lunes, 18 de mayo de 2009

El depredador natural de la psique

Si caemos en la trampa de "dar todo en todo momento", corremos el riesgo de entrar en situaciones depredadoras. A veces la culpa por no responder como los otros esperan e incluso como nosotros mismos creemos que debiéramos hacerlo, nos lleva a no respetarnos. Por supuesto que "el depredador externo" no es más que una proyección que viene desde nuestro interior. Es la forma en que nuestra alma nos da la oportunidad de trascender ese punto.

El desarrollo de una relación con la naturaleza salvaje forma parte esencial de la individuación de las mujeres (y hombres). Para ello, una mujer tiene que hundirse en la oscuridad, pero sin estar irremediablemente atrapada o capturada ni morir en el camino de ida o de vuelta.

El captor es el hombre oscuro que habita en la psique de todas las mujeres, el depredador innato. Es una fuerza específica e incontrovertible que hay que refrenar y aprenderse de memoria.
Para refrenar al depredador natural de la psique es necesario que las mujeres (y hombres) conserven todas sus facultades instintivas. Entre ellas cabe citar la perspicacia, la intuición, la resistencia, la capacidad de amar con tenacidad, la aguda percepción, la previsión, la agudeza auditiva, la capacidad de cantar por los muertos, de sanar intuitivamente y de cuidar de sus propias hogueras creativas.
Barba Azul representa un complejo extremadamente recóndito que acecha en el borde de la vida de todas las mujeres, vigilando y esperando la oportunidad de enfrentarse con ellas. Aunque en la psique de los hombres se puede manifestar de manera parecida o distinta, es un enemigo antiguo y contemporáneo de ambos sexos.

Pues se trata de algo innato, es decir, inherente a todos los seres humanos desde que nacen y, en este sentido, carece de origen consciente. Y, sin embargo, yo creo que podemos intuir cómo se desarrolla su naturaleza en el preconsciente de los seres humanos, pues en el cuento Barba Azul es calificado de "mago frustrado". En esta faceta está relacionado con las figuras de otros cuentos de hadas en los que se representa al perverso depredador de la psique como un mago que, a pesar de su carácter tremendamente destructor, ofrece un aspecto más bien normal.
Utilizando esta descripción como fragmento arquetípico, lo Podemos comparar con lo que sabemos acerca de la brujería frustrada o el frustrado poder espiritual de la mito-historia: el mito griego de Icaro y el mito zuñi del "Niño y el águila", son parecidos; en la teología cristiana, Lucifer quiso igualarse a Dios y fue arrojado al infierno. En la tradición folclórica hay muchos aprendices de brujo que se atrevieron a sobrepasar los límites de su capacidad, quebrantando las leyes de la naturaleza.

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Si examinamos todos estos leitmotivs, vemos que los depredadores que hay en ellos ansían la superioridad y el poder sobre los demás. Tienen una especie de inflación psicológica por la que el ente pretende ser tan alto y tan grande como lo Inefable que tradicionalmente distribuye y controla las misteriosas fuerzas de la naturaleza, incluyendo los sistemas de la vida y la muerte, las normas de la naturaleza humana, etc.
Las consecuencias por el intento de un ser de quebrantar, doblar o alterar el modus operandi de lo Inefable, es el castigo con una merma de sus facultades en el mundo del misterio y la magia, con el solitario exilio de la tierra de los dioses o con una pérdida similar de gracia y poder a través de la incapacidad, la mutilación o la muerte.

Si logramos ver en Barba Azul al representante interno de todo este mito del proscrito, también podremos comprender la profunda e inexplicable soledad que a veces nos asalta por el hecho de experimentar un constante alejamiento de la redención.
De ahí que el exilado se dedique a perseguir implacablemente la luz de los demás. Cabe suponer que todas sus esperanzas se cifran en apoderarse de la suficiente cantidad de alma(s) como para poder crear un estallido de luz que le permita finalmente disipar sus tinieblas y sanar su soledad.
Tenemos que aceptar que tanto dentro como fuera existe una fuerza, difícil de comprender, que actuará en contraposición a los instintos naturales del Yo y que esta fuerza maligna es lo que es. Aunque nos compadezcamos de ella, lo primero que tenemos que hacer es reconocerla, protegernos de su devastadora actuación y, en último extremo, arrebatarle su energía asesina.

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Todas las criaturas tienen que aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no podrá atravesar su propio bosque sin ser devorada. Comprender al depredador significa convertirse en un animal maduro que no es vulnerable por ingenuidad, inexperiencia o imprudencia.
Como un hábil sabueso, Barba Azul percibe que la hermana menor siente interés por él y está dispuesta a convertirse en su presa. La pide en matrimonio y, en un momento de juvenil exuberancia, que a menudo es una mezcla de insensatez, placer, felicidad y curiosidad sexual, ella le dice que sí.





Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
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