miércoles, 3 de junio de 2009

Conocerse a uno mismo

Si quieres conocerte,
observa la conducta de los demás;
si quieres conocer a los demás,
mira en tu propio corazón.
Friedrich Schiller

En alguna parte del templo de Delfos, dedicado al dios Apolo, se hallaba la inscripción:

"Te advierto, quien quieras que fueres,
¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera.
Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?
En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros
¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses."

Esta advertencia tenía por objeto incitar al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza y a no aspirar a lo que es propio de los dioses. El exceso, la desmesura, la "hybris" es castigada por los dioses como la más grave falta que el hombre pueda cometer. Apolo es el dios de los sueños y las profecías (el oráculo de Delfos era el más visitado de toda Grecia), el dios de la claridad y la belleza, y, sobre todo, el dios de la estabilidad, de la medida, de la forma, de lo limitado. Nada tiene de extraño que en el templo a él dedicado, se halle esta inscripción que nos invita a evitar los excesos reconociendo nuestros propios límites.

Conocerse bien a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un gran reto para el hombre a lo largo de los siglos.

La observación de uno mismo permite separarse un poco de nuestra subjetividad, para así vernos con un poco de distancia, como hace el pintor de vez en cuando para observar cómo va quedando su obra.

Observarse a sí mismo es como asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo, y así tener una mejor conciencia de cómo somos y qué nos pasa. Por ejemplo, es diferente estar fuertemente enfadado, sin más, a estarlo pero dándose uno cuenta de que lo está, es decir, teniendo una conciencia autorreflexiva que nos dice: «Ojo con lo que haces, que estás muy enfadado».

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Advertir cómo estamos emocionalmente
es el primer paso
hacia el gobierno de
nuestros propios sentimientos.

Comprender bien lo que nos pasa tiene un poderoso efecto sobre los sentimientos perturbadores que puedan invadirnos, y nos brinda la oportunidad de poner esfuerzo por sobreponernos y así no quedar abandonados a su merced.

—Pero hay muchas personas que son conscientes de pasar por un estado emocional negativo, y sin embargo no logran salir de él.

Las hay, sin duda. Son personas que suelen sentirse desbordadas por sus propios sentimientos, y se dan cuenta de que están pesimistas, malhumoradas, susceptibles o abatidas, pero se consideran incapaces de salir de ese estado. Son conscientes de su situación, pero de un modo vago, y precisamente su falta de perspectiva sobre esos sentimientos es lo que les hace sentirse abrumadas y perdidas. Piensan que no pueden gobernar su vida emocional y por eso no hacen casi nada eficaz por salir del agujero en que se encuentran.

Hay otras personas que son algo más conscientes de lo que les sucede, pero su problema es que tienden a aceptar pasivamente esos sentimientos. Son proclives a estados de ánimo negativos, y se limitan a aceptarlos resignadamente, con una actitud rendida, de dejarse llevar por ellos, y no se esfuerzan por cambiarlos a pesar de lo molesto que les resulta sobrellevarlos.

—¿Y piensas entonces que en realidad no son tan conscientes de lo que les sucede?

Exacto. Las personas que perciben con verdadera claridad sus sentimientos suelen alcanzar una vida emocional más desarrollada. Son personas más autónomas, más seguras, más positivas; y cuando caen en un estado de ánimo negativo no le dan vueltas obsesivamente, ni lo aceptan de modo pasivo, sino que saben cómo afrontarlo y gracias a eso no tardan en salir de él. Su ecuanimidad en el conocimiento propio les ayuda mucho a abordar con acierto los problemas y gobernar con eficacia su vida afectiva.

Observar el comportamiento propio y ajeno

El conocimiento propio constituye un punto clave

para la formación y educación del carácter y de los sentimientos de cualquier persona. Además, ese saber lo que realmente nos pasa y por qué nos pasa está muy relacionado con nuestra capacidad de comprender bien a los demás. En este sentido, es muy útil desarrollar la capacidad de observación del comportamiento propio y ajeno: la literatura o el cine, por ejemplo, pueden enseñar mucho también a conocerse a uno mismo y a los demás cuando los autores son buenos conocedores del espíritu humano y saben reflejar bien lo que sucede en el interior de las personas.

—Pero fomentar tanto interés por el conocimiento propio, ¿no lleva al individualismo o la introversión?

Como es natural, no estamos hablando de desarrollar un afán de malsana introspección psicológica, sino de procurar conocerse para no vivir con uno mismo como con un desconocido.

Conocerse bien no lleva
a encerrarse en la propia subjetividad,
sino a verse a uno mismo
con toda la objetividad posible.

Y eso ayuda, entre otras cosas, a combatir la inestabilidad de ánimo que se produce cuando una persona se deja arrastrar por su imaginación: unas veces divagando en ensoñaciones y fantasías, otras tendiendo a sobrevalorar las propias posibilidades, y otras quedándose a merced del pesimismo o la indecisión, subestimando sus capacidades cuando las circunstancias son adversas.

La conciencia emocional es muy intensa en unas personas, mientras que en otras es mucho más moderada. Hay personas, por ejemplo, que ante una situación de peligro reaccionan con asombrosa serenidad. Otras, en cambio, pueden quedarse muy afectadas durante varios días simplemente porque se les ha extraviado un bolígrafo o porque su equipo favorito ha perdido un partido en la liga de fútbol.

—Lo dices como si experimentar sentimientos intensos fuera algo negativo.

No tiene por qué serlo. El exceso de sensibilidad emocional puede llevarnos a auténticas tormentas afectivas (positivas o negativas, de exaltación o de abatimiento), y eso tiene muchos riesgos. Pero tampoco puede ponerse como ideal la frialdad y el desapego.

Para facilitar el propio conocimiento, resulta útil analizar los múltiples elementos que interaccionan en nuestra vida, pues es lógico que, a lo largo de los años, algunas de esas facetas puedan pasar por momentos de conflicto más o menos importantes. Son situaciones dolorosas que pueden tener su origen en cuestiones profesionales (dificultades para obtener o mantener determinado nivel profesional, problemas de entendimiento con los jefes o compañeros, fracasos debidos a los propios fallos o a la superioridad de los competidores, situaciones de paro o de insatisfacción laboral, etc.); o dificultades de salud, que limitan de modo transitorio o permanente la propia capacidad, y que pueden ir acompañados de un serio sufrimiento físico o psíquico; problemas afectivos que plantea la convivencia ordinaria (diferencias de criterio entre los cónyuges, o entre padres e hijos, etc.); o toda la problemática específica que puede plantear la vida escolar, abrirse camino en la vida profesional, el declive de la salud o la llegada de la ancianidad; etc.

Y de la misma forma que, por ejemplo, una falta concreta de salud, por muy localizada que esté en un punto determinado del cuerpo, acaba produciendo de ordinario una sensación generalizada de malestar en toda la persona, también un problema grave en cualquiera de las otras facetas de la vida –por ejemplo, en la vida profesional, o en la familia– puede producir un efecto que trascienda esa faceta y provoque otros problemas en cadena: trastornos de carácter, retraimiento o agresividad en la relación con los demás, o incluso –cuando los problemas son importantes– propensión a determinadas enfermedades.

Esto hace que, si falta la necesaria madurez y conocimiento propio, algunos problemas de una faceta de la vida se acaben achacando a otra que en realidad no tiene la culpa, o al menos tiene muy poca. Así, una persona puede culpar a su cónyuge o a sus hijos o a sus padres de la frustración que siente, cuando en realidad ese sentimiento se debe sobre todo a una causa de tipo profesional, o a una simple inmadurez afectiva; o puede considerar que su situación profesional es el motivo por el que se siente insatisfecho, cuando en el fondo se debe a que no acepta la natural pérdida de capacidad o de salud que sobreviene con motivo de la edad o de los ciclos naturales de ánimo que la vida imprime; o puede achacar a determinados defectos de las personas con que convive lo que en realidad se debe a un enrarecimiento del propio carácter; etc.

Las personas tendemos –al menos la mayoría– a proyectar fuera de nosotros la solución de los problemas que experimentamos. Solemos echar a otros la culpa de casi todo lo malo que nos sucede. Parte importante del conocimiento propio es advertir la presencia de ese sutil engaño. Es cierto que las circunstancias ajenas siempre pueden ayudarnos a resolver y superar nuestros problemas, pero no debemos dimitir –ni total ni parcialmente– del amplísimo margen de responsabilidad que tenemos sobre la mayoría de las cosas que nos suceden en la vida.

Tampoco debe olvidarse que la pereza –con todo el lastre interior que puede llegar a tener en nuestra vida–, trata de llevarnos hacia la ley del mínimo esfuerzo. Por eso, cuando sentimos desgana para afrontar una tarea que nos resulta costosa, es preciso identificar claramente su origen y reconocerlo como lo que es: cansancio razonable que exige descanso, o pereza que hemos de superar; pero no interpretar equivocadamente la desgana como carencia de aptitudes, ni las dificultades ordinarias como acumulación de infortunios o de malévolas confabulaciones contra nosotros, pues sería una triste forma de autoengaño.

—Pero a veces se presentan problemas que no tienen fácil solución.

Es preciso entonces buscar posibles modos razonables de resolver esos problemas, al menos hasta donde nos sea posible. Habrá ocasiones, efectivamente, en que sólo podremos disminuir sus consecuencias negativas y aprender a sobrellevarlos: por ejemplo, en el caso de enfermedades crónicas, fuertes reveses económicos o profesionales cuya solución queda fuera de nuestro alcance, problemas serios de relación con personas que tenemos necesidad de tratar, etc.

—¿Y cómo distinguir lo que debe sobrellevarse de lo que debemos intentar cambiar?

Un profundo y certero conocimiento de uno mismo, contrastado por la observación atenta del propio comportamiento externo y de las reacciones interiores, enriquecido por el consejo de quienes nos conocen y aprecian, nos permitirá identificar el verdadero origen de las perturbaciones que inevitablemente experimentaremos siempre a lo largo de nuestra vida.

Así avanzaremos a buen paso hacia la madurez emocional, tan lejana de esas altivas afirmaciones de algunos («yo sigo pensando exactamente lo mismo que he pensado siempre», como si la mejor prueba de lucidez fuera no cambiar jamás en nada de forma de pensar), e igualmente lejos de esa variabilidad de quienes cambian constantemente de ideales y olvidan sus convicciones como si fueran una ligera gripe que ya pasaron, o como si el transcurso de los años no les reportara ninguna enseñanza estable.

Discernir los propios sentimientos

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El propio conocimiento es un proceso abierto, que no termina nunca, pues la vida es como una sinfonía siempre incompleta, que se está haciendo continuamente, que siempre es superable y exige por tanto una atención constante.

El conocimiento propio
es puerta de la verdad.

