viernes, 12 de octubre de 2007

El chamán y el metafísico.

El chamán ha sido diversamente descripto y definido. Por el contrario, el metafísico, no el simple expositor de teorías metafísicas, es un argumento casi virgen. ¿Bastará con que sepa recitar y mencionar la obra de Sankara o de Ibn Arabi?

En sentido amplio la metafísica más que un lenguaje es una experiencia transformadora. El metafísico, gracias a sistemas de símbolos, transmuta en metafísica toda actividad e inactividad y desde ahí, a partir de sus actos, transmuta la propia vida interior. Esta metamorfosis íntima y total es la que define al metafísico en el sentido más pleno, extirpa cualquier identificación con su persona social e histórica, y tampoco se reconoce en el individuo que parece ser, nacido de ciertos progenitores, en cierta fecha y con su cúmulo de recuerdos, sino que se identifica con el ser en cuanto tal. A veces lo expresará en el transcurso de los siglos diciendo:
“Soy hijo del Cielo y de la Tierra” o, como afirmaba Guerin Meschino, “Soy hijo del Sol y de la Luna”.
La aludida es una primera posibilidad de distinción entre el chamán y el metafísico.

El chamán chino arcaico, cuando era consultado, leía la suerte orientando un pequeño cuadrante en el que llevaba grabada la indicación de los puntos cardinales, destinada a reproducir la posición del cliente, describiendo por lo tanto un círculo zodiacal interno al pequeño cuadrante para reproducir la posición de los astros en ese momento. Sobre el círculo, más allá de los signos zodiacales dispuestos sobre el borde, figuraba la Osa Mayor. Adonde su cola apuntaba, cuando el cuadrado y su círculo estaban convenientemente situados, ahí se leía la respuesta. Para un chamán dicha indicación podía resultar una sugerencia para predecir el porvenir; para un metafísico todo ese artilugio era un modo de transformarse en el eje que no vacila entre cielo y tierra y de llegar a coincidir con el eje del cosmos. El chamán también podía colocarse en el eje del cosmos, pero posiblemente no alcanzaba la impersonalidad absoluta. En una fase ulterior el metafísico dejaba de identificarse con la unidad del ser para transformarse en el cero. El chamán puede permanecer uno, ninguno, cien mil, mientras que al metafísico le corresponde alcanzar el cero absoluto. ¿Cómo ilustrar el encuentro de un chamán, que a menudo no está en la piel, sino fuera de sí, en viaje, que se fusiona con muertos y con energías cósmicas y, por esto descifra los signos del destino, con un metafísico?

Responden las escrituras taoistas con un episodio que figura igual tanto en las “Obras de Chuang-tzu” (V, 7) como en las “Obras de Lieh-tzu” (VII). Los compiladores para hacerlo constar en ambas compilaciones debieron comprender bien su extraordinaria calidad. Pero los editores han maltratado el texto, dándonos con ello la prueba de que muy pronto se dejó de comprender el significado de la relación entre el chamán y el metafísico.

