miércoles, 14 de julio de 2010

Primera tarea: Dejar morir a la madre demasiado buena.

El niño encuentra a su madre cuando ha abandonado sus entrañas... Y porque me han separado de ti y me han alejado de tu seno, soy libre de contemplar tu rostro.
Rabindranath Tagore, "La ofrenda lírica"

...En el cuento el proceso de iniciación empieza cuando la buena y querida madre se muere...
Las tareas psíquicas de esta fase de la vida de la mujer son las siguientes: Aceptar que la solícita madre psíquica perennemente vigilante y protectora no es adecuada como guía central de la propia vida instintiva futura. Emprender las tareas de actuar con autonomía y desarrollar la propia conciencia del peligro, la intriga y la política. Ponerse en guardia por sí misma y para sí misma. Dejar morir lo que tiene que morir. Cuando muere la madre demasiado buena, nace la nueva mujer...
...En toda nuestra vida como hijas, llega un momento en que la buena madre de la psique -la que nos había sido útil anteriormente- se convierte en una madre demasiado buena que, en su exagerado afán de protegernos, empieza a impedirnos responder a los nuevos retos, obstaculizando con ello un desarrollo más profundo.
En el proceso natural de nuestra maduración, la madre demasiado buena tiene que adelgazar y menguar progresivamente hasta que nos veamos obligadas a cuidar de nosotras mismas de una manera distinta. Y, aunque siempre conservemos la esencia de su calor, esta transición psíquica natural nos deja solas en un mundo que no es maternal con nosotras. Pero un momento. Esta madre demasiado buena no es en absoluto lo que parece a primera vista. Debajo de la manta guarda una muñequita para su hija.
Y en esta figura hay algo de la Madre Salvaje. Pero la madre demasiado buena no puede vivir todo este proceso hasta el final, pues es la madre de los dientes de leche, la dulce madre que todos los niños necesitan para poder agarrarse al mundo psíquico del amor. Por consiguiente, aunque esta madre demasiado buena no pueda vivir ni seguir ejerciendo su influencia más allá de un punto determinado de la vida de una muchacha, muriendo le hace un bien a su hija. Bendice a Vasalisa con la muñeca y lo que hace es, tal como ya hemos visto, extremadamente beneficioso.
La detención del proceso de iniciación de una mujer puede producirse por distintas razones, por ejemplo, cuando ha habido demasiadas penalidades psicológicas en los comienzos de la propia vida, sobre todo si no ha habido una madre "suficientemente buena" en los primeros años. La iniciación también se puede estancar o quedar incompleta por no haber habido la suficiente tensión en la psique, pues la madre demasiado buena posee tanto vigor y resistencia como una mala hierba y sigue viviendo, echando hojas y protegiendo en exceso a su hija por más que el guión diga "Mutis". En esta situación, las mujeres suelen ser demasiado tímidas como para adentrarse en el bosque y se resisten todo lo que pueden.
Tanto para ellas como para otras mujeres adultas a quienes los rigores de la vida han apartado y separado de sus vidas profundamente intuitivas y cuya queja suele ser "Estoy harta de cuidar de mí misma", existe un excelente y sabio remedio. La reafirmación, la recuperación de la pista o la reiniciación permitirá restablecer la intuición profunda cualquiera que sea la edad de la mujer. Esta intuición profunda es la que sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos y lo sabe con la rapidez de un relámpago, siempre y cuando nosotras queramos anotar lo que ella nos dicte.
La iniciación de Vasalisa empieza cuando ésta aprende a dejar morir lo que tiene que morir. Eso significa dejar morir los valores y las actitudes de la psique que ya no le son útiles. Hay que examinar con especial detenimiento aquellos férreos principios que hacen la vida demasiado cómoda, que protegen en exceso, que hacen que las mujeres caminen como si se escabulleran de algo en lugar de pisar con paso firme.
El período durante el cual disminuye la "madre positiva" de la infancia -y desaparecen también sus actitudes- es siempre un período de intenso aprendizaje. Aunque existe un período de nuestras vidas durante el cual nos mantenemos cerca de la protectora madre psíquica tal como debe ser (por ejemplo, en nuestra infancia o durante la recuperación de una enfermedad o de un trauma psicológico o espiritual o cuando nuestras vidas corren peligro y el hecho de estarnos quietas es nuestra salvación) y aunque conservemos grandes reservas de su ayuda para la vida futura, llega también el momento en que hay que cambiar de madre, por así decirlo.
Si permanecemos demasiado tiempo con la madre protectora en nuestra psique, no podremos enfrentarnos con los retos que se nos planteen y bloquearemos nuestro ulterior desarrollo. Con ello no quiero decir en modo alguno que una mujer se tenga que lanzar a situaciones ofensivas o dolorosas sino que tiene que fijarse en la vida un objetivo por el que esté dispuesta a correr riesgos. A través de este proceso se afilarán sus facultades intuitivas.
Entre los lobos, cuando una madre loba amamanta a sus lobeznos, tanto ella como sus crías pasan mucho tiempo holgazaneando. Todos se echan los unos encima de los otros en un gran revoltijo; el mundo exterior y el mundo de los desafíos quedan muy lejos. Sin embargo, cuando la madre loba enseña finalmente a sus lobeznos a cazar y a rodear, suele mostrarles los dientes, los mordisquea, les exige que espabilen y los empuja si no hacen lo que ella les pide.
Por consiguiente, es justo que, para que podamos proseguir nuestro desarrollo, cambiemos la solícita madre interior que nos era beneficiosa en nuestra infancia por otra clase de madre, una madre que habita en los más hondos desiertos psíquicos y es no sólo una escolta sino también una maestra, una madre afectuosa, pero también severa y exigente.
La mayoría de nosotras no deja que muera la madre demasiado buena cuando llega el momento. Aunque esta madre demasiado buena no permita que afloren a la superficie nuestras más desbordantes energías nos resulta tan cómodo y agradable estar con ella que, ¿para qué dejarla? A menudo oímos unas voces mentales que nos animan a conservarla y a mantenernos a salvo.
Estas voces dicen cosas tales como "Vamos, no digas eso", o "Está claro que no eres hija [amiga, compañera) mía si lo haces"... Éstas son las voces de la asustada y un tanto irritada madre demasiado buena que anida en la psique. No lo puede remediar; es como es. Sin embargo, si permanecemos unidas demasiado tiempo a la madre demasiado buena, nuestra vida y nuestra capacidad de expresarnos se hundirán en las sombras y, en lugar de fortalecernos, nos debilitaremos.
Y algo todavía peor; ¿qué ocurre cuando alguien reprime una desbordante energía y no le permite vivir? Como una cazuela de gachas de avena en malas manos, aumenta, aumenta y aumenta de tamaño hasta que estalla y todo su delicioso contenido se derrama al suelo. Por consiguiente, hay que comprender que, para que la psique intuitiva se fortalezca, es necesario que la bondadosa y solícita protectora se retire. O quizá podríamos decir más propiamente que, al final, nos sentimos obligadas a abandonar aquel cómodo y agradable tête-à-tête no porque nosotras lo hayamos planeado así y tampoco porque ya estemos completamente preparadas para ello -una nunca está completamente preparada-, sino porque algo nos espera en el lindero del bosque y nuestro destino es ir a su encuentro...

...Es frecuente que las mujeres teman dejar morir la vida demasiado cómoda y demasiado segura. A veces una mujer se ha recreado en la protección de la madre demasiado buena y desea seguir igual por tiempo indefinido. Pero seguramente está dispuesta a sentirse angustiada alguna vez, pues, de otro modo, se hubiera quedado en el nido.
A veces, una mujer teme quedarse sin seguridad o sin certidumbre aunque sólo sea por muy breve tiempo. Tiene más pretextos que pelos tienen los perros. Pero es necesario que se lance y se mantenga firme sin saber lo que ocurrirá a continuación. Sólo así podrá recuperar su naturaleza instintiva. Otras veces la mujer se siente atada por el hecho de ser la madre demasiado buena para otros adultos que se han agarrado a sus tetas y no están dispuestos a permitir que ella los abandone. En este caso, la mujer tiene que propinarles una patada con la pata trasera y seguir su camino.
Y puesto que, entre otras cosas, la psique soñadora compensa todo aquello que el ego no quiere o no puede reconocer, los sueños de una mujer durante esta lucha están llenos, en contrapartida, de persecuciones, callejones sin salida, coches que no se ponen en marcha, embarazos incompletos y otros símbolos que representan el estancamiento de la vida. En su fuero interno la mujer sabe que el hecho de ser demasiado dulce durante demasiado tiempo equivale a estar un poco muerta.
Por consiguiente, el primer paso consiste en desprendernos del resplandeciente arquetipo de la siempre dulce y demasiado buena madre de la psique. Así pues, dejamos la teta y aprendemos a cazar. Una madre salvaje está esperando para enseñarnos. Pero, entretanto, la segunda tarea consiste en conservar la muñeca en nuestro poder hasta que hayamos aprendido cuáles son sus aplicaciones.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"

