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lunes, 25 de octubre de 2010

Mu-Shin: no-mente o pensar sin pensar

Hacer un trabajo que tiene que llevarse a cabo una y otra vez nos ayuda
a reconocer los ciclos naturales de crecimiento y destrucción, de
nacimiento y muerte, y así estar al tanto del orden dinámico del
universo. El trabajo "ordinario", tal y como lo indica la raíz del significado
de la palabra, es trabajo que está en armonía con el orden que
percibirnos en el medio ambiente natural.
Fritjof Capra


En el mundo occidental somos a menudo víctimas de traducciones erróneas. Estas traducciones incorrectas surgen de la falta de habilidad para “importar” directamente conceptos orientales y del lenguaje del que disponemos para describirlos en nuestras culturas occidentales.
Mu-Shin No Shin, llamado “mente del no-pensamiento” es justo una de estas traducciones sin sentido que flota alrededor del Zen y las artes marciales. De hecho la palabra japonesa Zen es una traducción de la china Chan, la cual es en si misma una traslación del sánscrito Dhyana, que significa un estado en el cual está suspendido el trabajo mental analítico o discriminatorio, permitiendo emerger otros tipos de estados mentales. Este no-discriminativo estado, ha sido definido en japonés como Mu-Shin y traducido al chino como Wushin, originario del sánscrito Acitta, que implica una forma de dejar llevar el pensamiento dirigido. Literalmente (aunque no adecuadamente) se ha traducido después Mushin como: “no pensamiento”. Desafortunadamente para aquellos que sólo manejan esta traducción, la conclusión final sería: “no existe ningún pensamiento”. Sin embargo esto está lejos del concepto original.
Un problema surge del hecho de que en: sánscrito, tibetano, chino y japonés, existen diferentes palabras para las distintas funciones de la mente, donde para nosotros no existe más que una:”pensar”.
Shin en japonés es la traducción del sánscrito Citta o del tibetano Kyisem, que implica una clase de unión de intelecto y emoción, a veces traducida como: “corazón-mente. Por lo tanto: A-Citta o Mu-Shin significa: “ausencia de juicios emocionales basados en la atracción o aversión”. Es decir: no hacer elecciones basadas en emocionales aceptaciones o rechazos. Esto se encuentra ya lejos de la pobre traducción de “No pensamiento”. Mu-Shin significa no dejarse llevar por pensamientos preconcebidos, juicios, esperanzas o miedos que pueden alejarnos de una respuesta adecuada durante cualquier tipo de actividad, tanto a nivel corporal como intelectual.

Mushin quiere decir "no-pensamiento", "inconscientemente", "pensar sin pensar", "no pensar". Mushin es básicamente pensar sin pensar, actuar sin conciencia, volver nuestros actos conscientes en actos instintivos. Es la esencia del Zen. Durante la vida cotidiana, si hacéis o queréis algo conscientemente no sois mushin. Si lo hacéis con el pensamiento, no es Zen. Esta es la razón por la que el entrenamiento y la práctica con los músculos y con el cuerpo es tan importante. También para hablar es importante. La mayoría de las personas hablan después de que el cerebro haya dado la orden. Si sois mushin o hishiryo, podréis hacerlo inconscientemente, sin pensamiento.

"La mente debe estar en estado de estar fluyendo porque cuando se detiene en cualquier parte,
eso significa que el flujo se ha interrumpido
y esa interrupción es nociva para el bienestar de la mente."

Por ejemplo, un profesor debe pensar antes de responder cuando le hacéis una pregunta. Pero el monje Zen responde sin pensar, inconscientemente. Por eso el mondo Zen es tan importante. Yo pienso, desde luego, en vuestra pregunta, pero respondo inconscientemente. Esto no es posible en la educación moderna, por eso la educación Zen es tan importante. Lo mismo sucede con la acción. Primero piensa el cerebro, después se actúa. Esto no es mushin. Mushin quiere decir que es el cuerpo el que piensa.

El estado de no mente

¿Existe el estado de no-mente? Si, existe y es conocido. Hay muchas formas de describirlo. A veces es descrito como estar “en el flujo”, o en “piloto automático”. Entre los atletas se conoce como estar “en la Zona”. En japonés se llama “mushin”, que se traduce literalmente como “No mente”.
Este estado mental se puede describir como el sentirse separado del acto que se ejecuta. Ningún pensamiento interfiere con la acción que se ejecuta ya que esta es inconsciente y por lo tanto desinhibida. Cuando logras este estado, tu mente se puede mover de una actividad a la otra de la misma forma como fluye una corriente de agua.


¿Te has preguntado alguna vez en qué piensa un corredor de maratón en esas horas en que corre y corre? ¿En su familia? ¿En el premio? No. No piensa en nada. Su mente está vacía. En esos momentos es sólo músculos, nada de mente. Su cuerpo adquiere la capacidad de moverse en forma automática mientras que su mente está vacía, en Meditación, pero completamente alerta. Ese es el estado de no-mente. El maratonista etíope Abebe Bikila, ganador de varias maratones olímpicas, era un maestro en entrar en esta especie de trance, al extremo que sus carreras la hacía corriendo a pié desnudo, en una demostración extrema del poder que tiene el espíritu sobre el cuerpo.
El flujo es un estado óptimo de energía y conciencia que hace sentirse a las personas felizmente unificadas con la actividad que están realizando. El futbolista Pelé explicó así tan singular estado: "Es como si tuviera una extraña calma… una clase de euforia. Entonces sentía que podía estar todo el día corriendo sin cansarme y que podría driblar a cualquier jugador del equipo contrario y casi pasar a través de ellos". Por su parte, el piloto de autos Fórmula Uno, Ayrton Senna narró así una experiencia de flujo en el Grand Prix de Mónaco: “Me lancé y así seguí. Súbitamente iba más rápido, superando a los otros pilotos, incluido mi compañero de equipo. De alguna manera me di cuenta de que ya no iba manejando el carro conscientemente. Lo manejaba por instinto, sólo que en otra dimensión. Era como si me estuviera desplazando por una especie de túnel”. Muchos atletas se refieren al estado de flujo como “estar en la zona” y algunos maratonistas hablan de una elevación repentina de energía (runner’s high) que les invade durante una carrera permitiéndoles superar el dolor y el cansancio.
El estado de flujo no se refiere solamente a competencias deportivas. No existe actividad humana que no se vea beneficiada por su presencia. Virtuosos de la música, científicos eminentes y artistas de primerísimo nivel se caracterizan por entrar a voluntad en ese agraciado estado y sin embargo todas las personas pueden alcanzarlo.

"Uno de los propósitos de la meditación
y de ciertas maneras de actuar en las artes marciales (Karate, Kendo, Kyudo, etc...)
es el de cultivar la habilidad para suspender el pensamiento mecánico, analítico y discriminatorio, favoreciendo al mismo tiempo la percepción no discriminativa de calidad reflexiva,
a través de la cual se define la actuación
y los resultados elaborados en una simple experiencia de percepción."

Mushin se refiere a la mente no atada por ideas ni sentimientos y que por lo tanto se mantiene totalmente abierta a la vivencia. En las artes marciales el estado de mushin es muy usado ya que los movimientos son tan rápidos y certeros que es imposible que la mente los siga y dirija. La habilidad técnica en el combate no vale nada si no está acompañada de una tranquilidad interior, de un espíritu constantemente alerta. Sólo cuando un guerrero se libra de miedos y rencores, cuando trasciende su ego y sus apegos, es capaz de actuar y responder sin vacilaciones ante cualquier oponente. El guerrero ya no se detiene en pensamientos sobre lo que ha de hacerse. Sus respuestas son instantáneas y guiadas por una intuición superior. El maestro de zen Taken Sōhō afirma: “Es la falta de flujo lo que daña. Para un guerrero dejar de fluir equivale a morir. El espadachín que combate no debe pensar en sí mismo ni siquiera en su adversario. Simplemente debe fluir siguiendo su subconsciente”. El guerrero actúa en forma instintiva, sin pensar, con su mente totalmente en blanco pero también totalmente consciente. En esas condiciones, se es capaz de anticiparse a los movimientos del contrario y responder o atacar de manera veloz e imprevista. 
Una característica del estado de no-mente es que mientras el cuerpo se mueve y la mente está vacía, el desgaste de energía es mínimo. Eso explica que un atleta dure horas manteniendo un esfuerzo sobrehumano como en una carrera de maratón, o sea capaz de ejecutar un estallido de energía instantáneo, como en el caso de un levantador de pesas profesional.


