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domingo, 19 de diciembre de 2010

Relajación yóguica

La práctica de la relajación yóguica conduce fácilmente y rápidamente al descanso verdadero. Se puede aprender con mucha facilidad a relajarse profundamente y a recuperar de forma rápida la energía que se ha consumido anteriormente, por medio de la práctica del Shavasana (la posición “clásica” para la relajación) así mejorando la calidad del sueño y recargando regularmente al cuerpo con energía vital.


Cuando el cuerpo y la mente trabajan en exceso, su eficiencia para realizar las funciones naturales disminuye. La vida social moderna, el alimento, el trabajo e incluso los llamados entretenimientos hacen que resulte difícil relajarse para el hombre civilizado. Pero no únicamente le es difícil relajarse, sino que incluso ha olvidado el modo natural de recargar el cuerpo durante la relajación y el descanso. Incluso cuando descansan, la mayoría de las personas gastan una gran cantidad de energía física y mental debido a la tensión. La mayor parte de la energía producida por el cuerpo se gasta inútilmente.
Se emplea más energía en mantener los músculos continuamente preparados para la acción que en la verdadera acción útil. Para regular y equilibrar las funciones del cuerpo y la mente es necesario aprender a economizar la energía producida por nuestro cuerpo, lo cual es el principal propósito de aprender a relajarse.
El cuerpo genera a lo largo de un día todas las sustancias y energía necesarias para el siguiente. Pero ocurre con frecuencia que todas estas sustancias y energía se consumen en unos pocos minutos a causa del mal genio, ira, irritación, cuando alcanzan cierto grado de intensidad. Este proceso de erupción y represión de las emociones violentas se convierte frecuentemente en un hábito corriente. El resultado es verdaderamente desastroso no sólo para el cuerpo, sino también para la mente.
Durante la relajación no se consume prácticamente nada de Prana o energía, aunque se mantiene un poco en circulación para mantener al cuerpo en su estado normal. El resto es conservado y almacenado.
Para conseguir una relajación perfecta los Yoguis utilizan tres métodos: la relajación física, la mental y la espiritual. Ninguna relajación es completa mientras no se alcance el estado de relajación espiritual que solamente conocen los Yoguis.

1. Relajación física

Toda acción es resultado de un pensamiento. Los pensamientos toman la forma de la acción y el cuerpo reacciona. Del mismo modo que nosotros mandamos un mensaje a los músculos para que se contraigan, otro mensaje llevará igualmente la relajación a los músculos cansados. La postura de relajación se llama Savasana o postura del cadáver.
Túmbese en el suelo y separe ambas piernas unos 40 cm. una de otra. Deje caer los dedos de los pies hacia los lados. Los brazos se dejan sueltos a ambos lados del cuerpo, con las palmas de las manos hacia arriba y los dedos ligeramente flexionados. La respiración es lenta, rítmica y diafragmática. El mensaje de la relajación se produce por autosugestión. Primero, comienza la relajación física desde los dedos de los pies hacia arriba y la autosugestión del relax pasa a través de todos los músculos y llega hasta los ojos y los oídos. Entonces, lentamente se mandan mensajes a los riñones, hígado, etc.
Savasana es un tratamiento eficaz para la hipertensión que ocupa un elevado lugar en la lista de mortalidad. Las drogas que se utilizan en su tratamiento producen con frecuencia efectos dañinos en el cuerpo y deben ser evitadas en la medida de lo posible. Nuestros experimentos, llevados a cabo con 46 pacientes de hipertensión en Bombay, demostraron que su estado mejoró considerablemente tras un periodo de cuarenta semanas durante el cual se sustituyeron progresivamente las drogas usuales por el Savasana.

2. Relajación mental

Son numerosas las situaciones en que nuestra mente se ve tan atareada que cuando nos correspondería descansar somos incapaces de hacerlo porque no paramos de pensar. Esto es un verdadero problema, especialmente cuando nuestra actividad mental ni siquiera nos deja dormir bien. Por ello aquí te ofrecemos un sencillo ejercicio para relajar tu mente y descansar plenamente:
Lo primero es buscarse un lugar tranquilo y cómodo donde podamos tumbarnos.
El ejercicio se realizará con la habitación a oscuras y los ojos cerrados.
Una música agradable y un poco de incienso pueden ser utilizados para favorecer tu relajación.
Respira profundamente tres veces.
Elimina toda la tensión de tu cuerpo y ve relajándolo desde los pies a la cabeza.
Tómate el tiempo que necesites.
Ahora visualiza tu cerebro, e imagina que tiene dos puertas.
Visualiza que las dos puertas están abiertas y cómo los pensamientos que entran por la puerta de la izquierda se van por la puerta de la derecha.
Es ahora el momento de cerrar la puerta de la izquierda impidiendo que ningún pensamiento pueda entrar en nuestro cerebro.
Centra tu atención en los que todavía están en tu mente y vete despidiéndolos y observando cómo van saliendo de ti por la puerta de la derecha.
Cuando haya salido el último pensamiento, cierra la puerta de la derecha. Así, ahora tu cerebro es una habitación vacía que está a oscuras.
No hay pensamientos, no hay nada. Mantén el estado de vacío mental todo lo que te sea posible, y si lo haces para poder dormir bien, déjate dormir con esa sensación

Durante la tensión mental se debe respirar lenta y rítmicamente unos cuantos minutos. La mente se irá calmando gradualmente, hasta sentir una sensación como de flotar.

3. Relajación espiritual

Aunque uno intente relajar la mente, no puede eliminar por completo todas las tensiones y preocupaciones hasta que alcance la relajación espiritual. En tanto el hombre se identifique a sí mismo con su cuerpo y su mente, habrá preocupaciones, tristezas, ansiedades, miedo e ira, las cuales, a su vez, producen tensión. Mientras el hombre no se abstraiga a sí mismo de la idea del cuerpo y no se separe de la conciencia del ego, no hay modo alguno de obtener una relajación completa. En la relajación espiritual uno se abstrae y se identifica con el Ser todopoderoso y omnisciente, pleno de paz y de dicha. La fuente del poder, el conocimiento, la paz y la fortaleza se encuentra en el alma y no en el cuerpo. Afirmando su propia naturaleza real, al decir "Yo soy esa Conciencia Pura o el Ser", uno se identifica con el Absoluto y completa el proceso de la relajación.

El stress y la civilización del ocio

Los jóvenes ejecutivos de hoy son las víctimas del corazón y de la hipertensión de mañana. Indudablemente ganan mucho dinero y progresan, pero algo parece equivocado en su esquema de vida. Tienen una mujer amable, dos o tres niños sanos, una bonita casa, dos coches en el garaje y dinero de sobra para darse una buena vida. ¿Por qué, entonces, se encuentran medio dormidos en cuanto llegan al trabajo, necesitando "martinis" para abrir el apetito? ¿Por qué sufren dolores de cabeza, cardialgía y estreñimiento? A la hora de la cena necesitan unas cuantas copas para poder relajarse, y para entonces ya han bebido gran cantidad de cafés durante todo el día para poder seguir la marcha. A la hora de acostarse no pueden conciliar el sueño y, una vez lo consiguen, tampoco pueden mantenerse dormidos, lo cual achacan al café ingerido.
El problema es, en efecto, el stress. El stress produce hoy día un impacto casi continuo y tan rápido como la telecomunicación, al tiempo que la radio transmite malas noticias y la televisión los continuos crímenes y disturbios. Ni siquiera durante las vacaciones se puede uno escapar de todas estas presiones externas, lo cual indudablemente afecta. Un poco de stress nos proporciona el ímpetu y empuje necesarios, manteniéndonos estimulados e interesados por nuestro modo de vida. Un poco es sano básicamente, pero cuando éste acaba de convertirse en preocupaciones y miedos irracionales, enfermedades y cansancio general, es el momento de actuar antes de que arruine nuestro cuerpo y nuestra mente. Las enfermedades producidas por el stress están aumentando, según el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Las enfermedades cardíacas y las úlceras se detectan ahora con casi doble frecuencia que hace diez años, y lo mismo ocurre, aún en mayor grado, con la hipertensión.
Pero el stress no es el único tirano de la sociedad moderna. Ningún arte es más popular que el de matar el tiempo, y a ninguno se lo persigue con menos inteligencia y razón. No son precisamente pocos los que piensan que el ocio es más divino que el trabajo, pero no han aprendido a usarlo. Se puede utilizar el ocio para relajarse y para realizar una actividad constructiva que promueva tanto el bienestar del individuo como el de la sociedad. Desgraciadamente, la costumbre es malgastarlo en actividades infructuosas y en dispersarse.
El aumento de ocio en nuestros días no ha producido, ni mucho menos, un aumento paralelo del nivel cultural. Tal vez sea más el producto del sistema económico bajo el cual vivimos, que el de un fluir inherente a la naturaleza humana. Bajo un sistema económico socialmente más útil, sus derroteros serían, tal vez, muy distintos de lo que ahora son. Bajo nuestra orden social, el aumento del ocio no ha sido acompañado por una mayor persecución de la sabiduría o la belleza, sino por más bebida, más tiempo como espectador de deportes, ante el televisor o la pista de carreras, y más fumar y beber. El gusto popular se ha degradado al máximo, debido a los efectos alienantes del "entretenimiento".
Frecuentemente, las vacaciones resultan más exhaustivas que nuestros deberes cotidianos. Estas se convierten en rondas de comer, beber y  bailar hasta altas horas de la madrugada, corriendo de un lugar a otro, conduciendo largas distancias, y como se suele decir, "pasándolo bien". La velocidad de nuestros viajes es sólo comparable a la de nuestra dispersión. Mientras no hagamos un uso inteligente de nuestro tiempo de ocio, continuaremos  siendo  testigos de hombres y mujeres que se aproximan la mitad de sus vidas con sus articulaciones anquilosadas, su cuerpo fofo y grueso, el corazón agitado, y esa pérdida de energía que caracteriza a la vejez. Si el ocio es malgastado en la indolencia, la glotonería y el exceso, nos destruiremos a nosotros mismos mucho más rápidamente que por medio del exceso de trabajo. La ociosidad y la inactividad, ya sean mentales o físicas,  aseguran la pérdida de nuestras funciones y la vejez prematura. El ocio debe ser utilizado constructivamente para mejorarnos a nosotros mismos y a los demás.

