viernes, 19 de septiembre de 2008

Comunicando el Diálogo Interno.

Aquellos familiarizados con los libros de Carlos Castaneda quizás recuerden esta cita:

Don Juan: Usted habla demasiado consigo mismo, y no es el único en hacerlo. Todos lo hacemos. Seguimos una conversación interior: rumiamos. Cuando está solo, ¿qué hace?
Castaneda: Hablo conmigo mismo.
Don Juan: ¿De qué habla?
Castaneda: No sé. De cualquier cosa, supongo.
Don Juan: Le voy a decir de qué hablamos: acerca de nuestro mundo. De hecho, mantenemos nuestro mundo con nuestra charla interior...
Castaneda: ¿Cómo puedo dejar de hablar conmigo mismo?
Don Juan: Antes que nada, tiene que usar sus oídos... Un guerrero está consciente de que el mundo cambiará en cuanto deje de hablarse a sí mismo, y que debe estar preparado para este salto monumental.
(Carlos Castaneda, "Una Realidad Aparte".)


¿Reconoce usted ese fenómeno en sí mismo? No sólo ocurre cuando estamos solos -en ese caso es más obvio-, pero en todo momento estamos "conversando" con nosotros mismos. ¿De qué hablamos? Comentamos situaciones, ensayamos conversaciones con otras personas: lo que deberíamos decirles, lo que debiéramos haberles dicho en tal o cual ocasión, lo injustos que han sido los otros o las circunstancias con nosotros, comentarios respecto a la situación del país, del mundo, de la familia o de otras personas, planificación de lo que haremos en un futuro próximo o lejano; realizamos balances económicos, rumiamos situaciones del pasado, fantaseamos con nuestras atracciones por otras personas, analizamos nuestros problemas y barajamos posibles soluciones, decidimos firmemente iniciar un proceso de cambio (hacer más ejercicio, dejar de fumar, tratar mejor a tal o cual persona, manejar con más prudencia...) etcétera, etcétera.

Si estamos conversando con otras personas, también hay "comentarios" presentes: estamos a gusto o no lo estamos, nos simpatiza o no esta persona, nos atrae o nos desagrada, especulamos si le atraemos o no le atraemos, barajamos comentarios acerca de lo que dice, el modo como lo dijo, las posibles implicancias de lo que dijo, su vestimenta, sus modales, etcétera. Obviamente, si atendemos a estos comentarios y no los comunicamos, no estamos de verdad con la otra persona, sino sólo en apariencia.

Estamos tan habituados a esto -todo el mundo lo hace y nosotros también- que puede que lo hallemos de lo más "normal" y que no veamos ningún perjuicio en el asunto. De hecho, la sola idea de comunicarles a los demás lo que pensamos suena aberrante, porque nos sentiríamos demasiado expuestos o bien temerosos del supuesto "daño" que les produciría escuchar lo que en verdad pensamos. Creo que el factor que más pesa para ni siquiera considerar un cambio de perspectiva es el juego social: ¡nadie dice la verdad! ¿Ve usted la televisión? ¿Escucha a los conductores de programas, a los candidatos políticos, a nuestros supuestos líderes? ¿Quiénes de ellos dicen la verdad? Generalmente, sólo aquellos que no tienen nada que perder.

Cuando el bla-bla interno sustituye a nuestra experiencia directa -cuando "colamos" lo que decimos y expresamos- nuestros recursos innatos, nuestra inteligencia y nuestra intuición son sustituídas por el mero intelecto. Perdemos la facultad de captar quiénes de verdad somos y quiénes de verdad son quienes nos rodean -objetos y personas, amigos, amantes, enemigos- en este momento, y la experiencia directa es reemplazada por meras ideas y conceptos. En cambio, organizamos nuestras relaciones de acuerdo con principios abstractos como belleza, nuestros "derechos" o la libertad y los principios terminan siendo lo más importante, en vez de lo que en verdad demanda una situación concreta. Los conceptos de derecho, bien, justicia (la gama de consideraciones éticas y morales) brotan para llenar la ausencia de sensibilidad de nuestra experiencia y la cualidad autista de nuestro contacto.

Podemos decir que, muy en general, hay dos tipos de personas: aquellos que dicen y expresan todo apenas lo piensan y aquellos que "cuelan" lo que dicen y que pierden, por tanto, su espontaneidad. Ninguno de estos dos estilos contribuye a las relaciones más conscientes entre las personas. El primer tipo de individuo se expresa irreflexivamente, convirtiéndose en una máquina -aparentemente espontánea- que emite una respuesta tan pronto recibe el estímulo. Presa de su condicionamiento, sus respuestas/reacciones son sólo las que se detonan automáticamente según sus experiencias previas. Insultará a quien no sea de su agrado, no por algún motivo claro basado en su sensibilidad presente, sino por alguna experiencia pasada cuya atingencia con esta situación y este momento puede ser nula. Obviamente, lo que esta persona necesita es sensibilizarse, caer al presente y dejarse sentir toda la gama de lo que le está ocurriendo ahora, en esta situación... y expresarse desde esa consciencia y sensibilidad.

Me extenderé más, sin embargo, en el segundo tipo de persona, aquélla a quien le resulta más difícil expresar lo que piensa y siente.

Revirtiendo la Situación

Paul Lowe describe así a estas personas: "Recuerden: no tengo un juicio respecto a esto, porque entiendo cómo llegaron donde están. Pero la verdad es que la mayoría de nosotros no es honesto nunca, nunca. No somos honestos, excepto en una emergencia, cuando nos invade el pánico. La mayoría de nosotros no le comunica a los demás lo que está pensando en el momento; tenemos un diálogo interno, y ésa es nuestra enfermedad. El diálogo interno es tu barrera hacia tu libertad, es aquello que obstaculiza tu contacto; primero, en tu relación contigo mismo, y luego entre tú y los demás".

Entre el extremo de la hipocresía total (disimular y disfrazar enteramente lo que sentimos) y la honestidad y transparencia deseables, hay muchos matices posibles. La peor forma de hipocresía es ocultar y disfrazar nuestras opiniones negativas tras la fachada opuesta, y más encima expresar esas opiniones a quien las quiera escuchar, a espaldas del afectado. Naturalmente, allí hay mucho que hacer y muchos caminos alternativos para mejorar. Puede partirse por ser más honesto con las personas, y dejar traslucir -en actos, palabras y gestos- lo que en realidad sentimos. Igualmente positivo resulta dejar de expresar opiniones respecto a otros a sus espaldas, a menos que estemos sinceramente dispuestos a expresárselas al afectado directamente. Todas las justificaciones que se ventilan socialmente para no hacerlo ("no herir" a los demás, los "buenos modales", que "esas cosas no se dicen", etc) son sólo eso: justificaciones para la cobardía, la hipocresía y el doble estándar caracteristicos de nuestra cultura.

Siguiendo adelante con los matices de esto, lo usual es que, sin necesariamente caer en lo anterior, al menos nos guardemos importantes sentimientos con las personas que nos rodean. Suelen ser estas cosas -dicho sea de paso- las que arruinan muchas relaciones de pareja: no expresarse mutuamente y a fondo lo que ambos sienten en los temas importantes para cada uno. Entonces, el asunto parte por expresar aquello que está "atascado" con otra persona (ver "Asuntos Inconclusos: disipadores de energia" Uno Mismo Nº 52, Abril 1994), yendo de mayor a menor respecto a lo que nos inquieta en nuestro interior. Estas cosas "atascadas" incluyen sentimientos tanto "negativos" como "positivos", desde lo que no hemos expresado por no atrevernos a hacerlo hasta lo que suponemos que es tan obvio que no vale la pena decirlo (pero puede que la otra persona no piense lo mismo).

Para lograr ventilar lo que no hemos dicho, no debemos vacilar en pedir una reunión con la persona involucrada, exclusivamente para este fin. Generalmente el resultado es sorprendentemente positivo si lo comparamos a la simpleza de la medida. Una vez expresados los asuntos inconclusos, podemos comenzar a preocuparnos de lo que no estamos diciendo en este momento, ahora. Al respecto, Paul Lowe -caluroso promotor de estas prácticas- sugiere: "Si estás preparado para comenzar con suavidad, como decir por ejemplo, "En este momento no estoy escuchando lo que estás diciendo", "No hallo interesante lo que dices", o bien "Tienes esa mirada en tu rostro… cuando la tienes, siento que no dices la verdad", o "Me estás contando una historia que me has relatado una y otra vez y no te siento a ti en esa historia", o "No creo que te des cuenta de lo hermoso(a) que eres en este momento. Veo ese brillo en tu cara y tú estás hablando acerca del pasado".

"Si desean mantener su seguridad y su comodidad, no lo harán. Puede ser tremendamente entretenido decir la verdad, pero no es cómodo hacerlo. Cada uno de nosotros sabe cuando alguien no está diciendo la verdad: lo saben, saben cuando retienen algo. Sabes cuando les atraes, saben cuando no les agradas, lo sabes". Te desconectas de eso, no estás aquí viviendo este momento como si fuese el último, viviendo este momento, estando aquí contigo mismo y con esta persona. Ahora bien: para que este proceso funcione a su máxima eficiencia, debes ir al encuentro de las dificultades, no evitarlas. Debes acercarte a las personas y decirles, "¿Qué opinas acerca de esa conversación, qué sientes respecto a mí en este momento? ¿Qué es lo que te gusta de mí y qué es lo que te desagrada?". No se nos ha entrenado a comunicarnos: se nos ha entrenado a mentir, y por tanto debemos de verdad hacer un esfuerzo, no evitar la incomodidad. Lo que habitualmente llamas "cómodo" está muerto, no está "vivo".

Hay algunos puntos importantes a tener en cuenta antes de emprender esta aventura. Pienso principalmente en tres:

(1) Los contenidos de nuestra mente -como lo sabe cualquiera que haya hecho un poco de introspección- no son para ser tomados demasiado en serio. Hay todo tipo de chatarra allí: mandatos grabados, frases de otras personas, opiniones de profesores, hasta un jingle que escuchamos en la radio, todo lo cual se repite al azar y mecánicamente. El problema se presenta cuando comenzamos a confundir nuestros pensamientos con la realidad y a tratarlos como tal.

Puede resultar más fácil comunicar nuestro diálogo interno si no creemos que lo que pensamos es tan importante y trascendental. Si una persona no nos cae bien, quizás es porque se parece a nuestra tía Ágata; o bien, quizás nuestra desconfianza con tal o cual persona no sea más que una paranoica re-creación de un episodio del pasado de características similares al presente. De igual modo, tomaremos menos a la tremenda lo que alguien piense de nosotros si consideramos la posibilidad de que lo más probable es que esta persona no nos esté realmente viendo a nosotros, sino simplemente usándonos de pantalla de sus experiencias previas.


(2) Responsabilidad. Un principio tremendamente útil y valioso para ser cada vez más libres es partir de la base de que nuestro estado interno depende de nosotros, y no de los demás. En términos prácticos: si lo que alguien nos dice "nos hiere", es muy probable que sea nuestra interpretación de ello lo que nos produce dolor, y no la otra persona. Con "nuestra interpretación", me refiero a cómo me resuena lo que el otro me dijo. Si cuestionó mi inteligencia y yo tengo dudas acerca de ella, eso es lo que me hace sentir el supuesto dolor -el revivir mi propia duda- y no lo que me dijo la otra persona.

Por lo tanto, sea lo que sea lo que otra persona me diga, ella no me está haciendo daño y la solución no es lograr que se calle o convencerla de que cambie de opinión. Lo que puedo hacer si deseo de veras atender al dolor es sentirlo y quedarme con él, aceptarlo y seguirme quedando con él por el tiempo que sea necesario hasta que la herida sane. Eso es lo único que aquietará nuestra reacción: mientras no hagamos esto, seguiremos estando a merced de lo que los demás opinen de nosotros.


(3) Privilegiar la consciencia. Al comunicar lo que siento, debo dejar de lado los deseos de simplemente vengarme, descargar mi agresividad sobre la otra persona, herirla o humillarla. Ésta sólo será una experiencia auténticamente positiva y constructiva si se basa en un deseo genuino de limpieza, transparencia y sinceridad, y si permanezco atento a mi propia sensibilidad y a la de la otra persona.

