sábado, 9 de mayo de 2009

Tras las huellas de la religion perenne 3

Hay una cuestión que siempre se ha planteado, con razón o sin ella: las realidades metafísicas, ¿son necesariamente explicables? o, al menos, ¿no hay situaciones misteriosas que no pueden ser explicadas más que por la paradoja, e incluso por el absurdo?

Demasiado a menudo se ha esgrimido este argumento para ocultar fisuras en doctrinas teológicas cuyas imperfecciones subjetivas se han objetivado: al no poder resolver determinados enigmas, se ha decretado que la «mente humana» no es capaz de hacerlo, y se ataca ante todo la lógica, «aristotélica» o no, como si ésta fuera sinónimo de racionalismo, de duda y de ignorancia.
En el plano de las cosas naturales, basta con disponer de las informaciones necesarias y luego razonar correctamente; las mismas condiciones valen para el plano de las cosas sobrenaturales, con la diferencia de que el objeto del pensamiento exige entonces la intervención de la intelección, que es una iluminación interior; pues si las cosas naturales pueden exigir una cierta intuición independiente del razonamiento como tal, a fortiori las cosas sobrenaturales exigen dicha intuición, de un orden superior esta vez, puesto que no caen de su peso. La razón, lo hemos dicho más de una vez, no puede nada sin los datos sobre los cuales se ejercita, y en cuya ausencia raciocina en el vacío: estos datos los proporciona en primer lugar el mundo, que en sí es objetivo; en segundo lugar, y en combinación con el factor precedente, la experiencia, que como tal es subjetiva; en tercer lugar, la Revelación, que como el mundo es objetiva, puesto que nos viene de fuera; en cuarto lugar, la Intelección, que es subjetiva, puesto que se produce en nosotros mismos.

De una cosa en otra, nos creemos autorizados a insertar aquí la observación siguiente; el existencialismo, como todo relativismo, se contradice a sí mismo; gran adversario del racionalismo —al menos se lo imagina —pretende poner la experiencia en lugar del razonamiento, sin preguntarse en lo más. mínimo por qué existe el razonamiento, ni cómo se puede ensalzar la experiencia sin recurrir a la razón. Es precisamente la misma experiencia la que demuestra que el razonamiento es algo eficaz, sin lo cual nadie razonaría; y es la existencia misma de la razón la que indica que esta facultad debe tener un objeto. Los animales tienen muchas experiencias, pero no razonan; mientras que, por el contrario, el hombre puede prescindir de muchas experiencias razonando. Querer sustituir el razonamiento por la experiencia en el plano práctico y de una manera relativa puede tener todavía un sentido; pero hacer otro tanto en el plano intelectual y especulativo, como lo quieren los empiristas y los existencialistas, es propiamente demencial. Para el hombre inferior, sólo es real lo contingente, y por su método, pretende rebajar los principios, cuando no los niega pura y simplemente, al nivel de las contingencias. Esta mentalidad de shûdra se ha infiltrado en la teología cristiana y ha causado en ella los estragos que todo el mundo conoce.

Ciertos teólogos modernistas consienten en admitir que hay un Dios —se encuentran algunos motivos para ello—, pero esto se quiere justificar de una manera «provisional» y no «estereotipada», a la vez que se rechazan, por supuesto, las formulaciones definitivas de los escolásticos; mientras que en este plano la verdad, o bien es definitiva, o bien no es. Un modo de conocimiento que es incapaz de darnos la verdad ahora no nos la dará nunca.

Pero volvamos, después de este paréntesis, al problema de la epistemología espiritual. Sin duda, la lógica tiene límites, pero ella es la primera en reconocerlo, sin lo cual no sería lógica, precisamente; no obstante, los límites de la lógica dependen de la naturaleza de las cosas y no de un ucase confesional. La ilimitación del espacio y el tiempo parece absurda en el sentido de que la lógica no puede dar cuenta de ella de una manera concreta y exhaustiva; sin embargo, es perfectamente lógico observar que esta doble ilimitación existe, y ninguna lógica nos prohíbe saber con certeza que este fenómeno resulta del Infinito principial; misterio que nuestro pensamiento no puede explorar, y que se manifiesta precisamente en los aspectos del despliegue espacial y de la transformación temporal, o también, en el de la ilimitación del número. De modo análogo, la unicidad empírica del ego —el hecho de ser determinado ego y no tal otro y de ser el único en ser este «sí mismo»— esta unicidad no puede explicarse concretamente por la lógica, y sin embargo ésta es perfectamente capaz de dar cuenta de ella de una manera abstracta con la ayuda de los principios de lo necesario y lo posible, y de escapar así al escollo del absurdo.

La subjetividad en sí participa del Ser necesario porque el Absoluto es pura Consciencia; la relatividad —y por consiguiente la manifestación y la diversidad— de la subjetividad es igualmente necesaria, y esto en razón de la Irradiación divina, que es función del Infinito. Es decir que la subjetividad particular es una posibilidad: su principio deriva del Absoluto, y su particularidad de lo relativo o de la contingencia. Pero sería absurdo preguntar por qué soy yo el que es yo, y la lógica no padece en absoluto por ello.

Indiscutiblemente, las Escrituras sagradas contienen contradicciones; los comentarios tradicionales dan cuenta de ellas, no discutiendo a la lógica del derecho de observarlas y de satisfacer nuestras necesidades de causalidad, sino buscando el vínculo subyacente que anula el aparente absurdo, el cual es en realidad una elipse.
Si la sabiduría de Cristo es «locura a los ojos del mundo» es porque el «mundo» está en oposición con el «reino de Dios, que está dentro de vosotros», y por ninguna otra razón; no es, ciertamente, porque reivindique un misterioso derecho al contrasentido, quod absit . La sabiduría de Cristo es «locura» porque no favorece la perversión exteriorizante, y a la vez dispersante y endurecedora, que caracteriza al hombre de la concupiscencia, del pecado, del error; y es esta perversión la que precisamente constituye el «mundo», esta perversión, con su insaciable curiosidad científica y filosófica, la cual perpetúa el pecado de Eva y Adán y lo reedita en formas indefinidamente diversas.
En el plano de las controversias religiosas, la reivindicación —en sentido único— de un derecho sagrado al ilogismo, y la atribución de una tara luciferina a la lógica elemen-tal del contradictor —y ello en nombre de tal o cual «peumatología» supuestamente translógica y de hecho objetivamente incontrolable—, esta reivindicación, decimos, es con toda evidencia inadmisible, pues no es más que un monólogo oscurantista al mismo tiempo que una espada de doble filo, y eso por su mismo subjetivismo; todo diálogo se hace imposible, lo que por lo demás dispensa al interlocutor de convertirse, pues el hombre no debe nada a un mensaje que pretende hurtarse a las leyes del pensamiento humano. Por otra parte, el hecho de la experiencia subjetiva nunca ofrece un argumento doctrinal válido; si la experiencia es justa siempre puede expresarse de una forma satisfactoria o al menos suficiente.

Hablamos aquí de doctrina, luego de conceptualización, no de misterio. Huelga decir que no toda experiencia mística se deja traducir en palabras, pero ningún verdadero místico pensará en hacer de una simple experiencia un argumento específicamente doctrinal; sin lo cual las doctrinas serían inútiles, como, por lo demás, el lenguaje.

La Verdad metafísica es expresable e inexpresable a la vez: inexpresable, no es sin embargo incognoscible, pues el Intelecto desemboca en el Orden divino y por consiguiente engloba todo lo que es; y, expresable, se cristaliza en formulaciones que son todo lo que deben ser, puesto que nos comunican todo lo que es necesario o útil para nuestro espíritu. Las formas son las puertas hacia las esencias, en el pensamiento y el lenguaje, así como en todo otro simbolismo.

Fuentes:

Frithjof Schuon
"Tras las huellas de la religion perenne"
Premisas epistemológicas



Tras las huellas de la religion perenne 2

Hay, en el Universo, lo conocido y el que conoce; en Atmâ, los dos polos están unidos, uno se encuentra inseparablemente en el otro, mientras que en Mâyâ esta unidad se escinde en sujeto y objeto. Según el punto de vista, o según el aspecto, Atmâ es, bien la «Consciencia» absoluta —el «Testigo» universal o el puro «Sujeto»—, bien el «Ser» absoluto, la «Substancia», el «Objeto» puro y trascendente; es conocible como «Realidad», pero es también el «Conocedor» inmanente de todas sus propias posibilidades, primero hipostáticas y después existenciales y existenciadas.

Y esto es, para el hombre, de una importancia decisiva: el conocimiento de lo Total exige por parte del hombre la totalidad del conocer. Exige, más allá de nuestro pensamiento, todo nuestro ser, pues el pensamiento es parte, no todo; y esto es lo que indica la finalidad de toda vida espiritual. El que concibe el Absoluto —o el que cree en Dios— no puede detenerse de jure en este conocimiento, o en esta creencia, realizadas tan sólo por el pensamiento; debe, por el contrario, integrar todo lo que él es en su adhesión a lo Real, como lo exigen precisamente la absolutidad y la infinitud de éste. El hombre debe «convertirse en lo que él es» porque debe «convenirse en lo que es»; «el alma es todo lo que ella conoce», dice Aristóteles.
Por lo demás, el hombre no es sólo un ser pensante, es también un ser queriente, es decir, que la totalidad de la inteligencia implica la libertad de la voluntad. Esta libertad no tendría razón de ser sin un fin prefigurado en el Absoluto; sin el conocimiento de Dios, y de nuestros fines últimos, no sería ni posible ni útil.
El hombre está hecho de pensamiento, de voluntad y de amor: puede pensar lo verdadero o lo falso, puede querer el bien o el mal, y puede amar lo bello o lo feo.

