domingo, 28 de octubre de 2007

El arte del silencio interior.

Una de las cosas que nos ocurren es que nos estamos hablando continuamente acerca de las cosas. Acerca de nosotros, del mundo, de las personas. Entonces etiquetamos, ponemos distinciones, opinamos, generamos un juicio.

Podríamos decir que estoy continuamente describiendo y sosteniendo la realidad con un discurso propio.

Parecería entonces una utopía y que nos resulte imposible poner la mente en blanco con el objetivo de silenciarnos para captar lo que nos rodea sin las propias distorsiones.

Al intentar lograrlo generalmente tenemos fantasías de lo que es poner la mente en blanco.

Algunos imaginan literalmente pensar en el color blanco o intentar visualizar una pantalla de cine blanca, un paisaje nevado etc. Con estas fantasías de lo que es “poner la mente en blanco”, sigo metido y creando desde mi pensamiento.

Del mismo modo hago descripciones del mundo, situaciones y personas, calificando de lindo, feo, bueno, malo, agradable, desagradable, me conviene, no me conviene. Continúo así sosteniendo mi propio discurso, mis propias opiniones. También está lo que me describieron otros, algo que me contaron a mí de cómo deben ser las cosas. Yo sigo contándome esta realidad a mí mismo reacomodándola de acuerdo a mis gustos o disgustos. Genero así más y más ilusión sobre eso que está u ocurre allí con mis interpretaciones.

Con este modo de intentar comprender lo que pasa no produzco en mí la calidad de silencio necesario para observar, conectarme y palpar lo que realmente es.

Las disciplinas orientales nos dicen que nada de esto tiene que ver con la Realidad.
Este modo de funcionar y “leer” lo que pasa me aleja de ella, me impide ver escuchar o sentir lo que verdaderamente ES para luego poder tomar mis decisiones y actuar en forma acorde a lo que realmente está pasando.

Este diálogo interno o pensamiento cotidiano tiene un formato un modo y se puede mapear, puedo darme cuenta de cómo funciona.

Suelo estar imaginando como en película cosas, sucesos pasados o verme a mi misma actuando hablando y diciendo tal o cual cosa en el futuro. Puedo escuchar un discurso optimista o pesimista y esto parece venir de ciertos lugares del cuerpo o fuera de él. Esto es una forma de describir lo sucedido o lo que sucederá y obviamente es falso. Estaría interpretando, sobreinterpretando, imaginando.

Esto crea algunos problemas. Por ejemplo miro a alguna persona y me digo: - Esta persona se parece al tío Francisco. El tío Francisco puede haber sido buena o mala persona este recuerdo tiñe mi visión, mi escucha y mi sentir de este momento presente y a partir de mi descripción, bañada por el recuerdo, comienzo a conectarme desde un lugar irreal e inadecuado con este ser que tengo delante de mí. No lo observo a él, no escucho ya lo que dice ni presto atención a lo que hace. Está sobreimpuesta todo el tiempo ésta máscara que le impuse del tío Francisco.

Esto no solo lo hacemos con las personas, lo hacemos con los lugares, lo hacemos con las plantas, con los animales. A lo que son realmente le agregamos “lo nuestro”.

Si uno lograse, hacer un alto del tiempo y pudiera parar con esta narración del mundo, de etiquetar, de imaginar de rellenar, de charlar sobre él, este parar me permitiría realmente percibir lo que es.

¿Entonces cuándo pensar?

Cuando tengo que hacer un cambio, presentar un proyecto, armar un curso, pintar un cuadro, hacer un jardín, limpiar algo, cocinar.
Me conecto con la tarea busco información o lo que sea que necesite, lo hago, una vez que lo terminé ya está.

Si sigo opinando, agregando comentarios del tipo: podría haber sido mejor... me entristezco, me siento inconforme.

Si creo que ya se todo pararé de aprender.

Si sigo esa línea de rumiar los pensamientos dándole vueltas sobre algo que es positivo lo enredo.

Distinto es obviamente si evalúo con el objetivo de redireccionar algo, agregar o quitar elementos, pensar nuevas opciones, informarme, perfeccionarme en algo.

Si esto lo realizo sin pensamientos de culpa, baja estima, alta estima u orgullo herido, si evalúo desde esa otra calidad de pensar, podríamos decir natural, la actividad se transforma en es útil, ecológica y adecuada.

Se complica mas cuando es algo considerado negativo.

Cuando está conectado con mis miedos y me digo cosas como que es algo que no puedo, no me atrevo, no me tengo confianza, cuando tiene que ver con esas cosas que me bajan la autoestima como las opiniones de mí mismo.

Estos pensamientos me traen un malestar y sensación de ineficacia.

Entonces en esos momentos es válido parar con el diálogo interno y las descripciones de uno mismo.

Pregunta: ¿Qué hacemos diferente a pensar de ese modo en la vida cotidiana?

