martes, 23 de diciembre de 2008

El conocimiento en la propuesta "Hombre de conocimiento" de Carlos Castaneda - (2)

4. El conocimiento en el "hombre de conocimiento"

Hasta aquí hemos enfatizado el ser hombre de conocimiento como la condición humana más sublime, sólo en la cual el ser humano se puede realizar y se realiza plenamente, porque es esa condición la que constituye su destino. Pero ¿en qué consiste ese conocimiento? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Por qué ese su carácter de realización última, en el sentido de plena y total?

4.1. Algunas pistas y temas
Una primera pista nos la da don Juan Matus con su instinto certero, sabiduría y maestría muy desarrolladas más bien, para el tipo o naturaleza de conocimiento que él quiere y que él enseña. En este tema quizás más que en otros el instinto de don Juan Matus es agudo, claro y certero.

Desde el primer momento él se declara como brujo vidente, esto es, como brujo que ve, y la brujería es para él el arte de ver. No le interesa la brujería como poder, en absoluto. "¡Ya no me gusta el poder! Ya no sirve de nada." Desde luego, como para todo hombre de conocimiento, para él también el ver es el fin. El “ver” que se distingue del “mirar”, porque es llegar a conocer la “esencia” desnuda de las cosas. Pero es también un medio. En el sentido de que los caminos para llegar a “ver” son muchos, expresamente él nombra el baile, la danza, (el nombra a un tal Sacateca, conocido de sus interlocutores. Pero podríamos citar la danza de los derviches danzantes en el Islam), pero incluso en cuanto camino su predilección es el “ver”, la contemplación diríamos nosotros, el jnaña-yoga del hinduismo.

En otras palabras, don Juan Matus lo tiene muy claro, aún sabiendo que un tipo de conocimiento en un estado de «conciencia acrecentada», como él la llama, da poder, no lo quiere, no es el conocimiento que él persigue, porque en realidad no es el verdadero conocimiento. Es un conocimiento anclado todavía en la importancia personal, reflejo del propio yo. El conocimiento que él cultiva y enseña es la conciencia o conocimiento total, punto para él quicial, incompatible con cualquier reserva de importancia personal o deseo y uso de poder.
Al comienzo de "Una realidad aparte", Carlos Castaneda dice: "El interés particular de don Juan en el segundo ciclo de aprendizaje fue enseñarme a ver."
Por ello insistirá tanto en este aspecto. Por ello advierte de quienes "llegan a ser magníficos brujos pero malísimos videntes" y sobre "lo que hacen los videntes con lo que ven es más importante que el ver en sí."

Otro filón temático para entender de qué conocimiento se trata, es la contraposición que continuamente don Juan Matus hace entre el conocimiento de los antiguos videntes, que él convencionalmente llama "toltecas", y los nuevos. Los primeros descubrieron cómo lograr estados especiales de conciencia, y desde ellos penetrar en mundos desconocidos y traerlos al alcance de la percepción humana. Es decir, redujeron lo desconocido a nivel de lo conocido, y lo siguieron tratando como éste, como conocido. No se les ocurrió pensar que casi todo lo que nos rodea está más allá de nuestra comprensión y, consecuentemente, no hicieron la distinción crucial entre lo que se puede conocer y lo que no se puede conocer, cometiendo así el "espeluznante error", que les costó más caro. Mientras que los nuevos videntes sí lo hicieron, comenzando así el nuevo ciclo. Para don Juan Matus "Esta es la distinción entre lo antiguos y los nuevos. Todo lo que han hecho los nuevos videntes se origina allí."

La importancia de este planteamiento, más allá de la autenticidad histórica de lo que plantea, reside en la conciencia que don Juan Matus tiene de la naturaleza del conocimiento que reivindica: más allá de todo conocimiento y de toda realidad ordinarios e incluso especiales; conocimiento y realidad no conocibles por la percepción humana, sólo conocibles en otro tipo de conocimiento, en un conocimiento directo, sin pensamientos ni palabras.

