Tal era la forma como ese hombre se repetía a si mismo que la vida es errancia; que los caminos comienzan allí donde están posados nuestros pies.
Los humanos somos en esencia seres que viajan.( Y los pájaros también). El sólo hecho de nacer sobre este planeta implica participar en sus desplazamientos alrededor del sol y ser arrastrados a una inmóvil caminata destinada a sumergirnos en las sucesivas estaciones. Aún estando en tierra firme, ésta tiembla y camina bajo nosotros. Vivir es caminar sobre el fuego interno de la tierra.
Hay tantas maneras de vivir como de viajar. La mayor parte de nuestras expediciones consisten en salir al encuentro del mundo, de sus paisajes y de los otros.
Dejar atrás lo conocido permite experimentar con especial intensidad, las alegrías e incertidumbres de esta aventura llamada vida... Viajar es signo de curiosidad. Se sale hacia el mundo a interrogarlo, a exigirle respuestas ... Pero viajar es, también, perderse para reencontrarse más tarde cambiado, distinto.
Innumerables “descubrimientos geográficos” del siglo dieciocho y diecinueve, fueron realizados por exploradores que, ansiosos de ver lo que ningún blanco conocía, se adentraron por África. Levantaron mapas y describieron tierras y ríos en apuntes que dieron origen a una nueva forma literaria: las crónicas de viaje. Gracias al diario de una inglesa errante es que sabemos sobre Chile después de la Independencia.
2- A la caza de los colores de América del Sur, la recorrieron, pintando flora, fauna y escenas cotidianas, artistas errabundos en pasados siglos y aún hoy, muchos fotógrafos y cineastas. Trofeos de tierras distantes podrían llamarse esos croquis donde los trotamundos van recogiendo las imágenes de sus andanzas.
“Mañana partimos...... a recorrer América. ......... ”.Tal es la propuesta de una de las escuelas de Arquitectura de Valparaíso cuyos estudiantes han emprendido incontables travesías por nuestro continente. “Lugar misterio de la tierra” donde se dieron cita las razas del mundo después de la Torre de Babel. Travesías sin metas, por las cuales estos viajantes tratan de “llegar a América, de volver a ella.”
Muchas veces, no se viaja para ir a alguna parte sino, por viajar. Eso hacen, tal vez, “los perseguidores de eclipses”, tribu contemporánea que se traslada de un cielo a otro para protagonizar un fugaz encuentro con dichos fenómenos; o los observadores de aves, capaces de enfrentarse a inhóspitos bosques para sorprender, por breves segundos, la misteriosa conducta de las mismas .
No es raro, entonces, que quienes se sienten prisioneros de lo conocido y sufren de la compulsión de vagabundear, definan la felicidad como “estado gozoso del alma que fluye cuando se amanece en una ciudad inexplorada, cuyo zumbido se escucha más allá de la ventana y que, tras desayunar con frutos cuyos nombres ignoramos, no tardaremos en descubrir.” Para un vagabundo lo mejor de la vida es partir.
3- Ciertas palabras pueden transportarnos hasta otro espacio, lejos, muy lejos y despertar nuevas preguntas en nosotros. La vista de ruinas, columnas y mansiones suele permitirnos un breve peregrinaje o un atisbo al ayer.
No es necesario cambiar de país para experimentar la emoción de lo desconocido. . .Bastaría con acercarse a un campamento gitano, asistir a la noche de trabajo de algún observatorio astronómico, recorrer el Acuario local, participar en una degustación de guisos exóticos.(O visitar la Ciudad Abierta de Ritoque del litoral central) ). Hay quienes emprenden una travesía inmóvil instalándose en un barco anclado o en un vagón de tren en desuso. Una simple llamada telefónica, portadora de otro acento, es capaz de exponernos al verdor de una capital lejana donde nunca tuvimos la ocasión de caminar.
Para satisfacer nuestro deseo de andanzas (¿y salvarnos de nosotros mismos?), es suficiente abrir un libro penetrando en los espacios que su autor ha creado, palabra a palabra.
