lunes, 22 de diciembre de 2008

Sobre las Dictaduras

"Cada dictador tiene una jerga que le es propia. Los vocabularios son distintos, pero sus propósitos son los mismos en todos los casos: legitimar un despotismo local hace aparecer a un gobierno 'de facto' como un gobierno de derecho divino. Tales jergas resultan, para las tiranías, instrumentos no menos indispensables que el espionaje policial y la censura de la prensa. Suministran un surtido de vocablos con los que llegan a justificarse ampliamente los crímenes más monstruosos y pueden racionalizarse las políticas más extraviadas. Sirven de molde para los pensamientos, sentimientos y deseos de pueblos enteros. Valiéndose de ellos, se puede llegar a persuadir a los oprimidos a que toleren y hasta veneren a sus insanos y criminales opresores.
Resulta bastante sugestivo que una palabra se encuentre en el vocabulario de todos los dictadores y que la empleen indistintamente los fascistas, los nazis y los comunistas con propósitos de justificación y racionalización. Ésa es la palabra 'histórico'.
(...) Apelar a la historia es algo que les resulta especialmente cómodo a los dictadores; pues el postulado que sustenta ese recurso es, en el idioma hegeliano, que lo real es racional: lo que sucede es, en último análisis, lo mismo que lo que debiera suceder.
Ocurre a menudo, por ejemplo, que la fuerza triunfe sobre el derecho; por ello la fuerza es 'histórica' y digna de conquistas.
(...) La 'historicidad' está pasando a ser aceptada como uno de los valores supremos, por multitudes cada vez más numerosas de hombres y mujeres. Esta identificación implícita de lo que debiera ser con lo que realmente es, vicia todo pensamiento que se refiera a la moral, a la política, al progreso, a las reformas sociales y hasta al arte mismo.
(...) Contemplando al mundo, ellos creen ver que las circunstancias parecen conspirar para llevar a la gente en una dirección determinada. Este movimiento es 'histórico', por ello tiene valor; existe y en consecuencia es indispensable que exista. Aceptan lo existente. En verdad, hacen mucho más que aceptar; aplauden y dan testimonios. Si lo real es lo racional y lo equitativo, se sigue que la acción 'histórica' tiene que tener los mismos resultados que tendría una acción dictada por la razón y el más sublime idealismo.
(...) Pero creyendo, como él cree, que lo real es lo racional, se convence a sí mismo de que el cambio que las circunstancias conspiran a imponerle tiene que ser, necesariamente, el que conduce a la meta que se desea. Cree que en todas partes la tiranía llegará de algún modo a convertirse en democracia, la cautividad en liberación individual, la concentración del poder político y económico en el gobierno de cada cual por sí mismo. En una palabra, está dispuesto a tolerar y hasta a complicarse en cualquier maldad o en cualquier imbecilidad, porque está convencido de que existe una providencia 'histórica', que hará que medios inadecuados y nocivos resulten en fines benéficos."
El Fin y los Medios, pag. 76


"Los políticos totalitarios exigen obediencia y conformidad en todas las esferas de la vida, incluso, por supuesto, la religiosa. Su propósito es utilizar la religión como instrumento de consolidación social, como una contribución a la mayor eficiencia militar del país. Por este motivo, la única clase de religión que fomentan es estrictamente antropocéntrica, excluyente y nacionalista."
Eminencia Gris: Estudio sobre Religión y Política, pag. 352


"A la larga, la ira y el odio son emociones que se derrotan a sí mismas. En lo inmediato, sin embargo, proporcionan altos dividendos en la forma de satisfacción psicológica y hasta (pues liberan grandes cantidades de adrenalina y noradrenalina) fisiológica. La gente puede tener al principio un prejuicio inicial contra los tiranos, pero, cuando los tiranos o aspirantes a tiranos le dedican una propaganda liberadora de adrenalina sobre la perfidia del enemigo -especialmente de un enemigo lo bastante débil para que pueda ser perseguido- muchos se inclinan a seguir con entusiasmo a quien así se expresa. En sus discursos, Hitler repetía insistentemente palabras como "odio", "fuerza", "implacable", "aplastamiento", "aniquilación", y acompañaba estas violentas palabras con ademanes todavía más violentos. Gritaba, daba alaridos, sus venas se hinchaban, su rostro se ponía violáceo. Una emoción violenta (como lo saben todos los actores y dramaturgos) es contagiosa en sumo grado. Envenenado por el maligno frenesí del orador, el auditorio bramaba, sollozaba y gritaba en una orgía de pasión sin inhibiciones. Y estas orgías eran tan gratas que la mayoría de quienes las habían experimentado volvían afanosamente en busca de más."
Nueva visita a un Mundo Feliz


"La finalidad de Hitler era en primer lugar mover a las masas y, luego, una vez apartadas las masas de sus fidelidades y su moral tradicionales, imponerles (con el hipnotizado consentimiento de la mayoría) un nuevo orden autoritario de propia creación personal. "
Nueva visita a un Mundo Feliz, pag. 54


"Los regímenes totalitarios justifican su existencia mediante una filosofía de monismo político, según el cual el Estado es Dios en la tierra, la unificación bajo la planta del divino Estado es la salvación, y todos los medios tendientes a tal unificación, por más perversos que intrínsecamente sean, son justos y pueden emplearse sin escrúpulos."
La Filosofía Perenne (Eso eres tu), pag. 26


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