domingo, 28 de febrero de 2010

Tapihritsa y las Enseñansas del Dzogchén

Tapihritsa suele ser representado como un adolescente de dieciséis años, una figura blanca y translucida como el cristal, rodeada por una esfera de arco iris, con el cuerpo completamente desnudo, sin ornamentos de ningún tipo y sentado sobre un loto que se halla suspendido en medio del cielo. Ésta es la forma en que, según la tradición, se manifestó a su discípulo Gyerpunga. Al principio de cualquier práctica de dzogchen, en la tradición bön, siempre se lleva a cabo su invocación.

Según recogen las antiguas crónicas, Gyerpungpa permanecía en retiro en una pequeña ermita, protegido por un rico nómada, llamado Mergyungpo Yungdrung Gyaltsen. Ese rico benefactor se encontró con un niño aparentemente perdido y vestido de manera andrajosa quien, tras declarar que era huérfano, pidió trabajo afirmando que era capaz de desempeñar cualquier tarea. El hombre acogió al niño y le encomendó la misión de cuidar el ganado.

Cierto día en que el pequeño estaba buscando leña, el ganado se dispersó y, con la excusa de ir en su busca, arribó portando un gran hatillo de leña sobre su espalda a la entrada de la gruta donde se encontraba meditando Gyerpungpa. Dejando caer su carga de golpe, el niño comenzó a proferir toda clase de alabanzas pero también algunas palabras de crítica dirigidas al meditador quien, tras la sorpresa inicial, dudó de la elocuencia y sinceridad de las palabras del pequeño. Entonces, Gyerpungpa se propuso examinar más detenidamente al extraño niño efectuándole cinco preguntas, cuyas respuestas contienen la esencia de la enseñanza dzogchen. Las preguntas de Gyerpungpa fueron las siguientes:

—¿Quién es tu maestro? ¿Cuál es tu práctica? ¿Cuál es tu meditación? ¿Cuál es tu carga? ¿Y por qué llevas a cabo esta actividad?

Y éstas fueron las respuestas que dio Tapihritsa:

—Mi maestro es la visión ordinaria. Si la visión ordinaria no fuera el maestro, entonces, ¿quién fue el maestro del primer buda, Kuntuzangpo?

»Mi práctica consiste en permanecer libre de pensamientos discursivos. Puesto que no podemos fijar ningún pensamiento en la base-de-todo, las visiones conectadas con los pensamientos no constituyen la práctica real.

»Mi meditación abarca la totalidad de los fenómenos de los tres reinos de la existencia, puesto que el auténtico significado de la verdad última trasciende cualquier tipo de parcialidad.

»Llevo sobre mí la carga de los pensamientos porque, una vez que los deseos han sido agotados, deja de haber pensamientos discursivos y se comprende que todo es una ilusión.

»Mi actividad es el trabajo al servicio de todos los seres. Dado que felicidad y sufrimiento tienen un solo sabor, mi conducta es actuar con ecuanimidad hacia todos ellos.

Estas respuestas no aplacaron el escepticismo de Gyerpungpa, por lo que le propuso que al día siguiente ambos entablaran un debate en presencia del rey y, de ese modo, quien saliese derrotado se convertiría en discípulo del otro. Ante esta propuesta el niño profirió tres sonoras carcajadas y dijo:

—Los debates son un juego de ciegos, los tantrikas sólo crean ilusiones con la mente, los eruditos sólo emiten palabras vacías y carentes de sentido. No merece la pena perder el tiempo con todo eso.

En ese momento, Gyerpungpa reconoció que el niño debía de ser una emanación espiritual, un mahasiddha. Se quedó en silencio sin saber qué decir y, cuando miró al pequeño, ya no vio al huérfano harapiento sino una gloriosa visión de un joven de dieciséis años de edad suspendido en el espacio en medio de una esfera de arco iris, con un cuerpo puro como el cristal, transparente, desnudo y carente de adornos. Cuando Gyerpungpa ofreció al joven oro a cambio de sus enseñanzas, éste replicó:

—Yo soy Tapihritsa, si ofreces oro a los pájaros, ¿acaso lo aceptarán?

Gyerpungpa se mostró nuevamente de acuerdo y Tapihritsa le dijo entonces que le enseñaría a liberarse de todas las acciones sin dejar rastro, como los pájaros que surcan el cielo.

