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martes, 29 de marzo de 2011

La recapitulación personal

"Somos guerreros, y los guerreros tienen una sola cosa en mente: ser libres. Morir y ser devorado por el Águila es el destino del hombre. Por otra parte, querer salirnos de nuestro destino, querer entrar serenos y desprendidos a la libertad, es la audacia final. Cuando uno está listo para el último vuelo, se le hace una ofrenda al Águila; una ofrenda que casi es como darse uno mismo. Se le da al Águila un equivalente de uno. Esta ofrenda ellos la llaman la recapitulación personal."

La recapitulación es un concepto importante dentro del mundo chamánico. Como es ya sabido, los chamanes, y las religiones con clara herencia chamánica, creen que esta vida no es real. Para los chamanes esta vida es Maya, que es el concepto que actualmente muchos conocen como Matrix debido a la famosa película norteamericana de carácter fantástico: vivimos dentro de una simulación, de un juego.
Los chamanes estaban convencidos del sencillo paso que hay de una vida a otra, de la poca importancia de la muerte y de la continuidad del ciclo de renacimiento -muerte -nueva vida.
Es a través de esta recapitulación donde el guerrero toma conciencia sobre su vida, realizando un ejercicio de distanciamiento entre su esencia y su ego. Al recapitular un guerrero sabe que él es Esencia, que es parte del Todo más allá de las circunstancias de la actual encarnación.
Los seres humanos somos seres que forman parte del Todo, que se escindieron de él y que en su camino de retorno hacia este Todo, hemos decidido bajar a la Tierra y vivir en este mundo para aprender. Para ello, escogemos la vida que vamos a vivir, generamos un personaje, una vida con unas características, con unas vivencias, que le marcan el camino y las lecciones a aprender.

viernes, 18 de febrero de 2011

La realidad no ordinaria

"Cuando una persona logra ponerse en contacto con los espíritus, ya no necesita ningún maestro en la realidad ordinaria, ya que los espíritus le facilitan las respuestas. Los auténticos maestros del chamán le instruyen dentro de la realidad no ordinaria. No existe ninguna autoridad superior."

Los brujos nos hacen ver que la total naturaleza de la realidad es diferente a nuestro concepto de ella, o sea lo que nos han enseñado a creer que es la realidad. Intelectualmente estamos dispuestos a jugar con la idea que la cultura predetermina nuestra existencia, nuestra conducta, lo que estamos preparados para aprender y lo que podamos sentir. Pero no estamos dispuestos a corporizar esta idea, aceptarla como una propuesta práctica y concreta, y la razón es que no queremos aceptar que la cultura también predetermina lo que somos capaces de percibir.


martes, 29 de junio de 2010

Pases brujos: conservar la apariencia juvenil.

Clara estaba sentada en el sillón de ratán a la orilla del patio, cepillándose su lustroso cabello negro. Lo acomodó con las puntas de los dedos hasta que todo quedó en su lugar. Al terminar de arreglarse, se llevó la palma de la mano izquierda a la frente y la frotó suavemente con un movimiento circular. Luego se pasó la mano por encima de la cabeza y hasta la base de la nuca, para finalmente sacudir las muñecas y los dedos en el aire. Repitió esta secuencia de frotar y sacudir varias veces más. Observé sus movimientos, fascinada. No tenía nada de descuidados o casuales. Los ejecutó con intensa concentración, como si estuviese realizando una tarea de suma importancia.
-¿Qué estás haciendo? -pregunté, rompiendo el silencio- ¿Te estás dando una especie de masaje facial?
Clara me echó un vistazo. Yo estaba sentada en el otro sillón, imitando sus movimientos.
-Estos movimientos circulares impiden la formación de arrugas en la frente -indicó-. Tal vez te parezca un masaje facial, pero no lo es. Son pases brujos, movimientos de la mano diseñados para reunir la energía con un propósito específico.
-¿Qué propósito específico es ése? -pregunté, sacudiendo las muñecas en la misma forma que ella.
-El propósito de estos pases brujos es conservar la apariencia juvenil al impedir que se formen arrugas -replicó-. El propósito fue determinado con anterioridad, no por mí ni por ti sino por el poder mismo.
Debí admitir que, con respecto a Clara, si esa era la cuestión, definitivamente funcionaba. Tenía un cutis espléndido que hacía resaltar sus ojos verdes y cabello oscuro. Siempre había creído que su apariencia juvenil se debía a sus genes indígenas. No sospeché nunca que deliberadamente la cultivara por medio de movimientos específicos.
-Siempre que se reúne energía, como en el caso de estos pases brujos, lo llamamos poder -continuó Clara-. Recuerda, Taisha, que poder es cuando la energía se reúne, ya sea por sí sola o bajo el mando de alguien. Escucharás hablar mucho más acerca del poder, no sólo por mí sino también por mis parientes. Van a regresar cualquier día de estos.
Aunque Clara se refería constantemente a sus parientes, yo había perdido toda esperanza de conocerlos. Su referencia al poder era otro asunto muy diferente. No entendí nunca qué quería decir con poder.
-Te enseñaré unos pases brujos que debes ejecutar todos los días de tu vida a partir de ahora -anunció.
Lancé un suspiro quejumbroso. Eran tantas las cosas que me había enseñado y que según ella debía de hacerlas todos los días de mi vida: la respiración, la recapitulación, los ejercicios de kung fu, las largas caminatas. Si alineaba una tras otra las cosas que me dijo que hiciera, las horas del día no alcanzarían ni para la mitad.
-¡Por favor! No me tomes tan literalmente -dijo Clara al ver mi expresión afligida-. Estoy llenando tu cerebrito de todo lo posible, porque quiero que sepas de todas estas cosas. El conocimiento reúne energía, por eso el conocimiento es poder. Para hacer que funcione la brujería, debemos saber lo que estamos haciendo cuando enfocamos nuestro intento, no en el propósito, date cuenta, sino en el resultado del acto de brujería. Si intentamos el propósito de nuestras acciones de brujería, estaríamos creando brujería; tú y yo no tenemos tanto poder.
-No te entiendo, Clara -dije, acercando mi silla un poco- ¿Para qué no tenemos suficiente poder?
-Quiero decir que ni siquiera entre las dos juntas podemos reunir la energía abrumadora que se requeriría para crear un nuevo propósito. Pero en forma individual definitivamente podemos reunir suficiente energía para enfocar nuestro intento en el resultado de estos pases brujos: que no nos salgan arrugas. Es todo lo que podemos hacer, puesto que su propósito -mantenernos joven y de apariencia juvenil- ya está establecido.
-¿Es como la recapitulación, cuyo resultado final fue creado de antemano por el intento de los antiguos brujos? -pregunté.
-Exactamente -dijo Clara-. El intento de todos los actos de brujería ya está establecido. Sólo tenemos que enganchar nuestra conciencia con él.
Colocó su sillón en frente de mí, de modo que nuestras rodillas apenas se tocaban. Luego frotó cada pulgar vigorosamente en la palma de la otra mano y se los puso en el caballete de la nariz. Con trazos ligeros y parejos se los pasó sobre las cejas hasta las sienes.
-Este pase impedirá que se te hagan surcos entre las cejas -explicó.
Después de frotar los índices rápidamente uno con otro, como dos palos para encender un fuego, se los acercó a ambos lados de la nariz en posición vertical y suavemente los desplazó varias veces con un movimiento lateral sobre las mejillas.
-Esto es para despejar las cavidades de los sinus -indicó, estrechando deliberadamente los pasajes nasales-. En lugar de hurgarte la nariz, efectúa este movimiento.
No me agradó su referencia a que me hurgara la nariz, pero intenté el movimiento y en efecto me despejó los sinus, como lo había dicho.
-El siguiente es para evitar que se cuelguen las mejillas -señaló.
Frotó las palmas de las manos enérgicamente la una contra la otra y, con movimientos largos y firmes, se las deslizó hacia arriba sobre las mejillas hasta las sienes. Repitió el movimiento siete veces, siempre con trazos ascendentes lentos y uniformes.
Observé que tenía la cara sonrojada, pero aún no se detenía. Colocó el filo interno de la mano, con el pulgar doblado sobre la palma, arriba del labio superior, y se frotó de un lado a otro con un vigoroso movimiento de sierra.
Explicó que el punto en el que se unen la nariz y el labio superior, al frotarse enérgicamente, estimula el flujo de energía con destellos suaves y uniformes. De requerirse descargas mayores de energía, era posible obtenerlas picando el punto en el centro de la encía superior, debajo del labio superior y debajo del tabique de la nariz.
-Si te da sueño en la cueva al recapitular, frota enérgicamente el punto debajo de tu nariz y te reanimarás al instante -dijo.
Me froté el labio superior y percibí que se me destapaban la nariz y los oídos. También experimenté una ligera sensación de entumecimiento en el paladar. Duró pocos segundos, pero me quitó el aliento. Me dejó con la sensación de que estaba a punto de descubrir algo velado.
A continuación, Clara movió los índices de lado a lado debajo de la barbilla, otra vez con un rápido movimiento horizontal como de sierra. Explicó que estimular el punto debajo de la barbilla produce un estado sereno de alerta.
Agregó que también podemos activar este punto descansando la barbilla sobre una mesa baja al estar sentados en el piso. Siguiendo su sugerencia, pasé mi cojín al piso, me senté en él y apoyé la barbilla en un huacal que estaba justo en el nivel de mi cara. Al inclinarme al frente, ejercí una leve presión sobre el punto del mentón indicado por Clara. Tras unos cuantos momentos, sentí que mi cuerpo se tranquilizaba; un hormigueo me subió por la espalda y penetró en mi cabeza y mi respiración se tornó más profunda y más rítmica.
-Otra forma de despertar el centro debajo de la barbilla -continuó Clara- es acostarse boca abajo con los puños debajo del mentón, uno encima del otro.
Recomendó que, al realizar el ejercicio con los puños, debemos tensarlos para ejercer presión debajo de la barbilla y luego relajarlos para soltar la presión. Tensar y relajar los puños, indicó, produce un movimiento pulsante que envía pequeños destellos de energía a un centro vital conectado directamente con la base de la lengua. Subrayó que el ejercicio debe efectuarse de manera cautelosa, pues de otro modo podía resultar en dolor de garganta. Fui a sentarme otra vez en el sillón de ratón.
-Este grupo de pases brujos que te he enseñado -prosiguió Clara- debe practicarse diariamente, hasta que dejen de ser movimientos de masaje y se conviertan en lo que realmente son: pases brujos. ¡Obsérvame! -ordenó.
La vi repetir los movimientos que me había enseñado, salvo que ahora puso a bailar los dedos y las manos. Sus manos parecían penetrar profundamente en la piel de su cara; otras veces le pasaban por encima ligeramente, como deslizándose por la superficie de la piel, moviéndose de manera tan rápida que parecían desaparecer. Observar sus movimientos exquisitos me hipnotizó.
-Esta forma de pasar las manos no estuvo nunca en tu inventario -dijo, riéndose, al terminar-. Esto es brujería. Requiere un intento distinto del intento del mundo diario. Con toda la tensión que sube a la cara, definitivamente necesitamos un intento diferente si hemos de relajar los músculos y entonar los centros situados ahí.
Clara dijo que todas nuestras emociones dejan huellas en la cara, más que en cualquier otra parte del cuerpo. Por eso debemos liberar la tensión acumulada usando los pases brujos y el intento correspondiente.
Me miró fijamente por un instante y comentó:
-Veo por la tensión en tu cara que has estado meditando sobre tu recapitulación. Asegúrate de realizar tus pases antes de acostarte hoy por la noche, para borrar esos surcos de tu frente.
Fuentes:

"Donde Cruzan Los Brujos"
Por Taisha Abelar

 
Libro en PDF

lunes, 29 de marzo de 2010

¿Qué es Recapitular?

En principio hay que precisar que la recapitulación es un acto natural. Todos los seres humanos lo realizan antes de morir. De hecho, es el último acto que los seres vivientes realizan, justo antes de la desintegración de la individualidad que es la muerte.
Recapitulación no es recordar, es más precisamente revivir. Es la recuperación corporal de toda experiencia pasada.
Es nuestra capacidad de asociar y recordar lo que nos da un sentido de identidad individual y continuidad. Somos porque recordamos. Es natural que en el momento previo a dejar de ser, recordemos todo aquello que nos permitió ubicarnos como nosotros mismos, a lo largo de toda nuestra vida. Ese repaso vivencial es la recapitulación.

Una vez que el cuerpo ha completado su recapitulación final, se produce un estallido de conciencia total que dura únicamente el instante previo a la muerte definitiva. Por sólo un instante, merced a la recapitulación y en el momento de morir, somos conciencia pura.
Los efectos de la recapitulación son demasiado contundentes como para dejarlos de lado. Antes de mencionar sus efectos me interesa dejar claro que recapitular no es recordar. De hecho la recapitulación es el no hacer de la memoria. Y es que mientras los recuerdos son cosa mental, de pensamientos, la recapitulación es una memoria sensible que tiene más que ver con los sentimientos. Cuando recordamos, es nuestro ego el que recuerda por medio del diálogo interno, al que añadimos imágenes.
En la recapitulación en cambio, es el cuerpo el que recuerda y lo hace sintiendo, liberando los sentimientos que tiene almacenados.
La mayor parte de la gente tiene un gran apego a su pasado, y esto es muy natural si se toma en cuenta que el pasado es el soporte básico con que el ego se justifica a sí mismo. El pasado determina lo que somos y por él nos sentimos justificados a seguir comportándonos como lo hacemos normalmente, aunque sepamos que no nos hace bien. Pasamos gran parte de nuestro tiempo recordando el pasado. Sólo que no nos percatamos de que cuando recordamos lo que nos pasó, en realidad no estamos recordando esto, sino el discurso que elaboramos respecto de lo que nos pasó. No recordamos hechos, sino interpretaciones.

