martes, 11 de marzo de 2008

¿Que es el Zen?

El Despertar:

Aunque poseyéramos todo lo que deseamos, aún no estaríamos satisfechos. Tal es la causa de nuestra enfermedad, sobro todo en el seno de una sociedad que nos promete todo, pero que no nos priva de lo esencial, ya que lo esencial no pertenece de ninguna manera al orden del tener, sino del ser, y contra más poseemos, más deseamos, menos somos.

Nuestra verdadera riqueza, la que nos pertenece en propiedad y la que nadie puede robarnos, está dentro de nosotros, profundamente escondida y casi siempre mal conocida.

No se puede llegar a alcanzar este fondo de nosotros mismos, estable y apacible, no se puede descubrir esta riqueza olvidada sin un método radical y riguroso.

El Zazen, la práctica constante y asidua del Zen, es la llave que abre este reino interior.

El Zen no es un conocimiento para añadir a otros, y menos aún un objeto de especulación, intelectual o de discusión. El Zen no puede ser más que una experiencia personal, la más íntima de todas, algo que nadie puede hacer en nuestro lugar. Por el contrario, es suficiente practicar el Zen, es decir, ponerse en postura, la columna vertebral lo más derecha posible, sentado sobre un cojín redondo, piernas cruzadas, completamente inmóvil, en un lugar tranquilo y en el silencio, respirar lenta y profundamente y dejar así que el espíritu agitado se apacigüe, se aclare, para sentir rápidamente los efectos beneficiosos: las preocupaciones cotidianas dejan de inquietarnos, se alejan y, por último, aparecen como lo que son pequeñas e insignificantes oleadas en la superficie de nosotros mismos. Poco a poco la angustia deja lugar a la seguridad, la turbulencia incesante e inquieta a una calma desconocida anteriormente, primer anuncio de la serenidad.

Comienza a manifestarse una sensación de alivio, de equilibrio recuperado.

El control de la respiración modera y apacigua el ritmo del corazón, regulariza la circulación, hace decrecer la tensión; al volverse profunda, la expiración expulsa de los pulmones los residuos de gas carbónico que, habitualmente se estancan ahí, provocando nerviosismo y ansiedad; el grado de ácido láctico en la sangre, factor de la agresividad, baja muy sensiblemente, mientras que el hecho de estirar la columna vertebral le hace encontrar su agilidad y libera las contracciones nerviosos que desaparecen.

Por último, y sobre todo, el funcionamiento del cerebro se modifica muy sensiblemente, al pasar la actividad de las capas superficiales a las capas profundas, las ondas alfa aparecen en él muy rápidamente, lo cual origina un estado de conciencia completamente diferente al de la vida cotidiana, a la vez más distenso y más perspicaz, con una sensibilidad permanente y muy despierta.

De esta manera solamente, gracias a este ejercicio continuo, el cual poco a poco formará parte de nuestra vida y constituirá su mejor parte, comenzaremos, al principio imperceptiblemente, más tarde más sensible a cambiar; y no solamente nosotros, sino nuestra vida, los demás, el mundo.

En realidad, lo que habrá cambiado será nuestra relación con la vida, con los demás, con el mundo. Poco a poco nos iremos deshaciendo de la envoltura del ego. Nuestra conciencia cesara al fin no solamente de estar dividida, sino también de estar retraída. Al estar derrumbadas y abolidas todas las barreras, la comunicación se establecerá y el otro ya no será el "otro". Nuestra conciencia participara en la vida sintiéndose una emanación del cosmos, identificándose a él.

Zazen es en su origen la postura misma de Buda, gracias a la cual obtuvo la completa liberación, el desapego soberano, el conocimiento perfecto. El Zen nos recuerda que todos nosotros tenemos, "aquí y ahora", esta posibilidad, pero simplemente lo ignoramos. A través de la practica y de la enseñanza del maestro, nos acercamos, a través de una transmisión ininterrumpida, a esta experiencia, a esta prodigiosa metamorfosis del ser que es el Despertar.

Conocerse a sí mismo:

En la base del Despertar está el conocimiento de sí mismo. Este punto es y fue el esencial de la enseñanza de muchas filosofías y religiones, si bien es verdad que esta búsqueda del conocimiento de sí mismo ha podido desembocar en el egoísmo y en el individualismo. Hoy día, después de los descubrimientos de la psicología profunda, del psicoanálisis, la concepción del yo y del sí mismo ha evolucionado y no puede ser ceñida a un estudio objetivo racional de la conciencia, y tampoco a un análisis puramente intelectual.

Por otra parte, parece que el hombre no pueda vivir basándose simplemente en valores sociales, religiosos y morales exteriores a él. Actualmente necesita un afianzamiento interior, descubierto y vivido en lo mas profundo de él mismo.

La vida en sociedad educa al hombre según condicionamientos que le enseña a juzgar el bien y el mal según unos criterios que son más un habito adquirido que una noción realmente vivida.

Además hoy día, todo el mundo toma conciencia de este estado de hechos, lo cual produce uno de los factores más importantes de la incomodidad sentida por los individuos.

Todo esto nos conduce a una búsqueda interior más aguda y personal, y nos acerca de una manera diferente al problema:

¿Cuál es la naturaleza del hombre y del universo?
¿Qué es la vida?
¿Qué es la muerte?

