una situación cuál es la mejor opción, pero conocer la mejor opción no significa que siempre estemos en condiciones de realizarla, y a menudo nos sentimos mucho más inclinados a elegir opciones más cómodas aunque sean peores. Pues bien, aunque conociendo la mejor opción realicemos una peor, esto es muy preferible al autoengaño, ya que las consecuencias que siempre tienen todos los actos, mejores y peores, permitirán que cada elección se transforme en una lección, y así nuestra claridad mental y nuestra sabiduría saldrán fortalecidas de la experiencia. Es muy importante comprender esto ya que los seres humanos preferimos autoengañarnos y no reconocer la verdad para no sentirnos culpables si después no la seguimos, sin darnos cuenta que de esa manera tendremos que volver a enfrentarnos a la situación una y otra vez, mientras que si aceptamos las cosas como son, sin autoengaños, aunque procedamos con imperfección, si lo hacemos plenamente conscientes, toda la experiencia se transformará en aprendizaje.
Resumiendo entonces un tema que parece complicado, pero que en esencia es extremadamente simple: Equivocarse es algo natural y hasta necesario, pero todos los actos tienen sus consecuencias y cada elección se transformará en una lección. Estas lecciones tienen un solo fin, que es hacernos evolucionar y expandir nuestra conciencia hasta la realización espiritual, proceso que puede bien ser lento y doloroso, o rápido y luminoso, dependiendo de lo valientes que seamos para aceptar las cosas tal como son, sin autoengaños, y aprender humildemente de todas las experiencias.

El plano material es un “equivocódromo donde venimos a aprender equivocándonos, pero finalmente estos errores nos harán sabios capaces de ser luz para todos los seres, o personas resentidas y tóxicas que emanan resentimiento, dependiendo de cómo nos relacionemos con nuestros errores y los de los demás. Si entendemos esto seremos compasivos con todos los seres, empezando por nosotros mismos, y veremos claramente que si no hay autoengaño, los errores se vuelven señales y luces que nos muestran el camino a través de la confusión y el dolor del mundo material.

Fuentes:

sábado, 31 de julio de 2010

Cuarta tarea: El enfrentamiento con la Bruja Salvaje.

En esta parte del cuento, Vasalisa se enfrenta cara a cara con la Bruja Salvaje. Las tareas de este encuentro son las siguientes:
Poder resistir la contemplación del rostro de la temible diosa salvaje sin temblar, es decir, poder enfrentarse con la imago de la madre feroz (la reunión con la Baba Yagá). 
Imago: representación inconsciente que preside la relación del sujeto con las cosas que lo rodean.
Familiarizarse con el arcano, lo extraño, la "otredad" de lo salvaje (vivir durante algún tiempo en la casa de Baba Yagá).
Incorporar a nuestras vidas algunos de sus valores, convirtiéndonos con ello en unos seres un poco raros en el buen sentido (comiendo su comida).
Aprender a enfrentarnos con un gran poder, con el de los demás y posteriormente con el nuestro.
Dejar que muera un poco más la frágil niña demasiado dulce.
            Baba Yagá vive en una casa que se levanta sobre unas patas de gallina y que gira y da vueltas siempre que le apetece. En los sueños, el símbolo de la casa representa la organización del espacio psíquico en el que habita una persona tanto a nivel consciente como inconsciente. Por una curiosa ironía, si este cuento fuera un sueño equilibrador, la extraña casa significaría que la persona, en este caso Vasalisa, es demasiado anodina y vulgar y necesita girar y dar vueltas para averiguar qué tal sería bailar como una gallina loca de vez en cuando.
            Vemos por tanto que la casa de la Yagá pertenece al mundo instintivo y que Vasalisa necesita aumentar la presencia de este elemento en su personalidad. Esta casa camina con sus patas de gallina y evoluciona en una especie de danza saltarina. La casa está viva y rebosa de entusiasmo y de alegría vital.

            Estos atributos son los principales fundamentos de la psique arquetípica de la Mujer Salvaje; una gozosa y salvaje fuerza vital, en la que las casas bailan, los objetos inanimados, como los almireces, vuelan como los pájaros, la vieja puede practicar la magia y nada es lo que parece, aunque sea en buena parte mucho mejor de lo que parecía al principio.
            Vasalisa empezó con lo que podríamos llamar una personalidad exterior insípida y aplanada. Esta "hipernormalidad" se va apoderando poco a poco de nosotras hasta hacer que nuestra vida se convierta en algo rutinario, en una existencia exánime sin que nosotras lo queramos realmente. Esto fomenta que no se preste atención a los dictados de la intuición, lo que a su vez conlleva una falta de iluminación psíquica. Por consiguiente, tenemos que hacer algo, tenemos que adentrarnos en el bosque, ir en busca de la temible mujer para evitar que algún día, bajando por la calle, se abra una tapa de alcantarilla y algo inconsciente nos agarre y nos sacuda como un trapo, alegremente o no, más bien no, aunque siempre con buena intención.
            La entrega de la muñeca intuitiva por parte de la dulce madre inicial queda incompleta sin las pruebas a que nos somete la Vieja Salvaje y sin las tareas que ésta nos encomienda. Baba Yagá es el tuétano de la psique instintiva e integrada. Lo deducimos de lo que ella sabe acerca de todo lo que ha ocurrido anteriormente. "Sí -dice cuando llega Vasalisa-, te conozco y conozco a los tuyos." Además, en sus encarnaciones como Madre de los Días y Madre Nyx (Madre Noche, una diosa de la Vida/Muerte/Vida), la vieja Baba Yagá es la guardiana de los seres celestes y terrestres: el Día, el Sol Naciente y la Noche. Los llama "mi Día, mi Noche".
            Baba Yagá es temible, pues representa al mismo tiempo el poder de la aniquilación y el poder de la fuerza vital. Contemplar su rostro es contemplar la vagina dentata, unos ojos de sangre, el recién nacido perfecto y las alas de los ángeles todo de golpe.
            Y Vasalisa permanece allí y acepta a esta salvaje divinidad materna, con su sabiduría, sus verrugas y todo lo demás. Una de las facetas más extraordinarias de la Yagá descrita en este cuento es el hecho de que, a pesar de sus amenazas, es justa. No le hace daño a Vasalisa siempre y cuando ésta la respete. El respeto en presencia del poder es una lección esencial. Una mujer tiene que ser capaz de permanecer en presencia del poder, pues, al final, una parte de este poder será suya. Vasalisa se enfrenta a Baba Yagá sin servilismo, jactancia o bravuconería y tampoco huye o se esconde. Se presenta honradamente tal como es.

            Muchas mujeres se están recuperando de sus complejos de "amabilidad desmesurada", en los que, cualesquiera que fueran sus sentimientos y quienquiera que las atacara, ellas reaccionaban con una dulzura rayana en la adulación. Pero, aunque de día sonrieran amablemente, de noche enseñaban los dientes como fieras, pues la Yagá de sus psiques estaba pugnando por manifestarse.
            Esta exagerada amabilidad y este afán de acomodarse a los deseos de los demás suelen producirse cuando las mujeres temen desesperadamente ser privadas de sus derechos o ser consideradas "innecesarias".

            Dos de los más conmovedores sueños que he oído en mi vida los tuvo una joven que necesitaba ser menos sumisa. En el primero de ellos heredaba un álbum de fotos especial en el que figuraban unas fotografías de la "Madre Salvaje". Se puso muy contenta hasta que, a la semana siguiente, soñó que abría un álbum parecido y veía a una vieja horrible, mirándola fijamente. La bruja tenía unos dientes cubiertos de musgo y le bajaba por la barbilla un hilillo de negro jugo de betel.
            Este sueño es típico de las mujeres que se están recuperando de su excesiva dulzura. El primer sueño revela un lado de la naturaleza salvaje... el benévolo y generoso, todo lo que está bien en su mundo personal. Sin embargo, cuando aparece la Mujer Salvaje con los dientes cubiertos de musgo, entonces...