Mientras tanto el rico terrateniente, advirtiendo que el niño había desaparecido con el ganado, partió en su busca y llegó a la cueva donde pudo presenciar lo que estaba sucediendo. Entonces Gyerpungpa explicó a su benefactor que el pequeño huérfano era en realidad un gran ser espiritual. De ese modo, ambos hicieron ofrendas a Tapihritsa y se postraron ante él. Entonces, el joven suspendido en el vacío les transmitió una serie de enseñanzas esenciales, subdividas en: las cuatro cosas buenas, las cuatro cosas aplicables a la mente, las cinco prácticas, los cuatro adiestramientos relacionados con el estado natural y la triple confianza. Se considera tradicionalmente que cada sección de esta enseñanza responde, sucesivamente, a las preguntas iniciales formuladas por Gyerpungpa: ¿Quién es tu maestro? ¿Cuál es tu práctica? ¿Cuál es tu meditación? ¿Cuál es tu carga? ¿Cuál es tu trabajo?

Las cuatro cosas buenas
—Cuando la mente no se apega a las apariencias externas e internas, éstas se liberan por sí mismas. De ese modo, debemos permitir que el reconocimiento intrínseco —que está más allá de toda parcialidad o prejuicio— libere todas las apariencias, sin conceptualizarlas ni juzgarlas. Dejarlas estar de ese modo es la primera cosa buena.

»Cuando la meditación está libre de pensamientos (conceptos), la mente permanece en un estado de claridad espontánea que la mantiene a salvo de las experiencias descontroladas. Así pues, la segunda cosa buena es mantenerse al margen de las distracciones.

»En lo que a la conducta se refiere, ésta debe carecer de apegos y expectativas permaneciendo alerta y relajada. En ese caso, debemos desconectar directamente todos los juicios y conceptos y todas las apariencias que puedan ocurrir dejándolas tal cual son. De ese modo, la tercera cosa buena consiste en cortar de manera inmediata todos los apegos y conceptos que surgen.

»En lo que respecta al fruto o la meta, ésta no ha de ser buscada ni sepultada bajo nuestras expectativas, sino que todo emerge espontáneamente tal como es. Cualquier expectativa o ansiedad concerniente al futuro es liberada en su propia condición original de vacuidad. Este proceso de liberación natural es la cuarta cosa buena.

»Debes observar cuidadosamente todos estos tópicos concernientes a la visión, la meditación, la acción y el fruto para comprobar si representan el sendero de la claridad o, por el contrario, de la ausencia de claridad —concluyó Tapihritsa mientras permanecía suspendido en el cielo.

Tanto Gyerpungpa como el benefactor permanecieron en silencio. Después de un rato Tapihritsa añadió:

Las cuatro cosas aplicables a la mente
Ninguna actividad externa o interna puede mermar o agotar la Realidad Última (Dharmata) porque ésta se halla más allá de la práctica. No existe nada material ni substancial en la Realidad Última que pueda ser objeto de disminución o incremento. Por tanto, en la práctica, la mente debe permanecer en la misma condición de no-substancialidad (que es su naturaleza vacía).

No se puede llegar a conocer el Dharmakaya con la conciencia convencional ni con las actividades mentales, puesto que está más allá de todas las causas primarias y secundarias y eso también es aplicable a la mente. Por eso, hay que practicar manteniendo la mente más allá de causas y condiciones.

No se puede encontrar la mente cuando se la busca porque ésta carece de existencia inherente. Por consiguiente, hay que practicar sin perder de vista la ausencia de existencia inherente de la mente.

No se puede cambiar el Estado Natural por ningún medio y, por esa razón, hay que practicar manteniendo la mente en dicha inmutabilidad.

Debes examinar detenidamente estos tópicos para comprobar si se aplican o no a tu propia mente.

Las cinco prácticas
Dado que no existe ninguna parcialidad o unilateralidad (como la dualidad de yo y otro) en el Estado Natural, ¿acaso todas las visiones no surgen igualmente sin parcialidad? Por tanto, hay que practicar sin parcialidad o unilateralidad con respecto a nada.

Dado que no existe ningún aferramiento (en el Estado Natural) ni aprehensión de objetos externos, ¿acaso éstos no se liberan por sí mismos en la vacuidad? Por eso, hay que practicar sin apegarse a las apariencias, emociones ni pensamientos, y sin tratar de liberarlos (sino dejándolos tal cual son en sí mismos).