Fuentes:

jueves, 16 de diciembre de 2010

El hábito de postergar

Algunos se preguntarán por qué dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, mientras otros encontrarán mil respuestas posibles y seguirán adelante con paso seguro. Se trata de procastinadores, personas que pueden demorar la acción hasta el cansancio.
Procastinar es una adaptación del termino ingles procastinate que lo definen como : postpone doing what one should be doing o lo que es lo mismo : posponer algo que se debería estar haciendo.
Es la actitud de postergar, diferir, aplazar. El agobio en que suele vivir el individuo contemporáneo lo lleva necesariamente a procastinar. Y, aunque no siempre es un mal hábito –desde el momento que ayuda a priorizar actividades y quizá planificar mejor–, lo cierto es puede convertirse en una duda eterna.

La procastinación es un complejo transtorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. Es asumida popularmente como simple "pereza". Afecta a multitud de perfiles (el ejecutivo que aplaza una y otra vez una reunión porque la prevee conflictiva, el estudiante que aplaza indefinidamente el estudiar para sus exámenes,etc.) y cada vez más se está convirtiendo en un serio de problema que afecta a al salud psicológica de los individuos y, por ende, a la salud social de una comunidad. La procastinación es un fenómeno que se ha descubierto de tal complejidad que resulta difícil analizarlo, por las complicaciones que presenta en identificar sus orígenes así como las muchas relaciones causa-efecto que se realimentan entre sí. Todo esto dibuja un cuadro polifacético que resulta muy complejo de analizar. En este artículo sin embargo voy a intentar al menos "darle una puntilla" al asunto, con la ayuda de algunas referencias que existen dentro de la literatura científica sobre el tema. La procastinación se manifiesta ante todo como una pésima gestión del tiempo. El "procastinador" suele o bien sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una tarea, o bien subestimar el tiempo necesario -según sus recursos propios- para realizarla. Éstos son solamente un par de los muchos autoengaños en los que el procastinador incurre. Como veremos más adelante, una de las actitudes típicas de un perfil determinado de procastinador es la excesiva autoconfianza., una falsa sensación de autocontrol y seguridad. Por ejemplo, imaginen que se nos da 15 días para presentar un informe. En nuestro fuero interno estamos convencidos que solo necesitaremos 5 días para hacerlo, incluso menos. En ese momento pensamos "hay tiempo de sobra, no es necesario ni siquiera empezar a hacerlo!". Y se posterga día tras otro una tarea que no solamente no nos ilusiona hacer, si no que, en cierta manera "ya hemos terminado" en nuestra mente confiada cuando ni siquiera hemos movido un dedo por ella. Al acercarse el plazo de entrega de forma peligrosa, de repente, nos damos cuenta de que no seremos capaces de cumplir con la tarea que se nos ha asignado. Entonces pensamos "No tengo esto bajo control, no tendré tiempo!!" y comenzamos a trabajar en ello de forma atropellada, con una gran carga de estrés. En ese momento aparece en escena otro autoengaño, y es el aquél de "Solo bajo presión trabajo bien". Lógicamente, porque realmente no hay otra opción en ese punto!. Frecuentemente esta actitud y manera de proceder es típica de personas que confían mucho en sus posibilidades. Si, además, es realmente así -la persona tiene realmente esas capacidades- es posible que el final de la historia sea que aquella tarea se entregue en el plazo y con unos resultados óptimos. Esto envía un mensaje aparentemente erróneo al procastinador ("mira qué nota he sacado a fin de cuentas!") que observa como ha obtenido una recompensa a su forma estresada de trabajar; por lo que reiterará en su conducta, aunque ésta siempre le traiga ansiedad y problemas en general. Los causas o motivos que pueden llevar a una persona a padecer de procastinación son tan diversos y complejos que resultaría muy correoso plasmarlos en un solo artículo. Hay personas que "procrastinean" de resultas de un estado depresivo (la depresión conduce a estados de letargo). Otras en cambio son amantes del perfeccionismo, y ésto las priva de empezar a realizar proyectos porque temen que no podrán hacerlo tan perfecto como ellas desean, y por lo tanto pierden la motivación. También una baja tolerancia a la frustración ayuda a "dejar las cosas de lado", por miedo a que nos desborden y por tanto por miedo a cómo nos sentiremos entonces. Otro perfil muy distinto sería el de aquellas personas muy activas que disfrutan gestando ideas, pero que no pueden finalizarlas porque enseguida se distraen generando ya la siguiente; y postergan así decenas de tareas que obviamente no tienen tiempo para completar. Y eso solo mencionando una minúscula porción de los muchos perfiles de procastinador que se pueden encontrar. Seguramente usted que está leyendo estas líneas se haya visto identificado en alguna de las frases de este artículo. Se habrá recordado a sí mismo leyendo el diario en la oficina con una lista de tareas por hacer, yendo a la cafeteria justo en el instante en que se propuso empezar un proyecto, navegando por internet mientras su teléfono sonaba con un cliente/jefe incómodo al otro lado llamando... etc. El hecho de que sea un mal muy extendido y que se trate de un fenómeno de por sí fascinante por su complejidad y riqueza de matices, hace que merezca la pena su estudio, tanto a nivel académico -que ya se viene realizando- como a nivel individual y colectivo.

Cómo afrontarla
Seguramente, más de un lector se habrá sentido identificado con los síntomas o con el perfil del procastinador, y eso haya hecho saltar alguna que otra alarma en su conciencia. O cuanto menos, una necesidad de, una vez reconocido el problema, intentar encontrar soluciones. En este artículo pretendo abordar los posibles orígenes que puede tener la procastinación, así como qué se puede hacer para intentar o bien superarla, o bien mitigar sus efectos. Como ya se dijo se puede llegar a la actitud de procrastinar a partir de caminos variados, a saber:

La depresión: la depresión es una enfermedad de la mente que tiene consecuencias terribles en la persona que la padece. Anula casi por completo las capacidades de la misma para poder pensar con claridad, relacionarse, y en definitiva, vivir la vida. Uno de los síntomas clave de la depresión es el estado letárgico que induce. La persona depresiva no quiere saber nada del mundo, siempre busca la cama para dormir, para huir de una realidad que le duele y quizás hallar la paz en la inconsciencia que supone el sueño. La actividad, el llevar a cabo proyectos, implica de algún modo engancharse a esa vida, a esa realidad, y por eso una persona depresiva aplaza de forma consciente e inconsciente las tareas que debe hacer y se dedica a sustituirlas por otras irrelevantes pero que le proporcionan un placer más instantáneo y superficial. En estos casos, como la procastinación está tan ligada a la depresión, obviamente la cura de ésta debería implicar la de aquella.

