martes, 30 de septiembre de 2008

El espectro de la Conciencia.

"El ego no es un verdadero sujeto. El ego no es más que otro objeto. En otras palabras, tú puedes ser consciente de tu ego, puedes ver tu ego y, aunque ciertos aspectos del ego sean inconscientes, todos ellos pueden, al menos teóricamente, llegar a convertirse en objetos de conciencia. El ego se puede ver, se puede conocer. Y, si eso es así, jamás puede ser El-que-Ve ni El-que-Sabe ni el Testigo. El ego no es más que un puñado de objetos mentales, un conjunto de ideas, de símbolos, de imágenes y de conceptos mentales con los que nos hemos identificado. Nos identificamos con esos objetos y luego los usamos como algo a través de lo cual miramos, y por consiguiente, distorsionamos el mundo."


La Psicología Transpersonal se conoce como la Psicología de la Conciencia y muchos, incluidos los propios psicólogos "ortodoxos", aún no se han parado a "meditar" sobre el verdadero significado etimológico de la palabra Psicología (La Sabiduría del Alma). La Conciencia es , para ellos, un constructo mental y, por lo tanto, una parte del sustrato biológico, sin más. Por ello y como dirían los grandes psicólogos transpersonales y amigos personales de Wilber, Roger Walsh y Frances Vaughan, la conciencia era "un tópico impropio de cualquier conversación educada", hasta mediados de los ochenta que por lo menos es aceptada como tema de discusión, aún a pesar de las desavenencias entre detractores y defensores. Con este panorama, se encuentra Wilber cuando escribe sobre el espectro de la conciencia. Para Wilber, la cosa está clara. La Conciencia es la base de la existencia. Es la Identidad suprema. Es la naturaleza misma de la realidad absoluta. La unicidad universal. Esta esencia ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia: desde Cristo hasta Brahma o Tao. Lo que menos importa es la etiqueta o la imagen que las diversas religiones han colocado a esta experiencia del Espíritu. Lo verdaderamente trascendente es que en todos los seres humanos "la realidad interna es sólo UNA", tome la forma que tome. Ahora bien, no todos estamos aún en la conciencia de la Conciencia, que al ser la Realidad última, no es un estadío, ni tampoco un estado de conciencia anormal o alterado; es la Conciencia: El Todo, La Nada. Lo Innombrable.

Hasta experimentar de manera mantenida (no tan sólo de forma temporal "experiencias cumbre", como las llamaría Maslow, o "emergencias espirituales", como las denominaría Grof) este AMOR, que es la Conciencia, los seres humanos pasamos por diversos estados que duran un tiempo y que forman niveles o estadíos de conciencia. Lo que Piaget o la física hicieran con las realidades más terrenales, lo ha hecho Wilber con los planos de la conciencia. Estratificar, cartografiar y ordenar los diversos gradientes por los que va pasando nuestra mente, desde el Ego, hasta la Conciencia.

En el primer estadío del espectro (como el espectro del ultravioleta al infrarrojo), nos encontramos con la "Persona" (del latín "personae"), que es la "careta", esa máscara que me pongo para presentarme ante los demás y "quedar bien". En ese nivel no reconozco, de manera consciente o inconsciente, qué es lo que tengo de desagradable, oscuro y repulsivo y también de reprimido, aunque sea agradable y potencialmente útil.

Una vez que soy capaz de ver estos aspectos indeseables y dolorosos de mi sombra, salgo del estadío que Wilber llama la Sombra para entrar en el del Ego. Ahí me identifico con mi mente al completo, es decir los aspectos positivos y negativos (mis dos polaridades), lo que nos recuerda el chiste del señor que se hacía pis en la cama y cuando se encuentra con el amigo al cabo de tres años, éste le pregunta : ¿qué tal tu eneuresis? ¿fuiste al psicoanalista? ¿ya no te haces pis en la cama?. Si, responde, hice terapia, me sigo haciendo pis en la cama, pero ya no me importa. En este plano el cuerpo es vivido como algo aparte de la mente, que está ahí a su servicio. Wilber lo llama el jinete (la mente) sobre el caballo (el cuerpo).

Cuando, por fin, puedo experimentar el organismo psicofísico en vez de vivir el cuerpo tan sólo como una parte, entonces entramos en lo que Wilber llama "el Centauro", o nivel Existencial, porque es tan importante la mente como el cuerpo. Soy un ser completo, indivisible. Es en este nivel cuando puedo entrar en contacto con el medio y sentir que formo parte de un todo más amplio: la Sociedad. Cuando mi participación en este entramado social es consciente, estoy preparada para entrar en el siguiente estadío.

Las bandas transpersonales es el nivel de las diferentes experiencias numinosas (espirituales), también en forma de gradientes, desde de lo sutíl (más simbólico) a lo causal (menos dual).

Cuando puede ser capaz de encontrar la causa de todas las cosas, cuando ya la causa nada importa y puedo trascender la dualidad de los opuestos, llegando incluso a integrarlos, entro en lo que Wilber llama, la Conciencia de Unidad, que no es un estadio ni un estado, como hemos dicho, es sólo: CONCIENCIA.

Estos niveles de conciencia son progresivos, interactivos e inclusivos, no estancos y fijos, es decir que en un área de mi vida puedo estar en un tipo de conciencia y en la otra, me puedo hallar en otro. Y cada uno de los estadíos representa aquello con lo que me identifico. Es decir en qué transformo mi identidad, desde lo más reducido hasta lo inabarcable.

Y para terminar, reconocer que para cada estadío del espectro existe un tipo de acercamiento terapéutico, igualmente interactivo e inclusivo. Por eso no hay un enfoque psicológico mejor que otro, sino más o menos unidimensional o pluridimensional, más o menos holístico o parcial.

Fuentes:
Por Raquel Torrent, "El espectro de la Conciencia"
Psicóloga Colegiada Terapeuta Integral/Transpesonal


El Espetro de la conciencia: un modelo que incluye la espiritualidad

Hasta la aparición de su primera obra (El Espectro de la Conciencia) no existía un modelo psicológico que, no solo se apoyara en los conocimientos aportados por la comunidad científica occidental, así como, en los obtenidos a partir de las grandes tradiciones espirituales, sino que, además, encarara de una forma convincente y prometedora las difíciles contradicciones que parecían surgir en el intento.

La espiritualidad, aunque no es una disciplina exclusivamente oriental, ha sido siempre el motivo central de los estudios orientales acerca de la conciencia, constituyendo también su propia fuente inspiradora. De hecho, Ken Wilber, en este libro, usa como referente básico de la espiritualidad los enfoques orientales del estudio de la conciencia, pero sin limitarse, por ello, únicamente a los mismos. Sin embargo, salvo muchas e importantes excepciones, el consenso general de la comunidad científica occidental ha calificado a la mente oriental, y al misticismo en general y sus manifestaciones - de regresiva, primitiva, o en el mejor de los casos, débil. Según psicoanalistas como Franz Alexander:

Similitudes entre las regresiones esquizofrénicas y la práctica del Yoga y el Zen, indican la tendencia general de las culturas orientales a retraerse hacia el interior de uno mismo, ante una realidad social y física abrumadoramente difícil.

La dificultad se agrava todavía más cuando, a su vez, el filósofo oriental acusa al materialismo científico occidental de ser la forma más basta de ilusión, ignorancia y carencia espiritual, llegando incluso a ridiculizar el intento de establecer un ego sano por parte de la psicología occidental, teniendo en cuenta que cualquier forma de ego es causa de sufrimiento desde el punto de vista oriental. Pero como señala Wilber:

Aunque desde su nivel de conciencia tengan razón, incluso desde el punto de vista hindú, la vida es un ciclo de involución y evolución del yo absoluto, y se reconoce que, la mayoría de nosotros viviremos como un jivatman, o ego aislado (aunque ilusorio), enfrentado a un universo desconocido. Es precisamente en dichos casos en los que las psicoterapias occidentales pueden ofrecer una liberación por lo menos parcial del sufrimiento que supone el hecho de vivir como jivatman y no hay razón para no utilizarlas en dichos casos.

Posteriormente, agrega que:

La inmensa mayoría de la gente, especialmente en la sociedad occidental, no está preparada, dispuesta o capacitada para seguir una experiencia mística, ni es conveniente empujarla a dicha aventura.

La Tesis que Wilber expone en su primer trabajo consiste en considerar a la conciencia, en un sentido estrictamente metafórico, como un espectro formado por distintos niveles, al igual que la radiación electromagnética constituye una gama de ondas de distinta longitud, frecuencia y energía, tal como puede comprobarse, por ejemplo, al observar el arco iris. Así, en el caso de que distintos abordajes de la conciencia utilicen diferentes hipótesis de trabajo, instrumentos, y medios, es muy probable que acaben conectando con distintos niveles del espectro, como ocurriría, sí diversos investigadores de la radiación usaran distintos técnicas experimentales en sus estudios respectivos, llegando a resultados diferentes. Actualmente, esto último no representaría ningún problema para los científicos, ya que serían conscientes de estar tratando con el mismo fenómeno físico, pero desde ángulos diferentes.

Concretamente, en lo que concierne a la espiritualidad, este modelo permite aprovechar su profundo valor psicológico en armonía con los conocimientos aportados por los enfoques considerados como ortodoxos.

De forma genérica, Ken Wilber concluye que, si bien los enfoques orientales intentan trascender el sueño del yo, los occidentales tratan de repararlo para evitar que el sueño se convierta en una pesadilla. Añade que, éstos últimos pueden ser utilizados como preparación preliminar y ayuda complementaria, ya que todo método encaminado a producir relajación y reducción de tensión favorece la experiencia mística, citando ejemplos como el de Suzuki en el San Francisco Zen Center, donde se patrocinaban seminarios de conciencia sensorial.

El conocimiento espiritual

En principio, parece natural advertir que en todo proceso de conocimiento es imprescindible la presencia de un sujeto conocedor frente a un objeto que represente lo conocido. Esto, a su vez, implica que el sujeto permanece ajeno a lo conocido, ya que, en tanto que observador, no puede formar parte de lo que va a ser observado. Además, en el caso de que quisiéramos conocer al observador, no habría más remedio que convertirlo, dentro de lo posible, en un objeto de conocimiento, para lo cual, se requiere, entre otras cosas, un segundo sujeto capaz de poder observarlo. (Para ver como sucede esto último, ir a la parte dedicada a la forma del desarrollo de la sección de psicología).

Por lo que se ve, estamos atrapados en un círculo vicioso sin solución, ya que, esencialmente, nos encontramos otra vez en la misma situación y ante el mismo problema; a saber, un nuevo observador separado de aquello que observa. Esto, es lo que se conoce como el dualismo sujeto-objeto, o en términos más técnicos, el dualismo epistemológico, del que básicamente se desprenden el resto de dualismos, algunos de los cuales, son analizados por Wilber en el capítulo titulado Dos modos de saber, en donde dice:

"No obstante, es curioso que este tipo de conocimiento dualista según el cual el universo se divide en sujeto y objeto (así como verdad y mentira, bueno y malo, etcétera) constituya la base fundamental de la filosofía, la teología y la ciencia en occidente".

Sin embargo, Ken Wilber, también nos recuerda que ha existido un consenso filosófico de alcance universal denominado Filosofía Perenne afirmando que es posible experimentar una forma de conocimiento que está libre de dualismos, un modo de saber no dual, el cual constituye el auténtico conocimiento espiritual.



Ken Wilber es uno de los principales teóricos de la Psicología Transpersonal. Destacándose por su lúcido intento de sintetizar las disciplinas modernas de la psicología occidental, las principales corrientes de la filosofía y las grandes tradiciones espirituales del mundo. Estudioso como pocos, investigó las escuelas psicológicas más importantes llegando a la conclusión de que Freud, Jung, James, Perls, Maslow, Assagioli no se contradicen sino que abordan diferentes niveles del "espectro de la conciencia". Wilber piensa la conciencia como un espectro formado por múltiples niveles, como las capas de una cebolla. Algunas corrientes se detienen a trabajar en un nivel, otras en otros. De ahí que no se contradigan sino que se complementen. Muy interesado también en la sabiduría oriental y en ciertos teólogos occidentales, logra presentar una integración cautivante en su obra "El espectro de la Conciencia".
Contratapa de "El espectro de la Conciencia".


Ken Wilber es un escritor prolífico y autor, entre otros libros, de "La consciencia sin fronteras" y "El proyecto Atman", trata temas con una gran profundidad, siendo sobre todo sobresalientes sus estudios clarificadores sobre la consciencia, que es lo que vamos a evocar en este capítulo. A la vez que uno de los personajes más importantes de la Psicología Transpersonal se le puede considerar con toda propiedad lo mismo respecto de la Psicología Perenne. En esta tarea de exponer una Psicología Perenne me encuentro con grandes autores que encajan realmente en el contexto y ello ocurre especialmente con Ken Wilber. Vayamos pues a ocuparnos de temas como el espectro de la consciencia, estudiados por este destacado psicólogo de lo transpersonal y perenne.

