lunes, 22 de diciembre de 2008

Sobre las Evasiones

"[los europeos] Se mueven sin rumbo a través de la falsedad de la vida, tratando de llenar su vacío interior por medio de estimulantes externos, leyendo diarios, soñando despiertos en el cine, escuchando música y charlas por la radio, tomando parte activa en los juegos y, sobre todo, presenciándolos, pasando toda clase de 'buenos ratos'. Entretanto, se da la bienvenida y se acoge con avidez cualquier doctrina que parezca conferirle una finalidad o un objeto a la vida."
El Fin y los Medios, pag. 137


"El tono emocional de las multitudes es esencialmente orgiástico y dionisiaco. Por virtud de su inclusión en una multitud, el individuo se encuentra liberado de las limitaciones propias de su personalidad, y participa del mundo subhumano, subpersonal, que es inherente a los sentimientos desenfrenados y a las creencias no analizadas. Formar parte de una multitud resulta una experimentación muy semejante a la intoxicación alcohólica. La mayor parte de los seres humanos ansían evadirse de las limitaciones de su propio ser y descansar periódicamente de su personalidad escuálida, mezquina y para cada cual demasiado conocida. Como no saben hacer lo necesario para ascender desde su propia personalidad hasta una región suprapersonal, y como no tienen voluntad suficiente para hacerlo, aunque sepan satisfacer las condiciones éticas, psicológicas y fisiológicas necesarias para trascender del propio ser, se dirigen naturalmente hacia el camino descendente, el camino que conduce, desde la personalidad, hacia las tinieblas del sentimentalismo subhumano y del pánico animal. De aquí el ansia persistente por los narcóticos y los estimulantes, y también la atracción infalible de las multitudes."
El Fin y los Medios, pag. 83


"Pocos son los hombres que quieren algo muy intensamente, y, de estos pocos, sólo una ínfima minoría es capaz de combinar la fuerza de voluntad con una continuidad invariable. La mayor parte de los seres humanos son criaturas espasmódicas e intermitentes a quienes les gustan por encima de todo los placeres de la indolencia mental. "Por este motivo", dice Bryce, "una voluntad enérgica e invariable se convierte a veces en un poder tan tremendo, casi en una fuerza hipnótica". Lucifer es la encarnación mitológica más alta de esta intensa voluntad personal, y los Grandes Hombres que la han tenido en la escena de la historia, participan, hasta cierto punto, de su fuerza y de su magnificencia satánicas. Debido a esta fuerza y a esta magnificencia, tan diferente de nuestra propia debilidad y flojedad mental, nos volvemos nostálgicamente hacia las biografías de hombres como Alejandro, César y Napoleón, y, a cada nuevo imitador de Lucifer que surge, nos prosternamos ante él pidiéndonos que nos salve. Y, por supuesto, a muchos de estos grandes hombres les gustaría verdaderamente salvar a sus semejantes. Pero puesto que son lo que son, no santos sino mezquinos luciferes, sus bienintencionados esfuerzos sólo pueden llevar, en alguna forma temporaria más o menos desagradable, a la perpetuación de aquellas condiciones por cuya supresión reza la humanidad. Los Grandes Hombres han dejado invariablemente de "entregar las mercaderías", pero porque admiramos sus cualidades y envidiamos sus triunfos, seguimos creyendo en ellos y sometiéndonos a su poder. Al mismo tiempo, sabemos muy bien con parte de nuestro ser que los luciferes no pueden hacernos bien alguno; entonces nos alejamos por un momento de esas encarnaciones de la voluntad personal y nos volvemos hacia esos seres humanos muy diferentes, que encarnan la voluntad de Dios. Los Santos tienen aun más voluntad de ayudar que los Grandes Hombres, pero el consejo que dan es propio a parecer deprimente a los hombres y a las mujeres que quieran gozar de los placeres de la indolencia. "Dios", dicen los Santos, "ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos"; y comienzan a prescribir los métodos por los cuales es posible ayudarse a sí mismo. Pero no queremos tener que ayudarnos a nosotros mismos; queremos ser ayudados, tener a alguien que haga el trabajo por nosotros. Entonces nos volvemos de nuevo hacia las encarnaciones de la voluntad personal. Estos Grandes Hombres no tienen ni la menor duda acerca de su habilidad para darnos exactamente lo que queremos: un sistema político que hará buenos y felices a todos, una religión de Estado que nos asegure los favores de Dios aquí en la tierra y una bienaventurada eternidad en el paraíso. Aceptamos su ofrecimiento, e inmediatamente la otra parte de nuestro ser se vuelve hacia los Santos, de donde volvemos de nuevo a nuestros desastrosos Grandes Hombres. Y así, siglo tras siglo. La patética indecisión ha dejado sus rastros acumulados en nuestras bibliotecas, en que la vida de los Grandes Hombres y sus actividades en la historia llenan tantos estantes como las vidas de los Santos y sus relaciones con Dios."
Eminencia Gris: Estudio sobre Religión y Política, pag. 202


"El Padre José se veía distraído de la perfección mística por una serie de tentaciones estrechamente relacionadas entre sí: la tentación de hacer lo que le parecía su deber, cumplir lo que parecía ser la voluntad exterior de Dios; la tentación de elegir un deber inferior a expensas de uno superior y la tentación de creer que una tarea desagradable tenía que ser buena por lo mismo que era desagradable."
Eminencia Gris: Estudio sobre Religión y Política, pag. 194


"La naturaleza aborrece el vacío, incluso en la mente. El doloroso vacío del aburrimiento actual es llenado y perpetuamente renovado por el cine, la radio, la televisión y las historietas cómicas."
Los Demonios de Loudun, pag. 28


"Los espectáculos públicos representan actualmente un papel comparable al que representó en la Edad Media la religión."
Nueva visita a un Mundo Feliz, pag. 98


"Cuando, por una razón cualquiera, los hombres y las mujeres no logran trascender de sí mismos por medio del culto, las buenas obras y los ejercicios espirituales, se sienten inclinados a recurrir a los sustitutivos químicos de la religión: el alcohol y las "píldoras" en el moderno Occidente, el alcohol y el opio en el Este, el hachís en el mundo mahometano, el alcohol y la marihuana en la América Central, el alcohol y la coca en los Andes y el alcohol y los barbitúricos en las regiones más al día de la América del Sur."
Las Puertas de la Percepción, pag. 65


"El afán universal y permanente de autotrascendencia, no puede ser abolido cerrando de golpe las más populares Puertas del Muro. La única acción razonable es abrir puertas mejores, con la esperanza de que hombres y mujeres cambien sus viejas malas costumbres por hábitos nuevos y menos dañinos. Algunas de estas puertas mejores podrán ser de naturaleza social y tecnológica, otras religiosas o psicológicas, y otras más dietéticas, educativas o atléticas. Pero subsistirá indudablemente la necesidad de tomarse frecuentes vacaciones químicas del intolerable sí mismo y del repulsivo ambiente."
Las Puertas de la Percepción, pag. 62


"La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque solo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma."
Las Puertas de la Percepción, pag. 60


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