jueves, 29 de julio de 2010

El Mana

Jung mantenía que para autorrealizarnos, para ser individuos autónomos y lograr una felicidad completa necesitamos explorar nuestro inconsciente, lo que podemos hacer por medio de los sueños. Según él, para conseguirlo debemos atravesar cuatro etapas. La primera etapa es la de la sombra, la segunda es la del ánima y el animus, la tercera es la de las personalidades mana, y la cuarta es la del Yo o el "Si-mismo".
En la tercera etapa y la más rica es cuando se alcanza un verdadero sentido de la identidad y la individualidad personales. Suele decirse que en esta etapa es cuando el hombre encuentra al Viejo Sabio y la mujer a la Gran Madre. A estas imágenes arquetípicas de la sabiduría y la fuerza, Jung las denomina personalidades mana. Escogió esta palabra porque en las comunidades no occidentales, se cree que cualquiera que posea una sabiduría o un poder extraordinarios está imbuido de mana, una expresión melanesia que significa santidad o divinidad.

La Personalidad-maná

"Cuando el yo enfrenta a su ánima y logra integrar sus contenidos, éste logra intuir el secreto orden del cual emanaba la arbitrariedad del ánima; surge aquí el arquetipo del significado, el cual se representa como una figura de autoridad, llena de sabiduría. Jung denomina a este ente como Personalidad-maná, el cual correspondería al ser lleno de ocultas cualidades mágicas, pleno de mágicos conocimientos y energías. La personalidad-maná es dominante en el inconsciente colectivo. Es el conocido arquetipo del hombre poderoso en forma de héroe, de cacique, de mago, de curandero, de santo, dueño de hombres y espíritus y amigo de Dios. En tanto que el yo se apropia aparentemente del poder perteneciente al ánima, el yo se convierte directamente en personalidad maná.
Al vencer el yo al ánima, pareciera que aquel logra domar y controlar la fuerza de lo inconsciente - el maná. En realidad, el consciente no se ha hecho dueño del inconsciente, sino que el ánima perdió su fuerza irresistible sobre la consciencia, en la misma medida en que el yo supo explicar sus impulsos con el inconsciente. Ahora, si el yo pretende usurpar el poder del inconsciente, este reacciona con un ataque sutil. En este caso, con la dominante personalidad-maná, cuyo enorme prestigio subyuga al yo. Como podemos observar, del peligro de la posesión por el ánima pasamos a la posesión del maná. Frente a esto, sólo cabe aceptar la debilidad del yo frente a los poderes del inconsciente, reconociendo que estos son incontrolables y que el yo, a lo más, puede adquirir una mayor consciencia de ellos. Así, de la asimilación del arquetipo del maná, obtenemos un individuo que se hace mayor en el saber y mayor en la voluntad."

Jung advertía que hallarse dotado de mana resulta peligroso, y que puede conducir a la megalomanía. Esto es lo que le sucede a las mujeres que se dejan poseer por la Gran Madre, y que llegan a creer que tienen poderes para salvar o proteger al mundo entero. Los hombres poseídos por el Anciano Sabio creen erróneamente que son capaces de todo. También podemos proyectar el mana en otros, depositando nuestra fe en los grandes dirigentes o en los superhéroes, y no en el poder que llevamos dentro de nosotros. Jung sugería que la mejor manera de controlar el mana es dejarlo integrarse en nuestra personalidad y en nuestra conciencia. Resulta muy positivo no proyectarlo en otros y no reprimirlo. De este modo, la sabiduría de nuestro inconsciente se compenetra con nuestra conciencia, y logramos el equilibrio.

En los fundamentos de la religión y de la magia encontramos el concepto de una fuerza, de un poder místico o de una calidad impersonal que reside en el individuo, en animales y en objetos inanimados. Tal poder, llamado Mana por algunos melanesios,"Élan Vital" por los vitalista y "Avir" por los cabalistas, Arungquiltha por ciertas tribus australianas, Wakan, Orenda, Manitu por algunos indios de América, carece de nombre en otros lugares. Es una idea casi universal y común en muchas culturas primitivas donde el individuo tiene el sentimiento permanente que el mana hace irrupción en su vida no solamente en ocasión de los sucesos verdaderamente importantes que acaecen en la esfera de lo sacro que son el nacimiento, la iniciación y la muerte, sino también en sus relaciones cotidianas con sus padres, sus semejantes, los animales y la naturaleza en su totalidad. Cualquier campo está abierto al mana, que puede revestir formas extremadamente variadas según las circunstancias, los objetos y los seres para los que se actualiza. El mana se conviene en una categoría de pensamiento y de percepción del Universo.

Mana y magia
La magia puede ser considerada como un Arte fundamentado en el manejo de los ilimitados poderes del alma. La multitud de todos esos poderes, posiblemente, pueden reducirse a una única noción de "poder" o mana. El mana se ha interpretado comúnmente como la materia de la cual la magia se forma, así como la sustancia de la cual se hacen las almas. El equivalente, o los equivalentes griegos de esta palabra, hallado en textos helenísticos, puede ser dynamis: poder, charis: gracia, y arete: eficacia. Este mana se puede utilizar libremente y el verdadero mago es solo su médium, un canal y un transmisor, cuyas ropas o todo lo que toca pueden recibir y almacenar el mana.
Los pueblos primitivos consideran que el poder mágico, que garantiza la eficiencia del uso de los elementos técnicos en que el neófito mago ha sido iniciado, éste lo ha recibido, durante un sueño o trance extático, de parte de ciertos espíritus, quienes lo introdujeron en su cuerpo y se encuentra así localizado en determinado objeto material.Sin embargo, el secreto del poder mágico a menudo va vinculado a otro elemento, presente en determinadas personas u objetos, que los convierte en transmisores, por contagio, del poder especial que habita en ellos. Tal contagio tiene una connotación de mancha que los convierte en temibles y, a la vez, fascinantes. De esta manera la perspectiva de estar en presencia de alguien o de algo que tiene ese poder especial, lo separa de la dimensión profana, propia del tiempo y espacio cotidianos, dándole, sin embargo, un atractivo particular debido precisamente a la necesidad humana de tener acceso a la realidad trascendente. Ello determina la ambivalencia de lo sagrado, propia del tabú.
Ese poder sagrado recibe el nombre genérico de mana, de acuerdo a término usado por los indígenas de las Melanesia. Así, pues, quien ha recibido el poder mágico tiene un mana particular y, por lo mismo, es tabú, o sea temible porque mancha o contagia; pero, a la vez, ese especial poder es peligroso y, por ello, puede exorcizar los espíritus o fuerzas malignas que han contagiado o poseído a alguien. Sin embargo, mana es, de alguna forma, inherente a toda realidad profana que tenga poder. Y si bien el mana siempre está vinculado a una persona, a menudo se proyecta antropomórficamente en las fuerzas de la naturaleza; así la tempestad despliega su mana, lo mismo una víbora que pica y mata; por otro lado, un guerrero o un cazador tienen éxito en su empresa gracias también a su poder mánico. Toda acción es, pues, eficaz debido a que quien la ejecuta posee mana. Entre las culturas primitivas no hay una separación clara entre lo profano y lo sagrado, ni entre sujeto y objeto. Sólo que, dentro de ese conjunto de realidades que actúan en el mundo, todas ellas portadoras de mana, las hay con un poder particular que las convierte en especialmente temibles.
Así, pues, la creencia en lo sagrado como una realidad tabú, es decir temible y, a la vez, deseable, contiene siempre cierta dimensión de poder mánico. La institución de la magia busca, así, en el poder sagrado (mánico) la defensa con respecto al carácter peligroso y temible de ese mismo poder sagrado. Y el hecho de que su presencia resulte particularmente clara en las formas más primitivas de cultura, no significa que ello sea ajeno a la vivencia religiosa de culturas y religiones más desarrolladas.

Mana en cultura Melanesia
Los primeros humanos veían lo sobrenatural como un dominio del poder impersonal, de una fuerza, que las personas podían controlar bajo ciertas condiciones. Tal concepción era relevante en Melanesia. Los melanesios de Oceanía creían en el mana, una fuerza sagrada existente en el universo. Mana puede residir en las personas, los animales, las plantas y los objetos. El mana melanesio era similar a nuestra noción de suerte. Los melanesios atribuían el éxito a mana. Los objetos con mana podían cambiar la suerte de alguien. En Melanesia se podía adquirir mana por casualidad o trabajando duro para obtenerlo. [...] Sin embargo, en Polinesia, mana no estaba al alcance de cualquiera, sino que estaba vinculado a los cargos políticos. Los gobernantes y los nobles tenían más mana que las demás personas.
Tan cargados de mana estaban los jefes más poderosos que el contacto con ellos resultaba peligroso para los que no eran nobles. Puesto que los más altos jefes tenían tanto mana, sus cuerpos y sus posesiones eran tabú. El contacto entre un alto jefe y los plebeyos estaba prohibido. Ya que las personas ordinarias no podían soportar tanta "corriente sagrada", cuando alguien contactaba accidentalmente con un jefe era necesario realizarle un ritual de purificación.
Antropología, C.P. Kottak