Dado que el estado natural carece de nacimiento o muerte, ¿no se sigue de ello que todas las visiones y apariencias que surgen en ese estado, emergen y permanecen en esa misma naturaleza que no es producida por nada? Por eso, hay que practicar sin tratar de incrementar ni mermar las apariencias.

Dado que el estado natural es inexpresable (e inaprensible mediante conceptos) ¿no sucede también que todas las apariencias emergen y permanecen en esa vasta expansión del espacio de una manera inefable? Por tanto, hay que practicar sin tratar de enfatizar ni de eliminar nada.

Dado que las apariencias y las visiones nunca se separan del estado natural desde el mismo principio, ¿no se sigue de ello que no hay necesidad alguna de unirlas a dicho estado? Por tanto, hay que practicar sin tratar de separar o de relacionar nada.

Debes examinar cuidadosamente estas cuestiones para ver si (las apariencias) surgen de la mente o no.

Los cuatro adiestramientos directos relacionados con el Estado Natural
Puesto que la mente no depende de largas sesiones de meditación y las oportunidades de éstas son muy escasas, debemos intentar permanecer en el estado natural allí donde nos encontremos y comprometernos a adiestrarnos directamente en dicho estado practicándolo sin dilación.

Puesto que en el estado del Gran Gozo no existen distracciones, debemos permanecer en el estado natural allí donde estemos y adiestrarnos directamente en esa disposición natural y practicar sin establecer diferencia alguna.

Puesto que el significado del estado natural es lo incondicionado, basado en el poder de la inseparabilidad (de apariencias y vacuidad), debemos permanecer en el estado de contemplación allí donde estemos, adiestrándonos directamente en la disposición natural (del estado de contemplación).

Puesto que en la esencia misma no hay nacimiento ni muerte (emergencia o cesación) sino que es un estado no producido por nada, debemos permanecer en el estado natural allí donde nos encontremos y adiestrarnos directamente en su contemplación.

Debes examinar cuidadosamente estos puntos para determinar si tu práctica es suficientemente estable o no.

La triple confianza
Cuando se comprende que el estado natural carece de existencia intrínseca, se tiene suficiente confianza para tomar una decisión irrevocable con respecto a todas las cosas.

Cuando comprendemos la inseparabilidad (de apariencia y vacuidad), tenemos la suficiente confianza para decidir que todo tiene un solo sabor.

Cuando se comprende que el estado natural carece de parcialidad (o juicios), se alcanza la confianza que está libre de todas las limitaciones.

Sólo aquel que posee estas tres confianzas puede llamarse practicante del dzogchen.

Al concluir, Tapihritsa les dijo que mantuviesen en secreto su enseñanza y añadió que, si no le olvidaban, volverían a encontrarse de nuevo. Luego desapareció en una masa de luz de arco iris. Cinco años después, Gyerpungpa se encontraba retirado en una isla situada en el lago Darok, cuando tuvo su segundo encuentro con Tapihritsa, quien se le apareció nuevamente rodeado de una masa de luz y le habló del siguiente modo:

—Has practicado lo que te he enseñado, de modo que te daré nuevas enseñanzas. Escucha con atención, esta enseñanza conduce a la liberación a los mejores de los seres humanos. Las tres importantes declaraciones que efectuaré ahora contienen la esencia de las ochenta y cuatro mil enseñanzas del Dzogchen y el Bön. Proceden del Dharmakaya, a través de los nueve seres iluminados y los veinticuatro maestros. Son las enseñanzas más importantes del Bön. Si no conoces esta enseñanza eres como un ciego tratando de guiar a otro ciego.

Entonces le transmitió todo lo concerniente a la visión última, una enseñanza contenida en el texto titulado Las Seis Lámparas.

A la postre, en su tercer y último encuentro Tapihritsa transmitió a Gyerpungpa las enseñanzas denominadas los Ocho Preceptos y los Veintiún Clavos [Zerbu]. El segundo capítulo de este texto se titula "El reconocimiento de la base de todo" y contiene algunos consejos para comprender la diferencia entre la mente y la naturaleza de la mente, para reconocer la base-de-todo (kunzhi) y para afianzar y desarrollar la experiencia de la contemplación. Merece la pena que nos detengamos en esas recomendaciones ya que contienen las claves de la contemplación dzogchen.