El exceso de autoconfianza: las personas que sobre valoran la seguridad en sí mismas -tengan motivos para ello o no- distorsionan de forma aguda y permanente su percepción del tiempo, y por lo tanto hacen una pésima gestión del mismo. Una persona que durante su vida ha visto recompensada su inteligencia (cognitiva) de forma reiterada, puede dejar inactiva la sección de ésta que se encarga de realizar previsiones temporales con eficacia. Por ejemplo, si una sola vez, alguien realiza una tarea compleja en menos tiempo del previsto, se le felicitará por ello. Ese estímulo de reacción puede provocar que el individuo inconscientemente extrapole ese suceso a otros órdenes de su vida, y caiga en una autoconfianza desmesurada. Así, cada nueva tarea que le sea encargada será subestimada en su contenido, y en consecuencia se sobrestimará el tiempo necesario para llevarla a cabo. Como la mayoría de tareas suelen encomendarse con plazos de entrega estándar, promediados, el procastinador por autoconfianza encuentra que tiene tiempo de sobra para hacerla, así que decide él mismo que está aburrido, y pasa a ocuparse de otras tareas que no son prioritarias y quizás ni siquiera útiles para su vida, pero que le proporcionan placer. Éste es claramente un caramelo envenedado, ya que las tareas "accesorias" de este perfil de procastinador, aunque superfluas, suelen ser grandes consumidoras de tiempo y de recursos, con lo que al final, la persona que se entrega a esta actitud acaba "metiéndose en un jardín" del que no sabe salir. Este posible final es importante tenerlo en cuenta ya que las situaciones desesperadas, cuando son sostenidas en el tiempo, pueden conducir al stress y la depresión, que como se ha mencionado antes, es otra fuente adicional de procastinación. La solución a este perfil no es fácil. Una técnica que puede llegar a ser útil es "falsear" de forma consciente y aún a contracorriente nuestras propias previsiones. Por ejemplo, si creemos que tardaremos una semana en hacer algo, pues sistemáticamente duplicar o incluso triplicar ese tiempo en nuestra agenda. Así al menos, podemos evitar defraudar a nuestros amigos, clientes, etc. Otra técnica que puede ser útil es desglosar una tarea en casi todas sus partes componentes, para hacer previsiones de tiempo lo más honestas posibles.

La "mente voladora": cada mente es un universo, y cada inteligencia tiene sus propios matices. Hay personas cuya inteligencia les dicta sobre todo actuar, actuar con tesón y perseverancia. Este tipo de mentes suelen llegar lejos en la vida, con el handicap de que solamente lo harán en un campo de especialización. Otras mentes, que me tomo la libertad de bautizar como "mentes voladoras" suelen dejar en un segundo plano la consecución de ideas, el llevarlas hasta el plano de la realidad. En este caso, la simple generación de ideas es una tarea permanente que consume todo el tiempo y energías de este tipo de inteligencias. El ser un manantial de ideas que jamás pueden pasar de la fase de proyecto es su destino. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que durante la implementación de una de estas ideas, surje otra enseguida que instantáneamente -al ser más novedosa- toma el primer lugar en la preferencias y por lo tanto se abandona la ejecución de la anterior. Esto obviamente conduce a otra forma de procastinación, muy común entre las personas especialmente creativas. ¿Qué hacer en este caso?. Es difícil saberlo, quizás el trabajar coordinadamente con otras personas en las que domine la inteligencia ejecutiva podría ser una solución.

Posibles soluciones

Conviene buscar una solución a la procastinación en caso de que ésta constituya realmente un problema para nosotros. A menudo, al revelar este transtorno de conducta al público, una mayoría de personas enseguida se ven identificadas con él. "¡Yo soy ése!", "¡Yo tengo eso seguro! son frases que surgen de forma espontánea entre la audiencia a medida que se van describiendo los síntomas de la procastinación. Afortunadamente, esto no es así. Muchos de nosotros por no decir casi todos estamos habituados a postergar tareas porque sencillamente, nos resultan pesadas o nos sentimos agobiados. Si una tarea se evita para descansar o no hacer nada, eso no es procastinación. Los procastinadores suelen ser personas bastante activas. Su mal consiste en sustituir sistemáticamente (y crónicamente) lo que deben realizar por otras tareas que, tomadas de forma aislada, pueden ser incluso brillantes, pero que no aportan un beneficio real a la persona. En el anterior artículo de esta serie sobre la procastinación, se abordan algunos de los posibles caminos que pueden llevar a la aparición de la procastinación. En este artículo, se intenta conectar los "caminos de entrada" hacia la procastinación con las posibles vías de salida al problema o cuanto menos, a mitigar los efectos nefastos que tiene sobre la vida de la persona que lo padece; pues en la mayoría de casos, si realmente se trata de procastinación, ésta suele ser crónica, pues se convierten en comportamientos aprendidos que llevan años en desaprender. Debido a la complejidad del tema, he aquí el resto del artículo en forma de mapa conceptual:



Por qué dejamos para mañana lo que deberíamos hacer hoy

Muchas personas se sienten incapaces de tomar decisiones o de ponerse en marcha cuando tienen que realizar alguna actividad. Vamos a ver cuáles son los motivos por los que la gente posterga sus decisiones.


1- Aún no me siento suficientemente motivado.
Esperar a sentirse en disposición de hacer algo es solo una excusa. Uno nunca se va a sentir dispuesto a realizar tareas como ordenar el trastero, ir a hacer aquellas gestiones que no son urgentes pero si importantes o visitar a su suegra. Es algo que saben bien las personas de éxito: las cosas se sacan adelante comenzando alguna vez, se sienta uno dispuesto a ello o no. En definitiva, la acción lleva a la motivación que a su vez facilita las conductas posteriores. No esperes a sentirte motivado; actúa.

2- Modelo de éxito.
Los postergadores a menudo creen que las personas que alcanzan el éxito tienen la suerte de cara, se sienten seguras de si mismas y que alcanzan sus objetivos con facilidad y sin sufrimiento. Este modelo de cómo se alcanza el éxito es poco realista ya que alcanzar objetivos es duro para todos y esas personas también han tenido que sortear obstáculos en el camino. Las personas eficaces tienen una idea de cómo alcanzar el éxito y saben que deberán superar situaciones estresantes y frustrantes. Simplemente persisten en su lucha.

3- Miedo al fracaso.
Las personas que tienen pánico al fracaso basan su autoestima en sus logros. Si algo no sale bien, por su gestión, por las circunstancias o por la gran dificultad del proyecto, es posible que se sientan como seres humanos fracasados. Eso hace que el solo hecho de intentar algo sea demasiado arriesgado. Postergar es más fácil.

4- Perfeccionismo.
Muchos de nosotros hemos sido educados bajo la creencia de que deberíamos realizar nuestras actividades de forma perfecta y que si lo hiciéramos así habría una recompensa. No digo que no intentemos hacer las cosas bien al máximo, me refiero a que el perfeccionismo compulsivo hace que sintamos una presión tan grande que estemos estresados de tal forma que acabemos postergando algo que podríamos realizar con corrección.


5- No tener suficientes recompensas.
Si uno se siente recompensado por lo que hace, eso le dará fuerzas motivadoras suficientes como para seguir adelante. Es por ello que las personas con talento se sienten motivadas: reconocen sus propios méritos en lo que hacen. En cambio los postergadores suelen desvalorizar todo lo que hacen. Siempre creen que no ha sido suficiente o que no ha sido algo especial. Y cuando hablo de recompensas no me refiero a que sea algo que viene de afuera. Una felicitación del jefe puede ser algo muy motivador, pero en última instancia todas las recompensas proceden de tu interior. Es uno mismo quien atribuye el mérito a lo que hace o a lo que le dicen. Piensa en ello.

6- La trampa de los “debería”.
Los postergadores se suelen decir a sí mismo que deberían hacer tal o tal cosa. Pero en realidad, cuando nos decimos a nosotros mismos que deberíamos hacer algo, queremos significar que “debería hacerlo pero no tengo que hacerlo ahora mismo; es algo que puede esperar”. Si analizamos cualquier tarea en la que aplicamos el típico “debería” para referirnos a ella, veremos que en realidad podemos sustituir esa palabra por “quiero, necesito o me conviene”. Empieza a utilizar estas expresiones en lugar de “debería”. Incitan a la acción y son más adecuadas.