Vasalisa

Había una vez y no había una vez una joven madre que yacía en su lecho de muerte con el rostro tan pálido como las blancas rosas de cera de la sacristía de la cercana iglesia. Su hijita y su marido permanecían sentados a los pies de la vieja cama de madera, rezando para que Dios la condujera sana y salva al otro mundo.
La madre moribunda llamó a Vasalisa y la niña se arrodilló al lado de ella con sus botas rojas y su delantalito blanco.
-Toma esta muñeca, amor mío -dijo la madre en un susurro, sacando de la colcha de lana una muñequita que, como la propia Vasalisa, llevaba unas botas rojas, un delantal blanco, una falda negra y un chaleco bordado con hilos de colores.
-Presta atención a mis últimas palabras, querida -dijo la madre-. Si alguna vez te extraviaras o necesitaras ayuda, pregúntale a esta muñeca lo que tienes que hacer. Recibirás ayuda. Guarda siempre la muñeca. No le hables a nadie de ella. Dale de comer cuando esté hambrienta. Ésta es mi promesa de madre y mi bendición, querida hija.
Dicho lo cual, el aliento de la madre se hundió en las profundidades de su cuerpo donde recogió su alma y, cuando salió a través de sus labios, la madre murió.
La niña y su padre la lloraron durante mucho tiempo. Pero, como un campo cruelmente arado por la guerra, la vida del padre reverdeció una vez más en los surcos y éste se casó con una viuda que tenía dos hijas. Aunque la madrastra y sus hijas siempre hablaban con cortesía y sonreían como unas señoras, había en sus sonrisas una punta de sarcasmo que el padre de Vasalisa no percibía.
Sin embargo, cuando las tres mujeres se quedaban solas con Vasalisa, la atormentaban, la obligaban a servirlas y la enviaban a cortar leña para que se le estropeara la preciosa piel. La odiaban porque poseía una dulzura que no parecía de este mundo. Y porque era muy guapa. Sus pechos brincaban mientras que los suyos menguaban a causa de su maldad. Vasalisa era servicial y jamás se quejaba mientras que la madrastra y sus hermanastras se peleaban entre sí como las ratas entre los montones de basura por la noche.
Un día la madrastra y las hermanastras ya no pudieron aguantar por más tiempo a Vasalisa.
-Vamos... a... hacer que el fuego se apague y entonces enviaremos a Vasalisa al bosque para que vaya a ver a la bruja Baba Yagá (en ruso, literalmente, Mujer Hechicera) y le suplique fuego para nuestro hogar. Y, cuando llegue al lugar donde está Baba Yagá, la vieja bruja la matará y se la comerá.
Todas batieron palmas y soltaron unos chillidos semejantes a los de los seres que habitan en las tinieblas.
Así pues aquella tarde, cuando regresó de recoger leña, Vasalisa vio que toda la casa estaba a oscuras. Se preocupó y le preguntó a su madrastra:
-¿Qué ha ocurrido? ¿Con qué guisaremos? ¿Qué haremos para iluminar la oscuridad?
-Qué estúpida eres -le contestó la madrastra-. Está claro que no tenemos fuego. Y yo no puedo salir al bosque porque soy vieja. Mis hijas tampoco pueden ir porque tienen miedo. Por consiguiente, tú eres la única que puede ir al bosque a ver a Baba Yagá y pedirle carbón para volver a encender la chimenea.
-Muy bien pues, así lo haré -dijo inocentemente Vasalisa.
Y se puso en camino. El bosque estaba cada vez más oscuro y las ramitas que crujían bajo sus pies la asustaban. Introdujo la mano en el profundo bolsillo de su delantal donde guardaba la muñeca que su madre moribunda le había entregado. Le dio unas palmadas a la muñeca que guardaba en el interior del bolsillo y se dijo:
-Es verdad, el simple hecho de tocar esta muñeca me tranquiliza.
A cada encrucijada del camino, Vasalisa introducía la mano en el bolsillo y consultaba con la muñeca.
-Dime, ¿tengo que ir a la derecha o a la izquierda?
La muñeca le contestaba, "Sí", "No", "Por aquí" o "Por allá". Vasalisa le dio a la muñeca un poco de pan que llevaba y siguió el camino que parecía indicarle la muñeca.
De repente, un hombre vestido de blanco pasó al galope por su lado montado en un caballo blanco e inmediatamente se hizo de día. Más adelante, pasó un hombre vestido de rojo montado en un caballo rojo y salió el sol. Vasalisa prosiguió su camino y, en el momento en que llegaba a la choza de Baba Yagá, pasó un jinete vestido de negro trotando a lomos de un caballo negro y entró en la cabaña de Baba Yagá. Enseguida se hizo de noche. La valla hecha con calaveras y huesos que rodeaba la choza empezó a brillar con un fuego interior, Iluminando todo el claro del bosque con su siniestra luz.

La tal Baba Yagá era una criatura espantosa. Viajaba no en un carruaje o un coche sino en una caldera en forma de almirez que volaba sola. Ella impulsaba el vehículo con un remo en forma de mano de almirez y se pasaba el rato barriendo las huellas que dejaba a su paso con una escoba hecha con el cabello de una persona muerta mucho tiempo atrás.
Y la caldera volaba por el cielo mientras el grasiento cabello de Baba Yagá revoloteaba a su espalda. Su larga barbilla curvada hacia arriba y su larga nariz curvada hacía abajo se juntaban en el centro. Tenía una minúscula perilla blanca y la piel cubierta de verrugas a causa de su trato con los sapos. Sus uñas orladas de negro eran muy gruesas, tenían caballetes como los tejados y estaban tan curvadas que no le permitían cerrar las manos en un puño.


La casa de Baba Yagá era todavía más extraña. Se levantaba sobre unas enormes y escamosas patas de gallina de color amarillo, caminaba sola y a veces daba vueltas y más vueltas como un bailarín extasiado. Los goznes de las puertas y las ventanas estaban hechos con dedos de manos y pies humanos y la cerradura de la puerta de entrada era un hocico de animal lleno de afilados dientes. Vasalisa consultó con su muñeca y le preguntó:
-¿Es ésta la casa que buscamos?
Y la muñeca le contestó a su manera:
-Sí, ésta es la casa que buscas.
Antes de que pudiera dar otro paso, Baba Yagá bajó con su caldera y le preguntó a gritos:
-¿Qué quieres?
La niña se puso a temblar.
-Abuela, vengo por fuego. En mi casa hace mucho frío... mi familia morirá... necesito fuego.
Baba Yagá le replicó:
-Ah, sí, ya te conozco y conozco a tu familia. Eres una niña muy negligente... has dejado que se apagara el fuego. Y eso es una imprudencia. Y, además, ¿qué te hace pensar que yo te daré la llama?
Vasalisa consultó con la muñeca y se apresuró a contestar:
-Porque yo te lo pido.
Baba Yagá ronroneó.
-Tienes mucha suerte porque ésta es la respuesta correcta.
Y Vasalisa pensó que había tenido mucha suerte porque había dado la respuesta correcta.
Baba Yagá la amenazó:
-No te puedo dar el fuego hasta que hayas trabajado para mí. Si me haces estos trabajos, tendrás el fuego. De lo contrario... -Aquí Vasalisa vio que los ojos de Baba Yagá se convertían de repente en unas rojas brasas-. De lo contrario, hija mía, morirás.
Baba Yagá entró ruidosamente en su choza, se tendió en la cama y ordenó a Vasalisa que le trajera lo que se estaba cociendo en el horno. En el horno había comida suficiente para diez personas y la Yagá se la comió toda, dejando tan sólo un pequeño cuscurro y un dedal de sopa para Vasalisa.
-Lávame la ropa, barre el patio, limpia la casa, prepárame la comida, separa el maíz aflublado del maíz bueno y cuida de que todo esté en orden. Regresaré más tarde para inspeccionar tu trabajo. Si no está listo, tú serás mi festín.