Entender este estado de mente es sencillo y también no es difícil el lograrlo con la adecuada práctica. Sin embargo, debes ejercitarlo hasta lograr la habilidad de hacer algo sin esfuerzo consciente, hasta que tus reacciones sean automáticas. Personalmente, lo he logrado hasta el extremo que puedo mantener largas horas de conducción, por 2.000 kms. en largos viajes sin experimentar cansancio, apelando a esta técnica mental. La mente está vacía mientras conduzco, pero totalmente consciente, así que la posibilidad de accidentes es mínima porque no se anula la capacidad de reacción; simplemente, se baja el switch del pensamiento, nada más.
Es un estado muy cercano a la Meditación, salvo que en zazen el cuerpo está inmóvil, en posición sentada. Pero el cómo funciona la mente en ambos casos, es muy similar. Sin duda de todos los ámbitos en los que nos podemos entrenar, la meditación es la que más nos desarrollará en este sentido, sin embargo debemos desarrollarnos como persona en todos los ámbitos para poder llegar a estos estados.
La meditación es el arte o la técnica de entrenar la mente. La mente se entrena y después es mas fácil tener control sobre uno mismo. En la meditación uno entrena la mente para apaciguar el flujo descontrolado de los pensamientos, de las ideas y de las emociones, no se trata de ejercitar un control si no mas bien de poner la mente en blanco, dejando que el flujo de pensamientos poco a poco disminuya: sin juzgar, sin desear, sin rechazar.

Si comprendéis esto podréis comprender el Zen. La mayoría de las historias Zen tratan de mushin. La sabiduría no es lo mismo que el conocimiento intelectual. En la vida cotidiana la mayoría de las personas, cuando conversan responden después de pensar. Las personas verdaderamente inteligentes utilizan la sabiduría y no piensan. Hablan y responden por intuición. El conocimiento no es lo mismo que la sabiduría. Gracias al zazen se puede comprender cómo hablar inconscientemente. Nuestro cerebro superficial descansa durante el zazen y nuestro cerebro interno se desarrolla y capta la actividad. En el mondo, mis respuestas surgen del cerebro interno. La actividad proviene del cerebro interior. Mi cerebro interno os responde inconscientemente, mushin. Un mondo Zen no es lo mismo que un examen oral en la universidad. Hablar con conocimientos no es hablar con sabiduría. Si practicáis el zazen durante toda vuestra vida, al final podréis obtener esta sabiduría inconscientemente. Sabiduría, no saber. Por ejemplo, cuando voy a dar una conferencia debo preparar lo que quiero decir. Primero un poco de saber... y un poco de sabiduría. Pero desde el momento en que me encuentro frente a la sala, comienzo a hablar inconscientemente y casi nunca sigo lo que he preparado. Miro las caras y veo si tengo que cambiar la conferencia. En ese momento ya no hay ningún plan, todo surge del inconsciente e impresiona a los demás. Esto es teisho. La filosofía del budismo y del Zen no son solamente datos de conocimiento.

"El estado de mushin consiste en permanecer con la mente en blanco
sin anular las capacidades de percepción; en no pensar, de ahí su nombre.
Uno no se desconecta del mundo ni de la realidad circundante;
simplemente la percibe pero no la intelectualiza, no la juzga.
Pasa por delante de nosotros pero no la cuestionamos, no nos damos por enterados.
Es un estado parecido a la indiferencia, pero en estado consciente."

Con las artes marciales pasa lo mismo. ¿Cómo debo actuar? Si reflexiono sobre cada gesto, la acción eficaz es imposible. Por eso es necesario ser mushin, porque el cuerpo debe actuar sin pensar. Esta es la razón por la que la práctica del zazen es tan útil para las artes marciales. Si se reflexiona demasiado, el adversario será más rápido.

Dada la dificultad de alcanzar este estado o mejor dicho de aspirar a este estado, la mente ha de ser entrenada, del mismo modo que en las Artes Marciales también el entrenamiento y la práctica con los músculos y con el cuerpo son importantes. Cuando los maestros hablan del concepto mushin, hablan de la reflexión perfecta y precisa de todo. Mushin, significa corazón vacío, espíritu vacío, muy importante en las artes marciales. Mushin es la ausencia total de pensamiento oratorio; un estado en el que el ego se olvida y el individuo se encuentra libre para su desempeño sin tener que preocuparse por las nociones dualísticas del bien o del mal, del éxito o del fracaso. Mushin es la esencia de las artes marciales Zen. Cuando el arte del tiro con arco se practica en un estado de "no-pensamiento", lo que significa una ausencia de toda conciencia del ego, el arquero se encuentra libre de inhibiciones al poner la flecha en su arco, tirar de éste, dejar que sus ojos se posen en el blanco, y al momento en que el ajuste sea el correcto, dejar ir a la flecha.


"En las artes marciales, se enseña que el mejor lugar para la mente, "Aqui y Ahora"
es “no estar en ninguna parte”, el llamado Mushin.
El punto del Mushin es tener la mente en blanco
para que el "guerrero" se encuentre en un estado de "apertura".
Esto le permite reaccionar y no preocuparse por lo que puede ocurrir mientras actúa".

En este sentido, el secreto de las artes marciales consiste en aprender a dirigir el espíritu. Durante el combate, el espíritu no debe estar influenciado por ningún movimiento del adversario, por ninguna acción de su cuerpo ni de su mente. El espíritu siempre tiene que moverse libremente. Se debe estar completa y constantemente concentrado. En la vida diaria sucede lo mismo. Como dijo el monje Zen Takuan: "El verdadero espíritu es como el agua y el espíritu incierto es como el hielo", es decir, cuando el espíritu se posa sobre algo, como el hielo sobre una rama, estamos bloqueados e indefensos, cuando (el espíritu) es como el agua, miles son las posibilidades y las vías a seguir. Nunca debemos distraernos en la práctica del Zen, y, mucho menos, durante la práctica de las artes marciales. Hay que practicarlos (ambos) a fondo, concentrándonos, esforzándonos al máximo. No hay que guardar una parte de energía como reserva. Concentrarse significa expresarla (la energía), descargarla totalmente.


Si durante un combate te ahorras, no podrás ganar. Es un secreto de las artes marciales y de cada acción en nuestra vida. Con la práctica del Zen se llega a una dimensión en la que los eventos parecen estar lejanos y parecen tomas en cámara lenta. En el combate afloran los instintos más ancestrales, la parte más profunda de nuestro ser, y el Zen, con la meditación, permite al subconsciente emerger. De esta forma nos conectamos con nosotros mismos y entramos enseguida en sintonía con nuestro propio espíritu, luego con el Universo y, en consecuencia, con cualquier situación.

Fuentes:

domingo, 10 de octubre de 2010

El jardín Zen

Pensados para relajar al observador e iniciarlo en los secretos del arte de la contemplación y la meditación, los jardines zen son auténticos instrumentos de iluminación que durante generaciones han inspirando la mente de filósofos y maestros.

Los jardines Zen son espacios en armonía con la naturaleza, concebidos por la filosofía Zen como ambientes exteriores propicios para la contemplación y el recogimiento más que para la meditación.
Se entiende mejor un jardín Zen conociendo la ideología en la que se basa. El budismo Zen que arraigó en Japón, es un camino y concepción de la vida. No es una religión ni una filosofía; no es una psicología ni una ciencia. Es un ejemplo de lo que en la India y en la China se conoce como un “camino de liberación”, y en este sentido es similar al Taoísmo y al Yoga. Esta unión entre tradiciones indias y chinas constituyen los orígenes del Zen que tiene tanto de taoísta como de budista.

El budismo cree que el practicante debe pasar por grados progresivos de meditación. Pero el Zen afirma que existe un acceso directo al estado superior de meditación – el que precede inmediatamente a la experiencia del Nirvana o Satori – sin necesidad de experimentar los anteriores. Ello se logra mediante vías de acceso espontáneas, ajenas a la racionalización de lo aprendido o a un perfeccionamiento espiritual progresivo. El Zen se basa en la intuición, la sencillez y la espontaneidad; sus jardines también se basan en estos principios.

El jardín Zen persigue dar vida en el espectador,
el significado de las esencias ocultas bajo las meras apariencias.
Para ello se utiliza el espacio de un modo puro y simbólico.
Por ejemplo a través de la confección de un paisaje seco con diseño de surcos
y crestas perfectamente proporcionados; trazados en la arena con un rastrillo de bambú.

En el siglo VIII, el maestro chino Hyakujo, concibió por primera vez un monasterio diseñado especialmente para monjes Zen. Desde antaño, estos lugares se encuentran en la ladera sur de montañas o colinas, formando con éstas y con los bosques, valles y riachuelos, un conjunto armonioso de gran belleza. Generalmente, los monasterios están totalmente inmersos en la naturaleza, pero de manera tal que la atención no es atraída por el entorno sino que éste ayuda a recogerse y abismarse. Aquí vemos ya un importante rasgo característico del arte Zen. Refleja una sencillez extrema. El arte Zen no se propone atraer la atención sobre sí mismo, sino que procura humildemente abrir el acceso a la simplicidad esencial de todas las cosas.

Así como en música se valoran los silencios,
el arte del Wabi, se caracteriza por la relación íntima con el silencio y el "vacío" 
en el sentido del Zen.

"The Great Wave off Kanagawa" de Katsushika Hokusai (1760–1849)
El vacío del Zen se puede comparar con un vaso lleno de agua muy limpia. Si el agua es completamente pura, se podría llegar a pensar que el vaso está vacío. Pero si el agua está sucia, se ve enseguida que el vaso está lleno. "Vacío", por lo tanto, es sinónimo de puro y tiene un gran valor, mientras que "lleno" significa todo lo contrario. Otra comparación aporta un aspecto más: en el caso de una ventana. si el cristal está totalmente limpio, en este sentido vacío, no puede ser visto, pero a la vez y precisamente por ello, todas las cosas que hay al otro lado de la ventana aparecen con mucha mayor claridad, tal como realmente son. El arte del jardín Zen está íntimamente realcionado con este vacío y el silencio unido a él.