7- Agresividad pasiva.
Si eres de las personas que postergan las cosas puede ser que temas expresar tus sentimientos negativos de forma directa. Es posible que evites los conflictos porque creas que no está bien sentir rabia. Puede ser que no hayas respondido a una llamada para no dar una negativa a lo que no te apetecía hacer, o que evites encontrarte con un compañero de trabajo porque en realidad estás enojado con él. Puede ser que te digas a tí mismo que te has olvidado de algo cuando en realidad no quieres afrontar tus sentimientos de rabia, rechazo o envidia hacia esas personas. En definitiva, si te sientes molesto o irritado con alguien ése puede ser el motivo de la postergación.

8- Falta de asertividad.
A veces cedemos ante los deseos de los demás poniéndolos por delante de los nuestros propios solo por el hecho de pensar que deberíamos ser amables con la gente. Son ocasiones en las que creemos que debemos estar a la altura de las expectativas ajenas olvidando nuestros deseos o necesidades. Puede ser que nos aterre la crítica o que no queremos que nadie se enfade con nosotros. El resultado es de nuevo la postergación. No siempre se puede decir “si” ni complacer a todo el mundo.

9- Sensibilidad a la autoridad.
Es posible aplazar las obligaciones cuando sentimos que alguien está ejerciendo presión y autoridad sobre nosotros. Puede ser que el no llevar a cabo esa tarea sea el resultado de una rebelión. No queremos reconocer que no daremos nuestro brazo a torcer y castigamos a la autoridad con la demora de esa obligación. Otro motivo más para postergar.

10- No tener deseo.
A veces la postergación puede ser tan sencilla como que no deseamos hacer algo y por eso lo aplazamos. Una tarea que nos resulta muy incómoda de afrontar y cuando llega la hora acabamos haciendo cualquier otra cosa creyendo que esta última es más urgente. Entonces, en lugar de sincerarse con uno mismo y reconocer que no nos apetece hacer algo acabamos pensando que somos unos vagos. Preguntarse el por qué no realizamos una tarea es algo muy útil. Reconocer que en realidad no es importante o que no nos gusta porque hemos seguido los dictados de alguien que nos ha hecho creer que aquello es lo que debemos hacer.

Fuentes:


sábado, 11 de diciembre de 2010

"Carpe Diem"

Carpe diem es una locución latina que literalmente significa "aprovecha el día", lo que quiere decir es "aprovecha el momento, no lo malgastes". Etimológicamente significa cosecha el día, figuradamente: disfruta el día, captura el momento en el que te encuentras. Se puede entender como "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". O igual "vive cada momento de tu vida como si fuese el último de tu existencia"
Pero ¿qué es esto del Carpe Diem? En realidad es bien conocido por todos, ya que es un tópico literario, un tema recurrente en la literatura universal como una exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado; o bien, para disfrutar los placeres de la vida dejando a un lado el futuro, que es incierto.
Los tópicos son aquellos lugares, fácilmente reconocibles, a los cuales acudimos una y otra vez: lugares comunes, topoi según los griegos, loci para los latinos. Para las Matemáticas, los topos son categorías, algo que se adecua muy bien al concepto. Es el sentido común de las cosas que nos rodean, prejuicios de los que partimos con frecuencia para emitir juicios, para valorar comportamientos. La Literatura, la pintura, la escultura, la retórica… con frecuencia acuden a ese terreno tan conocido por todos para sustraer las pisteis o pruebas en donde todos se puedan reconocer: la fugacidad de la belleza, la cualidad contra la cantidad.  


La locución fue acuñada por el poeta romano Horacio:
Carpe diem quam minimum credula postero 
Vive el día de hoy.
Aprovecha el día, no confíes en mañana.

Porque del mañana nada sabemos, ni siquiera nos es dado el poder conocerlo. Si existe el Destino o la Providencia, no baja ningún dios a concedernos su conocimiento. Aquí Horacio nos expresa de forma poética que el tiempo se nos pasa rápidamente, sin darnos cuenta:


"No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana."

 Nada hay de cierto en el porvenir, ninguna seguridad. El momento, sin embargo, hemos de aprovecharlo. Y hemos de aprovecharlo porque el tiempo huye, tempus fugit, otro tópico. Y las huidizas edades son envidiosas del presente, porque en realidad no le poseen; las edades son solo pasado. Mientras pensamos en el mañana, indefectiblemente, el hoy se nos escapa. Y el mañana no existe, si acaso existirá, y tampoco eso es seguro.

Vivamos entonces el día, capturemos pues el momento. Nadie nos dice que lo hagamos con optimismo o siendo pésimos; a lo sumo, Horacio nos indica que hay que adaptarse a ello. ¿Y cómo te adaptas? Aceptando el hecho, eso lo primero. Mas ¿cómo se acepta?

Fuentes:

El poema dedicado al "carpe diem" por Walt Whitman

Carpe Diem
Carpe Diem! Aprovecha el día,
No dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco mas feliz,
sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario...

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo...

Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y tambien es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia...
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes...
No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante...
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en tí está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte...
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas...


miércoles, 8 de diciembre de 2010

El poder del silencio

El silencio es todo lo que tenemos.
La Voz es el rescate—
Pero el Silencio es Infinito.
Carece de rostro.
Emily Dickinson

Es verdad que la idea de silencio ha sido comúnmente asociada a un sentimiento de trascendencia, a una dimensión metafísica, espiritual y sagrada. Esto explica que su especulación responda al modo en que se han planteado y expresado la filosofía y la teología, al menos en sus inicios, cuando tales disciplinas o ciencias carecían de un carácter definido. En todas ellas subyace la necesidad de remontarse al silencio original y de aceptar en él una herramienta para el conocimiento propio, y también hallar en su cultivo el sentido de la existencia y su relación con lo desconocido e inexplicable.

"Detrás de todas las manifestaciones de la vida existe un poder único, una Realidad única. Esta forma está más allá de todas las formas, de todos los modos, sin embargo ésta se expresa a través y mediante los modos y las formas que existen, visibles e invisibles. Nosotros podemos abrirnos a este poder creador yendo también más allá de nosotros mismos, yendo más allá de nuestras personas. Esto se realiza abriéndonos al silencio. El silencio nos conecta con esta fuerza creadora y entonces nos convertimos en canales directos, en expresiones directas de esta acción creativa constante. El silencio es el poder más grande que existe. Porque todo lo que existe son aspectos parciales del silencio. Todo lo que existe se genera en lo que no existe, en lo que no aparece. Todo lo que existe son aspectos parciales de algo que está más allá de lo que llamamos existencia manifiesta. Abrirse al silencio es abrirse al potencial total, incondicional."

Es precisamente el Uno, por decirlo con Platón, el que no posee ningún nombre: "Ni hay de él razón, ciencia, sensación u opinión". No se le puede conjeturar ni conocer. Es silencio. Un silencio que, por lo sagrado, es el eco de su origen, lo que se manifiesta desde la invisibilidad.
En Delfos, en Dodona, los oráculos tenían en la no respuesta, en la ausencia de voz, una forma de designio. Con frecuencia conminaban a no hablar en señal de sujeción y purificación; otras veces, su no pronunciamiento significaba la aceptación del mundo secreto del que allí acudía. "Guarda silencio, iniciado", se lee en uno de los oráculos caldeos; y como signo de temperancia los pitagóricos conminaban a "cubrir las opiniones dentro de una mente muda". No por azar Homero llamaba "callados" a los virtuosos y mesurados. Entre los filósofos griegos era común acogerse al silencio en tanto que manifestaba, tanto más elocuentemente que el lenguaje, su extrañamiento moral, esa extranjería que llevó al sabio y errante Misón a vagar por los parajes apartados y que indujo a Heráclito a tomar el camino de las montañas para huir de toda presencia humana.
Estar solo, callado, favorece la pérdida de la dualidad, facilita caer en la cuenta de que uno es ante todo, y muy íntimamente, la relación con lo que ignora. Plotino refiere que si la Naturaleza, a la vez contemplación y objeto de contemplación, fuera preguntada por qué produce, respondería a su interlocutor:

"No debieras preguntar, sino comprender en silencio tú también, como yo guardo silencio y no acostumbro a hablar".

