lunes, 26 de julio de 2010

Criticar y discernir

La crítica es la expresión de nuestra capacidad de discernimiento y pretender su anulación es traicionar la fundamental esencia del ser humano: su pensamiento, su razón y su voluntad. 

El origen de la palabra “crítica” se deriva del griego κριτικός (kritikós) y se refiere a la “capacidad de discernir”, se manifiesta en una opinión personal producto del análisis previo o en una actividad que separa y evalúa al mismo tiempo. La crítica es parte de nuestra capacidad intelectual, y su ejercicio es fundamental para el desarrollo de las ideas y de la práctica social.
Criticar es poner en duda. Cuestionar algo que el mundo o la sociedad dan por sentado. No se trata de criticar en un sentido coloquial, sino de criticar las bases de una concepción. Por ejemplo, ¿por qué damos por hecho y por natural ciertas calificaciones?
El uso exacto del término hunde sus raíces en la lengua griega, de la cuál es originario. De la misma raíz griega deriva el verbo cribar: acción que consiste en separar una cosa compuesta en dos grupos: los que cumplen un determinado criterio y los que no. Un colador utilizado en la cocina, para eliminar restos sólidos disueltos en un líquido, por ejemplo, ejerce la crítica, ya que separa los dos elementos atendiendo a un criterio: el tamaño de los agujeros del colador. Critica es, de este modo, la acción siguiente al análisis: en este último se separan los diferentes elementos que componen un todo complejo; en el primero (crítica), se compara los elementos simples obtenidos con un determinado criterio.

"¿Qué es hacer una crítica? Apostaría a que se trata de algo que la mayoría entendemos en un sentido ordinario. El asunto, no obstante, se complica si intentamos distinguir entre una crítica de tal o cual posición y la crítica como una práctica más general que pudiera ser descrita sin referencia a sus objetos concretos. ¿Podemos además interrogarnos sobre su carácter general sin insinuar una esencia de la crítica? Y si para establecer esta imagen general lo hiciéramos expresando algo que se aproximase a una filosofía de la crítica, ¿perderíamos entonces la distinción entre filosofía y crítica que forma parte de la definición misma de ésta última? La crítica es siempre crítica de alguna práctica, discurso, episteme o institución instituidos, y pierde su carácter en el momento en que se abstrae de esta forma de operar y se la aísla como una práctica puramente generalizable. Pero siendo esto cierto no significa que sea imposible algún tipo de generalización o que tengamos que enfangarnos en particularismos. Todo lo contrario, por donde transitamos aquí es por un área de obligada generalización que aborda lo filosófico pero que debe, si queremos que sea siempre crítica, guardar distancia frente a sus propios resultados."

La tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos, condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso, son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación.

"El pensamiento crítico no implica pensar de forma negativa o con predisposición a encontrar defectos y fallos. Tampoco intenta cambiar la forma de pensar de las personas o reemplazar los sentimientos y emociones. El objetivo del pensamiento crítico es evitar las presiones sociales que llevan a la estandarización y al conformismo. Esta es una actitud intelectual que se propone analizar o evaluar la estructura y consistencia de los razonamientos, particularmente las opiniones o afirmaciones que la gente acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana. El pensador crítico busca entender cómo reconocer y mitigar o evitar los distintos engaños a los que es sometido en la cotidianeidad. Por eso desconfía de las fuentes de información como los medios de comunicación, ya que tienden a distorsionar la realidad. La premisa del pensamiento crítico es dudar de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con mayor precisión a los datos objetivos.
Se señala en oposición al pensamiento no crítico o vulgar, por el que se da por sentado la verdad de una creencia sin más y en la que los prejuicios sociales actúan como evidencias cognoscitivas prácticas y fuente de conocimiento y de la acción sin ponerlas en cuestión respecto a un contenido objetivo.
Dicha evaluación puede realizarse a través de la observación, la experiencia, el razonamiento o el método científico. El pensamiento crítico exige claridad, precisión, equidad y evidencias, ya que intenta evitar las impresiones particulares. En este sentido, se encuentra relacionado al escepticismo y a la detección de falacias. Para adoptar la actitud de un pensador crítico hay que reconocer y evitar los prejuicios cognitivos, identificar y caracterizar argumentos, evaluar las fuentes de información y, finalmente, evaluar los argumentos."
La critica es un instrumento para discernir y para cuestionar la validez de ciertas prácticas o reglas de conducta, y no para censurar de manera subjetiva basándose en las inclinaciones personales. Discernir es separar el trigo de la paja, en base a unos conocimientos, es reconocer la calidad de un objeto sin restarle valor a lo desechado. Para discernir se ha planteado unos criterios: la paja no sirve para elabora harina ni el trigo para construir techumbre, ambos tienen su utilidad. De esta critica se ha sacado un conocimiento.

