miércoles, 1 de octubre de 2008

La Gran Evolución del Ser.

1) El argumento fundamental de la Filosofía perenne es que los seres humanos estamos constituídos por la llamada Gran Cadena del Ser, es decir, somos: materia, cuerpo, mente, alma y espíritu.

2) Por eso es extraordinariamente importante determinar el nivel, o niveles
(físico, emocional, mental o espiritual) en donde se origina la enfermedad.

3) Para el tratamiento principal (aunque no necesariamente exclusivo) de una determinada enfermedad resulta de capital importancia utilizar un procedimiento congruente, con el “mismo nivel” en el que el problema se manifiesta.

Es decir, intervenir físicamente en las enfermedades físicas,
utilizar la terapia emocional para los trastornos emocionales,
los métodos espirituales para las crisis espirituales, etcétera.
En el caso de haber descubierto la presencia de una combinación de causa entonces también conviene desplegar una combinación pertinente de tratamientos.

4) Esto es algo sumamente importante porque si te equivocas en el diagnóstico y crees que el problemas se origina en un nivel superior al que realmente tiene lugar creas culpabilidad y si lo ubicas, en cambio, en un nivel inferior generas desesperación.

En ambos casos, el tratamiento será ineficaz y tendrá el inconveniente adicional de agobiar al paciente con el peso de la culpa o la desesperación que ocasiona un diagnóstico equivocado.

Si una persona es atropella por un autobús y le rompe una pierna, por ejemplo, nos encontraremos en presencia de enfermedad física que requerirá, por tanto, de los remedios físicos apropiados: volver a colocar el hueso en su lugar y enyesar la pierna; lo cual sería una intervención del “mismo nivel”. Pero, en un caso así, no resulta nada pertinente sentarse en medio de la calle y visualizar que la pierna se rehabilita sola. Esta, sin embargo, es una técnica propia del nivel mental, e ineficaz por tanto para resolver los problemas de tipo físico. Si, además, quienes te rodean te censuran diciendo que tus pensamientos fueron los que terminaron provocando ese accidente y que deberías ser capaz de solucionar el problema de la pierna recurriendo exclusivamente a tus pensamientos, lo único que ocurrirá es que te sentirás culpable, te harás reproches y perderás autoestima.Esa sería una manera sumamente inadecuada de mezclar niveles y tratamientos.

Por el contrario, la falta de autoestima debido a ciertos guiones interiorizados en la infancia que afirman que eres malo o incompetente, constituye un problema propio del nivel mental que exige una intervención adecuada al nivel mental, como la visualización o las afirmaciones, por ejemplo (una intervención, en definitiva, que se ocupa de reescribir los guiones personales, cosa de la que se ocupa, por ejemplo, la terapia cognitiva). En tal caso, recurrir a intervenciones propias del nivel físico (como tomar megavitaminas o cambiar la dieta alimenticia, por ejemplo) no resultará muy eficaz
(a menos que padezcas también un desequilibrio vitamínico que agrave el problema). Pero si sólo utilizas recursos físicos, terminarás desesperándote porque el nivel del tratamiento que habrás elegido es simplemente inadecuado para tratar ese problema.

Así pues, el planteamiento general ante cualquier enfermedad debería comenzar tratando de determinar el nivel en el que se presentan la anomalías y procediendo desde abajo hacia arriba.

Quiero decir que:
primero habría que buscar las posibles causas físicas;
luego habría que pasar a las posibles causas emocionales,
después a las causas mentales y por último,
habría también que pasar revista a las posibles causas espirituales.
Es muy importante que procedamos así porque hoy en día sabemos que muchas enfermedades cuyo origen se achacaban antiguamente a causas exclusivamente espirituales o psicológicas dependen de factores físicos o genéticos.

Antiguamente, por ejemplo, se creía que el asma se debía a una “madre asfixiante”, pero, hoy en día, se sabe que su origen y su aparición obedecen, en gran medida, a causas biofísicas. Algo parecido ocurre en el caso de la tuberculosis (que se explicaba como la consecuencia de una “personalidad destructiva”), o la gota ( el fruto de la debilidad moral) por ejemplo, así como la profusa creencia en una “personalidad propensa a la artritis” tampoco superó la prueba del tiempo. En cualquier caso, hay que ser muy conscientes de que todas estas interpretaciones no hacen más que generar culpabilidad en quienes padecen la enfermedad y que los tratamientos, por su parte, no funcionan en absoluto porque corresponden a un nivel inadecuado.

Con todo esto no quiero decir que los tratamientos propios de otros niveles no puedan ser muy importantes como factores auxiliares o coadyudantes porque está muy claro que complementariamente también pueden ser útiles. En el caso sencillo de la fractura de pierna, por ejemplo, las técnicas de relajación, visualización, las afirmaciones, la meditación y la psicoterapia, pueden, en caso necesario, ayudar a crear un ambiente más equilibrado en el que la curación física podrá producirse con mayor fácil y rapidez.

Una persona aquejada de una enfermedad grave puede beneficiarse de estas técnicas y experimentar cambios muy profundos, pero de eso a decir que contrajo la enfermedad por que requería de esos cambios es un absurdo. Eso sería los mismo que argumentar que, dado que la aspirina hace descender la fiebre, la fiebre se debe a una carencia de aspirina. Ahora bien, la mayor parte de las enfermedades no se originan en un nivel concreto y definido. Además, todo lo que ocurre en un determinado nivel o dimensión de la persona afecta, en mayor o menor medida, a todos los demás niveles.

Según la teoría de los sistemas, cuando un nivel inferior provoca efectos en los niveles superiores se habla de “causalidad ascendente” y cuando un nivel superior tiene efectos o influye sobre los niveles inferiores se habla, por el contrario, de “causalidad descendente”.Por consiguiente, la cuestión es:
¿cuánta causalidad descendente ejerce la mente (nuestros pensamientos y nuestras emociones) en la enfermedad física? Y la respuesta parece ser:
“Mucha más de la que anteriormente se pensaba pero mucho menos
de la que piensan los teóricos de la New Age”.

La nueva escuela de la Psiconeuroinmunología (PNI) ha encontrado evidencia convincente de que nuestros pensamientos y nuestras emociones influyen directamente en el sistema inmunológico. El efecto no es grande pero resulta claramente discernible. Esto, por supuesto, es lo que cabía esperar del axioma de que cada nivel, afecta a todos los demás aunque en un grado limitado. Pero la medicina empezó siendo una ciencia propia del nivel físico e ignoró la influencia de los niveles superiores en la génesis de una enfermedad física (“el fantasma en la máquina”). La PNI, por su parte, ha aportado el correctivo necesario, ofreciendo una visión más equilibrada. La mente puede afectar al cuerpo en un grado limitado pero no, por ello, insignificante.

En este sentido se ha descubierto que la imaginación y la visualización tal vez sean los ingredientes más importantes de la influencia (limitada pero no, por ello, insignificante) que la mente ejerce sobre el cuerpo y el sistema inmunológico ¿Pero por qué las imágenes? Si consideramos una versión ampliada de la Gran Cadena de ser (materia, sensación, percepción, impulso, imagen, símbolo, concepto, etcétera) podremos observar que las imágenes constituyen el nivel inferior ( y, por consiguiente, más primitivo de la mente), un estrato que se halla, por lo tanto, en contacto directo con las facetas superiores del cuerpo. En otras palabras, la imagen es el vínculo que conecta directamente a la mente con el cuerpo (con sus humores, sus impulsos, su bioenergía, etcétera). Así pues, nuestros pensamientos y conceptos superiores se pueden traducir hacia abajo en forma de imágenes sencillas y parece que estas imágenes ejercen una influencia limitada pero apreciable e inmediata sobre los sistemas corporales (por vía del afecto o del impulso, el siguiente estrato descendente).

A la vista de todo esto, parece que el estado psicológico desempeña un papel en toda enfermedad y estoy completamente de acuerdo en que ese componente debería aprovecharse al máximo, ya que, en una situación crítica, puede resultar decisivo para inclinar la balanza hacia el lado de la salud.

Pero esperar ese resultado en casos no tan evidentes constituye una flagrante ignorancia.
Por lo tanto, como escriben Steven Locke y Douglas Colligan en The healer within, toda enfermedad tiene un componente psicológico y, por consiguiente, los factores psicológicos no deberían desatenderse en ningún proceso curativo. Pero, prosiguen los autores, el problema es que la gente ha confundido el término psicosomático (que significa que un proceso de enfermedad físico puede verse afectado por factores psicológicos) con el de psicógeno (que significa que la enfermedad se debe exclusivamente a factores psicológicos).

Los autores afirman: “En un sentido estricto, bien podría decirse que toda enfermedad es psicosomática. Quizá haya llegado ya el momento de renunciar por completo al término “psicosomático”. Porque tanto al público como algunos médicos están utilizando el término psicosomático (que significa que la mente puede influir sobre la salud corporal) como un sinónimo de psicógénico (que significa que la mente puede provocar enfermedades en el cuerpo).Pero de este modo se pierde el verdadero significado de la enfermedad psicosomática.

Como sugiere Robert Ader: “No estamos hablando de la causa de la enfermedad sino de la interacción entre sucesos psicológicos, las habilidades de enfrentamiento y las condiciones biológicas preexistentes”.

Los mismos autores mencionan la existencia de otros factores, como la herencia, el estilo de vida, las drogas, la ubicación geográfica, la profesión, la edad y la personalidad. Es la interacción entre todos ellos ( a los que yo añadiría también los existenciales y espirituales) lo que parece influir en el origen y el desarrollo de una determinada enfermedad física. Aislar uno de ellos e ignorar a los demás constituye, pues, un exceso de simplificación que carece de sentido.

Entonces ¿de dónde proviene la idea “ Nueva Era” de que la mente, por sí sola, provoca y cura todo tipo de enfermedades físicas). Pues bien, después de todo, sus propagadores afirman que se asienta firmemente en las grandes tradiciones místicas y espirituales de todo el mundo. Pero aquí, en mi opinión, pisan un terreno muy resbaladizo. Según Jeanne Achterberg, autora de Imagery in healing (un libro que recomiendo encarecidamente ), el origen de esa noción se remonta históricamente a las escuelas del Nuevo Pensamiento, o del Pensamiento Metafísico, que se desarrollaron a partir de una lectura (distorsionada de Emerson y Thoreau de Nueva Inglaterra) quienes basaron gran parte de su obra en el misticismo oriental.