La recapitulación es un fenómeno corporal que tiene lugar en la totalidad de nuestro ser que recuerda, reviviendo sensiblemente los sentimientos implicados en los eventos que se recapitulan. La información que surge de ella, generalmente no concuerda con la información que nuestra memoria ordinaria (la mental) nos aporta de nuestra propia existencia.

Tal vez uno pueda pensar: ¿por qué ocuparse del pasado cuando lo que realmente nos compete es el presente? ¿no se nos ha insistido en vivir el aquí y ahora? Estas preguntas nos ponen de cara a un aspecto muy importante de la recapitulación; ella no se ocupa de un pasado que ocurrió y se fué, sino que sigue vigente en el momento actual, es un proceso que se encuentra registrado en nuestra persona presente y que de hecho está determinando todo cuanto somos y hacemos, nuestra manera de pensar, las cosas que se nos facilitan y las que nos son imposibles, las que deseamos y las que ni siquiera imaginamos, nuestros puntos fuertes y debilidades, la gente que nos atrae y la que evitamos, nuestro modo de vestir, nuestro modo de amar y experimentar afectos, en fin, todas esas características que quedan comprendidas en "lo que yo soy" y "la forma en que vivo".
Por todo lo anterior, recapitular no es ocuparse de algo que ya se fué, sino de algo que está operando de una manera contundente y comúnmente inevitable en cada instante de nuestra vida presente. Aquí y ahora cada persona está atada a otras personas, a un sin número de lugares, objetos y situaciones que no se ven a simple vista. Todas esas ataduras, son en realidad filamentos de la propia luminosidad que dejamos enganchados a lo largo de nuestra vida. Por eso, cuando queremos movernos, cambiar, intentar o emprender algo realmente nuevo, no podemos. Arrastramos con nosotros todos esos filamentos enganchados como un enorme peso que nos mantiene fijos en nuestras viejas rutinas, nuestro viejo modo de vivir. Cambian las personas con las que interactuamos, pero los acontecimientos se repiten.

De lo anterior se desprende que la recapitulación es también una puerta de liberación. Si soy capaz de conocer directamente, sin interpretaciones, de qué manera se formó mi ego, a qué cosas renuncié, que promesas del pasado arrastro secretamente, cómo es que llegue a creer que soy lo que creo que soy, si soy capaz de percatarme que mi ego es realmente la descripción que elabore en etapas pasadas de mi vida y que por tanto no es tan real ni tan definitivo como siempre creí, entonces, eso significa que soy capaz de cambiar y que no estoy condenado por esa burda historia a la que llamo mi pasado.
Técnicamente esto significa que si conozco cuáles son las rutinas estructurales de mi vida, tengo entonces la información necesaria para establecer los “no-haceres” más apropiados para desestructurarlas, para eliminar mi historia personal. Puedo entonces elegir cómo ser y cómo vivir. Puedo elegir en qué clase de mundo vivir. Puedo abandonar la repetición y el aburrimiento para elegir en su lugar la magia, el asombro y la alegría.

La realidad es que todos los seres humanos tenemos nuestros propios cuasi recuerdos del otro yo, que no se refieren obviamente a experiencias en estado de conciencia acrecentada, sino que se refieren a experiencias que fueron tan definitivas en nuestra vida, que el único alivio a lo que allí confrontamos fue olvidarlas por completo. Lo que sucede es que cuando el ego se topa con algo que no encaja con su propia descripción del mundo o de sí mismo, el hecho le resulta tan traumático que sencillamente lo descarta por completo o lo sustituye por alguna explicación o discurso. Ese olvido es posible porque lo que allí ocurrió no quedó registrado en la memoria ordinaria sino en la memoria paralela del otro yo, cuyo reporte de nuestra existencia resulta bien distinto del reporte de nuestro ego. En alguna parte de nuestro cuerpo como campo de energía se esconden nuestros cuasi recuerdos del otro yo. En ellos encontramos los mecanismos vigentes que nos cierran el paso hacia muchas de las experiencias que anhelamos, pero que parecen fuera de nuestro alcance. Encontramos por ejemplo las promesas.

A lo largo de nuestra vida, y en particular en momentos cruciales, efectuamos promesas que luego olvidamos en nuestra memoria ordinaria, pero que siguen teniendo un gran peso en nuestra vida.
En concordancia con la ley universal de generación, un pensamiento emitido y asociado con una emoción de intensidad, genera forma. Cargamos con estas promesas durante toda nuestra vida y perdemos así la libertad. Descubrir estas promesas escondidas en alguna parte de nuestro ser, conocerlas, es también la oportunidad de decidir si tales promesas tienen vigencia todavía o las hemos honrado lo suficiente y podemos por tanto renunciar a ellas.
La recapitulación es el medio conveniente para recuperar la conciencia de las promesas de nuestras vidas, es la oportunidad de saber verdaderamente quiénes somos.

Finalmente quiero hablar de la energía y su incremento, el más importante efecto de la recapitulación.
A lo largo de nuestra vida, en las múltiples interacciones que tenemos con otros seres humanos, experimentamos momentos dolorosos en que perdemos porciones completas de nuestra luminosidad. Particularmente en las situaciones en que se produce un fuerte intercambio emocional, experimentamos gran pérdida de energía, partes completas de nosotros mismos se quedan en el camino. Después de tales sucesos ya nunca volvemos a sentirnos completos, sentimos secretamente que nos falta algo, aunque seamos incapaces de comprender qué. En tales situaciones, al huevo luminoso o aura que nos rodea se le forman agujeros que seguirán a lo largo de toda nuestra vida, puntos por donde seguiremos drenando nuestra energía y así perdemos equilibrio y poder, lo que se expresa en la vida de la gente común en la tendencia repetitiva de continuar ejecutando actitudes desgastantes que se iniciaron a partir de la vivencia dolorosa de un fuerte intercambio emocional.
Uno de los ejemplos más comunes de lo anterior es la separación de los amantes. El que es abandonado siente que pierde una parte de sí mismo. Lo llega a sentir como un dolor físico, como un hueco que le queda a la altura del vientre. Esto no es una alegoría, sino que de hecho, el amor posesivo de nuestras sociedades occidentales, produce tal enganchamiento de filamentos luminosos que, al producirse la separación, necesariamente alguien sale mutilado y probablemente no se volverá a sentir completo por el resto de su vida. Lo mismo sucede con la pérdida por fallecimiento de un ser cercano o querido.
La recapitulación permite la recuperación de energía perdida a lo largo del camino, es el medio para tapar los agujeros en nuestra luminosidad o campo de energía.
Pero así como dejamos jirones de energía en que nos quedamos atados a momentos, lugares y situaciones del pasado, así también otras personas dejaron parte de su ser en nosotros. Nos dejaron su marca y por su marca pueden usurpar nuestro tiempo y espacio sin importar que estén cerca o lejos, vivas o muertas. Es por esto que en muchas situaciones yo, no soy yo, sino que soy alguien más. Soy mi padre, mi madre, mi maestro de la infancia, mi mejor amigo de antaño, mi antiguo amante o alguien más.
El desprendimiento de esos fragmentos incorporados secretamente a nuestro ser se logra también con la recapitulación.

En esencia, la recapitulación nos permite recuperar la totalidad de nosotros mismos y desprendernos de todas aquellas cargas que arrastrarnos a lo largo de nuestra vida presente e incluso aquellas que se colaron de existencias previas, las que normalmente llamamos karma.
La tarea de la recapitulación funciona en base a la ley de causa y efecto. Según esta ley, toda causa tiene su origen en el nivel del pensamiento, que a su vez genera sentimientos y emociones que sutilmente nos hacen actuar en la vida cotidiana de tal o cual manera. La forma específica y única en que actuamos en nuestra vida es lo que llamamos historia personal, y a este cúmulo de pensamientos, emociones y sentimientos que nos describen, lo llamamos ego.


Fuentes:

Resumen de "Las enseñanzas de Don Carlos" por Vicror Sánchez
Del Blog de Alex "De todo para todo"

lunes, 4 de mayo de 2009

Las enseñanzas de don Juan.

La crítica de la realidad de este mundo y del yo la hizo mejor que nadie, hace dos siglos, David Hume:
"Nada cierto podemos afirmar del mundo objetivo y del sujeto que lo mira, salvo que uno y otro son haces de percepciones instantáneas e inconexas ligadas por la memoria y la imaginación. El mundo es imaginario, aunque no lo sean las percepciones en que, alternativamente, se manifiesta y se disipa".
Puede parecer arbitrario acudir al gran crítico de la religión. No lo es:


"-Cuando veo esta mesa y esa chimenea, lo único que se me hace presente son determinadas percepciones particulares, que son de naturaleza semejante a la de todas las demás percepciones ... Cuando vuelvo mi reflexión sobre mí mismo, no puedo jamás percibir este yo mismo sin alguna o algunas percepciones: ni puedo percibir nada más que las percepciones. Es pues la composición de éstas lo que forma al yo".

Don Juan, el chamán yaqui, no dice algo muy distinto: "Lo que llamamos realidad no son sino "descripciones del mundo". Estas descripciones no son más sino menos consistentes e intensas que las visiones del peyote en ciertos momentos privilegiados. El mundo y yo: un haz de percepciones percibidas (¿emitidas?) por otro haz de percepciones. Sobre este escepticismo, ya no sensible sino racional, se construye lo que Hume llama la creencia -nuestra idea del mundo y de la identidad personal- y don Juan la visión del guerrero.


Esta obra esta basada en los estudios realizados por Carlos Castaneda; estudiante de antropología dando inicio en el verano de 1966, verano en el que conoce a don Juan.
El motivo principal por el cual comienza este trabajo etnográfico es el interés particular de Carlos Castaneda por conocer las propiedades y efectos del peyote. Es así como Carlos Castaneda realiza su estudio en un pueblo en el estado de Sonora, México.
El interés principal que movía a Castaneda era obtener información acerca del peyote, sin embargo, a lo largo de su estudio -donde en realidad él termina volviéndose él mismo sujeto de estudio-, este interés se convierte en toda una serie de experiencias que ni el mismo autor en diferentes circunstancias logra explicarlas, es decir, no logra dar una explicación en términos concordantes a una tradición Occidental.

Dentro de la obra Castaneda nos lleva a realizar un viaje a través de un mundo que se ha olvidado, o mejor dicho se ha subestimado y en muchas ocasiones hasta despreciado pero que sin embargo sigue siendo latente algo así como un submundo y que se trata nada menos que del conocimiento chamánico del antiguo México; pensamientos y sabiduría de miles de años acerca de la vida, la muerte y el universo.
Por supuesto todo ésto llevado de la mano de un conocimiento extraordinario de botánica y fisiología.
Es así como Carlos Cataneda nos relata sus experiencias con una claridad y sencillez extraordinarias. Toda la obra es un relato, o mejor dicho, como una gran platica, un intercambio de experiencias por parte del sabio y el neófito.

Las enseñanzas de don Juan se enfocan particularmente en tres clases de conocimiento: primeramente el manejo de las plantas alucinógenas que son el medio que conducen al poder
de la brujería.
En segundo lugar, determinando ya de antemano lo poderes de las plantas se nos conlleva a los planos de la adivinación y al de la transformación o nahualismo. (En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal -el nahual- cardinal en las creencias precolombinas.)
Para don Juan estos conocimientos, los cuales son nada menos que un legado de sabiduría a través de los siglos, se podían adquirir solo de una forma y esta era por medio de un total pragmatismo ya que esta forma, según don Juan, era la única forma de aprender:

...”le pedí explicarme el punto con más detalle, o describir la diferencia entre ambos efectos. Me miró largo rato y rió.
Dijo que aprender por medio de la conversación era no sólo un desperdicio sino una estupidez, porque el aprender era la tarea más difícil que un hombre podía echarse encima”

Uno de los aspectos más interesantes dentro de la obra y al cual se enfrenta el mismo Castaneda , es la labor que implica encontrar un aliado y la diferencia de éste con los instrumentos de poder; ambos aspectos esenciales en la cosmovisión chamánica ya que todo chamán posee uno o varios de éstos.

