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martes, 18 de enero de 2011

Magia y Chamanismo

El chamanismo que Mircea Eliade consideraba un fenómeno central asiático y siberiano, es un fenómeno generalizado en el mundo entero ("la técnica del éxtasis"), que el hombre primitivo practicó en una forma u otra según su imaginación y los medios con que contaba, que ha llegado hasta nuestros días con los restos de aquellas culturas que aún se refugian en áreas donde en muchos aspectos, la vida transcurre más o menos como en el Neolítico, áreas muchas veces impermeables a los avances de la tecnología moderna, áreas de refugio donde el fósil viviente que es el hombre de esas etnias continúa con sus antiguas tradiciones y formas de vida más elementales. Selvas tropicales, valles o montañas aisladas por la falta de medios de comunicación, o islas apartadas, constituyen los retirados habitats de estos grupos humanos que se resisten a desaparecer. En ellos el chamanismo se mantiene vigente como en el más remoto pasado. Incluso en otros grupos humanos que tienen contacto con las culturas más evolucionadas, se mantiene el chamanismo como una institución bien arraigada, en áreas rurales y aún urbanas, en las que adopta formas nuevas, refugiándose en la persona del curandero, el yerbero, el santiguador y otras medicinas paralelas, sus hermanas menores, aculturados en muchos aspectos, pero utilizando los recursos más primitivos para curar: la magia, fenómeno o base estratégica común a todos ellos, el empirismo y la fuerza psíquica que llegan a desarrollar a veces notablemente.

Nuestra propia experiencia, conviviendo durante 18 años con tribus cunas, chocóes, catíos, guaimíes, bribris, bug'dás, del Istmo de Panamá, con grupos mayas o aztecas y quechuas y más tarde con diversas tribus de Matto Grosso, Alto Xingú (ges, botocudos, xavantes, tchikaos, camayurás, tchukahamais. yaualapitís, carajás, bororos), de Amazonas, Río Negro y Alto Uaupés, lapones del Norte de Europa, saharauíes africanos, filipinos, indonesios, malayo-polinesios y más recientemente aruntas de Australia central, maoríes de Nueva Zelanda y curanderos de nuestro propio país, nos permite comprender que aunque hay muchas medicinas primitivas, tantas como etnias pueda haber, todas tienen algún representante del chamanismo entre ellos, encargado fundamentalmente de curar, aunque otras funciones pueden añadirse a ésta, llegando en los casos más complejos a fundirse en la misma persona el médico-sacerdote, conservador de las tradiciones, mago y adivino, capaz de reunir en sus manos todos los poderes de la tribu, incluso el político.

El chamán es el intermediario entre los hombres y los poderes sobrenaturales, las fuerzas extrahumanas, sean dioses o diablos, benévolos o dañinos, capaces de hacer mal o bien. El chamán guía a su pueblo espiritualmente y le protege contra los malos espíritus. Puede practicar la magia blanca y la magia negra como técnicas habituales. Conversa con los espíritus y aprende de los buenos y de los malos sus conocimientos.

El antropólogo Edwin Loeb consideraba dos clases de chamanes: el seer, capaz de ver, capaz de hablar y ponerse en contacto con el inframundo, que estaba fundido con el sacerdote (religión y magia en una misma persona) y el medicine-man, el curandero, el yerbero, el hombre que da medicinas, que con un fondo siempre mágico, era también capaz de curar y que estaba más cerca del empirismo. El primero lo era por nacimiento, el segundo por vocación.

El nombre de brujo o hechicero (en inglés witch doctor, en francés sorcier, en alemán Zauberer) se ha extendido también entre muchos autores y aún se ha generalizado y popularizado para abarcar a todo aquel capaz de curar o matar, es decir de usar sus poderes mágicos o sus conocimientos de plantas, su fuerza psíquica o su capacidad para controlar las fuerzas sobrenaturales, unas veces para hacer el mal (magia negra), otras para hacer el bien (magia blanca), producir la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la muerte o por el contrario, curar la enfermedad, aliviar el dolor o el sufrimiento y salvar la vida del enfermo usando todos los recursos de su arte.

Pero hoy en la literatura antropológica y etnológica, se ha generalizado y tomado carta de naturaleza el término chamán y al fenómeno como tal chamanismo, por consenso entre los antropólogos y etnólogos.

Variantes en las técnicas, fórmulas, conjuros, poderes, reclutamiento, etc. puede haber tantos como variaciones culturales, como etnias. Ya hemos hablado repetidas veces de éstos, pero el denominador común es la necesidad que el ser humano ha tenido de luchar contra todo aquello que le ha producido una sensación de pérdida del bienestar: la enfermedad, el dolor, la herida, el sufrimiento físico o moral, el terror cósmico. Por eso tuvo que surgir muy tempranamente en la Historia de la Humanidad, un hombre o una mujer dotados de mayor poder interpretativo, fuerza psíquica o simplemente astucia, que tomó sobre sí la tarea de ayudar a los demás de su grupo y ayudarse a sí mismo, adueñándose, arrogándose el poder y la fuerza. Y el grupo confió en él, se puso en sus manos, más por temor que por amor, estableciéndose una corriente de respeto por su capacidad de dominar a las fuerzas sobrenaturales, a los fenómenos de la Naturaleza, a su capacidad de encontrar los remedios curativos o a su poder sobre la vida y la muerte de los constituyentes del grupo.

Así cada tribu, etnia o grupo humano homogéneo, con una lengua común y una cultura semejante llegó a tener uno o varios representantes en diversos grados, de chamanes, con poderes curativos, adivinatorios, proféticos, predictivos, conservadores de las tradiciones de la tribu, con poderes mágicos de dominar a las fuerzas de la Naturaleza, de ponerse en contacto con el inframundo y presidir los ritos de paso (iniciación, nacimiento, muerte, unión sexual) y en muchas ocasiones de organizar, mandar y dirigir el grupo al que pertenecen, pues el poder chamánico como he dicho muchas veces lleva al poder político o al poder guerrero.

Así en cada cultura tiene un nombre genérico. Será Nele, Absoguedi, o Inatuledi entre los indios Cunas; Sukiá o Krokodianga entre los indios Guaimíes; Jaybaná o kurá-baná entre los indios Chocóes; Pagé entre diversas tribus suramericanas, machi en la Costa Occidental de Suramérica; Piache en el río Amazonas, río Negro y Alto Uaupés; Angakok entre los Esquimales; Kon en la Tierra del Fuego; Piache-té-éu entre los indios Páez cuando practica la magia blanca y Nasa-jihí cuando practica la magia negra.

En Méjico entre los Aztecas, aunque la medicina alcanzó un grado diferente en el aspecto religioso, sacerdotal y empírico, hubo también un curador que podemos asimilar al chamán, el Ticitl. Según los cronistas de Indias reunía en su persona las cualidades de sabio, médico, adivino y hechicero. En Bolivia se llama a los chamanes collahuayas y en el Perú ichuris. Los Machiguengas, etnia de la Amazonía, peruana le llaman Seripegari. Entre los indios Sionas del Alto Putumayo, afluente del Amazonas llaman curaca al chamán o yai, tigre, a veces watti (espíritu o diablo), naiké (el que ve o vidente), rausekoké (el que cura, médico) o winjaké (el que canta) nombres en los que vemos las diversas especialidades o formas de enfrentarse con la enfermedad. Fr. Ramón Pané, encargado de estudiar las costumbres de los indios de La Española, de los que había aprendido la lengua, observa que a los hechiceros se les llamaban Buhuitihu. Entre los Zapotecas, el chamán se llama Menjak y entre los Mayas Ahmén, el que sabe.

En Africa recibe tantos nombres como tribus hay, el más conocido de la parte central y occidental es el Nganga o Inganga. Los Zulúes le llaman Inyanga.

El chamanismo como fenómeno general, amplio y universal, se caracteriza por lo tanto, por la práctica de una serie de ritos, rituales o fórmulas, en las que se entremezcla la adivinación, la profecía, la poesía, la conservación de las más antiguas tradiciones de la tribu y de sus mitos o epopeyas, con el sacerdocio, la práctica del arte de curar o matar, unas veces invocando a las fuerzas del inframundo, otras conminándolas a obedecer sus órdenes, otras utilizando la astucia o el engaño para reducirlas, otras actuando como verdaderos sacerdotes de cultos primitivos, a veces más evolucionados, con un ritual más complicado, a veces actuando por sugestión, para bien o para mal, de buena fe en ocasiones o bien usando todas esas técnicas para su propio y personal beneficio.

El conocimiento de los fenómenos de la Naturaleza por la observación repetida de los mismos, la astronomía, los fenómenos meteorológicos que se repiten con rítmica y sistemática aparición es utilizado en beneficio de las técnicas de predicción o adivinación. El conocimiento de las plantas y sus propiedades, es utilizado con la misma finalidad, reservándose para sí estos saberes adquiridos empíricamente, por la observación y el ensayo o por el aprendizaje con un maestro, todo lo que sitúa a quien los posee muy por encima del común de las gentes de su grupo, otorgándoles ese poder por el que son temidos y respetados.

Estos poderes son transmisibles por medio del aprendizaje a aquellas personas, familiares o no, de su confianza, destinados a ayudarles o a heredarles, cuando ven que por imperativo categórico del tiempo, ellos han de pasar a mejor vida, sabiendo que deben quedar quienes lleguen a obtener la experiencia de ellos, experiencia que no siempre se puede conseguir a no ser que estén dotados de notables cualidades o bien por el ejercicio repetido y el estudio largo y laborioso.

En el fondo de toda técnica chamánica, existe el principio fundamental o generalizado del pensamiento mágico, de la magia en lo que hemos insistido anteriormente, que es una forma de interpretar el mundo y la naturaleza de las cosas, una forma de pensamiento "lógico" del primitivo, una teoría cosmogónica para reducir las fuerzas de la naturaleza y disminuir o eliminar aquello que más teme el ser humano en general: la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, la muerte y la terrible duda de si habrá y qué habrá más allá de ésta. Magia unida a un empirismo vacilante a veces, firme otras, primer paso para el método del ensayo y el error, que algunos han considerado como una forma embrionaria de la actitud científica verdadera.

Fuentes:

jueves, 3 de junio de 2010

Los latidos del tambor

A las percusiones se les relaciona con lo "primitivo", término que desde nuestra perspectiva occidental del siglo XXI, usamos para referirnos a lo poco evolucionado o "infantil" (en el mal sentido de la palabra). Sin embargo, ese concepto también designa lo que es primordial, aquello que es común a todos los seres humanos y cuya marca llevamos impreso en nuestro cuerpo.

GOLPES MÁGICOS

El ritmo de los tambores es tan básico como el latido del corazón, por ello oír su eco es como regresar al centro de la vida. Como dijo el sicoanalista Carl Jung: "Aquello que habla con las voces de nuestros antepasados da calma. Ayuda a la humanidad a sobrevivir la más oscura de sus noches".

Desde los chamanes de Mongolia hasta los sanadores minianka de África Occidental usaron por miles de años la fuerza de este ritmo para curar y fortalecer la salud física, mental y espiritual. Utilizarlos con propósitos rituales todavía es habitual. Y es que gracias a ellos las personas logran conectar la mente con la parte más auténtica de su ser, aquella que da un verdadero sentido a la vida, la que toma en cuenta a los demás humanos y a la naturaleza.

El musicoterapeuta Jim Swing explica que, desde un punto de vista técnico, el sonido del tambor puede cambiar las frecuencias de tu cerebro, induciéndote a estados meditativos. Según los expertos, el tamborileo, en una combinación de vibraciones y pulsaciones de 180 ciclos por segundo, se aproxima a la frecuencia de resonancia de la tierra y por eso representa una puerta a un mundo interior inexplorado. "Cuando el ritmo es el correcto, lo sientes con todos tus sentidos: está en tu mente, en tu cuerpo...", indica Mickey Hart, autor del libro "Song Catchers In Search of the Worlds Music" (Cazadores en busca de la música del mundo).