Pero este tipo de escuelas, entre las cuales cabe destacar a la Ciencia Cristiana, parecen confundir el acertado concepto de que “La Divinidad lo crea todo” con la noción errónea de que
“Como soy uno con Dios, yo lo creo todo”.
Esta postura, comete dos errores con respecto a los cuales creo que hubieran discrepado decididamente tanto Emerson cono Thoreau. Por una parte, que Dios es un padre que interviene en su creación, en lugar de su Realidad, Mismidad o Condición y, por la otra, que tu ego es uno con ese Dios padre y que, por consiguiente, puede intervenir y manipular el universo que le rodea. Pero en las tradiciones místicas no he encontrado absolutamente nada que permita sostener tales afirmaciones.

En mi opinión, pues, ni la versión primitiva del karma ni las enseñanzas más evolucionadas prestan el menor apoyo a estos conceptos tan barajados por la “Nueva Era”.Entonces ¿de dónde proviene esa noción?. A partir de ese punto expondré mi propia teoría sobre el origen de este tipo de creencias. No voy a relacionarme compasivamente con el sufrimiento causado por esas nociones sino que voy a intentar encasillarlas, clasificarlas y elaborar teorías sobre ellas, porque pienso que algunas de ellas son peligrosas y deben ser atajas a tiempo, aunque sólo sea para evitar que sigan ocasionando más sufrimiento.

Quiero aclarar que mis comentarios no van dirigidos a esa gran mayoría de personas que cree de manera inocente, ingenua e inocua en esas ideas, sino más bien a los líderes de este movimiento: individuos que imparten seminarios sobre crear tu propia realidad, que organizan talleres en los que se enseña por ejemplo, que el cáncer es una consecuencia exclusiva del resentimiento; que la pobreza es obra tuya y la opresión algo que tú mismo construyes a tu alrededor. No dudo de las buenas intenciones de esas personas pero, en mi opinión, son peligrosos porque desvían la atención de ciertos niveles reales (como el físico, ambiental, legal, moral y socioeconómico, por ejemplo, en los que tanto trabajo debe realizarse todavía

En mi opinión, este tipo de creencias revisten las características inconfundibles de una visión mágica e infantil del mundo propia de los trastornos de la personalidad narcisista, entre los cuales se debe destacar la grandiosidad, la omnipotencia y el narcisismo. La idea de que los pensamientos no sólo influyen en la realidad sino que la crean son el corolario directo, a mi parecer, de la diferenciación incompleta de las fronteras del ego. En tal caso, los pensamientos y los objetos no están claramente diferenciados y, por consiguiente, desde ese punto de vista, manipular el pensamiento constituye una manera omnipotente y mágica de manipular el objeto.

Creo que la cultura hiperindividualista de Norteamérica (que alcanzó su cenit en la “década del yo”) fomentó la regresión a los niveles mágicos y narcisistas. Creo también (con Robert Bellah y Dick Anthony) que la aparición de estructuras sociales más cohesivas hizo que la gente volviera a sus propios recursos, lo cual también ayudó a reactivar las tendencias narcisistas.

Pero no debería entenderse con todo esto que estoy condenando globalmente a todo el movimiento “Nueva Era”. Después de todo se trata de una bestia multicéfala y posee aspectos (como la importancia de la intuición y la existencia de conciencia universal) que se basan en principios genuinamente místicos y transpersonales. Lo único que ocurre es que cualquier movimiento auténticamente transpersonal siempre congrega a su alrededor a un gran número de elementos prepersonales, simplemente porque ambos no son personales. Y es precisamente esta confusión, en mi opinión, entre el “pre” y el “trans”, la que constituye uno de los problemas fundamentales del movimiento de la “Nueva Era”. Veamos un ejemplo concreto basado en la investigación empírica. Durante las revueltas de Berkeley en protesta contra la guerra de Vietnam, un equipo de investigadores sometió a una muestra representativa de estudiantes al test de desarrollo moral de Kohlberg. De hecho, los estudiantes objetaron a la guerra su inmoralidad, pero ¿desde que nivel de desarrollo moral actuaban los estudiantes?.

El resultado de la investigación concluyó que sólo un pequeño porcentaje de
los estudiantes (alrededor del 20%) actuaban realmente desde las etapas postconvencionales (o transconvencionales), es decir, que sus objeciones no se basaban en las normas de ninguna sociedad concreta ni en un simple capricho personal sino en principios universales sobre el bien y el mal. Así pues, sus creencias sobre la guerra podían ser exactas o no pero su razonamiento moral se hallaba muy evolucionado.

La mayoría, sin embargo, de los protagonistas de la protesta (en torno al 80%) resultaron estar en la fase preconvencional, lo cual significa que su razonamiento moral se basaba en motivos personales fundamentalmente egoístas. Su rechazo a la guerra no se basaba en que fuera inmoral ni en que les preocupara realmente el pueblo vietnamita sino en que no querían que nadie les dijera lo que tenían que hacer. Sus motivos, por consiguiente, no eran universales ni sociales sino puramente egoístas. Y como era de esperar, apenas si había estudiantes que se hallaran en el nivel convencional (el nivel de “mi país, con razón o sin ella”), ya que este tipo de estudiantes no tenían motivo alguno para protestar.

El estudio, en otras palabras, concluía que un reducido número de estudiante verdaderamente post o transracionales congregó a su alrededor a un gran número de tipos preconvencionales sobre la base de que ambos grupos no eran convencionales.

Del mismo modo, creo que, en el movimiento de la “Nueva Era”, un pequeño porcentaje de elementos y principios auténticamente místicos, transpersonales o transracionales ha atraído a un número enorme de elementos prepersonales, mágicos y preracionales , simplemente porque ambos no son racionales, no convencionales y no ortodoxos.
Son estos elementos prepersonales y prerracionales, los que afirman, como lo hacían los estudiantes preconvencionales, que cuentan con la autoridad y el respaldo de una condición “superior”, cuando me temo que lo único que están haciendo sea justificar racionalmente una actitud meramente ombliguista. Como señala Jack Engler, se sienten atraídos por el misticismo transpersonal como una forma de racionalizar sus inclinaciones prepersonales. La clásica falacia “pre/trans”.

Coincido también con William Irwin Thompson en que un 20% del movimiento “Nueva Era” es traspersonal (trascendental y auténticamente místico) y un 80% es prepersonal (mágico y narcisista). Una manera sencilla de reconocer a los elementos transpersonales es que no les suele gustar que les califiquen de “Nueva Era”, ya que no tienen nada de “nuevo”, sino que su punto de vista es, por el contrario, perenne.

En el campo de la psicología transpersonal nos vemos obligados a diferenciarnos continuamente (obviamente de la manera más delicada y amable posible) de todo tipo de tendencia prepersonales, porque confieren a todo el campo una reputación “inconsistente y “boba”. No estamos en contra de las creencias prepersonales, lo único que ocurre es que tenemos dificultades en admitir esas creencias como si fueran transpersonales.

Nuestro amigos “inconsistentes” se ponen furiosos con nosotros porque suelen pensar que sólo hay dos actitudes en el mundo: la racional y la no racional y consideran, en consecuencia con su forma de pensar, que deberíamos unirnos a ellos en contra el campo racionalista. Pero en realidad, no existen dos sino tres actitudes diferentes: la prerracional, la racional y la transracional;y de hecho los Psicólogos trasnpersonales nos hallamos más cerca de los racionalistas que de los prerracionalistas. No hay que olvidar que: “ los niveles superiores trascienden pero incluyen a los inferiores”
que el espíritu es translógico, no antilógico y que no se limita a rechazar a la lógica sino que la adopta y va más allá de ella.

Cualquier principio transpersonal debe superar la prueba de la lógica y entonces ( y solo entonces) trascenderla con sus propias intuiciones adicionales. Me temo, pues, que algunas de las tendencias “inconcientes” de nuestro entorno no se hallen más allá de la lógica sino, por el contrario, más acá de ella.

Lo que nosotros estamos intentando hacer es separar los elementos auténticos, universales y “verificados en el laboratorio” del desarrollo místico, de aquellas otras tendencias más singulares, mágicas y narcisistas. Se trata de una tarea difícil y llena de trampas y no siempre la llevamos a cabo de la manera correcta. Los líderes en este campo son Jack Engler, Daniel Brwn, roger Wals, William Irwin Thompson y Jeremy Hayward.

Fuentes:

Tomado del libro “Gracia y Coraje” de Kent y Treya Wilber.


Estadios de la Meditación.

"En la consciencia mística,
la Realidad queda aprehendida de forma directa e inmediata,
o sea, sin mediación ni elaboración simbólica,
sin conceptualización o abstracción alguna;
sujeto y objeto se convierten en una sola cosa en un acto intemporal e inespecial que está más allá de toda forma de mediación.
Los místicos hablan universalmente de contactos con la realidad en su esencia absoluta (tathata) sin intermediarios;
allende las palabras, los símbolos, los nombres, los pensamientos y las imágenes".

Una entrevista con Ken Wilber.

Pregunta: Nos gustaría que describieras las experiencias de varios estadios de la meditación. Pero primero, háblanos de la meditación en sí misma- los diferentes tipos que hay y como funcionan.

Ken Wilber: Es común entre los eruditos dividir la meditación en dos categorías amplias, llamadas meditación de "concentración" y de "percepción" (o "visión clara"). O "cerrada" y "abierta". Por ejemplo, digamos que estás mirando a una pared que tiene cientos de puntos pintados en ella. En la meditación de concentración, miras a sólo un punto, y lo miras con tanta intensidad que ni siquiera ves los otros puntos. Esto desarrolla tu poder de concentración. En el entrenamiento perceptivo, o meditación de la visión clara, tratas de ser consciente de tantos puntos como seas capaz. Esto incrementa tu sensibilidad, consciencia , y sabiduría, en ese sentido.

En la meditación concentrativa, pones tu atención en un objeto- una roca, la llama de una vela, tu respiración, un mantra, la oración del corazón, etc. Concentrándote intensamente en un solo objeto, tú como sujeto te vas volviendo gradualmente "identificado" con el objeto. Empiezas a menoscabar el dualismo sujeto/ objeto, que es la base de todo sufrimiento e ilusión. Gradualmente, reinos de existencia más y más elevados, conduciendo a la dimensión última o no dual, se van haciendo obvios para ti. Trasciendes tu yo ordinario o ego., y encuentras las dimensiones de existencia más elevados y sutiles- las espirituales y trascendentales.