            El inconsciente, con su habitual brillantez, muestra a la soñadora una nueva forma de vivir que no es simplemente la sonrisa de dos dientes frontales de la mujer demasiado amable. Enfrentarnos con este salvaje poder creador que llevamos dentro significa tener acceso a la miríada de rostros de lo femenino subterráneo. Éstos son innatos en nosotras y podemos habitar en los que nos sean más útiles en los distintos momentos.
            En este drama de la iniciación, Baba Yagá es la naturaleza instintiva disfrazada de bruja.
            Al igual que la palabra "salvaje", la palabra "bruja" posee un matiz peyorativo, pero hace tiempo era un calificativo que se aplicaba a sanadoras tanto jóvenes como viejas en la época en que la imagen religiosa monoteísta aún no se había impuesto a las antiguas culturas panteístas que entendían la Divinidad a través de múltiples imágenes religiosas del universo y todos sus fenómenos.
            Pero, aun así, la bruja, la naturaleza salvaje y cualquier otra criatura u otro aspecto integral que la cultura considera desagradables son en la psique de las mujeres unos elementos muy positivos que a menudo éstas necesitan recuperar y sacar a la superficie.
            Buena parte de la literatura acerca del tema del poder femenino afirma que los hombres temen este poder. " ¡Madre de Dios! -siento deseos de exclamar-. Hay muchas mujeres que también temen el poder femenino", pues los viejos atributos y las fuerzas femeninas son muy amplios y son en efecto impresionantes. Se comprende que la primera vez que se enfrentan cara a cara con los Viejos Poderes Salvajes tanto los hombres como las mujeres los miren con inquietud y den media vuelta; y que lo único que veamos de ellos sean el envés de las pezuñas y las atemorizadas colas de lobo volando al viento.
            Para que los hombres puedan aprender a resistirlo, está clarísimo que las mujeres tienen que aprender a resistirlo. Para que los hombres puedan comprender a las mujeres, éstas les tendrán que enseñar las configuraciones del femenino salvaje. Para ello, la función soñadora de la psique conduce por la noche a la Yagá y a todas sus huestes directamente a los dormitorios de las mujeres durante el sueño. Con un poco de suerte, la Yagá dejará sus grandes y anchas huellas en la alfombra al lado de nuestra cama. Vendrá a contemplar a aquellas que no la conocen. Cuando llegamos tarde a nuestra iniciación, se pregunta por qué no vamos a visitarla y es ella la que viene a visitarnos por la noche durante el sueño.


             Una mujer a quien yo traté veía en sus sueños a unas mujeres vestidas con unos camisones hechos jirones, comiendo cosas que jamás se hubieran podido encontrar en el menú de un restaurante. Otra mujer soñaba con una anciana que, bajo la apariencia de una vieja bañera con patas en forma de garras, hacía vibrar sus cañerías y amenazaba con reventarlas a no ser que la soñadora derribara una pared para que ella pudiera "ver". Una tercera mujer soñaba que era una de las tres componentes de un grupo de tres ancianas ciegas, sólo que ella perdía constantemente el carnet de conducir y tenía que abandonar constantemente el grupo para buscarlo. En cierto sentido se podría decir que tenía dificultades para identificarse con las tres Parcas, las fuerzas que presiden la vida y la muerte en la psique. Pero con el tiempo ella también aprendió a resistir y a no apartarse de lo que tanto miedo le daba al principio, es decir, su propia naturaleza salvaje.

            Todas estas criaturas de los sueños le recuerdan a la soñadora su yo elemental: el Yo de la Yagá, el enigmático y profundo poder de la Madre de la Vida/Muerte/Vida. Sí, estamos diciendo que ser yagaísta es bueno y tenemos que resistirlo. Ser fuerte no significa tener músculos y hacer flexiones. Significa afrontar la propia numinosidad sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje cada una a su manera. Significa poder aprender, poder resistir lo que sabemos. Significa resistir y vivir.

            Fuentes:

            Clarissa Pinkola Estés
            "Mujeres que Corren con los Lobos"

            Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"

            jueves, 29 de julio de 2010

            El Mana

            Jung mantenía que para autorrealizarnos, para ser individuos autónomos y lograr una felicidad completa necesitamos explorar nuestro inconsciente, lo que podemos hacer por medio de los sueños. Según él, para conseguirlo debemos atravesar cuatro etapas. La primera etapa es la de la sombra, la segunda es la del ánima y el animus, la tercera es la de las personalidades mana, y la cuarta es la del Yo o el "Si-mismo".
            En la tercera etapa y la más rica es cuando se alcanza un verdadero sentido de la identidad y la individualidad personales. Suele decirse que en esta etapa es cuando el hombre encuentra al Viejo Sabio y la mujer a la Gran Madre. A estas imágenes arquetípicas de la sabiduría y la fuerza, Jung las denomina personalidades mana. Escogió esta palabra porque en las comunidades no occidentales, se cree que cualquiera que posea una sabiduría o un poder extraordinarios está imbuido de mana, una expresión melanesia que significa santidad o divinidad.

            La Personalidad-maná

            "Cuando el yo enfrenta a su ánima y logra integrar sus contenidos, éste logra intuir el secreto orden del cual emanaba la arbitrariedad del ánima; surge aquí el arquetipo del significado, el cual se representa como una figura de autoridad, llena de sabiduría. Jung denomina a este ente como Personalidad-maná, el cual correspondería al ser lleno de ocultas cualidades mágicas, pleno de mágicos conocimientos y energías. La personalidad-maná es dominante en el inconsciente colectivo. Es el conocido arquetipo del hombre poderoso en forma de héroe, de cacique, de mago, de curandero, de santo, dueño de hombres y espíritus y amigo de Dios. En tanto que el yo se apropia aparentemente del poder perteneciente al ánima, el yo se convierte directamente en personalidad maná.
            Al vencer el yo al ánima, pareciera que aquel logra domar y controlar la fuerza de lo inconsciente - el maná. En realidad, el consciente no se ha hecho dueño del inconsciente, sino que el ánima perdió su fuerza irresistible sobre la consciencia, en la misma medida en que el yo supo explicar sus impulsos con el inconsciente. Ahora, si el yo pretende usurpar el poder del inconsciente, este reacciona con un ataque sutil. En este caso, con la dominante personalidad-maná, cuyo enorme prestigio subyuga al yo. Como podemos observar, del peligro de la posesión por el ánima pasamos a la posesión del maná. Frente a esto, sólo cabe aceptar la debilidad del yo frente a los poderes del inconsciente, reconociendo que estos son incontrolables y que el yo, a lo más, puede adquirir una mayor consciencia de ellos. Así, de la asimilación del arquetipo del maná, obtenemos un individuo que se hace mayor en el saber y mayor en la voluntad."

            Jung advertía que hallarse dotado de mana resulta peligroso, y que puede conducir a la megalomanía. Esto es lo que le sucede a las mujeres que se dejan poseer por la Gran Madre, y que llegan a creer que tienen poderes para salvar o proteger al mundo entero. Los hombres poseídos por el Anciano Sabio creen erróneamente que son capaces de todo. También podemos proyectar el mana en otros, depositando nuestra fe en los grandes dirigentes o en los superhéroes, y no en el poder que llevamos dentro de nosotros. Jung sugería que la mejor manera de controlar el mana es dejarlo integrarse en nuestra personalidad y en nuestra conciencia. Resulta muy positivo no proyectarlo en otros y no reprimirlo. De este modo, la sabiduría de nuestro inconsciente se compenetra con nuestra conciencia, y logramos el equilibrio.