Conceptos similares
El concepto de una "vida-energía" inherente en todos los seres vivos parece ser un arquetipo bastante universal, y aparece en numerosos sistemas metafísicos y religiones tradicionales.
En el libro "The Body of Light" (El cuerpo de luz) los autores Dr. John Mann y Larry Short, cuentan 49 culturas que hacen referencia a esta idea de una energía vital de la cual todo depende. Son otras tantas maneras de referirse a una realidad sutil pero perceptible:

  • Tradiciones de los Indios de América del Norte: Wakan, Manitú, Orenda. Los Nativos Americanos de las regiones del Noreste estaban unidos por una serie de creencias cosmológicas comunes. Creían —y algunos siguen creyendo— que, tras la inmediata realidad física de las cosas, existen espíritus. Para estos pueblos todo el entorno está vivo, las estructuras del paisaje, las fuerzas de la Naturaleza, los animales, la vegetación e incluso los objetos carentemente desprovistos de vida poseen en su interior una fuerza viviente o poder espiritual. Los indios Lakotas lo llamaban Wakan. Los Algonquinos, Manitú. Los Iroqueses, Orenda.
  • Tradiciones Precolombinas: Huaca, Ku, Teotl. Se encuentran generalmente en las lenguas amerindias términos que abrazan todas las manifestaciones del mundo invisible sin presentar ninguna acepción de carácter personalizado, y que han sido traducidos como: espíritu, demonio, Dios, misterio, magia, y, de una manera muy difundida, aunque injustificada, como “medicina”; además de Manitú, Oki y otros términos utilizados entre las tribus de América del Norte, como el término Azteca Teotl, el Quechua Huaca y el Maya Ku, …todos esos términos expresan en general la idea de lo "sagrado" a la vez que de lo "sobrenatural”.
    Los Incas tenían una visión cosmológica de su existencia, seguían mitos y leyendas y todo era sagrado. Sagrado se relaciono con la palabra, Huaca que tenía un variedad de significados, y podría significar algo sagrado como un templo, un lugar consagrado o cosas que parecían existir fuera del orden natural. También cosas notables debido a su excepcional belleza, o cosas que se volvieron sagradas debido a su energía natural, como las esculturas de humanos, animales, etc.
    Los indígenas sometidos por el imperio inca llamaban Huaca a la presencia de lo sagrado y lo mágico-telúrico en cualquiera de sus múltiples formas o manifestaciones (piedras, montañas, ríos, astros, fenómenos celestes y terrestres, cruces de caminos, cultos a los muertos, etc.), las que por cierto se hallaban por doquier en un mundo y un espacio mental sacralizado. De modo que reverenciaban los innumerables estados de un Ser Universal -la deidad, lo santo- que se manifestaba en todo su entorno como hierofanías.
  • Tradición Celta : Awen. El Awen es el espíritu inspirado, el hálito divino que nos lleva al don profético, al arte poético, a la iluminación: la repentina llama de lucidez que inflama los pensamientos de los hombres y les da sabiduría, facilidad de palabra y energía en medio de la batalla. El Awen es lo que le permite a los bardos (poetas y músicos) el improvisar versos agudos en medio de una canción. El Awen se puede alcanzar a través de la música, de la meditación, del amor o del valor, y puede ser un regalo de los dioses. Awen viene de la unión de dos vocablos, “Aw”, que se traduce como "fluido" y “En”, palabra a la que se le da el sentido de "esencia, espíritu", por lo que el significado final es el de Espíritu Fluido.
  • Tradición Romana : Numen, La religión romana originaria rendía culto a unas fuerzas sobrenaturales de carácter indefinido llamados Numina como Flora, Fauno, Forculus, etc... En término latino "Numen" (presencia, plural "Numina") se refiere a la deidad y abarca el sentido sagrado y de inmanencia que había en todos los lugares y objetos. Cualquier cosa de la naturaleza estaba habitado por Numina, manifestandose así la voluntad divina mediante fenómenos naturales que pueden ser interpretados.
  • Tradición Grecia Antigua: Pneuma. En la filosofía griega y, particularmente en la Física Estoica, el Pneuma es el principio cósmico vital. El universo es un todo armonioso y causalmente relacionado, que se rige por un principio activo, el Lógos Cósmico e universal del que el hombre también participa. Este Lógos Cósmico, que es siempre el mismo es llamado también Pneuma, aliento ígneo, ley natural, naturaleza (physis), necesidad y destino, nombres todos ellos que hacen referencia a un poder que crea, unifica y mantiene unidas todas las cosas y que no es simplemente un poder físico: el Pneuma o Lógos Universal es una entidad fundamentalmente racional: es la Divinidad, el Alma del Mundo o Mente Cósmica (razón) que todo lo rige y de cuya ley nada ni nadie puede sustraerse.
  • Tradición Egipcia : Ka. Los antiguos Egipcios tenían la creencia de que en el compuesto espiritual del hombre intervienen no uno sino dos elementos, a los que denominaban Ba, el alma y Ka, el principio divino de la vida. El concepto que tenían del Ka parece estar relacionado con la existencia de un doble inmaterial del cuerpo, en el que primaría, sobre todo, su componente energético. El Ka es esencialmente energía y a través del Ka los individuos estarían participando de la inmensa energía del universo. Esto venía a representar la individualización en cada uno de ellos de la energía del Gran Dios Primordial. A través del Ka los seres participaban de la divinidad, con la que podían llegar incluso a integrarse espiritualmente en el curso de las iniciaciones.
  • Tradición Hebrea : Nefesh. En la tradición Hebrea Nefesh es el término que se utiliza para definir la esencia del ser humano y se refiere a su aspecto no-físico, aquello que no es asequible a los cinco sentidos. Nefesh no es alma y tampoco espíritu (Ruaj) ni tampoco mente (Hakara). No obstante posee varios aspectos, como ser: el pensamiento, la voluntad, los sentimientos, etc. Nefesh, el hálito de vida, es la presencia espiritual (energía) que sustancia la vida y le da forma, es la energía que posibilita que la materia (inerte de por sí) tome forma y vida.
  • Tradiciones Orientales: Chi, Ki.  El Chi (China ) o Ki (Japon) es la energía primera de toda la creación, incluye todo el universo y une a todo los seres entre sí; es un organismo vivo que circula en el cuerpo a través de los meridianos. Se manifiesta a través de la polaridad Yin Yang y se halla presente en todas las cosas, en distintas formas y presencias. Todo viene a ser, finalmente, una expresión del Chi o Ki. La idea que se sugiere es la de un aliento vital, una esencia sutil que sustenta la vida y sus procesos. Esta energía es la que anima a todos los seres vivientes. aunque se toma como energía vital o cósmica, se refiere a la energía externa existente en el cosmos que llega a todos los seres vivos por medio del aire, la tierra, el agua o la comida, etc. Es la bioenergía, la fuerza vital o la fuerza de vida universal que mantiene a los órganos en su lugar y funcionando correctamente. Los cielos y la tierra ofrecen su propio Chi o Ki y estos alimentan y forman al hombre.
    En la Metafísica Taoista se habla del Wu Chi, el gran vacío del cual sale el Chi que se condensa en millones de cosas y seres, para mas tarde regresar a su origen. El Chi se condensa y dispersa regularmente. Seres y cosas se forman y destruyen a cada instante. Es el universo fenoménico y cambiante en el cual vivimos. Nada es permanente, excepto el cambio.
    El Ki es la vida, constituye la potencia original que se manifiesta desde la creación del universo siendo esta energía independiente al tiempo y al espacio. Se define el Ki como un principio espiritual del cosmos y de la presencia de la vida. Se considera el trasfondo de todo lo que existe, de modo análogo a las conexiones que mantienen unidas los átomos de las materias, o el misterio que conforma la armonía del ecosistema y el cosmos.
    Mediante la meditación se puede sentir y comprender, por la intuición profunda, ese flujo o nexo universal y por lo tanto aproximarse al sentido de la vida. Se considera por tanto un principio por el cual se puede comenzar una práctica espiritual o mística: uno puede aproximarse a una empatía profunda, no sólo hacia los demás seres humanos, sino hacia todas las cosas que participan en los procesos de la naturaleza, desde los seres vivos hasta las materias inertes en transformación.
  • Tradición Hindú: Prana. El Prana es la suma total de toda la energía que se manifiesta en el universo, así como la suma total de todas las fuerzas latentes que están ocultas en los seres humanos y que se hallan por doquier alrededor de nosotros.. Es la fuerza vital o  Sukshma Prana en su nivel mas sutil. El aliento es la manifestación externa del Prana en su nivel mas denso. El calor, la luz, la electricidad y el magnetismo son todas manifestaciones del Prana. El Prana se relaciona con la mente; a través de la mente, con la voluntad; a través de la voluntad, con el alma del individuo, y a través de ésta, con el Ser Supremo. El Prana aunque es uno solo, cumple muchas funciones y por eso asume cinco denominaciones, según las distintas funciones que cumple, a saber: Prana, Apaña, Samana, Udana y Vyana.
    Según la cultura indú, se dice que las esencias sutiles de los elementos envuelven la Tierra y penetran en todo lo que existe nutriendo y sosteniendo la vida y la realidad fisica. Es esencial en la nutrición por lo que es necesario tener en cuenta los efectos que producen cada uno de los elementos y la energía que contienen, el Prana, porque es allí donde está la vida. Comemos no sólo para alimentar nuestro cuerpo físico sino también para alimentar nuestro corazón, nuestro intelecto, nuestra alma y nuestro espíritu.La energía vital o Prana se manifiesta en tres grandes estados: lo material, lo mental y lo espiritual. Y estas tres manifestaciones de la energía universal forman una unidad indivisible, de tal manera que la energía no se puede crear o destruir, sólo transformar. Así como un trozo de hielo puede transformarse en agua y ésta en vapor; así lo espiritual se transforma en lo mental y en lo material y viceversa.
    El Prana no es el Espíritu, sino una forma de energía, usada por el alma en sus manifestaciones materiales y astrales. Toda la materia está bajo la influencia del Prana. Está en el aire, aunque no es ninguno de sus componentes, esta en los alimentos, aunque no es vitaminas, ni proteínas... Está en la luz del Sol, aunque no es ni el calor ni los rayos de la luz... todos estos , aire, luz, materia, son vehículos del Prana. El Prana es la fuerza infinita, omnipresente, por la cuál se manifiesta este universo. Es el Prana el que se manifiesta como movimiento; como gravitación, como magnetismo. como las funciones del cuerpo, como corriente nerviosa, como fuerza del pensamiento.
  • Tradición Alquimica: Éter, Aether, Quinta Esencia. La tradición alquímica agrega a los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego), un quinto, llamado Quintaesencia o Éter. El Éter es el más alto y más sutil de los cinco elementos, pues los contiene y sintetiza a todos. Se dice que en el ser humano el Éter se aloja en la caverna del corazón, morada de la deidad, y es allí donde se realiza simbólicamente la unión del alma individual con el Ser Universal, y de lo humano con lo divino. Entre los alquimistas, el Éter es el principio fundamental de la composición de los cuerpos, símbolo del vacío y de los espacios celestes, al que se figura como un fluido sutil e invisible que llena, penetra y comunica a todos los seres. Empíricamente, el espacio sutil o etérico se plasma en un fluido que llena el universo. Esotéricamente es el estrato que sostiene todo lo que en la mente existe potencial o realmente y es en donde todas las transacciones son grabadas. El quinto elemento es aquel que converge y une todos los demás elementos, da forma a la materia y es absolutamente necesario para la consecución de cualquier efecto como la taumaturgia.
  • La expresión Quinta Esencia proviene del quinto elemento relativo a la composición del Universo según la filosofía antigua. Desde el punto de vista cósmico, la Quinta Esencia se denomina también materia oscura o antigravedad y se trata de una substancia extremadamente sutil que ocupa todos los espacios vacíos. En este concepto, la Quinta Esencia se encuentra relacionado con el concepto de mecánica cuántica, ámbito a partir del cual se crea toda la materia y en el que toda la materia se resuelve.
    Esta misteriosa esencia que ni se ve ni interacciona con la materia ordinaria, empuja al universo a expandirse, de allí que las galaxias se alejan entre sí cada vez mas rápidamente pese a que la atracción de la gravedad actúa en sentido opuesto. Según esta estimaciones la Quinta Esencia podría ser el ingrediente principal del cosmos, diez veces mas abundante que el resto de los átomos juntos. Los átomos y moléculas, los minerales, las plantas y los animales están compuestos por combinaciones energéticas de los cuatro elementos básicos con la Quinta Esencia, que siempre esta presente porque es el elemento del que nace todo lo que existe. La naturaleza de los elementos, si bien tienen un componente físico y concreto, es fundamentalmente energético.


