GOLPES MÁGICOS
El ritmo de los tambores es tan básico como el latido del corazón, por ello oír su eco es como regresar al centro de la vida. Como dijo el sicoanalista Carl Jung: "Aquello que habla con las voces de nuestros antepasados da calma. Ayuda a la humanidad a sobrevivir la más oscura de sus noches".
Desde los chamanes de Mongolia hasta los sanadores minianka de África Occidental usaron por miles de años la fuerza de este ritmo para curar y fortalecer la salud física, mental y espiritual. Utilizarlos con propósitos rituales todavía es habitual. Y es que gracias a ellos las personas logran conectar la mente con la parte más auténtica de su ser, aquella que da un verdadero sentido a la vida, la que toma en cuenta a los demás humanos y a la naturaleza.
El musicoterapeuta Jim Swing explica que, desde un punto de vista técnico, el sonido del tambor puede cambiar las frecuencias de tu cerebro, induciéndote a estados meditativos. Según los expertos, el tamborileo, en una combinación de vibraciones y pulsaciones de 180 ciclos por segundo, se aproxima a la frecuencia de resonancia de la tierra y por eso representa una puerta a un mundo interior inexplorado. "Cuando el ritmo es el correcto, lo sientes con todos tus sentidos: está en tu mente, en tu cuerpo...", indica Mickey Hart, autor del libro "Song Catchers In Search of the Worlds Music" (Cazadores en busca de la música del mundo).
Indudablemente que el tema asociado con el tambor tiene raíces tan antiguas como el cosmos, como nuestra galaxia, como la tierra, como el mismo ser humanidad.
Lo maravilloso del presente, es que tal como fue anunciado desde pasados tiempos “ciencia y religión se reconcilian”. Lo que otrora por ignorancia se consideraba un proceder intrascendente, en el sendero del chaman, ahora la ciencia encuentra que esas acciones y el uso de determinados instrumentos, indudablemente mueven energía y sintonizan con los rítmicos cósmico – telúricos, asociados a aquello que llamamos vida.
Astrónomos de la Universidad de Berkeley, California (USA), descubrieron que la Vía Láctea esta curvada y además que VIBRA COMO UN TAMBOR. El fino disco de hidrogeno que rodea nuestra galaxia y que se extiende a lo largo de un diámetro de 200.000 años luz de la Vía Láctea, vibra como un tambor, encontrando que lo hace en tres modos o “notas” distintas.
Las reverberaciones del tambor son cósmicas, forman parte del universo, de nuestra galaxia, de nuestro sistema solar, del planeta tierra y del ser humano.
Es así que la ciencia encuentra una base para comprender la importancia del sonido del tambor, sonido primordial que conecta con los orígenes de la creación.
Recordemos que cuando el feto se encuentra en el vientre de la madre, el primer sentido que se activa es el oído, escuchando el latir del corazón de su madre semejante al que produce un tambor.
Si como es arriba es abajo, ¿entonces el sonido “descubierto” por la ciencia, es el sonido del corazón de la Madre Cósmica?, indica que aun estamos en proceso de “desarrollo”, estamos siendo gestados, que maravilla.
El sonido del tambor en nuestro caso particular nos conecta con el corazón de la Madre Tierra, nos induce a estados alterados de conciencia, a encontrar respuestas, soluciones, a “gestar a voluntad” cambios, a dar a luz “nuevas realidades”, todo ello en un instrumento de madera y piel, que ofrece al ser percutido un universo de posibilidades infinitas.
En México, los hermanos Tarahumaras consideran el sonido del tambor como la voz de Dios. Así también en muchas otras culturas encuentras esa afinidad, que ahora la ciencia demuestra que tiene una base.
Mi admiración y respeto para las chamanas y chamanes de todos los tiempos, cuyos afinados sentidos y conexión con la fuente, les permitió comprender el gran instrumento Medicina que es el Tambor, además de ser el vehículo perfecto que induce a viajar entre las finas cuerdas del universo.
Estudios recientes demuestran el poder curativo de trabajar con el ritmo de las percusiones. Michael Thaut, director del Centro Biomédico de Investigación con Música de la Universidad de Colorado, explica: "El compás ayuda a reestrenar el cerebro después de un ataque cardiaco o en casos de afectaciones como el mal de Parkinson". Otros análisis muestran que este tratamiento es benéfico para las víctimas de Alzheimer, autismo y traumas severos. En México, se comienza a incluir este método para apoyar el desarrollo de niños con capacidades diferentes.