Según diferentes comentaristas, hemos de entender estos nueve métodos como una profundización creciente de la contemplación, puesto que siempre se trata, claro está, del reconocimiento, la familiarización y la completa integración del cuerpo, la palabra y la mente con el estado natural.

Renunciar a las distracciones mediante los tres votos
Los tres votos se refieren al control de las acciones relativas a las tres puertas de cuerpo, palabra y mente (es decir, los movimientos del cuerpo, el habla o la respiración y los pensamientos). El primer voto consiste en no hacer nada en especial con el cuerpo. El segundo consiste en no hacer nada con la palabra ni la respiración —como repetir mantras o tratar de controlar la respiración de algún modo—, mientras que el tercero consiste en no hacer absolutamente nada con respecto a los pensamientos y las emociones.

Sin embargo, el mantenimiento de este triple voto no implica que debamos tratar de detener deliberadamente nuestras acciones físicas, palabras y pensamientos, sino que se trata más bien de descubrir el modo en que las acciones, las palabras y los pensamientos cesan por sí mismos de manera natural. Es como el descanso o el abandono que sucede al completo agotamiento cuando hemos efectuado un gran esfuerzo. Es el agotamiento que tiene lugar cuando constatamos que hemos llevado a cabo todas las actividades, palabras y pensamientos posibles.

En ese sentido, el maestro Drugyalwa Yungdrung aconseja que, para poner en práctica los tres votos y las tres relajaciones conjuntamente, debemos reflexionar primeramente sobre todas las acciones que hemos podido llevar a cabo con el cuerpo, la palabra y la mente desde el sin principio de los tiempos y, a continuación, preguntarnos adónde nos ha conducido todo eso. Aquí se incluyen tanto las acciones negativas como las positivas, puesto que todo acaba deviniendo inútil y convirtiéndose en causa de insatisfacción. Comprendiendo que no queda nada de todas esas acciones inagotables, palabras absurdas y pensamientos perturbadores, relajamos completamente el cuerpo, la palabra y la mente en la Gran Relajación, como un anciano que mira despreocupadamente cómo corren los caballos salvajes. Por esa razón, para acometer la contemplación del dzogchen, al principio es necesario poner fin a todas las actividades de cuerpo, palabra y mente, negativas, positivas o neutrales, incluyendo plegarias, mantras, concentraciones y visualizaciones.

Reposar la mente en la triple relajación
La liberación del cuerpo consiste en relajar todas las acciones del cuerpo en la no-acción, la liberación de la palabra consiste en relajar completamente el habla en el silencio, mientras que la liberación de la mente consiste en relajar todos los pensamientos y actividades mentales en el estado de no-pensamiento. Eso no significa, como decíamos en el apartado anterior, que debamos cortar deliberadamente nuestras acciones, palabras y pensamientos, sino más bien reconocer el estado de no-acción dentro de la acción, reconocer el gran silencio en el seno del sonido y reconocer el no-pensamiento en el mismo pensamiento.

Afianzar el reconocimiento de la base (rigpa) mediante los tres modos de permanencia (bzhag thabs gsum)
Hay que dejar ser las cosas sin esfuerzo mental alguno, hay que dejarlas ser tal como son en la Gran Naturaleza, hay que dejarlas ser sin intentar ningún ajuste ni cambio. Dicho de otro modo, hay que permanecer en la mente tal cual es sin cambiar el movimiento mental, permanecer en la esencia del estado natural y permanecer sin limitaciones en el estado natural. En suma, hay que dejarlo todo tal como es.

Cortar las tendencias kármicas mediante los tres no-seguimientos
No hay que seguir las acciones del cuerpo, la palabra o la mente, ni las posibles visiones que surjan, sino permanecer plenamente en el estado natural.

Sostener la continuidad y la familiaridad del rigpa mediante las tres cuerdas
Las tres cuerdas —o continuidades de la práctica— se refieren al afianzamiento de la contemplación y la familiaridad con el estado natural. La primera cuerda consiste en no distraerse con los pensamientos ni las visiones, sino mantener la contemplación continuamente. La segunda es no tratar de cambiar el estado natural, mientras que la tercera consiste en mantener la frescura de la contemplación.

