Durante sus estudios de bachillerato en el liceo «Spiru Haret» de la capital, y contra lo que pudiese parecer, Eliade no fue un niño prodigio ni acaparador de premios. Sobresaliente en algunas materias, mediocre en otras, suspendió en alguna ocasión e incluso a punto estuvo de repetir curso.
Esos años fue un apasionado de las ciencias naturales y de la química. En su buhardilla de la calle Melodiei (hoy Radu Cristian) tenía una importante colección de insectos y plantas que él mismo se procuraba durante sus excursiones por el campo. En su Autobiografía escribirá: ¿Llegaría a ser un gran zoólogo, pianista, médico, inventor, explorador o a descifrar una lengua muerta? De algo estaba seguro: que nunca sería el primero de la clase, que me costaría pasar de un curso a otro... Me era imposible aprender a la fuerza, como todo el mundo lo hacía, conforme a un programa escolar.
De adolescente vuelca sobre lo que le apasiona su extraordinaria capacidad de trabajo, la misma que le acompañará toda su vida y que ha dado origen a una impresionante obra literaria y científica. De niño sabía que quería ser escritor, y no uno cualquiera, y a los 14 años ya se asoma a imprenta. En 1921, la Revista de las ciencias populares convoca un concurso entre estudiantes de bachillerato. Un cuento sobre un tema científico. Eliade ganó con el relato Cómo encontré la piedra filosofal, premiado con 100 lei y la publicación del cuento. A lo largo de los años posteriores, las páginas de esa revista y de otras vieron a menudo la firma de Eliade al pie de relatos fantásticos.
Todas sus experiencias de adolescente, crisis, incertidumbres, etc., las plasmó en un libro autobiográfico escrito entre los 16 y 17 años, La novela del adolescente miope, en el que se propuso presentarse a sí mismo y a otros de su edad tal y como eran, lejos de la visión edulcorada que la literatura ofrecía de la adolescencia. Apuntes de clase y dibujos de Ciencias Naturales, hecho por Eliade en cuarto de bachillerato.
En 1925 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras para estudiar Filosofía. En seguida estableció estrecho contacto con el profesor de Lógica y Teoría del Conocimiento Nae Ionescu, mentor espiritual de toda una generación de intelectuales, el cual le ofreció las páginas de su periódico Cuvântul (La palabra), en el que publicará dos artículos semanales de temas literarios y culturales.
Su estancia de tres años en la India para estudiar filosofía oriental y sánscrito no interrumpió su obra literaria pues seguía mandando artículos y crónicas. Todo ello al margen de los libros escritos en la India sobre temas indios y literatura. Allí escribió su primera novela, Isabel y las aguas del diablo, una mezcla de experiencias personales y de ficción envueltas de erotismo y misticismo en el ambiente exótico de la India.
Tiene que regresar a Rumania para cumplir el servicio militar. Es nombrado ayudante de la cátedra de Nae Ionescu. La década del 30 es quizá la más fecunda de Eliade por la cantidad de libros y artículos publicados. Paralelamente, funda el grupo Criterion con el que recorre el país dando conferencia y mesas redondas. Funda la revista de orientalismo y estudios religiosos Zalmoxis, abierta a especialistas extranjeros, publica el Yoga en Francia, etc. Por otro lado, se convierte en el novelista de moda tras el arrollador éxito de Maitreyi, que agotó varias ediciones y que repitió con Los jóvenes bárbaros y La señorita Cristina, entre otras. Mircea Eliade se convirtió en el líder intelectual indiscutible e indiscutido de la llamada «joven generación», a la que pertenecen, entre otros nombres menos conocidos en España, figuras como el pensador Emil Cioran, el dramaturgo Eugène Ionesco y el novelista Vintila Horia.
El torbellino que azotaba a Europa en los años treinta sopló también sobre Rumania y Eliade, como todos los de su generación, sintió sus efectos. Nae Ionescu había pasado a ser el ideólogo de un movimiento de extrema derecha. Su llamamiento para la construcción de «un hombre nuevo» y de un estado cultural impregnado de espiritualidad caló en muchos intelectuales de la época sensibles a sus ideas. El propio Eliade en su Autobiografía no niega haber sentido esas simpatías, aun cuando fueron de breve duración, 1936-38, y no tuvo ninguna implicación práctica ni política en el movimiento, del que nunca fue militante. Para él, el movimiento legionario no era un fenómeno político, sino ético y religioso. En sus artículos de la época, Eliade no hace planteamientos políticos (a diferencia de Nae Ionescu) sino que escribe sobre valores, ni tampoco hay una sola línea antisemita. Pero ese acercamiento desencadenó, con posterioridad a su muerte, violentas campañas contra su persona e, incluso, su obra, en algunos sectores, sobre todo judíos, de Francia y los EE. UU.
Es indudable que Eliade adoleció de miopía política al no ver que, por debajo de la retórica pseudomística de Codreanu, Sima y sus mesnadas, había una pandilla de mamporreros xenófobos deseosos de hacerse con el poder. Solo se cayó del guindo cuando sacaron las pistolas y, entre otros, asesinaron al polígrafo Nicolae Iorga, uno de sus grandes referentes intelectuales. Y en su novela La noche de San Juan, Eliade ajustó las cuentas con el movimiento legionario.
Su proximidad a Nae Ionescu le acarreó ser internado por el gobierno durante tres meses en el campo de concentración de Miercurea Ciuc, el año 38. Temiendo por su seguridad, logró ser nombrado agregado cultural de la legación rumana en Londres en mayo de 1940 y, tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países, pasó con idéntica función a Lisboa. Allí trabó amistad con otros exiliados como Ortega y D’Ors, por quienes siempre sintió gran admiración solo superada por la que le tuvo a Unamuno.
Al terminar la guerra, se instala en París. Por breve tiempo dio clases en la École des Hautes Études de la Sorbona, hasta que por presiones del gobierno rumano se le retiró de la docencia. Cambia de lengua y adopta el francés para su obra científica. Vive de forma modesta (a veces incluso rayando en la miseria) y exclusivamente de sus libros, artículos y conferencias. Era lo que hoy podría llamarse un free lance scholar. Son años muy fecundos en su actividad de historiador de las religiones en los que su nombre, gracias a libros como el Tratado de Historia de las Religiones, El mito del eterno retorno o El chamanismo se proyecta a un primer plano en el campo de su especialidad.
En 1956 es contratado por la Universidad de Chicago para dar un curso de Historia de las Religiones. Lo que iban a ser nueve meses se convirtió en una estancia de treinta años. Allí simultaneó la docencia con la escritura. Frutos son, en el campo científico, la monumental Historia de las creencias e ideas religiosas, y en el literario, la mayor parte de sus obras de literatura fantástica. Esta siempre en lengua rumana pues Eliade, a diferencia de otros compañeros de generación establecidos en el extranjero que cambiaron de lengua y se integraron en la cultura del país de acogida, nunca abandonó el rumano para la literatura. Siempre le acompañó la nostalgia por su país de origen, adonde nunca volvió, pese a los intentos del régimen de Ceauşescu por atraérselo en sus últimos años. Puso como condición la publicación completa de su obra, algo con lo que el régimen nunca estuvo dispuesto a transigir.
Mircea Eliade falleció en Chicago el 22 de abril de 1986.
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