Quizás aquí se impone un matiz, a pesar de su evidencia: se quiere al hombre de bien aun si es feo, pero esto es con toda evidencia a causa de su belleza interior, y ésta es inmortal mientras que la fealdad exterior es pasajera; pero, por otra parte, no hay que perder de vista que la belleza exterior, incluso combinada con una fealdad interior, manifiesta la belleza en sí, y ésta es de naturaleza celestial y no debe ser menospreciada en ninguna de sus manifestaciones. La calumnia de la belleza física por parte de muchos ascetas puede ser útil desde el punto de vista de la debilidad humana, pero no por ello es menos inadecuada e impía desde un punto de vista más profundo.

Ahora bien, el pensamiento de lo verdadero —o el conocimiento de lo real— exige por una parte la voluntad del bien y por otra parte el amor a lo bello, luego a la virtud, pues ésta no es otra cosa que la belleza del alma; por eso los griegos, tan estetas como pensadores, englobaban la virtud en la filosofía. Sin belleza del alma, todo querer es estéril, es mezquino y se cierra a la gracia; y de modo análogo: sin esfuerzo de la voluntad, todo pensamiento espiritual permanece a fin de cuentas superficial e ineficaz y lleva a la pretensión. La virtud coincide con una sensibilidad proporcionada —o conforme— a la Verdad, y por esto el alma del sabio se cierne por encima de las cosas, y, precisamente por ello, por encima de sí misma, si podemos decirlo así; de donde el desinterés, la nobleza y la generosidad de las grandes almas. Con toda evidencia, la conciencia de los principios metafísicos no puede conciliarse con la pequeñez moral, como la ambición y la hipocresía; «sed perfectos como vuestro Padre en el Cielo es perfecto».
Hay algo que el hombre debe saber y pensar; y algo que debe querer y hacer; y algo que debe amar y ser. Debe saber que el Principio supremo es el Ser necesario, el cual, por consiguiente, se basta a sí mismo; que Él es lo que no puede no ser, mientras que el mundo no es sino lo posible, que puede ser o no ser; todas las demás distinciones y apreciaciones derivan de este distingo fundamental. Además, el hombre debe querer lo que lo acerca directa o indirectamente a la suprema Realidad desde los mismos puntos de vista, absteniéndose a la vez de lo que lo aleja de ella; y el principal contenido de este querer es la oración, la respuesta dada a la Divinidad; lo cual incluye la meditación metafísica, así como la concentración mística. Por último, el hombre debe amar «en Dios» lo que manifiesta la Belleza divina y, de modo más general, todo lo que es conforme a la Naturaleza de Dios; debe amar el Bien, es decir, la Norma, en todas sus formas posibles; y como la Norma sobrepasa forzosamente las limitaciones del ego, el hombre debe tender a superar sus propios límites. Hay que amar más la Norma o el Arquetipo que sus reflejos; por consiguiente, más que el ego contingente; y este conocimiento de sí y este amor desinteresado constituyen toda la nobleza del alma.

Fuentes:

Frithjof Schuon
"Tras las huellas de la religion perenne"
Premisas epistemológicas



viernes, 8 de mayo de 2009

Tras las huellas de la religion perenne

La Sophia perennis es con toda evidencia inagotable y no tiene unos limites naturales, ni siquiera en una exposición sistemática como el Vêdânta; este carácter de sistema no es, por lo demás, ni una ventaja ni una desventaja, puede ser una cosa o la otra según el contenido; la verdad es bella en todas sus formas. De hecho, no hay ninguna gran doctrina que no sea un sistema, ni ninguna que se exprese de una manera exclusivamente sistemática.
Como es imposible agotar todo lo que se presta a la expresión, y como la repetición en materia metafísica no puede ser un mal —es mejor ser demasiado claro que no serlo bastante—, hemos creído poder volver a nuestras tesis de siempre, ya sea para proponer cosas que todavía no habíamos dicho, o bien para exponer de una manera útilmente nueva las que habíamos dicho. Si el número de los elementos fundamentales de una doctrina, por definición abstracta, está forzosamente más o menos limitado —ésta es la definición misma de un sistema, pues los elementos formales de un cristal regular no pueden ser innumerables—, no ocurre lo mismo con las ilustraciones o las aplicaciones, que son ilimitadas y cuya función es la de hacer captar mejor lo que a primera vista parece no ser bastante concreto.


El término de philosophia perennis, que apareció a partir del Renacimiento, y del que la neoescolástica ha hecho uso ampliamente, designa la ciencia de los principios ontológicos fundamentales y universales; ciencia inmutable como estos mismos principios, y primordial por el hecho mismo de su universalidad y su infalibilidad. Utilizaríamos de buen grado el término de sophia perennis para indicar que no se trata de «filosofía» en el sentido corriente y aproximado de la palabra —la cual sugiere simples construcciones mentales, surgidas de la ignorancia, la duda y las conjeturas, e incluso del gusto por la novedad y la originalidad—, o, también, podríamos emplear el término de religio perennis, refiriéndonos entonces al lado operativo de esta sabiduría, o sea a su aspecto místico o iniciático .

"Especifiquemos en esta ocasión que no tenemos nada contra el término de «filosofía», pues los antiguos lo aplicaban a todo género de sabiduría auténtica; pero, de hecho, el racionalismo, bajo todas sus formas —incluido lo que podríamos denominar el «infrarracionalismo»—, ha dado a este término un sentido restrictivo, de modo que nunca se sabe qué alcance darle; si Plotino es un filósofo, Descartes no puede serlo —salvo desde el punto de vista completamente extrínseco del género literario—, e inversamente."

Y a fin de recordar este aspecto, e indicar que la sabiduría universal y primordial compromete al hombre entero, hemos elegido para nuestro libro el título de «Religión perenne», para indicar también que la quintaesencia de toda religión se halla en esta religio metafísica, y que hay que conocer ésta si se quiere dar cuenta de ese misterio a la vez humano y divino que es el fenómeno religioso. Ahora bien, dar cuenta de este fenómeno «sobrenaturalmente natural» es sin duda una de las tareas más urgentes de nuestra época.
Cuando se habla de doctrina, se piensa en primer lugar, y con razón, en un abanico de conceptos concordantes; pero hay que tener en cuenta así mismo el aspecto epistemológico del sistema considerado, y es esta dimensión, que forma parte también de la doctrina, la que queremos examinar aquí a título introductorio. Es importante saber ante todo que hay verdades que son inherentes al espíritu humano, pero que de hecho están como sepultadas en el «fondo del corazón», es decir, contenidas a título de potencialidades o virtualidades en el Intelecto puro; son éstas las verdades principales y arquetípicas, las que prefiguran y determinan a todas las demás. Tienen acceso a ellas, intuitiva e infaliblemente, el «gnóstico», el «pneumático», el «teósofo» —en el sentido propio y original de estos términos—, y tenía acceso a ellas por consiguiente el «filósofo» según el significado todavía literal e inocente de la palabra: un Pitágoras y un Platón, y en parte incluso un Aristóteles, a pesar de su perspectiva exteriorizante y virtualmente cientificista.

Y esto es de primera importancia: si no existiera el puro Intelecto —la facultad intuitiva e infalible del Espíritu inmanente—, tampoco existiría la razón, pues el milagro del razonamiento no se explica y no se justifica más que por el de la intelección. Los animales carecen de razón porque son incapaces de concebir el Absoluto; dicho de otro modo, si el hombre posee la razón, y con ella el lenguaje, es únicamente porque tiene acceso en principio a la visión suprarracional de lo Real y por consiguiente a la certidumbre metafísica. La inteligencia del animal es parcial, la del hombre es total; y esta totalidad no se explica sino por una realidad trascendente a la que la inteligencia está proporcionada.
Por eso el error decisivo del materialismo y del agnosticismo consiste en no ver que las cosas materiales y las experiencias corrientes de nuestra vida están inmensamente por debajo de la envergadura de nuestra inteligencia. Si los materialistas tuvieran razón, esta inteligencia sería un lujo inexplicable; sin el Absoluto, la capacidad de concebirlo no tendría un motivo. La verdad del Absoluto coincide con la substancia misma de nuestro espíritu; las diversas religiones actualizan objetivamente lo que contiene nuestra subjetividad más profunda. La revelación es en el macrocosmo lo que la intelección es en el microcosmo; lo Trascendente es inmanente al mundo, sin lo cual éste no podría existir, y lo Inmanente es trascendente con respecto al individuo, sin lo cual no lo sobrepasaría.

Lo que acabamos de decir sobre la envergadura de la inteligencia humana se aplica igualmente a la voluntad, en el sentido de que el libre albedrío prueba la trascendencia de su fin esencial, para el cual el hombre ha sido creado y por el cual el hombre es hombre; la voluntad humana es proporcionada a Dios, y no es sino en Dios y por Él como ella es totalmente libre. Se podría decir algo análogo en lo que concierne al alma humana: nuestra alma prueba a Dios porque es proporcionada a la naturaleza divina, y lo es por la compasión, el amor desinteresado, la generosidad; o sea, a fin de cuentas, por la objetividad, la capacidad de salir de nuestra subjetividad y, por consiguiente, de superarnos; esto es lo que caracteriza precisamente a la inteligencia y la voluntad del hombre. Y en estos fundamentos de la naturaleza humana —imagen de la naturaleza divina— es donde tiene sus raíces la religio perennis, y con ella toda religión y toda sabiduría.

