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sábado, 13 de noviembre de 2010

Nunca volveré







Sobra cualquier comentario dialéctico acerca de este precioso poema de Meena.










Soy la mujer que ha despertado
Me he levantado y convertido en tempestad entre las cenizas de mis criaturas abrasadas
Me he alzado desde los arroyos de la sangre de mis hermanas
Me ha dado fuerzas la cólera de mi nación
Mis ruinosas y quemadas aldeas me llenan de rabia hacia el enemigo,
Soy la mujer que ha despertado,
He hallado mi camino y nunca volveré.
He abierto las puertas cerradas de la ignorancia
Me he despedido de todos los brazaletes de oro
Oh compatriota, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.
He visto criaturas sin hogar vagando descalzas
He visto novias con jena vistiendo luto
He visto gigantes muros de prisiones devorando libertad en su feroz estómago
He vuelto a nacer en medio del coraje y la resistencia épica
He aprendido el canto de libertad en el último aliento, en las olas de sangre y en la victoria
Oh compatriota, oh hermano, no me veas más como débil e incapaz
Con todas mis fuerzas estoy contigo en la senda libertadora de nuestro país.
Mi voz se entremezcla con miles de mujeres en pie
Mis puños se enlazan con los puños de miles de compatriotas
Junto a ti he subido los escalones hacia el camino de mi nación,
Para acabar con todos esos sufrimientos y romper los grilletes de la esclavitud,
Oh compatriota, Oh hermano, ya no soy lo que fui
Soy la mujer que ha despertado
He hallado mi camino y nunca volveré.


Fuentes:

jueves, 22 de enero de 2009

Pitágoras: El secreto de los números

Cuando Pitágoras dice “Dios geometriza”, es algo realmente extraordinario. Con estas palabras comparte con sus discípulos no sólo una enseñanza relacionada con la numerología, sino una parte de un nuevo paradigma o camino para la aventura espiritual que es la vida.

La palabra “paradigma, de raíces científicas, se ha hecho popular en los últimos años principalmente en referencias a la nueva física cuántica y a visiones del mundo. Básicamente un paradigma es una ventana por la que se elige mirar y relacionarse con lo que llamamos “realidad”, aunque esa ventana no es la realidad.
La realidad es un misterio, lo ha sido siempre y lo más probable es que lo siga siendo. Un paradigma sirve para relacionarse con ese misterio de forma que sea más o menos predecible. Durante los siglos han habido distintos paradigmas o maneras de percibir el mundo y la existencia, tanto científica como espiritual.
Cualquier conocimiento, sea cual sea, es valido y comprensible o no, dependiendo del contexto o paradigma dentro de cual se percibe. Cuando Pitágoras decía a sus discípulos que a través de los números se pueden abrir las puertas de los misterios del Universo, está claro que será necesario explorar la validez de esa percepción; también decía que la sustancia del ser, era un número y que todas las relaciones y asociaciones incluyendo conceptos abstractos como justicia se podían interpretar de forma numerología. Es obvio que él está transmitiendo un nuevo paradigma y que para entender y por fin comprender la información, también hay que comprender y asumir el nuevo paradigma. Por si aún queda alguna duda de que Pitágoras compartía un paradigma muy avanzado, un comentario más: ya en el siglo VI antes de Cristo, él y sus discípulos habían llegado a la conclusión que la Tierra era un planeta esférico y que rotaba sobre un eje fijo.

Filósofo y matemático griego. Se tienen pocas noticias de la biografía de Pitágoras que puedan considerarse fidedignas, ya que su condición de fundador de una secta religiosa propició la temprana aparición de una tradición legendaria en torno a su persona.

Parece seguro que Pitágoras fue hijo de Mnesarco y que la primera parte de su vida la pasó en Samos, la isla que probablemente abandonó unos años antes de la ejecución de su tirano Polícrates, en el 522 a.C. Es posible que viajara entonces a Mileto, para visitar luego Fenicia y Egipto; en este último país, cuna del conocimiento esotérico, se le atribuye haber estudiado los misterios, así como geometría y astronomía.

Algunas fuentes dicen que Pitágoras marchó después a Babilonia con Cambises, para aprender allí los conocimientos aritméticos y musicales de los sacerdotes. Se habla también de viajes a Delos, Creta y Grecia antes de establecer, por fin, su famosa escuela en Crotona, donde gozó de considerable popularidad y poder.

