Mostrando entradas con la etiqueta Zen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Zen. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de marzo de 2008

Zen en Occidente.

El zen nació en China en los siglos sexto y séptimo después de Cristo. La transformación de la palabra muestra ya un largo desarrollo antes de esa época. Zen es la abreviatura de la palabra japonesa 'zenna', que se derivó de la palabra china chan. Ésta a su vez es una forma de leer la palabra sánscrita dhyana, la cual significa 'recogimiento de la mente', que lleva a un abismamiento en el que desaparece toda diferenciación dualista. Tiene por meta una experiencia de iluminación como le tocó en suerte a Shakyamuni Buda, en el siglo quinto antes de Cristo.

Desde el punto de vista esotérico el zen no se puede considerar religión, es la realización de la realidad no dual, como les sucedió a los grandes santos, sabios y fundadores de las religiones de todos los tiempos y lugares. Zen es probablemente el camino mas recto hacia el despertar, a pesar de que no se le puede clasificar como camino. Mucho más se parece a un irrumpir al, siempre presente y nunca perdido, origen de todo lo existente. Con ello su procedencia es transconfesional y mas antigua que todas las religiones existentes. Todas las grandes religiones que existen lo han integrado de una u otra forma bajo nombres diferentes.

El zen también puede verse de forma exotérica. Entonces es una escuela de sabiduría del Budismo Mahayana, que se desarrolló en China del encuentro de las enseñanzas del hindú Bodhidharma con el taoísmo. Bajo este aspecto el zen es una religión que a través de enseñanzas y prácticas debe guiar a la autocontemplación del Ser. Pero Shakyamuni no quiso fundar una religión; al contrario, él destacó la inutilidad de los ejercicios religiosos y rituales.

El zen es transconfesional por naturaleza. Por ello no hay enseñanzas sobre zen, tampoco sobre budismo. Es una trasmisión fuera de las escrituras. El Maestro Yuansou dijo con razón: 'No hay enseñanza para ti, para que medites o te asientes en ella. Cuando no crees en ti mismo, tomas tu hatillo y rondas ante las casas de otros buscando zen y tao. Buscas misterios, milagros, budas, maestro zen y profesores. Crees que eso es buscar lo supremo y haces de ello tu religión, pero se parece a una carrera hacia el este, para conseguir algo que está en el oeste.'

Por eso no se puede instruir a nadie como maestro zen o nombrar roshi sin más. El que ha pasado el koan número seis del Mumokan sabe lo que es una trasmisión. Buda sostiene una flor en alto, en él. El que ha experimentado lo que significa esto, está iluminado. En el sentido estricto de la palabra sólo hay una confirmación, no una trasmisión.

El zen está estrechamente ligado a la religión budista, pero transciende esta y toda religión. Todo camino verdaderamente esotérico va más allá de la confesión, ya sea raja-yoga, patanjali, vipassana, sufismo o contemplación. Se trata de esa 'sophia perennis', la sabiduría eterna que hoy en día sólo es vivida por una minoría, pero que algún día será reconocida como la verdadera meta de toda religión. Las personas del futuro serán 'despiertas'. Entonces las religiones se habrán trasformado en caminos a la experiencia de la Realidad. El zen puede jugar un papel importante por su naturaleza transconfesional. Por lo tanto no hay maestros zen cristianos ni budistas. Si el zen no se puede encasillar en ninguna religión, no hay zen cristiano ni zen budista, sino únicamente zen.

En occidente solamente tiene perspectivas el zen 'desnudo'. El budismo no ganará apenas terreno en occidente, pero sí el zen. Pero el zen tendrá que 'inculturizarse'. Desaparecerá mucho de lo que en los monasterios zen de oriente se ha desarrollado como forma monástica. Llega un zen laico. Hasta ahora en occidente el zen tiene algo de 'converso'. Ritos, ropas e instrumentos de sonido que a lo largo de la historia fueron utilizados en los monasterios, juegan un papel importante y tapan a menudo lo esencial. En algunas agrupaciones tienen gran importancia los hábitos de los monjes budistas (imitaciones o auténticos), el estilo de un sesshin, las barritas de incienso y hasta las cabezas rapadas. La tendencia a las formas exteriores es una enfermedad de principiantes. Pero el zen desnudo es una corriente constante que en occidente cambiará su estructura externa, como la cambió en China al encontrarse con el taoísmo. Su naturaleza no se dejará falsificar. 'El Dharma no necesita defensor ' dice una frase zen.

Las religiones son modelos. En oriente las religiones se miden por la experiencia de los sabios. Por ello no necesitan una congregación de fe. Mi larga estancia en Japón, con un maestro muy libre, me permitió reconocer que las religiones son modelos, que envejecen si no son avivadas continuamente desde la experiencia. Los conceptos religiosos de mis amigos budistas se trasformaron con el zazen, al igual que los conceptos religiosos de mis amigos cristianos. A los seguidores del Budismo Amida les llegó el mismo cambio por el camino del zen que a los cristianos que tenían un concepto personal de Dios. 'Mata a Buda y a los patriarcas si te los encuentras', dice un célebre proverbio zen. 'Pido a Dios (Divinidad) que me quite a Dios' formula el Maestro Eckhart, diciendo lo mismo. El que en el zen irrumpe hasta la experiencia, la idea de sí mismo se trasforma tanto que ya no le resulta un impedimento. Pero no todos están dispuestos a dar este último paso.

El significado de la religión para la humanidad no se reduce con estas afirmaciones. Para la mayoría la religión sigue siendo ayuda y orientación en la vida. Por eso yo mismo practico ritos cristianos y budistas. Ellos son celebración y expresión de mi experiencia.

Sophia perennis.
Si leo los informes de las experiencias del griego Parménides, casi contemporáneo de Shakyamuni, o de Plotino (350 a. C.) que no se contaba perteneciente a ninguna religión, o los sermones de Eckhart, que vivió en tiempos de Dogen Zenji, o los koan del Mumokan, siempre puedo ver el mismo mensaje intemporal: 'Hay una realidad que está antes del cielo y la tierra.' (Daio Kokushi). Es la verdad eterna la que se manifiesta. - Mi maestro se hubiera extrañado si yo hubiese ido a él con el deseo de ser budista. Seguramente hubiera pensado: "Ahora si que no ha comprendido de lo que realmente se trata".



jueves, 13 de marzo de 2008

"Jiriki" y "Tariki".

Los términos "Jiriki" o Poder de sí mismo, y "Tariki" o Poder del otro, son de origen budista.
El Budismo describe la existencia humana como actividad social inspirada por las fuerzas naturales.
Los aspecto pasivos de la vida están bajo el control de "Tariki", mientras que sus aspectos activos están controlados por "Jiriki" (Yo).
El camino de la vida es congruente con el ser humano tal como lo describe el Budismo:
Vida activa fundada en una existencia pasiva.

Sin embargo en la realidad el hombre contemporaneo tiende a dejarse sumergir por su vida social y descuidar sus raices naturales.
Para conseguir sus ideales, el Budismo, ademas de las enseñanzas escrita, tambien ha puesto a punto practicas de despertar.
Entre ellas podemos distinguir someramente entre las prácticas "Jiriki", como el Zazen y las prácticas "Tariki" donde la plegaria y el canto expresan un abandono total a "Tariki".

