lunes, 15 de noviembre de 2010

El compañero: La unión con el otro

El ser humano -de todas las edades y culturas- enfrenta la solución de un problema que es siempre el mismo: el problema de cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrar compensación.
Erich Fromm

"El ser humano está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo, de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su vo­luntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su sole­dad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existen­cia separada y desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una o otra forma con los demás seres humanos, con el mundo exterior.
La vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes humanos. De ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo —las cosas y las personas— activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar. Así, pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia. Por otra parte, produce vergüenza y un sentimiento de culpa. El relato bíblico de Adán y Eva expresa esa experiencia de culpa y vergüenza en la separatidad. Después de haber comido Adán y Eva del fruto del "árbol del conocimiento del bien y del mal", después de haber desobedecido (el bien y el mal no existen si no hay libertad para desobedecer), después de haberse vuelto humanos al emanciparse de la originaria armonía animal con la naturaleza, es decir, después de su nacimiento como seres humanos, vieron "que estaban desnudos y tuvieron vergüenza". ¿Debemos suponer que un mito tan antiguo y elemental como ése comparte la mojigatería del enfoque moralista del siglo XIX, y que el punto importante que el relato quiere transmitirnos es la turbación de Adán y Eva porque sus genitales eran visibles? Es muy difícil que así sea, y si interpretamos el relato con un espíritu victoriano, pasamos por alto el punto principal, que parece ser el siguiente: después que hombre y mujer se hicieron conscientes de sí mismos y del otro, tuvieron conciencia de su separatidad, y de la diferencia entre ambos, en la medida en que pertenecían a sexos distintos. Pero, al reconocer su separatidad, siguen siendo desconocidos el uno para el otro, porque aún no han aprendido a amarse (como lo demuestra el hecho de que Adán se defiende, acusando a Eva, en lugar de tratar de defenderla). La conciencia de la separación humana -sin la reunión por el amor- es la fuente de la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia.
La necesidad más profunda del ser humano es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece -porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido-...

...El amor es la penetración activa en la otra persona, en la que la unión satisface mi deseo de conocer. En el acto de fusión, te conozco, me conozco a mí mismo, conozco a todos -y no "conozco" nada-. Conozco de la única manera en que el conocimiento de lo que está vivo le es posible al hombre -por la experiencia de la unión- no mediante algún conocimiento proporcionado por nuestro pensamiento. El amor es la única forma de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al ser humano. El anhelo de conocernos a nosotros mismos y de conocer a nuestros semejantes fue expresado en el lema délfico: "Conócete a ti mismo". Tal es la fuente primordial de toda psicología. Pero puesto que deseamos conocer todo del ser humano, su más profundo secreto, el conocimiento corriente, el que procede sólo del pensamiento, nunca se puede satisfacer dicho deseo. Aunque llegáramos a conocernos muchísimo más, nunca alcanzaríamos el fondo. Seguiríamos siendo un enigma para nosotros mismos, y nuestros semejantes seguirían siéndolo para nosotros. La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, el conocimiento del pensamiento, es decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar. Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Sólo conociendo objetivamente a un ser humano, puedo conocerlo en su esencia última, en el acto de amar...

...Pero por encima de la necesidad universal, existencial, de unión, surge otra más específica y de orden biológico: el de­seo de unión entre los polos masculino y femenino. La idea de tal polarización está notablemente expresada en el mito de que, originariamente, el hombre y la mujer fueron uno, que los divi­dieron por la mitad y que, desde entonces, cada hombre busca la parte femenina de sí mismo que ha perdido, para unirse nue­vamente con ella. La polarización sexual lleva al ser humano a buscar la unión con el otro sexo. La polaridad entre los principios masculino y femenino existe tam­bién dentro de cada hombre y cada mujer. Así como fisiológi­camente tanto el hombre como la mujer poseen hormonas del sexo opuesto, así también en el sentido psicológico son bise­xuales. Llevan en si mismos el principio de recibir y de pene­trar, de la materia y del espíritu. El hombre -y la mujer- sólo logra la unión interior en la unión con su polaridad femenina o masculina. Esa polaridad es la base de toda creatividad...

...Idéntica polaridad entre el principio masculino y el femenino existe en la naturaleza; no sólo, como es notorio, en los animales y las plantas, sino en la polaridad de dos funciones fundamentales, la de recibir y la de penetrar. Es la polaridad de la tierra y la lluvia, del río y el océano, de la noche y el día, de la oscuridad y la luz, de la materia y el espíritu. El gran poeta y místico musulmán, Rumi, expresó esta idea con hermosas frases:

Nunca el amante busca sin ser buscado por su amada.
Si la luz del amor ha penetrado en este corazón, sabe que también
hay amor en aquel corazón.
Cuando el amor a Dios agita tu corazón, también Dios tiene amor
para ti.
Sin la otra mano, ningún ruido de palmoteo sale de una mano.
La sabiduría Divina es destino y su decreto nos hace amarnos el uno
al otro.
Por eso está ordenado que cada parte del mundo se una con su
consorte.
El sabio dice: Cielo es hombre, y Tierra, mujer. Cuando la Tierra no
tiene calor, el Cielo se lo manda; cuando pierde su frescor y su rocío,
el Cielo se lo devuelve. El Cielo hace su ronda, como un marido que
trabaja por su mujer.
Y la Tierra se ocupa del gobierno de su casa: cuida de los
nacimientos y amamanta lo que pare.
Mira a la Tierra y al Cielo, tienen inteligencia, pues hacen el trabajo
de seres inteligentes.
Si esos dos no gustaran placer el uno del otro, ¿por qué habrían de
andar juntos como novios?
Sin la Tierra, ¿despuntarían las flores, echarían flores los árboles?
¿Qué, entonces, producirían el calor y el agua del Cielo?
Así como Dios puso el deseo en el hombre y en la mujer para que el
mundo fuera preservado por su unión.
Así en cada parte de la existencia planteó el deseo de la otra parte.
Día y noche son enemigos afuera; pero sirven ambos un único fin.
Cada uno ama al otro en aras de la perfección de su mutuo trabajo.
Sin la noche, la naturaleza del. Hombre no recibiría ganancia alguna,
y nada tendría entonces el día para gastar." 

Para ganarse el corazón de la mujer salvaje, una pareja deberá entender plenamente la dualidad natural en ella. Cualquier persona cercana a una mujer salvaje de hecho está en presencia de dos mujeres: un ser externo y una criatura interna, una que vive en el mundo de arriba, y otra que vive en el mundo no tan fácilmente visible. El ser externo vive bajo la luz del día y es fácilmente observable. A menudo es pragmática, aculturada, y muy humana. La criatura, no obstante, con frecuencia viaja a la superficie desde muy lejos, a menudo apareciendo para luego desaparecer con la misma velocidad, sin embargo dejando siempre tras de sí un sentimiento: algo sorprendente, original y sabio.

Una mujer posee tremendos poderes cuando los aspectos duales individuales son reconocidos conscientemente y contemplados como unidad, sosteniéndolos juntos en lugar de mantenerlos separados. El Poder de Dos es muy fuerte y ninguno de los dos lados de la dualidad debe ser desatendido. Necesitan ser alimentados por igual, pues juntos aportan un poder sobrenatural al individuo.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"


sábado, 13 de noviembre de 2010

Nunca volveré







Sobra cualquier comentario dialéctico acerca de este precioso poema de Meena.










Soy la mujer que ha despertado
Me he levantado y convertido en tempestad entre las cenizas de mis criaturas abrasadas
Me he alzado desde los arroyos de la sangre de mis hermanas
Me ha dado fuerzas la cólera de mi nación
Mis ruinosas y quemadas aldeas me llenan de rabia hacia el enemigo,
Soy la mujer que ha despertado,
He hallado mi camino y nunca volveré.
He abierto las puertas cerradas de la ignorancia
Me he despedido de todos los brazaletes de oro
Oh compatriota, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.
He visto criaturas sin hogar vagando descalzas
He visto novias con jena vistiendo luto
He visto gigantes muros de prisiones devorando libertad en su feroz estómago
He vuelto a nacer en medio del coraje y la resistencia épica
He aprendido el canto de libertad en el último aliento, en las olas de sangre y en la victoria
Oh compatriota, oh hermano, no me veas más como débil e incapaz
Con todas mis fuerzas estoy contigo en la senda libertadora de nuestro país.
Mi voz se entremezcla con miles de mujeres en pie
Mis puños se enlazan con los puños de miles de compatriotas
Junto a ti he subido los escalones hacia el camino de mi nación,
Para acabar con todos esos sufrimientos y romper los grilletes de la esclavitud,
Oh compatriota, Oh hermano, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.