Fuentes:
Recopilado de la Red para "Hombres que corren con los lobos"

martes, 27 de julio de 2010

Tercera tarea: Navegar a oscuras

En esta parte del cuento, el legado de la madre muerta -la muñeca- guía a Vasalisa a través de la oscuridad hasta la casa de Baba Yagá.
Las tareas psíquicas de esta fase:

Acceder a adentrarse en el lugar de la profunda iniciación (entrar en el bosque) y empezar a experimentar el nuevo numen de la posesión de la capacidad intuitiva, percibido por la mujer como peligroso.

Aprender a desarrollar la percepción del misterioso inconsciente y confiar exclusivamente en los propios sentidos internos.

Aprender el camino de regreso a la casa de la Madre Salvaje (siguiendo las instrucciones de la muñeca).Aprender a alimentar la intuición (dar de comer a la muñeca).

Dejar que la frágil doncella ignorante se muera un poco más.

Desplazar el poder a la muñeca, es decir, a la intuición.
          La muñeca de Vasalisa procede de las reservas de la Vieja Madre Salvaje. Las muñecas son uno de los simbólicos tesoros de la naturaleza instintiva. En el caso de Vasalisa, la muñeca representa la vidita, la fuerza vital instintiva, feroz y resistente. Por muy grande que sea el embrollo en el que nos encontremos, ésta sigue viviendo oculta en nuestro interior.

          A lo largo de muchos siglos los seres humanos han experimentado la sensación de que las muñecas irradian no sólo santidad sino también "mana", una impresionante e irresistible presencia que actúa sobre las personas, provocando en ellas un cambio espiritual. Por ejemplo, entre los curanderos rurales, la raíz de la mandrágora es alabada por su parecido con el cuerpo humano, pues tiene apéndices en forma de brazos y piernas y una nudosa protuberancia en forma de cabeza. Dicen que posee un gran poder espiritual. Se cree que los que hacen los muñecos les infunden vida. Algunos se utilizan en rituales, ceremonias, ritos de vudú, hechizos amorosos y maldades de todo tipo.
          Los museos de todo el mundo están llenos a rebosar de ídolos y figurillas hechas de arcilla, madera y metales. Las figurillas del paleolítico y el neolítico son muñecos. En las iglesias rurales de todo el mundo hay muñecos que son imágenes de santos. A las imágenes de los santos no sólo se las baña con regularidad y se las viste con prendas confeccionadas a mano sino que incluso se las "saca de paseo" para que contemplen el estado de los campos y de la gente e intercedan en el cielo en favor de los seres humanos.
          El muñeco es el simbólico homunculus, el símbolo de lo numinoso que se oculta en los seres humanos, un pequeño y resplandeciente facsímil del Yo original. Exteriormente, no es más que un muñeco. Pero, en realidad, representa un minúsculo fragmento de alma que contiene toda la sabiduría del Yo espiritual. En la muñeca está la voz en diminutivo de la vieja, La Que Sabe.
          El muñeco, está relacionado con los símbolos del duende, el trasgo, el gnomo, el hada y el enano. En los cuentos de hadas éstos representan un profundo latido de sabiduría dentro de la cultura de la psique. Son las criaturas que llevan adelante la prudente obra interior y que jamás se cansan. La psique actúa incluso cuando dormimos, muy especialmente cuando dormimos, e incluso cuando no somos plenamente consciente de lo que hacemos.
          De esta manera la muñeca representa el espíritu interior de las mujeres; la voz de la razón interior, de la sabiduría y la conciencia interiores. La muñeca es como el pajarillo de los cuentos de hadas que aparece y habla en susurros al oído de la heroína, el que revela la existencia del enemigo interior y dice lo que hay que hacer. Ésta es la sabiduría del homunculus, el pequeño ser que llevamos dentro. Es nuestro socorredor invisible, pero siempre accesible.


          La mayor bendición que una madre puede dar a su hija es el sentido cierto de la veracidad de su propia intuición. La intuición se transmite de progenitor a hijo con la mayor sencillez posible: "Has juzgado muy bien. ¿Qué crees tú que hay detrás de todo eso?" Más que definir la intuición como una especie de imperfecta rareza irracional, podríamos definirla como la auténtica voz del alma.
          La intuición percibe el camino que hay que seguir para poder sacar el mayor provecho posible de una situación. Tiene instinto de conservación, capta los motivos y la intención subyacente y opta por aquello que causará la menor fragmentación posible en la psique.
          En el cuento de hadas el proceso es muy similar. La madre de Vasalisa le hace un extraordinario regalo a su hija, uniéndola con la muñeca. La unión con la propia intuición fomenta una serena confianza en ella, ocurra lo que ocurra. Cambia la actitud de la mujer, haciéndola pasar de un "lo que sea sonará" a un "Voy a ver todo lo que hay que ver".
          ¿Qué utilidad tiene esta intuición salvaje para las mujeres? Como el lobo, la intuición tiene garras que abren las cosas y las inmovilizan, tienen ojos que pueden ver a través de los escudos protectores de la persona y orejas que oyen más allá del alcance del oído humano. Con estas formidables herramientas psíquicas la mujer adquiere una astuta e incluso precognitiva conciencia animal que intensifica su feminidad y agudiza su capacidad de moverse confiadamente en el mundo exterior.

