La vida de un guerrero no puede en modo alguno ser fría, solitaria y sin sentimiento por que se basa en su afecto, su devoción y dedicación a su ser amado. ¿Y quién, podrían ustedes preguntar, es ese ser amado? Esta Tierra, este mundo. Para un ser humano verdadero no puede haber amor más grande.
Dr. Miguel Ruiz
"Los Cuatro Acuerdos"
El primer acuerdo:
"SÉ IMPECABLE CON TUS PALABRAS"
El primer acuerdo es el más importante y también el más difícil de cumplir. Es tan importante que sólo con él ya serás capaz de alcanzar el nivel de existencia que yo denomino “El cielo en la tierra”.
Este primer acuerdo parece simple, pero es sumamente poderoso.
Tu intención se pone de manifiesto a través de tus palabras. lo que sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras por medio de las palabras.
Las palabras son la herramienta más poderosa que tiene como ser humano, el instrumento de la magia. Pero son como una espada de doble filo: Pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea. Uno de los filos es el uso erróneo de las palabras, que crean un infierno en vida. El otro es la impecabilidad de las palabras, qué sólo engendrará belleza, amor...
Según cómo las utilices, las palabras te liberarán o te esclavizarán aún más de lo que te imaginas. Toda la magia que posees se basa en tus palabras. Son pura magia y si las utilizas mal, se convierten en magia negra. Esta magia es tan poderosa, que una sola palabra puede cambiar una vida o destruir millones de personas. Hace años, en Alemania, mediante el uso de las palabras, un hombre manipuló a un país entero de gente muy inteligente. Los llevo a una guerra mundial sólo con el poder de sus palabras.
Convenció a otros para que cometieran los más atroces actos de violencia. Activó el miedo de la gente y, de pronto, como una gran explosión, empezaron las matanzas y el mundo estalló en guerra.
Tú plantas una semilla, un pensamiento, y éste crece. Las palabras son como semillas ¡y la mente humana es muy fértil!
Fíjate en el ejemplo de Hitler: Sembró todas aquellas semillas de miedo, que crecieron muy fuertes y consiguieron una extraordinaria destrucción masiva.
Debemos comprender cuál es el poder que emana de nuestra boca. Una palabra es como un hechizo, y los humanos utilizamos las palabras como magos de magia negra, hechizándonos los unos a los otros imprudentemente.
Todo ser humano es un mago y, por medio de las palabras, puede hechizar a alguien o liberarlo de un hechizo. Continuamente estamos lanzando hechizos con nuestras opiniones. Por ejemplo, me encuentro con un amigo y le doy una opinión que se me acaba de ocurrir. Le digo: “¡Mmmm! Veo en tu cara el color de los que acaban teniendo cáncer”. Si escucha estas palabras y está de acuerdo,
desarrollará un cáncer en menos de un año. Ese es el poder de las palabras.
Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian, para bien o para mal, nuestras creencias.
Ser impecable con tus palabras es no utilizarlas contra ti mismo. Si te veo en la calle y te llamo estúpido, puede parecer que utilizo esa palabra contra ti, pero en realidad la utilizo contra mí
mismo, porque tú me odiarás por ello y tu odio no será bueno para mí.
Si te amo tú me amarás, si te doy odio tú me odiarás. Acción y reacción. Si siento gratitud por ti, tú la sentirás por mí. Si soy egoísta contigo tú lo serás conmigo.
Ser impecable con tus palabras significa utilizar tu energía correctamente, en la dirección de la verdad y el amor por ti mismo.
Si llegas a un acuerdo contigo para ser impecable con tus palabras, eso bastará para que la verdad se manifieste a través de ti y limpie todo el veneno emocional que hay en tu interior. Pero llegar a este acuerdo es difícil porque hemos aprendido a hacer precisamente todo lo contrario. Hemos aprendido a hacer de la mentira un hábito al comunicarnos con los demás y, aún más importante, al hablar con nosotros mismos. No somos impecables con nuestras palabras.
Muchas veces usamos las palabras para maldecir, para culpar, para reprochar, para destruir. en general, utilizamos las palabras para propagar nuestro veneno personal: para expresar rabia, celos, envidia y odio.
Con el uso erróneo de las palabras, nos perjudicamos los unos a los otros y nos mantenemos mutuamente en estado de miedo y duda. Los chismes son magia negra de la peor clase, porque son puro veneno. Aprendimos a contar chismes por acuerdo. Contar chismes se ha convertido en la principal forma de comunicación en la sociedad humana. El chismorreo es comparable a un virus informático. Pero con una intención dañina. Uno ni se percata de ello pero es mucho el daño que hace.