Los jardines Zen son asimétricos, ya que la asimetría supone para la filosofía zen
una constante del mundo y la Naturaleza.
Si el jardín fuera simétrico, no invitaría al hombre a participar y cocrear junto a él.

Si antes se habían realizado en Japón amplios jardines paradisíacos, "islas y lagos sagrados", por los que se podía deambular, disfrutar de un paseo en barco o celebrar fiestas, tiempo después, bajo la influencia del Zen de China, se impuso una marcada tendencia a lo esencial. En los jardines Zen no se puede pasear. Están ahí para ser contemplados. Con el tiempo se les fue llamando Kare Sansui, "paisaje seco de montaña y agua". Aunque muy limitados en lo externo transmiten algo infinito. Muchas veces el jardín Zen queda enmarcado por un conjunto de árboles, el lomo de una colina o un paisaje, que cual escenario prestado - en japonés shakkei-, se encuentra más allá del jardín.

Jardín Zen del templo Ryoan-ji en Kyoto
El jardín Zen en su perfección y el más conocido es el jardín seco del templo Ryoan-ji, en Kyoto, creado en 1473. En unos pocos metros cuadrados están dispuestas quince rocas en tres grupos de siete, cinco y tres, colocadas sobre un mar de grava rastrilleada. El jardín original tenía 16 rocas. Cuenta la leyenda que, tan pronto como el jardinero terminó su obra, llamó al emperador para contemplarla. "¡Magnífico!" - dijo el emperador - "Es el más hermoso del Japón. Y ésta es la más bella roca del jardín". Inmediatamente el jardinero sacó del jardín la piedra que el emperador tanto había apreciado y la tiró. "Ahora el jardín está perfecto" - dijo al emperador - "No existe nada que sobresalga y así puede ser visto en toda su armonía. Un jardín, como la vida, tiene que ser visto en su totalidad. Si nos detenemos en la belleza de un detalle, todo el resto parecerá feo."

Los jardines Zen están concebidos para inspirar serenidad, no solo se emplean en templos y monasterios con fines contemplativos, sino que también pueden hallarse junto a casas, restaurantes y posadas. El jardín Zen tiene forma rectangular, carece de color, de adornos. Generalmente compuestos únicamente de fina gravilla rastrillada y algunas rocas; aunque en algunas ocasiones, se incorpora musgo y algunas plantas. El jardín representa a la naturaleza en su forma mas abstracta, donde todo se encuentra en su justo lugar para generar armonía y equilibrio. Sin usar agua, las modulaciones de la arena simulan ríos y océanos, una abstracción que induce la sensación de un gran ambiente. Y es que los diseñadores de jardines, consumados maestros de meditación, intentan representar en ellos el camino de la vida, repleto de cambios, giros, movimientos, altos y bajos. Más que lograr un ambiente determinado, lo sugieren.

El jardín Zen es monocolor como la pintura japonesa del Sumi-e en blanco y negro, en la que se trata de percibir y representar el "alma" de la flor. Sin embargo, esto no significa de ninguna manera que la flor no se represente en su unicidad tal como la percibe el ojo, con capullo, florecido o con hojas marchitas. Un algo imposible de representar se manifiesta precisamente en esta forma concreta. Responde a una percepción que cabe expresar aproximadamente de la siguiente manera:
"Veo una hoja, pero no es exactamente la hoja lo que veo y, a la vez, la veo mucho mejor".
En el jardín Zen se trata de algo similar. Quien lo contempla con el ojo interior, percibe la esencia de la realidad: una superficie rastrillada de una manera regular, sin forma determinada, infinita, ilimitada como el mar. De lo ilimitado, sin forma ni color, surgen, cual islas, algunas rocas, un grupo armónico de tres piedras, por ejemplo, de diferentes tamaños. Al dejarse impregnar por el conjunto, la paz y el silencio toman posesión de quien lo contempla.

Arte Sumi-e
 Estos recintos de simplicidad elegante, están despojados de toda suntuosidad; la grandeza reside en las cosas simples. El jardín Zen es sobrio y abstracto, sirve para tranquilizarse, para serenar la mente sin distracción. Tiene relación con el Taoísmo, según el cual el vacío es la parte útil de las cosas: un cuenco no es la arcilla moldeada, sino el vacío de su interior. Con unos medios mínimos se intenta conseguir un efecto máximo. Se trata sobre todo del arte de suprimir cosas. Justo por esta limitación se potencia el efecto y se apela a la imaginación. Son espacios energéticos que ofrecen un lugar donde la persona busca establecer el equilibrio, y según la doctrina del budismo Zen, el ser humano pueda aspirar a vivir en armonía consigo mismo y el entorno que le rodea. El Jardín Zen representa el camino de la vida, constantemente lleno de cambios, diversos zurcos, altas y bajas, tropiezos y obstáculos, brillo y obscuridad, sombra y luz. A través del Jardín Zen podemos reproducir el principio fundamental de la vida, valorar la oportunidad de existir, representa la secuencia de los pasos que llevan a la realización de algo y su verdadera naturaleza. Cuando contemplamos algo, tenemos la oportunidad de profundizar, y ver las formas de integración y desintegración. La belleza de un Jardín Zen es invisible, porque solo se revela cuando observamos en silencio, meditando en nuestro interior, la relación que cada objeto tiene, las figuras que se van formando, los elementos que se integran. La mente cesa de estar limitada, comienza la búsqueda de entendimiento, captamos el complemento oculto, disipamos los velos del ensueño, abrimos la puerta a la imaginación, dejando que los objetos de la naturaleza nos revelen lo que queremos expresar.


La piedra en el jardín Zen rodeada de arena blanca, provoca ondas.
La piedra simboliza la figura de un pensamiento
que provoca ondulaciones (interferencias) distorsionando la realidad.
El agua en reposo es el símbolo de la mente en reposo y refleja la realidad en toda su pureza.

Es el jardín del Tao chino. "Hay una realidad sin forma, nacida antes del cielo y de la tierra, inmóvil, solitaria, independiente e inmutable. Se la puede considerar la madre de todas las cosas. No conozco su nombre, la llamo Tao." Tao es Wu, no-forma, vacío, y Yu es forma. Donde actúa Tao, (Yu-Wu) reina Te,
espíritu de paz. Te es lo maternal, lo que nutre y protege. Resultan muy sugerentes en este contexto algunas de las reflexiones de Joseph H. Wong sobre ciertas afinidades entre taoísmo y cristianismo. En el jardín Zen la superficie sin forma corresponde al Padre a quien nunca nadie ha visto, las rocas al Hijo y en él a la maravillosa multitud de las criaturas. El espíritu que rezuma el conjunto corresponde al Espíritu Santo y dador de vida. Aquí se manifiesta claramente la estructura trinitaria de la realidad. En su entramado esencial más íntimo es a la vez igualdad y diferencia. Uno pero dos, dos pero uno, como lo expresa un poema Zen. La realidad en su misma esencia es igualdad absoluta, diferencia absoluta y unidad absoluta de ambas. Igualdad y diferencia no se pueden separar. Separarlas equivaldría, por decirlo con una imagen, a separar la palma de la mano del dorso.

El jardín zen representa la espiritualidad porque no posee riqueza material, sino austeridad y simpleza. Todos sus elementos son objetos naturales, colocados como al azar, aunque nada hay al azar en un jardín Zen. La ubicación de las rocas, el diseño de la grava, están concebidos para inspirar en nosotros la actitud contemplativa. El vacío entre los elementos ayuda a equilibrar la composición; sólo la mente contemplativa puede captarlo. En suma, una perfecta miniaturización del Cosmos, un microcosmos a la medida del hombre. 

El shintoismo, el confucionismo y el Zen nos enseñan que el hombre
no estaría completo sin la naturaleza.
Sería como un huérfano si no se sintiera hermano del agua, las plantas o las rocas.

Para el filósofo Zen, obedecer los ritmos sutiles de la Naturaleza es el único camino posible para integrarnos en la vida universal. En el jardín Zen, el devenir, lo accidental, marcan las relaciones entre los objetos. El Zen sabe que pocas veces nos detenemos a contemplar los detalles. Con sus jardines pretenden invitarnos justamente a eso, incitándonos a otorgar nuevo valor al hecho de estar vivos. La belleza de un jardín Zen es invisible y únicamente se revela cuando la mente se calma. Sólo entonces disipamos las brumas del vivir diario y permitimos, siquiera por un momento, que una simple roca nos revele su verdadera esencia y su valor.