...”para explicar eso debo hablarte de la brujería del maíz pinto, que es una de las brujerías más poderosas que conozco. La brujería se hace con dos maicitos. A uno se lo esconde en el boton fresco de una flor amarilla. Luego, a la flor se la deja en algún lugar donde pueda quedar en contacto con la víctima: en el camino por donde él pase a diario, o en cualquier parte donde acostumbre llegar. Apenas la víctima pisa la flor, o la toca de cualquier manera, la brujería está hecha. El maicito pinto se hunde en su cuerpo.
-Qué pasa con el grano de maíz después de que el hombre lo toca?
-Todo su poder entra en el hombre y el grano queda libre. Se convierte en un maíz cualquiera. Puede dejarse en el sitio de la brujería, o puede barrerse; no importa. Es mejor barrerlo y echarlo al matorral para que algún pájaro se lo coma.
- Puede comérselo un pájaro antes de que el hombre lo toque?
- No. Ningún pájaro es tan estúpido, te lo aseguro. Los pájaros no se le acercan.

Don Juan describió entonces un procedimiento muy complejo por medio del cual pueden obtenerse tales maíces de poder.
- Debes tener en cuenta que el maíz pinto es un simple instrumento, no un aliado -dijo-. Cuando hayas hecho esa distinción no tendrás problema. Pero si consideras que esas herramientas son supremas, seras un tonto”.

El aliado supremo para don Juan es el peyote "Mescalito", el cual era fuente interminable de revelación de secretos, sin embargo esos secretos tenían que ser heredados de una u otra forma pero para esto se necesitaba escoger a un "elegido" tarea no fácil, ya que don Juan como chamán requería de "señales" que le indicaran a la persona correcta.

Esta es una de las características típicas del chamanismo: la transmisión de conocimientos y que gracias a ésta se ha podido preservar tal sabiduría a través de los siglos.

En la obra don Juan demuestra su confusión al recibir estas "señales" que señalaban a Castaneda como su elegido para la transmisión de sus conocimientos. Aquí el aspecto más inquietante para don Juan es el hecho de revelar sus conocimientos a una persona que no es india:

...-Tengo secretos. Tengo secretos que no podré revelar a nadie si no encuentro a mi escogido. La otra noche, cuando te ví jugar con Mescalito, se me aclaró que eras tú.
Pero no eres indio. ¡Qué extraño!

Resulta de especial interés percatarse de que para los propios indios, todos estos conocimientos resulten poco interesantes. El mismo chamán don Juan denota su preocupación al saber con tristeza que ya casi nadie se interesa por preservar todo un contexto y una cosmovisión y que sin embargo, y a pesar de todo, ha prevalecido y seguirá prevaleciendo.

"La sociedad de los brujos de México es una sociedad clandestina que se extiende en el tiempo y en el espacio. En el tiempo: es nuestra contemporánea, pero por sus creencias, prácticas y rituales hunde sus raíces en el mundo prehispánico; en el espacio: es una cofradía que por sus ramificaciones abarca a toda la república y penetra hasta el sur de los Estados Unidos. Una tradición sincretista, lo mismo por sus prácticas que por su visión del mundo. Por ejemplo, don Juan usa indistintamente el peyote, los hongos y la datura mientras que los chamanes de Huatla, según Munn se sirven únicamente de los hongos. En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal, el nahual, cardinal en las creencias precolombinas, al lado de conceptos de origen cristiano. Sin embargo, no me parece aventurado afirmar que se trata de un sincretismo en el que tanto el fondo como las prácticas son esencialmente precolombinas. La visión de don Juan es la de una civilización vencida y oprimida por el cristianismo virreinal y por las sucesivas ideologías de la República Mexicana, de los liberales del siglo XIX a los revolucionarios del XX. Un vencido indomable Las ideologías por las que matamos, y nos matan desde la Independencia, han durado poco; las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años."





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Las enseñanzas de don Juan.



viernes, 19 de septiembre de 2008

Comunicando el Diálogo Interno.

Aquellos familiarizados con los libros de Carlos Castaneda quizás recuerden esta cita:

Don Juan: Usted habla demasiado consigo mismo, y no es el único en hacerlo. Todos lo hacemos. Seguimos una conversación interior: rumiamos. Cuando está solo, ¿qué hace?
Castaneda: Hablo conmigo mismo.
Don Juan: ¿De qué habla?
Castaneda: No sé. De cualquier cosa, supongo.
Don Juan: Le voy a decir de qué hablamos: acerca de nuestro mundo. De hecho, mantenemos nuestro mundo con nuestra charla interior...
Castaneda: ¿Cómo puedo dejar de hablar conmigo mismo?
Don Juan: Antes que nada, tiene que usar sus oídos... Un guerrero está consciente de que el mundo cambiará en cuanto deje de hablarse a sí mismo, y que debe estar preparado para este salto monumental.
(Carlos Castaneda, "Una Realidad Aparte".)


¿Reconoce usted ese fenómeno en sí mismo? No sólo ocurre cuando estamos solos -en ese caso es más obvio-, pero en todo momento estamos "conversando" con nosotros mismos. ¿De qué hablamos? Comentamos situaciones, ensayamos conversaciones con otras personas: lo que deberíamos decirles, lo que debiéramos haberles dicho en tal o cual ocasión, lo injustos que han sido los otros o las circunstancias con nosotros, comentarios respecto a la situación del país, del mundo, de la familia o de otras personas, planificación de lo que haremos en un futuro próximo o lejano; realizamos balances económicos, rumiamos situaciones del pasado, fantaseamos con nuestras atracciones por otras personas, analizamos nuestros problemas y barajamos posibles soluciones, decidimos firmemente iniciar un proceso de cambio (hacer más ejercicio, dejar de fumar, tratar mejor a tal o cual persona, manejar con más prudencia...) etcétera, etcétera.

Si estamos conversando con otras personas, también hay "comentarios" presentes: estamos a gusto o no lo estamos, nos simpatiza o no esta persona, nos atrae o nos desagrada, especulamos si le atraemos o no le atraemos, barajamos comentarios acerca de lo que dice, el modo como lo dijo, las posibles implicancias de lo que dijo, su vestimenta, sus modales, etcétera. Obviamente, si atendemos a estos comentarios y no los comunicamos, no estamos de verdad con la otra persona, sino sólo en apariencia.

Estamos tan habituados a esto -todo el mundo lo hace y nosotros también- que puede que lo hallemos de lo más "normal" y que no veamos ningún perjuicio en el asunto. De hecho, la sola idea de comunicarles a los demás lo que pensamos suena aberrante, porque nos sentiríamos demasiado expuestos o bien temerosos del supuesto "daño" que les produciría escuchar lo que en verdad pensamos. Creo que el factor que más pesa para ni siquiera considerar un cambio de perspectiva es el juego social: ¡nadie dice la verdad! ¿Ve usted la televisión? ¿Escucha a los conductores de programas, a los candidatos políticos, a nuestros supuestos líderes? ¿Quiénes de ellos dicen la verdad? Generalmente, sólo aquellos que no tienen nada que perder.

Cuando el bla-bla interno sustituye a nuestra experiencia directa -cuando "colamos" lo que decimos y expresamos- nuestros recursos innatos, nuestra inteligencia y nuestra intuición son sustituídas por el mero intelecto. Perdemos la facultad de captar quiénes de verdad somos y quiénes de verdad son quienes nos rodean -objetos y personas, amigos, amantes, enemigos- en este momento, y la experiencia directa es reemplazada por meras ideas y conceptos. En cambio, organizamos nuestras relaciones de acuerdo con principios abstractos como belleza, nuestros "derechos" o la libertad y los principios terminan siendo lo más importante, en vez de lo que en verdad demanda una situación concreta. Los conceptos de derecho, bien, justicia (la gama de consideraciones éticas y morales) brotan para llenar la ausencia de sensibilidad de nuestra experiencia y la cualidad autista de nuestro contacto.

Podemos decir que, muy en general, hay dos tipos de personas: aquellos que dicen y expresan todo apenas lo piensan y aquellos que "cuelan" lo que dicen y que pierden, por tanto, su espontaneidad. Ninguno de estos dos estilos contribuye a las relaciones más conscientes entre las personas. El primer tipo de individuo se expresa irreflexivamente, convirtiéndose en una máquina -aparentemente espontánea- que emite una respuesta tan pronto recibe el estímulo. Presa de su condicionamiento, sus respuestas/reacciones son sólo las que se detonan automáticamente según sus experiencias previas. Insultará a quien no sea de su agrado, no por algún motivo claro basado en su sensibilidad presente, sino por alguna experiencia pasada cuya atingencia con esta situación y este momento puede ser nula. Obviamente, lo que esta persona necesita es sensibilizarse, caer al presente y dejarse sentir toda la gama de lo que le está ocurriendo ahora, en esta situación... y expresarse desde esa consciencia y sensibilidad.

Me extenderé más, sin embargo, en el segundo tipo de persona, aquélla a quien le resulta más difícil expresar lo que piensa y siente.

Revirtiendo la Situación

Paul Lowe describe así a estas personas: "Recuerden: no tengo un juicio respecto a esto, porque entiendo cómo llegaron donde están. Pero la verdad es que la mayoría de nosotros no es honesto nunca, nunca. No somos honestos, excepto en una emergencia, cuando nos invade el pánico. La mayoría de nosotros no le comunica a los demás lo que está pensando en el momento; tenemos un diálogo interno, y ésa es nuestra enfermedad. El diálogo interno es tu barrera hacia tu libertad, es aquello que obstaculiza tu contacto; primero, en tu relación contigo mismo, y luego entre tú y los demás".

Entre el extremo de la hipocresía total (disimular y disfrazar enteramente lo que sentimos) y la honestidad y transparencia deseables, hay muchos matices posibles. La peor forma de hipocresía es ocultar y disfrazar nuestras opiniones negativas tras la fachada opuesta, y más encima expresar esas opiniones a quien las quiera escuchar, a espaldas del afectado. Naturalmente, allí hay mucho que hacer y muchos caminos alternativos para mejorar. Puede partirse por ser más honesto con las personas, y dejar traslucir -en actos, palabras y gestos- lo que en realidad sentimos. Igualmente positivo resulta dejar de expresar opiniones respecto a otros a sus espaldas, a menos que estemos sinceramente dispuestos a expresárselas al afectado directamente. Todas las justificaciones que se ventilan socialmente para no hacerlo ("no herir" a los demás, los "buenos modales", que "esas cosas no se dicen", etc) son sólo eso: justificaciones para la cobardía, la hipocresía y el doble estándar caracteristicos de nuestra cultura.

Siguiendo adelante con los matices de esto, lo usual es que, sin necesariamente caer en lo anterior, al menos nos guardemos importantes sentimientos con las personas que nos rodean. Suelen ser estas cosas -dicho sea de paso- las que arruinan muchas relaciones de pareja: no expresarse mutuamente y a fondo lo que ambos sienten en los temas importantes para cada uno. Entonces, el asunto parte por expresar aquello que está "atascado" con otra persona (ver "Asuntos Inconclusos: disipadores de energia" Uno Mismo Nº 52, Abril 1994), yendo de mayor a menor respecto a lo que nos inquieta en nuestro interior. Estas cosas "atascadas" incluyen sentimientos tanto "negativos" como "positivos", desde lo que no hemos expresado por no atrevernos a hacerlo hasta lo que suponemos que es tan obvio que no vale la pena decirlo (pero puede que la otra persona no piense lo mismo).

Para lograr ventilar lo que no hemos dicho, no debemos vacilar en pedir una reunión con la persona involucrada, exclusivamente para este fin. Generalmente el resultado es sorprendentemente positivo si lo comparamos a la simpleza de la medida. Una vez expresados los asuntos inconclusos, podemos comenzar a preocuparnos de lo que no estamos diciendo en este momento, ahora. Al respecto, Paul Lowe -caluroso promotor de estas prácticas- sugiere: "Si estás preparado para comenzar con suavidad, como decir por ejemplo, "En este momento no estoy escuchando lo que estás diciendo", "No hallo interesante lo que dices", o bien "Tienes esa mirada en tu rostro… cuando la tienes, siento que no dices la verdad", o "Me estás contando una historia que me has relatado una y otra vez y no te siento a ti en esa historia", o "No creo que te des cuenta de lo hermoso(a) que eres en este momento. Veo ese brillo en tu cara y tú estás hablando acerca del pasado".

"Si desean mantener su seguridad y su comodidad, no lo harán. Puede ser tremendamente entretenido decir la verdad, pero no es cómodo hacerlo. Cada uno de nosotros sabe cuando alguien no está diciendo la verdad: lo saben, saben cuando retienen algo. Sabes cuando les atraes, saben cuando no les agradas, lo sabes". Te desconectas de eso, no estás aquí viviendo este momento como si fuese el último, viviendo este momento, estando aquí contigo mismo y con esta persona. Ahora bien: para que este proceso funcione a su máxima eficiencia, debes ir al encuentro de las dificultades, no evitarlas. Debes acercarte a las personas y decirles, "¿Qué opinas acerca de esa conversación, qué sientes respecto a mí en este momento? ¿Qué es lo que te gusta de mí y qué es lo que te desagrada?". No se nos ha entrenado a comunicarnos: se nos ha entrenado a mentir, y por tanto debemos de verdad hacer un esfuerzo, no evitar la incomodidad. Lo que habitualmente llamas "cómodo" está muerto, no está "vivo".

Hay algunos puntos importantes a tener en cuenta antes de emprender esta aventura. Pienso principalmente en tres:

(1) Los contenidos de nuestra mente -como lo sabe cualquiera que haya hecho un poco de introspección- no son para ser tomados demasiado en serio. Hay todo tipo de chatarra allí: mandatos grabados, frases de otras personas, opiniones de profesores, hasta un jingle que escuchamos en la radio, todo lo cual se repite al azar y mecánicamente. El problema se presenta cuando comenzamos a confundir nuestros pensamientos con la realidad y a tratarlos como tal.