Distinguemos entre el "Tariki" tal como se expresa en las doctrinas budistas que veneran al ser natural, las obras naturales y el orden escondido, y el "Tariki" de las religiones teísta que integran todos estos elemento en un dios personal y trascendente.
El sentimiento de gratitud hacia las fuerzas que nos animan se expresa fácilmente en el amor que dedicamos a nuestros padres.
De la misma manera, en el Budismo, desligado originalmente de un dios personal, Shinram y Honem han introducido el culto del "Buda Amitabha" que es una forma de teísmo.
Segun las enseñanzas de Shinram y Honem, la fe en la recitación de "Jodomon" o "Canto de la confianza y abandono en Amitabha", autoriza a entrar en el "Jodo", la "Tierra Pura" o Paraíso, después de la muerte.

A pesar de que todas estas prácticas son diferentes y se adaptan a las necesidades de cada uno, son comparables en la medida en que facilitan el despertar a las fuerzas naturales que alimentan las raíces de nuestra vida.
Sin embargo se puede pensar que las prácticas de "Jiriki" permiten, al regularizar las funciones cerebrales, un despertar más facil a "Tariki".
Existen pues dos vías. Una la del Zen, trata de alcanzar el control de sí mismo por el despertar a Tariki; la otra, la vía teísta, sostiene que el control no puede ser alcanzado más que colocándose bajo la autoridad de un dios como Amitabha.
Existen, además, diversos medios de abordar estas vías. Pero la comprensión de este punto permite captar el papel y el sentido de las diferentes religiones.

Sin embargo, instalarse confortablemente en "Tariki", fuente de nuestra vida natural, y abandonar la vida práctica y social, puede constituir una trampa.
Por su parte la enseñanza de "Tariki" esconde un peligro: el de perder de vista el objetivo ultimo y dejar el ser social abandonado a la vida del ser natural.
Cuando más extendida esta una religión, mas va acompañada de una actitud de dependencia y de una búsqueda de los beneficios terrestres.
Cuanto menos elaborada, más atrae las criticas de las demás religiones. Aquel que se convierte a ellas se encuentra a menudo esclavo de ella y conoce entonces dificultades para vivir.
El Budismo es, en el esencial, una religión intelectual que se caracteriza por una fe pura y un rechazo de los ídolos y de los dioses trascendentes.

Aunque, por ejemplo el "Jodomon", la "Vía de la Tierra Pura", que enseña la sumisión al Poder del Otro y la existencia de una Buda personal, Amitabha, que permite acceder al Paraíso, muestra un parecido con el Cristianismo.
No obstante, se concibe también esta tendencia como un pastor llenor de Amor que abre el mundo de la religión a los sufrimientos y la tristeza del mayor numero de personas.
Aquellos que llegan a la unidad con el Cielo y la Tierra, con la certeza serena de que su vida y la de los demás seres también tienen una raíz común, son muy poco numerosos.
Los demás, los más numerosos que forman la base del monte, requieren diferentes tipos de enseñanza y diferentes pastores.


miércoles, 12 de marzo de 2008

El Koan.

Rompiendo las barreras de la Mente:

El Koan, ese juego irracional y aparentemente absurdo de preguntas y respuestas entre maestro y discípulo del esoterismo oriental asiático, es uno de esos estímulos al que el maestro somete al discípulo, a lo largo de todo el proceso de iniciación, que conduce a que la conciencia dormida despierta a la Realidad que tiene ante sí.
En apariencia, el Koan se plantea como autentico despropósito; en realidad, es un intento de ruptura de la visión racionalista de la vida cotidiana y, sobre todo, de la relación causa-efecto, con la intención de que el discípulo salte por encima de lo aceptado para encontrar su propia ubicación en el desarrollo armónico del Universo.

"Si es dificultoso hablar del Zen, lo es porque todo intento de explicarlo lo hace más oscuro."

El filósofo Kitarō Nishida nos dice: "...Koan, el problema paradójico para la meditación, es creado para quebrar el intelecto. Todo esto sólo tiene valor como un medio para aclarar la senda para la intuición; está ideado sólo para ayudar a abrir la puerta desde dentro".

El primer koan fue atribuido al Buddha. Los maestros dicen que al centrar la atención en un koan se pueden interrumpir los pensamientos habituales y la naturaleza interior puede ser percibida. El biólogo Francisco Varela escribió sobre este tema: "Este es…el motivo por el cual aparece la paradoja en situaciones como la de los ejercicios zen, en los que justamente debería aprenderse a saltar a un plano cognoscitivo superior para poder observar en este nuevo plano sus pensamientos y conceptos valorativos en forma imparcial. Mientras el que aprende se mantenga atado a uno u otro plano, a una predilección o juicio, a lo bueno o lo malo, lo positivo o lo negativo, a lo espiritual o lo mundano, la meta de la enseñanza no se habrá alcanzado. Un buen maestro es aquel que puede transmitir vívidamente la reflexividad y lo entreverado de la situación hasta que el estudiante se vea obligado a extraerse de ella".

Según la filosofía Zen no se puede enseñar con palabras lo que es el Zen por lo que es el propio alumno el que debe aprender por si solo. Esto significa que en la relación maestro-alumno, el maestro tiene la función de guiar al alumno. Una de las formas para conseguirlo es utilizando los koans que parecen no contener información en si mismos pero ayudan a que el alumno sin darse cuenta pueda llegar a un mayor entendimiento del universo. Es como intentar comunicar algo sin decirlo directamente, algo que en cierta medida ha llegado hasta la mente de los japoneses de hoy en día y sobre todo a los escritores japoneses.

Quizás de los koans más conocidos son estos que dicen:
"¿Qué sonido hace una sola mano al aplaudir?".

¿Cómo era tu cara original, antes de nacer tus padres?

Si comprendes, las cosas son tal como son. Si no comprendes, las cosas son tal como son.

Veamos un koan que nos intenta acercar al entendimiento de que el universo es inmutable y es nuestra mente la que lo interpreta a su manera:
Dos monjes estaban discutiendo acerca de una bandera. Uno dijo, “La bandera se está moviendo”. El otro dijo, “El viento se está moviendo”. Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. El les dijo, “Ni el viento, ni la bandera; la mente se está moviendo”.

Al terminar de leer un koan se nos queda un sabor agridulce, nos quedamos sorprendidos, nos quedamos por unos instantes en un estado alógico. Cuando estamos en un estado de perplejidad es cuando nuestro cerebro comienza a pensar de forma algo no lógica, nuestros pensamientos se tambalean, de esta forma según las filosofías orientales podremos avanzar hacia la iluminación.

