martes, 20 de enero de 2009

Chamanismo o el Origen de la experiencia trascendente

"Las experiencias extáticas que determinan la vocación del futuro shaman implican el esquema tradicional de una ceremonia de iniciación: sufrimiento, muerte, resurrección. Las enfermedades, los sueños y los éxtasis son otros tantos medios para llegar a ser shaman. A veces estas experiencias singulares no significan más que una “elección” desde lo alto y simplemente preparan al candidato para nuevas revelaciones. Pero habitualmente las enfermedades, los sueños y los éxtasis constituyen en sí mismos una iniciación; es decir que transforman a la persona profana en un técnico de lo sagrado."

Son nómadas y se desplazan con sus rebaños desde las montañas descendiendo a las tierras bajas más protegidas en el invierno, clavando sus tiendas en forma de cono que ellos llaman "yurtas" y que luego levantan para hacer lo mismo en el lugar en que se hallan los nuevos pastizales.
Es de noche y las yurtas son conos negros contra el cielo, asomando la terminación de los palos que las sostienen por encima de los orificios para el escape del humo. Todas, menos una, están oscuras. La mayor de todas está recubierta de piel cosida y decorada con símbolos, y brilla como un faro de luz que emana del interior. Hacia allí convergen los hombres, las mujeres, los niños e incluso las criaturas, acarreadas en un envoltorio sobre las espaldas de sus madres. Avanzan en silencio, como si la ocasión fuera demasiado seria para una charla intrascendente.
Étnicamente son mongoles, miembros de la antigua raza cuyos descendientes habitaron todas las tierras de los alrededores, el sureste de Siberia, el Tibet, y que emigraron hasta lugares tan alejados como Corea y Japón, dejando sus características en los esquimales y en los indios americanos. Fundadores de las civilizaciones pre-colombinas. Además, deben haber sido los antepasados de una de las razas más dotadas que ha visto la tierra, los sumerios.

Uno detrás de otro, los pequeños grupos de familias se deslizan por la entrada de la tienda. Dentro, la decoración se asemeja a la del exterior que cubre las paredes, a las cuales la luz oscilante del fuego parece darles vida. En alguna parte, un flautista toca una simple y suave melodía. Los asistentes se acomodan en bancos arreglados en forma de herradura, dejando un lugar abierto alrededor del fuego.
El único objeto colocado en ese lugar es un tambor plano, de forma ovalada, de piel, que también está decorado con figuras, apoyado contra el tronco de un árbol al que se le ha quitado la corteza y cuya terminación pasa por el orificio de escape de humos.
Los reunidos saben con qué cuidado ha sido elegido entre todos los árboles del bosque, porque sólo éste es un brote del Gran Árbol que está en el centro de la Tierra. Si en algún momento el fuego da señales de apagarse, los asistentes lo avivan con más leña. En otros momentos, uno de ellos echa un puñado de polvos que extrae de una pequeña bolsa que tiene atada a la cintura y las llamas lanzan destellos azules, verdes, rojos. El humo que llena el caliente interior es perfumado y embriagante.

De pronto, las tiras que cubren la entrada de la tienda se abren. En el umbral se yergue una extraordinaria figura vestida con atavíos que le llegan hasta las rodillas, con la cara pintada y con un elaborado sombrero entre cuyos ornamentos hay un par de cuernos junto a las alas y la cabeza de un pájaro. Empuña un bastón con cintas y ristras multicolores colgando de él. Es el chamán de la tribu.
Luego, con los huesos y los ornamentos metálicos cosidos a su atuendo sonando como campanillas y adelantando su bastón de manera que sus cintas se agiten en el aire, penetra a grandes pasos en el recinto. Mientras se mueve, más cintas de colores aplicadas en la espalda de su vestimenta revolotean detrás de él.
Llega a la zona central de la tienda, cerca del fuego. Empuña el bastón con ambas manos y lo clava en el suelo; luego levanta el tambor emitiendo un suave murmullo mientras parece buscar un ritmo con el que acompañar a la vibrante melodía del flautista, los minutos pasan. Muy lentamente, el ritmo y el volumen de los golpes de tambor van creciendo. Imperceptiblemente, los papeles de la flauta y el tambor se han cambiado: ahora es el flautista el que acompaña a la compleja pauta rítmica del tambor.
El murmullo se han convertido ahora en una canción: una seductora llamada a los espíritus. Aunque improvisadas para la ocasión, su melodía resulta familiar para los allí reunidos, quienes conscientes de que no son espectadores pasivos sino que participan en un ejercicio espiritual, intervienen en el canto. La canción parece interminable, y como el cantor está dominado por ella y por el ritmo de su propio tambor, comienza una danza de pausados movimientos. Con palmadas y golpes de pies que marcan el compás, la audiencia anima al danzante.