Antiviajes pueden llamarse las expediciones emprendidas al rededor del propio cuarto, jardín o prisión. O del propio yo. Muchos artistas son sólo infatigables descubridores de su propia mente o de su propia casa cuyos rincones, muebles, plantas, árboles, parecen brindarles una interminable travesía . ..
Peregrinajes móviles e inmóviles son los de ciertos monjes budistas que, tomando el camino de las nubes, se dejan arrastrar en busca de la iluminación. O que, sin abandonar el templo, excursionan hacia el mundo al conversar con los visitantes del mismo. Dos gigantescas huellas marcan en las piedras del “Santuario de Su paso”,(India), el sitio donde Buda alcanzó el estado visionario y dio término a su romería.
Así como la fe musulmana impone a sus creyentes el recorrer, por lo menos una vez en la existencia, el trayecto hasta la ciudad de la Meca, los rastafari jamaiquinos, calificándose de exilados en Occidente se imponen el éxodo hacia la sagrada Etiopía.
4- Navegar entre los infinitos orbes es lo que hacen los brujos yaqui de México. Para ellos, este mundo, al que llaman franja humana o primera atención, es sólo uno de cuantos existen .
Oficios como el de aviador, astronauta ,buzo, marino, maquinista o minero implican de por sí el adentrarse en las profundidades del cielo, del mar y del paisaje. Hacia el alma humana transitan sicólogos, sacerdotes y chamanes.
Hay también estados de éxtasis, trance, fiebre o intoxicación bajo los cuales se visitan otros mundos. Las enfermedades mentales suelen dislocar a la gente, es decir, ponerla en un lugar otro, distinto al “normal.” Quienes las padecen son, en el fondo, eternos viajantes.
Hasta otro corazón transitan los enamorados. Por el mundo salvaje, desconocido e¿ inhóspito? que llevamos dentro, nos aventuramos todos al dormir.
La relación entre travesía y existencia resulta palpable en el mito chilote del Lucerna. Barco fantasma grande como el mundo cuyo recorrido toma el tiempo de una vida: se entra niño, se sale viejo.
Para los nómadas –como pastores trashumantes, gitanos, goajiras, hamar, masais y gente de circos ambulantes, - la existencia es un camino en el más estricto sentido de la palabra.
La vida es un viaje. La muerte también lo es. Los antiguos egipcios premunían a sus difuntos de mapas, dinero y de toda vitualla que pudieran necesitar en el más allá, comarca de la
cual no tenían conocimiento. Algo similar hacían los mexicanos prehispánicos, cuyos finados emprendían un trayecto de cuatro días hacia el mundo inferior .
Parecido piensan los descendientes de los antiguos pobladores de nuestra tierra, para quienes el morir permite desandar los propios pasos y retornar a los lugares donde se ha morado.
Cada uno de nosotros es un viajante. Mejor dicho, cada uno de nosotros es un camino, una huella a transitar.
5- Anotar nuestro tránsito existencial equivale a emprender por escrito el sendero hacia uno mismo, a remar hacia las pulsaciones de la propia mente, a explorar los abismos del corazón de nuestro corazón.
Escribiendo un diario, cada uno de nosotros recoge sus propios pedazos, rehace la trayectoria de su biografía, redacta su propia novela y levanta un mapa de su mundo interior.
Iniciar un cuaderno de viajes es enviarse mensajes a si mismo. Cartas de nuestro puño y letra donde decimos lo que no nos atrevemos a confiar a los demás.
Línea a línea podemos construir una suerte de refugio contra la intemperie; dibujar un plano para evitar extravíos o fabricar un amuleto destinado a acompañarnos en desastres y naufragios. ..
Tal como los astrónomos anotan, noche a noche, los secretos arrancados al cosmos en el Libro de Novedades de sus telescopios, un diario permite llevar un recuento de nuestras andaduras y observarlas a través del lente del tiempo y la distancia .
Así el consultar nuestra libreta de bitácora nos permitirá acercarnos a un espejo de palabras que nos describen y escuchar nuestro propio eco ...
Fuentes:
Por María Cristina da Fonseca.
Por María Cristina da Fonseca.
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