            En los fundamentos de la religión y de la magia encontramos el concepto de una fuerza, de un poder místico o de una calidad impersonal que reside en el individuo, en animales y en objetos inanimados. Tal poder, llamado Mana por algunos melanesios,"Élan Vital" por los vitalista y "Avir" por los cabalistas, Arungquiltha por ciertas tribus australianas, Wakan, Orenda, Manitu por algunos indios de América, carece de nombre en otros lugares. Es una idea casi universal y común en muchas culturas primitivas donde el individuo tiene el sentimiento permanente que el mana hace irrupción en su vida no solamente en ocasión de los sucesos verdaderamente importantes que acaecen en la esfera de lo sacro que son el nacimiento, la iniciación y la muerte, sino también en sus relaciones cotidianas con sus padres, sus semejantes, los animales y la naturaleza en su totalidad. Cualquier campo está abierto al mana, que puede revestir formas extremadamente variadas según las circunstancias, los objetos y los seres para los que se actualiza. El mana se conviene en una categoría de pensamiento y de percepción del Universo.

            Mana y magia
            La magia puede ser considerada como un Arte fundamentado en el manejo de los ilimitados poderes del alma. La multitud de todos esos poderes, posiblemente, pueden reducirse a una única noción de "poder" o mana. El mana se ha interpretado comúnmente como la materia de la cual la magia se forma, así como la sustancia de la cual se hacen las almas. El equivalente, o los equivalentes griegos de esta palabra, hallado en textos helenísticos, puede ser dynamis: poder, charis: gracia, y arete: eficacia. Este mana se puede utilizar libremente y el verdadero mago es solo su médium, un canal y un transmisor, cuyas ropas o todo lo que toca pueden recibir y almacenar el mana.
            Los pueblos primitivos consideran que el poder mágico, que garantiza la eficiencia del uso de los elementos técnicos en que el neófito mago ha sido iniciado, éste lo ha recibido, durante un sueño o trance extático, de parte de ciertos espíritus, quienes lo introdujeron en su cuerpo y se encuentra así localizado en determinado objeto material.Sin embargo, el secreto del poder mágico a menudo va vinculado a otro elemento, presente en determinadas personas u objetos, que los convierte en transmisores, por contagio, del poder especial que habita en ellos. Tal contagio tiene una connotación de mancha que los convierte en temibles y, a la vez, fascinantes. De esta manera la perspectiva de estar en presencia de alguien o de algo que tiene ese poder especial, lo separa de la dimensión profana, propia del tiempo y espacio cotidianos, dándole, sin embargo, un atractivo particular debido precisamente a la necesidad humana de tener acceso a la realidad trascendente. Ello determina la ambivalencia de lo sagrado, propia del tabú.
            Ese poder sagrado recibe el nombre genérico de mana, de acuerdo a término usado por los indígenas de las Melanesia. Así, pues, quien ha recibido el poder mágico tiene un mana particular y, por lo mismo, es tabú, o sea temible porque mancha o contagia; pero, a la vez, ese especial poder es peligroso y, por ello, puede exorcizar los espíritus o fuerzas malignas que han contagiado o poseído a alguien. Sin embargo, mana es, de alguna forma, inherente a toda realidad profana que tenga poder. Y si bien el mana siempre está vinculado a una persona, a menudo se proyecta antropomórficamente en las fuerzas de la naturaleza; así la tempestad despliega su mana, lo mismo una víbora que pica y mata; por otro lado, un guerrero o un cazador tienen éxito en su empresa gracias también a su poder mánico. Toda acción es, pues, eficaz debido a que quien la ejecuta posee mana. Entre las culturas primitivas no hay una separación clara entre lo profano y lo sagrado, ni entre sujeto y objeto. Sólo que, dentro de ese conjunto de realidades que actúan en el mundo, todas ellas portadoras de mana, las hay con un poder particular que las convierte en especialmente temibles.
            Así, pues, la creencia en lo sagrado como una realidad tabú, es decir temible y, a la vez, deseable, contiene siempre cierta dimensión de poder mánico. La institución de la magia busca, así, en el poder sagrado (mánico) la defensa con respecto al carácter peligroso y temible de ese mismo poder sagrado. Y el hecho de que su presencia resulte particularmente clara en las formas más primitivas de cultura, no significa que ello sea ajeno a la vivencia religiosa de culturas y religiones más desarrolladas.

            Mana en cultura Melanesia
            Los primeros humanos veían lo sobrenatural como un dominio del poder impersonal, de una fuerza, que las personas podían controlar bajo ciertas condiciones. Tal concepción era relevante en Melanesia. Los melanesios de Oceanía creían en el mana, una fuerza sagrada existente en el universo. Mana puede residir en las personas, los animales, las plantas y los objetos. El mana melanesio era similar a nuestra noción de suerte. Los melanesios atribuían el éxito a mana. Los objetos con mana podían cambiar la suerte de alguien. En Melanesia se podía adquirir mana por casualidad o trabajando duro para obtenerlo. [...] Sin embargo, en Polinesia, mana no estaba al alcance de cualquiera, sino que estaba vinculado a los cargos políticos. Los gobernantes y los nobles tenían más mana que las demás personas.
            Tan cargados de mana estaban los jefes más poderosos que el contacto con ellos resultaba peligroso para los que no eran nobles. Puesto que los más altos jefes tenían tanto mana, sus cuerpos y sus posesiones eran tabú. El contacto entre un alto jefe y los plebeyos estaba prohibido. Ya que las personas ordinarias no podían soportar tanta "corriente sagrada", cuando alguien contactaba accidentalmente con un jefe era necesario realizarle un ritual de purificación.
            Antropología, C.P. Kottak

            Conceptos similares
            El concepto de una "vida-energía" inherente en todos los seres vivos parece ser un arquetipo bastante universal, y aparece en numerosos sistemas metafísicos y religiones tradicionales.
            En el libro "The Body of Light" (El cuerpo de luz) los autores Dr. John Mann y Larry Short, cuentan 49 culturas que hacen referencia a esta idea de una energía vital de la cual todo depende. Son otras tantas maneras de referirse a una realidad sutil pero perceptible:

            • Tradiciones de los Indios de América del Norte: Wakan, Manitú, Orenda. Los Nativos Americanos de las regiones del Noreste estaban unidos por una serie de creencias cosmológicas comunes. Creían —y algunos siguen creyendo— que, tras la inmediata realidad física de las cosas, existen espíritus. Para estos pueblos todo el entorno está vivo, las estructuras del paisaje, las fuerzas de la Naturaleza, los animales, la vegetación e incluso los objetos carentemente desprovistos de vida poseen en su interior una fuerza viviente o poder espiritual. Los indios Lakotas lo llamaban Wakan. Los Algonquinos, Manitú. Los Iroqueses, Orenda.
            • Tradiciones Precolombinas: Huaca, Ku, Teotl. Se encuentran generalmente en las lenguas amerindias términos que abrazan todas las manifestaciones del mundo invisible sin presentar ninguna acepción de carácter personalizado, y que han sido traducidos como: espíritu, demonio, Dios, misterio, magia, y, de una manera muy difundida, aunque injustificada, como “medicina”; además de Manitú, Oki y otros términos utilizados entre las tribus de América del Norte, como el término Azteca Teotl, el Quechua Huaca y el Maya Ku, …todos esos términos expresan en general la idea de lo "sagrado" a la vez que de lo "sobrenatural”.
              Los Incas tenían una visión cosmológica de su existencia, seguían mitos y leyendas y todo era sagrado. Sagrado se relaciono con la palabra, Huaca que tenía un variedad de significados, y podría significar algo sagrado como un templo, un lugar consagrado o cosas que parecían existir fuera del orden natural. También cosas notables debido a su excepcional belleza, o cosas que se volvieron sagradas debido a su energía natural, como las esculturas de humanos, animales, etc.
              Los indígenas sometidos por el imperio inca llamaban Huaca a la presencia de lo sagrado y lo mágico-telúrico en cualquiera de sus múltiples formas o manifestaciones (piedras, montañas, ríos, astros, fenómenos celestes y terrestres, cruces de caminos, cultos a los muertos, etc.), las que por cierto se hallaban por doquier en un mundo y un espacio mental sacralizado. De modo que reverenciaban los innumerables estados de un Ser Universal -la deidad, lo santo- que se manifestaba en todo su entorno como hierofanías.
            • Tradición Celta : Awen. El Awen es el espíritu inspirado, el hálito divino que nos lleva al don profético, al arte poético, a la iluminación: la repentina llama de lucidez que inflama los pensamientos de los hombres y les da sabiduría, facilidad de palabra y energía en medio de la batalla. El Awen es lo que le permite a los bardos (poetas y músicos) el improvisar versos agudos en medio de una canción. El Awen se puede alcanzar a través de la música, de la meditación, del amor o del valor, y puede ser un regalo de los dioses. Awen viene de la unión de dos vocablos, “Aw”, que se traduce como "fluido" y “En”, palabra a la que se le da el sentido de "esencia, espíritu", por lo que el significado final es el de Espíritu Fluido.
            • Tradición Romana : Numen, La religión romana originaria rendía culto a unas fuerzas sobrenaturales de carácter indefinido llamados Numina como Flora, Fauno, Forculus, etc... En término latino "Numen" (presencia, plural "Numina") se refiere a la deidad y abarca el sentido sagrado y de inmanencia que había en todos los lugares y objetos. Cualquier cosa de la naturaleza estaba habitado por Numina, manifestandose así la voluntad divina mediante fenómenos naturales que pueden ser interpretados.
            • Tradición Grecia Antigua: Pneuma. En la filosofía griega y, particularmente en la Física Estoica, el Pneuma es el principio cósmico vital. El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado, que se rige por un principio activo, el Lógos Cósmico e universal del que el hombre también participa. Este Lógos Cósmico, que es siempre el mismo es llamado también Pneuma, aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y destino, nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico: el Pneuma o Lógos Universal es una entidad fundamentalmente racional: es la Divinidad, el Alma del Mundo o Mente Cósmica (razón) que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede sustraerse.
            • Tradición Egipcia : Ka. Los antiguos Egipcios tenían la creencia de que en el compuesto espiritual del hombre intervienen no uno sino dos elementos, a los que denominaban Ba, el alma y Ka, el principio divino de la vida. El concepto que tenían del Ka parece estar relacionado con la existencia de un doble inmaterial del cuerpo, en el que primaría, sobre todo, su componente energético. El Ka es esencialmente energía y a través del Ka los individuos estarían participando de la inmensa energía del universo. Esto venía a representar la individualización en cada uno de ellos de la energía del Gran Dios Primordial. A través del Ka los seres participaban de la divinidad, con la que podían llegar incluso a integrarse espiritualmente en el curso de las iniciaciones.
            • Tradición Hebrea : Nefesh. En la tradición Hebrea Nefesh es el término que se utiliza para definir la esencia del ser humano y se refiere a su aspecto no-físico, aquello que no es asequible a los cinco sentidos. Nefesh no es alma y tampoco espíritu (Ruaj) ni tampoco mente (Hakara). No obstante posee varios aspectos, como ser: el pensamiento, la voluntad, los sentimientos, etc. Nefesh, el hálito de vida, es la presencia espiritual (energía) que sustancia la vida y le da forma, es la energía que posibilita que la materia (inerte de por sí) tome forma y vida.
            • Tradiciones Orientales: Chi, Ki.  El Chi (China ) o Ki (Japon) es la energía primera de toda la creación, incluye todo el universo y une a todo los seres entre sí; es un organismo vivo que circula en el cuerpo a través de los meridianos. Se manifiesta a través de la polaridad Yin Yang y se halla presente en todas las cosas, en distintas formas y presencias. Todo viene a ser, finalmente, una expresión del Chi o Ki. La idea que se sugiere es la de un aliento vital, una esencia sutil que sustenta la vida y sus procesos. Esta energía es la que anima a todos los seres vivientes. aunque se toma como energía vital o cósmica, se refiere a la energía externa existente en el cosmos que llega a todos los seres vivos por medio del aire, la tierra, el agua o la comida, etc. Es la bioenergía, la fuerza vital o la fuerza de vida universal que mantiene a los órganos en su lugar y funcionando correctamente. Los cielos y la tierra ofrecen su propio Chi o Ki y estos alimentan y forman al hombre.
              En la Metafísica Taoista se habla del Wu Chi, el gran vacío del cual sale el Chi que se condensa en millones de cosas y seres, para mas tarde regresar a su origen. El Chi se condensa y dispersa regularmente. Seres y cosas se forman y destruyen a cada instante. Es el universo fenoménico y cambiante en el cual vivimos. Nada es permanente, excepto el cambio.
              El Ki es la vida, constituye la potencia original que se manifiesta desde la creación del universo siendo esta energía independiente al tiempo y al espacio. Se define el Ki como un principio espiritual del cosmos y de la presencia de la vida. Se considera el trasfondo de todo lo que existe, de modo análogo a las conexiones que mantienen unidas los átomos de las materias, o el misterio que conforma la armonía del ecosistema y el cosmos.
              Mediante la meditación se puede sentir y comprender, por la intuición profunda, ese flujo o nexo universal y por lo tanto aproximarse al sentido de la vida. Se considera por tanto un principio por el cual se puede comenzar una práctica espiritual o mística: uno puede aproximarse a una empatía profunda, no sólo hacia los demás seres humanos, sino hacia todas las cosas que participan en los procesos de la naturaleza, desde los seres vivos hasta las materias inertes en transformación.
            • Tradición Hindú: Prana. El Prana es la suma total de toda la energía que se manifiesta en el universo, así como la suma total de todas las fuerzas latentes que están ocultas en los seres humanos y que se hallan por doquier alrededor de nosotros.. Es la fuerza vital o  Sukshma Prana en su nivel mas sutil. El aliento es la manifestación externa del Prana en su nivel mas denso. El calor, la luz, la electricidad y el magnetismo son todas manifestaciones del Prana. El Prana se relaciona con la mente; a través de la mente, con la voluntad; a través de la voluntad, con el alma del individuo, y a través de ésta, con el Ser Supremo. El Prana aunque es uno solo, cumple muchas funciones y por eso asume cinco denominaciones, según las distintas funciones que cumple, a saber: Prana, Apaña, Samana, Udana y Vyana.
              Según la cultura indú, se dice que las esencias sutiles de los elementos envuelven la Tierra y penetran en todo lo que existe nutriendo y sosteniendo la vida y la realidad fisica. Es esencial en la nutrición por lo que es necesario tener en cuenta los efectos que producen cada uno de los elementos y la energía que contienen, el Prana, porque es allí donde está la vida. Comemos no sólo para alimentar nuestro cuerpo físico sino también para alimentar nuestro corazón, nuestro intelecto, nuestra alma y nuestro espíritu.La energía vital o Prana se manifiesta en tres grandes estados: lo material, lo mental y lo espiritual. Y estas tres manifestaciones de la energía universal forman una unidad indivisible, de tal manera que la energía no se puede crear o destruir, sólo transformar. Así como un trozo de hielo puede transformarse en agua y ésta en vapor; así lo espiritual se transforma en lo mental y en lo material y viceversa.
              El Prana no es el Espíritu, sino una forma de energía, usada por el alma en sus manifestaciones materiales y astrales. Toda la materia está bajo la influencia del Prana. Está en el aire, aunque no es ninguno de sus componentes, esta en los alimentos, aunque no es vitaminas, ni proteínas... Está en la luz del Sol, aunque no es ni el calor ni los rayos de la luz... todos estos , aire, luz, materia, son vehículos del Prana. El Prana es la fuerza infinita, omnipresente, por la cuál se manifiesta este universo. Es el Prana el que se manifiesta como movimiento; como gravitación, como magnetismo. como las funciones del cuerpo, como corriente nerviosa, como fuerza del pensamiento.
            • Tradición Alquimica: Éter, Aether, Quinta Esencia. La tradición alquímica agrega a los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), un quinto, llamado Quintaesencia o Éter. El Éter es el más alto y más sutil de los cinco elementos, pues los contiene y sintetiza a todos. Se dice que en el ser humano el Éter se aloja en la caverna del corazón, morada de la deidad, y es allí donde se realiza simbólicamente la unión del alma individual con el Ser Universal, y de lo humano con lo divino. Entre los alquimistas, el Éter es el principio fundamental de la composición de los cuerpos, símbolo del vacío y de los espacios celestes, al que se figura como un fluido sutil e invisible que llena, penetra y comunica a todos los seres. Empíricamente, el espacio sutil o etérico se plasma en un fluido que llena el universo. Esotéricamente es el estrato que sostiene todo lo que en la mente existe potencial o realmente y es en donde todas las transacciones son grabadas. El quinto elemento es aquel que converge y une todos los demás elementos, da forma a la materia y es absolutamente necesario para la consecución de cualquier efecto como la taumaturgia.
            • La expresión Quinta Esencia proviene del quinto elemento relativo a la composición del Universo según la filosofía antigua. Desde el punto de vista cósmico, la Quinta Esencia se denomina también materia oscura o antigravedad y se trata de una substancia extremadamente sutil que ocupa todos los espacios vacíos. En este concepto, la Quinta Esencia se encuentra relacionado con el concepto de mecánica cuántica, ámbito a partir del cual se crea toda la materia y en el que toda la materia se resuelve.
              Esta misteriosa esencia que ni se ve ni interacciona con la materia ordinaria, empuja al universo a expandirse, de allí que las galaxias se alejan entre sí cada vez mas rápidamente pese a que la atracción de la gravedad actúa en sentido opuesto. Según esta estimaciones la Quinta Esencia podría ser el ingrediente principal del cosmos, diez veces mas abundante que el resto de los átomos juntos. Los átomos y moléculas, los minerales, las plantas y los animales están compuestos por combinaciones energéticas de los cuatro elementos básicos con la Quinta Esencia, que siempre esta presente porque es el elemento del que nace todo lo que existe. La naturaleza de los elementos, si bien tienen un componente físico y concreto, es fundamentalmente energético.


