miércoles, 1 de diciembre de 2010

El Yo, arquetipo de la Individuación

El Yo imprime su globalidad sobre nuestra vida psicológica a medida que nos desarrollamos. Se nos muestra como la imagen psicológica de lo divino. Y como tal, tiene algo de las cualidades de una finalidad trascendente, como un blanco móvil hacia el cual viajamos.

Nuestros primeros atisbos del Yo nos llegan envueltos en despliegues generales de energía psicológica más que como acontecimientos o imágenes que podamos identificar concretamente con el Yo. Los primeros atisbos que Carl Jung tuvo del Yo le hicieron reducir los signos de su presencia a libido. Más tarde, la experiencia clínica y la necesidad teórica le forzaron a proponer un arquetipo del Yo distinto de los despliegues generales de energía psicológica. A través de las décadas sus escritos parecen atravesar un proceso de individuación, a medida que él describe el Yo cada vez más como el organizador de los otros arquetipos y de las vidas personales en los casos que estudiaba. Como nosotros, al principio no pudo distinguir entre la inmersión inconsciente del niño en la unidad del Yo y el encuentro consciente del adulto maduro con los símbolos del Yo.

El Yo no puede ser reducido a la consciencia infantil. En realidad debería ser entendido como lo que nos contenía en nuestros orígenes. Como círculo o esfera, aguas primordiales o jardín del Eden, el Yo nos rodeaba e inspiraba. Cuando somos uno con nuestro inconsciente, con nuestro cuerpo, nuestros padres y madres y el universo, nuestro sentido temporal nos da un conocimiento íntimo del tipo de tiempo en el que habita el Yo. A este tiempo lo denomino tiempo eónico para distinguirlo de la noción religiosa de la eternidad de Dios y del tiempo secular de los relojes. El tiempo eónico se parece al tiempo de la visión mística, de la inspiración artística, los sueños, los cuentos de hadas y los mitos que empiezan con Érase una vez. Se parece al sentido temporal que rodea las coincidencias significativas y las experiencias del sistema nervioso parasimpático tales como una elevada sexualidad. Cuando recordamos la unidad inconsciente del mundo y nuestras psiques en el tiempo eónico de los orígenes, recordamos una experiencia de la presencia del Yo sin diferenciación consciente. Nuestra primera unidad es inconsciente. No se ha movido desde el Uno al Dos y a los Muchos, no ha atravesado lo que los chinos llaman las diez mil cosas.

¿Qué es el tiempo eónico?
Es un pretiempo o prototiempo, una idea límite que está en la base del tiempo de las cosas, en fin, lo que en el sentido platónico del término determina el αἰών, más o menos lo que, dicho comúnmente, entendemos por eternidad. Pero hay que precisar este asunto, como hicieron San Agustín o Boecio, para quien "La eternidad es la posesión perfecta, toda de una vez, de la vida interminable"; o el mismo Wittgenstein que afirma: "Si por eternidad se entiende, no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente."
Ése es el tiempo eónico: no una duración infinita, sino intemporalidad, trascendencia de los periodos temporales, que llega a conformar esa extraña intemporalidad que convierte por ejemplo, al receptor de la obra de arte en contemporáneo de la obra misma. Ello se debe a que la obra de arte es de un presente intemporal,  pues el arte no es nunca sólo pasado, sino que de algún modo logra superar la distancia del tiempo en virtud de la presencia de su propio sentido.


En ocasiones Jung señala la relación recíproca del Yo y la consciencia, pero a menudo subraya el papel subordinado de la consciencia personal que él denominó ego:

"El término Yo me pareció adecuado para este sustrato inconsciente, cuyo exponente en la consciencia es el ego. El ego es respecto al Yo como lo movido al motor, o como el objeto al sujeto, pues los factores determinantes que irradian del Yo rodean al ego en todas partes, subordinándolo…. No soy el creador de mí mismo, más bien me ocurro a mí mismo."

Tanto si el Yo se relaciona con la personalidad como un igual recíproco o como un contenedor superior, ocurre una sucesión de paradojas de lo más difícil: el Yo a la vez contiene y es el contenido de la persona completa; el Yo es a la vez aquello de lo que venimos y aquello que anhelamos; el Yo incluye el ego, pero el Yo y el ego pueden dialogar como representantes del conjunto de la persona y de la más limitada personalidad consciente; el Yo está oculto pero ama ser descubierto; el Yo tiene un valor supremo, como una valiosa perla psicológica, pero se halla en medio de la vida ordinaria, en la paja y el estiércol, como decían los alquimistas. Todos los arquetipos tienen esta doble naturaleza, y para este arquetipo que afecta a todos los demás, esta doble naturaleza llega a extremos paradójicos. En realidad, el Yo contiene polaridades personales y transpersonales como bien y mal, femenino y masculino, punto y círculo, armonía y disonancia, orden y caos, complejidad y simplicidad.

Sin embargo sería erróneo derivar de aquí una especie de filosofía pseudo-oriental. El término alemán Selbstverwirklung, que Jung emplea en el sentido de autorrealización sugiere la presencia de una trayectoria de movimiento activo, creativo y urgente, no un diluirse en una conciencia difusa. En contraste con las descripciones orientales del desarrollo psicológico, la descripción junguiana del movimiento de la personalidad hacia el Yo no acaba en la disolución o desaparición del ego.

La crítica que hace la literatura espiritual del ego cargado de deseos contrasta con la valoración del ego psicológico que hace la psicología moderna. Jung emplea el ego (das Ich) para sugerir un receptor de experiencia consciente contrapuesto y compensado por el inconsciente. Sin el ego psicológico no hay nadie pensado por el inconsciente. Sin el ego psicológico no hay nadie que pueda vivir la vida o experimentar el Yo. El ego de Jung es uno entre muchos complejos a los que acontecen sentimientos y pensamientos. Se hace la ilusión de originar sentimientos y pensamientos, y la ilusión de estar en el centro, hasta que el Yo lo destrona durante el proceso de individuación.

La individuación, como el nombre sugiere, significa ponernos de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza. La individuación desafía al ego a entrar en una condición desconocida en vez de permanecer cautivo de lo habitual y familiar. Una vida personal en la que no se introduce el Yo como factor transpersonal corre el riesgo de estancarse. Si el Yo desafía nuestra vida personal con la individuación, generalmente tenemos al principio una sensación de incomodidad y de pérdida. Este proceso requiere una considerable ampliación de nuestra personalidad. Nuestra vida personal empieza a ser cada vez más regida por un centro de gravedad y una organización que incluye realidades transpersonales e inconscientes. Incluso cuando queda establecida la regencia del Yo, sus formas de regir nuestra vida personal cambian a medida que seguimos el proceso de individuación.

Podemos ver cómo la regencia del Yo empieza en nuestras vidas examinando desde el trono del ego las formas que tiene el Yo de ejercer poder, relacionarse y afirmar su importancia.

Nuestro poder sobre la gente, la naturaleza y las cosas nos acostumbra a una ilusión de control. Cuando este control aparente falla cuando nuestros hijos se hacen más independientes y nos desafían, cuando un jardín que habíamos plantado se congela, cuando se estropea nuestro coche o cuando muere alguien con quién contábamos – nuestro inadecuado sentido de identidad orientada al control falla también. En casos extremos nos sentimos como si estuviéramos muriendo, impotentes o carentes de importancia. El Yo puede incluso empujar al fracaso identidades de control particularmente grandiosas o engreídas, como ocurrió con Edipo y el rey Lear, como si el Yo quisiera ponernos en un estado adecuadamente rendido y receptivo. A veces el Yo hace su aparición sólo cuando hemos sido llevados a la desesperación.

Cuando consideramos que las relaciones pueden brindar el valor y significado último de nuestras vidas, estamos practicando una forma de idolatría. El Yo tiende a romper esta idolatría por varios caminos, incluyendo el hacer que nos demos cuenta de que la otra persona no encaja en nuestra imagen del alma más íntima y última. Jung utilizó los nombres de ánima y animus arquetipos de los opuestos inconscientes más prominentes aprovechando términos latinos para alma. En personas heterosexuales y algunas de las que prefieren el mismo sexo, estas imágenes anímicas del sexo opuesto en el interior del inconsciente son proyectadas sobre otra persona. Estas proyecciones contienen parte de la fuerza psicológica que posteriormente fluye hacia el Yo.

Además, el Yo apoya una unión de opuestos interiormente reconciliados. Mientras buscamos por el mundo este opuesto de nuestro interior, podemos obtener de lo que vive en nosotros sanación y conocimiento, pero no conseguiremos virar nuestra búsqueda hacia el interior. Estas imágenes, cuando se proyectan sobre otra persona en una relación, aportan posibilidades instintivas, sexuales, eróticas, afiliativas y espirituales. Algunas personas parecen descubrir su opuesto interior a través de la relación, mientras que otras deben abandonar niveles idolátricos de relación y girar directamente hacia el interior. A la larga el Yo exige nuevas formas de estar en relación basadas en un mayor contacto interior con el opuesto.

Cuando permitimos que el Yo fluya sobre nuestras antiguas formas de relacionarnos, estamos modificando las proyecciones a fin de madurar. Podemos escalar lo que Platón denomina la escalera del amor siguiendo nuestro anhelo del Yo, originalmente mal situado en una relación personal. Primero nos introducimos en la atracción física, luego en el amor por otra alma, y finalmente, a través de la educación en el amor, regresamos al hogar, a la realidad de nuestra propia alma. En contraste con el madurar a través de la relación, también podemos retirar nuestra proyección con un esfuerzo que incremente nuestra consciencia. Las imágenes cargadas que hemos proyectado no encajan con el ser humano en ningún caso, y la fase de luna de miel se acaba, en relaciones románticas e incluso en la amistad. Como una versión adulta del movimiento del niño hacia un aumento de la dependencia o bien un aumento de la autonomía, nos rendimos o crecemos.

