domingo, 24 de octubre de 2010

Séptima tarea: La indagación de los misterios

Una vez completadas con éxito sus tareas, Vasalisa le hace a la Yagá unas cuantas preguntas muy acertadas. Las tareas de esta fase son las siguientes:
Preguntar y tratar de aprender algo más acerca de la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida y de sus funciones (Vasalisa hace preguntas acerca de los jinetes).
Aprender la verdad acerca de la capacidad de comprender todos los elementos de la naturaleza salvaje ("saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona").
Todas empezamos con la pregunta "¿Qué soy yo realmente? ¿Cuál es mi trabajo aquí?". La Yagá nos enseña que somos Vida/Muerte/Vida, que éste es nuestro ciclo, nuestra especial percepción de lo profundo femenino. Cuando yo era pequeña, una de mis tías me contó la leyenda de "Las Mujeres del Agua" de nuestra familia. Me dijo que a la orilla de todos los lagos vivía una joven que tenía las manos viejas. Su primera misión era infundir tüz, algo que se podría traducir como alma o "fuego espiritual", en docenas de preciosos patos de porcelana. Su segunda misión era darles cuerda con unas llaves de madera insertadas en las plumas del dorso. Cuando se les acababa la cuerda, los patos se caían y sus cuerpos se rompían y entonces ella tenía que abanicar con su delantal a las almas que salían para enviarlas al cielo. Su cuarta tarea era volver a infundir tüz en otros preciosos patos de porcelana, darles cuerda y liberarlos hacia sus vidas...
El cuento del tüz es uno de los que con más claridad explican qué hace exactamente la madre de la Vida/Muerte/Vida con el tiempo de que dispone. Psíquicamente, la Madre Nyx, Baba Yagá, las Mujeres del Agua, La Que Sabe y la Mujer Salvaje constituyen distintas imágenes, distintas edades, distintos estados de ánimo y aspectos del Dios de la Madre Salvaje. La infusión de tüz en nuestras ideas, nuestras vidas y las vidas de los que se relacionan con nosotros es nuestra tarea. El envío del alma hacia su hogar es nuestra tarea. La liberación de una lluvia de chispas que llenan el día y crean una luz que nos permite encontrar el camino a través de la noche es nuestra tarea.