LAS LINEAS LIMÍTROFES DEL YO.

Se pregunta Ken Wilber: "¿Quién soy yo?". Y se trata de una interrogación que hasta puede movernos a broma. Podríamos contestar: "Bien, aquí está mi documento de identidad". Pero sabemos que en Psicología no es motivo trivial el preguntarnos "¿quién soy yo?". Ken Wilber se pregunta cuál es la línea limítrofe que cada uno debe establecer respecto a su identidad. Así, en una primera apreciación parecería que la piel de cada uno ya establece la frontera, pero iremos viendo que no es la auténtica frontera. La mayoría de la gente, en efecto, se identifica por la mente, la psique, el ego, o la personalidad, palabras distintas para decir lo mismo. Aquí, es conveniente dar se cuenta de que estamos intentando establecer una frontera que separa la psique del soma, la mente del cuerpo. Cuando uno se identifica con lo que acabo de decir, con la mente, con la psique, con el ego o con la personalidad, por decirlo de formas distintas, estamos olvidando el cuerpo, y nos estamos identificando con la mente. Y entonces sucede lo que señalaba San Francisco de Asís cuando hablaba del pobre hermano asno, ya que San Francisco de Asís se identificaba con su espíritu, con su mente, y el cuerpo era "el pobre hermano asno". Por lo tanto él establecía una frontera entre la psique y el soma, entre la mente y el cuerpo. Esta imagen mental de uno mismo es muy frecuente: el yo del que cuelga el cuerpo. El hermano asno que está al otro lado de la cerca. Esto que acabamos de nombrar es un tipo de frontera que podemos establecer entre la mente y el cuerpo y como vemos, un tipo de frontera que se establece con mucha frecuencia.

Otra línea limítrofe, otro tipo de frontera, es la que puede establecerse entre la persona y la sombra, entre aquello con lo que nos identificamos y aquello que rechazamos, las facetas que perfilan a la persona y otras facetas que se rechazan, que son la sombra. Pongamos un ejemplo. En un político hay dos facetas, una vendría representada por lo que dice la persona, la forma como se define ante los que le votan, ante el público en general. Pero quizá no se da cuenta de otra imagen que también es la suya, que es lo que en Psicología Psicoanalítica se ha llamado "sombra", como puede ser el afán de poder. Este afán de poder puede permanecer incluso ignorado o rechazado, creyéndose, en cambio, solamente la parte aquella con la que él mismo se autodefine, lo que pretende ser, lo que dice al público que es, y que incluso él se llega a creer. Por lo tanto ya tenemos otra línea limítrofe que está entre la persona y la sombra.

Otra frontera, es la línea que nos separa de lo transpersonal. Hemos hablado de la línea que separa la sombra de la persona, también hay una línea que separa lo personal de lo transpersonal. ¿Y qué es la parte transpersonal de cada uno? La parte transpersonal de cada uno es la parte capaz de la percepción extrasensorial , del viaje astral , de la consciencia de Unidad con el Cosmos experimentada por los grandes místicos de todas las religiones... O sea, que nosotros habitualmente nos vemos separados de lo transpersonal, cuando esto en realidad tampoco debiera ser así, y establecemos unas líneas donde mejor que no las hubieran.

EL ESPECTRO DE LA CONSCIENCIA

Existen, como acabamos de ver, diversos niveles de identidad, existe un espectro de la consciencia. Hemos visto que para autodefinirnos y delimitarnos no nos sirve ni el documento de identidad ni siquiera la piel. Veamos pues cuáles son las posibilidades de identificación y cuáles son las líneas. El espectro de la consciencia que ahora vamos a estudiar trata de estas posibilidades de identificación y de estas líneas limítrofes que ya hemos mencionado pero que ahora las explicaremos más detalladamente. Son unas fronteras conflictivas que sería mejor que no existieran. Estas fronteras dice Ken Wilber que son como líneas de batalla, precisamente por su conflictividad. En este espectro de identificación podemos observar la evolución de la consciencia desde la vida uterina hasta llegar a la sabiduría mística.
Veamos esta sucesión de estadios propio del espectro de la consciencia que describe Ken Wilber,

Yo pleromático.

El primero de todos es el pleroma o estado oceánico. Se trata del estado del feto cuando aún está en el útero y también del recién nacido. No está aún desarrollado el sentido del yo. No existe el dualismo sujeto-objeto, no existe la separación entre interior y exterior, nada parece separar el cuerpo de su ambiente, existen sucesos, pero no como algo objetivo que ocurre. Esto, como digo, en el feto intrauterino o en el recién nacido, es el estado oceánico o pleromático.

El ámbito jungiano, bastante influenciado por Freud en este punto, así como psicólogos transpersonales de la talla de Ken Wilber, describen un estado “pleromático” del bebé, desde el que, poco a poco, a través de un estadio que Wilber denomina “prepersonal”, se produce una frontera entre un yo propio y una especie de yo ajeno. Es necesario distinguir la enorme diferencia base que supone esta etapa primitiva pleromático-autista de la indeterminación de fronteras yoicas, lo que tiene lugar después a través de los naturales y universales mecanismos de proyección – introyección. Pues, sería absurdo hablar de fusión y confusión con ningún objeto externo, léase por antonomasia la madre, en tanto en cuanto las cualidades de ese objeto no pueden ser introyectadas, sencillamente porque aún no son más que tenuemente percibidas.

Este término, tomado de la alquimia, implica que el yo se encuentra indiferenciado de el "cosmos material", o en palabras de Wilber (1980): "parece que ni el feto ni el recién nacido poseen una sensación de identidad claramente definida." Es decir, que el niño se encuentra sumergido en un estado "paradisíaco" de unicidad preconsciente, o sea ignorante de sí mismo. Este estadio adual y autístico, también se caracteriza por ser atemporal, aespacial y no objetal. Por lo tanto al no existir estos tres elementos para el recién nacido, todos los eventos son experimentados como parte de su yo pleromático frente a lo cual no hay para el niño limitación alguna. Esto es lo que Wilber (1980) denomina "la omnipotencia de la ignorancia".

* Estilo cognitivo: adualismo absoluto, sin objetos, aespacial.

* Clima afectivo: total y oceánico, omnipotencia incondicional, paraíso pleromático.

* Factores motivacionales: casi completamente ausentes, carencia de deseos y de elección.

* Modalidad temporal: atemporalidad prepersonal (o preconciente).

* Modalidad del yo: oceánica, protoplásmica, pleromática.

Yo urobórico-alimentario.

El segundo estado de consciencia y de identificación es el llamado uroboros alimentario. Pronto el niño aprende algo, aprende que existe un mundo objetivo independiente de sí mismo, independiente del propio niño. Contacta especialmente con el mundo de forma oral, con un ambiente que le alimenta, al que empieza a distinguir en forma de pecho que le alimenta. En este estadio puede aparecer el miedo primigenio. El niño puede temer ser tragado, serengullido o ser aniquilado por un mal pecho, que es su mundo exterior alimentario.

Ken wilber ubica el yo urobórico a principios de la etapa oral, se encuentra dominada por la psicología visceral a la que explica como: "la naturaleza inconsciente, la fisiología, los instintos, la percepción mesozoica y las descargas emocionales más rudimentarias". Esto significa que de la adualidad absoluta propia del yo pleromático, en la que no existe rastro alguno de significados, se pasa al reconocimiento de que existe algo distinto afuera de sí, un mundo que no es él mismo.

Uroboros es la imagen mítica de la serpiente que se muerde la cola, el término se refiere a aquello "encerrado en sí mismo" (autístico) e "incapaz de reconocer a otro" (narcisista, autocomplaciente). Este es el estadio de la temprana infancia, en donde aparece en el niño el germen de lo que posteriormente podrá llegar a ser un ego. En este punto el yo urobórico comienza a diferenciarse del mundo externo, un mundo global, indiferenciado y aún prepersonal, este entorno se denomina otro urobórico. Este otro urobórico se le manifiesta al niño en forma de sucesos y experiencias sensoriales básicas momentáneas, toda vía fuera del tiempo, del espacio y sin dirección aparente alguna (acausalidad). La fragmentación de la que "resultan" este yo reptiliano y un otro externo, corresponde al inicio de la fase oral descrita por la teoría psicoanalítica.

Es en este nivel, que el aún rudimentario yo conoce el miedo por primera vez. Este se manifiesta como la sensación de estar vulnerable a ser tragado y aniquilado por el otro urobórico (frecuentemente en forma de "mal pecho"); Wilber (1980) dice: "Dado que el uroboros puede tragarse al otro, teme a su vez sufrir el mismo destino." Este estadio, independientemente de cómo sea vivido, seguirá ejerciendo una fuerte influencia en los estadios posteriores hasta llegar a completar el desarrollo del ego mental.

* Estilo cognitivo: primera diferenciación sujeto-objeto, acausalidad, satisfacción "alucinatoria" de los deseos, proceso sensoriomotor temprano.

* Clima afectivo: euforia oceánica, miedo primordial.

* Factores motivacionales: impulso primitivo a la supervivencia, necesidades fisiológicas.

* Modalidad temporal: pretemporal.

* Modalidad del yo: urobórico arcaico, prepersonal, reptiliano, reflejo, alimentario.

Yo tifónico.

El tercer estadio es el yo corporal. El niño siente por fin e identifica el cuerpo físico como algo distinto del medio. Así como antes identificaba algo distinto a él , que era lo que le alimentaba, el pecho que le alimentaba o el proceso externo que le nutría, ahora, a los cuatro o seis meses, ya identifica a su propio cuerpo físico. Identifica primer o el cuerpo axial, el yo corporal interno. Luego identifica el cuerpo pránico: emergen las emociones, las protoemociones, emerge el instinto de supervivencia, y emerge el principio del placer y del displacer, en este cuerpo pránico de las emociones. Aparece luego el cuerpo imagen, la imagen del pecho que le nutre pasa a la imagen de la madre, la madre ya tiene una configuración definida. A los siete meses empieza a experimentar imágenes, es capaz de buscar un sonajero que ha sido ocultado bajo la almohada. A los dos años diferencia perfectamente el yo del no-yo, es capaz de tener imágenes permanentes de las cosas y de tener una imagen perfecta de su propio cuerpo.

Con todo ello llegamos a otro núcleo fundamental de Wilber: un proyecto universal, raíles sobre los que se encaminaría el destino, Atman, vista la historia de la humanidad bajo el prisma de lo transpersonal. Sería tocar los aspectos maduros del destino humano, ofreciendo un mapa detallado de los procesos que van desde el ego individual hasta la unidad con el cosmos, lo que es constante en este autor. Además presiona para que ello entre ya en las consideraciones científicas y culturales. El mapa comienza con el yo pleromático, en el que no hay diferencia con el mundo material, es la percepción del neonato, inespacial, atemporal e inobjetivo. A ello le sigue un uróboros alimentario, colectivo, arcaico, primordialmente oceánico, ya poseedor de cierta consciencia pero circular y urobórica. Tiene lugar al principio de la fase oral, en el miedo primario, y coincide con la omnipotencia mágica alucinatoria del psicoanálisis. Del monstruo que se muerde la cola pasamos al tifón, medio humano-medio serpiente. Un yo tifónico que evoluciona a través de un cuerpo axial que ya reconoce, un cuerpo pránico del que emergen ya emociones y un cuerpo imagen que da pie a la satisfaccion de los deseos y a la reducción de la angustia. Le sigue el yo social, con el que entramos en el lenguaje: símbolos y conceptos, con sus aspectos positivos y negativos. Pero hemos de tener en cuenta que así llegamos a una descripción del mundo, no al mundo, como señalaba Don Juan. Posteriormente le sucede un reino egoico marcado por un autoconcepto en el que están presentes fantasías, identificaciones, recuerdos, subpersonalidades, etc., vinculados a ese auto-concepto independiente que reprime la sombra, dando lugar a un yo fraudulento: la ya conocida "persona". Todo se mueve en un proceso de «traducción», proceso que se da cuando se cambian las cosas sin salir del nivel superficial, o saliendo de nivel, lo que supondrá una transformación regresiva o progresiva.