Cuando falta, no se puede ser sincero con uno mismo, por mucho que se quiera. Querer ver qué es lo que nos sucede –y quererlo de verdad, con sinceridad plena– es el punto decisivo. Si eso falla, podemos vivir como envueltos por una niebla con la que quizá nuestra propia imaginación enmascara las realidades que nos molestan.

Porque encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa más fácil del mundo. Siempre existen causas exteriores a las que culpar, y por eso hace falta cierta valentía para aceptar que la culpa, o la responsabilidad, es quizá nuestra, o al menos una buena parte de ella. Esa valentía personal es imprescindible para avanzar con acierto en el camino de la verdad, aunque a veces se trate de un recorrido que puede hacerse muy cuesta arriba.

No percibir con ecuanimidad
los propios sentimientos
supone fácilmente
quedar a su merced.

Hay sentimientos que fluyen de forma casi inconsciente, pero que no por eso dejan de ser importantes. Por ejemplo, una persona que ha tenido un encuentro desagradable puede luego permanecer irritable durante horas, sintiéndose molesto por el menor motivo y respondiendo de mala manera a la menor insinuación. Esa persona puede ser muy poco consciente de su susceptibilidad, e incluso sorprenderse –y molestarse de nuevo– si alguien se lo hace notar, aunque a los demás resulta bien patente que se debe a esos sentimientos que bullen en su interior como consecuencia de aquel encuentro desagradable anterior.

Una buena parte de
nuestra vida emocional
tarda en aflorar a la superficie.

Hay sentimientos que no siempre llegan a cruzar el umbral de la conciencia. Por eso reconocerlos nos permite desplazar la frontera y ampliar el campo de los sentimientos plenamente conscientes, y eso siempre supone un poderoso medio para mejorar.

Una vez que tomamos conciencia de cuáles son los verdaderos sentimientos que pugnan por salir a la superficie de nuestra conciencia, podemos evaluarlos con mayor acierto, decidir dejar a un lado unos y alentar otros, y así actuar sobre nuestra visión de las cosas y nuestro estado de ánimo. En esto se manifiesta, entre otras cosas, que somos seres inteligentes.

Quien se conoce bien,
puede apoyarse en sus puntos fuertes
para actuar sobre sus puntos débiles,
y así corregirlos y mejorarlos.

Es como una intensa luz que ilumina sus vidas y les permite desenvolverse con acierto a la hora de tomar decisiones, tanto las más sencillas de la vida diaria como las verdaderamente importantes.

—¿Y en qué sentido hablabas antes de no querer ver?

Hay muchas formas de eludir la realidad, y casi siempre se producen de modo semiinconsciente para su protagonista.

Algunas personas, por ejemplo, se hacen a sí mismas razonamientos del estilo de «déjame disfrutar de eso, que luego ya veré lo que hago» (donde eso puede ser cualquier muestra de egoísmo, pereza o escape de la realidad). No parecen advertir hasta qué punto ese error va ganando terreno en sus vidas y oscureciendo el escaso alivio que eso les produce.

Hay otros que se engañan con razonamientos como los del niño mimado que prefiere quedarse encerrado en su habitación, aburrido y solo, rumiando sus agravios y las razones de su enfado, aun sabiendo que lo mejor sería superar su orgullo y salir. Prefieren permanecer tristes en su desgracia, con tal de no enfrentarse a su propia obstinación.

Otros son como aquél que persigue ansiosamente el placer, y va viendo cómo éste se hace cada día más pequeño, y sabe que por ese camino no obtendrá un grado de satisfacción alto, pero prefiere seguir tras ese pobre halago insaciable, porque le asusta verse privado de él.

«Nuestro corazón –ha escrito Susanna Tamaro– es como la tierra, que tiene una parte en luz y otra en sombras. Descender para conocerlo bien es muy difícil, muy doloroso, pues siempre es arduo aceptar que una parte de nosotros está en la sombra. Además, contra ese doloroso descubrimiento se oponen en nuestro interior muchas defensas: el orgullo, la presunción de ser amos inapelables de nuestra vida, la convicción de que basta con la razón para arreglarlo todo. El orgullo es quizá el obstáculo más grande: por eso es preciso valentía y humildad para examinarse con hondura.»

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Saber expresar lo que sentimos

«Las lágrimas se me amontonaban en los ojos –pensaba Ida, la protagonista de aquella novela de Mercedes Salisachs– y era difícil evitarlas.

»Me reproché entonces mi falta de visión, aquel maldito silencio que siempre dominaba nuestras sobremesas, aquella obsesión de guardar siempre para nosotros nuestros pensamientos y preocupaciones.

»Si al menos mi hija hubiera dejado entrever algo de lo que le ocurría... Si hubiese recurrido a mí para que yo la ayudase... Pero no. Callar, eso era lo que hacíamos todos. Cubrir con piel sana los furúnculos más purulentos. Es horrible, ahora comprendo que no conocía a mi hija.»

Algunas personas han sido educadas de manera que suelen esconder habitualmente sus sentimientos. Sienten un excesivo pudor para expresar lo que realmente piensan o les preocupa, y se muestran reacias a manifestar emoción o afecto. Quizá desean hablar pero les frena una barrera de timidez, de envaramiento, de falso respeto, de orgullo. Es cierto que determinados sentimientos sólo se exteriorizan dentro de un cierto grado de intimidad, y requieren cierta reserva, pero silenciarlos siempre, o cubrirlos de aparente indiferencia, entorpece el desarrollo afectivo y conduce, entre otras cosas, a una importante merma de la capacidad de reconocer y expresar los propios sentimientos.

Muchos desequilibrios emocionales tienen su origen en que esas personas no saben manifestar sus propios sentimientos, y eso les ha llevado a educarlos de manera deficiente. Cuando hablan de sí mismas, difícilmente logran decir algo distinto de si se sienten bien, mal o muy mal. Les resulta difícil hablar de esas cuestiones, y manejan un vocabulario emocional sumamente reducido. No es que no sientan, es que no logran discernir bien lo que bulle en su interior, ni saben cómo traducirlo en palabras. Ignoran el motivo de fondo de sus problemas. Perciben sus sentimientos como un desconcertante manojo de tensiones que les hace sentirse bien o mal, pero no logran explicar qué tipo de bien o de mal es el que sienten.

Esa confusión emocional nos hace vislumbrar un poco la grandeza del poder del lenguaje, y comprender que cuando logramos expresar en palabras lo que sentimos, damos un gran paso hacia el gobierno de nuestros sentimientos.

Reflexionar sobre los sentimientos

Siempre se ha dicho que si no comprendes bien una cosa, lo mejor que puedes hacer es intentar empezar a explicarla. Por ejemplo, un profesor experimenta muchas veces la dificultad de hacer comprender a sus alumnos los puntos más complejos de la asignatura. Sin embargo, a medida que avanza el desarrollo de la clase, y se abordan una y otra vez esos conceptos desde perspectivas diferentes, las ideas se van precisando, surgen pequeñas o grandes iluminaciones, tanto para los alumnos como para el propio profesor.

Por eso, una buena forma de avanzar en la educación de los sentimientos es pensar, leer y hablar sobre los sentimientos. Al hacerlo, nuestras ideas se van destilando, y serán cada vez más precisas y certeras. Y sabremos cada vez mejor qué sucede en nuestro interior, para después intentar explicarlo, buscar sus causas, sus leyes, sus regularidades, e intentar finalmente sacar alguna idea en limpio para mejorar en nuestra educación afectiva.

Los temas pueden ser muy variados. Antes hemos hablado, por ejemplo, de cómo las personas tendemos a echar a otros la culpa de todo lo malo que nos sucede, y de esa otra tendencia a proyectar en los demás nuestros propios defectos.

En ambos casos, se trata de fenómenos que, como suele suceder con todo lo relativo al conocimiento de las personas, se advierten con más facilidad en otros que en uno mismo. No es difícil, por ejemplo, ver a una persona muy egoísta que se lamenta del egoísmo de los demás y dice que nadie le ayuda; o a uno que siempre se está quejando, pero siempre protesta de que otros se quejen; o a un charlatán agotador que acusa a otro de que habla demasiado; o a un hombre irascible que denuncia el mal genio de los demás.

Con sólo prevenirnos contra estos dos errores –en el fondo muy parecidos–, podemos avanzar mucho en esa importante tarea que es el propio conocimiento. Se trata de procurar ver las cosas buenas de los demás, que siempre las hay, y aprender de ellas. Y cuando veamos sus defectos (o algo que nos parece a nosotros que lo son), pensar si no hay esos mismos defectos también en nuestra vida.

Mejoraremos procurando conocer
cuáles son
nuestros defectos dominantes.

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Para concretar un poco, podemos considerar algunos defectos relacionados con la educación de los sentimientos:

* timidez, temor a las relaciones sociales, apocamiento;

* irascibilidad, susceptibilidad, tendencia exagerada a sentirse ofendido;

* tendencia a rumiar en exceso las preocupaciones, refugiarse en la soledad o en una excesiva reserva;

* perfeccionismo, rigidez, insatisfacción;

* falta de capacidad de dar y recibir afecto;

* nerviosismo, impulsividad, desconfianza;

* pesimismo, tristeza, mal humor;

* recurso a la simulación, la mentira o el engaño;

* gusto por incordiar, fastidiar o llevar la contraria; tozudez;

* exceso de autoindulgencia ante nuestros errores; dificultad para controlarse en la comida, bebida, tabaco, etc.;

* tendencia a refugiarse en la ensoñación o la fantasía; dificultad para fijar la atención o concentrarse;

* excesiva tendencia a requerir la atención de los demás; dependencia emocional;

* hablar demasiado, presumir, exagerar, fanfarronear, escuchar poco;

* resistencia a aceptar las exigencias ordinarias de la autoridad;

* tendencia al capricho, las manías o la extravagancia;

* resistencia para aceptar la propia culpa, o sentimientos obsesivos de culpabilidad;

* falta de resistencia a la decepción que conlleva el ordinario acontecer de la vida; no saber perder o no saber ganar;

* dificultad para comprender a los demás y hacernos comprender por ellos;

* dificultad para trabajar en equipo y armonizarse con los demás;


domingo, 31 de mayo de 2009

La llave del conocimiento: La importancia del rastreo

¡Ah, la llave que permite desvelar el secreto que todas las mujeres conocen y, sin embargo, no conocen!

