"La única arma del Guerrero ante el miedo, no es la supresión del mismo, sino el temple"
Si existe un asunto eternamente presente en la vía del guerrero, ese es el miedo. El miedo puede ser el aliado más poderoso de un guerrero. Cuando encuentra su justo lugar, el miedo previene los desastres, avisa a incautos, elude peligros, preserva la vida. Sin embargo, dejado a su libre devenir, como ocurre con toda fuerza, el miedo tiende a saturarse de si mismo hasta el límite. El miedo se torna entonces en un peligro en si mismo, capaz de inhabilitar al que lo padece, bloqueando toda reacción positiva.
Reaccionar contra el miedo puede convertirse en si mismo en un peligro. Algunas personas sobreactúan bajo presión, haciéndolo de forma desmedida bajo una situación de apremio. Esto es especialmente peligroso cuando quien sufre esta circunstancia es un agente de la seguridad, pues según las leyes, están obligados a responder de forma "proporcionada" al peligro.
Reacciones desmedidas de pánico pueden provocar daños físicos. La rigidez que acompaña a estos procesos deviene de un estado de alta tensión, que puede llegar a bloquear completamente al afectado y que es capaz incluso de producir roturas fibrilares, luxaciones y hasta alteraciones en el equilibrio de la estructura ósea, fruto de la tensión.
La respuesta, el arma única del guerrero ante el miedo, no es la supresión del mismo, sino el temple. El miedo es una emoción natural, es parte indispensable del sistema defensivo con el que la naturaleza nos ha dotado, no puede ni debe ser suprimido. El miedo no es pues el enemigo, sino el descontrol que provoca si no se le pone coto.
En todos los procesos iniciáticos y desde luego en las Artes Marciales, el miedo es continuo objeto de trabajo personal para el adepto. El miedo al dolor, a la derrota; el miedo a la propia agresividad, a la propia impotencia; el miedo escénico en un examen; el miedo a lesionarnos, etcétera, forman todos ellos parte de las muchas formas de expresión del miedo con las que podemos encontrarnos en la práctica de las Artes disciplinarias. Unos son miedos "físicos", otros psíquicos, como el miedo al ridículo en sus muchas manifestaciones. Una de ellas es la del complejo de "pato mareado" que tiene lugar en las primeras fases de la iniciación y que tan bien describió el profesor Paniagua en su libro "Artes Marciales: El equilibrio Cuerpo Mente". El estudiante intenta repetir los movimientos copiando lo que observa, pero se reconoce incapaz de coordinarse. Su imagen proyectada en el espejo, le devuelve una impotente realidad que no le place en absoluto. Las tradiciones Marciales mas dispares afrontan esta cuestión a través de la experiencia, poniendo al adepto ante sus límites para ayudarle a superarse. El miedo no desaparece, pero se atenúa, adquiriendo incluso una dimensión cotidiana que le resta su mayor poder, ya que no hay mayor miedo que el miedo a lo desconocido.
Para lograr un sistema de aprendizaje eficiente, la naturaleza combinó en nosotros dos fuerzas opuestas: la curiosidad y el miedo, el pavor a lo desconocido. El valor atribuido a los humanos en conjunto, se confunde las más de las veces, con su innata curiosidad por experimentarlo todo. Una inquietud que sin duda, pagaron con su vida muchos antepasados y que vemos repetirse frecuentemente en nuestros niños, para espanto de padres y educadores. La osadía no es, sin embargo, el remedio ante el miedo, pero si su contraparte. Con ello quiero decir que no es siempre la mejor alternativa contraponer valor a miedo. Nada, absolutamente nada podrá sustituir la templanza para lograr manejarlo.