Indudablemente que el tema asociado con el tambor tiene raíces tan antiguas como el cosmos, como nuestra galaxia, como la tierra, como el mismo ser humanidad.

Lo maravilloso del presente, es que tal como fue anunciado desde pasados tiempos “ciencia y religión se reconcilian”. Lo que otrora por ignorancia se consideraba un proceder intrascendente, en el sendero del chaman, ahora la ciencia encuentra que esas acciones y el uso de determinados instrumentos, indudablemente mueven energía y sintonizan con los rítmicos cósmico – telúricos, asociados a aquello que llamamos vida.
Astrónomos de la Universidad de Berkeley, California (USA), descubrieron que la Vía Láctea esta curvada y además que VIBRA COMO UN TAMBOR. El fino disco de hidrogeno que rodea nuestra galaxia y que se extiende a lo largo de un diámetro de 200.000 años luz de la Vía Láctea, vibra como un tambor, encontrando que lo hace en tres modos o “notas” distintas.
Las reverberaciones del tambor son cósmicas, forman parte del universo, de nuestra galaxia, de nuestro sistema solar, del planeta tierra y del ser humano.

Es así que la ciencia encuentra una base para comprender la importancia del sonido del tambor, sonido primordial que conecta con los orígenes de la creación.
Recordemos que cuando el feto se encuentra en el vientre de la madre, el primer sentido que se activa es el oído, escuchando el latir del corazón de su madre semejante al que produce un tambor.
Si como es arriba es abajo, ¿entonces el sonido “descubierto” por la ciencia, es el sonido del corazón de la Madre Cósmica?, indica que aun estamos en proceso de “desarrollo”, estamos siendo gestados, que maravilla.
El sonido del tambor en nuestro caso particular nos conecta con el corazón de la Madre Tierra, nos induce a estados alterados de conciencia, a encontrar respuestas, soluciones, a “gestar a voluntad” cambios, a dar a luz “nuevas realidades”, todo ello en un instrumento de madera y piel, que ofrece al ser percutido un universo de posibilidades infinitas.

En México, los hermanos Tarahumaras consideran el sonido del tambor como la voz de Dios. Así también en muchas otras culturas encuentras esa afinidad, que ahora la ciencia demuestra que tiene una base.

Mi admiración y respeto para las chamanas y chamanes de todos los tiempos, cuyos afinados sentidos y conexión con la fuente, les permitió comprender el gran instrumento Medicina que es el Tambor, además de ser el vehículo perfecto que induce a viajar entre las finas cuerdas del universo.



Estudios recientes demuestran el poder curativo de trabajar con el ritmo de las percusiones. Michael Thaut, director del Centro Biomédico de Investigación con Música de la Universidad de Colorado, explica: "El compás ayuda a reestrenar el cerebro después de un ataque cardiaco o en casos de afectaciones como el mal de Parkinson". Otros análisis muestran que este tratamiento es benéfico para las víctimas de Alzheimer, autismo y traumas severos. En México, se comienza a incluir este método para apoyar el desarrollo de niños con capacidades diferentes.

Muchos americanos nativos se refieren al sonido del tambor como a "el latido de la tierra". En este aspecto, es de destacar que la frecuencia de la resonancia electromagnética de la tierra, que ha sido medida en 7,5 ciclos por segundo, resulta equivalente a las ondas cerebrales theta. Parece que el sonido del tambor permite a los chamanes alinear sus ondas cerebrales con el latido de la tierra.

Pero sus beneficios no sólo aplican en casos crónicos. El golpeteo de los tambores también se emplea para:

· Canalizar la ansiedad, el estrés y la fatiga. Nuestro inconsciente asocia la resonancia del tambor con los latidos del corazón materno, lo que da una sensación de protección. A través de las vibraciones podemos liberar la energía negativa, los bloqueos emocionales e incluso los traumas, de ahí que nos ayude a sincronizarnos con el ritmo de la vida.


· El sonido de los tambores estimula el sistema inmune
El doctor Barry Bittman, experto en cáncer, comenta que "tocar tambores en grupo armoniza nuestro sistema inmunológico.

· Conectarnos con el mundo. El sonido es una cura eficaz porque es captado por ambos hemisferios del cerebro humano. Este fenómeno estimula la afirmación de una conciencia de sí mismo y del mundo, por lo que nos recuerda que somos parte de un todo. Por si fuera poco, esto también nos ayuda a superar el déficit de atención.

· Favorecer el control del dolor crónico. Al incitar la producción de endorfinas "analgésicos naturales del cuerpo" provoca una sensación de alivio y bienestar.

EL PRIMER IMPACTO

Si para ti escuchar percusiones se reduce a imaginarte al hijo de tu vecina frente a su batería, puedes cambiar esta concepción realizando un ejercicio muy sencillo.

1.- Busca un espacio tranquilo en el que te sientas a gusto, sin el riesgo de ser interrumpido. Puede ser tu cuarto, el jardín o la playa. Es más recomendable que sea al aire libre, pero no es indispensable. Antes que nada debe ser un lugar en el que te sientas cómodo y seguro.

2.- Párate derecho, con los pies descalzos. Respira profundamente y exhala. Imagina que conforme sacas el aire, tu cuerpo se suelta y relaja. Cierra los ojos y enfócate en cómo sientes el piso bajo tus pies. Acaricia el suelo con ellos.

3.- Levanta tu pierna izquierda y pisa fuertemente la tierra, luego haz lo mismo con la derecha. Repite ese movimiento varias veces. Imagina que cada vez que lo haces se van hacia el centro de la tierra tus preocupaciones y frustraciones. Imagina también cómo al bajar a la profundidad se disuelven en un chorro de luz.

4.- Respira profundamente. Con los ojos cerrados, tamborilea suavemente con los dedos de la mano derecha sobre tu pecho, del lado del corazón. Imagina que estos movimientos son los latidos de tu corazón. Si quieres, puedes empezar a golpetear con los dedos de tu otra mano en tus caderas, muslos u otra parte del cuerpo. Escucha y siente. Repite esto cuanto quieras, alternando distintos ritmos.

Puedes acompañar el ejercicio con música suave y relajante. Prende incienso o una vela aromática. Si te sientes enojado, presta mucha atención al tercer paso y no pases al cuarto hasta que te sientas más relajado. Debido a que estás usando el cuerpo como un instrumento de resonancia debes hacerlo con amor y respeto. Esta práctica te ayudará a sentirte protegido, reducirá tu ansiedad y te permitirá estar más concentrado. Si lo realizas al aire libre, escuchando el sonido del mar o del viento, tu experiencia adquirirá otros matices de armonía.

AL SON DEL RITMO...

Para escuchar:
Ketiak

"El marco de este instrumento viene del tronco de un árbol; ése árbol tiene un espíritu, no es madera muerta. También la piel del animal tiene una esencia; es a través de ella como se produce el sonido. Ambos elementos, junto con el espíritu de la persona que los toca, son una fuerza irresistible". (Babatunde Olatunji, percusionista nigeriano para el Seattle Times).

Los llamados Udu, fabricados en arcilla con forma de jarro, proceden de Nigeria. Para los nativos de ese país, evocan las voces de los ancestros y, en algunas tribus, sólo las mujeres pueden tocarlos. Es un símbolo de que las mujeres juegan un papel clave cuando las sociedades tratan de reconectarse con la naturaleza y sus ciclos. Al fin de cuentas, la madre tierra es mujer.

Fuentes:

jueves, 2 de abril de 2009

El cuerpo como instrumento de la iniciación chamánica

1. Introducción

En toda la hoya amazónica, el verdadero chamán se inicia mediante técnicas precisas y rigurosas en las cuales se compromete totalmente, utilizando su propio cuerpo como receptor del macrocosmos y de las fuerzas que lo animan y a la vez inductor de una auto-exploración de sus bloqueos personales ligados a su historia personal, sus herencias familiares, culturales, colectivas : en suma del microcosmos del cual es portador.

El acercamiento puramente racionalista de la realidad chamánica deja oculto el mundo llamado "mágico" demasiado rápidamente encasillado bajo conceptos o sistematizaciones reduccionistas que no hacen más que aplicar un discurso sobre una realidad que no encaja en la estrechez del vocabulario convencional o del logos lineal causalista.

2. Qué propone el maestro?

La enseñanza del maestro no se hace a través de las palabras, del discurso: el maestro habla muy poco y sólo controla las experiencias para evitar al aprendiz perderse en los laberintos de su inconsciente o del espacio-tiempo mítico en el cual recién se adentra su discípulo.

Por lo tanto, la enseñanza es un auto-descubrimiento conseguido mediante técnicas cuya finalidad es provocar modificaciones de estados mentales que dan al alumno la capacidad de percibir directamente, sin intermediario, los aspectos de la realidad que generalmente escapan a su conciencia ordinaria, cotidiana y "normal", especialmente cuando se trata de personas que viven en un medio urbano, occidentalizado donde se han perdido los vínculos con la naturaleza.

Se acrecientan las percepciones de los sentidos habituales para permitir ver, escuchar, oler, tocar y saborear más allá de la realidad fenomenal, el mundo de las apariencias o maya de la filosofía hindú, y descubrir tras de ella los otros aspectos de la realidad invisible, ocultos, enmascarados solamente en la medida que hemos apagado las funciones del cerebro derecho.

Para una persona que ha sido educada en un medio formal, racionalista, positivista, el acceso a un nuevo pensamiento exige una gimnasia mental muy exigente. El instrumento de la lógica causalista no permite abarcar todo los aspectos del universo mitológico que hace sumamente difícil la aventura del aprendizaje en este campo obligando al abandono momentáneo de su formación para ir hacia una verdadera "información" en el sentido etimológico de la palabra que es "formación desde adentro", donde surge la "verdad" del conocimiento ancestral gravado en las profundidades de nuestras células en el código genético, arraigado en las estructuras básicas de las zonas prehistóricas de nuestro cerebro como el rinencéfalo, el paleo-cerebro, los núcleos grises y lo que se considera clásicamente y en forma atrevida como vestigios atrofiados de nuestro pasado biológico.
Se nos ha enseñado que lo mental tiene que ver con el cerebro o el sistema nervioso y en base a ello se ha estructurado especialidades como la psiquiatría, la psicología, la psico-farmacología, etc.

Sin embargo, lo que llama la atención es que el chamán nunca se refiere a esta dualidad de cuerpo y mente sino que evoca únicamente el cuerpo, como receptáculo a la vez de la materialidad como de la psique. Agrega además una tercera dimensión, la del espíritu que trasciende a ambas, constituye la esencia del ser humano y si bien esta vinculado al soma, en otras palabras está encarnado, preexiste a éste y no depende definitivamente de él. En otros términos el enfoque sumamente pragmático del chamán considera que el cuerpo es el mental localizado, que el pensamiento, los afectos, las emociones están ubicados dentro del espacio-tiempo en la materialidad del cuerpo. Más bien el espíritu es inmaterial, inalterable, trascendental y por lo tanto permanece cuando desaparecen cuerpo y mente.

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Ahí es sumamente importante distinguir mente y espíritu (o alma). El espíritu no se deja perturbar o afectar por las emociones, los sentimientos, no tiene localización en el espacio-tiempo de Euclides, pertenece al tiempo-espacio mítico caracterizado por su infinidad, su eternidad que en otros términos diríamos como a-temporal, carente de la noción de distancia y de duración.

3. Métodos de enseñanza y trabajo

En su vida terrestre, el individuo tiene por única posesión su propio cuerpo. Este constituye la materia prima que permite acceder a la plena consciencia, al espíritu realizado e iluminado si es que se utiliza en forma correcta.

En la zona amazónica, la iniciación chamánica "trabaja" sobre el cuerpo mediante técnicas empíricas cuyo núcleo es el empleo de sustancias psicotrópicas. La más importante es el Ayahuasca o Banisteriopsis caapi, liana amarga que se prepara en una mezcla con otras plantas cocinadas hasta conseguir un brebaje espeso y amargo que se toma en sesiones nocturnas.