Así las cosas, se comprende que las enseñanzas de don Juan se vean atravesada de parte a parte por una preocupación epistemológica permanente y que tiene dos expresiones primeras: mostrar lo que el conocimiento del hombre de conocimiento no es, diferenciándolo de todo otro conocimiento, porque se trata de algo bien específico, y lo que el conocimiento sí es o, al menos sugerirlo. A éstas expresiones siguen otras, más epistemológicas aún. En un primer momento, la de asentar que el mundo sigue a la percepción que tenemos, es decir, que primero es el conocimiento, y según sea el nivel o naturaleza de nuestra percepción o conocimiento, así es la naturaleza o nivel de lo que llamamos realidad o mundo. En un segundo momento, y este tema aquí solamente lo vamos a enunciar, enfatizar que hay tres niveles de conocimiento (anillos de poder) y otros tres niveles de mundo o de realidad que él llama "atenciones".
La primera sería la del conocimiento ordinario.
La segunda se ubicaría ya a un nivel superior incluso a los estados especiales de conciencia, adquirible en el estado de conciencia acrecentada.
La tercera es el nivel o estado de la realización total.
Con estos tres niveles se corresponden los que también se establecen entre lo conocido, lo desconocido y lo que no se puede conocer.

Contenidos y preocupación epistemológica son los que, sin duda, contribuyen a dar a las enseñanzas de don Juan el carácter de sistema cognitivo cohesionado y lógico que reflejan y que pronto le impresionó a Carlos Castaneda. La epistemología así planteada se hace contenido y herramienta para mostrar la naturaleza del conocimiento que se propone.

La pedagogía seguida, es igualmente reveladora del conocimiento que nos ocupa, puesto que está a la altura del reto que supone su adquisición. El proceso de aprendizaje sigue el curso de una verdadera iniciación. Es una transformación total la que hay que producir en el aprendiz, una auténtica conversión. El objetivo es llevar al aprendiz, en el caso particular a Carlos Castaneda, académico formado en los mejores criterios de racionalidad, a descubrir el para él nuevo conocimiento. Y a ello van dirigidas todas las prácticas y enseñanzas, desde la iniciación en ciertas drogas como medio de tener otra percepción de la realidad y así poder comenzar a cuestionar ésta, hasta aprender a "parar el mundo" y para ello "frenar el diálogo interno" y el "no-hacer", más el arte del acecho, del intento y del ensueño, enseñanzas y prácticas muy conocidas, aunque bajo otros nombres, en las religiones, sobre todo orientales.

Pero cuando don Juan Matus y Carlos Castaneda hacen la propuesta ser "hombre de conocimiento", ¿de qué conocimiento están hablando?

4.2. El conocimiento en sí
Se trata de un conocimiento no conceptual, intuitivo, directo, experiencial, y en este sentido aprehensivo, pero no conceptual, sin imágenes ni representaciones, por lo tanto sin palabras, que don Juan Matus va a expresar de diferentes maneras.

La primera, ya lo hemos visto más arriba, mediante la metáfora del ver. De su importancia habla su presencia en todas las obras de Carlos Castaneda como, al parecer, lo estuvo continuamente en las enseñanzas de don Juan, sobre todo en el segundo ciclo, en el cual el interés de don Juan fue el enseñar a “ver”. Como una preparación al “ver” está específicamente concebida la obra "Una realidad aparte", con una primera parte dedicada a los preliminares de “ver” y otra segunda, a la tarea de “ver”.