La llave representa el permiso para conocer los más profundos y oscuros secretos de la psique, eso que degrada y destruye estúpidamente el potencial de una Mujer.
El depredador sigue adelante con su plan destructor, "Haz todo lo que quieras", dice, instando a la mujer a comprometerse psíquicamente e induciéndola a experimentar una falsa sensación de libertad. Le da a entender que es libre de alimentarse y de disfrutar en paisajes bucólicos, por lo menos dentro de los confines de su territorio. Pero, en realidad, ella no es libre, pues se le impide acceder al siniestro conocimiento de su depredador a pesar de que en lo más hondo de su psique ya ha comprendido lo que ocurre en realidad.
Prohibir a una mujer la utilización de la llave del conocimiento consciente de sí misma equivale a despojarla de su naturaleza intuitiva, de la innata curiosidad que la llevaría a descubrir “lo que hay debajo" y más allá de lo evidente. Y, sin este conocimiento, la mujer carece de la debida protección. Si decide obedecer la orden de no utilizar la llave, opta por su muerte espiritual. Si decide abrir la puerta de la horrible estancia secreta, opta por la vida.
En el cuento sus hermanas van a visitarla y "como cualquier persona en su lugar, tuvieron curiosidad por saber". La esposa se lo dice alegremente "Podemos hacerlo todo excepto una cosa". Las hermanas deciden convertir en un juego la tarea de descubrir a qué puerta corresponde la llavecita. Una vez más, ponen de manifiesto un sano impulso de conocimiento consciente.
Algunos pensadores psicológicos, entre ellos Freud y Bettelheim, han interpretado los episodios del cuento de Barba Azul como castigos psicológicos a la curiosidad sexual femenina. En los comienzos de la formulación de la psicología clásica, la curiosidad femenina tenía una connotación más bien negativa mientras que los hombres que ponían de manifiesto esta misma característica eran calificados de investigadores. A las mujeres se las llamaba fisgonas mientras que a los hombres se les llamaba inquisitivos. En realidad, la trivialización de la curiosidad de las mujeres rebajada a molesto fisgoneo niega la existencia de la perspicacia, las corazonadas y las intuiciones femeninas. Niega la existencia de todos sus sentidos e intenta atacar sus capacidades más fundamentales: la diferenciación y la determinación.
Las mujeres que aún no han abierto la puerta prohibida tienden a ser las mismas que caen directamente en brazos de Barba Azul. Mientras que las hermanas mayores, que aun conservan intactos los instintos salvajes de la curiosidad, representan las mujeres en la sombra de la psique de cada mujer, ellas son quienes, mediante discretos avisos, la hacen estar alerta y la ayudan a comprender de nuevo lo que es importante para ella. El descubrimiento de la puertecita es importante, la desobediencia a la orden del depredador es importante y el descubrimiento de lo que tiene de particular aquella habitación es esencial.

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Durante siglos, las puertas han sido de piedra y de madera. En algunas culturas, se creía que la puerta conservaba el espíritu de la piedra o de la madera, por lo que estaba llamada a actuar de guardiana de la habitación. Hace mucho tiempo las tumbas tenían más puertas que las casas y la sola imagen de la puerta significaba que en su interior había algo valioso desde el punto de vista espiritual o que dentro había algo que se tenía que reprimir.
La puerta del cuento se presenta como una barrera psíquica, una especie de centinela de un secreto. Esta guardia nos recuerda una vez más la fama de mago del depredador. Una fuerza psíquica que se retuerce y nos enreda como por arte de magia, impidiéndonos saber lo que sabemos. Las mujeres refuerzan esta barrera o estas puertas siempre que se disuaden a sí mismas o se disuaden unas a otras de pensar o de indagar demasiado, pues "a lo mejor, te encuentras con algo mucho peor de lo que pensabas". Para romper esta barrera, se tiene que utilizar una contramagia apropiada. Y esta magia apropiada se encuentra en el símbolo de la llave.
Formular la pregunta apropiada constituye la acción central de la transformación no sólo en los cuentos de hadas sino también en el análisis y en la individuación. La pregunta clave da lugar a la germinación de la conciencia. La pregunta debidamente formulada siempre emana de una curiosidad esencial acerca de lo que hay detrás. Las preguntas son las llaves que permiten abrir las puertas secretas de la psique.
Aunque las hermanas no saben que tesoro o qué farsa hay al otro lado de la puerta, echan mano de sus buenos instintos y formulan la pregunta psicológica clave: "¿Dónde crees que está la puerta y qué habrá detrás de ella?"

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Al llegar a este punto, la naturaleza ingenua empieza a madurar y a preguntar: "¿Qué hay detrás de lo visible? ¿Cuál es la causa de esta sombra que se proyecta en la pared?" La joven e ingenua naturaleza empieza a comprender que, si hay algo secreto, si hay una sombra de algo, si hay algo prohibido, es necesario verlo. Para desarrollar la conciencia hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable: el chirrido invisible, la oscura ventana, la puerta que llora, el rayo de luz bajo el alféizar de una ventana. Hay que indagar en estos misterios hasta descubrir la esencia de la cuestión.

La capacidad de resistir lo que averigüe permitirá a una mujer regresar a su naturaleza profunda, en la que todos sus pensamientos, sus sensaciones y sus acciones recibirán el apoyo que necesitan.





Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


martes, 26 de mayo de 2009

El niño eterno

"En el fondo de todo adulto yace un niño eterno, en continua formación, nunca terminado, que solicita cuidado, atención y educación constantes. Ésta es la parte de la personalidad humana que aspira a desarrollarse y a alcanzar la plenitud".
C.G. Jung

"Es el Niño quien percibe el secreto primordial de la Naturaleza y es al Niño que hay en nosotros a quien regresamos. El Niño es lo bastante simple y osado como para vivir el Secreto".
Chuang-Tzé

En buena parte de la historia humana las sociedades se han dotado de ritos de iniciación o ritos de paso que marcaban las diferencias entre los grupos de edad y, además, ofrecían las condiciones de tránsito de unos a otros. Por medio estaban en juego los procesos de inclusión que obligaban a los jóvenes a hacer frente a determinadas pruebas y desafíos que evaluaban su madurez para gestionar las exigencias del mundo adulto.

Si antaño los límites entre el joven y el adulto estaban marcados por unos papeles y funciones sociales y, en especial, por unos ritos de iniciación que acreditaba en el joven la pérdida de la inocencia y la asimilación de la dureza de la vida, hoy nada de esto tiene lugar. Especialmente importante es la desaparición de estos ritos. No habiendo, “estado adulto”, o habiéndose prolongado la juventud en grado sumo, no hay necesidad de rito ni de sus figuras tutelares.
Una juventud que se ha quedado sin rito desconoce, de igual modo, la experiencia de la privación, la pérdida, el dolor. Ignora límites de sus comportamientos y prácticas que le convierten en humano y mortal. En ese sentido, se ve abocada a vivir la vida desde el desenfreno y la omnipotencia, en definitiva, desde experiencias que reproducen la placidez del útero materno.

Destaca el anhelo de vivir al margen del tiempo: como Peter Pan, en el país de nunca jamás, con una inocencia incorruptible.
Ahora, la adolescencia se prolonga mucho más allá de sus fronteras biológicas, y las obligaciones para con la vida adulta se posponen hasta después de los veinticinco e incluso de los treinta años.
No se busca acumular tiempo, más bien, desprenderse de él, perderlo, echarlo por la borda, transformándose en infantes y adolescentes que empiezan de nuevo a vivir pero ya en un “ahora” despojado de inocencia. Los adultos quieren vivir siendo jóvenes, quieren llegar hasta el final de sus días sintiéndose próximos a los inicios. Luchan por estacionarse ahí, por cerrar el paso del tiempo, por dejar de acumular experiencia. Al mismo tiempo, de negar los espacios de la mácula, el deterioro, la arruga, la degeneración. En este estilo de vida es el yo el agente responsable de sus prácticas e iniciativas.

El niño eterno como arquetipo universal

En el nivel arquetípico de la experiencia humana donde no existe el tiempo histórico, donde rige más la potencia que lo actual, donde se comprime lo vivido y la memoria viva de la humanidad. En este nivel de la experiencia humana desaparece el tiempo cronológico y rige el tiempo recurrente en el que todo lo ideado por la inteligencia humana deja huella para las sociedades futuras.
Los arquetipos remiten a potencialidades de acción y representación que cada presente histórico incorpora.
Más que representaciones cerradas y clausuradas, constituyen condensaciones de sentido que orientan y estimulan la creatividad social.
“El arquetipo es un elemento formal, en sí vacío, que no es sino una facultas praeformandi, una posibilidad dada a priori de la forma de la representación. No se heredan las representaciones sino las formas, que desde este punto de vista corresponden exactamente a los instintos, los cuales también está determinados formalmente”
C.G.Jung

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Su significado universal referido a situaciones y estados recurrentes en la vida del hombre les hace pervivir al paso del tiempo. Mircea Eliade se refiera a ellos en términos de fósiles vivientes. Ejemplos como el Héroe, la Gran Madre, el Hermafrodita, el Extraño, el Chamán, el guerrero, independientemente del valor y protagonismo que tengan en cada entorno cultural, forman parte de la peripecia humana.
En este nivel nada de lo creado y vivido por el hombre muere definitivamente. Siempre un halo de cada gesto humano surca la memoria filogenética de la especie. Cada ahora, cada época, cada momento histórico contiene y convive con los dibujos de los que el hombre se ha servido para narrar y definir su experiencia en el mundo. Corresponde a los arquetipos las nociones de lo transhistórico y lo transpersonal. No en vano, lo producido por el hombre pervive y sobrevive al tiempo de su producción y permanece intacto como potencia legada a las sociedades venideras.
En este dominio la infancia se vive de manera muy distinta. No es tanto una fase a superar como un estado constante y recurrente. Este no deja de acompañar la vida de cada sociedad y actor. No se trata de convertir esa posibilidad en un estilo de vida, con el que la infancia y la adolescencia caracterizan el semblante de nuestra época. Más bien, el acento hay que ponerlo en la dimensión recurrente e insuperable de un estado, el de la calidez de los inicios, que podemos activar y recuperar en determinados momentos de la biografía personal.
Experiencias cargadas de recuerdos, momentos de desgarro, el amor renovado y renovador, acontecimientos sociales muy significativos nos trasladan a estados de nuestra vida cuya narración regenera y sana.

