martes, 23 de diciembre de 2008

El conocimiento en la propuesta "Hombre de conocimiento" de Carlos Castaneda

Frente a quienes reducen el conocimiento a la razón, o a lo sumo,
también a la fe religiosa, el autor presenta otro tipo de conocimiento, que no es razón ni es fe, el conocimiento de los brujos como don Juan Matus,
el conocimiento silencioso, la meta más grande a la que el ser humano puede aspirar y, por lo tanto, una propuesta.
Esta es la misma que han hecho los testigos y maestros de las grandes tradiciones religiosas y de sabiduría.
En este caso la propuesta, además de laica, es sabiamente sistémica y operacional y, como laica, sumamente actual. En todo caso, profundamente indígena y latina.
El trabajo da una visión panorámica de ella.


1. Importancia del tema

Puede sonar a profanación traer a consideración en el marco de este Coloquio, cuya temática es "El quehacer filosófico en el horizonte del encuentro entre razón y fe", un tipo de conocimiento como es el que nos propone en toda su obra Carlos Castaneda, que no es razón, tampoco fe, ni se reclama filosófico.

No es profanación si se acepta que el conocimiento del que nos habla Castaneda es el conocimiento más religioso, más espiritual, que el ser humano puede concebir y alcanzar en este mundo, y por ello algo a lo que pareciera queremos aludir cuando hablamos de fe. Por la misma razón tampoco debiera ser ajeno a la razón, más específicamente aún a la razón filosófica, si se asume que llegar a tal conocimiento es la aspiración más grande que debe tener el ser humano, ya que sólo es en este tipo de conocimiento donde se puede realizar plenamente; tema éste tan estrechamente relacionado con la razón y la filosofía.

No es una profanación sino, tal vez esto sí, una provocación, que sin embargo creo importante y necesaria, y ello pese a puntos muy importantes que se pueden y deben discutir en relación con la personalidad, obra y contenidos de la obra de Carlos Castaneda.

Se puede discutir, y hay que discutir, desde su identidad personal hasta contenidos enteros, al menos en la formulación “energética” que les da en la segunda etapa, a partir del libro "El segundo anillo de poder", segunda de las dos que refleja el contenido de toda su obra. Se pueden discutir métodos y prácticas que propone para alcanzar estados de conciencia no ordinaria de la realidad y moverse al interior de ésta. Se puede discutir, y hay que hacerlo, la identidad, de su informante principal y maestro, don Juan Matus, de la identidad de compañeras y compañeros de su formación como brujo o chamán. Pero no se puede discutir que Carlos Castaneda es culturalmente de los nuestros, es un latino; y que, para decir no lo menos sino lo mínimo, su propuesta tiene inconfundiblemente el color y el sabor generales de la cultura indígena de la que se reclama originaria, la de los pueblos amerindios del sureste de los Estados Unidos y del Norte de México. Ambos aspectos culturales, lo latino y lo indígena, son muy importantes en la teología que debe comenzar por reconocer y mostrar el “theos” potencialmente presente en las culturas, y en este caso se trata de algo no ‘potencialmente’ presente sino realmente presente.

Pero algo, todavía más importante, que venimos de afirmar y que si aceptamos que realmente existe, la importancia de su naturaleza no se puede discutir: el conocimiento del que nos habla don Juan Matus y Carlos Castaneda es el fruto más granado de las culturas amerindias. Ningún otro producto de se le puede comparar, pues se trata del conocimiento silencioso o contemplativo presente en las grandes tradiciones de sabiduría y religiosas, de su naturaleza y exigencias, de la necesidad para ello de «parar el mundo», de «frenar el diálogo interno», de hacer y alcanzar el silencio total. Si esto es así, no se puede ignorar. La teología en general, pero con mayor urgencia la teología latinoamericana, no lo puede ignorar. Si en su tiempo (1945), cuando Aldous Huxley escribió su obra "La filosofía perenne", consideraba que "no sólo no hay razón, sino que tampoco no hay excusa" para que los eruditos occidentales ignoraran las doctrinas espirituales de Oriente, calificando el hecho de "ignorancia enteramente voluntaria y deliberada" y, aún peor, de "imperialismo teológico", ¿cómo nos calificaría a nosotros hoy? Porque en este punto no solamente nos seguimos comportando como "la mayor parte de los autores europeos y americanos de libros sobre religión y metafísica [que] escriben como si nadie hubiera pensado nunca sobre tales temas salvo los judíos, los griegos y los cristianos de la cuenca del Mediterráneo y la Europa occidental", sino que no hemos descubierto y valorado las riquezas de la misma naturaleza existentes en las tradiciones amerindias de sabiduría.