La regencia del Yo, hacia la cual la individuación hace girar gradualmente nuestra consciencia, busca desarrollar nuestra maduración minando las viejas formas de usar el poder y de relacionarnos. El Yo actúa detrás de nuestro poder; nos aporta modelos, armonizándonos adecuadamente con la naturaleza del cosmos y buscando encarnar una verdad paradójica de opuestos reconciliados. Y el Yo actúa tras nuestro anhelo de relaciones, pues contiene potencialmente el matrimonio interior.

Pero la tercera rendición a la regencia del Yo tiene que ver con el sacrificio de todo lo que habíamos pensando que éramos. El Yo se mueve desde la periferia de nuestra vida psicológica hacia el centro. Un gurú me dijo que cuando se cierran los huesos del cráneo de un bebé, Dios no puede entrar, y por eso el ego cree ser Dios. En la mayoría de los casos el Yo empieza a centrarnos y a individuarnos, tanto en el ámbito consciente como en el inconsciente, hacia la mitad de la vida. La formación de nuestra personalidad y el empleo de nuestra energía psicológica para desarrollar nuestras vidas a través de aptitudes, trabajo y relaciones, limita nuestro acceso al inconsciente y a su influencia creativa y espiritual. El Yo se convierte en centro de la psique consciente e inconsciente, y los demás arquetipos, como el animus y el ánima, se subordinan al él. Pero el Yo desempeña también otros papeles. Como testigo, el Yo observa cómo nuestra personalidad atraviesa e integra experiencias, como los dos pájaros en este pasaje de la Manduka Upanishad: Dos pájaros, compañeros siempre unidos, se posan en el árbol de la mismidad. De los dos, uno come el dulce fruto y el otro observa sin comer. El Yo es el árbol y es a la vez el pájaro que observa las experiencias de nuestra personalidad.

Nuestras personalidades a veces inician el proceso de individuación sin que estemos suficientemente conectados con el cuerpo y con la tierra ni suficientemente comprometidos con nuestras vidas. Jung relata el caso de una mujer que experimenta pasivamente la individuación como quien contempla paisajes campestres desde un tren expreso. De esta mujer dice:

La individuación sólo puede tener lugar si primero regresas al cuerpo, a tu tierra; sólo entonces puede hacerse real… Ella debe volver a la tierra, a su cuerpo, a su individualidad y separación; de otro modo estará en el río de la vida, será todo el río, y nada habrá sucedido porque nadie se habrá dado cuenta….. La individuación sólo puede ocurrir cuando nos damos cuenta de ella, cuando hay alguien ahí que le presta atención; de otro modo es la eterna melodía del viento en el desierto.

A veces el Yo parece un destructor de nuestras identidades acostumbradas. Pero visto a través de la lente de sus propósitos, actúa para que nuestro compromiso sea más completo. Los alquimistas decían que su trabajo transformador requería el conjunto de la persona, y el Yo exige lo mismo. Generalmente esta exigencia recae sobre todo en nuestros aspectos menos desarrollados, nuestras conexiones más débiles, que habíamos ignorado durante la primera mitad de nuestras vidas.

Jung subraya que el Yo puede representar a Dios en nuestra psique, es la imagen psicológica de Dios en nuestra psique. Pero señala que empíricamente, en contraste con la creencia,

Somos incapaces de distinguir si estas imágenes emanan de Dios o del inconsciente. No podemos decir si Dios y el inconsciente son dos entidades diferentes… Pero en el inconsciente hay un arquetipo de plenitud que se manifiesta espontáneamente en sueños, etc. y una tendencia, independiente de la voluntad consciente, a relacionar otros arquetipos con este centro.

En los textos de Jung, las experiencias de Dios registradas en las escrituras y en los testimonios de los místicos son tratadas como hechos psicológicos más que como realidades conocidas religiosamente. Especialmente en el ensayo de Jung Respuesta a Job, la imagen psicológica de Dios en la mente occidental parece ser una fuente de individuación. Concretamente, Jung ve que la imagen psicológica de Dios en la mente occidental está desarrollándose hacia una inclusión de cualidades oscuras y femeninas. Para Jung la naturaleza del Yo en la psique humana corresponde a una imagen de Dios que incluye los aspectos reprimidos y suprimidos de la civilización occidental en una unión de opuestos reconciliados, una plenitud que está más allá de un Dios bueno o una Trinidad masculina. A Murray Stein casi le parece como si Jung estuviera analizando a la cristiandad.

Aunque el Yo amplia nuestra personalidad, a menudo haciendo que desarrolle funciones y actitudes menos desarrolladas, y aunque el Yo rodea a la personalidad por todos lados a fin de acoger tanto la vida consciente como la inconsciente en una totalidad mayor, experimentamos el Yo como si habitara en el inconsciente. Como alguien de dos millones de años, el Yo es generalmente no verbal y se expresa a través de imágenes, sonidos y sentimientos. También puede guiarnos a través de nuestras experiencias en el mundo exterior, empujando a su realización y compensando nuestros unilaterales puntos de vista conscientes. Cuando dejamos de dibujar imágenes, de hablar y de pretender que el ego origina sentimientos, podemos ver sus imágenes, oír su sonido y su música, y participar en sentimientos que procedan de más allá de nuestros limitados conocimientos conscientes.

Cuando empieza la individuación, nuestra personalidad y nuestra vida inconsciente atraviesan una reorganización. El Yo empieza a ejercer influencia sobre energías inconscientes personales y colectivas. A medida que se reorganiza, la vida inconsciente se expresa a sí misma y al transformado papel del Yo, a través de símbolos. Los símbolos apuntan más allá de sí mismos, y su significado nunca sucumbe del todo a las formulaciones racionales. Suelen tener numerosas capas de significado y trayectorias de desarrollo. Experimentamos los símbolos en sueños y visiones, y debemos llevar a ellos nuestra aportación, es decir, nuestro lado consciente del diálogo con el inconsciente y con el Yo, a través del inconsciente. Juntas, las mitades consciente e inconsciente de la moneda restauran una totalidad rota. Cuando se mueve nuestra orientación consciente, también lo hace la inconsciente. El Yo parece moverse respondiendo a nuestro movimiento, aunque a menudo es el Yo el que genera nuestro movimiento consciente.

Nuestra tendencia a convertir realidades dinámicas como el Yo en cosas inmóviles o en mobiliario mental e incorpóreo, refleja nuestras inmovilizadas imágenes de las realidades espirituales y psicológicas. Pero en todas estas realidades van juntos el hacer y el ser. Como preguntaba W.B. Yeats, Cómo podemos distinguir al danzador de la danza?. La incesante actividad del Yo en el desarrollo de nuestra consciencia implica que los lugares de descanso son sólo premios de consolación. Un proverbio budista aconseja: Cuando alcances la cumbre de la montaña, continúa ascendiendo.

Nuestros atisbos del Yo parecen revelar algo estático, pero pronto se convierten en una realidad móvil y compleja en cuanto adoptamos una visión más amplia, observando secuencias de sueños, años de trabajos alquímicos y el diálogo de la vida consciente e inconsciente durante más de una década, como si pudiéramos discernir una especie de equivalente psicológico de los movimientos glaciales. Arthur Schopenhauer habló de cómo nuestras vidas pueden parecer como si hubieran sido planeadas, aunque aparentes obstáculos e interrupciones hayan quebrantado nuestras intenciones conscientes. Sólo una mirada retrospectiva sobre nuestras vidas, en busca de la influencia formadora de estas intenciones profundas, puede mostrarnos que nuestra personalidad ha crecido siguiendo el plan que el Yo tenía para nuestras vidas.

El Yo da expresión y forma simbólicas a su actividad constante y a su efecto estructurador sobre nuestra vida: en sueños, en obras de arte, en integraciones de lo espiritual en nuestra vida personal, y en secuencias como aquellas estudiadas por Jung en las que la vida transpersonal e inconsciente era proyectada sobre la materia por los alquimistas. Pero incluso estas profundas comunicaciones simbólicas nos llegan como cuadros inmóviles y descripciones verbales de un instante del Yo. A través de su discreto acaecer, pueden oscurecer la realidad continua del Yo. Y como el Yo actúa como nuestra individualidad implícita, las imágenes que de él nos hacemos como algo separado y distinto de nosotros son parcialmente falsas. Si consideramos que nuestras personalidades expresan de un modo limitado lo que las origina, contiene, guía y actúa para ellas como símbolo de maduración llegaremos a comprendernos como una identidad operativa la personalidad y una identidad cósmica el alma.

Qué ventajas prácticas puede brindarnos esta relación con el Yo perturbadora, arriesgada y llena de cambios a medida que nos volvemos más individuales? El filósofo John Stuart Mill estaba articulando uno de los valores sociales del hacerse más individual cuando escribió: No es reduciendo a la uniformidad todo lo que tienen de individual, sino cultivándolo y llevándolo adelante, dentro de los límites impuestos por los derechos e intereses de otros, como los seres humanos se convierten en un bello y noble objeto de contemplación… pudiendo por tanto ser más valiosos para los demás.

Mill no estaba pensando en la relación con la vida inconsciente que implica el establecer un contacto subordinado con el Yo; entendía individualidad como el desarrollo del potencial humano que hace avanzar al conjunto de la humanidad. Ello encaja con la intuición esencial de Jung. Pero en su obra Mill también anticipa la fricción social que se produce cuando la gente se vuelve más individual, pues dejan de armonizarse de un modo tan adaptativo a las instituciones, comunidades, familias y las reglas implícitas del matrimonio. Sostiene que todas las sociedades se empobrecen cuando no permiten el desarrollo individual. Los verdaderos individuos estorban a los tiranos. La genuina autonomía o ley para uno mismo significa que los métodos sociales de control se hacen menos tensos. El ego deseoso oye rumores de esta autonomía aparentemente libre, y en nombre del Yo puede racionalizar el libertinaje a través de una pretensión oportunista de individuarse. Superficialmente, lo que surge de obedecer a la consciencia cuando el Yo se pone a la vista puede parecer libertinaje. Como lo expresa una canción de Bob Dylan: Para vivir fuera de la ley has de ser honrado. Una y otra vez, Jung subraya las arduas responsabilidades éticas con las que nos encontramos cuando escapamos de las normas colectivas como resultado del compromiso del Yo.

