martes, 26 de febrero de 2008

La Revolución Darwiniana

"Todo cuerpo se resiente de todo lo que se haga en el universo; de tal modo que aquél que todo lo ve podría leer en cada uno lo que ocurre en todas las partes, e incluso, lo que ocurre y lo que ocurrirá; advirtiendo en el presente lo que está alejado, tanto según los tiempos como según los lugares"
Gottfried W. Leibniz.

La revolución darwiniana fue la mayor revolución en las ciencias del siglo diecinueve. Destruyó el concepto antropocentrista del universo y ‘causó una gran conmoción en el pensamiento del hombre como ningún otro avance científico desde el resurgimiento de la ciencia en el Renacimiento’ (Mayr, 1972, 987). La revolución darwiniana es la única revolución biológica mencionada en la lista usual de las grandes revoluciones en la ciencia, las cuales son tradicionalmente asociadas con los nombres de científicos de la física: Copérnico, Descartes, Newton, Lavoisier, Maxwell, Einstein, Bohr y Heisenberg. La revolución darwiniana, como perceptivamente observó Sigmund Freud fue una de las tres que asestaron golpes significativos a la imagen narcisista que el hombre tiene de sí mismo -siendo las otras dos la copernicana y la que el propio Freud había iniciado. Además, la revolución darwiniana difiere de todas las otras revoluciones en la ciencia en que es la única, a mi conocimiento, que contenía en la primera presentación completa de la teoría, el anuncio formal de que iba a producir una revolución.
En el capítulo final del "Origen", que contiene el anuncio completo y formal de su teoría, Darwin dice simple y directamente que "cuando las ideas propuestas por mí en este volumen, o cuando visiones análogas sobre el origen de las especies son generalmente admitidas, podemos vagamente vislumbrar que habrá una revolución considerable en la historia natural".

El tremendo impacto revolucionario que tuvo la evolución darwiniana surgió en alguna medida de un componente extra-científico, lo que se ha llamado la revolución ideológica concomitante. Esto es cierto incluso para la reacción de los científicos, puesto que éstos -como otros seres humanos- tienden a estar fuertemente influenciados en sus juicios por cuestiones filosóficas, religiosas y otros preconceptos. Así, uno de los críticos de Darwin sostenía que El Origen de las Especies ‘ofendió grandemente’ su sentido moral. Darwin, decía, se había desviado de la visión de que la causación es la voluntad de Dios.
Este crítico decía que él podía ‘probar’ que Dios ‘actúa por el bien de Sus criaturas’, y temía que la visión alternativa propuesta por Darwin terminaría causando que la humanidad sufriera un daño que podría brutalizarla. Estaba preocupado por que Darwin causara el hundimiento de la raza humana a un grado de degradación tan bajo como ningún otro en que hubiera caído desde que los registros escritos nos hablan de su historia’. Estos temores se expresaban en una carta dirigida a Darwin por el Profesor Woodwardiano de Geología de la Universidad de Cambridge, quien firmaba su carta como ‘tu verdadero y viejo amigo’, Adam Sedgwick. Este parecer subrayaba la profética verdad de la advertencia que Huxley hizo a Darwin del ‘abuso considerable... que, a menos que me equivoque en gran medida, está reservado para ti’.

El darvinismo nació dentro de un contexto social y cultural en el que se daban las condiciones para que brotara. Antes de que Darwin publicase su "Origen de las especies", otro investigador, Wallace, por caminos independientes, llegaba a la hipótesis de la evolución por selección natural. Juntos presentaron en 1858 un artículo en la reunión de la Sociedad Lineana de Londres con las tesis que difundiría una año después el libro de Darwin.

Tampoco es casual que hubiesen ya nacido, o fuesen a aparecer por aquellas fechas, nuevas ciencias con aspectos comunes como veremos luego con el darvinismo: la economía política, la termodinámica, la teoría celular o la sociología.

En cuanto a su contenido, o propósito, el de explicar la evolución de las especies, Darwin se inscribe dentro de una remota tradición que se remonta a los primeros filósofos griegos, como Anaximandro, aunque totalmente renovada con las ideas de desarrollo y progreso que aportó la Ilustración en el s. XVIII y con la perspectiva histórica teorizada ya por Vico y personalizada por Hegel.

En el campo de la naturaleza, la hipótesis de que todas las especies se derivan de un numero reducido de antepasados fue sostenida ya por Maupertuis en 1745 y por Diderot en 1749. Lamarck había publicado en 1809 su Filosofía zoológica, una explicación de la evolución que durante años constituyó la alternativa del darwinismo. Según ella, los organismos y las especies desarrollan algunas de sus posibilidades orgánicas potenciales para adaptarse a los cambios del medio, lo que produce pequeños cambios en los organismos individuales, que se trasmiten a la descendencia, amplificándose a lo largo de varias generaciones. Aunque posteriormente falseada, se trataba de una explicación plausible y científica, formulada medio siglo antes que "El origen de las especies".