Por todo ello me parece importante, y hasta necesario, dirigir nuestra mirada al conocimiento que constituye la gran propuesta y enseñanza de Carlos Castaneda. Pero existe un argumento más, el más importante de todos. Lo que Carlos Castaneda hace es, aunque él lo niega, y con razón, una propuesta de verdadera y auténtica experiencia religiosa o de espiritualidad, aunque laica. Y hay razones muy fuertes para pensar que éste es el único tipo de propuesta religiosa culturalmente creíble en el mundo de hoy. Solamente por esta hipótesis, merece la pena desde la religión y la teología conocer la propuesta de Carlos Castaneda.
Porque lo que se conoce por propuesta espiritual y religiosa no pasa de ser una propuesta moral, racionalizada y racionalizante, nunca verdaderamente experiencial. Por eso él niega que su propuesta sea religiosa o espiritual.

"—Los guerreros combaten la importancia personal como cuestión de estrategia, no como cuestión de fe —repuso—. Tu error es entender lo que digo en términos de moralidad."

"—Lo que los antiguos videntes dijeron no tiene nada que ver con la fe —dijo—. (…) Los antiguos videntes tomaron otro camino, y por cierto llegaron a otra conclusión que no tiene nada que ver con la fe y el credo.".
"Todo esto se parece al manual de vida monástica pero no es vida monástica."

Esta será el objeto de la presente ponencia, subrayando en qué consiste el conocimiento al que se nos invita, la inteligencia tan certera y correcta que don Juan Matus tiene de la naturaleza y calidad de este tipo de conocimiento, todo ello antecedido de una mínima nota biográfica pensando que quizás sea necesaria.