Si eres impecable con tus palabras verás cuantos cambios ocurren en tu vida. En primer lugar, cambios en tu manera de tratarte y en tu forma de tratar a otras personas, especialmente a aquellas a las que más quieres.
La impecabilidad en tus palabras también te proporcionara inmunidad frente a cualquier persona que te lance un hechizo. Solamente recibirás una idea negativa si tu mente es un campo fértil para ella.
Tú decides si llegas o no a establecer un acuerdo contigo mismo: soy impecable con mis palabras. Este es el primer acuerdo al que debes llegar si quieres ser libre, ser feliz y trascender el nivel de existencia del infierno.
Dite a ti mismo que eres una persona maravillosa, fantástica. Dite cuánto te amas. Utilizas las palabras para romper todos esos acuerdos que te hacen sufrir.
"NO TE TOMES NADA PERSONALMENTE"
Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes personalmente.
Si te encuentro en la calle y te digo: “Eh, eres un estúpido", sin conocerte, no me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez te creas que eres un estúpido.
Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Tan pronto como estás de acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el sueño del infierno.
El motivo de que estés atrapado es lo que llamamos "la importancia personal".
La importancia personal, o el tomarse las cosas personalmente, es considerar que todo gira a nuestro alrededor.
Creemos que somos responsables de todo. ¡Yo, yo, yo y siempre yo! Nada de los que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos que sabe lo que hay en nuestro mundo.
Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo, cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su propia mente.
Si alguien te da una opinión y te dice ¡Oye, estás muy gordo!, no te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones.
Esa persona intentó enviarte veneno y si tú lo tomas personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo.
Hay gente que te atrapa fácil con una simple opinión, después te alimentan con el veneno que quieren, y como te lo tomas personalmente, te lo tragas sin rechistar.
Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu propia basura. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a todo veneno que te encuentres. Esa inmunidad es un don de este acuerdo.
Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos. Haces una montaña de un grano de arena porque sientes la necesidad de tener la razón y de que los demás estén equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienen la razón dando tus propias opiniones.
Lo que dices, lo que haces y las opiniones que tienes se basan en los acuerdos que tú has establecido, y no tienen nada que ver conmigo.
Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, sé que se trata de tu problema y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. Te refieres a ti mismo y no a mí.
Los demás tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias. Sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga, no te lo tomes personalmente.
Únicamente si hacemos un inventario de nuestros acuerdos destaparemos todos los conflictos de la mente y con el tiempo llegaremos a extraer el orden del caos.
No te tomes nada personalmente por que si lo haces te expones a sufrir por nada.
Los seres humanos somos adictos al sufrimiento en diferentes niveles y distintos grados; nos apoyamos los unos a los otros para mantener esa adicción. Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Si tienes la necesidad de que te maltraten, será fácil que los demás lo hagan.
Del mismo modo si estás con personas que tienen necesidad de sufrir, algo en ti hará que las maltrates. Piden una justificación para su sufrimiento. Su adicción al sufrimiento no es más que un acuerdo que se refuerza a diario.
Vayas donde vayas, encontrarás gente que te mentirá, pero a medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que tú también te mientes a ti mismo. No esperes que los demás te digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos. Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te dice.
Cuando realmente vemos a los demás tal como son sin tomárnoslo personalmente, lo que hagan o digan no nos dañará. Aunque los demás te mientan no importa. Te mienten porque tienen miedo.
Tienen miedo de que descubras que no son perfectos. Quitarse la máscara social resulta doloroso.
Si los demás dicen una cosa, pero hacen otra cosa, y tú no prestas atención a tus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres veraz contigo mismo, te ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la verdad quizá resulte doloroso, pero no necesitas aferrarte al dolor.
La curación está en camino; que las cosas te vayan mejor es sólo cuestión de tiempo.
Si alguien no te trata con amor y respeto que se aleje de ti es un regalo. Si esa persona no se va lo más probable es que soportes muchos años de sufrimiento con ella.
Para elegir correctamente, más que confiar en los demás, es necesario que confíes en ti mismo.
Cuando no tomarte nada personalmente se convierta en un hábito firme y sólido, te evitará muchos disgustos en la vida. Tu rabia, tus celos, tu envidia desaparecerán, y si no te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza desaparecerá.
Si conviertes el segundo acuerdo en un hábito, descubrirás que nada podrá volverte al infierno.
Escribe este acuerdo en un papel y engánchalo a tu nevera, en tu oficina en tu lugar de trabajo para recordarlo en todo momento: no te tomes nada personalmente.
Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás. Basta que confíes en ti mismo para elegir con responsabilidad.