Puede resultar más fácil comunicar nuestro diálogo interno si no creemos que lo que pensamos es tan importante y trascendental. Si una persona no nos cae bien, quizás es porque se parece a nuestra tía Ágata; o bien, quizás nuestra desconfianza con tal o cual persona no sea más que una paranoica re-creación de un episodio del pasado de características similares al presente. De igual modo, tomaremos menos a la tremenda lo que alguien piense de nosotros si consideramos la posibilidad de que lo más probable es que esta persona no nos esté realmente viendo a nosotros, sino simplemente usándonos de pantalla de sus experiencias previas.


(2) Responsabilidad. Un principio tremendamente útil y valioso para ser cada vez más libres es partir de la base de que nuestro estado interno depende de nosotros, y no de los demás. En términos prácticos: si lo que alguien nos dice "nos hiere", es muy probable que sea nuestra interpretación de ello lo que nos produce dolor, y no la otra persona. Con "nuestra interpretación", me refiero a cómo me resuena lo que el otro me dijo. Si cuestionó mi inteligencia y yo tengo dudas acerca de ella, eso es lo que me hace sentir el supuesto dolor -el revivir mi propia duda- y no lo que me dijo la otra persona.

Por lo tanto, sea lo que sea lo que otra persona me diga, ella no me está haciendo daño y la solución no es lograr que se calle o convencerla de que cambie de opinión. Lo que puedo hacer si deseo de veras atender al dolor es sentirlo y quedarme con él, aceptarlo y seguirme quedando con él por el tiempo que sea necesario hasta que la herida sane. Eso es lo único que aquietará nuestra reacción: mientras no hagamos esto, seguiremos estando a merced de lo que los demás opinen de nosotros.


(3) Privilegiar la consciencia. Al comunicar lo que siento, debo dejar de lado los deseos de simplemente vengarme, descargar mi agresividad sobre la otra persona, herirla o humillarla. Ésta sólo será una experiencia auténticamente positiva y constructiva si se basa en un deseo genuino de limpieza, transparencia y sinceridad, y si permanezco atento a mi propia sensibilidad y a la de la otra persona.

Beneficios

Nuevamente, Paul Lowe: "Si comenzaran a comunicarse su diálogo interno unos a otros en este momento, en este momento, sin editarlo, sin analizarlo para decidir si "¿Le agradaré o no a esta persona?", "¿Será verdad o no lo que digo?", "¿Estoy siendo arrogante acaso…?". Si sólo comenzaran a percatarse de su diálogo interno, se transformarían a sí mismos y se transformarán unos a otros. "Es algo tan simple.... Si sólo comenzaran a hacer eso, su vida se transformaría: atravesarían de un golpe toda esa cortina de basura, todo ese bla-bla mental, y comenzarían a estar presentes con ustedes mismos y los demás".

¿Qué significa "estar presente"? Algo que lamentablemente ocurre en forma muy escasa -a pesar de lo simple que es-: es estar atento, con mi cuerpo, mis sentidos y mi sensibilidad, a lo que está ocurriendo en este momento y este lugar, y no dejarme extraviar en, precisamente, el "diálogo interno". Estemos o no conscientes del hecho, éste tiende una cortina de anestesia que no nos deja estar en contacto con nuestra propia sensibilidad y mucho menos aún con la otra persona y la situación presente. Nuestra energía se halla volcada fundamentalmente a nuestra conversación privada con nosotros mismos. En palabras de Paul, "En cada instante existe la posibilidad de una vibración de verdad, de flujo; y, si no vivimos de acuerdo a eso, hay una aberración, la que se siente subjetivamente como incomodidad, y que es acumulativa".

Es difícil transmitir la liberación que significa no tener asuntos inconclusos ni nada retenido en un momento dado -y digo "en un momento dado" porque esto es algo que debe atenderse continuamente-. Don Juan dice, "el mundo cambiará en cuanto deje de hablarse a sí mismo, y debe estar preparado para este salto monumental": es verdad, y es algo que debe experimentarse directamente, superando nuestra tendencia a mantener nuestra comodidad e ilusoria seguridad. Si de veras deseamos vitalizarnos y superar la semi-inconsciencia que nos caracteriza, debemos correr el riesgo de incomodar a otros, de sufrir bochornos, de que nos critiquen. No existe otra forma de sacudirnos el verdadero traje de buzo que nos ha dejado nuestro condicionamiento y que esconde nuestra verdadera inocencia y espontaneidad.


El siguiente artículo no está escrito por Paul Lowe, pero me parece conveniente incluirlo debido a que se basa en un método que él enseña.


jueves, 18 de septiembre de 2008

El uso psicoterapéutico de los enteógenos.

“Una tendencia muy importante en el ser humano es el afán hacia la trascendencia espiritual, y la adicción a las drogas tiene mucho que ver con ésto como siendo una manifestación distorsionada de esta tendencia fundamental."


Ya que lo no racional no ha de desaparecer de la condición humana cuanto más nos esforzamos por negar su existencia,tanto más caemos bajo su implícito poder.
Porque las experiencias espirituales están asociadas a la experiencia de estados alterados de conciencia (EAC) es que la gente se anima a correr el riesgo de usar sustancias ilegales. Nuestra sociedad dice que alterar el estado de conciencia es onanista y perverso por contraposición a la gnosis chamánica. Los chamanes dicen que la satisfacción de los impulsos religiosos proviene de la experiencia directa con lo divino, y para ello utilizan las plantas sagradas.
Abraham Maslow denominó a estas experiencias directas con lo divino EXPERIENCIAS CUMBRES, pero este tipo de experiencias no están limitadas a los estados alterados producidos solamente por drogas, también puede ocurrir durante la ,meditación, hiperventilando, practicando yoga, hipnosis, etc.
La ciencia ortodoxa trata como subjetivos a estos estados , y por lo tanto no valiosos. Entonces estas formas de experiencias de éxtasis, de otras “dimensiones” de la unión mística, de belleza, de trascendencia del espacio temporal, pueden ser ubicadas como experiencias patológicas. La psiquiatría tradicional no distingue entre misticismo y psicosis, es por ésto que la psicología transpersonal integra a la ciencia al estudio de las potencialidades espirituales del hombre, utilizando técnicas para alterar el estado de conciencia, ya que los fenómenos espirituales parecen incomprensibles en el estado de conciencia ordinario.
Los estados alterados pueden tener un costado peligroso, ya que al disminuir las defensas, pueden aparecer materiales inaceptables de nuestro pasado personal ( que estaban reprimidos) y provocar perturbación e ir exacerbándose si la persona no sabe cómo manejarse con su angustia y alcanzar niveles aterradores (bad trip), por eso es aconsejable una preparación psicológica, aprender a diferenciar lo que viene de adentro de lo que viene de afuera y, fundamentalmente, trabajar bajo un contexto psicoterapéutico y contenedor, con terapeutas debidamente entrenados y cualificados. Pero a pesar de los riesgos, los fenómenos espirituales, nuestros contenidos inconsciente y los estados alterados con ellos asociados son demasiado importantes para ignorarlos. En psicoterapia utilizamos la información que aparece al levantarse la represión para reestructurar pautas de comportamiento indeseado.
Muchos de los psicoactivos son semejantes y a veces idénticos a sustancias normalmente producidas por el cuerpo. Dichas sustancias exógenas son aceptadas por el sistema nervioso central y alteran provisionalmente el estado de las aminas biogénicas para producir sus efectos. También hay que considerar el efecto mismo ya que la capacidad para dicha experiencia sugiere que el estado psicodélico es inhe rentemente básico a aspectos de nuestra psique que normal mente son inaccesibles en la fase de vigilia. Por lo tanto bajo circunstancia apropiadas, dichas sustancias químicas pueden permitir provisionalmente a un individuo un hondo y amplio acceso a su mente.
Mediante el sueño tenemos acceso a ciertos aspectos de nuestra psique que son normalmente inaccesibles en la conciencia de vigilia. Los enteógenos sirven para producir estados que se experimentan durante el sueño o en raras epifanías extáticas cuando estamos despiertos.
En contraste con la mayoría de las drogas, los enteógenos no generan dependencia física. Una rápida y provisional tolerancia (que no se compensa aumentan do la dosis) es también característica.Fundamental mente sirven para ubicar los condicionamientos tempranos y reestructurarlos, sentir altruismo al disolverse momentánea mente los límites de nuestro ego, lograr mayor visión interna, mayor lucidez y por lo tanto importantes insight. Acceder a la parte de uno que puede ver las fuerzas, los impulsos que hay detrás de nuestros propios actos y emociones, ser capaz de seguir el curso de un pensamiento y dirigir nuestras vidas con mayor claridad y consciencia.
A las plantas maestras también se las llama enteógenos, psicógenos, psicodislépticos, y algunas de ellas son el peyote, hongos psilocibínicos, ayahuasca,etc.
Abraham Maslow en su libro “The psychology of Science” ha mostrado como la ciencia puede ser el mejor mecanismo de defensa neurótico inventado por el hombre, porque el rechazo selectivo de parte del conocimiento humano es una maniobra defensiva y por lo tanto neurótica, y por miedo, elimina las experiencias transpersonales como objeto digno de estudio.
Lo que nos conviene a todos es que la ciencia sea un sistema abierto de maduración personal.
La física moderna nos enseña la unidad general del universo donde la conciencia tiene un papel mucho más cercano al que han descrito los grandes místicos.
La trascendencia del ego es el comienzo para empezar a sanar.

Fuentes:

Por Lic. Silvia Polivoy



jueves, 10 de julio de 2008

La mirada anterior.

Hace unos años me dijo Henri Michaux: "Yo comencé publicando pequeñas plaquettes de poesía. El tiro era de unos 200 ejemplares. Después subí a 2 mil y ahora he llegado a los 20 mil. La semana pasada un editor me propuso publicar mis libros en una colección que tira 100 mil ejemplares. Rehusé: lo que quiero es regresar a los 200 del principio." Es difícil no simpatizar con Michaux: más vale ser desconocido que mal conocido. La mucha luz es como la mucha sombra: no deja ver. Además, la obra debe preservar su misterio. Cierto, la publicidad no disipa los misterios y Homero sigue siendo Homero después de miles de años y miles de ediciones. No los disipa pero los degrada: hace de Prometeo un espectáculo de circo, de Jesucristo una estrella de music-hall, de Las meninas un icono de obtusas devociones y de los libros de Marx objetos simultáneamente sagrados e ilegibles (en los países comunistas nadie los lee y todos juran en vano sobre ellos). La degradación de la publicidad es una de las fases de la operación que llamamos consumo. Transformadas en golosinas, las obras son literalmente deglutidas, ya que no gustadas, por lectores apresurados y distraídos.

Algunos desesperados de talento oponen a las facilidades un texto impenetrable. Recurso suicida. La verdadera defensa de la obra consiste en irritar y seducir la atención del lector con un texto que pueda leerse de muchas maneras. El ejemplo mayor es Finnegans Wake; la dificultad de ese libro no depende de que su significado sea inaccesible sino de que es múltiple: cada frase y cada palabra es un haz de sentidos, un puñado de semillas semánticas que Joyce siembra en nuestras orejas con la esperanza de que germinen en nuestra cabeza. Ixión convertido en libro, Ixión y sus reflexiones, flexiones y fluxiones. Una obra que dura -lo que llamamos: un clásico- es una obra que no cesa de producir nuevos significados. Las grandes obras se reproducen a sí mismas en sus distintos lectores y así continuamente. De la capacidad de auto producción se sigue la pluralidad de significados y de ésta la multiplicidad de lecturas. Sólo hay una manera de leer las últimas noticias del diario pero hay muchas de leer a Cervantes. El periódico a hijo de la publicidad y ella lo devora: es un lenguaje que se usa y que, al usarse, se gasta que termina en el cesto de basura; el Quijote es un lenguaje que al usarse se reproduce y se vuelve otro. Es una transparencia ambigua: el sentido deja ver otros posibles sentidos.


¿Qué pensará Carlos Castaneda de la inmensa popularidad de sus obras? Probablemente se encogerá de hombros: un equívoco más en una obra que desde su aparición provoca el desconcierto y la incertidumbre. En la revista Time se publicó hace unos meses una extensa entrevista con Castaneda. Confieso que el "misterio Castaneda" me interesa menos que su obra. El secreto de su origen -¿es peruano, brasileño o chicano?- me parece un enigma mediocre, sobre todo si se piensa en los enigmas que nos proponen sus libros. El primero de esos enigmas se refiere a su naturaleza: ¿antropología o ficción literaria? Se dirá que mi pregunta es ociosa: documento antropológico o ficción, el significado de la obra es el mismo. La ficción literaria es ya un documento etnográfico y el documento, como sus críticos más encarnizados lo reconocen, posee indudable valor literario. El ejemplo de "Tristes Tropiques" -autobiografía de un antropólogo y testimonio etnográfico- contesta la pregunta. ¿La contesta realmente? Si los libros de Castaneda son una obra de ficción literaria, lo son de una manera muy extraña: su tema es la derrota de la antropología y la victoria de la magia; si son obras de antropología, su tema no puede ser lo menos: la venganza del "objeto" antropológico (un brujo) sobre el antropólogo hasta convertirlo en un hechicero. Antiantropología.