2. Nota biográfica mínima

No es fácil rehacer su historia personal ya que hay datos que confunden, resultado pareciera del consejo que le diera don Juan Matus de borrar la historia personal como un medio de comenzar a superar la importancia personal o del yo, contribuyendo todo ello a hacer de él un ser mítico y un mito, que por lo mismo fue imitado y hasta suplantado. Con todo, los siguientes son datos que parecen jalonar su biografía.
Carlos Castaneda, al que casi todos atribuyen un origen peruano, habría nacido el 25 de diciembre de 1935 en un pueblecito llamado Juquery, próximo a Sao Paulo, en Brasil. Su madre tenía entonces 15 años y su padre, 17, y parece ser que le crió una hermana de su madre. Si damos crédito a su confesión, su vida no fue fácil.
Con 15 años, en 1951, y después de haber pasado por un internado en Buenos Aires, llega a San Francisco, donde vivió con una familia adoptiva mientras completaba el bachillerato. Entre 1955 y 1959 toma cursos en el City College de Los Angeles: creación literaria, periodismo y psicología. Paralelamente trabaja como ayudante de un psicoanalista clasificando centenares de cintas magnetofónicas grabadas en el transcurso de las sesiones de terapia.
En 1959 se nacionaliza estadounidense, adoptando legalmente el apellido materno, Castaneda, y no el paterno, Aranha, e ingresa en la Universidad de California, en Los Angeles (UCLA), donde se gradúa en Antropología tres años más tarde. Muy dotado para la Antropología y aficionado a la misma, era el tipo de estudiante que los profesores gustan tener. En su formación, y en la fidelidad de la amistad, el profesor de Sociología Harold Grafinkel, cofundador de la etnometodología, jugó un papel especial.
Decidido a hacer su tesis sobre plantas alucinógenas conocidas y utilizadas tradicionalmente por los indios en el suroeste de Estados Unidos y en el norte de México, y buscando informantes, un amigo le presenta al que va a ser el suyo. Se trataba de don Juan Matus, indio yaqui que vivía en Sonora. Ocurrió en una estación de buses en Arizona. La impresión que le produjo permanecería en él para siempre. "La forma en que me había mirado fue un evento sin precedentes en mi vida." Era el verano de 1960. Después de algunas visitas, en junio de 1961 comienza un proceso de aprendizaje con don Juan que dura hasta septiembre de 1965, en que después de sufrir un gran crisis que sintió que lo puso al borde de la muerte en medio de una experiencia inducida de percepción no ordinaria de la realidad, Carlos Castaneda se retira con la decisión de no volver más. El aprendizaje realizado lo recoge en su obra Enseñanzas de don Juan. Una forma yaqui de conocimiento publicada en 1968, que pronto le haría famoso, y con el que tuvo el «máster». Con ocasión de presentar y entregar a don Juan un ejemplar de la obra, la vinculación maestro-discípulo se restableció "misteriosamente" (sic) y se inició un segundo ciclo de aprendizaje que el mismo Castaneda califica de "muy distinto del primero", que duró hasta mayo de 1971. En total, diez años de aprendizaje.
Don Juan Matus, su maestro, habría nacido en 1891 y fallecido en 1973.
Lo que sucedió en el aprendizaje ya es bien conocido: él quería obtener información sobre plantas medicinales, don Juan le puso como anzuelo el conocimiento que él deseaba pero mientras tanto le iniciaba a un nuevo conocimiento, y el aprendiz de antropólogo terminó siendo brujo, hombre de conocimiento. A "Las enseñanzas de don Juan" sucederían en 1971 "Una realidad aparte", "Viaje al Ixtlán" en 1972, y "Relatos de poder" en 1974, obras que por sus características formales y temáticas, escritas en forma de diario de campo, más próximas al proceso de aprendizaje y de experiencia, constituyen un conjunto diferente de las que las siguen: "El segundo anillo del poder" 1977, "El don del águila" 1981, "El fuego interno" 1984, "El
conocimiento silencioso" (en inglés, "The Power of Silence: further lessons of don Juan") 1987, y "El arte de ensoñar" 1993, obras todas ellas de desarrollo y profundización temática, si no a veces de explotación sofisticada, de contenidos y experiencias ya presentes en las primeras y que él con propiedad califica de artes o maestrías porque, efectivamente, la requieren. Estas son el arte de la conciencia de ser, el arte del intento, el arte de acechar y el arte de ensoñar.
Estar consciente de ser significa estar conscientes de la maravilla que somos nosotros y la realidad y vernos y verla así. En lenguaje de don Matus, somos emanaciones indescriptibles del Aguila. Aunque él es bien consciente de que lo que está utilizando es un símbolo. Porque "El resultado es la visión de un Aguila y de sus emanaciones. Pero no hay ningún Aguila y no hay emanaciones algunas. Lo que nos rodea es algo que ninguna criatura viviente puede comprender." El intento es la fuerza omnipresente que nos hace percibir. Es poder y fuerza, voluntad, espíritu, gracia. El acecho es la actitud que nos permite sacarle a cada situación lo mejor. Es una actitud de sabiduría, de discernimiento, valoración y control permanente. Ensoñar es la capacidad de convertir los sueños también en conocimiento de manera que se borra la diferencia entre vigilia y sueño, entre sueño y realidad.
Además de don Juan hay que señalar a don Genaro Flores, indio mazateco, que en coordinación con aquél completó la formación de Carlos Castaneda en aspectos muy importantes. Aunque el maestro por excelencia fue don Juan, un nagual. Y «ser un nagual es llegar a un pináculo de disciplina y control. Ser un nagual significa ser un líder, ser un maestro y un guía.» Don Juan era un brujo vidente, un hombre al que sólo le interesaba ver, ser hombre de conocimiento.
No cabe duda que a partir del contacto con don Juan la biografía de Carlos Castaneda es la historia de una conversión y de un aprendizaje lo que estas obras transmiten, como dice Octavio Paz de "Las enseñanzas de don Juan"; conversión y aprendizaje a los que Carlos Castaneda nos invita.