E1 ritmo del tambor y de la danza que lo acompaña crecen constantemente. Pareciera como si el tambor hubiese adquirido vida y, en un determinado momento, el chamán fuera su esclavo. De pronto se mueve con tanta rapidez, girando velozmente sobre su propio eje, que parece que forma parte de la luz de la hoguera, de los reflejos de sus adornos de metal y de hueso que giran también enloquecidamente. El juego se repite una y otra vez. Al fin, el chamán cae de rodillas. El tambor salta de sus manos y es cogido por sus asistentes cuando rueda por el suelo. El chamán yace postrado; es un cuerpo, realmente un cuerpo, porque su alma ha dejado su morada corporal. El alma está trepando por el tronco del centro de la tienda, mezclada con el humo que se eleva, buscando una salida, una senda hacia el mundo de los espíritus...

EL CHAMÁN EN LA HISTORIA

Por extraña y grotesca que la escena pueda parecemos, contiene elementos que nos son familiares. Podemos pensar de inmediato en un concierto de un solista de jazz y en el logro gradual de una relación entre el ejecutante y su audiencia, proceso en el cual ambos parecen sumergirse en una entidad mayor, que a ambos excede. O en los feligreses reunidos en una iglesia, una capilla, una sinagoga o una mezquita, y en la música, el celebrante y los atavíos propios de su dignidad.
Que estos elementos familiares estén presentes no debe resultar sorprendente. Una decoración notablemente similar a la de las paredes de la yurta del chamán siberiano puede encontrarse en las cuevas paleolíticas del sur de Francia, España y África del Norte. Entre las figuras características de estas escenas se encuentra el famoso "Hechicero de Les Trois Fréres" cuya vestimenta se corresponde en cada detalle con las del chamán que hemos descrito. Según los cálculos de Joseph Campbell, por lo menos cincuenta y cinco figuras de este tipo han sido halladas en diversas cuevas.


El chamanismo es, por cierto, antiguo, Probablemente comenzó con la fase de los pueblos cazadores-recolectores, en la historia del desarrollo de la Humanidad. Esta fase es la que ha ocupado el mayor período de nuestro pasado. Si supusiéramos que el período de aparición del primer grupo homínido reconocible como tal hasta el presente es de unos cien años, habría que considerar nuestros días actuales como los últimos tres minutos de aquella historia.
Durante ese extenso período el chamanismo ha ejercido su influencia. Pero advirtamos ya que ei chamanismo estaba entre los hombres mucho antes de que el Islam, la Cristiandad, el Judaismo, el Budismo e incluso el Hinduismo vieran la luz del día. La religión de las primitivas civilizaciones mesopotámicas, el taoísmo chino, y posiblemente la más antigua de todas, el zoroastrismo pérsico -de cuyos sacerdotes, los Magos, hemos tomado la palabra "mágico"-, todas llevan su impronta.