El tifón es una figura mítica mitad serpiente y mitad humana. Este estadio es en cierta forma, la transición del anterior estado de inmersión en la materia casi onírico (sustrato inconsciente), propio del yo pleromático y el uroboros-alimentario, a la identidad individual de una mente egoica. Dice Wilber (1980): "El niño muerde la manta y no le duele, pero se muerde el pulgar y le duele"… "Así pues, de la unidad material primordial emerge la primera sensación real de identidad, el ego corporal."

La triada característica de este estadio consiste en que el yo se diferencia de los objetos, los trasciende y entonces puede operar sobre ellos, usando como herramientas, únicamente las estructuras propias del cuerpo sensorio-motor. El yo, ahora como ego corporal, se encuentra dominado por los impulsos instintivos, el principio del placer-displacer, los estímulos y las descargas involuntarias (impulsos y procesos primarios descritos por Freud). Desde una perspectiva fisiológica, este estadio opera propiamente en el complejo reptiliano y el sistema límbico, y de ahí el nombre de yo tifónico, la total identificación con el cuerpo como unidad y la primera expresión de la individualidad.

Wilber diferencia dos subestadios dentro del yo tifónico:

Cuerpo axial y pránico:

* Estilo cognitivo: sensorio-motor, acausalidad, memoria de imágenes (imágenes axiales), exoceptual.

* Elementos afectivos: emociones elementales (miedo, avidez, ira, placer)

* Factores motivacionales: supervivencia inmediata, principio del placer-displacer

* Modalidad temporal: concreta, momentánea, presente inmediato.

* Modalidad del yo: sensorio-motor, narcisista.

Cuerpo imagen:

* Estilo cognitivo: paratáxico, proceso mágico primario, imágenes multivalentes, integridad sensorio-motriz.

* Elementos afectivos: emociones sostenidas, deseos, angustia, deseos rudimentarios.

* Factores motivacionales: satisfacción de los deseos, reducción de la angustia, supervivencia y seguridad duraderas.

* Modalidad temporal: presente extendido.

* Modalidad del yo: imagen corporal no refleja.

Yo social (o verbal-pertenencia).

El cuarto estadio de este espectro de la consciencia es el yo social. Aparece a partir de los dos años. Cuando emerge el lenguaje, emerge el pensamiento verbal y lógico, se aprende una descripción determinada del mundo a través del lenguaje, de la gramática y de la sintaxis. Del pensamiento pre-lógico pasa al pensamiento lógico. Adquiere la noción del tiempo: el siempre ahora, el continuo ahora, da paso al antes y al después. En una edad muy temprana, antes de los cuatro años, es aún normal que exista el pensamiento mítico y mágico, un pensamiento mítico y mágico que también existe normalmente en el hombre primitivo. Por ejemplo, citaré un caso: en una tribu primitiva africana puede ser normal que si llega al poblado un hombre blanco y aquel mismo día se da la circunstancia de que muere el jefe de la tribu, los nativos pueden relacionar una cosa con la otra, la llegada del hombre blanco y la muerte del jefe de la tribu, y atribuir la muerte del jefe de la tribu a la llegada del hombre blanco por un pensamiento mágico, pre-lógico. Pues bien, el niño, en esta edad, ya va traspasando la barrera del pensamiento pre- lógico y pasa al pensamiento lógico, adquiriendo el poder del lenguaje y de otros símbolos. El yo empieza a
diferenciarse del cuerpo de modo incipiente, y con un yo temporal y un yo social, entra en el mundo de los símbolos, de las ideas y de los conceptos.

En este nivel emerge y se va adquiriendo un lenguaje, lo cual implica una estructura cognitiva mucho más compleja que requiere una sintaxis perceptual concreta y un pensamiento lógico y verbal. Entre el pensamiento mágico propio del pleroma-uroboros y el yo tifónico, y este razonamiento existen un gran número de estadios "híbridos" en los que la magia y la sintaxis se entremezclan en proporciones diferentes. Dice Wilber: "Gracias al lenguaje, uno puede anticipar el futuro, hacer proyectos y organizar las actividades presentes en función de un objetivo ubicado en el futuro." En este punto el yo deja de estar completamente dominado por las exigencias instintivas y a través de la mente verbal va a "estructurar" su realidad con base a lo que su grupo social (primeramente sus padres) le imprime, formando un yo de "nombre y de palabra.

Este estadio según Wilber en cierto modo, corresponde a la fase anal-sádica del psicoanálisis (aunque el nivel de desarrollo de dicha etapa no se puede equipara con el desarrollo cognitivo ni con el ego, esta ha sido incluida en este punto porque coincide cronológicamente), o sea que en este punto el niño adquiere control de esfínteres y puede ya retardar o estimular ciertas necesidades fisiológicas. Los miedos propios de esta etapa son el miedo a perder partes del cuerpo (en forma de heces) y el miedo a la mutilación corporal.

* Estilo cognitivo: lenguaje autístico, pensamiento paleológico y mítico, cognición de pertenencia.

* Elementos afectivos: deseos temporales, gustos y disgustos.

* Factores motivacionales: raíces de la voluntad, el poder y la elección autónoma, sensación de pertenencia.

* Modalidad temporal: "control" y estructuración del tiempo, pasado y futuro.

* Modalidad del yo: modalidad verbal, yo temporal y social.

Yo egoico-mental.

El quinto estadio de este espectro es el yo mental egoico. Este es muy importante, porque para muchas psicologías y para muchas personas, es ya el estadio máximo. No obstante, como veremos, si nuestra evolución continúa, el individuo no termina aquí. Circunscribámonos a lo que se entiende por yo mental o egoico. A partir de aquella evolución verbal lógica que acabamos de explicar en el estadio anterior , entre los cuatro y los siete años aparece el ego mental coherente, y un pensamiento operacional , pensamiento capaz de operaciones coherentes e inteligentes. Y entre los siete y los veintiún años, aparece el ego y la persona como etapa superior de este pensamiento operacional , capaz de operaciones coherentes e inteligentes que, como digo, para muchos ya es la etapa máxima. Pero es básico comprender que ésta no es, ni con mucho, la etapa máxima. Exponer esto va a ser nuestro objetivo principal, el que demuestra lo que está más allá del ego, lo transpersonal y perenne.

Pero, de momento, continuemos hablando de esta etapa mental egoica. En esta etapa ya sabemos que se establece una especie de diálogo interno, muy bien conocido por la Psicología Transaccional, Padre-Adulto-Niño, Super yo-Yo-Ello. Una especie de diálogo interno de estas tres subpersonalidades o facetas de la persona, que continúa toda la vida, y que forma parte del núcleo de nuestra personalidad. En esta época se establece el dualismo persona-sombra. ¿Qué es la persona? La persona es la máscara social , lo que creemos ser, lo que Antonio Blay llama el "yo idea", la idea de lo que nosotros pensamos ser: la persona padre, la persona esposo, la persona abogado, la persona alumno, la persona político... Pero cuando existe la persona, cuando nosotros creemos ser algo, cuando nos identificamos con algo, con estas subpersonalidades, con este "yo idea" de Antonio Blay, entonces también hemos de tener en cuenta que existe la sombra de esta persona, la persona sumergida, inconsciente. La persona es de lo que somos conscientes, la sombra es de lo que no somos conscientes, los aspectos reprimidos, los aspectos instintivos. ¿Cuáles son estos aspectos instintivos a veces reprimidos y a veces no reprimidos? Estos aspectos instintivos pueden ser: el amor , el odio, la agresividad, el impulso sexual, el afán de poder, el afán de tener... Todas estas cosas existen en nuestra personalidad, y a veces las
ignoramos cuando nuestro yo se identifica con la persona y la tiende a idealizar. Por esto es
importante, y una tarea de la psicoterapia, distinguir entre la persona y la sombra, para tener la oportunidad de poder integrar estos impulsos inconscientes propios de la sombra, lograr que no sean nuestros enemigos si no nuestros amigos a quienes podamos reconducir por donde queramos. Que no sea el afán de poder propio del político su propio enemigo inconsciente, sino que este afán de poder sea un impulso que él sepa conducir convenientemente por donde quiera, integrándolo al afán de servicio que sin duda también poseerá.

La esencia del ego, dice Wilber es un concepto de uno mismo. "El ego es una constelación de conceptos imágenes, fantasías, identificaciones, recuerdos, sub-personalidades, motivaciones, ideas y datos ligados o vinculados a la sensación de identidad independiente." Si bien el ego ya se ha diferenciado del cuerpo, aún se encuentra anclado en la "musculatura voluntaria", por lo cual se puede explicar que los estados patológicos del ego, vayan acompañados de sus respectivas disfunciones musculares.

El comienzo de este estadio corresponde a la etapa fálica (al igual que el estadio anterior con la etapa anal-sádica, esta correspondencia es más bien cronológica) que trae consigo el final de la emergencia del súper-yo propiamente dicho. Según Wilber, más que de la imagen de los padres en sí, el súper-yo se forma a través de la introyección por vía auditiva de la relación que el niño tiene con ellos. Es decir que la relación externa padre-hijo se convierte en una relación interna entre dos subpersonalidades constituida por redes entrecruzadas, retroflexiones y diálogos interiorizados, y es esto lo que conforma el complejo denominado súper-yo.

No es sino hasta este estadio que Wilber habla de una edad específica (entre los 4 y los 7 años) en la que se constituye un ego más o menos cohesionado que se diferencia del cuerpo, trasciende el mundo biológico y en consecuencia puede operar sobre él. Esta triada (diferenciarse, trascender, operar) va a estar presente de alguna manera en cada uno de los estadios del desarrollo (incluso en los estadios transpersonales).

* Estilo cognitivo: sintáctico-social, proceso secundario, pensamiento verbal dialogístico, pensamiento operacional concreto y pensamiento formal.

* Elementos afectivos: conceptos y afectos, emociones dialécticas, especialmente la culpabilidad, el deseo, el orgullo, el amor y el odio.

* Factores motivacionales: fuerza de voluntad, autocontrol, metas y deseos temporales, necesidad de autoestima.

* Modalidad temporal: lineal, histórica, pasado y futuro prolongados.

* Modalidad del yo: egoico-sintáctico, concepto de uno mismo, estados egoicos pensante-dialogísticos, diversas "personas".

Hasta aquí se completa lo que Wilber llama "el arco externo" del Gran Ciclo de toda la vida. En el estadio del ego tardío (de los 12 a los 21 años), el individuo no sólo llega a dominar sus diversas personalidades, sino que también suele ya haber comenzado el proceso diferenciación y desidentificación que lo llevará a trascenderlas, para llegar así a descubrir por medio de la "transformación", una "unidad de orden superior".

Yo centáurico.

El sexto estadio de la consciencia es el yo centáurico, y resulta de la integración del cuerpo, la persona, la sombra y el ego. O sea, todo lo que hemos acabado de nombrar, todas las etapas anteriores, están integradas en esta etapa superior. Las etapas anteriores las podríamos simplificar y decir que son el cuerpo, la persona, la sombra y el ego. Y todo esto, integrado en un orden superior, es lo que constituye el yo centáurico. Es una integración, una autorrealización, una forma de hacerse autónomo, de avanzar en las posibilidades de uno mismo. Centauro viene del hombre-caballo. El centauro, medio caballo medio hombre, es una buena imagen de la mente-cuerpo totalmente integrados. Es el ideal de las terapias humanistas existencial es. En el existencialismo pasa a primer plano la propia existencia, y entonces se concibe esta integración del cuerpo y de la psique. De alguna forma, aquí empieza lo que se denomina el "arco interno". Hasta ahora, los estadios que he nombrado son lo que se llaman "arco externo", pero de alguna forma, cuando la consciencia se des-identifica del ego, cuando dice "yo soy algo más que el ego, quiero ir más allá del ego", cuando la consciencia reconoce al cuerpo, cuando reconoce al pobre
hermano asno, entonces, se des-identifica del ego y comienza un desplazamiento hacia el
centro que es el arco interno. Es en cierta manera un momento mágico, este reconocer el
propio cuerpo. Si bien hemos visto que llegar al ego era una meta necesaria para que una persona se pueda llegar a integrar en la sociedad, y para tener una plenitud operacional dentro de la sociedad, este reconocimiento del cuerpo, todo y pudiendo parecer que es un paso atrás, en realidad es un paso adelante, porque reconoce el potencial total, el flujo fisiológico emanador total, como dice Rogers, porque se hace plenamente responsable de su existencia en el mundo. Reconocer al cuerpo implica una autenticidad, una capacidad de vivir intensamente el presente, aquí y ahora, por encima del lenguaje, la lógica y la cultura, es como una etapa inicial de introspección mística. El yoga, por ejemplo, planifica la consciencia del cuerpo y de las energías superiores, el yoga empieza haciendo que uno se consciencie del cuerpo, de su respiración, de sus órganos, de su estado de relajación o desrelajación, y entonces es cuando se comienzan a intuir las verdades transpersonales. Aceptando el cuerpo, se acepta la proyección divina y lo que está detrás.