            Fuentes:
            Recopilado de la Red para "Hombres que corren con los lobos"

            martes, 27 de julio de 2010

            Tercera tarea: Navegar a oscuras

            En esta parte del cuento, el legado de la madre muerta -la muñeca- guía a Vasalisa a través de la oscuridad hasta la casa de Baba Yagá.
            Las tareas psíquicas de esta fase:

            Acceder a adentrarse en el lugar de la profunda iniciación (entrar en el bosque) y empezar a experimentar el nuevo numen de la posesión de la capacidad intuitiva, percibido por la mujer como peligroso.

            Aprender a desarrollar la percepción del misterioso inconsciente y confiar exclusivamente en los propios sentidos internos.

            Aprender el camino de regreso a la casa de la Madre Salvaje (siguiendo las instrucciones de la muñeca).Aprender a alimentar la intuición (dar de comer a la muñeca).

            Dejar que la frágil doncella ignorante se muera un poco más.

            Desplazar el poder a la muñeca, es decir, a la intuición.
                    La muñeca de Vasalisa procede de las reservas de la Vieja Madre Salvaje. Las muñecas son uno de los simbólicos tesoros de la naturaleza instintiva. En el caso de Vasalisa, la muñeca representa la vidita, la fuerza vital instintiva, feroz y resistente. Por muy grande que sea el embrollo en el que nos encontremos, ésta sigue viviendo oculta en nuestro interior.

                    A lo largo de muchos siglos los seres humanos han experimentado la sensación de que las muñecas irradian no sólo santidad sino también "mana", una impresionante e irresistible presencia que actúa sobre las personas, provocando en ellas un cambio espiritual. Por ejemplo, entre los curanderos rurales, la raíz de la mandrágora es alabada por su parecido con el cuerpo humano, pues tiene apéndices en forma de brazos y piernas y una nudosa protuberancia en forma de cabeza. Dicen que posee un gran poder espiritual. Se cree que los que hacen los muñecos les infunden vida. Algunos se utilizan en rituales, ceremonias, ritos de vudú, hechizos amorosos y maldades de todo tipo.
                    Los museos de todo el mundo están llenos a rebosar de ídolos y figurillas hechas de arcilla, madera y metales. Las figurillas del paleolítico y el neolítico son muñecos. En las iglesias rurales de todo el mundo hay muñecos que son imágenes de santos. A las imágenes de los santos no sólo se las baña con regularidad y se las viste con prendas confeccionadas a mano sino que incluso se las "saca de paseo" para que contemplen el estado de los campos y de la gente e intercedan en el cielo en favor de los seres humanos.
                    El muñeco es el simbólico homunculus, el símbolo de lo numinoso que se oculta en los seres humanos, un pequeño y resplandeciente facsímil del Yo original. Exteriormente, no es más que un muñeco. Pero, en realidad, representa un minúsculo fragmento de alma que contiene toda la sabiduría del Yo espiritual. En la muñeca está la voz en diminutivo de la vieja, La Que Sabe.
                    El muñeco, está relacionado con los símbolos del duende, el trasgo, el gnomo, el hada y el enano. En los cuentos de hadas éstos representan un profundo latido de sabiduría dentro de la cultura de la psique. Son las criaturas que llevan adelante la prudente obra interior y que jamás se cansan. La psique actúa incluso cuando dormimos, muy especialmente cuando dormimos, e incluso cuando no somos plenamente consciente de lo que hacemos.
                    De esta manera la muñeca representa el espíritu interior de las mujeres; la voz de la razón interior, de la sabiduría y la conciencia interiores. La muñeca es como el pajarillo de los cuentos de hadas que aparece y habla en susurros al oído de la heroína, el que revela la existencia del enemigo interior y dice lo que hay que hacer. Ésta es la sabiduría del homunculus, el pequeño ser que llevamos dentro. Es nuestro socorredor invisible, pero siempre accesible.


                    La mayor bendición que una madre puede dar a su hija es el sentido cierto de la veracidad de su propia intuición. La intuición se transmite de progenitor a hijo con la mayor sencillez posible: "Has juzgado muy bien. ¿Qué crees tú que hay detrás de todo eso?" Más que definir la intuición como una especie de imperfecta rareza irracional, podríamos definirla como la auténtica voz del alma.
                    La intuición percibe el camino que hay que seguir para poder sacar el mayor provecho posible de una situación. Tiene instinto de conservación, capta los motivos y la intención subyacente y opta por aquello que causará la menor fragmentación posible en la psique.
                    En el cuento de hadas el proceso es muy similar. La madre de Vasalisa le hace un extraordinario regalo a su hija, uniéndola con la muñeca. La unión con la propia intuición fomenta una serena confianza en ella, ocurra lo que ocurra. Cambia la actitud de la mujer, haciéndola pasar de un "lo que sea sonará" a un "Voy a ver todo lo que hay que ver".
                    ¿Qué utilidad tiene esta intuición salvaje para las mujeres? Como el lobo, la intuición tiene garras que abren las cosas y las inmovilizan, tienen ojos que pueden ver a través de los escudos protectores de la persona y orejas que oyen más allá del alcance del oído humano. Con estas formidables herramientas psíquicas la mujer adquiere una astuta e incluso precognitiva conciencia animal que intensifica su feminidad y agudiza su capacidad de moverse confiadamente en el mundo exterior.