Ocurre de un modo similar en el Tao: "Hablar poco y seguir la Naturaleza". Mirar, callar, contemplar el escenario donde fue retenida la palabra de los dioses, el paisaje en el que nada puede ser dicho porque, de resonar una voz, alejaría a la divinidad.
Esta mirada desde el silencio puede convertirse en un modo efectivo de acercamiento a las cosas, al mismo tiempo que sirve para distanciarse de ellas y advertir que nada está necesariamente en lo que aparece como inmediato, y que el entendimiento procede, siguiendo a Plotino, de una contemplación que lo transforma todo en conocimiento. Con ello se hace posible reordenar la existencia, volver a vivir, sentir en la propia la vida un exterior no ajeno.


"Usad las palabras para explicar pensamientos,
pero el silencio cuando los pensamientos se hayan absorbido...
los que están calificados para buscar la verdad se quedarán con el pez y dejarán la red."
Tao-sheng

"Parece contradictorio hablar, o escribir, sobre el silencio, porque lo cierto es que el silencio es algo que hay que experimentar. En la experiencia del silencio descubrimos verdades espirituales profundas y avanzamos para conocer nuestro ser espiritual. El silencio crece en nosotros, nos ayuda a progresar y a desarrollarnos de una forma muy sutil."

"En el silencio se reconoce el mundo interior y es el terreno donde crecen los valores.
¿Qué es lo que expresamos? ¿Qué es lo que comunicamos a los demás? Expresamos lo que somos, y cómo estamos y nos sentimos. Expresamos nuestros valores más profundos, no lo que decimos con palabras sino lo que sentimos en nuestro interior. Esto es lo que en definitiva llega a los demás. Todo lo que expresamos externamente se germina en el interior de nuestro ser. El silencio facilita una experiencia que nos lleva a la reflexión y al trabajo personal del mundo interior. Cuando aprendemos a dirigirnos hacia nuestro interior en silencio, son muchos los beneficios que descubrimos."

El profundo silencio significa un estado de total y perfecta quietud, en la que controlamos no sólo la facultad del habla sino también todo diálogo mental y aun el movimiento del cuerpo, virtualmente lo que se conoce como el inefable estado de samadhi (silencio absoluto supremo).

Si los antiguos latinos distinguían silere de tacere se debe a que el primer término significaba la expresión de serenidad, de no movimiento, un silenciarse sin aparente objeto, impersonal. Tacere indicaba, en cambio, un callar "activo", una voluntad que pretendía antes bien la disciplina del no hablar con el propósito de ajustar, o por así decir, de anular las disonancias producidas por todo aquello que rodea al ser humano. Apelaban a dos distintas dimensiones. Silere señala algo más que la concentración para obtener un fin, el reposo necesario para la lectura o atender más despiertamente la voz ajena. Silere es el verbo que reconoce la inmovilidad, la parte detenida de lo que no cesa, un abandono del deseo, el cauce del desapego. Por eso, en el lenguaje de la espiritualidad se ha asociado a una actitud mística, mientras que tacere se ha vinculado principalmente a una voluntad ascética.

"Así, nuestra vida, al abrirse al silencio y al vivir desde el silencio es, en sí misma, una creación constante. Todos nuestros actos se convierten en una expresión de este proceso creativo. Ya no vivimos pendientes de juicios, de objetivos, vivimos descubriendo en cada momento esta profundidad inmensa del instante que, también en cada momento, se derrama, se vierte al exterior de un modo totalmente nuevo, imprevisto, creativo. Todos los actos de la vida se convierten en actos de una importancia total, porque dejamos de tener preferencia respecto a las cosas, respecto a los objetivos. Dejamos de comparar y de juzgar porque descubrimos que lo esencial es esta Realidad que se está expresando. Lo que da sentido a las cosas no son las cosas, ni las consecuencias de las cosas, sino esta presencia inmutable y eterna que está detrás de cada momento de manifestación."

El poeta Rainer Maria Rilke hablaba del espacio donde asoma la aurora sin que nada se oiga y que, pese a ello, está poniendo en pie lo que será el mundo. Es precisamente éste un silencio más próximo a la intuición que a la certidumbre, un no abrir los labios porque deja de ser necesario indicar dónde se está y qué camino habrá de emprenderse. Silencio nuevo y antiguo a la vez, un preludio que, contradictoriamente, no da paso a nada, no es apertura de nada, sino cese, familiaridad con el Absoluto, abrazar la "silenciosidad de sí mismo" para convenir que la consciencia se expresa en la manera en que se calla. Cierto que el lenguaje es el modo de callar y la forma en que llega a producirse—a elaborarse—el silencio, cuya naturaleza le permite estar en perpetuo cambio. En ocasiones, refleja el temor sentido frente a lo desconocido, frente a aquello que no es dominable, como ocurre ante la contemplación del universo y que nos induce a percibir el destino, el destino personal, único, como una zozobra en lo inabarcable (Pascal); otras veces, prorrumpe ante la idea de un mundo vivido como insuficiencia (Nietzsche); y puede antojarse asimismo una venganza (Tolstói), una defensa ante el adverso destino (Cicerón), una culminación disolutiva, la ilusión inherente a todo lenguaje (Santayana), la libre construcción del sueño (Jung), la forma de ser prudente en libertad (Montaigne), la lengua que ya no desea nada (Marcel), el modo más útil de no disipar los bienes del espíritu (Buenaventura), la manera de discurrir uniforme con Dios (Eckhart). Es el silencio, o puede ser, un mandato del alma (Spinoza), lo que queda del mundo y de la muerte, su despojo (Shakespeare), aquello en que la forma se desconoce (Agustín), el más fiel de los confidentes (Kierkegaard), la puerta de entrada de la sabiduría (Juan de la Cruz), el resultado de toda obra (Bergson), el espacio entre la aspiración y la espiración, que siempre es reinicio (Gadamer), el engarce entre los signos que buscan un sentido (Humboldt), lo previo frente a la trascendencia (Jaspers), lo no dicho e imposible de decir (Wittgenstein), el obligado camino entre el exterior y el interior (Heidegger), el modo de cubrir la distancia infinita (Weil).

"Exterioridad e interioridad son dos dimensiones de la condición humana, lo que significa que el ser humano es capaz de un doble movimiento: un movimiento hacia fuera, hacia el exterior, hacia el mundo y las cosas que hay en él y un movimiento hacia dentro, hacia el interior, hacia el fondo de la persona.
La interioridad nos permite valorar y practicar la introspección así como a discernir cuando manifestar nuestro mundo interior (exterioridad, extraversión), o cuando guardarlo para sí (interioridad, introversión). La interioridad nos ayuda a descubrir, amar y practicar el silencio.
Practicar la introspección implica contemplar en silencio lo que ocurre dentro de sí mismo, es decir, la observación, sin emitir juicios, de la propia conciencia o de los propios pensamientos. Esto permite tomar conciencia de que uno es "uno mismo" frente al mundo, frente a los otros y frente a la Divinidad, y cultivar con provecho un rico mundo interior. Así, entendemos por interioridad la capacidad de reflexionar y guardar en el corazón lo que vamos viviendo y experimentando y de ponerla de manifiesto en una forma de ser y estar que nos hace sensibles y receptivos a los valores de la vida. Gracias a ella los hechos y acontecimientos no sólo pasan (exterioridad) sino que nos pasan, nos afectan y nos traspasan, dejando huella e impidiendo que pasemos por la vida sin vivirla.

Cuando encontramos a Porfirio argumentando que "el hombre sensato incluso honra a la divinidad con su silencio", podemos entender con los antiguos que lo que está callado opera como una emanación del espíritu, y que en su pasar no persigue atribuir ningún nombre a nada, ningún significado; va desliéndose, no hay pregunta ni tentación por el lenguaje. Las palabras de este ilustre neoplatónico tienen una antigua resonancia pitagórica, una raíz entre aquellos que consideraron que vivir calladamente depura.

Vivir de esta manera implica vivir en una unidad constante con todo, porque todo es expresión en el instante de la misma fuerza que nos está animando a nosotros mismos. Lo que nosotros vivimos como "yo" y lo que vivimos como mundo son dos aspectos de la consciencia total. En lo sucesivo, cuando miramos, por ejemplo, a la naturaleza, no necesitamos catalogarla, ponerle nombres, diferenciarla o compararla, ni con otra naturaleza ni con nosotros mismos. La percepción, el sujeto y la cosa percibida forman una sola unidad, un campo único. Deja, pues, de existir esta distinción de sujeto-objeto presente en el mundo ordinario y todo se convierte en un inmenso campo de consciencia expresión constante de esta Realidad eterna.