Beneficios

Nuevamente, Paul Lowe: "Si comenzaran a comunicarse su diálogo interno unos a otros en este momento, en este momento, sin editarlo, sin analizarlo para decidir si "¿Le agradaré o no a esta persona?", "¿Será verdad o no lo que digo?", "¿Estoy siendo arrogante acaso…?". Si sólo comenzaran a percatarse de su diálogo interno, se transformarían a sí mismos y se transformarán unos a otros. "Es algo tan simple.... Si sólo comenzaran a hacer eso, su vida se transformaría: atravesarían de un golpe toda esa cortina de basura, todo ese bla-bla mental, y comenzarían a estar presentes con ustedes mismos y los demás".

¿Qué significa "estar presente"? Algo que lamentablemente ocurre en forma muy escasa -a pesar de lo simple que es-: es estar atento, con mi cuerpo, mis sentidos y mi sensibilidad, a lo que está ocurriendo en este momento y este lugar, y no dejarme extraviar en, precisamente, el "diálogo interno". Estemos o no conscientes del hecho, éste tiende una cortina de anestesia que no nos deja estar en contacto con nuestra propia sensibilidad y mucho menos aún con la otra persona y la situación presente. Nuestra energía se halla volcada fundamentalmente a nuestra conversación privada con nosotros mismos. En palabras de Paul, "En cada instante existe la posibilidad de una vibración de verdad, de flujo; y, si no vivimos de acuerdo a eso, hay una aberración, la que se siente subjetivamente como incomodidad, y que es acumulativa".

Es difícil transmitir la liberación que significa no tener asuntos inconclusos ni nada retenido en un momento dado -y digo "en un momento dado" porque esto es algo que debe atenderse continuamente-. Don Juan dice, "el mundo cambiará en cuanto deje de hablarse a sí mismo, y debe estar preparado para este salto monumental": es verdad, y es algo que debe experimentarse directamente, superando nuestra tendencia a mantener nuestra comodidad e ilusoria seguridad. Si de veras deseamos vitalizarnos y superar la semi-inconsciencia que nos caracteriza, debemos correr el riesgo de incomodar a otros, de sufrir bochornos, de que nos critiquen. No existe otra forma de sacudirnos el verdadero traje de buzo que nos ha dejado nuestro condicionamiento y que esconde nuestra verdadera inocencia y espontaneidad.


El siguiente artículo no está escrito por Paul Lowe, pero me parece conveniente incluirlo debido a que se basa en un método que él enseña.


Concepto Estructural Atómico del Universo. (1)

Vamos a continuar insistiendo sobre la Magia Organizada del Universo, con fines de creación. En realidad todo tipo de creación, en el nivel que sea, es siempre una obra mágica que surge de centros creadores ya sean cósmicos, universales, planetarios o simplemente humanos. Sin embar­go, hay un imperativo en los momentos presentes de llevar la magia organizada a sus niveles científicos más asequibles a la humanidad. Cuando decimos por ejemplo, que el Universo está inmerso dentro de un espacio multidimensional, multimolecular, multigeométrico, es así mismo multidimensional, multimolecular y multigeométrico.

La base del Universo, la base de toda obra creadora, se halla en aquellos pequeñísimos elementos reconocidos como átomos o elementos químicos. No puede existir creación alguna, del tipo que sea y en cualquier nivel en la vida del Universo, que no sea el resultado de un trabajo de edifi­cación o de estructuración que se apoya en el diminuto átomo. Así que hoy podríamos tratar la magia a partir de los elementos atómicos, pues el á­tomo como entidad existe en todos los planos y en todos los niveles den­tro de no importa qué obra creadora.

Decir que un átomo es una entidad, en su nivel, tan completa como el hombre, puede parecer una afirmación casi descabellada desde el punto de vista científico; pero aquí estamos deduciendo verdades esotéricas que, sin embargo, se apoyan en todo cuanto ha descubierto la ciencia de nues­tros días pero que, sin embargo, profundiza en zonas de alta profundidad cósmica. La estructuración de cualquier obra en la vida de la naturaleza se apoya siempre sobre una acumulación de átomos o elementos químicos, constituyendo compuestos moleculares sea cual sea el nivel donde esta obra se manifieste.

Hay átomos físicos, físico‑etéricos, astrales, mentales y en todos los demás niveles superiores. Existe, sin embargo, una limitación científica en orden al descubrimiento de la actividad atómica en la construcción de cualquier elemento molecular y después, en la composición de cualquier obra creadora, fomentada o surgida de algún centro creador, que podemos decir que es un mago en potencia. El mago utiliza todos los elementos moleculares del espacio para formar aquellas formas que él preci­sa, alguna obra realmente creadora. Que existen niveles de estructuración, que existen niveles de magia, esto ya lo hemos dicho en repetidas ocasiones. Sabemos que dentro del infinito conglomerado atómico, dentro del cual estamos inmersos, los hay del tipo vibratorio sutil o del tipo vibratorio denso, la vacuidad, la diafanidad, la transparencia de un átomo, en relación con la densidad sombría de ciertos átomos que nos envuelven, puede establecer el límite o la barrera que separa la magia teúrgica de la magia goética, o sea de la magia blanca y de la magia negra. Pero el procedimiento que utiliza el mago para crear una obra cualquiera, ya sea goética o sea teúrgica, se basa siempre en esta atención depositada en los éteres, llevada a cabo por la intención de base, de un propósito, al cual seguirá una idea y, finalmente, se creará alrededor de esta intención‑idea una forma característica que obedece a las razones del creador o del mago; y esto puede llevarse adelante, de acuerdo con la analogía, a todos los niveles de no importa qué sistema solar, de no importa que tipo de constelación o galaxia. Todo es siempre una repetición en pequeña o a gran escala del principio de creación.

Pero, ¿qué sabemos exactamente del átomo sobre el cual se va estructurando el solemne edificio del universo? El átomo es una entidad que posee, al igual que el ser humano, un triple cuerpo de expresión. El hombre posee, hablamos del hombre actual, del hombre corriente que somos, seguramente todos y cada uno de nosotros, un cuerpo físico, un cuerpo astral y un cuerpo mental. La ciencia reconoce en el átomo y vamos a hablar del átomo de hidrógeno que es la unidad química: un protón, un neutrón y un electrón, que constituyen, por decirlo de alguna manera, y viendo la cosa desde el ángulo esotérico, un cuerpo físico, un cuerpo emocional y un cuerpo mental; el protón es la mente, el neutrón es el cuerpo emocional y el electrón es el aspecto físico, mayormente físico del átomo; entonces, si aceptamos esta verdad esotérica, siguiendo como siempre el principio de analogía tendremos que el átomo no sólo tendrá un triple cuerpo de expresión sino que también poseerá este elemento dinámico que es un propósito definido y después una conciencia, porque no pue­de haber relación en ningún nivel de la vida de la naturaleza, sin que exista conciencia.

La conciencia ya sea del átomo, ya sea del propio Dios se basa siempre en el principio de relación, relación magnética, finalmente se llega a cumplimentar el propósito definido y, a través de este propósito, se va realizando la obra, la obra de masificación del é­ter, para construir formas, que es lo que hace realmente el mago cuando esta creando. El mago realmente no hace otra cosa que seguir, por analogía, las leyes del creador, las leyes de la intención o del propósito, las leyes de la idea y, después, las leyes de la forma. Pero, si aceptamos el átomo como una entidad completa, ¿de dónde procede la vida de esta entidad?, ¿y la conciencia? ¿Procederá al igual que la conciencia del hombre de los niveles causales? Podríamos aceptar por analogía, que real­mente existe un compuesto monádico en el centro místico del átomo, que es el que trae la intención del Creador, que existe una conciencia que procede de la relación de este propósito con la materia dentro de la cual se va creando su forma y debe existir –forzosamente— un campo de actividad en sí mismo y además, a través de una serie de compuestos moleculares en el seno de cualquier forma dentro de la cual esté elaborando simplemente como un agregado de tipo físico. Ahí está entonces el dilema que se le presenta al científico moderno de indagar dentro del átomo no sólo esta ineficaz, todavía, interpretación del significado atómico y de la propia liberación de la energía. Y decir, por ejemplo, como decía no hace mucho tiempo el Maestro K.H. de que la ciencia está solamente al principio de una era de grandes revelaciones, una de las cuales es descubrir la conciencia del átomo y descubrir que esta conciencia es inteligente y que actúa inducida por móviles que la ciencia desconoce. Se habla de las afi­nidades químicas, de que existe realmente una elección atómica llevada por impulsos –dichos primarios pero que para el esoterista son universales— de acercarse a otros átomos de tipo de vibración parecida, para constituir moléculas. Y estas moléculas, siguiendo idéntico principio, se van aliando a otras moléculas de distintas procedencias para formar organismos, para formar los cuerpos, que son otras formas geométricas de que se revis­ten todas las conciencias y todas las vidas dentro y fuera del sistema solar.

El átomo que el científico reconoce como una triple entidad actuan­te o interactuante de protón, de electrón y de neutrón, no es todavía lo que debería haber descubierto la ciencia, pues si se posee clarividencia y se examina el átomo en profundidad, se verá que dentro de ca­da protón, de cada neutrón y de cada electrón existen infinidad e infinidades de corpúsculos eléctricos para verlos; que la ciencia a pesar de sus grandes descubrimientos técnicos, todavía no puede llegar a descu­brir. Si se entrase solamente en el primer nivel etérico en la vida del planeta, o sea en el cuarto éter, se verían formas y compuestos moleculares y elementos químicos, por decirlo de alguna manera, que están tan maravillosamente organizados y tan completos en su esencia y en su distribución que se precisaría ser un gran soñador o un gran romántico para aceptarlos. Pero el esoterista no es ningún romántico, ni tampoco ningún soñador, sino que es una persona que ha descubierto, en virtud de su propio desarrollo espiritual, unas capacidades de percepción que no están al alcance de todo el mundo. En virtud de esas facultades, de la clarividencia por ejemplo, se pueden detectar, primero, que el átomo primario, o el átomo que es la unidad en química o el átomo de hidrógeno, está compuesto además de dieciocho cuerpos menores que constituyen sistemas de relación tan maravillosamente organizados que nos hablan de un propio universo en miniatura y que por lo tanto cuando existe ‑como se ha producido y se viene produciendo— una liberación de la energía, solamente está poniendo en evidencia una pequeña parte de su potencial eléctrico o ígneo y, como ustedes saben, desdichadamente, la ciencia to­davía no ha logrado captar estas grandes verdades, para dominar no sólo la relación protón, electrón y neutrón, sino que no puede todavía calcu­lar la tremenda fuerza liberada de aquellos diminutos corpúsculos eléctricos, dieciocho en total, que constituyen la estructura interna o la sede de la intención de Dios en el átomo. Entonces, no es posible todavía que, la ciencia controle la energía nuclear porque se basa en principios todavía incipientes, porque no puede controlar esta fuerza tremenda, este fuego que está ardiendo en la vida del átomo, en la profundidad misteriosa de los grandes arcanos de la naturaleza.

Hay que buscar nuevos sistemas de aproximación para poder descubrir dentro del átomo, no sólo el aspecto triple, que constituye por decirlo de alguna manera, la personalidad característica del átomo, sino para penetrar en el trasfondo del átomo, esta conciencia inteligente que crea este principio de elección del átomo o de selectividad natural, o de aproximación por semejanza con los demás elementos con los cuales puede esta­blecer relaciones de afinidad. Podríamos hablar, siendo quizás un poco soñadores, que puede existir amor en el átomo, constituye el elemento de a­proximación con otros átomos de distinta calidad y de distinta proceden­cia y que esto, que todavía ignora la ciencia química, lo sabe perfectamente el clarividente iluminado una vez que ha recibido la tercera iniciación jerárquica, mediante la cual le son abiertos en Shamballa, los regis­tros akáshicos mediante los cuales se puede descubrir la esencia atómica desde el remoto momento en que se produjo la primera creación universal, lo cual no es llegar al final del libro, es solamente el final de una página del libro inmenso que contiene la sabiduría de todas las edades. Pues, si hemos dicho que el átomo constituye el elemento de base para la estructuración de toda posible forma universal o planetaria, debemos conocer también lo que hemos dicho tantas veces con respecto al espacio, parque el espacio contiene en potencia la esencia de todos los átomos que pue­den llegar a constituir aspectos moleculares en la confección de cual­quier tipo de universo.