Vasalisa pregunta acerca de los jinetes que ha visto mientras trataba de encontrar el camino de la cabaña de Baba Yagá; el hombre blanco montado en el caballo blanco, el hombre rojo montado en el caballo rojo y el hombre negro montado en el caballo negro. La Yagá, como Deméter, es una vieja diosa madre-caballo, asociada con el poder de la yegua y también con la fecundidad. La cabaña de Baba Yagá es una cuadra para los caballos multicolores y sus jinetes. Las parejas de hombre-caballo hacen que el sol nazca y cruce el cielo de día, y extienden el manto de la oscuridad sobre el cielo nocturno. Pero hay más.
Los jinetes negro, rojo y blanco lucen los colores que antiguamente simbolizaban el nacimiento, la vida y la muerte. Estos colores también representan los antiguos conceptos del descenso, la muerte y la resurrección; el negro simboliza la disolución de los propios valores, antiguos, el rojo representa el sacrificio de las ilusiones que antaño se consideraban valiosas y el blanco es la nueva luz, la nueva sabiduría que procede del hecho de haber conocido a los dos primeros.
Las antiguas palabras utilizadas en la época medieval son nigredo, negrura; rubedo, rojez; y albedo, blancura, y describen una alquimia que sigue el ciclo de la Mujer Salvaje, la obra de la Madre de la Vida/Muerte /Vida. Sin los símbolos del alba, el ascenso de la luz y la misteriosa oscuridad, la mujer no sería lo que es. Sin el crecimiento de la esperanza en nuestros corazones, sin la luz estable, de una vela o de un sol, que nos permita distinguir una cosa de otra en nuestra vida, sin una noche en la que todas las cosas se serenan y de la que todas las cosas pueden nacer, nosotras tampoco podríamos utilizar con provecho nuestras naturalezas salvajes.
Los colores del cuento son extremadamente valiosos, pues cada uno de ellos posee su naturaleza mortal y su naturaleza vital.
El negro es el color del barro, de lo fértil, de la sustancia esencial en la que se siembran las ideas. Pero el negro es también el color de la muerte, del oscurecimiento de la luz. Y el negro tiene incluso un tercer aspecto. Es también el color asociado con aquel mundo entre los mundos en el que se asienta La Loba, pues el negro es el color del descenso. El negro es la promesa de que muy pronto la mujer sabrá algo que antes no sabía.
El rojo es el color del sacrificio, de la cólera, del asesinato, del ser atormentado y asesinado. Pero también es el color de la vida vibrante, de la emoción dinámica, de la excitación, del eros y del deseo. Es un color que se considera una poderosa medicina contra las dolencias psíquicas, un color que despierta el apetito. Hay en todo el mundo una figura conocida como la madre roja. No es tan famosa como la madre negra o la virgen negra, pero es la guardiana de las "cosas que brotan". Es especialmente invocada por aquellas que están a punto de dar a luz, pues quienquiera que abandone este mundo o venga a este mundo tiene que cruzar su rojo río. El rojo es la promesa de que está a punto de producirse un crecimiento o un nacimiento.
El blanco es el color de lo nuevo, lo puro, lo prístino. Es también el color del alma liberada del cuerpo, del espíritu liberado del estorbo de lo físico. Es el color del alimento esencial, la leche de la madre. Por contra, es también el color de la muerte, de las cosas que han perdido su aspecto más favorable, su torrente de vitalidad. Donde hay blancura, todo es de momento una tabula rasa en la que no se ha escrito nada. El blanco es la promesa de que habrá alimento suficiente para que las cosas empiecen de nuevo, de que el vacío se llenará.
Aparte de los jinetes, tanto Vasalisa como su muñeca visten de rojo, blanco y negro. Vasalisa y su muñeca son el anlagen alquímico. Juntas dan lugar a que Vasalisa sea una pequeña Madre de la Vida/Muerte/Vida en ciernes. El cuento tiene dos epifanías o revelaciones. La vida de Vasalisa se revitaliza gracias a la muñeca y a su encuentro con Baba Yagá y como consecuencia de ello, gracias a todas las tareas que aprende a dominar. Hay también dos muertes en el cuento: la de la inicial madre demasiado buena y la de su familla putativa. Pero enseguida nos damos cuenta de que son unas muertes necesarias pues al final infieren a la joven psique una vida mucho más plena.
De ahí la importancia del dejar vivir y el dejar morir. Se trata del ritmo básico natural que las mujeres tienen que comprender y vivir. Cuando se capta este ritmo, se reduce el temor, pues podemos anticiparnos al futuro, a los temblores del suelo y a los vaciamientos de lo que aquél contendrá. La muñeca y la Yagá son las madres salvajes de todas las mujeres; las que nos ofrecen las perspicaces dotes intuitivas del nivel personal y del divino. Ésta es la gran paradoja y enseñanza de la naturaleza instintiva. Es una especie de Budismo Lobuno. Lo que es uno es dos. Lo que es dos es tres. Lo que vive morirá. Lo que muere vivirá.
A eso se refiere Baba Yagá al decir "saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona". Hay cierta cantidad de cosas que todas debemos saber a cada edad y en cada fase de nuestra vida. En el cuento, conocer el significado de las manos que aparecen y extraen el aceite del maíz y de las semillas de adormidera, sustancias ambas que pueden dar la vida y la muerte en sí mismas y por sí mismas, es querer saber demasiado. Vasalisa hace preguntas acerca de los caballos, pero no acerca de las manos.