          Según Jung los animales viven en nuestro interior en forma de imágenes arquetípicas (elementos estructurales y primordiales de la psiquis humana), según los estudiosos del comportamiento animal en forma de pautas y predisposiciones de conducta heredadas genéticamente, y finalmente según los psicoanalistas en forma de pulsiones inconscientes.
          "El motivo animal suele simbolizar la naturaleza primitiva instintiva del ser humano. Estos, aunque civilizados, tienen que darse cuenta de la violencia de sus impulsos instintivos y de su impotencia ante las emociones autónomas que surgen del inconsciente. Esto resulta más acusado en los hombres primitivos, cuya consciencia no está muy desarrollada y que están peor dotados para capear la tormenta emotiva.La profusión ilimitada del simbolismo animal en la religión y el arte de todos los tiempos no recalca meramente la importancia del símbolo; muestra cuán vital es para los seres humanos integrar en su vida el contenido psíquico del símbolo: el instinto. En sí mismo, un animal no es bueno ni malo; es una parte de la naturaleza. No puede desear nada que no está en su naturaleza. Diciéndolo de otro modo, obedece a sus instintos. Esos instintos, con frecuencia nos parecen misteriosos, pero tienen su paralelo en la vida humana: el fundamento de la naturaleza humana es el instinto.
          Pero en el hombre, el "ser animal" (que vive en él como su psique instintiva) puede convertirse en peligroso si no se le reconoce y se le integra en la vida. El hombre es la única criatura con capacidad para dominar con su voluntad al instinto, pero también es capaz de reprimirlo, deformarlo y herirlo; pero un animal, hablando metafóricamente, nunca es tan fiero y peligroso como cuando se le hiere. Los instintos reprimidos pueden llegar a dominar al hombre; incluso pueden destruirlo.
          El sueño corriente en el que el soñante es perseguido por un animal, casi siempre indica que un instinto se ha desgajado de la consciencia y debe ser (o trata de ser) readmitido e integrado en la vida. Cuanto más peligrosa es la conducta de un animal en el sueño, más inconsciente es el alma primitiva e instintiva del soñante, y más imperativa es su integración en la vida si se quiere evitar algún mal irreparable.
          Los instintos reprimidos y heridos son los peligros que amenazan al hombre civilizado; los impulsos no inhibidos son los peligros que amenazan al hombre primitivo. En ambos casos, el animal está alejado de su verdadera naturaleza; y para ambos. la aceptación del alma animal es la condición para el completamiento y la vida vivida con plenitud. El hombre primitivo tiene que domar al animal que lleva dentro de sí y convertirlo en su compañero; el hombre civilizado tiene que cuidar el animal que lleva dentro de sí y hacerlo su amigo."
          C. G. Jung "El hombre y sus símbolos"

          Ahora Vasalisa va en busca de unas brasas para volver a encender el fuego. Cruza el bosque en medio de la oscuridad y lo único que puede hacer es prestar atención a la voz interior de la muñeca. Está aprendiendo a confiar en esta relación y está aprendiendo, además, otra cosa: a alimentar a la muñeca.
          ¿Qué hay que darle de comer a la intuición para que esté debidamente alimentada y responda a nuestra petición de explorar lo que nos rodea? Se le da de comer vida... prestándole atención. ¿De qué sirve una voz sin un oído que la reciba? ¿De qué sirve una mujer en la selva de la megápolis o de la vida cotidiana si no puede oír y fiarse de la voz de La Que Sabe?
          He oído decir a las mujeres, no cien sino mil veces: "Sé que hubiera tenido que fiarme de mi intuición. Intuí que debería/no debería haber hecho tal cosa o tal otra, pero no hice caso." Alimentamos el profundo yo intuitivo prestándole atención y siguiendo sus consejos. Es un personaje por derecho propio, un mágico ser del tamaño de una muñeca que habita en la tierra psíquica del interior de la mujer. Si el músculo no se ejercita, al final se debilita. A la intuición le ocurre exactamente lo mismo. Sin alimento, sin ejercicio, se atrofia.
          El alimento de la muñeca es un ciclo esencial del arquetipo de la Mujer Salvaje, la guardiana de los tesoros ocultos. Vasalisa alimenta a la muñeca de dos maneras, primero con un trozo de pan, un trozo de vida para su nueva aventura psíquica, y después encontrando el camino de la casa de la Vieja Madre Salvaje, la Baba Yagá. Si prestamos atención a la muñeca -en cada curva y en cada encrucijada-, la muñeca indica por dónde se va a "casa". Nosotras, como Vasalisa, fortalecemos nuestro vínculo con nuestra naturaleza intuitiva prestando atención a nuestro interior a cada vuelta del camino. "¿Tengo que ir por aquí o por allí? ¿Tengo que quedarme o me tengo que ir? ¿Tengo que resistir o ser flexible? ¿Tengo que huir o acercarme? ¿Esta persona, este acontecimiento, esta arriesgada empresa es verdadera o falsa?"
          A menudo la ruptura del vínculo entre la mujer y su intuición salvaje se interpreta erróneamente como una ruptura de la intuición. Pero no es así. No es la intuición la que se rompe sino más bien el don matrilineal de la intuición, la transmisión de la confianza intuitiva entre una mujer y todas las mujeres de su linaje que la han precedido, es este largo río de mujeres que se ha represado. Como consecuencia de ello, cabe la posibilidad de que la comprensión de la sabiduría intuitiva de una mujer se debilite, pero ésta se puede recuperar y volver a manifestar plenamente por medio del ejercicio. La mujer puede poner remedio, encargándose de reparar ahora los daños sufridos. No estamos hablando de la perfección sino de la construcción de una cierta fortaleza.


          Las muñecas se utilizan como talismanes. Los talismanes son recordatorios de lo que se siente, pero no se ve, de lo que es así, pero no resulta obvio con carácter inmediato. El numen talismánico de la imagen de la muñeca nos recuerda, nos dice y prevé las cosas. Esta función intuitiva pertenece a todas las mujeres. Es una receptividad masiva y fundamental. No una receptividad como la que antiguamente se enseñaba en la psicología tradicional, es decir, la de un recipiente vacío sino una receptividad que consiste en tener acceso inmediato a una profunda sabiduría que llega hasta los mismísimos huesos de las mujeres.
          Uno de los problemas fundamentales de las teorías más antiguas acerca de la psicología femenina es el de que la visión de la vida femenina era muy limitada. Nadie podía imaginar que la mujer pudiera ser tanto como es. La psicología clásica era más bien el estudio de unas mujeres completamente encogidas y no el de unas mujeres que trataban de liberarse o que se estiraban y alargaban los brazos para alcanzar algo. La naturaleza instintiva exige una psicología que observe no sólo a las mujeres que se esfuerzan por hacer algo sino también a las que se están enderezando poco a poco tras haberse pasado muchos años viviendo encorvadas.

          Fuentes:

          Clarissa Pinkola Estés
          "Mujeres que Corren con los Lobos"


          Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"




          lunes, 26 de julio de 2010

          Criticar y discernir

          La crítica es la expresión de nuestra capacidad de discernimiento y pretender su anulación es traicionar la fundamental esencia del ser humano: su pensamiento, su razón y su voluntad. 

          El origen de la palabra “crítica” se deriva del griego κριτικός (kritikós) y se refiere a la “capacidad de discernir”, se manifiesta en una opinión personal producto del análisis previo o en una actividad que separa y evalúa al mismo tiempo. La crítica es parte de nuestra capacidad intelectual, y su ejercicio es fundamental para el desarrollo de las ideas y de la práctica social.
          Criticar es poner en duda. Cuestionar algo que el mundo o la sociedad dan por sentado. No se trata de criticar en un sentido coloquial, sino de criticar las bases de una concepción. Por ejemplo, ¿por qué damos por hecho y por natural ciertas calificaciones?
          El uso exacto del término hunde sus raíces en la lengua griega, de la cuál es originario. De la misma raíz griega deriva el verbo cribar: acción que consiste en separar una cosa compuesta en dos grupos: los que cumplen un determinado criterio y los que no. Un colador utilizado en la cocina, para eliminar restos sólidos disueltos en un líquido, por ejemplo, ejerce la crítica, ya que separa los dos elementos atendiendo a un criterio: el tamaño de los agujeros del colador. Critica es, de este modo, la acción siguiente al análisis: en este último se separan los diferentes elementos que componen un todo complejo; en el primero (crítica), se compara los elementos simples obtenidos con un determinado criterio.

          "¿Qué es hacer una crítica? Apostaría a que se trata de algo que la mayoría entendemos en un sentido ordinario. El asunto, no obstante, se complica si intentamos distinguir entre una crítica de tal o cual posición y la crítica como una práctica más general que pudiera ser descrita sin referencia a sus objetos concretos. ¿Podemos además interrogarnos sobre su carácter general sin insinuar una esencia de la crítica? Y si para establecer esta imagen general lo hiciéramos expresando algo que se aproximase a una filosofía de la crítica, ¿perderíamos entonces la distinción entre filosofía y crítica que forma parte de la definición misma de ésta última? La crítica es siempre crítica de alguna práctica, discurso, episteme o institución instituidos, y pierde su carácter en el momento en que se abstrae de esta forma de operar y se la aísla como una práctica puramente generalizable. Pero siendo esto cierto no significa que sea imposible algún tipo de generalización o que tengamos que enfangarnos en particularismos. Todo lo contrario, por donde transitamos aquí es por un área de obligada generalización que aborda lo filosófico pero que debe, si queremos que sea siempre crítica, guardar distancia frente a sus propios resultados."

          La tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos, condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso, son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación.