Dicho lo cual, Baba Yagá se alejó volando en su caldera, usando la nariz a modo de cataviento y el cabello a modo de vela. Y cayó de nuevo la noche.
Vasalisa recurrió a su muñeca en cuanto la Yagá se hubo ido.
-¿Qué voy a hacer? ¿Podré cumplir todas estas tareas a tiempo?
La muñeca le aseguró que sí y le dijo que comiera un poco y se fuera a dormir. Vasalisa le dio también un poco de comida a la muñeca y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, la muñeca había hecho todo el trabajo y lo único que quedaba por hacer era cocinar la comida. La Yagá regresó por la noche y vio que todo estaba hecho. Satisfecha en cierto modo aunque no del todo porque no podía encontrar ningún fallo, Baba Yagá dijo en tono despectivo:
-Eres una niña muy afortunada.
Después llamó a sus fieles sirvientes para que molieran el maíz e inmediatamente aparecieron tres pares de manos en el aire y empezaron a raspar y triturar el maíz. La paja voló por la casa como una nieve dorada. Al final, se terminó la tarea y Baba Yagá se sentó a comer. Se pasó varias horas comiendo y por la mañana le volvió a ordenar a Vasalisa que limpiara la casa, barriera el patio y lavara la ropa.
Después le mostró un gran montón de tierra que había en el patio.
-En este montón de tierra hay muchas semillas de adormidera, millones de semillas de adormidera. Quiero que por la mañana haya un montón de semillas de adormidera y un montón de tierra separados. ¿Me has entendido?
Vasalisa estuvo casi a punto de desmayarse.
-¿Cómo voy a poder hacerlo?
Introdujo la mano en el bolsillo y la muñeca le contestó en un susurro:
-No te preocupes, yo me encargaré de eso.
Aquella noche Baba Yagá empezó a roncar y se quedó dormida y entonces Vasalisa intentó separar las semillas de adormidera de la tierra. Al cabo de un rato la muñeca le dijo:
-Vete a dormir. Todo irá bien.
Una vez más la muñeca desempeñó todas las tareas y, cuando la vieja regresó a casa, todo estaba hecho. Baba Yagá habló en tono sarcástico con su voz nasal:
-¡Vaya! Qué suerte has tenido de poder hacer todas estas cosas.
Llamó a sus fieles sirvientes y les ordenó que extrajeran aceite de las semillas de adormidera e inmediatamente aparecieron tres pares de manos y lo hicieron.
Mientras la Yagá se manchaba los labios con la grasa del estofado, Vasalisa permaneció de pie en silencio.
-¿Qué miras? -le espetó Baba Yagá.
-¿Te puedo hacer unas preguntas, abuela? -dijo Vasalisa.
-Pregunta -replicó la Yagá-, pero recuerda que un exceso de conocimientos puede hacer envejecer prematuramente a una persona.
Vasalisa le preguntó quién era el hombre blanco del caballo blanco.
-Ah -contestó la Yagá con afecto-, el primero es mi Día.
-¿Y el hombre rojo del caballo rojo?
-Ah, ése es mi Sol Naciente.
-¿Y el hombre negro del caballo negro?
-Ah, sí, el tercero es mi Noche.
-Comprendo -dijo Vasalisa.
-Vamos niña, ¿no quieres hacerme más preguntas? --dijo la Yagá en tono zalamero.
Vasalisa estaba a punto de preguntarle qué eran los pares de manos que aparecían y desaparecían, pero la muñeca empezó a saltar arriba y abajo en su bolsillo y entonces dijo en su lugar:
-No, abuela. Tal como tú misma has dicho, el saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona.
-Ah -dijo la Yagá, ladeando la cabeza como un pájaro-, tienes una sabiduría impropia de tus años, hija mía. ¿Y cómo es posible que seas así?
-Gracias a la bendición de mi madre -contestó Vasalisa sonriendo.
-¡¿La bendición?! -chilló Baba Yagá-. ¡¿La bendición has dicho?! En esta casa no necesitamos bendiciones. Será mejor que te vayas, hija mía -dijo empujando a Vasalisa hacia la puerta y sacándola a la oscuridad de la noche-. Mira, hija mía. ¡Toma! -Baba Yagá tornó una de las calaveras de ardientes ojos que formaban la valla de su choza y la colocó en lo alto de un palo-. ¡Toma! Llévate a casa esta calavera con el palo. Eso es el fuego. No digas ni una sola palabra más. Vete de aquí.
Vasalisa iba a darle las gracias a la Yagá, pero la muñequita de su bolsillo empezó a saltar arriba y abajo y entonces Vasalisa comprendió que tenía que tomar el fuego y emprender su camino. Corrió a casa a través del oscuro bosque, siguiendo las curvas y las revueltas del camino que le iba indicando la muñeca. Vasalisa salió del bosque, llevando la calavera que arrojaba fuego a través de los orificios de las orejas, los ojos, la nariz y la boca. De repente, se asustó de su peso y de su siniestra luz y estuvo a punto de arrojarla lejos de sí. Pero la calavera le habló y le dijo que se tranquilizara y siguiera adelante hasta llegar a la casa de su madrastra y sus hermanastras. Y ella así lo hizo.


Mientras Vasalisa se iba acercando a la casa, la madrastra y las hermanastras miraron por la ventana y vieron un extraño resplandor danzando en el bosque. El resplandor estaba cada vez más cerca y ellas no acertaban a imaginar qué podía ser. La prolongada ausencia de Vasalisa las había inducido a pensar que ésta había muerto y que las alimañas se habían llevado sus huesos y en buena hora.
Vasalisa ya estaba muy cerca de su casa. Cuando la madrastra y las hermanastras vieron que era ella, corrieron a su encuentro, diciéndole que llevaban sin fuego desde que ella se había ido y que, a pesar de que habían intentado repetidamente encender otro, éste siempre se les apagaba.
Vasalisa entró triunfalmente en la casa, pues había sobrevivido al peligroso viaje y había traído el fuego a su hogar. Pero la calavera que estaba contemplando todos los movimientos de las hermanastras y de la madrastra desde lo alto del palo las abrasó y, a la mañana siguiente, el malvado trío se había convertido en unas pavesas.


He aquí un brusco final para eliminar del cuento a unos personajes y poder regresar de nuevo a la realidad. Hay muchos finales de este tipo en los cuentos de hadas. Son una manera de llamar la atención de los oyentes para devolverlos a la realidad.

"Se cumplen en Vasalisa, los pasos del viaje heroico descrito por Anthony Stevens (1998): la pérdida del hogar, que implica la aceptación de la pérdida de la madre demasiado buena;el encuentro con la sombra (expresado en madrastra y hermanastras); la catástrofe, con la extinción del fuego que puede llevar a la muerte por inanición (sin fuego, no hay cocina, no hay comida) o congelamiento interior; el período de tribulación, en que debe adentrarse en la oscuridad (el bosque inconsciente) y encontrar en él fuerzas poderosas, desconocidas y amenazantes (Baba Yagá) a las que habrá de enfrentarse y cumplir pruebas. Estas solidificarán su ego, integrando a él aspectos (la capacidad de intuición expresada en la muñeca que lleva en su bolsillo) algunos no conocidos hasta ese momento, o no utilizados (su ánimus, la capacidad de conocer en conciencia los opuestos y discernirlos, el contacto con la sabiduría ancestral), con lo cual su conciencia se hará más amplia y madura, de modo que re-enfrenta la vida con una actitud transformada y enriquecida. Esta integración la acerca más a la Totalidad."

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"



martes, 13 de julio de 2010

La muñeca en el bolsillo: Vasalisa la Sabia

"Quien me ha encontrado, accede a todas las cosas...
Por el entrelazamiento creativo de mi ser con la naturaleza, actúo como su principio vital, soy el alma del mundo. Soy en verdad el encanto (charme) del universo presente en todo, soy la sonrisa de la creación con muchos rostros.
Soy la entrada (el acceso) al corazón del mundo universal y personal, la puerta de la tierra -la iniciación- yo misma soy este corazón.
Quien me prende, se me entrega, y es prendido por el universo.
En esencia yo soy fértil -es decir: Estoy dirigida hacia el futuro, hacia el ideal.
Vosotros, hombres, cuanto más me busquéis sólo en la dirección del placer, tanto más os vais alejando de mí."
"Himnos al Eterno Femenino"
Teilhard de Chardin

En las tradiciones en las que yo crecí, las cuentistas profesionales siempre estaban explorando los cimientos de alguna colina psíquica, siempre andaban hundidas hasta las rodillas en el polvo de los cuentos, escarbando para eliminar siglos de tierra, excavando en los estratos de la cultura y de las conquistas, numerando todos los frisos y los frescos de los cuentos que encontraban. A veces un cuento había quedado reducido a polvo, otras veces faltaban algunos fragmentos o detalles o éstos habían sido eliminados, a menudo la forma estaba intacta, pero el colorido había desaparecido. Aun así, en cada excavación se abriga la esperanza de encontrar todo un cuento intacto. El cuento siguiente es uno de estos increíbles tesoros.
En mi opinión, el viejo cuento ruso de "Vasalisa" es un cuento de iniciación femenina en el que se han perdido algunos huesos esenciales. Gira en torno al hecho de que casi todas las cosas no son lo que parecen. Como mujeres que somos echamos mano de nuestra intuición y de nuestro instinto para olfatear las cosas. Utilizamos todos nuestros sentidos para extraer la verdad de las cosas, para exprimir el alimento de nuestras ideas, para ver lo que es necesario ver, saber lo que es necesario saber, ser las guardianas de nuestros propios fuegos creadores y adquirir un íntimo conocimiento de los ciclos de la Vida/Muerte/Vida de toda la naturaleza... en eso consiste ser una mujer iniciada.

El poder curativo de los cuentos

Muchos psicóterapeutas, entre otros profesionales de la salud, se han dedicado a estudiar a los cuentos como fenómenos curativos, como una medicina alternativa para el alma.

Los cuentos al ser escuchados generan emociones, preguntas, anhelos y nos permiten comprender los arquetipos con los cuales se vinculan. Contienen enormes posibilidades para permitirnos reparar o recuperar la salud del alma.
Para abordar los cuentos desde esta perspectiva, hay que ser un poco “guardián de antiguos relatos” al decir de la psicóloga Clarisa Pinkola Estés. Es decir, recuperar historias contadas de generación en generación, asumiendo la responsabilidad de transmitirlas como el tesoro que son: los cuentos son una medicina que fortalece y encamina a la persona y a la comunidad. Este poder de los cuentos proviene precisamente de esa cantidad de personas unidas a través del espacio y el tiempo.