La comunidad liderada por Pitágoras acabó, plausiblemente, por convertirse en una fuerza política aristocratizante que despertó la hostilidad del partido demócrata, de lo que derivó una revuelta que obligó a Pitágoras a pasar los últimos años de su vida en Metaponto.

El pitagorismo fue un estilo de vida, inspirado en un ideal ascético y basado en la comunidad de bienes, cuyo principal objetivo era la purificación ritual (catarsis) de sus miembros a través del cultivo de un saber en el que la música y las matemáticas desempeñaban un papel importante. El camino de ese saber era la filosofía, término que, según la tradición, Pitágoras fue el primero en emplear en su sentido literal de «amor a la sabiduría».

Continuando la tradición presocrática en la búsqueda del secreto último de la naturaleza, encontraron los pitagóricos que cada cosa podía expresarse en su forma por medio de los números. Así, se hallaba en las formas cuadradas, su secreto en el cuatro, el dos presidía las formaciones rectilíneas y un frontón de templo, conteniendo el triángulo, se resumía en un tres, lo mismo que la forma de un abeto; mientras que la concha de caracol contenía un número perfecto, lo mismo que el hombre era expresión del “tetracton”: la numeración ideal. Ampliaron y ampliaron, debatieron y debatieron sobre la cuestión, hasta que llegaron a la convicción de que el número es la causa, sustrato y origen de todas las cosas y que el número uno, centro del universo, presidía el centro del mismo en forma de fuego eterno. A partir de él, se subdividía lo par y lo impar, como imágenes interminables de lo perfecto y lo imperfecto, una completa armonía en suma, que, como tal, debía sonar bien: tener su música.


Lo mismo que las notas podían ser sustituidas por números y sonar bien, así el universo entero sonaba armónicamente con “la música de las esferas”, latido íntimo y soledad sonora de un mundo racional, ordenado, donde el hombre podía indagar la cifra secreta que se ocultaba en todo.

Pero ¿Qué utilidad última tenía el cultivo de la geometría y la música? La geometría afinaba la inteligencia en su búsqueda del control de las formas hasta extremos increíbles, la música calmaba para esa contemplación y armonizaba el alma para la misma, de tal modo, que esas dos actividades, realizadas en el trasfondo del silencio cósmico, ayudaban al alma en su perfección. La voluntad unitaria de la doctrina pitagórica quedaba plasmada en la relación que establecía entre el orden cósmico y el moral; para los pitagóricos, el hombre era también un verdadero microcosmos en el que el alma aparecía como la armonía del cuerpo. En este sentido, entendían que la medicina tenía la función de restablecer la armonía del individuo cuando ésta se viera perturbada, y, siendo la música instrumento por excelencia para la purificación del alma, la consideraban, por lo mismo, como una medicina para el cuerpo.

No era lo usual que el griego considerara al alma como algo más que la armonía entre todos sus miembros vitales, que, una vez muertos, la hacen también morir a ella. Sin embargo, Pitágoras y los pitagóricos, llevados por la tradición órfica, tan antigua como la misma Hélade, que afirmaba el triunfo del héroe Orfeo sobre la muerte a base de interpretar su música, llegaron a la conclusión de que, no sólo por la fuerza el amor, parece necesitarse vivir más y encontrar cada uno a su Eurídice, sino en razón de la propia intelección racional, se pedía el cultivo continuado de la inteligencia y el perfeccionamiento sin fin de la armonía vital. De ahí que la secta pitagórica diera tanta importancia a la fortaleza del alma, a la que consideraba, venida de las estrellas y, hecha de materia sutil, tan delicada para no soportar fácilmente las estrecheces del cuerpo y malvivir, si no era educada por la geometría y la música, hasta la llegada de su huida de tal cuerpo. La prolongación en el más allá se pensaba en términos órfico-orientales de la transmigración, donde el alma se sumerge en la continua rueda de reencarnaciones hasta lograr purificarse plenamente.