El discípulo Doko se apersonó a un maestro zen, y le dijo: “Estoy buscando la verdad. ¿Cuál es el estado mental en el que debo perfeccionarme para encontrarla?”.
Dijo el maestro: “No hay mente, de modo que no puedes ubicarte en estado alguno. No hay verdad, de modo que no puedes perfeccionarte para alcanzarla”.
“Si no hay mente que perfeccionar, ni verdad por encontrar, ¿por qué tienes aquí esos monjes que se reúnen todos los días ante ti para estudiar el zen y perfeccionarse mediante ello?”
“Pero si aquí no hay siguiera un palmo de sitio”, dijo el maestro, “cómo podría haber una reunión de monjes?”. “¿Y yo no tengo lengua, ¿cómo podría entonces llamarlos o impartirles enseñanzas?”.

“Oh, ¿cómo puedes mentir así?”, dijo Doko.
“Pero si no tengo lengua que me permita hablar, ¿cómo podría mentirte?”, respondió el maestro.
Entonces, Doko dijo con tristeza, “no puedo seguirte. no puedo comprenderte”.
“Yo no puedo comprenderme a mí mismo”, dijo el maestro.

Y para terminar un último koan para terminar de perturbar totalmente la lógica de nuestro pensamiento.

Joshu preguntó al maestro Nanse, “¿Cuál es el verdadero Camino?”
Nansen respondió, “El camino de cada día es el verdadero Camino”.
Joshu preguntó, “¿Puedo estudiarlo?”.
Nansen respondió, “Cuanto más lo estudies, más te alejarás del Camino”.
Joshu pregunto, “Si no lo estudio, cómo puedo conocerlo?”.
Nansen respondió´, “El Camino no es de las cosas que se ven, ni de las cosas que no se ven. No es de las cosas conocidas, ni de las cosas desconocidas. No lo busques , ni lo estudies, ni lo nombres. Para alcanzarlo, ábrete con la amplitud del cielo”.

Fuentes:
No se puede mostrar la imagen “http://www.kirainet.com/wp-content/themes/wp-reboot-0.2.9/img/kirai.gif” porque contiene errores.

La Zen Koans Database fue diseñada originalmente por James Collado, en Febrero del 2007. Desde entonces trabaja manteniendo y expandiendo el sitio.

Mumonkan, "La Entrada sin Puerta"
(Mumon Ekai, 1183-1260)

La práctica del Zazen.

La práctica de zazen es el secreto del Zen:

Para practicar zazen, siéntese en el centro del zafú (cojín redondo y alto), manténgase bien derecho y extienda la columna vertebral a partir de la quinta vértebra lumbar.
Cruce las piernas en posición de loto o de medio loto, de manera que las rodillas estén firmemente apoyadas en el suelo. Empuje el cielo con la cabeza, empuje la tierra con las rodillas.
La mano izquierda reposa sobre la palma de la mano derecha; los pulgares se tocan, con una ligera presión, las dos manos están en contacto con el abdomen.
El mentón está recogido, la nuca estirada, la nariz en la vertical del ombligo, los hombros caen naturalmente. La boca está cerrada sin crispación, la extremidad de la lengua toca el paladar, detrás de los dientes superiores. Los ojos a medio cerrar, la mirada se posa sin fijarse a un metro delante de uno.
La respiración debe ser calma, larga y profunda. La atención ha de estar dirigida sobre la espiración, que debe empujar hacia abajo sobre toda la masa abdominal. La inspiración viene naturalmente, automáticamente, espontáneamente. El vientre siempre debe estar libre, distendido y en expansión.
En esta postura, se interrumpe el flujo de pensamientos incesantes y de maquinaciones mentales, porque toda la atención está dirigida a la tensión muscular y a la respiración.

Cuando el espíritu no permanece sobre nada aparece el verdadero espíritu
Cuando más se practica zazen, más uno comprende con todas las fibras de su cuerpo que los pensamientos son contenidos vacíos desprovistos de toda sustancia real, que vienen y van. Uno se da cuenta finalmente que existe una conciencia intuitiva, original y universal, radicalmente distinta de la conciencia habitual del yo. Si Ud. mantiene la postura justa, si su respiración es cada vez más profunda y calma, sentirá la realidad d ella vida que impregna todo el universo. A esto puede llamarlo el campo integral de conciencia. El funcionamiento del cerebro se aclara espontánea y automáticamente, este estado no es el de una conciencia particular sino el simple retorno a la condición más normal del cerebro. Si Ud. mantiene este perfecto estado de conciencia en zazen, se activa la vida natural e inconmensurable más allá de los pensamientos del yo personal, y se siente entonces que uno está ligado al mundo exterior, a todos los elementos de la poderosa naturaleza.
El impulso de despertar, dado por la tensión muscular, actúa directamente en el cerebro y vuelve más clara a la conciencia.
Debemos tomar conciencia del aspecto efímero e impermanente del espíritu. Hishiryo, el estado de conciencia durante zazen, significa dejar pasar los pensamientos. Es la conciencia que está más allá de todo juicio específico, como el que nos hace buscar lo que amamos y huir de lo que detestamos.

Hishiryo es el pensamiento que pasa por el punto cero del tiempo, el pensamiento que las razones y las consideraciones personales no alcanzan. Es la conciencia universal que sigue el orden del universo y el movimiento de la naturaleza. Es la conciencia integral que surge natural y automáticamente de la postura y d ella respiración de zazen. Esto sólo puede ser comprendido por la práctica. Esta conciencia de zazen es no -provecho (mushotoku), no tiene objeto. Depositado como un grano en las neuronas, esta idea germina y se vuelve conciencia natural.
En el capítulo "Shoji" del Shobogenzo, puede leerse con respecto a este tema: "No trate de evaluar esto con su espíritu ni expresarlo con palabras." En otros términos, al menos que una evidencia subjetiva venga a corroborarlo, es difícil aprehender objetivamente, científicamente la conciencia.

Dogen dijo a su maestro Nyojo: "Abandoné mi cuerpo y mi espíritu." Esto significa que a través de zazen, uno puede emanciparse de la conciencia del pasado y que se vuelve, en cuerpo y en espíritu a la auténtica conciencia de antes de la existencia humana. La conciencia del pasado ya no es un problema, su cuerpo y su espíritu anteriores se resuelven en zazen. Usted crea su verdadera vida, en donde la sabiduría se engendra naturalmente.

La práctica del Zazen no es algo distinto del despertar. Así, durante el Zazen no es preciso buscar la obtención de nada. La práctica del Zazen es el secreto del Zen.
No es fácil, mas si se ejercita cotidianamente es muy eficaz para la liberación. El Zazen no solo desprende energía, sino que es también posición.
El Zazen es simplemente concentración sobre la postura, modo de respirar y actitud del espiritu.
Su práctica a diario nos lleva a la liberación de la conciencia y al desarrollo de la intuición.

No se puede mostrar la imagen “http://thezenfrog.files.wordpress.com/2007/04/zenmunk4.png” porque contiene errores.

La postura o posición auroral:

Sentado en el centro del zafu (cojín redondo), se cruzan las piernas en loto o medio loto. Si no es posible se cruzan simplemente cuidando de no poner un pie sobre el muslo. No obstante, conviene apoyarse firmemente en el suelo con las rodillas. En la posición de loto los pies oprimen en cada muslo zonas que comprenden los principales puntos de acupuntura correspondientes a los meridianos del hígado, la vesícula y el riñón. Antiguamente los samuráis estimulaban estos centros de energía, de forma natural, por la presión de los muslos sobre el caballo.