Nuestra personalidad nunca tendrá la estatura, la existencia global y eónica o la sabiduría del desarrollo orientado hacia el futuro que tiene el Yo. Sea cual sea la magnitud de nuestro viaje hacia el blanco móvil del Yo, siempre estaremos a mitad de camino entre piedra y ángel, entre las agobiantes luchas cotidianas y el cosmos. Afortunadamente para nuestra identidad personal, cuando nos volvemos engreídos, o inflacionados como dice Jung, a causa del Yo, la vida suele quitarnos los humos de encima. Cualquier arquetipo inconsciente puede inflacionar nuestra personalidad pero, cuando lo hace el arquetipo del Yo, surgen formas específicas de orgullo espiritual. Somos arrastrados a temporadas llenas de hechizo debido a actitudes sobrehumanas de inferioridad o superioridad; debido a una particular ceguera respecto a nuestros límites corporales, emocionales, intelectuales o espirituales, o a una mala aplicación de cualidades como las que proceden de un corazón que ama oceánicamente y borra las fronteras personales. Regresamos a nosotros mismos sabiendo lo ordinario que somos. Lo que Jung llama la función compensatoria del inconsciente actúa como un amigo sabio y sobrio, aunque a nuestra personalidad inflacionada le parezca un aguafiestas.

El significado original de pecado, en griego remite a fallar el blanco. Jung considera que el término griego para arrepentimiento significa hacerse más consciente. Cuando no apuntamos con acierto al blanco del Yo, puede significar que nuestra consciencia, madurez y visión necesitan ser revisadas desde sus fundamentos. La inflación que nos aleja de nuestro objetivo también nos lleva a imaginar que ya damos de lleno en el blanco. Un diálogo en busca de la verdad con el inconsciente tiene el valor estratégico de corregir ese autoengaño. La humildad surge de hacernos más conscientes de nuestros límites y de la guía del Yo, y esta humildad no puede ser exagerada. Hace que nuestra personalidad se vuelva receptiva y pobre de espíritu. Dado que nuestra personalidad no posee el Yo, sólo lo que Jung denomina una actitud religiosa puede relajar nuestra certeza arrogante y dar la vuelta a la situación. Jung compara el Yo con el Tao chino, del que no podemos apropiarnos ni siquiera con palabras o conceptos.

Jung emplea el movimiento serpenteante, en vez de la línea recta entre nuestra personalidad y el Yo, para aludir a una característica esencial del proceso de individuación y al simultáneo redondeamiento de nuestra personalidad. Este redondeamiento dice Jung – puede ser la finalidad de toda la psicoterapia que pretende ser algo más que una mera cura de síntomas.

El dolor y el peligro del proceso de individuación sólo son igualados por su sentida necesidad. Obtener algo significa sacrificio. Jung escribe: Todo desarrollo superior de la consciencia es tremendamente peligroso. Generalmente nos inclinamos a pensar que desarrollarse hacia una condición superior es ideal y muy deseable, pero olvidamos que es peligroso, porque el desarrollo suele significar sacrificios.

Las metáforas espaciales para describir el Yo y la ampliación de la personalidad durante el proceso de individuación (lo que Jung denomina la envergadura de la integración dirigiéndose hacia el Yo) incluyen el descenso tanto como el ascenso, círculos y esferas elaborados y ampliados, movimientos en espiral y el equivalente espacial de la música de Bach. Significa una plenitud omniabarcante más que una perfección puntual.

La simplicidad a la que llega nuestra personalidad cuando el Yo ha sido un blanco móvil para nuestro desarrollo, no procede de una amputación procusteana (el lecho de Procusto) de los aspectos inconvenientes o inaceptables de lo que somos. En realidad parece proceder de la tarea bella y terrible de aceptarnos a nosotros mismos, y de un movimiento que integra y acepta la diversidad de las diez mil cosas gracias a una sensación del Tao que habita en ellas.

En esta simplicidad, lo que es conocido, lo que es desconocido y lo que conoce continúan su movimiento de despliegue, en mejor sintonía con nuestra naturaleza esencial.

Fuentes:

La doble naturaleza de las mujeres

"La mujer que saca a la luz el antiguo secreto de su doble naturaleza, exterioriza por un lado a un ser que se desenvuelve a la luz del día , práctico, aculturado, muy humano, fácilmente observable. Por otro, la criatura interior que aparece y desaparece fugazmente pero muestra rápidamente lo sabio, lo sorprendente, lo original."

En los cuentos populares, al igual que en los sueños, podernos comprender los contenidos de manera subjetiva, en cuyo caso todos los símbolos representan aspectos de la psique de una sola persona, pero también podemos comprender los cuentos de manera objetiva, puesto que se refieren a situaciones y relaciones del mundo exterior. Aquí comentaremos el cuento de Manawee más bien desde el punto de vista de las relaciones entre una mujer y su compañero, teniendo en cuenta que muchas veces "lo de fuera es igual que lo de dentro".
Este cuento revela un antiquísimo secreto con respecto a las mujeres, y es el siguiente: para ganarse el corazón salvaje de una mujer, su compañero tiene que comprender al máximo la doble naturaleza de ésta.
Aunque se entienda etnológicamente a las dos mujeres del cuento como unas futuras esposas de una cultura polígama, desde una perspectiva arquetípica el cuento nos habla también del misterio de las dos poderosas fuerzas femeninas que anidan en el interior de cada mujer.
El cuento de Manawee contiene todos los hechos esenciales necesarios para poder acercarse a la mujer salvaje. Manawee, a través de su fiel perro, adivina los dos nombres, las dos naturalezas de lo femenino. No puede vencer si no resuelve el misterio. Y para ello tiene que echar mano de su propio yo instintivo, simbolizado en la figura del perro.
Cualquiera que se acerque a una mujer se encuentra de hecho en presencia de dos mujeres, un ser exterior y una criatura interior, una que vive en el mundo de arriba y otra que vive en otro mundo no tan fácilmente visible. El ser exterior vive a la luz del día y es fácilmente observable. Suele ser pragmático, aculturado y muy humano. En cambio, la criatura interior suele emerger a la superficie desde muy lejos, a menudo aparece y desaparece rápidamente, pero siempre deja a su espalda una sensación de algo sorprendente, original y sabio.

"...El proceso de socialización de la persona corre estrechamente ligados al proceso para el desarrollo del lenguaje lógico. La represión social también actúa en el ámbito de la conciencia, de tal modo que lo que pensamos y que es potencialmente verbalizable es un predio acotado demasiado estrechamente en el gran campo de nuestro ser inconsciente. Sin embargo, de manera intuitiva barruntamos la existencia de una conciencia propia y a la vez fuera del alcance de nuestro pensamiento lógico. Una conciencia que es comparable a la materia negra del universo: está ahí pero conscientemente la obviamos deslumbrados por el esplendor de los cuerpos celestes. Árboles que no dejan ver el bosque.
De igual manera que la ciencia ha vuelto a mirar aquello a lo que no prestaba atención, ese caldo negro en el que flota el universo, el ser humano percibe intuitivamente y se revuelve en la introspección a la búsqueda de la materia negra de nuestra conciencia. No es un elemento despreciable. La materia negra conforma nuestro ser cósmico, es nuestro cuerpo celeste más denso. Su dispersión hace que se diluya nuestra atención y ésta se dirija a lo obvio. Pero esa materia negra en el ser humano es cuantitativamente más numerosa que el conocimiento lógico de que nos servimos en el acontecer diario y mil veces más salvaje y terrible. Su propia naturaleza oculta la hace salvaje, imprevisible, desconocida. Sólo en ocasiones, mediante la enfermedad, las epifanías, los recuerdos, el sueño, las percepciones extrasensoriales y transmigratorias, la poesía y el arte en general, nuestra conciencia lógica se acerca a dibujar, a extraer el magma iniciático de nuestro ser. Sabemos que está ahí, pero no sabemos a ciencia cierta qué territorio se abre cuando se utilizan los escalpelos de extracción.
Draw es un verbo inglés que significa tanto dibujar como extraer. Todo dibujo es una extracción, y en cierto modo toda extracción tiene algo de ejercicio artístico.
La materia negra de nuestro pensamiento es ilógica. Nuestra percepción no puede medirla por cuanto no es mensurable con las escalas lógicas. Su acercamiento ha de acercarse desde otras perspectivas, tal vez místicas. Y la curiosidad, pese a la promesa de su posible naturaleza terrible, es irrefrenable. ¿A dónde nos lleva este caballo desbocado?, nos preguntamos aterrados...
...Convulsa, caótica, extensa y detallada, la materia negra no tiene un discurso temporal, no es narrativa, no es secuencial; es extensa y fotográfica. No se extiende en el tiempo, sino en el espacio sin límites que ofrece una percepción sin censura lógica. No usa el lenguaje verbal, sino el visual. Está más emparentada con la música, la pintura y las matemáticas, que con la literatura.
Esa conciencia espesa no es práctica para relacionarlos con el mundo. La necesidad imperiosa, salvo en casos patológicos, lleva a su domesticación y su conversión hacia un modo discursivo de encauzar lo que somos y relacionarlo con el presente, el pasado y el futuro. Pero el precio de esta verbalización es la pérdida de perspectiva..."

La comprensión de esta doble naturaleza de las mujeres hace que a veces los hombres, e incluso las propias mujeres, cierren los ojos y pidan ayuda al cielo. La paradoja de la doble naturaleza de las mujeres consiste en que, cuando una de ellas se muestra sentimentalmente más fría, la otra es más ardiente. Cuando una mantiene unas relaciones más intensas y enriquecedoras, la otra puede mostrarse ligeramente glacial. A menudo una de ellas es más feliz y elástica mientras que la otra anhela "no sé qué". Una puede estar contenta y la otra puede experimentar una agridulce nostalgia. Estas "dos mujeres en una" son unos elementos separados pero unidos que se combinan en la psique de mil maneras distintas.