Se ofrece una tentativa de interpretación:
- En el reino de Cheng había un chamán [wu: el ideograma muestra una escuadra que indica el rigor del arte, teniendo a los lados, dos figuras danzantes] (evocador) de espíritus [shen: esencias, formas formantes personificadas], llamado Chi Hsien. Conocía el tiempo de la muerte y de la vida, de la sobrevivencia y de la destrucción, de la desgracia y de la fortuna, de la longevidad y de la muerte precoz, y sabía señalar un acontecimiento con la fecha del año, del mes y del decano, como si fuera él mismo un espíritu (shen).
- Los habitantes de Cheng, cuando lo veían llegar, huían. (Cuando) Lieh-tzu fue a su encuentro, se sintió muy confundido. Volvió a su maestro Hu-tzu y le dijo: Hasta ahora creía que su camino (tao) era excelso, pero ahora me doy cuenta de que hay uno incluso superior. Hu-tzu le respondió: Hasta este momento te enseñé la parte externa, no la sustancia y tú creíste poseer ya la doctrina (tao). Es igual que si las gallinas quisieran empollar sin el gallo. Compórtate frente a la gente de acuerdo a lo que sabes y así te conocerán por quién eres. Llévame (con este chamán) y me haré examinar”. (El chamán) se dirigió al maestro y luego dijo a Lieh-tzu: “¡Ay! Su maestro parece muerto. No podrá vivir más de diez días. Noté en él algo extraño: ceniza mojada”. Lieh-tzu regresó llorando, con el cuello de la blusa lleno de lágrimas , y se lo contó a Hu-tzu, quien le dijo: Hace un instante me manifesté como tierra, que vive [germina] ¡realmente!, pero, sin agitarse y sin reprimir nada [el pasaje ha sido lesionado por los editores. Se impone la lección: meng hu pu chen pu cheng, en la que meng indica el germinar desde el suelo; hu es una expresión exclamativa; pu chen vale por: “sin agitarse” o “sin tomar calor”, en tanto que pu cheng adquiere el significado de: “sin desviarse”, “sin detenerse”; chen indica también la acepción de “quedar encinta” y, en el ideograma chen, Karlgren agrega la idea del pie que pisa y destruye un brote. Es lícito también entender: “La tierra que germina inmóvil e incesante”]. Él pudo descubrir en mí solamente el reposo [tu: “impedimento”, “detención”, el ideograma muestra un árbol junto a un surtidor de forma fálico] del chorro [chi, que puede también significar: “secreto”, “conjunto de medios”] de la energía cósmica [ te, “energía mágica”, virtus]. Intenta traérmelo nuevamente.
- Al día siguiente volvieron a ver a Hu-tzu. Saliendo el chamán dijo a Lieh- tzu : “¡Qué suerte!”Después de mi visita la vitalidad (sheng) ha vuelto a su maestro. Está recuperándose. He visto disolverse lo que obstaculizaba a su vitalidad. De regreso Lieh-tzu se le refirió a Hu-tzu, el que dijo: Ahora me he manifestado como Cielo y Tierra sin [literalmente: sin que pudiera entrar nada más] nombre, ni dinero y la energía (chi) brotaba colmándome hasta los talones [desde el origen] . Quizá ha visto en mí la plenitud [el ideograma de shan implica los dos signos del carnero y de la flauta: de la fiesta] de la energía desbordante. Intenta traérmelo nuevamente”.
- Al día sigiente regresaron a él.(Esta vez el chamán) dijo a Lieh-tzu: “Su maestro no tiene continuidad, no he podido descifrarlo. Cuando sane volveré a descifrarlo”. Lieh-tzu volvió y le contó: Hu-tzu dijo: Hace poco me he manifestado a él como el vacío absoluto y no ha sido capaz de desciframe. No ha podido ver más que el equilibrio de las corrientes de energía. Cuando (una ballena gira) las olas se condensan y se forma un remolino; cuando las aguas calmas se condensan, se forma un remolino; cuando las aguas corrientes se condensan, se forma un remolino. El remolino tiene nueve nombres y yo sólo he llegado a manifestar (sucesivamente) tres. Intenta traer (al chamán)”.
- Volvieron al día siguiente a encontrar a Hu-tzu. Ahora el chamán, antes de presentarse, huyó aterrado. ¡Persíguelo! Ordenó Hu-tzu, pero por más que corría, Lieh-tzu no logró alcanzarlo. Regresó y le dijo: ¡Ha desaparecido! ¡Se esfumó! No he podido atraparlo”. Hu-tzu dijo: Ahora me he manifestado a él como aún no manifestado, habiendo emergido del origen, como vacío, fluído y dúctil. No ha podido descifrarme. Yo, pobre, era el infinito [ mi: “remoto”, “desbordante”, “completo”, “quieto”; en el ideograma el arco, símbolo de tensión y de generación] de los posibles [o:”camaleóntico”] y ha escapado”.

- Después de esto Lieh-tzu se dio cuenta de que ni siquiera había comenzado a aprender. Volvió a su casa y permaneció allí por tres años sin salir, sustituyó a su mujer en la cocina, dio de comer a los chanchos como si fueran personas. Se apartó de los negocios. Tornó la piedra ya esculpida en piedra en bruto. Su cuerpo llegó a ser como el de la tortuga. Permaneció callado en sí también dentro de la confusión y se mantiene en el Uno, igual a sí mismo hasta el fin.



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