Ni la ciencia, ni la religión, a través de la historia de los hombres, han aportado una respuesta satisfactoria.

Nosotros, en tanto que cuerpo y espíritu, somos la vida. Esta es la respuesta Zen. Ver claramente en nuestro propio espíritu. El hecho de vivir y de realizar profundamente esta unidad cuerpo-espíritu, nos hace descubrir la fuente de la vida en nosotros mismos, aquí y ahora.

Este sentimiento de vida es lo universal en nosotros y nosotros en lo universal, mas allá del ego y más allá de la vida y de la muerte, en la interdependencia de todas las existencias.

Este sentimiento de unidad universal es la base del amor que une a todo lo que vive.

Zen y calidad de vida:

“El Zen purifica y eleva a la más alta dimensión los deseos sanos del hombre. El Zen puede ayudar a resolver la crisis de la civilización moderna, no solamente en la conciencia profunda de cada uno, sino en la de toda la Humanidad”, escribió Taisen Deshimaru.

El Zen desarrolla un alto grado de conciencia de sí y de paz interior. Abandonando el egoísmo individual y aprendiendo a tranquilizar la mente, se puede acceder al flujo interno de la actividad y de la energía y al conocimiento intuitivo.

Esta es la sabiduría que nos conduce a la sabiduría por la puerta del silencio y sin deseo de provecho personal.

“Mantened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Cerrad las manos, sólo obtendréis un puñado de arena”, escribió el maestro Dôgen.

Zen y creatividad:

La actividad creadora surge de la espontaneidad manifestada 'aquí y ahora' en tanto que actitud realista y apropiada.

En el Zen, la vida cotidiana está fundada sobre la espontaneidad y sobre el entrenamiento a la concentración del cuerpo y del espíritu. Es creadora.

Aquel que practica el Zen puede realizar ‘aquí y ahora’ sus potencialidades, despertándose a su verdadera naturaleza, siendo plenamente él mismo. La creatividad no es solamente una cualidad de genios. El niño es espontáneamente creador. Todo el mundo puede serlo en su vida.

Zen y energía vital:

Para purificar el espíritu no hay que detener la actividad. El Zen no es una técnica de evasión o de huida. Por el contrario, la practica de Zazen desarrolla nuestra energía y la concentra sobre el instante presente, nos permite afrontar la realidad cotidiana con una calma, con una perspicacia, con una objetividad, de las que no nos creíamos capaces, y que nos sorprenden.

Frente a las dificultades, de cara a los problemas, se produce la reacción justa y eficaz, naturalmente, espontáneamente, ya que nos hemos desembarazado de los obstáculos interiores que antes nos lo hacían imposible. Debemos encontrar nuestra verdadera paz interior en la actividad.

Zen y libertad:

Trascender los limites de los propios conflictos, sentirse uno con los demás, conducirse naturalmente es la vía de la libertad. La verdadera libertad es interior. Significa confianza en sí mismo. De esta manera es posible conformarse a las reglas exteriores e interiormente permanecer libre.

El comportamiento es igualmente importante. Cada gesto es la ocasión de un entrenamiento a la concentración, a la simplicidad, a la armonía y al control del cuerpo y del espíritu.

Zen y religión:

El Zen es la esencia del budismo. Pero ante todo y esencialmente es “contacto con el absoluto en nosotros mismos; despertar a la realidad más allá de las apariencias visibles; comprensión de nuestra profunda naturaleza humana, invisible. Y en esto es universal.

El Zen es ante todo una postura, la postura sedente de zazen, con sus tres elementos: actitud del cuerpo, actitud del espíritu y respiración.

Una postura es una actitud. Una postura quiere decir evidentemente, en el sentido amplio del término, una actitud ante la vida: actitud de fuerza y de equilibrio, de serenidad y de vigilancia, de respeto y de tolerancia, de unión con la vida cósmica.

El Zen se sitúa más allá de todas las religiones tradicionales, pero al ser la raíz misma del espíritu religioso, puede vivir entre todas las religiones, dar a cada una su verdadero poder religioso, y, en el seno de todas las místicas, de la misma manera que un pez viviendo en el agua. “El agua es la vida para el pez, pero el pez es también la vida para el agua”, decía Dôgen.

Zen y psicología:

La noción de inconsciente cósmico ha dado a la psicología una dimensión que anteriormente no tenía.

El desarrollo de la personalidad ligada a lo universal, trasciende los limites del individuo y del ego en particular. No existe un yo separado de los demás, sino un sí mismo, plenamente sí mismo, diferente y parecido a los otros a la vez. El dinamismo interior tiende hacia la unidad y hacia la superación de las contradicciones, empezando por la noción de vida y de muerte.

La naturaleza de la conciencia es especial y profundamente estudiada en el Zen.
Una imagen ilustra claramente la transformación que se instaura: es la imagen de la puerta que separa simbólicamente el consciente del inconsciente. Esta puerta sólo se abre generalmente hacia el exterior, pero debería llegar a ser "batiente", libre.

El Zen es la vía sin atolladeros. Nos enseña a tomar conciencia de nuestros propios recursos y de la profunda humanidad que esta en cada uno de nosotros.

Fuentes:
Taisen Deshimaru, "La práctica del Zazen".

No se puede mostrar la imagen “http://www.budismozen.es/php/logoportadacomunidad.gif” porque contiene errores.

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