3. La propuesta de Carlos Castaneda: ser "hombre de conocimiento"

La propuesta de Carlos Castaneda es la propuesta de don Juan Matus.
Y según estudiamos la obra de Castaneda, bien podriamos concluir que nosotros somos a Carlos Castaneda lo que él fue a don Juan Matus. La observación es exacta. Carlos Castaneda concibe y escribe sus obras, sobre todo las que forman el primer ciclo, de tal manera, que, además del impacto que se recibe, si uno se deja, lo ubica en la experiencia de aprendizaje y discipulado que él tuvo. "…yo quería comunicar al lector, por medio de un reportaje, el drama y la inmediacidad de la situación de campo", manifiesta Castaneda a propósito del libro "Una realidad aparte. Nuevas conversaciones con don Juan".
Pues bien, así como se ha dicho que el Evangelio se puede reducir en el concepto reino de Dios, así todas las enseñanzas de don Juan se pueden resumir en el concepto y propuesta: ser hombre de conocimiento. Así lo destaca el propio Carlos Castaneda en el análisis estructural con que finaliza "Las enseñanzas de don Juan". La estructura de éstas se compondrían de cuatro conceptos o unidades, y la primera de todas es "hombre de conocimiento". Esta era la meta de sus enseñanzas, y así se lo declaró en una etapa muy temprana: "enseñar cómo llegar a ser un hombre de conocimiento". Porque para don Juan saber, aprender, es también la meta de todo ser humano, su destino y su quehacer.

"El hombre vive sólo para aprender. Y si aprende es porque ésa es la naturaleza de su suerte, para bien o para mal."
"—El deseo de aprender no es ambición —dijo—. El querer saber es nuestro destino como hombres".

"Nuestra suerte como hombres es aprender", repetirá incansablemente. Lo contrario es desperdicio y es tristeza: "… pese a lo atemorizante que sea el aprender, es más terrible pensar en un hombre sin aliado o sin conocimientos."

”Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arrojados a mundos nuevos, inconcebibles.”
"…los seres vivientes existen solamente para acrecentar la conciencia de ser."

3.1. Ser "hombre de conocimiento"
Ahora bien, ¿qué es ser hombre de conocimiento? ¿en qué consiste? Ser hombre de conocimiento es lo mismo que han vivido y enseñado los grandes testigos y maestros de todas las religiones y tradiciones de sabiduría: "llegar a la totalidad de uno mismo", llegar a ser uno lo que realmente es, llegar a ser todo, lo que en sánscrito llaman “Eso” (tat tvam asi = “Eso eres tú”).

"Así pues, diré, que lo importante para un guerrero es llegar a la totalidad de uno mismo."

Es saber que en cada instante uno está rodeado de eternidad, experimentar que en cualquier dirección uno puede extenderse hasta el infinito, sentir que este momento puede ser la eternidad. "No gastes tu poder en babosadas —dijo—. Estás tratando con esa inmensidad que está allá afuera."

"Convertir en razonable esa cosa magnífica que está allá afuera no te sirve de nada.
Aquí, alrededor de nosotros, está la eternidad misma."

Ser hombre de conocimiento es conocer el mundo, las cosas, nosotros, todo, como en sí mismo es, y no como un reflejo de nuestro yo ordinario. Es conocer todo desde nuestro yo profundo, desde nuestro yo eterno. Es un conocer directo, inmediato, sin mediaciones, como un ver, pero un ver especial. Por ello con frecuencia don Juan Matus hablará a Carlos Castaneda de ver. "Desde el principio de mi aprendizaje, don Juan había descrito el concepto de “ver” como una capacidad especial que podía cultivarse y que permitía percibir la naturaleza “última” de las cosas." “Ver”, no ya sólo como condición o estado a alcanzar sino como medio, como trabajo de la percepción, fue la predilección de don Juan Matus.