Esta preparación se llama comúnmente la "purga" porque produce una intoxicación controlada permitiendo limpiar el "cuerpo-mente".

La toma de Ayahuasca para fines curativos o iniciáticos supone una serie de reglas muy estrictas, períodos de aislamiento en la selva, ayunos, dietas, evitamiento del sol, de la lluvia, del contacto con el fuego, la abstinencia sexual, el evitamiento de olores fuertes, dieta sin sal...Todos esos métodos no son meramente simbólicos, no constituyen una manera metafórica de concebir la vida, una simbología con alcances culturales...sino expresan un conocimiento sumamente fino y elaborado del manejo del cuerpo, un conocimiento también de los riesgos, de los peligros de la intoxicación descontrolada para la cual existe todo un cuerpo de técnicas preventivas y de emergencia.

La ingestión de estos brebajes inducen nuevos estados mentales sin pérdida de la consciencia, sin desubicación en el espacio-tiempo, sin desvanecimiento de la identidad de sí mismo, sino más bien una amplificación de esa, una superación del ego freudiano al gran Ego impersonal (Ello) en el cual el mundo mítico presenta cualidades siempre ambivalentes (y no ambiguas).

En otros términos, la solución de continuidad, la separación que introduce la sistematización racionalista, desaparece y se reconstruye una unidad del ser, una reintegración de la persona al cosmos; borra la neurosis y los aspectos disociativos psicoides. La exploración de su micro-cosmos vuelve a ser a la vez una lectura también del macro-cosmos, el ser humano siendo portador en su cuerpo-mente de todas las fuerzas y estructuras del universo.

El conocimiento de si mismo es ante todo un conocimiento de su propio "cuerpo" o como lo llaman las tradiciones de "sus cuerpos"; a veces llamados cuerpo vital, astral, energético, espiritual...

El restablecimiento de la continuidad con el macrocosmos permite entonces comunicarse con las "energías, fuerzas, espíritus, genios..." que animan la naturaleza, las plantas, los animales y el mundo calificado en forma abusiva de inanimado.

Son entonces las plantas o mejor dicho el "espíritu" de las plantas, sus "madre", que enseña directamente al iniciado, que le reintroduce en un estado de estrecha empatía en el cual el "lenguaje" de la naturaleza se vuelve de nuevo comprensible.

Desde un punto de vista médico diríamos que se echa de nuevo un puente entre los dos cerebros, el izquierdo y el derecho. El izquierdo es el único utilizado y educado, adiestrado en la sociedad occidental contemporánea. El cerebro derecho, el cerebro de la intuición, del arte, de la capacidad mediumnica, divinatoria, queda generalmente atrofiado.

Las pócimas que caracterizamos peyorativamente de alucinógenas permiten despertar y reeducar el cerebro derecho. Entonces, las funciones latentes, el potencial dormido se anima de nuevo y nos da acceso a un conocimiento complementario de la realidad.
El uso de las sustancias psicotrópicas en el marco ritual, con las precauciones de la iniciación, no induce jamás una dependencia o una adicción.

El ser moderno funciona de manera destabilizada, con un solo cerebro hipertrofiado y otro atrofiado. Es un cojo mental como lo es el "diablo" o satanás de la biblia o el "chullachaki" en la mitología selvática.

Los sueños y la visiones inducidos por el ayahuasca son representaciones de la realidad profunda que tienen un carácter pedagógico para quién sabe manejarlas. Ese es el trabajo del maestro. Sólo son accesibles con el enfoque del cerebro derecho. La interpretación racionalista del cerebro izquierdo lo reduce a conceptos "folclóricos", poéticos... en fin lo traduce como un conocimiento vano, inútil e ineficaz.

El chamán es un ser ante todo pragmático y realista, sumamente eficaz y concreto cuando tuvo una seria iniciación y se comprometió con ella. El trabajo sobre el cuerpo es de gran exigencia y el crecimiento del poder se conquista, no se puede robar.

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4. Uso del cuerpo

Su cuerpo siendo "preparado", las energías circulan, el chamán las consigue desde la naturaleza (los aliados). Luego utilizan su propio cuerpo para curar, asimilando las energías desubicadas de su paciente y equilibrando, armonizando la fuerza vital del paciente.
Su cuerpo se vuelve receptor o emisor de "energías".

Las energías perturbadas provocan disturbios a la vez físicos y mentales. Un disturbio mental necesita en primer lugar de un cuidado "físico". Nos encontramos al punto exactamente opuesto a las técnicas convencionales de psicoterapia que se mantienen generalmente a distancia del cuerpo (control de la transferencia y contra-transferencia) y se focalizan en la mente, el discurso del paciente, el logos, la palabra, el verbo.

Dichas energías pueden ser perturbadas también por elementos de la naturaleza: cargas energética de sitios especiales, de ciertos animales, de olores, de objetos..., o voluntariamente en actos de brujería que consisten a introducirse en forma sutil en el "cuerpo" del enemigo para desestabilizarlo.

La curación del chamán considera entonces no solamente el cuerpo del individuo pero también el lugar donde esta su casa, la limpieza de su negocio...La mala suerte vuelve a ser un elemento constitutivo del cuerpo de uno y se puede igualmente curar en base de un trabajo físico.

5. Conclusiones

El entender las prácticas y representaciones del chamanismo pasa en forma obligatoria por un trabajo con su propio cuerpo, o sea por una auto-experimentación.

Los conceptos de los chamanes pueden ser experimentados por cualquiera y por lo tanto constituyen un cuerpo de conocimiento asequible al estudio científico mediante la auto-experimentación controlada.

Los discursos "simbólicos", las explicaciones "socio-económicas" o la interpretación metafórica del mundo chamánico no dan cuenta de la realidad pragmática, realista, concreta, eficiente y coherente de la práctica chamánica y tienden a reducirla a una poesía obsoleta, un cuento cultural, una religiosidad primitiva cuyos alcances no presentan mayor interés para nuestra sociedad "civilizada".

Todo ello, lo formulamos luego de haber practicado con los curanderos, experimentado sobre nuestro cuerpo, vivido íntimamente el proceso iniciático y comprobado en carne y hueso los conceptos expresados por los curanderos a través de su discurso mitológico, poetizado...en fin sensible y bello.

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Existe una necesidad de revisar los instrumentos conceptuales que utilizamos tanto en medicina como en ciencias sociales para comprender las medicinas tradicionales. Las nociones de "bio-energía", el cerebro holográfico de Karl Pribam, los Campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake, la Psicología Traspersonal...Por ejemplo pueden constituir pistas a explorar para profundizar un campo que nos queda ampliamente desconocido.



miércoles, 21 de enero de 2009

¿Es el chamanismo la utopía del III milenio?

Últimamente se viene produciendo una asombrosa proliferación de escritos, ensayos, propuestas o como se las quiera denominar, que nos hablan de la necesidad de un profundo cambio en nuestra Weltanschauung (visión del mundo). En su interpretación más sencilla, una visión del mundo es una determinada manera de interpretar la realidad del mundo que nos rodea, así como del papel que ocupan los seres humanos en el mismo y del camino que nos aguarda en el devenir. Dicha visión del mundo está vinculada de forma indisoluble con las realidades materiales: estructura económica, relaciones de producción, sociales, pero también con aspectos superestructurales: instituciones de dominación y poder, costumbres, valores, moral, leyes, creencias religiosas, cultura, herencia. Cada una de las civilizaciones habidas hasta nuestros días se ha caracterizado porque la mayoría de los individuos que la formaba, compartía, en mayor o menor medida, de forma consciente o inconsciente, dicha visión del mundo, la cual condiciona en grado sumo, las acciones y actuaciones de todos y cada uno de los individuos que configuran dicha civilización.
Así, atendiéndonos al marco europeo, la Antigua Grecia, el medioevo, el Renacimiento, el Romanticismo o la época contemporánea, se diferencian no sólo por el desarrollo alcanzado por los medios productivos, sino también y quizás fundamentalmente, por un determinado concepto del hombre y de su relación con el medio ambiente que los rodeaba, naturaleza, personas, etc. Cuando una civilización alcanza su apogeo, suele cumplir un objetivo vital o histórico concreto iniciándose un nuevo proceso de sustitución, que dará con un nuevo objetivo e inexorablemente, antes o después, con una nueva visión del mundo, creándose una nueva civilización.
La visión del mundo de una civilización determinada se expresa en sus diferentes lenguajes, entre los que el arte y la ciencia, representan dos de los aspectos más significativos, aunque no únicos. De ésta manera, un determinado paradigma científico aparece inseparablemente asociado a un estilo artístico concreto, y juntos, acostumbran a evidenciar la visión del mundo de una época claramente diferenciada de las anteriores y de la subsiguiente.
La visión del mundo dominante en nuestros días, es prácticamente la misma que se forjó como consecuencia de las transformaciones ocasionadas por la denominada Revolución Industrial, triunfo y apoteosis de una clase social: la burguesía comercial e industria que nos ha impuesto, no sólo un sistema económico, el capitalismo, basado en el beneficio privado y la explotación del trabajo asalariado, o un sistema político basado en el autoritarismo, en el estatismo y al servicio de aquellos que retienen el control sobre la propiedad de los medios de producción. Junto a todo ello, la burguesía impuso una manera determinada de ver el mundo, de explicar el sentido de la vida, un juicio sobre lo que está bien o mal, de las leyes que hemos de cumplir, de los dioses a los que hemos de adorar, o a las banderas ante las que nos hemos de arrodillar.
No nos damos cuenta, quizás nunca lo hemos pensado, pero la mayoría de nosotros, sin ser siquiera grandes burgueses, ricos o poderosos empresarios, nos hemos sometido a esa manera de ver el mundo de percibir la realidad, no sólo eso, sino que los obedecemos, los idealizamos, imitamos, de otra manera, vivimos, pensamos, sentimos como ellos quieren que sintamos, pero no somos ellos; y cuando tarde o temprano lo descubrimos, nos damos cuenta de que somos todos nosotros los únicos perjudicados por esa manera de hacer y de vivir. Cómo ahora mismo!
Los síntomas de agotamiento, las alarmas ante una situación que está volviéndose insostenible vienen produciéndose, ininterrumpidamente a lo largo de los dos últimos siglos, resulta evidente además, que el hundimiento de la civilización que podríamos denominar occidental, se está acelerando rápidamente. El hambre, la destrucción del medio ambiente, la explotación del hombre por el hombre, la opresión a la que está sometida la mayoría de la población mundial, las mujeres en particular, pero también las minorías étnicas, los refugiados, los niños, la hipocresía, la falsedad, la corrupción, la violencia, la guerra, la crisis energética, la deuda del tercer mundo –que cara mas dura, solo hay un mundo y es de todos -, el cuarto, las epidemias que no se combaten por falta de recursos, la SIDA entre otras muchas, la amenaza permanente de un arsenal militar de un poderío inimaginable, los gastos en enseñanza, cultura, sanidad o ayuda a los necesitados, siempre insuficientes, pueblos oprimidos, minorías aniquiladas, odios religiosos, racismo, naciones sometidas...
De nada o de casi nada, nos sirven las estructuras económicas o políticas, etc., heredadas del pasado y mantenidas sin apenas modificaciones de importancia y es evidente la necesidad de su substitución por otras más acordes con los tiempos que nos ha tocado vivir.
En éste cambio de milenio nos encontramos en la fase de agotamiento de un determinado sistema, de esa concreta visión del mundo. Desde éstas páginas queremos contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a la configuración de la nueva visión, aquélla que ha de sustituir a la aún hoy vigente, aportando un conjunto de trabajos, reflexiones y alternativas, documentación e informaciones que puedan ser útiles al conjunto del cuerpo social en su necesaria reflexión sobre la clase de futuro que queremos para nosotros y sobre todo, para nuestros hijos. Como todo lo novedoso, semejará utópico, irrealizable, incluso absurdo, especialmente a aquellos que están cómodamente instalados en la visión hoy dominante, y que quieran permanecer con oídos sordos a los numerosos síntomas de putrefacción y requerimientos de cambio que por todas partes se evidencian. La Ciencia de hoy, como la religión de ayer, cumplirá su misión de perro guardián del orden establecido y se opondrá con todas sus fuerzas a nuestras ideas...
Pero ello no nos desanima. No nos sentimos en posesión de ninguna verdad indiscutible e invitamos a todos aquellos que lo deseen a discutir, profundizar o avanzar en el camino de la construcción de la civilización del futuro que ya ha empezado.