En el mito celta se nos relata cómo el Gran Druida irlandés, Mag Roth, después de vestirse con su capa de piel de toro y su toca de pájaro, subió con el humo para ascender al Cielo. Los escitas, vecinos de los celtas en su asentamiento primitivo en las costas del Danubio y varios otros pueblos que son también conocidos como celtas, tenían sus magos (Enareas), que eran chamanes en todo menos en el nombre. Entre los títulos honoríficos del escandinavo Odín se hallaba el de "Gran Chamán", y que no se trataba de un título vacío de contenido se demuestra por su adquisición de los "misterios mágicos". En cuanto a los griegos, si bien su religión había eliminado los restos de chamanismo mucho antes de que ellos hicieran su aparición en la Historia, muchos de los dioses exhiben las marcas de su ancestro chamán. Incluso Zeus, el dios principal, no vacilaba en adoptar las formas de un cisne o un toro, dos de las formas chamánicas más comunes, cuando se unía con mujeres mortales.
Pero existen otros indicios chamánicos en la cultura griega. Si recordamos que el drama era, originalmente, un rito sagrado dedicado a Dioniso, el área circular del anfiteatro donde actúa el coro -la orquesta- debía ser, sencillamente, la contrapartida de la zona circular con la hoguera, donde el chamán desarrollaba su drama, y especialmente si advertimos que el centro del anfiteatro griego está ocupado por un altar, en el que arde un fuego que es mantenido durante el desarrollo del drama. Existe un lazo lingüístico entre la mimesis, o sea la representación de un personaje por el actor, y la real superposición de personalidades. Por ello, en el drama primitivo el actor no personificaba a dios, sino que, realmente, se transformaba en Dioniso.
Según A.T.Hatto y A. Lommel, no se trata solamente del drama, sino que todas las artes deben su comienzo al chamán. Incluso entre los romanos, cuya religión era severamente pragmática, y en la que la veneración o el sacrificio se ajustaban estrictamente a la dimensión de la esperanza del retorno, la figura del Flamen Dialis (sacerdote romano de Júpiter)traiciona a sus antepasados.

E1 chamán no sólo proyecta su gigantesca sombra a lo largo de la historia, sino que se reitera a través de ella con la regularidad de la proverbial moneda falsa. En la Grecia clásica, en los días finales de Roma, en el comienzo del Renacimiento y, especialmente, en nuestros días.
No está circunscrito a limitaciones especiales, se puede hacer girar el globo terráqueo, señalar un punto cualquiera con el dedo y se puede estar seguro de que, de algún modo, en algún momento, allí hubo un chamán. Se lo puede encontrar desde el Ártico hasta las llanuras australianas. Es tan familiar a los habitantes de las islas de Polinesia como para muchos de los pueblos africanos.

¿QUÉ ES UN CHAMAN?


 Entonces, ¿Qué es realmente un chamán? En cuanto al nombre mismo de "chamán", se está en general de acuerdo en que procede del lenguaje del pueblo tungús del este de Siberia. Algunos creen que es afín al sánscrito sramana, un asceta, mientras que para otros significa "alguien que está excitado o conmovido".
El ya desaparecido profesor Vilmos Dioszegi escribía, en la decimoquinta edición de la "Encyclopaedia Britannica", que el origen de la palabra tungúsico-manchuriana "saman" derivaba de la palabra "sa-", que es un verbo. Esto implica una relación con la raíz indoeuropea de la que derivan la francesa "savoir" y la española "saber". De este modo el chamán es "el que sabe", dando a la palabra una relación etimológica con términos tan familiares como "bruja" (witch)y "mago" (wizard), ambas de raíz indoeuropea que significa ver o saber, y presente en las formas de la palabra francesa voir y de la castellana ver, ambas derivadas de la latina videre, así como también en la alemana wissen, "saber".