La desconfianza de muchos antropólogos ante los libros de Castaneda no se debe sólo a los celos profesionales o a la miopía del especialista. Es natural la reserva frente a una obra que comienza como un trabajo de etnografía (las plantas alucinógenas -peyote, hongos y datura- en las prácticas y rituales de la hechicería yaqui) y que a las pocas páginas se transforma en la historia de una conversión. Cambio de posición: el "objeto" del estudio -don Juan, chamán yaqui- se convierte en el sujeto que estudia y el sujeto -Carlos Castaneda, antropólogo- se vuelve el objeto de estudio y experimentación. No sólo cambia la posición de los elementos de la relación sino que también ella cambia. La dualidad sujeto/objeto -el sujeto que conoce y el objeto por conocer- se desvanece y en su lugar aparece la de maestro/neófito. La relación de orden científico se transforma en una de orden mágico-religioso. En la relación inicial, el antropólogo quiere conocer al otro; en la segunda, el neófito quiere convertirse en otro.

La conversión es doble: la del antropólogo en brujo y la de la antropología en otro conocimiento. Como relato de su conversión, los libros de Castaneda colindan en un extremo con la etnografía y en otro con la fenomenología, más que de la religión, de la experiencia que he llamado de la otredad. Esta experiencia se expresa en la magia, la religión y la poesía pero no sólo en ellas: desde el paleolítico hasta nuestros días es parte central de la vida de hombres y mujeres. Es una experiencia constitutiva del hombre, como el trabajo y el lenguaje. Abarca del juego infantil al encuentro erótico y del saberse solo en el mundo a sentirse parte del mundo. Es un desprendimiento del yo que somos (o creemos ser) hacia el otro que también somos y que siempre es distinto de nosotros. Desprendimiento: aparición: Experiencia de la extrañeza que es ser hombres. Como destrucción critica de la antropología, la obra de Castaneda roza las opuestas fronteras de la filosofía y la religión. Las de la filosofía porque nos propone, después de una crítica radical de la realidad, otro conocimiento, no-científico y alógico; las de la religión porque ese conocimiento exige un cambio de naturaleza en el iniciado: una conversión. El otro conocimiento abre las puertas de la otra realidad a condición de que el neófito se vuelva otro. La ambigüedad de los significados se despliega en el centro de la experiencia de Castaneda. Sus libros son la crónica de una conversión, el relate de un despertar espiritual y, al mismo tiempo, son el redescubrimiento y la defensa de un saber despreciado por Occidente y la ciencia contemporánea. El tema del saber está ligado al del poder y ambos al de la metamorfosis: el hombre que sabe (el brujo) es el hombre de poder (el guerrero) y ambos, saber y poder, son las llaves del cambio. El brujo puede ver la otra realidad porque la ve con otros ojos -con los ojos del otro.

Los medios para cambiar de naturaleza son ciertas drogas usadas por los indios americanos. La variedad del las plantas alucinógenas que conocían las sociedades precolombinas es asombrosa, del yagé o ayahuasca de Sudamérica al peyote del altiplano mexicano, y de los hongos de las montañas de Oaxaca y Puebla a la datura que da don Juan a Castaneda en el primer libro de la trilogía. Aunque los misioneros españoles conocieron (y condenaron) el uso de substancias alucinógenas por los indios, los antropólogos modernos no se interesaron en el tema sino hasta hace muy poco tiempo.En realidad, señala Michael J. Harner, "los estudios más importantes sobre la materia se deben, más que a los antropólogos, a farmacólogos como Lewin y a botánicos como Schultz y Watson." Uno de los méritos de Castaneda es haber pasado de la botánica y la fisiología a la antropología. Castaneda ha penetrado en una tradición cerrada, una sociedad subterránea y que coexiste, aunque no convive, con la sociedad moderna mexicana. Una tradición en vías de extinción: la de los brujos, herederos de los sacerdotes y chamanes precolombinos.

La sociedad de los brujos de México es una sociedad clandestina que se extiende en el tiempo y en el espacio. En el tiempo: es nuestra contemporánea, pero por sus creencias, prácticas y rituales hunde sus raíces en el mundo prehispánico; en el espacio: es una cofradía que por sus ramificaciones abarca a toda la república y penetra hasta el sur de los Estados Unidos. Una tradición sincretista, lo mismo por sus prácticas que por su visión del mundo. Por ejemplo, don Juan usa indistintamente el peyote, los hongos y la datura mientras que los chamanes de Huatla, según Munn, se sirven únicamente de los hongos. En las ideas de don Juan sobre la naturaleza de la realidad y del hombre aparece continuamente el tema del doble animal, el nahual, cardinal en las creencias precolombinas, al lado de conceptos de origen cristiano. Sin embargo, no me parece aventurado afirmar que se trata de un sincretismo en el que tanto el fondo como las prácticas son esencialmente precolombinas. La visión de don Juan es la de una civilización vencida y oprimida por el cristianismo virreinal y por las sucesivas ideologías de la República Mexicana, de los liberales del siglo XIX a los revolucionarios del XX. Un vencido indomable. Las ideologías por las que matamos, y nos matan desde la Independencia, han durado poco; las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años.

Es notable, mejor dicho: reveladora, la ausencia de nombres mexicanos entre los de los investigadores de la faz secreta, nocturna de México. Esta indiferencia podría atribuirse a una deformación profesional de nuestros antropólogos, víctimas de prejuicios cientistas que, por lo demás, no comparten todos sus colegas de otras partes. A mi juicio se trata más bien de una inhibición debida a ciertas circunstancias históricas y sociales. Nuestros antropólogos son los herederos directos de los misioneros, del mismo modo que los brujos lo son de los sacerdotes prehispánico. Como los misioneros del siglo XVI, los antropólogos mexicanos se acercan a las comunidades indígenas no tanto para conocerlas como para cambiarlas. Su actitud es inversa a la de Castaneda. Los misioneros querían extender la comunidad cristiana a los indios; nuestros antropólogos quieren integrarlos en la sociedad mexicana. El etnocentrismo de los primeros era religioso, el de los segundos es progresista y nacionalista. Esto último limita gravemente su comprensión de ciertas formas de vida. Sahagún comprendía profundamente la religión india, incluso sí la concebía como una monstruosa artimaña del demonio, porque la contemplaba desde la perspectiva del cristianismo. Pata los misioneros las creencias y prácticas religiosas de los indios eran algo perfectamente serio, endemoniadamente serio; pata los antropólogos son aberraciones, errores, productos culturales que hay que clasificar y catalogar en ese museo de curiosidades y monstruosidades que se llama etnografía.

Otro de los obstáculos para la recta comprensión del mundo indígena, lo mismo el antiguo que el contemporáneo, es la extraña mezcla de behaviorismo norteamericano y de marxismo vulgar que impera en los estudios sociales mexicanos. El primero es menos dañino; limita la visión pero no la deforma. Como método científico es valioso, no como filosofía de la ciencia. Esto es evidente en la esfera de la lingüística, la única de las llamadas ciencias sociales que se ha constituido verdaderamente como tal. No es necesario extenderse sobre el tema: Chomsky ha dicho ya lo esencial. La limitación del marxismo es de otra índole. Reducir la magia a una mera superestructura ideológica puede ser, desde cierto punto de vista, exacto. Sólo que se trata de un punto de vista demasiado general y que no nos deja ver el fenómeno en su particularidad concreta. Entre antropología y marxismo hay una oposición. La primera es una ciencia o, más bien, aspira a convertirse en una; por eso se interesa en la descripción de cada fenómeno particular y no se atreve sino con las mayores reservas a emitir conclusiones generales. Todavía no hay leyes antropológicas en el sentido en que hay leyes físicas. El marxismo no es una ciencia, sino una teoría de la ciencia y de la historia (más exactamente: una teoría histórica de la ciencia); por eso engloba todos los fenómenos sociales en categorías históricas universales: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo. El modelo histórico del marxismo es sucesivo, progresista y único; quiero decir, todas las sociedades han pasado, pasarán o deben pasar por cada una de las fases de desarrollo histórico, desde el comunismo original hasta el comunismo de la era industrial. Para el marxismo no hay sino una historia, la misma para todos. Es un universalismo que no admite la pluralidad de civilizaciones y que reduce la extraordinaria diversidad de sociedades a unas cuantas formas de organización económica. El modelo histórico de Marx fue la sociedad occidental; el marxismo es un etnocentrismo que se ignora.

En otras páginas me he referido a la función de las drogas alucinógenas en la experiencia visionaria (Corriente Alterna, México, 1967). Sería una impertinencia repetir aquí lo que dije entonces, de modo que me limitaré a recordar que el uso de los alucinógenos puede equipararse a las prácticas ascéticas: son medios predominantemente físicos y fisiológicos para provocar la iluminación espiritual. En la esfera de la imaginación son el equivalente de lo que son el ascetismo para los sentidos y los ejercicios de meditación para el entendimiento. Apenas si debo añadir que, para ser eficaz, el empleo de las substancias alucinógenas ha de insertarse en una visión del mundo y del trasmundo, una escatología, una teología y un ritual. Las drogas son parte de una disciplina física y espiritual, como las prácticas ascéticas. Las maceraciones del eremita cristiano corresponden a los padecimientos de Cristo y de sus mártires; el vegetarianismo del yoguín a la fraternidad de todos los seres vivos y a los misterios del karma; los giros del derviche a la espiral cósmica y a la disolución de las formas en su movimiento. Dos transgresiones opuestas, pero coincidentes, de la sexualidad normal: la castidad del clérigo cristiano y los ritos eróticos del adepto tantrista. Ambas son negaciones religiosas de la generación animal. La comunión huichol del peyote implica prohibiciones sexuales y alimenticias más rigurosas que la Cuaresma católica y el Ramadán islámico. Cada una de estas prácticas es parte de un simbolismo que abarca al macrocosmos y al microcosmos; cada una de ellas, asimismo, posee una periodicidad rítmica, es decir, se inscribe dentro de un calendario sagrado. La práctica es visión y sacramento, momento único y repetición ritual.

Las drogas, las prácticas ascéticas y los ejercicios de meditación no son fines sino medios. Si el medio se vuelve fin, se convierte en agente de destrucción. El resultado no es la liberación interior sino la esclavitud, la locura y no la sabiduría, la degradación y no la visión. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos años. Las drogas alucinógenas se han vuelto potencias destructivas porque han sido arrancadas de su contexto teológico y ritual. Lo primero les daba sentido, trascendencia; lo segundo, al introducir períodos de abstinencia y de uso, minimizaba los trastornos psíquicos y fisiológicos. El uso moderno de los alucinógenos es la profanación de un antiguo sacramento, como la promiscuidad contemporánea es la profanación del cuerpo. Los alucinógenos, por lo demás, sólo son en la primera fase de la iniciación. Sobre este punto Castaneda es explícito y terminante: una vez rota la percepción cotidiana realidad -una vez que la visión de la otra realidad cesa de ofender a nuestros sentidos y a nuestra razón -las drogas salen sobrando. Su función es semejante a la del mandala del budismo tibetano: es un apoyo de la meditación, necesario para el principiante, no para el iniciado.

La acción de los alucinógenos es doble: son una crítica de la realidad y nos proponen otra realidad. El mundo que vemos, sentimos y pensamos aparece desfigurado y distorsionado; sobre sus ruinas se eleva otro mundo, horrible o hermoso, según el caso, pero siempre maravilloso. (La droga otorga paraísos e infiernos conforme a una justicia que no es de este mundo, pero que, indudablemente, se parece a la del otro según lo han descrito los místicos de todas las religiones.) La visión de la otra realidad reposa sobre las ruinas de esta realidad. La destrucción de la realidad cotidiana es el resultado de lo que podría llamarse la crítica sensible del mundo. Es el equivalente, en la esfera de los sentidos, de la crítica racional de la realidad. La visión se apoya en un escepticismo radical que nos hace dudar de la coherencia, consistencia y aun existencia de este mundo que vemos, oímos, olemos y tocamos. Para ver la otra realidad hay que dudar de la realidad que vemos con los ojos. Pirrón es el patrono de todos los místicos y chamanes.

La crítica de la realidad de este mundo y del yo la hizo mejor que nadie, hace dos siglos, David Hume: nada cierto podemos afirmar del mundo objetivo y del sujeto que lo mira, salve que uno y otro son haces de percepciones instantáneas e inconexas ligadas por la memoria y la imaginación. El mundo es imaginario, aunque no lo sean las percepciones en que, alternativamente, se manifiesta y se disipa. Puede parecer arbitrario acudir al gran crítico de la religión. No lo es: "When I view this table and that chimney, nothing is present to me but particular perceptions, which are of a like nature with all the other perceptions... When I turn my reflection on myself, I never can perceive this self without some one or more perceptions: nor can I ever perceive anything but the perceptions. It is the compositions of these, therefore, which forms the self".