Pelvis caída hacia adelante, al nivel de la quinta vértebra lumbar (según mi maestro, es como si el ano mirara al sol), columna vertebral arqueada, espalda recta. Se toca la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza. Mentón hundido, nuca erguida, vientre distendido, nariz en línea vertical con el ombligo; se es como un arco tenso cuya flecha sería el espíritu.

Una vez en posición se colocan los puños cerrados, apretando el pulgar sobre los muslos, cerca de las rodillas, y se balancea la espalda muy recta a derecha e izquierda siete u ocho veces reduciendo lentamente el movimiento hasta encontrar la vertical de equilibrio. Se saluda (gassho) entonces, es decir, se juntan las manos delante de sí, palma con palma, a la altura de los hombros; los brazos, doblados, permanecen horizontales. No queda más que poner la mano izquierda sobre la derecha con las palmas mirando al cielo y contra el abdomen. Los pulgares en contacto por su extremidad, horizontales por una ligera tensión, no dibujan hondonada o pico. Los hombros caen naturalmente retirados hacia atrás. La punta de la lengua roza el velo del paladar. La mirada se posa a un metro de distancia, pero está volcada hacia el interior. Los ojos semicerrados no miran nada, intuitivamente se «ve» todo.

La respiración:

Juega un papel primordial. El ser vivo respira. Lo primero es el aliento. La respiración Zen no es comparable a ninguna otra. Tiende ante todo a establecer un ritmo lento, poderoso y natural. Si nos concentramos en una espiración suave, larga y profunda, la inspiración viene de forma natural. El aire se retira paulatina y silenciosamente, mientras que el empuje debido a la espiración desciende con fuerza en el vientre. Se «oprimen los intestinos» provocando así un saludable masaje de los órganos internos.

Los maestros comparan la respiración Zen al mugido de la vaca o al grito del recién nacido. Este hálito es el «om», la simiente, el pneuma, fuente de vida.

Actitud del espíritu:

La respiración adecuada brota de una posición correcta. De igual modo la actitud del espíritu fluye naturalmente de una profunda concentración en la posición física y en la respiración. El ejercicio correcto nos hace vivir largamente, apaciblemente, con intensidad. Neutralizamos los shocks nerviosos, dominamos los instintos y las pasiones, controlamos la actividad mental. La circulación cerebral mejora notablemente. El córtex descansa y el flujo consciente de pensamientos cesa. La sangre afluye a las capas profundas que, mejor irrigadas, se despiertan de un semisueño; su actividad produce una sensación de bienestar, serenidad y paz parecida al sueño profundo pero en pleno despertar. El sistema nervioso se relaja, el cerebro «primitivo» entra en plena actividad. Plenamente receptivos y atentos, pensamos con cada una de las células de nuestro cuerpo. Inconscientemente, toda dualidad, toda contradicción desaparecen.

Los pueblos llamados primitivos han conservado un cerebro profundo muy activo. La civilización occidental ha educado y refinado el intelecto al tiempo que perdía fuerza, intuición y sabiduría, ligadas al núcleo interno del cerebro. Por eso el Zen es un tesoro inestimable para el hombre de hoy, para el que aún tiene ojos para ver y oídos para oír.

Por la práctica regular del zazen nos es dado convertirnos en hombres nuevos volviendo al origen de la vida.

Podemos acceder a la condición normal del cuerpo y del espíritu (que son uno) captando la existencia en su raíz.

Sentados en zazen dejamos correr las imágenes y pensamientos que atraviesan el inconsciente como nubes por un cielo límpido. Sin oponernos, sin agarrarnos a ellas, como sombras delante de un espejo las emanaciones del subconsciente pasan, tornan y se desvanecen. Y se llega al inconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de todo pensar (hishiryo), pureza verdadera. Zen es muy simple y muy difícil de comprender. Es un problema de esfuerzo y repetición, como la vida.

Sentados, sin ningún tipo de ocupación, sin fin ni espíritu de provecho. Si la posición-respiración y actitud de vuestro espíritu están en armonía, comprenderéis el verdadero Zen, captaréis la naturaleza de Buda.



martes, 11 de marzo de 2008

¿Que es el Zen?

El Despertar:

Aunque poseyéramos todo lo que deseamos, aún no estaríamos satisfechos. Tal es la causa de nuestra enfermedad, sobro todo en el seno de una sociedad que nos promete todo, pero que no nos priva de lo esencial, ya que lo esencial no pertenece de ninguna manera al orden del tener, sino del ser, y contra más poseemos, más deseamos, menos somos.

Nuestra verdadera riqueza, la que nos pertenece en propiedad y la que nadie puede robarnos, está dentro de nosotros, profundamente escondida y casi siempre mal conocida.

No se puede llegar a alcanzar este fondo de nosotros mismos, estable y apacible, no se puede descubrir esta riqueza olvidada sin un método radical y riguroso.

El Zazen, la práctica constante y asidua del Zen, es la llave que abre este reino interior.

El Zen no es un conocimiento para añadir a otros, y menos aún un objeto de especulación, intelectual o de discusión. El Zen no puede ser más que una experiencia personal, la más íntima de todas, algo que nadie puede hacer en nuestro lugar. Por el contrario, es suficiente practicar el Zen, es decir, ponerse en postura, la columna vertebral lo más derecha posible, sentado sobre un cojín redondo, piernas cruzadas, completamente inmóvil, en un lugar tranquilo y en el silencio, respirar lenta y profundamente y dejar así que el espíritu agitado se apacigüe, se aclare, para sentir rápidamente los efectos beneficiosos: las preocupaciones cotidianas dejan de inquietarnos, se alejan y, por último, aparecen como lo que son pequeñas e insignificantes oleadas en la superficie de nosotros mismos. Poco a poco la angustia deja lugar a la seguridad, la turbulencia incesante e inquieta a una calma desconocida anteriormente, primer anuncio de la serenidad.

Comienza a manifestarse una sensación de alivio, de equilibrio recuperado.

El control de la respiración modera y apacigua el ritmo del corazón, regulariza la circulación, hace decrecer la tensión; al volverse profunda, la expiración expulsa de los pulmones los residuos de gas carbónico que, habitualmente se estancan ahí, provocando nerviosismo y ansiedad; el grado de ácido láctico en la sangre, factor de la agresividad, baja muy sensiblemente, mientras que el hecho de estirar la columna vertebral le hace encontrar su agilidad y libera las contracciones nerviosos que desaparecen.

Por último, y sobre todo, el funcionamiento del cerebro se modifica muy sensiblemente, al pasar la actividad de las capas superficiales a las capas profundas, las ondas alfa aparecen en él muy rápidamente, lo cual origina un estado de conciencia completamente diferente al de la vida cotidiana, a la vez más distenso y más perspicaz, con una sensibilidad permanente y muy despierta.

De esta manera solamente, gracias a este ejercicio continuo, el cual poco a poco formará parte de nuestra vida y constituirá su mejor parte, comenzaremos, al principio imperceptiblemente, más tarde más sensible a cambiar; y no solamente nosotros, sino nuestra vida, los demás, el mundo.