Sin embargo, esto es alcanzar las dimensiones más elevadas por "la fuerza bruta", por así decirlo. Y aunque se dice que la meditación de concentración es muy importante, por sí misma no erradica nuestras tendencias a crear dualismo en el primer lugar. De hecho, simplemente las ignora, trata de saltárselas. Se centra en un punto e ignora todo el resto. La meditación concentrativa puede definitivamente mostrarnos algunos de los reinos más elevados, pero no puede asentarnos permanentemente en esos reinos. Para ello, tienes que mirar a todos los puntos. Tienes que investigar toda la experiencia, con desapego, sin hacer juicios, con ecuanimidad, y consciencia prístina.

P: Eso es meditación de visión clara o perceptiva.

KW: Sí, es cierto. Los Budistas llaman a la meditación concentrativa shamatha y a la concentración perceptiva vipassana, o dhyana and prajna. La primera conduce al samadhi, o la concentración unidireccional, la última al satori, o consciencia y sabiduría trascendental.

El asunto acerca de cualquiera de estas practicas de meditación- y hay otras, tales como la visualización, el koan, la oración contemplativa, etc.- el asunto es que todas ellas realmente hacen dos cosas importantes. Primero, ayudan a aquietar la mente discursiva, racional-existencial, la mente que tiene que pensar todo el tiempo, la mente que tiene que charlar consigo misma todo el tiempo y verbalizarlo todo. Nos ayuda a aquietar esa "mente mono". Y una vez que la mente mono se aquieta un poco, permite a las dimensiones más sutiles y elevadas de la consciencia emerger- como lo psíquico, lo sutil, lo causal, y lo último o lo no dual. Esa es la esencia de la meditación genuina. Es simplemente una manera de continuar la evolución, de continuar nuestro crecimiento y desarrollo.

El Nivel Psíquico.

P: ¿Podrías describir los niveles de la meditación, y como son experimentados? ¿Qué ocurre realmente en cada estadio?

KW: Cuando practicas la meditación, una de las primeras cosas de las que te das cuenta es que tu mente- y tu vida, por la misma razón- esta dominada por charloteo verbal en gran medida inconsciente. Siempre te estás hablando a ti mismo. Y así, cuando empiezan a meditar, mucha gente es abrumada por la gran cantidad de basura que empieza a atravesar su consciencias. Se dan cuenta de que pensamientos, imágenes, fantasías, opiniones, nociones, ideas, conceptos prácticamente dominan su consciencia. Se dan cuenta de que estas ideas han tenido una influencia mucho más profunda en sus vidas que la que habían pensado nunca.

En cualquier caso, las experiencias iniciales de la meditación es como estar en el cine. Te sientas y observas todas estas fantasías y conceptos desfilar, en frente de tu consciencia. Pero la cosa importante es que te estás volviendo finalmente conscientes de ellas. Las estás mirando imparcialmente y sin juicios. Simplemente las observas pasar, de la misma forma que observas las nubes pasar flotando en el cielo. Vienen, y se van. Sin alabanza, sin condena, sin juicio- solo "puro atestiguar". Si juzgas tus pensamientos, si te ves atrapado en ellos, entonces no puedes trascenderlos. No puedes encontrar dimensiones más sutiles y elevadas de tu propio ser. Así que te sientas en meditación, y simplemente "atestiguas" lo que está ocurriendo en tu mente. Dejas que la mente mono haga lo que quiera, y simplemente observas.

Y lo que ocurre es que, a causa de que atestiguas imparcialmente todos estos pensamientos, fantasías, opiniones, e imágenes, empiezas a volverte libre de su influencia inconsciente. Los estás mirando, así que ya no los estás usando para mirar al mundo. Por lo tanto te vuelves, hasta un cierto nivel, libre de ellos. Y te vuelves libre del sentido de identidad separada que dependía de ellos. En otras palabras, empiezas a volverte libre del ego. Esta es la dimensión espiritual inicial, donde el ego convencional "muere" y estructuras más elevadas de la consciencia son "resucitadas". Tu sentido de identidad empieza naturalmente a expandirse y a abrazar el cosmos, o toda la naturaleza. Te elevas sobre el cuerpo y la mente aislados, lo cual podría incluir el descubrimiento de una identidad más amplia, tal como la naturaleza o el cosmos- "consciencia cósmica" as R. M. Bucke la llamó. Es una experiencia muy concreta e inconfundible.

Y, no tengo que decírtelo, ¡esto supone un alivio extraordinario! Este es el comienzo de la trascendencia, el hallazgo del camino de vuelta a casa. Te das cuenta de que eres uno con el tejido del universo, eternamente. Tu miedo a la muerte comienza a desaparecer, y realmente comienzas a sentir, de una forma concreta y palpable, la naturaleza abierta y transparente de tu propio ser.

Surgen en ti sentimientos de gratitud y devoción- devoción al Espíritu, en la forma de Cristo, o Buda, o Krishna; o devoción a tu maestro espiritual real; incluso devoción en general, y ciertamente devoción a todos los demás seres sintientes. El voto del boddhisatva, en cualesquiera de sus formas,, surge desde las profundidades de tu ser, de una forma muy poderosa. Te das cuenta de que simplemente tienes que hacer lo que sea que puedas para ayudar a todos los seres sintientes, y por la razón de que, como Schopenhauer dijo, te das cuenta de que todos compartimos el mismo Yo o Espíritu o Absoluto no dual. Todo esto comienza a volverse obvio- tan obvio como la lluvia sobre el tejado. Es real y es concreto.


El Nivel Sutil.

P: ¿Así que qué hay acerca del siguiente estadio general, el nivel sutil?

KW: Cuando tu identidad comienza a trascender el cuerpomente aislado e individual, empiezas a intuir que existe un Substrato del Ser, o Divinidad genuina, más allá del ego y más allá del encanto de figuras divinas míticas o del cientícismo racionalista o de la gallardía existencial. Esta forma de la deidad puede ser realmente intuida. Cuanto más te desarrollas más allá del cuerpomente aislado y existencial, más te desarrollas hasta el Espíritu, el cual, en el nivel sutil, es a menudo experimentado como la Forma de la Divinidad o Yo arquetípico. Quiero decir, por ejemplo, experiencias muy concretas de Luz profunda, un Ser de Luz, o simplemente de extrema claridad y brillo de la consciencia.

La cosa es que estás viendo algo más allá de la naturaleza, más allá de lo existencial, más allá de lo psíquico, más allá incluso de la identidad cósmica. Estás empezando a ver la dimensión oculta o esotérica, la dimensión fuera del cosmos ordinario, la dimensión que trasciende la naturaleza. Ves la Luz, y a veces esta Luz literalmente brilla como la luz de un millar de soles. Te sobrecoge, te llena de poder, te energetiza, te reconstruye, te inunda. Esto es lo que los eruditos han llamado la naturaleza "numinosa" del espíritu sutil. Numinosa y luminosa. Esta es la razón, creo, por la que los santos son universalmente representados con halos de luz alrededor de sus cabezas. Eso es lo que realmente ven. Luz Divina. Mi lectura favorita de Dante:

Fijando mi mirada en la Luz Eterna Vi en sus profundidades, Unidas con amor en un solo volumen, Las hojas dispersas de todo el universo. Dentro de la profunda subsistencia luminosa De esa Luz exaltada vi tres círculos De tres colores pero de una sola dimensión Y por el segundo parecía el primero reflejado Como el arcoiris lo es por el arcoiris, y el tercero Parecía fuego que es igualmente exhalado por ambos.

Eso no es mera poesía. Esa es casi una descripción matemática de un tipo de experiencia del nivel sutil. De cualquier forma, también puedes experimentar este nivel como el descubrimiento de tu ser superior, tu alma, el Espíritu Santo. "El que se conoce a sí mismo conoce a Dios", como dijo San Clemente.

P: ¿Y la experiencia concreta en sí misma?

KW: La experiencia concreta varía. Aquí va un ejemplo: digamos que estás paseando en el centro de la ciudad, mirando escaparates. Estás mirando a lo que hay en ellos, y de repente ves una vaga imagen danzar en frente de tus ojos, la imagen de una persona. Entonces de golpe te das cuenta que es tu propio reflejo en el escaparate. De repente te reconoces. Reconoces tu Yo, tu Yo superior. De repente reconoces quien eres. Y lo que eres es- una chispa luminosa de lo Divino. Pero tiene esa conmoción del reconocimiento- "¡Oh, eso!"

Es una realización muy concreta, y usualmente trae consigo mucha risa y muchas lagrimas. La forma sutil de la Deidad o Luz o Yo superior- todos ellos son simplemente arquetipos de tu propios Ser. Estás encontrando, por medio del desarrollo meditativo, y empezando un encuentro directo con el Espíritu, con tu propia esencia. Y se muestra como luz, como un ser de luz, como nada, como shabd, como claridad, numinosidad, etc. Y a veces se muestra simplemente como una simple y clara consciencia de lo que es- muy simple, muy clara. La cosa es que es consciente de todos los puntos en la pared. Es claramente consciente de lo que va surgiendo momento tras momento, y por lo tanto trasciende el momento. Y trasciende este mundo y empieza a tomar parte de lo Divino. Tiene una perspectiva divina, se exprese como se exprese. Eso es lo sutil- una introducción cara a cara a lo Divino. Realmente participas de la Divinidad y de la consciencia y la sabiduría de lo Divino. Es una práctica. Puede ser realizada. Ha sido hecho, muchas veces.


El Nivel Causal.

P: Está muy claro. ¿Qué hay del siguiente nivel, el causal?

KW: Te sientas ahí, simplemente atestiguando cualquier cosa que surge en la mente, o en tu experiencia presente. Estás intentando atestiguar, igualmente, todos los puntos en la pared de tu consciencia. Si te vuelves capaz de esto, finalmente los puntos racionales y existenciales se apagan, y puntos psíquicos empiezan a aparecer en la consciencia. Entonces después de un rato, te vuelves mejor atestiguando, y objetos o puntos más sutiles empiezan a mostrarse. Esto incluye luces e iluminaciones audibles y formas sutiles de la Divinidad y cosas por el estilo. Si continuas simplemente atestiguando- lo que te ayuda a desidentificarte de las formas inferiores y más groseras, y a hacerte consciente de las formas más superiores y más sutiles- incluso los objetos sutiles o los puntos sutiles dejan de surgir. Entras en un profundo estado de no manifestación, que se experimenta como, digamos, una noche de otoño con luna llena. Hay una extraña y bella numinosidad en todo ello, pero es una numinosidad "silente" o "negra". No puedes realmente ver nada excepto algo como una plenitud plateada, llenando todo el espacio. Pero al no estar viendo realmente ningún objeto particular, es también un tipo de Vacuidad Radical. Como dice el Zen, "para el ruido de ese riachuelo"". Esto se conoce de formas diversa como shunyata, como la Nube del No Saber, Ignorancia Divina, el Misterio Radical, nirguna (incalificable) Brahman, etc. Lo sin forma brillante, sin objetos que lo limiten.