Si el espacio es multidimensional, nos da idea de que la creación, debe partir de un centro creador que pulsando con maestría los éteres que constituyen el espacio como entidad, atrae por simpatía vibratoria –al igual que lo hace el átomo— aquellas condiciones físicas, astrales y mentales, o de todos los planos, o todas las dimensiones que precise, a­quel Logos que quiera manifestarse.

Pero, ¿qué sucede cuando hablamos de dimensiones como extensiones den­tro del espacio? Si es que podemos utilizar esta locución, nos daremos cuenta de que si el espacio es multidimensional no puede contener únicamente a las siete dimensiones que corresponden a nuestra universo físico, que tendrá todas las dimensiones posibles y que de acuerdo con la potencia creadora de cualquier lagos superior, aquellas dimensiones séptuples que corresponden a nuestro universo, pueden ser sumadas a otras tantas dimensiones constituyendo universos, galaxias y sistemas de galaxias para cuya medición, nosotros, como seres humanos, carecemos de medidas. Y esto, si se analiza desde un ángulo de vista científico, pero utilizando la clave de la analogía, veremos que es así y que lo que caracteriza a los Logos, es primero, la calidad espiritual de es­tos Logos y por ende Ia cantidad de dimensiones del espacio que es capaz de atraer a sí, para constituir –mediante su propia voluntad, su propio amor o tendencia incluyente y su inteligencia creadora— aquellos compuestos moleculares que constituirán la base de su universo o de su sistema de universos. Pues, ¿qué hace realmente un Logos cuando enfrenta la tarea de estructurar su universo? Ante todo elige un lugar en el espacio, entonces en este lugar del espacio deposita su intención profunda, automáticamente emite una vibración, una palabra, una orden, un sonido, y al conjuro de este mántram inmenso, surge del seno profundo del espacio, miríadas de pequeñas vidas adaptando formas incomprensibles quizás para noso­tros, que a la voz del Mago supremo se arremolinan a su alrededor y van creando progresivamente, aquello que será su estructura universal.

Cada Logos emite varios tipos de vibraciones, surgiendo de una palabra o mántram de tipo esencial que constituye la llave maestra de todo el significado que tendrá su universo, pero de acuerdo con cada una de las cualidades que tenga desarrolladas el Logos, así serán los planos y las dimensiones. Lo cual quiere significar que si a nuestro Logos le corres­ponden, por ejemplo, siete cualidades puede que a otros Logos en su revelación ante el Cosmos, ante el espacio abierto, corresponden otros tantos o múltiples cualidades que posee desarrolladas y que, por lo tanto, el universo está estrecha y coherentemente unido en virtud de las cualidades que desarrollan los Logos creadores, no importa cuál sea su propia evolución, no importa cuál sea su estado evolutivo, para crear a su alrededor aquello que constituirá su morada para habitar durante todo un mahamanvántara que constituye el proceso de su propia evolución cósmica.

Entonces, cuando surge el átomo, en virtud del llamamiento del Mago, se produce en el espacio un desequilibrio, mediante el cual, se establecen las leyes de la polaridad magnética, se crean dos tipos de vibración de la palabra o sonido y el de la respuesta del espacio, que dependerá de la calidad de este sonido, y en virtud de esta dualidad que podríamos de acuerdo con la analogía, definir como de espíritu‑materia, se abre el campo de la evolución y en el contacto de los compuestos moleculares entre sí constituye un tipo de conciencia definido para cada plano, para cada esfera, para cada cualidad logoica. Entonces, ¿podríamos ya esclarecer algo más el trabajo del mago, cuando hablamos de su imperio sobre los devas que constituyen el espacio y son la fuerza cohe­rente del espacio? En este espacio vital donde aparentemente no hay nada pero donde están vibrando todas las dimensiones, no sólo las que corresponden al sistema planetario sino a todas las dimensiones del espacio, por ley de simpatía cósmica, la voluntad del Logos es una cualidad, el amor del Logos es una cualidad, igual que la inteligencia, el equilibrio, la armonía, la inteligencia concreta, que el arte, que la belleza y que la propia magia, constituyen cualidades de la propia diversidad, que para manifestarse precisan del concurso de los átomos que constituyen la estructura esencial de cada plano.

El plano físico, como sabemos, es el resultado de una acumulación de átomos de hidrógeno para constituir la tabla periódica de los elementos químicos. Y no conocemos todavía, como decíamos al principio, lo que es el átomo de hidrógeno, pero después del átomo de hidrógeno existe una evolución atómica, una evolución monádica podríamos decir, dentro del átomo, constituyendo una corriente de vida completamente desconocida todavía, tan completa y tan necesaria, como son las corrientes de vida de la humanidad, o del cuarto reino, o aquella que creó el reino de los ángeles. No se ha llegado todavía al fin de la investigación, pues si nuestro universo es septenario habrá que colegir, habrá que imaginar, que existen otras corrientes de vida dentro del propio planeta para no ir más lejos, totalmente desconocidas para nosotros y que constituyen precisamente el principio de investigación de los discípulos de la Jerarquía.

Pues, ¿qué creen que es estar en un ashram de la Jerarquía, es solamente para adquirir poderes psíquicos o para ostentar un distintivo "Yo soy un discípulo del Maestro”? ¡Es algo más! Es la necesidad que me­diante el estudio y la investigación constante se llegue a comprender, determinar y clasificar todas aquellas otras energías, constituyendo agregados atómicos, que se mueven en todos las niveles del universo.

Cuando se llega a cierto punto, aquellos poderes psíquicos que le han sido ocultos, no negados, reaparecen en el mago y es cuando com­prende la esencia, lo que es la vida del átomo, lo que es el átomo en sí, cuando puede gobernar el átomo. No lo que hace la ciencia que ha logrado liberar la energía del triple cuerpo, a través del núcleo vital del protón. Pero, ¿qué sabe en conciencia? Se dice que ha habido una liberación atómica en el momento en que se produce una explosión nuclear, pero, ¿es así realmente? ¿Se ha liberado el átomo? ¿O se le ha encadenado –hablando en términos de energía— a otras regiones del espacio donde continuará su acercamiento a las causas productoras? Ahí está el karma de la humanidad, el karma de los científicos, el karma de los políticos y el karma de los economistas; porque lo que se intenta con el átomo es querer dominarlo para satisfacción egoísta de las propias naciones. Y tendrá que esforzarse mucho el ser humano trabajando en este campo, para poder salir triunfante de esta prueba inmensa que tiene que vencer su propio egoísmo y penetrar, espiritual­mente hablando, en el corazón mismo, en la esencia misma del átomo pa­ra ver qué es lo que hay que liberar, si la personalidad –que se ha logrado— o aquello que constituye la esencia del átomo. Liberemos la intención del átomo, pero antes tenemos que libe­rar la intención humana, porque el átomo es un servidor del ser humano, es un amigo, si se convierte en enemigo es porque existe egoísmo en el corazón del hombre, no por su propia característica, pues constituye al igual que los ángeles, una corriente de vida a nuestro favor si logramos realmente no obligarle ni gobernarle, sino comprenderle y facilitar su liberación natural, no para crear armas, no para evitar que una parte considerable de la humanidad pueda llegar a tener oportunidades sociales.

Esotéricamente y hablando siempre en términos del discipulado moderno, habrá que insistir, a través de la analogía, en este hecho aparentemente sin importancia, que es la liberación atómica en virtud del amor de los seres humanos y no en virtud del antagonismo entre los seres humanos. Si se trabaja el átomo con amor se descubrirá el secreto que permitirá al científico un control natural sobre la energía expansiva del átomo, porque el átomo se liberará, no colisionará con otros átomos que es lo que sucede actualmente con la explosión en cadena y ustedes lo saben.

Como estamos ya entrando en una era donde el espacio tendrá más importancia que el tiempo, es hora de que vivamos apercibidos porque dentro del espacio existen maravillosas combinaciones atómicas mediante las cuales, el Manú de la raza construirá los nuevos cuerpos. No hay que esperar llegar a la séptima subraza de la séptima raza para tener un vislumbre de lo que será aquel cuerpo humano al final de un manvántara planetario.

Hay que vivir en el presente, en estos momentos tenemos la posibili­dad. Las eras no vienen marcadas por las estrellas sino por la conducta de los hombres, por su inteligencia, por su amor y por su dedicación y servicio a la humanidad. La estructura molecular de cualquier tipo de universo sólo indica actualmente que se trata de un efecto kármico, por lo tanto si el karma todavía está latiendo en toda la estructuración de no importa qué tipo de creación, surgiendo de un mago, sea cualquiera que sea este mago, es que realmente estamos viviendo una era de aproximaciones. Siendo así hay que tratar de sacarle el fruto, un fruto positivo, de igual manera que a través del tiempo hemos dominado una fuerza ígnea en la vida de la naturaleza que llamamos electricidad, una electricidad que solamente es un primer peldaño dentro del gran edificio de o­portunidades que tendrá el hombre de los siglos venideros, pero que podría estar al alcance del hombre actual con sólo vivir atentamente la influencia positiva de las estrellas y no sus nefastas influencias, pues todas las estrellas, todas las constelaciones y todos las galaxias han sido edificadas siempre sobre estructuras atómicas y estas estructuras atómicas tienen como finalidad revelar el grado de evolución de cualquier tipo de Logos o centro creador. Y esto no es solamente una respuesta a la gran pregunta da toda la vida de: ¿quiénes somos nosotros, de dónde venimos y adónde nos dirigimos?, sino que constituye por primera vez en la historia planetaria un contacto establecido, en su conjunto, de la humanidad con las fuerzas cósmicas, habitantes del propio espacio que están intentando que las humanidades de todos los planetas y de todos los sis­temas sean tan puros y tan responsables que hagan posible que llegue a las humanidades un principio de energía mediante la cual se acabe el problema kármico de la humanidad. Se han hecho muchos trabajos en este aspecto, el principio ha sido, como sabemos, el descubrimiento de las leyes de la relatividad que, desde el punto de vista esotérico, es solamente un principio y no totalmente completo, porque el universo no es solamente masa y energía, sino que es amor e inteligencia y aquí no ha llegado todavía ninguna fórmula científica que pueda descubrir las profundidades donde se agita esta potencia innata que existe dentro de todos y cada uno de los compuestos moleculares en ciernes, o en suspensión, que constituyen el espacio dentro del cual y en forma de universo, vivimos, nos movemos y tenemos el ser.



Preguntas y respuestas.

Para saber más sobre Vicente Beltrán Anglada ver también:

Para saber más sobre Magia Organizada Planetaria ver también:

Magia Organizada Planetaria:
El Fracaso de Nuestra Era Técnica.






jueves, 18 de septiembre de 2008

Concepto Estructural Atómico del Universo.(2)

Y ahora podríamos ampliar estas ideas con sus propias preguntes.

Pregunta: ¿Es necesario conocer la química para conocer estos secretos?

Respuesta: Bueno, el químico moderno mediante la investigación ha logra­do descubrir la base y es que la energía que procede de los niveles cósmicos ha quedado sintonizada en el nivel puramente físico, en el átomo de hidrógeno como unidad.; pero que la gama de elementos químicos que proceden del átomo de hidrógeno son solamente pequeñas formas incomple­tas porque lo mismo que mirando el átomo a través de sus compuestos invisibles –lo que todavía la ciencia no reconoce porque no ha descubierto— igual sucede con la tabla de elementos químicos; hasta aquí creo que hay ciento tres elementos descubiertos o átomos con una potencia o carga eléctrica de ciento tres protones, ciento tres electrones y otros tantos neutrones. Pero, investigaciones recientes indican que se ha llegado a descubrir átomos de un peso atómico de hasta ciento diecisiete protones, eso significa que no se ha llegado al fin y que la tabla de elementos quími­cos se pierde en la inmensidad de la investigación y que, a medida que el ser avance, surgirán nuevos elementos, hasta que un día se descubra el verdadero elemento de base mediante el cual y por transmutación vendrán los demás y vendrá seguramente por un tipo de investigación completa, que rebasará el ámbito simplemente físico o mecánico de la existencia para penetrar en niveles superiores. Pues, si todo hay que analizarlo desde el ángulo de vista de la analogía, hay que suponer que donde termina el átomo de hidrógeno, por sutilidad se da vida a otros átomos más ligeros, más diáfanos, más perfectos en su expresión y que se va actualizando esta fuerza atómica, en el cuerpo del Iniciado por ejemplo, donde según se nos dice, se produce realmente aquella alquimia de la naturaleza que convierte al átomo de hidrógeno en átomos superiores dentro del propio cuerpo.