Fuentes:




martes, 7 de diciembre de 2010

El poder de la palabra

Las palabras son las herramientas que construyen nuestra vida. Está en nuestras manos hablar palabras positivas que nos edifiquen a nosotros mismos o que intencionalmente nos destruyan. Las palabras de ánimo que nos digamos son las que nos ayudan a crecer y a madurar emocionalmente.

Lo innombrado es lo ignorado. La palabra es punto de partida de todo lo que es humano. La correspondencia entre los seres humanos y el mundo pasa siempre por la mediación de la palabra. Ella es voz que nombra la realidad, es referencia y signo que determina todas las representaciones. Las edades de la humanidad suelen dibujarse sobre algunas particulares palabras: Dios, eternidad, cielo, infierno, progreso, civilización...

"El mal es lo que sale de la boca del hombre: es una clara advertencia sobre el cuidado con el que hemos de usar las palabras, no por una cuestión de formalidad o educación, sino como una finalidad terapéutica. Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado un futuro mejor. El uso de expresiones agresivas, al igual que los malos pensamientos es sumamente peligroso y arriesgado, anula nuestra vida encerrándonos en un círculo de fracaso y frustración.
Más allá del significado de las palabras encontramos otro nivel mucho más abstracto, pero no por ello menos poderoso. Las palabras son el medio de manifestación de nuestro espíritu. Cada palabra es una oportunidad de expresión de nuestro espíritu y por ello tenemos que  ser capaces de transmitir en nuestro lenguaje la fuerza de nuestro espíritu. Cuando hablamos demasiado, o cuando exageramos o falseamos los hechos, nuestras palabras se vuelven inefectivas. Nuestras palabras precisan expresar no solamente la verdad, sino también la propia comprensión y realización.
Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior, al cuidad de nuestro lenguaje purificamos nuestro mundo interior. Al cultivar el hábito de la verdad construimos una plataforma de determinación, seguridad y confianza que nos abre las puertas del bienestar y la consecución de nuestros objetivos. Recuerda que la vida siempre ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Crea un poderoso mundo interior, permite que tus palabras sean su vehículo y transformaras tu vida."

Heráclito definía el logos como el principio rector del cosmos, origen del orden, del conocimiento, de la norma y de todas las medidas. Desde el comienzo de los tiempos se ha repetido entre los humanos la mitología de un caos primigenio análogo a la ausencia de las palabras. El Enuma elish de los acadios habla de un caos acuático anterior al orden cósmico permitido por la presencia de los nombres:
"Cuando al cielo arriba no se le había puesto nombre, ni el nombre de la tierra firme abajo se había pensado... cuando ningún dios había aparecido ni nada había sido nombrado con nombre". Para los griegos, onoma (nombre, palabra) se relacionaba con nomos que significaba organización, verdad, principio, fundamento, disposición. Todas las cosas y todas las acciones en el universo obedecían a una lógica propia de la naturaleza, esto es, a un nomos.

"Es increíble el efecto que producen las cosas que decimos. La mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias. Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo primero que nos ocurre es tener un pensamiento que puede ser bueno o malo, luego, si no cortamos ese pensamiento, se puede transformar en palabras y posteriormente en acciones. Por eso es importante inclusive revisar nuestros pensamientos porque allí comienza todo.
Muchas veces lastimamos, ofendemos ó enredamos las cosas sólo con lo que decimos o dejamos de decir, por eso tenemos que pensar antes de hablar."

"El mundo del hombre es la vida de cada quien", decía Wittgenstein. Mundo y vida son una sola y misma cosa: ambos se encuentran en cada conciencia humana, en cada palabra individual. De lo convencional colectivo a lo subjetivo individual, de la historia de los pueblos a la existencia de cada uno de los seres humanos: las palabras comunican a las conciencias. Las palabras son trascendencia: de nuestro cuerpo, de nuestro espacio. Según el imaginario griego, la palabra era vida imperecedera que se alejaba del cuerpo perecedero, sobreviviéndolo. Frente al cuerpo, las palabras representaban la libertad, la fuerza etérea del pensamiento y las ideas.

"La palabra, junto con el poder de la vibración es capaz de crear, sanar y también destruir. La teoría indica que cuando focalizamos nuestra mente en algo, y a esto le sumamos el sentimiento y la emoción para finalmente expresarlo, estamos exteriorizando y materializando un poder que estará afectando los reinados de la materia. Si cada uno de nosotros estuviésemos conscientes de que la energía liberada en cada palabra afecta no sólo a quien se la dirigimos sino también a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, comenzaríamos a cuidar más lo que decimos.
Los antiguos esenios sabían de la existencia de un enorme poder contenido en la oración, el verbo y la palabra. Los antiguos alfabetos, como el sánscrito, el arameo y el lenguaje hebreo son fuentes de poder en sí mismos. Los esenios utilizaron la energía que canaliza el lenguaje - la cual era la manifestación final del pensamiento, la emoción y el sentimiento - para manifestar en la realidad la calidad de vida que deseaban experimentar en este mundo. En las culturas del antiguo Oriente eran utilizados los mantras, los rezos, los cánticos y las plegarias con una intención predeterminada como técnicas para materializar estados internos y programar, de una forma ignorada por nosotros en la actualidad, realidades pensadas, deseadas y afirmadas previamente.
Los estudios realizados por físicos cuánticos comienzan a redescubrir y validar el enorme conocimiento olvidado de antiguas culturas ancestrales. Un conocimiento que se encuentra aún escondido y olvidado y que nos aportaría el poder de cambiar nuestro mundo."
Palabra y forma del mundo; palabra y dibujo de la realidad; palabras constructoras o definidoras, palabras hacedoras: mundo como palabra. En su trabajo "Ideologías de la relatividad lingüística", Ferruccio Rossi-Landi señala la existencia de muy hondos particularismos identificados con cada lenguaje. "Toda lengua, dice Benjamin Whorf, es un vasto sistema de modelos, en el cual se hallan ordenados culturalmente las formas y las categorías con las que toda persona no sólo comunica, sino también analiza la naturaleza, acepta o descuida determinados tipos de relaciones y de fenómenos, encamina su razonar y, en suma, construye la morada de su propia conciencia". Más poéticamente, Briceño Guerrero, ilustra estas ideas con sus propios ejemplos: "Un idioma tiene ochenta palabras para designar diversos tipos de arena y ninguna para designar la arena en general. Si ésa hubiera sido mi lengua materna, el amor mío por las playas habría tenido dedos más numerosos y sutiles para acariciarlas minuciosamente desde ojos expertísimos”.
¿Hay lenguas superiores o inferiores a otras? ¿Existen idiomas más ricos o más complejos que otros? La respuesta es tan irrelevante como la pregunta misma. Lo realmente significativo es asumir que cada idioma prioriza una peculiaridad determinada en la correspondencia ser humano-mundo. Todos son traducciones del universo, fascinantes reflejos de las perspectivas que los seres humanos poseen de él.

"El nacimiento del lenguaje fue al mismo tiempo el nacimiento de la humanidad. Cada palabra era el equivalente fonético de una experiencia, de un acontecimiento, de un estímulo interior o exterior. Cada palabra en su origen era un núcleo de energías (¿Arquetipo?) en las que se originaba la transmutación de la realidad en modulaciones de la voz humana, expresión viva del alma. Por medio de la creación verbal, el ser humano tomó posesión del universo. Más aún, descubrió una nueva dimensión, todo un mundo que estaba en el interior de sí mismo y a través del cual se le abría la perspectiva de una forma más elevada de vivir, sobrepasando el estado actual de la consciencia del mismo modo que la consciencia del ser humano supera a la de su hermano animal."

Nadie puede sustraerse a la sospecha de un mágico poder surgiendo de las palabras; intuir que existan secretas y hondas afinidades entre las cosas y los nombres de las cosas. Para los griegos, las palabras eran representaciones. Pronunciarlas equivalía a evocar lo nombrado con todas sus cualidades esenciales. Los nombres cobraban, así, el mismo valor de las cosas.