"Estas dos mujeres en una provocan desconcierto e incertidumbre, incluso en ellas mismas. Cuando estas dos poderosas fuerzas femeninas son ignoradas y no se integran se producen desequilibrios importantes. El cuento del leñador al que habían desafiado al imposible intento de quebrar un haz de leña, partiéndolo por el medio (lo que logró deshaciéndolo y rompiendo las ramas una por una), ejemplifica que "la unión hace la fuerza".
Cuando la doble naturaleza se mantiene unida en la consciencia surge un enorme poder que puede ser maravillosamente compartido. Cuando el alma de una mujer y la de un hombre se unen nada los puede romper".

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"



jueves, 25 de noviembre de 2010

La nueva masculinidad

En este momento la identidad masculina esta sufriendo un proceso de evolución, motivado en gran parte por los cambios que han protagonizado las mujeres y a la conciencia de que un modelo tan rígido no permite que las personas nos desarrollemos como seres completos y plenos, y esto solo se podría conseguir, si los varones dejaran de reprimir su parte femenina y las mujeres explorásemos nuestro lado masculino.

Ubiquémonos en el período de la Inquisición. El tiempo en que las denominadas brujas eran condenadas a muerte. Su falta: el pecado. Y eso las hacía merecedoras del castigo de soportar el dolor de ser quemadas vivas.
Pero tal vez nunca conocimos la verdadera historia, porque ellas no estuvieron para contarla, pero hay quienes sostienen que sus encantos provenían más que de pociones mágicas, del deseo sexual que eran capaces de despertar en los monjes de la época.
Y la decisión de matarlas es solo una de las tantas demostraciones de lo que conocemos como machismo, ideas sobre lo masculino que han marcado mucho más de 2500 años de historia humana, en pro del poder de los hombres y la discriminación femenina.
Pero los tiempos han cambiado y con ello también los seres humanos, que si bien se mantuvieron en determinados roles por siglos, hoy están rompiendo cánones de manera importante. ¿Por qué? Tan simple de explicar como la búsqueda de la igualdad, tanto en lo masculino como en lo femenino.

La identidad masculina

La identidad masculina se ha configurado siempre en términos de competitividad y poder; rasgos como el miedo, las lágrimas, el dolor o cualquier manifestación extrema de sentimientos no tenían cabida en el estereotipo de hombre. El rechazo de estas emociones implica la negación de uno mismo y la incapacidad para crecer como persona.
La identidad masculina es una construcción cultural, no se trata de algo biológico. Las características que consideramos masculinas se adquieren a través de un proceso de aprendizaje, el cual se da en el seno de la familia, la escuela, a través de los medios de comunicación, el barrio…
El concepto de masculinidad varía en función del contexto histórico, sociocultural, económico…
En nuestra sociedad y a lo largo de la historia ha existido y aún perdura en la actualidad una desigualdad entre lo masculino y lo femenino, que se expresa condiciones de rasgos, estatus o poder que se le asigna a cada uno. Los varones son vistos como sostenedores económicos de la familia, racionales, poseedores de la iniciativa sexual, dominantes, exitosos, poco sentimentales, competidores, aislados emocionalmente, valientes etc. Este modelo de masculinidad lleva implícito un alto componente de dominación hacia las mujeres.

"La identidad masculina nace de la renuncia a lo femenino, no de la afirmación directa de lo masculino, lo cual deja a la identidad de género masculino tenue y frágil".

La identidad masculina se ha construido históricamente en oposición a la identidad femenina, es decir, ser masculino es no ser femenino, es el opuesto, y los comportamientos femeninos son mal vistos en los varones, por lo que han de renunciar por completo a su lado femenino, de manera que se ven obligados a renunciar a una parte importantísima para su desarrollo. Además este ideal de masculinidad, hace que los varones traten de demostrar constantemente su virilidad a través de actos que lo alejen de lo femenino, y en muchos casos estas demostraciones están ligadas a la agresividad y la violencia.
A pesar de que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, son reales y no modificables, los procesos de socialización son los que más peso tienen en las conductas típicas femeninas o masculinas.

¿Nueva Masculinidad?

Cuando nos referimos a lo masculino, la primera idea que viene a la mente es la fortaleza y el poder, lo que de inmediato implica una negación de la emocionalidad en el concepto, que tiene que ver con la demostración de afectos, miedo o dolor.
Pero de acuerdo a diversos estudios realizados por especialistas en sociología, no se puede hablar de lo masculino sin referirse al peso de la cultura, la historia y la psicología.
Y es cierto, porque no es secreto que una variable importante en la construcción de la idea de superioridad masculina viene desde los hogares, donde los varones viven las primeras etapas de socialización, para luego repetir los patrones en la sociedad, con el consiguiente menoscabo femenino. Por eso el hecho de que hoy en día los hombres sean capaces de romper códigos tan arraigados como el ser poderosos, proveedores, sometedores y superiores, es muestra de un importante avance. Pero este quiebre no se ha manifestado gratuitamente, sino que ha sido motivado de manera importante por la nueva postura que ha tomado la mujer ante la sociedad. Una mujer nueva, con participación política, con importantes puestos de trabajo y dueñas de su vida sexual.
"El consenso individual y grupal apunta a identificar a la mujer con el polo dinámico del cambio cultural en curso; en contrapartida, el varón pareciera tomar conocimiento de los cambios desde una posición forzada, incómoda, anquilosada. Lo anterior, sin desmedro de sensibilidades que procuran ponerse a la altura de los cambios que la construcción de una nueva alianza de género demanda, aspectos que la cultura
hegemónica (masculina) define como ‘feminizados’ –por ejemplo, la gestión de los afectos- refuerzan su importancia y reafirman el status de las mujeres".

"La masculinidad como algo monolítico no existe, sólo hay
masculinidades o muchos modos de ser hombre."

Así describe el cambio que se está produciendo el sociólogo Humberto Abarca y que viene a confirmar la postura de los especialistas en psicología, que plantean que si bien los cambios son propios de los seres humanos, siempre hay un grupo que se siente en desmedro que es el que los gatilla. En este caso, las mujeres. Y aquí las feministas tienen bastante que decir, porque saben que se ha producido un avance por parte de las mujeres, pero este cambio, si bien ha producido reacciones masculinas, no siempre son en pro de la igualdad de los géneros.

No somos iguales

El desarrollo de la identidad se forja mediante la interacción de la persona con su entorno social y cultural. Es indudable que existen diferencias físicas y psicológicas entre hombres y mujeres, si bien es cierto que sus identidades se manifiestan como tales a través de la relación con otras personas, costumbres, normas o estereotipos vigentes de las sociedades en las que viven.

"En el siglo XX las mujeres se batieron para obtener la igualdad con respecto a
los hombres. En este nuevo siglo, los varones (todavía de tipo dominador) están encontrando el
coraje para explorar la feminidad sin miedo a perder su cualidad de hombres de verdad".

A lo largo del proceso de socialización, el niño interioriza las normas y valores propios de una sociedad básicamente patriarcal. A través de su aprendizaje en la familia, escuela, grupo de amigos y medios de comunicación, alcanza el significado del comportamiento "masculino". El niño descubre que un hombre de "verdad" es el que se comporta siguiendo una serie de patrones y los diferencia de aquellos que no debe presentar por ser propios del mundo femenino.
El hombre, por tanto, se encuentra atrapado en un laberinto de roles, exigencias y mandatos que paralizan su capacidad de sentir y de exteriorizar sus emociones. Ante esto, o bien puede seguir bajo el peso de la norma social, con la consiguiente pérdida de sí mismo, o aventurarse en un proceso de aceptación y comprensión personal. No se trata de asumir lo denominado "femenino", la masculinidad no se completa únicamente con esos rasgos, ni se trata de alcanzar un prototipo de hombre afeminado.

La verdadera feminidad

Para tenerlo más claro sólo hay que observar el cambio social en los estereotipos protagonizado por la mujer. A lo largo de los años 50, 60 y 70, la mujer se alza frente a la represión masculina vivida a lo largo de la historia, interioriza los valores masculinos como propios y busca en ellos una reafirmación errónea de sí misma. Es en los 90 cuando adquiere conciencia de que la verdadera feminidad no radica en asumir roles puramente masculinos, sino en saber expresar y entender como mujer atributos socialmente encasillados en el mundo masculino. Es un conocimiento profundo que supone un giro radical en su situación y en todos los aspectos de su vida, educación, trabajo, familia o relaciones personales con su entorno. Igual debe ocurrir en el caso de los hombres.

"La condición masculina es un producto social, un resultado que se
puede modificar en uso de nuestra libertad."

Las tres décadas de transformación de lo femenino son imprescindibles en la modificación de las relaciones humanas de nuestra sociedad, pero es insuficiente sin el cambio de lo masculino.

Crisis de la masculinidad

El inicio de esta crisis se puede establecer en las últimas décadas, cuando se empieza a considerar la necesidad de elaborar un modelo de masculinidad basado en la igualdad y en el respeto.
La consolidación social del modelo tradicional tiene lugar con la llegada de la Revolución Industrial. Las posibilidades de un trabajo en las fábricas supone abandonar a la familia para pasar el día trabajando. Incluso dejar la casa familiar para vivir en la ciudad, más cerca del lugar de trabajo.
La actualidad es diferente, por lo que requiere un modelo propio a la época vigente. Dónde los hombres dejen de ser el centro de todos los sistemas para convertirlos en personas respetadas y respetuosas, y donde puedan conciliar la vida laboral y la familiar. Evitando discriminaciones tanto femeninas como masculinas.

"El modelo tradicional de masculinidad, determinado por el machismo, se caracteriza por la ausencia de la expresión de las emociones lo que supone ciertas limitaciones para los hombres y una gran dificultad para poder establecer relaciones personales completas."

Tras analizar este tema, se ha llegado a la conclusión de que no existe un único modelo de masculinidad, es decir, no existe una única forma de ser hombre, sino que existen tantas como hombres hay en el planeta.
Se entiende que es una crisis positiva porque les da a los hombres nuevas oportunidades. La crisis de la masculinidad supone una ruptura con los viejos roles. Superar aquellas actitudes que tienen como partida la superioridad de un sexo sobre el otro. Pero conservar aquellos comportamientos que se identifiquen como masculinos y que no supongan una discriminación sexista.

