El retorno al hogar familiar resultó doloroso. Las lecturas de los orientales había minado seriamente sus ideas sobre la realidad y su trabajo se centró en descubrir, en los grandes psicólogos occidentales y pensadores orientales, la salida a la acritud de la vida, de su propia vida (manifestaba ser infeliz). Su búsqueda intelectual constituyó una especie de terapia existencial ante su situación personal.
Durante este tiempo leyó a todos los autores que le podían enseñar algo sobre la felicidad en este mundo: Perls, Jung, Boss y los existencialistas; N.O. Brown, Krishnamurti, Zen, Vedanta, Eckhart; los tradicionalistas Comaraswamy, Guénon, Schuon, además de Freud, Ferenczi, Rank y Klein. Para su sorpresa, descubrió que estos grandes autores no estaban de acuerdo en cuestiones básicas y se descalificaban y criticaban entre ellos, lo que además de infeliz le dejó confuso.
Como complemento al trabajo intelectual practicaba Zen de manera intensa. Más tarde encontró el contexto para su práctica contemplativa en el Budismo Mahayana y se interesó por la terapia existencial (por la Gestalt más concretamente). Fruto de este periodo encontramos su primer libro: "El espectro de la conciencia".
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