También se atribuye a Pitágoras haber transformado las matemáticas en una enseñanza liberal mediante la formulación abstracta de sus resultados, con independencia del contexto material en que ya eran conocidos algunos de ellos; éste es, en especial, el caso del famoso teorema que lleva su nombre y que establece la relación entre los lados de un triángulo rectángulo, una relación de cuyo uso práctico existen testimonios procedentes de otras civilizaciones anteriores a la griega.
El esfuerzo para elevarse a la generalidad de un teorema matemático a partir de su cumplimiento en casos particulares ejemplifica el método pitagórico para la purificación y perfección del alma, que enseñaba a conocer el mundo como armonía.

Su tremenda influencia se hace sentir en muchas filosofías posteriores. Nos queda de Pitágoras y los pitagóricos, sobre todo, su peso en la filosofía de Platón por medio de Arquitas de Tarento, discípulo del siciliano y maestro del ateniense. Ese peso se evidencia por la importancia que Platón concede al alma, por su concepción de la misma como encarcelada en el cuerpo y el consiguiente desprecio platónico hacia todo lo corpóreo, material y placentero; pero también se trasluce en la marcha purificadora destinada al alma por Platón en donde la captación de las formas geométricas, en el ámbito de lo pensable, reviste la máxima importancia, antes de adentrarse a pensar en los arquetipos de las cosas. No en vano, a la puerta de la Academia de Platón, podía leerse: “Nadie entre aquí que no sepa geometría”, esto es, que no haya dado el salto hacia el pensamiento abstracto. Maravilloso tributo a sus antecesores pitagóricos que no necesitaban así ninguna prueba de selectividad (o general de Bachillerato) para ingresar en estudios superiores.

Muchos matemáticos (Galileo, Fermat) y muchos músicos (Bethoven o Mozart) se mostraron decididamente pitagóricos.
En el mundo de la música, las cifras de la armonía tocan el alma de muchos músicos, que, se dejaron embaucar a la zaga del pitagorismo considerando el mundo hecho de secretas armonías con las que conecta el alma especialmente sensible y purificada. Retornarán los neopitagóricos en la agonía del mundo helénico, con más tinte religioso aún, presagiando las sectas orientales que dominarán el imperio romano. Pero el sueño pitagórico de encontrar un número para todas las cosas del universo, volverá a reaparecer en el Renacimiento, en la prodigiosa mente de Galileo Galilei, que afirmará pitagóricamente que “la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos” y con ello abrirá el camino a la separación entre ciencia y filosofía.


Pitágoras y Platón



Hipatia, mártires de la ciencia

"Había una mujer en Alejandría llamada Hipatia, hija del filósofo Teón que tuvo tales logros en literatura y en ciencia como para sobrepasar a todos los filósofos de su tiempo. Siguiendo la escuela de Platón y de Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, algunos de los cuales venían de muy lejos para oír sus lecciones. Debido a su autocontrol y distinción que había adquirido en el cultivo de su mente, ella aparecía en público en presencia de magistrados".
Sócrates Escolástico

Si hay algún símbolo que defina la lucha entre el conocimiento y la búsqueda de la verdad, frente a la irracionalidad y la intolerancia, ese es Hipatia. Hipatia fue una mujer que llegó a ser Directora del Museo de Alejandría por méritos propios, en un mundo masculino que no dejaba ningún resquicio a la formación y libertad de las mujeres. Lo que sin duda lo hace más grande aún.

Casualmente Hipatia fue la última representante del Museo conocido y con su asesinato nuestra querida Biblioteca y anexos quedaron olvidados durante siglos. Alrededor del año 400 su inteligencia y dedicación científica se vieron recompensadas con su elección como Directora del Museo. No tuvo mucha suerte, pues corrían malos tiempos para la ciencia y la investigación. Desde el año 391 el cristianismo se convierte en religión oficial y única del imperio, prohibiéndose todos los cultos paganos.

El nombre de Hipatia significa la más grande. La leyenda de Hipatia de Alejandría nos muestra a una joven, virgen y bella, matemática y filósofa, cuya muerte violenta marca un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo del mundo medieval. Como ocurre con todas las biografías de los matemáticos de la antigüedad, se sabe muy poco de su vida, y de su obra se conoce sólo una pequeña parte.
Fue recordada como una gran maestra y admirada por la magnitud de sus conocimientos. Era considerada como el mejor matemático vivo del mundo greco-romano. En la época de la Ilustración, Toland y Voltaire, utilizaron su figura como expresión de la irracionalidad del fanatismo religioso, y en el Romanticismo la recrearon como la encarnación del espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita. Pero toda esta notoriedad ha hecho que se pierdan de vista sus logros intelectuales y su auténtica biografía. Enseñó Matemáticas, Astronomía y Filosofía, escribió un trabajo titulado “El Canón Astronómico”, comentó las grandes obras de la matemática griega como la “Aritmética” de Diofanto, “Las Cónicas” de Apolonio, el libro III del “Almagesto” de Tolomeo, probablemente comentara junto a su padre, los “Elementos” de Euclides y el resto del “Almagesto”. Construyó instrumentos científicos como el astrolabio y el hidroscopio.