Fuentes:

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Fundamentos del pensamiento de Carl G. Jung

Entre los grandes psicólogos de la llamada Psicología Profunda, Jung, como pionero, se distingue como el único que ha interpretado lo Inconsciente en función de la vida espiritual del hombre, y el primer autor que trata los hechos de la experiencia religiosa - la Vivencia Numinosa - como instancia válida y auténtica de la personalidad, y no simplemente como " Epifenómeno ", como sublimación o como un síntoma neurótico. El vínculo con los hechos religiosos -no los credos ni los dogmas- sino la íntima relación entre el individuo y las vivencias de la realidad vital y cósmica, era para Jung de primordial importancia en la formación y desarrollo del ser humano.

Con respecto al ser humano contemporáneo, Jung señaló la falta de significación de la experiencia vital, que lo ha llevado a un estado de hosquedad interior, confusión, desorientación y ausencia del sentido de la vida. Si el ser humano actual quiere liberarse de su letargo, deberá encontrar el sentido de su existencia a través de la potencialidad de sus profundas fuerzas inconscientes, por cuanto, afirmaba Jung, la Psique es originaria e intrínsecamente creadora.
Si el ser humano actual se halla encerrado en una trampa, es porque se apartó de la esfera íntima de su ser, pues en los recónditos intersticios de su naturaleza misma está el integrarse y construir una unidad a partir de los fragmentos desarticulados de su personalidad. La concepción junguiana del Proceso de Individuación constituye, en esencia un camino hacia el encuentro consigo mismo, lo cual está dentro de las posibilidades del ser humano encontrar y vivenciar el sentido de su vida.
El ser humano que se encuentra en este sendero puede adquirir, además, un sentido de la amplitud de la Psique y de su íntima relación con la realidad tanto objetiva-externa como subjetiva-interior. En este campo, una de las contribuciones de Jung consistió en demostrar que entre los contenidos psíquicos, hay algunos cuya naturaleza esencial es la de dar al ser humano un encuentro vincular con el mundo como Cosmos. Estos contenidos, que son los símbolos más profundamente enraizados y fundamentales del Inconsciente, configuran una expresión no sólo de procesos psíquicos, sino también de principios que actúan en el Cosmos. Lo que Jung denomina arquetipos es una manifestación en el ser humano de dichos principios, y constituye un eslabón, un vínculo entre el si-mismo y el Macrocosmo, el universo que está más allá de la esfera psíquica del ser humano. La Psique contiene no sólo los deseos reprimidos. Y los temores ocultos en las oscuras profundidades del Inconsciente, sino también la vivencia de la realidad e interioridad psíquica del ser humano, de su " puesto " en el Cosmos, a través de las estructuras arquetípicas. Lo inconsciente se extiende hacia los estratos inferiores de la naturaleza animal del ser humano, y alcanza también, más allá de lo humano, un contacto significativo con los infinitos aspectos del Principio Vital, lo que nos permite ampliar nuestro concepto y hablar, más que la profundidad de la psique, tomando una expresión de San Agustín, de la Magnitud de la misma. Y es con este sentido, el de Magnitud, que Jung imprime una dimensión nueva y necesaria a la Psicología Profunda.

El poder creador de la personalidad y la Magnitud de la Psique son dos pilares en el pensamiento de Jung. Y agrega, además, un sentido temporal dialéctico: esto implica la idea fundamental de que, en todo opera el principio de los opuestos. Este principio es para Jung , la ley inherente a la naturaleza humana: La Psique es un sistema de autorregulación, y no hay equilibrio alguno ni sistema de autorregulación sin lucha de opuestos. La función reguladora de los opuestos, la Enantiodromía, fue considerada por Jung como fundamental entre todas las leyes psicológicas, y ha sido descubierta por Heráclito, pensador que ha influido notablemente en su pensamiento. Debemos entender por Enantiodromía (enantios = opuestos, contrario. Dromos = carrera, recorrido) el fenómeno por el cual un polo dialéctico pasa a ser opuesto. Es " Pasar a su contrario ". Heráclito dice:

"Lo contrario llega a concordar, y de las concordancias surge la más hermosa armonía, y todo nace de la lucha".
"Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, saciedad y hambre".
"Todo es cambio, las cosas se tornan fuego y el fuego cosas, así como las mercancías se convierten en oro y el oro en mercancías".

Podemos expresar esta ley como: Todo polo contiene secretamente a su contrario.

En la antropología psicológica de Jung, la personalidad como un todo es denominada psique, lo que significa originariamente Alma, deviniendo luego en el concepto Mente. La Psique abraza todo pensamiento, sentimiento y conducta, tanto consciente como inconsciente. Funciona como guía que regula y adapta al individuo a su medio social y físico, así como a las demandas de su mundo interior.
Para Jung, la Psicología no es ni biología ni fisiología, ni ninguna otra ciencia que no sea, precisamente, este conocimiento de la Psique. El concepto de Psique afirma la idea primaria de que una persona es un todo desde un comienzo, y no una reunión de fragmentos agregada por la experiencia y el aprendizaje. Lo que debe hacer el hombre en el lapso de su vida es desplegar esta integridad inherente (potencialidad) hasta el máximo grado posible de diferenciación, coherencia y armonía; y precaverse de la ruptura y escisión en sistemas parciales autónomos.
En su fundamento, el ser humano contiene en sí un factor ordenador. Y se halla situado entre el espíritu y los instintos, entre lo interior y lo exterior, entre lo consciente y lo inconsciente: el Alma es un lugar de cruce, y determinada desde ambas vertientes: por un lado es lo devenido y por otro, se halla en devenir, en cuyo caso sólo puede ser concebida sintéticamente o constructivamente.

La única parte de la mente que el individuo conoce directamente es la conciencia, y a su respecto expresa Jung: "Cuando se medita en lo que es en realidad la conciencia se queda uno profundamente impresionado por el hecho altamente asombroso de que a un acontecimiento que sucede en el cosmos al mismo tiempo se engendra internamente una imagen, de que, por así decirlo, acontece igualmente internamente, esto significa exactamente: se hace consciente". La conciencia es la referencia al yo de los contenidos psíquicos en cuanto es percibida por el yo como tal. Luego, las referencias que no son percibidas por el yo como tales, son inconscientes. La conciencia es la actividad que mantiene la relación entre todos los contenidos psíquicos y el yo. La conciencia no es algo idéntico a la Psique, por cuanto ésta representa la totalidad, el conjunto de todos los contenidos psíquicos, de los cuales poseen un vínculo directo con el yo, y por lo tanto, no pueden ser considerados como contenidos conscientes. La orientación de la mente consciente está dada por la Función Psíquica, siendo ésta una actividad psíquica determinada, que en circunstancias distintas permanece, en principio, idéntica a sí misma, y permite adecuar al individuo a la realidad objetiva-externa. Es una forma de manifestación de la Libido, considerada ésta por Jung, no como una mera energía sexual, sino como la total energía psíquica del individuo. Las cuatros funciones psíquicas son: Pensar, Sentir, Percibir e Intuir.

El yo es un complejo de representaciones que constituye el centro de la esfera consciente, y mantiene la máxima continuidad e identidad respecto de sí mismo. El complejo del Yo es tanto un contenido de la conciencia, como una condición de la misma.
El yo no es idéntico a la totalidad de la Psique, sino que es un complejo entre otros complejos. Es el organizador de la mente consciente: consta de percepciones, recuerdos, pensamiento y sentimientos conscientes, y juega la función vitalmente de ser guardián del umbral de la conciencia: a menos que el yo admita su presencia, una idea, un recuerdo, un sentimiento o una percepción, pueden no ser vivenciados conscientemente, puesto que el yo es altamente selectivo. Brinda la identidad y continuidad del hombre, porque a través de la selección y eliminación de cierto material psíquico, el Yo puede mantener la coherencia de la Trama histórico-vital del individuo. Por eso, a través del Yo es que sabemos que hoy somos la misma persona que la que éramos ayer y antes. A este respecto, la individualización y el Yo actúan en estrecha relación ínter fundamentándose para desarrollar una personalidad característica y en movimiento.

Más allá de la esfera de la conciencia, en un ámbito más profundo y de mayor oscuridad, se halla el Inconsciente Personal. Este abarca aquellos contenidos psíquicos que han sido reprimidos y aparentemente "olvidados" y también aquellas vivencias tendenciales e impulsivas que no han penetrado en la conciencia. El Inconsciente Personal, a diferencia de la conciencia que el individuo conoce directamente, lo inferimos a través de ciertas manifestaciones y, dentro de ellas, los Síntomas, Complejos y Símbolos.
Podemos considerar al síntoma como un fenómeno de estancamiento de la libido, que se manifiesta tanto somática como psíquicamente. Es una "señal de alarma" que anuncia que algo esencial en la actitud consciente no está bien, algo " falla ", es insuficiente y no está en armonía, y al impedirse el fluir de la energía psíquica, deja de existir la complementariedad de los opuestos, produciéndose desacuerdos y disonancias internas, coartándose así el libre despliegue del individuo.