Cuando la experiencia de la realidad no está enraizada en la triple raíz, de la que precisamente da testimonio de un modo único el jardín Zen, pueden ocurrir dos cosas: que se olvide la igualdad en aras de la diferencia, así surge el dualismo, o que se olvide la diferencia en aras de la igualdad, entonces surge el monismo. Hablando de manera general, el "défaut de la qualité", el fallo de la virtud de Occidente, con su gusto por el mundo de la diversidad de las formas existentes, es la tendencia al dualismo, mientras que "el fallo de la virtud" de Oriente, con su profundo sentido del "vacío", del misterio de todas las cosas, es la tendencia al monismo. Pero si se permanece arraigado en la experiencia esencial de la realidad no hay dualismo en Occidente ni monismo en Oriente. Cuando se cae en uno de los extremos, no se está en consonancia con la realidad, lo que tiene consecuencias desastrosas en las relaciones sociales y ecológicas del ser humano. En el primer caso el ser humano y la naturaleza se convierten en objeto que se usa y explota. En el segundo caso no existe el otro y por lo tanto nada ni nadie a quien respetar, lo que tiene consecuencias igualmente destructivas.


Desde su aparición, los jardines Zen se concibieron como una representación del cosmos.
Una miniaturización donde las piedras representan las montañas,
la arena la inmensidad del océano y un trozo de musgo un bosque frondoso.

El jardín Zen es expresión visible de la realidad tal como se la percibe en su núcleo en una experiencia madura de Zen. El jardín se extiende cual alma hecha visible de cuanto lo rodea: la colina, el grupo de árboles, personas que están sentadas en zazen, cocinan, cavan, limpian o sacan hierbas malas. El jardín Zen también es el alma hecha visible de cuantos, gozando y sufriendo, viven y trabajan. Para el ojo que sabe verlo, el jardín Zen se extiende ahí de una manera maravillosa, como el alma de todo y como el ser humano visto en su más profundo centro. En el lenguaje Zen no se habla de alma sino de Sho. El ideograma con que se escribe consta del radical "vida" y el prefijo "corazón" o "núcleo". Lo que se percibe en una experiencia Zen, lo que se "ve", es el corazón de la vida o, dicho con otras palabras, la naturaleza esencial. El "paisaje seco de montaña y agua" del jardín Zen es una manifestación de esta vida en su núcleo, de la naturaleza esencial.

El rastrilleado de la grava alrededor de las rocas simboliza las ondas
que se producirán en la superficie de un lago si cayera una gota de agua.
De la misma manera que la gota altera la superficie lisa,
el pensamiento acude a la mente para interpretar esa realidad.
Es entonces cuando la modifica.


Shizen o Jinen, naturaleza, no significa en japonés lo que normalmente entendemos por ello en occidente al hablar de naturaleza. Mientras nosotros pensamos en bosques, paisajes, flora y fauna, "naturaleza" en el sentido de Shizen, según sugiere el ideograma sinojaponés, significa: el yo-mismo cuando se ha quemado todo lo visible. Se refiere al ser en sí mismo. Mirándolo de esta manera, el jardín Zen, precisamente por su desnudez, es plenamente naturaleza, Shizen.

El jardín Zen es un arte, el arte de representar lo más esencial de la realidad, tal cual es, haciendo aflorar su belleza íntima. De esta belleza vacía de un jardín Zen se puede decir con palabras de Ueda Shizuteru: "Algo es verdaderamente bello, cuando es más que bello." Ahí se reflejan una simplicidad y naturalidad extremas, una belleza que hace brillar el ser-tal-cual-es, la totalidad de las cosas.

Lo que pretende el Zen a través de los jardines es precisamente
mostrar que la realidad no debe ser entendida desde el pensamiento
sino desde lo que se ha dado en llamar la intuición pura.

En el jardín Zen se puede experimentar lo que la realidad es en su raíz, en su ser-como-es-en-sí-misma: esencialmente vacío, misterio; y a la vez diversidad. Igualdad y diferencia están entroncadas ambas de manera esencial en el mismo núcleo de la realidad, juntas son la realidad. "En la igualdad hay diferencia", como dice Yamada Koun Roshi comentando el "Hôkyôzammai". Y también: "Unidad y dualidad simultáneas son la verdadera manifestación de todas las cosas del universo." Son uno como palma y dorso de una mano. Un antiguo dicho Zen reza Shinku Myou, el verdadero vacío es la maravillosa diversidad de cuanto existe.


Se trata de que esta realidad no sólo se llegue a manifestar en un jardín Zen, en la pintura Sumi-e o en un arreglo floral, sino sobre todo en el arte de la vida cotidiana, libre de velos y distorsiones debidos a los "elementos venenosos" de odio, codicia y orgullo. El jardín Zen, al modo de imagen arquetípica, es una invitación que habla al fondo del corazón y lo evoca. En él brilla la verdadera realidad, la belleza del ser que transforma al ser humano y lo convierte en instrumento de paz.




Fuentes:

miércoles, 15 de octubre de 2008

Física moderna y budismo apelan por igual a la compasión universal.

El físico Victor Mansfield analiza la concordancia
entre ambas líneas de conocimiento y sus aplicaciones.

El físico norteamericano de la universidad estadounidense de Colgate, Victor Mansfield, publicó recientemente un libro titulado: Tibetan Buddhism and Modern Physics: Toward a Union of Love and Knowledge, en el que se aborda el tema de la relación existente entre la religión budista y la física cuántica. Principios como el vacío y la indivisibilidad o interconexión de todas las realidades aparecen en ambas líneas de conocimiento, señala el autor. Enmarcada en la ya tradicional síntesis entre cuántica y espiritualidad oriental, esta obra concluye que, dado que la religión budista apela a la compasión y que la ciencia moderna también ha descubierto valores similares, esta última debería servir para mejorar el mundo y garantizar la felicidad de todos. El prólogo ha sido escrito por el Dalai Lama.

Víctor Mansfield, profesor de física y de astronomía de la Universidad de Colgate del estado de Nueva York, en Estados Unidos, acaba de publicar un libro titulado Tibetan Buddhism and Modern Physics: Toward a Union of Love and Knowledge (Budismo tibetano y física moderna: hacia la unión entre amor y conocimiento), en el que se vuelve a abordar la relación que, para diversos autores y pensadores, existe entre la religión budista y la física moderna.

Publicada por la editorial Templeton Foundation Press de la Fundación John Templeton, la obra se centra en las complejas cuestiones del diálogo y la colaboración entre budismo y ciencia, revelando las conexiones y diferencias existentes entre ambas cosmovisiones, que a priori podría parecer que no tienen nada en común.

Asimismo, el libro responde a la sincera petición del Dalai Lama de que se desarrolle una colaboración entre ciencia y Budismo, tal y como se muestra en la introducción a la obra, escrita por el propio Tenzin Gyatso. Por otro lado la llamada Oficina de Su Santidad se encargará de la traducción de la obra al chino y al tibetano.

El principio del vacío

Con un lenguaje claro y atractivo, Tibetan Buddhism and Modern Physics describe cómo el principio del vacío o sunyata (lo carente de realidad, sin identidad, lo deshabitado), núcleo filosófico del budismo tibetano, está íntimamente relacionado con la no-localidad cuántica y otras características fundacionales de la mecánica de la física subatómica.

Detalladas conexiones entre el vacío, el principio de la relatividad, y la naturaleza del tiempo también han sido exploradas por el autor. Para los budistas tibetanos, la interconexión profunda que implica el vacío demanda la práctica de la compasión universal.

Dada la relación que Mansfield y otros pensadores han visto entre dicho sunyata y el vacío descrito por la física cuántica, esta rama de la ciencia debería animar también a una actitud compasiva hacia todo lo que nos rodea.

Pero el libro no se centra sólo en las similitudes entre física cuántica y budismo, sino que también explora un conflicto significativo que surge entre ambas líneas de conocimiento: las consideraciones acerca de la causalidad. En física, la causalidad se limita a describir la relación entre causas y efectos.

En el budismo, por el contrario, la causalidad ha tenido siempre un significado espiritual, esto es, jamás es ciega sino que está llena de sentido (los actos de cada sujeto tienen efectos y estos efectos volverán siempre al sujeto por la interdependencia entre éste y la totalidad del cosmos). En resumen, nadie puede librarse de su karma.

Ciencia y compasión

Según publica Templeton Press, el libro concluye con una respuesta a la pregunta: ¿cómo podría el viaje a través de la física moderna y el budismo tibetano aplicarse a un mundo en la actualidad dolorosamente polarizado? Es decir, que el mensaje central de la obra es que la compasión universal puede acompañar la expansión de la visión científica, uniendo de esta manera el amor al conocimiento más profundo de la realidad.

En esta línea, en la introducción que antes hemos mencionado a la obra, el Dalai Lama declara “no tengo ninguna duda de que la ciencia y la tecnología pueden contribuir a la felicidad de todos nosotros, y de que la ciencia es una vasta y hermosa fuente de conocimiento. Sin embargo, a pesar de sus logros en numerosos campos, aún no hemos dado con la forma de aplicar la ciencia y la tecnología a la erradicación de la infelicidad que atenaza a tanta gente en el mundo”.

El Dalai Lama añade, “ciertamente, creo que el remedio básico para el sufrimiento anímico, por naturaleza, radica en la mente misma y que el potencial para la resolución real de los problemas de la mente existe sólo en el nivel mental. Por consiguiente, aunque necesitamos evidentemente de la ciencia y de la tecnología, también necesitamos de nuestra espiritualidad, del trabajo en el corazón y en la compasión que apuntalan nuestra felicidad esencial”.