«Discernir» es «separar»: separar entre lo Real y lo ilusorio, lo Absoluto y lo contingente, lo Necesario y lo posible, Atmâ y Mâyâ. Al discernimiento se junta, complementaria y operativamente, la «concentración», que «une»: es la toma de consciencia plenaria —a partir de la Mâyâ terrenal y humana— del Atmâ a la vez absoluto, infinito y perfecto; sin igual, sin limites y sin defecto. Según algunos Padres de la Iglesia, «Dios se ha hecho hombre a fin de que el hombre se haga Dios»; fórmula audaz y elíptica que parafrasearemos de forma vedántica diciendo que lo Real se ha hecho ilusorio a fin de que lo ilusorio se haga real; Atmâ se ha hecho Mâyâ a fin de que Mâyâ realice Atmâ. El Absoluto, en su sobreabundancia, proyecta la contingencia y se refleja en ella, en un juego de reciprocidad del que saldrá vencedor, Él que es el único que es.

Fuentes:

Frithjof Schuon
"Tras las huellas de la religion perenne"
Premisas epistemológicas



Maestros y Guía Interna

Con el tiempo, veremos que aumentará la tendencia a ser guiados subjetivamente de una manera u otra, a medida que la humanidad se va orientando hacia lo subjetivo, percibiendo en forma más definida los reinos del ser interno y acrecentando su tendencia hacia el mundo de los significados. Por esta razón, deseo hacer un análisis relativamente cuidadoso de las posibles fuentes en donde se origina la orientación, para que las personas se den cuenta, por lo menos, que el tema es mucho más vasto y complicado de lo que creen, y que sería inteligente asegurarse del origen de la guía otorgada.

Muchas organizaciones espirituales y religiosas animan a sus miembros a escuchar la guía desde nuestro interior o fuente espiritual. Esta fuente es a veces llamada Dios inmanente, Yo superior, mente superconsciente, divinidad interna, espíritu sagrado, voz del silencio o alma. Existe mucha confusión en relación con este tema, debido a que frecuentemente es difícil diferenciar entre varias fuentes de información interior que pueden contactarse. ¿Qué fuentes podríamos contactar en el intento de ser guiados desde nuestro interior?
No deben olvidar que la ciega e irrazonable sujeción a un guía (como sucede hoy) convierte al hombre, oportunamente en un autómata negativo e impresionable. Si esto prevaleciera universalmente y los métodos actuales se convirtieran en hábitos arraigados, la raza humana perdería todo derecho a su posesión más divina, el libre albedrío.

El hombre está destinado a ser árbitro inteligente de su propio destino y consciente exponente de su innata divinidad, el Dios interno.

En vista de esto no puedo dejar de repetir enfáticamente que:

1. El objetivo de la enseñanza impartida en las verdaderas escuelas esotéricas consiste en poner al hombre en contacto consciente con su alma y no con el Maestro.

2. El Maestro y la Jerarquía de Maestros trabajan únicamente en el plano del alma, como alma y con almas.

3. La respuesta consciente a la impresión y al Plan jerárquicos depende de la reacción sensible que pueda desarrollarse en forma permanente entre el alma del hombre y su cerebro, por conducto de su mente.

4. Debe recordarse los puntos siguientes:

a) Cuando el hombre llega conscientemente a darse cuenta de que es un alma, puede entonces establecer contacto con otras almas.

b) La guía a la cual frecuentemente responden la mayoría de los miembros que pertenecen a las escuelas esotéricas, no es la guía de la Jerarquía sino Su reflejo astral, por lo tanto, responden a una ilusoria y desfigurada presentación, creada por el hombre, de una gran realidad espiritual.

c) Excepcionalmente se evoca la naturaleza mental, y los procedimientos aplicados producen la negatividad y pasividad de las células cerebrales, mientras la mente permanece inactiva y a menudo aletargada. Por lo tanto, la única zona visible de la conciencia es la astral. Así quedan excluidos los mundos de los valores físicos y tangibles y análogamente el mundo mental.

Por lo tanto resultará de real valor estudiar las fuentes de donde provienen la mayoría de las seudo "guias":

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1. La guía o instrucción proveniente de una persona en el plano físico hacia la cual se dirige la persona guiada en busca de ayuda, la mayoría de las veces inconscientemente. Esto constituye, en gran parte, una relación cerebral, de naturaleza eléctrica, establecida mediante contactos conscientes en el plano físico, y facilitada enormemente por el hecho de que el neófito sabe perfectamente lo que su instructor diría en cualquier circunstancia dada.

2. La actitud introvertida de la persona neófita o mística hace surgir a la superficie toda su "vida de deseos" subconsciente, lo cual, debido a su inclinación mística, y probablemente a que aspira a lograr la beatitud y la vida del espíritu, adopta ciertas tendencias de adolescente hacia la actividad religiosa y sus prácticas. Sin embargo, las interpreta como una guía definitivamente externa, y se las explica a sí misma en tal forma que se convierten para ella en la Voz de Dios.

3. La recuperación de antiguas aspiraciones y tendencias espirituales que llegan de una vida o vidas anteriores, lo cual está profundamente oculto en su propia naturaleza, pero que se pueden hacer salir a la superficie mediante el estímulo grupal. El individuo recuerda así, en esta vida, deseos y aptitudes espirituales que hasta entonces no habían aparecido. Cree que son totalmente nuevos y fenoménicos, y los considera como mandatos divinos provenientes de Dios. Sin embargo, siempre han existido (aunque latentes) en la propia naturaleza, y son el resultado de una antigua tendencia a la orientación hacia la divinidad, inherente en todos los miembros de la familia humana. Es el hijo pródigo que, dialogando consigo mismo, exclama: "me levantaré e iré", pasaje que Cristo aclara plena y bellamente en dicha parábola.

4. La guía registrada puede ser, simplemente, sensibilidad a las voces, mandatos y buenas intenciones de gente benévola que está en camino de reencarnar. El actual dilema espiritual de la raza es causa del rápido retorno a la vida del plano físico de muchas almas evolucionadas. Mientras se ciernen sobre la zona limítrofe de la vida externa, esperando el momento de renacer, los seres humanos en encarnación frecuentemente establecen inconsciente y subjetivamente contacto con ellas, especialmente durante la noche, cuando la conciencia está fuera del cuerpo físico. Lo que dicen y enseñan (con frecuencia bueno, por lo general mediocre, y a veces bastante ignorante), es recordado en los momentos que despierta la conciencia, y el neófito lo interpreta como la voz de Dios que lo va guiando.

5. Las guías pueden ser también de naturaleza emocional o astral, resultado de los contactos logrados en el plano astral por el aspirante firme en su aspiración, pero débil en su polarización mental. Abarcan tantas expresiones que no puedo extenderme sobre ellas. Están coloreadas por el espejismo; un sinnúmero de líderes, conductores y organizaciones, todos bien intencionados, extraen su inspiración de estas fuentes. Pero, no contienen una guía divina verdadera ni duradera. Pueden ser inofensivas, afables, bondadosas y bien intencionadas; pueden nutrir la naturaleza emocional, desarrollar la histeria o la aspiración; pueden despertar la ambición de la víctima y conducirla por los desvíos de la ilusión; pero no constituyen la voz de Dios ni la de miembro alguno de la Jerarquía, y son tan divinas como pudiera serlo la voz de cualquier instructor común en el plano físico.
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6. La guía que se ha captado puede ser también el resultado de la sintonización telepática del sujeto con la mente o mentes de otras personas. Esto sucede frecuentemente cuando se trata de personas inteligentes y que están mentalmente enfocadas. Constituye una especie de telepatía directa, pero inconsciente. Por lo tanto, la guía proviene de otras mentes, o de las mentes enfocadas de un grupo de trabajadores con los cuales la persona puede tener afinidad a sabiendas o no. Las guías que así se imparten podrán tenerse en forma consciente o inconsciente, y ser de calidad buena, mala o neutra.

7. Los mundos mental y astral están llenos de formas mentales con las cuales es posible hacer contacto e interpretarlas como guías. Los Guías de la raza humana pueden emplear dichas formas mentales para ayudar y guiar a la humanidad. También pueden ser utilizadas por fuerzas y entidades indeseables. Por lo tanto, dichas formas mentales tienen su utilidad, pero cuando una persona las interpreta como guías divinas, que constituyen una orientación infalible (la cual evoca y exige una aceptación ciega e indiscutible), se convierten en una amenaza para el libre albedrío del alma y no tienen valor alguno.

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8. En consecuencia, la guía es de muchos tipos y puede provenir de personas encarnadas o no, y clasificarse desde lo excelente a lo pésimo. Estas incluyen la ayuda ofrecida por los verdaderos iniciados y adeptos, a través de sus discípulos y aspirantes activos, y las actividades mentales y astrales que desarrollan las personas inteligentes comunes, incluso las egoístas y emocionalmente orientadas. Debe recordarse que el verdadero iniciado o discípulo nunca trata de controlar a una persona ni le indicará, como si impartiera órdenes, la acción que debería emprender. Innumerables personas sintonizan la enseñanza que las mentes entrenadas transmiten a los discípulos, o captan telepáticamente las poderosas formas mentales creadas por los pensadores del mundo o los miembros de la Jerarquía. De allí que haya tantas interpretaciones erróneas y tantos seudo guías. A veces, los seres humanos se apropian de lo que está destinado a un grupo, o de la sugerencia dada por un Maestro a Su discípulo.