          "El pensamiento crítico no implica pensar de forma negativa o con predisposición a encontrar defectos y fallos. Tampoco intenta cambiar la forma de pensar de las personas o reemplazar los sentimientos y emociones. El objetivo del pensamiento crítico es evitar las presiones sociales que llevan a la estandarización y al conformismo. Esta es una actitud intelectual que se propone analizar o evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos, particularmente las opiniones o afirmaciones que la gente acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana. El pensador crítico busca entender cómo reconocer y mitigar o evitar los distintos engaños a los que es sometido en la cotidianeidad. Por eso desconfía de las fuentes de información como los medios de comunicación, ya que tienden a distorsionar la realidad. La premisa del pensamiento crítico es dudar de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con mayor precisión a los datos objetivos.
          Se señala en oposición al pensamiento no crítico o vulgar, por el que se da por sentado la verdad de una creencia sin más y en la que los prejuicios sociales actúan como evidencias cognoscitivas prácticas y fuente de conocimiento y de la acción sin ponerlas en cuestión respecto a un contenido objetivo.
          Dicha evaluación puede realizarse a través de la observación, la experiencia, el razonamiento o el método científico. El pensamiento crítico exige claridad, precisión, equidad y evidencias, ya que intenta evitar las impresiones particulares. En este sentido, se encuentra relacionado al escepticismo y a la detección de falacias. Para adoptar la actitud de un pensador crítico hay que reconocer y evitar los prejuicios cognitivos, identificar y caracterizar argumentos, evaluar las fuentes de información y, finalmente, evaluar los argumentos."
          La critica es un instrumento para discernir y para cuestionar la validez de ciertas prácticas o reglas de conducta, y no para censurar de manera subjetiva basándose en las inclinaciones personales. Discernir es separar el trigo de la paja, en base a unos conocimientos, es reconocer la calidad de un objeto sin restarle valor a lo desechado. Para discernir se ha planteado unos criterios: la paja no sirve para elabora harina ni el trigo para construir techumbre, ambos tienen su utilidad. De esta critica se ha sacado un conocimiento.

          "Raymond Williams se preocupó por el hecho de que la crítica se había reducido excesivamente a la noción de descubrir errores, y propuso que encontrásemos un vocabulario para los tipos de respuestas que tenemos, en concreto para las obras culturales, que no asuman el hábito (o el derecho o el deber) del juicio. Lo que reclamaba era un tipo de respuesta más específica que no se apresurase a generalizar: «Lo que siempre es preciso entender es la especificidad de la respuesta, que no es un “juicio” sino una práctica». Creo que esta última frase marca también la trayectoria del pensamiento de Foucault sobre este asunto, ya que su «crítica» no es una práctica que se reduzca a dejar en suspenso el juicio, sino la propuesta de una práctica nueva a partir de valores que se basan precisamente en esa suspensión.
          Theodor Adorno reclamaba algo semejante al escribir sobre el peligro representado por una acción mecánica, puramente lógico-formal y administrativa, que decide acerca de las formaciones culturales y las articula en aquellas constelaciones de fuerza que el espíritu tendría más bien que analizar, según su verdadera competencia. Así que la tarea de desvelar estas constelaciones de poder se ve impedida por la precipitación de un “juicio mecánico” como forma ejemplar de la crítica. Para Adorno, esta manera de operar sirve para imponer una escisión entre la crítica y el mundo social a nuestro alcance. Adorno escribe que la misma soberanía del crítico o de la crítica, la pretensión de poseer un saber profundo del objeto y ante el objeto, la separación de concepto y cosa por la independencia del juicio, lleva en sí el peligro de sucumbir a la configuración-valor de la cosa; pues la crítica cultural apela a una colección de ideas establecidas y convierte en fetiches categorías aisladas.
          El juicio, para ambos pensadores, es una manera de subsumir lo particular en una categoría general ya constituida, mientras que la crítica interroga sobre la constitución oclusiva del campo de conocimiento al que pertenecen esas mismas categorías."

          El Occidente moderno se caracteriza por presentar una actitud crítica, esta actitud se muestra en una cierta manera de pensar, de decir, de actuar, una cierta relación con lo que existe, con lo que sabemos, con lo que hacemos, una relación con la sociedad, con la cultura, también una relación con los otros. Es la crítica, pues, más que un contenido, una actitud. Una actitud en relación con los diferentes contenidos que puedan surgir de las ciencias particulares. Una actitud crítica que se puede entender al modo de una forma de estar en el mundo. Una forma de estar en el mundo que se puede entender a la manera de no querer ser controlado, manipulado o gobernado de una determinada manera. Una de las primeras formas en que se da un cierto grado de autonomía en el individuo es no querer hacer lo que a uno le obligan hacer, es decir, rebelarse contra el poder establecido. Es decir no. Este hecho, corresponde a una actitud con respecto al mundo, es en primer lugar no aceptar la autoridad por el mero hecho de constituir tal autoridad.
          Para Foucault pensar el problema de la libertad, y el de la ética en general, más allá del juicio, es especialmente importante: el pensamiento crítico consistiría justamente en ese empeño.

          "Foucault comienza su discusión afirmando que hay varias gramáticas para el término crítica, distinguiendo entre una alta empresa kantiana que se llama crítica y las pequeñas actividades polémicas que se llaman crítica. De esta manera, nos advierte desde el inicio de que la crítica no será una sola cosa, y de que no seremos capaces de definirla separadamente de sus diversos objetos, los cuales a su vez la definen:
          "Parece conducida por naturaleza, por función, diría que por profesión, a la dispersión, a la dependencia, a la pura heteronomía... o existe más que en relación con otra cosa distinta a ella misma".

          Foucault busca de esta manera definir la crítica, pero encuentra que solamente son posibles una serie de aproximaciones. La crítica será dependiente de sus objetos, pero sus objetos a cambio definirán el propio significado de la crítica. Más aún, la tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos —condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso— son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación. ¿Cuál es la relación del saber con el poder que hace que nuestras certezas epistemológicas sostengan un modo de estructurar el mundo que forcluye posibilidades de ordenamiento alternativas? Por supuesto, podemos pensar que necesitamos certeza ideológica para afirmar con seguridad que el mundo está y debiera estar ordenado de una determinada manera. ¿Hasta qué punto, sin embargo, tal certeza está orquestada por determinadas formas de conocimiento precisamente para forcluir la posibilidad de pensar de otra manera? En este punto sería inteligente preguntar: ¿qué tiene de bueno pensar de otra manera si no sabemos de antemano que pensar de otra manera produce un mundo mejor, si no tenemos un marco moral en el cual decidir con conocimiento que ciertas posibilidades o modos nuevos de pensar de otra manera impulsarán ese mundo cuya mejor condición podemos juzgar con estándares seguros y previamente establecidos?...
          ...Esto es volver a un significado más fundamental de "crítica" con el fin de ver qué problema hay con la manera en que la cuestión se formula, para formular la cuestión de nuevo, de forma que se pueda trazar una aproximación más productiva hacia el lugar que ocupa la ética... Pero en este punto pediría paciencia, pues resulta que la crítica es una práctica que requiere una cierta cantidad de paciencia, al igual que la lectura, de acuerdo con Nietzsche, requiere que actuemos un poco más como vacas que como humanos, aprendiendo el arte del lento rumiar.

          La contribución de Foucault a lo que parece ser un impás en la teoría crítica y postcrítica de nuestro tiempo es precisamente pedirnos que repensemos la crítica como una práctica en la que formulamos la cuestión de los límites de nuestros más seguros modos de conocimiento, a lo que Williams se refirió como nuestros «hábitos mentales acríticos» y que Adorno describió como ideología (el único pensamiento no-ideológico es aquel que no puede reducirse a operational terms, sino que intenta llevar la cosa misma a aquel lenguaje que está generalmente bloqueado por el lenguaje dominante). Una no se conduce hasta el límite para tener una experiencia emocionante, o porque el límite sea peligroso y sexy, o porque eso nos lleve a una excitante proximidad al mal. Una se interroga sobre los límites de los modos de saber porque ya se ha tropezado con una crisis en el interior del campo epistemológico que habita. Las categorías mediante las cuales se ordena la vida social producen una cierta incoherencia o ámbitos enteros en los que no se puede hablar. Es desde esta condición y a través de una rasgadura en el tejido de nuestra red epistemológica que la práctica de la crítica surge, con la conciencia de que ya ningún discurso es adecuado o de que nuestros discursos reinantes han producido un impás. En efecto, el propio debate en el que el punto de vista fuertemente normativo declara la guerra a la teoría crítica puede haber producido precisamente esa forma de impás discursivo del que surge la necesidad y la urgencia de la crítica.
          Para Foucault, la crítica es instrumento, medio de un porvenir o de una verdad que ella misma no sabrá y no será, es una mirada sobre un dominio que se quiere fiscalizar y cuya ley no es capaz de establecer. De manera que la crítica será esa perspectiva sobre las formas de conocimiento establecidas y ordenadoras que no está inmediatamente asimiladas a tal función ordenadora. Foucault, significativamente, emparenta esta exposición del límite del campo epistemológico con la práctica de la virtud, como si la virtud fuese contraria a la regulación y al orden, como si la virtud misma se hubiera de encontrar en el hecho de poner en riesgo el orden establecido. No le intimida la relación que aquí se establece. Escribe, "hay algo en la crítica que tiene parentesco con la virtud". Y después afirma algo que podríamos considerar aún más sorprendente: "esta actitud crítica es la virtud en general".