Los Complejos son partes que se han separado de la personalidad psíquica, grupos de contenidos psíquicos que se han desunido de la conciencia y funcionan autónoma y arbitrariamente; es decir, que llevan una existencia aparte en la oscura esfera del inconsciente, desde la cual, en cualquier momento, pueden inhibir o estimular producciones conscientes.
El Complejo consta:
 a) de un elemento nuclear significativo, inconsciente y autónomo.
b) de asociaciones determinadas vinculadas entre sí por una Tonalidad afectiva.

El Complejo depende, por un lado, de la disposición personal primigenia, y por otro, de vivencias vinculadas significativamente al mundo objetivo-externo. El complejo es un Punto medular, un centro vibracional, el cual, motivado por ciertas circunstancias, se torna amenazante y patógeno, y puede mediante su fuerza el estado de equilibrio psíquico, y someter al individuo íntegramente a su influencia. A través del "Descenso del umbral de la conciencia", de acuerdo al concepto de Pierre Janet, se sustrae energía a la conciencia, eclipsándose el estado consciente activo, permitiendo de este modo que el complejo irrumpa en la esfera consciente, actuando como "cuerpo extraño". Como complejo posee armonía propia, integridad y cierto grado de autonomía, representa la manifestación de un estado psíquico alterado con intensa carga emocional, y se muestra incompatible con la actitud habitual de la conciencia: el complejo es una potente fuerza psíquica, frente a la cual son vanas las intenciones conscientes, quedando así coartada la libertad del Yo.

Símbolo:

Del griego Symbolón, puede definirse como la unidad sintética de sentido entre dos polos diádicamente opuestos: lo manifiesto y lo oculto. Es decir, que tras su sentido objetival, visible, se oculta otro invisible más profundo. Lo simbólico puede darse tanto en forma gráfica o artística, como en forma viviente y dinámica en los sueños, ensueños y visiones.
El símbolo es una realidad dinámica plurisignificativa cargado de valores emocionales e ideales, es decir, de verdadera vida. El símbolo es una condensación expresiva y precisa, y corresponde por su esencia al mundo interior, que es intensivo y cualitativo, en contraposición al mundo exterior que es extensivo y cuantitativo.
Lo simbólico no es lo determinado, no es una reducción constrictiva: esto sería una alegoría, que sí es una derivación mecanizada y reductora del símbolo.
El símbolo se mantiene vivo mientras esté cargado de significación. Si hipotéticamente pudiese develarse totalmente, es decir, si se lo pudiese desocultar, ya no sería más un símbolo: desprovisto de vida, queda ya sólo como mero signo: es la historia de Monsieur Jourdan, del " Burgués gentilhombre " de Molière, quien descubre que hablaba en prosa creyendo, ilusoriamente, que se expresaba poéticamente.
A tal efecto, Goethe expresaba que: ... "en el símbolo", lo particular representa lo general, no como un sueño o como una sombra, sino como viva y momentánea revelación de lo inescrutable...
Lo simbólico no excluye lo histórico, ambas formas pueden considerarse como polos de una estructura dialéctica cuya síntesis es un principio metafísico. En tal sentido, el símbolo agrega un nuevo valor a un objeto o una acción, sin atentar por ello contra sus valores propios, inmediatos e históricos.
Puede ser también considerado símbolo todo fenómeno psicológico en cuanto suponemos que expresa o significa algo más o algo distinto de lo manifiesto, algo misterioso e incognoscible que escapa a los conocimientos conscientes, y que está cargado de nuevas potencialidades.
Jung distingue con precisión entre los conceptos de alegoría y símbolo: " Todo criterio que explique la expresión simbólica como analogía o designación abreviada, es semiótico. En cambio será simbólica como la mejor formulación posible -luego imposible de exponer más clara o característicamente por de pronto- de una cosa relativamente desconocida. Será alegórica la concepción que declare la expresión simbólica como paráfrasis o metamorfosis deliberada de una cosa conocida".
Y más adelante, expresa la diferencia entre signo y símbolo:
"La expresión que se supone para algo conocido nunca pasa de ser un mero signo, pero no será un símbolo nunca. Por eso es algo de todo punto imposible hacer surgir un símbolo vivo, es decir, grávido de significación, de conexiones conocidas. Pues el símbolo así creado nunca contendrá más que lo que en él se ha incluido".

Podemos concebir al símbolo en distintos aspectos de interpretación, y así tenemos los siguientes niveles:
a) Psicológico: Los símbolos se presentan como productos naturales de los procesos psíquicos y emergen de lo inconsciente para penetrar en las actitudes conscientes.
b) Social: Constituye el lado funcional del símbolo y canalizan las energías del sujeto, orientándolas hacia las actividades del grupo.
c) Histórico: El símbolo aparece bajo formas diversas y cambiantes conforme a los factores tiempo y cultura.
d) Nivel ontológico: El símbolo es interpretado como el medio a través del cual el hombre articula y manifiesta, sin saberlo, el modo de ser primario que está en su naturaleza.

Un importante fundamento ha recibido la psicología profunda en el campo filosófico a través del pensamiento de Ernesto Cassirer, quien realmente ha podido llegar a puerto firme al establecer la diferencia esencial o cualitativa entre el hombre y los de más antes de la naturaleza. Este diferencia cualitativa, que los representantes de la concepción científico-natural del Homo Faber no consideraban, estriba, no en grados de la inteligencia, sino precisamente, en el Universo simbólico, Universo de sentido propio y exclusivo del hombre.
Cassirer expresa: "... en el mundo humano encontramos una característica nueva que parece construir la marca distintiva de la vida del hombre. Si círculo funcional no sólo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha sufrido también un cambio cualitativo..."
Para Cassirer esta marca distintiva es la capacidad de simbolizar. Y esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Para este gran filósofo el hombre, por lo tanto, no sólo vive en una realidad más amplia, sino en una nueva dimensión de la realidad, es decir, que el hombre "ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico". Y agrega: "El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejan la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana".
Con referencia a estos conceptos, Jung coincide con Cassirer, y considera que toda energía e interés que el hombre actual invierte hoy en la ciencia y en la técnica, el hombre de las culturas llamadas primitivas, la consagraba al mundo de los símbolos, a ese "lenguaje olvidado" que los pueblos proyectaron en forma de mitos, leyendas y cuentos.

La instancia más profunda y asimismo la de mayor Magnitud de la Psique - el Inconsciente Colectivo u Objetivo- es la fuente de los elementos que llegan a la conciencia, y también el punto de contacto entre el individuo y las fuerzas cósmicas supraindividuales.
Los contenidos del Inconsciente Colectivo son los Arquetipos que, al manifestarse emergen como " formas o imágenes de naturaleza colectiva, que se dan casi universalmente como constituyentes de los mitos y, al propio tiempo, como productos individuales autóctonos de origen inconsciente" ( Jung ).

Los arquetipos son los patrones fundamentales de la formación de símbolos, que se repiten a través de los contenidos de las mitologías de todos los pueblos, en la humanidad entera, y se expresan como imágenes Primordiales, desde los oscuros tiempos de la prehistoria de la especie humana. Los agentes primarios motivadores de vida en la Psique individual y las pautas psicológicas totales de culturas enteras son manifestaciones de fuerzas arquetípicas. Los arquetipos son las primordiales formas de la cual, por variación, derivan infinidad de formas distintas entre sí. Estos arquetipos son inherentes al estrato primordial de la vida. Ya vimos que este " Substratum " es el Inconsciente Colectivo. Los arquetipos son los principios universales que subyacen y motivan toda la vida psicológica, individual y colectiva.
El concepto tiene su origen en el EIDOS platónico ( Latín: Essentía o Quidditas ), y a la fuente de estas Ideas eternas se la consideraba como la " Mente Universal ", el dominio y el depósito de las esencias ( arquetipos ) de todas las formas que pudieron existir y de todas las ideas que pudieron pensarse. La mente universal es un concepto comparable al Inconsciente Colectivo. Ya el término Universo es " Vertiente del Uno ", " Giro del Uno ".