9. También dichas guías provienen de la propia y poderosa personalidad integrada del ser humano, que a menudo no la reconoce por lo que es. La ambición, el deseo o los propósitos vanidosos de la personalidad podrán descender del cuerpo mental y plasmarse en el cerebro y, sin embargo, el individuo, en su conciencia cerebral, creerá que le llega desde una fuente externa foránea. Sin embargo, éste ha respondido todo el tiempo a los mandatos e impulsos de su propia personalidad. Esta situación le ocurre frecuentemente a tres tipos de personas:

a. Aquellas cuyo ego o personalidad pertenecen al sexto rayo.

b. Las que están abiertas a los espejismos del plano astral, debido a la sobreestimulación del plexo solar.

c. Las que son susceptibles, por una u otra razón, a la energía pisciana menguante.

10. Como es sabido, la guía puede provenir de la propia alma del individuo, cuando por la práctica de la meditación, la disciplina y el servicio, ha establecido contacto con ella y existe, por consiguiente, un canal directo de comunicación entre el alma y el cerebro, a través de la mente. Cuando dicha comunicación es clara y directa, constituye la verdadera guía divina proveniente de la divinidad interna. Sin embargo, si la mente no se ha desarrollado, ni existe pureza de carácter y la persona no está totalmente libre del control de la personalidad, la comunicación podrá ser distorsionada y mal interpretada. La mente debe aplicar debidamente la verdad o la guía impartida. Cuando se capta correcta y verdaderamente la voz interna divina, sólo entonces la guía es infalible y la voz del Dios interno habla con claridad a Su instrumento, el individuo, en el plano físico.

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11. Cuando esta última forma de guía se haya establecido, estabilizado, fomentado, desarrollado y comprendido, será posible lograr otros tipos de guías espirituales. Para ello, se debe pasar a través de la norma de valores que constituyen el alma misma y someterse. La percepción del alma es parte de la percepción total. El reconocimiento de la percepción del alma acontece en forma gradual y progresiva en lo que respecta al ser humano en el plano físico. Es necesario despertar paulatinamente las células cerebrales y desarrollar una respuesta interpretativa correcta. Por ejemplo, cuando la persona es consciente del Plan de Dios, creerá que un Maestro o un miembro de la Jerarquía le imparte informaciones sobre dicho Plan, y podrá también pensar que el conocimiento le llega por medio del contacto inmediato establecido con una forma mental del Plan. Al obtener e interpretar correctamente este conocimiento, forzosa y sencillamente reconoce aquello que su alma inevitablemente sabe, porque su alma es un aspecto del alma universal y parte integrante de la Jerarquía planetaria.

Fuentes:

Alice A. Baileys
Extractos de "Psicología Esotérica"
Tomo II del Tratado sobre los Siete Rayos



lunes, 4 de mayo de 2009

Las enseñanzas de don Juan.

La crítica de la realidad de este mundo y del yo la hizo mejor que nadie, hace dos siglos, David Hume:
"Nada cierto podemos afirmar del mundo objetivo y del sujeto que lo mira, salvo que uno y otro son haces de percepciones instantáneas e inconexas ligadas por la memoria y la imaginación. El mundo es imaginario, aunque no lo sean las percepciones en que, alternativamente, se manifiesta y se disipa".
Puede parecer arbitrario acudir al gran crítico de la religión. No lo es:


"-Cuando veo esta mesa y esa chimenea, lo único que se me hace presente son determinadas percepciones particulares, que son de naturaleza semejante a la de todas las demás percepciones ... Cuando vuelvo mi reflexión sobre mí mismo, no puedo jamás percibir este yo mismo sin alguna o algunas percepciones: ni puedo percibir nada más que las percepciones. Es pues la composición de éstas lo que forma al yo".

Don Juan, el chamán yaqui, no dice algo muy distinto: "Lo que llamamos realidad no son sino "descripciones del mundo". Estas descripciones no son más sino menos consistentes e intensas que las visiones del peyote en ciertos momentos privilegiados. El mundo y yo: un haz de percepciones percibidas (¿emitidas?) por otro haz de percepciones. Sobre este escepticismo, ya no sensible sino racional, se construye lo que Hume llama la creencia -nuestra idea del mundo y de la identidad personal- y don Juan la visión del guerrero.


Esta obra esta basada en los estudios realizados por Carlos Castaneda; estudiante de antropología dando inicio en el verano de 1966, verano en el que conoce a don Juan.
El motivo principal por el cual comienza este trabajo etnográfico es el interés particular de Carlos Castaneda por conocer las propiedades y efectos del peyote. Es así como Carlos Castaneda realiza su estudio en un pueblo en el estado de Sonora, México.
El interés principal que movía a Castaneda era obtener información acerca del peyote, sin embargo, a lo largo de su estudio -donde en realidad él termina volviéndose él mismo sujeto de estudio-, este interés se convierte en toda una serie de experiencias que ni el mismo autor en diferentes circunstancias logra explicarlas, es decir, no logra dar una explicación en términos concordantes a una tradición Occidental.

Dentro de la obra Castaneda nos lleva a realizar un viaje a través de un mundo que se ha olvidado, o mejor dicho se ha subestimado y en muchas ocasiones hasta despreciado pero que sin embargo sigue siendo latente algo así como un submundo y que se trata nada menos que del conocimiento chamánico del antiguo México; pensamientos y sabiduría de miles de años acerca de la vida, la muerte y el universo.
Por supuesto todo ésto llevado de la mano de un conocimiento extraordinario de botánica y fisiología.
Es así como Carlos Cataneda nos relata sus experiencias con una claridad y sencillez extraordinarias. Toda la obra es un relato, o mejor dicho, como una gran platica, un intercambio de experiencias por parte del sabio y el neófito.

Las enseñanzas de don Juan se enfocan particularmente en tres clases de conocimiento: primeramente el manejo de las plantas alucinógenas que son el medio que conducen al poder
de la brujería.
En segundo lugar, determinando ya de antemano lo poderes de las plantas se nos conlleva a los planos de la adivinación y al de la transformación o nahualismo. (En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal -el nahual- cardinal en las creencias precolombinas.)
Para don Juan estos conocimientos, los cuales son nada menos que un legado de sabiduría a través de los siglos, se podían adquirir solo de una forma y esta era por medio de un total pragmatismo ya que esta forma, según don Juan, era la única forma de aprender:

...”le pedí explicarme el punto con más detalle, o describir la diferencia entre ambos efectos. Me miró largo rato y rió.
Dijo que aprender por medio de la conversación era no sólo un desperdicio sino una estupidez, porque el aprender era la tarea más difícil que un hombre podía echarse encima”

Uno de los aspectos más interesantes dentro de la obra y al cual se enfrenta el mismo Castaneda , es la labor que implica encontrar un aliado y la diferencia de éste con los instrumentos de poder; ambos aspectos esenciales en la cosmovisión chamánica ya que todo chamán posee uno o varios de éstos.

...”para explicar eso debo hablarte de la brujería del maíz pinto, que es una de las brujerías más poderosas que conozco. La brujería se hace con dos maicitos. A uno se lo esconde en el boton fresco de una flor amarilla. Luego, a la flor se la deja en algún lugar donde pueda quedar en contacto con la víctima: en el camino por donde él pase a diario, o en cualquier parte donde acostumbre llegar. Apenas la víctima pisa la flor, o la toca de cualquier manera, la brujería está hecha. El maicito pinto se hunde en su cuerpo.
-Qué pasa con el grano de maíz después de que el hombre lo toca?
-Todo su poder entra en el hombre y el grano queda libre. Se convierte en un maíz cualquiera. Puede dejarse en el sitio de la brujería, o puede barrerse; no importa. Es mejor barrerlo y echarlo al matorral para que algún pájaro se lo coma.
- Puede comérselo un pájaro antes de que el hombre lo toque?
- No. Ningún pájaro es tan estúpido, te lo aseguro. Los pájaros no se le acercan.

Don Juan describió entonces un procedimiento muy complejo por medio del cual pueden obtenerse tales maíces de poder.
- Debes tener en cuenta que el maíz pinto es un simple instrumento, no un aliado -dijo-. Cuando hayas hecho esa distinción no tendrás problema. Pero si consideras que esas herramientas son supremas, seras un tonto”.

El aliado supremo para don Juan es el peyote "Mescalito", el cual era fuente interminable de revelación de secretos, sin embargo esos secretos tenían que ser heredados de una u otra forma pero para esto se necesitaba escoger a un "elegido" tarea no fácil, ya que don Juan como chamán requería de "señales" que le indicaran a la persona correcta.

Esta es una de las características típicas del chamanismo: la transmisión de conocimientos y que gracias a ésta se ha podido preservar tal sabiduría a través de los siglos.

En la obra don Juan demuestra su confusión al recibir estas "señales" que señalaban a Castaneda como su elegido para la transmisión de sus conocimientos. Aquí el aspecto más inquietante para don Juan es el hecho de revelar sus conocimientos a una persona que no es india:

...-Tengo secretos. Tengo secretos que no podré revelar a nadie si no encuentro a mi escogido. La otra noche, cuando te ví jugar con Mescalito, se me aclaró que eras tú.
Pero no eres indio. ¡Qué extraño!