Ser hombre de conocimiento es la realización más grande y más plena que se puede y debe alcanzar como ser humano. Por lo mismo es la más real, la más íntegra, la más desinteresada y gratuita, la más concreta y responsable. Don Juan Matus lo subrayará diciendo que el hombre de conocimiento vive precisamente de actuar. "Ya deberías saber a estas alturas que un hombre de conocimiento vive de actuar, no de pensar en actuar, ni de pensar qué pensará cuando termine de actuar." "Dijo que lo único que contaba era la acción, actuar en vez de hablar."

"El tonal y el nagual son dos mundos diferentes. En uno se habla, en el otro se actúa."

Se trata además de una realización que hay que conseguir aquí, en este mundo y ahora. No hay escape para la irresponsabilidad. "… mi interés ha sido convencerte de que debes hacerte responsable por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso desierto, en este maravilloso tiempo. Quise convencerte de que debes aprender a hacer que cada acto cuente, pues vas a estar aquí sólo un rato corto, de hecho, muy corto para presenciar todas las maravillas que existen."

En fin, ser hombre de conocimiento es desarrollar el nagual que todos somos y llevamos dentro. Somos tonal, seres que percibimos este mundo como aparece, como creemos que es, y así actuamos en él, pero somos también, y ante todo, nagual, capaces de ver el mundo y toda la realidad como la maravilla que en sí mismos mundo y realidad son. Un yo, un mundo y una realidad, profundamente reales, los más reales, pero a la vez inefables, literalmente indescriptibles e innombrables: tan trascendentes a este mundo nuestro son:
"—El nagual es la parte de nosotros para la cual no hay descripción: ni palabra, ni nombres, ni sensaciones, ni conocimiento."
Ni tampoco para el mundo que como hombres de conocimiento podemos descubrir, ni para la experiencia misma. Trasciende de tal manera el mundo del tonal que las palabras de éste no sirven para expresar la realidad que es. Y en el nagual no hay palabras, no hay conceptos, no los necesita. El nagual "Puede ser visto, pero no se puede hablar de él." Solamente se puede decir de él: existe, es. Y sin embargo es inmanente a nuestro yo, a nuestro mundo, a nuestra realidad. No existe en otra parte, sólo aquí. Es nuestro yo, nuestro mundo, nuestra realidad como son en sí mismos, en su verdadera y total realidad, en su unidad y totalidad. "No hay movimiento ninguno. ¡El hombre es sólo mente!."

¿El hombre de conocimiento, el nagual, será entonces Dios? Si con el Pseudo-Dionisio convenimos que Dios es innombrable,(obviamente, nos referimos a Dioniso el Aeropagita) y por lo mismo que el mejor nombre de Dios es el "Sin-Nombre", podríamos decir que sí. Pero si lo nombramos, haciendo de él un concepto, entonces es producto de nuestro tonal y Dios no es nagual, como le aclara don Juan Matus a Carlos Castaneda: "No dije eso [“que Dios no existe”]. Sólo dije que el nagual no era Dios, porque Dios es un objeto de nuestro tonal personal y del tonal de los tiempos. El tonal es, como ya dije, todo lo que creemos que es parte del mundo, incluyendo a Dios, por supuesto. Dios no tiene otra importancia que la de ser parte del tonal de nuestro tiempo." Y por otra parte, del nagual puede decirse con rigor lo que dijo la Gorda (Elena): "El mundo del Nagual es el reino de los cielos"

Pero, aún y con todo lo que de trascendental tiene esta meta, ser hombre de conocimiento, es en su concepción y propuesta una "meta operatoria", total y eminentemente operatoria, es decir, es en su naturaleza misma una propuesta para ser realizada. Y de ello es plenamente consciente Carlos Castaneda, así como de su importancia.

Ser hombre de conocimiento es una propuesta no para ser creída y racionalizada, sino para ser comprendida y realizada, para ser experimentada. Esto es algo que de raíz le diferencia de la religión y de la moral. Estas deben su origen a una revelación hecha con autoridad que, interiorizadas, revelación y autoridad, generan aceptación y voluntad de cumplimiento. Pero no generan experiencia real aquí y ahora. Es una promesa no controlada de algo, tampoco controlado, que siempre se pospone, que siempre es cuestión de esperanza y de fe.