Tanto la tradición budista como la ciencia moderna están ocupadas en conocer la realidad a diversos niveles, a través de la investigación, y no sólo teóricamente sino también en la práctica. Tanto si nos acercamos al mundo a través de la ciencia como si lo hacemos a través de la espiritualidad, debemos aceptarlo tal y como es, señala el Dalai Lama.

Verdad en ambas direcciones

Antes de Mansfield, otros físicos han explorado la conexión entre la física moderna y las filosofías orientales. El primero en hacerlo fue el norteamericano de origen austriaco Fritjof Capra, que en 1975 publicó “El Tao de la Física”, en el que se exploraban las correspondencias entre las teorías de la física cuántica y tradiciones místicas como el Hinduismo, el Budismo o el Taoísmo. En esta obra, Capra demostró que la visión que poseen físicos y místicos presenta ciertos paralelismos y que la religión o el misticismo pueden acercarse a la ciencia, aunque sean aparentemente irreconciliables.

Otros textos que han analizado el estrecho vínculo entre física moderna y filosofías orientales han sido “La Danza de los Maestros de Wu Li”, de Gary Kuzav o “El infinito en la palma de la mano”, de Matthieu Ricard y Xuan Thuan Trinh.

Todos estos autores coinciden en señalar los puntos de concordancia entre filosofías orientales y ciencia moderna. Entre ellos, además de la concepción del vacío, se encuentra la idea del universo como una totalidad indivisible, es decir, la interconexión entre todas las cosas, particularmente entre el observador y lo observado, eje central de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica.

Las causas de estas similitudes podrían encontrarse, según algunos, en que en ambas líneas de investigación se hace un esfuerzo igualmente riguroso por avanzar y profundizar en el conocimiento de la realidad y, por lo tanto, se alcanzarían conclusiones igualmente verdaderas en ambas direcciones.




sábado, 4 de octubre de 2008

“Gran Mente, Gran Corazón. Descubriendo tu Propio Camino”.

En la práctica de Zen, ganar es perder, perder es ganar.
Dejarlo ir todo es ganarlo todo.
Recogemos aquí extractos de su libro
“Gran mente, Gran Corazón. Descubriendo tu Propio Camino”

El diálogo de voces

La técnica del diálogo de voces es un proceso que apunta a elevar el nivel de conciencia y la conciencia de uno mismo; se asienta en dos fundamentos básicos, la terapia junguiana y la terapia gestalt
Hal y Sidra Stone sabían bien que, dentro de cada uno de nosotros, hay muchas facetas y subpersonalidades diferentes; una visión que, en mi opinión, es muy junguiana. Pero esas subpersonalidades pueden acabar convirtiéndose en sombras que no reconocemos como propias. Hay aspectos de nosotros que, por el simple hecho de que nos desagradan o nos hacen sentir mal, acabamos repudiando; pero el hecho es que reprimir una determinada voz no implica su desaparición, sino tan sólo su rechazo, con lo cual acaba simplemente soterrándose y convirtiéndose en el agente oculto de una serie de “operaciones encubiertas” Los Stone se dieron cuenta de que lo que, en tal caso, uno tiene que hacer es restablecer el contacto con esas voces reprimidas, sacarlas a la luz con la ayuda de un facilitador que solicite hablar con ellas y nos permita, de ese modo, emprender un diálogo que las rescate del olvido. En este sentido, el diálogo de voces permite dar voz a las facetas reprimidas, sacarlas a la luz y reintegrarlas a nuestra propia vida.
El proceso Big Mind pone de relieve esas voces reprimidas, pero no se queda simplemente ahí. Existen ciertos aspectos de nuestro yo que, si bien son omnipresentes, siempre han permanecido aletargados. No se trata, en este sentido, de facetas que se hayan visto reprimidas y enajenadas de nuestro ser, porque lo cierto es que jamás las hemos poseído. A esas voces que siempre han estado ahí, pero que nunca han despertado como, por ejemplo, la Gran Mente —o como quiera que decidamos llamar a lo trascendente—, suelo denominarlas voces dormidas. Por ello el proceso Gran Mente apunta a despertar las voces o aspectos que, si bien están ahí, todavía no han despertado.

El zen

En el zen hablamos de la Barrera sin Puerta que separa el yo de lo trascendente. ¿Pero cómo podemos conseguir, por más que sepamos que se trata de una Barrera sin Puerta o, dicho en otras palabras, que no hay puerta ni barrera alguna que atravesar, que alguien pueda llegar a verlo así?

Ahí es, precisamente, donde entra en juego el proceso Big Mind. En lugar de tratar de llegar a algún lugar o de esforzarnos en convertirnos en algo, uno simplemente se descubre simplemente ahí, porque esa voz, al ser omnipresente, está siempre ahí. Sólo se nos antoja un misterio cuando ignoramos el modo de acceder a ella.
En el mismo instante en que trascendemos esto y eso, el yo y el otro, el mí y el tú, estamos ahí. Pero, por más omnipresente que sea, no siempre podemos acceder, porque habituados, como estamos, a buscar, esforzarnos y desear, nos hallamos atrapados en la visión del ego limitado. Pero nuestra verdadera naturaleza carece de fronteras porque, en ella, no hay yo, el yo no es más que un límite semejante a la tensión superficial que mantiene a una pompa de jabón.
Pero, en el mismo instante en que pedimos hablar con la Gran Mente, con el No-Yo o con la No-Mente, la burbuja estalla y nos descubrimos súbitamente fuera de ella, fuera de los límites del yo. Entonces nos damos cuenta de que la burbuja está llena de aire y de que el yo, en realidad, no es más que un concepto, una idea y, en última instancia, una mera ilusión.

Esto es, precisamente, lo que la tradición zen denomina atravesar la primera barrera. Entonces es cuando trascendemos la visión limitada que considera al yo como el centro del universo y, en consecuencia, a todo lo que le rodea como algo amenazante y peligroso. Arriesguémonos a atravesar esa barrera y dejaremos de vivir sumidos en el miedo, la ansiedad y la tensión y empezaremos a vivir como nos gusta, es decir, libres del miedo y despojados de todo encadenamiento y obstrucción, responsables de nuestras vidas y sin culpar a nada ni a nadie de las circunstancias en que vivimos.

Sin requisito ni preparación concreta alguna

Lo más sorprendente del proceso Big Mind en su gran accesibilidad, independientemente de la formación y experiencia de quienes lo emprenden. Y esa accesibilidad depende, en mi opinión, de la sinceridad con que pedimos permiso para hablar con lo trascendente.
Para emprender este proceso no se necesita creer nada especial, la única condición consiste simplemente en estar dispuesto a ello, en cuyo caso, no hay razón alguna que lo impida.

La vía de la no-búsqueda

En la mayoría de las tradiciones, son necesarios muchos años de búsqueda antes de poder dar el paso decisivo que nos lleva a reconocer el absurdo de la búsqueda, porque la misma búsqueda de la verdad o de la iluminación erige la barrera que nos impide alcanzar lo que estamos buscando.
El proceso Big Mind nos permite descubrir nuestro “punto muerto”, ese lugar en el que nuestra mente no tiene ninguna marcha puesta y no se halla desesperadamente inmersa en ninguna búsqueda. Desde ahí, podemos cambiar de marcha y poner primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, reducir o poner marcha atrás cuando sea necesario. Ésa es una capacidad muy valiosa y que nos proporciona una libertad completa. Cuando, en tal caso, estemos en el supermercado, podremos apelar fácilmente a la modalidad deseante de nuestra mente y encontrar lo que estemos buscando pero, cuando estamos sentados en una parada de autobús o tumbados en una playa de Hawaii, podremos desconectar esa modalidad y reposar tranquilamente.
Ésa es una forma de meditación, conocida con el nombre de “simplemente sentarse”, en la que no hay ambición, meta ni objetivo alguno.
Es como si, en el momento en que das el primer paso de un viaje, apuntases en la dirección correcta. Entonces cuanto más larga sea tu práctica, más se encarnará en tu vida la paz y la libertad. En tal caso, la meditación trabajará en tu favor, en lugar de hacerlo en tu contra.
Por ello me parece muy importante que, cuando las personas aprenden a meditar —o tan pronto como sea posible, si es que ya han aprendido—, se den cuenta de que su único objetivo consiste en cambiar cuanto antes la modalidad buscadora habitual de la mente por la modalidad de la Gran Mente o del Gran Corazón, es decir, la Mente que no Busca ni Desea, la mente que no tiene objetivo ni meta alguna, porque entonces su sentada es mucho más profunda. Lo que, en tal caso, hacen es soltarse, dejar de identificarse con todo lo que se presenta, abrirse y seguir abriéndose para que la mente, en lugar de contraerse y estrecharse permanezca, por el contrario, completamente abierta y expandida.
El lector debe saber que una de las principales razones que me han impulsado a escribir este libro y a impartir esta enseñanza es la certeza de que, de ese modo, puedo ahorrar a la gente años y años de sufrimiento y esfuerzo en la dirección equivocada.