"Nuestro lenguaje forma nuestras vidas y hechiza nuestro pensamiento"
Albert Einstein

"-¿Qué poder tienen para nosotros los nombres?", se pregunta Platón en su diálogo "Cratilo". La respuesta que él mismo se da es clara y contundente: "-Quien sabe los nombres sabe las cosas". Esa concepción cedería paso a otra que concebía las palabras como signos convencionales sin relación alguna con la cosa nombrada. Ambas tesis aparecen, de hecho, confrontadas en el propio "Cratilo". La mirada de Platón -a través de la voz de Sócrates- luce más próxima de la visión mágica de la palabra. Sin embargo, en su conclusión, el "Cratilo" apunta hacia la sospecha de que los nombres puedan ser ineptos para identificar el conocimiento auténtico de las cosas.
Los poetas, por su parte, tratan de dar con la palabra que describa las imágenes de todos los sentimientos, todas las emociones; la palabra que, indudablemente, alcance a nombrar esencias, verdades y destinos.
Por la poesía los seres humanos nos acercamos a la verdad poética: sabiduría a partir de la expresividad posible de casi cualquier cosa: paisajes, rostros, comportamientos, actitudes, gestos, recuerdos... La
pregunta por la verdad poética postula una de las más auténticas y definitivas formas de conocimiento: el que nace de los sentimientos, la imaginación y la sensibilidad; el que existe en la necesaria comunicación entre los humanos; el que intuye todas las verdades contenidas en cualquier afirmación; el que nos permite reencontrar el universo dentro de nosotros mismos: trasladando lo cósmico a nuestra experiencia y acercando lo ignoto a lo que hemos experimentado y hemos vivido. La palabra de los poetas, ambigua como la vida, indescifrable a veces, también como la vida, es hija de las circunstancias de los seres humanos. La palabra poética es voz que termina con el silencio, es símbolo que dibuja experiencias, es grito y testimonio de recuerdos e ilusiones, es trazo oscuro de vicisitudes escritas sobre las páginas de las edades.

"Dios nos dio dos oídos y una sola boca, usémosla en esa misma proporción."

A comienzos del siglo XX, Walter Benjamín imaginó otra forma de sabiduría necesaria para la humanidad del tiempo por venir. Una sabiduría destinada a un ser humano necesariamente más espiritual, individualizado y libre: ser independiente, contradictorio y siempre comunicativo. Una sabiduría que debía comenzar por asignar una importancia fundamental al lenguaje, el más representativo de los signos de la espiritualidad humana. En su "Programa sobre una filosofía futura", dice Walter Benjamín:

Así como la doctrina kantiana, para poder alcanzar sus principios, tuvo que verse en relación con una ciencia en cuyo respecto pudiera definirse, análogamente sucederá con la filosofía moderna. El gran cambio y corrección que ha de introducirse en un concepto de conocimiento unilateralmente orientado hacia lo matemático-mecánico, sólo podrá lograrse mediante la relación entre el conocimiento y el lenguaje... Kant no advirtió en modo alguno el hecho de que todo conocimiento filosófico tiene su única expresión en el lenguaje, y no en fórmulas y números.

Todo en el universo, concluye Benjamin, es diálogo. Todo en él termina convirtiéndose en traducción. Constantemente los humanos tratan de traducir en sus propios términos, los infinitos lenguajes del cosmos. Al interpretar la lengua muda de las cosas, el ser humano cumple una función divina, prolonga el acto creador de Dios y, solitario, se coloca frente al universo, esforzándose en nombrar la alucinante vastedad de lo inabarcable.
Wittgenstein, en su "Traciatus lógico filosófico", sostiene que la única tarea posible para la filosofía contemporánea debería ser la del estudio de las palabras. Mucho más que una filosofía del lenguaje, el "Tractatus" es un tratado de cosmología. Existe, dice Wittgenstein, una lógica del mundo en la medida en que nada en el mundo podría atentar contra la lógica. La lógica del universo se refleja en la lógica de los lenguajes humanos.
Desde perspectivas opuestas, las miradas de Benjamin y Wittgenstein coinciden. La de Benjamin es una mirada totalizadora para la cual todas las cosas en el universo se expresan en alguna forma de lenguaje. La de Wittgenstein es la mirada a partir del lenguaje: descubrimiento del mundo desde las palabras que lo dibujan; reducción del universo al tamaño de los seres humanos que lo nombran.

"Descubrir el significado de las imágenes arquetipales en las manifestaciones personales y culturales no es una labor sencilla, debido a que no se trata de una exposición de tipo racional como las tradicionales en el quehacer académico. La teoría junguiana parte de considerar que al comienzo de la humanidad, la psique estaba dominada por el inconsciente colectivo y que muy paulatinamente fue surgiendo el inconsciente personal y finalmente apareció la conciencia. Presupone igualmente que de la misma forma que el inconsciente fue primero que la conciencia, también el lenguaje simbólico del inconsciente fue anterior al lenguaje racional de la conciencia. Por ello, todas las elaboraciones inconscientes que aparecen en sueños, visiones, fantasías, ritos, mitos y cuentos populares, aparecen como imágenes simbólicas. La labor de interpretación de esos contenidos consiste en traducir el lenguaje simbólico en lenguaje racional."

El ser humano es un ser ceremonial que, constantemente, necesita revestir sus actos de un sinnúmero de ritualizaciones con las que recubre de sentido todas sus intenciones y comportamientos. Ritualista por esencia, el ser humano cubre de símbolos el universo. El lenguaje ha sido y es el mayor ejemplo de esa voluntad ritualizadora. El lenguaje es suplantación del universo, sustitución de todas las cosas por medio de palabras. Más que nunca antes, el lenguaje reaparece hoy ante los ojos de nosotros, seres
habitantes de un mundo que inicia a un nuevo milenio, como la primera y esencial expresión del espíritu humano. Regresar a la sabiduría del lenguaje sería una forma de regresar a nuestra propia humanidad.
Quizá una de las maneras de entender nuestro presente sea familiarizándonos con las implicaciones de las palabras que él pronuncia, palabras relacionadas con cierta convicción de precariedad, de riesgo. El
signo azarozo de nuestro tiempo se distingue en numerosos imaginarios descritos por palabras que nombran la fragilidad, la desarmonía, el absurdo; pero, también, la solidaridad, la comunicación, la imaginación, la ilusión... En suma, recién estrenado nuestro incierto y ya terrible siglo XXI, sería posible afirmar, parafraseando a Nietzsche, que la creencia final de la humanidad continúa siendo una metáfora de sus sueños, una forma de ficción.

Fuentes:

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La psicoterapia y la espiritualidad aplicadas en mujeres despues de los 40 años

En la actualidad se ha encontrado que la mujer que llega a los 40 años empieza a interesarse en buscar otras opciones vitales para su existencia, esto debido a la satisfacción de algunas necesidades primarias y secundarias, por ejemplo, variables de trabajo y de familia entre otras. Muchas mujeres hemos buscado respuestas en diferentes corrientes psicoterapéuticas y a pesar de ello, las exigencias de la psique sigue acosando, trayendo como resultado más frustración y no los mejores resultados en los tratamientos psicoterapéutico.
La literatura reporta que en la medida que la mujer, a los 40 años, empieza a enfocar su atención en cuestiones como su desarrollo personal, ampliar su cultura, búsqueda del bienestar interno, encontrar significado a su vida, y temas relacionados con el alma y la espiritualidad; encuentra caminos que orientan su comportamiento y le reportan mayor satisfacción y desarrollo espiritual.

Las mujeres casi siempre en esta etapa, segunda etapa de la vida, han conseguido el prestigio a través del hombre, al igual que su sentido de poder, sobre todo sí éste ha logrado cierto estatus y poder económico, elementos externos a su esencia y alejados del contacto con su psique.
Al mismo tiempo se encuentra sufriendo la tiranía del deber ser, en pugna con el ser y se empieza a cuestionar el Sentido de su Vida.

Concluyo compartiendo con el lector el hecho de que estoy convencida que "al igual que un pájaro no puede volar con una sola ala", muchas mujeres viven su vida enjauladas en el mundo físico, sujetas al tiempo, en las memorias del pasado y la incertidumbre del futuro y deseo aportar un testimonio que postule que "solo dejando a un lado tiempo, mente, ambiciones, dualidades y juicio, soberbia, etc., estas mujeres lograran una vida existencial haciendo una profunda limpieza interior".

Cuando una persona se le abre caminos su estadio de animo cambia y cuando cambia el estado de animo cambia el corazón. El yo instintivo es curativo y vitalizador y esto se logra a través de la espiritualidad.

