viernes, 9 de julio de 2010

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - IV

La verdad está dentro de nosotros, no surge
De las cosas externas, creamos lo que creamos
.. .y saber
Consiste más bien en abrir una senda
Por la cual pueda escapar el aprisionado esplendor,
Y no en hacer una entrada para una luz
Que supuestamente está en el exterior.
Robert Browning

A un nivel muy mundano, es importante que una mujer tenga sueños del tipo del hombre oscuro y de Barba Azul para poder eliminar de su vida la mayor cantidad posible de negatividad. A veces es necesario limitar o espaciar ciertas relaciones, pues cuando una mujer está rodeada exteriormente por personas que se muestran contrarias a su vida profunda o no sienten interés por ella, esta circunstancia alimenta al depredador interior de la psique y favorece el desarrollo de su musculatura y su capacidad de agresión contra la mujer.
Las mujeres se muestran a menudo ambivalentes acerca de la necesidad de atacar al intruso, pues creen que se trata de una situación en la que "mal si lo hago y mal si no lo hago". Pero, si no se aparta, el hombre oscuro se convertirá en su carcelero y ella en su esclava. Las mujeres temen que el intruso las persiga y las lleve de nuevo a la sumisión, y este temor se refleja en el contenido de sus sueños.
Por esta razón las mujeres suelen matar sus naturalezas enteramente originales, creativas, espirituales y salvajes en respuesta a las amenazas del depredador. Y es por eso por lo que las mujeres se convierten en esqueletos y cadáveres en el sótano de Barba Azul. Se enteraron de la existencia de la trampa, pero demasiado tarde. La conciencia es el miedo de escapar de la trampa, de escapar de la tortura. Es el camino para huir del hombre oscuro. Y las mujeres tienen derecho a luchar con uñas y dientes para tener y conservar la conciencia.
En el cuento de Barba Azul vernos de qué manera la mujer que cae víctima del hechizo del depredador reacciona y huye de él, ya preparada para la próxima vez. El cuento gira en torno a la transformación de cuatro confusas introyecciones que son objeto de especial controversia acerca de las mujeres: no tener una visión integral, no tener una profunda perspicacia, no tener voz original, no emprender acciones decisivas. Para desterrar al depredador tenemos que abrir con llave o abrir con ganzúa no sólo nuestra propia persona sino también otras cuestiones para ver lo que hay dentro. Tenemos que utilizar nuestras facultades para resistir lo que vemos. Tenemos que decir nuestra verdad con voz clara. Y tenemos que utilizar nuestro ingenio para hacer lo que sea necesario al respecto.
Cuando la naturaleza instintiva de una mujer es fuerte, ésta identifica intuitivamente al depredador innato a través del olfato, la vista y el oído, se anticipa a su presencia, lo oye acercarse y adopta medidas para rechazarlo. El depredador se echa encima de la mujer cuyo instinto ha sido lesionado antes de que ella advierta su presencia, pues su oído, su sabiduría y su percepción están dañados, sobre todo por culpa de introyecciones que la exhortan a ser amable, a comportarse bien y, especialmente, a mostrarse ciega ante los abusos de que está siendo objeto.
Psíquicamente es difícil establecer a primera vista la diferencia entre las no iniciadas que todavía son jóvenes y, por consiguiente, ingenuas, y las mujeres cuyo instinto ha sido dañado. Ni unas ni otras saben gran cosa acerca del oscuro depredador y, por este motivo, todas siguen siendo crédulas. Pero, afortunadamente para nosotras, cuando el elemento depredador de la psique de una mujer se pone en marcha, deja en sus sueños las inconfundibles huellas de su paso. Y dichas huellas conducen finalmente a su descubrimiento, captura y contención.
La cura, tanto para la mujer ingenua como para aquella cuyo instinto ha sido lesionado, es la misma: Practicar la escucha de la propia intuición, de la propia voz interior; hacer preguntas; sentir curiosidad; ver lo que se tenga que ver; oír lo que se tenga que oír; y actuar después de acuerdo con aquello que una sabe que es verdad. El alma recibe al nacer las facultades intuitivas. Es posible que éstas estén cubiertas por años y años de cenizas y excrementos, pero no es el fin del mundo, pues todo eso se puede limpiar. Frotando, rascando y practicando, la capacidad de percepción puede recuperar su estado inicial.