"Raymond Williams se preocupó por el hecho de que la crítica se había reducido excesivamente a la noción de descubrir errores, y propuso que encontrásemos un vocabulario para los tipos de respuestas que tenemos, en concreto para las obras culturales, que no asuman el hábito (o el derecho o el deber) del juicio. Lo que reclamaba era un tipo de respuesta más específica que no se apresurase a generalizar: «Lo que siempre es preciso entender es la especificidad de la respuesta, que no es un “juicio” sino una práctica». Creo que esta última frase marca también la trayectoria del pensamiento de Foucault sobre este asunto, ya que su «crítica» no es una práctica que se reduzca a dejar en suspenso el juicio, sino la propuesta de una práctica nueva a partir de valores que se basan precisamente en esa suspensión.
Theodor Adorno reclamaba algo semejante al escribir sobre el peligro representado por una acción mecánica, puramente lógico-formal y administrativa, que decide acerca de las formaciones culturales y las articula en aquellas constelaciones de fuerza que el espíritu tendría más bien que analizar, según su verdadera competencia. Así que la tarea de desvelar estas constelaciones de poder se ve impedida por la precipitación de un “juicio mecánico” como forma ejemplar de la crítica. Para Adorno, esta manera de operar sirve para imponer una escisión entre la crítica y el mundo social a nuestro alcance. Adorno escribe que la misma soberanía del crítico o de la crítica, la pretensión de poseer un saber profundo del objeto y ante el objeto, la separación de concepto y cosa por la independencia del juicio, lleva en sí el peligro de sucumbir a la configuración-valor de la cosa; pues la crítica cultural apela a una colección de ideas establecidas y convierte en fetiches categorías aisladas.
El juicio, para ambos pensadores, es una manera de subsumir lo particular en una categoría general ya constituida, mientras que la crítica interroga sobre la constitución oclusiva del campo de conocimiento al que pertenecen esas mismas categorías."

El Occidente moderno se caracteriza por presentar una actitud crítica, esta actitud se muestra en una cierta manera de pensar, de decir, de actuar, una cierta relación con lo que existe, con lo que sabemos, con lo que hacemos, una relación con la sociedad, con la cultura, también una relación con los otros. Es la crítica, pues, más que un contenido, una actitud. Una actitud en relación con los diferentes contenidos que puedan surgir de las ciencias particulares. Una actitud crítica que se puede entender al modo de una forma de estar en el mundo. Una forma de estar en el mundo que se puede entender a la manera de no querer ser controlado, manipulado o gobernado de una determinada manera. Una de las primeras formas en que se da un cierto grado de autonomía en el individuo es no querer hacer lo que a uno le obligan hacer, es decir, rebelarse contra el poder establecido. Es decir no. Este hecho, corresponde a una actitud con respecto al mundo, es en primer lugar no aceptar la autoridad por el mero hecho de constituir tal autoridad.
Para Foucault pensar el problema de la libertad, y el de la ética en general, más allá del juicio, es especialmente importante: el pensamiento crítico consistiría justamente en ese empeño.

"Foucault comienza su discusión afirmando que hay varias gramáticas para el término crítica, distinguiendo entre una alta empresa kantiana que se llama crítica y las pequeñas actividades polémicas que se llaman crítica. De esta manera, nos advierte desde el inicio de que la crítica no será una sola cosa, y de que no seremos capaces de definirla separadamente de sus diversos objetos, los cuales a su vez la definen:
"Parece conducida por naturaleza, por función, diría que por profesión, a la dispersión, a la dependencia, a la pura heteronomía... o existe más que en relación con otra cosa distinta a ella misma".

Foucault busca de esta manera definir la crítica, pero encuentra que solamente son posibles una serie de aproximaciones. La crítica será dependiente de sus objetos, pero sus objetos a cambio definirán el propio significado de la crítica. Más aún, la tarea primordial de la crítica no será evaluar si sus objetos —condiciones sociales, prácticas, formas de saber, poder y discurso— son buenos o malos, ensalzables o desestimables, sino poner en relieve el propio marco de evaluación. ¿Cuál es la relación del saber con el poder que hace que nuestras certezas epistemológicas sostengan un modo de estructurar el mundo que forcluye posibilidades de ordenamiento alternativas? Por supuesto, podemos pensar que necesitamos certeza ideológica para afirmar con seguridad que el mundo está y debiera estar ordenado de una determinada manera. ¿Hasta qué punto, sin embargo, tal certeza está orquestada por determinadas formas de conocimiento precisamente para forcluir la posibilidad de pensar de otra manera? En este punto sería inteligente preguntar: ¿qué tiene de bueno pensar de otra manera si no sabemos de antemano que pensar de otra manera produce un mundo mejor, si no tenemos un marco moral en el cual decidir con conocimiento que ciertas posibilidades o modos nuevos de pensar de otra manera impulsarán ese mundo cuya mejor condición podemos juzgar con estándares seguros y previamente establecidos?...
...Esto es volver a un significado más fundamental de "crítica" con el fin de ver qué problema hay con la manera en que la cuestión se formula, para formular la cuestión de nuevo, de forma que se pueda trazar una aproximación más productiva hacia el lugar que ocupa la ética... Pero en este punto pediría paciencia, pues resulta que la crítica es una práctica que requiere una cierta cantidad de paciencia, al igual que la lectura, de acuerdo con Nietzsche, requiere que actuemos un poco más como vacas que como humanos, aprendiendo el arte del lento rumiar.