El niño que llevamos dentro no muere nunca y a él volvemos para hilvanar periódicamente la narración de nuestra biografía. No se trata tanto del niño que fuimos realmente, como de una fase insuperable e insuperada que se encuentra próxima al pensamiento arcaico caracterizado por la anulación del tiempo, la integración de lo real con lo posible, de la parte con el todo, del final con el inicio.
“Con afirmaciones como las de que el motivo del niño es un resto del recuerdo de la propia infancia y otras explicaciones similares sólo se ha eludido la pregunta. En cambio, si decimos –cambiando ligeramente la misma frase– que el motivo del niño es la imagen de ciertas cosas de la propia infancia que hemos olvidado, ya nos vamos aproximando a la verdad. Pero como el arquetipo es siempre una imagen que pertenece a toda la humanidad y no sólo al individuo, tal vez es mejor formularlo así: El motivo del niño representa el aspecto preconsciente de la infancia del alma colectiva”.
C.G.Jung y K.Kerenyi

El arquetipo del niño eterno inmerso en las profundidades de toda conciencia individual y social tiene la virtualidad de nutrir los matices y revitalizar la percepción uniforme e inercial que rige en todo marco de convivencia.
A su trasluz se constata una mayor continuidad y consanguineidad entre las cosas separadas y aisladas por el pensamiento conceptual y diferenciado de la modernidad. Posibilita un proceso de compensación que enriquece los reduccionismos de una mirada funcional y parcial del mundo atenta a lo cuantitativo e insensible a lo singular y lo denso.
Es una manera de regenerar la vida individual ante un mundo al que hoy sólo cabe tratar desde una conciencia hegemónica movida por el apetito dominador de la técnica. Sin embargo, su cercanía a los inicios de nuestra conciencia, su proximidad a los grandes interrogantes del mundo, hacen de la infancia un acontecimiento fantástico e irrepetible.
Como dice la mitóloga Blanca Solares: “cuanto más tiende la conciencia a autonomizarse de sus fundamentos, el misterio de su nacimiento y su sentido, más se separa de la experiencia de plenitud y totalidad de los orígenes, hasta desembarazarse de ellos por completo, como sucede en la época moderna, y privilegiar el progreso abstracto, unilateral y reductivo de su proceso de racionalidad técnica y mercantil. Es aquí, en contraste, donde el arquetipo del niño surge como una clave compensatoria básica”.
Esta experiencia es arquetípica porque es universal, porque es posible y posibilitante para cualquier humano independientemente de época, cultura y sociedad. Remite a los inicios regeneradores, exuberantes y prodigiosos que recrean el mundo en lo que tiene de espacio de expansión fecunda y de experiencia inagotable .
En él se hace notar la fuerza milagrosa e irreprimible de la vida en su máxima expresión, el milagro de la existencia. La infancia vive y se vive en contacto directo con el misterio que alienta el discurrir del mundo. Por ello, su carácter inicial teñido de misterio y enigma imprime a la niñez una dimensión sagrada y excepcional, portadora de las claves secretas del mundo y cargada de la ambivalencia de los inicios que atraen pero también asustan.
Entiéndase bien. No es cuestión de rebobinar el hilo biográfico de nuestra vida o de la sociedad hasta encontrar el principio de todo. Tiene más que ver con la recuperación de una experiencia oceánica, bañada de inocencia, descargada de conciencia moral y en la que el actor pone el mundo a disposición de sus sueños. No se trata de un estilo de vida, de un modelo de conciencia social. Apunta a esas llamadas e interpelaciones del pensamiento arcaizante ocultado por un modelo de conciencia centrado en el yo y ajeno a la realidad abundante de la experiencia. Consiste en los calambrazos del inicio que reclama su lugar y su protagonismo para ampliar el horizonte y expandir la experiencia que toda la sociedad limita y estrecha.
El momento arquetípico del niño eterno supone un retrotraerse a la acumulación de voces, formas y pigmentaciones que ha ido legando en el yo el curso del mundo natural y cultural. Se trata de un descubrimiento que, lejos de confirmar a la sociedad tecnologizada como el culmen de la sofisticación humana, la convierte en un momento más y nunca el último de una cadena cósmico-cultura ya vieja y siempre por rejuvenecer.

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A esta experiencia la denomina C.G.Jung el proceso de individuación a cuyo través la conciencia individual contacta con lo universal, lo transhistórico, lo que carece de tiempo, en definitiva con el sí-mismo que todo individuo lleva en su seno. Frente a la gestión privada y solitaria del actual estilo de vida basado en el acceso a una niñez de escaparate y espectáculo, el proceso de individuación consiste en una recuperación de lo vivido, de lo creado, de lo sentido y pensado por el hombre, una recuperación de los otros hombres y, con ello, del resto del hecho cósmico vivo y activo en cada uno de nosotros. En el individuo se abre paso el tiempo sordo del hecho natural prolongado en el humano que nos remite a lo inicial y a lo incógnito. A partir de ese momento la supuesta suficiencia del yo comunica con los diferentes estratos que perviven en él y que le convierten en mera expresión de una totalidad cósmica, humana y cultural de la que forma parte. Frente a la visión fragmentada y fragmentaria del yo contemporáneo, recupera una visión totalizadora de su experiencia y una reconciliación con las diferentes partes de la realidad.
La experiencia de la individuación rejuvenece porque, de pronto, se incorpora el todo en cada yo, porque éste re-nace como otro a partir del descubrimiento de vínculos desconocidos, porque éste reconoce su vastedad más allá de los límites de su conciencia, porque éste descubre la deuda con la tradición humana en la que pervive el rastro de la cultura y del cosmos. Se opera un renacimiento del yo capaz de reconocer la alteridad en su propio seno.
En este sentido, la recuperación de la niñez tiene un efecto alquímico y transformador. De ella se retorna otro, renacido, con espacios de experiencia desconocidos, sin renunciar a la exploración en el mundo. Es una respuesta a los unilateralismos de la conciencia que cierran el paso a la novedad. Se ha incorporado otra mirada que abre al futuro, que estira la realidad, que la prolonga hacia lo desconocido. Por ello, “un aspecto fundamental del motivo del niño es su carácter de futuro. El niño es futuro en potencia. Por eso, la aparición del motivo del niño en la psicología del individuo suele significar una anticipación de desarrollos futuros, aunque a primera vista parezca tratarse de una formación retrospectiva”.

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A modo de resumen, los mitólogos C.G.Jung y K.Kerenyi definen el arquetipo de la infancia a partir de tres rasgos recurrentes en una diversidad de mitos sociales.

1) Uno de ellos es el nacimiento milagroso de un ser que procede de una experiencia virginal. Además, el conjunto de peligros que amenazan al niño indefenso. Así, Zeus está amenazado de ser engullido por Cronos, su propio padre; Dioniso de ser desmembrado. Aunque nada parece venir en su auxilio, lleva en su seno un poder sobrenatural, el de los instintos de la vida, que le habitan. En ausencia de madre, le protegen los animales que le nutren y los ángeles que le custodian.

2) Si bien parece indefenso, su cercanía con el misterio de la existencia le dota de poderes sobrenaturales. El niño dispone de fuerzas tan superiores que podrá imponerse a todos los peligros. Se encuentra atravesado por la mágica fuerza de los inicios. Mas aún, su existencia excepcional derribará todos las barreras del mundo constituido y, finalmente, con sus virtualidades intactas hará emerger una nueva realidad.

3) Por último, presenta una figura hermafrodita, que simboliza la unión de los opuestos o símbolo de la unión constructiva de los contrarios. La influencia de los inicios dota al niño de un aspecto a-morfo y potencial carente de forma definida y actualizada. El vínculo entre Hermes y Afrodita subraya la singularidad irreductible con la que nace cada niño. Pues el recién nacido no es la mera suma de los progenitores que lo engendran.
Lo masculino y lo femenino, así como la vastedad de elementos que le lega el pasado filogenético de la especie y del cosmos, van a ser combinados de manera tan irrepetible y singular que define al recién nacido frente a otros.

Como argumentan C.G.Jung y K.Kerenyi, la mitología constituye un buen referente para acercarse a los dominios del niño eterno. Mitos como el de Zeus, Dioniso, Jesucristo y otros (de nuestra tradición cultural y de otras) ofrecen algo muy distinto al cuento o la leyenda. Si éstos nos hablan del niño en una situación familiar, social o histórica difícil, la mitología expone las relaciones del niño (adulto) en el marco de un mundo cargado de enigmas y misterios que le obligan a medirse con sus límites y con los de la experiencia circundante.


sábado, 23 de mayo de 2009

Las mujeres ingenuas como presa

La mujer ingenua accede tácitamente a "no saber". Las mujeres crédulas o aquellas cuyos lastimados instintos están adormecidos siguen como las flores la dirección de cualquier sol que se les ofrezca. La mujer ingenua o lastimada se deja arrastrar fácilmente por las promesas de comodidad, de alegre diversión o de distintos placeres, tanto si son promesas de una posición social más elevada a los ojos de su familia y de sus iguales como si son promesas de mayor seguridad, amor eterno, arriesgadas aventuras o sexo desenfrenado.

La hermana menor, la menos desarrollada, interpreta el humanísimo cuento de la mujer ingenua que será provisionalmente atrapada por su cazador interior. Pero, al final, saldrá más sabia y más fuerte y sabrá reconocer de inmediato al astuto depredador de su propia psique.
El substrato psicológico del cuento se aplica también a la mujer mayor que aún no ha aprendido del todo a reconocer a su depredador innato. Puede que haya iniciado varias veces el proceso, pero no haya conseguido terminarlo por falta de guía y de apoyo.
Por eso los cuentos didácticos son tan alimenticios; porque proporcionan mapas de iniciación para que sea posible completar incluso el trabajo que ha tropezado con algún obstáculo. El cuento de Barba Azul es válido para todas las mujeres, tanto si son muy jóvenes y están justo empezando a descubrir la existencia del depredador como si llevan décadas siendo víctimas de su acoso y persecución y se están preparando para la última y decisiva batalla contra él.
La hermana menor representa el potencial creativo de la psique. Algo que está avanzando hacia una vida exuberante y rebosante de energía. Pero se produce un desvío cuando accede a convertirse en la presa de un hombre malvado porque el instinto que podría permitirle darse cuenta de lo que ocurre y obrar de otro modo no está intacto.
Psicológicamente, las chicas y los chicos están como dormidos y no comprenden que ellos son la presa. Aunque a veces parece que la vida sería mucho más fácil y menos dolorosa si todos los seres humanos nacieran totalmente despiertos, ello no es así. Todos nacemos anlagen, (en alemán, primordio, conjunto de células embrionarias del que proceden los distintos órganos y partes de un ser vivo.) como el potencial del centro de una célula: en biología el anlage es la parte de la célula que se caracteriza por ser "aquello que será". En el interior del anlage se encuentra la sustancia primitiva que se desarrollará con el tiempo y nos permitirá convertirnos en un ser completo.

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Por consiguiente, nuestras vidas tienen que acelerar el anlage. El cuento de Barba Azul invita a despertar y educar este centro psíquico, esta brillante célula. En aras de esta educación, la hermana menor accede a casarse con una fuerza que a su juicio es muy elegante. La boda de cuento de hadas representa la búsqueda de una nueva situación, el inminente despliegue de un nuevo estrato de la psique.
Sin embargo, la joven esposa se ha engañado. Al principio, Barba Azul le daba miedo y ella se mostraba recelosa. Pero un pequeño placer en el bosque la indujo a pasar por alto su intuición. Casi todas las mujeres han vivido esta experiencia por lo menos una vez. Como consecuencia de ello, se convence de que Barba Azul no es peligroso, sino sólo extraño y excéntrico. Sin embargo, su naturaleza salvaje ya ha olfateado la situación y sabe que el hombre de la barba azul es letal. Pese a ello, la ingenua psique rechaza esta sabiduría interior, se empeña en mantener tratos con el depredador aunque sólo sea una vez antes de despertar sobresaltada.