Esta psicóloga junguiana también caracteriza a los cuentos como “relatos que pueden ser utilizados como vitaminas del alma”, ya que despiertan nuestra vida interior, y esto es esencial cuando estamos atemorizados, cuando nos sentimos acorralados y sin libertad para actuar en nuestra vida. Los cuentos tienen el poder de abrir de par en par las puertas de nuestra alma a los sueños, haciéndonos despertar la sabiduría interior que cada uno poseemos en nuestro interior.
Las heridas del alma son puertas por las cuales los cuentos se meten suavemente, susurrándonos nuevas posibilidades de plenitud para nuestra vida. Los cuentos no se imponen, se susurran. No se escuchan con los oídos sino con el alma. De allí su poder curativo.
El sufrimiento de las personas suele estar relacionado con una fuerte negación de la parte oscura y descartada, de su personalidad. Sin embargo, cada aspecto de nuestra personalidad existe porque existe su contrario. La tensión eterna entre los polos mueve al individuo y al mundo y es la integración de los contrarios, el mito recurrente en la psicología del inconsciente.

La totalidad psíquica del individuo o sí mismo como la llamada Carl G. Jung, es también el centro regulador del inconsciente colectivo. Cada persona y cada pueblo tiene su propia forma de experimentar la realidad psíquica. Los cuentos de hadas y los mitos y sus miles de versiones, mantienen los mismos temas desde más de 25.000 años a. C. expresando de esta manera un sentido psicológico esencial y único, en una serie de imágenes y sucesos simbólicos.
Estos símbolos contenidos en los cuentos, expresan realidades filosóficas y pensamientos metafísicos que contienen enseñanzas profundas sobre el hombre, el mundo y Dios. En los cuentos suelen repetirse un conjunto de figuras simbólicas que ofrecen un camino de redención al ser humano. Al conectar a la persona con algo que se asemeja a la expresión de un deseo, esos símbolos son imágenes que curan.

Todos podemos recordar al héroe que en los cuentos va a rescatar a la princesa, o al príncipe que debe librarse de un hechizo. El palacio encantado, el bosque que es necesario atravezar, el beso final para despertar a la bella durmiente, el rey que se convierte en sapo, el Hada Madrina que cumple nuestros deseos, entre otros, son imágenes que se repiten, imágenes arquetípicas que reúnen emociones comunes en todos los seres humanos.
Dicen Ortín y Ballester, “Un cuento cura cuando: predispone al bienestar, conecta con la satisfacción, abre el campo de percepción de un conflicto, consuela, aporta otros encuadres de referencia de la situación y permite identificarse con él y por ello aligera la sensación de soledad.”

El misterio del cuento depende de cada persona, de su historia personal, de su biografía. Por eso el cuento es memoria, porque conserva la historia de cada uno, la historia de una familia y por supuesto de una cultura.
Un cuento valioso es una obra de arte y nos recuerda al decir de Roberto Cossa: “Sin arte no hay belleza, sin belleza no hay ternura, sin ternura el hombre está perdido.”
“Había una vez”…dicen los cuentos, recordándonos que comienza una historia, que comienza una vida, que un proceso está en movimiento, que habrá acciones y experiencias y que el tiempo nos abre a la posibilidad del cambio.

Juguemos a contar cuentos, escribamos cuentos, escuchemos relatos de nuestros seres queridos, inventemos personajes, recreemos escenarios… el juego y el cuento comparten la riqueza de facilitar el crecimiento, de acercar a la salud, de posibilitar experiencias creadoras como formas básicas de vida. El juego y los cuentos nos abren al mundo de los afectos.
El pedagogo Gianni Rodari nos recuerda que “El cuento es un instrumento ideal para que el adulto permanezca junto al niño.” Con esto nos indica que la narración de cuentos es un medio que permite el encuentro con el otro, no sólo entre pares, sino entre adultos y niños. Y en ese encuentro que propician los cuentos, sin duda permiten recuperar las emociones perdidas o anulados y por ello son un instrumento a recuperar cuando hay problemas en los lazos intergeneracionales.

Nuestra época es llamada por Lipovetsky “la era del vacío” entre otras cosas por la dificultad en el mundo de los afectos. Si pensamos en esta característica de nuestra realidad sin duda, apoyaremos la revalorización de los cuentos. Nuestra realidad en la cual hay muchos lobos alrededor de nosotros, sólo puede ser sobrellevada con la creatividad, el humor y el juego como recursos de salud: “Lobo ¿está?” Trabajar nuestros miedos por medio de los cuentos, nos permite elaborarlos, reconocerlos, integrarlos.
Los cuentos son obras de arte y el arte en general, pueden llegar a ser terapéuticos aun en ámbitos que no fueron pensados para tal fin. Por eso, en la psicología, en la psicopedagogía, entre las medicinas alternativas, en la educación y la capacitación profesional, los cuentos son recursos privilegiados de encuentros con espacios saludables para sanar las heridas de nuestra alma.

Ya nos decía Aristóteles: “Lo maravilloso es por cierto causa de placer, como se deduce por el hecho de que todos relatamos una historia con agregados en la creencia de que ofrecemos un deleite a muchos oyentes.” Por eso recuperar la sabiduría milenaria de crear y relatar cuentos es sin duda recuperar algo valioso para la humanidad.
Fuentes:

Los cuentos cuya principal protagonista es Vasalisa se narran en Rusia, Rumania, los países de la antigua Yugoslavia, Polonia y todos los países bálticos. En algunos casos, el cuento se suele titular "Wassilissa la Sabía". Yo he encontrado pruebas de que sus raíces arquetípicas se remontan por lo menos a los antiguos cultos de las diosas-caballo anteriores a la cultura griega clásica. El cuento encierra una antiquísima planimetría psíquica acerca de la introducción en el mundo subterráneo de la diosa salvaje. Se refiere a cómo se infunde en las mujeres la capacidad instintiva primaria de la Mujer Salvaje, es decir, la intuición.


El cuento de Vasalisa gira en torno al tema de la facultad femenina de la intuición transmitida de madre a hija y de una generación a la siguiente. El gran poder de la intuición está formado por una vista interior, un oído interior, una percepción interior y una sabiduría interior tan veloces como un rayo.
A lo largo de las generaciones, estas capacidades intuitivas se convirtieron en unas corrientes enterradas en el interior de las mujeres a causa del desuso y de una infundada mala fama. No obstante, Jung señaló una vez que en la psique jamás se pierde nada y yo creo que podemos tener la certeza de que las cosas que se han perdido en la psique siguen estando allí. Por consiguiente, este pozo de intuición femenina instintiva no se ha perdido y cualquier cosa que esté escondida se puede recuperar.
Para comprender el sentido de este cuento, tenemos que saber que todos sus componentes representan características de la psique de una sola mujer. Por consiguiente, todos los aspectos del relato corresponden a una psique individual y describen el proceso de iniciación al que se está sometiendo. La iniciación se lleva a cabo cumpliendo unas tareas determinadas. En este cuento, la psique tiene que llevar a cabo nueve tareas. Dichas tareas se centran en el aprendizaje de algo relacionado con la manera de actuar de la Vieja Madre Salvaje.
Por medio del cumplimiento de estas tareas, la intuición de una mujer -este sabio ser que acompaña a las mujeres dondequiera que vayan, examinando todas las cosas de su vida y comentando la verdad de todas ellas con infalible precisión- se vuelve a encajar en la psique de la mujer. El objetivo es una afectuosa y confiada relación con este ser al que hemos dado en llamar "la que sabe", la esencia del arquetipo de la Mujer Salvaje.

La pauta de mi versión literaria del cuento de Vasalisa que aquí se reproduce me la dio mi tía Kathé. Empieza con uno de los más antiguos trucos de la narración de cuentos: "Había una vez y no había una vez ... Esta paradójica frase pretende llamar la atención del oyente sobre el hecho de que el cuento tiene lugar en un mundo entre mundos en el que nada es lo que parece a primera vista. Vamos allá.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


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sábado, 10 de julio de 2010

El rastreo de los hechos: La recuperación de la intuición como iniciación

La intuición es el tesoro de la psique. Es como un instrumento de adivinación o una bola de cristal, por medio de la cual el ser humano puede ver con una misteriosa visión interior. Es como si tuviéramos constantemente a nuestro lado a una sabia anciana que nos dijera qué es lo que ocurre exactamente y si tenemos que girar a la derecha o a la izquierda. Es una variedad de La Que Sabe, de la Mujer Salvaje.

La mayor bendición que los padres pueden dar a su hijos es el sentido cierto de la veracidad de su propia intuición. La intuición se transmite de progenitor a hijo con la mayor sencillez posible: "Has juzgado muy bien. ¿Qué crees tú que hay detrás de todo eso?" Más que definir la intuición como una especie de imperfecta rareza irracional, podríamos definirla como la auténtica voz del alma.
La intuición percibe el camino que hay que seguir para poder sacar el mayor provecho posible de una situación. Tiene instinto de conservación, capta los motivos y la intención subyacente y opta por aquello que causará la menor fragmentación posible en la psique. Esta intuición profunda es la que sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos y lo sabe con la rapidez de un relámpago, siempre y cuando nosotr@s queramos anotar lo que ella nos dicte.

El gran poder de la intuición está formado por una vista interior, un oído interior, una percepción interior y una sabiduría interior tan veloces como un rayo. A lo largo de las generaciones, estas capacidades intuitivas se convirtieron en unas corrientes enterradas en el interior a causa del desuso y de una infundada mala fama. No obstante, Jung señaló una vez que en la psique jamás se pierde nada y yo creo que podemos tener la certeza de que las cosas que se han perdido en la psique siguen estando allí. Por consiguiente, este pozo de intuición instintiva no se ha perdido y cualquier cosa que esté escondida se puede recuperar.