El Inconsciente Cognitivo

Diariamente nos vemos en la necesidad de decidir, ya sea en el ámbito social, económico, político y principalmente en lo personal. Desde el momento en que despertamos, debemos constantemente tomar decisiones, la mayoría de ellas inmediatamente pensadas, elaboradas y aplicadas, pues requieren un análisis simple y directo; sin embargo, no siempre es fácil adoptar la mejor alternativa y evitar las dificultades que se presentan para elegirlas.
En la actualidad existe cada vez más evidencia empírica de activación y desarrollo de representaciones mentales de información que nos pasa inadvertida: es lo que podríamos llamar el inconsciente cognitivo.
La mente humana, a nivel de su base física más directa, el cerebro, constituye un sistema cognitivo capaz de registrar, elaborar, almacenar, recuperar, utilizar y, en último término, verse afectado por gran cantidad y variedad de información, incluso de forma simultánea. Sin embargo, tenemos la impresión subjetiva de manejar sólo una pequeña fracción de esa información: aquélla de la que tomamos conciencia, después de haberla sometido a numerosas operaciones de elaboración y transformación. A este respecto, aunque se sabe que no solemos tener conciencia de las operaciones de cómputo y transformación a las que sometemos los elementos manejados en los procesos de percepción, aprendizaje, recuerdo, pensamiento, etc., se considera que sí somos conscientes de los productos de estos procesos. Es lo que podríamos llamar supuesto de correspondencia entre cognición y conciencia. Y eso no sólo es una impresión subjetiva personal. De algún modo también ha sido la posición dominante en la psicología científica. Tradicionalmente se ha considerado que los contenidos de los procesos cognitivos, al menos sus productos finales, acceden a la conciencia y, por tanto, a éste nivel no habría más contenidos cognitivos que los manejados de forma consciente.
Hoy en día podemos entender que hay una parte de nuestra mente que responde a la razón y otra que actúa por su cuenta. La mente consciente es la que necesita la intervención de la razón para tomar decisiones y llegar a conclusiones. La mente inconsciente se encarga de aquellas tareas que pueden realizarse sin necesidad de intervención consciente.Es cierto que numerosos pensadores y científicos, incluidos algunos psicólogos, vienen sosteniendo desde antiguo que no somos conscientes de todos los contenidos mentales activos, con incidencia en el comportamiento. Pero no será hasta finales del s. XX cuando la idea de cognición sin conciencia toma cuerpo a nivel científico. Hoy el supuesto de que la mente humana maneja bastante más información que la que accede a la conciencia es central en teoría cognitiva. Se asume con frecuencia la existencia de cognición inconsciente en los ámbitos de la percepción y la memoria, se considera que seguramente también se da en muchos procesos de aprendizaje, y se comienza a plantear incluso en el ámbito del pensamiento. Ahora bien, una cosa es asumir que no acceden a la conciencia buena parte de los contenidos manejados por la mente, y otra muy distinta demostrar su naturaleza genuinamente inconsciente.