Se vuelve obvio que tú eres absolutamente Uno con esta Plenitud, que trasciende todos los mundos y todos los planos y todo el tiempo y toda la historia. Eres perfectamente pleno, y por lo tanto estás plenamente vacío. "Es todas las cosas y ninguna", dijo el místico cristiano Boethius. La reverencia da lugar a la certeza. Eso es lo que tú eres, anterior a toda la manifestación, anterior a todos los mundos, es ver lo que tú eres eternamente, sin forma.

Ese es un ejemplo del nivel causal; eso es ñana samadhi, nirvikalpa samadhi, etc. El alma, o sentido de identidad separada, desaparece, y Dios o la forma de la Deidad separada desaparecen, porque ambos- alma y Dios- se colapsan en la Divinidad sin forma. Tanto el alma como Dios desaparecen en la Identidad Suprema.


El Nivel No Dual.

P: Así que eso nos lleva al nivel no dual .

KW: En el nivel causal previo, estás tan absorto en la dimensión inmanifiesta que podrías ni siquiera notar el mundo manifiesto. Estas descubriendo la Vacuidad, así que ignoras la Forma. Pero en el nivel último o no dual, integras las dos. Ves que la Vacuidad aparece o se manifiesta a sí misma como Forma, y que la Forma tiene como su esencia a la Vacuidad. En términos más concretos, lo que eres es todas las cosas que surgen. Toda la manifestación surge, momento tras momento, como un juego de la Vacuidad. Si lo causal era como una noche radiante de luna llena, esto es como un día radiante de otoño.

Lo que aparece como objetos duros y sólidos "ahí fuera" son realmente manifestaciones transparentes y traslúcidas de tu propio Ser o Mismidad. No son obstáculos hacia Dios, solo expresiones de Dios. Son por lo tanto vacíos en el sentido de no ser una obstrucción o impedimento. Son una expresión libre de lo divino. Como la tradición Mahamudra lo expresa concisamente, "Todo es Mente. La mente está Vacía. Lo vacío se manifiesta libremente. Lo que se manifiesta libremente se autolibera."

La libertad que encontraste en el nivel causal- la libertad de la Plenitud y de la Vacuidad- esa libertad se descubre que se extiende a todas las cosas, incluso en este mundo "caído" o samsara. Por lo tanto, todas las cosas se vuelven autoliberadas. Y esta extraordinaria libertad, o ausencia de restricción, o liberación total- este día de otoño claro y brillante- esto es lo que experimentas realmente en este punto. Pero entonces "experiencia" es una palabra totalmente errónea. Esta es la realización de la naturaleza no experiencial del Espíritu. Las experiencias vienen y se van. Todas tienen un comienzo en el tiempo, y un fin en el tiempo. Incluso las experiencias sutiles vienen y se van. Son todas maravillosas, gloriosas, extraordinarias. Y vienen, y se van.

Pero este "estado" no dual no es en sí mismo otra experiencia. Es simplemente la apertura o claro en el que todas las experiencias surgen y desaparecen. Es el cielo brillante de otoño a través del cual las nubes vienen y se van- no es en sí mismo otra nube, otra experiencia, otro objeto, otra manifestación. Esta es realmente la realización de la completa inutilidad de la experiencia, la completa futilidad de intentar experimentar la liberación. Todas las experiencias pierden completamente su sabor- estas nubes pasajeras.

Tú no eres el que experimenta la liberación; eres el claro, la apertura, la vacuidad, en los que cualquier experiencia viene y se va, como reflejos en un espejo. Y tú eres el espejo, la mente espejo, y no cualquier reflejo experimentado. Pero no estás separado de los reflejos, permaneciendo aparte y observando. Eres todo lo que está surgiendo momento tras momento. Puedes engullir el cosmos entero de un solo mordisco, es tan pequeño, y puedes saborear todo el cielo sin moverte una pulgada.

Esta es la razón por la que, en el Zen, se dice que no puedes entrar en el Gran Samadhi: es realmente la apertura o el claro que está siempre presente, y en el que toda la experiencia- y toda la manifestación- surge momento tras momento. Parece que "entras" en este estado, sin embargo una vez allí, te das cuenta de que nunca hubo un momento en que este estado no estuviera plenamente presente y plenamente reconocido- "la puerta sin puerta". Y así comprendes profundamente que nunca entraste en este estado; tampoco los Budas, pasado o futuros, entraron jamás en este estado.

En el Dzogchen, este es el reconocimiento de la verdadera naturaleza de la mente. Todas las cosas, en todos los mundos, están autoliberadas según van apareciendo. Todas las cosas son como la luz del sol en el agua de una charca. Todo brilla tenuemente. Todo es vacío. Todo es luz. Todo es pleno y todo está realizado. Y el mundo continua de forma ordinaria, y no hay nadie que lo perciba en absoluto.


Fuentes:

"Estadios de la meditación: una entreviata a Ken Wilber."
Traducido por Alejandro Villar.





The Quest, Primavera 1994,









martes, 30 de septiembre de 2008

El espectro de la Conciencia.

"El ego no es un verdadero sujeto. El ego no es más que otro objeto. En otras palabras, tú puedes ser consciente de tu ego, puedes ver tu ego y, aunque ciertos aspectos del ego sean inconscientes, todos ellos pueden, al menos teóricamente, llegar a convertirse en objetos de conciencia. El ego se puede ver, se puede conocer. Y, si eso es así, jamás puede ser El-que-Ve ni El-que-Sabe ni el Testigo. El ego no es más que un puñado de objetos mentales, un conjunto de ideas, de símbolos, de imágenes y de conceptos mentales con los que nos hemos identificado. Nos identificamos con esos objetos y luego los usamos como algo a través de lo cual miramos, y por consiguiente, distorsionamos el mundo."


La Psicología Transpersonal se conoce como la Psicología de la Conciencia y muchos, incluidos los propios psicólogos "ortodoxos", aún no se han parado a "meditar" sobre el verdadero significado etimológico de la palabra Psicología (La Sabiduría del Alma). La Conciencia es , para ellos, un constructo mental y, por lo tanto, una parte del sustrato biológico, sin más. Por ello y como dirían los grandes psicólogos transpersonales y amigos personales de Wilber, Roger Walsh y Frances Vaughan, la conciencia era "un tópico impropio de cualquier conversación educada", hasta mediados de los ochenta que por lo menos es aceptada como tema de discusión, aún a pesar de las desavenencias entre detractores y defensores. Con este panorama, se encuentra Wilber cuando escribe sobre el espectro de la conciencia. Para Wilber, la cosa está clara. La Conciencia es la base de la existencia. Es la Identidad suprema. Es la naturaleza misma de la realidad absoluta. La unicidad universal. Esta esencia ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia: desde Cristo hasta Brahma o Tao. Lo que menos importa es la etiqueta o la imagen que las diversas religiones han colocado a esta experiencia del Espíritu. Lo verdaderamente trascendente es que en todos los seres humanos "la realidad interna es sólo UNA", tome la forma que tome. Ahora bien, no todos estamos aún en la conciencia de la Conciencia, que al ser la Realidad última, no es un estadío, ni tampoco un estado de conciencia anormal o alterado; es la Conciencia: El Todo, La Nada. Lo Innombrable.

Hasta experimentar de manera mantenida (no tan sólo de forma temporal "experiencias cumbre", como las llamaría Maslow, o "emergencias espirituales", como las denominaría Grof) este AMOR, que es la Conciencia, los seres humanos pasamos por diversos estados que duran un tiempo y que forman niveles o estadíos de conciencia. Lo que Piaget o la física hicieran con las realidades más terrenales, lo ha hecho Wilber con los planos de la conciencia. Estratificar, cartografiar y ordenar los diversos gradientes por los que va pasando nuestra mente, desde el Ego, hasta la Conciencia.

En el primer estadío del espectro (como el espectro del ultravioleta al infrarrojo), nos encontramos con la "Persona" (del latín "personae"), que es la "careta", esa máscara que me pongo para presentarme ante los demás y "quedar bien". En ese nivel no reconozco, de manera consciente o inconsciente, qué es lo que tengo de desagradable, oscuro y repulsivo y también de reprimido, aunque sea agradable y potencialmente útil.

Una vez que soy capaz de ver estos aspectos indeseables y dolorosos de mi sombra, salgo del estadío que Wilber llama la Sombra para entrar en el del Ego. Ahí me identifico con mi mente al completo, es decir los aspectos positivos y negativos (mis dos polaridades), lo que nos recuerda el chiste del señor que se hacía pis en la cama y cuando se encuentra con el amigo al cabo de tres años, éste le pregunta : ¿qué tal tu eneuresis? ¿fuiste al psicoanalista? ¿ya no te haces pis en la cama?. Si, responde, hice terapia, me sigo haciendo pis en la cama, pero ya no me importa. En este plano el cuerpo es vivido como algo aparte de la mente, que está ahí a su servicio. Wilber lo llama el jinete (la mente) sobre el caballo (el cuerpo).

Cuando, por fin, puedo experimentar el organismo psicofísico en vez de vivir el cuerpo tan sólo como una parte, entonces entramos en lo que Wilber llama "el Centauro", o nivel Existencial, porque es tan importante la mente como el cuerpo. Soy un ser completo, indivisible. Es en este nivel cuando puedo entrar en contacto con el medio y sentir que formo parte de un todo más amplio: la Sociedad. Cuando mi participación en este entramado social es consciente, estoy preparada para entrar en el siguiente estadío.

Las bandas transpersonales es el nivel de las diferentes experiencias numinosas (espirituales), también en forma de gradientes, desde de lo sutíl (más simbólico) a lo causal (menos dual).

Cuando puede ser capaz de encontrar la causa de todas las cosas, cuando ya la causa nada importa y puedo trascender la dualidad de los opuestos, llegando incluso a integrarlos, entro en lo que Wilber llama, la Conciencia de Unidad, que no es un estadio ni un estado, como hemos dicho, es sólo: CONCIENCIA.

Estos niveles de conciencia son progresivos, interactivos e inclusivos, no estancos y fijos, es decir que en un área de mi vida puedo estar en un tipo de conciencia y en la otra, me puedo hallar en otro. Y cada uno de los estadíos representa aquello con lo que me identifico. Es decir en qué transformo mi identidad, desde lo más reducido hasta lo inabarcable.