La contribución de Foucault a lo que parece ser un impás en la teoría crítica y postcrítica de nuestro tiempo es precisamente pedirnos que repensemos la crítica como una práctica en la que formulamos la cuestión de los límites de nuestros más seguros modos de conocimiento, a lo que Williams se refirió como nuestros «hábitos mentales acríticos» y que Adorno describió como ideología (el único pensamiento no-ideológico es aquel que no puede reducirse a operational terms, sino que intenta llevar la cosa misma a aquel lenguaje que está generalmente bloqueado por el lenguaje dominante). Una no se conduce hasta el límite para tener una experiencia emocionante, o porque el límite sea peligroso y sexy, o porque eso nos lleve a una excitante proximidad al mal. Una se interroga sobre los límites de los modos de saber porque ya se ha tropezado con una crisis en el interior del campo epistemológico que habita. Las categorías mediante las cuales se ordena la vida social producen una cierta incoherencia o ámbitos enteros en los que no se puede hablar. Es desde esta condición y a través de una rasgadura en el tejido de nuestra red epistemológica que la práctica de la crítica surge, con la conciencia de que ya ningún discurso es adecuado o de que nuestros discursos reinantes han producido un impás. En efecto, el propio debate en el que el punto de vista fuertemente normativo declara la guerra a la teoría crítica puede haber producido precisamente esa forma de impás discursivo del que surge la necesidad y la urgencia de la crítica.
Para Foucault, la crítica es instrumento, medio de un porvenir o de una verdad que ella misma no sabrá y no será, es una mirada sobre un dominio que se quiere fiscalizar y cuya ley no es capaz de establecer. De manera que la crítica será esa perspectiva sobre las formas de conocimiento establecidas y ordenadoras que no está inmediatamente asimiladas a tal función ordenadora. Foucault, significativamente, emparenta esta exposición del límite del campo epistemológico con la práctica de la virtud, como si la virtud fuese contraria a la regulación y al orden, como si la virtud misma se hubiera de encontrar en el hecho de poner en riesgo el orden establecido. No le intimida la relación que aquí se establece. Escribe, "hay algo en la crítica que tiene parentesco con la virtud". Y después afirma algo que podríamos considerar aún más sorprendente: "esta actitud crítica es la virtud en general".

Hay algunas formas preliminares de entender el esfuerzo de Foucault por moldear la crítica como virtud. La virtud se entiende con mucha frecuencia como un atributo o práctica de un sujeto, o como una cualidad que condiciona y caracteriza un cierto tipo de acción o práctica. Pertenece a una ética que no se cumple meramente siguiendo reglas o leyes formuladas objetivamente. Y la virtud no es solamente una manera o una vía para estar de acuerdo o cumplir con normas preestablecidas. Es, más radicalmente, una relación crítica con esas normas que, para Foucault, toma la forma de una estilización específica de la moralidad.
En esa coyuntura deja claro que busca ir más allá de una noción de filosofía ética que promulgue una serie de prescripciones. Así como la crítica interseca con la filosofía sin coincidir del todo con ella, Foucault busca hacer de su propio pensamiento un ejemplo de forma no prescriptiva de investigación moral. Del mismo modo se preguntará más tarde sobre formas de experiencia moral que no estén rígidamente definidas por una ley jurídica, una regla o mandato al que al sujeto se le pida someterse mecánica o uniformemente.
La experiencia moral tiene que ver con la transformación de sí provocada por una forma de conocimiento que es ajena al de uno mismo. Y esta forma de experiencia moral será diferente de la sumisión a un mandato. En efecto, en la medida en que Foucault interroga a la experiencia moral, entiende que él mismo está realizando una investigación sobre las experiencias morales que no están en primer lugar o en lo fundamental estructuradas por prohibición o interdicción.

En el primer volumen de "Historia de la sexualidad" buscaba mostrar que las prohibiciones primordiales asumidas por el psicoanálisis y las consideraciones estructuralistas sobre las prohibiciones culturales no se pueden aceptar como constantes históricas. Más aún, la experiencia moral no se puede entender historiográficamente recurriendo a una serie predominante de interdicciones en un tiempo histórico dado. Aunque hay códigos a estudiar, deben serlo siempre en relación con los modos de subjetivación a los que corresponden. Foucault afirma que la juridificación de la ley alcanza una cierta hegemonía en el siglo XIII, pero si nos remontamos a las culturas clásicas griega y romana encontramos prácticas, o "artes de la existencia", que tienen que ver con una relación cultivada del yo consigo mismo.
Con la introducción de la noción de "artes de la existencia" Foucault reintroduce también y vuelve a enfatizar las acciones sensatas y voluntarias, en concreto:
"Esas prácticas por las que los hombres no sólo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a sí mismos, modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra que presenta ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo."
No es que tales vidas sencillamente se ajusten a preceptos morales o normas de tal manera que los yoes que consideramos formados o preparados de antemano encajen en un molde que el precepto expone. Por el contrario, el yo se crea a sí mismo en los términos que marca la norma, habita e incorpora la norma, pero la norma, en este sentido, no es externa al principio de acuerdo con el cual el yo se forma. Lo que está en juego para Foucault no son los comportamientos, las ideas, las sociedades o sus ideologías, sino "las problematizaciones a cuyo través el ser se da como poderse y deberse ser pensado y las prácticas a partir de las cuales se forman aquéllas".
Aunque esta última afirmación es apenas transparente, lo que sugiere es que ciertos tipos de prácticas pensadas para manejar ciertos tipos de problemas tienen como consecuencia que, con el paso del tiempo, se establezca un dominio ontológico que constriñe a su vez lo que entendemos por posible. Sólo haciendo referencia a este horizonte ontológico que prevalece, él mismo instituido mediante una serie de prácticas, seremos capaces de comprender las diversas formas de relación con los preceptos morales que han sido formadas, así como con las que están por formarse."

Por todo ello la libre expresión es protegida como un derecho inalienable de toda persona y como un "plus"·, queda inmersa la crítica que permite identificar riesgos y situaciones perversas provenientes de estos poderes o autoridades otorgados por un silencioso acuerdo social o cultural dentro del ámbito del individuo.

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jueves, 22 de julio de 2010

El lado oscuro de la vida cotidiana.