Del mecanicismo y otros males

Parece una ironía suprema que tuviéramos que salir de nuestro planeta antes de que realmente pudiéramos verlo tal como es. Cuando los astronautas nos mostraron el aspecto que tenía nuestro mundo desde el espacio, fue como si nos hubieran acercado un espejo para que contemplásemos nuestro reflejo. La imagen de la Madre Tierra, bella, frágil, bailando en el espacio se grabó de forma indeleble en nuestro cerebro.
Este acontecimiento fue como una señal de aviso que nos indicaba que acababa de llegar el momento, la hora de decidir como debemos contemplar nuestro mundo y la relación que tendremos con él.
En este sentido sería conveniente recordar algunas de las declaraciones de aquellos astronautas que han tenido la oportunidad de ver la Tierra desde el espacio, en particular las de Neil Amstrong, pero también las del cosmonauta ruso Aleksandr Alexsandrov: "Entonces me cruzó la mente la idea de que todos somos hijos de nuestra Tierra. Tanto da que país se está mirando. Todos somos hijos de la Tierra y deberíamos tratarla como a nuestra madre". O las del norteamericano Donald Williams: "Para aquellos que han visto la Tierra desde el espacio, y para los centenares, quizás millares que la verán, esa experiencia indudablemente hace cambiar de perspectiva. Las cosas que compartimos de nuestro mundo son mucho más valiosas que las que nos dividen". En general todos ellos coincidieron en señalar que: "Aquel planeta es la casa común de toda la Humanidad, así como de todas las especies animales y vegetales que lo habitan".
Desde ese momento, la creencia de que la Tierra es una estructura muerta y de que puede explotarse de forma indefinida, tal como lo sostenía la ciencia mecanicista, no concordaba, con lo que sentimos al ver las imágenes del planeta azul y blanco flotando en el espacio.
Fue como si la vida reconociera a la vida. Esta toma de conciencia ha provocado un aceleramiento de la preocupación ecológica, aquello que últimamente convenimos en denominar la conciencia verde. Frente a la visión mecanicista - economicista que domina ampliamente el panorama político-social, la más arraigada, que nos dice que podemos y debemos explotar el planeta en aras del progreso y que, cambiar los procedimientos, aún siendo conveniente y necesario, resultaría demasiado caro, la conciencia verde nos señala, que lo caro va a ser el no cambiar nuestra forma de proceder, porque el tejido de la vida en nuestro planeta, ese tejido fino y lleno de vinculaciones intrincadas, corre un peligro obvio; se percibe un desastre en potencia, que se acerca hacia nosotros a mayor velocidad de la que la mayoría de la gente quisiera creer.
Para llegar a modificar toda una actitud cultural dominante, tenemos que llegar a cambiar nuestra forma de pensar. Día a día, son más las personas, que se dan cuenta de que en el fondo, esta nueva forma pensar es muy antigua; es una sabiduría que arranca de la noche de los tiempos y que sobrevive a lo largo de los milenios y de las civilizaciones, y que afirma que la Tierra nuestro planeta azul y blanco está, en algún sentido, viva.
Los que tienen que tomar las decisiones, ésta generación, es decir ¡nosotros!, Ha sacado ya la ramita más corta... ¡Ahora mismo!, Hemos de buscar las nuevas actitudes mentales que se necesitarán para sostener los cambios tanto materiales, exteriores, como interiores que se deberán producir.
En la cúspide del milenio, o bien hacemos cambios que abran todo un campo nuevo al potencial humano y planetario, o perderemos la última oportunidad y, no nos recuperaremos de la caída ecológica, que cuando empiece se sucederá como si se tratase de una avalancha de fichas de dominó..
Pero para llegar a cambiar actitud mental dominante a nivel mundial, si es que eso es posible, hay que empezar por cambiar nuestra propia manera de pensar. Afortunadamente, somos cada día más los que descubrimos que en realidad esa nueva manera de pensar, es en realidad muy antigua... Se trata de un conocimiento que surgió en la más remota noche de los tiempos y que ha sobrevivido a lo largo de los siglos y milenios, atravesando todas y cada una de las civilizaciones habidas hasta hoy. Ésta sabiduría nos dice que la Tierra, nuestro planeta, está en mas de un sentido vivo.
La idea de una Tierra viva, aún hoy, constituye un anatema total para la ciencia y para el pensamiento convencional de la sociedad contemporánea, sin embargo, la idea de una Tierra viva, hubiese sido un concepto absolutamente normal para la mayoría de los hombres que vivían hace tan sólo unos cientos de años.
De la misma manera que las ideas de Giordano Bruno, Galileo o Miguel Servet, fueron rechazadas por la ciencia de su tiempo, también las teorías o pruebas científicas que sostienen que nuestro planeta es un ser vivo, que el desastre es inminente, son censuradas, reprimidas, ocultadas o perseguidas, por esa ciencia cancerbero de los intereses de las multinacionales, de los estados y de los ejércitos.

La realidad de la Realidad

Pero vayamos por partes. En nuestro tecnificado mundo es necesario clarificar de una vez por todas que es lo real, y lo que no lo es. Aquello a lo que denominamos realidad, incluso la realidad de la persona, con todos sus quehaceres, no es de ningún modo algo fijo, sino algo de múltiple significación; de hecho, no existe una realidad sino varias, quizás un número infinito de ellas, como en las más desorbitadas fantasías de las mentes más enfebrecidas. No, desde luego no parece que nos encontremos en un uni verso, en el sentido de una sola dirección o sentido, sino más bien en un inimaginable multi verso donde direcciones y realidades se pliegan unas sobre otras. los dioses o a un destino inexorable. En virtud de ésta manera de considerarla, la realidad que nos rodea, el mundo en su conjunto, se transforma en un valle de lágrimas que hemos de atravesar con dolor y sufrimiento, dominado por la omnipotencia del mal, donde todo, la naturaleza, los otros seres humanos, nos son hostiles, una amenaza, donde sólo la superación con el esfuerzo, el sacrificio y el dolor tienen virtudes redentoras, donde el ganarás el pan con el sudor de tu frente, sufrirás enfermedad y muerte o el parirás a tus hijos con dolor, nos encadenan a las fábricas y a la explotación, nos conducen a la sumisión al poder del dios-estado-papá y nos conducen a la represión del deseo y la negación del placer. Lógicamente, al lado de estas virtudes el sistema nos inculca también otras menos bíblicas como la astucia, la mentira, el abuso de poder, etc.
Hasta hoy, hemos pensado que conocer la realidad de algo es pensarlo, analizarlo, desmenuzarlo, medirlo, darle mil vueltas al derecho y del revés, memorizarlo, reconocerlo a simple vista y en cada uno de los detalles, etc.. Este ha sido el método tradicional de la filosofía y de ella, ha sido imitado por todas las otras ciencias. El conocimiento que de éste método podemos obtener, se asemeja a un mapa en el que aparecen dibujados los signos y las pistas de un tesoro enterrado y escondido; pero por mucho que conozcamos el mapa de memoria, no podremos conseguir encontrar el cofre con las alhajas, hasta que no nos desplacemos al territorio y nos pongamos a escarbar con nuestras propias manos en el lugar indicado.
En nuestros días, especialmente en la civilización occidental y a consecuencia de su dominio, en la práctica totalidad de países del mundo, se tiene una idea muy concreta del concepto de Realidad.
Fue en el Sur de nuestro continente donde empezó a formarse dicho concepto. Lo formaron: primeramente, el principio helénico de lo agonal, la idea de que hemos venido al mundo para sufrir, de la superación mediante el esfuerzo, la astucia, la perfidia y la violencia.
Esta idea se trasmitió al cristianismo, y con él, penetró en todo el continente. Más tarde, unas interpretaciones simplistas de las teorías darwinistas, de la lucha de clases marxista y la del superhombre de Niestche vendrían a completarlo. El yo, enfrentado irremisiblemente al no yo, debía sobresalir, luchar, aplastar, y para ello necesita recursos, materia, poder. Se enfrenta despiadadamente al mundo que le rodea, en un vano intento de domeñarlo, someterlo a sus apetitos. Esta concepción pesará como una fatalidad sobre todo occidente, y a ella ofreció incontables holocaustos, hecatombes de sangre y muerte. Pronto se olvidó del auténtico carácter de la naturaleza. Y lo que es peor, cada vez se ha ido manifestando con más fuerza y claridad esta manera de pensar y actuar.
El resultado ya lo vemos: un estado, un orden social, una moral pública para los que la vida, sólo es aprovechable en términos de beneficio económico... Una comunidad cuyo higiene y sus preocupaciones sobre el bienestar, le llevan a sufrir explotación, guerras, hambre e injusticias de todo tipo, sólo puede entenderse desde el punto de vista de que para ella las cosas, todas las cosas, incluyendo a los seres vivos, no son sino materias primas... mercancías, objetos que pueden venderse y comprarse...es evidente que una sociedad así, no puede escapar a su propia destrucción...
La historia espiritual europea ha estado determinada decisivamente por una conciencia de realidad que separa el yo del mundo; precisamente, la experiencia del mundo como un objeto al que uno se enfrenta, ha llevado al desarrollo de la moderna ciencia natural y a la tecnología, gracias a ella, la humanidad ha sojuzgado a la tierra saqueándola y, a los maravillosos logros de nuestra civilización, se le opone, el lamentable espectáculo de la destrucción catastrófica del medio ambiente, que alcanza desde los mares y océanos, a las selvas tropicales, desde la lluvia ácida que destruye nuestros bosques, hasta el agujero en la capa de ozono y la contaminación atmosférica, hemos ido incluso más allá, conquistando energías que amenazan la continuidad de la vida en nuestro planeta.
Si el hombre no se hubiera separado de su medio ambiente, sino que lo hubiera experimentado como parte de la naturaleza viva, este abuso del conocimiento y del saber habría sido imposible. Aunque hoy en día se intenten reparar los daños mediante medidas de protección del medio ambiente, todos estos esfuerzos no serán más que parches superficiales y sin esperanza, si previamente, no se produce una curación de la neurosis ocasionada por la creencia en la hostilidad de lo que nos rodea. Esta curación supondría: la vivencia existencial de una realidad más profunda que incluiría al yo en un plano de igualdad con todo lo demás, sean minerales, vegetales o animales.
El medio ambiente muerto, creado por la mano del hombre, especialmente en las megápolis y áreas industriales dificulta enormemente esta vivencia, en ellas, se impone por la fuerza el contraste entre el yo y el mundo exterior. Los sentimientos más frecuentes son la alienación, la soledad y la amenaza, modelando la conciencia cotidiana de las sociedades industriales de occidente. El peligro es menor en un medio natural, en el campo, en el bosque; incluso en cada jardín, entre los animales; en ellos se hace evidente una realidad que es infinitamente más real, antigua, profunda y maravillosa que todo lo realizado por la mano del hombre y, que perdurará aún, cuando el mundo de los rascacielos, las máquinas, el cemento o el asfalto, hayan desaparecido.

