Poder resistir la contemplación del rostro de la temible diosa salvaje sin temblar, es decir, poder enfrentarse con la imago de la madre feroz (la reunión con la Baba Yagá).
Imago: representación inconsciente que preside la relación del sujeto con las cosas que lo rodean.
Familiarizarse con el arcano, lo extraño, la "otredad" de lo salvaje (vivir durante algún tiempo en la casa de Baba Yagá).
Incorporar a nuestras vidas algunos de sus valores, convirtiéndonos con ello en unos seres un poco raros en el buen sentido (comiendo su comida).
Aprender a enfrentarnos con un gran poder, con el de los demás y posteriormente con el nuestro.
Dejar que muera un poco más la frágil niña demasiado dulce.
Vemos por tanto que la casa de la Yagá pertenece al mundo instintivo y que Vasalisa necesita aumentar la presencia de este elemento en su personalidad. Esta casa camina con sus patas de gallina y evoluciona en una especie de danza saltarina. La casa está viva y rebosa de entusiasmo y de alegría vital.
Estos atributos son los principales fundamentos de la psique arquetípica de la Mujer Salvaje; una gozosa y salvaje fuerza vital, en la que las casas bailan, los objetos inanimados, como los almireces, vuelan como los pájaros, la vieja puede practicar la magia y nada es lo que parece, aunque sea en buena parte mucho mejor de lo que parecía al principio.
Vasalisa empezó con lo que podríamos llamar una personalidad exterior insípida y aplanada. Esta "hipernormalidad" se va apoderando poco a poco de nosotras hasta hacer que nuestra vida se convierta en algo rutinario, en una existencia exánime sin que nosotras lo queramos realmente. Esto fomenta que no se preste atención a los dictados de la intuición, lo que a su vez conlleva una falta de iluminación psíquica. Por consiguiente, tenemos que hacer algo, tenemos que adentrarnos en el bosque, ir en busca de la temible mujer para evitar que algún día, bajando por la calle, se abra una tapa de alcantarilla y algo inconsciente nos agarre y nos sacuda como un trapo, alegremente o no, más bien no, aunque siempre con buena intención.
La entrega de la muñeca intuitiva por parte de la dulce madre inicial queda incompleta sin las pruebas a que nos somete la Vieja Salvaje y sin las tareas que ésta nos encomienda. Baba Yagá es el tuétano de la psique instintiva e integrada. Lo deducimos de lo que ella sabe acerca de todo lo que ha ocurrido anteriormente. "Sí -dice cuando llega Vasalisa-, te conozco y conozco a los tuyos." Además, en sus encarnaciones como Madre de los Días y Madre Nyx (Madre Noche, una diosa de la Vida/Muerte/Vida), la vieja Baba Yagá es la guardiana de los seres celestes y terrestres: el Día, el Sol Naciente y la Noche. Los llama "mi Día, mi Noche".
Baba Yagá es temible, pues representa al mismo tiempo el poder de la aniquilación y el poder de la fuerza vital. Contemplar su rostro es contemplar la vagina dentata, unos ojos de sangre, el recién nacido perfecto y las alas de los ángeles todo de golpe.
Y Vasalisa permanece allí y acepta a esta salvaje divinidad materna, con su sabiduría, sus verrugas y todo lo demás. Una de las facetas más extraordinarias de la Yagá descrita en este cuento es el hecho de que, a pesar de sus amenazas, es justa. No le hace daño a Vasalisa siempre y cuando ésta la respete. El respeto en presencia del poder es una lección esencial. Una mujer tiene que ser capaz de permanecer en presencia del poder, pues, al final, una parte de este poder será suya. Vasalisa se enfrenta a Baba Yagá sin servilismo, jactancia o bravuconería y tampoco huye o se esconde. Se presenta honradamente tal como es.
Muchas mujeres se están recuperando de sus complejos de "amabilidad desmesurada", en los que, cualesquiera que fueran sus sentimientos y quienquiera que las atacara, ellas reaccionaban con una dulzura rayana en la adulación. Pero, aunque de día sonrieran amablemente, de noche enseñaban los dientes como fieras, pues la Yagá de sus psiques estaba pugnando por manifestarse.
Esta exagerada amabilidad y este afán de acomodarse a los deseos de los demás suelen producirse cuando las mujeres temen desesperadamente ser privadas de sus derechos o ser consideradas "innecesarias".
