miércoles, 28 de mayo de 2008

Vicente Haya: "En Japón el arte supremo es no pelearse"

La entrevista con Vicente Haya, experto en cultura japonesa.
Publica un libro sobre el haiku como camino espiritual y afirma que el arte no está en vencer, sino en saber esquivar la confrontación.

Por GASPAR HERNÀNDEZ

--¿Qué le fascina de la cultura japonesa?
--La sensibilidad. Una sensibilidad que puede educar la nuestra, que puede hacer que en ti se produzcan transformaciones.

--¿Para llegar adónde?
--A una intimidad mayor con el mundo. Eso es el haiku: una forma de acercarse a la realidad.

--¿No tenemos intimidad con el mundo?
--No. La mayoría de las veces somos espectadores. Y espectadores pasivos y desatentos que, además, proyectamos afuera nuestra propia desdicha y ruido interno.

--Pero nosotros formamos parte del mundo.
--Podemos estar más en él si nos imponemos menos. Nuestro mundo psicológico tendría que acallarse. Los haikus te enseñan a no pensar, a no imponer tu mundo sentimental. Aquí nos creemos muy importantes porque pensamos y sentimos una serie de cosas. Y ellos dicen: "Ni el mundo de lo que tú amas ni de lo que piensas me interesan nada".

--¿Qué les interesa?
--Si estabas delante de una hierba cuando se inclinó al posarse una libélula.

--Nuestro ego nos impide ver la hierba.
--Exacto. Tendríamos que desaparecer para ser testigos de aquello que sucede delante nuestro. El buen poeta de haikus desaparece y se entrega generoso a la labor de recoger pequeños instantes de lo que sucede en el mundo.

--¿Y el malo?
--Se cree superior. Si un haiku nos impacta, es que es bastante malo. Un buen poema lo puede escribir un mendigo. No hacen falta metáforas ni grandes palabras.

--Las palabras pueden estorbar.
--Lo ideal para ellos es hablar no con palabras, sino con el hara.

--¿Quiere decir las entrañas?
--Con el centro vital. Las palabras no tienen nada que ver con lo que estás comunicando. Si eres capaz de percibir a la persona integral que tienes delante, y no solo una verbalización, encuentras soluciones donde el otro no las encontraba con palabras.

--Su concepto del yo es radicalmente opuesto al nuestro.
--Desde el punto de vista oriental, el yo es una tensión dentro de la creación. Se trata de armonizar con el mundo. Aquí decimos: "Yo soy yo porque soy diferente del mundo". Y eso mismo que te define, es tu causa de angustia.

--Pero a veces ellos se van al otro extremo.
--A veces se identifican tanto con su empresa, que su nombre pasa a ser Federico Mitsubishi o Pepe Sony. Así desaparece su yo. Ni nuestro yo occidental pétreo es bueno, porque chocamos y no paran de saltar chispas, ni tampoco lo es su yo inexistente.
--¿Qué más ha aprendido de Ja- pón en los últimos años?
--La modestia. He vivido con monjes budistas, con ancianos, con amas de casa, con muchos estratos sociales que me han enseñado el Japón real. Y su gran enseñanza es la modestia.

--¿Algún recuerdo notable?
--Trabajaba en una pequeña aldea de campesinos cultivando setas y tenía cama y comida a cambio de mi trabajo. Una vez nos internamos en el bosque con mi compañero y me sorprendió mucho que él fuera todo el rato esquivando hilos de araña.

--O sea, que no solo los veía, sino que los respetaba.
--Sí, y yo me los iba comiendo todos detrás de él. El hecho de que se molestase en esquivarlos para no dañar la naturaleza dice mucho del espíritu de Japón. Era un chaval que casi no hablaba, que no me colocó nin- gún rollo ni quiso hacer proselitismo de nada.

--¿En la vida social hay humildad?
--El pueblo japonés es extraordinariamente educado y cortés. La palabra "disculpe" o "perdone" se puede escuchar 40 veces en un día. Viven con esa palabra en la boca, incluso piden disculpas si otro les pisa. Es una forma de recomponer el equilibrio: por algo son la cultura de la armonía. Se esfuerzan en crear armonía en el trabajo, en la vida social, en la relación de pareja.

--Aquí nos peleamos todo el día.
--En Japón el arte supremo es no pelearse. El saber vencer no es un arte; el arte está en ser capaces de esquivar la confrontación.

--Aquí eso es sinónimo de cobardía.
--En Japón es todo lo contrario. Para evitar el combate, tienes que desarrollar ingenio. Tu creatividad está en juego, pero no para ganar, sino para rehuir el combate.

--¿Por qué no combatir?
--Porque es una destrucción de la armonía. Donde uno ve la necesidad del encontronazo, otro ve la salida. El que halla la salida tiene más talla, es más persona, porque ha dado con una solución sin violencia.

Fuentes:
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jueves, 8 de mayo de 2008

Amar a un ser humano.

Amar a un ser humano es aceptar la oportunidad de conocerlo verdaderamente y disfrutar de la aventura de explorar y descubrir lo que guarda más allá de sus máscaras y sus defensas; contemplar con ternura sus más profundos sentimientos, sus temores, sus carencias, sus esperanzas y alegrías, su dolor y sus anhelos; es comprender que detrás de su careta y su coraza, se encuentra un corazón sensible y solitario, hambriento de una mano amiga, sediento de una sonrisa sincera en la que pueda sentirse en casa; es reconocer, con respetuosa compasión, que la desarmonía y el caos en los que a veces vive son el producto de su ignorancia y su inconsciencia, y darte cuenta de que si genera desdichas es porque aún no ha aprendido a sembrar alegrías, y en ocasiones se siente tan vacío y carente de sentido, que no puede confiar ni en si mismo; es descubrir y honrar, por encima de cualquier apariencia, su verdadera identidad, y apreciar honestamente su infinita grandeza como una expresión única e irrepetible de la Vida.

Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser escuchado con profunda atención, interés y respeto; aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla; ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse sin miedo a ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo; es permitirle descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera: apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe de acuerdo con tus expectativas; es valorarlo por ser quien es, no por como tu desearías que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y comunicarle tu fe y confianza en su poder como ser humano.

Amar a un ser humano es atreverte a mostrarte indefenso, sin poses ni caretas, revelando tu verdad desnuda, honesta y transparente; es descubrir frente al otro tus propios sentimientos, tus áreas vulnerables; permitirle que conozca al ser que verdaderamente eres, sin adoptar actitudes prefabricadas para causar una impresión favorable; es exponer tus deseos y necesidades, sin esperar que se haga responsable de saciarlas; es expresar tus ideas sin pretender convencerlo de que son correctas; es disfrutar del privilegio de ser tu mismo frente al otro, sin pedirle reconocimiento alguno, y en esta forma, irte encontrando a ti mismo en facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, "este soy, en este momento de mi vida, y esto que soy con gusto y libremente, contigo lo comparto...si tú quieres recibirlo".

Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder comprometerte voluntariamente y responder en forma activa a su necesidad de desarrollo personal; es creer en él cuando de si mismo duda, contagiarle tu vitalidad y tu entusiasmo cuando está por darse por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo cuando titubea, tomarlo de las manos con firmeza cuando se siente débil, confiar en él cuando algo lo agobia y acariciarlo con dulzura cuando algo lo entristece, sin dejarte arrastrar por su desdicha; es compartir en el presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras ni obligaciones impuestas, por la espontánea decisión de responderle libremente.

Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como para recibir su ternura y su cariño sin representar el papel del que nada necesita; es aceptar con gusto lo que te brinda sin exigir que te dé lo que no puede o no desea; es agradecerle a la Vida el prodigio de su existencia y sentir en su presencia una auténtica bendición en tu sendero; es disfrutar de la experiencia sabiendo que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que puedes compartir con el otro, de tal manera que cada reencuentro sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que lo tomas de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una creación distinta y milagrosa.

Amar a un ser humano es atreverte a expresar el cariño espontáneamente a través de tu mirada, de tus gestos y sonrisas; de la caricia firme y delicada, de tu abrazo vigoroso, de tus besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber y sentir cuanto lo valoras por ser quien es, cuánto aprecias sus riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que su desarrollo personal te importa honestamente, que cuenta contigo; es permitirle descubrir sus capacidades creativas y alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría; es develar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar de mutuo acuerdo para hacer de esta vida una experiencia más rica y más llena de sentido.

Amar a un ser humano es también atreverte a establecer tus propios limites y mantenerlos firmemente; es respetarte a ti mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que consideras tus derechos personales; es tener tanta confianza en ti mismo y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, te sientas en libertad de expresar tu enojo sin ofender al ser querido, y puedas manifestar lo que te molesta e incomoda sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase un día en el que evidentemente los caminos divergieran sin remedio, amar es ser capaz de despedirte en paz y en armonía, de tal manera que ambos se recuerden con gratitud por los tesoros compartidos.

Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como persona; es percibirlo y valorarlo como una muestra de la humanidad entera, como una expresión del Hombre, como una manifestación palpable de esa esencia trascendente e intangible llamada "ser humano", de la cual tu formas parte; es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la naturaleza humana, que es tu propia naturaleza, con toda su grandeza y sus limitaciones; apreciar tanto las facetas luminosas y radiantes de la humanidad, como sus lados obscuros y sombríos; amar a un ser humano, en realidad, es amar al ser humano en su totalidad; es amar la auténtica naturaleza humana, tal como es, y por tanto, amar a un ser humano es amarte a ti mismo y sentirte orgulloso de ser una nota en la sinfonía de este mundo.

Abril de 1995

Fuentes:
Andrea Weitzner - Argentina

El arte de amar.

Análisis-síntesis de la obra de Erich Fromm,
"El arte de amar."

Introducción.

El autor nos advierte que este libro no es un manual acerca del arte de amar, sino que pretende demostrarnos que el amor uno es un sentimiento fácil para nadie. Amarnos a nosotros mismos no puede lograrse sin la capacidad de amar a los demás.
Antes de continuar me gustaría exponer algunas anotaciones personales en referencia a la estructuración del trabajo, aportaciones críticas personales o la terminología empleada.
He decidido seguir la esquematización utilizada por el autor en el libro, al considerarla adecuada, siguiendo un orden lógico que permita exponer con claridad el contenido.
A la hora de incluir algunos comentarios personales, sobre ciertas afirmaciones que me parecían chocantes o al menos curiosas, o ciertas dudas que me surgían, he optado por incluir estos comentarios en el desarrollo del trabajo en vez de dedicar un apartado al final, evitando de esta forma tener que repetir la idea desarrollada por Fromm al mismo tiempo que situarlo en el mismo lugar donde se expone el argumento fruto de la crítica o comentario. Para distinguir esta aportación personal de lo dicho por Erich Fromm el texto figura con letra en cursiva, apareciendo al final de un bloque determinado y no intercalado entre dos párrafos que traten el mismo tema, intentando evitar la confusión.
Por último, me gustaría aclarar un aspecto acerca de la terminología empleada. Los términos usados pueden ser considerados masculinizantes, por ejemplo, el uso de niño o hijo cuando podría ser niña e hija, hombre cuando se está haciendo referencia al propio ser humano, o es una distinción indistinta cuyo ejemplo servía de igual manera ya se fuera hombre o mujer. Fromm juega un poco con esto y unas veces usa uno u otro, aunque primando el masculino, no obstante, para evitar confusiones decidí utilizar siempre el masculino, pero dejando claro que hago referencia a uno u otro sexo al mismo tiempo e indiferentemente.

¿Es el amor un arte?

La mayoría de la gente cree en el amor como una sensación placentera; sin embargo, el autor considera el amor un arte que requiere conocimiento y esfuerzo.
La mayoría de la gente cae en el error de suponer que no hay nada que aprender sobre el amor, y ello se debe a varios motivos: considerar que el problema del amor consiste en ser amado y no en amar, valorando aspectos como el éxito, ser poderoso, rico, ser atractivos, en definitiva, una mezcla de popularidad y sex-appeal; el hecho de creer que amar es fácil y lo difícil es encontrar a quien amar, la importancia del objeto frente a la de la función, la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad; la confusión entre la sensación inicial del "enamorarse" y el permanecer enamorado cuando la otra persona ya no es desconocida y se pierde el halo de misterio inicial.
El amor es un arte, y todo arte necesita un proceso de aprendizaje, tanto en lo teórico como en el aspecto práctico.

Hay un aspecto curioso que Fromm comenta en referencia a los errores que lleva a muchas personas suponer que no hay nada que aprender sobre el amor. Afirma que las relaciones amorosas humanas siguen el mismo esquema existente en el mercado de bienes y de trabajo, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. "Una mujer o un hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir".