En 1886 -más de una década antes de que Freud se zambullera en las profundidades de la mente humana- Robert Louis Stevenson tuvo un sueño muy revelador en el que un hombre perseguido por haber cometido un crimen ingiere una pócima y sufre un cambio drástico de personalidad que le hace irreconocible. De esta manera, el Dr. Jekyll, un amable y esforzado científico, termina transformándose en el violento y despiadado Mr. Hyde, un personaje cuya maldad iba en aumento a medida que se desarrollaba el sueño.
Stevenson utilizó la materia prima de este sueño como argumento para escribir su hoy famoso "El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde". Con el correr de los años el tema de esta novela ha terminado formando parte integral de nuestra cultura popular y no es infrecuente escuchar a nuestros semejantes tratando de explicar su conducta con justificaciones del tipo: «no era yo mismo», «era como si un demonio le poseyera» o «se convirtió en una bruja». Según el analista junguiano John A. Sanford, los argumentos que resuenan en gran parte de la humanidad encierran cualidades arquetípicas que pertenecen a los sedimentos más universales de nuestro psiquismo.
Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde, una persona afable en la vida cotidiana y otra entidad oculta y tenebrosa que permanece amordazada la mayor parte del tiempo. Bajo la máscara de nuestro Yo consciente descansan ocultas todo tipo de emociones y conductas negativas -la rabia, los celos, la vergüenza, la mentira, el resentimiento, la lujuria, el orgullo y las tendencias asesinas y suicidas, etc...-. Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría de nosotros es conocido en psicología como sombra personal.

Introducción a la sombra
La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad -como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea- vamos configurando lo que W. Brugh Joy llama el "Yo de las Resoluciones de Año Nuevo". No obstante, al mismo tiempo, vamos desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra imagen ideal -como la grosería y el egoísmo -. De esta manera, el ego y la sombra se van edificando simultáneamente, alimentándose, por así decirlo, de la misma experiencia vital.
Carl G. Jung descubrió la indiso lubilidad del ego y de la sombra en un sueño que recoge en su autobiografía "Recuerdos, Sueños, Pensamientos":
"Era de noche y me hallaba en algún lugar desconocido avanzando lenta y penosamente en medio de un poderoso vendaval.
La niebla lo cubría todo. Yo sostenía y protegía con las manos una débil lucecilla que amenazaba con apagarse en cualquier momento. Todo parecía depender de que consiguiera mantener viva esa luz.
De repente tuve la sensación de que algo me seguía. Entonces me giré y descubrí una enorme figura negra que avanzaba tras de mí. A pesar del terror que experimenté no dejé de ser consciente en todo momento de que debía proteger la luz a través de la noche y la tormenta.
Cuando desperté me di cuenta de inmediato de que la figura que había visto en sueños era mi sombra, la sombra de mi propio cuerpo iluminado por la luz recortándose en la niebla. También sabía que esa luz era mi conciencia, la única luz que poseo, una luz infinitamente más pequeña y frágil que el poder de las tinieblas pero, al fin y al cabo, una luz, mi única luz."

Son muchas las fuerzas que coadyuvan a la formación de nuestra sombra y determinan lo que está permitido y lo que no lo está. Los padres, los parientes, los maestros, los amigos y los sacerdotes constituyen un entorno complejo en el que aprendemos lo que es una conducta amable, adecuada y moral y lo que es un comportamiento despreciable, bochornoso y pecador.
La sombra opera como un sistema psíquico autónomo que perfila lo que es el Yo y lo que no lo es. Cada cultura -e incluso cada familia - demarca de manera diferente lo que corresponde al ego y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emociones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran.
En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana. No todos ellos, sin embargo, son rasgos negativos. Según la analista junguiana Liliane Frey-Rohn, este misterioso tesoro encierra tanto facetas infantiles, apegos emocionales y síntomas neuróticos como aptitudes y talentos que no hemos llegado a desarrollar. Así, en sus mismas palabras, la sombra «permanece conectada con las profundidades olvidadas del alma, con la vida y la vitalidad; ahí puede establecerse contacto con lo superior, lo creativo y lo universalmente humano».


La enajenación de la sombra
Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida.
El prolífico analista junguiano James Hillman dice:
"El inconsciente no puede ser consciente, la luna tiene su lado oscuro, el sol también se pone y no puede brillar en todas partes al mismo tiempo y aún el mismo Dios tiene dos manos. La atención y la concentración exigen que ciertas cosas se mantengan fuera del campo de nuestra visión y permanezcan en la oscuridad. Es imposible estar en ambos lugares al mismo tiempo".

Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo -como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, pongamos por caso - es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos.
La analista junguiana Marie -Louise von Franz ha insinuado que el mecanismo de la proyección se asemeja al hecho de disparar una flecha mágica. Si el receptor tiene un punto débil como para recibir la proyección la flecha da en el blanco. Así, por ejemplo, cuando proyectamos nuestro enfado sobre una pareja insatisfecha, nuestro seductor encanto sobre un atractivo desconocido o nuestras cualidades espirituales sobre un guru, nuestra flecha da en el blanco y la proyección tiene lugar estableciéndose, a partir de entonces se produce un misterioso vínculo entre el emisor y el receptor, cosa que ocurre, por ejemplo, cuando nos enamoramos, cuando descubrimos a un héroe inmaculado o cuando tropezamos con alguien absolutamente despreciable, por ejemplo.
Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado. Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa al ego y que representa aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y, consecuentemente, repudia, olvida y destierra a las profundidades de su psiquismo sólo para reencontrarlas nuevamente más tarde en los enfrentamientos desagradables con los demás.