Vivió durante la época del Imperio Romano en Alejandría, aunque por su formación podemos considerar que era griega, por la ubicación de Alejandría, egipcia y por la época, romana.

El padre de Hipatia, Teón, fue también un ilustre matemático y astrónomo cuya vida está asociada al Museo. Se sabe de él por dos eclipses, uno de Sol y otro de Luna que tuvieron lugar durante el reinado de Teodosio I.

De ella se ha dicho: "Hipatia es la primera mujer de ciencia cuya vida está bien documentada". “Aunque la mayoría de sus escritos se han perdido existen numerosas referencias a ellos”. "Fue la última científica pagana del mundo antiguo, y su muerte coincidió con los últimos años del Imperio romano". "Ha llegado a simbolizar el fin de la ciencia antigua".

Hipatia: Su obra

Según el Suda, Hipatia es autora de tres trabajos: un comentario a la Aritmética de Diofanto de Alejandría, el Canón Astronómico y un comentario a las Secciones Conicas de Apolonio de Perga.

En el comentario sobre la Aritmética de Diofanto mostraba que la aritmética es más que cálculo, lo que según Sócrates Escolástico, contribuyó a que tal trabajo fuera conservado. Los comentarios de Hipatia incluían nuevos problemas y distintas soluciones que fueron incorporadas a los manuscritos diofánticos. Otra aportación fue demostrar la generalidad e indeterminación del problema por sustitución de valores numéricos desconocidos que no están relacionados y que no son múltiplos, potencias, raíces cuadradas o fracciones de los originales. El historiador P. Tannery sugiere que todos los manuscritos existentes conocidos derivan de una fuente común, y que esa fuente es el Comentario de Hipatia.

Escribió un tratado Sobre la geometría de las Cónicas de Apolonio. El texto de Hipatia es una vulgarización del texto de Apolonio sobre las secciones cónicas. Con su muerte las secciones cónicas cayeron en el olvido hasta el siglo XVII.

Su padre, Teón, fue un prolífico escritor de “Comentarios”. Han sobrevivido varios de sus trabajos matemáticos, como la revisión de los Elementos de Euclides, y la revisión de El Data y La Óptica también de Euclides. Esta edición de los Elementos es la base de casi todas las siguientes ediciones de ese libro, es la versión de referencia hasta finales del siglo XIX. Es probable que Hipatia colaborara con él en dicha mejora y revisión, pues Hipatia es mencionada por su padre como su discípula y asociada, y juntos escribieron un tratado sobre la obra matemática de Euclides.

Otras de las obras de Teón son los trece libros de comentarios del Almagesto de Tolomeo, y dos al Manual de Tablas de Talauma: El Gran Comentario y El pequeño comentario. El comentario de Teón del Almagesto ha sido impreso en varias ediciones. Teón se refiere a Hipatia en el libro tercero del Almagesto de Tolomeo como que ella hizo una edición revisada: paravagoostheísees. Dice así: “Comentario de Teón de Alejandría al tercer libro del Sistema Matemático de Tolomeo. Edición controlada por la filósofa Hipatia, mi hija”. Las palabras de Teón admiten diferentes interpretaciones, desde que sólo revisó el comentario a este libro III, a que, mientras el padre elaboró el comentario, ella realizó la edición corregida del libro. Se han buscado diferencias lingüísticas entre ese libro III y el resto de los libros, lo que lleva a concluir que Hipatia hizo, con toda probabilidad, nuevas aportaciones tales como el pasaje de la división por sexagesimales al final de dicho libro III. Otros autores sugieren que al no poder distinguir entre el trabajo de Teón y el de Hipatia, quizás, revisaron conjuntamente todo, o que Hipatia completó el de Teón una vez finalizado, incluso cuando éste ya había muerto. No se descarta que el trabajo de Hipatia no se reduzca a ese libro III sino que fuese una colaboración continuada.