La Teoría del amor

El amor, la respuesta al problema de la existencia humana.
En los animales, sus afectos constituyen una parte de su instinto, algo que también permanece en el hombre. El hombre sufre la necesidad de superar su separatidad, de abandonar "la prisión de su soledad", porque la vivencia de la separatidad provoca angustia. La solución a esta soledad ha recibido varias respuestas a lo largo de la historia, utilizando varios medios que ayuden a alcanzarla tales como adorar animales, conquistas militares, lujuria, trabajo obsesivo, creación artística, amor a Dios, amor al Hombre. En el niño la presencia de la madre evita su sentimiento de separatidad.
Fromm nos habla de "estados orgiásticos". Muchos rituales de tribus primitivas utilizaban las drogas como forma de escapar del estado de separación, o a través de la experiencia sexual, siendo el orgasmo un estado similar al provocado por un trance o los efectos de ciertas drogas. Las orgías sexuales comunales formaban parte de muchos rituales primitivos. Participar en estos estados orgiásticos, al ser una práctica común e incluso exigida por los médicos brujos o sacerdotes, no producía angustia, sentimiento de culpa o vergüenza.
En una cultura no orgiástica se trata de escapar de la separatidad a través del alcohol o las drogas, experimentando el individuo sentimientos de culpa y remordimiento. El acto sexual sin amor no elimina, salvo en forma momentánea, el abismo que separa a dos seres humanos. En esta cultura esta forma de escapar de la separatidad provoca una cada vez mayor sensación de separación.
Las uniones orgiásticas son intensas, ocurren en mente y cuerpo, son transitorias y periódicas.
Hay otro aspecto a considerar, la unión basada en la conformidad con el grupo. El hombre pasó de vivir en un grupo pequeño a integrarse en ciudades, estados, miembros de una iglesia. La uniformidad predomina en una unión donde el ser individual desaparece en pro de la pertenencia al rebaño. La conformidad con el rebaño es la forma predominante, donde los pensamientos, las costumbres, la forma de vestir, los empleos, el ocio... no difieren apenas entre los ‘diferentes’ individuos que forman parte de la colectividad. Se cree ser diferente, tener ideas o pensamientos propios cuando en realidad son prácticamente los mismos, creer que poder elegir entre unas determinadas diferencias aceptadas por una mayoría representa una ausencia de conformismo o que esto es ser individualista. La igualdad como condición para el desarrollo de la individualidad. Esta estandarización o igualdad conviene a la sociedad, como forma de evitar fricciones. Incluso lo que muchos suponen un gran logro, la igualdad de las mujeres, forma parte del movimiento conducente a la eliminación de las diferencias. Es curioso lo que escribe Fromm: "la polaridad de los sexos está desapareciendo, y con ella el amor erótico, que se basa en dicha polaridad".
Pero la unión por la conformidad no soluciona per se la angustia de la separatidad. Síntomas de sus fallos son el alcoholismo, el abuso de las drogas, la sexualidad compulsiva o el suicidio. Al mismo tiempo, a diferencia de las soluciones orgiásticas, afecta sobre todo a la mente y no al cuerpo. La única ventaja de la conformidad es la permanencia. Otros aspectos a considerar son la rutina en el trabajo y el ocio. Existe poca iniciativas ante unas tareas prescritas por la organización del trabajo. Las diversiones están rutinizadas y prefabricadas. Es concluyente la pregunta que Fromm se/nos hace. "¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?"
Una tercera forma de lograr la unión sería la actividad creadora, donde el individuo que crea y su objeto se tornan uno. Esto no englobaría al trabajador de una cadena de montaje, que se siente bastante alejado de aquello que produce en su trabajo rutinario.
Pero la unión lograda en la fusión orgiástica es transitoria, la que proporciona la conformidad es una pseudo-unidad y la actividad creadora no es interpersonal. Así, Fromm concluye que ante estas respuestas parciales sólo el amor puede lograr la fusión con otra persona, siendo el "impulso más poderoso que existe en el hombre". Tan convencido está Fromm de ello que llega a escribir que "sin amor, la humanidad no podría existir un día más".
Sin embargo, ahora surge una duda, ¿de qué amor estamos hablando? ¿el amor como solución al problema de la existencia o como unión simbiótica? Fromm critica el amor como unión simbiótica, lo considera una forma inmadura de amar. Podría hablarse de unión simbiótica entre el feto y la madre embarazada; la sumisión o masoquismo, donde la persona renuncia a su integridad convirtiéndose en instrumento de alguien o algo ajeno a él; la dominación o sadismo, forma activa frente a la pasiva que representa la sumisión, quien escapa de su soledad creando en otro individuo la prolongación de su ser.
Es por ello que cuando Fromm habla de amor se refiere a un amor maduro donde "se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos". Hay que entender la capacidad de amar como acto de dar, sin pensar en el sentido mercantilista donde dar implica recibir. Al final, dar significa recibir, porque cuando se da con sinceridad no se deja de recibir, o como bien dice Fromm "el amor es un poder que produce amor". Y esto no sería circunscribible sólo al amor, podríamos por ejemplo hablar del maestro que aprende de sus alumnos.
Pero el amor no sólo es dar, también implica cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento, todos conformando una interdependencia mutua. No amamos aquello que no cuidamos. La persona que ama, responde. Respeto como preocupación por el prójimo, evitando así que la responsabilidad degenere en dominación; o como dice una vieja canción francesa, el respeto sólo existe sobre la base de la libertad. Pero el cuidado, la responsabilidad o el respeto no son posibles si conocer a la persona. Como dice Fromm, "el conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación". Sólo el amor hace posible el conocimiento, en el acto de amar me encuentro a mí mismo. Sin embargo, ya decía el sabio que mientras más sabía más se daba cuenta de que, en realidad, no sabía nada. Otra frase curiosa que escribe Fromm es que "la consecuencia última de la psicología es el amor".
Hasta ahora se ha hablado del amor como forma de afrontar la separatidad humana. Pero existe una necesidad existencial de unión de orden biológico, la polaridad de los sexos. Fromm critica la teoría freudiana acerca de la sexualidad, diciendo Freud que la finalidad del deseo sexual es la eliminación de la tensión química producida en el cuerpo, sin tener en cuenta el aspecto psicobiológico de la sexualidad, la polaridad hombre-mujer y el deseo de resolver esta polaridad a través de la unión.

Es curiosa la conclusión a la que llega Fromm acerca de las actitudes homosexuales: "La desviación homosexual es un fracaso en el logro de esa unión polarizada, y por eso el homosexual sufre el dolor de la separatidad nunca resuelta, fracaso que comparte, sin embargo, con el heterosexual corriente que no puede amar". Salvando las distancias, creo que podría estar equivocado. Si bien no parece demostrado que en los homosexuales haya aspectos patológicos diferenciadores con respecto al resto de su sexo, hay evidencias que sugieren que los genes pueden ser un factor en la orientación sexual; aunque otras opiniones, como la de Sigmund Freud, afirman que es más probable que los factores determinantes sean las experiencias durante la infancia. En este último punto, Freud afirma que la falta de un progenitor del mismo sexo con el cual poder identificarse podría ser una causa de la homosexualidad. Si nos remontáramos al siglo XIX la homosexualidad era entonces clasificada como enfermedad.

El amor entre padres e hijos.
El niño al nacer no tiene conciencia de la realidad que le rodea o de sí mismo. Tan sólo siente la estimulación del calor de la madre y el alimento, la satisfacción y seguridad que la madre le produce; lo exterior es real en función de sus necesidades. Cuando crece aprende a percibir las cosas, aprendiendo a manejar las cosas y a la gente. Siente el amor incondicional materno. Los niños entre los ocho y medio a los diez años ya pueden amar y no sólo responder con gratitud y alegría al amor que reciben. El niño pasa de su egocentrismo a valorar las necesidades de los demás, donde dar o amar es más satisfactorio que recibir, sintiendo una nueva sensación de unión. Fromm lo reduce a lo siguiente "El amor infantil sigue el principio: ‘Amo porque me amar’. El amor maduro obedece al principio: ‘Me aman porque amo’. El amor inmaduro dice: ‘Te amo porque te necesito’. El amor maduro dice: ‘Te necesito porque te amo’."
El amor al padre es diferente y de poca importancia durante los primeros años de la vida del niño, el padre "no representa un hogar natural" de donde venimos. El padre será quien enseñe al niño el camino hacia el mundo, en un amor que es condicional que, a diferencia del materno, puede ser controlado. Después de los seis años, el niño comienza a necesitar el amor del padre, su autoridad y su guía. La función de la madre es la de aportar seguridad, el padre será quien enseñe y guíe ante los problemas que plantea la sociedad. Las cualidades paternas serían la disciplina, independencia, habilidad de dominar la vida por sí mismo.
La base de la salud mental y el logro de la madurez son fruto del éxito de la relación madre-niño y padre-niño. La neurosis es fruto del fracaso o ciertos desajustes en esta relación. Así, "ciertos tipos de neurosis, las obsesivas, por ejemplo, se desarrollan especialmente sobre la base de un apego unilateral al padre, mientras que otras, como la histeria, el alcoholismo, la incapacidad de autoafirmarse y de enfrentar la vida en forma realista, y las depresiones, son el resultado de una relación centrada en la madre."