"Cada vez más se reconoce a la intuición como una facultad mental natural, como un elemento clave en el descubrimiento, la resolución de problemas y la toma de decisiones, como generadora de ideas creativas, como pronosticadora y reveladora de la verdad. Un importante ingrediente de lo que llamamos genio, también es una guía sutil para la vida cotidiana. Aquellas personas que siempre parecen encontrarse en el lugar adecuado y en el momento preciso y a quienes todas las cosas buenas les suceden con una frecuencia casi sobrenatural, no son simplemente afortunadas; poseen un sentido intuitivo de lo que deben elegir y de la forma en que deben actuar. También estamos empezando a comprender que la intuición no es sólo un fenómeno fortuito o un don misterioso, como la habilidad para saltar o como un perfecto lanzamiento de la pelota. Aun cuando las capacidades individuales varían, todos somos intuitivos y todos podemos ser más intuitivos, de igual manera que todos podemos aprender a saltar más alto o a cantar con una voz afinada.
El surgimiento de la intuición es parte de un cambio más global de los valores, cuya crónica han escrito incontables observadores de mirada penetrante. La apasionada búsqueda, tanto del desarrollo individual como de un mundo mejor, se inició con ahínco durante la década de 1960 y nos ha llevado a una reevaluación de las creencias convencionales, entre ellas la forma en que usamos nuestra mente y la forma en que abordamos al conocimiento. Nuestras decisiones y acciones se derivan de lo que sabemos. Por consiguiente, si los problemas colectivos siguen siendo ingobernables y la brecha entre los deseos y los logros individuales sigue siendo tan grande, apenas es natural que empecemos a preguntarnos si no existe una manera mejor de procurarnos los conocimientos.
Como una contribución a esta nueva actitud, ha tenido lugar un resurgimiento del respeto hacia el mundo interior. La escuela de psicología behaviorista, que dominó este terreno durante la mayor parte de este siglo, declaró improcedentes los reinos más profundos de la mente y del espíritu. Para los creyentes en las religiones ortodoxas y en la psicoterapia freudiana, esas áreas estaban impregnadas de oscuros impulsos e instintos reprimidos que, dependiendo del punto de vista, deberían mantenerse ocultos, liberarse o bien neutralizarse terapéuticamente. Esas hipótesis le están cediendo el paso a una visión más positiva, a menudo sublime. El desarrollo de la investigación cognoscitiva, los adelantos teóricos en las psicologías humanista y transpersonal, los estimulantes estudios del cerebro, la notable aceptación de las filosofías y disciplinas orientales, todos estos desarrollos han llevado a un gran número de personas a la creencia de que en nuestro interior existen un poder y una sabiduría que nunca hemos sabido aprovechar. Creen que hay una parte de nosotros mismos que —aun cuando oscurecida por los malos hábitos y la ignorancia— sabe quiénes somos y lo que necesitamos, y está programada para hacernos avanzar hacia la realización de nuestro máximo potencial. Hay una creciente convicción de que quizá deberíamos confiar en las corazonadas, en los sentimientos vagos, en los presentimientos y en las señales inarticuladas que por lo común pasamos por alto.
Dichas tendencias son características de un patrón contemporáneo básico: el deseo de eliminar los obstáculos que nos impiden ser lo que en realidad somos. En lo que concierne a la intuición, los obstáculos están arraigados en viejas hipótesis epistemológicas, las cuales se perpetúan en las instituciones que pretenden enseñarnos la forma de usar nuestra mente."
Si conseguimos sacar esta capacidad de las sombras de la psique, si ya no seremos unas simples víctimas de las circunstancias internas o externas. Cualquiera que sea la manera en que la cultura, la personalidad, la psique u otro elemento exija que se vistan y se comporten las mujeres, por mucho que los demás quieran mantener a las mujeres amordazadas y vigiladas por diez adormiladas dueñas o carabinas, cualesquiera que sean las presiones con que se pretenda reprimir la vida emocional de una mujer, nada podrá impedir que la mujer sea lo que es, que eso sea el resultado del inconsciente salvaje y que se trate de algo muy pero que muy bueno.
Es importante recordar que, cada vez que tengamos sueños protagonizados por el hombre oscuro, siempre existirá el contrapeso de una fuerza contraria preparada para echarnos una mano. Cuando recurrimos a la energía salvaje para compensar los efectos del depredador, ¿saben quién aparece de inmediato? La Mujer Salvaje se acerca salvando todas las vallas, los muros y los obstáculos que el depredador ha levantado. No es un icono que se cuelga en la pared como si fuera un retablo. Es un ser vivo que viene a nosotras en cualquier lugar y en cualquier situación. Ella y el depredador se conocen desde hace muchísimo tiempo. Ella lo persigue a través de los sueños, a través de los cuentos y los relatos y a través de la vida entera de las mujeres. Dondequiera que él esté está ella, pues es la que contrapesa sus depredaciones.

La Mujer Salvaje enseña a las mujeres a no ser "amables" cuando tengan que proteger sus vidas emocionales. La naturaleza salvaje sabe que el hecho de actuar con "dulzura" en tales circunstancias sólo sirve para provocar la sonrisa del depredador. Cuando la vida emocional está amenazada, el hecho de trazar en serio una línea de contención es no sólo aceptable sino también preceptivo. Cuando la mujer así lo hace, su vida ya no puede sufrir intromisiones durante mucho tiempo, pues ella se da cuenta inmediatamente de lo que ocurre y puede empujar de nuevo al depredador al lugar que le corresponde. Ya no es ingenua. Ya no es un blanco ni un objetivo. Y ésta es la medicina que da lugar a que la llave -la llave pequeñita con los adornos encima- deje finalmente de sangrar.

El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - I
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - II
El hombre oscuro de los sueños de las mujeres - III

Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"



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