El alcohol es una de las muchas drogas utilizadas por los seres humanos como un escape de uno mismo. De los narcóticos naturales, estimulantes y alucinógenos, yo creo no existe uno cuyas propiedades fueran desconocidas en algún momento. Las investigaciones modernas nos han dado una gama de drogas sintéticas; pero en lo que consta a los venenos naturales, sólo han desarrollado mejores métodos de extracción y concentración. Desde la amapola hasta el curare, desde la coca andina hasta el cannabis hindú, cada planta, yuyo u hongo capaz de excitar o evocar visiones con su ingesta, ha sido descubierto y sistemáticamente utilizado desde hace tiempo. Esto parece probar que en todas partes y desde siempre, los seres humanos han experimentado su existencia personal como inadecuada. Explorando el mundo a su alrededor, el hombre primitivo, evidentemente “probó todo y se quedó con lo que le era útil”. Con el objetivo de la auto-preservación, lo útil es toda fruta y hoja comestible. Pero en otro contexto, el contexto de la auto-insatisfacción y la de la búsqueda de la auto-trascendencia, lo útil es todo aquello en la naturaleza a través del cual puede modificarse la calidad de la conciencia individual. Los cambios inducidos por las drogas pueden ser manifestados en forma negativa, con consecuencias como la incomodidad del momento y adicción futura, degeneración y muerte prematura. Lo que importa es la conciencia de ser alguien o algo más que un ente aislado, aunque sea sólo por una hora o por unos minutos. “Yo vivo, pero en realidad no soy yo, sino el vino u opio o hashish el que vive en mi”. El ir más allá de los límites del ego aislado es tal liberación que aún cuando la auto-trascendencia es a través de las nauseas, alucinaciones y coma, la experiencia inducida por las drogas ha sido considerada por los primitivos y hasta por los civilizados como intrínsecamente divina. La euforia a través de la intoxicación todavía es una parte esencial de la religión de muchas tribus africanas, sudamericanas y polinesias.
En los tiempos modernos, la cerveza y otros atajos tóxicos hacia la auto-trascendencia no son venerados oficialmente como dioses. La teoría ha sufrido un cambio, pero no la práctica, porque en la práctica, millones de hombres y mujeres civilizados continúan con su devoción al alcohol, hashish, opio y sus derivados, barbitúricos y los otros venenos sintéticos capaces de causar la auto-trascendencia. En todos los casos, por supuesto, lo que parece un dios es en realidad un demonio, lo que parece una liberación es en realidad una esclavitud. La auto-trascendencia es invariablemente hacia abajo.
Como la intoxicación, la sexualidad elemental, aislada de la idea de amor, fue una vez un dios alabado no sólo como principio de la fecundidad, sino como una manifestación de lo ajeno inminente en cada ser humano.
En la mayoría de las comunidades civilizadas, la opinión pública condena la perversión y la adicción a las drogas. A esta desaprobación se le suma la represión legal. Por ejemplo, el alcohol está cargado de impuestos, la venta de narcóticos está prohibida en todos lados, y ciertas prácticas sexuales son tratadas como crímenes. Pero cuando pasamos de la toma de drogas y la sexualidad elemental a la tercer forma de auto-trascendencia, nos encontramos con una actitud diferente por parte de los moralistas y legisladores. Esto parece sorprendente ya que el delirio de masa, como podemos llamarlo, es más peligroso para el orden social comparado con la bebida o la perversión. Las sociedades parecen poder protegerse contra la sexualidad y toma de drogas excesiva, pero su defensa contra el delirio de masa y sus consecuencias desastrosas es mucho menos adecuada. Los moralistas profesionales que se manifiestan en contra del alcohol, se encuentran silenciosos acerca del vicio igualmente desagradable de la intoxicación de masa.
En el medio de doscientas o trescientas personas, la presencia divina parece más problemática. Y cuando los números se acercan a los miles, la posibilidad de que Dios esté allí, en la conciencia de cada individuo, es casi nula. Porque tal es la naturaleza de una masa excitada, donde hay una ausencia de la humanidad común. El hecho de pertenecer a una multitud, lleva a un hombre de la conciencia de ser un ente aislado a un lugar donde no existen las responsabilidades, ni el bien ni el mal, sólo una fuerte sensación de masa, una alienación colectiva. Esta alienación es aún más prolongada y menos desgastadora que aquella producida por la perversión; la mañana siguiente, menos deprimente que aquella que le sigue al auto-envenenamiento por el alcohol y la morfina. Muy lejos de condenar la práctica de la auto-trascendencia a través de la intoxicación de masa, los líderes de la iglesia y estado han estimulado activamente su práctica en cualquier circunstancia de propio beneficio.