Psicología y Espiritualidad: Las distintas terapias psicológicas valoran de diversa forma el papel de la espiritualidad dentro del proceso terapéutico, yendo desde aquellas en donde esto es esencial, como el enfoque transpersonal o el junguiano, hasta aquellas en que no se ha considerado importante como la teoría cognitivo - conductual; aunque ya son cada vez mas los terapeutas que están abriendo su visión y evaluando como relevante la espiritualidad.

"El despertar a la vida espiritual es el resultado último de cualquier
proceso terapéutico integral y completo."

La mujer después de los 40 años: El papel de la mujer después de los 40 años sigue siendo relegado e inhibido su desarrollo integral, ya sea por la sociedad, por su familia, por su esposo, por sus hijos, pero también por sí misma y puede continuar siendo así sí no encuentra internamente su aspecto espiritual.


El poder curativo de las crisis: En la mayoría de los procesos terapéuticos se ha encontrado que la mujer después de los 40 años, presenta crisis y conflictos que pueden ser considerados característicos de esta etapa de la vida como son: un cuestionamiento acerca de cómo ha vivido su vida, qué le ha faltado de lo que quisiera hacer, qué ha hecho incorrectamente que le a provocado insatisfacción, infelicidad o frustración, cómo relacionarse con su esposo, sus hijos, su familia, qué nuevo sentido pueden tener esas áreas, cómo enfrentar el aspecto sexual cuando la belleza se ha ido o empieza a desaparecer, etc.

El servicio hacia los demás: La mayoría de sus necesidades la conllevan a manifestar un fuerte deseo de servicio hacia los demás, tiende a desaparecer los rasgos egoístas, narcisistas o egocéntricas que caracterizan su juventud, y ahora aparece el deseo de ayudar de una forma u otra a los demás y que a la vez es una vía, medio y señal de encontrar ese aspecto espiritual interno.

La espiritualidad: La espiritualidad no es un aspecto medible, cuantificable o que se deba seguir de determinada forma, cada mujer tiene que encontrar un significado particular de cómo vivirla, como manifestarla y así esta se convierte en el medio idóneo por el cual la mujer después de los 40, le da un nuevo sentido a los diversos aspectos de su vida (sus polaridades, sus pérdidas, sus conflictos, etc.) y enfrenta con nuevos bríos los conflictos cotidianos que se le vayan presentando.

Encontrar la propia espiritualidad: La Espiritualidad, práctica que se ejerce está ligada cien por ciento al Amor (a sí misma, a los demás, al trabajo, a la profesión, a Dios, etc.), y más aún, es imposible de desarrollar sí la mujer después de los 40 años carece de él. De tal forma, el papel del terapeuta es ser simplemente un acompañante y no pretender ser un guía, un maestro, un gurú, pues en la medida que pretenda esto, trasmite valores personales que obstaculizan que la mujer encuentre su propia espiritualidad.

" La espiritualidad es un asunto privado
y refleja la relación existente entre el individuo y el cosmos."

Terapia y espiritualidad: Lo anterior, también implica que dentro de la psicoterapia no existen técnicas específicas para fomentar o desarrollar la espiritualidad de la mujer después de los 40 años, la teoría simplemente sirve para conceptualizar los cambios llevados a cabo pero no para provocarlos.

Por Ken Wilber
 

Sensibilidad: Es factible suponer que los datos encontrados en esta investigación también son validos para los hombres dado que la espiritualidad no puede depende del sexo genérico de la persona, aunque es importante anotar que la mujer posee mejores recursos para desarrollar este aspecto ya que manifiesta mayor sensibilidad, mayor contacto con su yo interno.

Se puede afirmar que la psicoterapia consiste en una gran diversidad de teorías que explican la personalidad y el comportamiento humano, a partir de las cuales se desarrollan métodos y técnicas terapéuticas para ayudar al individuo a disminuir o eliminar su angustia, síntomas y sufrimiento.
De tal forma, es indudablemente que pueden ser diversos los beneficios que una persona puede obtener de algún tipo de psicoterapia, siendo que Valdez realiza una laudable síntesis de estos cambios, propone que el paciente se puede beneficiar en:
Sentimientos de seguridad, que implica: sentimiento de identidad, autoevaluación y autocrítica realista, arraigo, control de impulsos. Espontaneidad, adecuado manejo del miedo y la ansiedad, posesión de un marco de orientación y devoción.
Capacidad de adaptación, que incluye: inteligencia, buena integración intrapsíquica, estilo de vida congruente con sus posibilidades, sentimientos morales o esquemas afectivos en armonía con los esquemas intelectuales, manejo apropiado de las necesidades fisiológicas, capacidad para cumplir los requisitos del grupo, conservando la individualidad y la libertad, capacidad para resolver problemas cotidianos, capacidad para aprender de la experiencia y sentido del humor y capacidad de juego.

En suma, después de un proceso exitoso, la persona siente que en su vida hay muchas satisfacciones; en su vida personal, en su trabajo, en sus relaciones interpersonales, en actividades recreativas, en suma, se siente que está en un continuo proceso de crecimiento en el que encuentra satisfacciones y se siente capaz de ir manejando los problemas que se le presenten.
Esto puede ser logrado por cualquier ser humano, independiente de su edad, sexo, creencia religiosa, estatus económico, etc. Siendo importante anotar que, cada corriente terapéutica enfatiza o resalta ciertos caminos para lograr esto, pero hasta hace poco, un gran porcentaje de terapeutas opinaban que la psicoterapia como tal no busca un horizonte trascendente del crecimiento interior del ser humano (espiritual), pero logra abrir espacios que lo hacen posible.

Por otra parte, también es un hecho que nuestra cultura propulsa un hiperdesarrollo de la mente conceptual, en perjuicio de los demás niveles de nuestro ser, a saber: corporal, emocional y espiritual. Esto conduce a un estado de enajenación general puesto que somos cuerpo, emoción, mente y espíritu, por lo que muchos procesos terapéuticos se quedaban a nivel del entendimiento de la conducta, olvidándose que la salud depende del adecuado desarrollo e integración de los niveles físico, emocional, mental, existencial y espiritual del ser humano.

Así, la creencia en la existencia del alma, y por tanto de la espiritualidad, es inherente a la humanidad. La espiritualidad puede ser mejor entendida, de manera sencilla, como: lo que nos acerca a lo Divino: El contacto directo con el Ser Superior o Dios, es posible sólo a través de nuestro Espíritu, y la Espiritualidad es lo que permite y solidifica dicho contacto.

Nos eleva a estados superiores de conciencia: La Espiritualidad, debido al permanente contacto con lo Divino, es aquella que nos lleva a asumir un elevado y a su vez evolucionado estado de conciencia, lo que trae como consecuencia pensar, razonar, calificar y discriminar las acciones por sobre los Seres Humanos ordinarios.

Hablar de los beneficios de la espiritualidad en el ser humano puede ser considerado como algo subjetivo y personal, sin embargo existen distintos estudios que han comprobado con certeza científica el provecho que puede tener la persona en diversos ámbitos.
Las conclusiones señalan que es necesaria una apertura de los modelos tradicionalistas en donde se incluya este tema en la psicoterapia de mujeres mayores de 25 años, pues es un aspecto importante para el desarrollo integral de dichas mujeres. Sea como fuere, se ha demostrado que la espiritualidad ayuda a integrar al ser humano con la naturaleza, con el cosmos, considerándolo como una unidad biológica, social, psicológica y espiritual.

De forma específica queda demostrado que:

* Ya son cada vez mas los terapeutas de cualquier corriente teórica que están abriendo su consciencia y evaluando como relevante la espiritualidad para la mujer después de los 40 años de edad.
* El desarrollo de la mujer después de los 40, se puede ver obstaculizado si no encuentra internamente su aspecto espiritual.
* La espiritualidad se convierte en el medio idóneo por el cual la mujer después de los 40, resignifica los diversos aspectos de su vida (sus polaridades, sus pérdidas, sus conflictos, etc.).
* La Espiritualidad, práctica que se ejerce está ligada cien por ciento al Amor (a sí misma, a los demás, al trabajo, a la profesión, a Dios, etc.), y más aún, es imposible de desarrollar sí la mujer después de los 40 años carece de él.
* Cada mujer debe encontrar su manera particular y personal de experimentar y manifestar ese aspecto espiritual de su vida.

Fuente:


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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"