                    Según Jung los animales viven en nuestro interior en forma de imágenes arquetípicas (elementos estructurales y primordiales de la psiquis humana), según los estudiosos del comportamiento animal en forma de pautas y predisposiciones de conducta heredadas genéticamente, y finalmente según los psicoanalistas en forma de pulsiones inconscientes.
                    "El motivo animal suele simbolizar la naturaleza primitiva instintiva del ser humano. Estos, aunque civilizados, tienen que darse cuenta de la violencia de sus impulsos instintivos y de su impotencia ante las emociones autónomas que surgen del inconsciente. Esto resulta más acusado en los hombres primitivos, cuya consciencia no está muy desarrollada y que están peor dotados para capear la tormenta emotiva.La profusión ilimitada del simbolismo animal en la religión y el arte de todos los tiempos no recalca meramente la importancia del símbolo; muestra cuán vital es para los seres humanos integrar en su vida el contenido psíquico del símbolo: el instinto. En sí mismo, un animal no es bueno ni malo; es una parte de la naturaleza. No puede desear nada que no está en su naturaleza. Diciéndolo de otro modo, obedece a sus instintos. Esos instintos, con frecuencia nos parecen misteriosos, pero tienen su paralelo en la vida humana: el fundamento de la naturaleza humana es el instinto.
                    Pero en el hombre, el "ser animal" (que vive en él como su psique instintiva) puede convertirse en peligroso si no se le reconoce y se le integra en la vida. El hombre es la única criatura con capacidad para dominar con su voluntad al instinto, pero también es capaz de reprimirlo, deformarlo y herirlo; pero un animal, hablando metafóricamente, nunca es tan fiero y peligroso como cuando se le hiere. Los instintos reprimidos pueden llegar a dominar al hombre; incluso pueden destruirlo.
                    El sueño corriente en el que el soñante es perseguido por un animal, casi siempre indica que un instinto se ha desgajado de la consciencia y debe ser (o trata de ser) readmitido e integrado en la vida. Cuanto más peligrosa es la conducta de un animal en el sueño, más inconsciente es el alma primitiva e instintiva del soñante, y más imperativa es su integración en la vida si se quiere evitar algún mal irreparable.
                    Los instintos reprimidos y heridos son los peligros que amenazan al hombre civilizado; los impulsos no inhibidos son los peligros que amenazan al hombre primitivo. En ambos casos, el animal está alejado de su verdadera naturaleza; y para ambos. la aceptación del alma animal es la condición para el completamiento y la vida vivida con plenitud. El hombre primitivo tiene que domar al animal que lleva dentro de sí y convertirlo en su compañero; el hombre civilizado tiene que cuidar el animal que lleva dentro de sí y hacerlo su amigo."
                    C. G. Jung "El hombre y sus símbolos"

                    Ahora Vasalisa va en busca de unas brasas para volver a encender el fuego. Cruza el bosque en medio de la oscuridad y lo único que puede hacer es prestar atención a la voz interior de la muñeca. Está aprendiendo a confiar en esta relación y está aprendiendo, además, otra cosa: a alimentar a la muñeca.
                    ¿Qué hay que darle de comer a la intuición para que esté debidamente alimentada y responda a nuestra petición de explorar lo que nos rodea? Se le da de comer vida... prestándole atención. ¿De qué sirve una voz sin un oído que la reciba? ¿De qué sirve una mujer en la selva de la megápolis o de la vida cotidiana si no puede oír y fiarse de la voz de La Que Sabe?
                    He oído decir a las mujeres, no cien sino mil veces: "Sé que hubiera tenido que fiarme de mi intuición. Intuí que debería/no debería haber hecho tal cosa o tal otra, pero no hice caso." Alimentamos el profundo yo intuitivo prestándole atención y siguiendo sus consejos. Es un personaje por derecho propio, un mágico ser del tamaño de una muñeca que habita en la tierra psíquica del interior de la mujer. Si el músculo no se ejercita, al final se debilita. A la intuición le ocurre exactamente lo mismo. Sin alimento, sin ejercicio, se atrofia.
                    El alimento de la muñeca es un ciclo esencial del arquetipo de la Mujer Salvaje, la guardiana de los tesoros ocultos. Vasalisa alimenta a la muñeca de dos maneras, primero con un trozo de pan, un trozo de vida para su nueva aventura psíquica, y después encontrando el camino de la casa de la Vieja Madre Salvaje, la Baba Yagá. Si prestamos atención a la muñeca -en cada curva y en cada encrucijada-, la muñeca indica por dónde se va a "casa". Nosotras, como Vasalisa, fortalecemos nuestro vínculo con nuestra naturaleza intuitiva prestando atención a nuestro interior a cada vuelta del camino. "¿Tengo que ir por aquí o por allí? ¿Tengo que quedarme o me tengo que ir? ¿Tengo que resistir o ser flexible? ¿Tengo que huir o acercarme? ¿Esta persona, este acontecimiento, esta arriesgada empresa es verdadera o falsa?"
                    A menudo la ruptura del vínculo entre la mujer y su intuición salvaje se interpreta erróneamente como una ruptura de la intuición. Pero no es así. No es la intuición la que se rompe sino más bien el don matrilineal de la intuición, la transmisión de la confianza intuitiva entre una mujer y todas las mujeres de su linaje que la han precedido, es este largo río de mujeres que se ha represado. Como consecuencia de ello, cabe la posibilidad de que la comprensión de la sabiduría intuitiva de una mujer se debilite, pero ésta se puede recuperar y volver a manifestar plenamente por medio del ejercicio. La mujer puede poner remedio, encargándose de reparar ahora los daños sufridos. No estamos hablando de la perfección sino de la construcción de una cierta fortaleza.


                    Las muñecas se utilizan como talismanes. Los talismanes son recordatorios de lo que se siente, pero no se ve, de lo que es así, pero no resulta obvio con carácter inmediato. El numen talismánico de la imagen de la muñeca nos recuerda, nos dice y prevé las cosas. Esta función intuitiva pertenece a todas las mujeres. Es una receptividad masiva y fundamental. No una receptividad como la que antiguamente se enseñaba en la psicología tradicional, es decir, la de un recipiente vacío sino una receptividad que consiste en tener acceso inmediato a una profunda sabiduría que llega hasta los mismísimos huesos de las mujeres.
                    Uno de los problemas fundamentales de las teorías más antiguas acerca de la psicología femenina es el de que la visión de la vida femenina era muy limitada. Nadie podía imaginar que la mujer pudiera ser tanto como es. La psicología clásica era más bien el estudio de unas mujeres completamente encogidas y no el de unas mujeres que trataban de liberarse o que se estiraban y alargaban los brazos para alcanzar algo. La naturaleza instintiva exige una psicología que observe no sólo a las mujeres que se esfuerzan por hacer algo sino también a las que se están enderezando poco a poco tras haberse pasado muchos años viviendo encorvadas.

                    Fuentes:

                    Clarissa Pinkola Estés
                    "Mujeres que Corren con los Lobos"


                    Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"




                    lunes, 26 de julio de 2010

                    Criticar y discernir

                    La crítica es la expresión de nuestra capacidad de discernimiento y pretender su anulación es traicionar la fundamental esencia del ser humano: su pensamiento, su razón y su voluntad. 