Resulta de especial interés percatarse de que para los propios indios, todos estos conocimientos resulten poco interesantes. El mismo chamán don Juan denota su preocupación al saber con tristeza que ya casi nadie se interesa por preservar todo un contexto y una cosmovisión y que sin embargo, y a pesar de todo, ha prevalecido y seguirá prevaleciendo.

"La sociedad de los brujos de México es una sociedad clandestina que se extiende en el tiempo y en el espacio. En el tiempo: es nuestra contemporánea, pero por sus creencias, prácticas y rituales hunde sus raíces en el mundo prehispánico; en el espacio: es una cofradía que por sus ramificaciones abarca a toda la república y penetra hasta el sur de los Estados Unidos. Una tradición sincretista, lo mismo por sus prácticas que por su visión del mundo. Por ejemplo, don Juan usa indistintamente el peyote, los hongos y la datura mientras que los chamanes de Huatla, según Munn se sirven únicamente de los hongos. En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal, el nahual, cardinal en las creencias precolombinas, al lado de conceptos de origen cristiano. Sin embargo, no me parece aventurado afirmar que se trata de un sincretismo en el que tanto el fondo como las prácticas son esencialmente precolombinas. La visión de don Juan es la de una civilización vencida y oprimida por el cristianismo virreinal y por las sucesivas ideologías de la República Mexicana, de los liberales del siglo XIX a los revolucionarios del XX. Un vencido indomable Las ideologías por las que matamos, y nos matan desde la Independencia, han durado poco; las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años."





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- ¿Quién era don Juan?


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Las enseñanzas de don Juan.



domingo, 3 de mayo de 2009

Anima y animus

Una parte de la persona es el papel masculino o femenino que debemos interpretar. Para la mayoría de los teóricos, este papel está determinado por el género físico. Pero, al igual que Freud, Adler y otros, Jung pensaba que en realidad todos nosotros somos bisexuales por naturaleza. Cundo empezamos nuestra vida como fetos, poseemos órganos sexuales indiferenciados y es solo gradualmente, bajo la influencia hormonal, cuando nos volvemos machos y hembras. De la misma manera, cuando empezamos nuestra vida social como infantes, no somos masculinos o femeninos en el sentido social. Casi de inmediato (tan pronto como nos pongan esas botitas azules o rosas), nos desarrollamos bajo la influencia social, la cual gradualmente nos convierte en hombres y mujeres.
En todas las culturas, las expectativas que recaen sobre los hombres y las mujeres difieren. Estas están basadas casi en su totalidad sobre nuestros diferentes papeles en la reproducción y en otros detalles que son casi exclusivamente tradicionales. En nuestra sociedad actual, todavía retenemos muchos remanentes de estas expectativas tradicionales. Todavía esperamos que las mujeres sean más calurosas y menos agresivas; que los hombres sean fuertes y que ignoren los aspectos emocionales de la vida. Pero Jung creía que estas expectativas significaban que solo hemos desarrollado la mitad de nuestro potencial.

El ánima es el aspecto femenino presente en el inconsciente colectivo de los hombres y el ánimus es el aspecto masculino presente en el inconsciente colectivo de la mujer. Unidos se les conoce como syzygy. El anima puede estar representada (personificada) como una joven chica, muy espontánea e intuitiva, o como una bruja, o como la madre tierra. Usualmente se asocia con una emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida misma. El ánimus puede personificarse como un viejo sabio, un guerrero, o usualmente como un grupo de hombres, y tiende a ser lógico, muchas veces racionalista e incluso argumentativo.

El ánima y el ánimus son los arquetipos a través de los cuales nos comunicamos con el inconsciente colectivo en general y es importante llegar a contactar con él. Es también el arquetipo responsable de nuestra vida amorosa: como sugiere un mito griego, estamos siempre buscando nuestra otra mitad; esa otra mitad que los Dioses nos quitaron, en los miembros del sexo opuesto. Cuando nos enamoramos a primera vista, nos hemos topado con algo que ha llenado nuestro arquetipo ánima o ánimus particularmente bien.



jueves, 30 de abril de 2009

La Leyenda Personal

El proceso de individuación tiene dos aspectos principales: por una parte, es un proceso interno o subjetivo de integración; por otra, es un proceso objetivo de relación igualmente imprescindible. Lo uno no puede ser sin lo otro, aunque el primer plano lo ocupe ora lo uno, ora lo otro. A este aspecto doble corresponden dos peligros típicos: uno consiste en que el sujeto utilice las posibilidades de desarrollo espiritual que la confrontación con lo inconsciente le ofrece para sustraerse a ciertas obligaciones humanas profundas y afectar una «espiritualidad» que nó sobrevive a la crítica moral; el otro peligro consiste en que las inclinaciones atávicas predominen en exceso y rebajen la relación a un nivel primitivo. Entre esta Escila y este Caribdis va el angosto camino para cuyo conocimiento la mística cristiana medieval y la alquimia han aportado grandes cosas.
Carl Gustav Jung

La gente se dedica a la meditación para descubrir su orientación psíquica, obrar un trabajo de transmutación o alquimia espiritual.
*El Proceso de Individuación, nombre dado por Jung a la tendencia innata de la psique humana a encontrar su centro, su Sí-Mismo, es un camino progresivo de autoconocimiento, de desvelamientos de las proyecciones que nuestro inconsciente personal emana de forma natural, lo que supone una recuperación consciente de tales proyecciones y, consiguientemente, un gradual mayor conocimiento de uno mismo. Y ese Proceso de Individuación conlleva igualmente ser consciente de la acción de los arquetipos psíquicos en nuestra vida en varias etapas.*
Por eso se hace psicoterapia y psicoanálisis, se analiza los sueños y se crea arte.

*Imaginemos la psiquis humana como una esfera enorme, con una superficie consciente llena de facetas con marcas y colores, rellena de contenidos inconscientes, y con un núcleo central que es el YO interior o sí-mismo. Imaginemos en ese núcleo anidando las verdaderas necesidades y posibilidades de "ser". Podemos decir que la creatividad es lograr conectarse desde la superficie con ese YO, con ese sí-mismo, con ese núcleo luminoso interior, y descubrir o escuchar lo que allí tenemos. Así de simple y así de difícil.
Como nos ha enseñado el psicoanálisis, una gran porción de nuestro psiquismo se mantiene alejado de la conciencia. El famoso inconsciente, que Jung diferencia entre inconsciente personal, generado por nuestra propia historia, nuestra propia vida, y el inconsciente colectivo que sería el heredado donde recibimos la experiencia acumulada de la especie. El mismo Jung define también el sí-mismo, como el centro de nuestro yo, pero el centro real, que abarca tanto el consciente como inconsciente.
Heidegger, desde la filosofía, en el análisis existencial que hace del humano en su obra "El Ser y el Tiempo" nos habla exactamente de lo mismo. También las escuelas espirituales de Oriente coinciden en esto. Podemos decir entonces, con fundamento, que en la psiquis humana se distingue ese yo esencial o sí-mismo, una especie de centro de gravedad del yo total. Es como la concentración de lo que somos.
Tanto el psicoanálisis como la filosofía existencialista nos dicen que en ese centro están concentradas las posibilidades básicas de cada uno, sintetizadas en una especie de misión a desarrollar. Se nace con una tarea a cumplir de acuerdo a las posibilidades, al momento y lugar. Esa tarea se construye a lo largo de la vida, con la capacidad innata; condicionada por la herencia recibida, por el momento del nacimiento, por el ámbito familiar de los primeros meses y finalmente por el ámbito que rodea en los primeros años. Todo esto forman las posibilidades que puedo, o debo desarrollar. Cuando en el discurso cotidiano nos referimos a "estar realizados", ambiguamente nos referimos a esta situación: Hacer lo que debemos hacer para sentirnos mas YO, o más auténticos. Heidegger habla del vivir propio y del vivir impropio. La existencia es propia cuando nuestro accionar está alineado con necesidades esenciales. Para sentirme auténticamente "yo" necesito conectarme con esas necesidades que son flechas indicando hacia donde y con qué. Es una linda manera de entenderlo, imaginarnos que desde ese sí-mismo parten flechas apuntando en varias direcciones, y la tarea como seres humanos consiste en descubrirlas, en conocerlas y luego realizarlas*

Por eso algunas personas estudian las cartas del tarot, se hacen el I Ching, bailan, tocan el tambor, se dedican al teatro, tratan de desentrañar el significado de la poesía y rezan oraciones. Por eso hacemos las cosas que hacemos.
Lo hacemos para recoger los huesos.

Después tenemos que sentarnos junto al fuego y decidir qué canción utilizaremos para cantar sobre los huesos, qué himno de la creación, qué himno de la re-creación elegiremos. Y las verdades que digamos constituirán la canción.