"Cuando veo esta mesa y esa chimenea,
lo único que se me hace presente son determinadas percepciones particulares,
que son de naturaleza semejante a la de todas las demás percepciones…
Cuando vuelvo mi reflexión sobre mí mismo,
no puedo jamás percibir este yo mismo sin alguna o algunas percepciones:
ni puedo percibir nada más que las percepciones.
Es pues la composición de éstas lo que forma al Yo
"

Don Juan, el chamán yaqui, no dice algo muy distinto: lo que llamamos realidad no son sino "descripciones del mundo" (pinturas las llama Castaneda, siguiendo en esto a Russell y a Wittgenstein más que a su maestro yaqui). Estas descripciones no son más sino menos consistentes e intensas que las visiones del peyote en ciertos mementos privilegiados. El mundo y yo: un haz de percepciones percibidas (¿emitidas?) por otro haz de percepciones. Sobre este escepticismo, ya no sensible sino racional, se construye lo que Hume llama la creencia -nuestra idea del mundo y de la identidad personal- y don Juan la visión del guerrero.

El escepticismo, si es congruente consigo mismo, está condenado a negarse. En un primer memento su crítica destruye los fundamentos pretendidamente racionales en que descansa nuestra fe en la existencia del mundo y del ser del hombre: uno y otro son opiniones, creencias desprovistas de certidumbre racional. El escéptico se sirve de la razón para mostrar las insuficiencias de la ratón, su sinrazón secreta. Inmediatamente después, en un movimiento circular, se vuelve sobre sí mismo y examina su razonamiento: si su crítica ha sido efectivamente racional, debe estar marcada por la misma inconsistencia. La sinrazón de la razón, la incoherencia, aparecen también en la crítica de la ratón. El escéptico tiene que cruzarse de brazos y, para no contradecirse una vez más, resignarse al silencio y a la inmovilidad. Si quiere seguir viviendo y hablando debe afirmar, con una sonrisa desesperada, la validez no-racional de las creencias.

El razonamiento de Hume, incluso su crítica del yo, aparece en un filósofo budista del siglo II, Nagarjuna. Pero el nihilismo circular de Nagarjuna no termina en una sonrisa de resignación sino en una afirmación religiosa. El indio aplica la crítica del budismo a la realidad del mundo y del yo -son vacuos, irreales- al budismo mismo: también la doctrina es vacua, irreal. A su vez, la crítica que muestra la vacuidad e irrealidad de la doctrina es vacua, irreal. Si todo está vacío también "todo-está-vacío-incluso-la-doctrina-todo-está-vacío" está vacío. El nihilismo de Nagarjuna se disuelve a sí mismo y reintroduce sucesivamente la realidad (relativa) del mundo y del yo, después la realidad (también relativa) de la doctrina que predica la irrealidad del mundo y del yo y, al fin, la realidad (igualmente relativa) de la crítica de la doctrina que predica la irrealidad de mundo y del yo. El fundamento del budismo con sus millones de mundos y, en cada uno de ellos, sus millones de Budas y Bodisatvas es un precipicio en el que nunca nos despeñamos. El precipicio es un reflejo que nos refleja.

No sé qué pensarán don Juan y don Genaro de las especulaciones de Hume y de Nagarjuna. En cambio, estoy (casi) seguro de que Carlos Castaneda las aprueba -aunque con cierta impaciencia. Lo que le interesa no es mostrar la inconsistencia de nuestras descripciones de la realidad -sean las de la vida cotidiana o las de la filosofía- sino la consistencia de la visión mágica del mundo. La visión y la práctica: la magia es ante todo una práctica. Los libros de Castaneda, aunque poseen un fundamento teórico: el escepticismo radical, son el relate de una iniciación a una doctrina en la que la práctica ocupa el lugar central. Lo que cuenta no es lo que dicen don Juan y don Genaro, sino lo que hacen. ¿Y qué hacen? Prodigios. Y esos prodigios ¿son reales o ilusorios? Todo depende, dirá con sorna don Juan, de lo que se entienda por real y por ilusorio. Tal vez no son términos opuestos y lo que llamamos realidad es también ilusión. Los prodigios no son ni reales ni ilusorios: son medios para destruir la realidad que vemos. Una y otra vez el humor se desliza insidiosamente en los prodigios como si la iniciación fuese una larga tomadura de pelo. Castaneda debe dudar tanto de la realidad de la realidad cotidiana, negada por los prodigios, como de la realidad de los prodigios, negada por el humor. La dialéctica de don Juan no está hecha de razones sino de actos pero no por eso es menos poderosa que las paradojas de Nagarjuna, Diógenes o Chuang-Tseu.

La función del humor no es distinta de la de las drogas, el escepticismo racional y los prodigios: el brujo se propone con todas esas manipulaciones romper la visión cotidiana de la realidad, trastornar nuestras percepciones y sensaciones, aniquilar nuestros endebles razonamientos, arrasar nuestras certidumbres -para que aparezca la otra realidad. En el último capítulo de "Journey to Ixtlán", Castaneda ve a don Genaro nadando en el piso del cuarto de don Juan como si nadase en una piscina olímpica. Castaneda no da crédito a sus ojos no sabe si es víctima de una farsa o si está a punto de ver. Por supuesto, no hay nada que ver. Eso es lo que llama don Juan: parar el mundo, suspender nuestros juicios y opiniones sobre la realidad. Acabar con el "esto" y el "aquello", el sí y el no, alcanzar ese estado dichoso de imparcialidad contemplativa a que han aspirado todos los sabios.

La otra realidad no es prodigiosa: es. El mundo de todo los días es el mundo de todos los días: ¡qué prodigio!

La iniciación de Castaneda puede verse como un regreso, guiado por don Juan y don Genaro -ese Quijote y ese Sancho Panza de la brujería andante, dos figuras que poseen la plasticidad de los héroes de los cuentos y leyendas- el antropólogo desanda el camino. Vuelta a si mismo, no al que fue ni al pasado: al ahora. Recuperación de la visión directa del mundo, ese instante de inmovilidad en que todo parece detenerse, suspendido en una pausa del tiempo. Inmovilidad que sin embargo transcurre -imposibilidad lógica pero realidad irrefutable para los sentidos. Maduración invisible del instante que germina, florece, se desvanece, brota de nuevo. El ahora: antes de la separación, antes de falso-o-verdadero, real-o-ilusorio, bonito-o-feo, bueno-o-malo. Todos vimos alguna vez el mundo con esa mirada anterior pero hemos perdido el secreto.
Perdimos el poder que une al que mira con aquello que mira. La antropología llevó a Castaneda a la hechicería y ésta a la visión unitaria del mundo: a la contemplación de la otredad en el mundo de todos los días. Los brujos no le enseñaron el secreto de la inmortalidad ni le dieron la receta de la dicha eterna: le devolvieron la vista. Le abrieron las puertas de la otra vida. Pero la otra vida está aquí. Sí, allá está aquí, la otra realidad es el mundo de todos los días. En el centro de este mundo de todos los días centellea, como el vidrio roto entre el polvo y la basura del patio trasero de la casa, la revelación del mundo de allá. ¡Qué revelación! No hay nada que ver, nada que decir: todo es alusión, seña secreta, estamos en una de las esquinas del cuarto de los ecos, todo nos hace signos y todo se calla y se oculta. No, no hay nada que decir.

Alguna vez Bertrand Russell dijo que "la clase criminal está incluida en la clase hombre". Uno podría decir: "La clase antropólogo no está incluida en la clase poeta, salvo en algunos casos." Uno de esos casos se llama Carlos Castaneda.



jueves, 3 de julio de 2008

La regla del Nagual.

Don Juan había sido extraordinariamente parco en cuanto a la historia de su vida personal. Su reticencia era, en lo fundamental, un recurso didáctico; hasta donde le concernía, su vida empezó cuando se convirtió en guerrero, y todo lo que le había ocurrido con anterioridad era de muy pocas consecuencias.

Todo lo que la Gorda y yo sabíamos de esa primera época de su vida, era que don Juan había nacido en Arizona, de ascendencia yaqui y yuma. Cuando aún era niño sus padres lo llevaron a vivir con los yaquis, en el norte de México. A los diez años de edad lo atrapó la marea de las guerras yaquis. Su madre fue asesinada, y después su padre fue aprehendido por el ejército mexicano. Tanto don Juan como su padre fueron enviados a un centro de reubicación en el estado de Yucatán, en el extremo sur del país. Allí creció.

Lo que le haya sucedido durante ese periodo nunca se nos fue revelado. Don Juan creía que no había necesidad de hablarnos de eso. Yo creía lo contrario. La importancia que di a esa parte de su vida, tenía que ver con mi convicción de que los rasgos distintivos y el énfasis de su mando emergieron de ese inventario personal de existencia.
Pero ese inventario, por muy importante que haya sido, no fue lo que le dio el inmenso significado que él tenía para nosotros, o para sus demás compañeros. Su preeminencia total se basaba en el acto fortuito de haberse ligado con "la regla".

El hallarse ligado con la regla puede describirse como vivir un mito. Don Juan vivía un mito, un mito que lo atrapó y que lo hizo ser el nagual.
Don Juan decía que cuando la regla lo atrapó, él era un hombre agresivo y desenfrenado que vivía en el exilio, como miles de otros indios yaquis. Don Juan trabajaba en las plantaciones tabacaleras del sur de México. Un día, después del trabajo, le dispararon un tiro en el pecho en un encuentro casi fatal con un compañero de trabajo sobre cuestiones de dinero. Cuando volvió en sí, un viejo indio estaba inclinado sobre él y hurgaba con los dedos una pequeña herida que don Juan tenía en el pecho. La bala no había penetrado en la cavidad pectoral, sino que se hallaba alojada en un músculo, junto a una costilla. Don Juan se desmayó dos o tres veces a causa de la conmoción, la pérdida de sangre y, según él mismo lo refirió, del temor a morir. El viejo indio extrajo la bala y, como don Juan no tenía dónde quedarse, se lo llevó a su propia casa y lo cuidó durante más de un mes.

El viejo indio era bondadoso pero severo. Un día, cuando don Juan ya se sentía relativamente fuerte y casi se había recuperado, el viejo le dio un fuerte golpe en la espalda y lo forzó a entrar en un estado de conciencia acrecentada. Después, sin mayores preliminares, le reveló a don Juan la porción de la regla que tenía que ver con el nagual y su función.

Don Juan llevó a cabo exactamente lo mismo conmigo y con la Gorda; nos hizo cambiar niveles de conciencia y nos dijo la regla del nagual de la siguiente manera:

Al poder que gobierna el destino de todos los seres vivientes se le llama el Águila, no porque sea un águila o porque tenga algo que ver con las águilas, sino porque a los videntes se les aparece como una inconmensurable y negrísima águila, de altura infinita; empinada como se empinan las águilas.
A medida que el vidente contempla esa negrura; cuatro estallidos de luz le revelan lo que es el Águila. El primer estallido, que es como un rayo, guía al vidente a distinguir los contornos del cuerpo del Águila. Hay trozos de blancura que parecen ser las plumas y los talones de un águila. Un segundo estallido de luz revela una vibrante negrura, creadora de viento, que aletea como las alas de un águila. Con el tercer estallido de luz el vidente advierte un ojo taladrante, inhumano. Y el cuarto y último estallido le deja ver lo que el Águila hace.

El Águila se halla devorando la conciencia de todas las criaturas que, vivas en la tierra un momento antes y ahora muertas, van flotando como un incesante enjambre de luciérnagas hacia el pico del Águila para encontrar a su dueño, su razón de haber tenido vida. El Águila desenreda esas minúsculas llamas, las tiende como un curtidor extiende una piel, y después las consume, pues la conciencia es el sustento del Águila.

El Águila, ese poder que gobierna los destinos de los seres vivientes, refleja igualmente y al instante a todos esos seres. Por tanto, no tiene sentido que el hombre le rece al Águila, le pida favores, o tenga esperanzas de gracia. La parte humana del Águila es demasiado insignificante como para conmover a la totalidad.
Sólo a través de las acciones del Águila el vidente puede decir qué es lo que ella quiere. El Águila, aunque no se conmueve ante las circunstancias de ningún ser viviente, ha concedido un regalo, a cada uno de estos seres. A su propio modo y por su propio derecho, cualquiera de ellos, si así lo desea, tiene el poder de conservar la llama de la conciencia, el poder de desobedecer el comparendo para morir y ser consumido.

A cada cosa viviente se le ha concedido el poder, si así lo desea, de buscar una apertura hacia la libertad y de pasar por ella. Es obvio para el vidente que ve esa apertura y para las criaturas que pasan a través de ella, que el Águila ha concedido ese regalo a fin de perpetuar la conciencia.
Con el propósito de guiar a los seres vivientes hacia esa apertura, el Águila creó al nagual. El nagual es un ser doble a quien se ha revelado la regla. Ya tenga forma de ser humano, de animal, de planta o de cualquier cosa viviente, el nagual, por virtud de su doblez, está forzado a buscar ese pasaje oculto.
El nagual aparece en pares, masculino y femenino. Un hombre doble y una mujer doble se convierten en el nagual sólo después de que la regia les ha sido revelada a cada uno de ellos, y cada uno de ellos la ha comprendido y la ha aceptado en su totalidad.