Proteger la adulteración del significado mediante los tres ocultamientos
Primeramente, es muy recomendable practicar en soledad, ocultando el propio cuerpo como un animal salvaje que ha sido herido y permaneciendo centrado en el estado natural hasta que éste ha sido estabilizado. En segundo lugar, es mejor mantenerse en silencio como una lámpara dentro de una hornacina que el viento no puede perturbar. En tercer lugar, hay que proteger la mente sin seguir los objetos de los seis sentidos, permitiendo que la mente y los sentidos permanezcan en la base-de-todo (kunzhi), ocultos como la tortuga que se sumerge en las profundidades del océano.

Ejercitar la energía dinámica (tsel) del rigpa mediante las tres emergencias
Cuando la contemplación es suficientemente estable, debemos comenzar a integrar todas las acciones con el estado natural ejecutando primeramente pequeñas acciones, en las que podemos ejercitarnos sin perder la presencia del estado natural moviéndonos, recitando mantras u otras oraciones o generando distintos pensamientos, y constatando que el estado natural los abarca a todos. Las tres emergencias se refieren, más concretamente, a la emergencia de las diferentes acciones del cuerpo en el estado carente de acción, a la emergencia de las diversas manifestaciones de la palabra en el estado de silencio y la emergencia de los diferentes movimientos de la mente en el estado carente de pensamiento.

Relajarse en la no-dualidad mediante las tres liberaciones
Significa, básicamente, que independientemente de lo que hagamos, permanecemos siempre en el estado natural. En ese estadio, no es posible establecer diferencia alguna entre la mente y la naturaleza de la mente, entre el pensamiento y el no-pensamiento. De ese modo, todas las acciones del cuerpo se liberan o se disuelven en el estado sin acción del cuerpo, todas las palabras se liberan en el silencio y todos los pensamientos se liberan en el estado más allá del pensamiento. Por medio de esta triple liberación podemos comprender la igualdad fundamental que subyace tanto a la mente como a la naturaleza de la mente.

Mantener el resultado mediante los tres no-oscurecimientos
Una vez que se arriba a ese nivel de integración, las acciones no oscurecen el estado sin acción del cuerpo, las palabras no oscurecen el silencio y los pensamientos no oscurecen el estado natural más allá del pensamiento.




Tapihritsa es el maestro axial de la denominada tradición del Linaje Experiencial de Zhang-zhung, ya que su figura sintetiza todas las enseñanzas y maestros de este linaje. Es el maestro vigésimoquinto de la línea de transmisión que, comenzando con el buda Samantabhadra, pasa por Tönpa Shenrab y llega hasta el propio maestro de Tapihritsa, llamado Tsepung Dagpa Gyaltsen. Todos esos maestros alcanzaron la realización del cuerpo de arco iris, que supone la disolución del cuerpo físico en el momento de la muerte. Dagpa Gyaltsen es el responsable de la estructuración de las enseñanzas del Zhang-zhung Nyen-gyüd en los ciclos externo, interno, secreto y muy secreto. Se dice que, cuando Tapihritsa recibió estas enseñanzas, se retiró durante nueve años a una zona situada al este del monte Kailash, en una caverna cerca de Taruk, un gran lago salado, donde practicó hasta alcanzar la realización del cuerpo de luz de la Gran Transferencia, disolviendo su cuerpo físico en la vasta expansión del cielo sin dejar ningún resto tras de sí.

Hasta la aparición de Tapihritsa, los preceptos del Dzogchén eran transmitidos oralmente a un solo discípulo en la forma de upadeshas o instrucciones secretas. Sin embargo, a partir de Gyerpungpa Nangzher Lopo —una figura de indudable historicidad y coetánea de Padmasambhava y de otros importantes maestros indios y tibetanos—, estas enseñanzas comenzaron a ser recogidas por escrito, una medida ciertamente previsora pues en los años siguientes las enseñanzas del Bön serían objeto de implacables persecuciones. Posteriormente, en el siglo X, las enseñanzas fueron traducidas definitivamente al tibetano por el último maestro del linaje de la Transmisión Experiencial nacido en Zhang-zhung y de nombre Ponchen Tsenpo.