En realidad, lo que habrá cambiado será nuestra relación con la vida, con los demás, con el mundo. Poco a poco nos iremos deshaciendo de la envoltura del ego. Nuestra conciencia cesara al fin no solamente de estar dividida, sino también de estar retraída. Al estar derrumbadas y abolidas todas las barreras, la comunicación se establecerá y el otro ya no será el "otro". Nuestra conciencia participara en la vida sintiéndose una emanación del cosmos, identificándose a él.

Zazen es en su origen la postura misma de Buda, gracias a la cual obtuvo la completa liberación, el desapego soberano, el conocimiento perfecto. El Zen nos recuerda que todos nosotros tenemos, "aquí y ahora", esta posibilidad, pero simplemente lo ignoramos. A través de la practica y de la enseñanza del maestro, nos acercamos, a través de una transmisión ininterrumpida, a esta experiencia, a esta prodigiosa metamorfosis del ser que es el Despertar.

Conocerse a sí mismo:

En la base del Despertar está el conocimiento de sí mismo. Este punto es y fue el esencial de la enseñanza de muchas filosofías y religiones, si bien es verdad que esta búsqueda del conocimiento de sí mismo ha podido desembocar en el egoísmo y en el individualismo. Hoy día, después de los descubrimientos de la psicología profunda, del psicoanálisis, la concepción del yo y del sí mismo ha evolucionado y no puede ser ceñida a un estudio objetivo racional de la conciencia, y tampoco a un análisis puramente intelectual.

Por otra parte, parece que el hombre no pueda vivir basándose simplemente en valores sociales, religiosos y morales exteriores a él. Actualmente necesita un afianzamiento interior, descubierto y vivido en lo mas profundo de él mismo.

La vida en sociedad educa al hombre según condicionamientos que le enseña a juzgar el bien y el mal según unos criterios que son más un habito adquirido que una noción realmente vivida.

Además hoy día, todo el mundo toma conciencia de este estado de hechos, lo cual produce uno de los factores más importantes de la incomodidad sentida por los individuos.

Todo esto nos conduce a una búsqueda interior más aguda y personal, y nos acerca de una manera diferente al problema:

¿Cuál es la naturaleza del hombre y del universo?
¿Qué es la vida?
¿Qué es la muerte?

Ni la ciencia, ni la religión, a través de la historia de los hombres, han aportado una respuesta satisfactoria.

Nosotros, en tanto que cuerpo y espíritu, somos la vida. Esta es la respuesta Zen. Ver claramente en nuestro propio espíritu. El hecho de vivir y de realizar profundamente esta unidad cuerpo-espíritu, nos hace descubrir la fuente de la vida en nosotros mismos, aquí y ahora.

Este sentimiento de vida es lo universal en nosotros y nosotros en lo universal, mas allá del ego y más allá de la vida y de la muerte, en la interdependencia de todas las existencias.

Este sentimiento de unidad universal es la base del amor que une a todo lo que vive.

Zen y calidad de vida:

“El Zen purifica y eleva a la más alta dimensión los deseos sanos del hombre. El Zen puede ayudar a resolver la crisis de la civilización moderna, no solamente en la conciencia profunda de cada uno, sino en la de toda la Humanidad”, escribió Taisen Deshimaru.

El Zen desarrolla un alto grado de conciencia de sí y de paz interior. Abandonando el egoísmo individual y aprendiendo a tranquilizar la mente, se puede acceder al flujo interno de la actividad y de la energía y al conocimiento intuitivo.

Esta es la sabiduría que nos conduce a la sabiduría por la puerta del silencio y sin deseo de provecho personal.

“Mantened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Cerrad las manos, sólo obtendréis un puñado de arena”, escribió el maestro Dôgen.

Zen y creatividad:

La actividad creadora surge de la espontaneidad manifestada 'aquí y ahora' en tanto que actitud realista y apropiada.

En el Zen, la vida cotidiana está fundada sobre la espontaneidad y sobre el entrenamiento a la concentración del cuerpo y del espíritu. Es creadora.

Aquel que practica el Zen puede realizar ‘aquí y ahora’ sus potencialidades, despertándose a su verdadera naturaleza, siendo plenamente él mismo. La creatividad no es solamente una cualidad de genios. El niño es espontáneamente creador. Todo el mundo puede serlo en su vida.

Zen y energía vital:

Para purificar el espíritu no hay que detener la actividad. El Zen no es una técnica de evasión o de huida. Por el contrario, la practica de Zazen desarrolla nuestra energía y la concentra sobre el instante presente, nos permite afrontar la realidad cotidiana con una calma, con una perspicacia, con una objetividad, de las que no nos creíamos capaces, y que nos sorprenden.

Frente a las dificultades, de cara a los problemas, se produce la reacción justa y eficaz, naturalmente, espontáneamente, ya que nos hemos desembarazado de los obstáculos interiores que antes nos lo hacían imposible. Debemos encontrar nuestra verdadera paz interior en la actividad.

Zen y libertad:

Trascender los limites de los propios conflictos, sentirse uno con los demás, conducirse naturalmente es la vía de la libertad. La verdadera libertad es interior. Significa confianza en sí mismo. De esta manera es posible conformarse a las reglas exteriores e interiormente permanecer libre.

El comportamiento es igualmente importante. Cada gesto es la ocasión de un entrenamiento a la concentración, a la simplicidad, a la armonía y al control del cuerpo y del espíritu.

Zen y religión:

El Zen es la esencia del budismo. Pero ante todo y esencialmente es “contacto con el absoluto en nosotros mismos; despertar a la realidad más allá de las apariencias visibles; comprensión de nuestra profunda naturaleza humana, invisible. Y en esto es universal.

El Zen es ante todo una postura, la postura sedente de zazen, con sus tres elementos: actitud del cuerpo, actitud del espíritu y respiración.

Una postura es una actitud. Una postura quiere decir evidentemente, en el sentido amplio del término, una actitud ante la vida: actitud de fuerza y de equilibrio, de serenidad y de vigilancia, de respeto y de tolerancia, de unión con la vida cósmica.

El Zen se sitúa más allá de todas las religiones tradicionales, pero al ser la raíz misma del espíritu religioso, puede vivir entre todas las religiones, dar a cada una su verdadero poder religioso, y, en el seno de todas las místicas, de la misma manera que un pez viviendo en el agua. “El agua es la vida para el pez, pero el pez es también la vida para el agua”, decía Dôgen.

Zen y psicología:

La noción de inconsciente cósmico ha dado a la psicología una dimensión que anteriormente no tenía.

El desarrollo de la personalidad ligada a lo universal, trasciende los limites del individuo y del ego en particular. No existe un yo separado de los demás, sino un sí mismo, plenamente sí mismo, diferente y parecido a los otros a la vez. El dinamismo interior tiende hacia la unidad y hacia la superación de las contradicciones, empezando por la noción de vida y de muerte.