Este nivel se encuentra más allá del lenguaje, de la lógica y de la cultura (es transverbal y transcultural). Sin embargo Wilber subraya, que aunque si esta más allá de los conceptos y del ego, aún no trasciende la existencia, la orientación personal ni la conciencia psicofisiológica despierta, es decir, no ha llegado a un nivel transpersonal. "Se trata en suma, del último estadio que se halla dominado por las formas normales de espacio y tiempo y que esas formas, por tanto, siguen todavía estando presentes."

Aún así el "centauro existencial" constituye una unidad integral superior al ego, al cuerpo, a la persona y a la sombra, además de ser una importante transición hacia los dominios sutiles y transpersonales superiores.

* Estilo cognitivo: visión-imagen transverbal, fantasía superior, síntesis de los procesos primario y secundario, transconcensual.

* Elementos afectivos: comprehensión, espontaneidad, impulso de expresión, supersensorial, sinceridad.

* Factores motivacionales: intencionalidad, deseo creativo, significado, voluntad espontánea, autorrealización, autonomía.

* Modalidad temporal: anclado en el momento presente, conciencia del tiempo lineal como desglose del presente.

* Modalidad del yo: integrado, autónomo, transbiosocial, cuerpo-mente global.

Los reinos sutiles.

Para poder tener una idea de más o menos en que consisten los estadios que el yo puede llegar a comprender a partir de este punto, Wilber considera que es necesario recurrir a los grandes sabios y místicos que las grandes tradiciones sagradas han dado a la humanidad. Afirma que estos coinciden unánimemente a la hora de describir los "niveles superiores de la naturaleza humana", donde la conciencia comienza a ser transverbal y transpersonal.
A partir de aquí, vamos a hablar de los reinos transpersonales, más allá de la persona, y estos reinos transpersonales son: el sutil y el causal. Empecemos, como he dicho, por el yo sutil. Y aquí podemos distinguir entre un yo sutil interior y un yo sutil superior.

Yo sutil inferior.

El séptimo estadio es el yo sutil. Hasta ahora, hemos hablado de reinos ordinarios:

el cuerpo, la persona, la sombra, el ego y el Centauro.

Que según Aurobindo constituyen la mentalidad física, crepuscular u oscura, una porción muy limitada de la individualidad humana.
El nivel sutil, esta "conformado" por los planos astral y psíquico. Dice Wilber: "Independientemente de que uno crea o no en la existencia de estos niveles, ahí es donde se dice que existen (o, mejor dicho, donde se dice que alcanzan su plena madurez).
El yo sutil inferior o plano astral psíquico es el reino de las experiencias extracorporales, conocimientos "ocultos", las auras, la "verdadera magia", los "viajes astrales", el reino de los poderes paranormales, el reino del tercer ojo, de los fenómenos psíquicos: percepción extrasensorial, clarividencia, telepatía, precognición, psicokinesias... Es un reino que trasciende las capacidades normales. Se le puede llamar reino astral psíquico.

* Estilo cognitivo: percepción y cognición clarividentes, extraegoico y extrasensorial.

* Elementos afectivos: sensibilidad transpersonal, suprasensorial (etapa posterior al centauro suprasensorial).

* Factores motivacionales: "poderes" e impulsos paranormales y parapsicológicos

* Modalidad temporal: transaxial o transfísico, "punto de partida" del tiempo, precognición y postcognición.

* Modalidad del yo: astral-psíquico.

El hecho es que, dice Wilber ,"la conciencia, al diferenciarse de la mente o del cuerpo, llega a ser capaz de trascender las capacidades normales de la mente corporal ordinaria y a operar sobre el mundo y el organismo de una forma que a la mente ordinaria le parece inverosímil."

Yo sutil superior.

Continuemos de la mano de Ken Wilber y hablemos ahora del yo sutil superior. El yo sutil superior es el reino de la intuición religiosa y de la inspiración literaria superior. Un reino en el que pueden ocurrir visiones simbólicas, donde cabe la luz azul, dorada o blanca. Donde caben las iluminaciones audibles, y el resplandor sobre resplandor. Donde caben las presencias superiores, guías o entes angélicos. El resplandor primordial , dice Ken Wilber, nos proyecta a nosotros. Este es el reino de los arquetipos superiores. Vemos la forma o presencia divina en nuestro propio arquetipo. Según Ken Wilber nos da una imagen de nuestra naturaleza esencial , sin perder nuestra identidad. En este estadio no perdemos nuestra identidad, nos fundimos con las presencias o formas divinas. En este reino sutil superior es característico la existencia de presencias o formas divinas.

Podríamos decir que el ser humano a través del conocimiento de sí mismo, ha llegado aquí a realizar el conocimiento de Dios. Wilber dice: "Pero no se trata de un Dios ontológicamente ajeno y que se halle desvinculado del cosmos, de los seres humanos y de la creación en general, sino de Dios como el arquetipo supremo de la propia Conciencia."

* Estilo cognitivo: intuición e inspiración real, Forma arquetípica, iluminaciones audibles, inspiraciones luminosas y sonoras.

* Elementos afectivos: rapto (éxtasis), beatitud, liberación extática en la supraconciencia.

* Factores motivacionales: Compasión, Amor y Gratitud.

* Modalidad temporal: transtemporal, entrada en la eternidad.

* Modalidad del yo: arquetipo divino, sobre-yo, sobremente.

Los reinos causales.

Yo causal.

El octavo estadio de este espectro de la consciencia es el yo causal, también transpersonal. En el estadio sutil superior, citado antes, el yo se disolvía en la divinidad arquetípica. En este estadio causal, también podemos distinguir: un causal inferior y un causal superior.

Causal inferior.

Ahora la divinidad arquetípica, en este causal inferior, se disuelve en el Dios final , luz audible extraordinariamente sutil. El Dios final es la esencia de todas las divinidades arquetípicas, y el yo es este Dios final, bienaventuranza resplandeciente.

El primer nivel causal denominado Self causal inferior, representa la culminación de los sucesos que comenzaron en el nivel sutil superior. Es decir, que el Arquetipo divino que anteriormente reabsorbió los niveles inferiores del yo, es ahora condensado y disuelto en el "Dios final". Citando a Wilber "Este Dios final no es mas que el fundamento, o esencia, de todas las manifestaciones arquetípicas y divinas evocadas, y a continuación, objeto de identificación, de los reinos sutiles. En la región causal inferior todas estas formas arquetípicas vuelven a la Fuente, al Dios final y, por el mismo motivo, el Self se manifiesta como el Dios final y la conciencia asciende a un nivel superior y se identifica con ese Resplandor".

* Estilo cognitivo: iluminación final, esencia de la revelación audible.

* Elementos afectivos: beatitud resplandeciente.

* Factores motivacionales: sólo Amor en la Unidad trascendente.

* Modalidad temporal: plenamente transtemporal, eterna.

* Modalidad del Self: Dios final, Fuente de todas las Formas arquetípicas.

Causal superior.

Aquí encontramos la evolución superior, más allá de aquí ya no podemos ir, en este causal superior ya no hay yo, ni Dios final, ni sujetos, ni nada, sólo existe consciencia del Ello. Es un éxtasis perfecto, un resplandor primordial, un amor , una autorrealización informe y transpersonal, y por supuesto transtemporal, es un ser sin consciencia del yo, es como transformarse auténticamente en Dios, en la consciencia de Dios, es la transformación del yo con Dios. El sujeto que antes siempre veía al objeto enfrente de él, ahora es como si se hubiera transformado él en todos los objetos posibles.

Entonces en el nivel causal inferior, la "Divinidad-Self" retorna a su fuente y se disuelve en el Dios final. En el nivel causal superior, ese "Dios-Self" final es reabsorbido y se disuelve en lo Sin Forma. Cada paso hasta este punto, supone una intensificación (que no una pérdida) en la conciencia, que lleva al yo a "olvidarse, incluso de sí mismo, hasta que todas las formas se "entregan" y regresan a la "Liberación Perfecta".

* Self cognitivo: desconocimiento o "perfecta ignorancia divina en la cesación", Conciencia ilimitada.

* Elementos afectivos: Resplandor primordial o Sin Forma, éxtasis perfecto.

* Factores motivacionales: sólo Amor-en-unidad trascendente, espontaneidad final.

* Modalidad temporal: transtemporal eterna.

* Modalidad del Self: Autorrealización Sin Forma, Testigo trascendente.


Resumiendo, pues, tenemos una evolución en todo este estudio del espectro de la consciencia de Ken Wilber. Tenemos una evolución que va desde el pleroma a estas etapas transpersonales. Repasemos: El pleroma, una in-diferenciación con lo que le rodea; el cuerpo, el yo se identifica con el cuerpo; la etapa del ego, el yo mental se desliga del cuerpo y se concibe como anexo al cuerpo; y el centauro, en el que ya empieza una etapa superior, con una integración humanista existencial y, paradójicamente, lo que parece que tendría que ser una regresión, es una evolución y el inicio de la evolución máxima. La evolución máxima que luego está representada en las etapas transpersonales: sutil y causal .


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Fuentes:

"El espectro de la Conciencia"
Por Raquel Torrent
Psicóloga Colegiada
Terapeuta Integral/Transpesonal









Artículo enviado por Alberto B. Tenaglia



"Psicología Perenne" Versión año 2003.
CAPITULO XIII "El espectro de la Conciencia"







La visión transpersonal de Ken Wilber.
Por Bernardo González Venegas.


Vasos comunicantes peruanos.

A la Manera del Chamán

Hermenegis. D. H. Casarsa

Hermenegis Conseil - Buddha chamanismo Hermes el tao -

Los silbatos peruanos producen armonías y vibraciones sonoras que inducen una modificación de enfoque en la conciencia.

Durante más de dos mil años, diferentes culturas peruanas produjeron instrumentos conformados de manera psico-acústica. Ellos inducen una experiencia energética y sutil, intensa y profunda, para despertarse a sí mismo y al mundo del sonido.

"En mis oídos silba el viento..."

Para su experiencia e información info@hermenegis.com

Reproducidos por Don Wright guardián de este arte original y de los orígenes.





1. Introducción

2. Descripción

3. La Cultura Chimù

4. La Serpiente/Dragon

5. Las Travesías de los Sentidos

6. El Sonido

7. Enteógeno

8. Tipología fenomenológica de la experiencia mística

9. Chamanismo

10. La Creatividad Universal Interior

11. Efectos Fisiológicos del Sonido

12. Un Arte del éxtasis

13. Imaginario y Enfermedad

14. Mana

15. La experiencia de los Vasos Comunicantes Peruanos

16. Nota bibliográfica


1. Introducción

Los Vasos Comunicantes peruanos son reproducciones de alfarería recuperadas en tumbas de altos dignatarios chimus, junto con armas y alimentos para su última jornada. Hace milenios, en la parte central de Perú, existió un conocimiento del sonido, posiblemente ligado a la manera como los antiguos del Chimú concebían la realidad. Dicha cultura probablemente usó esos silbatos por motivos rituales y espirituales; sin embargo, parecen haber sido empleados solamente por la elite de sacerdotes/chamanes. Su producción y uso se cortó con la llegada de los primeros colonos españoles. Por regla general, durante la colonia, la cultura de esta antigua tradición fue reprimida. Aunque al parecer el uso de silbatos se extinguió del todo en tierra peruana, se conserva una herencia. Fueron redescubiertos y estudiados en los años setenta por un antropólogo, Daniel Statnekov. Tanto lo sorprendió el efecto del sonido del silbato en su conciencia que durante años se dedicó a investigarlos y aprender su reproducción. Los silbatos comunicantes peruanos son reproducidos hoy por Don Wright, guardián y heredero de este arte. El efecto armónico creado por los participantes en una sesión, la particular concordancia de los Vasos Comunicantes peruanos, induce un cambio de conciencia benéfico y único, una catalepsia chamánica permitiendo explorar así un dominio sensitivo habitualmente inaccesible a la conciencia en vigilia.

Hechos de arcilla, en su cara frontal tienen una efigie simbolizando elementos muy antiguos. Propongo en este texto pasar revista a unos aspectos de este lejano conocimiento. Su descripción llevará a su origen, a su uso en viejas culturas olvidadas, a la mitología del sonido y a su historia. Examinaremos sus efectos en la conciencia, la experiencia mística y algunos aspectos del chamanismo, de su arte y percepción de la realidad, para terminar presentando una experiencia de Vasos Comunicantes Peruanos.