Pero, si bien Gyerpungpa Nangzher Lopo —principal discípulo de Tapihritsa— era un adepto avezado en la práctica del tantra y poseía numerosos poderes mágicos, no había alcanzado el siddhi supremo de la iluminación. Entre los poderes mágicos de Gyerpungpa se cuenta la capacidad —asociada a la deidad meditativa Meri, deidad tutelar de las enseñanzas del Zhang-zhung Nyen-gyud— de lanzar misiles mágicos. Además, Gyerpungpa no sólo era un gran erudito y practicante, sino que también era el sacerdote personal del rey de Zhang-zhung. En esa época —en torno al siglo VII d.C.—, el reino de Zhang-zhung estaba a punto de ser anexionado definitivamente al Tíbet bajo el gobierno del célebre rey budista Trisong Detsen.

sábado, 27 de febrero de 2010

Dzogchén: El Camino De La Gran Perfección

“Las enseñanzas Dzogchén no son una filosofía, ni una doctrina religiosa, ni tampoco una tradición cultural. Entender el mensaje de las enseñanzas significa descubrir la verdadera condición de uno mismo, despojada de todas las decepciones y falsificaciones que crea la mente. El mismo significado del término tibetano Dzogchén se refiere al verdadero estado primordial de cada individuo y no a alguna realidad trascendente.”

La doctrina budista de Dzogchén, explica que, en cierto modo, la iluminación esta ya aquí, que ni siquiera la meditación es necesaria, pues no se trata de cambiar la percepción de las cosas sino de reconocer la pureza de la mente. No existen dos tipos de conciencia diferentes, la iluminada y la ignorante: solo existe una Conciencia. Dicho de otro modo, estamos liberados ya. Solo se trata de reconocerlo.

Esta doctrina de Dzogchén es considerada por sus seguidores como la enseñanza definitiva y más secreta del Buda.

En esencia, la Enseñanza Dzogchén se ocupa del Estado primordial que, desde el comienzo mismo, ha constituido la naturaleza intrínseca de cada individuo. La vivencia de dicho estado es la vivencia de nuestra verdadera condición: somos el centro del universo, aunque no en el sentido egoico y egoísta propio de nuestra experiencia ordinaria. La conciencia egocéntrica ordinaria no es otra cosa que la jaula limitada de la visión dualista que excluye la vivencia de nuestra verdadera naturaleza: la vivencia del espacio del estado primordial. Descubrir el estado en cuestión es comprender la Enseñanza Dzogchén, cuya transmisión tiene como función el comunicar dicho estado: quien lo ha descubierto y se ha establecido en él lo transmite a quienes están atrapados en la condición dualista. Incluso el nombre “Dzogchén”, que significa “Gran Perfección”, se refiere a la autoperfección de este estado, fundamentalmente puro desde el comienzo, en el cual no hay nada que rechazar o que aceptar.

Para entrar en el estado primordial y aprehenderlo así directamente, uno no necesita conocimientos intelectuales, culturales o históricos. Por su propia naturaleza, dicho estado está más allá del alcance del intelecto. Sin embargo, cuando la gente encuentra una enseñanza que no conocía con anterioridad, en seguida quiere saber dónde surgió, de dónde vino, quién la enseñó y así sucesivamente. Aunque lo anterior es perfectamente comprensible, no se puede decir que el dzogchén mismo pertenezca a la cultura de ningún país. Por ejemplo, hay un tantra del Dzogchén llamado Dra Talyur Tsawe Guíüb que afirma que la Enseñanza Dzogchén se encuentra también en otros trece sistemas solares distintos del nuestro; en consecuencia, ni siquiera podemos decir que la Enseñanza Dzogchén pertenezca al planeta Tierra. ¿Cómo podría decirse entonces que pertenece a alguna cultura nacional particular? Aunque es cierto que la tradición Dzogchén que vamos a considerar ha sido transmitida a través de la cultura del Tibet, que la ha conservado desde el comienzo de la historia conocida de ese país, no podemos concluir, sin embargo, que el Dzogchén sea tibetano, ya que el Estado primordial no tiene nacionalidad y se encuentra en todas partes.

Sin embargo, también es cierto que en todas partes los seres sensibles han entrado en la visión dualista que oculta la vivencia del estado primordial. Y cuando los seres realizados han entrado en contacto con ellos, sólo raras veces han sido capaces de comunicar el estado en cuestión de manera completa sin palabras o símbolos; en consecuencia, han tenido que usar como medio de comunicación la cultura en la cual lo han transmitido. Así pues, a menudo ha sucedido que la cultura y las enseñanzas se han encontrado entrelazadas y, en el caso del Tibet, esto es cierto a tal punto que no es posible comprender la cultura del país sin una comprensión de las enseñanzas.