Estos conocimientos no nos llevan demasiado lejos en cuanto a identificar al chamán. Inmediatamente nos veremos sumergidos en la controversia. Para algunos esta palabra se ha convertido en algo así como un cofre en el que podemos meter a todos los mediadores con lo sobrenatural: el africano hombre-Juru, el caribeano Obeah, el sacerdote de Vedú, el hombre-medicina amerindio. Otros, en cambio, muestran una mayor discriminación al distinguir entre lo que puede ser considerado como chamanístico o no.
En un caso, para I.M. Lewis, que estudia el problema desde el punto de vista antropológico, el chamán "es una persona, de cualquiera de los dos sexos, que ha dominado a los espíritus y puede, si lo desea, obligar a éstos a introducirse en su propio cuerpo". En el otro extremo Dioszegi entiende que lo chamanísticos se aplica, primariamente, al norte de Asia, a los pueblos de los montes Urales-Altaicos. Las manifestaciones de tipo mágico que se producen fuera de esta área son nada más que "rasgos desgajados;", no necesariamente chamanísticos. Por ejemplo, a pesar de que los brujos y los hombres-medicina de diversas culturas afirman que pueden comunicarse con el Otro Mundo, contrariamente a lo que sucede con el chamán, se ven obligados a mantener su posición en la sociedad por medio del estudio y la aplicación de un conocimiento codificado.
Mircea Eliade, el primero de los entendidos en este tema, caracteriza al chamán por una única ocupación: el viaje de su alma al Otro Mundo.
Campbell prácticamente adopta el mismo punto de vista. Pero el chamán se distingue del sacerdote en otro aspecto. Para el sacerdote, aquellos con los cuales media son seres de inefable, inalcanzable superioridad respecto a los meros humanos. El chamán no admite tal superioridad, los espíritus no son ni buenos ni malos. Sólo se diferencia de los mortales por sus poderes más grandes. En otro sentido, como los humanos, son egoístas, inclinados a los halagos, pueden perder la paciencia, y cuando se encolerizan son a menudo implacables y vengativos con aquellos que los han desagradado, aun en el caso de que se trate de romper involuntariamente con un tabú desconocido.

Como los humanos, los espíritus no comparten lo que es suyo. Afortunadamente, también se les puede engañar y por eso, el chamán, para obtener sus fines o los de su pueblo, no tiene escrúpulos en embaucarlos. En realidad, es el Gran Tramposo. En el chamanismo, los conceptos del bien y del mal, hasta donde existen, son aplicables no a los espíritus sino a la naturaleza del chamán mismo. Los "negros" o malvados siempre han sido reconocidos, y es contra sus maquinaciones por lo que debe llamarse al "blanco" o buen chamán, para que utilice sus habilidades.

EL PAPEL DEL CHAMAN

Nadie, de entre los citados, da una definición enteramente satisfactoria del chamán y de su llamada. De modo que, siendo así que ha evitado todo intento de aproximación, ¿podremos tal vez asociarlo a una particular etapa del desarrollo social de la humanidad?
Uno de los más prestigiosos historiadores de la religión, el padre Wilhelm Schmidt, contempla el problema en su obra "The Origins of the Idea of God". Para él, la aparición del chamán determina el primer intento sistemático de la humanidad por llegar a un acuerdo con lo sobrenatural. De los muchos oscuros misterios que rodeaban a los humanos, uno de los más temidos sería, probablemente, el de la muerte. ¿Qué sucedía en aquel momento en que una criatura viva, dotada de movimiento, quedaba transformada en un cuerpo inerte?. Algo parecía haber volado: una chispa, el espíritu. Este problema, con las mismas palabras, aparece admirablemente expresado por un chamán esquimal, en su conversación con el explorador danés Rasmussen:

"El mayor peligro de la vida humana reside en el hecho de que toda comida que come el hombre consiste, enteramente, en almas. Todas las criaturas que hemos matado y comido, todas aquellas que derribamos y destruimos para vestirnos, tienen alma, exactamente como la tenemos nosotros."

Citado en The Intellectual Culture of the Iglulik Eskimos, Copenhague, 1929.


