"Pero hay un misterio que no comprendo: Sin ese impulso de otredad -diría incluso que de maldad- sin esa
terrible energía que s e oculta detrás de la salud, la sensatez y el sentido, nada funciona ni puede funcionar. Te digo que la bondad -lo que nuestro Yo vigílico cotidiano denomina bondad- lo normal, lo decente, no son
nada sin ese poder oculto que mana ininterrumpidamente de nuestro lado más sombrío."
Doris Leasing
En esta parte del cuento, la "podrida" familia putativa irrumpe en el mundo de Vasalisa y empieza a amargarle la vida. Las tareas de esta fase son:
Aprender de una manera todavía más consciente a soltar a la madre excesivamente positiva.
Descubrir que el hecho de ser buena, dulce y amable no permite alcanzar la felicidad en la vida. (Vasalisa se convierte en una esclava, pero eso no le sirve de nada).
Experimentar directamente la oscuridad de la propia naturaleza, y concretamente los aspectos excluyentes, envidiosos y explotadores del yo (la madrastra y las hermanas).
Reconocerlo de manera inequívoca.
Establecer las mejores relaciones posibles con las peores partes de una misma.
Permitir que crezca la tensión entre aquella que la mujer está aprendiendo a ser y la que realmente es.
Y, finalmente, ir permitiendo que muera el viejo yo y nazca el nuevo yo intuitivo.
La madrastra y las hermanastras representan los elementos subdesarrollados pero provocadoramente crueles de la psique. Se trata de los elementos de la sombra, es decir, de unos aspectos de la personalidad que se consideran indeseables o inútiles y que por esta razón se relegan a las tinieblas. Por otra parte, el oscuro material negativo -el que con tanto afán se dedica a destruir u obstaculizar la nueva vida también puede utilizarse en beneficio propio tal como veremos más adelante. Cuando estalla y nosotras identificamos finalmente sus aspectos y sus orígenes, adquirimos más fuerza y sabiduría.
En esta fase de la iniciación una mujer se siente acosada por las mezquinas exigencias de su psique que la exhortan a acceder a cualquier cosa que deseen los demás. Pero el cumplimiento de las exigencias ajenas da lugar a una terrible comprensión de la que todas las mujeres tienen que tomar nota. La comprensión de que el hecho de ser nosotras mismas hace que muchos nos destierren y de que el hecho de acceder a las exigencias de los demás hace que nos desterremos de nosotras mismas. La tensión es un tormento y se tiene que resistir, pero la elección está muy clara.
Vasalisa se ve privada de cualquier tipo de privilegio, pues hereda y es heredada por una familia que no puede comprenderla ni apreciarla. Por lo que a ellas respecta, es innecesaria. La odian y la insultan. La tratan como a la Forastera, la indigna de confianza. En los cuentos de hadas, el papel del forastero o del proscrito suele estar representado por el personaje que está más profundamente relacionado con la naturaleza sabia.
La madrastra y las hermanastras pueden interpretarse como unas criaturas colocadas en la psique de la mujer por la cultura a la que ésta pertenece. La familia putativa de la psique es distinta de la “familia del alma", pues pertenece al superego, el aspecto de la psique que está estructurado de acuerdo con las expectativas -saludables o no- que tiene cada sociedad en particular con respecto a las mujeres. Estos estratos y estas exigencias culturales -es decir, el superego- no son percibidos por las mujeres como algo que emana de la psique del Yo emocional sino como algo procedente del "exterior", de otra fuente que no es innata. Los estratos del superego cultural pueden ser muy positivos o muy perjudiciales.
La familia putativa de Vasalisa es un ganglio intrapsíquico que pinza el nervio vital de la vida. La madrastra y las hermanastras entran en escena como un coro de viejas brujas que la pinchan diciendo: "No lo vas a poder hacer. No vales lo bastante. No tienes el valor suficiente. Eres estúpida, sosa y vacía. No tienes tiempo. Sólo sirves para cosas sencillas. Tienes una capacidad limitada. Déjalo mientras puedas." Pero, puesto que todavía no es plenamente consciente de sus facultades, Vasalisa permite que este mal ponga obstáculos a su cabo salvavidas.
Lo mismo nos ocurre a nosotras. Vemos en el cuento que la intuición que tiene Vasalisa de lo que está ocurriendo a su alrededor es. muy vaga y que el padre de la psique tampoco se da cuenta del ambiente hostil que lo rodea; él también es demasiado bueno y carece de desarrollo intuitivo. Es curioso observar que las hijas de padres ingenuos suelen tardar más en despertar.
Nosotras también estamos pinzadas cuando la familia putativa que llevamos dentro o que nos rodea nos dice que no servimos para nada e insiste en que nos centremos en nuestros defectos en lugar de fijarnos en la crueldad que se arremolina a nuestro alrededor, tanto si ésta emana de nuestra psique como si emana de la cultura a la que pertenecemos.
No obstante, para poder ver algo necesitamos intuición y fuerza para resistir lo que vemos. Es posible que, como Vasalisa, tratemos de ser amables en lugar de ser astutas, Es posible que nos hayan enseñado a apartar a un lado la aguda perspicacia para poder llevarnos bien con la gente. Sin embargo, la recompensa que recibimos a cambio de ser amables en circunstancias opresivas consiste en una intensificación de los malos tratos.