Creo que es bastante discutible cuando dice: "Si un individuo [al llegar a la etapa adulta] conservara sólo la conciencia paterna, se tornaría áspero e inhumano. Si retuviera únicamente la conciencia materna, podría perder su criterio y obstaculizar su propio desarrollo o el de los demás".

Los objetos amorosos.
Es un error pensar que sólo amamos a una determinada persona, pues esto no es sino una relación simbiótica o egotismo ampliado. Como poéticamente escribe Fromm, "si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida". Aunque esto no quita que podamos distinguir diversos tipos de amor.
Como objetos amorosos se distinguen el amor fraternal, el amor materno, el amor erótico, el amor a sí mismo y el amor a Dios.

Amor fraternal
Entendamos por amor fraternal como el amor a todos los seres humanos, tal como Jesús decía a sus discípulos que amaran a su prójimo como a sí mismos. Así, el amor sólo comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos por un fin egoísta.

Amor materno
De esto ya se ha hablado antes, sin embargo, quedaría por añadir algunas observaciones. El amor materno no sólo contribuye a la conservación de la vida del niño y su crecimiento, sino también debe inculcar en el niño el amor a la vida. El amor madre-niño crea una dependencia de éste último necesaria, y a diferencia del amor erótico, donde dos seres separados se vuelven uno, en el amor materno dos seres que estaban unidos se separarán. En el momento de la separación el amor materno se hace más difícil, imposible si una madre no puede "amar a su esposo, a otros niños, a los extraños, a todos los seres humanos."

Amor erótico
A diferencia del amor fraterno o el materno, el amor erótico es una unión con una única persona, exclusivo y no universal, siendo "la forma de amor más engañosa que existe". No hay que confundirlo con la experiencia de "enamorarse", situación ésta limitada por el hecho de llegar a conocer a la otra persona tanto como a uno mismo, o mejor dicho, tan poco. Otros factores que muchas personas se confunden al considerarlos formas de salvar la separatidad son hablar de uno mismo, de las esperanzas, mostrar aspectos infantiles, establecer un interés común frente al mundo... También es erróneo confundir el deseo sexual con el amor, aunque el amor pueda inspirar el deseo de la unión sexual. El deseo sexual sin amor no conduce a la unión, salvo en sentido orgiástico transitorio.
Un aspecto importante a considerar es la ya comentada exclusividad del amor erótico. El amor erótico sólo excluye el amor a los demás como fusión erótica. Hemos visto el amor erótico como atracción individual y concreta entre dos personas, pero también podríamos hablar de un acto de voluntad y un compromiso, pues de ser sólo sentimiento no tendría sentido hablar del amor eterno, del matrimonio hasta que la muerte los separe. Aquí Fromm no distingue entre el matrimonio decidido por terceros y el de la elección individual, pues la voluntad será la que garantice la continuación del amor.

Ante lo expuesto me hago las siguientes preguntas: ¿Existe el amor eterno? ¿Sólo puede existir amor erótico entre dos personas, no puede haber una tercera? ¿No es más intenso el amor como elección individual que el convenido por otros intereses, aun cuando la voluntad y compromiso haga permanecer unida a la pareja?

Amor a sí mismo
Son muchas las opiniones que a lo largo de los tiempos han puesto objeciones al amor a sí mismo. Unos lo consideraron pecado, otros como Calvino lo calificarían de "peste", hablarían de narcisismo, de ser insano, que el amor a sí mismo excluye el amor a los demás.
Fromm es tajante al afirmar que es una "falacia lógica" hablar de esta exclusión recíproca. Por todos es conocida la frase bíblica "ama a tu prójimo como a ti mismo". Pero, ¿qué explicación tiene el egoísmo si el amor a mí mismo y a los demás es conjuntivo? Ante esto la respuesta es que "el egoísmo y el amor a sí mismo, lejos de ser idénticos, son realmente opuestos". Si un individuo sólo ama a los demás, no puede amar en absoluto; por el mismo motivo, si sólo se ama a sí mismo, nada sabemos sobre lo que es amar. El egoísta ni tan siquiera llega a amarse a sí mismo, sintiéndose vacío, infeliz, preocupado por arrancar a los demás las satisfacciones que él no puede/quiere conseguir. En el caso de una madre sobreprotectora, más que un amor excesivo lo que muestra es la forma de compensar su total incapacidad de amar. En esencia poco diferencia el efecto producido por la madre generosa y la madre egoísta, pudiendo ser peor la primera, en cuanto los hijos evitan criticarla, se sienten presionados, la obligación de no desilucionarla. Para llevar a un niño a conocer la felicidad, el amor y la alegría no hay nada como una madre que se ama a sí misma. Algo similar podría decirse de una persona ‘generosa’ que poco o nada quiere de sí mismo y sólo vive para los demás: no es feliz, es hostil hacia la vida, la generosidad es una fachada que esconde un intenso egocentrismo.

Creo que deja en muy mal lugar a la madre sobreprotectora. Si bien llevado a un caso extremo puede ser cierto lo que afirma Fromm, en un caso normal es una actitud relativamente normal que no creo que tanto perjudique al niño porque, ¿cuál es el límite de la intensidad con la que debemos o podemos amar a otros o a nosotros mismos? ¿está demostrado que rebasar este supuesto límite, si acaso existe, tiene unos efectos más negativos que positivos?

