martes, 26 de febrero de 2008

La Revolución Darwiniana

"Todo cuerpo se resiente de todo lo que se haga en el universo; de tal modo que aquél que todo lo ve podría leer en cada uno lo que ocurre en todas las partes, e incluso, lo que ocurre y lo que ocurrirá; advirtiendo en el presente lo que está alejado, tanto según los tiempos como según los lugares"
Gottfried W. Leibniz.

La revolución darwiniana fue la mayor revolución en las ciencias del siglo diecinueve. Destruyó el concepto antropocentrista del universo y ‘causó una gran conmoción en el pensamiento del hombre como ningún otro avance científico desde el resurgimiento de la ciencia en el Renacimiento’ (Mayr, 1972, 987). La revolución darwiniana es la única revolución biológica mencionada en la lista usual de las grandes revoluciones en la ciencia, las cuales son tradicionalmente asociadas con los nombres de científicos de la física: Copérnico, Descartes, Newton, Lavoisier, Maxwell, Einstein, Bohr y Heisenberg. La revolución darwiniana, como perceptivamente observó Sigmund Freud fue una de las tres que asestaron golpes significativos a la imagen narcisista que el hombre tiene de sí mismo -siendo las otras dos la copernicana y la que el propio Freud había iniciado. Además, la revolución darwiniana difiere de todas las otras revoluciones en la ciencia en que es la única, a mi conocimiento, que contenía en la primera presentación completa de la teoría, el anuncio formal de que iba a producir una revolución.
En el capítulo final del "Origen", que contiene el anuncio completo y formal de su teoría, Darwin dice simple y directamente que "cuando las ideas propuestas por mí en este volumen, o cuando visiones análogas sobre el origen de las especies son generalmente admitidas, podemos vagamente vislumbrar que habrá una revolución considerable en la historia natural".

El tremendo impacto revolucionario que tuvo la evolución darwiniana surgió en alguna medida de un componente extra-científico, lo que se ha llamado la revolución ideológica concomitante. Esto es cierto incluso para la reacción de los científicos, puesto que éstos -como otros seres humanos- tienden a estar fuertemente influenciados en sus juicios por cuestiones filosóficas, religiosas y otros preconceptos. Así, uno de los críticos de Darwin sostenía que El Origen de las Especies ‘ofendió grandemente’ su sentido moral. Darwin, decía, se había desviado de la visión de que la causación es la voluntad de Dios.
Este crítico decía que él podía ‘probar’ que Dios ‘actúa por el bien de Sus criaturas’, y temía que la visión alternativa propuesta por Darwin terminaría causando que la humanidad sufriera un daño que podría brutalizarla. Estaba preocupado por que Darwin causara el hundimiento de la raza humana a un grado de degradación tan bajo como ningún otro en que hubiera caído desde que los registros escritos nos hablan de su historia’. Estos temores se expresaban en una carta dirigida a Darwin por el Profesor Woodwardiano de Geología de la Universidad de Cambridge, quien firmaba su carta como ‘tu verdadero y viejo amigo’, Adam Sedgwick. Este parecer subrayaba la profética verdad de la advertencia que Huxley hizo a Darwin del ‘abuso considerable... que, a menos que me equivoque en gran medida, está reservado para ti’.

El darvinismo nació dentro de un contexto social y cultural en el que se daban las condiciones para que brotara. Antes de que Darwin publicase su "Origen de las especies", otro investigador, Wallace, por caminos independientes, llegaba a la hipótesis de la evolución por selección natural. Juntos presentaron en 1858 un artículo en la reunión de la Sociedad Lineana de Londres con las tesis que difundiría una año después el libro de Darwin.

Tampoco es casual que hubiesen ya nacido, o fuesen a aparecer por aquellas fechas, nuevas ciencias con aspectos comunes como veremos luego con el darvinismo: la economía política, la termodinámica, la teoría celular o la sociología.

En cuanto a su contenido, o propósito, el de explicar la evolución de las especies, Darwin se inscribe dentro de una remota tradición que se remonta a los primeros filósofos griegos, como Anaximandro, aunque totalmente renovada con las ideas de desarrollo y progreso que aportó la Ilustración en el s. XVIII y con la perspectiva histórica teorizada ya por Vico y personalizada por Hegel.

En el campo de la naturaleza, la hipótesis de que todas las especies se derivan de un numero reducido de antepasados fue sostenida ya por Maupertuis en 1745 y por Diderot en 1749. Lamarck había publicado en 1809 su Filosofía zoológica, una explicación de la evolución que durante años constituyó la alternativa del darwinismo. Según ella, los organismos y las especies desarrollan algunas de sus posibilidades orgánicas potenciales para adaptarse a los cambios del medio, lo que produce pequeños cambios en los organismos individuales, que se trasmiten a la descendencia, amplificándose a lo largo de varias generaciones. Aunque posteriormente falseada, se trataba de una explicación plausible y científica, formulada medio siglo antes que "El origen de las especies".

Tampoco la metodología de Darwin fue excepcionalmente novedosa. Darwin adoptó los métodos científicos ya establecidos en su época: huyó de la pura especulación, y su habitual minuciosidad y seriedad permite explicar por qué sus hipótesis no fueron arrinconadas, como probablemente lo hubieran sido las de Alfred Wallace si éste hubiese quedado como su único difusor. Nunca fue un empirista puro apegado a los datos, como no lo ha sido ningún científico creativo. Este método fue descrito como hipotético-deductivo. De cualquier forma se adaptó a los estándares de su tiempo.

Ahora bien, con el ambiente, las ideas y la metodología de la época, Darwin consiguió construir una explicación nueva y aparentemente sencilla del fenómeno evolutivo, que sigue siendo hoy fundamentalmente admitida. Para ello tuvo que sintetizar diversas líneas de pensamiento, algunas de ellas ausentes hasta entonces del ámbito de las ciencias naturales, llevando a cabo su revolución epistemológica. Al integrar a la biología la estadística de los grandes números y la causalidad emergente sustituyó el modo de explicación causal imperante y desterró de ella el vitalismo o finalismo.

En efecto, como se sabe, la teoría darviniana se articuló en torno a tres hipótesis clave, a cuyo desarrollo están dedicados los capítulos centrales de El origen de las especies:
1. La variabilidad natural.
2. La lucha por la existencia.
3. La selección natural o supervivencia de los más adaptados a lo largo de las generaciones.

Pero atravesando todas ellas alentaba una nuevo tipo de explicación científica. La que tiene en cuenta los fenómenos masivos, pertenecientes al dominio de los grandes números. Gracias a ello, aparecerá en la escena de la ciencia un nuevo tipo de explicación causal: la causalidad emergente o resultante de microprocesos aleatorios.

Esa epistemología era reciente y rompía con las explicaciones mecanicistas y deterministas que imperaban en las ciencias bajo el influjo de la física (mecánica clásica). Gracias a ella y durante mucho tiempo el darviniano se convertirá en el modelo de otras teorías de la morfogénesis.

El nuevo tipo de pensamiento se caracterizaba pues por:
- Consideración de los fenómenos masivos. Dominio del azar y de los grandes números.
- Nueva forma de apreciar las relaciones entre un individuo y una totalidad de individuos, como puede ser la especie o una sociedad.
- Nuevo tipo de explicación causal (la causalidad emergente o resultante), que explica los fenómenos macro mediante mecanismos de nivel micro.

En efecto, el modelo de Darwin no se fija en la evolución de individuos concretos sino en la de muchos individuos, poblaciones o especies. No busca la causa concreta de cada pequeño cambio, sino el resultado estadístico (en cuanto sea funcional o adaptativo) de pequeños cambios producidos al "azar". La especiación aparece como un fenómeno estadístico que lleva a término la diferenciación progresiva de los individuos.

Conviene precisar que el azar que introduce Darwin en las ciencias es un azar para nosotros, para nuestra forma de conocer (azar epistemológico) y todavía no un azar ontológico. Pues ahí Darwin conserva la concepción deterministas de la realidad y la concatenación de causas y efectos:
"Hasta aquí he hablado algunas veces como si las variaciones, tan comunes en los seres orgánicos en la domesticidad, y en menor grado en los que se hallan en estado natural, fuesen debidas a la casualidad. Esto, por supuesto, es una expresión completamente incorrecta, pero sirve para confesar francamente nuestra ignorancia de las causas de cada variación particular."