Esto no significa que la Enseñanza Dzogchén se haya difundido ampliamente en el Tibet y llegado a ser bien conocida por todos; la verdad es más bien lo contrario. Dicha enseñanza siempre estuvo reservada, pues es tan directa que mucha gente le tenía algo de miedo y, en consecuencia, en cierta medida siempre hubo que mantenerla en secreto. Sin embargo, no cabe duda de que ella constituye la esencia de todas las enseñanzas tibetanas. Incluso en la antigua Tradición Bón —la tradición, en gran parte chamánica, que es indígena del Tibet y que antecede la llegada del budismo desde la India— existía una Enseñanza Dzogchén.’ Así pues, aunque las Enseñanzas Dzogchén no pertenecen ni al Budismo ni al Bön, podemos considerarlas como la esencia de todas las tradiciones espirituales tibetanas, tanto dentro de la primera de dichas religiones como dentro de la segunda. Entendiendo esto, y teniendo en cuenta el hecho de que las tradiciones espirituales del Tibet constituyen la esencia de la cultura tibetana, podemos usar las Enseñanzas Dzogchén como una clave para la comprensión de esa cultura como totalidad. En efecto, todos los aspectos de la cultura en cuestión surgieron como facetas de la visión unificada de los maestros realizados de las distintas tradiciones espirituales.

La claridad del Estado primordial —esencia de la experiencia de muchos maestros— funcionó como un cristal en el corazón de la cultura, que proyectó las formas del arte y la iconografía, la medicina y la astrología tibetanas, como brillantes rayos o reflejos. Si comprendemos la naturaleza del cristal, comprenderemos mejor los rayos y reflejos que de él emanaron.

La práctica del Dzogchén en la vida cotidiana

La práctica cotidiana del Dzogchén consiste en cultivar simplemente una plena aceptación carente de preocupación y una apertura sin límite ante todas las circunstancias. Debemos comprender que la apertura es el campo de juego de las emociones y relacionarnos con nuestro prójimo sin artificialidad, manipulación ni estrategias.

Tenemos que experimentarlo todo completamente, sin tratar de escondernos dentro de nosotros mismos como la marmota que se oculta en su madriguera. Esta práctica libera una energía tremenda que, por lo general, se ve constreñida porque intentamos mantener puntos de referencia fijos. Los puntos de referencia son el proceso que utilizamos para alejarnos de la experiencia directa de la vida cotidiana.

Al principio, el intento de permanecer presentes en el momento puede provocar cierto temor. Pero, si damos la bienvenida a la sensación de temor con plena apertura, atravesaremos ese obstáculo creado por nuestras pautas emocionales habituales.

Cuando llevamos a cabo la práctica de descubrimiento del espacio, debemos experimentar un sentimiento de plena apertura hacia todo el universo. Tenemos que abrirnos con absoluta simplicidad y desnudez mental. Ésta es la poderosa aunque ordinaria práctica de dejar caer nuestra máscara de autoprotección.

En la meditación, no tenemos que establecer división alguna entre la percepción y el campo de percepción.

No debemos parecernos al gato que acecha a un ratón. Debemos comprender que el objetivo de la meditación no es sumergirnos “profundamente” en nuestro interior ni retirarnos del mundo. La práctica es libre, carente de conceptos, sin introspección ni concentración.

El vasto espacio sin origen de la luminosa sabiduría espontánea es la base del ser y el principio y el final de la confusión. La presencia de la sabiduría en el estado primordial carece de predilección por la iluminación o la no-iluminación. La base del ser —también conocida como la mente pura original— es la fuente de la que emergen todos los fenómenos. También recibe el nombre de la Gran Madre, ya que es la matriz potencial donde todas las cosas aparecen y se disuelven en su perfección natural y espontaneidad absoluta.

Todos los fenómenos son completamente claros y lúcidos. El universo es apertura sin obstrucción. Todas las cosas están interpenetradas.

Para ver todas las cosas en su desnudez, con claridad y sin oscurecimientos, no hay nada que alcanzar o realizar. La naturaleza de los fenómenos aparece naturalmente y se halla espontáneamente presente en la conciencia que trasciende el tiempo. Todo es naturalmente perfecto tal como es. Todos los fenómenos emergen, de manera única, como parte de una pauta en continua transformación. Esa pauta vibra plena de sentido y significado a cada instante, pero no podemos apegarnos a su significado más allá del momento en que se presenta.