Nunca eres responsable de los actos de los demás; sólo eres responsable de tus actos. Cuando comprendas esto, de verdad, y te niegues a tomarte las cosas personalmente, será muy difícil que los comentarios insensibles o los actos negligentes de los demás te hieran.
Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo con el corazón abierto por completo y nadie te herirá. Dirás te amo, sin miedo a que te ridiculicen o rechacen. Pedirás lo que necesites. Dirás sí o dirás no. Lo que tú decidas, sin culparte ni juzgarte.
El tercer acuerdo:
"NO HAGAS SUPOSICIONES"
El tercer acuerdo consiste en no hacer suposiciones.
Tendemos a hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo que suponemos es cierto. Hacemos suposiciones sobre lo que los demás hacen o piensan, nos lo tomamos personalmente y después, los culpamos y reaccionamos enviando veneno emocional con nuestras palabras.
Todas las tristezas y los dramas que has experimentado tienen sus raíces en las suposiciones que hiciste y en las cosas que te tomaste personalmente.
Toda cuestión del dominio entre los seres humanos gira alrededor de suposiciones.
Producimos mucho veneno emocional haciendo suposiciones y tomándonoslas personalmente, porque por lo general empezamos a chismorrear a partir de nuestras suposiciones.
Recuerda que chismorrear es nuestra forma de comunicarnos y enviarnos veneno los unos a los otros.
Como tenemos miedo de pedir una aclaración hacemos suposiciones y creemos que son ciertas, después las defendemos, e intentamos que sea otro el que no tenga la razón, siempre es mejor preguntar que hacer una suposición, porque las suposiciones crean sufrimiento.
Sólo vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. no percibimos las cosas tal como son.
Tenemos la costumbre de soñar sin basarnos en la realidad.
Hacer suposiciones en nuestras relaciones significa buscarse problemas. Hacer suposiciones en las relaciones conduce a muchas disputas, dificultades y malentendidos con las personas que supuestamente amamos. Muchas veces suponemos que la otra persona sabe lo que queremos.
El funcionamiento de la mente humana es bastante interesante. Necesitamos justificarlo, explicarlos y comprenderlo todo para sentirnos seguros.
Si los demás nos dicen algo hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada también. Las hacemos para satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de comunicarnos. Incluso si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones sobre lo que significa, y después, creemos en ellas. Hacemos todo tipo de suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar.
Cuando creemos algo, suponemos que tenemos la razón hasta el punto de llegar a destruir nuestras relaciones por defender nuestra posición.
Suponemos que todo el mundo ve la vida del mismo modo que nosotros. Suponemos que los demás piensan, sienten, juzgan y maltratan como nosotros lo hacemos. Esta es la mayor suposición que podemos hacer y esta es la razón por la cual nos da miedo ser nosotros mismos ante los demás, porque creemos que nos juzgarán, nos convertirán en sus víctimas, nos maltratarán. Y nos culparán como nosotros mismos lo hacemos.
De modo que antes de que los demás tengan la oportunidad de rechazarnos, nosotros mismos ya nos hemos rechazado. Así es como funciona la mente.
También hacemos suposiciones sobre nosotros mismos y esto crea muchos conflictos internos. Por ejemplo, supones que eres capaz de hacer algo y después descubres que no lo eres. Te sobreestimas o te subestimas a ti mismo porque no te has tomado el tiempo necesario para hacerte preguntas y contestártelas a ti mismo.
No es necesario que justifiquemos el amor; está presente o no lo está. El amor verdadero es aceptar a los demás tal como son sin tratar de cambiarlos. Si intentamos cambiarlos significa que en realidad no nos gustan.
Si no entiendes algo, en lugar de hacer suposiciones es mejor que preguntes y que seas claro. El día que dejes de hacer suposiciones, te comunicarás con habilidad y claridad, libre de veneno emocional. Cuando ya no hagas suposiciones tus palabras se volverán impecables.
Con una comunicación clara todas tus relaciones cambiarán, no sólo las que tienes con tu pareja, sino también con todos los demás. No será necesario que hagas suposiciones porque todo se volverá muy claro. Esto es lo que yo quiero y esto es lo que tú quieres.
Lo que realmente hará que las cosas cambien es la acción.
El cuarto acuerdo:
"HAZ SIEMPRE LO MÁXIMO QUE PUEDAS"
Sólo hay un acuerdo más, pero es el que permite que los otros tres se conviertan en hábitos profundamente arraigados. El Cuarto Acuerdo se refiere a la realización de los tres primeros: Haz siempre lo máximo que puedas.
Bajo cualquier circunstancia, haz siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos.
Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer tendrá una gran calidad y en otras no será tan bueno. Cuando te despiertas renovado y lleno de vigor por la mañana tu rendimiento es mejor que por la noche cuando estás agotado. Lo máximo que puedas hacer será distinto cuando estés sano que cuando estés enfermo o cuando estés sobrio que cuando hayas bebido.
Tu rendimiento dependerá de que te sientas de maravilla y feliz o disgustado, enfadado o celoso.
En tus estados de ánimo diarios lo máximo que podrás hacer cambiará de un momento a otro de una hora a otra de un día a otro. También cambiará con el tiempo. A medida que vayas adquiriendo el hábito de los cuatro nuevos acuerdos tu rendimiento será mejor de lo que solía ser.
Independientemente del resultado sigue haciendo siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Si intentas esforzarte demasiado para hacer más de lo que puedes gastarás más energía de la necesaria y al final tu rendimiento no será suficiente.
Cuando te excedes agotas tu cuerpo y vas contra ti y por consiguiente te resulta más difícil alcanzar tus objetivos.
Por otro lado si haces menos de lo que puedes hacer te sometes a ti mismo a frustraciones, juicios, culpas y reproches.
Limítate a hacer lo máximo que puedas, en cualquier circunstancia de tu vida.
No importa si estás enfermo o cansado, si siempre haces lo máximo que puedas, no te juzgarás a ti mismo en modo alguno.
Y si no te juzgas, no te harás reproches, ni te culparás ni te castigarás en absoluto.
Si haces siempre lo máximo que puedas, romperás el fuerte hechizo al que estás sometido.
Había una vez un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase. Se acercó a él y le dijo:
«Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?».
El maestro le miró y le respondió: «Si meditas cuatro horas al día, tal vez lo consigas dentro de diez años».
El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: «Maestro, y si medito ocho horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?».
El maestro le miró y le respondió: «Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás dentro de veinte años».
«Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?» Preguntó el hombre.
El maestro contestó: «No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí para vivir, para ser feliz y para amar».
Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas de meditación pero utilizas ocho sólo conseguirás agotarte, apartarte del verdadero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites puedes vivir amar y ser feliz.
Si haces lo máximo que puedas vivirás con gran intensidad. Serás productivo y serás bueno contigo mismo porque te entregarás a tu familia, a tu comunidad, a todo. Pero la acción es lo que te hará sentir inmensamente feliz. Siempre que haces lo máximo que puedes, actúas.
Hacer lo máximo que puedas significa actuar en cada momento como un fin en si mismo no porque esperas una recompensa. La mayor parte de las personas hacen exactamente lo contrario: sólo emprenden la acción cuando esperan una recompensa y no disfrutan de ella. Y ese es el motivo por el que no hacen lo máximo que pueden.
Por ejemplo, la mayoría de las personas van a trabajar y piensan únicamente en el día de pago y en el dinero que obtendrán por su trabajo. Están impacientes esperando a que llegue el viernes o el sábado, el día en el que reciben su salario y pueden tomarse unas horas libres. Trabajan por su recompensa y el resultado es que se resisten al trabajo.
Intentan evitar la acción; ésta entonces se vuelve cada vez más difícil y esas personas no hacen lo máximo que pueden.
Trabajan muy duramente durante toda la semana, soportan el trabajo, soportan la acción, no porque les guste, sino porque sienten que es lo que deben hacer.
Tienen que trabajar porque han de pagar el alquiler y mantener a su familia.
Son personas frustradas, y cuando reciben su paga, no se sienten felices. Tienen dos días para descansar, para hacer lo que les apetezca, ¿y qué es lo que hacen? Intentan escaparse. Se emborrachan porque no se gustan a sí mismos. No les gusta su vida. Cuando no nos gusta cómo somos, nos herimos de muy diversas maneras. Sin embargo, si emprendes la acción por la honestidad y continuar por puro placer de hacerlo, Haces lo máximo que puedes.
Te debes el aceptarte a ti mismo, tienes que arriesgarte a expresarte y aprender de tus errores.
Cuando haces lo máximo que puedes no parece que trabajes, porque disfrutas de todo lo que haces. Sabes que haces lo máximo que puedes cuando disfrutas de la acción o la llevas a cabo de una manera que no te repercute negativamente.
Haces lo máximo que puedes porque quieres hacerlo, no porque tengas que hacerlo, ni por complacer a los demás.
Si emprendes la acción porque te sientes obligado, entonces, de ninguna manera harás lo máximo que puedas. En ese caso, es mejor no hacerlo. Cuando haces lo máximo que puedes, siempre te sientes muy feliz; por eso lo haces. Cuando haces lo máximo que puedes por el mero placer de hacerlo, emprendes la acción porque disfrutas de ella.