Muchos americanos nativos se refieren al sonido del tambor como a "el latido de la tierra". En este aspecto, es de destacar que la frecuencia de la resonancia electromagnética de la tierra, que ha sido medida en 7,5 ciclos por segundo, resulta equivalente a las ondas cerebrales theta. Parece que el sonido del tambor permite a los chamanes alinear sus ondas cerebrales con el latido de la tierra.
Pero sus beneficios no sólo aplican en casos crónicos. El golpeteo de los tambores también se emplea para:
· Canalizar la ansiedad, el estrés y la fatiga. Nuestro inconsciente asocia la resonancia del tambor con los latidos del corazón materno, lo que da una sensación de protección. A través de las vibraciones podemos liberar la energía negativa, los bloqueos emocionales e incluso los traumas, de ahí que nos ayude a sincronizarnos con el ritmo de la vida.
El doctor Barry Bittman, experto en cáncer, comenta que "tocar tambores en grupo armoniza nuestro sistema inmunológico.
· Conectarnos con el mundo. El sonido es una cura eficaz porque es captado por ambos hemisferios del cerebro humano. Este fenómeno estimula la afirmación de una conciencia de sí mismo y del mundo, por lo que nos recuerda que somos parte de un todo. Por si fuera poco, esto también nos ayuda a superar el déficit de atención.
· Favorecer el control del dolor crónico. Al incitar la producción de endorfinas "analgésicos naturales del cuerpo" provoca una sensación de alivio y bienestar.
EL PRIMER IMPACTO
Si para ti escuchar percusiones se reduce a imaginarte al hijo de tu vecina frente a su batería, puedes cambiar esta concepción realizando un ejercicio muy sencillo.
1.- Busca un espacio tranquilo en el que te sientas a gusto, sin el riesgo de ser interrumpido. Puede ser tu cuarto, el jardín o la playa. Es más recomendable que sea al aire libre, pero no es indispensable. Antes que nada debe ser un lugar en el que te sientas cómodo y seguro.
2.- Párate derecho, con los pies descalzos. Respira profundamente y exhala. Imagina que conforme sacas el aire, tu cuerpo se suelta y relaja. Cierra los ojos y enfócate en cómo sientes el piso bajo tus pies. Acaricia el suelo con ellos.
3.- Levanta tu pierna izquierda y pisa fuertemente la tierra, luego haz lo mismo con la derecha. Repite ese movimiento varias veces. Imagina que cada vez que lo haces se van hacia el centro de la tierra tus preocupaciones y frustraciones. Imagina también cómo al bajar a la profundidad se disuelven en un chorro de luz.
4.- Respira profundamente. Con los ojos cerrados, tamborilea suavemente con los dedos de la mano derecha sobre tu pecho, del lado del corazón. Imagina que estos movimientos son los latidos de tu corazón. Si quieres, puedes empezar a golpetear con los dedos de tu otra mano en tus caderas, muslos u otra parte del cuerpo. Escucha y siente. Repite esto cuanto quieras, alternando distintos ritmos.
Puedes acompañar el ejercicio con música suave y relajante. Prende incienso o una vela aromática. Si te sientes enojado, presta mucha atención al tercer paso y no pases al cuarto hasta que te sientas más relajado. Debido a que estás usando el cuerpo como un instrumento de resonancia debes hacerlo con amor y respeto. Esta práctica te ayudará a sentirte protegido, reducirá tu ansiedad y te permitirá estar más concentrado. Si lo realizas al aire libre, escuchando el sonido del mar o del viento, tu experiencia adquirirá otros matices de armonía.
"El marco de este instrumento viene del tronco de un árbol; ése árbol tiene un espíritu, no es madera muerta. También la piel del animal tiene una esencia; es a través de ella como se produce el sonido. Ambos elementos, junto con el espíritu de la persona que los toca, son una fuerza irresistible". (Babatunde Olatunji, percusionista nigeriano para el Seattle Times).
Los llamados Udu, fabricados en arcilla con forma de jarro, proceden de Nigeria. Para los nativos de ese país, evocan las voces de los ancestros y, en algunas tribus, sólo las mujeres pueden tocarlos. Es un símbolo de que las mujeres juegan un papel clave cuando las sociedades tratan de reconectarse con la naturaleza y sus ciclos. Al fin de cuentas, la madre tierra es mujer.
Fuentes:
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