*El ser humano se compone de tres Fuerzas: el yo instintivo, el ego personal y el ser espiritual. El yo instintivo, es nuestra parte más primitiva, más material. Se trata de las fuerzas primarias de la vida, que luchan ciegamente por existir siguiendo unas pautas comunes con todas las formas vivientes. Se trata de un poder en bruto que se si no se le domina nos arrastra, nos consume e incluso nos destruye finalmente. Rige la vida y la muerte de todas las cosas materiales. Pero también es la materia prima energética que permite cristalizarse a las otras dos fuerzas. Nuestro yo instintivo es la individuación de una fuerza de la que somos inconscientes y que se extiende por toda la Tierra. Es la fuerza ciega y poderosa de la vida. Un poder gigantesco y eterno que en los arquetipos de la mitología universal se le ha denominado comúnmente como El Dragón. Ese monstruo temible, ese poder de la tierra, de la vida y de toda materia, vive también dentro de cada uno de nosotros y a veces incluso puede devorarnos. La parte instintiva del yo individual o personal siempre permanece conectada, en un nivel profundo, con la Fuerza Universal del Dragón. Y ahí hay un gran misterio. Es una cacería. Se trata de un tipo de cazador muy especial. No un cazador de pobres e indefensos animales, sino un cazador espiritual. Un cazador que llama a su espíritu para cazar. Un cazador que adiestra y se hace amigo de su yo instintivo. Un cazador que caza las manifestaciones negativas de su ego personal para que mueran y ese ego sirva al espíritu. Ese campo de caza es el universo. Ese campo de caza eres tú mismo, cuando comprendas que el universo y tú sois una misma cosa. *
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* La parte de nuestro cerebro que es más primitiva es el hoy llamado cerebro básico, instintivo o reptiliano. Es esa parte en la que estoy mientras me ocupo de cosas puntuales: fregar, lavar o coser.
Alojado en el tronco cerebral, es la parte más antigua del cerebro y se desarrolló hace unos 500 millones de años. Se encuentra presente primordialmente en los reptiles. Los reptiles son las especies animales con el menor desarrollo del cerebro. El suyo, está diseñado para manejar la supervivencia desde un sistema binario: huir o pelear, con muy poco o ningún proceso sentimental. Tiene un papel muy importante en el control de la vida instintiva. Se encarga de autorregular el organismo. En consecuencia, este cerebro no está en capacidad de pensar, ni de sentir; su función es la de actuar y hacer. En los seres humanos, esto incluye conductas que se asemejan a los rituales animales como el anidarse o aparearse. Se trata de un tipo de conducta instintiva programada y poderosa y, por lo tanto, es muy resistente al cambio. Es el impulso por la supervivencia: comer, beber, temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo, de protección... Es nuestro instinto funcional, territorial, responsable de conservar la vida y el que también, es capaz de cometer las mayores atrocidades. Nos sitúa en el puro presente, sin pasado y sin futuro y por tanto es incapaz de aprender o anticipar. No piensa ni siente emociones, es pura impulsividad. En el cerebro reptiliano se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo. Aquí se organizan y procesan las funciones que tienen que ver con el hacer y el actuar, lo cual incluye: las rutinas, los hábitos, la territorialidad, el espacio vital, condicionamiento, adicciones, rituales, ritmos, imitaciones, inhibiciones y seguridad. Es el responsable de la conducta automática o programada, tales como las que se refieren a la preservación de la especie y a los cambios fisiológicos necesarios para la sobrevivencia. En síntesis: este cerebro se caracteriza por la acción. Su carácter más específico desde el punto de vista temporal es su adecuación al presente. Este primitivo cerebro es sobre todo como un guardián de la vida, pues en él están los mayores sentidos de supervivencia y lucha. Por su interrelación con los poros de la piel, los cuales son como una especie de interfase que poseemos con el mundo externo, es nuestro agente avisador de peligros para el cuerpo en general. Permite con rapidez la adaptación por medio de respuestas elementales poco complicadas emocional o intelectualmente. Esta conducta no está primariamente basada en consideraciones basadas en las experiencias previas ni en los efectos a medio o largo plazo. Es en este primer cerebro donde las adicciones son muy poderosas, tanto a algo como a alguien o a una forma de actuar. Sustenta una parte de la mente inconsciente, o subconsciente, donde se graba, se aloja y se desarrolla aquello que determina la mayoría de miedos y fobias que conforman la mente reactiva, la cual, en algunas ocasiones, lleva al ser humano a comportarse como un animal salvaje. Este es el cerebro que da origen a la Tríada del Instinto. *


* Todo ser es guiado por la voz interna. Esta voz es llamada instinto, impulso natural, sentimiento interior e intuición. Esta voz silenciosa es muy perceptible, en el corazón y no espera a que la consulten, sino que ella siempre anticipa el hecho y si no es oída, a veces es porque la voz de la mente, del deseo en el hombre la acalla. Tratar de oír esta voz y vivir sus consejos es elevarse sobre el ritmo; es eludir el sufrimiento y ver el ciclo abierto ante sí a cada momento. *


*
Seré veraz, pues hay quienes confían en mí.
Seré puro, pues hay quienes se interesan.
Seré fuerte, pues hay mucho que sufrir.
Seré valiente, pues hay mucho que osar.
Howard Arnold Walter
Para ser veraces, puros, fuertes y valientes, lo que necesitamos es la voz interna. *


* Todos tenemos nuestra propia Leyenda Personal. Es aquello que siempre has deseado hacer.

Todos hemos estado en contacto con la propia Historia Personal; y esa información está presente durante la adolescencia y la primera juventud; cuando nada parece imposible y no tenemos miedo a soñar. Pero a medida que transcurre el tiempo, vamos cediendo terreno a otras voces; y una fuerza misteriosa trata de demostrarnos que es muy difícil o casi imposible realizar la Historia Personal. Entonces dejamos de creer en los propios sueños, de soñar y nos dejamos llevar por la rutina, las obligaciones y las cadenas que nos hemos labrado, olvidándonos que cumplir la Historia Personal es la única obligación de los seres humanos.

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Reconoce los Ecos de tu Leyenda

Para ello, debes remitirte a las actividades y momentos plenos de su vida. Toma un tiempo para recordar todo lo que te gustaba y te gusta hacer, desde niñ@ hasta el presente. Date permiso para reconocer todo ello.
No necesariamente deben ser acciones con resultados tangibles: puede ser escuchar, contemplar, relajarse, mirar; e incluso las no valoradas por los otros, por no ser redituables o prácticas
No las juzgue con ojos de adulto. Busca las palabras claves que las definan
Anota todo lo que te viene a la memoria; aún las actividades que te parezcan triviales: pueden ser claves importantes, pues representan partes de tu vida y habilidades o recursos que pueden encontrar nuevas formas en el momento actual. Por ejemplo, cosas que anhelabas hacer, aunque no las haya concretado.
Escribe todo aquello que definas tus gustos personales, pasiones y elecciones. Deja que la memoria despliegue su magia trayendo esos momentos

Piensa en tu Visión

Es decir, aquello que quieres hacer, tu legado.
Considera la visión proyectándote en el futuro, de manera audaz y ambiciosa, pensando en grande. Es una acción en el mundo que sea beneficiosa para los otros; y no los objetivos puntuales (metas). Para distinguir la sustancial diferencia, ten en cuenta que:
Los objetivos, están relacionados con uno mismo, beneficios personales, reconocimientos, dinero, etc...
En cambio, la visión es siempre algo que termina impactando en la sociedad, que tiene beneficio comunitario o social. Pero no significa que estén desconectados de los beneficios materiales o la profesión. Personas muy exitosas han alcanzado sus propósitos por tener una clara visión de lo que querían lograr.
Para conseguirlo, debes viajar en el futuro a fin de responderte: ¿Que me gustaría estar haciendo en algunos años? ¿Que me causaría placer, que me haría sentir complet@, que me haría feliz?. Y es fundamental que puedas encontrar todas las respuestas necesarias sin condicionamientos ni razonamientos.
Ten presentes estos consejos mientras hace tu investigación personal. No tengas miedo de soñar y de reconocer tus sueños. Proyéctate, sueña, expande los horizontes y date todos los permisos.
Respóndete qué harías desde este lugar si contara con infinitos recursos e infinita colaboración. Hay que poder imaginar un futuro ambicioso. Si crees que no puedes lograr tus sueños, piensa en personas que han hecho cosas similares, o han llegado desde cero hasta la cima de lo que anhelaban.
Si no sabes cual es tu sueño, trabaja con palabras directrices. A veces no aparece una actividad concreta, o el modo de expresar lo que se desea hacer, pero sí aparecen las palabras claves: comunicar, sembrar, construir, enseñar, divulgar, etcétera. ¿De que se trata tu sueño?
Para saber qué debes hacer, dónde encontrar inspiración y de qué elementos están compuestos tus sueños, haz de conectar los puntos de la información que escribistes de tu pasado, sin mirar al futuro. Confía en que, de alguna manera, se conectarán en tu futuro.
Los elementos que componen nuestra Leyenda Personal son como las semillas de nuestra vida. Representan todas aquellas cosas que amamos hacer, que nos son fáciles, que nos dan placer, que nos hacen felices, que nos dan identidad. Y cuando proyectamos la Visión encontramos que estas semillas dieron frutos allí en el futuro. Lo que hagamos en la vida debe estar nutrido de eso que somos.

Lo que hay que saber

El juego del niño es el recurso del adulto. Busca en tus actividades infantiles las semillas de aquello que te define hoy. Es fuente de habilidades y recursos. Al comparar los elementos que anotastes de tu pasado con los que componen tu visión, encontrarás similitudes. Estas similitudes te darán el perfil de la Leyenda que buscas; es decir eso que amas.
Lo que hagas en la actualidad -tu misión- debe estar compuesto de esos elementos. Son tus rayos de vida personal; y -para entusiasmarte y ser tu sueño- debes tenerlos en cualquier actividad que despliegues.
Busca en toda la información que escribistes sobre las semillas y los componentes de tu leyenda personal. Allí está desde lo que quieres hacer y/o haces; pero también todo lo que puede convertirte en un ser único y original.
Por ejemplo, las mejores películas de Steven Spielberg se refieren a lo que hacia, leía y le interesaban de niño y de joven; aquellas que están más cerca de su identidad y forman parte de su leyenda personal.