Al ojo del vidente, un hombre nagual o una mujer nagual aparece como un huevo luminoso con cuatro compartimientos. A diferencia del ser humano ordinario, que sólo tiene dos lados, uno derecho y uno izquierdo, el nagual tiene el lado izquierdo dividido en dos secciones longitudinales, y un lado derecho igualmente dividido en dos.

El Águila creó el primer hombre nagual y la primera mujer nagual como videntes y de inmediato los puso en el mundo para que vieran. Les proporcionó cuatro guerreras acechadoras, tres guerreros y un propio, a quienes ellos tendrían que mantener, engrandecer y conducir a la libertad.
Las guerreras son llamadas las cuatro direcciones, las cuatro esquinas de un cuadrado, los cuatro humores, los cuatro vientos, las cuatro distintas personalidades femeninas que existen en la raza humana.
La primera es el Este. Se le llama orden. Es, optimista, de corazón liviano, suave, persistente como una brisa constante.

La segunda es el Norte. Es llamada fuerza. Tiene muchos recursos, es brusca, directa, tenaz como el viento duro.
La tercera es el Oeste. Se le llama sentimiento. Es introspectiva, llena de remordimientos, astuta, taimada, como una ráfaga de viento frío.
La cuarta es el Sur. Se le llama crecimiento. Nutre, es bullanguera, tímida, animada como el viento caliente.

Los tres guerreros y el propio representan los cuatro tipos de actividad y temperamento masculinos.
El primer tipo es el hombre que conoce, el erudito; un hombre confiable, noble, sereno, enteramente dedicado a llevar a cabo su tarea, cualquiera que ésta fuera.
El segundo tipo es el hombre de acción, sumamente volátil, un gran compañero, voluble y lleno de humor.
El tercer tipo es el organizador, el socio anónimo, el hombre misterioso, desconocido. Nada puede decirse de él porque no deja que nada de él se escape.
El propio es el cuarto tipo. Es el asistente, un hombre sombrío y taciturno que logra mucho si se le dirige adecuadamente pero que no puede actuar por sí mismo.
Con el fin de hacer las cosas más fáciles, el Águila mostró al hombre nagual y a la mujer nagual que cada uno de estos tipos entre los hombres y las mujeres de la tierra tienen rasgos específicos en su cuerpo luminoso.
El erudito tiene una especie de hendidura superficial, una brillante depresión en el plexo solar. En algunos hombres aparece como un estanque de intensa luminosidad, a veces tersa y reluciente como un espejo que no refleja.
El hombre de acción tiene unas fibras que emanan del área de la voluntad. El número de fibras varía de una a cinco, y su grosor fluctúa desde un cordel hasta un macizo tentáculo parecido a un látigo de más de dos metros. Algunos hombres tienen hasta tres de estas fibras desarrolladas al punto de ser tentáculos.

Al socio anónimo no se le reconoce por ningún rasgo exclusivo sino por su habilidad de crear, muy involuntariamente, un estallido de poder que bloquea con efectividad la atención de los videntes. Cuando están en presencia de este tipo de hombre, los videntes se descubren inmersos en detalles externos en vez de ver.
El asistente no tiene configuración obvia. Ante el vidente aparece como un brillo diáfano en un cascarón de luminosidad sin imperfecciones.
En el dominio femenino, se reconoce al Este por las casi imperceptibles manchas de su luminosidad, que son como pequeñas zonas de descoloración.
El Norte tiene una radiación que abarca todo, exuda un destello rojizo, casi como calor.
El Oeste tiene una tenue membrana que la envuelve, que la hace verse más oscura que las otras.
El Sur tiene un destello intermitente; brilla durante un momento y después se opaca, para brillar de nuevo.
El hombre nagual y la mujer nagual tienen dos movimientos distintos en sus cuerpos luminosos; sus lados derechos ondean, mientras los izquierdos giran.

En términos de personalidad, el hombre nagual es un proveedor, estable, incambiable. La mujer nagual es un ser en guerra pero aún así es un ser calmado, por siempre consciente pero sin ningún esfuerzo. Cada uno de ellos refleja los cuatro tipos de su sexo en cuatro materas de comportamiento.

La primera orden que el Águila dio al hombre nagual y a la mujer nagual fue que encontraran, por sus propios medios, otro grupo de cuatro guerreras, las cuatro direcciones, que siendo ensoñadoras fuesen las réplicas exactas de las acechadoras.

Las ensoñadoras aparecen ante el vidente como si tuviesen en sus partes medias un delantal de fibras que asemejan cabellos. Las acechadoras tienen un rasgo semejante, qué parece delantal, pero en vez de fibras el delantal consiste en incontables, pequeñas y redondas protuberancias.
Las ocho guerreras están divididas en dos bandas, que son llamadas planetas derecho e izquierdo. El planeta derecho está compuesto de cuatro acechadoras; el izquierdo, de cuatro ensoñadoras. Las guerreras de cada planeta fueron adiestradas por el Águila en la regla de sus tareas específicas: las acechadoras aprendieron a acechar; las soñadoras, a soñar.

Las dos guerreras de cada dirección viven juntas. Son tan semejantes que se reflejan la una a la otra, y sólo a través de la impecabilidad pueden encontrar solaz y estímulo en su reflejo comunal.
La única vez en que las cuatro soñadoras o las cuatro acechadoras se reúnen, es cuando tienen que llevar a cabo una tarea extrema. Pero sólo bajo circunstancias especiales deben juntar sus manos. Ese contacto las fusiona en un solo ser y solamente debe de ser usado en casos de necesidad extrema, o en el momento de abandonar este mundo.
Las dos guerreras de cada dirección están unidas a cualquiera de los guerreros, en la combinación que sea necesaria. De esa manera establecen un grupo de cuatro casas, en las que se pueden incorporar cuantos más guerreros sean necesarios.

Los guerreros y el propio también pueden formar un grupo independiente de cuatro hombres, o cada uno de ellos puede funcionar como ser solitario, si eso dicta la necesidad.
Después, al nagual y a su grupo se les ordenó encontrar a otros tres propios. Estos podían ser todos hombres o todas mujeres o un grupo mixto; las mujeres tenían que ser del Sur.

Para asegurar que el primer hombre nagual condujera a su grupo a la libertad, sin desviarse del camino o sin corromperse, el Águila se llevó a la mujer nagual al otro mundo para que sirviera como faro que guía al grupo hacia la apertura.
El nagual y sus guerreros recibieron luego la orden de olvidar. Fueron hundidos en la oscuridad y se les dio nuevas tareas: la tarea de recordarse a sí mismos, y la tarea de recordar al Águila.
La orden de olvidar fue tan enorme que todos se separaron. No pudieron recordar quiénes eran. El Águila designó que si lograban recordarse a sí mismos nuevamente, podrían hallar la totalidad de sí mismos. Sólo entonces tendrían la fuerza y la tolerancia necesarias para buscar y enfrentar su jornada definitiva.

Su última tarea, después de recobrar la totalidad de sí mismos, consistió en conseguir un nuevo par de seres dobles y de transformarlos en un nuevo hombre nagual y en una nueva mujer nagual por virtud de revelarles la regla.
Y así como el primer hombre nagual y la primera mujer nagual fueron provistos de una banda mínima, su deber era proporcionar al nuevo par de naguales cuatro guerreras acechadoras, tres guerreros y un propio.
Cuando el primer nagual y su banda estuvieron listos para entrar en el pasaje, la primera mujer nagual ya los esperaba para guiarlos. Se les ordenó entonces que se llevaran con ellos a la nueva mujer nagual a fin de que ella sirviera de faro a su gente; el nuevo hombre nagual se quedó en el mundo para repetir el ciclo.

Mientras se hallan en el mundo, el número mínimo que se hallaba la dirección del nagual es dieciséis: ocho guerreras, cuatro guerreros contando al nagual, y cuatro propios. En el momento de abandonar el mundo, cuando la nueva mujer nagual se encuentra con ellos, el número del nagual es diecisiete. Si el poder personal permite tener más guerreros, éstos deben añadirse en múltiplos de cuatro.

Yo había presentado a don Juan la cuestión de cómo fue que se hizo conocer la regla al hombre. Me explicó que la regla no tenía fin y que cubría cada faceta de la conducta de un guerrero. La interpretación y acumulación de la regla es obra de videntes cuya tarea, a través de los milenios, ha sido ver al Águila, observar su flujo incesante. Por medio de sus observaciones, los videntes han concluido que, si el cascarón luminoso que comprende la humanidad de uno ha sido roto, uno puede encontrar en el Águila el tenue reflejo del hombre. Los irrevocables dictados del Águila pueden ser capturados por los videntes, interpretados adecuadamente por ellos, y acumulados en forma de un cuerpo de gobierno.

Don Juan me explicó que la regla no era un cuento, y que cruzar hacia la libertad no significa vida eterna tal como se entiende comúnmente a la eternidad: esto es, vivir por siempre. Lo que la regla asentaba era que uno podía conservar la conciencia, que por fuerza se abandona en el momento de morir. Don Juan no podía explicar lo que significaba conservar esa conciencia, o quizá ni siquiera podía concebirlo. Su benefactor le había dicho que en el momento de cruzar, uno entra en la tercera atención, y que el cuerpo en su totalidad se inflama de conocimiento. Cada célula se torna, al instante, consciente de sí misma y también de la totalidad del cuerpo.
Su benefactor también le había dicho que este tipo de conciencia no tiene sentido para nuestras mentes compartamentalizadas. Por consiguiente, el meollo de la lucha del guerrero no consistía tanto en enterarse de que el cruce del que se habla en la regla significaba cruzar a la tercera atención, sino, más bien, en concebir que tal conciencia existe.

Don Juan decía que al principio la regla era, para él, algo estrictamente en el dominio de las palabras. No podía imaginar cómo podía deslizarse al dominio del mundo real y sus manifestaciones. Bajo la efectiva guía de su benefactor, sin embargo, y después de mucho trabajo, finalmente logró comprender la verdadera naturaleza de la regla, y la aceptó totalmente como un conjunto de directivas pragmáticas y no como mito. A partir de ese momento, no tuvo problemas al tratar con la realidad de la tercera atención. El único obstáculo en su camino surgió a raíz de su creencia de que la regla era un mapa. Estaba tan convencido de ello, que creyó que tenía que buscar una apertura en el mundo, un pasaje. De alguna manera, se había quedado innecesariamente atascado en el primer nivel del desarrollo de un guerrero.

Como resultado de esto, la tarea de don Juan, en su capacidad de guía y maestro, fue dirigida a ayudar a los aprendices, y a mí en lo especial, a evitar que se repitiera ese error. Lo que logró hacer con nosotros fue conducirnos a través de las tres etapas del desarrollo del guerrero, sin enfatizar ninguna de ellas más de la cuenta. Primero nos guió para que tomáramos la regla como mapa, después nos guió a la comprensión de que uno puede obtener una conciencia suprema, porque tal cosa existe; y, por último, nos guió a un pasaje concreto para pasar a ese otro mundo oculto de la conciencia.

Para conducirnos a través de la primera etapa, la aceptación de la regla como un mapa, don Juan tomó la sección que pertenece al nagual y su función, y nos mostró que ésta corresponde a hechos inequívocos. El logró esto a fuerza de hacernos tener, mientras nos hallábamos en fases de conciencia acrecentada, un trato sin restricciones con los miembros del grupo, que eran las personificaciones vivientes de los ocho tipos descritos por la regla. Conforme tratamos con ellos, se nos revelaron aspectos más complejos e inducidos de la regla. Hasta que estuvimos en condiciones de comprender que nos encontrábamos atrapados en la red de algo que en un principio habíamos conceptualizado como mito, pero que en esencia era un mapa.

Don Juan nos dijo que, en este respecto, su caso había sido idéntico al nuestro. Su benefactor le ayudó a pasar a través de esa primera fase permitiéndole el mismo tipo de interacción. Para ello lo hizo desplazarse una y otra vez de la conciencia del lado derecho a la del izquierdo, lo presentó con los miembros de su propio grupo, las ocho guerreras, los tres guerreros y los cuatro propios, que eran, como es obligatorio, los ejemplos más estrictos de los tipos que describe la regla. El impacto de conocerlos y de tratar con ellos fue aplastante para don Juan. No sólo lo obligó a considerar la regla como un hecho positivo sino que lo hizo comprender la magnitud de nuestras desconocidas posibilidades.

Don Juan dijo que para el momento en que todos los miembros de su propio grupo habían sido reunidos, él se hallaba tan profundamente dado a la vida del guerrero, que no le causó gran sorpresa el hecho de que, sin ningún esfuerzo evidente por parte de nadie, ellos vinieron a ser réplicas perfectas de los guerreros del grupo de su benefactor. La similitud de sus gustos personales, antipatías, afiliaciones, etcétera, no era resultado de imitación; don Juan decía que ellos pertenecían, tal como plantea la regla, a grupos específicos de gente que tiene las mismas reacciones. Las únicas diferencias entre la gente del mismo grupo era el tono de sus voces, el sonido de su risa.