La naturaleza de la conciencia es especial y profundamente estudiada en el Zen.
Una imagen ilustra claramente la transformación que se instaura: es la imagen de la puerta que separa simbólicamente el consciente del inconsciente. Esta puerta sólo se abre generalmente hacia el exterior, pero debería llegar a ser "batiente", libre.

El Zen es la vía sin atolladeros. Nos enseña a tomar conciencia de nuestros propios recursos y de la profunda humanidad que esta en cada uno de nosotros.

Fuentes:
Taisen Deshimaru, "La práctica del Zazen".

No se puede mostrar la imagen “http://www.budismozen.es/php/logoportadacomunidad.gif” porque contiene errores.

martes, 9 de octubre de 2007

¿Independencia o interdependencia? Una visión budista de la identidad.

La pregunta fundamental en la Vía del Budismo Zen es ¿quién o qué soy yo?. Es decir, dónde y cómo establezco mi identidad, el centro de mi ser. Esta pregunta es fundamental porque en base a ella definimos nuestra relación-actuación con nosotros mismos, nuestra relación-actuación con los demás seres humanos, nuestra relación-actuación con los objetos del mundo y, en definitiva, con el mundo que nos rodea.

Usualmente creemos que el yo es la esencia de nuestro ser, nuestra identidad como persona, una entidad individual, no divisible, fija, estable, sólida, densa, claramente definida e independiente del medio en el que vive con el que sin embargo se relaciona.

No obstante, si aplicamos el análisis y la reflexión a esta creencia en el yo nos daremos cuenta que, de hecho, no se trata más que de una creencia subjetiva sin base real objetiva.

El yo como "hecho lingüístico"

En primer lugar, el término "yo" es un hecho lingüístico: "yo" es el nominativo del pronombre personal de primera persona en género masculino o femenino y de número singular.

Reflexionemos sobre el hecho lingüístico:

El lenguaje no es sólo un medio de expresar sentimientos y conocimientos sino una estructura cognitiva, un sistema de conocimiento, en sí que condiciona y delimita enormemente el proceso cognitivo mediante el cual llegamos al conocimiento. El lenguaje no es sólo un código de transmisión de información sino también, y en primer lugar, un código de selección y procesamiento de esa información que después será transmitida.

El lenguaje se basa:

* En el pensamiento analítico-categórico, es decir, en la capacidad de separar e identificar (darles entidad) partes del todo;
* En la capacidad de nombrar (dar nombre) a las entidades separadas;
* En la capacidad de dar significados a las entidades separadas (semánticos y emocionales):
* En la capacidad de establecer relaciones entre entidades separadas (lógico, sintaxis, leyes);
* En la capacidad de transmitir a otros la realidad así aprehendida.

El lenguaje-mente analítica es un sistema de representación de la realidad mediante la abstracción.

Veamos esto un poco más detenidamente:

* El pensamiento analítico actúa mediante la separación del todo en partes; partes que son identificadas o categorizadas, es decir, se les asigna "entidad propia". Esto quiere decir que a pesar de que la realidad es un quantum indivisible, la mente analítica separa esta totalidad en partes separadas. El pensamiento analítico es inherentemente dualista, separador y diferenciador: la entidad que yo soy queda escindida de la totalidad que era antes del análisis.
* Un vez hecha la diferenciación mental, el lenguaje asigna un nombre a la categoría identificada: yo. Asocia ese nombre a un sonido (yo) y ese sonido a una grafía (yo). Este yo, como imagen mental que tengo de mí mismo, es el fruto de un elaborado proceso de representación mental. Este proceso implica un alejamiento de la imagen mental "yo" de "lo que yo soy realmente" La representación mental de lo que soy se aleja cada vez más de lo que soy realmente.
* Esta representación mental de lo que "yo soy realmente" no es semántica ni emocionalmente aséptica, sino que es elaborada en base a un campo semántico que la carga de significado y de emocionalidad. La asignación de significado es fruto de la memoria semántica y del influjo del sistema cultural.
* Después de que el pensamiento analítico ha dividido y separado el todo en partes, después de que éstas partes hayan sido nombradas y cargadas de significados, es la función lógica de la mente la que se encarga de establecer las relaciones entre las entidades separadas. Es decir, una vez que el yo ha sido definido e identificado, la lógica trata de establecer las relaciones entre este yo y el medio.
* Una vez establecida esta imagen mental del yo, el lenguaje permite la transmisión de esta imagen a otras mentes, mediante distintos soportes hablados, escritos o cibernéticos.

El hecho importante es comprender que el lenguaje no es un líquido revelador de la realidad en sí sino que, como toda herramienta cognitiva, es sobre todo un "creador de realidad". La realidad que revela el lenguaje es la realidad que él mismo crea.

La representación no es la cosa representada, sino una imagen mental. El mapa no es el territorio.

¿Cómo definir el yo?

Una vez visto la manera de funcionar del lenguaje volvamos a la definición previa:

"El yo es la esencia de mi ser, mi identidad como persona, una entidad individual, no divisible, fija, estable, sólida, densa, claramente definida e independiente del medio en el que vive con el que sin embargo se relaciona".

A la imagen mental que identificamos con la grafía y el sonido "yo", le asignamos una serie de significados, de valores y de emociones:

Veamos esto más detenidamente:

- Yo es mi entidad individual. Individual significa "indivisible". Preguntémonos ahora: ¿soy un yo indivisible? Oigamos las voces de nuestro interior.

La tradición budista enseña que la individualidad es de hecho un conjunto de agregados (skandhas). Para la tradición budista la individualidad es un haz de atributos o agregados. Estos son cinco:

* El cuerpo.
* Las sensaciones.
* Las elaboraciones mentales.
*La volición.
* La memoria.

Analizad la "supuesta indivisibilidad" de yo en base a estos agregados.

Este análisis nos hace ver que la individualidad que creemos ser no es indivisible, sino más bien divisible ad infinitum, es decir, un compuesto de agregados, cada uno de los cuales a su vez es un compuesto de agregados, etc.

- Yo es mi identidad como persona. Identidad significa: "igualdad que se verifica siempre, sea cualquiera el valor de las variables que su expresión contiene".

Preguntémonos: ¿tenemos siempre el mismo sentido de identidad? La psicología evolutiva nos hace ver que el sentido de la identidad evoluciona y se transforma enormemente desde el estado intrauterino hasta el momento de la muerte.

Por otra parte, el término "persona" proviene del griego "per son", literalmente, "aquello a través de lo cual pasa el sonido", es decir, máscara. En efecto, éste era el término que designaba en griego antiguo las máscaras que usaban los actores de las tragedias. La persona es el "Yo reprentado por la mente", la imagen mental que tenemos de nosotros mismos, de ninguna forma el ser que somos realmente.

La personalidad es por ello muy a menudo un baile de máscaras, de personas o subpersonalidades.

"No somos un yo sino una república de yoes", sostiene Pereira.

* Esta entidad que yo soy es fija, estable, sólida, densa.
¿Qué es la realidad, una onda o una partícula?
* Esta entidad que yo soy está claramente definida.
¿Dónde está la línea divisoria entre el yo y el no-yo?
* Esta identidad que yo soy es independiente del entorno.
¿Puede existir el yo independientemente del entorno?
* Esta entidad que yo soy se relaciona con el entorno.
* ¿Existe un yo aparte de sus relaciones con el entorno?
El yo es sus relaciones con el entorno.