Este error de apreciación es casi habitual en una mujer joven cuyos sistemas de alarma aún no se han desarrollado. Es como un lobezno huérfano que rueda por el suelo y juega en un claro del bosque, ajeno a la presencia del lince de cuarenta kilos que se está acercando sigilosamente desde las sombras. Si se trata de una mujer más madura cuya lejanía de lo salvaje apenas le permite prestar atención a las advertencias interiores, ésta también seguirá adelante con una ingenua sonrisa en los labios.
Tal como ocurre en el mundo animal, una muchacha aprende a ver al depredador a través de las enseñanzas de su madre y su padre. Sin la amorosa guía de los padres, la joven no tardará en convertirse en una presa.

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Sin embargo, a pesar de los sabios consejos de su madre y de su padre, la muchacha, sobre todo a partir de los doce años, puede dejarse arrastrar por los grupos de sus coetáneos, las fuerzas culturales o las presiones psíquicas, y entonces empieza a correr temerariamente riesgos con el fin de averiguar las cosas por sí misma. Algo mayores, estos adolescentes están convencidos de que el mundo es bueno siempre y cuando ellos lo sepan manejar debidamente. Al comienzo de nuestra vida, nuestro punto de vista femenino es muy ingenuo, es decir, nuestra comprensión emocional de lo oculto es muy débil. Pero es ahí donde todas empezamos como hembras. Somos ingenuas y nos empeñamos en colocarnos en situaciones muy confusas. No haber sido iniciadas en estas cuestiones significa encontrarnos en una fase de nuestra vida en la que sólo estamos capacitadas para ver lo que es patente.
Entre los lobos, cuando la hembra deja a las crías para ir a cazar, los pequeños intentan seguirla al exterior de la guarida y bajar con ella por el camino. Entonces ella les ruge, se abalanza sobre ellos y les pega un susto de muerte para obligarlos a huir y regresar corriendo a la guarida. La madre sabe que sus crías aún no saben valorar y sopesar a otras criaturas. Ignoran quién es el depredador y quién no. Pero a su debido tiempo ella se lo enseñará por las buenas y por las malas.
Como los lobeznos, las mujeres necesitan una iniciación parecida en la que se les enseñe que los mundos interior y exterior no siempre son unos lugares placenteros. Muchas mujeres ni siquiera han recibido las lecciones básicas que una madre loba les da a sus crías acerca de los depredadores, como, por ejemplo: si es amenazador y más grande que tú, huye; si es más débil, decide qué es lo que quieres hacer; si está enfermo, déjalo en paz; si tiene púas, veneno, colmillos o garras afiladas, retrocede y aléjate en dirección contraria; si huele bien, pero está enroscado alrededor de unas mandíbulas de metal, pasa de largo.
La hermana menor del cuento no sólo es ingenua en sus procesos mentales e ignora por completo la faceta asesina de su propia psique sino que además, se deja seducir por los placeres del ego. ¿Por qué no? A todas nos gusta que todo sea maravilloso. Lo malo es que el ego desea encontrarse a gusto, pero el ansia de lo paradisíaco combinada con la ingenuidad no nos permite alcanzar la satisfacción sino que nos convierte en alimento del depredador.
La aquiescencia a casarse con el monstruo se produce en realidad cuando las niñas son muy pequeñas, generalmente antes de los cinco años. Se las enseña a no ver y a considerar "bonitas" toda suerte de cosas grotescas tanto si son agradables como si no. Esta enseñanza es la culpable de que la hermana menor se diga: "Bueno, su barba no es muy azul." Estas enseñanzas iniciales a "ser amables" induce a las mujeres a pasar por alto sus intuiciones. En este sentido, se las enseña deliberadamente a someterse al depredador.

En el cuento, hasta la madre es cómplice. Va a merendar al bosque, "sale a dar un paseo a caballo". No dirige ni una sola palabra de advertencia a ninguna de las hijas. Cabría pensar que la madre biológica o la madre interior está dormida o también es ingenua, tal como suele ocurrir en el caso de muchachas muy jóvenes o de mujeres que no han sido mimadas.
Curiosamente, las hermanas mayores del cuento dan muestras de cierta conciencia de la situación al decir que no les gusta Barba Azul a pesar de que éste las acaba de agasajar y obsequiar de una manera extremadamente romántica y paradisíaca. En el relato se da a entender que ciertos aspectos de la psique, representados por las hermanas mayores, tienen la perspicacia un poco más desarrollada y una "prudencia, que las induce a no idealizar románticamente al depredador. La mujer iniciada presta atención a las voces de las hermanas mayores de la psique que la advierten de que se aleje del peligro. La mujer no iniciada no presta atención porque todavía está demasiado identificada con la ingenuidad.
Supongamos, por ejemplo, que una mujer ingenua se equivoca una y otra vez en la elección de su pareja. En algún lugar de su mente ella sabe que esta pauta es inútil, que tendría que abandonarla y seguir otro camino. Muchas veces incluso sabe lo que tendría que hacer. Pero una especie de hipnosis de tipo Barba Azul la induce a seguir la pauta destructiva. En la mayoría de los casos, la mujer piensa que, si insiste un poco más en la antigua pauta, la sensación paradisíaca que anda buscando aparecerá en un abrir y cerrar de ojos.

Cualquiera que sea el dilema en el que se encuentre atrapada una mujer, las voces de las hermanas mayores de su psique siguen instándola a ser juiciosa y prudente en sus elecciones. Son las voces de lo más hondo de la mente que susurran las verdades que tal vez una mujer no desea oír, pues destruyen su fantasía del Paraíso Encontrado.
Así pues, tiene lugar la boda, la unión de lo dulcemente ingenuo con lo vilmente oscuro. Cuando Barba Azul se va de viaje, la joven no se da cuenta de que, a pesar de que la han invitado a hacer lo que quiera -excepto una cosa-, vive menos y no más. Muchas mujeres han vivido literalmente el cuento de Barba Azul. Se casan cuando todavía son ingenuas a propósito de su depredador y eligen a alguien que destruye sus vidas, pues creen que podrán "curar" a aquella persona con su amor. En cierto modo, "juegan con una casa de muñecas". Es como si se hubieran pasado mucho tiempo diciendo: "Su barba no es muy azul."

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Con el tiempo, la mujer que se ha dejado atrapar de esta manera se dará cuenta de que sus esperanzas de una vida digna para ella y sus hijos son cada vez más escasas. Cabe esperar que, al final, abra la puerta de la habitación que encierra toda la destrucción de su vida. Aunque el que destruya y deshonre su vida sea el compañero afectivo de la mujer, el depredador innato que lleva en su psique está de acuerdo con él. Mientras se obligue a la mujer a creer que está desvalida y/o se la adiestre a no percibir conscientemente lo que ella sabe que es cierto, las dotes y los impulsos femeninos de su psique seguirán siendo exterminados.
Cuando el espíritu juvenil se casa con el depredador, la mujer es apresada o reprimida en una época de su vida inicialmente destinada al desarrollo. En lugar de vivir libremente, la mujer empieza a vivir de una manera falsa. La falaz promesa del depredador es la de que la mujer se convertirá en cierto modo en una reina, siendo así que, en realidad, se está planeando su asesinato. Existe un medio de salir de todo eso, pero hay que tener una llave.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


martes, 19 de mayo de 2009

El Saboteador: guardián de la decisión

Yo soy el que te dice: “Mejor no te metas, lávate las manos y deja las cosas como están”. Yo soy el que busco pretextos para evitar la entrada del “rebelde” del “héroe” y sobre todo del “guerrero de corazón impecable”. Mi creencia es evitar toda posibilidad de cambio. Mi misión es dar continuidad a los hábitos para que estos se repitan una y otra vez. Que cada quién se quede con su papel, que me siga prostituyendo al lado del Lobo, que las victimas sigan siendo victimas, que los héroes sigan tratando de rescatar a las victimas. Ese es mi papel de “Saboteador”.

El arquetipo del Saboteador (o Depredador), es una energía natural que todos poseemos y que a menudo se manifiesta a través del malestar. Puede sabotear los esfuerzos que hagas para ser feliz y salir airoso de tus problemas si no eres consciente de los patrones de pensamiento y conductas que ese arquetipo provoca en ti. Puede conseguir que te resistas a aprovechar las oportunidades. El Saboteador es el espejo que refleja tu miedo a asumir la responsabilidad de tu vida y tus creaciones.
El arquetipo del Saboteador es el que tiene una conexión más próxima con tu capacidad de sobrevivir en el mundo físico. El temor a no poder satisfacer las necesidades básicas de la vida —alimentación, vivienda o relaciones sociales y profesionales— es lo que da poder a este arquetipo para obsesionarte. Puedes silenciar al Saboteador con actos valerosos y haciendo caso a tu intuición. Este arquetipo cumple la maravillosa función de impulsarte a actuar guiado por las corazonadas más que por el pensamiento racional. Para aprender a escuchar esa voz, debes seguir sus sugerencias. Sólo a través de la acción puedes manifestar la valentía necesaria para ampliar tu entorno creativo. Empieza por tomar decisiones de poca envergadura, que pueden ser acciones que transformen tu vida o deseos disfrazados de impulsos inofensivos.
Lo más significativo del Saboteador es el miedo a introducir el cambio en tu vida, un cambio que te exige reaccionar de forma positiva a las oportunidades de moldear y fortalecer tu espíritu. Por otra parte, resulta imposible detener el proceso de cambio. En lo más profundo de tu ser, sabes que para tener poder y usarlo, hace falta un cambio. Aunque muchas personas quieren tenerlo todo, no quieren serlo todo. Todos tus actos no tienen la misma capacidad para transformar el entorno. La decisión de salir a cenar con un grupo de amigos, por lo general, no cambia tu vida de forma tan radical como la decisión de casarte, emprender un negocio o trasladarte a vivir a otro continente. La decisión de seguir los consejos de una voz interior que te orienta en la búsqueda de tu vida espiritual es, sin duda alguna, una decisión que transformará el mundo que conoces.