Nuevo modelo de masculinidad

Se propone la elaboración de un nuevo modelo que sustituya al tradicional, ya que se considera que en la masculinidad tradicional no hay cabida para los sentimientos, el miedo o el dolor, incluso contribuye el rechazo de sí mismo y a la incapacidad de crecer como persona. Este modelo tradicional puede llegar a tener serias repercusiones en los hombres; estrés, alcoholismo, drogodependencias, enfermedades mentales etc. Estas son algunas de las consecuencias más comunes que algunos autores destacan. Surgen por la incapacidad de cumplir las expectativas que genera este modelo; un hombre no puede ser pasivo, vulnerable, ni emocional; pero si exitoso, poderoso, importante, respetado etc.
Este nuevo modelo se basa en los roles compartidos, en la capacidad de exteriorización de los sentimientos superando los estereotipos y las normas sociales.
Así, frente al modelo tradicional, cada vez cobra más fuerza el concepto de una nueva masculinidad, basada en la superación de las barreras, los estereotipos y las normas sociales. Consiste en alcanzar una identidad masculina que permita al individuo ser persona en el más amplio sentido de la palabra.Este nuevo modelo se basaría en:

Aceptar la propia vulnerabilidad masculina.
Aprender a expresar emociones y sentimientos.
Aprender a pedir ayuda y apoyo.
Aprender métodos no violentos para resolver los conflictos.
Aprender y aceptar actitudes y comportamientos tradicionalmente considerados femeninos, necesarios para un desarrollo humano completo.

Todo tiene una consecuencia directa, la pérdida de papeles y de poder por parte de los hombres, es decir, lo que se propone es eliminar el estado de dominio masculino en la sociedad.
Otro tipo de consecuencias son las que este tipo de sociedad proporciona a los hombres. Las principales son las siguientes:
· No tener que ocultar los sentimientos ni las emociones, teniendo la posibilidad de expresarlos con total libertad.
· Participar activamente en la vida de los hijos y compartir más tiempo con la familia. Esto sería posible con las políticas que en la actualidad se están elaborando para compaginar la vida laboral y familiar.
· Disminución de la presión social, es decir, no tener que demostrar continuamente que es el mejor.
· Nuevo modelo social más igualitario basado en compartir papeles o roles sin relación de dominio por parte de cualquier sexo.
· Aceptar lo masculino de forma íntegra, no sesgada. Como hace el modelo tradicional al identificar lo masculino como lo no femenino.
· Ser considerado, primero, como persona y después como hombre.

La crisis de la masculinidad se debe entender como un punto de inflexión, del que parte un nuevo modelo de masculinidad más acorde con los tiempos actuales. Pero no hay que partir de cero, ya que se pueden conservar los rasgos positivos del modelo tradicional adaptándolos e incorporando otros “propios” de mujeres.

Está claro que las cosas están cambiando para ambas partes en cuestión, lo que es positivo, porque los dos son seres humanos con los mismos derechos. Pero hay que tener cuidado, por que si bien esta es una etapa en que se están produciendo ajustes y modificaciones, no puede generarse una confusión de géneros.
"Una vez que finalice esta etapa de cambios, vamos a definir nuestras diferencias (que existen de manera real a nivel biológico) y similitudes, para que en base a eso construyamos algo más homogéneo y complementario".

Fuentes:



martes, 23 de noviembre de 2010

Manawee

He aquí un cuento que explica cuál es la verdadera naturaleza de las mujeres. Los que se esfuerzan en comprender la forma de ser y actuar que se muestra en el cuento serán para siempre compañeros y amantes de la mujer salvaje. Hace mucho tiempo la señorita V. B. Washington me regaló un pequeño cuento afroamericano que yo he ampliado y convertido aquí en un cuento literario titulado "Manawee":

Un hombre fue a cortejar a dos hermanas gemelas. Pero el padre le dijo: "No podrás casarte con ellas hasta que no adivines sus nombres." Aunque Manawee lo intentó repetidamente, no pudo adivinar los nombres de las hermanas. El padre de las jóvenes sacudió la cabeza y rechazó a Manawee una y otra vez.
Un día Manawee llevó consigo a su perrito en una de sus visitas adivinatorias y el perrito vio que una hermana era más guapa que la otra y que la segunda era más dulce que la primera. A pesar de que ninguna de las dos hermanas poseía ambas cualidades, al perrito le gustaron mucho las dos, pues ambas le daban golosinas y le miraban a los ojos sonriendo.
Aquel día Manawee tampoco consiguió adivinar los nombres de las jóvenes y volvió tristemente a su casa. Pero el perrito regresó corriendo a la cabaña de las jóvenes. Allí acercó la oreja a una de las paredes laterales y oyó que las mujeres comentaban entre risas lo guapo y viril que era Manawee. Mientras hablaban, las hermanas se llamaban, la una a la otra por sus respectivos nombres y el perrito lo oyó y regresó a la mayor rapidez posible junto a su amo para decírselo.
Pero, por el camino, un león había dejado un gran hueso con restos de carne al borde del sendero y el perrito lo olfateó inmediatamente y, sin pensarlo dos veces, se escondió entre la maleza arrastrando el hueso. Allí empezó a comerse la carne y a lamer el hueso hasta arrancarle todo el sabor. De repente, el perrito recordó su olvidada misión, pero, por desgracia, también había olvidado los nombres de las jóvenes.
Corrió por segunda vez a la cabaña de las gemelas. Esta vez ya era de noche y las muchachas se estaban untando mutuamente los brazos y las piernas con aceite como si se estuvieran preparando para una fiesta. Una vez más el perrito las oyó llamarse entre si por sus nombres. Pegó un brinco de alegría y, mientras regresaba por el camino que conducía a la cabaña de Manawee, aspiró desde la maleza el olor de la nuez moscada.
Nada le gustaba más al perrito que la nuez moscada. Se apartó rápidamente del camino y corrió al lugar donde una exquisita empanada de kumquat se estaba enfriando sobre un tronco. La empanada desapareció en un santiamén y al perrito le quedó un delicioso aroma de nuez moscada en el aliento. Mientras trotaba a casa con la tripa llena, trató de recordar los nombres de las jóvenes, pero una vez más los había olvidado.
Al final, el perrito regresó de nuevo a la cabaña de las jóvenes y esta vez las hermanas se estaban preparando para casarse. "¡Oh, no! -pensó el perrito-, ya casi no hay tiempo." Cuando las hermanas se volvieron a llamar mutuamente por sus nombres, el perrito se grabó los nombres en la mente y se alejó a toda prisa, firmemente decidido a no permitir que nada le impidiera comunicar de inmediato los dos valiosos nombres a Manawee.
El perrito en el camino vio los restos de una pequeña presa recién muerta por las fieras, pero no hizo caso y pasó de largo. Por un instante, le pareció aspirar una vaharada de nuez moscada en el aire, pero no hizo caso y siguió corriendo sin descanso hacia la casa de su amo. Sin embargo, el perrito no esperaba tropezarse con un oscuro desconocido que, saliendo de entre los arbustos, lo agarró por el cuello y lo sacudió con tal fuerza que poco faltó para que se le cayera el rabo.
Y eso fue lo que ocurrió mientras el desconocido le gritaba: "¡Dime los nombres! Dime los nombres de las chicas para que yo pueda conseguirlas."
El perrito temió desmayarse a causa del puño que le apretaba el cuello, pero luchó con todas sus fuerzas. Gruñó, arañó, golpeó con las patas y, al final, mordió al gigante entre los dedos. Sus dientes picaban tanto como las avispas. El desconocido rugió como un carabao, pero el perrito no soltó la presa. El desconocido corrió hacia los arbustos con el perrito colgando de la mano.
"Suéltame, suéltame, perrito, y yo te soltaré a ti", le suplicó el desconocido.
El perrito le gruñó entre dientes: "No vuelvas por aquí o jamás volverás a ver la mañana." El forastero huyó hacia los arbustos, gimiendo y sujetándose la mano mientras corría. Y el perrito bajó medio renqueando y medio corriendo por el camino que conducía a la casa de Manawee.
Aunque tenía el pelaje ensangrentado y le dolían mucho las mandíbulas, conservaba claramente en la memoria los nombres de las jóvenes, por lo que se acercó cojeando a Manawee con una radiante expresión de felicidad en el rostro. Manawee lavó suavemente las heridas del perrito y éste le contó toda la historia de lo ocurrido y le reveló los nombres de las jóvenes. Manawee regresó corriendo a la aldea de las jóvenes llevando sentado sobre sus hombros al perrito cuyas orejas volaban al viento como dos colas de caballo. Cuando Manawee se presentó ante el padre de las muchachas y le dijo sus nombres, las gemelas lo recibieron completamente vestidas para emprender el viaje con él; le habían estado esperando desde el principio. De esta manera Manawee consiguió a las doncellas más hermosas de las tierras del río. Y los cuatro, las hermanas, Manawee y el perrito, vivieron felices juntos muchos años.

Krik Krak Krado, este cuento se ha acabado
Krik Krak Kron, este cuento se acabó.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


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lunes, 22 de noviembre de 2010

El himno del hombre salvaje: Manawee

Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan de verdad, tienen que enseñarles un poco de sabiduría profunda. Algunas mujeres dicen que están cansadas, que ya han hecho demasiado a este respecto. Me atrevo a decir humildemente que han estado intentando enseñar a un hombre que no quiere aprender. Cuando los hombres ponen de manifiesto una buena disposición, es el momento de revelarles cosas no sólo por este motivo sino porque otra alma lo pide. Ya lo verás. He aquí algunas de las cosas que ayudarán a un hombre a comprender y a salir a medio camino al encuentro de la mujer; éste es el lenguaje, nuestro lenguaje.