Eso no significa que tengamos que abstenernos de ser amables en caso necesario o por libre elección. La clase de amabilidad a la que nos referimos aquí es la de tipo servil que linda con la adulación. Se trata de una amabilidad que nace del desesperado deseo de obtener algo y del hecho de sentirse impotente. Es algo similar a la situación del niño que teme a los perros y dice "perrito guapo, perrito guapo", en la esperanza de que eso apacigüe al perro.
Hay una clase de "amabilidad" todavía más perjudicial, en la que una mujer utiliza sus malas artes para congraciarse con los demás. Piensa que tiene que pellizcar placenteramente a los demás para conseguir aquello que no cree poder obtener por otros medios. Es una forma perjudicial de ser amable, pues coloca a la mujer en la situación de sonreír e inclinarse para que los demás se sientan a gusto y sean amables con ella, la apoyen, la aprueben, le concedan favores, no la traicionen, etc. La mujer accede a no ser ella misma. Pierde su forma y asume la fachada que los demás parecen apreciar. Aunque semejante comportamiento pueda ser una poderosa táctica de camuflaje en una situación difícil sobre la que la mujer tiene escaso o nulo control, la mujer que voluntariamente encuentra motivos para colocarse casi siempre en dicha situación, se engaña a sí misma a propósito de algo que es muy serio y abandona su principal fuente de poder, que es el hecho de expresar sinceramente lo que piensa.
Aunque una mujer piense que el hecho de ser ella misma le granjeará la hostilidad de los demás, esta tensión psíquica es precisamente lo que necesita para poder desarrollar el alma y crear un cambio.
Por eso la madrastra y las hermanastras deciden enviar lejos a Vasalisa, pensando en su fuero interno: "Vete al bosque, Vasalisa, vete a ver a la Baba Yagá y, si sobrevives, ja, ja -cosa que no ocurrirá-, puede que te aceptemos." Se trata de una idea de importancia decisiva, pues muchas mujeres se quedan atascadas a medio camino de este proceso de iniciación... como si estuvieran medio dentro y medio fuera del aro. A pesar de la existencia del depredador natural de la psique que dice "¡Muérete!", "¡Déjalo!" y "¿Por qué no te rindes?", de una manera prácticamente automática, la cultura en la que vive una mujer y la familia en la que creció pueden intensificar dolorosamente este natural pero moderado aspecto negativo de la psique.
Por ejemplo, las mujeres que se han criado en familias que no aceptan sus cualidades se lanzan una y otra vez al cumplimiento de impresionantes hazañas... sin saber por qué. Experimentan la necesidad de tener tres doctorados universitarios, colgar boca abajo desde la cumbre del Everest o llevar a cabo toda suerte de arriesgadas y costosas proezas que les ocupan mucho tiempo para demostrar su valía a su familia. "¿Ahora me aceptáis? ¿No?. Muy bien pues (suspiro), ahora veréis." El ganglio de la familia putativa nos pertenece cualquiera que sea el medio a través del cual lo hayamos recibido, y nuestra obligación es deshacernos de él con autoridad. Sin embargo, sabemos que, para que esta profunda tarea pueda seguir adelante, el hecho de tratar de demostrar la propia valía al coro de celosas brujas es inútil y, tal como veremos más adelante, incluso obstaculiza la iniciación.
Vasalisa cumple sus tareas cotidianas sin quejarse. El hecho de someterse puede parecer una heroicidad, pero, en realidad, provoca más presiones y conflictos entre las dos naturalezas contrarias, la demasiado buena y la demasiado exigente. Tal como ocurre con el conflicto entre el hecho de someterse a los deseos de los demás y el de ser una misma, esta presión conduce a un buen final. La mujer que se debate entre ambas cosas va por buen camino, pero tiene que dar los pasos que todavía le quedan.
En el cuento, las parientes putativas exprimen hasta tal punto la naciente psique que, a causa de sus intrigas, el fuego se apaga. En este momento una mujer empieza a desorientarse. Puede que tenga frío, se sienta sola y esté dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar el fuego. Ésta es justo la sacudida que necesita la mujer demasiado amable para poder proseguir su camino hacia su propio poder. Vasalisa tiene que conocer a la Gran Bruja Salvaje porque necesita pegarse un buen susto. Tenemos que abandonar el coro de los detractores y adentrarnos en el bosque. No podemos quedarnos y marcharnos al mismo tiempo.
Vasalisa, como nosotras, necesita una luz que la ayude a distinguir entre lo que es bueno para ella y lo que no. No podrá desarrollarse mientras siga siendo la criada de todo el mundo. Las mujeres que tratan de ocultar sus más profundos sentimientos se están matando. El fuego se apaga. Es como una dolorosa forma de cese temporal de las funciones vitales. Pero, al mismo tiempo y quizá con una cierta crueldad, el hecho de que el fuego se apague ayuda a Vasalisa a salir de su sumisión. Y la induce a morir a su antigua vida y entrar temblando en una nueva vida basada en una clase más antigua y más sabia de conocimiento interior.
Fuentes:
Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"
"Mujeres que Corren con los Lobos"
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