"Se me da de maravilla sabotear mi autoestima —dijo Erin—. En vez de agradecerle a alguien que me haga un cumplido, intento desviar la conversación hacia otros derroteros. Siempre estoy despreciando mi talento. Pero en la vida de pareja, este autosabotaje es lo peor de todo. Tengo un compañero maravilloso, y cuando me dice que me quiere o que cree que soy estupenda, le digo que está loco. Es lo más parecido al comportamiento de alguien que intenta sabotear una relación. Él me lo ha reprochado varias veces, me pregunta por qué no le creo cuando me expresa sus sentimientos. Yo le he dicho que lo hago para darle una especie de descanso, para que sepa que no tiene que fingir para hacerme sentir bien. Es una conducta letal del lado oscuro de mi Saboteador. Ahora intento ser consciente de las veces en que soy injusta conmigo misma, y no dejo de hacerme cumplidos. Parece un juego, pero para mí no lo es en absoluto. Siento que el Saboteador se ha convertido en mi contrincante en una partida de ajedrez, sentado justo enfrente de mí. Tras cada uno de mis movimientos, le miro para estudiar su reacción. Estoy decidida a no interponerme en el camino de todo lo que mi compañero puede aportarme. Nuestra vida en pareja es parte de mi potencial máximo, que es disfrutar de la experiencia de ser esposa y madre con alguien que adoro."

El arquetipo del Saboteador se alimenta de los miedos y cuestiones relacionados con la baja autoestima que te hace tomar decisiones que obstruyen tu fortalecimiento y tu éxito. Debes enfrentarte a este poderoso arquetipo que todos poseemos y convertirlo en tu aliado. Una vez que lo hayas hecho, descubrirás que llama tu atención para que te fijes en situaciones en las que corres el peligro de que te saboteen, o de autosabotearte. Cuando te sientas bien en compañía de tu Saboteador, aprenderás a escuchar y tener en cuenta esas advertencias, y te ahorrarás la gran cantidad de sufrimientos generados por el hecho de cometer el mismo error una y otra vez. Si lo ignoras, el lado oscuro del Saboteador se manifestará en forma de comportamiento autodestructivo o en el deseo de socavar a los demás.


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Películas: Greta Garbo en "Mata Hari"; Angela Lansbury en "El mensajero del miedo";Woody Harrelson en "El escándalo de Larry Flynt"; Judy Holliday en "Un Cadillac de oro macizo".

Teatro: "Amadeus" (Salieri) de Peter SchafFer; "La loca de Chaillot" de Jean Giraudoux.

Religión/Mito: Loki (en la mitología nórdica, un Transformista y Embaucador que es picaro y malicioso, aunque heroico); Eris/Discordia (diosa grecorromana de la discordia, a la que se atribuye la provocación de la guerra de Troya); serpiente Bamapana (en numerosas culturas, figura que engaña a los humanos y que, a menudo, sabotea su única oportunidad de alcanzar la inmortalidad).


Fuentes:

"El contrato sagrado"
Por Caroline Myss
Traducción: Veronica Canales

Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"



La Tradición Bon - II

El Bon es la más antigua religión tibetana prebudista. Recientemente, el decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso ha reconocido esta tradición como la quinta escuela del Budismo Tibetano junto con la Kagyu, Nyingma, Sakya y Gelug. A pesar de las largas y feroces disputas históricas (Especialmente durante el reinado de Langdarma), el Bon influyó mucho en las creencias del Budismo Tibetano, creando una especie de sincretismo religioso. Con el paso del tiempo, el Bon fue perdiendo influencia y quedando relegado por la élite política tibetana.
La sílaba "po" o "pa" añadida a un nombre tibetano designa a una persona que es de este lugar o realiza esta acción. Así "Bonpo" significa un seguidor de la tradición de Bon. De la misma manera, Nyingmapa es un seguidor de la escuela Nyingma.

A menudo descrita como una tradición chamánica o animista anterior a implantación progresiva del budismo en el siglo 7, trabajos de investigación recientes han demostrado que tanto la religión como el Bonpo son significativamente más ricos y llenos de elementos culturales de lo que inicialmente creyeron las primeras impresiones registradas especialmente en occidente

Tradicionalmente se cree que el fundador mítico del Bon fue Tonpa Shenrab Miwoche quien según cuentan las tradiciones nacería en la no menos mítica tierra de Tagzig Olmo Lung Ring, considerada el centro del mundo e identificada con el monte Yungdrung Gutsek (Edificio de las Nueve Esvásticas), posiblemente una versión del monte Kailash indio. Y debido a la veneración hacia Tagzig Olmo Lung Ring y el monte Kailash, tanto la esvástica, como el número nueve gozan de un especial significado y son considerados auspiciosos, tanto papa Bonpos como para Hindues.

MARCO GEOGRÁFICO

El Tibet étnico no está precisamente confinado a la moderna situación política de Tibet. Se trata de una zona mucho más amplia y que incluye hacia el este, partes de la provincias chinas de Sichuan, Gansu y Yunnan; hacia el Oeste, las regiones indias de Ladakh, Lahul y Spiti; al sur, Bhutan, Sikkim, partes del norte de Nepal y las regiones de Dolpo, Sherpa y Tamang, así como el extremo noroeste de Assam.

La altitud y la grandiosidad de la región tibetana es aplastante, con un paisaje continuo confundido entre montañas y cielo, donde la dureza de las condiciones humanas pone a prueba incesantemente el temple de las gentes que lo habitan. La geografía del Tibet y la enorme extensión de su alta meseta, han ejercido una profunda influencia en el Bonpo y en la forma del Vajrayana en general. Muchas deidades locales (jik ten pa) anteriores a la llegada del Budismo, fueron adoptadas como "protectoras" tanto por el Vajrayana como por otras doctrinas :

"Las leyendas tibetanas testifican una inseparable conexión espiritual entre las tierras del Tibet y sus gentes, y que preceden a la llegada del Budismo. Y por supuesto que muchas de estas actitudes e ideas ocuparían posteriormente un lugar determinado dentro del contexto del Budismo y expresarían un significado dentro del marco ideológico de él. Dioses de montañas y rocas pre-Budistas (dre, trin, tsen) eran así descritos como "dioses mundanos" (jik ten pa) pero ligitimados para convertirse en "protectores" o "defensores" del Dharma. Así lo hizo Padmasambhava, el legendario introductor del Budismo en el Tibet en el siglo séptimo. Se decía que los dioses y diosas poseían poderes mágicos y eran capaces de obrar milagros. Sin embargo, los practicantes seglares tibetanos tenian que tratar con cautela a estas divinidades, ya que no siempre se presentaban como benignas. Una vez era invocaba la ira de estos dioses, entonces se imponía su naturaleza violenta y terminaban por dominar.

FASES HISTÓRICAS DEL BON

Según los propios seguidores del Bon, se pueden marcar tres etapas fundamentales:

BON ANIMISTA

La primera de las fases del Bon, se supone se basaba en prácticas shamánicas y animistas, y en general, aquí coincide con la visión descrita por los expertos occidentales.

Los rituales de iniciación, están estrechamente emparentados con las tradiciones chamánicas indígenas de Siberia. La mayoría de los chamanes Bonpo eran miembros de un clan, y eran de géneros indistintos. Un aspirante a chamán, era a menudo visitado y poseido por un chamán anterior y/o por cualquier número de entidades, tales como dioses, elementos, demonios o espíritus. Tipicamente, la posesión conducía a un estado de locura divina y un comportamiento temporalmente salvaje, en el que el chamán se comportaba como un animal y experimentaba visiones de su propia muerte en manos de espíritus.

Cuando se recuperaba el nuevo-poseido, éste era instruido por otros practicantes y expertos del clan en como ejercitar el poder sobre los espíritus que lo visitaban, así como recitaciones de mantras apropiados.



La swastika o Yungdrung es un símbolo de la permanencia e indestructibilidad de la sabiduria de Bon.


BON YUNGDRUNG

La segunda era de esta religión resulta controvertida, y permanece en afirmaciones de textos y tradiciones Bonpo. Las fuentes disponibles son considerables y sólo actualmente están siendo analizadas por expertos en occidente.

Estos textos afirman que la etapa Bon Yungdrung fué fundada por el Buda Buddha Tönpa Shenrab Miwoche, que descubrió los métodos para alcanzar la iluminación y es considerado por tanto una figura análoga a la de Gautama Buda. Se sostiene que vivió hace 18.000 años en la tierra de Olmo Lung Ring, parte de la región de Tagzig (Tagzig Olmo Lung Ring), hacia el este del Tibet ahora en poder de China. (Algunos estudiosos la identifican con la Tajik persa).

De acuerdo con la leyenda budista, anteriormente a la manisfestación de Shakyamuni Buddha había habido otros budas históricos. Tönpa Shenrab Miwoche transmitió el conocimiento (de la misma manera que lo hizo el Budismo) al pueblo de Zhangzhung al oeste del Tibet, y que anteriormente había estado practicando Bon animista, estableciendo así el Bon Yungdrung ("eterno").

Una premisa interesante y que cuenta con el apoyo de muchos himalayistas importantes (Rossi, Donatella -1999-), es que el Budismo pudo haber llegado a Tibet por un camino distinto a la vía directa desde el noroeste de India. Una transmisión a través de Persia y anterior al siglo séptimo (DC) tampoco es improbable, ya que Alejandro el Grande había conectado Grecia con India ya un milenio antes, con el resultado de un estilo de arte Greco-Budista floreciente en Afganistán y Paquistán. Además, es sabido que en el siglo sexto (DC), el monarca Khosrau I de Persia, ordenó la traducción de los relatos jataka budistas a la lengua Persa. La Ruta de la Seda, el camino a través del cual el budismo se introdujo a China en el año 67 (DC), transcurre en su totalidad por el oeste de Tibet, pasando por la ciudad persa de Hamadan. Reciente, han sido descubiertas estructuras budistas en lugares lejanos, al oeste de Tibet y que han sido datados dentro del primer siglo de nuestra era. Incluso han sido halladas en Afganistan estupas Bonpo.

No obstante, nadie ha identificado todavía ningún centro budista en Persia y que corresponda a la tierra Bonpo de Tagzig Olomo Lung Ring. Como alternativa, se han propuesto enclavamientos en distintas antiguas ciudades como Merv, Khotan o Balkh, todas ellas albergando prósperas comunidades budistas activas en las fechas que nos ocupan y localizadas al oeste de Tibet.

La existencia de la cultura Zang Zung está apoyada por muchas evidencias, incluida la existencia de un remanente de Shangshung hablantes encontrados todavía en Himachal Pradesh. La afirmación de que Lord Shenrab naciera nada menos que hace 180 siglos, no se interpreta generalmente en sentido literal, sino como una alusión a un maestro nacido en un pasado considerable.

Otra cuestión interesante relacionada con la historia del Bon es cuando el Bon entró en la fase Yungdrung, es decir, ¿cuándo empezaron a ser importantes ciertos elementos cargados de auténtico significado budista? Estos elementos aparecen como aparentes con la codificación del canon Yungdrung compilado por el abad del monasterio de Menri, Nyame Sherab Gyaltsen, en el siglo 14 (DC), aunque estas incorporaciones posiblemente ocurrieron antes. A su vez, las órdenes budistas de Nyingma, Kagyu y Sakya tuvieron reorganizarse mismas a fin de poder competir con eficacia con la orden Gelug dominante.