Y para terminar, reconocer que para cada estadío del espectro existe un tipo de acercamiento terapéutico, igualmente interactivo e inclusivo. Por eso no hay un enfoque psicológico mejor que otro, sino más o menos unidimensional o pluridimensional, más o menos holístico o parcial.

Fuentes:
Por Raquel Torrent, "El espectro de la Conciencia"
Psicóloga Colegiada Terapeuta Integral/Transpesonal


El Espetro de la conciencia: un modelo que incluye la espiritualidad

Hasta la aparición de su primera obra (El Espectro de la Conciencia) no existía un modelo psicológico que, no solo se apoyara en los conocimientos aportados por la comunidad científica occidental, así como, en los obtenidos a partir de las grandes tradiciones espirituales, sino que, además, encarara de una forma convincente y prometedora las difíciles contradicciones que parecían surgir en el intento.

La espiritualidad, aunque no es una disciplina exclusivamente oriental, ha sido siempre el motivo central de los estudios orientales acerca de la conciencia, constituyendo también su propia fuente inspiradora. De hecho, Ken Wilber, en este libro, usa como referente básico de la espiritualidad los enfoques orientales del estudio de la conciencia, pero sin limitarse, por ello, únicamente a los mismos. Sin embargo, salvo muchas e importantes excepciones, el consenso general de la comunidad científica occidental ha calificado a la mente oriental, y al misticismo en general y sus manifestaciones - de regresiva, primitiva, o en el mejor de los casos, débil. Según psicoanalistas como Franz Alexander:

Similitudes entre las regresiones esquizofrénicas y la práctica del Yoga y el Zen, indican la tendencia general de las culturas orientales a retraerse hacia el interior de uno mismo, ante una realidad social y física abrumadoramente difícil.

La dificultad se agrava todavía más cuando, a su vez, el filósofo oriental acusa al materialismo científico occidental de ser la forma más basta de ilusión, ignorancia y carencia espiritual, llegando incluso a ridiculizar el intento de establecer un ego sano por parte de la psicología occidental, teniendo en cuenta que cualquier forma de ego es causa de sufrimiento desde el punto de vista oriental. Pero como señala Wilber:

Aunque desde su nivel de conciencia tengan razón, incluso desde el punto de vista hindú, la vida es un ciclo de involución y evolución del yo absoluto, y se reconoce que, la mayoría de nosotros viviremos como un jivatman, o ego aislado (aunque ilusorio), enfrentado a un universo desconocido. Es precisamente en dichos casos en los que las psicoterapias occidentales pueden ofrecer una liberación por lo menos parcial del sufrimiento que supone el hecho de vivir como jivatman y no hay razón para no utilizarlas en dichos casos.

Posteriormente, agrega que:

La inmensa mayoría de la gente, especialmente en la sociedad occidental, no está preparada, dispuesta o capacitada para seguir una experiencia mística, ni es conveniente empujarla a dicha aventura.

La Tesis que Wilber expone en su primer trabajo consiste en considerar a la conciencia, en un sentido estrictamente metafórico, como un espectro formado por distintos niveles, al igual que la radiación electromagnética constituye una gama de ondas de distinta longitud, frecuencia y energía, tal como puede comprobarse, por ejemplo, al observar el arco iris. Así, en el caso de que distintos abordajes de la conciencia utilicen diferentes hipótesis de trabajo, instrumentos, y medios, es muy probable que acaben conectando con distintos niveles del espectro, como ocurriría, sí diversos investigadores de la radiación usaran distintos técnicas experimentales en sus estudios respectivos, llegando a resultados diferentes. Actualmente, esto último no representaría ningún problema para los científicos, ya que serían conscientes de estar tratando con el mismo fenómeno físico, pero desde ángulos diferentes.

Concretamente, en lo que concierne a la espiritualidad, este modelo permite aprovechar su profundo valor psicológico en armonía con los conocimientos aportados por los enfoques considerados como ortodoxos.

De forma genérica, Ken Wilber concluye que, si bien los enfoques orientales intentan trascender el sueño del yo, los occidentales tratan de repararlo para evitar que el sueño se convierta en una pesadilla. Añade que, éstos últimos pueden ser utilizados como preparación preliminar y ayuda complementaria, ya que todo método encaminado a producir relajación y reducción de tensión favorece la experiencia mística, citando ejemplos como el de Suzuki en el San Francisco Zen Center, donde se patrocinaban seminarios de conciencia sensorial.

El conocimiento espiritual

En principio, parece natural advertir que en todo proceso de conocimiento es imprescindible la presencia de un sujeto conocedor frente a un objeto que represente lo conocido. Esto, a su vez, implica que el sujeto permanece ajeno a lo conocido, ya que, en tanto que observador, no puede formar parte de lo que va a ser observado. Además, en el caso de que quisiéramos conocer al observador, no habría más remedio que convertirlo, dentro de lo posible, en un objeto de conocimiento, para lo cual, se requiere, entre otras cosas, un segundo sujeto capaz de poder observarlo. (Para ver como sucede esto último, ir a la parte dedicada a la forma del desarrollo de la sección de psicología).

Por lo que se ve, estamos atrapados en un círculo vicioso sin solución, ya que, esencialmente, nos encontramos otra vez en la misma situación y ante el mismo problema; a saber, un nuevo observador separado de aquello que observa. Esto, es lo que se conoce como el dualismo sujeto-objeto, o en términos más técnicos, el dualismo epistemológico, del que básicamente se desprenden el resto de dualismos, algunos de los cuales, son analizados por Wilber en el capítulo titulado Dos modos de saber, en donde dice:

"No obstante, es curioso que este tipo de conocimiento dualista según el cual el universo se divide en sujeto y objeto (así como verdad y mentira, bueno y malo, etcétera) constituya la base fundamental de la filosofía, la teología y la ciencia en occidente".

Sin embargo, Ken Wilber, también nos recuerda que ha existido un consenso filosófico de alcance universal denominado Filosofía Perenne afirmando que es posible experimentar una forma de conocimiento que está libre de dualismos, un modo de saber no dual, el cual constituye el auténtico conocimiento espiritual.



Ken Wilber es uno de los principales teóricos de la Psicología Transpersonal. Destacándose por su lúcido intento de sintetizar las disciplinas modernas de la psicología occidental, las principales corrientes de la filosofía y las grandes tradiciones espirituales del mundo. Estudioso como pocos, investigó las escuelas psicológicas más importantes llegando a la conclusión de que Freud, Jung, James, Perls, Maslow, Assagioli no se contradicen sino que abordan diferentes niveles del "espectro de la conciencia". Wilber piensa la conciencia como un espectro formado por múltiples niveles, como las capas de una cebolla. Algunas corrientes se detienen a trabajar en un nivel, otras en otros. De ahí que no se contradigan sino que se complementen. Muy interesado también en la sabiduría oriental y en ciertos teólogos occidentales, logra presentar una integración cautivante en su obra "El espectro de la Conciencia".
Contratapa de "El espectro de la Conciencia".


Ken Wilber es un escritor prolífico y autor, entre otros libros, de "La consciencia sin fronteras" y "El proyecto Atman", trata temas con una gran profundidad, siendo sobre todo sobresalientes sus estudios clarificadores sobre la consciencia, que es lo que vamos a evocar en este capítulo. A la vez que uno de los personajes más importantes de la Psicología Transpersonal se le puede considerar con toda propiedad lo mismo respecto de la Psicología Perenne. En esta tarea de exponer una Psicología Perenne me encuentro con grandes autores que encajan realmente en el contexto y ello ocurre especialmente con Ken Wilber. Vayamos pues a ocuparnos de temas como el espectro de la consciencia, estudiados por este destacado psicólogo de lo transpersonal y perenne.

LAS LINEAS LIMÍTROFES DEL YO.

Se pregunta Ken Wilber: "¿Quién soy yo?". Y se trata de una interrogación que hasta puede movernos a broma. Podríamos contestar: "Bien, aquí está mi documento de identidad". Pero sabemos que en Psicología no es motivo trivial el preguntarnos "¿quién soy yo?". Ken Wilber se pregunta cuál es la línea limítrofe que cada uno debe establecer respecto a su identidad. Así, en una primera apreciación parecería que la piel de cada uno ya establece la frontera, pero iremos viendo que no es la auténtica frontera. La mayoría de la gente, en efecto, se identifica por la mente, la psique, el ego, o la personalidad, palabras distintas para decir lo mismo. Aquí, es conveniente dar se cuenta de que estamos intentando establecer una frontera que separa la psique del soma, la mente del cuerpo. Cuando uno se identifica con lo que acabo de decir, con la mente, con la psique, con el ego o con la personalidad, por decirlo de formas distintas, estamos olvidando el cuerpo, y nos estamos identificando con la mente. Y entonces sucede lo que señalaba San Francisco de Asís cuando hablaba del pobre hermano asno, ya que San Francisco de Asís se identificaba con su espíritu, con su mente, y el cuerpo era "el pobre hermano asno". Por lo tanto él establecía una frontera entre la psique y el soma, entre la mente y el cuerpo. Esta imagen mental de uno mismo es muy frecuente: el yo del que cuelga el cuerpo. El hermano asno que está al otro lado de la cerca. Esto que acabamos de nombrar es un tipo de frontera que podemos establecer entre la mente y el cuerpo y como vemos, un tipo de frontera que se establece con mucha frecuencia.

Otra línea limítrofe, otro tipo de frontera, es la que puede establecerse entre la persona y la sombra, entre aquello con lo que nos identificamos y aquello que rechazamos, las facetas que perfilan a la persona y otras facetas que se rechazan, que son la sombra. Pongamos un ejemplo. En un político hay dos facetas, una vendría representada por lo que dice la persona, la forma como se define ante los que le votan, ante el público en general. Pero quizá no se da cuenta de otra imagen que también es la suya, que es lo que en Psicología Psicoanalítica se ha llamado "sombra", como puede ser el afán de poder. Este afán de poder puede permanecer incluso ignorado o rechazado, creyéndose, en cambio, solamente la parte aquella con la que él mismo se autodefine, lo que pretende ser, lo que dice al público que es, y que incluso él se llega a creer. Por lo tanto ya tenemos otra línea limítrofe que está entre la persona y la sombra.

Otra frontera, es la línea que nos separa de lo transpersonal. Hemos hablado de la línea que separa la sombra de la persona, también hay una línea que separa lo personal de lo transpersonal. ¿Y qué es la parte transpersonal de cada uno? La parte transpersonal de cada uno es la parte capaz de la percepción extrasensorial , del viaje astral , de la consciencia de Unidad con el Cosmos experimentada por los grandes místicos de todas las religiones... O sea, que nosotros habitualmente nos vemos separados de lo transpersonal, cuando esto en realidad tampoco debiera ser así, y establecemos unas líneas donde mejor que no las hubieran.