¿Qué sucederá por ejemplo cuando el cuerpo del ser humano sea capaz de contener compuestos moleculares pertenecientes el plano búdico? Habrá una revolución total en todos los ámbitos conocidos, porque realmente se habrá reconocido la existencia multimolecular del espacio, a través de le expresión de un universo. Y, a partir de aquí, vayan ustedes examinando la vida de los iniciados superiores, a partir del Adepto, cuando el Iniciado se mueve ya en dimensiones cósmicas, lo que puede suceder con la liberación de aquella tremenda energía que está infinitamente más allá y por encima de los más diáfanos átomos conocidos.

La química está trabajando, los científicos realmente de buena voluntad están intentando vencer la inercia de la materia mediante la infu­sión de su espíritu; pero a pesar de todo, no se avanza demasiado porque en su totalidad la humanidad es totalmente egoísta y, por lo tanto, cualquier provecho o ganancia de tipo cósmico le es negado, no existe otra opción para el ser humano, que somos todos nosotros, que vivir con un poco más de caridad y de amor y constituir una barrera magnética que nos aísle del egoísmo que, como egregor, está flotando dentro y fuera de nuestro sistema y dentro de los éteres planetarios hasta llegar a los ambientes sociales del mundo, en donde vivimos inmersos. Es un traba­jo de inmensa perspectiva, ustedes verán que hay que empezar a reconocer el hecho de que nosotros somos creadores; además tenemos un protón central en el corazón que nos habla de intención y de amor, tene­mos neutrones que nos llenan de equilibrio y de armonía y tenemos electrones que nos dan actividad. Esto es el reconocimiento de las le­yes científicas que regirán el futuro de los seres humanos.

Pregunta: ¿No es cierto que a través de este experimento de la alquimia en la cual el hombre, a través de la transmutación de la cantidad de energía que puede canalizar este ser, perturba al mismo tiempo el vehículo físico que ha de estar preparado para soportar mayores energías? Es decir, nos podrías hablar un poco de la ciencia de la transmutación.

Respuesta: La transmutación es una actividad que realiza el ser humano el llegar a cierto nivel dentro de la evolución kármica. Si hablamos en términos de química o de alquimia, diremos que es aquella actividad mediante la cual el mago transforma un metal de tipo bajo, de bajo ni­vel vibratorio, en otro de superior vibración, como es al plomo convertirlo en oro, por ejemplo, que es lo que buscará el alquimista del fu­turo, apercibido de que existe muy poca diferencia de protones dentro del oro y del plomo –creo que son tres protones de diferencia. Se han realizado experimentos con el mercurio, casualmente hay un protón de diferencia, sin embargo la fabricación del oro es más cara que el oro sacado de la mina, porque no se comprende la ley de la transmu­tación que se basa en hallar dentro de la naturaleza aquello que alquímicamente se llama el disolvente universal o el "Alkahest" de los antiguos magos. No conocemos esto todavía porque no tenemos amor. Por lo tanto, solamente la transmutación física de los metales está al alcance de los iniciados y pueden transformar el plomo o el cobre, u otro cualquier metal vil en oro. Pero esto no resuelve la cuestión del ser humano, porque la transmutación es aquella fuerza tremenda que realiza el individuo cuando se va purificando, cuando se va separando del egoísmo circundante, aislándose cada vez más y más, hasta llegar a un punto dentro de sí mismo, dentro del cual el corazón tiene la máxima importancia; entonces, a través del corazón se realiza la obra transmutadora dentro del individuo,

Entonces, todos los compuestos químicos de alta densidad se transmutan en virtud de la voluntad del Iniciado en compuestos moleculares de alta vibración; impulsan, por decirlo de alguna manera, a los átomos nefastos y sombríos de su propia naturaleza y, automáticamente, aquel vacío se llena con compuestos moleculares de alta selectividad, ya sea astral, mental, o como decíamos anteriormente, por compuestos búdicos, o por compuestos átmicos, pues el iniciado o el discípulo no recibirá ninguna vibración superior o Iniciación, sino hasta que haya cambiado completamente ciertos compuestos moleculares dentro de sus cuerpos y cuando esto lo realiza viene el acto de la Iniciación: la ceremonia. La ceremonia no inicia al Iniciado, es el trabajo del Iniciado quien exige la iniciación. ¿Por qué? Porque entonces, cuando recibe la Iniciación es que ya es un Iniciado y lo que hace es que la Jerarquía, la Gran Fraternidad, el Único Iniciador, Sanat Kumara, le reconoce los méritos; igual que aquí en una universidad te dan el título cuando has sufrido las pruebas y los exámenes, luego lo que te den a cambio es la aceptación como que tú has hecho la prueba y has vencido; esto es en esencia la Iniciación.

Pero cuando se recibe la iniciación a través de una serie de transmutaciones dentro de los compuestos moleculares, es cuando se le admite de hecho dentro de la Gran Fraternidad. Y esto va para todos, porque el trabajo de estar atentos, el trabajo de la meditación, el trabajo del servicio y el trabajo del estudio y la investigación, son los peldaños mediante los cuales vamos ascendiendo y nos situamos ante la dorada puerta dentro de la cual está el Iniciador. Pero todo el trabajo se basa en nosotros, el esfuerzo necesario para vivir de acuerdo con la ley y, de acuerdo con la ley se efectúa la transmutación. Todos somos magos, todos somos alquímicos, entonces ¿por qué no utilizamos esos poderes para crear un mundo mejor? ¿0 esperamos que sea el destino o el karma, o Dios, quien resuelva por nosotros estas cosas? Si Dios ya está en nosotros, sólo es vigorizar el intento, la intención, el propósito y au­mentar el caudal de amor en el corazón. A partir de esto ya estamos venciendo la inercia de los sentidos, la inercia de las emociones o de los deseos y la inercia de la mente organizada, empeñada en descubrir la Verdad, en las pequeñas cosas de la vida, que es lo que sucede actualmente. El intelecto no es una gloria, entre otras cosas se convierte en un impedimento y ésta no es una afirmación dogmática, sino que es el reco­nocimiento de que a través del intelecto que consideramos como causa, se va realizando la gran transmutación creadora que traerá como resultado el hombre nuevo, el hombre nuevo por el cual todos nos estamos esforzan­do.

Pregunta: ¿Una de las primeras bases para mi transmutación personal puede ser pasar del subconsciente al conciente?

Respuesta: Naturalmente, la transmutación psicológica tiene tres vertientes como ustedes saben: hay una subconciencia, debajo de la conciencia, una conciencia, en el centro, y una supraconciencia en la parte supe­rior. Entonces, ¿cómo transmutaremos psicológicamente nuestro ser? Convirtiendo la subconciencia en conciencia y la conciencia en supracon­ciencia. Es el paso que va de los recuerdos de ayer al devenir de mañana, pasando por el momento presente, lo cual si ustedes son muy analíticos verán claramente, que es en el presente donde existe la posibilidad de la transmutación psicológica y que cuando hablamos tan reiteradamente sobre la atención del pensador, nos estamos refiriendo precisamente, a esta capacidad de estar atentos al momento que estamos viviendo y este es el presente, no es el pasado, no es el futuro. El pasado es recuerdo, es subconciencia, es aquello de lo cual estamos apartándonos. En tanto que la supraconciencia solamente puede venir cuando en el presente estamos muy atentos. Significa que nuestra conciencia está tan identificada con aquello que está sucediendo que lo comprende por intuición y al propio tiempo, aquello que comprende por intuición, se transmuta en algo mejor que llamamos supraconciencia.

Pregunta: ¿Me podrías explicar algo de la transformación del tiempo en espacio?

Respuesta: ¿Qué es el tiempo cuando el espacio ha sido alterado, cuando el equilibrio existente crece en el espacio? Sucede algo imprevisible para nosotros, que es la creación de campos radioactivos dentro del espacio. Los estados relativos, relativos dentro del espacio, constituyen el tiempo. El tiempo no es más que el punto de enfoque del creador en el espacio, cuando se han creado los síntomas del universo –allí donde exis­te un círculo no se pasa dentro del gran Círculo, no se pasa dentro del cual el creador extiende su obra creadora— no existe espacio, el espe­cia está fuera del campo conceptual, conocemos solamente el tiempo; para conocer el espacio, saber lo que es el espacio y llegar a comprenderlo con tanta intensidad que nos diésemos cuenta de nuestro escasa valoración psicológica, veríamos que solamente donde existe una manifestación existe el tiempo.

Y, cuando hablamos de dimensiones estamos hablando de aquellas dimensiones que ha conquistado, dentro del espacio, cualquier centro creador, lo cual significa que incluso las dimensiones del espacio del Universo constituyen limitaciones, porque se apartan de la absoluta integridad multidimensional del espacio. Hay que comprender estos hechos. El tiempo, ¿qué es para nosotros? ¿Algo cronológico que depende del reloj o algo psicológico? Si es algo psicológico hay un gran problema, si es cronológico solamente con un orden establecido en la conducta personal lo podemos solucionar. Pero cuando existen problemas de orden psicológico con respecto al tiempo, hay una indicación de que el ser está pene­trando dentro de actividades moleculares de las cuales le es muy difícil salir. Le decimos karma a estas causas. El karma es el tiempo y el tiempo es una reducción del nivel natural vibratorio del espacio. Cuando dentro del espacio hay puntos más cercanos o más alejados entre sí, se crea el fenómeno de la distancia en el tiempo. Ya tenemos otra forma de evaluar el tiempo, en virtud de las leyes de necesidad de traslación de un punto más distante o de un punto más cercano.

Pero, ¿qué sucederá? Vamos siempre a lo mismo, dense cuenta, cuando el individuo esté tan totalmente entregado a la vivencia del presente, con la atención depositada en todos y cada una de los momentos que es­tá viviendo, en este estado de observación profunda se produce el milagro, se produce el acercamiento entre el sujeto que observa y la cosa observada. Entonces, en virtud de ese acercamiento se produce el mila­gro, el tiempo no existe, solamente existe el espacio entre la mente del que observa y la cosa observada, y éste es el principio del amor que nos han enseñado los Grandes Seres. No hay distancia en el amor, ¿verdad? La inteligencia crea espacios, grandes espacios para investigación. Pero el amor es esencial, nunca crea espacios o tiempos en el espacio, es un espacio abierto a la investigación y, si se investiga muy atentamente, se pierde la noción del tiempo, equivale a decir que pierde la noción equivalente de subconciencia, conoce la conciencia y la supraconciencia y, entonces, el hombre ya no es un hombre en el sentido estricto de la palabra, es un Dios que se ha reconocido a sí mis­mo como esencia creadora, como espíritu latente y actuante de la pro­pia divinidad.

Pregunta: ¿Si el pequeño yo usa este cuerpo físico para manifestarse, se puede decir que el gran Yo de la Tierra también usa el cuerpo físico de la Tierra para manifestarse y así todas las galaxias del Universo?

Respuesta: Naturalmente. El planeta, nuestro mundo, no es sino un cuerpo de manifestación de esta entidad que, esotéricamente, llamamos el Lo­gos Planetario. Y el cuerpo universal, es decir, aquel rayo que va del centro creador del Logos hasta el confín del Universo, todo cuanto se agita dentro de este círculo-no-se-pasa, es el cuerpo mediante el cual se está manifestando aquella entidad que llamamos el Logos Solar y den­tro de este círculo-no-se-pasa, se están desarrollando siete virtudes o cualidades de este Logos, lo cual complica la investigación, pero se llega al menos a un significado claro del mismo.