Tampoco la metodología de Darwin fue excepcionalmente novedosa. Darwin adoptó los métodos científicos ya establecidos en su época: huyó de la pura especulación, y su habitual minuciosidad y seriedad permite explicar por qué sus hipótesis no fueron arrinconadas, como probablemente lo hubieran sido las de Alfred Wallace si éste hubiese quedado como su único difusor. Nunca fue un empirista puro apegado a los datos, como no lo ha sido ningún científico creativo. Este método fue descrito como hipotético-deductivo. De cualquier forma se adaptó a los estándares de su tiempo.

Ahora bien, con el ambiente, las ideas y la metodología de la época, Darwin consiguió construir una explicación nueva y aparentemente sencilla del fenómeno evolutivo, que sigue siendo hoy fundamentalmente admitida. Para ello tuvo que sintetizar diversas líneas de pensamiento, algunas de ellas ausentes hasta entonces del ámbito de las ciencias naturales, llevando a cabo su revolución epistemológica. Al integrar a la biología la estadística de los grandes números y la causalidad emergente sustituyó el modo de explicación causal imperante y desterró de ella el vitalismo o finalismo.

En efecto, como se sabe, la teoría darviniana se articuló en torno a tres hipótesis clave, a cuyo desarrollo están dedicados los capítulos centrales de El origen de las especies:
1. La variabilidad natural.
2. La lucha por la existencia.
3. La selección natural o supervivencia de los más adaptados a lo largo de las generaciones.

Pero atravesando todas ellas alentaba una nuevo tipo de explicación científica. La que tiene en cuenta los fenómenos masivos, pertenecientes al dominio de los grandes números. Gracias a ello, aparecerá en la escena de la ciencia un nuevo tipo de explicación causal: la causalidad emergente o resultante de microprocesos aleatorios.

Esa epistemología era reciente y rompía con las explicaciones mecanicistas y deterministas que imperaban en las ciencias bajo el influjo de la física (mecánica clásica). Gracias a ella y durante mucho tiempo el darviniano se convertirá en el modelo de otras teorías de la morfogénesis.

El nuevo tipo de pensamiento se caracterizaba pues por:
- Consideración de los fenómenos masivos. Dominio del azar y de los grandes números.
- Nueva forma de apreciar las relaciones entre un individuo y una totalidad de individuos, como puede ser la especie o una sociedad.
- Nuevo tipo de explicación causal (la causalidad emergente o resultante), que explica los fenómenos macro mediante mecanismos de nivel micro.

En efecto, el modelo de Darwin no se fija en la evolución de individuos concretos sino en la de muchos individuos, poblaciones o especies. No busca la causa concreta de cada pequeño cambio, sino el resultado estadístico (en cuanto sea funcional o adaptativo) de pequeños cambios producidos al "azar". La especiación aparece como un fenómeno estadístico que lleva a término la diferenciación progresiva de los individuos.

Conviene precisar que el azar que introduce Darwin en las ciencias es un azar para nosotros, para nuestra forma de conocer (azar epistemológico) y todavía no un azar ontológico. Pues ahí Darwin conserva la concepción deterministas de la realidad y la concatenación de causas y efectos:
"Hasta aquí he hablado algunas veces como si las variaciones, tan comunes en los seres orgánicos en la domesticidad, y en menor grado en los que se hallan en estado natural, fuesen debidas a la casualidad. Esto, por supuesto, es una expresión completamente incorrecta, pero sirve para confesar francamente nuestra ignorancia de las causas de cada variación particular."

Sin embargo la legalización del azar en la práctica no deja de ser un paso trascendental. Permitirá explicar científicamente fenómenos globales, como el de la especiación, sin tener que buscar las causas concretas y determinadas de cada variación particular. Mientras que las explicaciones mecanicistas, con una concepción lineal causa-efecto, todavía estaban presentes en la obra de Lamarck.

Esta epistemología darviniana tiene sus raíces y sus condiciones de posibilidad en el desarrollo de nuevos campos de las matemáticas como el cálculo de probabilidades y la estadística. Y tuvo como su precedente científico inmediato la Economía Política. Solo posteriormente las probabilidades serán utilizadas en la Física (Termodinámica estadística de Boltzmann).

A su vez, esas novedades matemáticas, que ya contaban con dos siglos de antigüedad, habían sido impulsadas por nuevos fenómenos sociales. En primer lugar, la irrupción de las masas o de la población en la historia; su protagonismo político y económico en los Estados Modernos a partir del Renacimiento y más aún tras la revolución industrial y demográfica; con la imperiosa necesidad de censos, estadísticas e inventarios por parte del estado, los comerciantes, las compañías de seguros, y el forzado desarrollo de medios de transporte masivos. Si la política parlamentaria ya no podía asentarse únicamente en las individualidades, tampoco la economía podía mantenerse en el modelo doméstico de Aristóteles ni en el de los fisiócratas.

El juego de los grandes números, que estará en la base del pensamiento liberal y de la Economía Política inspiradores de Darwin, también permitió pensar de una forma nueva las relaciones entre los individuos y las colectividades (sociedad, población, especie...), o mejor dicho, las relaciones de los individuos entre sí.