EL ESPECTRO DE LA CONSCIENCIA

Existen, como acabamos de ver, diversos niveles de identidad, existe un espectro de la consciencia. Hemos visto que para autodefinirnos y delimitarnos no nos sirve ni el documento de identidad ni siquiera la piel. Veamos pues cuáles son las posibilidades de identificación y cuáles son las líneas. El espectro de la consciencia que ahora vamos a estudiar trata de estas posibilidades de identificación y de estas líneas limítrofes que ya hemos mencionado pero que ahora las explicaremos más detalladamente. Son unas fronteras conflictivas que sería mejor que no existieran. Estas fronteras dice Ken Wilber que son como líneas de batalla, precisamente por su conflictividad. En este espectro de identificación podemos observar la evolución de la consciencia desde la vida uterina hasta llegar a la sabiduría mística.
Veamos esta sucesión de estadios propio del espectro de la consciencia que describe Ken Wilber,

Yo pleromático.

El primero de todos es el pleroma o estado oceánico. Se trata del estado del feto cuando aún está en el útero y también del recién nacido. No está aún desarrollado el sentido del yo. No existe el dualismo sujeto-objeto, no existe la separación entre interior y exterior, nada parece separar el cuerpo de su ambiente, existen sucesos, pero no como algo objetivo que ocurre. Esto, como digo, en el feto intrauterino o en el recién nacido, es el estado oceánico o pleromático.

El ámbito jungiano, bastante influenciado por Freud en este punto, así como psicólogos transpersonales de la talla de Ken Wilber, describen un estado “pleromático” del bebé, desde el que, poco a poco, a través de un estadio que Wilber denomina “prepersonal”, se produce una frontera entre un yo propio y una especie de yo ajeno. Es necesario distinguir la enorme diferencia base que supone esta etapa primitiva pleromático-autista de la indeterminación de fronteras yoicas, lo que tiene lugar después a través de los naturales y universales mecanismos de proyección – introyección. Pues, sería absurdo hablar de fusión y confusión con ningún objeto externo, léase por antonomasia la madre, en tanto en cuanto las cualidades de ese objeto no pueden ser introyectadas, sencillamente porque aún no son más que tenuemente percibidas.

Este término, tomado de la alquimia, implica que el yo se encuentra indiferenciado de el "cosmos material", o en palabras de Wilber (1980): "parece que ni el feto ni el recién nacido poseen una sensación de identidad claramente definida." Es decir, que el niño se encuentra sumergido en un estado "paradisíaco" de unicidad preconsciente, o sea ignorante de sí mismo. Este estadio adual y autístico, también se caracteriza por ser atemporal, aespacial y no objetal. Por lo tanto al no existir estos tres elementos para el recién nacido, todos los eventos son experimentados como parte de su yo pleromático frente a lo cual no hay para el niño limitación alguna. Esto es lo que Wilber (1980) denomina "la omnipotencia de la ignorancia".

* Estilo cognitivo: adualismo absoluto, sin objetos, aespacial.

* Clima afectivo: total y oceánico, omnipotencia incondicional, paraíso pleromático.

* Factores motivacionales: casi completamente ausentes, carencia de deseos y de elección.

* Modalidad temporal: atemporalidad prepersonal (o preconciente).

* Modalidad del yo: oceánica, protoplásmica, pleromática.

Yo urobórico-alimentario.

El segundo estado de consciencia y de identificación es el llamado uroboros alimentario. Pronto el niño aprende algo, aprende que existe un mundo objetivo independiente de sí mismo, independiente del propio niño. Contacta especialmente con el mundo de forma oral, con un ambiente que le alimenta, al que empieza a distinguir en forma de pecho que le alimenta. En este estadio puede aparecer el miedo primigenio. El niño puede temer ser tragado, serengullido o ser aniquilado por un mal pecho, que es su mundo exterior alimentario.

Ken wilber ubica el yo urobórico a principios de la etapa oral, se encuentra dominada por la psicología visceral a la que explica como: "la naturaleza inconsciente, la fisiología, los instintos, la percepción mesozoica y las descargas emocionales más rudimentarias". Esto significa que de la adualidad absoluta propia del yo pleromático, en la que no existe rastro alguno de significados, se pasa al reconocimiento de que existe algo distinto afuera de sí, un mundo que no es él mismo.

Uroboros es la imagen mítica de la serpiente que se muerde la cola, el término se refiere a aquello "encerrado en sí mismo" (autístico) e "incapaz de reconocer a otro" (narcisista, autocomplaciente). Este es el estadio de la temprana infancia, en donde aparece en el niño el germen de lo que posteriormente podrá llegar a ser un ego. En este punto el yo urobórico comienza a diferenciarse del mundo externo, un mundo global, indiferenciado y aún prepersonal, este entorno se denomina otro urobórico. Este otro urobórico se le manifiesta al niño en forma de sucesos y experiencias sensoriales básicas momentáneas, toda vía fuera del tiempo, del espacio y sin dirección aparente alguna (acausalidad). La fragmentación de la que "resultan" este yo reptiliano y un otro externo, corresponde al inicio de la fase oral descrita por la teoría psicoanalítica.

Es en este nivel, que el aún rudimentario yo conoce el miedo por primera vez. Este se manifiesta como la sensación de estar vulnerable a ser tragado y aniquilado por el otro urobórico (frecuentemente en forma de "mal pecho"); Wilber (1980) dice: "Dado que el uroboros puede tragarse al otro, teme a su vez sufrir el mismo destino." Este estadio, independientemente de cómo sea vivido, seguirá ejerciendo una fuerte influencia en los estadios posteriores hasta llegar a completar el desarrollo del ego mental.

* Estilo cognitivo: primera diferenciación sujeto-objeto, acausalidad, satisfacción "alucinatoria" de los deseos, proceso sensoriomotor temprano.

* Clima afectivo: euforia oceánica, miedo primordial.

* Factores motivacionales: impulso primitivo a la supervivencia, necesidades fisiológicas.

* Modalidad temporal: pretemporal.

* Modalidad del yo: urobórico arcaico, prepersonal, reptiliano, reflejo, alimentario.

Yo tifónico.

El tercer estadio es el yo corporal. El niño siente por fin e identifica el cuerpo físico como algo distinto del medio. Así como antes identificaba algo distinto a él , que era lo que le alimentaba, el pecho que le alimentaba o el proceso externo que le nutría, ahora, a los cuatro o seis meses, ya identifica a su propio cuerpo físico. Identifica primer o el cuerpo axial, el yo corporal interno. Luego identifica el cuerpo pránico: emergen las emociones, las protoemociones, emerge el instinto de supervivencia, y emerge el principio del placer y del displacer, en este cuerpo pránico de las emociones. Aparece luego el cuerpo imagen, la imagen del pecho que le nutre pasa a la imagen de la madre, la madre ya tiene una configuración definida. A los siete meses empieza a experimentar imágenes, es capaz de buscar un sonajero que ha sido ocultado bajo la almohada. A los dos años diferencia perfectamente el yo del no-yo, es capaz de tener imágenes permanentes de las cosas y de tener una imagen perfecta de su propio cuerpo.

Con todo ello llegamos a otro núcleo fundamental de Wilber: un proyecto universal, raíles sobre los que se encaminaría el destino, Atman, vista la historia de la humanidad bajo el prisma de lo transpersonal. Sería tocar los aspectos maduros del destino humano, ofreciendo un mapa detallado de los procesos que van desde el ego individual hasta la unidad con el cosmos, lo que es constante en este autor. Además presiona para que ello entre ya en las consideraciones científicas y culturales. El mapa comienza con el yo pleromático, en el que no hay diferencia con el mundo material, es la percepción del neonato, inespacial, atemporal e inobjetivo. A ello le sigue un uróboros alimentario, colectivo, arcaico, primordialmente oceánico, ya poseedor de cierta consciencia pero circular y urobórica. Tiene lugar al principio de la fase oral, en el miedo primario, y coincide con la omnipotencia mágica alucinatoria del psicoanálisis. Del monstruo que se muerde la cola pasamos al tifón, medio humano-medio serpiente. Un yo tifónico que evoluciona a través de un cuerpo axial que ya reconoce, un cuerpo pránico del que emergen ya emociones y un cuerpo imagen que da pie a la satisfaccion de los deseos y a la reducción de la angustia. Le sigue el yo social, con el que entramos en el lenguaje: símbolos y conceptos, con sus aspectos positivos y negativos. Pero hemos de tener en cuenta que así llegamos a una descripción del mundo, no al mundo, como señalaba Don Juan. Posteriormente le sucede un reino egoico marcado por un autoconcepto en el que están presentes fantasías, identificaciones, recuerdos, subpersonalidades, etc., vinculados a ese auto-concepto independiente que reprime la sombra, dando lugar a un yo fraudulento: la ya conocida "persona". Todo se mueve en un proceso de «traducción», proceso que se da cuando se cambian las cosas sin salir del nivel superficial, o saliendo de nivel, lo que supondrá una transformación regresiva o progresiva.

El tifón es una figura mítica mitad serpiente y mitad humana. Este estadio es en cierta forma, la transición del anterior estado de inmersión en la materia casi onírico (sustrato inconsciente), propio del yo pleromático y el uroboros-alimentario, a la identidad individual de una mente egoica. Dice Wilber (1980): "El niño muerde la manta y no le duele, pero se muerde el pulgar y le duele"… "Así pues, de la unidad material primordial emerge la primera sensación real de identidad, el ego corporal."

La triada característica de este estadio consiste en que el yo se diferencia de los objetos, los trasciende y entonces puede operar sobre ellos, usando como herramientas, únicamente las estructuras propias del cuerpo sensorio-motor. El yo, ahora como ego corporal, se encuentra dominado por los impulsos instintivos, el principio del placer-displacer, los estímulos y las descargas involuntarias (impulsos y procesos primarios descritos por Freud). Desde una perspectiva fisiológica, este estadio opera propiamente en el complejo reptiliano y el sistema límbico, y de ahí el nombre de yo tifónico, la total identificación con el cuerpo como unidad y la primera expresión de la individualidad.

Wilber diferencia dos subestadios dentro del yo tifónico:

Cuerpo axial y pránico:

* Estilo cognitivo: sensorio-motor, acausalidad, memoria de imágenes (imágenes axiales), exoceptual.