El encuentro con la sombra
Pero aunque no podamos contemplarla directamente la sombra aparece continuamente en nuestra vida cotidiana y podemos descubrirla en el humor (en los chistes sucios o en las payasadas) que expresan nuestras emociones más ocultas, más bajas o más temidas. Cuando algo nos resulta muy divertido -el resbalón sobre una piel de plátano o el descubrimiento de un tabú corporal-, también nos hallamos en presencia de la sombra. Según John A. Sanford, la sombra suele ser la que ríe y se divierte, por ello es muy probable que quienes carezcan de sentido del humor tengan una sombra muy reprimida.
La psicoanalista inglesa Molly Tuby describe seis modalidades diferentes para descubrir a la sombra en nuestra vida cotidiana:
  • En los sentimientos exagerados respecto de los demás. («¡No puedo creer que hiciera tal cosa!», «¡No comprendo cómo puede llevar esa ropa!»)
  • En el feedback negativo de quienes nos sirven de espejo. («Es la tercera vez que llegas tarde sin decírmelo.»)
  • En aquellas relaciones en las que provocamos de continuo el mismo efecto perturbador sobre diferentes personas. («Sam y yo creemos que no has sido sincero con nosotros.»)
  • En las acciones impulsivas o inadvertidas. («No quería decir eso.»)
  • En aquellas situaciones en las que nos sentimos humillados. («Me avergüenza su modo de tratarme.»)
  • En los enfados desproporcionados por los errores cometidos por los demás. («¡Nunca hace las cosas a su debido tiempo!», «Realmente no controla para nada su peso.»)
También podemos reconocer la irrupción inesperada de la sombra cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o la cólera o cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero la sombra suele retroceder con la misma prontitud con la que aparece porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen.
Es precisamente por este motivo que rechazamos tan rápidamente -sin advertirlas siquiera - las fantasías asesinas, los pensamientos suicidas o la embarazosa envidia que tantas cosas podría revelarnos sobre nuestra propia oscuridad. R. D. Laing describía poéticamente este reflejo de negación de la mente del siguiente modo:
El rango de lo que pensamos y hacemos
está limitado por aquello de lo que no nos damos cuenta.
Y es precisamente el hecho de no darnos cuenta
de que no nos damos cuenta
lo que impide
que podamos hacer algo
por cambiarlo.
Hasta que nos demos cuenta
de que no nos damos cuenta
seguirá moldeando nuestro pensamiento y nuestra acción.

Si la negación persiste, como dice Laing, ni siquiera nos daremos cuenta de que no nos damos cuenta. Es frecuente, por ejemplo, que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida determinando incluso, en ocasiones, un giro de ciento ochenta grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda permaneceremos sordos a sus gritos.
La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente contemporáneo de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad a interna de descender al mundo subterráneo puede ser postergada por multitud de causas, como una jornada laboral muy larga, las distracciones o los antidepresivos que sofocan nuestra desesperación. En cualquiera de estos casos el verdadero objetivo de la melancolía escapa de nuestra comprensión.
Encontrar a la sombra nos obliga a ralentizar el paso de nuestra vida, escuchar las evidencias que nos proporciona el cuerpo y concedernos el tiempo necesario para poder estar solos y digerir los crípticos mensajes procedentes del mundo subterráneo.


La sombra colectiva
Hoy en día, cada vez que abrimos un periódico o vemos el telediario tropezamos cara a cara con los aspectos más tenebrosos de la naturaleza humana. Los mensajes emitidos a diario por los medios de difusión de masas a toda nuestra aldea global electrónica evidencian de continuo las secuelas más lamentables de la sombra. El mundo se ha convertido así en el escenario de la sombra colectiva.
La sombra colectiva -la maldad humana- reclama por doquier nuestra atención: vocifera desde los titulares de los quioscos; deambula desamparada por nuestras calles dormitando en los zaguanes; se agazapa detrás de los neones que salpican de color los rincones más sórdidos de nuestras ciudades; juega con nuestro dinero desde las entidades financieras; alimenta la sed de poder de los políticos y corrompe nuestro sistema judicial; conduce ejércitos invasores hasta lo más profundo de la jungla y les obliga a atravesar las arenas del desierto; trafica vendiendo armas a enloquecidos líderes y entrega los beneficios a insurrectos reaccionarios; poluciona nuestros ríos y nuestros océanos y envenena nuestros alimentos con pesticidas invisibles.
Estas consideraciones no son el resultado de un nuevo fundamentalismo basado en una actualizada versión bíblica de la realidad. Nuestra época nos ha forzado a ser testigos de este dantesco espectáculo. No hay modo de eludir el espantoso y sombrío fantasma invocado por la corrupción política, el fanatismo terrorista y los criminales de cuello blanco. Nuestro apetito interno de totalidad -patente ahora más que nunca en el sofisticado engranaje de la comunicación global- nos exige hacer frente a la conflictiva hipocresía que se extiende por doquier.
De este modo, mientras que muchos individuos y grupos viven los aspectos socialmente más benignos de la existencia otros, en cambio, padecen sus facetas más desagradables y terminan convirtiéndose en el objeto de las proyecciones grupales negativas de la sombra colectiva (véase sino fenómenos tales como la caza de brujas, el racismo o el proceso de creación de enemigos. Así, para el anticomunismo norteamericano la Unión Soviética es el imperio del mal mientras que los musulmanes consideran que los Estados Unidos encarnan el poder de Satán; según los nazis los judíos son sabandijas bolcheviques, en opinión de los monjes cristianos las brujas están aliadas con el diablo y para los defensores sudafricanos del appartheid y para los miembros del Ku Klux Klan los negros no son seres humanos y, por tanto, no merecen los derechos y los privilegios de los que gozan los blancos.
El poder hipnótico y la naturaleza contagiosa de estas intensas emociones resulta evidente en la expansión de la persecución racial, la violencia religiosa y las tácticas propias de la caza de brujas. Es como si unos seres humanos ataviados con sombrero blanco intentaran deshumanizar a quienes no lo llevan para justificarse a sí mismos y terminar convenciéndose de que exterminarlos no significa, en realidad, matar seres humanos.
A lo largo de la historia la sombra ha aparecido ante la imaginación del ser humano asumiendo aspectos tan diversos como, por ejemplo, un monstruo, un dragón, Frankenstein, una ballena blanca, un extraterrestre o alguien tan ruin que difícilmente podemos identificarnos con él y que rechazamos como si de la Gorgona se tratara. Uno de las principales finalidades de la literatura y del arte ha sido la de mostrar el aspecto oscuro de la naturaleza humana. Como dijo Nietzsche:
"El arte impide que muramos de realidad".