Amor a Dios
Si consideramos el número de páginas que Fromm utiliza para hablar del amor a Dios, parece ser más complejo o importante que los precedentes.
Si hubiera que sintetizar la idea que Fromm aporta acerca de la necesidad de amar, podríamos decir que esta necesidad existe motivada por la separatidad, como forma de superar la angustia que el estado de separación produce en el hombre, siendo la unión la solución.
El hombre surge de la naturaleza, de la madre, de una unidad original a la que se aferra por encontrar en ella seguridad. En una primera etapa evolutiva se identificaba con los animales y los árboles; muchas religiones primitivas reflejan esta etapa evolutiva. Posteriormente es capaz de moldear figuras en arcilla, metales, cuando ya no depende tanto de la naturaleza; entonces aparecen los ídolos que adquieren apariencia humana. Parece haber existido una fase matriarcal de la religión anterior a la patriarcal en determinadas culturas. La fase patriarcal marca determinados principios o normas a obedecer, la sociedad patriarcal es jerárquica; pero los aspectos maternos no pueden ser totalmente eliminados, teniendo un claro ejemplo en la Virgen de la religión católica. En muchos casos los dioses han evolucionado de la misma forma que lo hacía la sociedad; el paso de una estructura social centrada en la madre a una centrada en el padre produjo el campo de dios matriarcal a patriarcal. Dios en la religión católica es un ente sin nombre, justo aunque severo en ocasiones, es amor, se compromete, es la fuente de toda existencia. Es la figura del padre al que hay que obedecer, un amor condicionado, que premia ante los buenos actos y se enoja ante la desobediencia.
Fromm examina la diferencia entre la lógica aristotélica y la paradójica, una primera donde lo que ‘es’ no puede ser al mismo tiempo ‘no ser’, y la otra que sí acepta esta premisa. Así, a través de la lógica paradójica podemos concluir que el amor a Dios no es conocer a Dios a través del pensamiento, sino el acto de experimentar la unidad con Dios. Desde este punto de vista lo importante no es el pensamiento, sino el acto. La lógica paradójica llevó al hombre a la tolerancia y la autotransformación, la aristotélica al dogma y la ciencia; en el primer caso podríamos hablar de oriente y en el segundo de occidente. Así, en occidente el amor a Dios es sobre todo una experiencia mental, mientras que en las religiones orientales es una "intensa experiencia afectiva de unidad".
Existe un importante paralelismo entre el amor a los padres y el amor a Dios. El amor a Dios es inseparable del amor a los padres, su amor al hombre, en una relación determinada por la estructura de la sociedad en que vive; así, si la estructura social es la de sumisión a la autoridad, el concepto de Dios será infantil y alejado de un concepto maduro.


El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea.

Si partimos de la premisa de que el amor es una capacidad del carácter maduro, observando la sociedad occidental es indudable que el amor es un fenómeno relativamente raro, dándose en realidad diferentes formas de pseudoamor o "desintegración del amor".
La estructura social, regida por el capitalismo, en un principio de supuesta libertad política y de mercado, necesita mano de obra obediente y eficiente, al mismo tiempo que consumidores impulsivos y poco críticos, personas que se sientan libres e independientes que encajen sin dificultades en el engranaje social. Esto ha producido en el hombre la enajenación de sí mismo y de lo que le rodea, en una situación de angustia e inseguridad que hace imposible superar una separatidad ante la que la sociedad ofrece muchos paliativos: rutinización del trabajo, el consumo, el ocio prefabricado. Parece que la felicidad pasa por divertirse, y esto implica consumir. Los autómatas no pueden amar, el amor llega a equiparse con las condiciones mercantilistas que rigen la sociedad, en unas relaciones que suelen ser artificiales. Se ha mantenido el error de pensar que el éxito del amor tan sólo radica en la satisfacción recíproca en el aspecto sexual, cuando en realidad el problema es el amor: está demostrado que los problemas sexuales más frecuentes no tienen su causa en el desconocimiento de la técnica adecuada sino en las inhibiciones que impiden amar. El temor o el odio al otro sexo es la raíz de la dificultad de entregarse por completo.
Fromm critica en Freud su concepto materialista del amor, del amor considerado básicamente un fenómeno sexual, de un sentimiento de unidad que Freud lo interpretaba como fenómeno patológico de regresión a un estado de temprano "narcisismo ilimitado", de no distinguir entre el amor irracional y el amor maduro.
En Sullivan critica su idea de que el amor es una situación de colaboración entre dos personas que sienten, en lo que Fromm denomina "egotismo à deux", donde dos personas aman sus intereses frente a un mundo hostil y enajenado.
Así, el amor como satisfacción sexual recíproca y el amor como "trabajo en equipo", constituyen las formas "normales" de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea.
Se describen cierto tipos de relaciones neuróticas amorosas. Un primer ejemplo es la inmadurez emocional y afectiva, fruto de una relación infantil materna/paterna no superada; personas que muestran un gran amor y afecto, que en cierta forma es superficial e irresponsable, que entran en profundas contradicciones y desengaños cuando creen no ser correspondidos en su justa medida; o la situación en donde la madre fue fría e indiferente y el padre concentra todo su afecto e interés en el hijo, pero de forma también autoritaria, premiando y castigando, lo que lleva al hijo a comportarse como un esclavo, a complacer al padre, y esto lo trasladará posteriormente en sus relaciones personales intentando encontrar la figura paterna con la que poder mantener una conducta similar, personas que suelen tener éxito social pero relegan a un segundo plano el aspecto afectivo interpersonal.
Un matiz más complicado presenta el hijo ante unos padres que no se aman e intentan ocultárselo. El hijo desconoce lo que los padres piensan y sienten, lo que le hace retraerse en su propio mundo, y esto lo trasladará a las relaciones amorosas posteriores, necesitando a veces que las acciones masoquistas le liberen de la carga de tensión y miedo provocada por su nula afectividad.
Otras formas frecuentes de amor irracional son: el amor idolátrico, en el que se tiende a "idolizar" a la persona amada, siendo característico su comienzo intenso aunque de difícil permanencia; el amor sentimental, más fantástico que real, como el experimentado ante una película, novela o canción romántica, o en el recuerdo de un pasado común por el que se muestra un amor que entonces no existió, o la esperanza de un amor futuro inexistente en el presente; otra forma de amor neurótico pasa por el uso de mecanismos proyectivos, buscando las propias falta ignoradas en los demás, o la de intentar dar sentido a la propia vida a través de la vida de los hijos.
Fromm insiste en el error frecuente de pensar que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto, cuando en realidad los ‘conflictos’ de la mayoría de la gente son formas de evitar los "verdaderos conflictos reales", no siendo éstos últimos en absoluto destructivos.
El amor es un desafío constante, que parte desde el centro de nuestra existencia, en la experiencia de dos seres "que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos".
Si pensamos en el aspecto religioso, la vida diaria está separada de cualquier valor religioso fruto del mismo automatismo que nos impide amar a los demás o a nosotros mismos, donde el hombre moderno se ha transformado en un artículo más del engranaje mercantilista, preocupado por un éxito que llega a olvidarse del propio yo, de la propia existencia al margen de los sentimientos.

Hay una frase muy interesante que escribe Fromm: "El hombre contemporáneo es más bien como un niño de tres años, que llora llamando a su padre cuando lo necesita, o bien, se muestra completamente autosuficiente cuando puede jugar". Dios podría ser ese padre, o la madre que te ama sin condiciones, y el juego no es mas que nuestra aceptación y participación en un mundo donde prima el mercantilismo que nos hace creer que lo óptimo es participar en él aceptando las reglas del juego. Pero esto no anula el sentimiento de separatidad ampliamente descrito, más bien lo oculta, y esto provoca sentimientos contradictorios, angustias, fobias, inadaptación ante nosotros mismos y ante los demás.


La práctica del amor.