Desde luego, “ver” es diferente de “mirar”. No es brujería, y no es nada fácil, más bien es difícil. Lo que afirma don Juan es que cuando se ve, nada permanece como antes, todo cambia. Cuando se ve nada permanece igual, todo cambia, no prevalecen los significados de la vida. "Nada es ya familiar. ¡Todo lo que miras se vuelve nada! ". Y sin embargo, nada desaparece, nada cambia, todo sigue ahí. Somos nosotros los que cambiamos, es nuestro ver el que cambia. Ahora vemos la naturaleza última de las cosas, su “esencia”. Es, por lo demás, un ver real y concreto, pero tan especial que es en la oscuridad cuando mejor se ve:
"—Dijo que la oscuridad —y la llamó “oscuridad del día”— era la mejor hora para ver."
(La oscuridad como la mejor hora para ver, trae a la mente del lector la "soledad sonora" de San Juan de la Cruz.)
En otras palabras, aunque sea real y concreto, no obedece a los criterios de nuestro ver ordinario: "el ver de los brujos no es cuestión de los ojos."

Por su misma naturaleza, no se puede explicar qué cosa sea ni cómo se llega a ver. Porque no es cosa de hablar. A quien le parezca absurdo, como a su discípulo Carlos Castaneda, don Juan responderá:
"—Sí. Pero eso es ver. No hay en realidad ningún modo de hablar sobre eso. Ver, como te dije antes, se aprende viendo."
Porque el ver del que aquí se trata es literalmente indescriptible. Y por ello con razón dirá don Juan Matus: "no tiene caso hablar de cómo es ver. No es nada." Y sin embargo es saber o conocer sin la menor duda.

Otra forma en don Juan Matus de expresar la especificidad de este conocimiento, es enfatizando que el mismo tiene lugar sin palabras, sin conceptos, sin pensamientos, lo verdaderamente opuesto a nuestro conocimiento ordinario. Por ello no es cuestión de hablar, pensar o razonar. Más bien, cuando hacemos eso nos confundimos. "Sabrás. Te confunde sólo cuando hablas." "—Tu problema es que quieres entenderlo todo, y eso no es posible. Si insistes en entender, no estás tomando en cuenta todo lo que te corresponde como ser humano. La piedra en la que tropiezas sigue intacta."
"—No. Tu falla es buscar explicaciones convenientes, explicaciones que se ajustan a ti y a tu mundo. Lo que no me gusta es que seas tan razonable. Un brujo también explica las cosas en su mundo, pero no es tan terco como tú."
Y en realidad es que no hay nada que entender. Además, "El entendimiento es sólo un asunto pequeño, pequeñísimo —dijo." Y en el caso de ver, pensar no es lo fuerte. El misterio "no se puede resolver con raciocinios. Este misterio sólo se puede presenciar."

Don Juan Matus es muy consciente de ello e insistirá: la dificultad, la gran dificultad, está en nuestra resistencia a aceptar la idea de que el conocimiento puede existir sin palabras para explicarlo, que, en este orden, conocimiento y lenguaje son cosas separadas. "La conciencia acrecentada es un misterio sólo para nuestra razón. En la práctica, es de lo más sencillo que hay. Como siempre somos nosotros quienes complicamos todo al tratar de transformar la inmensidad que nos rodea en algo razonable." Y no es que pensar, y pensar con claridad no sea en su orden importante y necesario. A este respecto la aclaración que don Juan Matus le hace a Carlos Cataneda se convierte en sentencia, y sentencia provocadora, al estilo de los grandes maestros espirituales:
"—Por supuesto que insisto en que todos cuantos me rodean piensen con claridad —dijo—. Pero también explico, a quien quiera escuchar, que el único modo de pensar con claridad es no pensar en absoluto."
Es el "conocimiento silencioso" del que también hablan otras tradiciones y maestros. Silencioso porque para acceder a él antes hay que silenciar, hasta la desaparición, todo pensamiento, imagen o representación, tema al que Carlos Castaneda dedica una de sus obras con un título en inglés muy sugerente "Power of silence" y editada en español con el título "El conocimiento silencioso".

En fin, otra forma a la que recurren don Juan Matus y sus discípulos para expresar la naturaleza sui generis del conocimiento silencioso es mediante el concepto o categoría de "intento" y "atención".
El "intento" es el espíritu, la fuerza invisible que modela y crea la realidad, es el espíritu, lo abstracto.
La "atención" es el nivel de conciencia.

