Cualquier creencia se puede hacer realidad si es sincera y apasionada. El ser humano actúa siempre de un modo coherente con sus creencias, sobre todo con las que se refieren a sí mismo. En este sentido, rechazamos la información que contradice lo que ya hemos decidido creer, tanto si nuestras propias creencias y prejuicios se basan en hechos reales o en la fantasía.
No hay peores creencias que las autolimitadoras, aquellas que genera usted mismo cuando se considera incapacitado para algo. Así, por ejemplo, podría pensar que posee menos talento que otros o que los demás son, de algún modo, superiores a usted; o también podría haber caído en la trampa, muy habitual por cierto, de venderse por debajo de sus posibilidades o de su auténtica capacidad.
Las creencias auto limitadoras actúan a modo de frenos de su potencial, le retienen, alimentan los dos grandes enemigos del éxito personal -la duda y el miedo-, le paralizan y hacen que vacile a la hora de asumir riesgos inteligentes, necesarios para el pleno desarrollo de sus genuinas capacidades.
Para progresar, para evolucionar hacia adelante y hacia arriba en su vida y en su profesión, debe desafiar continuamente sus creencias autolimitadoras; rechazar cualquier idea o sugestión relacionada con sus propias limitaciones; y aceptar como principio fundamental que usted es una persona sin límites, capaz de hacer todo lo que han hecho los demás.
En realidad, nadie es mejor que usted ni más inteligente que usted. Si a otros les van mejor las cosas se debe, en gran medida, a que han desarrollado más su talento y sus capacidades naturales, y a que han estudiado y aplicado las leyes de la causa y el efecto a su vida antes que usted. Es muy probable que pueda hacer todo lo que haya hecho cualquier otro individuo, siempre dentro de unos límites razonables.
Todo lo que se espera con confianza se convierte en una profecía infalible. Nuestra manera de pensar y de hablar sobre el futuro de las cosas nos convierte en adivinos en nuestra propia vida. Cuando se espera y confía que ocurra algo positivo, casi siempre se hace realidad, mientras que cuando se esperan cosas negativas, el destino no suele defraudarnos.
Las expectativas tienen un efecto extraordinario en quienes nos rodean. Lo que esperamos de la gente y de las situaciones determina, más que cualquier otro factor, nuestra actitud hacia ellas, devolviéndonos nuestra actitud, positiva o negativa, como si se tratara del reflejo de un espejo.
En su vida personal, sus expectativas respecto a lo que le rodea e incluso su futuro tienden a cumplirse y ejercen una poderosa influencia en la gente y en los sucesos, tanto para bien como para mal.
El ser humano es un imán viviente que atrae invariablemente a la gente, a las situaciones y a las circunstancias que están en armonía con sus pensamientos dominantes. Esta ley explica la mayoría de los éxitos y los fracasos en la vida; es tan poderosa, penetrante y omnipresente que influye en todo lo que hacemos o decimos e incluso en lo que pensamos o sentimos.
Todo lo que tiene en la vida, ha conseguido atraerlo hacía sí gracias a su modo de pensar y a su forma de ser. Y dado que puede cambiar estos dos factores, es decir, la forma de pensar y la forma de ser, puede cambiar también su vida.
Seguro que habrá oído decir en más de una ocasión: «Dios los cría y ellos se juntan» o «Los deseos se cumplen». Son diversas formas de expresar la ley de la atracción.
Los pensamientos son muy poderosos, constituyen una especie de energía mental que viaja a la velocidad de la luz y son capaces de superar cualquier obstáculo. Ésta es la razón, por ejemplo, por la que se puede pensar en una persona, a veces desde una gran distancia, y un segundo después, suena el teléfono.... ¡esa persona al habla! Los pensamientos han establecido contacto con ella.
Por Brian Tracy.
"Aquél, que no puede aullar, no podrá encontrar su manada."
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BELLEZAS DE GAIA
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