Unas pinceladas sobre la conciencia

Es cierto que, el asunto de la conciencia resulta enormemente complejo y difícil de acotar. En el fondo sigue siendo una suerte de "agujero negro" casi insondable para la ciencia. Aun así, se puede asumir que tal atributo fenoménico humano no es un epifenómeno, funcionalmente inútil: surge como un recurso adaptativo en la evolución de la especie. En primer lugar, nos proporciona la dimensión subjetiva, por la que experimentamos directamente, "sentimos", muy diversos contenidos mentales (sensaciones, percepción de objetos y eventos, recuerdos, ideas, expectativas, sentimientos, deseos, decisiones...), sin necesidad de tener que inferirlos indirectamente, o de que nos los tenga que señalar otra persona, un experto, por ejemplo, a partir de nuestras re/acciones.
Por otra parte, la conciencia no se limita a recoger los resultados de "subir el volumen" a los contenidos inconscientes de la mente. Sus contenidos resultan de integrar y dar sentido a diferentes elementos informativos de niveles inferiores de procesamiento, con el objeto de hacerlos más funcionales. Tendemos a tomar conciencia de los eventos al nivel más elevado y operativo para la actividad prioritaria en curso. Por ejemplo, cuando leemos o escuchamos mensajes verbales muchas veces no tomamos conciencia de los detalles y rasgos sensoriales que los integran, a veces ni siquiera de las palabras concretas empleadas, sino que tendemos a abstraer y tomar conciencia de su contenido semántico, su significado, que suele ser lo funcional en estos casos. Sin embargo, un corrector de pruebas de imprenta seguramente toma conciencia no sólo de las palabras, sino también de las letras e incluso de los trazos y detalles gráficos que las integran, para verificar que no hay erratas, obviando, si acaso, el contenido semántico. Esto es lo funcional para él. En definitiva, el sistema cognitivo no es pasivo al representar a nivel subjetivo la información: la conciencia es constructiva e integradora.
También, se considera que su intervención es necesaria y determinante en aquellas situaciones para las que no disponemos de una respuesta rutinaria en nuestro repertorio. La conciencia es la base de las acciones deliberadas. Las personas sólo ponemos en marcha actuaciones de este tipo a partir de o con respecto a información manejada de forma consciente. La información procesada inconscientemente podrá desencadenar reacciones reflejas y automáticas, pero no acciones deliberadas dirigidas a (o por) esa información. La conciencia forma parte esencial del ejecutivo central y su sistema de control, que permite la actuación e inhibición selectivas, anticipar, simular y planificar mentalmente. La conciencia resulta, pues, funcional, y marca una diferencia, con frecuencia cualitativa e importante, respecto del funcionamiento del sistema a nivel inconsciente.
El sistema cognitivo tiene en este plano también peculiaridades "negativas" importantes. Entre ellas, destaca su gran limitación. La conciencia es muy limitada, tanto en términos de amplitud de aprehensión (cantidad de información que puede manejar a la vez) como de resolución temporal (tiempo que tarda en cristalizar una representación en la conciencia).
En lo que concierne a la primera limitación, se especula con la probabilidad de que la conciencia sea sustancialmente secuencial: con capacidad para manejar sólo una fuente de información en cada momento. De ahí que, por poner un ejemplo más radical que ecológico, en la estimulación dicóptica, en la que se presenta a la vez una imagen diferente en cada ojo, dando lugar a rivalidad binocular, tendemos a tomar conciencia sólo de la imagen aportada por uno de los ojos, preferentemente el dominante, aunque puedan llegar a alternarse ambas en un acceso sucesivo a la conciencia. En definitiva, aunque sólo accede a la conciencia una imagen, se registran las dos, además de otra mucha información que también se puede estar registrando en ese momento.
Por lo que respecta a la segunda limitación, a nivel consciente el sistema se caracteriza por una resolución temporal bastante lenta. Se calcula que la toma de conciencia de cualquier evento, por simple que sea, requiere del orden de un cuarto de segundo, cuando menos. Sin embargo, se ha estimado que el cerebro codifica la mayor parte de la información que recibe, incluso tratándose de patrones bastante complejos, como rostros humanos, en los primeros 100 milisegundos. A nivel de manejo subjetivo de representaciones fenoménicas las limitaciones del sistema humano de procesamiento de información resultan excepcionales.
Además, tales limitaciones determinan otra característica básica, peculiar de la conciencia: la tornan muy selectiva. El sistema cognitivo se ve obligado a operar a este nivel de modo especialmente restrictivo. Suele "tomar nota" expresa sólo de la información funcional relevante para la tarea prioritaria en curso, máxime si ésta no es automática. A este respecto, aunque sólo se puede tomar a título orientativo, se ha estimado que mientras el sistema cognitivo maneja en torno a once millones de bits de información por segundo, sólo toma conciencia de 50, como mucho. Todo ello permite que en el medio natural se den y en el laboratorio se puedan crear situaciones en las que los sentidos registran abundante información que no alcanza el plano subjetivo. Sin embargo, seguro que a nivel funcional no se pierde toda esa información, por cuanto parte es procesada por el sistema mental más allá de su mero registro sensorial: se trataría de cognición sin conciencia, que invalida el supuesto de correspondencia.