El habla de tres atenciones:
La "primera atención" corresponde el mundo pequeñísimo de lo conocido, es todo lo que somos como seres humanos comunes y corrientes.
La "segunda atención" va más allá de la conciencia ordinaria, generalmente fruto de mucha disciplina y concentración, que puede ampliarse enormemente pero permaneciendo siempre como una experiencia subjetiva de conciencia y de poder.
Y está la "tercera atención", la que se confunde, se hace uno con lo que no se puede conocer, con lo que es radicalmente indescriptible e innombrable. En expresión metafórica de don Juan ésta "se alcanza cuando el resplandor de la conciencia se convierte en el fuego interior".

Carlos Castaneda refiere haber preguntado a don Juan si había experimentado la tercera atención. Su respuesta fue que se hallaba en la periferia de ella y que si llegaba a entrar completamente Castaneda lo sabría al instante "porque todo él se convertiría en lo que en verdad era: un estallido de energía", agregando que el campo de batalla de los guerreros es la segunda atención. Una batalla sin embargo cuya máxima hazaña es el gozo.

"Para él la máxima hazaña de un guerrero era el gozo."

Este es el conocimiento del hombre de conocimiento, que el mismo don Juan resumía así: "Para un brujo, el espíritu es lo abstracto, porque para conocerlo no necesita de palabras, ni siquiera de pensamientos; es lo abstracto, porque un brujo no puede concebir qué es el espíritu. Sin embargo, sin tener la más mínima oportunidad o deseo de entenderlo, el brujo lo maneja; lo reconoce, lo llama, lo incita, se familiariza con él, y lo expresa en sus actos." Recordemos que espíritu, abstracto, es lo que don Juan llama también intento.

5. Valoración final

Lo que venimos de ver es una propuesta laica del conocimiento contemplativo. Mientras no se muestre lo contrario, una propuesta de genuino conocimiento contemplativo. Así lo permiten pensar las grandes y frecuentes convergencias constatables entre las enseñanzas de don Juan y las enseñanzas de los grandes testigos y maestros de todas las tradiciones de sabiduría. Como laica la propuesta de don Juan Matus y Carlos Castaneda cuestiona la fe, y como conocimiento contemplativo cuestiona la razón.

Cuestiona la fe, porque ésta supone sumisión, entrega, negación, en definitiva, una vía de conocimiento donde predomina el creer sobre el ver, la aceptación de verdades sobre la experiencia. Por ello en la fe hay adoctrinamiento, catequesis, pero no aprendizaje. La fe y sus verdades no son operativas. No es la realización y verificación de sus contenidos lo que ellas persiguen, sino la aceptación de los mismos, el reconocimiento de la autoridad de quien revela tales verdades, la obediencia a sus mandatos. Mientras que la naturaleza de la propuesta de don Juan Matus y Carlos Castaneda es operativa. Y por ello y para ello es “científica”, es “racional”, oponiéndose al dogma y a la sumisión y apelando a la comprensión y a la verificación.

"Lo maravilloso de la brujería es que cada brujo tiene que verificar todo por experiencia propia. Te hablo acerca de los principios de la brujería,
no con la esperanza de que los memorices sino con la esperanza de que los practiques."

Como laica la propuesta de don Juan Matus y Carlos Castaneda supone, como éste dice, que el conocimiento silencioso puede estar, por el momento, más allá de sus aptitudes pero no de sus posibilidades. En otras palabras, es un producto humano y sólo humano. Mientras que en una propuesta de fe, la posibilidad misma, así como la iniciativa que la activa, siempre será obra de Dios.

Cuestiona también de la fe sus pretendidos resultados. Para la fe el objeto último de conocimiento es Dios, y así estará convencida de que cuando ha llegado a lo último donde puede llegar, lo que ahí ha encontrado es Dios, no habiendo nada más allá de él. Como hemos podido ver en diferentes momentos, si así se entiende Dios, y así es como en general se entiende, más allá de él está el molde, el nagual, el intento, está lo que no se puede conocer y, por lo mismo, no se puede nombrar ni describir.

