jueves, 15 de noviembre de 2007

Los Celtas: Edad de Hierro I, La Tène

Las sepulturas paulatinamente contienen menos riquezas, sobre todo a partir del 400 a. C. y hasta el 250 a. C. aproximadamente, situación que coincide con la etapa de las invasiones celtas relatadas por los autores clásicos.

Así, en el 390 a. C. aproximadamente Roma es saqueada por grupos celtas, en el 280 a. C. invaden Macedonia y hacia el 272 a. C. ocurre lo mismo con Delfos donde son derrotados, por lo que deben retirarse, asentándose algunos en Tracia al igual que en zonas de Asia Menor, donde se establecen los Gálatas, y hacia el norte donde llegan hasta Irlanda e Inglaterra. También se aprecia su presencia como mercenarios en Egipto o Cartago, donde protagonizan la revuelta contra las tropas de Amílcar en el año 238 a. C.

Entre los siglos III y I a. C. se llevan a cabo contactos comerciales más comunes con Italia, en donde se proveen de algunos artículos de lujo como ánforas de vino o vajillas, situación facilitada por el conocimiento y uso de la moneda en las regiones celtas.

Se produce un afianzamiento y desarrollo de los estados y se fundan grandes asentamientos conocidos como oppida, algunos de ellos con grandes dimensiones, cuyo mayor desarrollo tendrá lugar hacia mediados del siglo II a. C..

Asentamietos tipo la Tène: Maiden Castle en Dorset, Pendinas en Wales, y Dunne Angles (Irlanda).

Los oppida eran centros fortificados, comúnmente se asentaban sobre una colina, rodeados de profundos fosos, y erizados de defensas y pesadas puertas. Se encontraban generalmente ubicados cerca de las grandes vías de comunicación o de los yacimientos de materias primas, como minas de hierro, de sal, arenas auríferas, etc., tenía dimensiones variables, aunque podían llegar a ser enormes, como es el caso del oppidum de Manching que tiene una superficie de 380 hectáreas. Este se encuentra en Baviera, y se desarrolló a partir de un pequeño asentamiento durante el siglo II a. C., llegando a ser el mayor centro de la región.

El suelo y las vigas de madera son de 7 km. de largo y se mantenían unidas por una gran cantidad de clavos de hierro. Tenía cuatro caminos de acceso, pavimentados en piedra, uno de ellos con una doble entrada, una para carretas y carros y otra más pequeña para personas.

Las calles interiores del oppidum podían llegar a los 10 metros de ancho, y en su interior había edificios como talleres, almacenes o depósitos, y residencias de la elite cercadas por empalizada. También se han hallado evidencias del trabajo del hierro y del cuero, así como acuñación de moneda.[1] Se encontraba al lado del río Danubio y del río Paar, y cerca de él había un santuario celta dentro del bosque.

En Gran Bretaña durante el siglo VI a. C. se levantaron varias fortificaciones situadas en colinas, paulatinamente al ir centralizándose el poder muchas de estas desaparecieron, pero las que continuaron habitadas se fortificaron más fuertemente, un ejemplo claro es Danebury, en su interior había una zona para apacentar el ganado, viviendas con techos cónicos de pajas y graneros levantados con vigas de madera. Hacia el 100 a. C. se desabitó sin explicación aparente.

Los oppida cumplían diversas funciones, servían de campamento militar, poseyendo normalmente una guarnición estacionada, también podían ser centros religiosos, controlaban los puntos económicos estratégicos y controlaban un extenso territorio. Cada cierto tiempo se celebraba en ellos un gran mercado, donde acudían los habitantes de las tierras vecinas para vender y abastecerse de productos.

La aparición de estos centros fortificados también conlleva un surgimiento de grandes cambios económicos y sociales dentro del mundo celta. Los grupos guerreros, que hasta entonces habían tenido el poder, pierden importancia a manos de una oligarquía que progresivamente se hace con el gobierno. Al no existir un gobierno centralizado, los pueblos más importantes intentan tomar las riendas de los más débiles, obligándoles a aliarse con ellos para combatir a sus enemigos. Cada tribu dominaba un grupo de oppida, de los que uno de ellos hacía las veces de capital.

En la Galia la ciudad la dirigía un magistrado y un senado que estaba formado solo por nobles, que eran los propietarios de las tierras y el ganado, y contaban con grupos de guerreros que estaban vinculados a la elite por juramentos de fidelidad.

Los artesanos y los campesinos en teoría eran libres, pero en la práctica dependían de un aristócrata, para el que iba dirigido la mayor parte de su trabajo. Estos grupos no podían participar en la política activa de la ciudad.

La unidad básica de la sociedad celta era la familia, se conoce, por lo menos en el caso de la Galia, que el cabeza de familia tenía derecho de vida o muerte sobre su esposa, aunque parece ser que esta acción se utilizó muy poco.

La posición de las mujeres dentro de la sociedad venía determinada por la posición que ocupaba el marido o el padre, pudiendo ser el caso de la princesa de Vix o de la reina Boudicca, que encabezó una sublevación contra los romanos en Inglaterra durante el siglo I, también se conoce la existencia de mujeres druidas y que en múltiples ocasiones acompañaban a sus maridos a la batalla.

Pero estos casos son contados, pues la vida de las mujeres campesinas era, como en todas las épocas, muy dura.

Moneda con la imagen de Vercingetorix

Castro de Alesia, Francia

Muchos guerreros celtas combatían desnudos, y acostumbraban a conservar como trofeo las cabezas de los enemigos muertos en combate, untaban de aceite de cedro las de los adversarios más prestigiosos y las guardaban en baúles para enseñarlas a los extranjeros.

Las primeras monedas celtas aparecen en el siglo IV a. C., pero su función no era la de facilitar los intercambios, pues se utilizaban muy excepcionalmente, para pago de tributos, como dote de bodas, necesidades políticas, etc..., su uso se comienza a generalizar cuando comienza a desaparecer el sistema de trueque.

Entre el 58 y el 50 a. C., Julio Cesar al mando de sus legiones vence a Vercingetorix y conquista la Galia, en la Península Ibérica la caída de Numancia en el 133 a. C. es

el final de la independencia, aunque existirán numerosas rebeliones contra el poder de Roma, Britania, a excepción de Caledonia y el centro del País de Gales, también caen en poder romano. Con todo ello se llega al final del mundo céltico, permaneciendo unos cuantos reductos en Erín (Irlanda) y Albión (Inglaterra).

Los celtas se van integrando en la nueva sociedad romana, produciéndose en muchos casos un proceso de romanización, por otra parte, algunas de las tradiciones se mantienen en Irlanda, pues nunca llega a caer en poder de Roma.

En los últimos momentos las invasiones celtas se extendieron hacia la Península Ibérica, Italia, Grecia y Anatolia.

En el transcurso del siglo I a. C. toda la zona céltica cae en poder de las legiones romanas, sobre todo a partir de la conquista de la Galia por Julio Cesar, que lleva a cabo campañas entre el 58 y el 51 a. C., excepto Irlanda y Escocia, en donde perdura su cultura hasta el comienzo de la Edad Media.

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