Sin embargo la legalización del azar en la práctica no deja de ser un paso trascendental. Permitirá explicar científicamente fenómenos globales, como el de la especiación, sin tener que buscar las causas concretas y determinadas de cada variación particular. Mientras que las explicaciones mecanicistas, con una concepción lineal causa-efecto, todavía estaban presentes en la obra de Lamarck.

Esta epistemología darviniana tiene sus raíces y sus condiciones de posibilidad en el desarrollo de nuevos campos de las matemáticas como el cálculo de probabilidades y la estadística. Y tuvo como su precedente científico inmediato la Economía Política. Solo posteriormente las probabilidades serán utilizadas en la Física (Termodinámica estadística de Boltzmann).

A su vez, esas novedades matemáticas, que ya contaban con dos siglos de antigüedad, habían sido impulsadas por nuevos fenómenos sociales. En primer lugar, la irrupción de las masas o de la población en la historia; su protagonismo político y económico en los Estados Modernos a partir del Renacimiento y más aún tras la revolución industrial y demográfica; con la imperiosa necesidad de censos, estadísticas e inventarios por parte del estado, los comerciantes, las compañías de seguros, y el forzado desarrollo de medios de transporte masivos. Si la política parlamentaria ya no podía asentarse únicamente en las individualidades, tampoco la economía podía mantenerse en el modelo doméstico de Aristóteles ni en el de los fisiócratas.

El juego de los grandes números, que estará en la base del pensamiento liberal y de la Economía Política inspiradores de Darwin, también permitió pensar de una forma nueva las relaciones entre los individuos y las colectividades (sociedad, población, especie...), o mejor dicho, las relaciones de los individuos entre sí.

Ahora bien, para que la escena quedase libre tenía antes que ponerse fin a la teoría esencialista de los individuos y de las especies dentro del campo biológico; esto es, la consideración del individuo como perteneciente a una clase que lo define; como portador de una esencia (inmutable) que es la de la especie.

Aquí Darwin encontró el trabajo hecho. Locke, uno de los padres del liberalismo político, resucitando la tradición nominalista ya había situado al individuo concreto como única realidad. Las especies, como grupos taxonómicos, corresponden a las "esencias nominales" y son construcciones nuestras (las esencias reales las desconocemos). Son conjuntos de individuos que agrupamos convencionalmente según determinadas características; siendo la reproductividad la principal de ellas en el campo biológico. Después de Locke, Hume había consumado el trabajo acabando con la noción de esencia.

La reafirmación de lo individual frente a lo genérico (sociedad, clase, población) también sustentaba todas las nuevas teorías políticas modernas, basadas en el pacto social (los individuos son anteriores y creadores de una sociedad que depende de ellos). Hijas y creadoras del pensamiento liberal, estas teorías individualistas están tan alejadas del esencialismo anterior como de alternativas del tipo organicista o socialista, pues éstas últimas subordinan lo individual a lo genérico o colectivo; la parte al todo.

El Peligro del "Darwinismo social"

La teoría evolucionista significó una revolución para las ciencias naturales y la sociedad toda, pero su búsqueda en pos de establecer leyes generales contenía un peligro: que las concepciones evolucionistas aplicables al plano biológico de las especies fueran extrapoladas a otros contextos asumiendo nuevos sentidos. Tal fue el sentido equivocado e inaplicable que numerosos autores del siglo XIX le dieron a la teoría evolucionista cuando ésta fue aplicada al plano social. Cuando se propone conceptos tales como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto" o "selección natural" al desarrollo de las sociedades se encuentra subliminalmente disfrazado el germen del determinismo racial. En el mismo siglo donde las potencias europeas se repartían el mundo "no civilizado" para sus colonias, la aparición de teorías como la evolucionista podían justificar "científicamente" la superioridad de la "raza blanca" sobre las "salvajes culturas no occidentales". Herbert Spencer (1820-1903) intentó desde la teoría evolucionista de Darwin establecer la leyes generales del progreso humano. Trasladando la "supervivencia del más apto" al plano social desde lo biológico. Las consecuencias de este error son varias, se justificaba así la conquista de un pueblo por otro, esos pueblos eran subyugados como consecuencia de la selección natural, no había otra alternativa histórica para ellos, su destino era ser colonizados y sucumbir. Para Lamarck la naturaleza, regida por leyes generales, conducía a la producción de especies cada vez más adaptadas a su entorno, cada vez más perfectas. Lo cual iba a ser retomado por Spencer para la tesis de su obra, "un esquema continuo y progresivo de desarrollo". Las sociedades fueron analizadas como si fueran organismos vivos, y sus órganos funcionales fueron caracterizados en base a distintos grados de evolución. De aquí ya no había mucha distancia a sostener que "..los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros esclavos como resultado de la selección natural...los blancos superiores por ser los más aptos". Darwin tambien fue incapaz de discernir en su momento los cambios aprendidos culturalmente de aquellos cambios biológicos de carácter hereditario. Pero "es sobre Spencer y no sobre Darwin sobre quien recae la mayor parte de la responsabilidad de haber mutilado la potencia explicativa de la teoría evolucionista cultural por haberla mezclado con el determinismo racial" (Harris, 1983). Con el darwinismo social como marco se legitima la expropiación, la esclavitud y los crímenes, si las cosas se daban así no era por la política imperialista, era simplemente porque las leyes naturales de la evolución tambien regían en el plano de las sociedades humanas. Era la lucha por la existencia, la supervivencia del más fuerte, y Europa era el más fuerte: "La idea de que los salvajes contemporáneos pudieran ser tan inteligentes como los civilizados le resultaba lisa y llanamente inconcebible" (Harris, 1983). Las actuales investigaciones arqueológicas y genotípicas demuestran que todos descendemos de una población de homo sapiens sapiens en común que se originó en Africa hace unos 120-100.000 años. Todos los representantes humanos del planeta poseemos las mismas cualidades, la misma capacidad intelectual. Un análisis como el de Spencer hubiera servido para comparar poblaciones contemporáneas de australopithecus y homo sapiens por ejemplo. Las diferencias "externas" (fenotipos) de los sapiens sapiens pueden ser atribuidas a distintas interacciones entre la constitución genética común y las adaptaciones locales a ambientes específicos. Pero es claro que las diferencias se dan a un nivel fenotípico y no a nivel genotípico, internamente "todos somos iguales".

Enlaces relacionados con este tema:

Desarrollo de la teoría de la evolución.

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La teoría de la evolución y algunas de sus implicaciones.
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¿Cómo responde la Iglesia Católica a la Teoría científica de Darwin?

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domingo, 24 de febrero de 2008

Auge del razonamiento cartesiano

El paradigma en el que han confiado"las ciencias duras" en el mundo occidental se basa en las ideas de dos de las grandes figuras del XVII: Isaac Newton y René Descartes. Por una parte, y gracias a Descartes, el paradigma dominante en nuestra forma de comprender el mundo, se apoya en la certeza de los conocimientos científicos:

Toda la ciencia, es sabiduría cierta y evidente. Rechazamos todos los conocimientos que sólo son probables y establecemos que no debe darse asentamiento sino a los que son perfectamente conocidos y de los que no cabe dudar.

En este sentido, Descartes desarrolló un método de razonamiento analítico para evidenciar la certeza de las ciencias: los problemas se dividen en cuantas partes es posible y luego se ordenan en forma lógica. El método cartesiano, que se conoce como "Cógito", hace una separación definitiva entre ente la mente y el cuerpo, entre el pensamiento y la materia, se ha convertido en “una característica esencial del pensamiento científico moderno y ha demostrado su utilidad en el desarrollo de teorías científicas y en la realización de proyectos tecnológicos extremadamente complejos. Gracias al método cartesiano la NASA logró poner un hombre en la luna.”

Para Descartes el universo material es una máquina, la naturaleza funciona de acuerdo a las leyes mecánicas, y el mundo puede explicarse en términos de la disposición y el movimiento de sus partes.
Descartes dio una estructura conceptual a la ciencia del siglo XVII pero su idea de una máquina del mundo regida por leyes matemáticas siguió siendo sólo una visión ilusoria durante toda su vida. Isaac Newton logró realizar el sueño cartesiano.