La práctica del amor es una experiencia personal ante la cual no existen recetas, no obstante, existen ciertos enfoques y premisas que nos pueden ser útiles.
Ya se comentó que el amor es un arte, y todo arte requiere disciplina, concentración, paciencia, una preocupación suprema por el dominio del arte y, por último, ser consciente de que un arte no se aprende sino de una forma indirecta.
El hombre moderno es excesivamente indisciplinado fuera del entorno laboral. La falta de concentración nos impide estar a solas con nosotros mismos. Todo a nuestro alrededor se muestra acelerado, lejos de esa paciencia necesaria para la quietud y el disfrute verdadero, creyendo que algo se pierde cuando no actuamos con rapidez, cuando es justamente lo contrario. Otra condición es la preocupación por el arte que debemos dominar, pasar de ser un mero aficionado a ser un maestro. ¿Por qué había de aprenderse a amar de una forma indirecta? Porque antes de comenzar con el arte mismo, son muchas las cosas que, aunque aparenten no tener relación alguna, son fundamentales.
Cuando se habla de disciplina, se hace referencia a una práctica fruto de nuestra propia voluntad, que se sienta como algo agradable. La concentración es algo más complicado, requiere saber estar sólo con uno mismo, sin hacer nada más que eso, siendo una condición indispensable para la capacidad de amar, pero al mismo tiempo hemos de concentrarnos en todo lo que uno hace. Y esta concentración pasa inevitablemente por saber escuchar, que no es lo mismo que oír. Porque estar concentrado significar vivir plenamente en el presente. Hay que pensar continuamente en uno mismo, analizarse, sensible ante los demás. Es fácil ser sensible ante los procesos corporales, pero ya no lo es tanto para los mentales.
Aquí se señala un factor altamente crítico del sistema educativo, que se fundamenta en la transmisión de cierto tipo de conocimiento en detrimento o ausencia de los rasgos y actitudes humanas.
Hasta aquí se han descrito las condiciones necesarias para la práctica de cualquier arte pero, ¿cuáles son las cualidades con verdadera importancia para la capacidad de amar? En primer lugar superar el propio narcisismo, adquirir una visión lo más objetiva posible del mundo exterior sólo alcanzable utilizando la propia razón en una actitud de humildad. Así, el amor requiere humildad, objetividad y razón. La objetividad y la razón representan la mitad del camino hacia el dominio del arte de amar, pero sin olvidar que no basta con aplicarlo a la persona amada, pues del no aplicarlo al resto del mundo estaríamos abocados al fracaso en ambos sentidos. Hay que tener fe, pero no la fe irracional en una persona o una idea donde hay que someterse a una autoridad también irracional, sino una fe racional en el propio pensamiento y en el juicio, tener fe en otra persona como signo de confianza, "de la esencia de su personalidad, de su amor". Al mismo tiempo es imprescindible la fe en uno mismo, pues "sólo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás", la fe en el propio amor, la fe en la humanidad. Tener fe necesita del coraje, la capacidad de arriesgarse, llegando incluso a aceptar el dolor y la desilusión. La práctica de la fe y el valor deben ser ingredientes de la vida diaria. ¿Por qué amar es un acto de fe? Porque amar significa comprometerse sin garantías, entregarte a la persona amada con la esperanza de producir amor.
Otra condición necesaria para amar es la actividad, ser activo tanto en el pensamiento como en el sentimiento.
Pero todo lo descrito está inseparablemente unido al dominio social, es decir, como ya se ha dicho antes el amor no sólo ha de residir en las relaciones con la propia familia, los amigos y las relaciones eróticas, sino también para con todos los que están en contacto con nosotros a través de nuestras actividades diarias. Sin embargo, los principios sobre los que se basa la sociedad capitalidad y el principio que ha de regir el amor son incompatibles. Es por ello que para que el amor se convierta en un fenómeno social y no una excepción individualista y marginal, han de producirse importantes y radicales cambios en la estructura social. Fromm no se plantea una respuesta a este cambio social, pues requeriría otro libro, pero sí sugiere un camino a seguir. Hay que pasar de la omnipresencia del interés económico, donde los medios se convierten en fines, donde el hombre es un autómata, a una sociedad donde el hombre ocupe el lugar supremo y la máquina económica esté para servirlo y no para ser servida, donde el amor no esté separado de la propia existencia social. Porque, en definitiva, "el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana".

Es chocante, aunque tiene su fundamento, la recomendación que Fromm nos hace como necesario para aprender a concentrarse: evitar las conversaciones triviales y las malas compañías. Esto es complicado en el mundo actual, donde la hipocresía es común, donde la trivialidad predomina. Porque, si eliminamos la hipocresía y la trivialidad podemos correr el riesgo de quedarnos más solos de lo que ya por sí estamos, aunque también es cierto que la amistad y el amor se tornarían verdaderos. Creo que, en cierta forma, somos conscientes de una trivialidad e hipocresía que aceptamos y de la que también participamos, pero somos conscientes de cuándo, cómo y con quién la sinceridad es real y permanente, quizás son pocas las personas. A veces no se trata de eliminar o evitar, sino de ser consciente de ello.
Por otro lado, me surge una duda en lo que a simple vista parece una contradicción. Fromm habla del amor como acción de dar, sin condiciones previas, sin esperar nada a cambio aunque el recibir sea inevitable. Por otro lado, nos dice que amar significa comprometerse sin garantías, lo cual concuerda con lo antes dicho, pero este amar es una entrega "con la esperanza de producir amor en la persona amada". ¿Acaso esta esperanza no es una posición a priori de esperar algo a cambio? ¿se produce la unión cuando a ese dar sin condiciones no le sigue un recibir parte de lo que anteriormente dimos? ¿es una posición mercantilista, o acaso una necesidad innata? Creo que esto no queda suficientemente claro.

Fuentes:
En Málaga, a 13 de enero de 1998
Paco Cid Jiménez



martes, 6 de mayo de 2008

Testigo del Ser.

por Ken Wilber

Ken Wilber es considerado como uno de los grandes investigadores y escritores espirituales de nuestro tiempo, es la figura cumbre de la Psicología Transpersonal, y el primero en haber desarrollado una teoría de campo unificado de la conciencia. Su obra supone una síntesis espléndida de las grandes tradiciones psicológicas, filosóficas y espirituales que constituyen la "Sabiduría Perenne". Con un gesto integrador sorprendente, Ken Wilber teje todos los fragmentos dispersos de la psicología, la antropología, la espiritualidad, los estudios culturales, la teoría literaria, la ecología y la transformación planetaria en una sólida visión del mundo moderno y postmoderno.

Ken Wilber nos lleva a trascender la dualidad en un sencillo ejercicio...

Ser un testigo del ser consciente puede prolongarse durante la vigilia, el sueño onírico y el sueño profundo. El Testigo se halla totalmente accesible en cualquier estado, incluyendo tu propio estado de consciencia de este mismo instante. Así que les voy a guiar hacia ese estado, utilizando lo que en Budismo se llama “instrucciones indicativas”. No voy a intentar conducirles a un estado de consciencia diferente, a un estado de consciencia alterado o a un estado diferente de lo común. Simplemente, voy a destacar algo que ya está ocurriendo en tu estado actual, presente y habitual.