Ahora bien, para que la escena quedase libre tenía antes que ponerse fin a la teoría esencialista de los individuos y de las especies dentro del campo biológico; esto es, la consideración del individuo como perteneciente a una clase que lo define; como portador de una esencia (inmutable) que es la de la especie.

Aquí Darwin encontró el trabajo hecho. Locke, uno de los padres del liberalismo político, resucitando la tradición nominalista ya había situado al individuo concreto como única realidad. Las especies, como grupos taxonómicos, corresponden a las "esencias nominales" y son construcciones nuestras (las esencias reales las desconocemos). Son conjuntos de individuos que agrupamos convencionalmente según determinadas características; siendo la reproductividad la principal de ellas en el campo biológico. Después de Locke, Hume había consumado el trabajo acabando con la noción de esencia.

La reafirmación de lo individual frente a lo genérico (sociedad, clase, población) también sustentaba todas las nuevas teorías políticas modernas, basadas en el pacto social (los individuos son anteriores y creadores de una sociedad que depende de ellos). Hijas y creadoras del pensamiento liberal, estas teorías individualistas están tan alejadas del esencialismo anterior como de alternativas del tipo organicista o socialista, pues éstas últimas subordinan lo individual a lo genérico o colectivo; la parte al todo.

El Peligro del "Darwinismo social"

La teoría evolucionista significó una revolución para las ciencias naturales y la sociedad toda, pero su búsqueda en pos de establecer leyes generales contenía un peligro: que las concepciones evolucionistas aplicables al plano biológico de las especies fueran extrapoladas a otros contextos asumiendo nuevos sentidos. Tal fue el sentido equivocado e inaplicable que numerosos autores del siglo XIX le dieron a la teoría evolucionista cuando ésta fue aplicada al plano social. Cuando se propone conceptos tales como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto" o "selección natural" al desarrollo de las sociedades se encuentra subliminalmente disfrazado el germen del determinismo racial. En el mismo siglo donde las potencias europeas se repartían el mundo "no civilizado" para sus colonias, la aparición de teorías como la evolucionista podían justificar "científicamente" la superioridad de la "raza blanca" sobre las "salvajes culturas no occidentales". Herbert Spencer (1820-1903) intentó desde la teoría evolucionista de Darwin establecer la leyes generales del progreso humano. Trasladando la "supervivencia del más apto" al plano social desde lo biológico. Las consecuencias de este error son varias, se justificaba así la conquista de un pueblo por otro, esos pueblos eran subyugados como consecuencia de la selección natural, no había otra alternativa histórica para ellos, su destino era ser colonizados y sucumbir. Para Lamarck la naturaleza, regida por leyes generales, conducía a la producción de especies cada vez más adaptadas a su entorno, cada vez más perfectas. Lo cual iba a ser retomado por Spencer para la tesis de su obra, "un esquema continuo y progresivo de desarrollo". Las sociedades fueron analizadas como si fueran organismos vivos, y sus órganos funcionales fueron caracterizados en base a distintos grados de evolución. De aquí ya no había mucha distancia a sostener que "..los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros esclavos como resultado de la selección natural...los blancos superiores por ser los más aptos". Darwin tambien fue incapaz de discernir en su momento los cambios aprendidos culturalmente de aquellos cambios biológicos de carácter hereditario. Pero "es sobre Spencer y no sobre Darwin sobre quien recae la mayor parte de la responsabilidad de haber mutilado la potencia explicativa de la teoría evolucionista cultural por haberla mezclado con el determinismo racial" (Harris, 1983). Con el darwinismo social como marco se legitima la expropiación, la esclavitud y los crímenes, si las cosas se daban así no era por la política imperialista, era simplemente porque las leyes naturales de la evolución tambien regían en el plano de las sociedades humanas. Era la lucha por la existencia, la supervivencia del más fuerte, y Europa era el más fuerte: "La idea de que los salvajes contemporáneos pudieran ser tan inteligentes como los civilizados le resultaba lisa y llanamente inconcebible" (Harris, 1983). Las actuales investigaciones arqueológicas y genotípicas demuestran que todos descendemos de una población de homo sapiens sapiens en común que se originó en Africa hace unos 120-100.000 años. Todos los representantes humanos del planeta poseemos las mismas cualidades, la misma capacidad intelectual. Un análisis como el de Spencer hubiera servido para comparar poblaciones contemporáneas de australopithecus y homo sapiens por ejemplo. Las diferencias "externas" (fenotipos) de los sapiens sapiens pueden ser atribuidas a distintas interacciones entre la constitución genética común y las adaptaciones locales a ambientes específicos. Pero es claro que las diferencias se dan a un nivel fenotípico y no a nivel genotípico, internamente "todos somos iguales".

Enlaces relacionados con este tema:

Desarrollo de la teoría de la evolución.

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La teoría de la evolución y algunas de sus implicaciones.
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¿Cómo responde la Iglesia Católica a la Teoría científica de Darwin?

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