Dado que el mayor de los continentes del miedo es la ignorancia, podemos decir que éste es asimismo análogo a la oscuridad. La mayor parte de los miedos desaparecen cuando una luz se enciende e ilumina ese espacio donde habitan nuestros monstruos personales, todos ellos siempre superiores a cualquier posible realidad. Conocimiento unido a experiencia, ¡he aquí una receta infalible para desarrollar la vacuna contra el miedo! Pero no siempre podemos prevenir las situaciones donde nuestro oscuro aliado puede aparecer. Son infinitas las situaciones en las que el pánico puede intentar adueñarse de nuestro ser y nadie puede vacunarse contra todas. Por ello, los guerreros de iodos los tiempos afrontaron la cuestión bajo el mismo paradigma: El que se ponga a sí mismo en la peor de las situaciones, nunca perderá la iniciativa. El entrenamiento adquiere, de esta manera, una nueva dimensión, la de interiorizar el ejercicio mismo del hecho de afrontar el pánico, en lugar de hacer de alguna manifestación concreta del miedo, el objeto del aprendizaje. Familiarizándose con e miedo y sus consecuencias, los adeptos ingresan en un camino de comprensión de los mecanismos que conforman e síndrome conocido como "miedo". Un síndrome no es sino un conjunto de síntomas y un guerrero los afronta bajo e principio táctico de "divide y vencerás". Cuando no podemos enfrentarnos a un enemigo superior nos retiramos, pero s nuestras fuerzas lo igualan podemos presentar batalla. Dado que el campo de batalla en el asunto del temor es uno mismo, el equilibrio de poderes va a depender de cómo usemos nuestras fuerzas. Existen acciones específicas que alientan a nuestro enemigo; cada acción que lo fortalece a él, en la misma medida nos debilita a nosotros; pero este principio es igualmente cierto a la inversa, por lo que la actuación de la mente es particularmente decisiva en esta batalla.
El temple es en si mismo un acto de poder que ralentiza las funciones, mientras el miedo provoca siempre una aceleración de las mismas (jadeo, corazón desbocado, tensión en el diafragma que lo bloquea, subida del centro de gravedad, calentamiento de la cabeza, etc....) Por ello, el guerrero templado, sistemáticamente detiene la primera acometida aminorando su frecuencia respiratoria y lo hace poniendo el acento en la expulsión del aire antes que en la toma, sin olvidarse de atender al control de ese irrefrenable impulso a contraerse que indefectiblemente, acompaña al disparo de la adrenalina.
"Todo camino del Guerrero pasa por la integración de la muerte y la vida, por el adecuado uso del miedo, como la mas poderoso arma en el camino del conocimiento"
El miedo y la energía Agua
El miedo es para la filosofía Oriental la emoción perversa de la energía "agua". Por ello, siempre se ha dicho que el miedo reside en los órganos y vísceras agua del cuerpo, es decir, en el riñón y la vejiga. Obviamente, cuando decimos riñón o vejiga en el contexto de la medicina Oriental, no nos referimos solo al órgano que con tal nombre describe la anatomofisiología en Occidente, sino que incluye otras partes orgánicas tales como las glándulas suprarrenales, cuyas funciones poseen una intrínseca relación, perfectamente descrita por la medicina Occidental, con los síntomas y reacciones fisiológicas del miedo. El color análogo propio de la energía Agua es el negro y evidentemente, su estado elemental hace relación al frío y la humedad. Es curioso como incluso en Occidente, todo ello está perfectamente familiarizado con nuestra particular mitología. Una típica escena de miedo en una película se produce de noche, en una ambiente húmedo, incluso con niebla, preferentemente frío y desde luego oscuro. ¡He ahí el perfecto hábitat de fantasmas, monstruos y muertos vivientes! Asimismo, la energía agua rige los huesos y toda película de terror que se precie, no puede dejar de contar con un esqueleto.
Los meridianos de vejiga y riñón discurren en gran parte de su recorrido hacia abajo por la espalda (vejiga) y hacia arriba (riñón) por la parte trasera de las piernas, comenzando en el dedo gordo del pié (interior). Las piernas, la locomoción y toda la parte inferior del cuerpo está bajo la regencia de la energía Agua, algo que no nos debe asombrar, pues la dirección natural de la misma es la de ir hacia abajo y hacia adentro. Cuando el agua asciende lo hace de forma pérfida y la presencia de tal movimiento indica una disfunción corporal. Por ejemplo, cuando hay retención de líquidos, estos tienden a ascender dilatando los tejidos de las piernas primero e inundando todo el resto después. Asimismo para que la función correcta del agua se produzca y por lo tanto, para que la función positiva del miedo tenga lugar, hay que evitar que ascienda. La expresión "me quedé parado" describe frecuentemente una situación de pánico. El tren inferior debe activarse en positivo, evitando bloquearse. Un perfecto ejemplo de ello lo encontramos en el Arte de torear. En la lidia, la quietud es sin duda un logro, pero esta debe exudar una profunda relajación, desprender una sensación de natural desmayo en los movimientos de los pies. De hecho, el torero en el embroque con el toro debe adelantar su pierna trasera, un acto esencial para que la hondura del temple tenga lugar y que es conocido como "cargar la suerte". Curiosamente, el miedo, si está presente, no solo bloquea la acción de las piernas y las vuelve rígidas, temblorosas, debilitadas, sino que si favorece algún movimiento es desde luego el opuesto, el del paso hacia atrás.
