A medida que los físicos han ido descubriendo las leyes que gobiernan el cosmos, se han planteado también la conjetura de cómo hubiera sido todo en caso de que las leyes que gobiernan el universo hubieran sido diferentes; pequeñísimas variaciones en las constantes físicas fundamentales hubieran dado lugar a universos completamente distintos, en los que la vida nunca hubiera existido. Éste es el punto central del muy controvertido principio antrópico. De acuerdo a este principio, las leyes y constantes de la física son tales que permiten el desarrollo de la vida. La refutación más actual a este principio es la teoría del multiverso: hay muchos universos diferentes, cada uno con su propia configuración inicial y, tal vez, con su propio conjunto de leyes. Solamente en pocos universos como el nuestro se desarrollarían seres inteligentes que harían la pregunta: ¿por qué es el universo como lo vemos? La teoría del multiverso no resuelve la pregunta de fondo acerca de la naturaleza de la realidad.
En los últimos años hemos visto llegar a nuestras pantallas películas como Matrix y Nivel 13, tratar de preguntarse, con mejor o peor fortuna, acerca de la verdadera naturaleza de la realidad. Es tan sólo un reflejo del avance científico del que somos testigos; a medida que nuestro conocimiento científico aumenta, tenemos una idea más completa de cómo funciona nuestro universo. La síntesis de estas películas consiste en una especie de realidad virtual en la que estaríamos inmersos, y por lo tanto lo que vemos, lo que tocamos, lo que sentimos, no sería exactamente real. En 2004, el físico Martin Rees y el matemático John Barrow, respetados científicos de la universidad de Cambridge, nos dijeron que lo que estamos viendo en estas películas no está tan desencaminado. Propusieron que habitamos en un universo simulado por una supercomputadora construida por una civilización muy avanzada fuera de nuestro universo. En una sociedad más completa, más desarrollada lógicamente a nivel informático que la nuestra, en lugar de simular lo que hacemos nosotros, como por ejemplo un clima, movimientos planetarios, y pequeños experimentos con vida artificial, ellos podrían ir más lejos y simular el surgimiento de estrellas o de sistemas planetarios, podrían establecer precisas reglas de bioquímica, y luego serían capaces de observar la evolución de la vida y de la consciencia en el universo. La teoría de la realidad como simulación va más allá del principio antrópico, ya que es compatible con la simulación de múltiples programas (universos) ejecutándose en paralelo en la mencionada supercomputadora, de forma que cada programa se inicialice con ciertos valores aleatorios en sus constantes fundamentales, es decir, no tiene porqué haber diseño inteligente. Esto lo saben muy bien los que trabajan en el campo de la computación evolutiva, una rama de la inteligencia artificial. El aspecto problemático de la teoría es la computabilidad del universo: ¿Entre un instante y otro existen infinitos instantes? ¿Entre un punto y otro existen infinitos puntos? ¿Es necesario ponernos de acuerdo en que el universo debe ser discreto en el espacio-tiempo para poder computarlo? ¿Es imposible hacer una simulación así porque necesitaríamos una supercomputadora tan grande que somos incapaces de concebirla? Si nuestra realidad fuera una simulación computada, el hardware en que se ejecuta la simulación estaría fuera de ella, es decir en la realidad superior. Como no tenemos idea de qué leyes puedan estar rigiendo esa otra realidad, no tenemos razones para suponer que ese hardware sea similar en algún sentido al que se necesitaría en nuestra realidad. He hablado de la “realidad superior”, aquí nos surgen más preguntas: ¿Por qué nuestro universo ha de ser una simulación en otro universo superior? ¿Y por qué no? ¿No puede existir simplemente, y ya está?
Existe una argumento de peso a la hora de demostrar si vivimos o no en una simulación: los individuos que pertenecen a un sistema no pueden conocerlo de forma directa.
Estamos hablando de sistemas de organización de orden superior, de pautas de orden superior. Los sistemas de orden inferior no pueden aprender enteramente el todo del que forman parte. Lo impide la lógica. Desde el punto de vista de la programación de software, el universo podría haber sido creado hace cinco minutos con la exacta configuración que tenía en ese momento (incluyendo todas nuestras memorias, y el estado de toda la materia y energía del universo), y nosotros no podríamos saberlo.
En definitiva, tenemos motivos para pensar que es posible que nuestra realidad sea una simulación, y tenemos el sentido común para pensar que parece improbable; lo más fascinante es que puede ser cierto, y nunca lo llegaremos a demostrar ni a refutar.
Tampoco hay que desesperarse por la naturaleza de nuestra realidad... después de todo, ¿qué diferencia habría entre el universo real y otro universo copia del primero? ¿qué diferencia habría entre materia e información? ¿no sería lo mismo tener una unidad mínima de materia en cierta posición, que tener "algo" que se comportase como si fuera una unidad mínima de materia, en la misma posición? Ciertamente, es difícil de ver la diferencia.
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