Vemos el por qué de la Voluntad, del Amor, de la Inteligencia o de las demás cualidades que adornan a cualquier Logos del centro creador y, finalmente, todo esto constituye un séptuple cuerpo de manifestación de este Logos. Nosotros conocemos tres cuerpos definidos: uno muy completamente que es el cuerpo físico, el astral lo conocemos solamente en virtud de los intensos deseos que promueve en nosotros y el cuerpo mental del cual tenemos noción solamente por los pensamientos y por las averiguaciones y pesquisas a través de la mente. Pero no conocemos nada del cuerpo búdico, no conocemos nada del cuerpo átmico, ni del monádico, ni del ádico, lo cual significa que estamos viviendo únicamente en un mundo de confusión, de los tres mundos, mundo de maya de los sentidos, del espejismo emocional, de los deseos incompletos e insatisfechos y la intención dentro de la cual existen ilusiones, que embargan la vida de la intención y le impiden llegar al cumplimiento a través del cuerpo emocional, para finalmente llegar al cuerpo físico en forma creadora.

Si solamente conocemos nuestros tres cuerpos, al igual que el científico sólo conoce el protón, el electrón y el neutrón en la vida del áto­mo, indica solamente que estamos viviendo única y exclusivamente en los tres mundos de la confusión, en los tres mundos de la prueba kármica, en los tres mundos de los señores lunares con los cuales estamos emparentados por razones kármicas o por principios de semejanza. Hay mucho que decir aquí y para esto necesitaríamos por lo menos diez conferencias, debido a su complejidad y a tener que trabajar con elementos tan dinámicos y al propio tiempo tan asequibles que pueden llegar claramente a la men­te de todos. La vida es extraordinaria y todo cuanto surge de la vida es extraordinario, es un milagro viviente todo cuanto está sucediendo a partir de la vida y esto es lo que trata el esoterista de comprender en profundidad, para tener una noción más clara de aquel universo físico en donde vive, se mueve y tiene el ser.

Pregunta: Sí, quisiéramos que hablaras un poco sobre el tema, aplicando la ley de analogía y parte de lo que has venido diciendo ahora, es decir, creo que bastantes de nosotros hemos tenido la experiencia consciente de que, incluso a nivel físico, se realizan esporádicamente experimentos que en alguna manera tratan de comprobar la capacidad de resistir que tenemos, no solamente a nivel astral, mental, etc., sino incluso a nivel físico; entonces, si este cuerpo de manifestación recibe a todos los nive­les esta especie de transmutación alquímica de las energías que es capaz de canalizar, la pregunta es si también la Tierra, por ley de analogía, está sufriendo el mismo proceso de transmutación y entonces quizás sería, tal vez un poco más comprensible ver a la situación actual como un ente único e interdependiente de cada uno de sus componentes.

Respuesta: La transmutación se realiza en todos los cuerpos de la Tierra, la Tierra es sólo la envoltura física del Logos Planetario. Todo cuanto sucede en los niveles superiores repercute en la Tierra, donde hay el anclaje de las energías superiores. ¿De qué nos serviría un cuerpo que no fuese el resultado de aquello que es superior? Entonces, en la Tierra se producen transformaciones y transmutaciones, en virtud de lo que está desarrollando y en todos los órdenes, el género humano, la humanidad. La humanidad es dentro de la Tierra, de este gigantesco cuerpo, el único elemento conciente de transmutación de los elementos físicos que tratan precisamente de exteriorizarse en niveles superiores. Todo cuanto sabemos de la transmutación es meramente físico, porque no conocemos la transmutación que se está realizando en niveles superiores. ¿Qué sucede por ejemplo cuando una energía de carácter ígneo y de tremenda potencia como aquella que lleva Buda en el festival de Wesak? ¿Qué conocemos de la transmutación alquímica en la vida de la naturaleza? Aparentemente no nos damos cuenta de esta energía pero produce un impacto en todos y cada uno de los compuestos moleculares que constituyen el planeta. Por lo tanto, no podemos dejar de ver clara esta situación en lo que respecta a nuestro planeta, si tenemos en cuenta que no solamente Buda sino los hombres y mujeres de buena voluntad, los Iniciados de la Jerarquía y los Adeptos de la Gran Fraternidad de Shamballa, con sus influencias están creando siempre transmutaciones en el orden molecular de la exis­tencia organizada en el mundo, pasando primero por la mente del hombre, después por su cuerpo emocional y después, a través del cuarto reino, a los reinos sub‑humanos: al reino animal, al vegetal y al mineral, y así se va cumpliendo la ley transmutadora de la existencia. No existen zonas vacías en la Tierra, solamente existe algo realmente determinante para lo que es la evolución, que el hombre no se da cuenta de la situación en la que se encuentra, dentro del cuarto reino, en relación con los reinos subhumanos, ni sabe qué es exactamente lo que tiene que hacer para cumplir adecuadamente con la ley.

Se contempla a sí mismo con religiosidad lo cual no hace con los demás, no cumple con las leyes, esas leyes de donación de la cual la naturaleza es exponente. Siempre está pensando en sí mismo, que lo envilece constantemente y por lo tanto, no se da cuenta de la transmutación que tiene lugar en los niveles de la naturaleza porque es incapaz de comprenderlo, no llega a este punto de unión espiritual mediante el cual él se considere un creador y no un simple espectador de la obra mágica creadora de la naturaleza.

Pregunta: Me parecería que las cosas interesantes que ha dicho no fueran solamente de relleno si no creyera verdaderamente usted en ellas. Si creyera en su realización porque creo que en los momentos en que ha de predominar esta filosofía, si se la puede llamar de este modo, budista esotérica, ha sido en momentos en que la pobreza, la miseria ha predominado, ha existido el mal de un modo más extenso porque, precisamente, en las regiones en donde ha predominado el budismo ha pasado que millones de hom­bres se mueran y se vayan reencarnando otra vez en la miseria, para nuevamente el egoísmo, el deseo del egoísmo, solamente no la vamos a superar con las buenas intenciones sino con unos condicionamientos reales que im­piden, diríamos, el desarrollo del egoísmo destructivo de la humanidad.

Respuesta: Bueno, usted sabe que dentro de la humanidad y dentro de las propias religiones existe mucho dogma, mucho falseamiento de la verdad, pero yo no he hablado, me parece, nada tocante al budismo, he hablado del plano búdico que no es lo mismo; el plano búdico es un plano en el cual se dice, para aquel que lo ha experimentado, donde se puede tener la primera noción del Nirvana al cual hacía alusión siempre el gran Gautama, Señor Buda.

El espiritismo moderno trataba, desde el tiempo de Blavatsky, de aliar la miseria del mundo, siempre con los causas que existían kármicamente en los seres, pero hoy día esta idea viene, digamos, más exquisitamente presentada en forma científica por la teoría molecular del Universo y a través de las afinidades químicas que hacen posible una relación entre grupos moleculares de distinta procedencia. Pero ninguna religión podrá salvar al hombre como compuesto químico, si no surge de sí mismo la fuerza de la que usted decía, de la intención si es correcta, ahí está el proceso. Si la intención es correcta no puede haber nunca un desequilibrio social como estamos viendo actualmente. Nada tiene que ver con la religión esto, es algo que está en el propio individuo: la intención correcta o incorrecta.

He hablado de la causa suprema del Universo, he dicho que es el Amor. Y todo el mundo que ame se dará cuenta que el amor no tiene cualidades definidas, es una expansión magnética que los hombres de la Tierra, qui­zás, todavía no conocen y que solamente exteriorizarán aquellas personas, aquellos seres humanos que se liberaron de la cadena de los tres mundos, que se liberaron del cuerpo físico, del cuerpo astral y del cuerpo men­tal, lo cual no significa que se hayan muerto sino que están por encima de sus propios vehículos y reconocen que lo único que tiene valor en e­llos es la intención correcta y, cuando hay intención correcta jamás habrá desigualdad social, habrá siempre algo que podríamos llamar, por antonomasia, un sentido de aproximación , de compartir los bienes de la Tierra, como se dice en las Naciones Unidas en ciertos apartados y que no se cumplen porque siempre existen los intereses de aquellos que más tienen contra aquellos que menos poseen, ahí está el desequilibrio, no en las religiones. Las religiones inducen siempre, seguramente, por de­rroteros digamos no científicos, místicos, pero en el fondo dogmáticos, y la mayoría cree que la religión que tiene más prosélitos es la más a­decuada y ustedes saben cuáles son las dos religiones más numerosas de las cuales sus grandes instructores no quieren saber nada actualmente, que son la religión católica y la religión budista.

¿Qué hay que buscar en el trasfondo de esto? ¿Acaso no hay intereses políticos dentro de las religiones? ¿Se dan cuenta? Esto es la que está creando la confusión y la separación entre unos y otros a través del dogma, ya sea el dogma del cielo o del infierno, o ya sea el dogma del nirvana. Sí no existe un preclaro entendimiento entre los hijos de los hombres fatalmente caerán en las redes de aquellos que se hayan escudado tras estos innobles procederes. Y la ley se cumplirá, naturalmente.

¿Por qué no tenemos, por ejemplo, unidad social en compartir los bie­nes de la Tierra? Porque una pequeñísima minoría, altamente egoísta, ya sea individualmente o como grupo nacional, ha permitido este tremendo desequilibrio y ahora vemos que siempre tenemos ante nosotros el estig­ma de una guerra, la guerra es siempre de intereses, dense cuenta seño­res. No tiene nada que ver la religión, siempre y cuando la religión no sea portavoz de elementos políticos o sociales de origen desconocido. ¿Se dan cuenta de la situación? ¿Y cómo se puede evitar? Solamente cuando estemos muy precavidos, muy atentos, muy observantes, nos damos cuenta de una situación, en cualquier momento del tiempo y en cualquier lugar del espacio. Y la solución es: Yo, no el yo egoísta y partitivo sino el Yo espiritual, que es único y singular en todos los seres. ¿Por qué en lugar de hablar de esquemas cósmicos, no se habla del individuo como el agen­te social por excelencia, como el gran creador de todas las situaciones? Porque no interesa que el hombre se descubra a sí mismo, porque en tanto el hombre no se descubra será un juguete de las fuerzas ambientales, no será Dios en sí mismo, será solamente un ente mecanizado por las distintas estructuras. Y, a menos que nos liberemos de las estructuras de la clase que sean, el Yo espiritual no podrá manifestarse, entonces no po­drá haber en manera alguna una solución al tremendo problema de la humanidad: el de la miseria, el del hambre, el de las enfermedades y el de las injusticias sociales, a lo que usted hacía referencia. Sólo en noso­tros está la ley y el orden, nosotros somos todo, el destino y el karma y hay que reconocerlo, porque los tiempos se van aproximando y aquel que no esté despierto será llevado de aquí para allá, como una hoja, sin poder reaccionar, de un lado para otro dentro del sistema social establecido.

Pregunta: Bueno, yo quería hacer una pequeña acotación. Esto ha sido muy pero muy interesante, pero no podemos vivir fuera de las estructuras, no podemos vivir fuera de la familia, no podemos vivir fuera de una serie de mecanismos que nos vayan criando, educando, ni fuera de una serie de relaciones sociales establecidas, más o menos normativamente con una afinidad relativa. Bien, ¿qué clase de sistema económico y legislativo, diríamos, podemos buscar para personas como yo? Porque verdaderamente el yo, cuál es la relación al yo, al interior del individuo, en el ser yo; pero el yo no puede realizarse solitario, tiene que realizarse a tra­vés de una relación; ¿qué clases de relaciones más o menos estables aún cuando puedan ser dinámicas, dialécticas y cambiantes con el tiempo y con la experiencia?