Retornos a la naturaleza

En el germinar, crecer, tener frutos, morir y rebrotar de las plantas, en su ligazón con el Sol, cuya luz son capaces de transformar, bajo la forma de compuestos orgánicos, en energía químicamente ligada, de la cual se forma todo lo que vive en nuestra tierra... en esta naturaleza de las plantas se revela la misma fuerza vital misteriosa, inagotable, eterna que nos ha creado también a nosotros y que, luego nos devuelve a su seno, en el que estamos protegidos y unidos con todo lo viviente.
No, no se trata de un sentimentalismo absurdo en torno a una imagen idealizada de la naturaleza, pues sabemos bien que la misma que da vida, alimenta y cura, también destruye y aniquila. Lo que hoy en día se necesita imprescindiblemente, es un revivir elemental de la unidad de todo lo viviente, que cada vez surge menos espontáneamente a medida que la flora y la fauna originales tienden a ceder ante un mundo técnico y muerto.
Sabemos que los pueblos antiguos creían que el mundo estaba vivo, que palpitaba con miles de energías, que tenía un alma, incluso que soñaba. También sabemos, gracias a las investigaciones modernas, que la vida y su entorno planetario están eslabonados en niveles que se encuentran más allá de lo visible, de lo obvio.


El nacimiento de Gaia

Pero volvamos a la cuestión que nos planteábamos inicialmente: si la Tierra estuviese viva, ¿podemos imaginarnos una conciencia planetaria?. En principio, se plantea un problema de reconocimiento. Si la Tierra tiene conciencia, ésta será de una escala planetaria, es decir, invisible a nuestra percepción; de la misma manera que una bacteria no puede captar a la totalidad del animal humano al que está infectando. De hecho ¿qué sabemos de la conciencia en general y de la humana en particular?, nada. Bueno, casi nada. Quizá nos conformemos con saber que la conciencia se manifiesta, se hace evidente en el comportamiento. Si aceptamos esta opinión, debemos recordar que Lovelock y otros, han demostrado como los sistemas terrestres se frenan y equilibran mutuamente, como se mantienen constantemente en condiciones óptimas y cómo la Tierra se autoregenera. Todo esto son funciones características de la vida y de hecho, de la conciencia. La Tierra pues, se organiza a sí misma.
A juicio de la mayoría de las personas, parece que la sede de la identidad personal, de la conciencia, se encuentra dentro de la cabeza, en un punto equidistante entre las cejas y el hueso occipital, ligeramente más arriba. Pero si mirásemos en el interior de esa parte de la cabeza, sólo encontraríamos hueso, tejidos y líquidos. El cerebro, todo el cuerpo podría ser diseccionado pieza a pieza, célula a célula, sin encontrar ni rastro de la conciencia. El sentido de la ubicación personal, es como el efecto del altavoz fantasma situado entre dos altavoces estereofónicos: un espejismo, una ilusión. Ante un estímulo determinado, una enfermedad mental, una conmoción traumática, una experiencia casi mortal, con substancias alucinógenas, una estética o pasional, o un simple ejercicio ritual, o de yoga y la ubicación de nuestra conciencia, puede desplazarse de un lugar a otro.
Puede dar la impresión de que se cierne sobre la cabeza, o trasladarse a cualquier parte del cuerpo, o puede abandonarlo por completo, o puede fundirse con algo que haya en nuestro entorno, o con el Todo.
En condiciones normales, la identidad personal es sencillamente una coordenada en el tiempo y en el espacio, pero en la experiencia transcendental, cuando lo que normalmente se entiende por tiempo y espacio se supera, las coordenadas resbalan y se deslizan, y finalmente, acaban ocasionando lo que se denomina muerte del ego. Al volver a la conciencia ordinaria, las coordenadas espacio temporales se restablecen, aunque normalmente formando un ángulo nuevo y más garboso, armónico con el entorno. Esta es la experiencia de muerte renacimiento de la que hablan los chamanes, los místicos, los sabios y los filósofos a lo largo de toda la historia de la humanidad.
No, por mucho que nos esforcemos no podremos encontrar la sede física de la conciencia humana. La mente, la memoria, el pensamiento, no son otra cosa que fantasmas en la máquina del cerebro, como demostró A. Koestler, siguiendo a K.Wilber. De la misma manera, puede que también haya un fantasma dentro de la condición física de la Tierra el espíritu de la Tierra, o el ánima mundi a que se referían las tradiciones más antiguas de la Humanidad. Hace pocos años el biólogo Rupert Sheldrake conmovió los círculos científicos con la hipótesis de la resonancia mórfica. Según ella, cada especie tiene un campo de memoria propio. Este campo estaría constituido por las formas y actitudes de todos los individuos pasados de dicha especie, y su influencia moldearía a todos sus individuos futuros. Un campo es algo, como una especie de aura energética, electromagnética, o como sea, que existe alrededor de un objeto que lo produce.
La naturaleza del campo es inevitablemente misteriosa, aunque según la física moderna, los campos son más fundamentales que la materia, no pueden explicarse en términos de materia, más bien todo tiende a señalar, que la materia se explica en términos de la energía que hay dentro de los campos. Además, la estructura de los campos, depende de lo que ha ocurrido antes, y no tan sólo al objeto o ser en cuestión, sino a la especie en su conjunto, pues representan una clase de memoria mancomunada o colectiva de la especie, de manera que cada miembro particular, es moldeado por éstos campos, y a su vez aporta algo nuevo, influyendo en los futuros miembros de la especie. Si la teoría de los campos es cierta, la conciencia de la Tierra en conjunto, debe existir en la forma de campo.
Podemos ver la totalidad de la existencia como una interactuación de fenómenos de campos. Esta fantasmagoría de estados del espacio, es probablemente, semejante a lo que observan las personas que experimentan estados de conciencia profundamente intensificados. El resultado seria una especie de telaraña sagrada tridimensional; el Wyrd, como lo denominaban los antiguos druidas; en la que todas las gotitas de escarcha vibran al unísono, cuando el aire o un objeto cualquiera produce el menor movimiento en cualquiera de las partes, pues todas ellas están unidas al conjunto.
Desde esta perspectiva no es difícil imaginar una memoria de la Tierra, ni la posible interacción entre el campo de la mente humana individual y el del planeta, incluso con todas las cosas que hay en el entorno, pues todo está interconectado.
Cuando una persona vive una experiencia que le provoca cambios mentales, una de las primeras sensaciones que se registran es la alteración del tiempo y del espacio. Sin embargo, éstos dos aspectos de nuestra existencia, tan fundamentales, no pueden ser vistos, ni tocados ni percibido por ninguno de nuestros sentidos, a pesar de que abarcan todo lo demás que hay en el universo, son la NADA, como lo es, lo que los contempla: la conciencia. Por que si el tiempo y el espacio cambian cuando se altera la conciencia, bien pudiera ser que la conciencia esté relacionada con algún aspecto fundamental del espacio tiempo, puede incluso que sea ese aspecto.
Pero prescindiendo de cuales sean su naturaleza, sus mecanismos y su nombre, si realmente queremos pensar en la Tierra como ser que vive y siente, tendremos que contemplar su consciencia como alguna clase de efecto de campo; puede estar estructurado en muchos niveles diferentes, plegados unos sobre otros, pero en el fondo, constituiría todo un supercampo, un campo de la Tierra, una vasta entidad consciente invisible, para sus partes constituyentes.
Gaia, teniendo los pensamientos de un planeta, percibiendo el empuje y la atracción de su compañera lunar, los planetas y el Sol, reconociendo las energías que brotan dentro de su litosfera y sobre su superficie, sintiendo la brisa de los rayos cósmicos y quizás escuchando el tintineo de lejanos campos de estrellas, Gaia con la memoria de eones...
Las consecuencias implícitas derivadas del hecho de que la sociedad humana desconozca éste campo son enormes. Los problemas ecológicos, incluso los de mayor complejidad, puede que se deban al tipo de conciencia que engendra la humanidad urbana, que es ahora como una colonia de astronautas sitiados en una burbuja base, como si estuviesen en un planeta extraño, hostil. La visión desde esta burbuja es la causante de las desgracias a que nos referíamos anteriormente, la que ocasiona que nos dirijamos irremisiblemente hacia la destrucción.
Habiendo creado esta situación tan grave y perjudicial, es imprescindible buscar con esperanza algún sentido de equilibrio, algún profundo cambio de la mente y el corazón, un cambio que sea capaz de modificar la situación e iniciar la regeneración... en el camino... hacia un mundo mejor, donde la vida sea digna de ser vivida.