"La intuición se presenta como el medio más espiritual de acceder al conocimiento. En realidad, la intuición es sólo la apreciación subconsciente de algún factor de la creación, de alguna ley de la manifestación y de cierto aspecto de la verdad, conocido por la inteligencia, que emana del mundo de las ideas, siendo de la naturaleza de esas energías que producen todo lo conocido y visto. Estas verdades están siempre presentes y esas leyes eternamente activas; pero únicamente a medida que la mente está entrenada y desarrollada, enfocada y abierta, pueden ser reconocidas, posteriormente comprendidas y finalmente adaptadas a las necesidades y demandas del ciclo y de la época. Siempre han existido quienes entrenaron su mente en el arte del claro pensar y de la meditación, enfocaron la atención en la consiguiente receptividad de la verdad, y de este modo influyeron en pequeña o gran metida en un florecimiento cultural dentro de las sociedades de su época.
La intuición, no guía hacia los campos del Conocimiento, es sólo la vanguardia de esa omnisciencia que caracteriza al alma. La verdad de todas las cosas existe y se la denomina omnisciencia, infalibilidad y “correcto conocimiento” en la filosofía hindú. Cuando el ser humano capta un fragmento de ella y la absorbe en la Conciencia Colectiva, se lo denomina el emerger de un cambio de paradigma, sea en el plano psicológico, social, científico o religioso. Las almas son unidades de una Conciencia Suprema, la conciencia iluminada de un alma beneficia a todas las almas".

Cuando afirmamos nuestra intuición somos como la noche estrellada: contemplamos el mundo a través de miles de ojos.
Tener buena intuición, buen poder, causa trabajo. Causa trabajo en primer lugar en la observación y comprensión de las fuerzas negativas y desequilibrios tanto internos como externos. En segundo lugar, causa esfuerzo el reunir la voluntad para hacer algo con lo que uno ve, ya sea por el bien, por el equilibrio, o para permitir que algo muera.
No te mentiré: es más fácil deshacerse de la luz y dormirse, pues con ella
vemos claramente todos los lados de nosotros mismos y de otros, tanto lo desfigurado como lo divino, y todas las condiciones entre ambos.
Sin embargo, con esta luz vienen a la consciencia los milagros de belleza profunda en el mundo y en los humanos. Con esta luz penetrante uno puede ver más allá de la acción mala hasta el corazón bueno, uno puede vislumbrar el espíritu dulce aplastado bajo el odio, uno puede entender mucho en lugar de sólo estar perplejo. Esta luz puede diferenciar las capas de personalidad, intención y motivos en los otros. Puede determinar la consciencia e inconsciencia en uno mismo y en los demás. Es la vara del conocimiento. Es el espejo en el que todas las cosas se perciben. Es la profunda naturaleza salvaje.
No obstante, hay momentos en que sus informes son dolorosos y casi imposibles de soportar: pues también señala donde hay traiciones preparándose, donde hay falta de valentía en quienes dicen lo contrario. Señala la envidia que yace como grasa fría detrás de una sonrisa cálida; señala las miradas que son meras máscaras del disgusto. En relación a uno mismo, su luz es igualmente intensa: brilla sobre nuestros tesoros y nuestras debilidades.
La manera para mantener la conexión con lo salvaje es preguntarte a ti mismo qué es lo que tú quieres. Una de las discriminaciones más importantes que podemos hacer en esta cuestión es la diferencia entre las cosas que nos atraen desde afuera y las cosas que nos llaman desde nuestra alma.
Elegimos algo porque casualmente estaba bajo nuestras narices en ese preciso momento. No es necesariamente lo que queremos, pero es interesante, y mientras más lo miramos, más atractivo se vuelve.

Cuando estamos conectados con el yo instintivo, con el alma de lo femenino que es natural y salvaje, entonces en lugar de mirar lo que casualmente está en exhibición, nos decimos: "¿De qué tengo hambre?"
Sin ver nada externamente, nos aventuramos dentro de nosotros y preguntamos:
"¿Qué es lo que anhelo? ¿Qué deseo en este momento? ¿Qué apetezco? ¿Qué quiero? ¿Qué ansío?"

Se requiere de espíritu, voluntad y sentido del alma, y a menudo significa insistir en lo que uno quiere.
Leer más:
Sobre la Intuición Por Gloria Esther Espejel Montes
La Intuición Por Julio Fuentes Chavarriga
La Inteligencia Intuitiva Por Ramon Marquès

Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"

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viernes, 9 de julio de 2010

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - IV

La verdad está dentro de nosotros, no surge
De las cosas externas, creamos lo que creamos
.. .y saber
Consiste más bien en abrir una senda
Por la cual pueda escapar el aprisionado esplendor,
Y no en hacer una entrada para una luz
Que supuestamente está en el exterior.
Robert Browning

A un nivel muy mundano, es importante que una mujer tenga sueños del tipo del hombre oscuro y de Barba Azul para poder eliminar de su vida la mayor cantidad posible de negatividad. A veces es necesario limitar o espaciar ciertas relaciones, pues cuando una mujer está rodeada exteriormente por personas que se muestran contrarias a su vida profunda o no sienten interés por ella, esta circunstancia alimenta al depredador interior de la psique y favorece el desarrollo de su musculatura y su capacidad de agresión contra la mujer.
Las mujeres se muestran a menudo ambivalentes acerca de la necesidad de atacar al intruso, pues creen que se trata de una situación en la que "mal si lo hago y mal si no lo hago". Pero, si no se aparta, el hombre oscuro se convertirá en su carcelero y ella en su esclava. Las mujeres temen que el intruso las persiga y las lleve de nuevo a la sumisión, y este temor se refleja en el contenido de sus sueños.
Por esta razón las mujeres suelen matar sus naturalezas enteramente originales, creativas, espirituales y salvajes en respuesta a las amenazas del depredador. Y es por eso por lo que las mujeres se convierten en esqueletos y cadáveres en el sótano de Barba Azul. Se enteraron de la existencia de la trampa, pero demasiado tarde. La conciencia es el miedo de escapar de la trampa, de escapar de la tortura. Es el camino para huir del hombre oscuro. Y las mujeres tienen derecho a luchar con uñas y dientes para tener y conservar la conciencia.
En el cuento de Barba Azul vernos de qué manera la mujer que cae víctima del hechizo del depredador reacciona y huye de él, ya preparada para la próxima vez. El cuento gira en torno a la transformación de cuatro confusas introyecciones que son objeto de especial controversia acerca de las mujeres: no tener una visión integral, no tener una profunda perspicacia, no tener voz original, no emprender acciones decisivas. Para desterrar al depredador tenemos que abrir con llave o abrir con ganzúa no sólo nuestra propia persona sino también otras cuestiones para ver lo que hay dentro. Tenemos que utilizar nuestras facultades para resistir lo que vemos. Tenemos que decir nuestra verdad con voz clara. Y tenemos que utilizar nuestro ingenio para hacer lo que sea necesario al respecto.
Cuando la naturaleza instintiva de una mujer es fuerte, ésta identifica intuitivamente al depredador innato a través del olfato, la vista y el oído, se anticipa a su presencia, lo oye acercarse y adopta medidas para rechazarlo. El depredador se echa encima de la mujer cuyo instinto ha sido lesionado antes de que ella advierta su presencia, pues su oído, su sabiduría y su percepción están dañados, sobre todo por culpa de introyecciones que la exhortan a ser amable, a comportarse bien y, especialmente, a mostrarse ciega ante los abusos de que está siendo objeto.
Psíquicamente es difícil establecer a primera vista la diferencia entre las no iniciadas que todavía son jóvenes y, por consiguiente, ingenuas, y las mujeres cuyo instinto ha sido dañado. Ni unas ni otras saben gran cosa acerca del oscuro depredador y, por este motivo, todas siguen siendo crédulas. Pero, afortunadamente para nosotras, cuando el elemento depredador de la psique de una mujer se pone en marcha, deja en sus sueños las inconfundibles huellas de su paso. Y dichas huellas conducen finalmente a su descubrimiento, captura y contención.
La cura, tanto para la mujer ingenua como para aquella cuyo instinto ha sido lesionado, es la misma: Practicar la escucha de la propia intuición, de la propia voz interior; hacer preguntas; sentir curiosidad; ver lo que se tenga que ver; oír lo que se tenga que oír; y actuar después de acuerdo con aquello que una sabe que es verdad. El alma recibe al nacer las facultades intuitivas. Es posible que éstas estén cubiertas por años y años de cenizas y excrementos, pero no es el fin del mundo, pues todo eso se puede limpiar. Frotando, rascando y practicando, la capacidad de percepción puede recuperar su estado inicial.