Respuesta: Usted tiene razón, el hombre es una entidad social y como en­tidad social, debe vivir forzosamente relacionado con los demás, con las estructuras. Pero, una cosa es vivir en una estructura y otra cosa es vivir en sí mismo dentro de la estructura. ¿Por qué hay problemas hu­manos? Porque hay un condicionamiento de las propias estructuras sociales, profesionales y humanas; familiares por ejemplo. Pero, ¿podemos vivir dentro del hogar sin renunciar por ello a nosotros mismos? Ahí es­tá la clave que nosotros cuando estamos inmersos en una estructura perdemos la noción de nosotros mismos y, por lo tanto, dejamos de pensar, de sentir y de actuar como seres creadores. Estamos viviendo de una manera tan errónea que, naturalmente, lo que surge de esos errores es el condicionamiento social. Y usted pregunta qué tipo de organización económi­ca, política, religiosa, como sea, puede depararle paz al hombre porque no podemos dejar de pertenecer a estas estructuras que llamamos, por ejemplo, ambientes sociales. Pero es como aquella persona que desde un puente ve que pasa un río por debajo, el río pasa pero él está afirmado en sí mismo, no pasa con la corriente de las cosas ni con la corriente de las investigaciones propias, ni tampoco con la corriente de las co­sas sociales que se están viviendo; es él, es simplemente él, es singu­lar y, ¿como se produce? Lo he dicho anteriormente, estando muy atentos y esto no es una disciplina. El estar atentos no es una disciplina, es un deber que tiene el ser humano de estar atento, estar atento a todo cuanto sucede. ¿Cómo va a comprender las cosas sin estar constantemente pendiente de ellas? Sin dejarse atraer, sin embargo, por ellas. ¿Cómo va a ser consciente de la otra persona si no está atento a la otra persona? ¿Y cómo se va a salvar, hablando en sentido figurado si no es mirándose siempre a sí mismo? Como el espejo del Yo inmanente, del Yo Superior que, a través de sí, debe cumplir una finalidad social. Y hemos hablado de amor, pero me parece que el amor es una mera palabra, igual que Dios, son palabras mediante las cuales tratamos de encubrir artificiosamente, nuestra condición de ser y nos equivocamos porque no podemos ocultar aquello que somos. Hemos llegado a ser hipócritas en el propio pensamiento, lo hemos deformado por la conveniencia social y hemos perdido la fragancia del pensar claro y determinante. Este pensar profundo que nace de la riqueza interior y no de los escombros que nos están cons­tantemente martirizando, hiriendo. Entonces usted pide ¿qué debemos hacer? No existe disciplina, hay que amar mucho.






El uso psicoterapéutico de los enteógenos.

“Una tendencia muy importante en el ser humano es el afán hacia la trascendencia espiritual, y la adicción a las drogas tiene mucho que ver con ésto como siendo una manifestación distorsionada de esta tendencia fundamental."


Ya que lo no racional no ha de desaparecer de la condición humana cuanto más nos esforzamos por negar su existencia,tanto más caemos bajo su implícito poder.
Porque las experiencias espirituales están asociadas a la experiencia de estados alterados de conciencia (EAC) es que la gente se anima a correr el riesgo de usar sustancias ilegales. Nuestra sociedad dice que alterar el estado de conciencia es onanista y perverso por contraposición a la gnosis chamánica. Los chamanes dicen que la satisfacción de los impulsos religiosos proviene de la experiencia directa con lo divino, y para ello utilizan las plantas sagradas.
Abraham Maslow denominó a estas experiencias directas con lo divino EXPERIENCIAS CUMBRES, pero este tipo de experiencias no están limitadas a los estados alterados producidos solamente por drogas, también puede ocurrir durante la ,meditación, hiperventilando, practicando yoga, hipnosis, etc.
La ciencia ortodoxa trata como subjetivos a estos estados , y por lo tanto no valiosos. Entonces estas formas de experiencias de éxtasis, de otras “dimensiones” de la unión mística, de belleza, de trascendencia del espacio temporal, pueden ser ubicadas como experiencias patológicas. La psiquiatría tradicional no distingue entre misticismo y psicosis, es por ésto que la psicología transpersonal integra a la ciencia al estudio de las potencialidades espirituales del hombre, utilizando técnicas para alterar el estado de conciencia, ya que los fenómenos espirituales parecen incomprensibles en el estado de conciencia ordinario.
Los estados alterados pueden tener un costado peligroso, ya que al disminuir las defensas, pueden aparecer materiales inaceptables de nuestro pasado personal ( que estaban reprimidos) y provocar perturbación e ir exacerbándose si la persona no sabe cómo manejarse con su angustia y alcanzar niveles aterradores (bad trip), por eso es aconsejable una preparación psicológica, aprender a diferenciar lo que viene de adentro de lo que viene de afuera y, fundamentalmente, trabajar bajo un contexto psicoterapéutico y contenedor, con terapeutas debidamente entrenados y cualificados. Pero a pesar de los riesgos, los fenómenos espirituales, nuestros contenidos inconsciente y los estados alterados con ellos asociados son demasiado importantes para ignorarlos. En psicoterapia utilizamos la información que aparece al levantarse la represión para reestructurar pautas de comportamiento indeseado.
Muchos de los psicoactivos son semejantes y a veces idénticos a sustancias normalmente producidas por el cuerpo. Dichas sustancias exógenas son aceptadas por el sistema nervioso central y alteran provisionalmente el estado de las aminas biogénicas para producir sus efectos. También hay que considerar el efecto mismo ya que la capacidad para dicha experiencia sugiere que el estado psicodélico es inhe rentemente básico a aspectos de nuestra psique que normal mente son inaccesibles en la fase de vigilia. Por lo tanto bajo circunstancia apropiadas, dichas sustancias químicas pueden permitir provisionalmente a un individuo un hondo y amplio acceso a su mente.
Mediante el sueño tenemos acceso a ciertos aspectos de nuestra psique que son normalmente inaccesibles en la conciencia de vigilia. Los enteógenos sirven para producir estados que se experimentan durante el sueño o en raras epifanías extáticas cuando estamos despiertos.
En contraste con la mayoría de las drogas, los enteógenos no generan dependencia física. Una rápida y provisional tolerancia (que no se compensa aumentan do la dosis) es también característica.Fundamental mente sirven para ubicar los condicionamientos tempranos y reestructurarlos, sentir altruismo al disolverse momentánea mente los límites de nuestro ego, lograr mayor visión interna, mayor lucidez y por lo tanto importantes insight. Acceder a la parte de uno que puede ver las fuerzas, los impulsos que hay detrás de nuestros propios actos y emociones, ser capaz de seguir el curso de un pensamiento y dirigir nuestras vidas con mayor claridad y consciencia.
A las plantas maestras también se las llama enteógenos, psicógenos, psicodislépticos, y algunas de ellas son el peyote, hongos psilocibínicos, ayahuasca,etc.
Abraham Maslow en su libro “The psychology of Science” ha mostrado como la ciencia puede ser el mejor mecanismo de defensa neurótico inventado por el hombre, porque el rechazo selectivo de parte del conocimiento humano es una maniobra defensiva y por lo tanto neurótica, y por miedo, elimina las experiencias transpersonales como objeto digno de estudio.
Lo que nos conviene a todos es que la ciencia sea un sistema abierto de maduración personal.
La física moderna nos enseña la unidad general del universo donde la conciencia tiene un papel mucho más cercano al que han descrito los grandes místicos.
La trascendencia del ego es el comienzo para empezar a sanar.

Fuentes:

Por Lic. Silvia Polivoy



Textos de Jiddu Krishnamurti.

Jiddu Krishnamurti (1895-1986)

La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti está contenida en la declaración que hizo en 1929, cuando dijo: "La Verdad es una tierra sin caminos". El hombre no puede llegar a ella por medio de ninguna organización, a través de credos, dogmas, sacerdotes ni rituales, ni tampoco por medio de conocimientos filosóficos ni técnicas psicológicas.

Debe hallarla mediante el espejo de la relación, mediante la comprensión de los contenidos de su propia mente; por la observación y no por el análisis intelectual ni la disección introspectiva.

El hombre ha construido en sí mismo imágenes - religiosas, políticas y personales - como valla de seguridad. Estas se manifiestan en forma de símbolos, ideas y creencias. La carga de dichas imágenes domina el modo de pensar del hombre, su relación y su vida cotidiana. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque separan a un hombre de otro.

Su percepción de la vida está formada por los conceptos previamente establecidos en su mente. El contenido de su conciencia es toda su existencia. Dicho contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que ha adquirido de la tradición y del entorno. La unicidad del ser humano no estriba en la libertad superficial, sino en la completa liberación del contenido de su conciencia, la cual es común a toda la humanidad. Así pues, él no es ningún individuo.


- La meditación es el vaciado del contenido de la conciencia.

- Desde la negación surge lo positivo llamado amor.

- ¿Puede la mente ser absolutamente libre?

- La Libertad Primera y Última.

- La Libertad Interior.

- El Conocimiento de Uno Mismo.

- El Reino de la Felicidad.

- Los Valores.

-La atención.

-Las heridas psicológicas.

-El premio y el castigo.

-Amor, Sexo y Castidad.

-Temor, Placer y Dolor

-Ante un Mundo en Crisis.

-El Futuro de la Humanidad.

-La Mutación Psicológica.

-Cartas a las Escuelas.

-Principios del Aprender.

-Educando al Educador.

-La Educación y el Significado de la Vida.

-El Camino de la Inteligencia.

-El Estado Creativo de la Mente.

-El Diario de Krishnamurti 1973 1975.

-El Último Diario. 1983 - 1984.

-El Libro de la Vida.

-Libro de Notas.

-Encuentro con la Vida.

-Obras completas tomo 1 - El Arte de Escuchar.

-Obras completas tomo 2 - ¿Qué es la recta Acción?

-Biografía:Jiddu Krishnamurti

-Biografía:Jiddu Krishnamurti II



Fuentes:


miércoles, 17 de septiembre de 2008

Jiddu Krishnamurti: "Entrevista con Carlo Suarès."

La importante revista francesa Planète publicó, en su número 14 de enero-febrero 1964, un diálogo de enorme interés para toda persona a quien le preocupen los problemas fundamentales de la existencia humana. El diálogo, considerado por Planète como un "documento excepcional", ocurrió entre el periodista y escritor francés de gran renombre Carlo Suarès y J. Krishnamurti, figura de singular trascendencia en el pensamiento de nuestra época. El periodista, a petición de la revista, se desplazó a Gstaad, en Suiza, donde pasaba una temporada Krishnamurti, y, durante una semana, mantuvo conversaciones con él. El texto que figura a continuación se redactó a partir de las notas tomadas en el curso de esas conversaciones que se desarrollaron en francés. Krishnamurti mismo leyó y corrigió el texto para su publicación. En 1975 la Editorial Orión, de México, publicó la traducción de esta entrevista en un folleto titulado "Una entrevista con Krishnamurti", y hoy (en octubre de 2004) esta Fundación Krishnamurti Latinoamericana ofrece su versión revisada y cotejada con el original.



¿Son realmente importantes las religiones?

Krishnamurti: ¿Qué desean de mí sus amigos de Planète? ¿Quieren hechos reales o simplemente erudición? ¿Piensan que yo les aportaré resultados de lecturas? ¿Conclusiones? ¿Opiniones? ¿Síntesis? ¿Ideas?

Suarès: No es eso lo que ellos quieren.

K.- Dígales que yo no he leído nada, que no poseo referencias. Para mí no hay mutación psicológica más que cuando cesa el proceso acumulativo.

S.- Acaba usted de pronunciar la palabra "mutación". Es una palabra que se encuentra a menudo en esta revista, pero acompañada, en general, de la idea de que la metamorfosis de este mundo moderno puede llevarnos, como por un proceso natural, a un cambio de estado interior, mientras que lo que usted quiere es una revolución total e inmediata de la conciencia, revolución que ninguna evolución puede provocar.