El retorno de la Utopía

A lo largo de éstas páginas iremos planteando algunas de las cosas que nos será imprescindible conocer para emprender el largo y difícil camino que nos aguarda. Un primer paso importante, como ya hemos dicho, sería la aceptación de la idea de que la Tierra es un ser vivo. Sólo una imagen tan sencilla y directa, puede conmover los sentimientos de la gente en una medida lo suficientemente grande como para permitir una realineación de nuestras actitudes en relación a nuestro planeta.
Mientras que los pueblos tradicionales se integraban mentalmente con su entorno de una manera inconsciente, los seres humanos modernos, tendrán que percatarse conscientemente del proceso.
Del mismo modo que un alma humana que usa un cuerpo tiene sentidos especiales en éste, también el cuerpo de la Tierra posee regiones especiales por medio de las cuales, era y es, sumamente evidente que tiene, y tenía lugar, un cierto tráfico de percepción.
Nos referimos a algunos lugares sagrados antiguos en los que se ha utilizado piedra con propiedades magnéticas y radioactivas. Muchos de ellos parecen situados con relación a determinados factores geológicos, tales como líneas de fallas, o astrológicas, o con yacimientos de determinados minerales, normalmente se encuentran en todos aquellos lugares en que es más probable que se produzcan notables modificaciones, en los efectos electromagnéticos, entre otros. Durante siglos y probablemente milenios, los cristales y las joyas se han asociado con tradiciones esotéricas, propiedades adivinatorias, curativas o acrecentadoras de la conciencia. Lo curioso es que hoy en día, la ciencia tiende a comparar a los cristales con los organismos vivos. Se sabe que entre los reinos de lo vivo y de lo no vivo, los cristales representan el grado más alto de organización estable, y algunos empiezan a describir un panorama en el que la vida tiene un origen cristalino, fideos moleculares que flotaban y temblaban rítmicamente en la arcilla húmeda.
Uno de los principales elementos de vinculación potencial donde podía crearse un campo de mente de la Tierra, tiene que ser la substancia química que más abunda, el agua. El agua es apropiada para cumplir esa función, precisamente debido a su ubicuidad y a su naturaleza, que es de hecho, misteriosa y compleja. Son de sobras conocidas sus propiedades receptivas e impresionables; resiste el calentamiento, es más densa como líquido que como sólido, puede hacer tanto de base como de ácido, es el disolvente universal, la mayoría de los seres son principalmente agua, sus moléculas tienen la capacidad de penetrar en la estructura molecular de casi toda la demás materia. El agua refleja y se muestra increíblemente sensible a los más diminutos estímulos ambientales; el agua nos vincula de un modo profundo tanto al medio terrestre como al extraterrestre. Incluso, algunos científicos sostienen la idea de que el agua puede poseer una cierta capacidad de memoria.
Además de todos éstos misterios y maravillas, el agua muestra cualidades todavía más profundas y sutiles, pues de todos es sabida la capacidad de ciertos manantiales que poseen poder curativo, o visionario.
Muy probablemente, el agua pueda atraer al campo de la Tierra, o tal vez, éste puede resonar directamente en ella, lo cierto es que el agua parece ser uno de los principales puntos de relación con el ánima mundi, o por lo menos, ser uno de sus principales órganos sensoriales. Evidentemente, los pozos y manantiales santos o curativos son los lugares más especiales de la Diosa, donde se tienen visiones y tienden a producirse cierta clase de fenómenos.
Debemos acudir a los lugares sagrados de la Antigüedad en busca de los conocimientos necesarios sobre las formas de utilizar realmente éstos elementos vinculantes. Sí queremos entrar en contacto con la memoria, o con la consciencia de la Tierra, deberíamos acudir a un círculo de piedras y saber con que piedras entrar en relación, para usar el lugar adecuadamente, del modo apropiado y obtener los máximos beneficios posibles.
El lugar antiguo acostumbra a ser el campo geofísico donde es posible un cambio de consciencia, éste cambio puede hacerse en cualquier otro sitio, desde luego, pero estos lugares sagrados, éstos auténticos órganos sensoriales de Gaia, hacen las veces de guías de ondas de la energía conciencia liberada en el estado alterado. Un estado alterado de conciencia puede obtenerse de diversas maneras; probablemente, algunas son más adecuados que otras, dependiendo de las características personales, de los objetivos que se puedan buscar, o en determinados lugares que en otros. El ayuno es un método seguro para hacer que la conciencia sea más móvil. Obviamente es necesario empezar el ayuno el día antes de visitar el lugar, o como mínimo doce horas antes... Otro método más activo, consiste en un ritual de tambor y movimiento, la danza, la música, el canto de mantras, etc. Otro método que algunos encontrarán muy atractivo, es soñar... El procedimiento básico de sueño de templo, entraña ciertos preparativos: abstinencia sexual, ayuno, ofrendas rituales, baños, libaciones copiosas, etc. Es probable que éstos métodos alcancen su máxima eficacia cuando se combinan.
De entre todos los métodos útiles para producir un estado de conciencia alterado, el método más seguro y más experimentado a lo largo de toda la historia de la Humanidad, es sin lugar a dudas la meditación.
Parece evidente que el estado mental inducido por una meditación profunda, en el lugar adecuado, en las condiciones precisas, con la intención justa, nos permitiría entrar en contacto con el campo de conciencia de la Tierra.
Y como no, otra técnica importante para alcanzar estados alterados de consciencia es el uso de plantas psicoactivas o enteógenas. En las culturas tradicionales, las sustancias enteógenas se consideraban sagradas, beneficiosas y parte esencial del sistema de creencias religiosas de la sociedad o tribu. Las plantas y sustancias psicoactivas, vienen siendo usadas de forma natural por pueblos de todo el mundo desde hace incontables generaciones. Hay cientos, posiblemente miles de plantas, cactos, cortezas de árbol, frutos, resinas, semillas, hojas, flores que poseen propiedades enteógenas y, todas ellas han sido utilizadas por infinidad de personas en uno u otro momento, en tal o cual sitio, para alterar su consciencia .
El empleo de alucinógenos se remonta a la prehistoria... Los pueblos siempre han utilizado las experiencias que estas sustancias permiten para establecer contacto con las raíces del mundo natural y con la memoria del planeta. Los chamanes han utilizado estas drogas desde hace siglos, no sólo para averiguar cosas sobre la historia del mundo, el funcionamiento de la naturaleza y la condición espiritual de la humanidad, sino también para fines curativos, clarividencia y otras funciones extrasensoriales, muy especialmente para el clásico vuelo, o éxtasis del chamán, la experiencia extracorpórea , entre cuyos resultados sorprendentes, destaca el que puedan viajar grandes distancias y ver lugares, personas o acontecimientos lejanos, en el espacio y en el tiempo.
La forma en que los pueblos primitivos adquirieron su avanzado conocimiento de los alucinógenos y de las hierbas curativas es un misterio para los farmacólogos modernos, olvidando que las personas que pueden comunicarse directamente con la naturaleza por medio de las plantas enteógenas, reciben las mejores lecciones de geología, historia, botánica, biología y psicología que puedan recibirse, debido a que es la mismísima Tierra la que las da.
El respetadísimo micólogo Robert Gordon Wasson , sugirió la posibilidad de que los hongos sagrados fueran los artífices de la génesis del nivel de conciencia de los seres humanos, es decir de lo que nos distingue de los animales: la autoreflexión; hay también, quienes relacionan la ingestión de los hongos sagrados con la aparición del lenguaje y con la religión, así como con la idea de la inmortalidad, incluso, más recientemente, Terence McKenna, sostenía una interesantísima hipótesis, sobre los estadios culturales de la civilización y el consumo de determinadas plantas a lo largo de dichos estadios.
Sea como sea, lo cierto es que por encima de cualesquiera otra consideraciones, las plantas sagradas han ocupado un lugar destacadísimo en el devenir de la civilización, especialmente asociadas con la evolución de la mente y del pensamiento, con aquello que hace del animal humano ese ser inteligente que somos.

Las lecciones de Eleusis


Nietzche en "El nacimiento de la tragedia" afirma que, por la influencia de la bebida narcótica, de la que hablan todos los hombres y pueblos primitivos en sus himnos, o en el vigoroso acercarse de la primavera, que penetra sensualmente toda la naturaleza, se despiertan aquellas emociones dionisíacas, en cuya elevación lo subjetivo desaparece en el completo olvido de sí mismo...
Bajo la magia de lo dionisíaco no sólo vuelve a cerrarse la unión entre hombre y hombre, sino también, la naturaleza enajenada, hostil, sojuzgada celebra su fiesta de reconciliación con su hijo perdido, el hombre.
Curiosamente, el mismo pueblo que nos legó el triste principio de lo agonal, nos ofreció también un método de curación, la visión dionisíaca, opuesta a aquella. Con las celebraciones y fiestas en honor del Dios Dionísio estaban estrechamente ligados los Misterios de Eleusis, que se celebraron durante casi dos mil años, desde el 1.500 a.C. hasta el S.V d.C., cada otoño. Según la tradición que se mantuvo y se ha mantenido sin rectificaciones o alteraciones significativas, los Misterios fueron donados por la diosa agrícola Démeter, como agradecimiento por el redescubrimiento de su hija Perséfone que había sido robada por Hades el Dios del Averno. Otro regalo de agradecimiento fue la espiga de cereal, entregada por ambas diosas a Triptolemo el primer sacerdote de Eleusis. Le enseñaron el cultivo de los cereales, que luego difundió por toda la tierra...Sin embargo, el mito de Démeter, y los otros dioses que participan en el drama, era sólo el marco exterior de lo que ocurría.
El momento culminante de la celebración anual lo constituía la ceremonia iniciática nocturna. A los iniciados les estaba prohibido, bajo amenaza de pena de muerte, revelar, a cualquiera que no hubiese sido iniciado en los misterios, lo que habían averiguado y visto en la cámara más sagrada e interna del templo, en el Telesterion (la meta). Entre los miles de iniciados se encuentran algunos de los hombres más importantes de su tiempo: Homero, Píndaro, Pausánias, Platón, Pitágoras, Heráclito, Cicerón, emperadores romanos, tales como Adriano y Marco Aurelio, y una larga lista. La iniciación debe de haber sido una especie de iluminación, una contemplación visionaria de una realidad más profunda, una mirada a la eterna causa de la creación.
Cuenta la tradición que antes de la última ceremonia se daba una pócima el Kykeón a los iniciados. Se sabe que el extracto de cebada y menta eran componentes de ésta. Algunos estudiosos modernos de los mitos, así como de la historia comparada de las religiones, sostienen la opinión de que el Kykeón contenía una droga alucinógena derivada del cornezuelo, hongo parásito de la mayoría de los cereales que contiene ergotamina y otros aminoácidos, que constituyen los alcaloides básicos del ácido lisérgico diametamina (LSD 25), que fue definida por su creador el Dr. Albert Hofmann, como un medicamento del más alto rango. Ello haría comprensible la experiencia estática visionaria del mito de Démeter Perséfone como símbolo del ciclo de la vida y de la muerte en una realidad atemporal que las abarcase a ambas.
Es invalorable la importancia histórico cultural que tuvieron los Misterios de Eleusis, así como su influencia en la historia espiritual europea. En ellos, el hombre que sufría y estaba escindido por su mentalidad racional y objetivadora, encontró la curación, en una experiencia mística totalizadora, que lo hacía creer en la inmortalidad, en un ser eterno, que permitió a algunos de ellos, afirmar que lo que habían percibido en aquella ceremonia, les había conferido la certeza de las realidades espirituales .
La experiencia eleusíaca no es, por otra parte, demasiado diferente a la que nos conservan otras tradiciones de múltiples y variadas culturas, como ejemplo será suficiente recordar la importancia que en las culturas arias e indoeuropeas tiene el Soma, otra pócima sagrada dada por los dioses a la humanidad, elaborada según conservan aún en algunas regiones de la India, Siberia, etc. con la maceración de la seta Amanita Muscaria, de efectos semejantes a los del LSD 25. Igualmente podríamos citar el caso de otras civilizaciones, Toltecas con el Toloache (las semillas del Don Diego), o los indios yaquí (el cactus del Peyote que contiene mescalina), o los aimerá (el cactus San Pedro), o los amazónicos (Ayuahuasca, Yaqué), los pueblos nepalís y norte africanos con la Cannabis Sativa (hachís, marihuana), etc.
Una experiencia totalizadora de tal índole no se puede forzar, ni siquiera a través de décadas de meditación, tampoco se le concede a cualquiera, pese a que la capacidad de la vivencia mística forma parte de la naturaleza de la espiritualidad humana. Sin embargo, en Eleusis se le podía conferir a cada uno de los innumerables iniciados en los misterios sagrados de la contemplación mística. La experiencia sanadora y confortante se producía en el sitio previsto, a la hora señalada. Esto podría explicarse considerando el uso de una droga alucinógena enteogénica , tal y como hemos visto que sugieren determinados estudiosos de la religión y de lo sagrado.
El efecto característico de las sustancias enteogéna, a saber, la supresión de las barreras entre el yo que experimenta y el mundo exterior en una experiencia fuertemente estático emocional, habría posibilitado provocar, con ayuda de sustancias de esta índole, y después de la adecuada preparación interior y exterior, como se lograba en Eleusis de modo perfecto, una experiencia totalizadora de forma, por así decirlo, programática .
Obviamente los enteógenos naturales y el LSD 25 de entre los artificiales deben verse como otro elemento de vinculación, literalmente, una puerta de la mente al anima mundi, pero debido a los efectos especialmente fuertes, trastornadores, que tienen sobre la conciencia, tal vez sea mejor, pensar que esos agentes facilitadores sólo deberían usarse en conjunción con los otros cauces, ayuno, meditación, música, danza, sueños, previa la adecuada preparación , etc.
Aunque los enteógenos puedan actuar en cualquier parte, no cabe duda de que sus efectos se verían potenciados con la proximidad al lugar sagrado, pues parece lógico suponer que puedan darse conexiones geográficas entre los sitios donde se produce determinada vegetación alucinógena y la ubicación de los lugares sagrados. El estudio de la climatografía y de la vegetación nos servirían de indicación de la clase de plantas sagradas que se han venido utilizando en los círculos próximos, por hombres que aún no se habían disociado de su entorno natural. Una vez reconocida la especie enteógena adecuada, el espíritu de la planta debería ser invocado; se le solicitaría el permiso para arrancarla y se trataría con veneración el lugar en que crecieran estas cosas, solicitando al espíritu que se dignase suministrar algún tipo de conocimiento.