El descubrimiento de Jung ha sido erróneamente interpretado y criticado atribuyéndole el querer reflotar la antigua concepción de las " Ideas Innatas ", pero, en realidad, lo que quiso expresar Jung es que se trata de " Modos heredados ", de Tendencias, de Dominantes, que se hallan enraizadas en la naturaleza de la Psique, y que se heredan sólo en el sentido de la Estructura, con sus tendencias intrínsecas a manifestarse de determinada manera.
Para Jung, los arquetipos podrían compararse con el sistema axil de un cristal, el cual forma " a priori " la estructura cristalina en un líquido madre, aunque carezca de existencia material propia. El arquetipo en sí mismo es vacío y puramente formal, es un principio Formativo, una " Facultas Praeformandi ", una posibilidad de representación que se da "a priori".
La naturaleza real del arquetipo no es capaz de hacerse consciente, es trascendente. Por eso expresa Whitmont que los arquetipos son "Configuraciones energéticas dinámico -transpsicológicas , y por ende, trascendentales". Son "Pautas de forma y dinámica universales y cósmicas, y conforman en su manifestación "Campos arquetípicos".
Las imágenes primordiales no siempre son las mismas: varían según la proyección cultural, por lo que inferimos que lo que se hereda son las mismas tendencias estructurales. Por tanto, los arquetipos son patrones subyacentes de la formación de símbolos, y no sus detalles específicos.
En síntesis, los arquetipos en sí son Dominantes del Inconsciente Colectivo, son Tendencias, Entes potenciales, estructuras virtuales, que no adquieren significado hasta no hallar expresión en el mundo exterior, por cuanto no percibimos los Arquetipos en sí, sino los arquetipos manifestados. Mas que presentarnos hechos, se nos presentan a través de los hechos: "Conoceréis al árbol por sus frutos ".

La antropología psicológica de Jung es una de las respuestas antitéticas a la concepción del hombre que el siglo XIX nos había legado. La idea del Homo Faber del Positivismo y Darwinismo consistía en una visión demasiado restringida de la existencia humana, en donde la misma se hallaba en un estado de extrema " cerrazón ", con su Hombre - animal - evolucionado - económico- racionalista, y con su determinismo biológico e histórico.

La concepción freudiana del inconsciente fue la primera herramienta intelectual con fuerza suficiente para superar a la vieja psicología racionalista. Pero el propio Freud no pudo trascender el umbral del naturalismo antropológico, quedando así en la oscuridad ciertas respuestas acerca de la problemática del hombre contemporáneo, esperando que alguien proyectara la luz de la Psicología Profunda sobre las fuerzas sociales e históricas que se ocultan bajo la conciencia y permita comprender lo inconsciente en función de su significado y de sus consecuencias para la vida espiritual del hombre.
La obra de Jung está orientada en esta dirección: su comprensión de lo Inconsciente va mucho más allá de la concepción racionalista de la conciencia. Su interpretación de la Psique es intrínsecamente histórica y se basa prevalentemente en una concepción sociocultural, lo que lo acerca a las ideas filosóficas de Ernest Cassirer, más que biológica del hombre. Y, sin ofrecer teoría metafísica unilateral alguna, evita una limitada posición materialista, preparando el campo psicológicamente para una penetración más profunda de la realidad, al interpretar con seriedad el significado de la "Vivencia Numinosa ".

Jung ha sido una Fuerza Guía que abrió el camino a un campo nuevo, ocupándose en forma sistemática tanto de las instancias oscuras del hombre, como de sus capacidades espirituales integradoras. Por esta razón, se destaca como figura rectora para quienes creen que la respuesta a los problemas modernos debe abarcar la comprensión de los estratos profundos del inconsciente, conjuntamente con una concepción dinámica de la naturaleza espiritual del hombre. En su esfuerzo por obtener una visión más amplia de la realidad y, en particular, de sus aspectos psíquicos, Jung procuró colocarse fuera de la Weltanahauung de la mente occidental de su época, en una actitud de Epojé, es decir, de poner entre paréntesis, para poder comprender el sentir de otros pueblos, con sus diversas concepciones del mundo. Vivenció la necesidad de una perspectiva más amplia de la que nos habían brindado hasta ahora las filosofías de Occidente, y para adquirir conciencia de las limitaciones de la personalidad europea, se nutrió, para traducir su forma de pensar sobre los procesos psíquicos, en las religiones y filosofías antiguas de Oriente. Trató de interpretar los fenómenos psíquicos con el antiguo material de culturas remotas, procurando unir la sutileza introvertida de Oriente, con el espíritu extravertido y práctico de Occidente, y dando a la sabiduría las antiguas religiones orientales una forma tal que pueda ser utilizada por las modernas ciencias del hombre.
A pesar de que Jung trató de indagar en las raíces filosóficas de su propio pensamiento, nunca aceptó la apelación de filósofo y, sobretodo, de metafísico y, en verdad, tiene razón al mantener que su psicología no es una filosofía disfrazada, ya que describe pura y simplemente vivencias humanas. Pero, por otra parte, detrás de estas vivencias, expresada o no, subyace toda una fundamentación filosófica que no puede considerarse como la invención de una filosofía personal, de un sistema entre los sistemas, sino del descubrimiento de una filosofía inscripta implícitamente en el Inconsciente Colectivo. Es menos su filosofía que la filosofía implícita descifrada por él, y que se enraíza en lo más profundo del espíritu humano.

Mientras las psicologías de Janet y de Adler son representantes del pensamiento de la Ilustración, y la psicología existencial del Estoicismo, la psicología analítica de Jung, así como el psicoanálisis de Freud, son descendientes póstumos del Romanticismo. Pero el Psicoanálisis es también heredero del Positivismo y Darwinismo, mientras que la Psicología analítica rechaza dicha herencia y retoma a las fuentes del Romanticismo y de la filosofía de la Naturaleza.
En la obra de Jung, la dicotomía clásica entre el sujeto y el objeto pierde mucho de su rigor, y esta imprecisión de frontera marca tanto su práctica terapéutica como sus especulaciones sobre la religiosidad. Esta quiebra del límite entre sujeto y objeto, y la participación de la Intuición y del Sentimiento, convierten a la suya en una psicología comprometida: no se aparta naturalmente del espectáculo, sino que queda involucrado en el mismo. Dicha ruptura de la línea divisoria entre sujeto y objeto acerca a Jung a los postulados de Husserl y a su concepto de Intencionalidad, pero esa relación se observa en diferentes niveles: Husserl es un pensador que se despliega dentro de la esfera de la Esencia, haciéndolo Jung, en cambio, dentro de la esfera del hecho empírico.

La actitud general de la fenomenología de Husserl, en tanto método que se empeña en descubrir el sentido propio del fenómeno, tal cual se manifiesta a quien lo examina e interroga, renunciando a formular un juicio sobre el aspecto ontológico del mismo, es plenamente coherente con las perspectivas de Jung, y responde a sus búsquedas. El también desea estudiar los fenómenos psíquicos sin tener que preocuparse de una filosofía que desde afuera les prescribiera la ley y los juzgue desde el exterior, sea que se presente como un idealismo deductivo o que asuma las apariencias de un positivismo inductivo. Jung se había visto confrontado con estas dos tendencias predominantes del siglo IXI, y ambas le parecían inaceptables. La actitud de Husserl a través de su expresión: "Ir a las cosas mismas" le pareció providencial, por cuanto ansiaba comprender sin prejuicios los hechos empíricos.
Su fidelidad inicial al agnosticismo teórico de Kant fue el blanco de muchas críticas que se le hicieron. La abstención de todo juicio de valor -la Epojé-, en cambio, le permitió interpretar su actitud en una forma más flexible. De ella emanan los verdaderos enriquecimientos que se deben al constante esfuerzo de Jung por tener en cuenta los factores psíquicos de su integridad. Al renunciar a cualquier juicio absoluto de valor, Jung concentró su atención sobre la estructura y sentido propio de universos simbólicos alejados de la conciencia occidental, tales como el lenguaje de los sueños, la Filosofía Hermética de los alquimistas, la historia de las religiones, las cosmovisiones orientales, cuyas representaciones eran extrañas para un pensamiento científico puramente causalista. Logró crear así una ciencia de los fenómenos que hasta entonces se habían desdeñado por inadvertencia o menosprecio.

En la obra de Jung, el Alma, que había sido expulsada de la psicología, es restituida de nuevo a su lugar: " Wirklichkeit der Seele ", Realidad del alma. Pero esta alma es siempre pensada como sólidamente encarnada: " Organismus der Seele ". Este organismo del alma es solidario no sólo del cerebro, sino del organismo entero, lo que nos permite hablar de un " Psiquismo espinal ", el mismo que aparece en el pensamiento índico en la figura de la serpiente Kundalini, que con sus siete Chakras conforma verdaderos centros de conciencia.
Encontramos aquí una concepción jerárquica que, mucho más que el dualismo tradicional, es una forma dispuesta a recibir toda la Psicosomática de nuestros días: "Yo no tengo un cuerpo, soy mi cuerpo".