          Hay algunas formas preliminares de entender el esfuerzo de Foucault por moldear la crítica como virtud. La virtud se entiende con mucha frecuencia como un atributo o práctica de un sujeto, o como una cualidad que condiciona y caracteriza un cierto tipo de acción o práctica. Pertenece a una ética que no se cumple meramente siguiendo reglas o leyes formuladas objetivamente. Y la virtud no es solamente una manera o una vía para estar de acuerdo o cumplir con normas preestablecidas. Es, más radicalmente, una relación crítica con esas normas que, para Foucault, toma la forma de una estilización específica de la moralidad.
          En esa coyuntura deja claro que busca ir más allá de una noción de filosofía ética que promulgue una serie de prescripciones. Así como la crítica interseca con la filosofía sin coincidir del todo con ella, Foucault busca hacer de su propio pensamiento un ejemplo de forma no prescriptiva de investigación moral. Del mismo modo se preguntará más tarde sobre formas de experiencia moral que no estén rígidamente definidas por una ley jurídica, una regla o mandato al que al sujeto se le pida someterse mecánica o uniformemente.
          La experiencia moral tiene que ver con la transformación de sí provocada por una forma de conocimiento que es ajena al de uno mismo. Y esta forma de experiencia moral será diferente de la sumisión a un mandato. En efecto, en la medida en que Foucault interroga a la experiencia moral, entiende que él mismo está realizando una investigación sobre las experiencias morales que no están en primer lugar o en lo fundamental estructuradas por prohibición o interdicción.

          En el primer volumen de "Historia de la sexualidad" buscaba mostrar que las prohibiciones primordiales asumidas por el psicoanálisis y las consideraciones estructuralistas sobre las prohibiciones culturales no se pueden aceptar como constantes históricas. Más aún, la experiencia moral no se puede entender historiográficamente recurriendo a una serie predominante de interdicciones en un tiempo histórico dado. Aunque hay códigos a estudiar, deben serlo siempre en relación con los modos de subjetivación a los que corresponden. Foucault afirma que la juridificación de la ley alcanza una cierta hegemonía en el siglo XIII, pero si nos remontamos a las culturas clásicas griega y romana encontramos prácticas, o "artes de la existencia", que tienen que ver con una relación cultivada del yo consigo mismo.
          Con la introducción de la noción de "artes de la existencia" Foucault reintroduce también y vuelve a enfatizar las acciones sensatas y voluntarias, en concreto:
          "Esas prácticas por las que los hombres no sólo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo."
          No es que tales vidas sencillamente se ajusten a preceptos morales o normas de tal manera que los yoes que consideramos formados o preparados de antemano encajen en un molde que el precepto expone. Por el contrario, el yo se crea a sí mismo en los términos que marca la norma, habita e incorpora la norma, pero la norma, en este sentido, no es externa al principio de acuerdo con el cual el yo se forma. Lo que está en juego para Foucault no son los comportamientos, las ideas, las sociedades o sus ideologías, sino "las problematizaciones a cuyo través el ser se da como poderse y deberse ser pensado y las prácticas a partir de las cuales se forman aquéllas".
          Aunque esta última afirmación es apenas transparente, lo que sugiere es que ciertos tipos de prácticas pensadas para manejar ciertos tipos de problemas tienen como consecuencia que, con el paso del tiempo, se establezca un dominio ontológico que constriñe a su vez lo que entendemos por posible. Sólo haciendo referencia a este horizonte ontológico que prevalece, él mismo instituido mediante una serie de prácticas, seremos capaces de comprender las diversas formas de relación con los preceptos morales que han sido formadas, así como con las que están por formarse."

          Por todo ello la libre expresión es protegida como un derecho inalienable de toda persona y como un "plus"·, queda inmersa la crítica que permite identificar riesgos y situaciones perversas provenientes de estos poderes o autoridades otorgados por un silencioso acuerdo social o cultural dentro del ámbito del individuo.

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          jueves, 22 de julio de 2010

          El lado oscuro de la vida cotidiana.

          En 1886 -más de una década antes de que Freud se zambullera en las profundidades de la mente humana- Robert Louis Stevenson tuvo un sueño muy revelador en el que un hombre perseguido por haber cometido un crimen ingiere una pócima y sufre un cambio drástico de personalidad que le hace irreconocible. De esta manera, el Dr. Jekyll, un amable y esforzado científico, termina transformándose en el violento y despiadado Mr. Hyde, un personaje cuya maldad iba en aumento a medida que se desarrollaba el sueño.
          Stevenson utilizó la materia prima de este sueño como argumento para escribir su hoy famoso "El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde". Con el correr de los años el tema de esta novela ha terminado formando parte integral de nuestra cultura popular y no es infrecuente escuchar a nuestros semejantes tratando de explicar su conducta con justificaciones del tipo: «no era yo mismo», «era como si un demonio le poseyera» o «se convirtió en una bruja». Según el analista junguiano John A. Sanford, los argumentos que resuenan en gran parte de la humanidad encierran cualidades arquetípicas que pertenecen a los sedimentos más universales de nuestro psiquismo.
          Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable en la vida cotidiana y otra entidad oculta y tenebrosa que permanece amordazada la mayor parte del tiempo. Bajo la máscara de nuestro Yo consciente descansan ocultas todo tipo de emociones y conductas negativas -la rabia, los celos, la vergüenza, la mentira, el resentimiento, la lujuria, el orgullo y las tendencias asesinas y suicidas, etc...-. Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría de nosotros es conocido en psicología como sombra personal.

          Introducción a la sombra
          La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad -como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea- vamos configurando lo que W. Brugh Joy llama el "Yo de las Resoluciones de Año Nuevo". No obstante, al mismo tiempo, vamos desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra imagen ideal -como la grosería y el egoísmo -. De esta manera, el ego y la sombra se van edificando simultáneamente, alimentándose, por así decirlo, de la misma experiencia vital.
          Carl G. Jung descubrió la indiso lubilidad del ego y de la sombra en un sueño que recoge en su autobiografía "Recuerdos, Sueños, Pensamientos":
          "Era de noche y me hallaba en algún lugar desconocido avanzando lenta y penosamente en medio de un poderoso vendaval.
          La niebla lo cubría todo. Yo sostenía y protegía con las manos una débil lucecilla que amenazaba con apagarse en cualquier momento. Todo parecía depender de que consiguiera mantener viva esa luz.
          De repente tuve la sensación de que algo me seguía. Entonces me giré y descubrí una enorme figura negra que avanzaba tras de mí. A pesar del terror que experimenté no dejé de ser consciente en todo momento de que debía proteger la luz a través de la noche y la tormenta.
          Cuando desperté me di cuenta de inmediato de que la figura que había visto en sueños era mi sombra, la sombra de mi propio cuerpo iluminado por la luz recortándose en la niebla. También sabía que esa luz era mi conciencia, la única luz que poseo, una luz infinitamente más pequeña y frágil que el poder de las tinieblas pero, al fin y al cabo, una luz, mi única luz."

          Son muchas las fuerzas que coadyuvan a la formación de nuestra sombra y determinan lo que está permitido y lo que no lo está. Los padres, los parientes, los maestros, los amigos y los sacerdotes constituyen un entorno complejo en el que aprendemos lo que es una conducta amable, adecuada y moral y lo que es un comportamiento despreciable, bochornoso y pecador.
          La sombra opera como un sistema psíquico autónomo que perfila lo que es el Yo y lo que no lo es. Cada cultura -e incluso cada familia - demarca de manera diferente lo que corresponde al ego y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emociones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran.
          En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana. No todos ellos, sin embargo, son rasgos negativos. Según la analista junguiana Liliane Frey-Rohn, este misterioso tesoro encierra tanto facetas infantiles, apegos emocionales y síntomas neuróticos como aptitudes y talentos que no hemos llegado a desarrollar. Así, en sus mismas palabras, la sombra «permanece conectada con las profundidades olvidadas del alma, con la vida y la vitalidad; ahí puede establecerse contacto con lo superior, lo creativo y lo universalmente humano».


          La enajenación de la sombra
          Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida.
          El prolífico analista junguiano James Hillman dice:
          "El inconsciente no puede ser consciente, la luna tiene su lado oscuro, el sol también se pone y no puede brillar en todas partes al mismo tiempo y aún el mismo Dios tiene dos manos. La atención y la concentración exigen que ciertas cosas se mantengan fuera del campo de nuestra visión y permanezcan en la oscuridad. Es imposible estar en ambos lugares al mismo tiempo".

          Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo -como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, pongamos por caso - es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos.
          La analista junguiana Marie -Louise von Franz ha insinuado que el mecanismo de la proyección se asemeja al hecho de disparar una flecha mágica. Si el receptor tiene un punto débil como para recibir la proyección la flecha da en el blanco. Así, por ejemplo, cuando proyectamos nuestro enfado sobre una pareja insatisfecha, nuestro seductor encanto sobre un atractivo desconocido o nuestras cualidades espirituales sobre un guru, nuestra flecha da en el blanco y la proyección tiene lugar estableciéndose, a partir de entonces se produce un misterioso vínculo entre el emisor y el receptor, cosa que ocurre, por ejemplo, cuando nos enamoramos, cuando descubrimos a un héroe inmaculado o cuando tropezamos con alguien absolutamente despreciable, por ejemplo.
          Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado. Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa al ego y que representa aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y, consecuentemente, repudia, olvida y destierra a las profundidades de su psiquismo sólo para reencontrarlas nuevamente más tarde en los enfrentamientos desagradables con los demás.

