lunes, 2 de noviembre de 2009

Cómo fluir con la vida

Cuando alguien es capaz de ver que su desarmonía u oscuridad interior le impide el acceso a realidades más gratas, puede que también comprenda que si quiere vivir una realidad más feliz, deberá emprender el camino del crecimiento personal, buscando la superación de sus defectos, la armonización con el fluir de la vida universal y con sus leyes, todo eso lleva al despertar. Una persona relativamente despierta siente que la vida es hermosa, que es una oportunidad extraordinaria para amar, disfrutar, crecer y ayudar a otros, aunque haya momentos duros.


"Mira que le doy vueltas a la cabeza, pero nada, no encuentro la solución." Este es un lamento muy habitual que posiblemente esté también en su boca. Y eso porque, desdichadamente, nuestra mente, la de casi todos, es ya una enloquecida noria de feria. Una noria de luces y de ruido que da vueltas y más vueltas sin que podamos detenerla. Y estamos convencidos de que la solución está ahí, en ese incesante voltear de matraca ensordecedora, sin comprender que dar vueltas y más vueltas en torno a un problema es crear un muro en torno a él, es quedarnos con el problema, es protegerlo, es un simple tañido de alarma, es una súplica de ayuda, es moverse en la rueda de una constante autocompasión, es creer que podemos llegar al mar sin dejarnos llevar por la corriente del río. No fluimos. El miedo -o, lo que es lo mismo, la búsqueda de seguridad- ha levantado una esclusa sin compuertas que nos impide fluir. Y damos vueltas y más vueltas en el agua de esa presa que, por no fluir, acaba pudriéndose. Y la presa somos nosotros. ¡Pero son tantas las cosas que no queremos perder, estamos tan firmemente agarrados al mástil de lo que creemos seguridad, estarnos tan bloqueados por el miedo que acabamos en la estupidez de perder la vida por miedo a perderla!
Así que mi propuesta es: dejemos que el río de la vida nos lleve. Vivamos en el wei wu wei de la doctrina taoísta. O sea, dejémonos llevar, fluyamos con el fluir de la vida, hagamos no haciendo, no ofrezcamos resistencia, no nos agarremos a las cosas, ni siquiera a la vida, porque agarrarse a la vida es perderla. Entendamos, de una vez por todas, que sólo hay seguridad en la inseguridad. Así que abramos la esclusa que creemos protege nuestra vida, rompamos las compuertas y dejemos que la vida fluya. No nos paralicemos con un constante voltear de pensamientos, iniciemos la acción desde el no pensamiento. Eso que el taoísmo llama la acción de la no acción, que no es ir a la deriva, sino ser completamente sensible a cada momento como algo nuevo y único, con la mente receptiva. En su libro Ilusiones, Richard Bach ha escrito: "La nube ignora por qué se desplaza en una determinada dirección y a una velocidad específica. Siente un impulso... ése es el rumbo del momento. Pero el cielo conoce las razones y las configuraciones que hay detrás de todas las nubes, y tú también las conocerás cuando te eleves a la altura indispensable para ver más allá de los horizontes".
Este es el wei wu wei, dejarse llevar por el Yo, no dejar que el ego se apropie de la acción, no dar finalidad a nuestra vida, no interpretarla, no enjuiciarla tomando como punto de referencia un debiera (debo ser el mejor, debo tener tanto dinero como...).

Este cuento sufí lo explicita con una anécdota:

¿Buena suerte o mala suerte?

"Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

-¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tu eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Sólo Allah lo sabe."

Todo lo que a primera vista parece un contratiempo. puede ser un disfraz del bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso. Así, pues, será postura sabia que dejemos de decidir lo que es buena suerte y mala y que estemos dispuestos en agradecer que todas las cosas se conviertan en un bien.

Según rezaba San Agustín.

"Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para distinguir la diferencia entre ambas."

Es el Yin y el Yang de nuestro discurrir, nuestro cíclico devenir, esos acontecimientos que, para nuestra desdicha, intentamos fijar interpretándolos cuando no admiten otra interpretación que ese simple puede ser.
Es importante, por tanto, que aprendamos a aceptar los hechos. Bien entendido que ese aceptar no es un simple resignarse o un ir a la deriva, sino que es un sí, un sí rotundo, un decir sí a la vida. Porque usted y, con usted, casi todos, vivimos en un constante no. Nos protegemos, nos acorazamos, no dejamos que el río de la vida nos nutra y lleve. Por eso estamos muertos, no vivimos, somos sólo una máscara que todavía anda. Somos miedo, dolor, tristeza... ¿Quiere comprobarlo?


QUÍTESE LA MÁSCARA

Posición:
a) De pie, delante de un espejo.

Ejercicio:
1. Observe la expresión de su rostro en el espejo. Mírese detenidamente. Quizá es un rostro con vida, quizá lánguido... Tome conciencia de eso.
2. Deje ahora de mirarse y relaje los músculos de la cara; deje que se aflojen lentamente, que tomen la expresión que deseen. No interfiera, no haga ningún esfuerzo por reprimirles ni por ayudarles. Simplemente deje que se expresen por sí mismos. Y notará que su boca se abre más o se cierra con más fuerza, que sus ojos se adormecen o no, que sus mejillas parecen caer... Y, finalmente, su rostro ha adquirido otra expresión.
3. Mírese ahora otra vez en el espejo. Observe su auténtica expresión, la que muestra a los demás cuando olvida su máscara. Lo más probable es que se haya encontrado con un rostro tenso, primero, y triste, asustado, amargado o perplejo, después.
Pero eso no debe preocuparnos.
Al contrario, quitémonos la máscara. Dejemos que el miedo, la frustración y la tristeza fluyan también, dejemos que los sentimientos negativos nos recorran, porque sólo así dejarán de atormentarnos.