Desde el principio, los arquetipos han sido concebidos por Jung como trascendentes a la conciencia. Manifestaciones a ésta por más de una imagen, continúan inconscientes en sí mismos, de donde surge, entonces, un dramático interrogante: ¿Es puramente psíquico el Inconsciente?. En sus observaciones sobre los Fenómenos acausales Jung expresa que éstos se hallan regulados (no causados) por arquetipos, y se pregunta si estos últimos no pertenecen a una trascendencia más radical, en la que se delinearía una especie de denominador común entre la materia y el espíritu. Las ideas de Jung en este campo son ciertamente inquietantes y abren extrañas incógnitas: los conceptos turbadores sobre el Principio de Sincronicidad, que definió como " la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante", nos invitan a sobrepasar, en último análisis, la oposición entre el espíritu y la materia, como la dualidad del espacio y del tiempo.
Estas concepciones de Jung subyacen en la filosofía implícita de su antropología psicológica, la cual, partiendo de las distintas fuentes que nutrieron su pensamiento, converge hacia una real Filosofía de la Naturaleza, que trata de elucidar, precisamente, las leyes espirituales inherentes a una interpretación de la Naturaleza y de la Psique. En la misma confluyen tanto las ideas de los pensadores del Romanticismo como la de la Filosofía Hermética, la de los filósofos de la Vida como el Pensamiento primitivo, la de la Filosofía del Inconsciente como la de la Simbología del Espíritu, en un movimiento fluyente heraclíteo, y dentro de un universo como el del milenario pensamiento filosófico chino.

La filosofía implícita en la obra de Jung contempla la Unidad del hombre y la naturaleza, el Micro y del Macrocosmos, donde la vida humana es considerada como Participación en el Ritmo Cósmico. El Universo es considerado como un Todo organizado en el que cada parte se vincula con todas las demás mediante una relación de Simpatía. Existe un Principio básico que se expresa en la Ley de polaridades: pares de fuerzas antagónicas y complementarias que se unirían en la forma de Indiferencia. En el seno de la naturaleza hay polaridades como el día y la noche, la energía y la materia, la gravedad y la luz y, fundamentalmente, los principios masculino Yang y femenino Yin, que sobrepasan los límites del mundo animado, y le dan a la filosofía implícita el carácter dialéctico que la caracteriza.
En esta filosofía existe el concepto básico de los Fenómenos Primordiales ( Urphanomene ), como los Arquetipos, y la serie de metamorfosis de ellos derivada. También contempla el Inconsciente como el real fundamento del ser humano, por estar enraizado en la vida invisible del universo y ser, por lo tanto, el verdadero nexo de unión del hombre con el cosmos. Relacionada con la noción de Inconsciente se encuentra la del "Sentido Interno o Universal" ( Allsinn ), mediante el cual el hombre, antes de la Caída, era capaz de conocer la naturaleza, en una comunión con todo lo que lo rodea, en una verdadera "Participación mística".

La cosmovisión de Jung expresa la existencia de un Principio Vital, el que desde su originaria unidad se desdobla y multiplica, se ramifica y diversifica, se metamorfosea, en suma y, es la gran fuente de la vida. Además de la naturaleza visible, la filosofía implícita espira a penetrar en los secretos del "Fundamento" (Grund) de la naturaleza, que es considerado a la vez, fundamento de la propia Alma, y los medios para alcanzar ese Fundamento se encuentran no sólo en el intelecto, sino, sobre todo, a través del Centro Viviente del Tetraktys, que Troxler llamó " Gemütt " y, que es análogo al Sí - mismo ( Selbst ).
Y contempla, además, la vida humana como un largo proceso de Advenimiento, una serie de metamorfosis que constituye el Proceso de Individuación, en un eterno Pantha rei, que convierte a las concepciones de Jung en una real Filosofía del Devenir.
Quedan así asignadas notas esenciales de la filosofía implícita en el pensamiento de Jung, y por ende, de su concepción antropológica.
Son las raíces del Árbol.
El árbol es la monumental obra que Jung nos ha legado.

Esta obra, su Opus, vive, precisamente, para desvelarnos verdades sumergidas de quien ha descendido a los infiernos del abismo humano, para encontrar sendas en las acuciantes criptas de los interrogantes del ser humano de nuestro tiempo.

Fuentes:

martes, 9 de noviembre de 2010

Novena tarea: La modificación de la sombra

Vasalisa regresa a casa con la espantosa calavera ensartada en un Palo. Está a punto de arrojarla lejos de sí, pero la calavera la tranquiliza. Una vez en casa, la calavera contempla a la madrastra y a las hermanastras y las abrasa hasta dejarlas convertidas en cenizas. Y, a partir de entonces, Vasalisa vive una larga y satisfactoria existencia.
He aquí las tareas psíquicas de esta fase:
Utilizar la agudeza visual (los ardientes ojos) para identificar las sombras negativas de la propia psique y/o a los aspectos negativos de las personas y los acontecimientos del mundo exterior, y para reaccionar ante ellos.
Modificar las sombras negativas de la propia psique con el fuego de la bruja (la perversa familia putativa que antes había torturado a Vasalisa se convierte en ceniza), Vasalisa sostiene la temible calavera en alto mientras avanza por el bosque y la muñeca le indica el camino de regreso. "Sigue por aquí, ahora por aquí." Y Vasalisa, que antes era una dulce criatura de ojos azules, es ahora una mujer que camina precedida por su poder.
Una temible luz emana de los ojos, los oídos, la nariz y la boca de la calavera. Es otra representación de todos los procesos psíquicos relacionados con el discernimiento. Y está relacionada también con el parentesco ancestral y, por consiguiente, con el recuerdo. Si la Yagá le hubiera entregado a Vasalisa una rótula en lo alto de un palo, el símbolo hubiera sido distinto. Si le hubiera entregado un hueso de la muñeca, un hueso del cuello o cualquier otro hueso -a excepción tal vez de la pelvis femenina-, no hubiera significado lo mismo.
Por consiguiente, la calavera es otra representación de la intuición -no le hace daño ni a la Yagá ni a Vasalisa- y ejerce su propia discriminación. Ahora Vasalisa lleva la llama de la sabiduría; posee unos sentidos despiertos. Puede oír, ver, oler, palpar y saborear las cosas y tiene su Yo. Tiene la muñeca, tiene la sensibilidad de la Yagá y tiene también la temible calavera.
Por un instante, Vasalisa se asusta del poder que lleva y está a punto de arrojar la temible calavera lejos de sí. Teniendo este formidable poder a su disposición, no es de extrañar que el ego piense que quizá sería mejor, más fácil y más seguro rechazar la ardiente luz, pues le parece demasiado fuerte y, por su mediación, ella se ha vuelto demasiado fuerte. Pero la voz sobrenatural de la calavera le aconseja que se tranquilice y siga adelante. Y eso lo puede hacer.
La mujer que recupera su intuición y los poderes "yaguianos”, llega a un punto en el que siente la tentación de desecharlos, pues, ¿de qué sirve ver y saber todas estas cosas? La luz de la calavera no tiene compasión. Bajo su resplandor, los ancianos son unos viejos; lo bello es lujuriante; el tonto es un necio; los que están bebidos son unos borrachos; los desleales son infieles; las cosas increíbles son milagros. La luz de la calavera ve lo que ve. Es una luz eterna colocada directamente delante de una mujer como una presencia que la precede y regresa para comunicarle lo que ha descubierto más adelante. Es su perpetua exploración.
Sin embargo, cuando una mujer ve y siente de esta manera, tiene que tratar de actuar al respecto. El hecho de poseer una buena intuición y un considerable poder obliga a trabajar. En primer lugar, en la vigilancia y la comprensión de las fuerzas negativas y los desequilibrios tanto interiores como exteriores. En segundo lugar, obliga a hacer acopio de voluntad para poder actuar con respecto a lo que se ha visto, tanto si es para un bien como si es para recuperar el equilibrio o para dejar que algo viva o muera.
Es verdad y no quiero engañar a nadie. Es más cómodo arrojar la luz e irse a dormir. No cabe duda de que a veces hay que hacer un esfuerzo para sostener en alto la luz delante de nosotras, pues con ella vemos todas nuestras facetas y todas las facetas de los demás, las desfiguradas, las divinas y todos los estados intermedios.
Y, sin embargo, gracias a esta luz afloran a la conciencia los milagros de la belleza profunda del mundo y de los seres humanos. Con esta penetrante luz podemos ver un buen corazón más allá de una mala acción, podemos descubrir un dulce espíritu hundido por el odio y podemos comprender muchas cosas en lugar de quedarnos perplejas. La luz puede distinguir las capas de la personalidad, las intenciones y los motivos de los demás. Puede distinguir la conciencia y la inconciencia en el yo y en los demás. Es la varita mágica de la sabiduría. Es el espejo en el cual se perciben y se ven todas las cosas. Es la profunda naturaleza salvaje.
Pero a veces sus informes son dolorosos y casi no se pueden resistir, pues la cruel luz de la calavera también muestra las traiciones y la cobardía de los que se las dan de valientes. Señala la envidia que se oculta como una fría capa de grasa detrás de una cordial sonrisa y las miradas que no son más que unas máscaras que disimulan la antipatía. Y, con respecto a nosotras, la luz es tan brillante como para iluminar lo exterior: nuestros tesoros y nuestras flaquezas.
Éstos son los conocimientos que más nos cuesta afrontar. Aquí es donde siempre queremos desprendernos de todo este maldito y sagaz conocimiento. Aquí es donde percibimos, siempre y cuando no queramos ignorarla, una poderosa fuerza del Yo que nos dice: "No me arrojes lejos de ti. Consérvame a tu lado y ya verás."
Mientras avanza por el bosque, no cabe duda de que Vasalisa también piensa en su familia putativa que la ha enviado perversamente a morir y, aunque ella tiene un corazón muy tierno, la calavera no es tierna; su misión es ver las cosas con toda claridad. Por consiguiente, cuando Vasalisa la quiere arrojar lejos de sí, sabemos que está pensando en el dolor que produce el hecho de saber ciertas cosas sobre la propia persona y los demás, y sobre la naturaleza del mundo.
Llega a casa y la madrastra y las hermanastras le dicen que no han tenido lumbre ni combustible alguno en su ausencia y que, a pesar de sus repetidos intentos, no han podido encender el fuego. Eso es exactamente lo que ocurre en la psique de la mujer cuando ésta posee el poder salvaje. En su ausencia, todas las cosas que la oprimían se quedan sin libido, pues ella se lo lleva todo en su viaje. Sin libido, los aspectos más desagradables de la psique, los que explotan la vida creativa de una mujer o la animan a malgastar su vida en menudencias, se convierten en algo así como unos guantes sin manos en su interior.
La temible calavera empieza a mirar a las hermanastras y a la madrastra y las estudia con detenimiento. ¿Puede un aspecto negativo de la psique quedar reducido a ceniza por el simple hecho de estudiarlo con detenimiento? Pues sí. El hecho de examinar una cosa con consciente lógica la puede deshidratar. En una de las versiones del cuento, los miembros descarriados de la familia se quedan achicharrados; en otra versión, quedan reducidos a tres pequeñas y negras pavesas.
Las tres pequeñas y negras pavesas encierran una antiquísima e interesante idea. El minúsculo dit negro o puntito se considera a menudo el principio de la vida. En el Antiguo Testamento, cuando Dios crea al Primer Hombre y a la Primera Mujer, los hace de tierra o barro según la versión que uno lea. ¿Cuánta tierra? Nadie lo dice. Pero, entre otros relatos de la creación, el principio del mundo y de sus habitantes suele proceder del dit, de un grano, de un minúsculo y oscuro punto de algo.