Cualquiera puede hacerlo

El proceso Big Mind funciona para cualquier persona, independientemente de que haya pensado o no en alcanzar la iluminación y del nivel de desarrollo en que se encuentre, porque se trata de un proceso que todo el mundo puede llevar a cabo con éxito.

En este sentido, el proceso Big Mind nos permite adentrarnos más profundamente en nuestro yo. ¿Pero, qué es lo que sucede cuando nos adentramos más profundamente en nuestro yo? Aprendemos sobre nuestro yo, el más profundo de los misterios. Nuestros ojos y nuestra mente están enfocados hacia el exterior, hacia las apariencias externas, pero nuestro punto ciego se halla detrás de los ojos y no nos damos cuenta de quién es el que está mirando, escuchando, pensando, conociendo y sintiendo. De él no sabemos absolutamente nada.

Ningún esfuerzo

Bien podríamos decir que el proceso Big Mind nos brinda la oportunidad de llevar a cabo una visita guiada a lo trascendente. El término que utiliza el zen para referirse a esta visión es el de kensho que, en japonés, significa literalmente “ver en nuestra propia naturaleza”, es decir, una experiencia de la iluminación, pero aun el kensho más profundo anterior al Daikensho (es decir, a la Gran Iluminación) es provisional, como la apertura momentánea del obturador de una cámara fotográfica. La experiencia de la Gran Mente, sin embargo, nos permite mantener abierto el obturador todo el tiempo que queramos. De ese modo, en lugar de tener un atisbo débil y momentáneo, como cuando prendemos, en una gran habitación a oscuras, una cerilla, que, al poco, acaba apagándose, el proceso Gran Mente nos permite mantener abierta la Gran Mente el tiempo que necesitemos para familiarizarnos con el territorio.

Cambiando de perspectiva

A través de este proceso nos damos cuenta de que en realidad, disponemos de un número infinito de perspectivas, pero actuamos como si sólo tuviésemos una y nos empeñamos en contemplar, desde ella, nuestro yo y la historia de nuestra vida. Pero ésa es una ilusión o, mejor dicho, una locura. ¿Cómo podría haber una sola perspectiva? A pesar de ello, no obstante, nos aferramos con uñas y dientes a esa visión y no dudamos en emprender, en su nombre, todo tipo de guerras. Cuando creemos que la perspectiva a la que tanto nos aferramos es la única correcta, no tenemos empacho alguno en desenterrar el hacha y emprender una guerra. Preferimos morir y tener razón a ser felices y estar equivocados, razón por la cual las relaciones interpersonales resultan tan conflictivas y son tantas las guerras que salpican el mundo. Esto es una auténtica locura.
Ésa fue, precisamente, la enseñanza fundamental impartida por el Buda, llamada el Óctuple Sendero, cuando dijo: “He descubierto la Visión Correcta”, que consiste en no tener ninguna visión concreta, es decir, en darse cuenta de que todas las visiones están limitadas y que ninguna visión particular es la única. Todas las visiones están limitadas, todas son fragmentarias y parciales. La visión verdadera es, de hecho, la no-visión.

El objetivo último: el funcionamiento integrado y libre

Habitualmente nos identificamos y aferramos a las cosas y a las personas. No somos libres ni funcionamos libremente, porque estamos atrapados. Ésta es una tendencia que el Buda observó y nombró. Según dijo, cuando nuestra mente está atrapada, estamos en duhkha (un término sánscrito que suele traducirse como sufrimiento). Sin embargo, el significado literal del término duhkha se refiere a una rueda cuyo cubo o eje no gira. ¿Pero para qué puede servir una rueda que no gira? ¿Para qué sirve una rueda que no puede moverse?
El Buda también descubrió y enseñó la forma de liberar la rueda para que pudiese girar de nuevo y la llamó suhkha, que literalmente significa “rueda que gira libremente”. Ése es, precisamente, el significado de la liberación y del nirvana.
Ser capaz de asumir diferentes perspectivas es como tener un automóvil que funciona perfectamente. Pero, si no podemos cambiar la marcha de nuestro coche, tendremos un coche que no funciona y poco importará, en tal caso, que se trate de un Maserati porque, independientemente de que la palanca esté atrapada en primera o en marcha atrás, de poco nos servirá. En el mismo instante, sin embargo, en que podemos cambiar de marcha, nuestro vehículo recupera toda su funcionalidad.
Lo mismo sucede con la mente, con el yo y con nuestra vida. Si estamos estancados, funcionamos mal, pero, cuando empezamos a movernos, nos convertimos en un vehículo completamente funcional.
Pero, aunque la Gran Mente sea el estado mismo de desidentificación, también podemos quedarnos identificados con esa perspectiva, algo que el zen denomina “quedarse atrapado en el Absoluto”. La experiencia de la Gran Mente es ajena a cualquier visión relativa o dualista pero, cuando nos quedamos atrapados en la perspectiva absoluta, o no dual, de la Gran Mente que carece de fronteras y actúa libremente y sin restricciones, nos atamos firmemente con una simple cuerda.
De hecho, resulta mucho más difícil desidentificarnos de lo no dual que de lo dual. Cuando las personas que han permanecido estancadas toda su vida en la postura dualista y sufriente alcanzan finalmente el dominio de lo no dual ajeno al sufrimiento, que es la Gran Mente, resulta muy difícil no identificarse con él. No es de extrañar que, cuanto más intensa sea la experiencia de la realidad no dual, mayor sea también nuestra identificación y nuestro apego. Pero también de eso debemos acabar desidentificándonos, algo a lo que se aplica perfectamente la expresión sánscrita Neti-Neti, que significa ni dos ni uno, es decir, aquello que trasciende las visiones dualista y no dualista, a lo que yo denomino lo “realmente trascendente” y a lo que sólo se accede cuando dejamos de estar atrapados en lo dual y en lo no dual. Sólo entonces somos realmente libres para movernos en cualquier dirección.
La sabiduría de todos los tiempos está en nuestro interior, dentro de cada uno de nosotros. De eso trata, precisamente, este libro: de conectar con esa sabiduría y transmitírsela al mundo. ¿Por qué debería seguir siendo el secreto de unos pocos? Creo que ya ha llegado el momento en el que todo el mundo pueda acceder a lo esotérico —quizás no a todo, pero sí a una gran parte—, porque me parece que estamos en una época en la que podemos derribar los muros del monasterio, romper todas las vallas y barreras que mantienen confinada esa sabiduría a un grupo limitado y selecto de personas y abrirlo a la conciencia del mundo.
La evolución ha llegado, en nuestra época, a un punto en el que todos tenemos que tornarnos conscientes. Vivimos tiempos revueltos en los que ya no hay posible vuelta atrás. Por ello estoy tratando de derribar los muros del monasterio, lo que nos permitirá advertir que el monasterio, la práctica y el templo espiritual es el mundo entero. Ésa es la empresa que nos compete a todos en esta vida y en este templo que carece de paredes.


SUMARIO

Prólogo de Ken Wilber
Introducción de Hal y Sidra Stone
Prefacio

EL PROCESO BIG MIND
UNIENDO ORIENTE Y OCCIDENTE: LAS 2 RAÍCES DEL PROCESO BIG MIND

¿Cómo funciona el diálogo de voces?
Atravesando la Barrera sin Puerta
Sin requisito ni preparación concreta alguna
La vía de la no-búsqueda
Cualquiera puede lograrlo
Cambiando y distanciándose del Yo
No-esfuerzo
Perspectivas cambiantes
El objetivo último: El funcionamiento integrado y libre

TRABAJANDO CON ESTE LIBRO

Situándose en las voces

LAS VOCES DEL YO

El protector
El controlador
El escéptico
El miedo
La ira
El yo herido
La víctima
El niño inocente y vulnerable
La mente dualista
El deseo
La mente que busca
La mente que busca el camino
El seguidor del camino

Voces No Duales y Trascendentes
El camino
La Gran Mente
El Gran Corazón
La compasión femenina o yin
La compasión masculina o yang
la compasión integrada masculina y femenina o yin/yang
El Maestro
El ser humano integrado que funciona libremente
La Gran Alegría
La Gran Gratitud y el Gran Reconocimiento
El Gran Loco, el Gran Comodín

TRIÁNGULOS: ENGLOBANDO Y TRASCENDIENDO TANTO LO DUAL COMO LO NO DUAL
El yo
El no-yo
El Yo Único (más allá del yo y del no-yo)
El miedo
El no-miedo
El Yo Verdadero (más allá del miedo y del no-miedo)
La mente dualista
La mente no dual
El Yo Verdadero (más allá de lo dual y de lo no dual)

LAS 10 PERFECCIONES DE LA EXCELENCIA
La generosidad
La acción sabia o apropiada
La perseverancia o el esfuerzo correcto
La paciencia
El zazen (la meditación zen)
La sabiduría trascendente
Los medios hábiles
La intención
El poder
La Sabiduría Suprema

LAS OCHO CONCIENCIAS DE LA MENTE DESPIERTA

Tener pocos deseos
Saber cómo estar satisfecho
Disfrutar del silencio
La diligencia
La amabilidad
La meditación
La sabiduría
El habla correcta

SEGUIR AVANZANDO

¿Cómo practicar?
¿Qué hacer con tu cuerpo mientras estás sentado?
¿Qué hacer con tu mente mientras estás sentado?



sábado, 27 de septiembre de 2008

Caminar de forma sagrada.