"Cada vez más se reconoce a la intuición como una facultad mental natural, como un elemento clave en el descubrimiento, la resolución de problemas y la toma de decisiones, como generadora de ideas creativas, como pronosticadora y reveladora de la verdad. Un importante ingrediente de lo que llamamos genio, también es una guía sutil para la vida cotidiana. Aquellas personas que siempre parecen encontrarse en el lugar adecuado y en el momento preciso y a quienes todas las cosas buenas les suceden con una frecuencia casi sobrenatural, no son simplemente afortunadas; poseen un sentido intuitivo de lo que deben elegir y de la forma en que deben actuar. También estamos empezando a comprender que la intuición no es sólo un fenómeno fortuito o un don misterioso, como la habilidad para saltar o como un perfecto lanzamiento de la pelota. Aun cuando las capacidades individuales varían, todos somos intuitivos y todos podemos ser más intuitivos, de igual manera que todos podemos aprender a saltar más alto o a cantar con una voz afinada.
El surgimiento de la intuición es parte de un cambio más global de los valores, cuya crónica han escrito incontables observadores de mirada penetrante. La apasionada búsqueda, tanto del desarrollo individual como de un mundo mejor, se inició con ahínco durante la década de 1960 y nos ha llevado a una reevaluación de las creencias convencionales, entre ellas la forma en que usamos nuestra mente y la forma en que abordamos al conocimiento. Nuestras decisiones y acciones se derivan de lo que sabemos. Por consiguiente, si los problemas colectivos siguen siendo ingobernables y la brecha entre los deseos y los logros individuales sigue siendo tan grande, apenas es natural que empecemos a preguntarnos si no existe una manera mejor de procurarnos los conocimientos.
Como una contribución a esta nueva actitud, ha tenido lugar un resurgimiento del respeto hacia el mundo interior. La escuela de psicología behaviorista, que dominó este terreno durante la mayor parte de este siglo, declaró improcedentes los reinos más profundos de la mente y del espíritu. Para los creyentes en las religiones ortodoxas y en la psicoterapia freudiana, esas áreas estaban impregnadas de oscuros impulsos e instintos reprimidos que, dependiendo del punto de vista, deberían mantenerse ocultos, liberarse o bien neutralizarse terapéuticamente. Esas hipótesis le están cediendo el paso a una visión más positiva, a menudo sublime. El desarrollo de la investigación cognoscitiva, los adelantos teóricos en las psicologías humanista y transpersonal, los estimulantes estudios del cerebro, la notable aceptación de las filosofías y disciplinas orientales, todos estos desarrollos han llevado a un gran número de personas a la creencia de que en nuestro interior existen un poder y una sabiduría que nunca hemos sabido aprovechar. Creen que hay una parte de nosotros mismos que —aun cuando oscurecida por los malos hábitos y la ignorancia— sabe quiénes somos y lo que necesitamos, y está programada para hacernos avanzar hacia la realización de nuestro máximo potencial. Hay una creciente convicción de que quizá deberíamos confiar en las corazonadas, en los sentimientos vagos, en los presentimientos y en las señales inarticuladas que por lo común pasamos por alto.
Dichas tendencias son características de un patrón contemporáneo básico: el deseo de eliminar los obstáculos que nos impiden ser lo que en realidad somos. En lo que concierne a la intuición, los obstáculos están arraigados en viejas hipótesis epistemológicas, las cuales se perpetúan en las instituciones que pretenden enseñarnos la forma de usar nuestra mente."
Si conseguimos sacar esta capacidad de las sombras de la psique, si ya no seremos unas simples víctimas de las circunstancias internas o externas. Cualquiera que sea la manera en que la cultura, la personalidad, la psique u otro elemento exija que se vistan y se comporten las mujeres, por mucho que los demás quieran mantener a las mujeres amordazadas y vigiladas por diez adormiladas dueñas o carabinas, cualesquiera que sean las presiones con que se pretenda reprimir la vida emocional de una mujer, nada podrá impedir que la mujer sea lo que es, que eso sea el resultado del inconsciente salvaje y que se trate de algo muy pero que muy bueno.
Es importante recordar que, cada vez que tengamos sueños protagonizados por el hombre oscuro, siempre existirá el contrapeso de una fuerza contraria preparada para echarnos una mano. Cuando recurrimos a la energía salvaje para compensar los efectos del depredador, ¿saben quién aparece de inmediato? La Mujer Salvaje se acerca salvando todas las vallas, los muros y los obstáculos que el depredador ha levantado. No es un icono que se cuelga en la pared como si fuera un retablo. Es un ser vivo que viene a nosotras en cualquier lugar y en cualquier situación. Ella y el depredador se conocen desde hace muchísimo tiempo. Ella lo persigue a través de los sueños, a través de los cuentos y los relatos y a través de la vida entera de las mujeres. Dondequiera que él esté está ella, pues es la que contrapesa sus depredaciones.

La Mujer Salvaje enseña a las mujeres a no ser "amables" cuando tengan que proteger sus vidas emocionales. La naturaleza salvaje sabe que el hecho de actuar con "dulzura" en tales circunstancias sólo sirve para provocar la sonrisa del depredador. Cuando la vida emocional está amenazada, el hecho de trazar en serio una línea de contención es no sólo aceptable sino también preceptivo. Cuando la mujer así lo hace, su vida ya no puede sufrir intromisiones durante mucho tiempo, pues ella se da cuenta inmediatamente de lo que ocurre y puede empujar de nuevo al depredador al lugar que le corresponde. Ya no es ingenua. Ya no es un blanco ni un objetivo. Y ésta es la medicina que da lugar a que la llave -la llave pequeñita con los adornos encima- deje finalmente de sangrar.

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - I
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - II
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - III

Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"



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El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - III

"Las artes... nos abren a una dimensión de la realidad que de otra forma permanecería oculta, y a la vez permiten que nuestro ser se abra para poder acoger esa realidad. Unicamente las artes pueden conseguirlo; la ciencia, la filosofía, la acción moral y la devoción religiosa no lo pueden lograr. El artista brinda a nuestros sentidos, y mediante ellos a todo nuestro ser, algo de lo más profundo del mundo y de nosotros mismos, algo del misterio de ser..."
Paul Tillich, teólogo.

Hay otro ejemplo concreto en el que es muy probable que las mujeres tengan sueños en los que aparece el hombre oscuro y eso ocurre cuando los rescoldos del propio fuego creador interno humean lentamente, cuando queda muy poco combustible en el rincón o cuando la cantidad de ceniza blanca aumenta día a día, pero el puchero está vacío. Estos síndromes se pueden producir incluso cuando somos veteranas practicantes de nuestro arte y también cuando por primera vez empezamos a aplicar exteriormente nuestras aptitudes. Se producen también cuando tiene lugar una incursión depredadora en la psique y, como consecuencia de ello, descubrimos mil razones para hacer cualquier cosa excepto quedarnos sentadas, permanecer de pie o dirigirnos a donde sea para realizar cualquier cosa que nos interese.
En estos casos, el sueño en el que aparece el hombre oscuro, aunque vaya acompañado de un temor angustioso, no es un sueño inquietante sino un sueño muy positivo acerca de la conveniente y oportuna necesidad de despertar ante la presencia de un movimiento destructivo que se está produciendo en la propia psique, ante aquello que está apagando el propio fuego, entrometiéndose en el propio vigor y robando el propio lugar, espacio y tiempo y el propio territorio para crear.
A menudo la vida creativa experimenta una reducción de su ritmo o se detiene porque hay algo en la psique que tiene una opinión muy negativa de nosotras y nosotras estamos allí abajo arrastrándonos a sus pies en lugar de propinarle un sopapo y echar a correr en busca de la libertad. En muchos casos lo que hace falta para enderezar una situación es que nos tomemos a nosotras y tomemos nuestras ideas y nuestras aptitudes mucho más en serio de lo que hemos venido haciendo hasta el momento. Debido a las grandes brechas que se han producido en la ayuda por línea materna (y por línea paterna) a lo largo de muchas generaciones, la valoración de la propia vida creativa -es decir, de las ideas absolutamente originales, bellas y artísticas y de las obras que nacen del alma salvaje- se ha convertido en una cuestión perenne para las mujeres.
En mi consulta he visto muchas veces cómo ciertas poetas arrojaban las páginas de su obra al diván como si su poesía fuera una basura y no un tesoro. He visto a artistas que acudían con sus cuadros a la sesión y los golpeaban contra el marco de la puerta al entrar. He visto encenderse un verde destello en los ojos de las mujeres que procuran disimular su furia por el hecho de que otras sean capaces de crear y ellas, por alguna extraña razón, no puedan hacer lo mismo.
He oído todas las excusas que pueden inventarse las mujeres: No tengo talento. No soy importante. No tengo estudios. No tengo ideas. No sé hacerlo. No sé qué. No sé cuándo. Y la más ofensiva de todas: No tengo tiempo. En tales casos, siempre experimento el impulso de colocarlas boca abajo y sacudirlas hasta que me prometan no volver a decir mentiras. Pero no es necesario que yo las sacuda, pues eso ya lo hará el hombre oscuro de sus sueños y, si éste no lo hace, lo hará el actor de otro sueño.

En su libro "La depresión y lo espiritual en el arte moderno" Jordi Obiols formula algunas perspectivas en torno al arte y la creatividad. Sostiene tres hipótesis de trabajo:

1. Las raíces del arte se hunden en lo primitivo y arcaico para dar lugar a conductas ancestrales. Paralelamente, en el origen de los fenómenos artísticos se encuentran combinaciones complejas de estados psicológicos de contenido emocional (trascendencia, éxtasis y otros) que relacionan al arte con lo sacro y las experiencias religiosas.

2. En el plano cognoscitivo, se aprecia una dualidad entre lo receptivo y lo creativo, entre la aprehensión de la totalidad y la percepción de las distintas partes que permite el análisis. Esta dualidad lleva a diversas antinomias (intuición/razón, síntesis/análisis, sensibilidad/intelecto.