* Elementos afectivos: emociones elementales (miedo, avidez, ira, placer)

* Factores motivacionales: supervivencia inmediata, principio del placer-displacer

* Modalidad temporal: concreta, momentánea, presente inmediato.

* Modalidad del yo: sensorio-motor, narcisista.

Cuerpo imagen:

* Estilo cognitivo: paratáxico, proceso mágico primario, imágenes multivalentes, integridad sensorio-motriz.

* Elementos afectivos: emociones sostenidas, deseos, angustia, deseos rudimentarios.

* Factores motivacionales: satisfacción de los deseos, reducción de la angustia, supervivencia y seguridad duraderas.

* Modalidad temporal: presente extendido.

* Modalidad del yo: imagen corporal no refleja.

Yo social (o verbal-pertenencia).

El cuarto estadio de este espectro de la consciencia es el yo social. Aparece a partir de los dos años. Cuando emerge el lenguaje, emerge el pensamiento verbal y lógico, se aprende una descripción determinada del mundo a través del lenguaje, de la gramática y de la sintaxis. Del pensamiento pre-lógico pasa al pensamiento lógico. Adquiere la noción del tiempo: el siempre ahora, el continuo ahora, da paso al antes y al después. En una edad muy temprana, antes de los cuatro años, es aún normal que exista el pensamiento mítico y mágico, un pensamiento mítico y mágico que también existe normalmente en el hombre primitivo. Por ejemplo, citaré un caso: en una tribu primitiva africana puede ser normal que si llega al poblado un hombre blanco y aquel mismo día se da la circunstancia de que muere el jefe de la tribu, los nativos pueden relacionar una cosa con la otra, la llegada del hombre blanco y la muerte del jefe de la tribu, y atribuir la muerte del jefe de la tribu a la llegada del hombre blanco por un pensamiento mágico, pre-lógico. Pues bien, el niño, en esta edad, ya va traspasando la barrera del pensamiento pre- lógico y pasa al pensamiento lógico, adquiriendo el poder del lenguaje y de otros símbolos. El yo empieza a
diferenciarse del cuerpo de modo incipiente, y con un yo temporal y un yo social, entra en el mundo de los símbolos, de las ideas y de los conceptos.

En este nivel emerge y se va adquiriendo un lenguaje, lo cual implica una estructura cognitiva mucho más compleja que requiere una sintaxis perceptual concreta y un pensamiento lógico y verbal. Entre el pensamiento mágico propio del pleroma-uroboros y el yo tifónico, y este razonamiento existen un gran número de estadios "híbridos" en los que la magia y la sintaxis se entremezclan en proporciones diferentes. Dice Wilber: "Gracias al lenguaje, uno puede anticipar el futuro, hacer proyectos y organizar las actividades presentes en función de un objetivo ubicado en el futuro." En este punto el yo deja de estar completamente dominado por las exigencias instintivas y a través de la mente verbal va a "estructurar" su realidad con base a lo que su grupo social (primeramente sus padres) le imprime, formando un yo de "nombre y de palabra.

Este estadio según Wilber en cierto modo, corresponde a la fase anal-sádica del psicoanálisis (aunque el nivel de desarrollo de dicha etapa no se puede equipara con el desarrollo cognitivo ni con el ego, esta ha sido incluida en este punto porque coincide cronológicamente), o sea que en este punto el niño adquiere control de esfínteres y puede ya retardar o estimular ciertas necesidades fisiológicas. Los miedos propios de esta etapa son el miedo a perder partes del cuerpo (en forma de heces) y el miedo a la mutilación corporal.

* Estilo cognitivo: lenguaje autístico, pensamiento paleológico y mítico, cognición de pertenencia.

* Elementos afectivos: deseos temporales, gustos y disgustos.

* Factores motivacionales: raíces de la voluntad, el poder y la elección autónoma, sensación de pertenencia.

* Modalidad temporal: "control" y estructuración del tiempo, pasado y futuro.

* Modalidad del yo: modalidad verbal, yo temporal y social.

Yo egoico-mental.

El quinto estadio de este espectro es el yo mental egoico. Este es muy importante, porque para muchas psicologías y para muchas personas, es ya el estadio máximo. No obstante, como veremos, si nuestra evolución continúa, el individuo no termina aquí. Circunscribámonos a lo que se entiende por yo mental o egoico. A partir de aquella evolución verbal lógica que acabamos de explicar en el estadio anterior , entre los cuatro y los siete años aparece el ego mental coherente, y un pensamiento operacional , pensamiento capaz de operaciones coherentes e inteligentes. Y entre los siete y los veintiún años, aparece el ego y la persona como etapa superior de este pensamiento operacional , capaz de operaciones coherentes e inteligentes que, como digo, para muchos ya es la etapa máxima. Pero es básico comprender que ésta no es, ni con mucho, la etapa máxima. Exponer esto va a ser nuestro objetivo principal, el que demuestra lo que está más allá del ego, lo transpersonal y perenne.

Pero, de momento, continuemos hablando de esta etapa mental egoica. En esta etapa ya sabemos que se establece una especie de diálogo interno, muy bien conocido por la Psicología Transaccional, Padre-Adulto-Niño, Super yo-Yo-Ello. Una especie de diálogo interno de estas tres subpersonalidades o facetas de la persona, que continúa toda la vida, y que forma parte del núcleo de nuestra personalidad. En esta época se establece el dualismo persona-sombra. ¿Qué es la persona? La persona es la máscara social , lo que creemos ser, lo que Antonio Blay llama el "yo idea", la idea de lo que nosotros pensamos ser: la persona padre, la persona esposo, la persona abogado, la persona alumno, la persona político... Pero cuando existe la persona, cuando nosotros creemos ser algo, cuando nos identificamos con algo, con estas subpersonalidades, con este "yo idea" de Antonio Blay, entonces también hemos de tener en cuenta que existe la sombra de esta persona, la persona sumergida, inconsciente. La persona es de lo que somos conscientes, la sombra es de lo que no somos conscientes, los aspectos reprimidos, los aspectos instintivos. ¿Cuáles son estos aspectos instintivos a veces reprimidos y a veces no reprimidos? Estos aspectos instintivos pueden ser: el amor , el odio, la agresividad, el impulso sexual, el afán de poder, el afán de tener... Todas estas cosas existen en nuestra personalidad, y a veces las
ignoramos cuando nuestro yo se identifica con la persona y la tiende a idealizar. Por esto es
importante, y una tarea de la psicoterapia, distinguir entre la persona y la sombra, para tener la oportunidad de poder integrar estos impulsos inconscientes propios de la sombra, lograr que no sean nuestros enemigos si no nuestros amigos a quienes podamos reconducir por donde queramos. Que no sea el afán de poder propio del político su propio enemigo inconsciente, sino que este afán de poder sea un impulso que él sepa conducir convenientemente por donde quiera, integrándolo al afán de servicio que sin duda también poseerá.

La esencia del ego, dice Wilber es un concepto de uno mismo. "El ego es una constelación de conceptos imágenes, fantasías, identificaciones, recuerdos, sub-personalidades, motivaciones, ideas y datos ligados o vinculados a la sensación de identidad independiente." Si bien el ego ya se ha diferenciado del cuerpo, aún se encuentra anclado en la "musculatura voluntaria", por lo cual se puede explicar que los estados patológicos del ego, vayan acompañados de sus respectivas disfunciones musculares.

El comienzo de este estadio corresponde a la etapa fálica (al igual que el estadio anterior con la etapa anal-sádica, esta correspondencia es más bien cronológica) que trae consigo el final de la emergencia del súper-yo propiamente dicho. Según Wilber, más que de la imagen de los padres en sí, el súper-yo se forma a través de la introyección por vía auditiva de la relación que el niño tiene con ellos. Es decir que la relación externa padre-hijo se convierte en una relación interna entre dos subpersonalidades constituida por redes entrecruzadas, retroflexiones y diálogos interiorizados, y es esto lo que conforma el complejo denominado súper-yo.

No es sino hasta este estadio que Wilber habla de una edad específica (entre los 4 y los 7 años) en la que se constituye un ego más o menos cohesionado que se diferencia del cuerpo, trasciende el mundo biológico y en consecuencia puede operar sobre él. Esta triada (diferenciarse, trascender, operar) va a estar presente de alguna manera en cada uno de los estadios del desarrollo (incluso en los estadios transpersonales).

* Estilo cognitivo: sintáctico-social, proceso secundario, pensamiento verbal dialogístico, pensamiento operacional concreto y pensamiento formal.

* Elementos afectivos: conceptos y afectos, emociones dialécticas, especialmente la culpabilidad, el deseo, el orgullo, el amor y el odio.

* Factores motivacionales: fuerza de voluntad, autocontrol, metas y deseos temporales, necesidad de autoestima.

* Modalidad temporal: lineal, histórica, pasado y futuro prolongados.

* Modalidad del yo: egoico-sintáctico, concepto de uno mismo, estados egoicos pensante-dialogísticos, diversas "personas".

Hasta aquí se completa lo que Wilber llama "el arco externo" del Gran Ciclo de toda la vida. En el estadio del ego tardío (de los 12 a los 21 años), el individuo no sólo llega a dominar sus diversas personalidades, sino que también suele ya haber comenzado el proceso diferenciación y desidentificación que lo llevará a trascenderlas, para llegar así a descubrir por medio de la "transformación", una "unidad de orden superior".

Yo centáurico.

El sexto estadio de la consciencia es el yo centáurico, y resulta de la integración del cuerpo, la persona, la sombra y el ego. O sea, todo lo que hemos acabado de nombrar, todas las etapas anteriores, están integradas en esta etapa superior. Las etapas anteriores las podríamos simplificar y decir que son el cuerpo, la persona, la sombra y el ego. Y todo esto, integrado en un orden superior, es lo que constituye el yo centáurico. Es una integración, una autorrealización, una forma de hacerse autónomo, de avanzar en las posibilidades de uno mismo. Centauro viene del hombre-caballo. El centauro, medio caballo medio hombre, es una buena imagen de la mente-cuerpo totalmente integrados. Es el ideal de las terapias humanistas existencial es. En el existencialismo pasa a primer plano la propia existencia, y entonces se concibe esta integración del cuerpo y de la psique. De alguna forma, aquí empieza lo que se denomina el "arco interno". Hasta ahora, los estadios que he nombrado son lo que se llaman "arco externo", pero de alguna forma, cuando la consciencia se des-identifica del ego, cuando dice "yo soy algo más que el ego, quiero ir más allá del ego", cuando la consciencia reconoce al cuerpo, cuando reconoce al pobre
hermano asno, entonces, se des-identifica del ego y comienza un desplazamiento hacia el
centro que es el arco interno. Es en cierta manera un momento mágico, este reconocer el
propio cuerpo. Si bien hemos visto que llegar al ego era una meta necesaria para que una persona se pueda llegar a integrar en la sociedad, y para tener una plenitud operacional dentro de la sociedad, este reconocimiento del cuerpo, todo y pudiendo parecer que es un paso atrás, en realidad es un paso adelante, porque reconoce el potencial total, el flujo fisiológico emanador total, como dice Rogers, porque se hace plenamente responsable de su existencia en el mundo. Reconocer al cuerpo implica una autenticidad, una capacidad de vivir intensamente el presente, aquí y ahora, por encima del lenguaje, la lógica y la cultura, es como una etapa inicial de introspección mística. El yoga, por ejemplo, planifica la consciencia del cuerpo y de las energías superiores, el yoga empieza haciendo que uno se consciencie del cuerpo, de su respiración, de sus órganos, de su estado de relajación o desrelajación, y entonces es cuando se comienzan a intuir las verdades transpersonales. Aceptando el cuerpo, se acepta la proyección divina y lo que está detrás.