Visto esto, tenemos que admitir que el yo es una construcción lingüística, fruto de la mente analítica (conceptual, abstracta), ampliamente consensuada por el sistema socio-cultural, con un valor de uso y de ordenación de la realidad a nivel humano, pero que carece de existencia real en tanto que entidad propia.

Es una máscara, o un grupo de máscaras. Cuando olvidamos esto, cuando el ser que somos se identifica con la máscara a través de la cual se expresa, surge el sufrimiento. Un sufrimiento que siempre acompaña al sentido de identidad.

El sufrimiento asociado a la identidad

El proceso psicológico de elaborar un yo rígidamente definido y separado de la totalidad va inexorablemente acompañado de sufrimiento.

El Buda habló de tres niveles en la experiencia del sufrimiento:

* Sufrimiento corporal: dolor físico, malestar, común a plantas, animales y seres humanos.
* Sufrimiento mental-emocional: originado por la discrepancia entre nuestros deseos e ilusiones y la realidad; los desengaños de la vida; la imposibilidad de satisfacer todos nuestros deseos; propio de los seres humanos que han desarrollado una conciencia egoica.
* Sufrimiento existencial: surge de la identificación con la vida individual.

Desde este punto de vista, cuanto mayor sea nuestra identificación con la individualidad o el yo que creemos ser, mayor será nuestro sufrimiento.

La causa del sufrimiento que experimentamos se encuentra siempre en el interior de nuestra propia mente que es quien lo experimenta. Es nuestra propia mente la que está continuamente recreando, instante tras instante, nuestro sentido de identidad a través de un complejo proceso analítico-lingüístico-emocional-socio-cultural.

Es nuestra propia mente la que crea el mundo y todo el sufrimiento asociado a él. Somos nosotros, cada uno de nosotros, los que percibimos nuestro mundo, el mundo que nuestra propia mente ha creado, en general, de forma inconsciente. Debemos por tanto hacernos responsables de nuestras percepciones. Somos los responsables del mundo que percibimos.

Nuestros sufrimientos no provienen del exterior, de un mundo externo hostil, de nuestros enemigos, de un dios malvado, sino que proceden de nuestro propio mundo interno.

A partir del momento en el que reconocemos que nuestro sufrimiento no proviene del exterior sino de nuestra propia manera de organizar y representarnos mentalmente nuestra identidad y la realidad, nos damos cuenta de que la superación de este sufrimiento está en nuestras manos y que para ello, basta con reconocer sus causas y eliminarlas.

Cuando analizamos nuestros sufrimientos nos damos cuenta de que en todos los casos las causas estriban en que nuestros deseos se hallan en conflicto con las leyes de la existencia y, dado que esas leyes son imposibles de cambiar -, la única alternativa posible consiste en transformar nuestros deseos.

La ilusión de la identidad

En el Budismo, la condición fundamental del sentimiento de identidad y del sufrimiento asociado a él es la ignorancia, "avijja".

Esta ignorancia es un estado de ofuscación, ceguera, oscurecimiento mental y emocional del que brota la ilusión de ser un "yo", una entidad fija y estable, un ego permanente que se opone al resto del mundo. La creencia en este yo y el apego emocional a esta creencia es lo que hace que el equilibrio interno y la relación con el entorno se perturbe.

Para comprender cómo se produce esta ruptura del equilibro podemos considerar la energía cósmica en su doble movimiento de contracción y expansión.

La contracción actúa de un modo centrípeto y representa a la unificación mientras que la expansión, por su parte, lo hace de un modo centrífugo y representa la diferenciación, la interrelación y el crecimiento. Para que cualquier organismo vivo pueda seguir viviendo, es necesario que ambas tendencias se mantengan en equilibrio. Si la tendencia al crecimiento prevalece sobre la unificación termina abocando en la desorganización, la desintegración, el caos y la enfermedad. De este modo, la hipertrofia de la vida orgánica lleva a la destrucción final del organismo (cáncer) y la hipertrofia de la vida mental, el crecimiento sin unidad que permita integrarlo (centralización), conduce a la locura, a la disgregación mental. Si, por el contrario, la centralización prevalece sobre el crecimiento terminaremos, ya sea a nivel físico como mental, atrofiados y completamente estancados.

La capacidad de crecer depende de la asimilación, y ésta puede ser corporal, como ocurre en el caso del alimento, de la respiración, etc; o mental, como sucede en el caso de la sensación, de la percepción, de las ideas, etc.

La centralización depende de la discriminación entre las cosas que son asimilables, o pueden ser asimilables, para un determinado organismo o centro de actividad individual y aquellas otras que no pueden ser asimiladas. La centralización es la fuerza directriz organizadora, la tendencia a crear un centro común de relaciones, que impida la disgregación de la estructura individual a consecuencia de una inundación caótica de elementos no asimilables. Psicológicamente hablando, se trata del "principium individuationis", el que dice "yo" y capacita al individuo para ser consciente de sí mismo.

En la medida en que este "principium individuationis" está en equilibrio con el principio de asimilación, en la medida en que funciona como principio regulador, todo estará en armonía. No obstante, tan pronto como este principio se excede en sus funciones y desarrolla un "yo" conciencia hipertrófico, en la medida en que construye una entidad inmutable, un "self" absoluto o un ego permanente que se opone al resto del mundo, el equilibrio interno termina perturbándose y distorsionando la realidad.

Es esta falta de armonía mental la que es llamada avijja, ignorancia o ilusión del "yo". En tal caso, todo será valorado desde el punto de vista egocéntrico del deseo "tanha" ya que una entidad egoica que se cree permanente anhela seguir siéndolo. Pero, como tal cosa es imposible, esa situación termina abocando al desengaño, el sufrimiento y la desesperación.

El deseo básico del sentimiento de identidad es querer seguir siendo esa misma identidad para siempre jamás. Pero no hay nada idéntico a sí mismo. La misma esencia de la vida es cambio mientras que la esencia del apego es conservar, estabilizar e impedir el cambio. Es por ello que el cambio se nos presenta como sufrimiento. Vemos en todo cambio una amenaza para la sensación de identidad alcanzada. Si no sintiéramos apego a nuestra identidad virtual no nos sentiríamos perturbados por las transformaciones del yo ni por su desaparición. Entonces disfrutaríamos del cambio. Si este fuera un mundo absoluto y estático y si nuestra vida permaneciera inmutable no existiría la menor posibilidad de liberación.

No es, por tanto, el mundo ni su transitoriedad la causa de nuestro sufrimiento sino nuestra actitud, nuestro apego, nuestra sed, nuestra ignorancia en definitiva.

Ser siendo

Ser no es, pues, un estado. No hay ningún ser que sea siempre el mismo ser. Ser significa "siendo" (Heidegger). Es un proceso. El ser es un siendo que fluye hacia el océano del no-ser (muerte). "El ser es un siendo abocado a la nada" (Heidegger). Es un proceso abierto en el que muchos "siendo" se entrecruzan, se interinfluencian, se apoyan y se intergeneran de forma pluridimensional. Esta es la red de la vida. Una red de complejas interdependencias entre individuos fugaz y relativamente independientes.