N.A.: La imagen del dit aparece también en los sueños, a menudo como algo que se transforma en un objeto útil. Algunos de mis colegas médicos aventuran la posibilidad de que sea un símbolo del embrión o el óvulo en su fase más temprana. Las narradoras de cuentos de mi familia se refieren a menudo al dit como los óvulos.

De esta manera, las tres pequeñas pavesas quedan en el ámbito de la Madre de la Vida/Muerte/Vida. Y se reducen prácticamente a nada en el interior de la psique. Se ven privadas de la libido. Ahora puede producirse una novedad. En casi todos los casos en que extraemos concientemente el jugo de alguna cosa de la psique, esta cosa se encoge y su energía se libera o se configura de una manera distinta.
La tarea de exprimir a la destructiva familia putativa tiene otra faceta. No se puede conservar la conciencia que se ha adquirido tras haber entrado en contacto con la Diosa Bruja, ni llevar la ardiente luz y todo lo demás si una mujer convive con personas exterior o interiormente crueles. Si la mujer está rodeada de personas que ponen los ojos en blanco y levantan despectivamente la mirada al techo cuando ella entra en la estancia, dice algo, hace algo o reacciona a algo, no cabe duda de que se encuentra en compañía de personas que apagan las pasiones, las de la mujer y probablemente también las suyas propias. Estas personas no sienten interés por ella ni por su trabajo ni por su vida.
La mujer tiene que elegir con prudencia tanto a los amigos como a los amantes, pues tanto los unos como los otros pueden convertirse en perversas madrastras y malvadas hermanastras. En el caso de los amantes, solemos atribuirles el poder de unos grandes magos. Es fácil que así sea, pues el hecho de llegar a una auténtica intimidad es algo así como abrir un mágico taller de purísimo cristal, o eso por lo menos nos parece a nosotras. Un amante puede crear y/o destruir hasta nuestras conexiones más duraderas con nuestros propios ciclos e ideas. Hay que evitar al amante destructivo. El mejor amante es el que está hecho de poderosos músculos psíquicos y tierna carne. A la Mujer Salvaje tampoco le viene mal un amante un poco "psíquico", es decir, una persona capaz de "ver su corazón por dentro".
Cuando a la Mujer Salvaje se le ocurre una idea, el amigo o amante jamás. le dirá: "Pues, no sé... me parece una auténtica bobada [una exageración, una cosa imposible, muy cara, etc.]." Un verdadero amigo jamás dirá eso. Puede que diga: "No sé si lo entiendo. Dime cómo lo ves. Explícame cómo piensas hacerlo."
Un amante/amigo que la considere una criatura viva que está creciendo como el árbol crece en la tierra o una planta de ficus en la casa o una rosaleda en el patio de atrás, un amante y unos amigos que la miren como un auténtico ser vivo que respira y que es humano, pero está hecho, además, de otras muchas cosas bonitas, húmedas y mágicas, un amante y unos amigos que presten su apoyo a la criatura que hay en ella, éstas son las personas que le convienen a la mujer, pues serán sus amigos del alma toda la vida. La esmerada elección de los amigos y amantes y también de los profesores es esencial para conservar la conciencia, la intuición y la ardiente luz que ve y sabe.
Para conservar su conexión con lo salvaje la mujer tiene que preguntarse qué es lo que quiere. Es la separación de las semillas mezcladas con la tierra. Una de las más importantes distinciones que podemos hacer es la que corresponde a las cosas que nos atraen y las cosas que necesita nuestra alma.
Y eso se hace de la siguiente manera: Imaginemos un bufé con cuencos de crema batida, bandejas de salmón, panecillos, rosbif, macedonia de fruta, enchiladas verdes, arroces, salsa curry, yogures y toda suerte de platos para muchísimos invitados. Imaginemos que la mujer echa un vistazo, ve ciertas cosas que la atraen y se dice: "Me gustaría tomar un poco de esto, un poco de aquello y un poco de lo otro. "
Algunos hombres y mujeres toman las decisiones de su vida de esta manera. A nuestro alrededor hay todo un mundo que nos llama incesantemente, que penetra en nuestras vidas y despierta y crea unos apetitos donde apenas había ninguno. En esta clase de elección, elegimos una cosa por el simple hecho de tenerla delante de nuestras narices en aquel momento. No es necesariamente lo que queremos, pero nos parece interesante y, cuanto más la miramos, más nos atrae.
Cuando estamos unidas al yo instintivo, al alma de lo femenino que es natural y salvaje, en lugar de contemplar lo que casualmente tenemos delante, nos preguntamos: "¿Qué es lo que me apetece?" Sin mirar nada de lo que hay fuera, miramos hacia dentro y nos preguntamos "¿Qué quiero? ¿Qué deseo en este momento?" Otras frases alternativas podrían ser: "¿Qué es lo que más me seduce? ¿Qué me apetece de verdad? ¿Qué es lo que más me gustaría? " Por regla general, la respuesta no tarda en llegar: "Pues creo que lo que más me apetece... lo que de verdad me gustaría es un poco de esto o de aquello... sí, eso es lo que yo quiero."
¿Lo hay en el bufé? Puede que sí y puede que no. En la mayoría de los casos, probablemente no. Tendremos que buscar un poco, a veces durante bastante tiempo. Pero, al final, lo encontraremos y nos alegraremos de haber sondeado nuestros más profundos anhelos.
Esta capacidad de discernimiento que Vasalisa adquiere mientras separa las semillas de adormidera de la tierra, y el maíz aflublado del bueno es una de las cosas más difíciles de aprender, pues exige ánimo, fuerza de voluntad y sentimiento y a menudo nos obliga a pedir con insistencia lo que queremos. Y en nada se pone más claramente de manifiesto que en la elección de la pareja y el amante. Un amante no se puede elegir como en un bufé. Elegir algo simplemente porque al verlo se nos hace la boca agua jamás podrá saciar satisfactoriamente el apetito del Yo espiritual. Y para eso precisamente sirve la intuición; se trata de un mensajero directo del alma.
Lo explicaremos con un ejemplo para que quede más claro. Si se te ofrece la oportunidad de comprar una bicicleta o la oportunidad de viajar a Egipto y ver las pirámides, deberás apartarla a un lado por un instante, entrar en ti misma y preguntarte: "¿Qué me apetece? ¿Qué es lo que deseo? A lo mejor, me apetece más una moto que una bicicleta. A lo mejor, prefiero hacer un viaje para ir a ver a mi abuela que se está haciendo mayor." Las decisiones no tienen por qué ser tan importantes. A veces, las alternativas pueden ser dar un paseo o escribir un poema. Tanto si se trata de una cuestión trascendental como si se trata de una cuestión insignificante, la idea es consultar el yo instintivo a través de uno o de varios de los distintos aspectos que tenemos a nuestra disposición, simbolizados por la muñeca, la vieja Baba Yagá y la ardiente calavera.
Otra manera de fortalecer la conexión con la intuición consiste en no permitir que nadie reprima nuestras más intensas energías... es decir nuestras opiniones, nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestros valores, nuestra moralidad y nuestros ideales. En este mundo hay muy pocas cosas acertadas/equivocadas o buenas/malas. Pero sí hay cosas útiles y cosas inútiles. Asimismo, hay cosas que a veces son destructivas y también hay cosas creativas. Hay acciones debidamente integradas y dirigidas a un fin determinado y otras que no lo están. Sin embargo, tal como sabemos, la tierra de un jardín se tiene que remover en otoño con el fin de prepararla para la primavera. Las plantas no pueden florecer constantemente. Pero los que han de dictar los ciclos ascendentes y descendentes de nuestra vida son nuestros propios ciclos innatos, no otras fuerzas o personas del exterior y tampoco los complejos negativos de nuestro interior.
Hay ciertas entropías y creaciones constantes que forman parte de nuestros ciclos internos. Nuestra tarea es sincronizar con ellas. Como los ventrículos de un corazón que se llenan y se vacían y se vuelven a llenar, nosotras "aprendemos a aprender" los ritmos de este ciclo de la Vida/ Muerte/Vida en lugar de convertirnos en sus víctimas. Lo podríamos comparar con una cuerda de saltar. El ritmo ya existe; nosotras oscilamos hacia delante y hacia atrás hasta que conseguimos copiar el ritmo. Entonces saltamos. Así es como se hace. No tiene ningún secreto.
Además, la intuición ofrece distintas opciones. Cuando estamos conectadas con el yo instintivo, siempre se nos ofrecen por lo menos cuatro opciones... las dos contrarias, el territorio intermedio y "el ulterior análisis de las posibilidades". Si no estamos muy versadas en la intuición, podemos pensar que sólo existe una opción y que ésta no parece muy deseable. Y es posible que nos sintamos obligadas a sufrir por ella, a someternos y a aceptarla. Pero no, hay otra manera mejor. Prestemos atención al oído interior, a la vista interior y el ser interior. Sigámoslos. Ellos sabrán lo que tenemos que hacer a continuación.
Una de las consecuencias más extraordinarias del uso de la intuición y de la naturaleza instintiva consiste en la aparición de una infalible espontaneidad. Espontaneidad no es sinónimo de imprudencia. No es una cuestión de "lanzarse y soltarlo". Los buenos límites todavía son importantes. Sherezade, por ejemplo, tenía unos límites excelentes. Utilizaba su inteligencia para agradar al sultán, pero, al mismo tiempo, actuaba de tal forma que éste la valorara. Ser auténtica no significa ser temeraria sino dejar que hable "La Voz Mitológica". Y eso se consigue apartando provisionalmente a un lado el ego y permitiendo que hable aquello que quiere hablar.
En la realidad consensual, todas tenemos acceso a pequeñas madre, salvajes de carne y hueso. Son estas mujeres que, en cuanto las vemos, sentimos que algo salta en nuestro interior y entonces pensamos "Mamá". Les echamos un vistazo y pensamos "Yo soy su progenie, soy su hija, ella es mi madre, mi abuela". En el caso de un hombre con pechos en sentido figurado, podríamos pensar "Oh, abuelo mío", "Oh, hermano mío, amigo mío". Porque intuimos sin más que aquel hombre nos alimenta. (Paradójicamente, se trata de personas marcadamente masculinas y marcadamente femeninas al mismo tiempo. Son como el hada madrina, el mentor, la madre que nunca tuvimos o no tuvimos el tiempo suficiente; eso es un hombre con pechos.)