Dos de los más conmovedores sueños que he oído en mi vida los tuvo una joven que necesitaba ser menos sumisa. En el primero de ellos heredaba un álbum de fotos especial en el que figuraban unas fotografías de la "Madre Salvaje". Se puso muy contenta hasta que, a la semana siguiente, soñó que abría un álbum parecido y veía a una vieja horrible, mirándola fijamente. La bruja tenía unos dientes cubiertos de musgo y le bajaba por la barbilla un hilillo de negro jugo de betel.
Este sueño es típico de las mujeres que se están recuperando de su excesiva dulzura. El primer sueño revela un lado de la naturaleza salvaje... el benévolo y generoso, todo lo que está bien en su mundo personal. Sin embargo, cuando aparece la Mujer Salvaje con los dientes cubiertos de musgo, entonces...
El inconsciente, con su habitual brillantez, muestra a la soñadora una nueva forma de vivir que no es simplemente la sonrisa de dos dientes frontales de la mujer demasiado amable. Enfrentarnos con este salvaje poder creador que llevamos dentro significa tener acceso a la miríada de rostros de lo femenino subterráneo. Éstos son innatos en nosotras y podemos habitar en los que nos sean más útiles en los distintos momentos.
En este drama de la iniciación, Baba Yagá es la naturaleza instintiva disfrazada de bruja.
Al igual que la palabra "salvaje", la palabra "bruja" posee un matiz peyorativo, pero hace tiempo era un calificativo que se aplicaba a sanadoras tanto jóvenes como viejas en la época en que la imagen religiosa monoteísta aún no se había impuesto a las antiguas culturas panteístas que entendían la Divinidad a través de múltiples imágenes religiosas del universo y todos sus fenómenos.
Pero, aun así, la bruja, la naturaleza salvaje y cualquier otra criatura u otro aspecto integral que la cultura considera desagradables son en la psique de las mujeres unos elementos muy positivos que a menudo éstas necesitan recuperar y sacar a la superficie.
Buena parte de la literatura acerca del tema del poder femenino afirma que los hombres temen este poder. " ¡Madre de Dios! -siento deseos de exclamar-. Hay muchas mujeres que también temen el poder femenino", pues los viejos atributos y las fuerzas femeninas son muy amplios y son en efecto impresionantes. Se comprende que la primera vez que se enfrentan cara a cara con los Viejos Poderes Salvajes tanto los hombres como las mujeres los miren con inquietud y den media vuelta; y que lo único que veamos de ellos sean el envés de las pezuñas y las atemorizadas colas de lobo volando al viento.
Para que los hombres puedan aprender a resistirlo, está clarísimo que las mujeres tienen que aprender a resistirlo. Para que los hombres puedan comprender a las mujeres, éstas les tendrán que enseñar las configuraciones del femenino salvaje. Para ello, la función soñadora de la psique conduce por la noche a la Yagá y a todas sus huestes directamente a los dormitorios de las mujeres durante el sueño. Con un poco de suerte, la Yagá dejará sus grandes y anchas huellas en la alfombra al lado de nuestra cama. Vendrá a contemplar a aquellas que no la conocen. Cuando llegamos tarde a nuestra iniciación, se pregunta por qué no vamos a visitarla y es ella la que viene a visitarnos por la noche durante el sueño.
Una mujer a quien yo traté veía en sus sueños a unas mujeres vestidas con unos camisones hechos jirones, comiendo cosas que jamás se hubieran podido encontrar en el menú de un restaurante. Otra mujer soñaba con una anciana que, bajo la apariencia de una vieja bañera con patas en forma de garras, hacía vibrar sus cañerías y amenazaba con reventarlas a no ser que la soñadora derribara una pared para que ella pudiera "ver". Una tercera mujer soñaba que era una de las tres componentes de un grupo de tres ancianas ciegas, sólo que ella perdía constantemente el carnet de conducir y tenía que abandonar constantemente el grupo para buscarlo. En cierto sentido se podría decir que tenía dificultades para identificarse con las tres Parcas, las fuerzas que presiden la vida y la muerte en la psique. Pero con el tiempo ella también aprendió a resistir y a no apartarse de lo que tanto miedo le daba al principio, es decir, su propia naturaleza salvaje.
Todas estas criaturas de los sueños le recuerdan a la soñadora su yo elemental: el Yo de la Yagá, el enigmático y profundo poder de la Madre de la Vida/Muerte/Vida. Sí, estamos diciendo que ser yagaísta es bueno y tenemos que resistirlo. Ser fuerte no significa tener músculos y hacer flexiones. Significa afrontar la propia numinosidad sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje cada una a su manera. Significa poder aprender, poder resistir lo que sabemos. Significa resistir y vivir.
Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
"Mujeres que Corren con los Lobos"
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