Ésta es la danza de los cinco elementos donde la materia es un símbolo de la energía, la energía un símbolo de la vacuidad y nosotros mismos un símbolo de nuestra propia iluminación. Sin necesidad de esfuerzo ni de práctica en absoluto, la liberación o la iluminación está ya con nosotros.

La práctica del Dzogchén es la misma vida cotidiana. Puesto que no existe un estado inferior, no hay necesidad alguna de comportarse de un modo especial o ni de alcanzar nada por encima o más allá de lo que ya somos realmente. No debemos cultivar ningún sentimiento de esfuerzo por lograr alguna “meta extraordinaria” o un estado “superior”.

Esforzarse por alcanzar ese estado es una neurosis que sólo nos condiciona más y obstruye el libre flujo de la mente. También debemos evitar pensar en nosotros mismos como personas carentes de valor, puesto que nuestra verdadera naturaleza es naturalmente libre y no condicionada. Estamos intrínsecamente iluminados y, en consecuencia, no carecemos de nada.

Cuando abordamos la práctica de la meditación, tenemos que hacerlo de manera tan natural como comer, respirar o defecar. No tenemos que convertirla en un acontecimiento especial o formal, lleno de seriedad y solemnidad. Debemos comprender que la meditación está más allá del esfuerzo, la práctica, los objetivos, las metas y la dualidad entre liberación y no-liberación. Nuestra meditación siempre es perfecta. No hay necesidad alguna de corregir nada. Puesto que todo lo que surge es el juego de mente, no existe la meditación incorrecta, ni necesidad alguna de juzgar los pensamientos como buenos o malos respectivamente.

Por lo tanto, debemos sentarnos simplemente, permaneciendo sencillamente en nuestro propio lugar y en nuestra propia condición tal cual es, sin pensar que estamos “meditando”. Nuestra práctica debe carecer de esfuerzo, de tensión, de cualquier intento de control o manipulación para intentar que sea más “apacible”.

Si descubrimos que estamos alterándonos del modo antes descrito, sencillamente dejamos de meditar y descansamos y nos relajamos un rato. Luego, reanudamos nuestra meditación. Si tenemos “experiencias interesantes” durante la meditación o después de ella, debemos evitar convertirlas en algo especial. Perder el tiempo pensando en esa clase de experiencias es una mera distracción y un modo infalible de perder la naturalidad. Esas experiencias sólo son signos de la práctica y deben ser consideradas como eventos pasajeros. No debemos intentar repetirlas porque eso sólo sirve para distorsionar la espontaneidad natural de la mente.

Todos los fenómenos son atemporales y completamente nuevos o frescos, absolutamente únicos y completamente libres de los conceptos de pasado, presente y futuro.

El continuo flujo de nuevos descubrimientos, revelaciones e inspiraciones que emerge a cada momento es la manifestación de nuestra propia claridad. Debemos aprender a ver nuestra vida cotidiana como un mandala o como el ornamento luminoso de las experiencias que irradian espontáneamente de la naturaleza vacía de nuestro ser. Los elementos que forman nuestro mandala son los objetos cotidianos de nuestra experiencia moviéndose en la danza o el juego del universo. Gracias a ese simbolismo, el maestro interior revela el significado profundo y último del ser. Por lo tanto, debemos ser naturales y espontáneos, aceptándolo todo y aprendiendo de todo. Eso nos permitirá percibir el lado irónico y divertido de muchos acontecimientos que, por lo general, nos irritan.

La meditación nos permite ver a través de la ilusión del pasado, el presente y el futuro, con lo que nuestra experiencia deviene la continuidad del ahora. El pasado sólo es un recuerdo poco fiable sostenido en el presente. El futuro sólo es la proyección de nuestras concepciones presentes. El presente mismo se desvanece tan pronto como tratamos de asirlo. Entonces, ¿por qué molestarnos en tratar de dar consistencia a la ilusión?

Tenemos que liberarnos de nuestros recuerdos y de todos los prejuicios acerca de qué es la meditación. Cada instante de meditación es completamente único y pleno de potencialidad. En ese momento, no podemos juzgar nuestra meditación en términos de experiencia pasada ni de secas teorías o retóricas vacías.

La mera inmersión en la meditación en el momento presente, con todo nuestro ser, libres de dudas, aburrimiento y excitación, es la iluminación.


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