LA CRISIS DEL CHAMAN

A mi juicio hay un elemento en la definición de Dioszegi que encierra su esencia. El mencionado autor nos dice que aunque los hechiceros de muchas culturas se jactan de comunicarse con el Otro Mundo, opuestamente al chamán, han logrado esta posición por medio de un -estudio deliberado y la aplicación del conocimiento racional-. En otras palabras, el chamán no llega a su posición por este camino, sino que la adquiere a través de la visión y del trance, y el don para ello lo obtiene de resultas de una crisis personal, todo lo demás surge de este hecho.
La naturaleza de esta crisis será debatida en su momento, pero quizá se puede hacer ahora una referencia a lo señalado previamente respecto a un esquimal que deseaba llegar a ser chamán y buscaba un instructor. Donde quiera que se era rechazado. Finalmente fue solo al desierto ártico. En un silencio amenazante solo quebrado por el aullido del viento. Semejante al de los lobos, cayó en estado de profunda melancolía alternados con otros de euforia maníaca:
"En medio de tan misterioso e irresistible embeleso me transformé en un chamán, sin saber yo mismo cómo... podía ver y oír de un modo totalmente distinto. Había alcanzado un mayor esclarecimiento, había obtenido, la luz del cerebro y del cuerpo del chamán, y ello de un modo que no sólo podía ver a través de la oscuridad de la vida, sino que también la misma luz intensa brilló fuera de mí, imperceptible para los seres humanos pero visible para todos los espíritus de la tierra del cielo y del mar."
Otro testigo, pero esta vez joven de nuestro tiempo y nuestra cultura, utiliza casi las mismas palabras. Al describir su metamorfosis en una chamán, la doctora Leslie Gray le manifestó a un periodista que la entrevista para una revista norteamericana: "De pronto, el mundo me pareció menos extraño, más familiar; las cosas ajustaban unas con otras en todos los sentidos".
Por supuesto, este tipo de experiencias no se limita sólo a la actividad del chamán. Probablemente muchos de nosotros las hemos tenido en cierta manera cuando, por ejemplo, en la contemplación solitaria de algún paisaje majestuoso nos hemos sentido arrollados por la sensación de su viva presencia, de la interacción de sus partes, y del papel que nosotros mismos estábamos asumiendo en esa interacción. Es la sensación tácitamente comprendida en la frase "comunicarse con la naturaleza", lo que los romanos llamaban "el espíritu del lugar" el genius loci.
Es también, sin duda, lo que Freud llamaba "la sensación oceánica" esa sensación que, en busca de una definición más exacta, intenta expresar que se es parte de algo infinitamente más grande que uno mismo.
Experiencias como estas pueden ser, para la mayoría, agradables y hasta reveladoras. En unos pocos casos pueden conducir a cambios fundamentales en la vida. Con mayor frecuencia, empero, no pasan de ser accidentes transitorios.

No obstante, no es difícil imaginar cómo el entrenamiento riguroso y especializado del chamán puede hacer que tales experiencias cobren un crecimiento proporcionado en intensidad y, al hacerlo, modifiquen su calidad. Por cierto, esta intensidad es tal que algunos chamanes occidentales contemporáneos, el Dr. Michael Harner y Carlos Castaneda, y, en cierto sentido, Leslie Gray, se ven forzados a establecer distinciones entre las apariciones conocidas por muchos de nosotros y aquellas que son percibidas por los chamanes. Castaneda se refiere a "la realidad ordinaria" y a la "realidad no ordinaria"; Harner, tal vez en forma más precisa, se refiere al "Estado Ordinario de Consciencia" (OSC), y al "Estado Chamánico de Consciencia". En este último estado, las cosas se despojan de su realidad exterior para revelar su esencia interna. Según expresa Castaneda, lo que para nosotros puede aparecer simplemente como el aletear de un cuervo en un ventoso cielo de mayo, para el chamán puede ser también un emisario del Otro Mundo, y como tal, reconocible y distinguible del resto de los de su clase. La "esencia interna" es para el chamán "la" realidad; el resto es ilusión.


 Estaría de acuerdo, seguramente, con la proposición de Platón en su Alegoría de la Caverna, según ella, hombres y mujeres han pasado su vida en una caverna. La realidad objetiva, es, para ellos, nada más que la sucesión de sombras proyectadas sobre la pared de la caverna por la luz exterior. Muy ocasionalmente, uno de ellos (que Platón vincula con el filósofo) se las ingenia para escapar por un breve lapso y dar un vistazo a la verdadera realidad. No sólo la imagen de lo visto persiste en él cuando regresa a sus cadenas, sino que esa imagen afectará para siempre el modo como percibirá en adelante las sombras sobre la pared.
Con ello hemos llegado a la clave del chamanismo: es un modo de aprehensión.

Fuentes:

Por Ward Rutherford:
"El chamanismo: : los fundamentos de la magia"





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