Este nivel se encuentra más allá del lenguaje, de la lógica y de la cultura (es transverbal y transcultural). Sin embargo Wilber subraya, que aunque si esta más allá de los conceptos y del ego, aún no trasciende la existencia, la orientación personal ni la conciencia psicofisiológica despierta, es decir, no ha llegado a un nivel transpersonal. "Se trata en suma, del último estadio que se halla dominado por las formas normales de espacio y tiempo y que esas formas, por tanto, siguen todavía estando presentes."

Aún así el "centauro existencial" constituye una unidad integral superior al ego, al cuerpo, a la persona y a la sombra, además de ser una importante transición hacia los dominios sutiles y transpersonales superiores.

* Estilo cognitivo: visión-imagen transverbal, fantasía superior, síntesis de los procesos primario y secundario, transconcensual.

* Elementos afectivos: comprehensión, espontaneidad, impulso de expresión, supersensorial, sinceridad.

* Factores motivacionales: intencionalidad, deseo creativo, significado, voluntad espontánea, autorrealización, autonomía.

* Modalidad temporal: anclado en el momento presente, conciencia del tiempo lineal como desglose del presente.

* Modalidad del yo: integrado, autónomo, transbiosocial, cuerpo-mente global.

Los reinos sutiles.

Para poder tener una idea de más o menos en que consisten los estadios que el yo puede llegar a comprender a partir de este punto, Wilber considera que es necesario recurrir a los grandes sabios y místicos que las grandes tradiciones sagradas han dado a la humanidad. Afirma que estos coinciden unánimemente a la hora de describir los "niveles superiores de la naturaleza humana", donde la conciencia comienza a ser transverbal y transpersonal.
A partir de aquí, vamos a hablar de los reinos transpersonales, más allá de la persona, y estos reinos transpersonales son: el sutil y el causal. Empecemos, como he dicho, por el yo sutil. Y aquí podemos distinguir entre un yo sutil interior y un yo sutil superior.

Yo sutil inferior.

El séptimo estadio es el yo sutil. Hasta ahora, hemos hablado de reinos ordinarios:

el cuerpo, la persona, la sombra, el ego y el Centauro.

Que según Aurobindo constituyen la mentalidad física, crepuscular u oscura, una porción muy limitada de la individualidad humana.
El nivel sutil, esta "conformado" por los planos astral y psíquico. Dice Wilber: "Independientemente de que uno crea o no en la existencia de estos niveles, ahí es donde se dice que existen (o, mejor dicho, donde se dice que alcanzan su plena madurez).
El yo sutil inferior o plano astral psíquico es el reino de las experiencias extracorporales, conocimientos "ocultos", las auras, la "verdadera magia", los "viajes astrales", el reino de los poderes paranormales, el reino del tercer ojo, de los fenómenos psíquicos: percepción extrasensorial, clarividencia, telepatía, precognición, psicokinesias... Es un reino que trasciende las capacidades normales. Se le puede llamar reino astral psíquico.

* Estilo cognitivo: percepción y cognición clarividentes, extraegoico y extrasensorial.

* Elementos afectivos: sensibilidad transpersonal, suprasensorial (etapa posterior al centauro suprasensorial).

* Factores motivacionales: "poderes" e impulsos paranormales y parapsicológicos

* Modalidad temporal: transaxial o transfísico, "punto de partida" del tiempo, precognición y postcognición.

* Modalidad del yo: astral-psíquico.

El hecho es que, dice Wilber ,"la conciencia, al diferenciarse de la mente o del cuerpo, llega a ser capaz de trascender las capacidades normales de la mente corporal ordinaria y a operar sobre el mundo y el organismo de una forma que a la mente ordinaria le parece inverosímil."

Yo sutil superior.

Continuemos de la mano de Ken Wilber y hablemos ahora del yo sutil superior. El yo sutil superior es el reino de la intuición religiosa y de la inspiración literaria superior. Un reino en el que pueden ocurrir visiones simbólicas, donde cabe la luz azul, dorada o blanca. Donde caben las iluminaciones audibles, y el resplandor sobre resplandor. Donde caben las presencias superiores, guías o entes angélicos. El resplandor primordial , dice Ken Wilber, nos proyecta a nosotros. Este es el reino de los arquetipos superiores. Vemos la forma o presencia divina en nuestro propio arquetipo. Según Ken Wilber nos da una imagen de nuestra naturaleza esencial , sin perder nuestra identidad. En este estadio no perdemos nuestra identidad, nos fundimos con las presencias o formas divinas. En este reino sutil superior es característico la existencia de presencias o formas divinas.

Podríamos decir que el ser humano a través del conocimiento de sí mismo, ha llegado aquí a realizar el conocimiento de Dios. Wilber dice: "Pero no se trata de un Dios ontológicamente ajeno y que se halle desvinculado del cosmos, de los seres humanos y de la creación en general, sino de Dios como el arquetipo supremo de la propia Conciencia."

* Estilo cognitivo: intuición e inspiración real, Forma arquetípica, iluminaciones audibles, inspiraciones luminosas y sonoras.

* Elementos afectivos: rapto (éxtasis), beatitud, liberación extática en la supraconciencia.

* Factores motivacionales: Compasión, Amor y Gratitud.

* Modalidad temporal: transtemporal, entrada en la eternidad.

* Modalidad del yo: arquetipo divino, sobre-yo, sobremente.

Los reinos causales.

Yo causal.

El octavo estadio de este espectro de la consciencia es el yo causal, también transpersonal. En el estadio sutil superior, citado antes, el yo se disolvía en la divinidad arquetípica. En este estadio causal, también podemos distinguir: un causal inferior y un causal superior.

Causal inferior.

Ahora la divinidad arquetípica, en este causal inferior, se disuelve en el Dios final , luz audible extraordinariamente sutil. El Dios final es la esencia de todas las divinidades arquetípicas, y el yo es este Dios final, bienaventuranza resplandeciente.

El primer nivel causal denominado Self causal inferior, representa la culminación de los sucesos que comenzaron en el nivel sutil superior. Es decir, que el Arquetipo divino que anteriormente reabsorbió los niveles inferiores del yo, es ahora condensado y disuelto en el "Dios final". Citando a Wilber "Este Dios final no es mas que el fundamento, o esencia, de todas las manifestaciones arquetípicas y divinas evocadas, y a continuación, objeto de identificación, de los reinos sutiles. En la región causal inferior todas estas formas arquetípicas vuelven a la Fuente, al Dios final y, por el mismo motivo, el Self se manifiesta como el Dios final y la conciencia asciende a un nivel superior y se identifica con ese Resplandor".

* Estilo cognitivo: iluminación final, esencia de la revelación audible.

* Elementos afectivos: beatitud resplandeciente.

* Factores motivacionales: sólo Amor en la Unidad trascendente.

* Modalidad temporal: plenamente transtemporal, eterna.

* Modalidad del Self: Dios final, Fuente de todas las Formas arquetípicas.

Causal superior.

Aquí encontramos la evolución superior, más allá de aquí ya no podemos ir, en este causal superior ya no hay yo, ni Dios final, ni sujetos, ni nada, sólo existe consciencia del Ello. Es un éxtasis perfecto, un resplandor primordial, un amor , una autorrealización informe y transpersonal, y por supuesto transtemporal, es un ser sin consciencia del yo, es como transformarse auténticamente en Dios, en la consciencia de Dios, es la transformación del yo con Dios. El sujeto que antes siempre veía al objeto enfrente de él, ahora es como si se hubiera transformado él en todos los objetos posibles.

Entonces en el nivel causal inferior, la "Divinidad-Self" retorna a su fuente y se disuelve en el Dios final. En el nivel causal superior, ese "Dios-Self" final es reabsorbido y se disuelve en lo Sin Forma. Cada paso hasta este punto, supone una intensificación (que no una pérdida) en la conciencia, que lleva al yo a "olvidarse, incluso de sí mismo, hasta que todas las formas se "entregan" y regresan a la "Liberación Perfecta".

* Self cognitivo: desconocimiento o "perfecta ignorancia divina en la cesación", Conciencia ilimitada.

* Elementos afectivos: Resplandor primordial o Sin Forma, éxtasis perfecto.

* Factores motivacionales: sólo Amor-en-unidad trascendente, espontaneidad final.

* Modalidad temporal: transtemporal eterna.

* Modalidad del Self: Autorrealización Sin Forma, Testigo trascendente.


Resumiendo, pues, tenemos una evolución en todo este estudio del espectro de la consciencia de Ken Wilber. Tenemos una evolución que va desde el pleroma a estas etapas transpersonales. Repasemos: El pleroma, una in-diferenciación con lo que le rodea; el cuerpo, el yo se identifica con el cuerpo; la etapa del ego, el yo mental se desliga del cuerpo y se concibe como anexo al cuerpo; y el centauro, en el que ya empieza una etapa superior, con una integración humanista existencial y, paradójicamente, lo que parece que tendría que ser una regresión, es una evolución y el inicio de la evolución máxima. La evolución máxima que luego está representada en las etapas transpersonales: sutil y causal .


Descarga "Psicología Perenne" por Ramon Marquès.
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Fuentes:

"El espectro de la Conciencia"
Por Raquel Torrent
Psicóloga Colegiada
Terapeuta Integral/Transpesonal









Artículo enviado por Alberto B. Tenaglia



"Psicología Perenne" Versión año 2003.
CAPITULO XIII "El espectro de la Conciencia"







La visión transpersonal de Ken Wilber.
Por Bernardo González Venegas.


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