miércoles, 28 de marzo de 2007

En el laberinto de Minotauro


"Los mitos contienen profundas verdades respecto del
comportamiento humano y de la naturaleza del hombre y se expresan en forma simbólica y hermética.
Asterión es el nombre de Minotauro y este carece de conciencia entre el bien y el mal. El laberinto es, ni más ni menos que la representación de la mente (para liberarse de la mente, se espera la muerte, lo que equivale a escapar del laberinto).
Asterión se atemoriza del mundo exterior, un mundo aparente el cual le produce un profundo sentimiento de indefensión. Pero, contradictoriamente le pesa la soledad, la exclusión del mundo. Asterión juega como un niño. No tiene conciencia de su edad cronológica ni de su aterradora fisonomía; pues en definitiva, en la esencia de su espíritu es igual a cualquier otro mortal.
Juega a ser el "otro Asterión" para evadirse de su realidad. La casa, o el laberinto es "su" mundo. Su mundo interior, su cárcel del alma, donde al menos cuenta con algunas certezas.
La llegada de los nueve hombres cada nueve años es interpretada como la posibilidad que él tiene de liberarlos de todo mal.
Tanta soledad sólo puede ser sostenida por Asterión mediante la fe. Esto es, la esperanza segura de que algún día llegará su redentor, quien se levantará sobre el polvo y lo llevará a "un lugar con menos galerías y menos puertas".

- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo - el Minotauro apenas se defendió."


Siempre he odiado las afirmaciones dictatoriales que sentencian que el ser humano y su forma de ser es o idealmente debería ser de tal manera y no de otra, sin tener en cuenta la inmensidad e infinitud de matices que existen entre los polos opuestos.
Hay verdades que irrefutablemente afirman realidades tajantes, y una de ellas es que el ser humano, en tanto que individuo es un ser mortal.

Decir que el alma es inmortal ya es debatir sobre otra realidad, que ahora no viene a cuento.

Alguien afirmo que al nacer empezamos a morir. Cierto, sin embargo entre ambos puntos inevitables, están los matices.
En este laberinto vivencial nos enfrentamos con el miedo a la propia muerte, a Minotauro, que cuando llegue el momento nos devorara.
El ovillo de la angelical Ariadna es nuestro seguro para gozar del triunfo, sin este hilo, el Guerrero permanece prisionero en una vida sin horizontes, sin pasiones, sin objetivos y sin perspectivas.

No solo se trata de derrocar al miedo, sino que uno luego tiene que buscar sentido a la propia vida.


"El ojo de esa entidad no es un ojo humano. El Águila no tiene piedad. Todo lo que es vivo está representado en el Águila. Esa entidad encierra toda la belleza que el hombre es capaz de crear así como también toda la bestialidad que no es el ser humano propiamente dicho. Lo que es propiamente humano en el Águila es inmensamente pequeño en comparación a todo el resto. El Águila es demasiada masa, bulto, negrura..: frente a lo poquito que es lo propio del ser humano. "El Águila atrae a toda fuerza viva que está pronta a desaparecer porque se alimenta de esa energía. El Águila es como un imán inmenso que va recogiendo todos esos haces de luz que son la energía vital de lo que está muriendo".

Don Juan Matus
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