En sus "Principa", Newton expone detalladamente su sistema matemático y físico de definiciones, proposiciones y pruebas. Contienen también un comentario explícito del método experimental que él veía “como un procedimiento sistemático en el cual la descripción matemática se basa en una evaluación crítica de las pruebas experimentales realizada en cada una de sus etapas.”
El modelo mecanicista del universo de Newton (física clásica) fue la base de la filosofía durante tres siglos ( XVII, a XIX ).
El espacio era absoluto, siempre igual, inmutable y tridimensional de acuerdo a la geometría Euclidiana.
En una dimensión aparte estaba el tiempo que también era absoluto y que no tenía conexión con el mundo material y que fluía lentamente desde el pasado pasando por el presente, hacia el futuro. Sin ser afectado por nada externo a el.
Los elementos del mundo Newtoniano que se movían en este espacio y tiempo absoluto eran partículas materiales. La materia era una partícula sólida, dura y móvil, que no se consume ni se rompe en pedazos, no existiendo ningún poder que sea capaz de dividir lo que Dios ha unido. Además entre las partículas existen fuerzas que dependen de su masa y distancia (gravedad). Tanto las partículas como las fuerzas existentes entre ellas se consideraban creada por Dios y, por consiguiente, no eran sujeto de mayor análisis. Dios en un principio formó la materia en partículas sólidas, duras, impenetrables, móviles, con ciertos tamaños y formas y con otras propiedades tendentes en su mayoría a cumplir la finalidad para la cual fueron formadas. Todo lo que sucede obedece a una causa definida y origina a su vez unos efectos definidos. La base de este riguroso determinismo era la separación existente entre el yo y el mundo, introducida por
Descartes. Se creía que el mundo podía ser descrito objetivamente, es decir sin mencionar jamás al observador humano.
La mecánica Newtoniana se aplicó a la astronomía, al movimiento de los fluidos, a las vibraciones de los cuerpos elásticos y a los fenómenos térmicos y en todos funcionó. Sus leyes fueron consideradas como las Leyes Básicas de la naturaleza, se convirtió en la teoría definitiva que explicaba todos los fenómenos naturales. Laplace en su obra llamada Mecánica Celeste demostró que las leyes Newtonianas relativas al movimiento aseguraban la estabilidad del sistema solar, tratando al universo como una máquina perfecta autorregulada.

Newton fundamentó matemáticamente sus conceptos y dejo para Dios la creación de las partículas materiales, las fuerzas existente entre ellas y las leyes fundamentales del movimiento.
El universo fue puesto en movimiento y así ha continuado desde entonces, gobernado por leyes inmutables, como una máquina. Basado en estos principios se aceptaba que conociendo todos los detalles se podría conocer el futuro. Esta visión mecanicista de la naturaleza está por consiguiente estrechamente relacionado con un riguroso determinismo, sistema filosófico que subordina las determinaciones de la voluntad humana a la voluntad divina.
Mecánica es el estudio del movimiento y de las fuerzas que lo producen. Las ecuaciones del movimiento de Newton constituyen la base de la mecánica clásica.

De esta forma, utilizando el pensamiento analítico, el enfoque mecanicista y el método experimental derivado de las ideas de Descartes y Newton, la ciencia ha tratado de explicar
con precisión todos los fenómenos naturales (y sociales). La imagen mecanicista ha dominado el paradigma científico y ha tenido una influencia decisiva en la evolución de las ciencias.

Este paradigma, emanado de la física de Newton ha influido dramáticamente en las otras “ciencias exactas” y, las ciencias sociales - en busca de credibilidad y de aceptación por el paradigma dominante- han tratando de emular, adoptando y adaptando el “método científico y racionalista”. Por más de doscientos años, los científicos han aceptado esta visión, como la correcta (y única) descripción válida de la naturaleza.
En el siglo XX, sin embargo la física nos ha demostrado con la fuerza de sus argumentos que no existe una certeza científica absoluta y que todos nuestros conceptos y nuestras teorías son limitadas y aproximativas. La evolución del paradigma de la física comienza con la extraordinaria contribución de Albert Einstein quien, por una parte expone la teoría general de la relatividad y por otra se aproxima a la radiación.


miércoles, 20 de febrero de 2008

El paradigma cosmológico posmedieval

La caída y surgimiento de los paradigmas científicos es un tema que ha ocupado a muchos filósofos de la ciencia en las últimas décadas. Sabemos que un paradigma no se construye por la obra de una sola persona, ni tampoco es mérito de un sólo descubrimiento. Gracias a los aportes de Thomas Kuhn comprendemos que un paradigma es el resultado de una compleja red de conocimientos que es configurado por el esfuerzo colectivo de una comunidad. Pero también es cierto que en la historia de los paradigmas y cosmologías aparecen personajes y obras que decididamente impulsan a revisar radicalmente los paradigmas heredados. Tal es el caso del clérigo y astrónomo Nicolas Copérnico (1473-1543), cuya propuesta fue difícil de digerir aún para las mentes reformadoras del protestantismo.

Copérnico ciertamente contó con el beneficio de la sospecha que lanzaran previamente sobre el rígido universo medieval pensadores como Roger Bacon (1220-1292) y Nicolás de Cusa (1401-1464) entre otros. Pero fue el astrónomo polaco quien puso en su lugar las observaciones astronómicas y formulaciones matemáticas de sus antecesores en un nuevo marco teórico que significó el principio del fin del universo ptolemaico-medieval. Demostrando que una visión heliocéntrica del universo era perfectamente armonizable con los datos científicos a disposición de todos, postuló una teoría cosmológica que ofrecía una interpretación más sólida que los paradigmas anteriores. Su obra De revolutionibus orbium caelestium (1543) reacomodó los seis planetas conocidos hasta entonces en seis esferas celestes, cuyas órbitas trazaban círculos perfectos alrededor de lo que ahora constituía el centro del universo, el sol. Las investigaciones y observaciones del danés Tycho Brahe (1546-1601), del alemán Jonahhes Kepler (1571-1630) y del italiano Galileo Galilei (1564-1642) confirmaron la teoría, aún cuando ésta requiriera de importantes ajustes.

Para estos astrónomos y pensadores la armonía del universo, aún en sus órbitas irregulares-elípticas, estaba todavía garantizada por la providencia de un Dios creador. El luterano Kepler, por ejemplo, siendo de la opinión que el estudio de los cuerpos celestes era una manera de conocer los planes del Dios creador, explicó que las variaciones en las velocidades orbitales de los planetas al acercarse al sol confirmaban no sólo que Dios era un arquitecto, sino un músico. El universo, explicaba Kepler, era un concierto para la gloria de Dios, cuyos instrumentos -los planetas- rotaban en forma elíptica y a distintas velocidades a fin de producir las diversas notas musicales determinadas por la mente polifónica divina. Por su parte Galileo no se abocó a una explicación directamente teológica de los fenómenos observados, sino que más humildemente aportó una metodología científica basada en la estricta observación de los fenómenos celestes por medio del telescopio (perspiscillum). Los datos que aportó este poderosísimo instrumento abrió nuevas vistas hacia el universo que corroboraron la teoría de Copérnico y las órbitas elípticas de Kepler –¡sin por ello decir que Dios estaba abocado a la música!

La explicación todavía teológica de Kepler sobre la irregularidad de las órbitas planetarias dio paso en Isaac Newton (1642-1727) a una explicación más “científica”, en el sentido baconiano del término, al problema de las órbitas celestes y de los movimientos planetarios. Para Newton no hacía falta recurrir, en principio, a una fuerza metafísica como el alma universal (Platón), inteligencias varias (Aristóteles), o ángeles (teólogos escolásticos) para explicar los fenómenos celestes observados por Copérnico, Brahe, Kepler y Galileo. En su Philosophiae naturalis principia mathematica (1687) demuestra que una fuerza que él denomina “gravedad” ofrece una buena explicación de las orbitas elípticas y de la mutua atracción de los cuerpos celestes (establecido en analogía con los diversos experimentos con cuerpos de diversos tamaños arrojados desde ciertas alturas). La fuerza de gravedad desplazó así la injerencia directa de seres sobrenaturales o aún de Dios al momento de explicar convincentemente la regularidad de estos fenómenos.