El movimiento positivo de la energía agua es la fluidez. Para afrontar el miedo hay pues que actuar al contrario de lo que él desea, reconociendo y neutralizando sus síntomas, añadiendo las deficiencias que provoca. Como el opuesto complementario de la energía Agua es el Fuego, no está nunca de mas poner un poco de "fuego positivo" como remate de nuestra estrategia. Entusiasmo, conocimiento, luz, alegría y risas ¡muchas risas!, todas ellas energía fuego positivo, son magníficos antídotos al miedo. Existe en la tradición Shinto un conocido ejercicio para "alejar los fantasmas". El ejercicio en cuestión consiste en golpear las palmas firmemente al frente, a la par que repetimos ¡HA!
La muerte, el paradigma del miedo
Pero sin duda, el paradigma del miedo es el del miedo a la muerte. La muerte es la puerta de lo desconocido y como hemos visto, aquello que se esconde tras el velo de la oscuridad y el desconocimiento es el territorio propicio del temor. Por ello, la muerte es sin duda, el principal ingrediente del camino del guerrero en cualquiera de sus versiones. La muerte negra representada por el astado en las corridas de la "Tauro-magia", el frío corte de la katana del Samurai. Al propio reino de Hades rodeado de aguas, se llegaba en la barca de Caronte.
La muerte fue y ha sido el asunto central de la Vía del Guerrero. La muerte simbólica. La muerte real. La muerte alegórica representada en el fin de una etapa, el cinturón negro como conquista de las tinieblas, como afirmación de que nunca éstas tomarán tu Hara, como símbolo de que has conquistado un trocito de tinieblas en tu camino hacia la luz en la que el tiempo convertirá de nuevo tu cinturón en blanco.
Para los Samurai, la forma de afrontar la muerte era integrarla. "Nadie puede matar a quien ya está muerto". Los Samurai entregaban su vida devotamente al servicio de su señor, su vida ya no les pertenecía, de forma que éste podía en cualquier momento reclamarla, ordenándoles que ejecutaran seppuku, el suicidio ritual, mas conocido en Occidente como Hara Kiri (cortar el Hara). Su táctica era drástica y no era otra que la de ponerse mas allá del alcance del miedo retirándole completamente su mayor poder, el del miedo a la muerte. Aquel acto de poder que no garantizaba totalmente el verse libre de todo miedo, pues otros temores incomodaban a los Samurai, como el del miedo al fracaso, a no cumplir adecuadamente sus órdenes, el miedo a la deshonra, etc....
Como dice Sun Tsu, solo aquel que no tienen nada que defender puede no ser derrotado y dado que la vida, tal como enuncia la Biblia, es en sí misma "vanidad", el soporte último del miedo es el ego mismo, la importancia personal. En la vía del guerrero de Carlos Castaneda, el miedo es la constante de su entrenamiento. La muerte se convierte en la consejera y la fluidez, el desapego, (agua positiva) son logros indispensables.
En los actuales tiempos de exceso de energía Fuego, una de las consecuencias es el defecto de Agua. Los riñones del personal deben estar hechos fosfatina, pues el miedo campa a sus anchas esclavizando a millones de personas hacia todo aquello que prometa algo de seguridad. Las aseguradoras no son las que menos jugo sacan al asunto, pero no debemos olvidar tantas otras estancias del poder que viven de ello. Enfundados en sus batas blancas e investidos con los mismos atributos con los que la Reina de Inglaterra consagró a James Bond, los sacerdotes de la ciencia médica se aseguran de ofertar grandes remedios para alejar la muerte. Entretanto, la muerte apartada de nuestra cotidianidad, como si con ello la pudiéramos conjurar, se convierte en una presencia incómoda, un molesto invitado a la mesa de los nuevos dioses, los hombres. Ellos se consagran a las frívolas promesas de eterna juventud, de la infinita adolescencia por el bisturí o de la liposucción de sus excesos; la negación de la vejez, siempre considerada por los humanos fuente de sabiduría y respeto, es hoy algo molesto a ocultar en residencias, donde sin los necesarios estímulos aislados del mundo, los ancianos degeneran hacia lo vegetal.
Cuando a la muerte se le quita su valor como continuo acicate del aquí y ahora, como impulso para vivir con decisión e intensidad cada momento, se le resta toda su virtud, reduciéndola al simple pavor del vacío, del no ser, convirtiéndola en la indeseable y terrible convidada al banquete de los vivos. Todo camino del guerrero pasa por la integración de la muerte y la vida, por el adecuado uso del miedo, como la mas poderosa arma en el camino del conocimiento.
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El miedo y la Danza Cósmica de Shiva.
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