2. Descripción

Los arqueólogos han recuperado numerosos vasos comunicantes de diferentes culturas y periodos. Se han catalogado como recipientes de líquidos. Algunos de éstos vasos comunicantes funcionaban como silbatos y se empleaban en los rituales. Producen un sonido ligeramente audible cuando se los llena de líquido y se los balancea de derecha a izquierda. Este sonido se explica por su ventilación particular, permitiendo que el aire situado en un vaso se desplace entre las cámaras. Sin embargo, cuando se produce un sonido de esta manera, se oye muy suavemente, resultando muy intenso cuando se lo sopla oralmente por el tubo posterior. La Sociedad Acústica Americana los estudió en la universidad de California, Los Angeles. Los vasos comunicantes estudiados eran de las altas mesetas y de la costa norte de Perú. Su difusión se extendió en un periodo entre 500 antes de J-C aprox., a 1550 después de J-C. Se estudiaron 69 muestras, oriundas de diferentes culturas, Gallinazo, Vicus, Moche, Huari, Maya, Inca y Chimù. Los resultados de este estudio determinaron que su frecuencia era particular a cada cultura.

Cada una poseía una frecuencia sonora diferente a la que los silbatos se adecuaban. Los vasos comunicantes peruanos siguieron su evolución, hasta que finalmente se produjo un nuevo cambio de frecuencia. Las cámaras sonoras se comunican mediante un puente sostén en cuya base está el silbato. Los vasos miden 17 cm. por 12 cm. y una altura de 18 cm. El aire se sopla por una embocadura situada en la parte trasera, atraviesa un tubo situado en el fondo del silbato el cuál une las dos cámaras sonoras.

(Fotografías de los Silbatos)

Los vasos comunicantes no se acoplan ni de manera electrónica, ni mecánicamente, sino por la innata destreza sensitiva del hombre, de manera sinestética. El estudio realizado por el UCLA determinó que ocurre un fenómeno acústico único cuando se soplan varios vasos comunicantes. Las tonalidades producidas interactúan entre sí, se cruzan abriendo la conciencia del participante, llevándolo a un dominio de conciencia y experiencia especial.

3. La Cultura Chimú.

La cultura chimú era poderosa y refinada. Aliada al principado de Cajamarca, enfrentó con éxito a los conquistadores Incas del siglo XV. Se extendió poco a poco al Norte hasta Ecuador y conquistó las regiones del sur hasta Lima. Los Chimú sucedieron a la civilización Mochica y fueron la primera cultura peruana encontrada por los conquistadores. La rica capital del reino de Chimor, Chan-Chan, se ubica a escasos kilómetros de la ciudad de Trujillo, en la costa noroeste del Perú, en el valle del Río Moche. Chan-Chan se construyó según muy detallados planos arquitectónicos. La ciudad tenía más de cien mil habitantes, la defendían cuatro altas murallas circundantes. Las ruinas incluyen diez grandes cuarteles rectangulares. Cada conjunto de construcciones está rodeada por paredes de diez metros de altura. Del interior de estas paredes, los arqueólogos recuperaron otras que separaban habitaciones, almacenes, tiendas, templos, calles y piezas. La arena que cubre las ruinas de la ciudad sólo en parte se ha despejado y quizás apenas puedan sospecharse las ruinas que todavía siguen cubiertas.

La ciudad, ubicada en un desierto de arena y tierra ocre, limita con el océano. Debido a la sequedad del clima, las paredes y sus estupendos y estilizados bajorrelieves se han conservado muy bien. Se han descubierto vestigios de depósitos decorados con guijarros y rastros de jardines irrigados. Los planos de la antigua capital chimù, sus templos, tumbas de forma piramidal, la estilización de los elementos naturales con formas geométricas atestiguan un gran progreso cultural. El océano, sus corrientes y recursos, eran especialmente importantes para ese pueblo cuyo dios Kon apareció en una balsa antes de crear la humanidad. Las olas del mar se simbolizaron allí mediante ranuras horizontales y paralelas.

(Fotografías de Chan-Chan).

4. La Mitología de la Serpiente/Dragón

Los vestigios de los Templos del Sol, de la Luna y del Dragón, el único completamente restaurado y reconstituido, testimonian la riqueza mitológica del reino de Chimor. En los bajorrelieves de la pared del templo del Dragón se representan seres antropomorfos, mitad hombres, mitad dragones. "El dragón es un símbolo universalmente ligado a la creación de vida en la tierra, a la unión sexual, al principio autofecundante denotado al morderse la cola". En la ciencia hermética y en la alquimia, representa "la unión de principios opuestos que son: la Tierra por las patas, el Mar por las escamas, el aire por las alas y el fuego que escupe por la boca". En ciertas culturas toma la forma de serpiente alada, o de doble cabeza. En los Uroboros por ejemplo, la Serpiente/Dragón, es un símbolo mítico y celestial, que representa la fuerza de la vida y su manifestación. Es un principio vital doble y andrógino. Los egipcios lo representaron con la Serpiente Alada, dueña de la metamorfosis. También se encuentra la serpiente en los hindúes, con Sesha, la serpiente de mil cabezas navegando el Océano Cósmico. Entre los griegos, es la serpiente monstruo Tifón, entre los taoístas chinos, la serpiente doble principio de la vida que toma la forma del Yin-Yang. En los aztecas, la serpiente celestial o cósmica, divinidad de Quetzalcoatl. Representa la unión de principios opuestos. La naturaleza material y el mundo espiritual, el principio masculino y el principio femenino que crean al unirse y al transformarse. En occidente, la serpiente permanece como símbolo de transformación, como símbolo de medicina, el caduceo.

En el interior de las tumbas de Chan-Chan, los arqueólogos, hallaron armas, adornos de oro, vajilla de metales preciosos y vasos comunicantes, decorados con estatuillas, probablemente de deidades, simbolizando cada elemento.

5. La Travesía de los Sentidos

Las cuatro estatuillas humanas representadas en los silbatos simbolizan otros tantos elementos: fuego, agua, aire y tierra. Cada silbato representa pues un elemento. La parte posterior del silbato tiene forma de berberecho de marisco marino, en cuyo fondo aparece simbolizado el sexo femenino. El aire es soplado por el principio masculino, un tubo de forma fálica. Atraviesa la matriz femenina, el lugar de la transformación y fertilidad para ir hasta el silbato situado tras la cabeza de la estatuilla. Los elementos no sólo son principios que estructuran las teorías tradicionales del mundo, sino, de hecho lo que hoy se llamaría "la senda de los sentidos". Remiten a varios sistemas de correspondencias imbricados unos en otros. Las viejas teorías médicas occidentales que persistieron hasta el comienzo de los tiempos modernos tenían por meta armonizar los diferentes elementos en el ser humano. Los progresos de las ciencias naturales mostraron que esta concepción simbólica era irreconciliable con los datos de la física y de la química y sólo tenían un significado teórico y filosófico. Los occidentales descubrieron el racionalismo mientras los chinos, indios y otras etnias y tradiciones siguieron basando su sistema médico y espiritual en el equilibrio de elementos. La alquimia se concibió como una doctrina médica basaba en la manipulación de los elementos. Hasta Carl Gustav Jung, sólo se la consideraba en la perspectiva de la historia de las ciencias y como "errónea precursora de la química", y nadie se interesó en su dimensión psicológica y espiritual. Según los principios de la alquimia, "toda la creación, el macrocosmos y el microcosmos, son producto de la acción de los elementos. Estas fuerzas tienen múltiples y profundos significados. El universo todo se asemeja a las ruedas de un reloj cuyas partes son interdependientes. Según la tradición hermética, al fuego se le atribuye el poder total; al aire la sabiduría, la pureza y la claridad; al agua, el amor y la vida eterna; y a la tierra, la ubicuidad y la inmortalidad. Según la tradición hindú, de los cuatro Tattwases, (elementos) los más densos descienden del quinto Tattwa, el Akâsha. Es el Principio Primordial o Quintaesencia. En él reside el equilibrio universal, es el estado más sublime, el más poderoso, el inimaginable, el Principio de todas las cosas y de toda la Creación.



Los Elementos según la psicología chamánica. Según la tradición hermética.
6. El Sonido.

La herencia sociocultural que nos legó la historia, la religión, y las tradiciones espirituales acerca del uso del sonido es inmensa. En diversas tradiciones místicas de todo el mundo, en los textos religiosas convencionales, se considera el sonido como el fundamento del mundo físico. La Biblia y los Vedas declaran que el sonido es el principio mismo del Creador y la fuente de todas sus manifestaciones. El mito subyacente es que el principio de tonalidad del universo, una vez creado, se dividió en tonalidades secundarias y en armonías. La cosmología musical antigua consideraba el conjunto de la manifestación, del mundo perceptible, de los sonidos y de la luz, como emanaciones de una realidad metafísica impenetrable. El espacio todo está lleno de esta realidad, el sonido abstracto. Es el Anahata, el "sonido informe" o "sonido no golpeado", para los indios. Moisés oyó el Sonido eterno en el Monte Sinaí. Mahoma también oyó uno en la cueva subterránea de Ghar-el Hira; similar para Shiva, bañado en Samadhi por un sonido en una cueva subterránea de la cadena del Himalaya. En el chamanismo, "el empleo del sonido como catalizador para crear estados de conciencia superiores está muy difundido en todas las culturas tradicionales. Determinan sin duda los cambios de conciencia colectivos, una "transmisión auditiva", una suerte de práctica del ritmo eléctrico del cerebro. También ofician de "vehículo" y se orientan naturalmente y sin esfuerzo a una toma de conciencia de los paisajes interiores, "registro sonoro de silbatos (lazo externo)". www.new-universe.com/songs/vessels_drum.htm
7. Enteógeno

(Definición: enteógeno tiene la misma raíz que entusiasmo para evocar "la liberación o expresión de un sentimiento divino dentro de uno" -. Ott.The age of entheogens & The Angels' Dictionnary.) Enteógeno califica este tipo de experiencia, inducida por el baile, la canción, percusiones, el ayuno, el aislamiento sensorial, las sustancias alucinógenas o psicotrópicas, en que el individuo expande su conciencia hasta el ámbito de los Dioses. Una imagen citada con frecuencia es el "despertar", suposición de que, en estado de conciencia ordinaria estaríamos en cierto modo sumergidos en dormir/soñar, y que en "despertando", alcanzaríamos una conciencia objetiva más aguda. `Por efecto sutil del sonido, el ritmo de la respiración se regulariza, el efecto enteógeno de los silbatos es en extremo sorprendente. Una vez superadas las preguntas y la sorpresa, se instala cierta fluidez, un toma y daca general. Ya no somos nosotros quienes silbamos, somos nosotros los silbados; se revela una profundidad, un cambio de conciencia. El efecto inducido por esta experiencia es variable sujeto a la sensibilidad de cada individuo. Una noción crucial sacada de los primeros trabajos sobre drogas psicodélicas y qué se ha llamado la hipótesis del "escenario y la decoración". Según esta hipótesis extensamente aceptada por especialistas en la conciencia, el contenido real de una experiencia psicodélica es función a la vez del `escenario' (intención, creencia, espera, personalidad) y del `decorado' (el contexto físico y social), desempeñando la droga el papel de corte o catalizador. Sin embargo, los mismos principios pueden aplicarse a otras situaciones donde no interviene la droga: pudiendo ser el catalizador del estado alterado la hipnosis, el stress, una respiración anormal, un estímulo sonoro, el aislamiento sensorial, etc.; sin embargo, tras estas diferentes modalidades, aparecen los mismos caracteres en el contenido de la experiencia. `Se hace necesario sacralizar este tiempo de apertura en el sentido de un respeto a lo que trasciende nuestra propia pequeña comprensión lógica e intelectual. Una atmósfera protectora y segura, en que cada uno puede relajarse para pasar un momento agradable es deseable. Para que se vea más claro, ciertos rasgos de la experiencia mística, pueden esbozarse, son universales y no restringidos a cualquier religión o dogma particular.

8. Tipología Fenomenológica de la experiencia Mística.

- Unidad

- Trascendencia del tiempo/espacio

- Humor positivo profundamente sentido, éxtasis...

- Sentido de lo sagrado

- Objetividad y realidad, prueba íntima de lo real de la situación,

- Sensación de paradoja

- Experiencia inefable

- Sentimiento de la naturaleza transitoria del tiempo

- Persistentes cambios positivos en actitudes y conductas usuales y diarias.