Newton, sin embargo, aún necesitaba de Dios como hipótesis científica para explicar ciertas irregularidades en las orbitas celestes que necesitaban de la corrección, de tanto en tanto, por parte de la providencia divina. Aún imaginaba un universo tutelado por Dios. Sin embargo el francés Pierre Simon Laplace (1749-1827), ya contemporáneo de Schleiermacher, era de otra opinión: por medio de sus cálculos demostró que todos los movimientos planetarios podrían explicarse por medio de la ley de la atracción universal y que, por ello, la hipótesis de las ocasionales intervenciones de Dios no eran necesarias. Es célebre la respuesta que Laplace dio a la inquietante pregunta de Napoleón sobre el lugar de Dios es su sistema cosmológico: “de esa hipótesis, Señor, no tengo necesidad” –se alega que fue su réplica.

lunes, 18 de febrero de 2008

El paradigmo cristiano.

Introducción

La historia de la Humanidad es como el ADN, una larga cadena de elementos interconectados, que de forma independiente pierden su sentido, pero que en conjunto nos ayudan a entender qué somos y de dónde venimos. Dentro de esta cadena, hay sucesos que por su mayor significación cobran una importancia especial, y adquieren el valor de fechas de referencia, piedras miliares del cambio social, cultural y político a lo largo de los siglos.

El Concilio de Nicea es uno de esos acontecimientos sobre los que ha pivotado nuestra historia. Auténtico punto de inflexión de la cultura clásica, supone un fín y un inicio. El fin de una cultura gestada a lo largo de casi mil años, en las tierras de la lejana y turbulenta Grecia, y que tiene su punto de máximo esplendor en la Roma Imperial. Es también un inicio, por lo que supone de consolidación de una nueva forma de ver y entender el Mundo, el Hombre y la relación entre ambos. De hecho, podemos afirmar sin demasiado riesgo de error que este Concilio es un punto de referencia de un largo proceso de cambio de civilización, de la clásica por la cristiana. Si bien este proceso es gradual y tiene lugar durante unos cuantos siglos, adoptamos esta fecha como símbolo de aquello que acaba y de aquello que se gesta. Su importancia es tal que, hoy en día y de forma más o menos voluntaria, todos nosotros somos resultado de Nicea.
Breve resumen histórico

Las fases que llevaron desde el judeo-cristianismo de Jerusalén hasta el catolicismo romano fueron tres:
La primera fue de expansión, desde el año 30 hasta el 125 y llevó a la separación entre el judaísmo y el cristianismo.

En la segunda, del 125 al 250, la pequeña secta judeocristiana se fue transformando en una Iglesia relativamente numerosa. Es la época de las herejías, de Orígenes y del nacimiento de la ortodoxia. La Iglesia católica sostiene que desde el comienzo el cristianismo tuvo una ortodoxia, eso es una fe verdadera, y que tuvo que defenderse de múltiples herejías, pero es una afirmación absolutamente falsa. Sólo tras la lucha encarnizada entre decenas de sectas cristianas se llegó, a partir del concilio de Nicea, al triunfo de la herejía católica y la imposición de la ortodoxia que aún defiende la Iglesia actual. El concepto de herejía, que no significa más que “la opinión elegida para sostener algo”, en el siglo II fue pervertido por el obispo Ignacio, creador también del concepto "católico" y lo convirtió en sinónimo de falso, sectario, sin fundamento ni credibilidad.

Durante la tercera fase, entre el 250 y el 325, la Iglesia estuvo básicamente ocupada el definir sus relaciones con el poder y en transformar el cristianismo en un factor político de primer orden.

Resultan sorprendentes los acontecimientos que se van a producir en el siglo IV d.C., cuando la religión tradicional pagana, politeísta e imperial es sustituida, en su condición de religión oficial del Imperio, por la religión cristiana.

El emperador Galerio, en el año 311, promulga el llamado Edicto de Tolerancia en el que se proclama “que vivan de nuevo los cristianos y que puedan reconstruir los lugares en los cuales acostumbran a reunirse, con la condición de que nada hagan que pueda perturbar el orden”. Esta medida de tolerancia pone fin a las persecuciones de que fueron objeto los cristianos por parte del Imperio.

Dos años más tarde, en 313, el emperador Constantino promulga el Edicto de Milán, en el que se dispone que se debe dar a los cristianos y a todos los otros “libre oportunidad para profesar la religión que cada uno desee...” La libertad concedida a los cristianos no se va a limitar al ámbito religioso; permitirá que de una manera progresiva puedan acceder a las magistraturas públicas, preparando de este modo la conversión del cristianismo en religión oficial del Imperio.

El Emperador Teodosio, en el año 380 decretará que “todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino Pedro dio a los romanos... Ordenamos que los que sigan esta regla sean llamados cristianos católicos. Los demás, empero, a los cuales juzgamos estar dementes y locos, sufrirán la infamia de los dogmas heréticos; sus lugares de reunión no se denominarán con el nombre de Iglesias y serán destruidos en primer lugar por la venganza divina y después por la retribución de nuestra iniciativa, que tomaremos de acuerdo con el juicio divino”.

Fueron suficientes setenta años para que una religión ilegal, perseguida y menospreciada como una secta, se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano. Una religión monoteísta, en clara contradicción con el politeísmo pagano, sin ninguna vinculación tradicional con Roma y cuyos creyentes se negaron sistemáticamente a aceptar, aunque fuera formulariamente, el culto romano, a hacer sacrificios a los dioses paganos y, lo que es más significativo, a reconocer el culto al emperador y realizar los ritos y las ceremonias obligatorias para todos los ciudadanos. Qué había ocurrido en Roma para que se pudiera producir este singular cambio cualitativo en la política romana?

La evolución de las creencias de la sociedad romana puede explicar parcialmente este cambio. El paso del politeísmo al monoteísmo se produjo de una manera paulatina como consecuencia de la propia evolución interna de la religión pagana. En este proceso ejercerán una notable influencia las doctrinas filosóficas, especialmente el estoicismo, el platonismo y el hermetismo. Estas doctrinas coinciden en la existencia de un Dios único y supremo, siendo las demás divinidades accidentes de esa sustancia eterna. Esta evolución hacia el monoteísmo se intensifica con el relieve social y político adquirido por la teología solar.

Se ha interpretado que el culto solar ha podido servir de puente entre el paganismo y el cristianismo. Constantino hizo del Sol Invicto su divinidad suprema. Su política religiosa tuvo un tono conciliador, en la que procuró, en un ambiente de libertad de cultos, resaltar los puntos comunes entre ambas religiones, marginando las cuestiones conflictivas.

Con Constantino se inicia el periodo de mayor libertad para los cristianos y para los demás cultos; sin embargo, cuando en el año 380 el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio, concluye esta época de libertad religiosa y se prohibirá la práctica de los demás cultos. Esta decisión imperial provocará una grave convulsión dentro de la comunidad cristiana, desde donde habían salido voces clamando por la libertad religiosa.

Se trata de una contradicción, al menos aparente, entre el espíritu de las primeras comunidades cristianas y la posterior incorporación del cristianismo como religión oficial del Imperio.

El paradigmo cristiano

Cuando el cristianismo triunfa políticamente con Constantino, no era más que una de las múltiples corrientes neoplatónicas por las que podía optar el Imperio. De hecho, pocos años después, optó por la corriente helenística de Jámblico, cuando el emperador Juliano tomó el poder. La diferencia era que la Iglesia cristiana se encontraba mejor organizada que cualquier corriente pagana y, por lo tanto, su triunfo fue más duradero. La consolidación de la creencia cristiana, como platonismo religioso representa una de los más extraños y decisivos giros de la historia. Occidente será en adelante cristiano y desde el siglo XVI extenderá esa creencia al resto del mundo, bajo el férreo yugo de la colonización. Ese sentimiento ha llegado, por tanto, a ser natural y nos acompaña como una imagen conocida en cada etapa de la existencia y en cada rincón de la vida cotidiana. Parece que el mundo tuviera que ser así y que no existen otras posibilidades de existencia. Este sentimiento es tan persistente que es difícil comprender hasta qué punto contradice las más elementales tendencias de la vida.