La Nueva Masculinidad

Ante el empuje emancipador de la mujer, el hombre con su imagen, sus prerrogativas, han quedado profundamente cuestionados. Al hombre, sin aparente salida, no le queda otra que pararse y reflexionar, cuestionar ese modelo, y encontrar otra forma de ser hombre desde una búsqueda profunda de su masculinidad. ¿Cómo integrar para él su razón y su sentimiento, su fortaleza y su fragilidad, su sexualidad y su receptividad?, ¿cómo no tener miedo a la vulnerabilidad, a perder el control, a ceder poder, a ser solidario?.
En definitiva ¿cómo encontrar otro modelo cuando sólo se tiene un modelo?

Sin Fronteras (SF): En tus libros planteas el surgimiento de una nueva masculinidad, cómo encontrar nuevos sentidos, como rehacerse hombre hacia una identidad más amplia de la que hasta ahora éste se había identificado. ¿Cómo has llegado a plantear esta nueva dimensión y en qué está basado tu trabajo sobre la masculinidad?

JUAN CARLOS KREIMER: Está basado fundamentalmente en una necesidad personal y de un grupo de hombres que empezamos a reconocer que no teníamos un espacio propio donde compartir lo que nos pasaba sin ser interpretados, esterereotipados o criticados. Empezó con unos matrimonios amigos cuando nos reuníamos. Nos dábamos cuenta que cuando las mujeres se iban hablabámos de forma diferente, podíamos utilizar códigos de varones sin ser malinterpretados, códigos propios de varones. A partir de ahí empecé a enterarme de que los grupos de hombres ya existían en Canadá, Brasil, Costa Oeste Norteamericana, en España y Chile. Había grupos de hombres que estaban investigando esta problemática, investigando a partir de vivencias. En aquel momento empecé a buscar trabajos de reflexión sobre la condición masculina y solamente encontraba algunos hechos por mujeres, en verdad había muy pocos hace seis o siete años. Salvo «Hombres de Hierro» escrito por hombres, en Estados Unidos. Esta realidad me hizo dar cuenta de que eso era lo mejor que nos podía pasar porque nos permitiría empezar de cero, empezar a investigar y ver qué nos pasaba, a reflexionar sobre nuestra condición con menos condicionamentos.

SF: Me imagino que esa época coincidió con un fuerte aumento del feminismo, ¿en qué medida, esos grupos, tienen algo que ver con una reacción ante la voz que tomaba la mujer?.

KREIMER: Me interesa hacer una especificación, porque los grupos de hombres empezaron a salir a la superficie junto con el feminismo, que no con las feministas, porque el movimiento de las mujeres tuvo un primer periodo, allá en los años 60-70, de mucha confrontación, de mucho rechazo, donde todo vínculo con hombres era malo, dañino, tóxico. Poco a poco el movimiento se fue desnudando y las mujeres se dieron cuenta de que no podían hacer un cambio social sin los hombres. Vieron que era mucho más rico para ellas empezar a descubrir la Mujer, lo Femenino, y ahí aparecieron todos los grupos de identidad femenina, los grupos junguianos, empezaron a hablar de los arquetipos femeninos, de ser mujer, de la diosa que había en toda mujer, y en términos mucho mas cotidianos, las mujeres empezaron a descubrir su aspecto femenino. Entonces surgen los grupos de hombres. No aparecen como grupos para trabajar el aspecto femenino del hombre, son grupos de hombres machistas; no van a trabajar su aspecto mas sensible, sino que son hombres que acompañaron los fenómenos sociales que hubo en las últimas décadas; hombres que comprendieron los reclamos del feminismo hacia lo masculino por todo lo que la masculinidad acarreaba de ideas patriarcales, de ideas de predominancia de ser un modelo que respondía a un sistema capitalista destructor y empezaron a reeplantearse su parte masculina.

SF: Yo creo que la mujer, o el movimiento feminista a posteriori, ha reflexionado y ha visto que en la historia no solamente ha sido víctima dentro del sistema patriarcal, también ha sido de alguna manera cómplice. ¿En qué medida el hombre está también atrapado por el modelo patriarcal?, ¿cómo es este modelo para el hombre y cómo se debate?.

KREIMER: Muchos hombres que tenemos entre 30, 40 y 50 años hemos sido criados bajo un modelo de educación, en nuestra casa, escuela y sociedad, que respondía a un modelo patriarcal, y se ha impreso en nuestro psiquismo. No podemos decir «de esto me olvido»; nuestra mente está formada con un sistema patriarcal. Por otro lado, los hombres hemos ido evolucionando y vivimos a caballo entre dos paradigmas, el viejo y el nuevo, y hemos sido capaces de ir a caballo de los dos. Pero sigue el modelo patriarcal, nos cuesta aflojarnos y decir «no sé qué hacer». Es necesario revisar y explorar para poder llegar a una síntesis clara para que, por lo menos, nuestros hijos reciban en la educación un nuevo modelo de su padre. Aquí también aparece el modelo patriarcal a la superficie: a medida que crecen nuestros hijos nos vamos dando cuenta de como todo lo que criticábamos de nuestros padres, de las autoridades escolares o de la sociedad como representantes de un orden que pone límites de alguna manera lo adherimos y lo continuamos con nuestros hijos.

SF: A un cierto nivel la mujer ha podido poner fuera al malo de la película, el sistema patriarcal del hombre, pero él mismo lo tenía dentro entonces era difícil luchar contra sí mismo. De alguna manera, él también ha sido víctima de su propio sistema, y lo seguimos siendo.

KREIMER: En este momento las víctimas de la sociedad también son los hombres, quizás los que menos consciencia tienen de ello. Yo por ejemplo tengo que hacer mucho esfuerzo para llegar a los hombres, para explicarles cuál es su problemática y por qué muchos no tienen consciente esta cuestión. Piensan que la felicidad o la realización personal pasa por el poder material, profesional, por el triunfo, el éxito, por las posesiones y no por la recuperación de un ser, de una manera de ser. Yo creo que hay mas hombres víctimas del sistema patriarcal que mujeres golpeadas, acosadas, o más hombres víctimas que mueren de esta mentalidad en todo el mundo que en las mismas guerras actuales. En las guerras hay muchas muertes concentradas, y asustan, pero si tienes en cuenta la cantidad de hombres que mueren de infarto, de patologías degenerativas por contener al ser que hay dentro de ellos, cambia la idea.

SF: ¿Sería cierto de alguna manera que la mujer es al amor como el hombre al deseo y entonces es difícil una comunicación real, en la medida que el eje del hombre es desear, conquistar, triunfar, cuando en la mujer es sentirse amada?.

KREIMER: El hombre esta condicionado por el hacer. Es como si tuviera que encontrar su identidad en el hacer. En cambio, antes, muchas mujeres encontraban su identidad simplemente consiguiendo un buen marido, teniendo hijos, siendo buenas madres. A una mujer, el hecho de poder concebir le da cierta identidad. Los hombres como no podemos concebir tenemos que hacer y poseer para tener identidad. Esto es muy duro decirlo así, pero...

SF: Es cierto esto de que el hombre está a caballo entre un paradigma y otro. Recuerdo una encuesta relativamente seria que apareció en el diario El País acerca de las tareas que realizaban los hombres en casa, las tareas domésticas. Cuando la mayoría reconocía que si la mujer trabajaba fuera de casa ellos tenían que colaborar al 50%, la realidad era que sólo un 5% bajaba la basura, un 0,4% planchaba, un 2% iba a buscar a los niños al colegio, etc, etc., esto indica que la realidad es muy distinta, entre el deseo o el reconocimiento consciente de que tienen que cambiar las cosas y la realidad afectiva.

KREIMER: Esto es cierto y yo hablaría de cierta comodidad de los hombres en cuanto a las tareas cotidianas. Sentimos que tenemos como misión crear grandes proyectos, proveer de cantidades de dinero, y muchos hombres no se arremangan a la vida cotidiana.

SF: ¿No será que el prestigio como motor de la sociedad predisponga en este caso a los hombres a que ciertos comportamientos que son desvalorados y desprestigiados por la misma sociedad no puedan ser asumidos?. Los mismos medios de comunicación marcan cuales son los comportamientos adecuados de uno u otro sexo. Tal vez, mientras no cambien los valores en el prestigio sea difícil cambiar algo.

KREIMER: Tampoco tenemos que cuestionar tanto a los hombres. Hemos de tener en cuenta las características físicas y biológicas del hombre y de la mujer en cuanto a un comportamiento más hacia el exterior o hacia el interior.

SF: De alguna manera el modelo patriarcal que ha creado una sociedad también hace que la mujer se equipare al hombre en funciones

KREIMER: Estamos cayendo en la trampa. Muchas mujeres se sienten muy realizadas porque tienen éxito en el mundo de los hombres y lo que veo ahí es que han tomado lo peor del sistema masculino. Porque son gerentes de empresa, porque ganan mucho dinero y son buenas competidoras. ¡Qué fantástico! van estresadas, y de repente ganan dinero como para pagar a una empleada que le mantiene a los hijos. Hemos de tener conciencia de que estamos viviendo con valores muy trastocados, y muchos hombres que tienen conciencia de esta situación no intentan diferenciarse de las mujeres, que han quedado pegados a ella como a un sistema de creencias o pensamientos unisex. No somos unisex, no somos iguales, por suerte.