Hehaka Sapa (Alce Negro en español, Black Elk en inglés) fue un famoso chamán sioux, que participó en la batalla de Little Big Horn (cuando su primo Caballo Loco liquidó al teniente coronel Custer y a buena parte del 7º de Caballería) y fue herido en la Masacre de Wounded Knee.

Cuando ya era anciano, contó a los escritores John Neihardt y Joseph Epes Brown la historia de su vida, así como detalles de numerosos rituales sioux.

Algunas de sus palabras son estremecedoras, de tan hermosas, y coincidentes con el budismo zen y otras tradiciones espirituales:

Caminar de forma sagrada es hacer de la vida un arte,
vivir cada momento como si fuera el último,
dar cada paso como si fuera el primero.

Inspirar amor y conciencia en este frágil cuerpo nuestro
y entrar en el cuerpo mayor que todos compartimos.
Ver que cada paso debe ser dado con ligereza,
sin forzar nada, sin crear más ego.

Caminar de manera sagrada es
liberarnos de nuestro sufrimiento
y permitir que la brillante esencia del momento
dirija nuestro siguiente paso.

En un cuerpo abierto, en una mente abierta,
en un corazón abierto,
las posibilidades son ilimitadas.
La sanación se encuentra por doquier.
Cada paso es precioso.
Cada paso es una nueva sanación.



martes, 18 de marzo de 2008

Haiku: La poesia del Zen.

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El Haiku no es un poema, ni siquiera se trata de literatura: es una mano tendida, una puerta entreabierta, un espejo que desempañar.
Supone un camino de retorno a la Naturaleza, a nuestra naturaleza, que es también la de la Luna, la flor del cerezo o la hoja caída, en una palabra, a nuestra naturaleza de Budha.
Es un lenguaje en el que la fría lluvia de invierno, las golondrinas del atardecer, el calor del día y la larga noche se tornan vivientes, comparten nuestra existencia, hablan su propia lengua, a la vez silenciosa y expresiva...
"Si deseas ver, tan solo abre los ojos.
Cuando empiezas a pensar en algo, pasa de largo."

Leer un haiku da la impresión de un poema comenzado y dejado inacabado, Mas, al poco que nos familiaricemos, se apercibe que esta poesía esta dotada de las mas rara de las virtudes estéticas: sus especialistas saben detenerse a tiempo, saben cuando han dicho bastante, lo cual es, en buena medida, no solo el secreto del arte, sino de la vida misma.

El Haiku toma su inpiracion en el Budismo Zen. La virtud suprema del Zen, asi como de todas las artes que ha impregnado, es de una sorprendente simplicidad, que se traduce por un rechazo de lo inesencial y un despojamiento maravillosamente refrescante.
La idea esencial del Zen es que la repuesta al problema de la vida es tan evidente que incluso no hay necesidad de buscarla.

"Si nuestra busqueda de una realidad suprema es tan ardua, lo es porque buscamos en lugares oscuros lo que resplandece en pleno día."

Nuestro drama no consiste en reflexionar poco, sino demasiado.
El autor de Haiku, procura imponer un firma de expresión primitiva e inacabada que no adquiere sentido mas que en un contexto conocido.
Se trata de una poesía donde el lector es casi tan importante como el poeta y donde el poema es efectivo en la medida en que el lector es capaz de experimentar el sentimiento evocado, aunque no explicitamente formulado.

"Larga noche.
El rumor del agua
dice lo que pienso."

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"El mar se oscurece,
el grito de los patos salvajes
es casi blanco."

La maravilla de esos versos es que representan un momento de intensa percepción. Cada uno de nosotros recuerda haber conocido tales instantes cuando se agudiza de modo extraordinario la conciencia de la realidad viviente como un vuelo de palomas iluminadas por el sol que irradia tras una nube, el repicar de una campana en el silencio de una tarde estival en la montaña, el ruido lejano de un torrente al anochecer, el olor de un fuego de hojas secas en otoño, una rama oscura perfilándose sobre un cielo hivernal...

"Las hojas caidas
reposan una sobre otra.
La lluvia cae sobre la lluvia."

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"La misteriosa y a un tiempo manifiesta evidencia de las cosas se hace clara al contentarnos con mirarla sin hacer preguntas."

No se espera del lector que sea experto en literatura, sino que posea un sentido de lo vital, de los lugares, las estaciones y, por encima de todo, la inefable "visión zen"; es decir una aguda percepción de la evidencia de las cosas, no respeto a su belleza o fealdad, a sus características exteriores o superficiales, ni tampoco a su esencia abstracta, sino a su muy concreta naturaleza.

"¿Una hoja muerta
que vuelve a su rama?
No es una mariposa."

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lunes, 17 de marzo de 2008

Zen en la vida diaria.

Introducción.

El Zen se conoce en Occidente desde comienzos de este siglo, a través de prácticas como las artes marciales, la ceremonia del té, el arreglo floral o los jardines japoneses Zen. La profundidad de su filosofía y la pureza de su estética suscitaron un gran entusiasmo en los medios artísticos e intelectuales. Pero este entusiasmo, al no desembocar en una práctica auténtica, no pudo atravesar el umbral de una curiosidad especulativa.

Esta práctica auténtica es zazen: sentado en la posición correcta, concentrado en la postura, la respiración calma y el espíritu libre, zazen no es otra cosa que el retorno a la condición normal del cuerpo y del espíritu. Zazen es en el origen, la postura de Buda, a través de la cual obtuvo la completa liberación, la suprema sabiduría y la verdadera libertad.

Transmitida de maestro a discípulo sin interrupción durante más de dos mil quinientos años, la práctica de zazen se volvió accesible a los Occidentales en 1967, gracias a la venida del maestro Taisen Deshimaru a Europa. Nacido en Saga en 1914, murió en Japón en 1982. El maestro Deshimaru practicó zazen durante cincuenta años y ha sido el primero en presentar una visión global del Zen en Occidente. El maestro Kodo Sawaki (1880-1965), del cual fue discípulo, ha quedado en la historia del Zen como el gran reformador moderno que supo volver a las fuentes de la más pura enseñanza del maestro Dogen, fundador del Zen Soto en el Japón en el siglo XIII.

Aunque el Zen se desarrolló en el seno de una de las más viejas tradiciones de la humanidad, el Budismo, la esencia de su mensaje tiene un significado universal. Es el principio unificador que forma la raíz del conocimiento de sí mismo, más allá de las diferencias de sistemas, de valores, de naciones o de razas. Aunque a veces se le considere como una religión o una filosofía, el Zen no reposa en ningún dogma, en ninguna ideología. Se dirige directamente al corazón del hombre, es la experiencia viva y el impulso creador antes de toda formalización.

El Zen consiste esencialmente en la práctica de zazen. Darse cuenta de ello y ponerlo en práctica en su existencia personal es una verdadera revolución interior. Es reencontrar sus raíces y penetrar la realidad de la vida. A través de esta práctica, los valores que dan un sentido a la vida humana, se encuentran fundados por la experiencia del cuerpo y del espíritu.

Zazen es la experiencia de la unidad antes de cualquier dualidad. Por eso es casi imposible hablar del Zen, pues el lenguaje separa, ejerce un corte entre la realidad y lo que es.

Todas las ciencias humanas o físicas observan al hombre bajo un ángulo particular. Pero la suma de todas estas visiones no podrá jamás reconstituir el hombre vivo, pues la vida de un ser humano está finalmente más allá de todos los análisis posibles, este más allá es la vida, es el Zen.


Historia del Zen.

El Zen remonta a la experiencia del Buda Shakyamuni que realizó el despertar en la postura de dhyana (zazen), en India en el siglo IV a.C. Esta experiencia se transmitió desde entonces de manera ininterrumpida, de maestro a discípulo, formándose así la sucesión del Zen.

Después de una implantación de cerca de mil años en India, el monje Bodhidharma trajo esta enseñanza a China en el siglo V d.C. El Zen, bajo el nombre de ch’an conoció entonces un gran florecimiento en este país, encontrando en él un terreno favorable para su desarrollo. Fue sobre todo en ésta época en la que el Zen afirmó su originalidad y la pureza de su práctica.

En el siglo XIII, el monje japonés Dogen, después de una estancia en China, llevó el Zen a Japón. Fundador de la escuela Zen Sotot, el maestro Dogen es considerado como el filósofo más grande del Budismo, junto con Nagarjuna en India en el siglo III. El Zen influenciará profundamente toda la cultura japonesa, más de 20.000 templos testimonian hoy este florecimiento.

En el siglo XX Occidente empezó a interesarse en el aspecto filosófico del Zen, mientras que en la misma época, en Japón, Kodo Sawaki, daba un nuevo impulso a la práctica, por entonces bastante debilitada. A la muerte de Kodo Sawaki, su sucesor, Taisen Deshimaru, vino a Francia para traer a Occidente la esencia de esta enseñanza, como Bodhidharma había ido a China mil quinientos años antes.

Zen en la vida diaria.