Así que comencemos por tomar consciencia del mundo que nos rodea. Mira al cielo, y simplemente relaja tu mente; deja que tu mente y el cielo se fundan. Observa las nubes que flotan. Toma nota de que esto no requiere de esfuerzo alguno de tu parte. Tu estado de consciencia actual -en el que flotan estas nubes- es algo muy simple, muy fácil, que no requiere de esfuerzo, espontáneo. Simplemente toma nota de que, sin mediar esfuerzo alguno, tomas consciencia de las nubes. Lo mismo ocurre con esos árboles, esas aves y esas rocas. En forma simple y sin esfuerzo, tomas conciencia de todos ellos.

Observa ahora las sensaciones presentes en tu propio cuerpo. Puedes tomar consciencia de cualquier sensación corporal que se halle presente ahora: quizás la presión del mueble, quizás el calor en el abdomen, quizás una tensión en tu cuello. Sin embargo, aún si estas sensaciones fuesen de tensión, puedes tomar consciencia de ellas con facilidad. Estas sensaciones surgen en tu consciencia presente, y esa consciencia es muy simple, fácil, relajada, espontánea. Eres un testigo, sin esfuerzo y sin dificultad.

Observa los pensamientos que surgen en tu mente. Puede que observes diversas imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y temores, todos los cuales surgen espontáneamente en tu consciencia. Surgen, permanecen unos instantes y luego se van. Estos pensamientos y sensaciones surgen en tu consciencia de este momento, y esa consciencia es muy simple, relajada y espontánea. Sin esfuerzo ni dificultad, eres un testigo de todo ello.

Así que observa: puedes ver flotar las nubes porque no eres esas nubes, eres quien las está mirando. Puedes sentir sensaciones corporales porque no eres esas sensaciones: eres el testigo de esas sensaciones. Puedes ver cómo flotan los pensamientos porque tú no eres esos pensamientos -sino un testigo de su presencia-. En forma natural y espontánea, todas estas cosas surgen, por sí solas, en tu darte cuenta presente, sin que medie esfuerzo de tu parte.

Y entonces, ¿quién eres tú? No eres los objetos de allá afuera, no eres las sensaciones, no eres los pensamientos -sin esfuerzo, eres un testigo de la presencia de todos éstos, de modo que no eres ellos. ¿Quién o qué eres tú?

Dilo de este modo para ti mismo: tengo sensaciones, pero no soy esas sensaciones. ¿Quién soy? Tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy? Tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy?

Así que retrocedes hacia la fuente de tu propia consciencia. Retrocedes hacia el Testigo, y descansas en el Testigo. No soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los deseos, no soy los pensamientos.

Pero entonces, por lo general las personas cometen un gran error. Creen que, si descansan en el Testigo, van a ver algo o sentir algo, algo realmente exquisito y especial. Pero no verás nada. Si ves algo, se tratará simplemente de otro objeto: otra sensación, otro pensamiento, otra sensación, otra imagen. Sin embargo, todos éstos son objetos: no eres ninguno de éstos.

No es así: mientras descansas en la realización del Testigo -no soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los pensamientos- todo lo que observarás es una sensación de libertad, una sensación de liberación, una sensación de alivio... alivio de la tremenda limitación que implica el identificarse con estas pequeñeces, pequeños objetos finitos, tu pequeño cuerpo, pequeña mente y pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden ser vistos y, por lo tanto, no son Aquél que ve, el verdadero Yo, el Testigo puro, aquél que realmente eres.

Así que no verás nada en especial. Lo que surja está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente -y, sin esfuerzo, tú eres testigo de todo esto-. Todo esto surge espontáneamente y sin esfuerzo en tu consciencia presente. Y esta consciencia que es testigo no es, en sí, nada específico que puedas ver. Es, simplemente, una gigantesca sensación de libertad -o de vacío puro- en el trasfondo. Y en ese vacío puro -que es lo que eres- surge el mundo entero de lo manifiesto. Tú eres esa libertad, esa apertura, ese vacío -y no alguna de las cosas que surgen de allí-.

Descansando en ese atestiguar vacío, libre, fácil y carente de esfuerzo, observa que las nubes surgen en el amplio espacio de tu consciencia. Las nubes surgen en tu interior -tan así es que puedes saborear las nubes, eres uno con las nubes-. Es como si estuviesen a este lado de tu piel... están tan cerca. El cielo y tu consciencia se han vuelto uno solo, y todas las cosas en el cielo flotan sin esfuerzo a través de tu propia consciencia. Puedes besar al sol, tragarte la montaña... están así de cercanos. El Zen dice, “Tómate el Océano Pacífico de un solo trago”, y eso es lo más fácil de hacer cuando adentro y afuera ya no son dos, cuando sujeto y objeto no son dos, cuando el que mira y lo mirado son Un Solo Sabor Único. ¿Lo ves?

Revista Argentina de Yoga

MarcelaRevista Argentina de YogaF. Maureira

Somos lo que pensamos.

por Mario Mesa

Todo lo que somos es consecuencia de lo que hemos pensado (Buda)

Pregona el poeta:

“¿ Dónde estará mi vida la que pudo haber sido y no fue, la venturosa o la de triste horror ? “

Esta pregunta nos convoca al centro mismo de la vida, porque nosotros somos los que le damos sentido a nuestra vida. La vida no es una batalla, no estamos aquí para saltar obstáculos, estamos aquí para aprender, para hacer de la vida una obra de arte. La vida en general es poesía y, en su inolvidable totalidad, ella nos inventa, nos vive.

El secreto de una vida realizada está en la preparación mental. Son nuestras decisiones y no las circunstancias de la vida, las que determinan nuestro destino. En nuestras manos y por mediación de nuestro libre albedrío, está la posibilidad de modificar cualquier situación. La pregunta que debemos hacernos es: Qué queremos de verdad en la vida? Solo nos hace falta tener en nuestra mente un objetivo que nos haga levantarnos cada mañana. También debemos de preguntarnos: ¿ Qué precio tendremos que pagar si no actuamos inmediatamente con relación a lo que queremos? Hermann Hesse nos muestra una luz cuando afirma: “ Solo hay felicidad si nada exigimos del mañana, y aceptamos del hoy, con gratitud, lo que nos trae. La hora mágica llega siempre”.

A veces pensamos que la vida de los otros es fácil porque no la vivimos. Pensemos en nosotros que tenemos riquezas inimaginables al alcance de nuestras manos: un corazón para soñar, un lecho para dormir y unas manos para trabajar como dice Gonzalo Arango . Siempre le echamos la culpa al otro o a Dios de todos nuestros actos. Es nuestra mente la que elabora teoremas que nos impiden cantar y danzar bajo la lluvia. La alternativa está en como procesamos nuestros pensamientos, porque nada es tan real como los pensamientos. La mente no establece distinciones entre lo falso y lo verdadero, somos nosotros quienes le damos esas categorías, por eso nos convertimos en lo que pensamos.