K.- Todos sabemos que nuestra época es explosiva, que los medios con que cuenta el hombre, que han permanecido más o menos constantes durante milenios, se han multiplicado súbitamente millones de veces; que las calculadoras electrónicas, por no mencionar más que eso, se vuelven, con el paso de las horas, cada vez más fantásticas; que el hombre mañana irá a la Luna o más allá; que la biología está a punto de descubrir el misterio de la vida, e incluso de crear vida. Sabemos que las ideas mejor demostradas de la ciencia se desmoronan; que todo se pone constantemente en tela de juicio, y que los cerebros se ven coaccionados y forzados a ponerse en movimiento. Todo eso lo sabemos; no es pues necesario insistir sobre este aspecto de nuestra época. En la actual confusión, el hombre anda en busca de una seguridad material que no puede encontrarse sino por medio de los conocimientos tecnológicos. Las religiones se han convertido en superestructuras que apenas tienen una importancia real en los asuntos del mundo, mientras que las cuestiones fundamentales quedan sin respuesta: el tiempo, el dolor, el temor…

Mutación, religiones, temor…


S.- Por ahí es por donde podemos iniciar un debate. Yo creo que muchos lectores de Planète le dirán esto, puesto que también ellos están de acuerdo en comprobar que la sociedad está en pleno desorden y confusión ¿Por qué, entonces, no pensar que este formidable movimiento no se producirá al mismo tiempo en nuestros cerebros?

K.- Efectivamente, podemos pensarlo. Pero ¿es eso lo que puede llamarse una mutación? ¿Tener un cerebro electrónico? El cerebro no es toda la conciencia.

S.- No se trata del cerebro. Nuestra conciencia se ensancha y abarca todo nuestro planeta, y lo que ocurre en el otro extremo del mundo….

K.- Sí, ya he comprendido….

S.- ... Los monjes budistas que se hacen quemar vivos, los negros de Norteamérica…

K.- Por supuesto. Desde luego. Ellos forman parte de nosotros, y la espantosa miseria de Asia, y todas las tiranías por todas partes, y la crueldad, y la ambición, y la codicia, y los innumerables conflictos del mundo; todo eso nosotros lo sentimos. Todo eso, somos nosotros. Tenga usted todo eso totalmente presente en su mente, y vea a qué extraordinaria profundidad debe efectuarse la mutación.

S.- Hay en este momento, en Francia, una corriente de pensamiento que al comprobar que la complejidad de la sociedad humana se ha vuelto inextricable, desearía que pudiera constituirse un pensamiento humano colectivo, capaz de reunir en una síntesis los hilos dispersos de nuestros conocimientos...

K.- ¿Qué otras cuestiones considera usted?

S.- La cuestión religiosa, naturalmente. ¿Puede preverse una religión del porvenir, basada en un mejor conocimiento del Cosmos y en el sentimiento de que el hombre forma parte de é?

K.- ¿Y que más?

S.- Me han encargado que le pregunte por lo que usted piensa del hecho de que en lo más recóndito del ser humano moderno, joven o viejo, está el temor…

K.- Ya veo. Si le parece bien, vamos a empezar … Pero ¿está usted seguro de que Planète aceptará publicar todo lo que yo diga?

S.- Me lo han asegurado formalmente.¿ Puede usted, en una frase, indicarme lo esencial de lo que se propone hacer?

K.- "Descondicionar" la totalidad de la conciencia.

S.- ¿Quiere usted decir que pide a cada uno que "descondicione" la absoluta totalidad de su propia conciencia? Permítame decirle que lo que más desconcierta en la enseñanza de usted, es su reiterada afirmación de que ese "descondicionamiento" total no requiere tiempo alguno.


La mutación psicológica no es lo que usted cree


K.- Si se tratase de un proceso evolutivo, yo no lo llamaría mutación. Una mutación es un cambio brusco de estado.

S.- Yo no imagino a un "mutante", es decir, un hombre que cambia de estado de conciencia, que no arrastre con él la resultante de todo su pasado. El hombre modifica el medio y el medio modifica al hombre….

K.- No. El hombre modifica el medio, y el medio modifica tal o cual parte del hombre que está conectada con la modificación del medio, no al hombre en su totalidad, en su profundidad más recóndita. Ninguna presión exterior puede efectuar tal cosa, solo modifica las partes superficiales de la conciencia. Tampoco el análisis psicológico puede provocar la mutación, puesto que todo análisis se sitúa en el campo de la continuidad. Tampoco la experiencia puede provocar la mutación por más exaltada y "espiritual" que sea. Por el contrario, cuanto más aparezca ésta como una revelación, más condicionará. En los dos primeros casos --modificación psicológica producida por el análisis o la introspección, y modificación producida por una presión exterior-- el individuo no sufre transformación profunda alguna: sólo se ve modificado, reformado, reajustado, para poder adaptarse a lo social. En el tercer caso --modificación producida por una experiencia llamada espiritual, sea conforme a una fe organizada, sea puramente personal-- el individuo se ve proyectado a la evasión que le dicta la autoridad de cualquier símbolo.

En todos los casos hay acción de una fuerza compulsiva que se apoya en una moral social, es decir, un estado de contradicción y de conflictos. Toda sociedad es contradictoria en sí misma. Toda sociedad exige esfuerzos de parte de quienes la constituyen. Ahora bien, contradicción, conflicto, esfuerzo y competición son barreras que impiden toda mutación, porque mutación quiere decir libertad.

S.- ¿Surgen de ahí las evasiones hacia los símbolos?

K.- Sólo en las partes inexploradas de la conciencia existen imágenes simbólicas. Las mismas palabras no son más que símbolos, hay que hacer estallar las palabras.

S.- Pero las doctrinas teológicas...

K.- Dejémoslas tranquilas. Todo pensamiento teológico carece de madurez. No perdamos el hilo de nuestra conversación. Estábamos en la experiencia, y decíamos que toda experiencia es condicionante. En efecto, toda experiencia vivida --y no sólo hablo de aquellas que se llaman "espirituales"-- tiene necesariamente sus raíces en el pasado. Que se trate de la realidad o de mi vecino, lo que yo reconozco implica una asociación con algo del pasado. Una experiencia llamada espiritual es la respuesta del pasado a mi angustia, a mi dolor, a mi temor, a mi esperanza. Esta respuesta es la proyección que ocurre para compensar un estado miserable. Mi conciencia proyecta lo contrario de lo que ella es, porque yo estoy persuadido de que ese contrario, exaltado y dichoso, es una realidad consoladora. Así, mi fe católica o budista construye y proyecta la imagen de la Virgen o del Buda, y esas invenciones despiertan una emoción intensa en esas mismas capas inexploradas de la conciencia que habiéndolas inventado sin saberlo, las confunde con la realidad. Los símbolos, o las palabras, se vuelven más importantes que la realidad. Se instalan en calidad de memoria en una conciencia que dice: "Yo sé, puesto que he tenido una experiencia espiritual". Entonces las palabras y el condicionamiento se vitalizan mutuamente en el círculo vicioso de un circuito cerrado.

S.- ¿Un fenómeno de inducción?

K.- Sí. El recuerdo de la emoción intensa, del choque, del éxtasis, engendra una aspiración hacia la repetición de la experiencia, y el símbolo se convierte en la suprema autoridad interior, en el ideal hacia el cual tienden todos los esfuerzos. Captar la visión llega a ser un propósito; pensar en ella sin cesar y disciplinarse, un medio. Pero el pensamiento es aquello mismo que crea una distancia entre el individuo tal como él es, y el símbolo o el ideal. No puede haber mutación posible sin morir para esa distancia. La mutación sólo es posible cuando cualquier experiencia cesa totalmente. El hombre que ya no vive ninguna experiencia es un hombre despierto. Pero vea usted lo que pasa en todas partes: se buscan siempre experiencias más profundas y más vastas. El hombre está persuadido de que vivir experiencias es vivir realmente. De hecho, lo que se vive no es la realidad sino el símbolo, el concepto, el ideal, la palabra. Vivimos de palabras. Si la vida llamada espiritual es un perpetuo conflicto, es porque en ella formulamos la pretensión de alimentarnos de conceptos, como si teniendo hambre pudiéramos alimentarnos con la palabra "pan". Vivimos de palabras y no de hechos. En todos los fenómenos de la vida, ya se trate de la vida espiritual, de la vida sexual, de la organización material de nuestro tiempo de trabajo o de descanso, nos estimulamos por medio de palabras. Las palabras se organizan en ideas, en pensamientos, y sobre la base de esos estímulos, creemos vivir tanto más intensamente cuanto mejor hayamos sabido, gracias a ellas, crear distancias entre la realidad (nosotros, tales como somos) y un ideal (la proyección de lo contrario de lo que somos). De esa manera le volvemos la espalda a la mutación.


Hay que morir para el tiempo, para los sistemas, para las palabras


S.- Recapitulemos. Mientras exista en la conciencia un conflicto, sea el que fuere, no hay mutación. Mientras domine nuestros pensamientos la autoridad de la Iglesia o del Estado, no hay mutación. Mientras nuestra experiencia personal se erija en autoridad interior, no hay mutación. Mientras la educación, el medio social, la tradición, la cultura, o sea nuestra civilización, con todas sus influencias, nos condicione, no hay mutación. Mientras haya adaptación, no hay mutación. Mientras haya evasión, de cualquier naturaleza que sea, no hay mutación. Mientras yo procure alcanzar altas virtudes de asceta, mientras yo crea en una revelación, mientras yo tenga un ideal cualquiera, no hay mutación. Mientras yo procure conocerme analizándome psicológicamente, no hay mutación. Mientras haya un esfuerzo en pos de una mutación, no hay mutación. Mientras haya una imagen, un símbolo, ideas, o solamente palabras, no hay mutación. ¿He dicho bastante? No. Puesto que, llegado a este punto, sólo puedo verme obligado a agregar: mientras haya pensamiento, no hay mutación.

K.- Exactamente.

S.- ¿Qué es, entonces, esa mutación de la que usted habla en todo momento?

K.- Es una explosión total en el interior de las capas inexploradas de la conciencia, una explosión en el germen, o si le parece mejor, en la raíz del condicionamiento, una destrucción de la continuidad.

S.- Pero la vida misma es condicionamiento. ¿Cómo es posible destruir la continuidad y no destruir la vida misma?

K.- ¿Quiere usted realmente saberlo?

S.- Sí.

K.- Muera usted para la continuidad. Muera para el concepto total del tiempo: para el pasado, para el presente y para el futuro. Muera para los sistemas, muera para los símbolos, muera para las palabras, porque todo eso son factores de descomposición. Muera para el psiquismo, pues él es el que se inventa el tiempo psicológico. Ese tiempo carece totalmente de realidad.

S.- Entonces, ¿qué es lo que queda sino la desesperanza, la angustia, el miedo de una conciencia que ha perdido todo punto de apoyo y hasta la noción de su propia identidad?

K.- Si un hombre me formulase esta pregunta de esa manera, yo le respondería que él no ha hecho el viaje, que ha tenido miedo de pasar a la otra orilla


¿Qué es el miedo?


S.- Lo que usted dice da miedo. Yo me pregunto si la conciencia, en lo más profundo de sí misma, no tiene necesidad de este miedo. Eso explicaría por qué se lo mantiene constantemente, alimentado por las religiones, que se supone son refugios y tranquilizantes. Ellas alimentan el miedo, impidiendo que la conciencia se perciba tal como es. Ellas interponen, entre la conciencia y la realidad, la pantalla de las doctrinas teológicas.

K.- Este problema es profundo y vasto a la vez. Abordémoslo explorándolo, palpándolo, por así decirlo, por diversos lados. El miedo es tiempo y pensamiento. Le damos una continuidad al miedo por medio del pensamiento, y por medio del pensamiento le damos una continuidad al placer. Este hecho es sencillo: pensando en el objeto de nuestro placer, le otorgamos al placer una continuidad, y lo mismo hacemos con el miedo, pensando en el objeto de nuestro temor. Si yo tengo miedo de usted --o de la muerte, o de alguna otra cosa-- pienso en usted o en la muerte y así alimento el miedo. Si, por el contrario, llegásemos a encontrarnos cara a cara con el objeto de nuestro miedo, éste cesaría.

S.- ¿Cómo es eso?

K.- Hablo del miedo psicológico, no del miedo de un peligro físico que uno trata de alejar, lo cual es natural. Considere usted el miedo a la muerte. ¿En qué consiste ese miedo? Dividimos la totalidad del fenómeno vital en vida y muerte. La vida es conocida, y de la muerte nada se sabe ¿Se tiene miedo de lo que no se conoce, o más bien se tiene de perder lo que uno conoce? Es evidente que vida y muerte son dos aspectos de un mismo fenómeno. Si dejamos de considerarlos como dos fenómenos diferentes, ya no hay conflicto.