N.A.: Es posible que el espíritu y la conciencia del individuo tengan una "sensación" sexual y que esta masculinidad o feminidad del espíritu y demás posea un carácter innato, cualquiera que sea el sexo físico.

Todos estos seres humanos se podrían llamar pequeñas madres salvajes. Por regla general, todas tenemos por lo menos una. Con un poco de suerte, a lo largo de toda la vida tendremos varias. Cuando las conocemos, solemos ser adultas o, por lo menos, ya estamos en la última etapa de la adolescencia. No se parecen en nada a la madre demasiado buena. Las pequeñas madres salvajes nos guían y se enorgullecen de nuestras cualidades. Se muestran críticas con los bloqueos y las ideas equivocadas que rodean nuestra vida creativa, sensual, espiritual e intelectual y penetran en ella.
Su propósito es ayudarnos, cuidar de nuestro arte, conectarnos de nuevo con nuestros instintos salvajes y hacer aflorar a la superficie lo mejor que llevamos dentro. Nos guían en la recuperación de la vida instintiva, se entusiasman cuando establecemos contacto con la muñeca, se enorgullecen cuando descubrimos a la Baba Yagá y se alegran cuando nos ven regresar sosteniendo en alto la ardiente calavera.
Ya hemos visto que el hecho de seguir siendo unas pánfilas demasiado dulces es peligroso. Pero, a lo mejor, aún no estás muy convencida; a lo mejor, piensas: "Pero bueno, ¿a quién le interesa ser como Vasalisa?" Y yo te contesto que a ti. Tienes que ser como ella, hacer lo que ella ha hecho y seguir sus huellas, pues ésta es la manera de conservar y desarrollar el alma. La Mujer Salvaje es la que se atreve, la que crea y la que destruye. Es el alma primitiva e inventora que hace posibles todas las artes y los actos creativos. Crea un bosque a nuestro alrededor y nosotras empezamos a enfrentarnos con la vida desde esta nueva y original perspectiva.
Por consiguiente, cuando se reinstaura la iniciación en los misterios de la psique femenina, aparece una joven que ha adquirido un impresionante bagaje de experiencias y ha aprendido a seguir los consejos de su sabiduría. Ha superado todas las pruebas de la iniciación. La victoria es suya. Puede que el reconocimiento de la iniciación sea la más fácil de las tareas, pero conservarla concientemente y dejar vivir lo que tiene que vivir y dejar morir lo que tiene que morir es sin lugar a dudas la meta más agotadora, pero también una de las más satisfactorias.
Baba Yagá es lo mismo que la Madre Nyx, la madre del mundo, otra diosa de la Vida/Muerte/Vida. La diosa de la Vida/Muerte/Vida es también una diosa creadora. Hace, moldea, infunde vida y está ahí para recibir el alma cuando el aliento se acaba. Siguiendo sus huellas, aprendemos a dejar que nazca lo que tiene que nacer, tanto si están ahí las personas apropiadas como si no. La naturaleza no pide permiso. Tenemos que florecer y nacer siempre que nos apetezca. En nuestra calidad de personas adultas no necesitamos apenas permisos sino más engendramientos, más estímulo de los ciclos salvajes y mucha más visión original.
El tema del final del cuento es el de dejar morir las cosas. Vasalisa ha aprendido bien la lección. ¿Le da un ataque y lanza estridentes gritos cuando la calavera quema a las malvadas? No. Lo que tiene que morir, muere.
¿Y cómo se toma semejante decisión? Es algo que se sabe. La Que Sabe lo sabe. Pídele consejo en tu fuero interno. Es la Madre de las Edades. Nada la sorprende. Lo ha visto todo. En la mayoría de las mujeres, el hecho de dejar morir no es contrario a sus naturalezas sino tan sólo a la educación que han recibido. Pero eso puede cambiar. Todas sabemos en los ovarios cuándo es la hora de la vida y cuándo es la hora de la muerte. Podríamos tratar de engañarnos por distintas razones, pero lo sabemos.
A la luz de la ardiente calavera, lo sabemos.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"

sábado, 6 de noviembre de 2010

Conciencia Cósmica.