Parece ser que Hipatia mantuvo la tesis del heliocentrismo contra el geocentrismo. Los comentarios al libro III del Almagesto se consideran de gran importancia pues es fácil que Copérnico tuviera conocimiento de ellos y este conocimiento pudiera haber influido en la “Revolución Copernicana”, pues el único ejemplar del libro III se conservaba en Florencia en la biblioteca de los Médicis, y Copérnico estuvo en Florencia estudiando textos astronómicos griegos, y especialmente la obra de Tolomeo. La importancia de estos comentarios radica en que, cuando Teón comentó el Almagesto, Hipatia observó que la obra de Tolomeo daba lugar a numerosas conclusiones matemáticas, de las que su padre no se había dado cuenta. Hipatia calculó los valores matemáticos de los acontecimientos celestes descritos por Tolomeo. Las Tablas o Canón Astronómico serían el resultado de ello. El Canon Astronómico, tablas que elaboró Hipatia para el estudio de los movimientos de los astros, puede que formase parte de esa obra, pero también puede haber constituido una obra original independiente.

En investigación destacan sus aportaciones a la astronomía en la creación del astrolabio y la esfera plana. En física creó un dispositivo de obtención de agua destilada y otro para medir los niveles de los líquidos. Además hizo grandes estudios sobre el peso específico de los líquidos.


Hipatia: Su vida

Hipatia nació en Alejandría hacia los años 350 o 370 d.C., así pues en plena decadencia del imperio romano, al que todavía pertenecía Egipto. De su madre no tenemos referencias, sin embargo su padre era bastante conocido, Teón de Alejandría, gran filósofo y matemático de la época; fue además el referente y maestro de su hija en su formación. Teón además trabajaba en el Museo y era reconocido como un gran erudito.

Teón supervisó la educación de su hija y, con un espíritu especialmente abierto para su época, permitió que desarrollara sus dotes excepcionales y se convirtiera en una astrónoma, filósofa y matemática. Quiso que fuese un ser humano perfecto por lo que vigiló la educación de su mente y de su cuerpo. Este entrenamiento consiguió su objetivo ya que la belleza de Hipatia y su talento fueron legendarios. Se dice que fue superior a su padre, especialmente en la observación de los astros.

Después de haber recibido enseñanza en filosofía y matemáticas de los profesores del Museo, Hipatia viajó por Italia y Atenas. Parece ser que en Atenas siguió los cursos de la Escuela Filosófica dirigida por Temistius, Plutarco el Joven y por su hija Asclepigenia. Se dedicó, al volver a Alejandría, a enseñar Matemáticas, Astronomía, Filosofía y Mecánica a personas de todas las religiones. Estaba bien considerada tanto en la comunidad cristiana como en la suya propia. Ocupó la cátedra de Filosofía de Plotino. Su casa se convirtió en un centro intelectual. Adquirió el sobrenombre de la Filósofa. Venían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre la Aritmética de Diofanto. Era amiga y consejera de Orestes, el prefecto del Imperio Romano de Oriente.

Fue respetada como una eminente profesora, carismática incluso. Las enseñanzas de Hipatia corresponderían a explicar las doctrinas de Plotino y de Iamblichus, un platonismo con estrecha relación con el neopitagorismo. En esta tradición las matemáticas formaban parte de la formación filosófica.

Muchas personas eminentes iban a sus clases y seguían sus doctrinas. Se conocen varios de sus discípulos, siendo el más importante Sinesio de Cirene, filósofo y cristiano, de familia ilustre, que llegó a ser nombrado Obispo de Temópolis. Algunos autores establecen un paralelismo entre la figura de Sócrates y su discípulo Platón, y de la de Hipatia y su discípulo Sinesio. Pero Sinesio murió dos años antes que ella, lo que impidió que pudiera, como homenaje póstumo, divulgar su obra y su pensamiento. Entre Hipatia y los iniciados habría una relación de afecto, familiaridad y compromiso que no existiría con los otros alumnos. El miedo de sus discípulos debido a los acontecimientos violentos de la época no ayudaron a que éstos rescataran su figura y su obra después de su muerte.