Ser hombre de conocimiento es el desarrollo verificable de una posibilidad, también verificable, que todos como seres humanos tenemos. Es una meta alcanzable y a alcanzar en esta vida y en este mundo, no en otra vida posterior o en otro mundo diferente. La religión y la moral con sus estructuras de promesa, inherente a la aceptación, crean siempre la sensación de que hay tiempo por delante, de que hay otra vida, otra u otras posibilidades de llegar a ser lo que hay que ser. En la estructura hombre de conocimiento esto no es posible. No hay más vida ni tiempo que éstos, los de aquí y ahora. Por lo tanto tiene que concebirse y presentarse como una propuesta operatoria. Y así lo es. Ser hombre de conocimiento es la condición o estado humano a lograr en la única vida que tenemos. Por lo mismo, como le repetirá hasta la saciedad don Juan a Carlos Castaneda, no es tanto cuestión de hablar como de actuar.

"Deseo entrar en el otro mundo (declara la Gorda a Carlos Castaneda) estando aún viva, de acuerdo con las propuestas del Nagual. Para hacerlo necesito únicamente la fuerza de mi espíritu. Necesito mi plenitud. ¡Nada puede apartarme de ese mundo! ¡Nada!"

3.2. Algunas implicaciones
Para entender aún más la naturaleza de esta propuesta, veamos sus implicaciones. Como se puede comenzar a entrever, son muchas. Para comenzar, Carlos Castaneda descompone la exigencia ser hombre de conocimiento en siete subunidades o conceptos componentes, que se pueden resumir en dos: aprendizaje y esfuerzo. O en formulación más explícita, ser hombre de conocimiento es un asunto de aprendizaje, y para llegar a serlo hay que ser y comportarse como guerreros, hay que ser un guerrero.
El mero listado de las subunidades, con excepción de la última, expresa por sí solo de qué se trata:
1) llegar a ser hombre de conocimiento era asunto de aprendizaje;
2) un hombre de conocimiento poseía intención rígida;
3) un hombre de conocimiento poseíaclaridad de mente;
4) llegar a ser hombre de conocimiento era asunto de labor esforzada;
5) un hombre de conocimiento era un guerrero;
6) llegar a ser hombre de conocimiento era un proceso incesante;
7) un hombre de conocimiento tenía un aliado.


En primer lugar y para comenzar, llegar a ser hombre de conocimiento es asunto de aprendizaje. Ser hombre de conocimiento, llegar como ser humano a la condición humana más grande y en cierta manera más difícil posible, no es algo que se reciba pasivamente, es algo que se aprende; es algo que se logra conociendo y aplicando el conocimiento. Que esto es lo que significa aprendizaje: la adquisición de un dominio, de una maestría, de un arte, de una capacidad, de una condición. En este caso, repetimos, la condición humana más sublime que se pueda soñar. Es algo que hay que comprender en qué consiste, saber que se puede producir o lograr, saber cómo hacerlo y hacerlo cuantas veces se quiera. Aquí está la diferencia para don Juan Matus entre los místicos religiosos y los que él llama los "nuevos videntes". En los primeros el ver es una experiencia fortuita, los segundos son capaces de ver el "molde del hombre" cuantas veces quieran.
Y cuando no se trata de místicos, el resultado es aún más mediocre:

"La diferencia es que los videntes ven cómo el Aguila confiere la conciencia
a través de sus emanaciones y
los hombres religiosos no ven cómo Dios confiere la vida través del amor."

Ahora se puede comprender mejor por qué podemos calificar la propuesta general de don Juan Matus y de Carlos Castaneda como una propuesta religiosa o de espiritualidad, laica, y que a la vez ellos lo nieguen, porque no se trata de religión o espiritualidad tal como las conocemos. La de Juan Matus y Carlos Castaneda es una propuesta operatoria, y la de la religión y espiritualidad, no. Estas sólo entrevén, intuyen, apuntan y prometen lo que sólo el conocimiento como propuesta asegura y garantiza.