                    El origen de la palabra “crítica” se deriva del griego κριτικός (kritikós) y se refiere a la “capacidad de discernir”, se manifiesta en una opinión personal producto del análisis previo o en una actividad que separa y evalúa al mismo tiempo. La crítica es parte de nuestra capacidad intelectual, y su ejercicio es fundamental para el desarrollo de las ideas y de la práctica social.
                    Criticar es poner en duda. Cuestionar algo que el mundo o la sociedad dan por sentado. No se trata de criticar en un sentido coloquial, sino de criticar las bases de una concepción. Por ejemplo, ¿por qué damos por hecho y por natural ciertas calificaciones?
                    El uso exacto del término hunde sus raíces en la lengua griega, de la cuál es originario. De la misma raíz griega deriva el verbo cribar: acción que consiste en separar una cosa compuesta en dos grupos: los que cumplen un determinado criterio y los que no. Un colador utilizado en la cocina, para eliminar restos sólidos disueltos en un líquido, por ejemplo, ejerce la crítica, ya que separa los dos elementos atendiendo a un criterio: el tamaño de los agujeros del colador. Critica es, de este modo, la acción siguiente al análisis: en este último se separan los diferentes elementos que componen un todo complejo; en el primero (crítica), se compara los elementos simples obtenidos con un determinado criterio.

                    "¿Qué es hacer una crítica? Apostaría a que se trata de algo que la mayoría entendemos en un sentido ordinario. El asunto, no obstante, se complica si intentamos distinguir entre una crítica de tal o cual posición y la crítica como una práctica más general que pudiera ser descrita sin referencia a sus objetos concretos. ¿Podemos además interrogarnos sobre su carácter general sin insinuar una esencia de la crítica? Y si para establecer esta imagen general lo hiciéramos expresando algo que se aproximase a una filosofía de la crítica, ¿perderíamos entonces la distinción entre filosofía y crítica que forma parte de la definición misma de ésta última? La crítica es siempre crítica de alguna práctica, discurso, episteme o institución instituidos, y pierde su carácter en el momento en que se abstrae de esta forma de operar y se la aísla como una práctica puramente generalizable. Pero siendo esto cierto no significa que sea imposible algún tipo de generalización o que tengamos que enfangarnos en particularismos. Todo lo contrario, por donde transitamos aquí es por un área de obligada generalización que aborda lo filosófico pero que debe, si queremos que sea siempre crítica, guardar distancia frente a sus propios resultados."

                    La tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos, condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso, son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación.

                    "El pensamiento crítico no implica pensar de forma negativa o con predisposición a encontrar defectos y fallos. Tampoco intenta cambiar la forma de pensar de las personas o reemplazar los sentimientos y emociones. El objetivo del pensamiento crítico es evitar las presiones sociales que llevan a la estandarización y al conformismo. Esta es una actitud intelectual que se propone analizar o evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos, particularmente las opiniones o afirmaciones que la gente acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana. El pensador crítico busca entender cómo reconocer y mitigar o evitar los distintos engaños a los que es sometido en la cotidianeidad. Por eso desconfía de las fuentes de información como los medios de comunicación, ya que tienden a distorsionar la realidad. La premisa del pensamiento crítico es dudar de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con mayor precisión a los datos objetivos.
                    Se señala en oposición al pensamiento no crítico o vulgar, por el que se da por sentado la verdad de una creencia sin más y en la que los prejuicios sociales actúan como evidencias cognoscitivas prácticas y fuente de conocimiento y de la acción sin ponerlas en cuestión respecto a un contenido objetivo.
                    Dicha evaluación puede realizarse a través de la observación, la experiencia, el razonamiento o el método científico. El pensamiento crítico exige claridad, precisión, equidad y evidencias, ya que intenta evitar las impresiones particulares. En este sentido, se encuentra relacionado al escepticismo y a la detección de falacias. Para adoptar la actitud de un pensador crítico hay que reconocer y evitar los prejuicios cognitivos, identificar y caracterizar argumentos, evaluar las fuentes de información y, finalmente, evaluar los argumentos."
                    La critica es un instrumento para discernir y para cuestionar la validez de ciertas prácticas o reglas de conducta, y no para censurar de manera subjetiva basándose en las inclinaciones personales. Discernir es separar el trigo de la paja, en base a unos conocimientos, es reconocer la calidad de un objeto sin restarle valor a lo desechado. Para discernir se ha planteado unos criterios: la paja no sirve para elabora harina ni el trigo para construir techumbre, ambos tienen su utilidad. De esta critica se ha sacado un conocimiento.

                    "Raymond Williams se preocupó por el hecho de que la crítica se había reducido excesivamente a la noción de descubrir errores, y propuso que encontrásemos un vocabulario para los tipos de respuestas que tenemos, en concreto para las obras culturales, que no asuman el hábito (o el derecho o el deber) del juicio. Lo que reclamaba era un tipo de respuesta más específica que no se apresurase a generalizar: «Lo que siempre es preciso entender es la especificidad de la respuesta, que no es un “juicio” sino una práctica». Creo que esta última frase marca también la trayectoria del pensamiento de Foucault sobre este asunto, ya que su «crítica» no es una práctica que se reduzca a dejar en suspenso el juicio, sino la propuesta de una práctica nueva a partir de valores que se basan precisamente en esa suspensión.
                    Theodor Adorno reclamaba algo semejante al escribir sobre el peligro representado por una acción mecánica, puramente lógico-formal y administrativa, que decide acerca de las formaciones culturales y las articula en aquellas constelaciones de fuerza que el espíritu tendría más bien que analizar, según su verdadera competencia. Así que la tarea de desvelar estas constelaciones de poder se ve impedida por la precipitación de un “juicio mecánico” como forma ejemplar de la crítica. Para Adorno, esta manera de operar sirve para imponer una escisión entre la crítica y el mundo social a nuestro alcance. Adorno escribe que la misma soberanía del crítico o de la crítica, la pretensión de poseer un saber profundo del objeto y ante el objeto, la separación de concepto y cosa por la independencia del juicio, lleva en sí el peligro de sucumbir a la configuración-valor de la cosa; pues la crítica cultural apela a una colección de ideas establecidas y convierte en fetiches categorías aisladas.
                    El juicio, para ambos pensadores, es una manera de subsumir lo particular en una categoría general ya constituida, mientras que la crítica interroga sobre la constitución oclusiva del campo de conocimiento al que pertenecen esas mismas categorías."

                    El Occidente moderno se caracteriza por presentar una actitud crítica, esta actitud se muestra en una cierta manera de pensar, de decir, de actuar, una cierta relación con lo que existe, con lo que sabemos, con lo que hacemos, una relación con la sociedad, con la cultura, también una relación con los otros. Es la crítica, pues, más que un contenido, una actitud. Una actitud en relación con los diferentes contenidos que puedan surgir de las ciencias particulares. Una actitud crítica que se puede entender al modo de una forma de estar en el mundo. Una forma de estar en el mundo que se puede entender a la manera de no querer ser controlado, manipulado o gobernado de una determinada manera. Una de las primeras formas en que se da un cierto grado de autonomía en el individuo es no querer hacer lo que a uno le obligan hacer, es decir, rebelarse contra el poder establecido. Es decir no. Este hecho, corresponde a una actitud con respecto al mundo, es en primer lugar no aceptar la autoridad por el mero hecho de constituir tal autoridad.
                    Para Foucault pensar el problema de la libertad, y el de la ética en general, más allá del juicio, es especialmente importante: el pensamiento crítico consistiría justamente en ese empeño.

                    "Foucault comienza su discusión afirmando que hay varias gramáticas para el término crítica, distinguiendo entre una alta empresa kantiana que se llama crítica y las pequeñas actividades polémicas que se llaman crítica. De esta manera, nos advierte desde el inicio de que la crítica no será una sola cosa, y de que no seremos capaces de definirla separadamente de sus diversos objetos, los cuales a su vez la definen:
                    "Parece conducida por naturaleza, por función, diría que por profesión, a la dispersión, a la dependencia, a la pura heteronomía... o existe más que en relación con otra cosa distinta a ella misma".