3. La creatividad artística depende de la interacción entre los procesos psicológicos de control y espontaneidad, de inhibición y relajación y de adherencia a las normas y su violación. Ninguna obra de arte puede crearse en ausencia de esta dicotomía fundamental.

Obiols retoma la noción del cerebro “triuno” de Mac Lean para poner énfasis en la idea que las formaciones más “antiguas” del cerebro (la porción “reptileana” y el paleoencéfalo) corresponden a funciones primitivas filo y ontogenéticamente hablando. Alude a nociones como los “arquetipos” de Jung y las “imágenes primordiales” que son comunes a todas las culturas, según Arnheim, para luego sustentar su postulado en los conocimientos que aporta la etología respecto a conductas primitivas esenciales para la conservación de las especies y que tiene evidentes connotaciones estéticas, como son las complejas melodías del canto de los pájaros, la atracción visual o la danza. Obiols sostiene que estos fenómenos son protoartísticos y que el fundamento de los mitos más primitivos asienta en la territorialidad, la sexualidad y el asombro ante la muerte. Todos ellos, según este autor, constituyen el manantial del que fluye toda expresión artística.

C. G. Jung fue capaz de comprender las particulares leyes que regían la creatividad artística y formuló tres consideraciones básicas a tener en cuenta:

La primera, es la inútil pretensión de una explicación racionalista del fenómeno de la creación artística: “Lo creativo irracional, que precisamente surge en el arte con claridad máxima entre todas, burlará, finalmente todos los esfuerzos racionalizantes. Todos los escapes psíquicos dentro de la conciencia pueden ser causalmente explicables, pero lo creativo, que se arraiga en la imprevisibilidad de los inconsciente, se cerrará eternamente al discernimiento humano”. “El secreto de lo creativo es, como el de la libertad de la voluntad, un problema trascendente que la psicología no puede contestar sino solamente describir. De igual manera es también el hombre creativo un enigma, cuya solución intentará uno por cierto de varias maneras, pero siempre en vano”. “Todo lo que la Psicología nos puede decir acerca del arte, se limitará al proceso psicológico de la actividad artística, y nunca podrá afectar a la esencia misma del arte”.

La segunda, es la condición fundamentalmente transpersonal de la creatividad artística: “Una psicología específicamente artística es asunto colectivo y no personal. Pues el arte le es innato, como una pulsión que lo capta y lo hace instrumento. Lo que en él quiere, en última instancia, no es él, el hombre personal, sino la obra de arte. Como persona puede tener caprichos, voliciones y objetivos propios: como artista, en cambio, es “hombre” en superior sentido, es hombre colectivo, un portador y conformador del alma inconscientemente activa de la humanidad”. “La esencia de la obra de arte no consiste en efecto en estar afectada por particularidades personales- cuanto más lo está tanto menos se trata de arte- sino en elevarse sobre lo personal, lejos del espíritu y del corazón personal, y hablar para el espíritu y el corazón de la humanidad. Lo personal es una limitación, en verdad hasta un vicio del arte. El “arte” que es solo o predominantemente personal merece ser tratado como neurosis”. “La casualidad personal tiene tanto y tan poco que ver con la obra de arte, como el suelo, con la planta que crece en él”. “La obra de arte auténtica se caracteriza, precisamente, porque logra liberarse de las angosturas y callejones sin salida de lo personal, dejando muy atrás todo lo fugaz y alicorto de lo meramente persona”. “Cada hombre creativo es una dualidad o una síntesis de cualidades paradojales. Por un lado es personal- humano; por otro, empero, proceso humano, impersonal. Como hombre puede ser sano o enfermo; su psicología personal puede y debe por lo tanto ser personalmente explicada. Como artista, en cambio, sólo ha de comprendérselo a partir de su hecho creativo”.

La tercera, es el hecho de que la personalidad creadora está poseída por un daimon o genius interno: “Tenemos razón al considerar el proceso formador de la creación artística como un ser vivo que se halla anidado en el alma del hombre”. “Pero como hombre creador, uno se entrega, y no es libre sino sujeto del daimon e impulsado por él”. Desde esta última perspectiva la personalidad creativa es un instrumento de fuerzas superiores que lo trascienden. Esto no quiere decir que la creatividad sea un don inaccesible al común de los mortales. Precisamente en base a este punto de vista es posible plantear el desarrollo de la creatividad como una posibilidad de “despertar” el Spiritus Creator, de invocar al propio Mago Interior. En otras palabras, creatividad es permitir que lo desconocido interior se exprese. La visión de un espíritu creador que habita en lo más íntimo del ser de cada cual es lo que justifica la pretensión de la psicología que enfoca la creatividad desde su desarrollo y su aplicación pedagógica.

El método de la imaginación activa, concebido por C. G. Jung, contribuye al logro de la conexión de la esfera consciente con la fuente creativa del inconsciente. Esta puede ser personificada imaginariamente. Un Gnomo juguetón puede aparecer. O la femme inspiratrice o escuchando a Ennoia, como lo propone Marie-Louise von Franz. Otra posibilidad es una invocación ritual a los dioses para que desde su morada, más allá del umbral prodiguen sus destellos de creación. Otra es pedir la gracia a las Musas de que nos concedan su inspiración como era costumbre en la antigüedad Greco-Romana. También, desde el mundo de los sueños y las visiones se nos puede deparar iluminaciones creativas. En fin, cada uno encuentra la manera adecuada de establecer una relación con su fuente creativa interior y dejarse guiar por ella.


El sueño en el que aparece el hombre oscuro es un sueño que produce temor y los sueños de este tipo a menudo son muy buenos para la creatividad, pues le revelan a las artistas lo que les ocurrirá si se dejan freír hasta quedar convertidas en unas desgraciadas con talento. El sueño del hombre oscuro suele ser suficiente para asustar a una mujer hasta el extremo de inducirla a volver a crear. En el peor de los casos, la mujer podrá crear por lo menos una tarea que la ayude a aclarar el significado del hombre oscuro de sus sueños.

La amenaza del hombre oscuro es una advertencia para todas nosotras: si no prestas atención a los tesoros que posees, éstos te serán arrebatados. De esta manera, cuando una mujer ha tenido uno o varios sueños de este tipo, cabe deducir que se está abriendo la enorme puerta del territorio de iniciación en el que se puede producir la revalorización de sus cualidades. Allí se podrá identificar, apresar y liquidar cualquier cosa que la haya estado destruyendo y robando sistemáticamente.
Cuando una mujer se afana en espiar al depredador de su propia psique, reconoce su presencia y libra la necesaria batalla contra él, el depredador se retira a un lugar de la psique mucho más aislado y discreto. En cambio, si la presencia del depredador es ignorada, éste se vuelve cada vez más malévolo y celoso y mayor es su deseo de acallar a la mujer para siempre.

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - I
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - II
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - IV

Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


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miércoles, 30 de junio de 2010

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - II

Aunque buena parte de la psicología subraye la importancia de las causas familiares como origen de la ansiedad en los seres humanos, el componente cultural ejerce tanta influencia como éstas, pues la cultura es la familia de la familia.
Un estado saludable es inseparable del ambiente ecológico, social y psico-espiritual de la comunidad que es esencialmente variable.
Si la familia de la familia padece varias enfermedades, todas las familias de esta cultura tendrán que luchar contra las mismas dolencias.
No existe un límite neto entre salud y enfermedad, sino grados y expresiones diversos, mezclados. Ademas de tres componentes a considerar:
a) componente subjetivo (bienestar)
b) componente objetivo (capacidad para la función)
c) componente psico-ecológico-social (adaptación biológica, mental y social del individuo).

En mi herencia familiar se dice que la cultura cura. Si la cultura sana, las familias aprenden a sanar, discuten menos, son más restauradoras, mucho menos ofensivas y mucho más benévolas y afectuosas. En una cultura dominada por el depredador, toda vida nueva que tiene que renacer y toda vida vieja que tiene que desaparecer no pueden moverse y las vidas espirituales de los ciudadanos están paralizadas tanto por el temor como por el hambre espiritual.

Wendell Berry (Amigos de la tierra), en relación a la cultura de la agricultura que hoy, sin más, nos vemos obligados a entender y a respetar, asumir e implementar… afirma:
"La crisis ecológica aparece así como una crisis de carácter y como una crisis de la agricultura. El asunto, insiste, no es si usar o no usar sino cómo usar. . . . Uno de los milagros de la ciencia y de la higiene es que los microbios que solían estar en los alimentos han sido remplazados por venenos. . . Debería resultar claro que cualquier abundancia es ficticia si no protege a quienes la producen y que querer elevar la producción a costa de todo lo demás equivale a destruir las disciplinas en el productor que son las únicas que pueden asegurar la cantidad puesto que lo que preserva la abundancia es la excelencia".

Observa que una cultura no es una colección de reliquias o de ornamentos, sino una necesidad práctica y su corrupción trae aparejada la calamidad:
"Una cultura sana es un orden comunal de memoria, entendimiento, valor, trabajo, convivencia, reverencia, aspiración. Revela las necesidades humanas y sus limitantes. Clarifica nuestros insoslayables nexos con la tierra y con unos y otros. Asegura que se observen las restricciones necesarias, que el trabajo necesario se haga, y que se haga bien".