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Volver a las fuentes

La enorme repercusión mundial del libro “El Alquimista”, de Paulo Coelho, ha despertado la conciencia de la importancia de la búsqueda y la realización personal, que parecía dormida en algún siglo mítico o edad dorada fuera de nuestro alcance.
Le pregunta Coelho a su maestro:
-¿Qué es la Leyenda Personal?
- Es tu bendición, el camino que Dios escogió para ti aquí en la Tierra. Siempre que hagas aquello que te entusiasma, es que estás siguiendo tu Leyenda.

Sucede que no todos tienen el valor de enfrentarse con sus propios sueños.
*


He aquí algunas buenas preguntas que podemos hacernos hasta que decidamos cuál va a ser la canción, nuestra verdadera canción:

¿Qué ha ocurrido con la voz de mi alma?
¿Cuáles son los huesos enterrados de mi vida?
¿Cuál es mi relación con el Yo instintivo?
¿Cuándo fue la última vez que corrí libremente?
¿Cómo conseguiré que la vida vuelva a cobrar vida?
¿Adónde se fue La Loba?

La vieja canta sobre los huesos y, mientras canta, los huesos se recubren de carne. Nosotras también nos "hacemos" mientras derramamos alma sobre los huesos que hemos encontrado. Mientras derramamos nuestros anhelos y nuestros sufrimientos sobre los huesos de lo que éramos en nuestra juventud, de lo que sabíamos hace muchos siglos y sobre la aceleración que percibimos en el futuro, nos ponemos a gatas, bien asentadas. Mientras derramamos alma, nos sentimos renacer. Ya no somos una cosa frágil que se disuelve, estamos en fase de transformación.
Muchas veces empezamos en el desierto. Nos sentimos privadas de nuestros privilegios, alienadas, sin relación tan siquiera con un grupo de cactus. Para los antiguos, el desierto era el lugar de la revelación divina. Pero, para las mujeres, se trata de algo mucho más que eso.
Un desierto es un lugar en el que la vida está muy condensada. Las raíces de las cosas vivas se aferran a la última gota de agua y la flor conserva la humedad, apareciendo tan sólo a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde. La vida en el desierto es pequeña pero brillante y buena parte de lo que ocurre tiene lugar bajo tierra. Como en las vidas de muchas mujeres.
El desierto no es tan exuberante como un bosque o una selva. En él las formas de vida son muy intensas y misteriosas. Muchas de nosotras hemos vivido vidas desérticas; pequeñas en la superficie y enormes bajo tierra. La Loba nos muestra lo valiosas que son las cosas que pueden surgir de esta clase de distribución psíquica.
Es posible que la psique de una mujer se haya abierto camino hacia el desierto por resonancia o como consecuencia de pasadas crueldades o porque no le permitieron vivir una vida más amplia en la superficie. Muy a menudo una mujer tiene la sensación de vivir en un lugar vacío en el que a veces sólo hay un cactus con una flor de brillante color rojo y nada más en mil kilómetros a la redonda. Pero, para la mujer que está dispuesta a recorrer mil y un kilómetros, hay algo más. Una valerosa casita muy antigua que lleva mucho tiempo esperándola.

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Algunas mujeres no quieren estar en el desierto psíquico. Aborrecen su fragilidad y su frugalidad. Una y otra vez intentan poner en marcha su oxidado cacharro y bajar dando tumbos por el camino hacia la resplandeciente ciudad soñada de la psique. Pero sufren una decepción, pues lo exuberante y lo salvaje no está allí. Está en el mundo espiritual, en aquel mundo entre los mundos, en aquel Río Bajo el Río.
No te engañes, regresa junto a la roja flor del cactus y ponte en camino para recorrer resueltamente el último y duro kilómetro. Acércate y llama a la vieja puerta desgastada por la intemperie. Sube a la cueva. Trepa a la ventana de un sueño. Recorre cuidadosamente el desierto a ver qué encuentras. Es lo único que tenemos que hacer.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
NOTA: El texto entre asteriscos ha sido añadido.


miércoles, 29 de abril de 2009

Los huesos del alma

Poseer la semilla significa tener la clave de la vida. Estar con los ciclos de la semilla significa bailar con la vida, bailar con la muerte y volver a bailar con la vida. Es la encarnación de la Madre de la Vida y la Muerte en su forma más antigua y original. Y, dado que siempre gira en estos constantes ciclos, yo la llamo la Madre de la Vida/Muerte/Vida.

Si se pierde algo, tenemos que recurrir a la vieja que siempre vive en la lejana pelvis, con quien hay que hablar y a quien hay que escuchar. Su consejo psíquico es a veces duro o difícil de poner en práctica, pero siempre transforma y restaura.
Medio dentro y medio fuera del fuego creador, es la pelvis el mejor lugar en el que pueden vivir las mujeres, justo al lado de los óvulos fértiles, de sus semillas femeninas.
La figura de la vieja es la quintaesencia de la mujer de dos millones de años de edad, es la mujer fuera del tiempo. Es la Mujer Salvaje original que, aun viviendo bajo tierra, vive arriba. Vive en nosotras y a través de nosotras y nosotras estamos rodeadas por ella.
Ella es la sepulturera de las cosas muertas y moribundas de las mujeres. Es el camino entre los vivos y los muertos. Canta los himnos de la creación sobre los huesos. Es La voz mitológica que conoce el pasado y nuestra antigua historia y nos la conserva en los cuentos. A veces la soñamos como una hermosa voz incorpórea.
Como la doncella-hechicera, nos muestra lo que significa no estar marchita sino arrugada. Los niños nacen instintivamente arrugados. Saben en lo más hondo de sus huesos lo que está bien y lo que hay que hacer al respecto. Se trata de algo innato. Si una mujer logra conservar el regalo de ser vieja cuando es joven y de ser joven cuando es vieja, siempre sabrá lo que tiene que esperar. Pero, si lo ha perdido, lo puede recuperar mediante un decidido esfuerzo psíquico.

En la simbología arquetípica, los huesos representan la fuerza indestructible. No se prestan a la destrucción. Por su estructura, cuesta quemarlos y resulta casi imposible pulverizarlos. En el mito y en el cuento representan el espíritu del alma indestructible. Sabemos que el espíritu del alma se puede lastimar e incluso mutilar, pero es casi imposible matarlo.
El alma se puede abollar y doblar. Se la puede herir y dañar. Se pueden dejar en ella las señales de una enfermedad y las señales de las quemaduras del temor. Pero no muere porque está protegida por La Loba en el mundo subterráneo. Es a un tiempo la descubridora y la incubadora de los huesos.
Los huesos pesan lo bastante como para que se pueda hacer daño con ellos, son lo bastante afilados como para cortar la carne y, cuando son viejos y se los pellizca, tintinean como el cristal. Los huesos de los vivos están vivos, son capaces de crear por sí mismos y se renuevan constantemente. Un hueso vivo tiene una "piel" curiosamente suave y, al parecer, tiene cierta capacidad de regenerarse. E, incluso cuando es un hueso seco, se convierte en el hogar de minúsculas criaturas. Los huesos de lobo de esta historia representan el aspecto indestructible del Yo salvaje, la naturaleza instintiva, la criatura entregada a la libertad y lo intacto, es decir, aquello que jamás podrá aceptar los rigores y las exigencias de una cultura muerta o excesivamente civilizadora.

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Las metáforas de esta historia tipifican todo el proceso de conducción de una mujer hasta la totalidad de sus sentidos salvajes instintivos. En nuestro interior vive la vieja que recoge huesos. En nuestro interior están los huesos del alma de este Yo salvaje. Y en nuestro interior tenemos la capacidad de volver a configurarnos como las criaturas salvajes que antaño fuimos y tenemos los huesos que nos pueden cambiar y pueden cambiar nuestro mundo, y tenemos el aliento, nuestras verdades y nuestros anhelos; juntos constituyen el canto, el himno de la creación que siempre hemos ansiado entonar.
Lo cual no significa que tengamos que andar por ahí con el cabello desgreñado sobre los ojos o con unas uñas de las manos que parezcan unas garras orladas de negro. Sí, tenemos que seguir siendo humanas, pero, en el interior de la mujer humana, vive también el Yo instintivo animal. Tiene unos dientes de verdad, gruñe de verdad, posee una enorme magnanimidad, un oído extraordinario, unas garras muy afiladas y unos generosos y peludos pechos.
Este Yo tiene que gozar de libertad para moverse, hablar, enfadarse y crear. Es duradero y resistente y posee una gran intuición. Es un Yo experto en las cuestiones espirituales de la muerte y del nacimiento.
Hoy la vieja que llevamos dentro recoge los huesos. ¿Y qué es lo que rehace? Ella es el Yo del alma, la constructora del hogar del alma. Ella lo hace a mano, rehace el alma a mano. ¿Y qué hace por nosotras?
Incluso en el mejor de los mundos el alma necesita una remodelación. Tal como ocurre con las casas de adobe, siempre hay algo que se desprende, que se desconcha o se despinta.
Es la guardiana del alma. Sin ella, nos deformamos. Ella da forma a la casa del alma y con su trabajo manual la hace más casa. Es la que anda siempre haciendo arreglos. Es la hacedora del alma, la criadora del lobo, la guardiana de lo salvaje.