El Cristianismo es un paradigmas no sólo en el orden religioso y moral sino también en el científico, es decir, en la interpretación del origen del mundo y consecuentemente en la representación del mismo. Ya no se guía el hombre por la razón y la experiencia, por ejemplo, para explicar los movimientos de la tierra. Como creyente se ve obligado a seguir las pautas que le marcan los textos sagrados. El Cristianismo rompe con la tradición clásica y vive una primera fase de absoluta simplificación donde la investigación deja paso a la fantasía con en un mosaico de símbolos no siempre fáciles de interpretar. Aunque se alimenta de la tradición grecolatina muy mediatizada por dos elementos característicos: la religiosidad y la fantasía narrativa.

En el mundo grecolatino la ciencia se desarrolló en situación de completa armonía con la religión y la filosofía. Con el advenimiento del cristianismo se produce la primera ruptura, momento en que la Iglesia condena a los filósofos porque sostiene que sólo se puede llegar a la verdad por la revelación, a través de la fe, y rechaza cualquier otro camino que pudiera abrirse gracias a especulaciones de la mente humana. En completo acuerdo con esto, no era admisible ser filósofo y cristiano al mismo tiempo y esta ruptura entre filosofía y religión queda plasmada con el decreto de Justiniano, en el 529, cerrando la Academia Platónica y procurando que durante seis siglos sólo haya una filosofía solidaria de la teología. A partir de allí y hasta el nacimiento del «intelectual», en el siglo XII, el cambio de actitud de la Iglesia frente al problema del conocimiento -que permitirá el establecimiento de nuevas relaciones entre religión y filosofía- será el resultado de una lenta preparación a partir de cambios en los dominios de lo económico, lo social y lo político.

La hegemonía del Cristianismo supuso el rechazo de gran parte del legado científico griego, pero sobre todo de su espíritu crítico y de su laicismo. Todo el patrimonio científico cristiano o estaba contenido en los textos sagrados o no podía ir en contra de sus enseñanzas y por lo tanto se considera a la ciencia es en sí misma ridicula y falsa.

Los planteamientos dogmáticos del Cristianismo comulgan mal con la postura racionalista grecolatina. De ahí el abandono, cuando no el rechazo y la beligerancia, de toda la ideología pagana. Las propuestas científicas sobre el origen, composición y movimientos de la tierra sufren idéntica revisión, como no podía ser de otra manera. Casi nada de lo antiguo es válido y ha de pasar por el cedazo de las Escrituras Sagradas y de la fe. Es bien sabido que todo nuevo paradigma epistemológico barre por completo al anterior: ley de vida para unos, los vencedores, y de muerte para otros, los perdedores. En este caso el enfrentamiento surge entre
una concepción revelada y celestial en auge y otra terrenal que se guía por la luz
de la razón. Se pierden numerosos conocimientos de la cultura clásica, pero sobre todo se abandona la curiosidad por el saber contrastado desde la razón.

El símbolo Niceno

El símbolo niceno o símbolo de la fe es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana promulgada en el Concilio de Nicea I (325). El objeto del credo niceno fue consensuar una definición de los dogmas de la fe cristiana, impedida hasta entonces por la escasa institucionalización y las fuertes variantes regionales. El principal adversario de la doctrina nicena fue el arrianismo, una corriente teológica que negaba la divinidad de Jesús; otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían hasta el Concilio de Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.

El credo resume los principios básicos de la fe ortodoxa de una manera relativamente sencilla, con la intención de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena los errores más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores del credo buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.

Una versión ligeramente modificada dictada en el Concilio de Constantinopla I (381) se denomina símbolo niceno constantinopolitano, que surgió por la necesidad de la Iglesia de establecer claramente todo aquello en lo que debe creer cualquier bautizado. Además se establece para tener una referencia en contra de las ideas heréticas que surgían a cada momento.

El credo niceno, símbolo de la fe, es aceptado por la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas, la anglicana, y la mayoría de las iglesias protestantes, y representó la última versión del contenido teológico del cristianismo en la que ortodoxos y católicos se mostraron de acuerdo, un consenso que se rompería con la introducción en el IV Concilio de Toledo de 587 de la llamada "cláusula filioque".

Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno constituye la base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y ortodoxa de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes.
Fuentes:
Wikipedia

Más informacion:

La cosmovisión cristiana

La cosmovisión cristiana no se basa directamente en una experiencia, sino, según se presenta, en una revelación divina. La idea del universo personal, de lo que es el hombre y su dignidad, y de lo que son las relaciones humanas se basa en ella.

La cosmovisión cristiana se basa en tres puntos fundamentales:

1) Que Dios es creador, y que ha hecho el mundo cuando ha querido:

Que Dios es creador significa que Dios es un ser personal, alguien y no algo que ha creado el mundo libremente, y que no se confunde con el mundo sino que lo trasciende. Por eso puede actuar en el mundo y en la historia, cuando quiere y como quiere. Dios es el fundamento de todo, pero no se confunde con el todo. Está en el fondo de todo lo que existe, pero no es el fondo de todo lo que existe. Las cosas no son parte de Dios y Dios no es una parte de las cosas. Entre Dios y las cosas creadas hay una distancia, porque las ha creado con su voluntad, no proceden de Él como si fueran los efluvios de un gas caliente.

2) Que Dios es Trino, es decir una comunión vital de tres personas:

Que Dios es Trino es la gran revelación que nos ha transmitido Jesucristo, al presentarse como Hijo de Dios, lleno de su Espíritu Santo. Por Jesucristo sabemos que en el misterio de Dios hay una comunión de tres Personas. Esta verdad ilumina toda nuestra idea del cosmos y especialmente nuestra idea del hombre, de su capacidad de relación y de la vida social. En la entraña de la realidad, el ser más importante de todos los seres, Dios, resulta que contiene, que es, una comunión de tres personas. Dios no es un ser inerte, ni un espíritu gaseoso con una inteligencia inmutable y perpleja. En el núcleo del misterio de Dios -lo sabemos por Jesucristo- hay una comunión de tres personas.

c) Que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.

La tercera gran afirmación es que el hombre es imagen de Dios. Hecho a semejanza de Dios y con una huella y parecido de Dios. Esto significa, entre otras cosas, que podemos buscar en el hombre el reflejo de las dos afirmaciones anteriores: que Dios es Creador y que es Trino. Si es verdad que el hombre es imagen de Dios, es la imagen de un Dios creador y de un Dios Trino.

Fuentes:
Las cuatro cosmovisiones actuales.

La concepción bíblica del universo, se basa en estos cuatro principios:
1) Dios es el creador de los cielos y la tierra, según el Génesis.
2) La Humanidad también es creada a su imagen y semejanza después de haber colocado sobre la tierra a todos los demás seres.
3) La Naturaleza está al servicio del Hombre, como lo demuestra el hecho de que el Creador le instara a que pusiese nombre a todos los animales.
4) El pecado por desobediencia rompe el equilibrio entre la Naturaleza y el Hombre.



Bajo el gobierno del emperador Constantino el Grande (306-337), la cultura greco romana sufrió una transformación religiosa, cultural y social violenta y traumática, que tal vez puede señalarse como el fin de una época y el comienzo de otra: la Europa cristiana medieval. Por su importancia, lo tomare como el primer cambio de paradigma que deseo destacar en la historia de occidente. En efecto, mediante el Edicto de Milán del año 313; que fue un edicto de tolerancia religiosa para todas y cada una de las religiones que existian en ese momento, y no sólo para los cristianos, Constantino otorgó al cristianismo los mismos derechos de los cultos paganos, pero en los hechos, mas tarde el cristianismo pasó a ser la religión oficial del imperio y los paganos que no se convirtieron muy rápidamente, de perseguidores pasaron a perseguidos. Convocó y presidió el primer Concilio ecuménico en Nicea , donde se definieron importantes temas doctrinales, como por ejemplo, seleccionar los evangelistas o el carácter humano y divino de Cristo.
Fuentes:



domingo, 17 de febrero de 2008

La Revolución de Copérnico.

Acaso el ejemplo más famoso de revolución en el pensamiento científico es "De Revolutionibus Orbium Coelestium" de Copérnico. En la escuela Ptoloméica se utilizaban los ciclos y epiciclos (junto con algunos conceptos adicionales) para construir un modelo explicativo de los movimientos de los planetas en un universo cuyo centro era un planeta Tierra inmóvil y que esta era plana. Dado el conocimiento de la época, era el enfoque más plausible. A medida que las observaciones astronómicas se hicieron más precisas, la complejidad de los mecanismos cíclicos y epicíclicos ptolomeicos debió incrementarse para hacer coincidir lo más ajustadamente sus cálculos con las posiciones observadas de cada planeta. Copérnico propuso un sistema que tenía al Sol como centro, alrededor del cual orbitaban los planetas, uno de los cuales era la Tierra. Sus contemporáneos rechazaron su cosmología, y con pleno derecho, según Kuhn, dado que la cosmología de Copérnico carecía de credibilidad.