"El Hombre se pregunta, no como individuo sino como parte de todo, quienes somos y hacia donde vamos, quien esta detrás de todo este escenario de lo vivo, y cual es su rol en él. La curiosidad que nos caracteriza como especie ha asomado estas preguntas; pero tan pronto es formulada, una serie de sentimientos de culpabilidad, una sensación innata de maldad, algo que nos recuerda al pecado original, nos obliga a recapitular. Respuestas en torno a lo metafísico y espiritual se elevan instantáneamente en su pensamiento, dándole una respuesta casi inmediata, una respuesta inmune, que minimiza sus aptitudes racionales como humano, y le arrodilla ante un ser divino , del cual no se atreve a dudar ni un segundo".
Carlos Portillo

Cuando uno se inicia y emprende su inefable viaje heroico en busca de la Conciencia Cósmica, pronto percibe que ha de ir más allá de los parámetros del individuo, aunque sin renunciar a su individualidad, de igual modo que un átomo, cumple con su peculiar función dentro de una estructura molecular. 
Esta Vía esta jalonada por multitudes de paradojas y contradicciones, de dicotomías y ambivalencias, de ambigüedades y dobles sentidos, de dilemas y dudas, de sutilezas y apariencias, cuyo propósito no es el de producir confusión, sino más bien el de orientar y guiar al "héroe" en una laberíntica senda estructurada a modo de puzzle... No hay forma de avanzar en esta encrucijada sin antes encajar las piezas del puzzle. He aquí donde se halla la trascendencia de la contemplación y de la meditación, pues es con la mente apaciguada que se distingue y se observa al entramado de todas las piezas, de todo el conjunto, de la Totalidad, de la Unicidad Cósmica. Con la ayuda de la meditación se neutraliza la mente desbocada y ofuscada que tras una espesa niebla oscura ciega la consciencia, impidiéndole reconocer las balizas que señalan el sendero. La meditación agudiza la intuición  y el sentido de lo abstracto, el discernimiento y la capacidad de evaluar criterios, entre otras muchas cualidades importantes para el "héroe" que transita por esta Búsqueda.
Además de lo anteriormente citado, se revelan y se evidencian otras señales indicadoras de como transitar por este inefable viaje heroico. Intuitivamente el "héroe" descifra analogías y similitudes, símbolos y metáforas, equivalencias y correspondencias, concordancias y sincronías, asociaciones y vínculos, sincretismos y eclecticismos...
El siguiente artículo es una asociación de idea, donde quizás la palabra clave sea el antropocéntrismo; tomando en su totalidad a la especie del Homo sapiens sapiens (la humanidad) como una entidad homogénea dentro del contexto cósmico.

Conciencia Cósmica

Desde el Renacimiento hasta nuestros días, la historia del progresivo descubrimiento del Universo ha sido también la historia del progresivo derrocamiento de la ingenua cosmovisión antropocéntrica, que hacía de nosotros, los seres humanos, el ombligo del mundo.
Pocas convicciones tan sólidas mantenían nuestros antepasados como la creencia de que su habitáculo, la Tierra, era el centro del universo, en torno al cual giraban el Sol, los planetas y las estrellas fijas. De ahí el tremendo impacto que tuvo en su tiempo la revolución copernicana, que convertía a la Tierra en otro planeta más, girando como los demás en torno a un centro no humano del mundo, el Sol. Pero al menos había un centro y nosotros no estábamos tan lejos de él. Pero luego resultó que tampoco el Sol era el centro del mundo, sino una estrella cualquiera de entre los 100.000 millones de estrellas que componen nuestra galaxia, que a su vez no es sino una más entre los muchos miles de millones de galaxias que hay en el universo, que en cualquier caso carece de centro.
Completamente derrotado en astronomía y cosmología, el antropocentrismo halló refugio en la biología, recreándose en subrayar el presunto abismo que separaba a la especie humana -producida a imagen y semejanza de Dios- del resto de los animales. De ahí la irritación que produjo la revolución darwiniana, que convertía a la humanidad en otra especie animal más, fruto del mismo proceso de evolución biológica que otras. Luego se han ido comprendiendo mejor los mecanismos de mutación genética, recombinación sexual y selección natural que han producido la asombrosa variedad de los organismos que componen la biosfera. Cada especie es única e irrepetible, pero unas especies están más o menos emparentadas con otras. Las hormigas son muy distintas de las abejas, pero ambas están mucho más emparentadas entre sí que con las ballenas o los caballos. Tanto el registro fósil como el análisis bioquímico confirman que todos los organismos estamos de algún modo emparentados, y que en algunos casos, como el de los gorilas, los chimpancés y los seres humanos, el parentesco es estrechísimo.
Destronado del ámbito astronómico y del biológico, el antropocentrismo se mantuvo todavía un tiempo en la psicología. Pero los progresos combinados de la etología y la neurofisiología han mostrado más y más estructuras y mecanismos psicológicos comunes a los animales superiores, Incluso la sociobiología ha venido a descubrir ciertos rasgos comunes a todo tipo de sociedades (animales o humanas), uniéndose así a lo que Manuel Sacristán llamaba últimamente el incremento de la cosmicidad en las ciencias sociales. Algunos de estos desarrollos reciente son todavía inseguros y están sometidos a discusión. Pero aquí no me interesa entrar en detalles, sino sólo señalar la dirección general del proceso: cuanto más hemos ido aprendiendo acerca del universo y de nosotros mismos, tanto más nos hemos visto forzados a abandonar el ingenuo y arrogante antropocentrismo del pasado y a adoptar una actitud a la vez más sabia, más reverente y más realista hacia el resto de la naturaleza.
Tras la bancarrota científica del antropocentrismo, ¿podría éste encontrar un último e inexpugnable baluarte en el dominio de la moral? Darwin pensaba que no. En su libro "El origen del hombre", Darwin describe como los instintos sociales congénitos de simpatía y compasión hacia los miembros conocidos de nuestra propia familia se van luego extendiendo progresivamente a toda la tribu, e incluso a la multitud de desconocidos de la propia nación, por influjo de la cultura. Darwin creía que esta etapa nacionalista es todavía bastante primitiva y, en cualquier caso, provisional.

“Una vez llegados a este punto, sólo una barrera artificial impide que nuestras simpatías se extiendan a los hombres de todas las naciones y razas. La simpatía más allá de los confines humanos, es decir, la humanidad hacia los otros animales, parece ser la última de las adquisiciones morales. esta virtud, una de las más nobles de que está provisto el ser humano, parece surgir incidentalmente al hacerse nuestras simpatías cada vez más tiernas y más ampliamente difundidas, hasta llegar a abarcar a todos los seres capaces de sentir.”

Creo que Fernando Savater estaría de acuerdo con Darwin y conmigo en la conveniencia de extender nuestros sentimientos y responsabilidades morales más allá de los límites provincianos del nacionalismo y el racismo, hasta abarcar a la humanidad entera en un consecuente ideal cosmopolita. Pero en sus artículos "El alma de los brutos" y "Los gorilas como pretexto" parece encontrar serias dificultades en admitir lo que Darwin llama “la última de las adquisiciones morales” y en superar el antropocentrismo moral. Mientras unos profesores de ética se resisten a ese salto, otros no vacilan en darlo, como bien claro quedó en el Simposio internacional de biólogos, antropólogos y filósofos celebrado en Palma de Mallorca en diciembre de 1985. Unos y otros -y desde luego Fernando Savater- merecen mi respeto y atención a sus razones y argumentos. Es evidente que la reflexión sobre estos temas está aún en mantillas y que todavía estamos bien lejos de haber alcanzado sobre ellos una claridad definitiva.
La naturaleza crea átomos y células, pero no derechos ni responsabilidades. Los derechos naturales no existen. Sólo hay derechos convencionales, establecidos por la voluntad de los hombres. Somos nosotros los que podemos elegir conferir o no conferir ciertos derechos a los niños, o a los adultos, o a los chimpancés, o a los urogallos. Según qué derechos establezcamos, viviremos en uno u otro mundo. Y si puedo votar, yo voto por un mundo en el cual todos los seres vivos tengan algunos derechos (por ejemplo, a no ser gratuitamente torturados). Muchos votaríamos también a favor de que ninguna especie pueda ser puesta en peligro de extinción, excepto en el caso de los microbios portadores de enfermedades infecciosas. (Sin embargo hemos de reconocer que estos últimos son un sistema de regulación del exagerado aumento demográfico en cualquier especie, por lo tanto cumplen con un propósito y  tienen su derecho a existir). El que amemos a todos los animales no nos impide amarnos aún más a nosotros mismos. Yo no soy budista, y no vacilaría en matar al mosquito que trata de picarme. Pero los conflictos entre derechos se plantean a todos los niveles...

...No somos hijos de los dioses. Somos nietos de los monos arborícolas y primos de los chimpancés. Y a mucha honra. No somos el ombligo del mundo, pero nuestra curiosidad y nuestra simpatía se extienden por doquier. No pongamos fronteras a nuestra ansia de conocer ni diques artificiales a nuestra ansia de amar. Sintámonos a gusto en nuestra propia piel, inmersos en la corriente de la vida y en gozosa comunión con el universo entero. En la lucidez incandescente de la conciencia cósmica se esconde la promesa de la sabiduría y la felicidad.

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