Individualmente, en una sociedad sana, los hombres y mujeres demuestran una cierta capacidad para el pensamiento racional y decisión propia en la luz de los principios éticos.
En masa, estos mismos hombres y mujeres se comportan como si no tuviesen razón o voluntad propia. La intoxicación de masa los reduce hasta una condición infrapersonal y una irresponsabilidad antisocial. Drogados por el veneno misterioso que cada miembro excitado secreta, caen en un estado de sugestión similar a un trance hipnótico. Mientras en este estado, creerán cualquier cosa, actuaran ante cualquier comando o exhortación.
Cuando el delirio de masa es explotado por el beneficio de los gobiernos e iglesias ortodoxas, los explotadores siempre se cuidan de no permitir que la intoxicación vaya demasiado lejos. Las minorías gobernantes utilizan la búsqueda de la auto-trascendencia por parte de sus sujetos, en principio para divertir y distraerlos y en segundo lugar para llevarlos a un estado de alta sugestión. Las ceremonias religiosas y políticas son bienvenidas por la masa como oportunidades de envenenarse y son bienvenidas por los gobernantes como oportunidades de implantar sugestiones en mentes que momentáneamente no son capaces de razón o voluntad propia.
El síntoma final de la intoxicación de masa es la violencia maníaca. Nos encontramos con delirios de masa que culminan en la destrucción gratuita y en la auto-mutilación feroz. Una masa es el equivalente social de un cáncer. El veneno que secreta despersonaliza a sus miembros hasta el punto en que comienzan a comportarse con una violencia salvaje, de la cual, en su estado normal, serían completamente incapaces.
Las drogas, la sexualidad elemental y la intoxicación de masa –estos son los tres caminos más populares de la auto-trascendencia. Existen muchos otros, por ejemplo el movimiento rítmico. En las religiones primitivas, el movimiento rítmico prolongado es muy común para la inducción de un estado infrapersonal y una euforia subhumana. El objetivo de los hombres y mujeres que sucumben a estas manías colectivas es el mismo que el buscado por las sectas que utilizan a la danza como un rito religioso, escapar del ente aislado hacia un estado donde no hay responsabilidades ni culpa, sino sólo la conciencia de ser otra persona.
El sonido rítmico se encuentra íntimamente asociado con el rito del movimiento rítmico. La música es tan amplia como la naturaleza humana, y tiene algo para decirles a los hombres y mujeres en cada nivel de su ser. En una de sus innumerables formas, la música es una droga poderosa, parte estimulante y parte narcótica, pero enteramente alternativa. Ningún hombre, sin importar grado de civilización, puede escuchar percusión africana o cánticos hindúes y mantener intacta su personalidad crítica y conciente.
Para poder escapar de sus propios horrores, la mayoría de los hombres y mujeres elige no ir hacia arriba ni hacia abajo, sino hacia los costados. Se identifican con alguna causa más amplia que sus propios intereses inmediatos, no necesariamente hacia abajo, y si hacia arriba, sólo dentro del rango de los valores sociales del momento. Esta auto-trascendencia horizontal, o casi horizontal, puede llevarse a cabo a través de la auto-identificación con cualquier actividad humana, desde manejar un negocio hasta investigar en física nuclear, desde componer música hasta coleccionar estampillas. La auto-trascendencia es sumamente importante. Sin ella no existiría el arte, la ciencia, las leyes, la filosofía ni la civilización. Tampoco existiría la guerra, la intolerancia sistemática ni la persecución. Estos grandes males son el fruto de la capacidad humana para la auto-identificación total y continua con una idea, un sentimiento, una causa. ¿Cómo podemos tener lo bueno sin lo malo, una alta civilización sin saturación o exterminación de los herejes religiosos y políticos? La respuesta es que no podemos tenerlo mientras que nuestra auto-trascendencia permanezca solamente horizontal. La civilización requiere del individuo devoto, la auto-identificación con la más alta de las causas humanas. Pero si esta auto-identificación con lo que es humano no se acompaña con un esfuerzo consciente y consistente para lograr la auto-trascendencia hacia arriba, todo lo bueno alcanzado siempre estará mezclado con males contra restantes.
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