Kuhn ilustra cómo el cambio de paradigma fue posible sólo cuando Galileo Galilei introdujo sus nuevas ideas de movimiento. Intuitivamente conocemos que cuando un objeto es puesto en movimiento, eventualmente se detiene. Aristóteles sostenía que esto era una propiedad de la Naturaleza: para que el movimiento se mantenga, algo debe continuar poniéndolo en movimiento. Para el conocimiento disponible en la época, era la hipótesis más sensata y razonable.

Galilei propuso una alternativa radical para explicar el hecho de que el movimiento se detenga: supongamos, decía, que los objetos eventualmente se detienen porque están siempre sujetos a determinada fricción. Carecía de equipamiento para confirmar objetivamente su conjetura, pero sugirió que sin fricción que frenara al móvil, su tendencia inherente es mantener una misma velocidad sin necesidad de aplicarle ninguna fuerza adicional.

El enfoque ptolomeico, que utilizaba los ciclos y epiciclos comenzó a presentar problemas: el constante crecimiento en complejidad que se requería para dar cuenta de los fenómenos observables parecía no tener fin. Johannes Kepler fue el primero en abandonar el paradigma ptolomeico y sus herramientas conceptuales. Comenzó a explorar la posibilidad de que Marte tuviera una órbita elíptica en lugar de una circular. La velocidad angular no podía ser constante, pero resultó ser muy difícil encontrar una fórmula que describiese la forma en que se modificaba la velocidad angular. Luego de años de incesantes e infructuosos cálculos, Kepler dio con lo que hoy conocemos como la segunda de las leyes de Kepler.

La conjetura de Galilei era simplemente eso — una conjetura. También lo fue la cosmología de Kepler. Pero cada una de ellas aumentó la credibilidad de la otra, y juntas cambiaron la percepción de la comunidad científica. Más adelante Isaac Newton demostó que las tres leyes de Kepler podían ser derivadas de una única teoría del movimiento y del movimiento planetario. Newton unificó y solidificó el cambio de paradigma iniciado por Galilei y Kepler.

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sábado, 16 de febrero de 2008

¿Que son los paradigmas?

Los paradigmas son un conjunto de conocimientos y creencias que forman una visión del mundo (cosmovisión), en torno a una teoría hegemónica en determinado periodo histórico. Cada paradigma se instaura tras una revolución científica, que aporta respuestas a los enigmas que no podían resolverse en el paradigma anterior. Una de las características fundamentales, su inconmensurabilidad: ya que ninguno puede considerarse mejor o peor que el otro. Además, cuentan con el consenso total de la comunidad científica que los representa.

Los paradigmas cumplen una doble función, por un lado, la positiva que consiste en determinar las direcciones en las que ha de desarrollarse la ciencia normal, por medio de la propuesta de enigmas a resolver dentro del contexto de las teorías aceptadas. Por otro lado la función negativa del paradigma, es la de establecer los límites de lo que ha de considerarse ciencia durante el tiempo de su hegemonía. Según Thomas Khun: "cada paradigma delimita el campo de los problemas que pueden plantearse, con tal fuerza que aquellos que caen fuera del campo de aplicación del paradigma ni siquiera se advierten".
Las teorías que se inscriben en un paradigma no pueden traducirse en términos de las teorías que forman el paradigma posterior; cada revolución científica es un cambio total de la percepción del mundo y por lo tanto viene acompañado de un cambio paradigmático.

Los paradigmas cambian y se transforman de un modo semejante (aunque en gran escala) al de las hipótesis.

Según Khun: "Un rasgo característico, es la importancia dada al carácter revolucionario del progreso científico, donde una revolución implica el abandono de una estructura teórica y su reemplazo por otra, incompatible con la anterior.
Thomas Kuhn expresa su idea acerca del progreso de la ciencia por medio del siguiente esquema abierto:
Presencia – Ciencia Normal – Crisis – Revolución – Nueva Ciencia Normal – Nueva Crisis.

El paradigma, está constituido por supuestos teóricos, leyes y técnicas de aplicación que deberán adoptar los científicos que se mueven dentro de una determinada comunidad científica. Los que trabajan dentro de un paradigma, ponen en práctica la ciencia normal. Es probable que al trabajar en ella, desarrollarán el paradigma en su intento por explicar el comportamiento de aspectos del mundo, resulten dificultades. Si estas dificultades se hacen inmanejables, se desarrollará un estado de crisis. Ésta se resolverá con el surgimiento de un paradigma completamente nuevo, el cual cobrará cada vez mayor adhesión o aceptación por parte de la comunidad científica, hasta que finalmente se abandone el paradigma original. Este cambio no es continuo, sino por el contrario es discontinuo y constituye una revolución científica. El nuevo paradigma enmarcará la nueva actividad científica normal, hasta que choque con dificultades y se produzca una nueva crisis y una nueva revolución y por lo tanto el surgimiento de un nuevo paradigma.

Cada revolución es la oportunidad de pasar de un paradigma a otro mejor. Si se desarrolla una crisis, el pasaje de un paradigma a otro se hace necesario, y este paso es esencial para el progreso de la ciencia. Si no hubiera "revoluciones", la ciencia quedaría atrapada o estancada en un solo paradigma y no se avanzaría más allá de él. No es una evolución hacia un objetivo determinado sino, un mejoramiento desde el conocimiento disponible, cada paradigma nuevo es un instrumento para resolver enigmas.

Producción del conocimiento:

Actualmente esta surgiendo una nueva forma de producción del conocimiento, sobre la cual se constituyen una nuevas tendencias, estas no serán catalogadas por nosotros como buenas o malas. Estas tendencias se suponen no individualmente sino en su interacción y combinación una mutación en el modo de producción del conocimiento. A lo largo de toda la historia ha existido una pauta recurrente, según la cual aquellos que son partícipes de la hegemonía, describirán como erróneas u equivocas todas las innovaciones intelectuales, hasta que en algún punto sean asumidos por estos, y llegando a considerarlas finalmente como propias. Este fenómeno tiene origen en que es necesario empezar a describir las características de lo nuevo en termino de lo viejo, sino al ser una hegemonía dominante, todas las demás afirmaciones se juzgarán tomando a esta como referencia, quizás no se podrá producir nada reconocible como conocimiento fuera de la forma socialmente dominante. No podemos hacer oídos sordos a que ha empezado a surgir un conjunto característico de prácticas y tales son diferentes a los que dominan el modo1. Tendremos que mencionar, que llamaremos modo1 al conocimiento tradicional y llamaremos modo2 al nuevo modo de producción del conocimiento. El modo1, es idéntico con lo que se conoce o que se quiere dar a entender por ciencia, sus normas determinaran que sé considerada como problemas significativos, a quien se le permitirá practicar ciencia, que será lo que constituya la buena ciencia. Las formas de prácticas que se adhieren a estas prácticas son tomadas como científicas, mientras que, las que las violan no lo son. Cuando hablamos de modo1, hablamos de científicos y ciencia, mientras, que cuando asemos referencia del modo2, los términos que se utilizan son más generales, esto no quiere decir que los practicantes del modo 2 no se comporten de acuerdo a las normas establecidas por el método científico.