9. Chamanismo

El chamanismo puede definirse desde diferentes ángulos y muchos aspectos y los particularismos regionales o culturales. Para Mircea Elliade, "el chamanismo es una de las más antiguas tradiciones humanas que se remonta aproximadamente a veinte mil años antes de J-C. Su concepción del hombre y la realidad se encuentra en todos los continentes del planeta, situado en el origen de los principales sistemas religiosos y espirituales del mundo." [*] Describe la tarea del chamán como producir algo de un orden completamente nuevo, una realidad ajena a nuestro mundo que, sin embargo, constituye una parte completa de nuestro mundo natural "profano". El análisis académico del chamanismo sigue siendo el estudio racional de lo irracional, es decir, un contrasentido o `culo-de-bolsa'. No olvidemos nunca que se trata de experiencia. También se define como `un método de curación por éxtasis siendo un conjunto de técnicas que apuntan a activar, mantener e interpretar experiencias y estados del imaginario'. Distingamos el éxtasis, que mira hacia el exterior, del enastasis, vuelto hacia el interior, inducido por técnicas de meditaciones orientales, por ejemplo. Recientes investigaciones en psicología y en fisiología demostraron empíricamente el papel del imaginario en la construcción del síntoma patológico y en la recuperación fisiológica. `Las implicancias de la física quántica, de la metafísica y de la psicología profunda, se juntan con las vías del conocimiento sagrado y la sabiduría del hombre del alba de la humanidad'. Se asiste hoy a una renovación del interés por esta superior forma de vida religiosa. Se podría percibir que esta resurgencia trata un fenómeno prepolítico, cuando todas las religiones iniciadas como experiencia espiritual, se han politizado y .burocratizado'. El chamanismo acude al aspecto democrático de la vida espiritual, a un nivel de experiencia posicionado en un punto central. `Por otra parte, esta renovación del interés parece reflejar el anhelo público de que la medicina moderna asuma una actitud más humanista y espiritual.

Para Michael Harner, antropólogo, `la vía chamánica requiere simultáneamente comprometerse en la desintegración y la disolución del ser, y penetrar en el caos de manera consciente. Yendo hasta el extremo de los límites, manteniéndose más allá y fuera de sí mismo, el chamán concibe el éxtasis como la condición de un perfecto autorefrenamiento, aunque las pruebas y los viajes en los mundos oscuros infrinjan a su alma torturas que sólo pueden afrontar personas de su especie". Para desempeñarse en la compleja red de la realidad, el chamán, acude a varios métodos que modifican sus estados de conciencia. Participan la meditación, la concentración y la respiración, permitiéndole refinar su percepción de la realidad, su conocimiento del mundo, procurándole mientras el acceso al mundo sagrado. La voz, en particular en las sesiones de curación, es mediadora entre la dimensión espiritual y la dimensión profana, expresión existencial en suma de un orden cósmico velado. `Con frecuencia las canciones son meros fonemas puestos de punta a punta (¡sin valor fonémico!). No existe una interpretación que les concierna ni traducción comprensible en el lenguaje de la realidad ordinaria, sólo impresiones. Quizás sirvan para contornar la parte lógica del cerebro y excitar su lado intuitivo. (Para escuchar a un Icaro, un lazo externo).

10. La Creatividad de los Mundos Interiores

El aspecto psicológico del proceso creativo ha sido estudiado por muchos psicólogos. Según el humanista Abraham Maslow, el desarrollo sano del humano, de su yo auténtico, involucra la actualización de su creatividad. Según él, nosotros tenemos una definición restringida de la creatividad, la concebimos como productividad. Distingue "la creatividad específica de un arte", de "la creatividad requerida para la realización de uno mismo"; esta última, se apoya más directamente en la personalidad y aparece extensivamente en actividades habituales de la vida, en cierto tipo de humor por ejemplo. A mayor integración interior del individuo, más constructiva será su creatividad, sintética, unificante, e integrante. Para Jung, la creatividad del individuo viene directamente de los mundos interiores, un individuo creativo por naturaleza como es el chamán como mediador entre realidades nos retrotrae al super humano, al mundo fuera del tiempo lineal y más allá de nuestro conocimiento consciente. El inconsciente colectivo descrito por Jung religa las psiques de la humanidad entera. `Cuando un individuo, un creador, se acerca a este dominio de experiencia, él (ella) se vuelve un explorador para la humanidad entera. Él (ella) transciende el destino personal, y habla a y para toda la humanidad. Tal tipo de trabajo lo "manejan" individuos receptivos que responden a las necesidades colectivas de la especie humana. Marshal McLuhan describe tales individuos como "líneas de rocío" para la sociedad en su conjunto, que capturan y expresan el significado espiritual de la cultura.

11. Los Efectos Fisiológicos del Sonido

Todo estímulo de un sentido, iterado y monótono, cambia la concentración de la conciencia y su estado. En el plano fisiológico, 'los nervios auditivos ganan el sistema directamente reticular del cerebro. La sustancia reticulada se compone de una `red nerviosa' masiva y cumple dos funciones esenciales: coordinar los impulsos sensorios y la activación motora, y alertar la corteza sobre la llegada de una información. El sonido, circulando a lo largo de las fibras nerviosas, es capaz de activar todo el cerebro. El envío de vibraciones sonoras fuertes, repetitivas, al aparato auditivo y, por lo tanto, a la corteza cerebral, debe contribuir teóricamente al éxito de una toma de conciencia cognitiva. Al mismo tiempo, otros stimulis sensorios de la realidad ordinaria, incluyendo el dolor, debieran poder bloquearse o filtrarse. Así, la mente tendría libertad para desarrollarse en otras dimensiones. `Las investigaciones sobre el estado de conciencia chamánico (ECC), constitutiva de la esencia profunda del chamanismo, mostraron cambios de la actividad eléctrica del cerebro en el sentido de una reducción de la actividad de las ondas alfa y un aumento de las ondas teta (asociadas a la creatividad), en particular en la zona temporal del cerebro.

12. Un Arte del éxtasis

El chamanismo es un arte de éxtasis. Del griego, `éxtasis' significando `acción de estar fuera de sí' Un estado de exaltación interior en el que la persona se mantiene afuera y/o se trasciende. Es la facultad del chamán de permanecer compuesto en el seno del éxtasis que lo distingue del esquizofrénico. Esta facultad le permite reorganizar la seguridad mental de las personas alrededor suyo de manera tal que pueda realizar unas curaciones sociales. Como ha subrayado Víctor Turner, `sólo quienes saben construir saben aniquilar lo que se ha construido'. Sólo quien posea esta capacidad de reorganización, siendo suficientemente filósofo y psicólogo, poseyendo suficiente voluntad e inspiración interior, puede confrontarse a esta realidad indiferenciada donde se mezclan el mito y la realidad. Se especifican tres tipos de éxtasis en la literatura sobre el tema:

1. Éxtasis chamánico

2. Éxtasis profético

3. Éxtasis místico

El éxtasis chamánico se simboliza por el ascenso del alma del chamán a los cielos, su descenso al mundo de abajo y la exploración del mundo del medio. El profeta habla literalmente por Dios, mientras el místico vive en presencia divina. El éxtasis y la trascendencia son artes que se enseñan, en demanda de una libertad íntima a la hora de una internacionalización, de la sofocación del ser dentro de un trance o catalepsia global y consensual. Ciertas definiciones del chamanismo se apoyan en la hipótesis que el éxtasis es el rasgo principal del ritual chamánico.

13. Imaginario y Enfermedad

El trabajo del chamán se maneja en el reino de la imaginación, punto de apoyo central del chamanismo. En el mundo moderno y en nuestras vidas, el imaginario desemboca con frecuencia en la somatisación de los dolores de nuestras conciencias. Podemos mensurar fácilmente toda su influencia en nuestra conducta, nuestras esperas y nuestras esperanzas. En nuestra sociedad, el imaginario sólo es considerado como una función psicológica que podría omitirse plácidamente y que, si se lo toma en serio, es tan sólo fuente de dificultades. Según el sentido moderno, se considera la enfermedad cómo alguna cosa que entra en el cuerpo desde el exterior; algo que necesita ser retirado o destruido o del que es necesario protegerse. En el chamanismo, la enfermedad tiene origen en el mundo de los espíritus, el dolor es de origen espiritual, así como su creación. La enfermedad es la pérdida de un poder personal del individuo que le impide un equilibrio de fuerzas. La noción de la pérdida del alma designa ese estado en que la enfermedad puede hallar un campo receptivo dentro del individuo. La concepción chamánica no establece una diferencia entre realidad física e imaginario. De hecho, el chamanismo es una condición, una receptividad, un despertar de la conciencia individual respecto a ciertas características de la vida. El chamán `tiene acceso a los estados de conciencia normalmente rechazados o menospreciados por el hombre moderno a cambio de una conciencia lógica y lineal.

Utilizando recuerdos sensoriales así como abstracciones y símbolos, el chamán pasa revista al flujo de imágenes sonoras subconscientes sin recurrir al poder crítico de la conciencia ni a las marcas de referencia de causalidad, espacio y tiempo. Jeanne Achterberg distingue dos modos en que el imaginario influye en la salud, representados los dos en el trabajo chamánico. Hay lo que llama imaginarios pre-orales, actuando directamente en el ser físico, comunicandose con los tejidos, órganos, e incluso células, para operar una transformación. El segundo tipo de imaginario curativo es transpersonal. Se sobreentiende que la información se transmite de la conciencia de una sola persona al sustrato físico de otra.

14. El Mana

Para entender la influencia sutil de los silbatos en la energía psíquica, examinemos el chamanismo hawaiano. En el corazón de esta visión del mundo y del universo está el concepto de `mana' que podría traducirse como un poder o una energía interior y divina. Este término, relacionado por Jung al concepto de energía psíquica, se simboliza con una bola de fuego, el relámpago. La palabra "poder" para designar el mana es más amplia y más adecuada en el sentido de una energía "eficaz". Para el chamán, toda cosa posee el mana, pero alguna tiene un poco más que otras, sea por naturaleza o por una fuente externa. Durante su interacción con los espíritus, la naturaleza y otros seres humanos, el chamán presta atención a sus manas y trata de usarlos simultáneamente con su propio mana. No intenta controlarlo, porque significaría un conflicto y una pérdida del propio mana. En lugar de la fuerza, él usa la persuasión, cuanto más mana posea, más persuasivo será. La primera meta de cada jornada del chamán hawaiano consiste en aumentar su mana a fin de aumentar su eficacia en cada cosa que hace. Simplificando, existen cuatro clases de mana que el chamán busca acrecentar en sí mismo y en el otro. La primera es el mana físico (equivalente a la llamada bio-energía); sigue el mana emocional (que puede relacionarse a un estado de excitación interno); después el mana mental (mejor descrito como un estado de gran confianza en uno mismo), y para terminar, el mana espiritual (que incluye la autoestima por un profundo respeto para y por un sentido de conexión con el objeto de la atención. En esta óptica, el chamán hawaiano, donde se encuentre, practica la acumulación de su poder personal. El chamán emplea principalmente los estados modificados de conciencia para comunicarse con las fuerzas de la naturaleza, para restablecer un orden vivo y presente en sí mismo; ésto, en beneficio o perjuicio de otros.

15. La experiencia de los Vasos Comunicantes Peruanos

Los vasos comunicantes peruanos no responden a nuestro paradigma social y cultural en cuanto a la función y empleo del sonido. No encajan en la concepción usual de la realidad cartesiana y facilitan un modo de percepción de la realidad contrario a un trance común y consensuado. Al nivel individual también, nuestras conciencias tienden a rechazar una parte de la experiencia a fin de poder integrarla al nivel intelectual. La causa más probable es que en nuestro mundo moderno, el triunfo de la razón se inscribe en la historia de nuestra cultura y no tenemos un lenguaje suficientemente explícito como para traducir la unicidad de semejante experiencia. La experiencia está más allá de las palabras, a un nivel sutil y sensorial, en el reino de lo no verbal. Nuestra razón no es necesaria para lo que se experimenta allí. `Nuestro lenguaje usual evolucionó para ajustarse a una descripción de la realidad ordinaria, de nuestra vida de todos los días, pero no a las complejidades de estas experiencias y estados especiales más raros. Un cambio de enfoque de la conciencia lo genera el estímulo auditivo y las marcadas tonalidades de los Vasos Comunicantes peruanos. Ellos aumentan y facilitan esta capacidad natural de descubrir y vivir en escenarios imaginados. Al facilitar la trascendencia, cierta suspensión del pensamiento discursivo, ellos favorecen el descubrimiento de la mente (¿espíritu?) [** ], de su unicidad. Aumentan la energía global del individuo, facilitan la aparición de una conciencia no lineal y producen una carga eléctrica suplementaria en el cerebro a la vez que estimulan el oído interno. El equilibrio al interior de la conciencia y su capacidad natural de autocuración se estimulan por la imaginería, pudiendo inducirse. Esta imaginería transpersonal facilita el restablecimiento del equilibrio entre las diferentes dimensiones del individuo. Desarrollan esa capacidad natural para "ver con ojos de la mente o de la comprensión". "Una tal visión interior no se considera como `imaginaria' en el sentido de algo `fabricado', de un fantasma, sino se discierne más bien como una visión no ordinaria de la realidad teniendo el poder de repercutir en nuestra realidad con ciertos resultados (por ejemplo la curación de un enfermo)`.