Respuestas: Estar, sentir, ver, escuchar, estar conectado directamente con una tarea, estar haciendo, estar en la acción y percibiendo, sin opinión, ni deseo. Estamos hablando de la acción con atención de otro tipo. Es un estado de atención diferente al que tenemos comúnmente.

Castañeda la llama “la otra atención”.

Aclaración: Por ejemplo si escuché algo que me dice alguien, no opino sobre ello, puedo repreguntar a ver si entendí lo que la persona me dijo pero no le agrego juicio o calificación, pensamientos de debería ser mas que, menos que, lo mejor sería tal o cual cosa.

Si hago esto, de agregar, comienzo a distorsionar la realidad de lo que me dijo la persona con mis opiniones y esto consume mucha energía.

Esto me desgasta aunque no lo declare en voz alta.

Además se entra automáticamente en una discusión y competencia de opiniones.

Nos apasionamos, sentimos cosas con fuerza y énfasis.

Esto es totalmente distinto de, por ejemplo, en una situación de trabajo, con los datos obtenidos llegar a una conclusión lo mas objetiva posible, para el mejor modo de realizar dicha tarea. Hay ausencia de pasión o emociones fuertes.

Hay una energía liviana y muy activa, que no nos cansa, que nos deja satisfechos y potenciados.

En lo referido a las plantas puede que estemos mirando una y comencemos con... que linda, me hace acordar a la que tenía mi abuela.

Pobrecita que solita, me la regaló la tía Rosa y entonces es mi preferida.

Cuando hay emoción nos olvidamos de que es lo que realmente necesita la planta (o animal). Que lugar para crecer mejor, que abonos o no. Cuanto sol o sombra. Desconocemos con que otras plantas se asocia mejor que con otras. Si la afecta el viento o el exceso de agua. Que tamaño desarrollará cuando crezca. Donde ubicarla de acuerdo a esto. Sus floraciones y como crear un paisaje con ellas conociendo sus necesidades. Respetando lo que realmente son.
Con los animales ocurre otro tanto. Les agregamos emociones y estados de ánimo nuestros. Los tratamos como humanos y nos perdemos la verdadera relación que podemos tener con ellos si los conociéramos más; evitando nuestras interpretaciones emocionales teñidas de nuestras carencias y creencia de necesidades.

El reino mineral es todo un tema. Recuerdo una película sobre las costumbres de los esquimales que puede ilustrar este punto. Ellos elegían durante su verano una piedra que “los llamara”. Se silenciaban internamente y trataban de tomar una con la que entraran en resonancia. Esa es la que elegían para en las largas noches dentro de su iglú sacarles lo que les sobraba para descubrir el espíritu escondido dentro de ellas. El resultado eran bellísimas esculturas, cargadas de presencia.

A cuantos de nosotros caminado al lado de los arroyos no nos gusta recoger piedras sin pensar, o caminar y mirar los paisajes rocosos. Simplemente estar en estos paisajes o tenemos sobre alguna mesa o en un estante piedras que nos son significativas y nos gusta simplemente observar. No nos cuestionamos nada, disfrutamos de estar con ellas o de tenerlas distribuidas por la casa.

Cuando logro esto aparece una dimensión mágica, la conexión se hace directa con la planta, el animal, el árbol, la nube, el sol, con el viento. Es un proceso que se realiza desde el sentir, desde el sentimiento, no desde el proceso intelectual. La Biodanza nos da una riqueza enorme en ese sentido. Es un sentir que viene desde abajo, o arriba, baja, sube recorre.
Esto ocurre cuando estoy conectado y no procesando pensamientos, transcurre en múltiples situaciones, al escribir, al leer, al pintar, al actuar, al cocinar, cuando estoy ayudando a otro. Actúo desde un lugar armónico y directo. El pensamiento está a mi servicio de otro modo muy liviano y activo, en una especie de trance: Pero no es un trance en el que perdí facultades de percepción sino que están amplificadas.

Esto me da la oportunidad de reinventarme a mí mismo. El famoso tema de reinventarse se logra cuando paro de describirme como era. Cuando paro de darle valor a todo lo que se opina u opino yo de mí. Cuando dejo de dar valor y prestar atención a aquello que se dice de mí, por muy bien intencionado que sea. Ya sea que estas opiniones provengan de padres, amigos hermanos, parejas. De todas aquellas personas a las que les di internamente el derecho de decirme quien soy yo y que opinan sobre que puedo hacer o no hacer. Estas personas se han encargado de decirme quien soy, lo cual no es cierto pues ellos me leen desde su realidad y descripción, desde sus creencias de lo adecuado e inadecuado.

Entonces estoy usando una descripción que me dieron otros acerca de alguien que no soy... agregándole, además, mis opiniones y discursos, justificaciones y explicaciones.
Uno puede librándose de este funcionamiento descubrir facetas ocultas del Ser esencial de uno. Poco a poco uno comienza a mirar sin opinión, comienza a ver y percibir las cosas sin etiquetarlas y sin comentarlas.

Fuentes:

No se puede mostrar la imagen “http://www.pnlnet.com/images/logo.gif” porque contiene errores.

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