          El encuentro con la sombra
          Pero aunque no podamos contemplarla directamente la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana y podemos descubrirla en el humor (en los chistes sucios o en las payasadas) que expresan nuestras emociones más ocultas, más bajas o más temidas. Cuando algo nos resulta muy divertido -el resbalón sobre una piel de plátano o el descubrimiento de un tabú corporal-, también nos hallamos en presencia de la sombra. Según John A. Sanford, la sombra suele ser la que ríe y se divierte, por ello es muy probable que quienes carezcan de sentido del humor tengan una sombra muy reprimida.
          La psicoanalista inglesa Molly Tuby describe seis modalidades diferentes para descubrir a la sombra en nuestra vida cotidiana:
          • En los sentimientos exagerados respecto de los demás. («¡No puedo creer que hiciera tal cosa!», «¡No comprendo cómo puede llevar esa ropa!»)
          • En el feedback negativo de quienes nos sirven de espejo. («Es la tercera vez que llegas tarde sin decírmelo.»)
          • En aquellas relaciones en las que provocamos de continuo el mismo efecto perturbador sobre diferentes personas. («Sam y yo creemos que no has sido sincero con nosotros.»)
          • En las acciones impulsivas o inadvertidas. («No quería decir eso.»)
          • En aquellas situaciones en las que nos sentimos humillados. («Me avergüenza su modo de tratarme.»)
          • En los enfados desproporcionados por los errores cometidos por los demás. («¡Nunca hace las cosas a su debido tiempo!», «Realmente no controla para nada su peso.»)
          También podemos reconocer la irrupción inesperada de la sombra cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o la cólera o cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero la sombra suele retroceder con la misma prontitud con la que aparece porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen.
          Es precisamente por este motivo que rechazamos tan rápidamente -sin advertirlas siquiera - las fantasías asesinas, los pensamientos suicidas o la embarazosa envidia que tantas cosas podría revelarnos sobre nuestra propia oscuridad. R. D. Laing describía poéticamente este reflejo de negación de la mente del siguiente modo:
          El rango de lo que pensamos y hacemos
          está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta.
          Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta
          de que no nos damos cuenta
          lo que impide
          que podamos hacer algo
          por cambiarlo.
          Hasta que nos demos cuenta
          de que no nos damos cuenta
          seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción.

          Si la negación persiste, como dice Laing, ni siquiera nos daremos cuenta de que no nos damos cuenta. Es frecuente, por ejemplo, que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida determinando incluso, en ocasiones, un giro de ciento ochenta grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda permaneceremos sordos a sus gritos.
          La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente contemporáneo de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad a interna de descender al mundo subterráneo puede ser postergada por multitud de causas, como una jornada laboral muy larga, las distracciones o los antidepresivos que sofocan nuestra desesperación. En cualquiera de estos casos el verdadero objetivo de la melancolía escapa de nuestra comprensión.
          Encontrar a la sombra nos obliga a ralentizar el paso de nuestra vida, escuchar las evidencias que nos proporciona el cuerpo y concedernos el tiempo necesario para poder estar solos y digerir los crípticos mensajes procedentes del mundo subterráneo.


          La sombra colectiva
          Hoy en día, cada vez que abrimos un periódico o vemos el telediario tropezamos cara a cara con los aspectos más tenebrosos de la naturaleza humana. Los mensajes emitidos a diario por los medios de difusión de masas a toda nuestra aldea global electrónica evidencian de continuo las secuelas más lamentables de la sombra. El mundo se ha convertido así en el escenario de la sombra colectiva.
          La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titulares de los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones más sórdidos de nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde las entidades financieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a enloquecidos líderes y entrega los beneficios a insurrectos reaccionarios; poluciona nuestros ríos y nuestros océanos y envenena nuestros alimentos con pesticidas invisibles.
          Estas consideraciones no son el resultado de un nuevo fundamentalismo basado en una actualizada versión bíblica de la realidad. Nuestra época nos ha forzado a ser testigos de este dantesco espectáculo. No hay modo de eludir el espantoso y sombrío fantasma invocado por la corrupción política, el fanatismo terrorista y los criminales de cuello blanco. Nuestro apetito interno de totalidad -patente ahora más que nunca en el sofisticado engranaje de la comunicación global- nos exige hacer frente a la conflictiva hipocresía que se extiende por doquier.
          De este modo, mientras que muchos individuos y grupos viven los aspectos socialmente más benignos de la existencia otros, en cambio, padecen sus facetas más desagradables y terminan convirtiéndose en el objeto de las proyecciones grupales negativas de la sombra colectiva (véase sino fenómenos tales como la caza de brujas, el racismo o el proceso de creación de enemigos. Así, para el anticomunismo norteamericano la Unión Soviética es el imperio del mal mientras que los musulmanes consideran que los Estados Unidos encarnan el poder de Satán; según los nazis los judíos son sabandijas bolcheviques, en opinión de los monjes cristianos las brujas están aliadas con el diablo y para los defensores sudafricanos del appartheid y para los miembros del Ku Klux Klan los negros no son seres humanos y, por tanto, no merecen los derechos y los privilegios de los que gozan los blancos.
          El poder hipnótico y la naturaleza contagiosa de estas intensas emociones resulta evidente en la expansión de la persecución racial, la violencia religiosa y las tácticas propias de la caza de brujas. Es como si unos seres humanos ataviados con sombrero blanco intentaran deshumanizar a quienes no lo llevan para justificarse a sí mismos y terminar convenciéndose de que exterminarlos no significa, en realidad, matar seres humanos.
          A lo largo de la historia la sombra ha aparecido ante la imaginación del ser humano asumiendo aspectos tan diversos como, por ejemplo, un monstruo, un dragón, Frankenstein, una ballena blanca, un extraterrestre o alguien tan ruin que difícilmente podemos identificarnos con él y que rechazamos como si de la Gorgona se tratara. Uno de las principales finalidades de la literatura y del arte ha sido la de mostrar el aspecto oscuro de la naturaleza humana. Como dijo Nietzsche:
          "El arte impide que muramos de realidad".

          Cuando utilizamos el arte o los medios de difusión de masas -incluida la propaganda política- para referirnos a alguien y convertirlo en un diablo, estamos intentando debilitar sus defensas y adquirir poder sobre él. Esto podría ayudarnos a comprender la plaga del belicismo y del fanatismo religioso puesto que el rechazo o la atracción por la violencia y el caos de nuestro mundo nos lleva a convertir mentalmente a los demás en los depositarios del mal y los enemigos de la civilización.
          El fenómeno de la proyección también puede dar cuenta de la enorme popularidad de las novelas y de las películas de terror ya que, de ese modo, la representación vicaria de la sombra nos permite reactivar y quizás liberar nuestros impulsos más perversos en el entorno seguro que nos ofrece un libro o una sala cinematográfica.
          Los cuentos para niños suelen referirse a la lucha entre las fuerzas del bien -ejemplificadas por las hadas y las fuerzas del mal -representadas por espantosos demonios-. De este modo los niños suelen ser iniciados en el fenómeno de la sombra superando de manera vicaria las pruebas que deben afrontar sus héroes y sus heroínas, aprendiendo así las pautas universales del destino del ser humano.
          La censura actual se debate en el campo de los medios de comunicación de masas y de la música pero quienes se aprestan a silenciar la voz de la oscuridad no alcanzan a comprender nuestra urgente necesidad de escucharla. Así, si bien los censores se esfuerzan denodadamente en reescribir "La Caperucita Roja" para que ésta no termine siendo devorada por el lobo ignoran, por otra parte, que de ese modo lo único que consiguen es entorpecer el camino para que los niños afronten el mal con el que necesariamente deberán tropezar a lo largo de su vida.
          Cada familia, al igual que cada sociedad, tiene sus propios tabús, sus facetas ocultas. La sombra familiar engloba todos aquellos sentimientos y acciones que la conciencia vigílica de la familia considera demasiado amenazadoras para su propia imagen y, consecuentemente, rechaza. Para una honrada y conservadora familia cristiana puede tratarse de la adicción a la bebida o del hecho de casarse con alguien perteneciente a otra confesión religiosa; para una familia atea y liberal, en cambio, quizás se trate de las relaciones homosexuales, por ejemplo. En nuestra sociedad los malos tratos conyugales y el abuso infantil, oculto hasta hace poco en la sombra de la familia, emerge hoy en proporciones epidémicas a la luz del día.
          El lado oscuro de la sombra no constituye una adquisición evolutiva reciente fruto de la civilización y de la educación sino que hunde sus raíces en la sombra biológica que se asienta en nuestras mismas células. A fin de cuentas, nuestros ancestros animales consiguieron sobrevivir gracias a sus uñas y sus dientes. Nuestra bestia -aunque se mantenga enjaulada la mayor parte del tiempo- permanece todavía viva.
          Muchos antropólogos y sociobiólogos creen que la maldad humana es el resultado de refrenar nuestra agresividad, de elegir la cultura sobre la naturaleza y de perder el contacto con nuestro estado salvaje. En esta línea; el médico y antropólogo Melvin Konner cuenta en "The Tangled Wing" la historia de aquel hombre que fue al zoológico y acercándose a un cartel que decía «El Animal Más Peligroso de la Tierra» descubrió asombrado que se hallaba ante un espejo.