En el caso de no aceptar la tesis de que los elementos del Bon Budistas fueran anteriores al Buda histórico, podemos considerar otros hechos destacados en la historia del Tibet, y que pueden suponer puntos clave a la hora de integrar ideas y conceptos budistas dentro del Bon.

* En la primera mitad del siglo séptimo (DC) el monarca tibetano Songtsen Gampo asesinó al rey Ligmicha de Shangshung y se anexionó su reino. El mismo Songtsen Gampo es también el primer soberano en emparentarse con una budista (mejor dicho con dos): en el año 632 se casó con la princesa nepalí Bhrikuti y en el 641 con la princesa Wencheng, hija del emperador Tang Taizong de la Dinastia Tang de China (dinastía en la que el budismo alcanzó su zenit). El templo Jokhang, el primer templo budista en Tibet fue construido en pleno siglo séptimo, para albergar una estatua budista traída por la princesa budista Wencheng, en celebración de su matrimonio.

* Aproximadamente 130 años después, el rey Trisong Detsen celebró un debate entre sacerdotes Bon y Budistas, después del cual decidió convertirse al Budismo. En 779 invitó al gran santón indio Padmasambhava para que introdujera el Budismo Tántrico en el Tibet. Según la tradición Budista Tibetana, la llegada de Padmasambhava representa la Primera Transmisión de este credo. A partir pues de este momento, el Budismo Tántrico será un elemento importante para el Tibet.
* Al convertirse el Budismo Tántrico en la religión oficial de Tibet, el Bon tuvo que soportar persecuciones, forzando a maestros Bonpo como Drenpa Namka a la clandestinidad. Es posible sin embargo, que unas décadas después, con la inmersión del Imperio Tibetano en una guerra civil (842), el Bon pudiera experimentar una revitalización parcial en algunos distritos, especialmente en el Oeste de Tibet.
* En el siglo 11, y coincidiendo aproximadamente con la Segunda Transmisión del Budismo Tántrico al Tibet (asociado a maestros indios como Atisha y Naropa), empezamos a encontrar muchos más textos Bonpa, descubiertos como “terma”.

NUEVO BON

La fase Nuevo Bon se produce en el siglo 14, cuando maestros Bon redescubren termas relacionadas con Padmasambhava. El Nuevo Bon es practicado primero en las regiones del Este de Amdo y Kham. Y si bien estas prácticas Nuevo Bon pueden hasta cierto punto variar respecto al Yungdrung Bon, los seguidores del Nuevo Bon todavía homenajean al abad del monasterio de Menri como líder de su tradición.

Fuentes:

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lunes, 18 de mayo de 2009

El depredador natural de la psique

Si caemos en la trampa de "dar todo en todo momento", corremos el riesgo de entrar en situaciones depredadoras. A veces la culpa por no responder como los otros esperan e incluso como nosotros mismos creemos que debiéramos hacerlo, nos lleva a no respetarnos. Por supuesto que "el depredador externo" no es más que una proyección que viene desde nuestro interior. Es la forma en que nuestra alma nos da la oportunidad de trascender ese punto.

El desarrollo de una relación con la naturaleza salvaje forma parte esencial de la individuación de las mujeres (y hombres). Para ello, una mujer tiene que hundirse en la oscuridad, pero sin estar irremediablemente atrapada o capturada ni morir en el camino de ida o de vuelta.

El captor es el hombre oscuro que habita en la psique de todas las mujeres, el depredador innato. Es una fuerza específica e incontrovertible que hay que refrenar y aprenderse de memoria.
Para refrenar al depredador natural de la psique es necesario que las mujeres (y hombres) conserven todas sus facultades instintivas. Entre ellas cabe citar la perspicacia, la intuición, la resistencia, la capacidad de amar con tenacidad, la aguda percepción, la previsión, la agudeza auditiva, la capacidad de cantar por los muertos, de sanar intuitivamente y de cuidar de sus propias hogueras creativas.
Barba Azul representa un complejo extremadamente recóndito que acecha en el borde de la vida de todas las mujeres, vigilando y esperando la oportunidad de enfrentarse con ellas. Aunque en la psique de los hombres se puede manifestar de manera parecida o distinta, es un enemigo antiguo y contemporáneo de ambos sexos.

Pues se trata de algo innato, es decir, inherente a todos los seres humanos desde que nacen y, en este sentido, carece de origen consciente. Y, sin embargo, yo creo que podemos intuir cómo se desarrolla su naturaleza en el preconsciente de los seres humanos, pues en el cuento Barba Azul es calificado de "mago frustrado". En esta faceta está relacionado con las figuras de otros cuentos de hadas en los que se representa al perverso depredador de la psique como un mago que, a pesar de su carácter tremendamente destructor, ofrece un aspecto más bien normal.
Utilizando esta descripción como fragmento arquetípico, lo Podemos comparar con lo que sabemos acerca de la brujería frustrada o el frustrado poder espiritual de la mito-historia: el mito griego de Icaro y el mito zuñi del "Niño y el águila", son parecidos; en la teología cristiana, Lucifer quiso igualarse a Dios y fue arrojado al infierno. En la tradición folclórica hay muchos aprendices de brujo que se atrevieron a sobrepasar los límites de su capacidad, quebrantando las leyes de la naturaleza.

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Si examinamos todos estos leitmotivs, vemos que los depredadores que hay en ellos ansían la superioridad y el poder sobre los demás. Tienen una especie de inflación psicológica por la que el ente pretende ser tan alto y tan grande como lo Inefable que tradicionalmente distribuye y controla las misteriosas fuerzas de la naturaleza, incluyendo los sistemas de la vida y la muerte, las normas de la naturaleza humana, etc.
Las consecuencias por el intento de un ser de quebrantar, doblar o alterar el modus operandi de lo Inefable, es el castigo con una merma de sus facultades en el mundo del misterio y la magia, con el solitario exilio de la tierra de los dioses o con una pérdida similar de gracia y poder a través de la incapacidad, la mutilación o la muerte.

Si logramos ver en Barba Azul al representante interno de todo este mito del proscrito, también podremos comprender la profunda e inexplicable soledad que a veces nos asalta por el hecho de experimentar un constante alejamiento de la redención.
De ahí que el exilado se dedique a perseguir implacablemente la luz de los demás. Cabe suponer que todas sus esperanzas se cifran en apoderarse de la suficiente cantidad de alma(s) como para poder crear un estallido de luz que le permita finalmente disipar sus tinieblas y sanar su soledad.
Tenemos que aceptar que tanto dentro como fuera existe una fuerza, difícil de comprender, que actuará en contraposición a los instintos naturales del Yo y que esta fuerza maligna es lo que es. Aunque nos compadezcamos de ella, lo primero que tenemos que hacer es reconocerla, protegernos de su devastadora actuación y, en último extremo, arrebatarle su energía asesina.

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Todas las criaturas tienen que aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no podrá atravesar su propio bosque sin ser devorada. Comprender al depredador significa convertirse en un animal maduro que no es vulnerable por ingenuidad, inexperiencia o imprudencia.
Como un hábil sabueso, Barba Azul percibe que la hermana menor siente interés por él y está dispuesta a convertirse en su presa. La pide en matrimonio y, en un momento de juvenil exuberancia, que a menudo es una mezcla de insensatez, placer, felicidad y curiosidad sexual, ella le dice que sí.





Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"

domingo, 17 de mayo de 2009

El cuento de Barba Azul

Una mujer poseída por su animus corre el peligro de perder su femineidad, que es su calidad de lo femenino, su persona femenina adaptada, lo mismo que el hombre en igualdad de circunstancias corre el riesgo de perder su masculinidad. El arquetipo ya sea anima o animus es una figura femenina o masculina en la psicología del hombre o de la mujer, respectivamente. Y se expresa en los mitos, la idea de estas energías dentro del mismo cuerpo. Cabe aclarar, que estos arquetipos anima y animus, se presentan en forma negativa, y también lo hacen en forma positiva, como fuente de iluminación.

"Los cuentos de hadas, cuentan con un material que es puente entre el Inconsciente personal y el colectivo, al ser una manifestación conocida de imágenes y símbolos arquetípicos. Estos siguen un modelo de completamiento en el individuo (Individuación), y al traducir y comprender dichos símbolos, pueden tener un efecto curativo. Para ello es preciso descubrir los arquetipos subyacentes que representen en secuencia los niveles del proceso. En el cuento de Barba Azul interesa especialmente, los arquetipos que ayudan a la mujer en su proceso de individuación, cómo pueden activarse o desactivase, cómo pueden guiar, cómo toman diferentes formas, cuáles son sus metas y sus temores, cómo pueden llegar a ser luminosos u oscuros, según lo requiera cada mujer y según el nivel en el que se encuentre. Todo esto a través del recorrido de la protagonista del cuento.
Cada mujer necesitará estar atenta al llamado para emprender la travesía que la lleve al aprendizaje requerido y la oportunidad de escuchar todo lo que su sombra tiene que decirle e integrarla. En el cuento seleccionado después de atender al llamado e iniciar el camino, la protagonista se enfrenta a sus dragones tomando los recursos de sus propios arquetipos y aprende cómo preparar su psique para próximos dragones. Esa es la experiencia que le queda, sin ésta no hay conciencia. El potencial para crecer está ahí, cada mujer puede decidir quedarse ahí o hacer uso de su fuerza creativa femenina para continuar el viaje."

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Hay un trozo de barba que se conserva en el convento de las monjas blancas de las lejanas montañas. Nadie sabe cómo llegó al convento. Algunos dicen que fueron las monjas que enterraron lo que quedaba de su cuerpo, pues nadie más quería tocarlo. La razón de que las monjas conservaran semejante reliquia se desconoce, pero se trata de un hecho cierto. La amiga de mi amiga la ha visto con sus propios ojos. Dice que la barba es de color azul, añil para ser más exactos. Es tan azul como el oscuro hielo del lago, tan azul como la sombra de un agujero de noche. La barba la llevaba hace tiempo uno que, según dicen, era un mago frustrado, un gigante muy aficionado a las mujeres, un hombre llamado Barba Azul.