La lucha final

Estamos pues, ante una conyuntura decisiva. Es necesaria la recuperación de una visión chamánica de la realidad. Las religiones establecidas, incrustadas en los aparatos de poder, han abandonado a sus hijos, han olvidado el contenido de sus enseñanzas, por lo menos en buena parte, limitándose a mantener un determinado status quo que tan sólo beneficia a unos pocos.
Hasta el presente, cientos, miles de revoluciones han sacudido violentamente nuestra historia, y los resultados son pobres comparados con el esfuerzo y el dolor que han costado. Tal vez, en un pasado remoto, cuando los mecanismos de poder de los estados no estaban tan desarrollados, pudimos llegar a pensar que sólo con la verdad y con nuestra fuerza podríamos conseguir cambiar la realidad material; el afán de implantar con rapidez la justicia, el deseo de igualdad, el ansia de fraternidad, nos hicieron dejar de lado, un aspecto transcendental de cualquier intento de transformación: nuestra esencia espiritual; olvidando con ello, una de las premisas históricas más evidentes, las revoluciones que han tenido más éxito, las que más han perdurado y cambiado la realidad existencial han sido las revoluciones espirituales.
Tal vez, haya llegado ya el tiempo de una nueva transformación espiritual, que deberá comenzar por cada uno de nosotros, asumiendo un retorno a las formas tradicionales anteriores a la vinculación de la fe con la religión como estructura o institución.
Nosotros no queremos ningún tipo de estructura autoritaria, social o económica, ni más pastores o directores del rebaño, que aquellos que por su calidad personal sean acreedores de nuestro respeto u obediencia, en todo caso, jamás deberíamos dotarnos de autoridades que dispongan de privilegios inamovibles, vitalicios, hereditarios, etc., ni aceptar rituales o formulas, dogmas, porque están socialmente establecidos, la única jerarquía que podemos aceptar es la establecida por el mismo Dios, y esto, en realidad, es bastante más fácil de descubrir de lo que a muchos les gustaría reconocer.
El problema especial del nuevo chamán es cómo integrarse o comunicarse con el campo de la Tierra, el ánima mundi; debe de invocar callada, silenciosa y poderosamente a la mismísima Diosa Madre Tierra, a Gaia y confiar luego en el proceso que seguirá en un estado entre el sueño y la vigilia, de ensueño, en un antiguo lugar sagrado, pues es allí, donde deberíamos acudir a la búsqueda de inspiración.
El magnetismo de la roca, puede influir en el hipocampo, que es sensible al electromagnetismo, además de ser el rasgo del cerebro asociado con los sueños, el nivel de actividad cerebral, las ondas theta y en última instancia con la consciencia. Sabemos que diversos lugares, como los monumentos megalíticos pueden convertirse; dadas unas determinadas condiciones; en cámaras de radiación natural concentrada.
Semejante entorno parece muy favorable para que se pueda producir la comunicación entre las conciencia humana y planetaria es verdaderamente una posibilidad. Si se puede establecer contacto, y si éste contacto puede ser un contacto consciente, una interacción, tendremos que aprender a interpretar la información que la Tierra misma nos dé. Independientemente de todas las consideraciones, puede que aprendamos, una vez más, a respetar a nuestro planeta.
Aunque la ciencia oficial no quiera cooperar, debemos intentar con urgencia la creación de ese nuevo chamanismo, no se trata de crear castillos en el aire... Este nuevo chamanismo será capaz de hablar a nuestro tiempo; el conocimiento es el mismo: la filosofía perenne. Dicho de forma muy sencilla y literalmente, tenemos que sentarnos y hablar, una vez más, con ese ser inmenso, la Tierra, la Madre Tierra, la Diosa Gea, Gaia, Démeter, o como quiera que la queramos denominar, a la que casi hemos olvidado, a la que casi no conocemos.
Desde los Vedas, todas las enseñanzas vivas profetizan una nueva Tierra, y unos nuevos cielos en los que se desarrollará una nueva humanidad consciente, capaz de transformar de una vez por todas el mundo en que vivimos. No será una humanidad abocada al reposo meditativo y aislado del Nirvana, sino que se comprometerá en la realización del plan divino sobre la Tierra, en un eterno caminar, hacia un destino que ni siquiera podemos imaginar... Y esa nueva humanidad, se está gestando ya en medio de nosotros. Por todos lados las gentes receptivas y sensibles rompen las rígidas estructuras heredadas y traspasan sus propios límites, en un movimiento interno que los hace admitir la verdad de todo y hacer la experiencia de todo.
Es el comienzo de la universalización, imprescindible para que se produzca el cambio. Hay otros mundos, en nosotros, en medio de nosotros y sobre nosotros y otras posibilidades, que están a punto de descender sobre la Tierra, pero es necesario, imprescindible, preparar el puente de la comunicación.
Y esta es la tarea que tenemos por delante.




Habla un indio Hopi


martes, 20 de enero de 2009

Chamanismo o el Origen de la experiencia trascendente

"Las experiencias extáticas que determinan la vocación del futuro shaman implican el esquema tradicional de una ceremonia de iniciación: sufrimiento, muerte, resurrección. Las enfermedades, los sueños y los éxtasis son otros tantos medios para llegar a ser shaman. A veces estas experiencias singulares no significan más que una “elección” desde lo alto y simplemente preparan al candidato para nuevas revelaciones. Pero habitualmente las enfermedades, los sueños y los éxtasis constituyen en sí mismos una iniciación; es decir que transforman a la persona profana en un técnico de lo sagrado."

Son nómadas y se desplazan con sus rebaños desde las montañas descendiendo a las tierras bajas más protegidas en el invierno, clavando sus tiendas en forma de cono que ellos llaman "yurtas" y que luego levantan para hacer lo mismo en el lugar en que se hallan los nuevos pastizales.
Es de noche y las yurtas son conos negros contra el cielo, asomando la terminación de los palos que las sostienen por encima de los orificios para el escape del humo. Todas, menos una, están oscuras. La mayor de todas está recubierta de piel cosida y decorada con símbolos, y brilla como un faro de luz que emana del interior. Hacia allí convergen los hombres, las mujeres, los niños e incluso las criaturas, acarreadas en un envoltorio sobre las espaldas de sus madres. Avanzan en silencio, como si la ocasión fuera demasiado seria para una charla intrascendente.
Étnicamente son mongoles, miembros de la antigua raza cuyos descendientes habitaron todas las tierras de los alrededores, el sureste de Siberia, el Tibet, y que emigraron hasta lugares tan alejados como Corea y Japón, dejando sus características en los esquimales y en los indios americanos. Fundadores de las civilizaciones pre-colombinas. Además, deben haber sido los antepasados de una de las razas más dotadas que ha visto la tierra, los sumerios.

Uno detrás de otro, los pequeños grupos de familias se deslizan por la entrada de la tienda. Dentro, la decoración se asemeja a la del exterior que cubre las paredes, a las cuales la luz oscilante del fuego parece darles vida. En alguna parte, un flautista toca una simple y suave melodía. Los asistentes se acomodan en bancos arreglados en forma de herradura, dejando un lugar abierto alrededor del fuego.
El único objeto colocado en ese lugar es un tambor plano, de forma ovalada, de piel, que también está decorado con figuras, apoyado contra el tronco de un árbol al que se le ha quitado la corteza y cuya terminación pasa por el orificio de escape de humos.
Los reunidos saben con qué cuidado ha sido elegido entre todos los árboles del bosque, porque sólo éste es un brote del Gran Árbol que está en el centro de la Tierra. Si en algún momento el fuego da señales de apagarse, los asistentes lo avivan con más leña. En otros momentos, uno de ellos echa un puñado de polvos que extrae de una pequeña bolsa que tiene atada a la cintura y las llamas lanzan destellos azules, verdes, rojos. El humo que llena el caliente interior es perfumado y embriagante.

De pronto, las tiras que cubren la entrada de la tienda se abren. En el umbral se yergue una extraordinaria figura vestida con atavíos que le llegan hasta las rodillas, con la cara pintada y con un elaborado sombrero entre cuyos ornamentos hay un par de cuernos junto a las alas y la cabeza de un pájaro. Empuña un bastón con cintas y ristras multicolores colgando de él. Es el chamán de la tribu.
Luego, con los huesos y los ornamentos metálicos cosidos a su atuendo sonando como campanillas y adelantando su bastón de manera que sus cintas se agiten en el aire, penetra a grandes pasos en el recinto. Mientras se mueve, más cintas de colores aplicadas en la espalda de su vestimenta revolotean detrás de él.
Llega a la zona central de la tienda, cerca del fuego. Empuña el bastón con ambas manos y lo clava en el suelo; luego levanta el tambor emitiendo un suave murmullo mientras parece buscar un ritmo con el que acompañar a la vibrante melodía del flautista, los minutos pasan. Muy lentamente, el ritmo y el volumen de los golpes de tambor van creciendo. Imperceptiblemente, los papeles de la flauta y el tambor se han cambiado: ahora es el flautista el que acompaña a la compleja pauta rítmica del tambor.
El murmullo se han convertido ahora en una canción: una seductora llamada a los espíritus. Aunque improvisadas para la ocasión, su melodía resulta familiar para los allí reunidos, quienes conscientes de que no son espectadores pasivos sino que participan en un ejercicio espiritual, intervienen en el canto. La canción parece interminable, y como el cantor está dominado por ella y por el ritmo de su propio tambor, comienza una danza de pausados movimientos. Con palmadas y golpes de pies que marcan el compás, la audiencia anima al danzante.

E1 ritmo del tambor y de la danza que lo acompaña crecen constantemente. Pareciera como si el tambor hubiese adquirido vida y, en un determinado momento, el chamán fuera su esclavo. De pronto se mueve con tanta rapidez, girando velozmente sobre su propio eje, que parece que forma parte de la luz de la hoguera, de los reflejos de sus adornos de metal y de hueso que giran también enloquecidamente. El juego se repite una y otra vez. Al fin, el chamán cae de rodillas. El tambor salta de sus manos y es cogido por sus asistentes cuando rueda por el suelo. El chamán yace postrado; es un cuerpo, realmente un cuerpo, porque su alma ha dejado su morada corporal. El alma está trepando por el tronco del centro de la tienda, mezclada con el humo que se eleva, buscando una salida, una senda hacia el mundo de los espíritus...

EL CHAMÁN EN LA HISTORIA

Por extraña y grotesca que la escena pueda parecemos, contiene elementos que nos son familiares. Podemos pensar de inmediato en un concierto de un solista de jazz y en el logro gradual de una relación entre el ejecutante y su audiencia, proceso en el cual ambos parecen sumergirse en una entidad mayor, que a ambos excede. O en los feligreses reunidos en una iglesia, una capilla, una sinagoga o una mezquita, y en la música, el celebrante y los atavíos propios de su dignidad.
Que estos elementos familiares estén presentes no debe resultar sorprendente. Una decoración notablemente similar a la de las paredes de la yurta del chamán siberiano puede encontrarse en las cuevas paleolíticas del sur de Francia, España y África del Norte. Entre las figuras características de estas escenas se encuentra el famoso "Hechicero de Les Trois Fréres" cuya vestimenta se corresponde en cada detalle con las del chamán que hemos descrito. Según los cálculos de Joseph Campbell, por lo menos cincuenta y cinco figuras de este tipo han sido halladas en diversas cuevas.


El chamanismo es, por cierto, antiguo, Probablemente comenzó con la fase de los pueblos cazadores-recolectores, en la historia del desarrollo de la Humanidad. Esta fase es la que ha ocupado el mayor período de nuestro pasado. Si supusiéramos que el período de aparición del primer grupo homínido reconocible como tal hasta el presente es de unos cien años, habría que considerar nuestros días actuales como los últimos tres minutos de aquella historia.
Durante ese extenso período el chamanismo ha ejercido su influencia. Pero advirtamos ya que ei chamanismo estaba entre los hombres mucho antes de que el Islam, la Cristiandad, el Judaismo, el Budismo e incluso el Hinduismo vieran la luz del día. La religión de las primitivas civilizaciones mesopotámicas, el taoísmo chino, y posiblemente la más antigua de todas, el zoroastrismo pérsico -de cuyos sacerdotes, los Magos, hemos tomado la palabra "mágico"-, todas llevan su impronta.