Como se ve, la propuesta es laica no por un a priori antirreligioso, sino más bien por una convicción fundamentada y verificada. Según esta propuesta, por la fe se irá a Dios, que por muy alto que esté siempre es concebible y nombrable, pero no se llega a lo inconcebible e innombrable, a lo que ni siquiera es Dios, a lo que es más que Dios, lo que simplemente es. Vistas así las cosas, podría decir que, por paradójico que parezca, es la propuesta laica que, permaneciendo laica, muestra y desenmascara la concepción idolátrica que de Dios tienen, aún más allá de su intención, las propuestas religiosas.
(La concepción idolátrica de Dios en las propuestas religiosas espirituales es denunciada recurrentemente por Aldous Huxley en su obra "La filosofía perenne" en el Cap. 21. "La idolatría".)

Pero la propuesta de Carlos Castaneda es también una propuesta de conocimiento contemplativo, en el sentido de un conocimiento no intelectualizado, y por lo tanto cuestiona la razón, la comprensión, como vía para llegar al mismo. El conocimiento discursivo, el que trabaja con representaciones y mediaciones, puede rendir útiles servicios antes y después del acontecimiento del conocer contemplativo o silencioso, como justificación y explicación necesarias en el orden de lo que es nuestro conocimiento ordinario, pero no en el conocimiento contemplativo mismo y en el orden que él crea y del que es testigo. Aquí el pensar sirve de poco, más bien constituye el gran obstáculo: mientras este pensar no sea silenciado, no hay conocimiento contemplativo; mientras haya algo de conciencia, no hay conciencia total; mientras haya reflejos de nuestro yo y de la manera que tenemos de conocer lo que consideramos realidad, no hay descubrimiento de la nueva realidad.

Aquí lo único que cuenta es ver viendo y conocer conociendo, que en el fondo es ver no-viendo y saber no-sabiendo, como repiten los místicos cristianos desde el Pseudo- Dionisio. Porque en el fondo no hay nada que ver ni que conocer. No hay nada como objeto, como lo que constituye nuestra realidad, y el ver y el conocer no tiene nada en común con nuestro ver con los ojos ni con nuestro conocer intelectual. Es única y simplemente ver la realidad, esta realidad, la única que hay, como es, no como aparece. Es un ver y un conocer con todo nuestro ser, incluido con todo nuestro cuerpo. Es un conocer donde el que conoce, lo conocido y el acto de conocer son la misma cosa.

La filosofía estaba acostumbrada a validar todo otro tipo de conocimiento. Todavía hay quienes no pueden concebir que pueda existir un conocimiento, una experiencia, no mediacional, no representacional. Sin embargo la existencia de este conocimiento es lo que testifican y enseñan los grandes maestros de todo los tiempos y en todas las tradiciones religiosas y de sabiduría. Puede haber argumentos en contra, pero éstos tendrán que estar a la altura de la contundencia de este hecho.

Por otra parte, la filosofía ha tenido que hacer abandono de lo que era una pretensión imperialista de querer validar todo conocimiento. Cada conocimiento se valida por sí mismo. El único capaz de validar el conocimiento contemplativo es la experiencia contemplativa, abierta a otras experiencias de la misma naturaleza y contrastada con ellas. Es a este criterio al que, con razón, apelan los que la hacen:

"Y sobre todo, comprendí que ese conocimiento no se puede traducir en palabras. Ese conocimiento está ahí a disposición de todos. Está ahí para ser sentido, para ser usado, pero no para ser explicado. Uno puede entrar a él cambiando niveles de conciencia, por lo cual, la conciencia acrecentada es una puerta de entrada. Pero ni aún siquiera la puerta de entrada puede ser explicada. Sólo puede utilizársela."




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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
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