Podría decirse que un aspecto de la experiencia sea volverse un inmenso océano, barrido por un viento de sonidos, de sensaciones físicas, y de emociones, entrante, fluyendo y flotando a través del cuerpo para luego dejarlo por cualquier otra cosa. Las experiencias sinestéticas pueden inducirse, en ellas se cruzan varias funciones sensoriales, por ejemplo, tocar un sonido, ver un olor o incluso, celebrar vibraciones sonoras. Estas experiencias de los Vasos Comunicantes Peruanos podrían dividirse arbitrariamente en varias etapas. Siendo la primera la sorpresa, el silbador descubre; la segunda una validación, la confirmación de que otros participantes viven la misma cosa, mediante golpes de vista y miradas; la tercera etapa, para abreviar, es la toma de un puesto libre, un abandono a la experiencia. Aquí, ciertas visiones pueden revelarse en los campos perceptivos del participante, pueden surgir recuerdos o sentimientos. Se recomienda para permanecer bien concentrado, en sí mismo, en la experiencia en curso, para beneficiar la experiencia del mejor modo. Conservar los ojos cerrados podrá ayudar a mejor dirigir nuestra atención. Se trata de una experiencia particular, en este dominio de la conciencia; la intención y la fuerza de nuestra energía se concentran y pueden dirigirse a voluntad, a la curación de un enfermo o hacia lo que uno querría ver realizado en nuestra vida. El aspecto colectivo de la experiencia aparece, cada participante experimenta al otro. Su calidad está determinada en gran parte por la apertura de los silbadores a una cosa nueva a la que no estamos acostumbrados. Así, la apertura y la curiosidad son necesarias; somos los propios artesanos de nuestra creación. Los Vasos Comunicantes Peruanos son una de las únicas puertas existentes de este inmenso, intenso y magnífico campo de experiencias profundas y benéficas. Parecen el renacer de un modo de conocimiento como continuación de un antiguo mito. Sin embargo, el sonido no es más que un fenómeno de percepción, un fenómeno a entender adecuadamente, como un vehículo que nos permite despertar a la riqueza y plenitud del momento presente. Estos instrumentos son raros, únicos en Europa, la experiencia se realiza por el momento en sesiones de pequeños grupos que yo organizo regularmente y/o a pedido. Entonces si el Corazón lo llama,.... el viento silba en mis oídos... © 2000. Hermenegis. D. H. Casarsa.




Notas de Rumi Ñawi:

[*] Para Mircea Elliade, "el chamanismo es una de las más antiguas tradiciones humanas que se remonta aproximadamente a veinte mil años antes de J-C. Su concepción del hombre y la realidad se encuentra en todos los continentes del planeta, situado en el origen de los principales sistemas religiosos y espirituales del mundo". [Nota numerada de Rumi. Varias objeciones se oponen a este enunciado de Eliade: la primera y, quizás principal, es que la información documental sobre creencias y costumbres más antiguas se remonta a unos seis/ocho mil años antes de ahora (por ejemplo, la americana, torpemente adulterada por los evangelizadores apenas tiene 500 años; la de Australia, Oceanía y gran parte de África y Asia, poco más); otra, que esa información no es un conjunto consistente y quizás tampoco congruente, reducida, además, a una extensión geográfica mínima de "todos los continentes del planeta". Para terminar, la proposición de tratarse de "una concepción universal del hombre y la realidad" pertenece al orden tradicional de las peticiones de principio; mas correcto y quizás, honesto hubiera sido atribuirla a... Mircea Eliade (recordar a este respecto las severas restricciones opuestas por Wittgenstein en sus preguntas sobre "explicaciones de explicaciones" en el Cuaderno Azul)]. Volviendo al caso de América, sorprenderá a algunos que los estudios sobre chamanismo sean tan recientes, sobre todo los más serios (entre ellos C. Castaneda, A. Benítez, el citado M. Harner, J. Narby, M. 0.Perrin...). Existe una pulsión altamente patológica en Occidente que lo incluyó a Marx al reduccionismo de las culturas amerindias vistas como una subcategoría de las `indoeuropeas', etc., y sin personalidad propia. El desengaño se agranda todos los días y a ello han contribuido algunos de los autores que acabo de citar.

[**] "mente" = "espíritu". A lo largo de la historia de Occidente y por efecto de la prédica ideológica judeocristiana que enfatiza la oposición "materia-espíritu", ha venido a producirse una confusión acerca de los términos espíritu y mente. Hay en todos nosotros una inclinación inducida a pensar en el "espíritu" como cosa inmaterial -repitamos, opuesta a la materia. Incluso en el credo católico tal vocablo va acompañado del modificador "santo" formando una de sus tres partes esenciales (las otras, claro, "el padre y el hijo"; en este caso, "espíritu santo" sería la potestad del "padre" de crear el mundo). A lo que quiero ir es a que esta confusión amenaza permanentemente confundir también el significado de los términos "espíritu" y "mente" para reportar el pensamiento originado en órganos específicos del cerebro humano (¡y no humano, hasta de la unicelular aplasia, según se sabe!). Si el producto de la actividad cognitiva del cerebro es el "espíritu" (Cf.: la expresión idiomática universal `espíritu humano') o si debe llamarse "mente" a las dos palabras que serían auténticos sinónimos. Porque, además, de verdad, de verdad, sinónimos rigurosos no existen. Sin embargo, a lo largo de este trabajo de traducción me he encontrado con la paradoja que el traductor electrónico "globalink" que empleo (y a quién amo) traduce "mente", donde yo, todavía esclavo pavloviano de la descripción representativa judeo-cristiana del mundo, pondría "espíritu", y de hecho he puesto.

La meditación y el inconsciente.

Ken wilber nos presenta la meditación como un viaje a los contenidos potenciales de la conciencia. Para él, el gran error sería considerar el inconsciente como algo "sumergido" (o reprimido) y no como un océano capaz de desvelarnos nuevas energías. Lo que aquí se intuye es la superación de la idea judeo-cristiana del inconsciente, que hace de él un camino de sombras, donde el ego ha proyectado todas sus frustraciones.

La mayoría de las descripciones de la meditación y del inconsciente adolecen de falta de interés para los factores del desarrollo y la evolución. Tienden a suponer que el inconsciente es sólo el inconsciente sumergente (sublimal, filtrado, bloqueado o automatizado) y por consiguiente ven la meditación como una forma de invertir un estado desagradable de la situación en esta vida; es decir, un modo de forzar la entrada en el inconsciente. La meditación se imagina como un método para levantar la depresión, detener el filtraje, desautomatizar la automatización o desenfocar el enfoque. En mi opinión, estos aspectos, por significativos que sean, son los más secundarios de todo tipo de meditación.

La meditación es, como mínimo, un camino instrumental mantenido hacia la trascendencia. Y dado que, como hemos visto, trascendencia es sinónimo de desarrollo, se deduce que la meditación es simplemente desarrollo o crecimiento mantenido. No es primordialmente un modo de invertir las cosas, sino de llevarlas adelante. Es el despliegue natural y ordenado de unidades sucesivas de orden superior, hasta que sólo exista la Unidad, hasta que todo el potencial se haya realizado, hasta que el campo inconsciente se abra como Conciencia. Es lo que un individuo, en el estado actual de evolución humana, debe hacer para desarrollarse más allá de dicho estado y avanzar hacia ese único Dios, meta de toda la creación.

Así pues, la meditación tiene lugar del mismo modo que todas las demás etapas del crecimiento o emergencia. Se resuelve una traducción, sin llegar a dominar exclusivamente la conciencia, y se transforma en una traducción de orden superior (se recuerda una estructura profunda de orden superior, que domina y crea nuevas estructuras superficiales). Existe diferenciación, desidentificación, trascendencia e integración. La meditación es evolución, es transformación; en realidad no tiene nada de especial. Al ego le parece misteriosa y enmarañada, porque supone un desarrollo más allá del mismo.

La meditación es al ego lo que el ego es al tifón: un estado de desarrollo más avanzado. Sin embargo, el proceso de crecimiento y emergencia es exactamente el mismo; la secuencia que nos llevó del tifón al ego es la misma que nos conduce del ego a Dios. Es un proceso de crecimiento, no de excavación.

El primer punto que deseo aclarar es que la mayoría de las visiones de la meditación suponen que los reinos transpersonales (sutil y causal) forman parte del inconsciente sumergente o inconsciente sumergente reprimido y que la meditación significa levantar la represión. Sin embargo, lo que yo sugiero es que los reinos transpersonales forman, en realidad, parte del inconsciente emergente y la meditación se limita a acelerar la emergencia.

No obstante, cuando una persona, digamos un joven, comienza a meditar, son muchas las cosas que empiezan a ocurrir, algunas de las cuales sólo están relacionadas incidental y remotamente con el propio proceso de crecimiento y trascendencia, lo que complica considerablemente la visión global de la meditación. Teniendo esto en cuenta, me gustaría hablar en primer lugar de la naturaleza de la propia posición meditativa, para tratar a continuación de su proceso general y completo.

Para empezar, observamos que toda transformación en el desarrollo precisa la claudicación de la traducción presente (o, mejor dicho, de la exclusividad de dicha traducción). Para una persona normal que haya ya evolucionado desde el pleroma al tifón y al ego, la transformación a los reinos sutil y causal exige que la traducción egoica se someta y se rinda (no que se destruya). Estas traducciones egoicas están generalmente compuestas de ideas verbales y conceptos (así como de las reacciones emotivas a dichas ideas). Por consiguiente, la meditación consiste, en un principio, en un modo de romper la traducción conceptual con el fin de abrir paso a la transformación al nivel sutil.

En esencia, esto significa frustrar la traducción actual y estimular la nueva transformación. Como se explica en La conciencia sin fronteras, esta frustración/ estímulo se crea por medio de condiciones especiales, tales como preceptos morales, régimen alimenticio, votos y otras condiciones de régimen más interno como la oración, los cánticos y la meditación.

El corazón de las condiciones especiales es una actividad que abarque cualquiera de las características principales de la esfera superior que se persigue. Es decir, el individuo aprende cómo empezar a traducir su realidad, según una de las principales características del reino superior deseado. Por consiguiente no usa signos, sino símbolos, abriéndose así a una transformación en lugar de a una mera traducción. Por ejemplo, se le muestra al individuo un símbolo de la divinidad yidam (o ishtadeva), que precisamente por tratarse de un símbolo no corresponde a nada en su actual realidad.

El sujeto construye o traduce dicho símbolo en su propia conciencia, hasta el punto en que el yidam sutil emerge realmente del campo inconsciente en pleno concienciamiento. El individuo se identifica (como ocurre, como hemos visto, con todo desarrollo) con dicha estructura superior, que rompe su traducción inferior como ego y lo eleva a la estructura superior. Entonces ve (traduce) la realidad desde el punto de vista superior de la Divinidad; en este caso el sutil superior habrá emergido, porque el sujeto lo ha evocado como proceso de crecimiento y trascendencia desde su campo inconsciente.

El Maestro (gurú, roshi, etc.) se limita a seguir frustrando las viejas traducciones, para vencer antiguas resistencias y estimular la nueva transformación forzando condiciones especiales. Esto es cierto en todas las formas de meditación: de concentración o receptiva, mántrica o silenciosa. En la meditación concentrativa, la condición especial tiene una forma determinada, mientras que en la meditación receptiva «carece de forma»; sin embargo, ambas son condiciones especiales obligatorias y el individuo que deja escapar de su concienciamiento su carencia de forma o desenfoque recibe un castigo tan severo como el que olvida su koan.

En teoría, es lo mismo que pedirle a un niño que exprese en palabras algo que preferiría representar tifónicamente. Le pedimos al ego que vaya un paso más allá y estructure en formas sutiles lo que de preferencia interpretaría conceptualmente. El crecimiento tiene lugar al aceptar traducciones superiores, hasta que uno llega realmente a transformarse en el propio reino superior. Dado que algunas de las características principales de dicho reino superior incluyen la atemporalidad transtemporal, el amor, la ausencia de evitaciones o despegos, la aceptación total y la unión sujeto‑objeto, éstas suelen ser por lo general las condiciones especiales de la meditación («permanecer siempre en el presente; reconocer las evitaciones; ser sólo amor en todas las condiciones; convertirse en uno con la meditación y con el mundo; aceptarlo todo ya que todo es Buda»; etc.). Nuestros padres nos ayudaron a trasladamos desde el primer piso hasta el quinto, imponiéndonos condiciones especiales de lenguaje y autocontrol egoico. Asimismo, el Maestro nos ayuda a desplazarnos del quinto al décimo, imponiéndonos las condiciones del décimo para que practiquemos.