El control de nuestra vida estaría dado por hacernos cargo de nuestro modo de pensar. En muchas situaciones – dice Easwaran- nos sentimos aburridos porque nuestras mentes están divididas. Una parte de la mente lleva a cabo el trabajo, y la otra, intenta no hacerlo. Al estar la mente dividida sobreviene el agotamiento. La apreciación de la vida estaría dada por como se siente uno en la propia mente. Como la mayor parte del tiempo nuestra atención se mantiene dirigida hacia afuera, hacia otras personas, nuestra mente está invadida de pensamientos que planean el futuro o analizan el pasado. Somos lo que somos porque primero lo hemos imaginado. Observarnos, ver a nuestro alrededor, saber quienes somos, quienes nos rodean y qué queremos de nosotros, conforman la carta esférica de nuestra vida.

Para asumir la vida desde una perspectiva diferente, menos rígida, más tranquila y espontánea, es necesario tener el control de nuestra mente. La mente es un ser insólito, es la más impredecible de todas las criaturas que habitan el universo, gusta del teatro y de la música, se hace visible en todos los escenarios de la vida. Aprender a domesticarla es una tarea prioritaria si queremos mejorar nuestra relación con nosotros, los demás y el planeta. Para mejorar nuestra calidad de vida, debemos trabajar sobre nuestra mente: la loca de la casa. Cuando la mente no está entrenada, los pensamientos van y vienen y producen comportamientos inusitados. Al moverse sin control, la mente se convierte en un torbellino de sufrimientos que no nos permiten ver con claridad nuestro propio cielo. Una mente confusa navega por mares de desesperación y ansiedad.

Los venenos de la mente: los odios, los celos, las codicias, las envidias, los apegos crean más ataduras y acortan los sentimientos de libertad, de expansión, de infinitud, de abundancia. ¿ si no confiamos en nosotros, cómo vamos a confiar en los demás? Vivimos de manera mecánica, ni siquiera pensamos y esto nos lleva a toda clase de estados anímicos que nos hacen sentir insatisfechos.

La mejor alternativa para limpiar la mente es el silencio interno, que nos ayuda a reconciliarnos. La meditación, la visualización entre otros, son tónicos importantes para aquietar la mente.

En nuestro medio las personas viven más del lado externo de la mente. Al vivir para satisfacer a los demás, caen en la trampa de ser como ellos quieren, perdiendo toda posibilidad de ser como quieren ser y esto genera conflictos interiores como amargura, depresión, deseos de no vivir y todo tipo de enfermedades.

Todos nuestros actos están tejidos por nuestros sueños y es nuestra mente la que determina si se vuelve contra nuestros sueños y nos convierte en sus ciervos o nos atrevemos a desafiarla y a tomarla por los cuernos por medio del trabajo interior. La decisión está en nuestras manos. El secreto es que no hay secreto: todo está en la meditación. Al meditar desaparecen las fronteras y se abre un nuevo horizonte. La paz se consigue trabajando sobre el ego .

Otro ejercicio interesante para adiestrar la mente es la atención, que nos posibilita modificar todas nuestras reacciones mecánicas y liberarlas de esquemas de conductas preestablecidos. Si todo es ilusión y es transitorio, cuanto más apegos exista, más sufriremos.

Para modificar nuestros viejos esquemas de pensamiento debemos trabajar sobre el ego que siempre y en todo momento nos está involucrando en la competición, las intrigas y el afán de logros.

A veces nos involucramos en cosas que no tienen que ver con lo que queremos para evitar asumir retos interiores, buscando huir del sufrimiento, pero no nos damos cuenta que estamos creando más sufrimiento mental. Pensamos demasiado y vivimos poco. Tal vez porque nuestra cultura nos ha inculcado más lo racional que lo intuitivo.

No somos nadie sin el otro, sin los otros, de ahí la importancia de tener el control de las palabras para evitar herir a las personas. Si tendemos a pensar con odio, cultivemos pensamientos de amor, si tendemos a pensar con avidez, desarrollemos la generosidad.

Cuando estemos barriendo, dediquemos a barrer. De igual manera, cuando estemos comiendo, hagamoslo de manera conciente y cuando caminamos, prestemosle atencion a cada paso. Son técnicas sencillas para adiestrar y focalizar la mente y limpiarla de tanta basura que, en última instancia, no nos reporta ningún beneficio. El arte de vivir comienza por la mente, ya que ella es la precursora de las palabras y de los actos .

Si tu te amas, estas dando el primer paso para convertirte en mago, en alquimista de tu vida y, cuando esto sucede, el universo conspira para que encuentres las respuestas a tus preguntas. Se tiende a tus pies, porque como seres energéticos que somos, tanto los pensamientos, como nuestros actos, generan una chispa imperceptible que hace posible cualquier sueño. Si quieres constatar esto que te estoy diciendo, observa tus deseos prioritarios y míralos como se van proyectando en el plano “ real” a medida que los anhelas con pasión y te enfocas en ellos. La magia te la das tu: todo depende de la intensidad con que desees lo que anhelas de ti y de la vida. Tu eres la primera elección, lo demás es carpintería.

http://www.mundoregresiones.com/

lunes, 5 de mayo de 2008

Imaginate
Por Miguel Ruiz.

Quiero que utilices tu imaginación y la percepción de tus nuevos ojos para verte a ti mismo viviendo un sueño nuevo, una vida en la que no sea necesario que justifiques tu existencia y en la que seas libre para ser realmente quien eres.

Imagínate que tienes permiso para ser feliz y para disfrutar de verdad tu vida. Imagínate que vives libre de conflictos contigo mismo y con los demás.



Imagínate que no tienes miedo de expresar tus sueños.

Sabes qué quieres, cuándo lo quieres y qué no quieres.

Tienes libertad para cambiar tu vida y hacer que sea como tú quieras.

No temas pedir lo que necesitas, decir que sí o decir que no a lo que sea o a quien sea.

Imagínate que vives sin miedo a ser juzgado por los demás.

Ya no te dejas llevar por lo que otras personas puedan pensar de ti.

Ya no eres responsable de la opinión de nadie.

No sientes la necesidad de controlar a nadie y nadie te controla a ti.

Imagínate que vives sin juzgar a los demás, que los perdonas con facilidad y te desprendes de todos los juicios que sueles hacer.

No sientes la necesidad de tener razón ni de decirle a nadie que está equivocado.

Te respetas a ti mismo y a los demás, y a cambio, ellos te respetan a ti.

Imagínate que vives sin el miedo de amar y no ser correspondido.

Ya no temes que te rechacen y no sientas la necesidad de que te acepten.

Puedes decir "TE QUIERO " sin sentir vergüenza y sin justificarte.

Puedes andar por el mundo con el corazón completamente abierto y sin el temor de que te puedan herir.

Imagínate que vives sin miedo a arriesgarte y a explorar la vida.

No temes perder nada.

No tienes miedo de estar vivo en el mundo y tampoco de morir.

Imagínate que te amas a ti mismo tal como eres.

Que amas tu cuerpo y tus emociones tal como son.

Sabes que eres perfecto tal como eres.



La razón por la que te pido que imagines todas estas cosas es porque ¡todas son posibles!

Puedes vivir en un estado de gracia, de dicha, en el suelo del cielo.


Dr. Miguel Ruiz en "Los Cuatro Acuerdos"
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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"