Diferencias entre modo1 y 2:

El modo1 plantea y soluciona problemas en un contexto gobernado por los intereses de una comunidad específica. Algunos rasgos más importantes son: es disciplinar, homogéneo, jerárquico, etc. A diferencia del modo1, el modo2 se lleva a cabo en un contexto de aplicación, algunas de sus características son: ser transdiciplinar, heterogéneo, heterarquico, transitorio y socialmente responsable y reflexivo. El modo 2 incluye un conjunto más amplio de practicantes el cual es temporal y heterogéneo, los cuales colaboran sobre un problema específico y localizado. El conocimiento tiene la intención de ser útil para alguien. La producción del conocimiento se difunde a través de la sociedad (conocimiento socialmente distribuido) La producción de conocimiento socialmente distribuido tiende hacia la creación de una red global, cuyo numero de interconexiones se expande continuamente mediante la creación de nuevos lugares de producción. La resolución de problemas estará mas aya de cualquier disciplina individual que constituya a la misma (transdisciplinar), los descubrimientos realizados (resultados) se encontraran fuera de los confines de cualquier disciplina concreta y los practicantes no tienen que regresar a ella para encontrar convalidación de los mismos. Hay que mencionar que el modo2, ha evolucionado a partir de la matriz disciplinar del modo1, el conocimiento producido con estas condiciones, se caracteriza por tratar de obtener un uso o realizar una acción, por dirigirse hacia la aplicación en su más amplio sentido; el nuevo modo supone la existencia de diferentes mecanismos de generar conocimiento y de comunicarlo; al tener mas actores procedentes de disciplinas diferentes, debido a su transdisciplinaridad inherente, se incrementa mucho la difusión posterior y la producción de nuevo conocimiento, a través de técnicas, instrumentación y del conocimiento tácito que avanza hacia nuevos contextos de aplicación y uso. Hay que mencionar que el modo2 no suplanta, sino que más bien complementa al modo1. La transdisciplinaridad del modo2, se corresponde con un movimiento que va mas allá de las estructuras disciplinares de la constitución de la agenda intelectual, en la manera de desplegar los recursos y las formas en que se organiza la investigación, se comunican y se evalúan los resultados. Para que quede institucionalizado el nuevo modo de producción de conocimiento, tiene que darse en una determinada serie de condiciones básicas. La búsqueda de compresión debe estar guiada por modelos acordados y conjuntos de técnicas experimentales, su articulación debe seguir cánones del método empírico, sus conclusiones se tienen que poder comunicar a una comunidad más amplia, y otros deben poder replicarlas. Para calificarse como tal, el conocimiento tiene que formar un repertorio organizado, y sus métodos de trabajo tienen que ser transparentes. El modo2 depende críticamente de las emergentes tecnológicas y de las telecomunicaciones, y por lo tanto favorecerá a aquellos que se pueden permitir utilizarlas. Con el transcurso de los años los científicos han aprendido a ejercer un gran ingenio a la hora de traducir sus propios intereses investigadores en el lenguaje apropiado para otras agendas. Lo que ha generado una conciencia de los problemas existentes mas allá de las preocupaciones inmediatas de las especialidades concretas. Trabajar en un contexto problemático tiende a permitir que se aprecie mejor la importancia de la transdiciplinariedad, y también suavizada las distinciones entre la ciencia pura y aplicada, entre lo que es una investigación orientada por la curiosidad y lo que es una investigación orientada por el cumplimiento de la misión. El mantenimiento de los modos de producción del conocimiento se ve debilitado en la medida en que los imperativos de un contexto problemáticos exigen la cooperación o trabajar junto con otros practicantes, ya sea en el ámbito nacional o global. En la investigación disciplinar del modo1 se utiliza el termino paradigma para denotar el consenso provisional entre un conjunto relevante de practicantes Es el resultado de un modo particular de organización e indica una forma de ver las cosas, de definir y dar prioridad a ciertos conjuntos de problemas.

Imaginario social:

Los imaginarios sociales producen valores, las apreciaciones, los gustos, los ideales y las conductas de las personas que conforman una cultura. El imaginario es el efecto de una compleja red de relaciones entre discursos y practicas sociales, interactúa con las individualidades. Sé constituye a partir de las coincidencias valorativas de las personas, se manifiesta en lo simbólico a través del lenguaje y en el accionar concreto entre las personas. (Practicas sociales) El imaginario comienza a actuar como tal, tan pronto como adquiere independencia de las voluntades individuales, aunque necesita de ellas para materializarse. Se instala en las distintas instituciones que componen la sociedad, para poder actuar en todas las instancias sociales. El imaginario no suscita uniformidad de conductas, sino más bien señala tendencias. La gente, a partir de la valoración imaginaria colectiva, dispone de parámetros apócales para juzgar y para actuar. Los juicios y las actuaciones de la gente, inciden también en el depósito del imaginario, el cual funciona como idea regulativa de las conductas. Las ideas regulativas, no existen en la realidad material, pero existen en la imaginación individual y en el imaginario colectivo, producen materialidad, es decir, efectos de la realidad. Uno de los componentes fundamentales del imaginario social es el sistema de la lengua. Cada grupo humano que se define con alguna finalidad comparte un denominador común, en este caso el discurso, que no es lo mismo que compartir un idioma. Las reglas que disciplinan los discursos surgen de las funciones específicas de cada grupo. Los sujetos cambian de discurso cada vez que cambian de roles o instituciones. La eficacia del discurso depende del éxito en conseguir los objetivos, los discursos deben estar avalados por las prácticas. Tanto los paradigmas como los imaginarios sociales al ser productos humanos, no permanecen estable o duradero a lo largo de la historia, sino por el contrario, ambos se van modificando constantemente, independientemente uno del otro. Los medios masivos de comunicación intervienen en forma activa en las ideas regulativas de las conductas, saberes de nuestro tiempo y finalmente en la formación de subjetividades, tal como sucede con la formación o construcción del sujeto SIDA.

Conclusión:

Para concluir tenemos que mencionar, ya sea por los paradigmas o por los imaginarios sociales, continuamente nuestras conductas, valores, apreciaciones, gustos y los ideales, están siendo sujetadas, a las practicas sociales de nuestro tiempo, lo cual significa estar plegado al sistema de valores y supuestos de una tradición cultural. Estamos sujetados a prácticas sociales-discursivas de nuestra época. Cada época tiene cierta disponibilidad para lo que se puede hacer y decir sin alterar demasiado el dispositivo. (Por ejemplo: si una persona se siente mal, enferma, nuestro imaginario social indica que lo mejor es consultar o recurrir con un medico, el imaginario social "marca" que esa actitud es adecuada; Pero si lo mismo le sucede a una persona indígena, el imaginario social le "marca", consultar con el chaman) Hay que mencionar que el imaginario no esta impuesto por la sociedad, sino que cada individuo participa inconscientemente primero para formar el imaginario individual, que luego se transforma en colectivo, en la medida que exista coincidencia valorativa entre las otras personas. Este cobra forma propia cuando se libera de las individualidades, y por lo tanto adquiere independencia respecto de los sujetos. El imaginario colectivo se constituye a partir de los discursos, las practicas sociales y los valores que circulan en una sociedad. El imaginario actúa como regulador de las conductas (adhesión o rechazo), es un dispositivo móvil, cambiante, impreciso y contundente a la vez. Produce materialidad, es decir, produce efectos concretos sobre los sujetos y su vida de relación. Por otro lado, hay que mencionar que para que se puedan resolver nuevos problemas a través de la nueva forma de producción del conocimiento, modo2, tiene que haber un cambio paradigmático y del imaginario social en la ciencia, para poder darle un espacio donde interactúen investigadores que lo consideren necesario a través de este modo. Aunque los modos1 y 2 son modos distintos de producción, interaccionan uno con el otro. Los especialistas formados en las ciencias disciplinares entran en la producción de conocimiento del modo2. Aunque algunos pueden regresar a su base disciplinar original, otros elegirán seguir un sendero de resolución compleja de problemas que viene determinado por una secuencia de contextos de aplicación.

Fuentes:

Los cambios de paradigmas en la historia reciente de Occidente:

Del Paganismo al Cristianismo.

La Revolución de la Información.

El descubrimiento de América.



viernes, 1 de febrero de 2008

Una nave llamada Tierra.


"Repentinamente, detrás de los bordes de la Luna, en prolongados lapsos de lento movimiento, de inmensa majestad, emerge allí una joya centelleante, azul y blanca, ligera, delicada esfera azul celeste, enlazada por lentas turbulencias de velo blanco, elevándose gradualmente como una pequeña perla en un espeso mar de oscuro misterio. Toma cierto tiempo entender plenamente que es la Tierra… nuestro hogar."

Edgar Mitchell

"Ed" Mitchell fue el sexto hombre en efectuar una compleja caminata sobre la ardua superficie lunar. De regreso a la tierra, un lapso más tarde, Edgar tuvo una experiencia para la cual nada en su vida lo había preparado. Mientras iniciaba la vuelta a su cuna planetaria, y con la convicción de una ecuación analítica que él siempre podría descifrar, tuvo una revelación íntima de total certidumbre. Fue cuando descubrió que ese mundo azul maravilloso al cual estaba retornando era parte de un sistema viviente, armonioso y holista del cual toda la humanidad forma parte ineludible -tal como él mismo lo expresara más tarde- "de un universo consciente", que goza de una interconexión donde el éxtasis espiritual es imprescindible.