Inconsciente Cognitivo

A pesar de los prejuicios que se puedan tener con la idea del inconsciente, la verdad es que ni es mejor ni peor que la mente consciente, es simplemente distinta. Cuando aprendemos algo, primero somos conscientes de lo que hacemos, por ejemplo al conducir un coche, pero cuando llegamos a dominar la tarea se vuelve inconsciente, ya no tenemos que pensar en ella. La ventaja de la mente inconsciente es que toma las decisiones por reflejo, y en paralelo. Por una parte porque traduce lo que percibe a una sensación de manera automatica, sin necesidad de pensar, y por otra, porque puede intervenir por sí misma si considera que no necesita confirmarlo con tu mente consciente.
Así como el inconsciente se dedica a automatizar tareas mecánicas, también se encarga de decidir cómo reaccionar ante ciertos estímulos. Por ejemplo, mucho de lo que nos ocurre en las interacciones sociales está regido por el inconsciente. Lo que hay que entender es que el inconsciente trata de ayudarnos siempre como mejor puede, pero es un como un niño pequeño y se fija sólo en lo que entiende de manera inmediata. De manera que si empleamos mucho esfuerzo en algo, el inconsciente entenderá que se trata de algún propósito muy importante para nosotros. Si algo ocurre que nos hace sentir mal, el inconsciente querrá evitarlo la próxima vez. Aprender una habilidad es como aprender una conducta, se trata de hacer que el inconsciente sea capaz de encargarse de algo. Ya sea a realizar una tarea a base de repetir las acciones, o a reaccionar de otra manera en cierta situación a base de cambiar nuestras emociones. Una de las maneras que tiene el inconsciente de aprender es mediante el circuito estimulo-respuesta . Como el perro de Pavlov, nosotros también aprendemos a asociar un estimulo externo con una respuesta interna de manera inconsciente.Como ya es obvio a estas alturas, la noción de inconsciente manejada en la psicología científica actual se centra en sus contenidos cognoscitivos, frente a los afectivos y motivacionales enfatizados por la teoría dinámica freudiana. Freud planteó una noción de inconsciente integrado, principalmente, por deseos y sentimientos que, por generar angustia y resultar inaceptables, las personas mantienen fuera de la conciencia mediante diferentes mecanismos de defensa, como la represión. Pero, aun así, tales afectos continuarían operando de forma soterrada y, por tanto, siguirían psicológicamente activos. Desde este punto de vista, cabe hablar de inconsciente afectivo-motivacional, planteado como un supuesto a nivel clínico, más que científico. Por su parte, según la psicología experimental el sistema mental humano, debido a sus limitaciones, no tiene conocimiento consciente de muchos procesos y contenidos cognitivos que, pese a ello, siguen operativos y tienen incidencia psicológica mediante operaciones automáticas. Es lo que podríamos denominar inconsciente cognitivo, cuyo análisis históricamente comenzó en el ámbito de la percepción.