En segundo lugar, para ser hombre de conocimiento hay que ser guerrero. Un hombre de conocimiento es un guerrero. Ser hombre de conocimiento es una meta alcanzable, pero hay que alcanzarla, y para ello se necesita tener la disposición, el valor, las actitudes y las cualidades de un guerrero. Hay que ser esforzado, de intención rígida, tener claridad de mente y un propósito bien claro. El guerrero se define por su comportamiento en la batalla. Según la expresión clásica de don Juan Matus:
"—Un hombre va al conocimiento como va a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de cualquier otra forma al conocimiento o a la guerra es un error, y quien lo cometa corre el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo."
Tan exigente es llegar a ser hombre de conocimiento. Hay que ser guerrero, no se puede llegar de otra manera.

Bien despierto, totalmente claro, plenamente consciente de lo que emprende y, para ello, sano, sobrio, fuerte. Pero con miedo. En verdad, puede ser que muera en ella y sea su última batalla. El guerrero sabe que en cualquier momento puede morir. Por ello tiene siempre la muerte presente, es su compañera, lo fortalece. Tiene que entrar a cada batalla, tiene que vivir cada momento, como si fue la última. Y con respeto. Valorando retos, obstáculos y fuerzas, almacenando energía, calculando las fuerzas. El hombre guerrero es todo lo contrario de un hombre temerario. Este en el fondo tiene miedo, es orgulloso, y, víctima del miedo y del orgullo, se lanza de forma tan exhibicionista como no calculada y perece, es derrotado. Es víctima de su “yo”. El guerrero tiene miedo pero lo supera, supera su “yo” y, superado éste, no tiene otro propósito que el de actuar «impecablemente»,y así actúa, sin miedo, sin interés, ejecutando una obra de arte. Muerto a sí mismo, no le preocupa ya la muerte, la derrota. Para él todo es gane, incluso si muere, porque para él hasta la derrota se convierte en victoria. Como dice sugestivamente don Juan, el guerrero danza delante de la muerte. Y es que, en el fondo, el guerrero no muere. "Los brujos no mueren... Y así bailarás ante tu muerte aquí, en la cima de ese cerro, al acabar el día... Y tu muerte se sentará aquí a observarte."

Para ello el guerrero es disciplinado, es frugal, practica el desapego, vive con las cosas mínimas necesarias, ama y quiere apasionadamente36 pero sin "preocuparse", no está apegado a nada ni a nadie, es totalmente libre y sólo ansía la libertad total.

"Esta es la predilección de los guerreros –dijo–. Esta tierra, este mundo. Para un guerrero no puede haber un amor más grande."

Acepta siempre la responsabilidad de sus actos, practica el "desatino controlado",(Es la «santa indiferencia» de la que hablaba San Francisco de Sales), gracias al cual puede vivir plenamente cada momento y cada realidad, porque para él todas las cosas son iguales, no hay cosas más importantes que otras; y llega a superar su importancia personal, uno de los mayores obstáculo, si no el mayor, al conocimiento. Puesto que, en palabras de don Juan, "Los guerreros se preparan para tener conciencia, y la conciencia total sólo les llega cuando ya no queda en ellos nada de importancia personal. Sólo cuando no son nada se convierten en todo."38 Sentencia esta última que recuerda las del Maestro Eckhart. Dice Eckhart: "Mientras yo sea esto o aquello, o tenga esto o aquello, no lo soy todo, ni lo tengo todo. Hazte puro hasta que no seas ni tengas esto o aquello; entonces serás omnipresente y, no siendo esto ni aquello, lo serás todo."

Por último, el guerrero tiene que tomar su decisión, así como los caminos que conducen a ser hombre de conocimiento, de una manera convencida y gozosa, siempre libre de miedo y de ambición. A esta actitud y valoración se refiere don Juan Matus cuando habla de "camino con corazón", cosa que hay que preguntarse siempre ante cualquier camino, y si lo vamos a seguir "con corazón", de manera gozosa, con toda confianza, sin reservas. Pues "Ningún camino lleva a ninguna parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte; el otro debilita."





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