                    Foucault busca de esta manera definir la crítica, pero encuentra que solamente son posibles una serie de aproximaciones. La crítica será dependiente de sus objetos, pero sus objetos a cambio definirán el propio significado de la crítica. Más aún, la tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos —condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso— son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación. ¿Cuál es la relación del saber con el poder que hace que nuestras certezas epistemológicas sostengan un modo de estructurar el mundo que forcluye posibilidades de ordenamiento alternativas? Por supuesto, podemos pensar que necesitamos certeza ideológica para afirmar con seguridad que el mundo está y debiera estar ordenado de una determinada manera. ¿Hasta qué punto, sin embargo, tal certeza está orquestada por determinadas formas de conocimiento precisamente para forcluir la posibilidad de pensar de otra manera? En este punto sería inteligente preguntar: ¿qué tiene de bueno pensar de otra manera si no sabemos de antemano que pensar de otra manera produce un mundo mejor, si no tenemos un marco moral en el cual decidir con conocimiento que ciertas posibilidades o modos nuevos de pensar de otra manera impulsarán ese mundo cuya mejor condición podemos juzgar con estándares seguros y previamente establecidos?...
                    ...Esto es volver a un significado más fundamental de "crítica" con el fin de ver qué problema hay con la manera en que la cuestión se formula, para formular la cuestión de nuevo, de forma que se pueda trazar una aproximación más productiva hacia el lugar que ocupa la ética... Pero en este punto pediría paciencia, pues resulta que la crítica es una práctica que requiere una cierta cantidad de paciencia, al igual que la lectura, de acuerdo con Nietzsche, requiere que actuemos un poco más como vacas que como humanos, aprendiendo el arte del lento rumiar.

                    La contribución de Foucault a lo que parece ser un impás en la teoría crítica y postcrítica de nuestro tiempo es precisamente pedirnos que repensemos la crítica como una práctica en la que formulamos la cuestión de los límites de nuestros más seguros modos de conocimiento, a lo que Williams se refirió como nuestros «hábitos mentales acríticos» y que Adorno describió como ideología (el único pensamiento no-ideológico es aquel que no puede reducirse a operational terms, sino que intenta llevar la cosa misma a aquel lenguaje que está generalmente bloqueado por el lenguaje dominante). Una no se conduce hasta el límite para tener una experiencia emocionante, o porque el límite sea peligroso y sexy, o porque eso nos lleve a una excitante proximidad al mal. Una se interroga sobre los límites de los modos de saber porque ya se ha tropezado con una crisis en el interior del campo epistemológico que habita. Las categorías mediante las cuales se ordena la vida social producen una cierta incoherencia o ámbitos enteros en los que no se puede hablar. Es desde esta condición y a través de una rasgadura en el tejido de nuestra red epistemológica que la práctica de la crítica surge, con la conciencia de que ya ningún discurso es adecuado o de que nuestros discursos reinantes han producido un impás. En efecto, el propio debate en el que el punto de vista fuertemente normativo declara la guerra a la teoría crítica puede haber producido precisamente esa forma de impás discursivo del que surge la necesidad y la urgencia de la crítica.
                    Para Foucault, la crítica es instrumento, medio de un porvenir o de una verdad que ella misma no sabrá y no será, es una mirada sobre un dominio que se quiere fiscalizar y cuya ley no es capaz de establecer. De manera que la crítica será esa perspectiva sobre las formas de conocimiento establecidas y ordenadoras que no está inmediatamente asimiladas a tal función ordenadora. Foucault, significativamente, emparenta esta exposición del límite del campo epistemológico con la práctica de la virtud, como si la virtud fuese contraria a la regulación y al orden, como si la virtud misma se hubiera de encontrar en el hecho de poner en riesgo el orden establecido. No le intimida la relación que aquí se establece. Escribe, "hay algo en la crítica que tiene parentesco con la virtud". Y después afirma algo que podríamos considerar aún más sorprendente: "esta actitud crítica es la virtud en general".

                    Hay algunas formas preliminares de entender el esfuerzo de Foucault por moldear la crítica como virtud. La virtud se entiende con mucha frecuencia como un atributo o práctica de un sujeto, o como una cualidad que condiciona y caracteriza un cierto tipo de acción o práctica. Pertenece a una ética que no se cumple meramente siguiendo reglas o leyes formuladas objetivamente. Y la virtud no es solamente una manera o una vía para estar de acuerdo o cumplir con normas preestablecidas. Es, más radicalmente, una relación crítica con esas normas que, para Foucault, toma la forma de una estilización específica de la moralidad.
                    En esa coyuntura deja claro que busca ir más allá de una noción de filosofía ética que promulgue una serie de prescripciones. Así como la crítica interseca con la filosofía sin coincidir del todo con ella, Foucault busca hacer de su propio pensamiento un ejemplo de forma no prescriptiva de investigación moral. Del mismo modo se preguntará más tarde sobre formas de experiencia moral que no estén rígidamente definidas por una ley jurídica, una regla o mandato al que al sujeto se le pida someterse mecánica o uniformemente.
                    La experiencia moral tiene que ver con la transformación de sí provocada por una forma de conocimiento que es ajena al de uno mismo. Y esta forma de experiencia moral será diferente de la sumisión a un mandato. En efecto, en la medida en que Foucault interroga a la experiencia moral, entiende que él mismo está realizando una investigación sobre las experiencias morales que no están en primer lugar o en lo fundamental estructuradas por prohibición o interdicción.

                    En el primer volumen de "Historia de la sexualidad" buscaba mostrar que las prohibiciones primordiales asumidas por el psicoanálisis y las consideraciones estructuralistas sobre las prohibiciones culturales no se pueden aceptar como constantes históricas. Más aún, la experiencia moral no se puede entender historiográficamente recurriendo a una serie predominante de interdicciones en un tiempo histórico dado. Aunque hay códigos a estudiar, deben serlo siempre en relación con los modos de subjetivación a los que corresponden. Foucault afirma que la juridificación de la ley alcanza una cierta hegemonía en el siglo XIII, pero si nos remontamos a las culturas clásicas griega y romana encontramos prácticas, o "artes de la existencia", que tienen que ver con una relación cultivada del yo consigo mismo.
                    Con la introducción de la noción de "artes de la existencia" Foucault reintroduce también y vuelve a enfatizar las acciones sensatas y voluntarias, en concreto:
                    "Esas prácticas por las que los hombres no sólo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo."
                    No es que tales vidas sencillamente se ajusten a preceptos morales o normas de tal manera que los yoes que consideramos formados o preparados de antemano encajen en un molde que el precepto expone. Por el contrario, el yo se crea a sí mismo en los términos que marca la norma, habita e incorpora la norma, pero la norma, en este sentido, no es externa al principio de acuerdo con el cual el yo se forma. Lo que está en juego para Foucault no son los comportamientos, las ideas, las sociedades o sus ideologías, sino "las problematizaciones a cuyo través el ser se da como poderse y deberse ser pensado y las prácticas a partir de las cuales se forman aquéllas".
                    Aunque esta última afirmación es apenas transparente, lo que sugiere es que ciertos tipos de prácticas pensadas para manejar ciertos tipos de problemas tienen como consecuencia que, con el paso del tiempo, se establezca un dominio ontológico que constriñe a su vez lo que entendemos por posible. Sólo haciendo referencia a este horizonte ontológico que prevalece, él mismo instituido mediante una serie de prácticas, seremos capaces de comprender las diversas formas de relación con los preceptos morales que han sido formadas, así como con las que están por formarse."

                    Por todo ello la libre expresión es protegida como un derecho inalienable de toda persona y como un "plus"·, queda inmersa la crítica que permite identificar riesgos y situaciones perversas provenientes de estos poderes o autoridades otorgados por un silencioso acuerdo social o cultural dentro del ámbito del individuo.

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