La percepción es un proceso multifásico complejo, en el que suele acceder a la conciencia únicamente su contenido o producto final. Cuando nuestros sentidos registran eventos estimulares, como pueden ser un cocodrilo, una fotografía de este animal o la palabra 'cocodrilo', la percepción de cada uno de esos estímulos conlleva numerosas operaciones de codificación de diferentes elementos informativos que, finalmente, integramos en un evento unitario, con significado: cocodrilo, en su forma natural o en alguna de las mencionadas representaciones codificadas. Es de estos objetos o eventos significativos de los que solemos tomar conciencia, sin que la tomemos necesariamente de los elementos informativos de bajo nivel (texturas, líneas, perfiles, sombras, colores, planos, formas, parámetros, etc.) que los integran, ni de las operaciones cognitivas por las que percibimos como y lo que percibimos.
Sin embargo, debido a los parámetros de los estímulos y de su entorno, a las limitaciones de la conciencia o a ciertas lesiones cerebrales, en ocasiones ni siquiera acceden al plano fenoménico los productos finales de los procesos perceptivos, aún cuando algunos estímulos pueden ser procesados hasta un nivel significativo y profundo. En este caso hablamos de percepción inconsciente, que podemos definir como el registro de estímulos que, pese a que pasan inadvertidos, activan la representación mental de la información ligada a ellos almacenada en el sistema de conocimiento, con los correspondientes efectos psicológicos.

Cuando acumular información significa saber menos


Según un nuevo estudio, cuando llega el momento de las decisiones complejas es mejor dejar funcionar a la mente inconsciente, parece que pensar y repensar en los problemas podría llevar a cometer errores graves.
Antes de la decisión está la realidad sobre la que decidirse. La razón es posterior a la experimentación. Hoy en día, especialmente, entre la fenomenología, el suceso, y la decisión, se entrometen miríadas de datos que, en principio, parecen estar ahí para ayudarnos a ver los hechos mejor. Al menos esa es la premisa de la que partimos. Pero, en realidad, lo que está ocurriendo constantemente es que la densidad de la información que nos abruma distorsiona nuestra aprehensión de los fenómenos y obnubila de un modo trágico nuestro razonamiento alrededor de ellos. Aún peor: la información por sí misma se acaba convirtiendo demasiadas veces en la única realidad.
La investigación sugiere que deberíamos confiar en la mente consciente solo para decisiones sencillas, como hacer la lista de la compra. Consultar con la almohada las decisiones muy importantes para nuestra vida, como cambiar de trabajo o mudarse de ciudad, conducirá probablemente a un resultado que dejará más satisfecho a quien así lo haga, que a quien sopese conscientemente los pros y los contras del problema. Pensar duramente en una decisión compleja que depende de múltiples factores parece engatusar a la mente consciente, de modo que la gente solo considera un subconjunto de la información que han sopesado inapropiadamente, lo cual da como resultado una decisión insatisfactoria. En cambio, la mente inconsciente parece ser capaz de ponderar el total de la información y producir una decisión que dejará satisfecha a la mayoría de las personas. Sin embargo, para que la mente inconsciente sea más aguda y funcional, necesita instrucción, adiestramiento o ejercicio, como por ejemplo resolver una serie de rompecabezas, crucigramas, problemas de aritmética, etc..., así como motivación y expectación.

“En algún momento de nuestra evolución, comenzamos a tomar decisiones conscientemente,
y no somos demasiado buenos en eso.
Deberíamos aprender a dejar que nuestro inconsciente manejara las cosas complicadas”.

Las mejores decisiones se toman sin pensarlo dos veces. Sin parpadear ni dudar. Aquellas cosas que hacemos casi por impulso son muchas veces más acertadas que decisiones que llevan mucha reflexión e inversión de tiempo. Sin embargo este tipo de reacciones impulsivas son correctas en cuanto a decisiones relacionadas sólo a ciertos ámbitos de la vida, como pueden ser situaciones de emergencia y riesgo, donde el instinto sale a florecer para iluminar parte del camino.
Pablo Wizenberg, médico psquiatra especialista en trastornos de ansiedad y calidad de vida, explica que “la diferencia es que razonar es un proceso, un trabajo que realiza la mente a voluntad. Y pensar es lo que hace todo el tiempo la mente, el trabajo permanente de nuestro cerebro. Se puede pensar sin razonar, pero no al revés porque implicaría muerte cerebral”.
Los resultados de esta investigación demuestran que tomar decisiones rápidas en el subconsciente es más confiable que utilizar procesos cognitivos de alto nivel para tomar una decisión. Las funciones conscientes o de alto nivel del cerebro, cuando se activan, vetan nuestra decisión inicial subconsciente, incluso cuando ésta es la correcta. Esto nos vuelve desapercibidos o desconfiados de nuestros instintos y nos deja en una desventaja inmediata, tomando decisiones incorrectas ante determinadas situaciones.