          Conócete a ti mismo
          En la antigüedad los seres humanos conocían las diversas dimensiones de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy famosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, "Conócete a ti mismo", los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro.
          Nosotros somos herederos directos de la mentalidad griega pero preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad. La religión griega, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos.
          Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos.
          Marie -Louise von Franz reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando:
          "En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores- como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares constituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad".


          Nada en exceso
          La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones.
          Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos.
          ¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra inconsciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo.
          El hecho es que cuando sentimos un deseo muy intenso y lo relegamos a la sombra opera desde ahí sin tener en cuenta a los demás; cuando estamos muy hambrientos y rechazamos ese impulso terminamos atormentando a nuestro cuerpo comiendo y bebiendo en exceso; cuando sentimos una aspiración elevada y la desterramos a la sombra nos condenamos a la búsqueda de gratificaciones sustitutorias instantáneas o nos entregamos a actividades hedonistas tales como el abuso de alcohol o drogas. La lista podría ser interminable pero lo cierto es que podemos observar por doquier los excesos del crecimiento desmesurado de la sombra:
          • La amoralidad de la ciencia y la estrechísima colaboración existente entre el mundo de los negocios y la tecnología pone en evidencia nuestro deseo incontrolado de aumentar nuestro conocimiento y nuestro dominio sobre la naturaleza.
          • El papel distorsionado y codependiente de quienes se dedican a las profesiones de ayuda y la codicia de médicos y empresas farmacéuticas que se manifiesta en la compulsión farisaica a ayudar y curar a los demás.
          • La apatía del trabajo alienante, la rápida obsolescencia generada por la automación y la hubris del éxito se expresan en la aceleración y deshumanización de los trabajos.
          • El interés desmesurado en la maximización de los beneficios y el progreso que se evidencian en el crecimiento a ultranza del mercantilismo.
          • El consumismo, el abuso de la publicidad, el derroche y la polución desenfrenada nos revelan el grado de materialismo hedonista existente en nuestra sociedad.
          • El narcisismo generalizado, la explotación personal, la manipulación de los demás y el abuso de mujeres y niños evidencia el deseo de controlar las dimensiones innatamente incontrolables de nuestra propia vida.
          • La obsesión por la salud, las dietas, los medicamentos y la longevidad a cualquier precio testimonia nuestro permanente miedo a la muerte.
          Estas facetas oscuras impregnan todos los estratos de nuestra sociedad y las soluciones que suelen ofrecerse a los excesos de la sombra colectiva, no hacen más que agravar el problema. Consideremos, por ejemplo, las atrocidades cometidas por el fascismo y el autoritarismo en Europa -intentos reaccionarios de solucionar el desorden social, la decadencia y la permisividad de la época o el moderno resurgimiento del fundamentalismo religioso y político que se extiende por doquier y que, en palabras de W. B. Yeats, ha «desatado la anarquía sobre el mundo».
          A esto se refería Jung cuando decía:
          "Hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón descansa otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá soportar todavía antes de que se atreva a admitirlo".

          Ahora o nunca
          Desde tiempo inmemorial la historia nos evidencia las plagas de la maldad humana. Naciones enteras han caído en ataques de histeria colectiva de dimensiones devastadoras. Hoy en día el aparente final de la guerra fría nos coloca en una situación excepcionalmente esperanzadora. Por primera vez las naciones parecen reflexionar sobre sí mismas y tratan de cambiar de rumbo. El siguiente artículo, citado por Jerome S. Bernstein en su libro "Power and Politics", es sumamente elocuente a este respecto. El 11 de junio de 1988 el "Philadelphia Inquirer" comentaba del siguiente modo la noticia del gobierno soviético anunciando la suspensión temporal de los exámenes de historia en todo el país:
          La Unión Soviética anunció ayer la suspensión de los exámenes finales de historia de más de cincuenta y tres millones de estudiantes arguyendo que los textos de historia habían envenenado con mentiras «las mentes y los cuerpos» de generaciones enteras de niños soviéticos.
          "Isvestia", órgano oficial del gobierno, afirmaba que esta decisión excepcional pretende acabar con la transmisión de mentiras de generación en generación, un proceso que originó la consolidación de un sistema político y económico estalinista al que los actuales líderes quieren poner fin.
          «La culpabilidad de quienes han engañado de ese modo a generaciones enteras... es inconmensurable», rezaba uno de los titulares del artículo. «Hoy estamos recogiendo los amargos frutos de nuestra propia lasitud moral, estamos pagando por la conformidad y el silencio aprobador que tanto nos avergüenza y que impide que podamos mirar a la cara y responder sinceramente a las preguntas de nuestros hijos».

          Esta admirable confesión pública de toda una nación jalona el final de una era. Según Sam Keen, autor de "Faces of the Enemy", "las únicas naciones seguras son aquellas que recurren de manera sistemática a la vacuna de la libertad de prensa y en la que se desoyen los gritos emponzoñados que apelan al destino divino y la paranoia santificada".
          Hoy en día el mundo se mueve en dos direcciones aparentemente opuestas, una de ellas se aleja de los regímenes fanáticos y totalitarios mientras que otra se dirige hacia ellos. Ante tales fuerzas nos sentimos impotentes o experimentamos una sensación de culpabilidad por nuestra complicidad inconsciente en la situación en que se halla inmerso nuestro mundo. Hace ya más de medio siglo que Jung describió explícitamente la naturaleza de este vínculo:
          "La voz interna pertenece a la conciencia cualesquiera sean los sufrimientos de la totalidad -sea cual fuere la nación o la humanidad de la que formemos parte. El mal se presenta pues en forma individual y debemos comenzar suponiendo que sólo constituye un rasgo del carácter individual".

          Sólo disponemos de una forma de protegernos de la maldad humana representada por la fuerza inconsciente de las masas: desarrollar nuestra conciencia individual. Si desperdiciamos esta oportunidad para aprender o fracasamos en actualizar lo que nos enseña el espectáculo de la conducta humana perderemos nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos y, consecuentemente, de cambiar también al mundo. El mal permanecerá siempre con nosotros lo cual no significa, sin embargo, que debamos tolerar sus desmesuradas consecuencias.
          En 1959 Jung dijo:
          "Es inminente un gran cambio en nuestra actitud psicológica. El único peligro que existe reside en el mismo ser humano. Nosotros somos el único peligro pero lamentablemente somos inconscientes de ello. En nosotros radica el origen de toda posible maldad".

          El dibujante Walt Kelly dijo simplemente: "Hemos encontrado al enemigo, somos nosotros mismos". Hoy en día debemos renovar el significado psicológico de la idea de poder individual. La frontera para enfrentarnos a la sombra se halla -hoy como siempre - en el interior del individuo.


          Recuperar la sombra
          El descubrimiento de la sombra tiene por objeto fomentar nuestra relación con el inconsciente y expandir nuestra identidad compensando, de ese modo, la unilateralidad de nuestras actitudes conscientes con nuestras profundidades inconscientes.
          Según el novelista Tom Robbins «descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modo correcto». Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico ya que, como señalaba Jung, «la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención».
          Cuando mantenemos una relación adecuada con la sombra reestablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas. El trabajo con la sombra -un término acuñado para referimos al esfuerzo constante por desarrollar una relación creativa con la sombra- nos permite:
          • Aumentar el autoconocimiento y, en consecuencia, aceptamos de una manera más completa.
          • Encauzar adecuadamente las emociones negativas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana.
          • Liberamos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones negativas.
          • Reconocer las proyecciones que tiñen de continuo nuestra opinión de los demás.
          • Sanar nuestras relaciones mediante la observación sincera de nosotros mismos y la comunicación directa.
          • Y utilizar la imaginación creativa -vía sueños, pintura, escritura y rituales - para hacernos cargo de nuestro yo alienado.
          Quizás... quizás de ese modo dejemos de oscurecer la densidad de la sombra colectiva con nuestras propias tinieblas personales.
          La astróloga y analista junguiana británica Liz Greene señala la naturaleza paradójica de la sombra como depositaria de la oscuridad y baliza que jalona el camino hacia la luz. En su opinión:
          "El lado enfermo y doliente de nuestra personalidad encierra simultáneamente a la sombra oscura que se niega a cambiar y al redentor que puede transformar nuestra vida y modificar nuestros propios valores. En cierto modo este redentor es anormal porque lleva consigo algún tipo de estigma. Por ello puede descubrir el tesoro escondido, salvar a la princesa o matar al dragón. La sombra es, pues, al mismo tiempo, aquello a redimir y el sufrimiento redentor".


          Fuentes:
          Connie Zweig y Jeremiah Abrams
          "Encuentro con la sombra"
          Introducción: El lado oscuro de la vida cotidiana



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