Cuando utilizamos el arte o los medios de difusión de masas -incluida la propaganda política- para referirnos a alguien y convertirlo en un diablo, estamos intentando debilitar sus defensas y adquirir poder sobre él. Esto podría ayudarnos a comprender la plaga del belicismo y del fanatismo religioso puesto que el rechazo o la atracción por la violencia y el caos de nuestro mundo nos lleva a convertir mentalmente a los demás en los depositarios del mal y los enemigos de la civilización.
El fenómeno de la proyección también puede dar cuenta de la enorme popularidad de las novelas y de las películas de terror ya que, de ese modo, la representación vicaria de la sombra nos permite reactivar y quizás liberar nuestros impulsos más perversos en el entorno seguro que nos ofrece un libro o una sala cinematográfica.
Los cuentos para niños suelen referirse a la lucha entre las fuerzas del bien -ejemplificadas por las hadas y las fuerzas del mal -representadas por espantosos demonios-. De este modo los niños suelen ser iniciados en el fenómeno de la sombra superando de manera vicaria las pruebas que deben afrontar sus héroes y sus heroínas, aprendiendo así las pautas universales del destino del ser humano.
La censura actual se debate en el campo de los medios de comunicación de masas y de la música pero quienes se aprestan a silenciar la voz de la oscuridad no alcanzan a comprender nuestra urgente necesidad de escucharla. Así, si bien los censores se esfuerzan denodadamente en reescribir "La Caperucita Roja" para que ésta no termine siendo devorada por el lobo ignoran, por otra parte, que de ese modo lo único que consiguen es entorpecer el camino para que los niños afronten el mal con el que necesariamente deberán tropezar a lo largo de su vida.
Cada familia, al igual que cada sociedad, tiene sus propios tabús, sus facetas ocultas. La sombra familiar engloba todos aquellos sentimientos y acciones que la conciencia vigílica de la familia considera demasiado amenazadoras para su propia imagen y, consecuentemente, rechaza. Para una honrada y conservadora familia cristiana puede tratarse de la adicción a la bebida o del hecho de casarse con alguien perteneciente a otra confesión religiosa; para una familia atea y liberal, en cambio, quizás se trate de las relaciones homosexuales, por ejemplo. En nuestra sociedad los malos tratos conyugales y el abuso infantil, oculto hasta hace poco en la sombra de la familia, emerge hoy en proporciones epidémicas a la luz del día.
El lado oscuro de la sombra no constituye una adquisición evolutiva reciente fruto de la civilización y de la educación sino que hunde sus raíces en la sombra biológica que se asienta en nuestras mismas células. A fin de cuentas, nuestros ancestros animales consiguieron sobrevivir gracias a sus uñas y sus dientes. Nuestra bestia -aunque se mantenga enjaulada la mayor parte del tiempo- permanece todavía viva.
Muchos antropólogos y sociobiólogos creen que la maldad humana es el resultado de refrenar nuestra agresividad, de elegir la cultura sobre la naturaleza y de perder el contacto con nuestro estado salvaje. En esta línea; el médico y antropólogo Melvin Konner cuenta en "The Tangled Wing" la historia de aquel hombre que fue al zoológico y acercándose a un cartel que decía «El Animal Más Peligroso de la Tierra» descubrió asombrado que se hallaba ante un espejo.

Conócete a ti mismo
En la antigüedad los seres humanos conocían las diversas dimensiones de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy famosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, "Conócete a ti mismo", los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro.
Nosotros somos herederos directos de la mentalidad griega pero preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad. La religión griega, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos.
Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos.
Marie -Louise von Franz reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando:
"En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores- como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares constituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad".