Los ciudadanos del mundo debemos distinguir entre el buen y el mal patriotismo y sentir un mayor apego a nuestro hábitat o pueblo o comarca antes que a una nación-estado de ficción y por lo tanto desarraigante. El buen arraigo de los Hijos de la Tierra depende de una relación entre el cosmos mayor y la misma tierra que nos sostiene.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué razón este intruso, que en los sueños femeninos suele asumir la apariencia de un varón, intenta atacar la psique instintiva y, más concretamente, sus capacidades salvajes de conocimiento. Decimos que es algo de carácter intrínseco. Pero vemos que este proceso destructor se intensifica cuando la cultura que rodea a una mujer fomenta, alimenta y protege las actitudes destructivas contra la naturaleza instintiva y espiritual más profunda. De este modo, estos valores culturales destructivos -con los cuales el depredador se muestra ávidamente de acuerdo- se va fortaleciendo en el interior de la psique colectiva de todos sus miembros. Cuando una sociedad exhorta a la gente a desconfiar y huir de la profunda vida instintiva, se refuerza e intensifica un elemento autodepredador en cada psique individual.

- Valores -
Si nuestra cultura vive en una crisis de valores,
el camino no es la instrucción, sino la educación.

Mucha gente está perdida, como sin rumbo. Desencantada. Y lo más extraño es que, aun así, viven apurados y dicen no tener tiempo. Otras personas viven vacías, incluso haciendo lo que no quieren. Consumiendo información pero sin poder discernir. Sin criterio. Sin ver que los demás son otra versión de uno mismo. Dedicados al puro parloteo, exteriorizado o mental. Viven con miedo y desconfianza; con pánico al silencio. Rotulando. Imponiéndose las pautas sociales, siendo y haciendo lo que los demás esperan, sin saber quiénes son. Autómatas.

Parece enarbolarse una vida light, ligera, liviana, de cumplimiento pero sin compromiso. Ni con uno ni con nadie, ni con nada. Se imponen valores relativos, en los que la libertad implica sólo hacer lo que uno quiere. Y lo peor es que creemos que hacemos lo que queremos.
Puede que sea consecuencia de haber confundido educación con instrucción. De haber engordado nuestra rigidez. O del apogeo de la incoherencia: pensar y sentir lo que no se hace, cuando, como se ha afirmado, "enseñamos lo que sabemos, pero contagiamos lo que vivimos" (Roberto Pérez).

En nuestra perspectiva, estos parecen ser síntomas de una cultura enferma. Se ha dicho que la cultura es el sostén de la vida de un pueblo. Una cultura sana supone el ser cualitativo de un pueblo.
¿Cuándo una cultura está enferma? Cuando el tiempo no alcanza sin saber adónde vamos. Cuando siempre nos falta algo o miramos sólo lo que no tenemos. Cuando nos volvemos adictos, y no sólo al alcohol y a las drogas, sino también al trabajo, a los hijos, al placer, a la diversión, y lo hacemos para que sentir vacío en el interior. Nos coartamos la libertad y vivimos pendientes del exterior, buscando afuera lo que, en realidad, está dentro de cada uno.

Una cultura está enferma cuando la cantidad se prioriza sobre la calidad. En los pueblos antiguos, cuando la cantidad estuvo en función de la calidad hubo apogeo. Si fue al revés, hubo decadencia.
Una cultura está enferma cuando se hace culto a la apariencia, cuando lo importante es el envase y el contenido pasa a segundo plano. Cuando se privilegian el pertenecer, el poseer y el poder. Cuando la resignación hace su apogeo. Sobresalen altos índices de corrupción y pobres políticas para revertirlos y casi nulas respuestas judiciales. Una cultura enferma tiene en esencia una arraigada crisis de valores.
Reconocernos como cultura enferma es un paso imprescindible en la cura. Luego comienza un lento trabajo colectivo de trasformación. De educarnos. Pero educarnos no es instruirnos, tal como se hace en los colegios o universidades. Educar, en el término que aquí usamos, es aprender a discernir sobre el buen uso de la libertad y de la vida, para que ese manejo nos lleve a la plenitud como personas. Educarnos es formar conciencia; tomar conciencia; tener conciencia. No es capacitarse.
Por tanto, si nuestra cultura vive en una crisis de valores, deberíamos reconocernos y comenzar a transformar esa realidad de manera colectiva, sabiendo que el camino no es la instrucción sino la educación.

Una primera idea que debería surgir de esa formación es que para sembrar valores, no debemos limitarnos a las normas. Las normas se cumplen. Y aquí no se trata de cumplir sino de  comprometerse  con uno mismo y con los demás. Las mayores utilidades que brinda la siembra de valores se dan a través de las actitudes de vida y no del cumplimiento. En otras palabras, de lo que se trata es de atraer por encantamiento y por ejemplaridad.

Educar en valores no es señalar la importancia de la vida, sino enseñar a tomar conciencia de la vida. Una educación en valores debería priorizar lo afectivo, capacitando en dar y recibir amor, rescatando lo esencial del agradecimiento, destacando lo esencial de las leyes espirituales, y lo imperioso que es mostrar afecto, sabiendo que la palabra bien empleada es fuente de creación de nuestras experiencias y puente de comunicación: te quiero, te necesito, ayúdame en esto, necesito hablar con vos, perdón, tengo miedo, me equivoqué (sabiendo que en cada fracaso nace una oportunidad).
La honestidad y la honradez son valores. También lo es la salud, la fidelidad a uno mismo y a los demás; la generosidad, el desapego y la aceptación (que no es resignación); la confianza y la armonía; la tolerancia y el servicio.

Una sociedad que conoce la importancia de los valores, sabe que representan una tierra sólida y de afianzamiento para el progreso social, político y económico. De otra manera, sería como construir sobre terrenos mallinosos, en los que una simple tormenta abriría grietas, haciendo estragos. Y aunque puedan colocarse parches, aun las edificaciones que se muestren más sólidas se desmoronarán.
Necesitamos formadores de conciencia para que se aprenda a discernir y a distinguir lo accesorio de lo principal. A nutrir un espíritu crítico que se permita tener y revisar ideas y alimentar la reacción. Formadores para transformar este camino primitivo por el que transitamos.
Necesitamos crecer (ser) en valores.

Sin embargo, hasta en una cultura opresiva, cualesquiera que sean las mujeres en las que la Mujer Salvaje siga viviendo, prosperando e incluso resplandeciendo, se harán preguntas "clave", no sólo las que consideramos útiles para conocernos mejor sino también las que se refieren a nuestra cultura. " ¿Qué hay detrás de estos destierros que yo veo en el mundo exterior? ¿Qué bondad o utilidad del individuo, de la cultura, de la tierra, de la naturaleza humana se ha matado o yace moribunda?" Cuando se analizan estas cuestiones, la mujer puede actuar de acuerdo con sus propias aptitudes y cualidades. Abrazar el mundo y comportarse con él de una manera sentimental y fortalecedora del sentimiento es una poderosa manifestación del espíritu salvaje.

La intuición se presenta como el medio más espiritual de acceder al conocimiento. En realidad, la intuición es sólo la apreciación subconsciente de algún factor de la creación, de alguna ley de la manifestación y de cierto aspecto de la verdad, conocido por la inteligencia, que emana del mundo de las ideas, siendo de la naturaleza de esas energías que producen todo lo conocido y visto. Estas verdades están siempre presentes y esas leyes eternamente activas; pero únicamente a medida que la mente está entrenada y desarrollada, enfocada y abierta, pueden ser reconocidas, posteriormente comprendidas y finalmente adaptadas a las necesidades y demandas del ciclo y de la época. Siempre han existido quienes entrenaron su mente en el arte del claro pensar y de la meditación, enfocaron la atención en la consiguiente receptividad de la verdad, y de este modo influyeron en pequeña o gran metida en un florecimiento cultural dentro de las sociedades de su época.
La intuición, no guía hacia los campos del Conocimiento, es sólo la vanguardia de esa omnisciencia que caracteriza al alma. La verdad de todas las cosas existe y se la denomina omnisciencia, infalibilidad y “correcto conocimiento” en la filosofía hindú. Cuando el ser humano capta un fragmento de ella y la absorbe en la Conciencia Colectiva, se lo denomina el emerger de un cambio de paradigma, sea en el plano psicológico, social, científico o religioso. Las almas son unidades de una Conciencia Suprema, la conciencia iluminada de un alma beneficia a todas las almas.

Es por esta razón por la que se tiene que preservar la naturaleza salvaje de las mujeres -y, en algunas circunstancias, incluso defenderla con sumo cuidado- para que no se la lleven de repente y la estrangulen. Es muy importante alimentar esta naturaleza instintiva, protegerla y favorecer su desarrollo, pues incluso en las condiciones más restrictivas de cultura, familia o psique, se produce una parálisis mucho menor en las mujeres que se han mantenido en contacto con su profunda naturaleza instintiva salvaje. Aunque una mujer sufra una lesión si es atrapada y/o inducida con engaño a seguir siendo ingenua y sumisa, aún le queda la energía suficiente como para vencer a su captor, esquivarlo, ganarle la carrera y, finalmente, despedazarlo y exprimirlo para poder utilizarlo de manera constructiva.

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - I
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - III
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - IV

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"

Apadrina el Blog "Hombres que corren con los lobos"




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