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Por consiguiente, lo digo con afecto y con lenguaje sencillo, tanto si eres un lobo negro como si eres un lobo gris del Norte, un lobo rojo del Sur o un blanco oso polar, ten por cierto que eres la quinta esencia de la criatura instintiva. Aunque algunos preferirían que te comportaras mejor y no te subieras alegremente a los muebles ni te echaras encima de la gente a modo de bienvenida, hazlo de todos modos.
Algunos se apartarán de ti con temor o repugnancia, pero a tu amante le encantará este nuevo aspecto de tu personalidad, siempre y cuando sea el amante adecuado para ti. A algunas personas no les gustará que olfatees las cosas para ver lo que son. Y tampoco les gustará que te tiendas de espaldas en el suelo y levantes las piernas en el aire.
Tú sigue adelante y diviértete.



Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"

viernes, 17 de abril de 2009

Los cuatro rabinos

En el lugar habitado por La Loba los espíritus se manifiestan como personajes y la voz mitológica de la psique profunda habla como poeta y oráculo.
En el lugar donde vive La Loba, el cuerpo físico se convierte, tal como escribe el poeta Tony Moffeit, en "un animal luminoso", y parece ser que, por medio de los relatos anecdóticos, el pensamiento consciente puede fortalecer o debilitar el sistema inmunitario corporal.

Una vez muertas, las cosas que poseen valor psíquico se pueden resucitar. Además, el material básico de todos los cuentos que ha habido en el mundo se inició con la experiencia de alguien que en esta inexplicable tierra psíquica intentó contar lo que allí le ocurrió.
El lugar intermedio entre los dos mundos recibe distintos nombres. Jung lo llamó el inconsciente colectivo, la psique objetiva y el inconsciente psicoide, refiriéndose a un estrato más inefable del primero. Consideraba el segundo un lugar en el que los mundos biológico y psicológico compartían las mismas fuentes, en el que la biología y la psicología se podían mezclar y podían influir mutuamente la una en la otra. En toda la memoria humana este lugar -llámesele Nod, el hogar de los Seres de la Niebla, la grieta entre los mundos- es el lugar donde se producen las visiones, los milagros, las imaginaciones, las inspiraciones y las curaciones de todo tipo.
Aunque el lugar transmite una enorme riqueza psíquica, hay que acercarse a él con una cierta preparación, pues uno podría ceder a la tentación de ahogarse gozosamente en el arrobamiento experimentado durante su estancia allí. La realidad correspondiente puede parecer menos emocionante comparada con él. En este sentido, estos estratos más profundos de la psique pueden convertirse en una trampa de éxtasis, de la cual las personas regresan tambaleándose y con la cabeza llena de ideas inestables y manifestaciones insustanciales. Y no debe ser así. Hay que regresar totalmente lavados y sumergidos en unas aguas vivificantes e informativas que dejen grabado en nuestra carne el olor de lo sagrado.

Toda mujer tiene potencialmente acceso al Río bajo el Río. Llega allí a través de la meditación profunda, la danza, la escritura, la pintura, la oración, el canto, el estudio, la imaginación activa o cualquier otra actividad que exija una intensa alteración de la conciencia. Una mujer llega a este mundo entre los mundos a través del anhelo y la búsqueda de algo que entrevé por el rabillo del ojo. Llega por medio de actos profundamente creativos, a través de la soledad deliberada y del cultivo de cualquiera de las artes. Y, a pesar de todas estas actividades tan bien practicadas, buena parte de lo que ocurre en este mundo inefable sigue envuelta en el misterio, pues rompe todas las leyes físicas y racionales que conocemos.

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El cuidado con el cual se debe penetrar en este estado físico se ilustra en el pequeño, pero conmovedor cuento de los cuatro rabinos que ansiaban contemplar la sagrada Rueda del Profeta Ezequiel.

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Una noche cuatro rabinos recibieron la visita de un ángel que los despertó y los transportó a la Séptima Bóveda del Séptimo Cielo. Allí contemplaron la Sagrada Rueda de Ezequiel.

En determinado momento de su descenso del Pardes, el Paraíso, a la tierra, uno de los rabinos, tras haber contemplado semejante esplendor, perdió el juicio y vagó echando espumarajos por la boca hasta el fin de sus días.
El segundo rabino era extremadamente cínico: "He visto en sueños la Rueda de Ezequiel, eso es todo. No ha ocurrido nada en realidad."
El tercer rabino no paraba de hablar de lo que había visto, pues estaba totalmente obsesionado. Hablaba por los codos, describiendo cómo estaba construido todo aquello y lo que significaba... hasta que, al final, se extravió y traicionó su fe.
El cuarto rabino, que era un poeta, tomó un papel y una caña, se sentó junto a la ventana y se puso a escribir una canción tras otra sobre la paloma de la tarde, su hija en la cuna y todas las estrellas del cielo.
Y de esta manera vivió su vida mejor que antes.


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En una versión talmúdica de este cuento titulada "Los cuatro que entraron en el Paraíso",
los cuatro rabinos entran en el Paraíso, para estudiar los celestiales misterios
y tres de ellos enloquecen al contemplar a la Shekhinah, la antigua divinidad femenina.

El contacto con el mundo en el que residen las Esencias nos lleva a averiguar algo que está más allá del habitual oído humano y nos hace experimentar una sensación de júbilo y también de grandeza. Cuando tocamos el auténtico fundamento de La Que Sabe, reaccionamos y actuamos desde nuestra naturaleza integral más profunda.
El cuento nos dice que la mejor manera de experimentar el inconsciente profundo consiste en no dejarse arrastrar por una fascinación ni demasiado exagerada ni demasiado escasa, en la que no nos quedemos excesivamente embobados, pero tampoco seamos demasiado cínicos; valientes sí, pero no temerarios.

Jung nos advierte en su espléndido ensayo La función trascendente de que algunas personas, en su búsqueda del Yo, estetizan en exceso la experiencia de Dios o del Yo, que unas le atribuyen poco valor, otras le atribuyen demasiado y las que no están preparadas para ella sufren daños por esta causa. Pero otras sabrán encontrar el camino de lo que Jung llamaba "la obligación moral" de vivir y manifestar lo que uno ha aprendido en el descenso o el ascenso al Yo salvaje.
Esta obligación moral de que habla Jung consiste en vivir aquello que percibimos, tanto si lo encontramos en los Campos Elíseos de la mente como si lo descubrimos en las islas de los muertos, los desiertos de los huesos de la psique, el rostro de la montaña, la roca marina, el lujuriante mundo subterráneo, en cualquier lugar en el que La Que Sabe nos infunda su aliento y cambie nuestra manera de ser. Nuestra tarea es mostrar que se nos ha infundido el aliento, mostrarlo, repartirlo y cantarlo, y vivir en el mundo de arriba lo que hemos recibido a través de nuestros repentinos conocimientos y por medio del cuerpo, de los sueños y de los viajes de todo tipo.

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Existe un paralelismo entre La Loba y los mitos universales de la resurrección de los muertos. En los mitos egipcios Isis presta este servicio a su hermano muerto Osiris, el cual es descuartizado cada noche por su perverso hermano Set. Isis trabaja cada noche desde el ocaso hasta el amanecer juntando las partes de su hermano antes de que amanezca, pues, de lo contrario, no podría salir el sol. Jesucristo resucitó a Lázaro, el cual llevaba tanto tiempo muerto que ya "hedía", Deméter conjura a su pálida hija Perséfone de la Tierra de los Muertos una vez al año. Y La Loba canta sobre los huesos.
Ésta es nuestra práctica de meditación como mujeres, conjurar los aspectos muertos y descuartizados de la vida. El arquetipo que recrea a partir de algo que ha muerto tiene siempre una doble faceta. La Madre de la Creación es siempre también la Madre de la Muerte y viceversa. Debido a esta naturaleza dual o doble tarea, el importante trabajo que tenemos por delante es el de aprender a distinguir, entre todo lo que nos rodea y lo que llevamos dentro, qué tiene que vivir y qué tiene que morir. Nuestra misión es captar el momento más oportuno para ambas cosas; para dejar que muera lo que tiene que morir y que viva lo que tiene que vivir.

Para las mujeres, el "Río bajo el Río", el río bajo el río del mundo, el hogar de la Huesera contiene conocimientos directos acerca de los plantones, los rizomas, el maíz de siembra del mundo. En México dicen que las mujeres llevan la luz de la vida. Y esta luz está localizada no en el corazón de las mujeres ni detrás de sus ojos sino en los ovarios, donde están depositadas todas las semillas antes incluso de nacer. (En el caso de los hombres que exploran las ideas más profundas de la fertilidad y la naturaleza de la semilla, la imagen equivalente es la bolsa peluda, los cojones.)
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Ésta es la sabiduría que se puede adquirir estando cerca de la Mujer Salvaje. Cuando La Loba canta, lo hace desde los ovarios con una sabiduría que procede de lo más hondo de su cuerpo, de su mente y de su alma. Los símbolos de la semilla y el hueso son muy similares. Cuando se tiene el rizoma, la base, la parte original, cuando se tiene el maíz de siembra, cualquier estrago se puede arreglar, las tierras devastadas se pueden volver a sembrar, los campos se pueden dejar en barbecho, la semilla dura se puede remojar para ablandarla, ayudarla a abrirse y a germinar.





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Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
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