Dicen que cortejó a tres hermanas al mismo tiempo. Pero a ellas les daba miedo su extraña barba de tono azulado y se escondían cuando iba a verlas. En un intento de convencerlas de su amabilidad, las invitó a dar un paseo por el bosque. Se presentó con unos caballos adornados con cascabeles y cintas carmesí. Sentó a las hermanas y a su madre en las sillas de los caballos y los cinco se alejaron a medio galope hacia el bosque. Pasaron un día maravilloso cabalgando mientras los perros que los acompañaban corrían a su lado y por delante de ellos. Más tarde se detuvieron bajo un árbol gigantesco y Barba Azul deleitó a sus invitadas con unas historias deliciosas y las obsequió con manjares exquisitos.
Las hermanas empezaron a pensar "Bueno, a lo mejor, este Barba Azul no es tan malo como parece".
Regresaron a casa comentando animadamente lo interesante que había sido la jornada y lo bien que se lo habían pasado. Sin embargo, las sospechas y los temores de las dos hermanas mayores no se disiparon, por lo que éstas decidieron no volver a ver a Barba Azul. En cambio, la herma-na menor pensó que un hombre tan encantador no podía ser malo. Cuanto más trataba de convencerse, tanto menos horrible te parecía aquel hombre y tanto menos azul le parecía su barba.
Por consiguiente, cuando Barba Azul pidió su mano, ella aceptó. Pensó mucho en la proposición y le pareció que se iba a casar con un hombre muy elegante. Así pues, se casaron y se fueron, al castillo que el marido tenía en el bosque.
Un día él le dijo:
-Tengo que ausentarme durante algún tiempo. Si quieres, invita a tu familia a venir aquí. Puedes cabalgar por el bosque, ordenar a los cocineros que preparen un festín, puedes hacer lo que te apetezca y todo lo que desee tu corazón. Es más, aquí tienes mi llavero. Puedes abrir todas las puertas que quieras, las de las despensas, las de los cuartos del dinero, cualquier puerta del castillo, pero no utilices la llavecita que tiene estos adornos encima.
La esposa contestó:
-Me parece muy bien, haré lo que tú me pides. Vete tranquilo, mi querido esposo, y no tardes en regresar.
Así pues, él se fue y ella se quedó.
Sus hermanas fueron a visitarla y, como cualquier persona en su lugar, tuvieron curiosidad por saber qué quería el amo que se hiciera en su ausencia. La joven esposa se lo dijo alegremente.
-Dice que podemos hacer lo que queramos y entrar en cualquier estancia que deseemos menos en una. Pero no sé cuál es. Tengo una llave, pero no sé a qué puerta corresponde.
Las hermanas decidieron convertir en un juego la tarea de descubrir a qué puerta correspondía la llave. El castillo tenía tres pisos de altura con cien puertas en cada ala y, como había muchas llaves en el llavero, las hermanas fueron de puerta en puerta y se divirtieron muchísimo abriendo las puertas. Detrás de una puerta estaban las despensas de la cocina; detrás de otra, los cuartos donde se guardaba el dinero. Había toda suerte de riquezas y todo les parecía cada vez más Prodigioso. Al final, tras haber visto tantas maravillas, llegaron al sótano y, al fondo de un pasillo, se encontraron con una pared desnuda.
Estudiaron desconcertadas la última llave, la de los adornos encima.
-A lo mejor, esta llave no encaja en ningún sitio.
Mientras lo decían, oyeron un extraño ruido... "errrrrrrrr". Asomaron la cabeza por la esquina y, ¡oh, prodigio!, vieron una puertecita que se estaba cerrando. Cuando trataron de volver abrirla, descubrieron que estaba firmemente cerrada con llave. Una de las hermanas gritó:
-¡Hermana, hermana, trae la llave! Ésta debe de ser la puerta de la misteriosa llavecita.
Sin pensarlo, una de las hermanas introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar. La cerradura chirrió y la puerta se abrió, pero dentro estaba todo tan oscuro que no se veía nada.
-Hermana, hermana, trae una vela. Encendieron una vela, contemplaron el interior de la estancia y las tres lanzaron un grito al unísono, pues dentro había un lodazal de sangre, por el suelo estaban diseminados los ennegrecidos huesos de unos cadáveres y en los rincones se veían unas calaveras amontonadas cual si fueran pirámides de manzanas.
Volvieron a cerrar la puerta de golpe, sacaron la llave de la cerradura y se apoyaron la una contra la otra, jadeando y respirando afanosamente. ¡Dios mío! ¡Dios mío!
La esposa contempló la llave y vio que estaba manchada de sangre. Horrorizada, intentó limpiarla con la falda de su vestido, pero la sangre no se iba.
-¡Oh, no! -gritó.
Cada una de sus hermanas tomó la llavecita y trató de limpiarla, pe-ro no lo consiguió.
La esposa se guardó la llavecita en el bolsillo y corrió a la cocina. Al llegar allí, vio que su vestido blanco estaba manchado de rojo desde el bolsillo hasta el dobladillo, pues la llave estaba llorando lentamente gotas de sangre de color rojo oscuro.
-Rápido, dame un poco de crin de caballo -le ordenó a la cocinera.
Frotó la llave, pero ésta no dejaba de sangrar. De la llavecita brotaban gotas y más gotas de pura sangre roja.
La sacó fuera, la cubrió con ceniza de la cocina y la frotó enérgicamente. La acercó al calor para chamuscarla. La cubrió con telarañas para restañar la sangre, pero nada podía impedir aquel llanto.
-¿Qué voy a hacer? -gritó entre sollozos-. Ya lo sé. Esconderé la llavecita. La esconderé en el armarlo de la ropa. Cerraré la puerta. Esto es una pesadilla. Todo se arreglará.
Y eso fue lo que hizo.
El esposo regresó justo a la mañana siguiente, entró en el castillo y llamó a la esposa.
-¿Y bien? ¿Qué tal ha ido todo en mi ausencia?
-Ha ido todo muy bien, mi señor.
-¿Cómo están mis despensas? -preguntó el esposo con voz de trueno.
-Muy bien, mi señor.
-¿Y los cuartos del dinero? -rugió el esposo.
-Los cuartos del dinero están muy bien, mi señor.
-O sea que todo está bien, ¿no es cierto, esposa mía?
-Sí, todo está bien.
-En tal caso -dijo el esposo en voz baja-, será mejor que me devuelvas las llaves. -Le bastó un solo vistazo para darse cuenta de que faltaba una llave-. ¿Dónde está la llave más pequeña?
-La... la he perdido. Sí, la he perdido. Salí a pasear a caballo, se me cayó el llavero y debí de perder una llave.
-¿Qué hiciste con ella, mujer?
-No... no... me acuerdo.
-¡No me mientas! ¡Dime qué hiciste con la llave! -El esposo le acercó una mano al rostro como si quisiera acariciarle la mejilla, pero, en su lugar, la agarró por el cabello-. ¡Esposa infiel! -gritó, arrojándola al suelo-. Has estado en la habitación, ¿verdad?
Abrió el armarlo ropero y vio que de la llavecita colocada en el estante superior había manado sangre roja que manchaba todos los preciosos vestidos de seda que estaban colgados debajo.
-Pues ahora te toca a ti, señora mía -gritó, y llevándola a rastras por el pasillo bajó con ella al sótano hasta llegar a la terrible puerta.
Barba Azul se limitó a mirar la puerta con sus fieros ojos y ésta se abrió. Allí estaban los esqueletos de todas sus anteriores esposas.
-¡¡¡Ahora!!! -bramó.
Pero ella se agarró al marco de la puerta y le suplicó:
-¡Por favor! Te ruego que me permitas serenarme y prepararme para mi muerte. Dame un cuarto de hora antes de quitarme la vida para que pueda quedar en paz con Dios.
-Muy bien -rezongó el esposo-, te doy un cuarto de hora, pero procura estar preparada.
La esposa corrió a su cámara del piso de arriba y pidió a sus hermanas que salieran a lo alto de las murallas del castillo. Después se arrodilló para rezar, pero, en su lugar, llamó a sus hermanas.
-¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?
-No vemos nada en la vasta llanura.
A cada momento preguntaba:
-¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?
-Vemos un torbellino, puede que sea una polvareda.
Entretanto, Barba Azul ordenó a gritos a su mujer que bajara al sótano para decapitarla.
Ella volvió a preguntar:
-¡Hermanas, hermanas! ¿Veis venir a nuestros hermanos?
Barba Azul volvió a llamar a gritos a su mujer y empezó a subir ruidosamente los peldaños de piedra.
Las hermanas contestaron:
-¡Sí, los vemos! Nuestros hermanos están aquí y acaban de entrar en el castillo.
Barba Azul avanzó por el pasillo en dirección a la cámara de su esposa.
-Vengo a buscarte -rugió.
Sus pisadas eran muy fuertes, tanto que las piedras del pasillo se desprendieron y la arena de la argamasa cayó al suelo.
Mientras Barba Azul entraba pesadamente en la estancia con las manos extendidas para agarrarla, los hermanos penetraron al galope en el castillo e irrumpieron en la estancia. Desde allí obligaron a Barba Azul a salir al parapeto, se acercaron a él con las espadas desenvainadas, empezaron a dar tajos a diestro y siniestro, lo derribaron al suelo y, al final, lo mataron, dejando su sangre y sus despojos para los buitres.
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"En el "Diccionario de los Símbolos" (Chevalier, 1999), barba, es símbolo de virilidad, de coraje y de sabiduría, lo cual ya nos habla de un guerrero u héroe capaz, con las características más generales de lo masculino. No hay que olvidar que siendo este un estudio arquetipal, estamos hablando del animus de la que será la protagonista. Da muchos más datos el color azul: el más profundo e inmaterial de los colores, vacío acumulado. Aplicado a un objeto, el azul aligera las formas, las abre, las deshace, es camino de lo indefinido donde lo real se transforma en imaginario. El pensamiento consciente deja sitio poco a poco a lo inconsciente. Y también es el color del yang, del Dragón geomántico, y por tanto, de las influencias bienhechoras. Es pues, la barba azul del asesino de sus esposas, el equivalente al llamado a buscar en el interior, a iniciar el recorrido necesario para llevar a cabo el proceso femenino de individuación. Es como si la receptividad de lo femenino, hiciera surgir a la conciencia las partes del alma reprimidas, negadas, disociadas e inconscientes y sensibilizara a las diferentes imágenes del alma para recibir y percibir en la conciencia las heridas emocionales pero con responsabilidad y entonces viene la transformación (Colegrave citada por Zweig).
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Y una de esas partes reprimidas es la personificación masculina del inconsciente de la mujer, es decir el animus, que puede mostrar aspectos tanto buenos como malos y tiende a salir más en forma de una convicción "sagrada" oculta (Von Franz citada por Jung). Barba Azul viene a ser la representación de un animus negativo, asesino, que personifica todas las reflexiones semiconscientes, frías, destructivas que invaden a una mujer cuando tiene que enfrentarse a situaciones que tienen que ver con sus emociones, y no lo logra, sino que es poseída por esa figura del animus que le hace pensar y sentir lo que no piensa ni siente realmente. Un animus que a esta ingenua mujer le está queriendo enseñar, que no debe seguir viviendo con la cabeza, sino utilizar su parte femenina (Henderson, citado por Jung)."
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2pKI6iP61QQ_vzfg9YfxCeTFuwwVFLslZIhUKtTBP4R1Hage4ku9IBdmxJ4Afuak25xaHLcwvXMpz46lfkhAcPwi62xqjHB0exeh8BGUZhxZMBhGEGxolM989C620TaXBH8c4Gfgw0X2y/






Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"

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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"