El dato mejor conocido en la vida de Hipatia es su muerte.
Hypatia era pagana, ademas de científica y un personaje político influyente, y su situación llegó a ser muy peligrosa en Alejandría, que se iba haciendo cada vez más cristiana (cabe decir, además, que este cristianismo desembocaba con asiduidad en fanatismo). Los filósofos neoplatónicos pronto se vieron perseguidos, por lo que algunos se convirtieron al cristianismo. A pesar del miedo y de los consejos de sus amigos Hypatia no quiso convertirse, y pasó a ser vista por sus enemigos como una bruja peligrosa, en lugar de verla como la mujer científico que en realidad era.
A pesar de su paganismo, Hypatia contó con la estima y protección de ciertas élites intelectuales cristianas. Mujer, pagana, intelectual e influyente. Factores que, en aquella época, constituían una mezcla explosiva que podía desembocar en la muerte. Y fue lo que le sucedió a Hypatia. Fanatismo religioso, brujas peligrosas, persecuciones... ¿No nos conduce esto a alguna parte? Sí, a la eliminación sistemática de millones de mujeres de la mano de la Inquisición en la Edad Media, por los mismos motivos. La historia se repite.

En el 412 el patriarca Cirilo, cristiano fanático, persiguió a los judíos. El gobierno de Alejandría era disputado entre el Prefecto de Roma, Orestes, y el Patriarca de Alejandría, Cirilo. Dos campos se oponían violentamente con distintos intereses: el orden antiguo, simbolizado por el gobernador Orestes, defensor del imperio greco-romano y de la emergente comunidad judía; y el poder cristiano en expansión conducido por Cirilo, que se apoyaba en el nacionalismo egipcio, en el malestar social y en las masas oprimidas de esclavos y de no ciudadanos. Todos ellos se dejaban convertir a la nueva religión. Hipatia no quiso convertirse al cristianismo. En la cuaresma, en marzo del 415, acusada de ejercer sobre Orestes una influencia contraria a Cirilo, fue asesinada. Hipatia se dirigía a trabajar, a lo que quedaba del Museo, cuando un grupo de cristianos, exaltados, la apresaron. Su odio era tan grande hacia esta mujer, que representaba la ciencia pagana, que le fue arrancada la piel con conchas y posteriormente descuartizada. "La arrancaron de su carruaje; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes, hasta que el aliento dejó su cuerpo; descuartizaron su cuerpo ..."
Con ella murió el último resquicio de racionalidad y pensamiento científico del mundo antiguo.
Para algunos autores fue víctima del conflicto entre el poder civil de Orestes y el eclesiástico de Cirilo, más que una confrontación entre paganismo y cristianismo.

Los asesinos de Hipatia no fueron castigados. Orestes, prefecto romano de Egipto, antiguo alumno y viejo amigo de Hipatia, informó a Roma para que se iniciara una investigación, que fue pospuesta repetidas veces.

De esta manera creyeron dar muerte a lo que ellos llamaban idolatría y herejía.
Muchos siglos después, el pintor Rafael presentó en Roma su obra "La Escuela de Atenas" y algunos obispos y sacerdotes preguntaron:
-¿Quién es esa mujer que está en el centro?
- Hypatia, la estudiante más famosa de la Escuela de Atenas. -respondió Rafael.
- Quitadla de ahí. Sus conocimientos y su ciencia iban en contra de la fe -le amonestó uno de los sacerdotes-. Por lo demás el cuadro es aceptable.
- Como ordenéis, -le contestó el artista, que no tenía elección. Pero Rafael se salió con la suya, utilizando a Francesco Maria della Rovere como modelo, que por sus suaves facciones podía pasar por una mujer.

Como sabemos, a lo largo de la historia las mujeres inteligentes, libres, fuertes, independientes, con ideas brillantes y con aportaciones fundamentales en distintos ámbitos; han permanecido desconocidas, encubiertas; han sido perseguidas, asesinadas... En contadas ocasiones han sido aceptadas o se les han reconocido sus méritos. Hypatia constituye un claro ejemplo de ellas, aunque no es, ni mucho menos, la única.
Con la muerte de Hypatia desapareció el pensamiento matemático griego, no sólo en Alejandría sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose, pudo sobrevivir en Bizancio, poco después empezó de nuevo a florecer en el mundo árabe y un milenio más tarde durante el Renacimiento.


Fuentes:
Homenaje a Hypatia de Alexandria


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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"