SF: ¿No habrá un cierto peligro en naturalizar los comportamientos femeninos y masculinos?. ¿Quiere decir que la mujer por naturaleza es más amorosa, más tierna, tiene que hacer un tipo de funciones, cuando el hombre es más activo, más dinámico y tendría que hacer otro tipo?. Desde otra lectura quizás más antropológica, podemos ver que aunque hay una tónica parecida en todas las sociedades más o menos estudiadas, lo cierto es que hay comportamientos muy dispares, comportamientos en sociedades que nosotros atribuiríamos como femenino cuando lo hacen hombres, y comportamientos que nosotros interpretaríamos como masculinos y los hacen mujeres. Tal vez no es tan fácil hacer una regla universal

KREIMER: No, lo que estoy diciendo es que no nos polaricemos y no nos quedemos pegados a este tipo de rol. Yo no digo que los hombres no hemos de tener la agresividad o la fuerza que teníamos, sino que tenemos que usarla para causas más sistémicas, más ecológicas, más globales, es decir, no para contribuir a un mundo en el cual seamos cada vez mas víctimas, sino para construir un mundo en el cual podamos vivir mejor esta situación. No estoy diciendo que las mujeres abandonen el mundo del trabajo, sino que nos ayuden a los hombres a crear empresas diferentes, maneras de relacionarnos, de colaborar diferentes, más propias de la vida hogareña que de la vida de los negocios, o más propias de las características femeninas, en cierto modo colaboradoras de los hombres. Y también estoy apuntando, no a dar una respuesta de lo que debe ser, yo soy apenas un hombre de los tantos que hay en el planeta, lo que si que estoy es invitando a mis congéneres a que empiecen a elegir el tipo de hombres que son, que busquen y que sean conscientes del tipo de hombre que eligen ser.

SF: ¿Hay algún planteamiento, algún modelo que se proponone dentro de los grupos de hombres?.

KREIMER: Sí. Hay un modelo que es encontrar el ser genuino, ser más de cada uno, encontrar quien es más allá o más adentro de los condicionamientos que recibe a lo largo de la vida, sacar su esencia. Que cada cual genere su propio estilo.

SF: Sería lo ideal, que cada hombre pueda reconocer su propia fuerza masculina, y darle la forma que

KREIMER: Primero que pueda realmente darse cuenta de lo que le pasa, lo que siente, lo que quiere, a lo que aspira. Segundo, que lo pueda expresar, no sólo que se dé cuenta a un nivel intelectual, sino que también lo pueda sacar de adentro suyo a la vida real, cotidiana e inmediata, y tercero, que sea dueño de esta energía, en el sentido de que sepa cuando usarla y cuando no usarla, porque a veces surge de repente una fuerza y agresividad que tenemos los hombres delante de algún proyecto que puede romper algo muy frágil. Esos tres pasos son importantes, darse cuenta, expresar y adueñarse.

SF: ¿Cuáles serían los miedos que los hombres en esos encuentros tienen, esta homofobia que normalmente tienen con respecto a otro hombre, en cuanto a la dificultad de expresar su parte más vulnerable, sus sentimientos?. Me doy cuenta de que entre hombres es difícil que hablemos de cómo hacemos el amor, de cuáles son los problemas, de cuántos son nuestros miedos..., porque es como reconocer una parte muy frágil. Cosa que con las amigas es más fácil.

KREIMER: Yo creo que los hombres comunicamos más entre los hombres en función de una imagen que en función de un personaje. Esto se construye de pequeños, cuando la energía salvaje, como dice Wilde, silvestre, empieza a ser adaptada al nuevo tipo de vida; así como para gustar a su mamá, a papá, al maestro, al amigo. Es importante toda esa etapa de la infancia de los cinco años, el periodo edípico, los años en que el chico se socializa en la escuela. Es una edad terrible porque lo que quiere el chico es jugar, tener libertad. Yo recuerdo que lo que ansiaba era, llegar a casa, hacer las tareas e irme a la calle a correr, no tengo buenos recuerdos de aquel momento. Hay un momento en que empiezas a cortar esa energía, yo mismo, empecé a adaptarme para no tener problemas de conducta en la escuela, con mis padres, para que no me castigaran y ahí empezamos todos a olvidar quiénes somos. De adultos nos cuesta mucho llegar a esos registros que quedan grabados en alguna parte de la memoria y del cuerpo, y a esas memorias no llegamos sólo hablando, necesitamos hacer algún ritual, algún ejercicio de movilización emocional para que aparezcan memorias que están muy acorazadas. Por eso en los grupos de hombres se habla, pero también hay movimientos, situaciones, rituales, hay movilización.

SF: Recuerdo mi primera relación importante con una mujer mucho mayor que yo. Interpretaba que si yo no era un hombre femenino no iba a ser aceptado, con lo cual solamente potenciaba mis registros femeninos, tierno, tranquilo... y entonces me di cuenta de que habían aspectos masculinos que no los sacaba, porque no era valorado, tanto en la sexualidad como en la manera de vestir, todo. Era como encarnar un modelo femenino, porque el masculino estaba bastante castigado.

KREIMER: Fuiste iniciado por la diosa, se diría. Te faltó estar iniciado también por un mentor, por un hombre. Además, es cierto que en los años de transición que estábamos viviendo era más fácil ser un hombre sensible que no ser un hombre duro y por suerte, muchos hombres como tú se dieron cuenta de que había una carencia. En los trabajos de grupos de hombres se trata de recuperar la parte masculina, es decir, la parte masculina afectuosa, el padre amoroso, le llamamos en estos grupos. El hombre que puede amar a otro hombre por el solo hecho de ser, un ser que está en la vida, un ser divino, sin que por esto sea homosexual, ¡da mucho miedo!.

SF: ¿Cuál es el peso de las fantasías homosexuales?

KREIMER: No tengo ideas precisas al respecto. Por lo que compruebo, la mayoría de los hombres que han pasado por alguna experiencia homosexual, algún juego en la adolescencia -para muchos eso fue fantástico en el sentido de que por un lado les desarrolló la osadía de animarse a seguir sus impulsos, después se dieron cuenta de que eso no era de su gusto-. Esto es una constante que se ve en los grupos de hombres, casi todos han tenido algún tipo de experiencia muy secreta que no la han contado a nadie. Pero creo que la mayoría de los hombres en algún momento de su vida han tenido alguna fantasía mental homosexual, de algún cuerpo masculino, y creo que es bueno empezar a aceptarlo porque no es nada malo. Yo considero seres maravillosos a los hombres gays. Nos ha enseñado a muchos hombres a convivir con nuestra parte femenina, con menos prejuicios.

SF: ¿Cuál es el esquema psicoterapéutico en este trabajo con grupos de hombres?.

KREIMER: Resulta altamente terapéutico, puesto que se está partiendo de una aceptación, de quiénes somos, incluso en los grupos de hombres en las primeras etapas se insiste mucho que quien coordine no interprete para no crear otra vez la autoridad y el encasillamiento y repetir el tema del padre castigador. También es importante el alto poder curativo homeostático que tiene la persona, es decir, al aceptar a alguien tal como es, entonces esa parte empieza a armonizarse y a reencontrar y a expresar mucho más naturalmente que cuando se vive como un enemigo del cual hay que defenderse. Cuando un hombre acepta que es un mentiroso empieza a mentir menos pues llega a mostrar lo genuino.

SF: Una estrategia de casi todas las sociedades, a veces en demasía, ha sido la de polarizar los sexos, por una cuestión de orden, por un lado, y por otra, por una cuestión de tensión, deseo, etc, en la relación y, parece, que es una estrategia que ha funcionado; lo que ocurre es que la sociedad moderna es distinta de la tradicional y la discriminación, la diferenciación tendría que ser, por tanto, más personal, intransferible y no tanto de grupo. Yo quería hacerte unas últimas preguntas, de alguna manera la Nueva Era o la Era de Acuario está presente y pronostica una integración de las polaridades, pero ¿cómo influye el mito del andrógino? ¿Como lo contemplas tú en los grupos?.

KREIMER: Nunca lo había planteado en estos términos pero partimos de aceptarnos con tendencias femeninas sin ningún cuestionamiento, lo cual ya es novedoso en los grupos de hombres, no en los grupos deportivos ni de trabajo, en los cuales no se acepta el aspecto femenino, en cambio en los grupos de hombres se acepta que somos la suma de dos energías, y a partir de ahí se revisa todo lo masculino, en la aceptación de que somos andróginos.No es la idea de mitad y mitad, una cosa que no se sabe qué es, sino uno es hombre o es mujer e integra la otra parte. Diría que nos es más fácil a los hombres aceptar lo femenino que lo masculino profundo y desconocido. LLegar a una revisión de quien es uno, desde una visión andrógina que es más aceptadora de ambas partes, facilita mucho el camino.

SF: El hombre se ha identificado en cuanto a la oposición, o sea, ser hombre es no-ser mujer. Hay un dicho que se dice entre hombres, que es, te has rajado, que significaría te ha salido una raja, o sea eres una mujer. Lo masculino se define como lo que no-es mujer.

KREIMER: Nosotros nos definimos por lo que no somos, por reacción y no por adhesión, porque primero hemos de diferenciarnos con nuestra madre, después nos damos cuenta de que no somos una niña, después de que no somos un homosexual. En nuestra cultura faltan rituales o situaciones que nos digan que es ser un hombre. Pocos padres hablan de masculinidad a su hijo, porque pocos saben. El único rito de masculinidad que había hasta hace poco era la milicia, que es un rito muy violento, pero no hay un rito de masculinidad donde un padre o un mentor le expliquen a un muchacho adolescente todo lo sagrado que es el acto amoroso, o la sexualidad, o la energía sagrada que pone en juego todo eso.

SF: No hemos hablado del sexo a pesar de que éste tiene mucha importancia en la realidad del hombre, porque si bien la imagen que se da entre los hombres es de que uno es un buen amante, que es potente, cuando la realidad, al menos por análisis sociológicos, es bastante más pobre. ¿En los grupos de hombres reconocen sus carencias sexuales?.

KREIMER: No solamente las reconocen, sino que empiezan a aceptar, a socializar y a trabajar, es decir, hay grupos de hombres que cumplen un poco el rol de ese iniciador del hombre en cierta sabiduría de vida, que incluye también la sensualidad, el poder entregarse a gozar, a no ser sólo hacedor en la cama sino también recibidor, a dar, aflojar y relajar en la relación amorosa, sobre todo a sentir. Básicamente si tuviera que sintetizar qué hacen los grupos de hombres es que ayudan a que sintamos y a que pensemos.