El Zen no puede conocerse por ningún tipo de imaginación, palabra, escritura, o explicación; debe ser vivido personalmente.
Por ejemplo: si a un ciego de nacimiento se le quiere explicar qué es una flor blanca, no podría entenderlo. Alguien podría decirle que es blanca como la nieve; esta persona tocaría la nieve y diría "¡Qué frío es el blanco!". Al decirle que es blanca como un ganso, tocaría un ganso y diría "¡El blanco es como un pájaro!".
En realidad es muy difícil explicar a un ciego de nacimiento lo que es un color; en cambio habría que buscar una solución para su problema.
El Zen no es explicable por palabras: se comprende tras una vivencia propia.

Si usamos las palabras necesitamos utilizar la lógica, que es producto de la actividad mental, la cual no es totalmente capaz de comprenderlo.
Los filósofos utilizan la lógica usando razones convincentes para ser aceptados. En la religión no se puede.
Muchas experiencias religiosas han sido vividas en distintas partes del mundo, como las apariciones de las Vírgenes. Quienes no lo vivieron no pueden creerlo con un 100 % de certeza: lo tendrían que aceptar con fe.

El Zen no puede explicarse, hay que experimentarlo vivenciándolo.

Si tomo agua: ¿alguien sabe realmente qué estoy tomando? Puedo decirle que está caliente, pero... ¿alguien sabe cuál es su temperatura? Aunque afirme que son 80° C, ustedes no saben cuánto calor es. También puedo decir que es un poco salada. Ustedes pueden imaginar lo que yo digo, pero lo mejor es probarlo personalmente. Aunque diera muchas explicaciones, no lo comprenderían.
La teoría lógica no lo puede explicar, sólo puede transmitir algún aspecto del que sólo entenderán algo aquellos que compartan el mismo idioma y el significado de los términos usados.

La experiencia absoluta debe ser vivida personalmente.

Muchos dirán que son monjes aquellos que viven en un monasterio; entonces ratas, cucarachas, moscas, etcétera también serían monjes. Muchos laicos conviven con monjes en los monasterios, pero ellos no saben bien qué es ser monje.
El Zen es una experiencia, que trasciende el tiempo y el espacio; no los supera, los trasciende; no se los puede superar porque son parte de nuestra vida.
La experiencia del tiempo y del espacio es confusa. El pez en el agua no se da cuenta del agua en la que está inmerso.
Uno no es tan consciente de su movimiento en el espacio a cada momento, ni siquiera percibe bien cómo transcurre el día. Cuando estamos angustiados el tiempo parece interminable; si alguien experimenta algo desagradable, uno quiere ayudar y parece que el tiempo no alcanza. Al llegar el fin del día, muchos dicen: “¡Al fin!”, como si terminaran una lucha contra el tiempo.
No nos damos cuenta del espacio, salvo cuando el movimiento se nos limita.
Un taiwanés puede decir que en Buenos Aires hay muchos espacios verdes; en cambio, un bonaerense se queja por la falta de espacios verdes.
Para el Zen, la comprensión tiempo-espacio debe ser muy clara. La trasciende. Al hacerlo, largo o duración son iguales, un grano de arena o un montaña son iguales, no afecta, no hay diferencia entre ellos.

Principios

1. Conducta pura

Para un iluminado, bueno y malo son lo mismo. Para quienes practican Zen, la pureza es importante.

Pureza implica:

- demostración de ella a través del cuerpo.
- de la conducta mental.
- del habla

2. Tranquilidad en la vida

- En el aspecto verbal –no alborotar.
- En el aspecto mental –no poseer ansiedad.
- En el aspecto corporal –no usar la violencia.

En medio del tránsito pesado surgen ansiedades, nervios, las personas manejan a gran velocidad porque aprecian el tiempo hasta el último segundo; por eso están intranquilos. Muestran violencia de acción y o palabra al no soportar a ciertas personas o acciones.

3. Vida segura

Comprendiendo el Zen tendremos seguridad en nuestra vida. La gente se caracteriza por la falta de seguridad. Se pone nerviosa, se altera, teme; vivir se torna inestable.
No hay en este mundo algo realmente seguro. Podemos prevenir, pero no detener con seguridad los desastres. Según el Zen, sabemos que estos riesgos son naturales, entonces no hay razón para preocuparse. Los que más se preocupan y temen suelen morir más temprano. Muchos compran armas, pero esto no les garantiza su seguridad; podemos decir que los pone en más peligro.

4. Vida estable

La inestabilidad laboral, familiar, matrimonial, todas pueden subsanarse con postura y posición firme, y con autoconocimiento. Debemos saber hacia dónde nos dirigimos, sin necesidad de un meta fija.
Hay que mantener una cierta postura aunque no sepamos qué hacer; comprender cómo somos y cuáles son nuestros límites. Sin una clara dirección, nosotros equivocamos el camino o vamos en círculos.
Si mantenemos una dirección y vamos en ella rápido o despacio, llegaremos igual.
Debo saber qué quiero. ¿Hasta dónde llego?..., ese es otro punto.
Algunos poseen una capacidad innata (por ej: canto), quienes no la tienen y quieren seguir el canto, tendrán un gran problema, pero con una buena guía y una dirección firme y clara, pueden obtener grandes logros.

5. Tener una conciencia clara y libre

Implica que nuestras expresiones y demostraciones de afecto sean autocontroladas libremente; no hay que apegarse a tener, ni sufrir por perder. Si el medio lo permite, desarrollaremos nuestras esperanzas; si no es así, debemos esperar nuevas oportunidades para satisfacer nuestras expectativas.
En la vida hay altibajos, éxitos y fracasos. En cierto tiempo un monje encontró ladrones en su camino, quienes le preguntaron si tenía dinero; él les dijo: “¿Qué pretenden?”. La respuesta fue: “El dinero o la vida”. El maestro dijo que prefería conservar su vida y darles el dinero. Ante tal respuesta los ladrones sonrieron por la forma tan fácil en que obtenían dinero, entonces decidieron perdonarlo. Sin pensarlo, el maestro aprovechó el ambiente y les pidió colaboración para un templo que estaba construyendo. Ante semejante pedido, el jefe de la banda encolerizó y le dijo: “Usted no conoce sus límites, le quitaré su dinero y la vida, usted no sabe que vivimos de esto”.
La respuesta fue: “Muy bien, ya estoy cansado de la existencia. ¡Quíteme la vida!”.

Para el Zen, obtención y pérdida deben ser indiferentes.

El jefe se conmovió ante tal desapego a la vida y se dio cuenta de lo bueno que es ser un monje, sin preocuparse por el dinero o la vida, y en ese momento decidió ser un monje él también.


Metodología del Zen

1. Observar las actitudes propias

Examinar y conocer lo que hablamos y lo que hacemos.
Por ejemplo: Alguien habla por teléfono y a la vez está observando atentamente la puerta en espera de un amigo que llega. De esta forma no sabe realmente lo que dice y lo que le dicen. A veces no sabemos qué hablamos o hacemos: eso es ser irresponsable.
O por ejemplo alguien conversa y a la vez está leyendo; presta más atención a una cosa que a otra, entonces así puede prometer algo que quizás después no recuerde, a la vez que probablemente almacena en su memoria una información errónea.

2. Observar el pensamiento propio

Hay que saber qué se está pensando; al no hacerlo llegamos a perder el tiempo. Nuestra actividad mental debe ser estable, segura y tranquila.

3. Convocar la atención de nuestro pensamiento

Lograr que no se focalice en el mundo externo.
El factor ambiental a veces trae desequilibrios orgánicos. Nos alegramos ante los elogios y nos enojamos ante las críticas. A veces ni siquiera es verdadero alguno de los dos.
Al desequilibrar nuestro pensamiento por influencias externas, debemos llamar su atención.

4. Capacidad de dejar de darle importancia al cuerpo y al medio ambiente

La vida está llena de altibajos, a los que no hay que prestar demasiada atención; ni a la felicidad, ni a la tristeza; siempre hay que estar igual sin afectarse por los altibajos.
En el cáncer, por ejemplo, es muy importante desviar la atención de quien lo padece. El cáncer no significa muerte, hay que convencer a quien lo padece de que no debe tener miedo a morir.
Mucha gente a la que se le pronosticaba unos días o semanas de vida, ha vivido y vive muchísimo más de lo previsto por los médicos.


La vida cotidiana es Zen

1. Tener una actitud objetiva de la vida

El que siente es el cuerpo; si lo tomamos en forma objetiva, no subjetiva, como si fuera de otro, tendremos tranquilidad.
Hay que vivir con sabiduría y tranquilidad.

2. El Objetivo de la vida es un proceso activo de la vida

Debemos tener una dirección en esta vida, pero no necesariamente un objetivo. Esto no significa no avanzar hacia nada fijo. En la historia del conejo y la tortuga, el primero descansaba y el segundo avanzaba en forma lenta pero constante.
El Zen no comparte ninguna de las dos posiciones, no usa la competencia.
Cada uno debe avanzar lo que puede. Ese es nuestro objetivo: avanzar según nuestro ritmo y nuestra velocidad.

3. Aplicación del pensamiento, de los principios del Zen y de su Metodología.

Fuentes:
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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"