Ya sabe que todo sentimiento negativo es un mensaje. Enriquézcase escuchándolo y déjelo fluir. No ponga diques. No se parapete tras un no a la vida que se traduce en un cerrar la boca, en contraerla afeándola con un permanente rictus, y también en un replegar el mentón y los hombros.
No haga eso, que eso, aparte de afearnos, nos amarga, envejece y enferma. Por el contrario, diga sí, porque decir sí es abrir la boca hecha sonrisa; decir sí es poder respirar hondo, es no temer lo que hay más allá de nosotros, ni más allá de nuestro aquí y de nuestro ahora. Decir sí es vivir, es aceptar que la vida fluya, es aceptar los hechos, no vivir en la interpretación.
Éste es el ejercicio último y definitivo de esta serie. Una serie de artículos que empezó con la necesidad de abrirnos a la vida y se cierra aquí sabiendo ya que sólo podremos abrirnos a la vida si somos capaces de fluir con ella, de aceptarla, de decir abiertamente que sí.
De seguir diciendo no, nos mantendremos en nuestro actual estado de zombis y seguiremos siendo simples cadáveres andantes movidos por otros zombis.
Por favor, diga sí: fluya. No permita que otros decidan por usted y condicionen su mente impidiéndole vivir su propia realidad.


Fuentes:

Basados en el libro "Nazca a una nueva vida"
y glosados por el autor del libro, Joaquín Grau.

Centro de Terapia y Formación Anatheóresis S.L.
C/ Víctor Hugo, 1- primero izquierda
28004 MADRID
Tel. 91 522 89 09.
Tel. y Fax. 91 531 53 87
E- mail:
terapias@grau-anatheoresis.com





9 comentarios:

Carmen dijo...

Hola soy karma, un abrazo
He creado un enlace a mi blog de esta entrada de hoy porque expresa mi sentimiento, como no sé como funcionan estas cosas si te molesta que publique tu entrada dímelo y no la pondré.
Como tu recojes todo es bien fácil, estamos aqui para vivir, somos lo que somos y formamos parte de todo y con todo somos uno. Fluir es la forma natural.
Vivimos en la sociedad del miedo y eso nos impide ser.
Los condicionamientos vienen desde muy lejanos en el tiempo, pero todos, sin exclusión, sabemos si miramos en nuestro interior lo que somos. Aceptarlo es el comienzo.

(...) Hace muchos años, todos ustedes, en distintas épocas,
en distintos pueblos, pero sin excepción, todos se prometieron así mismos, abrazar el camino del conocimiento Iniciático, todos, en pleno uso de su mas alta conciencia espiritual, aceptaron las pruebas que a su paso irían encontrando y juntos decidieron tomar su alforja, llena únicamente con las bendiciones del cielo, portar sus sandalias cuya única protección era la que la voluntad espiritual podía ofrecerle, vestir una delgada túnica tejida con cada uno de los sentimientos mas puros que su corazón podía albergar, y lanzarse a escalar las mas elevadas cumbres de la realización humana.
Kwan Yin
Seguiria horas y horas, porque me encantó tu entrada.
Un beso siempre.

Pedro Estudillo dijo...

Intentar comprender, en vez de aprender tanto y tanto, y llenar nuestras mentes de conocimientos, la mayoría inútiles. En la comprensión creo que está la clave, comprender nuestro sufrimiento, nuestro dolor, ira, insatisfacción... investigar en sus orígenes, sólo así desaparecerán y la dicha florecerá por sí sola.
También disfruté mucho con esta entrada.

Ha sido un placer volver por aquí.

Un abrazo.

Antonio dijo...

Me ha gustado mucho todo lo que nos enseñas en estos escritos, sobre todo fluir...

Muchas gracias!!!

merce dijo...

Muy interesante tu blog, con tu permiso volveré.


Un abrazo Pedro

Blog de alma dijo...

La vida es hermosa con todos sus momentos. Tanto con los que nos hacen sentir bien como con los que nos incomodan. Hay que bailar con lo que se presenta.pero hay que estar al acecho porque es tan fácil caer en lo aprendido en lugar de no hacer...

Amma Sinclética dijo...

Este blog es muy interesante
así que me he vuelto seguidora.

Eugenio Criado dijo...

Gracias por tu blog, y esta entrada en particular, me anima a seguir por el camino.
POr otro lado Agradecer la sugerencia de leer el libro "mujeres que corren con lobos" que aunque no lo digas directamente" por las entradas en tu blog esta claro. Y estoy contigo, que aunque siendo hombre, este libro me esta ayudando.

Mitakuye Oy Asin
Erlik Khan.

Alimontero dijo...

HOla....me he quedado aquí leyéndote desde el corazón....y hoy, tus palabras, las necesitaba.
Talvez la sincronía me trajo...

te dejo un gran abrazo con mucha alegría..

Ali

Jurema dijo...

Hola!
Este libro me ha enseñado muchísimo!!
De la mano de Joaquín empecé a caminar de nuevo..
Gran maestro que llevo en el corazón.

Mil besos

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