Esencialmente, no importa que las condiciones especiales usen un modo de meditación concentrador‑absorbente o receptor‑afocal. El primero rompe la traducción inferior y egoica interrumpiéndola y el segundo observándola. Ambos tienen en común la misma esencia y eficacia; bloquear una traducción por medio de la concentración o contemplar la traducción por vía del desenfoque sólo puede realizarse desde el próximo nivel superior. Ambos conducen a la misma meta. la desintegración de una traducción de orden inferior. Además, ambos son procesos intensamente activos. Incluso la «receptividad pasiva», como dice Benoit, equivale a actividad en un plano superior. (Esto no significa, sin embargo, que el modo receptor‑afocal y el concentrador‑absorbente sean idénticos, o que produzcan los mismos resultados secundarios. Esto será evidente cuando esbocemos el proceso de una meditación típica.)

Pero antes de hablar de lo que ocurre en la meditación, es importante comprender que no todas las escuelas aspiran al mismo reino general de la conciencia. En realidad, como ya hemos sugerido en capítulos anteriores, los reinos transpersonales y superconscientes se dividen en varios niveles (sutil inferior y superior, causal inferior y superior, etc.). Muy pocas religiones son conscientes de estas distinciones, por lo que muchas se han «especializado» más o menos en un nivel u otro. Así pues, las propias prácticas de meditación se dividen en tres categorías principales (véase Bubba Free John).

La primera categoría es la del Nirmanakaya, que se ocupa de las energías corporales o tifónicas y de su transmutación a la región sutil inferior, culminando en el sahasrara. Incluye el yoga batha, el yoga kundalini, el yoga kriya, el pranayama y, en particular, todas las formas de yoga tántrico. El objetivo de la categoría del Nirmanakaya, como ya he mencionado, es el sahasrara, el chakra superior y lo ejemplariza el Patanjali.

La segunda categoría es la del Sambhogakaya, que se ocupa de las regiones sutiles superiores y aspira a las siete (o diez) esferas interiores de bienaventuranza y realización audible, que emanan dentro y más allá del sahasrara. En esta categoría se incluye el yoga Nada y el yoga Shabd, como lo muestra Kirpal Singh.

La tercera categoría es la del Dharmakaya, que trata de las regiones causales. No opera con la manipulación de la energía tántrica, ni con luz sutil y absorción de sonido, sino interrogando el propio campo causal de la conciencia, interrogando la esencia del yo o el sentido de autoindependencia, incluso dentro y a través del Testigo Trascendente de la región causal, hasta extirpar todas las formas de dualismo sujeto‑objeto.

Constituyen ejemplos de esta categoría las obras de Sri Ramana Maharashi, Bubba Free John, el budismo Zen y el hinduismo Vedanta. En la terminal de cada camino, uno puede caer en la Sustancia anterior de todos lo reinos, el Svabhavikakaya, a pesar de que esto es más fácil y probable cuanto más elevado sea el camino que uno elija inicialmente.

Supongamos ahora que un adulto joven comienza a practicar el budismo Zen, ya sea en la forma de koan concentrador o en la de shikan‑taza repetitivo. Usadas correctamente, ambas son prácticas Dharmakaya y por consiguiente es de esperar que se vean abundantes manifestaciones de nivel inferior en las etapas intermedias.

En primer lugar, la práctica de la meditación comienza a romper la traducción egoica presente, ya sea parándola (koan) u observándola (shikan). Wasliburn nos ofrece un agradable relato de algunos aspectos específicos de este proceso («la reducción de intensidad de su umbral» y «la inmovilización de sus operaciones psíquicas» son dos formas de desarticular las traducciones de un nivel determinado, requisito previo indispensable para dejar de reprimir el nivel inferior y facilitar la transformación ascendente). Cuando la traducción egoica presente comienza a desprenderse, el individuo se halla expuesto en primer lugar al inconsciente sublimal sumergente (el inconsciente sumergente no reprimido en general), que incluye, entre otras cosas, «innumerables aspectos desapercibidos de las experiencias, adoptados por la costumbre, el condicionamiento, o las exigencias de la situación». Toda clase de recuerdos aparece en la superficie: recuerdos filtrados, recuerdos insignificantes y recuerdos no reprimidos, si no son simplemente olvidados o preconscientes. Uno puede pasar meses «en el cine» observando lo sublimal sumergente que reaparece en el concienciamiento y se exhibe ante el ojo interno.

Sin embargo, con el progreso de la meditación se socavan lentamente los aspectos más resistentes de la traducción egoica y se desmantela su exclusividad. Es decir, se rompe el vínculo entre el inconsciente encastrado y su identificación inconsciente como objeto del concienciamiento, o por lo menos deja de dominarlo. Washburn afirma que la inmovilización psíquica (el paro de la traducción egoica) «lleva al concienciamiento operaciones psíquicas inconscientes entorpeciendo su funcionamiento normal», de modo que «uno puede comenzar a mirarlas, en lugar de mirar, como había sido el caso hasta entonces, a través de ellas». Creo que éste es un punto importante, pero yo agregaría que es aplicable básicamente al inconsciente encastrado, ya que, por ejemplo, no llevamos al inconsciente causal emergente al concienciamiento «entorpeciéndolo», sino permitiendo en primer lugar que emerja, al igual que no llevamos las matemáticas al concienciamiento por medio del entorpecimiento, sino comenzando por aprenderlas.

En todo caso, el inconsciente encastrado, al verse «entorpecido», comienza a desatarse de su anclaje habitual. Ahora bien, recordemos que las traducciones del inconsciente encastrado, en un nivel dado del autosistema, eran represoras sin ser reprimidas. Naturalmente, al relajarse el represor, lo reprimido tiende a emerger. Es decir, que el inconsciente sumergente reprimido tiende ahora a flotar —o a veces irrumpir— en el concienciamiento. El individuo se enfrenta a su sombra (y en ocasiones a las fantasías primarias o arcaicas del inconsciente arcaico). Un individuo puede pasar meses o incluso años luchando con su sombra y éste es un caso en el que la terapia ortodoxa puede ciertamente complementar la meditación. (A propósito, obsérvese que lo que se libera en esta situación es el inconsciente sumergente reprimido y no necesariamente el inconsciente emergente sutil o causal, a no ser que éstos se hallen en el inconsciente emergente reprimido, oculto por las mismas defensas que oprimen la sombra. Esto es sin duda posible, e incluso hasta cierto punto probable, aunque en general las defensas que operan contra la sombra reprimida y las que lo hacen contra un dios emergente son de distinta naturaleza.)

Lo que ha ocurrido hasta esta etapa de la meditación es que el individuo —gracias a la disolución de la traducción egoica y del inconsciente encastrado— ha «revivido» su vida hasta entonces. Se ha abierto a todos los traumas, fijaciones, complejos, imágenes y sombras de todos los niveles anteriores de su conciencia que han emergido en su vida (el pleromático, el urobórico, el tifónico, el verbal y el egoico mental). Todo está, en cierto sentido, expuesto a examen, en particular los «aspectos dolorosos», como las fijaciones y represiones propias de los cinco primeros pisos de su existencia. Hasta este momento de la meditación ha visto el pasado y puede que el pasado de la humanidad. En adelante ve el futuro propio, así como el de la humanidad.

A propósito, Washburn ha sugerido que sólo la meditación receptiva conduce directa e inmediatamente al inconsciente, mientras que la meditación absorbente «está tan absorta en su objetivo que todo lo demás, incluidos los mensajes del inconsciente, es inaccesible a la conciencia; y debido a ello, la confrontación con el inconsciente sólo puede tener lugar después de desechar el objetivo, o cuando la práctica ha concluido»? Una vez más, creo que está en lo cierto, aunque esto sólo sea aplicable a ciertos aspectos del inconsciente en desarrollo, especialmente el arcaico, el sumergente y el encastrado. Mientras la práctica concentrativa esté en plena actividad, ninguno de dichos aspectos del inconsciente logrará «inmiscuirse». Sin embargo, esto no afecta, por ejemplo, al inconsciente sutil emergente, porque en el estado de absorción propio del yidam, mantra o nada, uno está directamente en contacto con dicho estado anteriormente inconsciente. Aunque uno no lo reconozca como objeto, que es lo que ocurre, sigue abierto intuitivamente a lo sutil como tal. El camino de la concentración ha revelado este aspecto sutil del inconsciente emergente de un modo perfectamente directo e inmediato, durante el transcurso de la propia meditación.

Sin embargo, absorbido lo sutil, la verdad es que ningún otro objeto tiende a aparecer en el concienciamiento, incluida, por ejemplo, la sombra. No obstante, la meditación sutil ayuda realmente a romper la traducción egoica, de modo que cuando cesa la absorción sutil uno está ciertamente abierto al influjo de la sombra, tal como lo describe Washburn. Evidentemente, con la meditación repetitiva uno se abre a lo que aparezca cuando aparezca, lo que le permite «ver» la sombra en aquel mismo momento, cuando ésta deja de estar reprimida. Asi pues, en mi opinión, lo que dice Washburn es realmente aplicable a la sombra, pero no al inconsciente emergente.

Cuando lo sutil emerge en el concienciamiento desde el campo inconsciente, aparecen varias visiones arquetípicas superiores, sonidos e iluminaciones. No es necesario que repita ahora la descripción que ya he ofrecido del reino sutil. El caso es que van emergiendo traducciones cada vez más sutiles, que acaban por ser desestimadas y tiene lugar una transformación a traducciones nuevas y más sutiles. Esto no es más que desarrollo en el reino sutil. Una de las formas de describirlo es como sigue:

Son los impulsos más fuertes los primeros en verse afectados y cuando éstos empalidecen, el mediador comienza a discernir los más sutiles, al igual que con la puesta del sol aparecen las estrellas. Sin embargo, esos impulsos sutiles también van menguando, permitiendo la distinción de otros todavía más sutiles. Es interesante constatar que éste no es un proceso perfectamente continuo, ya que durante la meditación se dan interludios de auténtico silencio, durante los cuales uno cruza, al parecer, una especie de «membrana» psíquica que separa el nivel presente del próximo y más sutil. Salvada dicha valla, se resume la actividad psicomental...; pero su carácter es mucho más refinado y dilatado.

Las «membranas» son simplemente los procesos de traducción de cada nivel, que impiden la penetración de los demás niveles, separándolos del presente; el hecho de «salvar dicha valla» es simplemente una transformación a una traducción superior, más sutil y «más dilatada». «El nuevo umbral (la nueva traducción) que se establece entonces puede ser a su vez reducido (transformado) continuando con la meditación, y así sucesivamente. En cada caso, una nueva gama de objetos sutiles de baja intensidad se hace accesible a la percepción interna del mediador.»

A pesar de que estos sonidos e iluminaciones son el objetivo de los Sambhogakayas, desde el punto de vista de los Dharmakayas no son más que makyo (producciones inferiores). Así pues, si prosigue la meditación hacia el reino causal, todos los objetos anteriores, tanto sutiles como ordinarios, quedan reducidos a gestos de la Conciencia como tal, hasta que incluso el Testimonio o Esencia del reino causal irrumpa en la Gran Muerte del Vacío y tenga lugar la resurrección del estado incomparable pero único obvio del sahaj. Esto se denomina anuttara samkay sambodhi. Éste es el fin de los recursos. En esta transformación final dejan de tener lugar en todas partes las traducciones exclusivas, porque el traductor ha muerto. El espejo y su reflejo son una y la misma cosa.

Y así procede la meditación, que es simplemente un desarrollo superior, una evolución superior; una transformación de unidad en unidad, hasta que sólo existe la simple Unidad, en cuyo momento Brahma, en un alarde imperceptible de reconocimiento y último recuerdo, sonríe para sí en silencio, cierra los ojos, respira profundamente y se proyecta hacia el exterior por enésima vez, perdiéndose en sus propias manifestaciones para deporte y juego de todo lo que existe. Entonces prosigue la evolución, transformación tras transformación, recordando más y más, hasta que todas y cada una de las almas recuerden a Buda, como Buda, en Buda, en cuyo momento no hay Buda ni alma. Y ésa es la transformación final. Cuando el maestro del Zen Fa‑ch'ang agonizaba, una ardilla rechinaba en el tejado y dijo: «Esto es todo y nada más».



Fuentes:

Estracto del libro "El proyecto Atman".




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