S.- ¿No podríamos preguntarnos qué es el miedo en sí?

K.- No hay miedo en sí. Nunca hay miedo que no sea miedo de algo.

S.- Pero ¿no existe un miedo fundamental?


El problema de la muerte


K.- No. El miedo es siempre miedo de algo. Examine el asunto con suma atención y verá que es así. Todo miedo, aun inconsciente, es el resultado de un pensamiento. El miedo que se halla presente en todas partes y el miedo psicológico, en el interior del yo, son siempre el miedo de no ser. De no ser esto o aquello, o simplemente de no ser. La contradicción evidente entre el hecho de que todo lo que existe es transitorio, y la búsqueda de una permanencia psicológica: ese es el origen del miedo. Para vernos libres de él, debemos investigar en su totalidad la idea de la permanencia. El hombre que no tiene ilusiones no tiene miedo. Eso no quiere decir que sea cínico, amargado o indiferente.

S.- Eso significa que él ha visto que la estructura psicológica en la cual basa la noción de su propia identidad no es real, es sólo verbal.

K.- Estamos, pues, ante uno de los mayores problemas: la muerte. Para comprender esta cuestión, no de forma verbal sino realmente, o sea, para profundizar con realismo en el hecho de la muerte, hay que desprenderse de todo concepto, de toda especulación, de toda creencia que tengamos, porque toda idea que pueda tenerse sobre este asunto estará engendrada por el miedo. Si nosotros, usted y yo, no tenemos miedo, podremos plantear correctamente el problema de la muerte. No nos preguntaremos qué sucede "después", sino que exploraremos la muerte como un hecho en sí misma. Para comprender lo que es la muerte, toda búsqueda mendigante en las tinieblas debe cesar. ¿Estamos nosotros, usted y yo, en esa disposición de espíritu que no busca saber lo que hay "después de la muerte", sino que se pregunta qué es la muerte? ¿Percibe usted la diferencia? Si uno se pregunta qué hay "después", es porque no se ha preguntado qué es la muerte. ¿Estamos en condiciones de hacernos esta pregunta? ¿Puede uno realmente preguntarse qué es la muerte mientras no se pregunte qué es la vida? ¿Es acaso posible preguntarse qué es la vida a base de nociones, ideas y teorías sobre ella? ¿Cuál es la vida que conocemos? Nosotros conocemos la existencia de una conciencia que se debate sin cesar en toda clase de conflictos, internos y externos. Desgarrada por sus contradicciones, esta existencia está encerrada en el círculo de sus exigencias y de sus obligaciones, de los placeres que busca y de los sufrimientos que rehúye. Estamos enteramente embargados por un vacío interior, que la acumulación de posesiones materiales y mentales jamás puede colmar. En tal estado, no podemos plantearnos el problema de lo que es la muerte, porque no nos hemos planteado la cuestión de lo que es la vida. La existencia que conocemos, ¿es la vida? Las explicaciones como: resurrección de los muertos, reencarnación, etc., ¿provienen de un conocimiento de la muerte? Solo son meras proyecciones de ideas que nos forjamos acerca del fragmento de existencia que llamamos "vida". Morir para la estructura psicológica con la cual nos identificamos; morir cada minuto, cada día, en cada acto que realizamos; morir para el placer inmediato y para la continuidad del dolor, y saber todo lo que está implícito en ese morir; entonces, es cuando estamos en condiciones de formular la pregunta: ¿qué es la muerte?

No se discute con la muerte corporal. Sin embargo, sólo aquellos que saben morir de instante en instante pueden evitarse iniciar con la muerte un diálogo imposible. En esa muerte constante hay una renovación constante, un frescor que no pertenece al mundo de la continuidad en la duración. Ese morir es creación. Creación es muerte y amor.


Las iglesias nada pueden


S.- Tengo que hacerle algunas preguntas sobre religión. Las grandes religiones más recientes han nacido, sin embargo, en épocas en las que se creía que la tierra era plana, que el sol recorría la bóveda celeste, etc. Hasta una época reciente (la de Galileo no está tan lejos) las religiones imponían por la violencia una serie de imágenes infantiles del cosmos. Hoy, no pudiendo hacer otra cosa, se colocan al lado de la ciencia y se contentan con declarar que sus cosmogonías son simplemente simbólicas. Pero proclaman que, a pesar de esta capitulación, son depositarias de las verdades eternas. ¿Qué piensa usted de eso?

K.- Las religiones hacen su propaganda con el fin de obtener poder sobre las conciencias. Procuran apoderarse de la infancia para condicionarla mejor. Las religiones de las Iglesias y las de los Estados, proclaman la necesidad de todas las virtudes, mientras que su historia no es sino una serie de violencias, de terrores, de torturas, de matanzas inimaginables.

S.- Pero ¿no cree usted que hoy en día las Iglesias son menos combativas? ¿No vemos a los jefes de las más grandes Iglesias declarar que la fraternidad humana es lo más importante y que el culto es secundario?

K.- Si la declaración de fraternidad es más importante que el culto, se debe a que el culto ha perdido su importancia incluso ante sus pontífices. Este pretendido universalismo es a lo sumo una simple tolerancia. Ser tolerante, es apenas tolerar al vecino con ciertas condiciones. Toda tolerancia es intolerancia, así como la no-violencia, es violencia.

De hecho, en nuestra época, la religión, como verdadera comunión del hombre con aquello que lo supera, no desempeña ningún papel en la trayectoria de los asuntos humanos. Más bien es todo lo contrario: las organizaciones religiosas son instrumentos políticos y económicos.

S.- Pero ¿no pueden esas organizaciones religiosas guiar a los hombres hacia una realidad que está más allá de ellos mismos?

K.- No.


¿Qué es un espíritu libre?


S.- Pasemos, pues, al sentimiento religioso. El hombre moderno, que vive conscientemente en el universo de Einstein y no en aquel de Euclides, ¿no puede entrar mejor en comunión con la realidad del universo gracias a una conciencia más experimentada y ampliada de un modo adecuado?

K.- El que quiera ampliar su conciencia, puede elegir entre las psicodrogas que más le convengan. En cuanto a entrar mejor en comunión con el universo gracias a una acumulación de informaciones y de conocimientos científicos acerca del átomo o de las galaxias, es como decir que una inmensa erudición libresca sobre el amor, nos hará conocer el amor. Y, por otra parte, a este hombre ultramoderno, tan al corriente de los últimos descubrimientos científicos, ¿le habrá servido todo ello para iluminar su universo inconsciente? Mientras en él subsista una sola parcela inconsciente, proyectará una irrealidad de símbolos y de palabras por medio de la cual se forjará la ilusión de estar en comunión con algo superior.

S.- Sin embargo, ¿cree usted que es posible una religión futura basada en hechos científicos?

K.- ¿Por qué hablar de una religión futura? Veamos, más bien, lo que es la verdadera religión. Una religión organizada sólo puede producir reformas sociales, cambios superficiales. Toda organización religiosa se sitúa necesariamente dentro de una estructura social. Yo hablo de una revolución religiosa que sólo puede producirse fuera de la estructura psicológica de una sociedad, cualquiera que ella sea. Un espíritu verdaderamente religioso está desprovisto de todo miedo, porque está libre de todas las estructuras que las civilizaciones han impuesto a lo largo de los milenios. Un espíritu semejante está vacío, en el sentido de que se ha vaciado de todas las influencias del pasado, sea colectivo o personal, así como de las presiones que ejerce la actividad del presente, la cual genera el futuro.

S.- Un espíritu así, por el hecho de que se ha vaciado de su contenido, que de hecho lo contenía a él, es extraordinariamente libre…

K.- Es libre, está vivo y totalmente en silencio. Es el silencio lo que importa. Es un estado sin medida. Solamente entonces, y no como una experiencia, se puede ver aquello que no tiene nombre, que está más allá del pensamiento y que es energía sin causa. Si no hay ese silencio creador, se haga lo que se haga, no existirá en la tierra ni fraternidad ni paz, es decir, no habrá verdadera religión.

S.- Todas las religiones preconizan alguna forma de plegaria, algún método de contemplación a fin de entrar en comunión con una realidad superior, cuyo nombre, Dios, Atmán, Cosmos, etc., varía. ¿Qué actividades religiosas practica usted? ¿Reza usted?

K.- La repetición de fórmulas sagradas calma la agitación de la mente y la adormece. La plegaria es un calmante que permite vivir en el interior de un recinto psicológico, sin experimentar la necesidad de destrozarlo, de destruirlo. El mecanismo de la plegaria, como todos los mecanismos, produce resultados mecánicos. No existe plegaria alguna que pueda traspasar la ignorancia de uno mismo. Toda plegaria dirigida a aquello que es ilimitado, presupone que un espíritu limitado sabe dónde y cómo alcanzar lo ilimitado. Eso quiere decir que él tiene ideas, conceptos, creencias sobre todo eso y que se halla atrapado en todo un sistema de explicaciones, en una prisión mental. Lejos de liberar, la plegaria aprisiona. Ahora bien, la libertad es la esencia misma de la religión, en el verdadero sentido de esa palabra. Esta libertad esencial es negada por todas las organizaciones religiosas, a pesar de lo que digan. Lejos de ser un estado de plegaria, el conocimiento de sí mismo es la puerta de la meditación. No es ni una acumulación de conocimientos sobre psicología, ni un estado de sumisión llamada religiosa, en donde se espera la gracia. Es lo que derriba las disciplinas impuestas por la sociedad o la iglesia. Es un estado de atención total y no una concentración sobre algo en particular. Al estar el cerebro tranquilo y silencioso, observa el mundo exterior y ya no proyecta ninguna imaginación ni ninguna ilusión. Para observar el movimiento de la vida, el cerebro debe ser tan rápido como la misma vida, estar activo y sin dirección. Solamente entonces lo inconmensurable, lo atemporal, lo infinito, puede surgir. Eso es la verdadera religión.


Lo que queda por despertar


S.- ¿Cree usted que un pensamiento colectivo, que una inteligencia colectiva, habiendo acumulado y sintetizado los últimos logros de todas las ciencias, si es que ese pensamiento pudiera producirse, estaría en condiciones de guiar a la humanidad hacia una evolución sana?

K.- La evolución que conocemos, de la carreta de bueyes al cohete espacial, se ha debido solamente a una determinada parte del cerebro. Aunque esa parte se desarrolle millones de veces más, esto no lograría el más mínimo progreso para el problema fundamental que se plantea la conciencia humana sobre sí misma. Se desarrollará. Ese proceso es irreversible y necesario. Pero existe otra parte del cerebro que todavía no está despierta y que desde ahora mismo podemos darle vida. Ese despertar no es cuestión de tiempo. Es una explosión revolucionaria que surge en el mismísimo origen de todas las cosas e impide la cristalización y solidificación --por los residuos del pasado-- de una estructura psicológica. Esa lucidez aborda cada problema a medida que se presenta y, de esa manera, la importancia del problema se vuelve secundaria. Si no surge, y pervive, esa explosión de lucidez, que es energía sin causa, y que no es ni individual ni colectiva, el mundo no conocerá la libertad ni la paz.


"Yo sostengo que la verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ése es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada;

Ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente por algún sendero particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán lo imposible que es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. [...]

Todos ustedes dependen de algún otro para su espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación... Cuando les digo: busquen dentro de sí mismos la iluminación, la gloria, la purificación y la incorruptibilidad del propio ser, nadie de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya unos pocos, pero son muy, muy pocos. ¿Para qué, pues, tener una organización? Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto organizado ni la propia inmolación por una causa puede hacerlos libres. Ustedes utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las organizaciones se convierten en la principal preocupación. [...]

Pueden formar otras organizaciones y esperar a algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absoluta, incondicionalmente libres".



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Según Platón, el conocimiento es un subconjunto de lo que forma parte a la vez de la verdad y de la creencia.
Integral Philosopher Michel Bauwens "Vision"