Juan Carlos Kreimer es periodista, ensayista y docente.
Fundó y dirigió la revista Uno Mismo en Argentina.
Desde 1989 coordina talleres vivenciales donde hombres exploran las características tradicionales
masculinas a la luz de los modelos planteados por la vida actual.
Mantiene una red de hombres dispuestos a establecer relaciones basadas en la confianza,
la cooperación y la solidaridad, y a trabajar activamente por la defensa del planeta.
Algunos de sus libros más recientes en este tema son:
El Varón Sagrado, el Surgimiento de la Nueva Masculinidad (Planeta 1989);
Rehacerse Hombres (Planeta 1994).
Fuentes:


En los mitos, como en la vida, no cabe duda de que el Hombre Salvaje busca a una esposa de debajo de la tierra. En los relatos celtas hay célebres parejas de Dioses Salvajes que se aman de esta manera. A menudo habitan en el fondo de un lago, desde donde protegen la vida y el mundo subterráneos. En los mitos babilonios Inanna la de los n1uslos de cedro llama a su amado, el Toro Plow: "Ven a cubrirme con tu furia salvaje." En los tiempos modernos, incluso hoy en día en el medio Oeste de Estados Unidos, aún se dice que la Madre y el Padre de Dios crean los truenos revolcándose en su lecho primaveral.
De igual modo, nada le gusta más a la mujer salvaje que un compañero que se le pueda igualar. Sin embargo, una y otra vez quizá desde el principio de la infinidad, los que quisieran ser sus compañeros no están muy seguros de comprender su verdadera naturaleza. ¿Qué de sea realmente una mujer? Es una pregunta muy antigua, un acertijo espiritual acerca de la naturaleza salvaje y misteriosa que poseen todas las mujeres. Mientras que la vieja del cuento de "La viuda de Bath" de Chaucer dijo con voz cascada que la respuesta a esta pregunta era que las mujeres deseaban ejercer soberanía sobre su propia vida, lo cual es un hecho indiscutible, hay otra verdad igualmente poderosa que satisface también esa pregunta.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


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lunes, 15 de noviembre de 2010

El compañero: La unión con el otro

El ser humano -de todas las edades y culturas- enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo: el problema de cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrar compensación.
Erich Fromm

"El ser humano está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su vo­luntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su sole­dad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existen­cia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una o otra forma con los demás seres humanos, con el mundo exterior.
La vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes humanos. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo —las cosas y las personas— activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar. Así, pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia. Por otra parte, produce vergüenza y un sentimiento de culpa. El relato bíblico de Adán y Eva expresa esa experiencia de culpa y vergüenza en la separatidad. Después de haber comido Adán y Eva del fruto del "árbol del conocimiento del bien y del mal", después de haber desobedecido (el bien y el mal no existen si no hay libertad para desobedecer), después de haberse vuelto humanos al emanciparse de la originaria armonía animal con la naturaleza, es decir, después de su nacimiento como seres humanos, vieron "que estaban desnudos y tuvieron vergüenza". ¿Debemos suponer que un mito tan antiguo y elemental como ése comparte la mojigatería del enfoque moralista del siglo XIX, y que el punto importante que el relato quiere transmitirnos es la turbación de Adán y Eva porque sus genitales eran visibles? Es muy difícil que así sea, y si interpretamos el relato con un espíritu victoriano, pasamos por alto el punto principal, que parece ser el siguiente: después que hombre y mujer se hicieron conscientes de sí mismos y del otro, tuvieron conciencia de su separatidad, y de la diferencia entre ambos, en la medida en que pertenecían a sexos distintos. Pero, al reconocer su separatidad, siguen siendo desconocidos el uno para el otro, porque aún no han aprendido a amarse (como lo demuestra el hecho de que Adán se defiende, acusando a Eva, en lugar de tratar de defenderla). La conciencia de la separación humana -sin la reunión por el amor- es la fuente de la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia.
La necesidad más profunda del ser humano es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece -porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido-...

...El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. En el acto de fusión, te conozco, me conozco a mí mismo, conozco a todos -y no "conozco" nada-. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El amor es la única forma de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al ser humano. El anhelo de conocernos a nosotros mismos y de conocer a nuestros semejantes fue expresado en el lema délfico: "Conócete a ti mismo". Tal es la fuente primordial de toda psicología. Pero puesto que deseamos conocer todo del ser humano, su más profundo secreto, el conocimiento corriente, el que procede sólo del pensamiento, nunca se puede satisfacer dicho deseo. Aunque llegáramos a conocernos muchísimo más, nunca alcanzaríamos el fondo. Seguiríamos siendo un enigma para nosotros mismos, y nuestros semejantes seguirían siéndolo para nosotros. La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, el conocimiento del pensamiento, es decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar. Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Sólo conociendo objetivamente a un ser humano, puedo conocerlo en su esencia última, en el acto de amar...

...Pero por encima de la necesidad universal, existencial, de unión, surge otra más específica y de orden biológico: el de­seo de unión entre los polos masculino y femenino. La idea de tal polarización está notablemente expresada en el mito de que, originariamente, el hombre y la mujer fueron uno, que los divi­dieron por la mitad y que, desde entonces, cada hombre busca la parte femenina de sí mismo que ha perdido, para unirse nue­vamente con ella. La polarización sexual lleva al ser humano a buscar la unión con el otro sexo. La polaridad entre los principios masculino y femenino existe tam­bién dentro de cada hombre y cada mujer. Así como fisiológi­camente tanto el hombre como la mujer poseen hormonas del sexo opuesto, así también en el sentido psicológico son bise­xuales. Llevan en si mismos el principio de recibir y de pene­trar, de la materia y del espíritu. El hombre -y la mujer- sólo logra la unión interior en la unión con su polaridad femenina o masculina. Esa polaridad es la base de toda creatividad...

...Idéntica polaridad entre el principio masculino y el femenino existe en la naturaleza; no sólo, como es notorio, en los animales y las plantas, sino en la polaridad de dos funciones fundamentales, la de recibir y la de penetrar. Es la polaridad de la tierra y la lluvia, del río y el océano, de la noche y el día, de la oscuridad y la luz, de la materia y el espíritu. El gran poeta y místico musulmán, Rumi, expresó esta idea con hermosas frases:

Nunca el amante busca sin ser buscado por su amada.
Si la luz del amor ha penetrado en este corazón, sabe que también
hay amor en aquel corazón.
Cuando el amor a Dios agita tu corazón, también Dios tiene amor
para ti.
Sin la otra mano, ningún ruido de palmoteo sale de una mano.
La sabiduría Divina es destino y su decreto nos hace amarnos el uno
al otro.
Por eso está ordenado que cada parte del mundo se una con su
consorte.
El sabio dice: Cielo es hombre, y Tierra, mujer. Cuando la Tierra no
tiene calor, el Cielo se lo manda; cuando pierde su frescor y su rocío,
el Cielo se lo devuelve. El Cielo hace su ronda, como un marido que
trabaja por su mujer.
Y la Tierra se ocupa del gobierno de su casa: cuida de los
nacimientos y amamanta lo que pare.
Mira a la Tierra y al Cielo, tienen inteligencia, pues hacen el trabajo
de seres inteligentes.
Si esos dos no gustaran placer el uno del otro, ¿por qué habrían de
andar juntos como novios?
Sin la Tierra, ¿despuntarían las flores, echarían flores los árboles?
¿Qué, entonces, producirían el calor y el agua del Cielo?
Así como Dios puso el deseo en el hombre y en la mujer para que el
mundo fuera preservado por su unión.
Así en cada parte de la existencia planteó el deseo de la otra parte.
Día y noche son enemigos afuera; pero sirven ambos un único fin.
Cada uno ama al otro en aras de la perfección de su mutuo trabajo.
Sin la noche, la naturaleza del. Hombre no recibiría ganancia alguna,
y nada tendría entonces el día para gastar." 

Para ganarse el corazón de la mujer salvaje, una pareja deberá entender plenamente la dualidad natural en ella. Cualquier persona cercana a una mujer salvaje de hecho está en presencia de dos mujeres: un ser externo y una criatura interna, una que vive en el mundo de arriba, y otra que vive en el mundo no tan fácilmente visible. El ser externo vive bajo la luz del día y es fácilmente observable. A menudo es pragmática, aculturada, y muy humana. La criatura, no obstante, con frecuencia viaja a la superficie desde muy lejos, a menudo apareciendo para luego desaparecer con la misma velocidad, sin embargo dejando siempre tras de sí un sentimiento: algo sorprendente, original y sabio.

Una mujer posee tremendos poderes cuando los aspectos duales individuales son reconocidos conscientemente y contemplados como unidad, sosteniéndolos juntos en lugar de mantenerlos separados. El Poder de Dos es muy fuerte y ninguno de los dos lados de la dualidad debe ser desatendido. Necesitan ser alimentados por igual, pues juntos aportan un poder sobrenatural al individuo.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"


sábado, 13 de noviembre de 2010

Nunca volveré







Sobra cualquier comentario dialéctico acerca de este precioso poema de Meena.










Soy la mujer que ha despertado
Me he levantado y convertido en tempestad entre las cenizas de mis criaturas abrasadas
Me he alzado desde los arroyos de la sangre de mis hermanas
Me ha dado fuerzas la cólera de mi nación
Mis ruinosas y quemadas aldeas me llenan de rabia hacia el enemigo,
Soy la mujer que ha despertado,
He hallado mi camino y nunca volveré.
He abierto las puertas cerradas de la ignorancia
Me he despedido de todos los brazaletes de oro
Oh compatriota, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.
He visto criaturas sin hogar vagando descalzas
He visto novias con jena vistiendo luto
He visto gigantes muros de prisiones devorando libertad en su feroz estómago
He vuelto a nacer en medio del coraje y la resistencia épica
He aprendido el canto de libertad en el último aliento, en las olas de sangre y en la victoria
Oh compatriota, oh hermano, no me veas más como débil e incapaz
Con todas mis fuerzas estoy contigo en la senda libertadora de nuestro país.
Mi voz se entremezcla con miles de mujeres en pie
Mis puños se enlazan con los puños de miles de compatriotas
Junto a ti he subido los escalones hacia el camino de mi nación,
Para acabar con todos esos sufrimientos y romper los grilletes de la esclavitud,
Oh compatriota, Oh hermano, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.


Fuentes:

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