Realidad holónica

Si el movimiento hacia la independencia es un movimiento hacia una totalidad menor, la red de la interdependencia agrupa totalidades menores en totalidades mayores y más abarcadoras. Esto es lo que muestra el concepto de holón. Un holón es una totalidad relativamente independiente (es decir, que puede mantener una cierta estabilidad alrededor de un centro) en ella misma pero que al mismo tiempo sólo puede subsistir gracias a relaciones de interdependencias con otros holones, (tanto de totalidades menores como de totalidades mayores) cada uno de los cuales está formado por totalidades menores relativamente independientes en ellas mismas e interdependientes entre sí. Un holón es pues una totalidad dentro de otra totalidad mayor, la cual a su vez es un holón que se encuentra dentro de otra totalidad mayor.

Para que se conserve el equilibrio de la vida es imprescindible proteger la unidad en la multiplicidad (respeto a la unidad del conjunto ) y la igualdad en la diferencia (respeto a las diferencias de las partes).

¿Cómo gestionar las relaciones interdependientes entre identidades diferentes?

Tres visiones básicas

Visión monista:

La visión monista hace referencia al gran mito unitario, al pensamiento único, a la unidad monolítica generalmente impuesta por la fuerza en la que la diferencia es negada y reducida a un igualitarismo plano y sin matices.

Desde este punto de vista el concepto monista de la independencia es totalitario: yo soy yo, tú eres yo, todo es yo, todo tiene que ser como yo diga. Es decir, la parte trata de imponerse al todo.

También el concepto monista de la interdependencia puede revestir tintes absolutistas: no hay ni un tú ni un yo, sólo existe el nosotros, la relación, el todo. Es decir, el todo trata de imponerse a las partes, negando las características propias de cada una de ellas.

La visión monista es la propia de las grandes ideologías totalitarias ya sean nacionalistas, religiosas, políticas o económicas.

Es una visión básicamente conflictiva, ya que la visión monista es reduccionista por naturaleza por lo cual entra en competición con otras visiones monistas.

La visión monista es incapaz de gestionar la diferencia y sólo puede subsistir en base al poder y al sometimiento coactivo, ya sea de la parte que trata de imponerse al todo, o del todo que trata de imponerse a las partes. Paradójicamente, la visión monista es incapaz de generar una unidad armoniosa.

Visión dualista:

La visión dualista hace referencia al gran mito del bien y del mal, a la brecha insalvable entre la materia y el espíritu, a la irreconciliabilidad de los opuestos, al culto a la diferencia. Maniqueísmo.

Puesto que la unidad no puede ser alcanzada, la visión dualista cava un profundo abismo entre las partes diferentes: Nosotros y ellos separados por un muro infranqueable.

El concepto dualista de la independencia es separador: yo soy yo y tú eres tú y no hay lugar para el nosotros, para la relación mutua; o, si la hay, la relación no está basada en términos de libertad e igualdad, sino en la segregación.

Ejemplos encontramos en los Balcanes, en las Alemanias separadas por el muro de Berlín; en Palestina/Israel y en el muro de la vergüenza que están construyendo actualmente los israelíes; en la segregación racial o ideológica; en las limpiezas étnicas y en otros casos mucho más cercanos a nosotros.

El Otro es reconocido como diferente pero segregado del paraíso de la independencia del Yo. Esta actitud la encontramos en expresiones tales como: maquetos, charnegos, moros, turcos, negros, españolistas, etc. El concepto dualista de la interdependencia: yo soy yo, tú eres tú, y hay una relación dependiente entre ambos.

En esta visión, aunque las identidades quedan separadas y segregadas, es reconocida una relación de dependencia necesaria e interesada: eres un moro, eres distinto a mí, entre tú y yo hay un foso infranqueable, pero admito que trabajes en mis campos, porque necesito tu fuerza de trabajo. O al contrario, eres un infiel cristiano, eres distinto a mí, entre tú y yo hay un foso infranqueable, pero admito trabajar en tus campos porque necesito el salario.

La visión dualista genera una continua tensión entre los opuestos. Puede aportar un equilibrio transitorio pero siempre inestable, ya que la vida tiende hacia la totalidad.

Visión no-dualista (la visión no-dualista no es idéntica a la monista):

La visión monista trata de reducir el dos (la diferencia) al uno, generalmente por la fuerza.
La visión dualista se estanca en el dos (la diferencia) y es incapaz de crear una unidad armoniosa.

La visión no-dualista abraza la diferencia en una unidad no impuesta, sino reconocida y aceptada por todas las partes que se identifican a sí mismas como no-duales.

La visión no-dualista es la resolución del conflicto entre el Uno y el Dos en una nueva síntesis: el No-Dos.

En la visión no-dualista de la independencia, yo soy yo, tú eres tú, y ambos somos nosotros. Este nosotros no es una imposición de mi yo sobre el otro, ni del otro sobre mi yo, sino el reconocimiento de que aunque yo soy yo y tú eres tú, ambos formamos parte del nosotros.

Esta es la dimensión más real de la independencia y la que aporta mayor estabilidad al nuevo holón, a la nueva totalidad.

Podríamos llamarla independencia no-excluyente.

En la visión no-dualista de la interdependencia, yo sólo puedo ser yo en la medida en la que tú puedas ser tú, porque mi yo es inseparable (no-dual) de tu tú y tu tú es inseparable (no-dual) de mi yo. Desde este punto de vista, no se trata sólo de que el yo necesite al otro, o que el otro necesite al yo. Se trata de que yo soy tú y tú eres yo, sin que yo deje de ser yo ni que tú dejes de ser tú.

Esta es la visión propia de la tradición no dualista del Hinduismo Advaita y también del Budismo Zen.

¿Cómo hacer para que esta visión impregne y transforme nuestras relaciones intra-personales, inter-personales, políticas y sociales?

Esta visión no-dualista no puede ser considerada como una mera ideología, como una doctrina o como un sistema de creencias. Y por lo tanto no puede ser impuesta mediante la fuerza, ni mediante la sugestión o la propaganda. Esta visión es el fruto de un proceso de maduración emocional, intelectual y espiritual que debe ser experimentado por cada individuo desde lo más profundo de su propia conciencia de ser.

Desde mi punto de vista, los poderes públicos, las instituciones sociales que tienen como objetivo la felicidad y la armonía entre los individuos deberían facilitar este proceso de maduración personal.

La práctica de la meditación zen puede aportar en este sentido una gran ayuda. A través de la práctica de la meditación zen cada persona puede llegar al fondo de su propia identidad y descubrir por sí misma que la realidad es básicamente no-dual.


Related Posts with Thumbnails

Entradas recientes

ASHES AND SNOW
http://lh4.ggpht.com/_Wbrv4TZOFic/SZcqRLSIoCI/AAAAAAAABCA/7wGZN6NL01g/Ashes%20and%20Snow%20022.gif

Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"