Nada en exceso
La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones.
Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos.
¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra inconsciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo.
El hecho es que cuando sentimos un deseo muy intenso y lo relegamos a la sombra opera desde ahí sin tener en cuenta a los demás; cuando estamos muy hambrientos y rechazamos ese impulso terminamos atormentando a nuestro cuerpo comiendo y bebiendo en exceso; cuando sentimos una aspiración elevada y la desterramos a la sombra nos condenamos a la búsqueda de gratificaciones sustitutorias instantáneas o nos entregamos a actividades hedonistas tales como el abuso de alcohol o drogas. La lista podría ser interminable pero lo cierto es que podemos observar por doquier los excesos del crecimiento desmesurado de la sombra:
  • La amoralidad de la ciencia y la estrechísima colaboración existente entre el mundo de los negocios y la tecnología pone en evidencia nuestro deseo incontrolado de aumentar nuestro conocimiento y nuestro dominio sobre la naturaleza.
  • El papel distorsionado y codependiente de quienes se dedican a las profesiones de ayuda y la codicia de médicos y empresas farmacéuticas que se manifiesta en la compulsión farisaica a ayudar y curar a los demás.
  • La apatía del trabajo alienante, la rápida obsolescencia generada por la automación y la hubris del éxito se expresan en la aceleración y deshumanización de los trabajos.
  • El interés desmesurado en la maximización de los beneficios y el progreso que se evidencian en el crecimiento a ultranza del mercantilismo.
  • El consumismo, el abuso de la publicidad, el derroche y la polución desenfrenada nos revelan el grado de materialismo hedonista existente en nuestra sociedad.
  • El narcisismo generalizado, la explotación personal, la manipulación de los demás y el abuso de mujeres y niños evidencia el deseo de controlar las dimensiones innatamente incontrolables de nuestra propia vida.
  • La obsesión por la salud, las dietas, los medicamentos y la longevidad a cualquier precio testimonia nuestro permanente miedo a la muerte.
Estas facetas oscuras impregnan todos los estratos de nuestra sociedad y las soluciones que suelen ofrecerse a los excesos de la sombra colectiva, no hacen más que agravar el problema. Consideremos, por ejemplo, las atrocidades cometidas por el fascismo y el autoritarismo en Europa -intentos reaccionarios de solucionar el desorden social, la decadencia y la permisividad de la época o el moderno resurgimiento del fundamentalismo religioso y político que se extiende por doquier y que, en palabras de W. B. Yeats, ha «desatado la anarquía sobre el mundo».
A esto se refería Jung cuando decía:
"Hemos olvidado ingenuamente que bajo el mundo de la razón descansa otro mundo. Ignoro lo que la humanidad deberá soportar todavía antes de que se atreva a admitirlo".

Ahora o nunca
Desde tiempo inmemorial la historia nos evidencia las plagas de la maldad humana. Naciones enteras han caído en ataques de histeria colectiva de dimensiones devastadoras. Hoy en día el aparente final de la guerra fría nos coloca en una situación excepcionalmente esperanzadora. Por primera vez las naciones parecen reflexionar sobre sí mismas y tratan de cambiar de rumbo. El siguiente artículo, citado por Jerome S. Bernstein en su libro "Power and Politics", es sumamente elocuente a este respecto. El 11 de junio de 1988 el "Philadelphia Inquirer" comentaba del siguiente modo la noticia del gobierno soviético anunciando la suspensión temporal de los exámenes de historia en todo el país:
La Unión Soviética anunció ayer la suspensión de los exámenes finales de historia de más de cincuenta y tres millones de estudiantes arguyendo que los textos de historia habían envenenado con mentiras «las mentes y los cuerpos» de generaciones enteras de niños soviéticos.
"Isvestia", órgano oficial del gobierno, afirmaba que esta decisión excepcional pretende acabar con la transmisión de mentiras de generación en generación, un proceso que originó la consolidación de un sistema político y económico estalinista al que los actuales líderes quieren poner fin.
«La culpabilidad de quienes han engañado de ese modo a generaciones enteras... es inconmensurable», rezaba uno de los titulares del artículo. «Hoy estamos recogiendo los amargos frutos de nuestra propia lasitud moral, estamos pagando por la conformidad y el silencio aprobador que tanto nos avergüenza y que impide que podamos mirar a la cara y responder sinceramente a las preguntas de nuestros hijos».

Esta admirable confesión pública de toda una nación jalona el final de una era. Según Sam Keen, autor de "Faces of the Enemy", "las únicas naciones seguras son aquellas que recurren de manera sistemática a la vacuna de la libertad de prensa y en la que se desoyen los gritos emponzoñados que apelan al destino divino y la paranoia santificada".
Hoy en día el mundo se mueve en dos direcciones aparentemente opuestas, una de ellas se aleja de los regímenes fanáticos y totalitarios mientras que otra se dirige hacia ellos. Ante tales fuerzas nos sentimos impotentes o experimentamos una sensación de culpabilidad por nuestra complicidad inconsciente en la situación en que se halla inmerso nuestro mundo. Hace ya más de medio siglo que Jung describió explícitamente la naturaleza de este vínculo:
"La voz interna pertenece a la conciencia cualesquiera sean los sufrimientos de la totalidad -sea cual fuere la nación o la humanidad de la que formemos parte. El mal se presenta pues en forma individual y debemos comenzar suponiendo que sólo constituye un rasgo del carácter individual".

Sólo disponemos de una forma de protegernos de la maldad humana representada por la fuerza inconsciente de las masas: desarrollar nuestra conciencia individual. Si desperdiciamos esta oportunidad para aprender o fracasamos en actualizar lo que nos enseña el espectáculo de la conducta humana perderemos nuestra capacidad de cambiarnos a nosotros mismos y, consecuentemente, de cambiar también al mundo. El mal permanecerá siempre con nosotros lo cual no significa, sin embargo, que debamos tolerar sus desmesuradas consecuencias.
En 1959 Jung dijo:
"Es inminente un gran cambio en nuestra actitud psicológica. El único peligro que existe reside en el mismo ser humano. Nosotros somos el único peligro pero lamentablemente somos inconscientes de ello. En nosotros radica el origen de toda posible maldad".

El dibujante Walt Kelly dijo simplemente: "Hemos encontrado al enemigo, somos nosotros mismos". Hoy en día debemos renovar el significado psicológico de la idea de poder individual. La frontera para enfrentarnos a la sombra se halla -hoy como siempre - en el interior del individuo.