Al explicarme los efectos que en él había tenido el trato con los guerreros de su benefactor, don Juan tocó el tema de la muy significativa diferencia que existía entre cómo interpretaban la regla su benefactor y él, y también en cómo conducían y enseñaban a otros a aceptarla como mapa. Me dijo que hay dos tipos de interpretaciones: la universal y la individual. Las interpretaciones universales toman las afirmaciones que conforman el cuerpo de la regla tal como son. Un ejemplo sería decir que al Águila no le importan las acciones de los hombres y, sin embargo, les ha proporcionado un pasaje hacia la libertad.

La interpretación individual, por otra parte, es una conclusión presente, del día, a la que llegan los videntes al utilizar las interpretaciones universales como premisas. Un ejemplo sería decir que a causa de que al Águila no le importo, yo tendría que ver modos de asegurar mis posibilidades de alcanzar la libertad, quizás a través de mi propia iniciativa.
Según don Juan, él y su benefactor eran muy distintos en sus métodos para guiar a sus pupilos. Don Juan decía que su benefactor era demasiado severo; guiaba con mano de hierro y, siguiendo su convicción de que con el Águila no existen las limosnas, nunca hizo nada por nadie de una manera directa.
En cambio, apoyó activamente a todos para que se ayudaran a sí mismos. Consideraba que el regalo de la libertad que ofrece el Águila no es una dádiva sino la oportunidad de tener una oportunidad.
Don Juan, aunque apreciaba los méritos del método de su benefactor, no estaba de acuerdo con él. Cuando él ya era nagual vio que ese método desperdicia tiempo irreemplazable. Para él era más eficaz presentarle a cualquiera una situación dada y forzarlo a aceptarla, y no esperar a que estuviese listo a enfrentarla por su propia cuenta. Ese fue el método que siguió conmigo y con los demás aprendices.

La ocasión en que esa diferencia fue más agobiante para don Juan, fue durante el tiempo que trató con los guerreros de su benefactor. El mandato de la regla era que el benefactor tenía que encontrarle a don Juan primero una mujer nagual y después un grupo de cuatro mujeres y cuatro hombres para componer su grupo de guerreros. El benefactor vio que don Juan aún no disponía de suficiente poder personal para asumir la responsabilidad de una mujer nagual, así es que invirtió el orden y pidió a las mujeres de su propio grupo que hallaran primero las cuatro mujeres y después los cuatro hombres.

Don Juan confesó que la idea de esa inversión lo entusiasmó. Había entendido que esas mujeres eran para su uso, y en su mente eso se traducía en un uso sexual. Su ruina fue el revelar sus expectativas a su benefactor, quien inmediatamente lo puso en contacto con los guerreros y las guerreras de su propio grupo y lo dejó con ellos.
Para don Juan fue un verdadero encontrón conocer a esos guerreros, no sólo porque eran a propósito difíciles con él, sino porque ese encuentro es de por sí un abre caminos.

Don Juan decía que es un abre caminos porque los actos en el lado izquierdo no pueden tener lugar a no ser que todos los participantes compartan el mismo estado. Por esa razón no nos dejaba entrar en la conciencia del lado izquierdo sino para llevar a cabo nuestra actividad con sus guerreros. En su caso, sin embargo, su benefactor lo empujó a ella y no lo dejó salir de allí.

Don Juan me dio una breve relación de lo que ocurrió durante su primer encuentro con los miembros del grupo de su benefactor. Tenía la idea de que quizá yo podía usar esa experiencia como una muestra de lo que me esperaba. Me dijo que el mundo de su benefactor tenía una seguridad magnífica. Los miembros de su grupo eran guerreros indios que provenían de todo México. Cuando él los conoció, todos ellos vivían en una remota región montañosa del sur de México.

Al llegar a la casa, don Juan se enfrentó a dos mujeres idénticas, las indias más grandes que jamás hubiera visto. Eran ceñudas y malas, pero tenían facciones muy agradables. Cuando él quiso pasar entre ellas, lo atraparon con sus enormes barrigas, lo cogieron de los brazos y empezaron a golpearlo. Lo tiraron al suelo y se sentaron sobre él, casi aplastándole la caja torácica. Lo tuvieron inmovilizado mas de doce horas mientras negociaban con su benefactor, quien tuvo que hablar sin parar toda la noche hasta que ellas finalmente dejaron libre a don Juan en la mañana. Me dijo que lo que lo aterró más que nada fue la determinación que mostraban los ojos de esas mujeres. Pensó que estaba perdido, porque ellas iban a quedarse sentadas encima de él hasta que muriera, como lo habían advertido.

Por regla general debe haber un periodo de espera de unas cuantas semanas antes de conocer al siguiente grupo de guerreros, pero debido a que su benefactor planeaba dejarlo permanentemente con ellos, don Juan fue inmediatamente presentado a los demás. Conoció a cada uno de ellos en un solo día y todos ellos lo trataron como basura. Argüían que no era el hombre adecuado para la tarea, que era demasiado soez y excesivamente estúpido, joven pero ya senil en su manera de ser. Su benefactor habló brillantemente en defensa de don Juan; les dijo que todos ellos iban a tener la oportunidad de modificar esas condiciones, y que debería ser el máximo deleite, para ellos y para don Juan, asumir esa responsabilidad.

Don Juan me dijo que la primera impresión fue correcta. Para él, a partir de ese momento, sólo hubo penurias y trabajo. Las mujeres vieron que don Juan era ingobernable y que no se le podía confiar la compleja y delicada tarea de dirigir a cuatro mujeres. Como eran videntes, hicieron su propia interpretación personal de la regla y decidieron que sería más adecuado para don Juan tener primero a los cuatro guerreros y luego a las cuatro mujeres. Don Juan estaba convencido de que ese ver había sido justo. Para poder dirigir guerreras, un nagual tiene que hallarse en un estado de poder personal consumado; un estado de seriedad y control, en el cual los sentimientos humanos desempeñan un papel mínimo; en ese tiempo tal estado le era inconcebible.

Su benefactor lo puso bajo la supervisión directa de sus dos guerreras del Oeste, las más intransigentes y feroces de todas. Don Juan me dijo que las mujeres del Oeste, de acuerdo con la regla, están totalmente locas y que alguien tiene que cuidarlas. Bajó las durezas del ensoñar y del acechar sus lados derechos, sus mentes se dañan. Su razón se extingue muy fácilmente por el hecho de que su conciencia del lado izquierdo es extremadamente aguda. Una vez que pierden el lado racional son ensoñadoras y acechadoras insuperables porque ya no tienen ningún lastre racional que las contenga.

Don Juan dice que esas mujeres lo curaron de la lujuria. Durante seis meses pasó la mayor parte del tiempo en un arnés, suspendido del techo de una cocina rural, como jamón que se ahuma, hasta que quedó completamente limpio de pensamientos de ganancia y de gratificación personal.

Don Juan me explicó que el arnés de cuero es espléndido recurso para curar ciertas enfermedades que no son físicas. Mientras más alta esté suspendida una persona y más tiempo pase sin tocar el suelo, pendiendo en el aire, mejores son las posibilidades de un efecto verdaderamente purificador.

A medida que las dos guerreras del Oeste lo limpiaban, las otras mujeres estaban atareadas en encontrar los hombres y las mujeres que iban a formar su grupo. Les tomó años lograrlo. Don Juan, en tanto, tuvo que tratar por su propia cuenta a todos los guerreros de su benefactor. La presencia y el contacto con ellos fue tan avasallador que don Juan creyó que nunca se vería libre de su influencia. El resultado fue una adherencia total y literal al cuerpo de la regla. Don Juan decía que desperdició tiempo irremplazable reflexionando sobre la existencia de su pasaje real hacia el otro mundo. Consideraba que esa preocupación era una trampa que debía evitarse a toda costa. Para protegerme de ella, no me dejó llevar a cabo el trato obligatorio con los miembros de su cuerpo a menos que estuviera protegido por la presencia de la Gorda o de cualquier otro de los aprendices.

En mi caso, conocer a los guerreros de don Juan fue el resultado final de un largo proceso. Nunca se hizo mención de ellos en las conversaciones habituales con don Juan. Yo sabía de su existencia solamente a través de inferencias; él me iba revelando porciones de la regla que me daban a entender eso. Más tarde, don Juan admitió que esas personas existían, y que a la larga yo las conocería. Me preparó para esos encuentros dándome instrucciones y consejos generales.

Me previno acerca de un error común; el error de sobrestimar la conciencia del lado izquierdo, de deslumbrarse ante su claridad y poder. Me dijo que estar en la conciencia del lado izquierdo no quiere decir que uno se libera inmediatamente de los desatinos: sólo significa tener una capacidad perceptiva más intensa, una facilidad aún mayor para comprender y aprender y, sobre todo, una gran habilidad para olvidar.
A medida que se aproximaba la hora de que conociera a los guerreros de don Juan, éste me dio una escueta descripción del grupo de su benefactor, como una guía para mi propio uso. Me dijo que para un espectador el mundo de su benefactor podría parecer a veces que consistía en cuatro familias.

La primera estaba formada por las mujeres del Sur y el primer propio; la segunda, por las mujeres del Este, el erudito y un propio; la tercera, por las mujeres del Norte, el hombre de acción y otro propio; y la cuarta, por las mujeres del Oeste, el socio anónimo y un tercer propio.
Otras veces, ese mundo podía parecer compuesto de grupos. Había un grupo de cuatro hombres de mayor edad, completamente distintos, que eran el benefactor de don Juan y sus tres guerreros. Luego, estaba un grupo de cuatro hombres tremendamente parecidos entre sí: los propios. Un tercer grupo compuesto de dos pares de gemelas, aparentemente. idénticas, que vivían juntas y que eran las mujeres del Sur y las del Este. Y un cuarto grupo formado por otros dos pares de supuestas hermanas, las mujeres del Norte y del Oeste.

Ninguna de estas mujeres tenía lazos de parentesco entre sí, simplemente parecían iguales, al punto, en ciertos casos, de ser idénticas. Don Juan creía que esto era producto del enorme poder personal que tenía su benefactor. Don Juan describió a las mujeres del Sur como dos mastodontes temibles en apariencia pero muy simpáticas y afectuosas. Las mujeres del Este eran muy bellas, frescas y graciosas, un verdadero deleite para verlas y oírlas. Las mujeres del Norte eran completamente femeninas, vanas, coquetas, preocupadas con la edad, pero también terriblemente directas e impacientes. Las mujeres del Oeste eran a veces locas, y otras, un epítome de severidad y determinación. Eran las que más perturbaban a don Juan, quien no podía reconciliar el hecho de que fueran tan sobrias, bondadosas y serviciales, con el hecho de que en un momento dado podían perder la compostura y quedar totalmente locas.

Los hombres, por otra parte, de ninguna manera eran memorables para don Juan. Creía que no había nada notable en ellos. Todos parecían hallarse completamente anulados por la conmocionante fuerza y determinación de las mujeres y por la personalidad avasalladora del benefactor.

En cuanto a su propio desarrollo, don Juan decía que el haber sido empujado al mundo de su benefactor le hizo comprender cuán fácil y conveniente le había sido dejar que su vida transcurriera sin disciplina alguna Entendió que su error había consistido en creer que sus miras eran las únicas metas valiosas que un hombre podía tener. Toda su vida había sido un indigente; la ambición que lo consumía, por tanto, era tener posesiones materiales, ser alguien. Tanto le preocupó el afán de salir adelante y la desesperación de saber que no lo estaba logrando; que nunca tuvo tiempo de examinar cosa alguna. De buena gana se aunó a su benefactor porque creyó que se le estaba presentando una oportunidad de engrandecerse. Pensó que, por lo menos, podría aprender a ser brujo. La realidad de su encuentro con el mundo de su benefactor fue tan diferente, que él la concebía como algo análogo al efecto de la conquista española en la cultura indígena. Algo que destruyó todo, pero que también llevó a una revalidación total.

Mi reacción a los preparativos para conocer al grupo de guerreros de don Juan no fue temor reverencial o miedo, sino más bien una mezquina preocupación intelectual sobre dos cuestiones. La primera era la proposición de que en el mundo sólo hay cuatro tipos de hombres y cuatro tipos de mujeres. Argüí con don Juan que la variación individual en la gente es demasiado vasta y compleja para un esquema tan simple. El no estuvo de acuerdo conmigo. Dijo que la regla era final, y que ésta no permitía un número indefinido de tipos de gente.

La segunda cuestión era el contexto cultural del conocimiento de don Juan. El no lo sabía. Lo consideraba producto de una especie de panindianismo. Su conjetura era que una vez, en el mundo indígena anterior a la Conquista, la manipulación de la segunda atención se vició. Se había desarrollado sin ningún obstáculo durante quizá miles de años, hasta que perdió la fuerza.

Los practicantes de ese tiempo posiblemente no necesitaban controles, y así, sin freno, la segunda atención, en vez de volverse más fuerte se debilitó conforme se volvió más y más intrincada. Después vinieron los invasores españoles y, con su tecnología superior, destruyeron el mundo de los indios. Don Juan me dijo que su benefactor se hallaba convencido de que sólo un grupo pequeño de guerreros sobrevivió y pudo reagrupar su conocimiento y redirigir su sendero. Todo lo que don Juan y su benefactor sabían de la segunda atención venía a ser versión reestructurada, una nueva versión a la que se le habían añadido restricciones porque había sido forjada bajo las más ásperas condiciones de supresión.


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El Nahual.

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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
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