Introducción:

Desde la perspectiva que tenemos en la Tierra, nuestro planeta parece ser grande y fuerte con un océano de aire interminable. Desde el espacio, los astronautas frecuentemente tienen la impresión de que la Tierra es pequeña, con una delgada y frágil capa de atmósfera. Para un viajero espacial, las características distintivas de la Tierra son las aguas azules, masas de tierra café y verde y nubes blancas contrastando con un fondo negro.

Muchos sueñan con viajar en el espacio y ver las maravillas del universo. En realidad todos nosotros somos viajeros espaciales. Nuestra nave es el planeta Tierra, viajando a una velocidad de 108,000 kilómetros (67,000 millas) por hora.

La Tierra es el tercer planeta más cercano al Sol, a una distancia de alrededor de 150 millones de kilómetros (93.2 millones de millas). A la Tierra le toma 365.256 días viajar alrededor del Sol y 23.9345 horas para que la Tierra rote una revolución completa. Tiene un diámetro de 12,756 kilómetros (7,973 millas), solamente unos cuantos kilómetros más grande que el diámetro de Venus. Nuestra atmósfera está compuesta de un 78 por ciento de nitrógeno, 21 por ciento de oxígeno y 1 por ciento de otros constituyentes.

La Tierra es el único planeta en el sistema solar que se sabe que mantiene vida. El rápido movimiento giratorio y el núcleo de hierro y níquel de nuestro planeta generan un campo magnético extenso, que, junto con la atmósfera, nos protege de casi todas las radiaciones nocivas provenientes del Sol y de otras estrellas. La atmósfera de la Tierra nos protege de meteoritos, la mayoría de los cuales se desintegran antes de que puedan llegar a la superficie.

De nuestros viajes al espacio, hemos aprendido mucho acerca de nuestro planeta hogar. El primer satélite americano, el Explorer 1, descubrió una zona de intensa radiación, ahora llamada los cinturones de radiación Van Allen. Esta capa está formada por partículas cargadas en rápido movimiento que son atrapadas por el campo magnético de la Tierra en una región con forma de dona rodeando el ecuador. Otros descubrimientos de los satélites muestran que el campo magnético de nuestro planeta está distorsionado en forma de una gota debido al viento solar.. También sabemos ahora que nuestra fina atmósfera superior, que antes se creía era calmada y sin incidentes, hierve con actividad creciendo de día y contrayéndose en las noches. Afectada por los cambios en la actividad solar, la atmósfera superior contribuye al tiempo y clima en la Tierra.

Además de afectar el clima en la Tierra, la actividad solar genera un fenómeno visual dramático en nuestra atmósfera. Cuando las partículas cargadas del viento solar se quedan atrapadas en el campo magnético de la Tierra, chocan con moléculas de aire sobre los polos magnéticos de nuestro planeta. Estas moléculas de aire entonces empiezan a emitir luz y son conocidas como "las auroras o las luces del norte y del sur".
Fuentes:
No se puede mostrar la imagen “http://www.solarviews.com/images/home_sp.gif” porque contiene errores.

Tierra frágil:

Vista desde el espacio exterior la Tierra se muestra con una belleza indescriptible. En medio de la densa oscuridad del universo, constituye una suerte de revelación en la que los mares, las nubes y los tonos sepias y verdes de continentes e islas producen un efecto de belleza difícilmente explicado por quienes se han aventurado por los inmensos caminos del cosmos. Los pocos hombres y mujeres que la han visto, sobre todo quienes la pudieron observar desde la perturbadora distancia de los viajes a la Luna, la describen de una manera a la vez desbordante y contenida. Estos navegantes parecen luchar con palabras e imágenes para trasmitir la experiencia sensorial y emocional de un planeta del cual se desprenden físicamente. Los viajeros parecen no tener referentes terrestres que les permitan establecer analogías precisas, para comunicar con mayor amplitud y riqueza su experiencia sensorial. Desde la ventana de la nave espacial la Tierra se aleja y empequeñece conforme se avanza hacia la Luna, pero este alejamiento se traduce en cercanía, conciencia y sensación de entendimiento del hombre y de la Tierra. “Veníamos a explorar la Luna y terminamos descubriendo la Tierra” dijo en una ocasión Bill Anders, astronauta del Apolo 8. Algunas descripciones mencionan al globo terráqueo como una hermosa canica azul, conscientes de que aun el más bello de estos objetos, resultaba poca cosa para describir lo que sus ojos miraban. Los astronautas dicen más con lo que dejan de decir.

Las imágenes de la Tierra vistas y trasmitidas por los astronautas provocaron sentimientos inéditos, emociones encontradas, así como un entendimiento y conciencia nueva del planeta y de sus habitantes. Una primera imagen es la de la Tierra como unidad. Su misma redondez es valorada conceptual y estéticamente como un verdadero descubrimiento. Aleksei Leonov pudo expresar: “La Tierra era absolutamente redonda. Creo que nunca supe el verdadero significado de la palabra redondo sino hasta que vi la Tierra desde el espacio”. Los astronautas no ven fronteras, razas, diferencias sociales, sólo una esfera colorida, como un adorno de navidad colgando en la negrura del espacio (James Irwin). La turista espacial Anousheh Ansari expresó no haber visto divisiones territoriales, razas o religión desde la Estación Espacial Internacional: “Todo lo que puedes ver es una sola Tierra”. El naciente movimiento ambiental pudo, basado en esta idea de unidad planetaria, movilizar en defensa de la Tierra, a distintos grupos sociales y pueblos, por el simple hecho de ser sus habitantes.

Otra imagen de la Tierra la presenta como algo vivo, distinguiéndose de la condición de naturaleza muerta que trasmiten sus vecinos Venus y Marte. Esta imagen vital del planeta ha alentado algunas interpretaciones, como es el caso de James Lovelock, quien en su teoría de la Gaia, ve a la Tierra como un organismo viviente. Todas las especies, al efectuar su reproducción individual, hacen posible la de todo el planeta. La atmósfera aparece en la visión de Lovelock como el sitio en el cual se expresa este intercambio vital donde las bacterias y otros microorganismos resultan fundamentales para asegurar el mantenimiento de la vida.

Una imagen más descubierta por los viajes espaciales es la de la Tierra como una nave espacial provista de recursos limitados. De aquí derivan dos figuras divulgadas a partir de los años sesenta y que han sido símbolo compartido por todo el movimiento ambientalista. Una es la de escasez y la otra es la de fragilidad. Jim Novell, tripulante del Apolo 8 y 13 lo expresó así: “Te provoca en un instante, justo a una posición de 240 mil millas de distancia de ella, una idea de lo insignificante que somos, de lo frágiles que somos y de lo afortunado que somos de tener un cuerpo que nos permite gozar el firmamento, los árboles y el agua…”. James Irwin lo sintió de esta manera: “Ese objeto hermoso, cálido y vivo se mira tan delicado, como si tocándolo con un dedo pudiera desmoronarse”.

La celebración del primer Día Mundial de la Tierra el 22 de abril de 1970, que hizo manifestarse a 300 mil personas en Estados Unidos, tenía entre sus motivaciones algunas de estas imágenes, esta emergente conciencia universal, el sentimiento cada vez más compartido de la Tierra como algo amenazado, que exige compromisos y estrategias comunes para detener la marcha destructiva de un progreso que se da a costa de los fundamentos de la vida. La última celebración del Día de la Tierra, el pasado 22 de abril, se dio en un contexto no muy distinto de ese que llevó a despertar conciencias y generar acciones en favor del planeta. Hoy día la amenaza del calentamiento global parece más real. Una diferencia con los años setenta consiste en que ahora hay más pruebas científicas. No obstante, las acciones para evitar la catástrofe escasean o no parecen ser lo suficientes ni estar a la altura del peligro anunciado.


No se puede mostrar la imagen “http://www.planetaazul.com.mx/www/wp-content/themes/planeta_azul/pix/logo.jpg” porque contiene errores.


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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"