En el mito celta se nos relata cómo el Gran Druida irlandés, Mag Roth, después de vestirse con su capa de piel de toro y su toca de pájaro, subió con el humo para ascender al Cielo. Los escitas, vecinos de los celtas en su asentamiento primitivo en las costas del Danubio y varios otros pueblos que son también conocidos como celtas, tenían sus magos (Enareas), que eran chamanes en todo menos en el nombre. Entre los títulos honoríficos del escandinavo Odín se hallaba el de "Gran Chamán", y que no se trataba de un título vacío de contenido se demuestra por su adquisición de los "misterios mágicos". En cuanto a los griegos, si bien su religión había eliminado los restos de chamanismo mucho antes de que ellos hicieran su aparición en la Historia, muchos de los dioses exhiben las marcas de su ancestro chamán. Incluso Zeus, el dios principal, no vacilaba en adoptar las formas de un cisne o un toro, dos de las formas chamánicas más comunes, cuando se unía con mujeres mortales.
Pero existen otros indicios chamánicos en la cultura griega. Si recordamos que el drama era, originalmente, un rito sagrado dedicado a Dioniso, el área circular del anfiteatro donde actúa el coro -la orquesta- debía ser, sencillamente, la contrapartida de la zona circular con la hoguera, donde el chamán desarrollaba su drama, y especialmente si advertimos que el centro del anfiteatro griego está ocupado por un altar, en el que arde un fuego que es mantenido durante el desarrollo del drama. Existe un lazo lingüístico entre la mimesis, o sea la representación de un personaje por el actor, y la real superposición de personalidades. Por ello, en el drama primitivo el actor no personificaba a dios, sino que, realmente, se transformaba en Dioniso.
Según A.T.Hatto y A. Lommel, no se trata solamente del drama, sino que todas las artes deben su comienzo al chamán. Incluso entre los romanos, cuya religión era severamente pragmática, y en la que la veneración o el sacrificio se ajustaban estrictamente a la dimensión de la esperanza del retorno, la figura del Flamen Dialis (sacerdote romano de Júpiter)traiciona a sus antepasados.

E1 chamán no sólo proyecta su gigantesca sombra a lo largo de la historia, sino que se reitera a través de ella con la regularidad de la proverbial moneda falsa. En la Grecia clásica, en los días finales de Roma, en el comienzo del Renacimiento y, especialmente, en nuestros días.
No está circunscrito a limitaciones especiales, se puede hacer girar el globo terráqueo, señalar un punto cualquiera con el dedo y se puede estar seguro de que, de algún modo, en algún momento, allí hubo un chamán. Se lo puede encontrar desde el Ártico hasta las llanuras australianas. Es tan familiar a los habitantes de las islas de Polinesia como para muchos de los pueblos africanos.

¿QUÉ ES UN CHAMAN?


 Entonces, ¿Qué es realmente un chamán? En cuanto al nombre mismo de "chamán", se está en general de acuerdo en que procede del lenguaje del pueblo tungús del este de Siberia. Algunos creen que es afín al sánscrito sramana, un asceta, mientras que para otros significa "alguien que está excitado o conmovido".
El ya desaparecido profesor Vilmos Dioszegi escribía, en la decimoquinta edición de la "Encyclopaedia Britannica", que el origen de la palabra tungúsico-manchuriana "saman" derivaba de la palabra "sa-", que es un verbo. Esto implica una relación con la raíz indoeuropea de la que derivan la francesa "savoir" y la española "saber". De este modo el chamán es "el que sabe", dando a la palabra una relación etimológica con términos tan familiares como "bruja" (witch)y "mago" (wizard), ambas de raíz indoeuropea que significa ver o saber, y presente en las formas de la palabra francesa voir y de la castellana ver, ambas derivadas de la latina videre, así como también en la alemana wissen, "saber".

Estos conocimientos no nos llevan demasiado lejos en cuanto a identificar al chamán. Inmediatamente nos veremos sumergidos en la controversia. Para algunos esta palabra se ha convertido en algo así como un cofre en el que podemos meter a todos los mediadores con lo sobrenatural: el africano hombre-Juru, el caribeano Obeah, el sacerdote de Vedú, el hombre-medicina amerindio. Otros, en cambio, muestran una mayor discriminación al distinguir entre lo que puede ser considerado como chamanístico o no.
En un caso, para I.M. Lewis, que estudia el problema desde el punto de vista antropológico, el chamán "es una persona, de cualquiera de los dos sexos, que ha dominado a los espíritus y puede, si lo desea, obligar a éstos a introducirse en su propio cuerpo". En el otro extremo Dioszegi entiende que lo chamanísticos se aplica, primariamente, al norte de Asia, a los pueblos de los montes Urales-Altaicos. Las manifestaciones de tipo mágico que se producen fuera de esta área son nada más que "rasgos desgajados;", no necesariamente chamanísticos. Por ejemplo, a pesar de que los brujos y los hombres-medicina de diversas culturas afirman que pueden comunicarse con el Otro Mundo, contrariamente a lo que sucede con el chamán, se ven obligados a mantener su posición en la sociedad por medio del estudio y la aplicación de un conocimiento codificado.
Mircea Eliade, el primero de los entendidos en este tema, caracteriza al chamán por una única ocupación: el viaje de su alma al Otro Mundo.
Campbell prácticamente adopta el mismo punto de vista. Pero el chamán se distingue del sacerdote en otro aspecto. Para el sacerdote, aquellos con los cuales media son seres de inefable, inalcanzable superioridad respecto a los meros humanos. El chamán no admite tal superioridad, los espíritus no son ni buenos ni malos. Sólo se diferencia de los mortales por sus poderes más grandes. En otro sentido, como los humanos, son egoístas, inclinados a los halagos, pueden perder la paciencia, y cuando se encolerizan son a menudo implacables y vengativos con aquellos que los han desagradado, aun en el caso de que se trate de romper involuntariamente con un tabú desconocido.

Como los humanos, los espíritus no comparten lo que es suyo. Afortunadamente, también se les puede engañar y por eso, el chamán, para obtener sus fines o los de su pueblo, no tiene escrúpulos en embaucarlos. En realidad, es el Gran Tramposo. En el chamanismo, los conceptos del bien y del mal, hasta donde existen, son aplicables no a los espíritus sino a la naturaleza del chamán mismo. Los "negros" o malvados siempre han sido reconocidos, y es contra sus maquinaciones por lo que debe llamarse al "blanco" o buen chamán, para que utilice sus habilidades.

EL PAPEL DEL CHAMAN

Nadie, de entre los citados, da una definición enteramente satisfactoria del chamán y de su llamada. De modo que, siendo así que ha evitado todo intento de aproximación, ¿podremos tal vez asociarlo a una particular etapa del desarrollo social de la humanidad?
Uno de los más prestigiosos historiadores de la religión, el padre Wilhelm Schmidt, contempla el problema en su obra "The Origins of the Idea of God". Para él, la aparición del chamán determina el primer intento sistemático de la humanidad por llegar a un acuerdo con lo sobrenatural. De los muchos oscuros misterios que rodeaban a los humanos, uno de los más temidos sería, probablemente, el de la muerte. ¿Qué sucedía en aquel momento en que una criatura viva, dotada de movimiento, quedaba transformada en un cuerpo inerte?. Algo parecía haber volado: una chispa, el espíritu. Este problema, con las mismas palabras, aparece admirablemente expresado por un chamán esquimal, en su conversación con el explorador danés Rasmussen:

"El mayor peligro de la vida humana reside en el hecho de que toda comida que come el hombre consiste, enteramente, en almas. Todas las criaturas que hemos matado y comido, todas aquellas que derribamos y destruimos para vestirnos, tienen alma, exactamente como la tenemos nosotros."

Citado en The Intellectual Culture of the Iglulik Eskimos, Copenhague, 1929.


LA CRISIS DEL CHAMAN

A mi juicio hay un elemento en la definición de Dioszegi que encierra su esencia. El mencionado autor nos dice que aunque los hechiceros de muchas culturas se jactan de comunicarse con el Otro Mundo, opuestamente al chamán, han logrado esta posición por medio de un -estudio deliberado y la aplicación del conocimiento racional-. En otras palabras, el chamán no llega a su posición por este camino, sino que la adquiere a través de la visión y del trance, y el don para ello lo obtiene de resultas de una crisis personal, todo lo demás surge de este hecho.
La naturaleza de esta crisis será debatida en su momento, pero quizá se puede hacer ahora una referencia a lo señalado previamente respecto a un esquimal que deseaba llegar a ser chamán y buscaba un instructor. Donde quiera que se era rechazado. Finalmente fue solo al desierto ártico. En un silencio amenazante solo quebrado por el aullido del viento. Semejante al de los lobos, cayó en estado de profunda melancolía alternados con otros de euforia maníaca:
"En medio de tan misterioso e irresistible embeleso me transformé en un chamán, sin saber yo mismo cómo... podía ver y oír de un modo totalmente distinto. Había alcanzado un mayor esclarecimiento, había obtenido, la luz del cerebro y del cuerpo del chamán, y ello de un modo que no sólo podía ver a través de la oscuridad de la vida, sino que también la misma luz intensa brilló fuera de mí, imperceptible para los seres humanos pero visible para todos los espíritus de la tierra del cielo y del mar."
Otro testigo, pero esta vez joven de nuestro tiempo y nuestra cultura, utiliza casi las mismas palabras. Al describir su metamorfosis en una chamán, la doctora Leslie Gray le manifestó a un periodista que la entrevista para una revista norteamericana: "De pronto, el mundo me pareció menos extraño, más familiar; las cosas ajustaban unas con otras en todos los sentidos".
Por supuesto, este tipo de experiencias no se limita sólo a la actividad del chamán. Probablemente muchos de nosotros las hemos tenido en cierta manera cuando, por ejemplo, en la contemplación solitaria de algún paisaje majestuoso nos hemos sentido arrollados por la sensación de su viva presencia, de la interacción de sus partes, y del papel que nosotros mismos estábamos asumiendo en esa interacción. Es la sensación tácitamente comprendida en la frase "comunicarse con la naturaleza", lo que los romanos llamaban "el espíritu del lugar" el genius loci.
Es también, sin duda, lo que Freud llamaba "la sensación oceánica" esa sensación que, en busca de una definición más exacta, intenta expresar que se es parte de algo infinitamente más grande que uno mismo.
Experiencias como estas pueden ser, para la mayoría, agradables y hasta reveladoras. En unos pocos casos pueden conducir a cambios fundamentales en la vida. Con mayor frecuencia, empero, no pasan de ser accidentes transitorios.

No obstante, no es difícil imaginar cómo el entrenamiento riguroso y especializado del chamán puede hacer que tales experiencias cobren un crecimiento proporcionado en intensidad y, al hacerlo, modifiquen su calidad. Por cierto, esta intensidad es tal que algunos chamanes occidentales contemporáneos, el Dr. Michael Harner y Carlos Castaneda, y, en cierto sentido, Leslie Gray, se ven forzados a establecer distinciones entre las apariciones conocidas por muchos de nosotros y aquellas que son percibidas por los chamanes. Castaneda se refiere a "la realidad ordinaria" y a la "realidad no ordinaria"; Harner, tal vez en forma más precisa, se refiere al "Estado Ordinario de Consciencia" (OSC), y al "Estado Chamánico de Consciencia". En este último estado, las cosas se despojan de su realidad exterior para revelar su esencia interna. Según expresa Castaneda, lo que para nosotros puede aparecer simplemente como el aletear de un cuervo en un ventoso cielo de mayo, para el chamán puede ser también un emisario del Otro Mundo, y como tal, reconocible y distinguible del resto de los de su clase. La "esencia interna" es para el chamán "la" realidad; el resto es ilusión.


 Estaría de acuerdo, seguramente, con la proposición de Platón en su Alegoría de la Caverna, según ella, hombres y mujeres han pasado su vida en una caverna. La realidad objetiva, es, para ellos, nada más que la sucesión de sombras proyectadas sobre la pared de la caverna por la luz exterior. Muy ocasionalmente, uno de ellos (que Platón vincula con el filósofo) se las ingenia para escapar por un breve lapso y dar un vistazo a la verdadera realidad. No sólo la imagen de lo visto persiste en él cuando regresa a sus cadenas, sino que esa imagen afectará para siempre el modo como percibirá en adelante las sombras sobre la pared.
Con ello hemos llegado a la clave del chamanismo: es un modo de aprehensión.

Fuentes:

Por Ward Rutherford:
"El chamanismo: : los fundamentos de la magia"





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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"