Malcolm Gladwell, escritor de The New Yorker, afirma en su libro “Blink: el poder de pensar sin pensar”, que el cerebro humano está conectado para tomar decisiones rápidas y que razonar o saber demasiado acerca de un tema pueden conducir a una decisión incorrecta. Esto se da en gran parte a que al saber más acerca de un aspecto, se tengan en cuenta datos irrelevantes. Generalmente valoramos más el conocimiento que se apoya en un cuidadoso análisis (lógico y sistemático) de todas las opciones disponibles, que el conocimiento proveniente de nuestras intuiciones. Sin embargo, el pensamiento sistemático no siempre es preciso y, con frecuencia supone demasiado tiempo y espacio. Aunque no estamos acostumbrados a valernos de nuestra intuición ni del conocimiento derivado de las mismas, hay buenos indicios de que, a veces, podemos tomar mejores decisiones con tan sólo un abrir y cerrar de ojos (parpadeo o Blink en inglés). Este es el caso de, por ejemplo, la gente que debe tomar decisiones bajo presión: bomberos, enfermeras, cirujanos, deportistas y militares, entre otros.
Este concepto de ejercitar el inconsciente cognitivo, de pensar sin pensar, es similar al estado de "Mushin" propio de la filosofía budista, del Zen y de las artes marciales.


Fuentes:

Cuando yo era joven, le pedí a mi amiga Bulgana Robnovich, una anciana narradora de cuentos del Cáucaso que vivía en una pequeña comunidad agrícola rusa de Minnesota, que me hablara de la Baba Yagá. ¿Cómo veía ella la parte del cuento en la que Vasalisa "comprende sin más" que tiene que dejar de hacer preguntas? Mirándome con sus ojos sin pestañas de perro viejo, me contestó: "Hay ciertas cosas que no se pueden saber." Después esbozó una cautivadora sonrisa, cruzó sus gruesos tobillos y eso fue todo.
Tratar de comprender el misterio de los criados que aparecen y desaparecen bajo la forma de unas manos incorpóreas es como intentar comprender en su totalidad la esencia de lo numinoso. Aconsejando a Vasalisa que no haga la pregunta, tanto la muñeca como la Yagá la advierten del peligro que supone el hecho de indagar en exceso acerca de la numinosidad del mundo subterráneo, y es bueno que lo hagan, pues, aunque visitemos este mundo, no conviene que nos dejemos seducir por él y nos quedemos atrapadas allí.
Aquí la Yagá alude a otra serie de ciclos, los ciclos de la vida femenina. A medida que los vive, la mujer va entendiendo cada vez más estos ritmos femeninos interiores, entre ellos, los de la creatividad y el alumbramiento de hijos psíquicos y quizá también humanos, los ritmos de la soledad, el juego, el descanso, la sexualidad y la caza. No hay que esforzarse, la comprensión vendrá por sí sola. Debemos aceptar que ciertas cosas no están a nuestro alcance, aunque influyen en nosotras y nos enriquezcan. En mi familia hay un dicho: "Ciertas cosas son asunto de Dios."


Por consiguiente, cuando finalizan estas tareas, "el legado de madres salvajes" es más profundo y la capacidad intuitiva emana tanto del lado humano como del lado espiritual de la psique. Ahora tenemos a la muñeca de maestra por un lado y a la Baba Yagá por el otro.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"




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