Recuperar la sombra
El descubrimiento de la sombra tiene por objeto fomentar nuestra relación con el inconsciente y expandir nuestra identidad compensando, de ese modo, la unilateralidad de nuestras actitudes conscientes con nuestras profundidades inconscientes.
Según el novelista Tom Robbins «descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modo correcto». Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico ya que, como señalaba Jung, «la sombra sólo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención».
Cuando mantenemos una relación adecuada con la sombra reestablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas. El trabajo con la sombra -un término acuñado para referimos al esfuerzo constante por desarrollar una relación creativa con la sombra- nos permite:
  • Aumentar el autoconocimiento y, en consecuencia, aceptamos de una manera más completa.
  • Encauzar adecuadamente las emociones negativas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana.
  • Liberamos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones negativas.
  • Reconocer las proyecciones que tiñen de continuo nuestra opinión de los demás.
  • Sanar nuestras relaciones mediante la observación sincera de nosotros mismos y la comunicación directa.
  • Y utilizar la imaginación creativa -vía sueños, pintura, escritura y rituales - para hacernos cargo de nuestro yo alienado.
Quizás... quizás de ese modo dejemos de oscurecer la densidad de la sombra colectiva con nuestras propias tinieblas personales.
La astróloga y analista junguiana británica Liz Greene señala la naturaleza paradójica de la sombra como depositaria de la oscuridad y baliza que jalona el camino hacia la luz. En su opinión:
"El lado enfermo y doliente de nuestra personalidad encierra simultáneamente a la sombra oscura que se niega a cambiar y al redentor que puede transformar nuestra vida y modificar nuestros propios valores. En cierto modo este redentor es anormal porque lleva consigo algún tipo de estigma. Por ello puede descubrir el tesoro escondido, salvar a la princesa o matar al dragón. La sombra es, pues, al mismo tiempo, aquello a redimir y el sufrimiento redentor".


Fuentes:
Connie Zweig y Jeremiah Abrams
"Encuentro con la sombra"
Introducción: El lado oscuro de la vida cotidiana



Segunda tarea: Dejar al descubierto la tosca sombra.

"Pero hay un misterio que no comprendo: Sin ese impulso de otredad -diría incluso que de maldad- sin esa
terrible energía que s e oculta detrás de la salud, la sensatez y el sentido, nada funciona ni puede funcionar. Te digo que la bondad -lo que nuestro Yo vigílico cotidiano denomina bondad- lo normal, lo decente, no son
nada sin ese poder oculto que mana ininterrumpidamente de nuestro lado más sombrío."
Doris Leasing

En esta parte del cuento, la "podrida" familia putativa irrumpe en el mundo de Vasalisa y empieza a amargarle la vida. Las tareas de esta fase son:

Aprender de una manera todavía más consciente a soltar a la madre excesivamente positiva.

Descubrir que el hecho de ser buena, dulce y amable no permite alcanzar la felicidad en la vida. (Vasalisa se convierte en una esclava, pero eso no le sirve de nada).

Experimentar directamente la oscuridad de la propia naturaleza, y concretamente los aspectos excluyentes, envidiosos y explotadores del yo (la madrastra y las hermanas).

Reconocerlo de manera inequívoca.

Establecer las mejores relaciones posibles con las peores partes de una misma.

Permitir que crezca la tensión entre aquella que la mujer está aprendiendo a ser y la que realmente es.

Y, finalmente, ir permitiendo que muera el viejo yo y nazca el nuevo yo intuitivo.

La madrastra y las hermanastras representan los elementos subdesarrollados pero provocadoramente crueles de la psique. Se trata de los elementos de la sombra, es decir, de unos aspectos de la personalidad que se consideran indeseables o inútiles y que por esta razón se relegan a las tinieblas. Por otra parte, el oscuro material negativo -el que con tanto afán se dedica a destruir u obstaculizar la nueva vida también puede utilizarse en beneficio propio tal como veremos más adelante. Cuando estalla y nosotras identificamos finalmente sus aspectos y sus orígenes, adquirimos más fuerza y sabiduría.
En esta fase de la iniciación una mujer se siente acosada por las mezquinas exigencias de su psique que la exhortan a acceder a cualquier cosa que deseen los demás. Pero el cumplimiento de las exigencias ajenas da lugar a una terrible comprensión de la que todas las mujeres tienen que tomar nota. La comprensión de que el hecho de ser nosotras mismas hace que muchos nos destierren y de que el hecho de acceder a las exigencias de los demás hace que nos desterremos de nosotras mismas. La tensión es un tormento y se tiene que resistir, pero la elección está muy clara.
Vasalisa se ve privada de cualquier tipo de privilegio, pues hereda y es heredada por una familia que no puede comprenderla ni apreciarla. Por lo que a ellas respecta, es innecesaria. La odian y la insultan. La tratan como a la Forastera, la indigna de confianza. En los cuentos de hadas, el papel del forastero o del proscrito suele estar representado por el personaje que está más profundamente relacionado con la naturaleza sabia.
La madrastra y las hermanastras pueden interpretarse como unas criaturas colocadas en la psique de la mujer por la cultura a la que ésta pertenece. La familia putativa de la psique es distinta de la “familia del alma", pues pertenece al superego, el aspecto de la psique que está estructurado de acuerdo con las expectativas -saludables o no- que tiene cada sociedad en particular con respecto a las mujeres. Estos estratos y estas exigencias culturales -es decir, el superego- no son percibidos por las mujeres como algo que emana de la psique del Yo emocional sino como algo procedente del "exterior", de otra fuente que no es innata. Los estratos del superego cultural pueden ser muy positivos o muy perjudiciales.
La familia putativa de Vasalisa es un ganglio intrapsíquico que pinza el nervio vital de la vida. La madrastra y las hermanastras entran en escena como un coro de viejas brujas que la pinchan diciendo: "No lo vas a poder hacer. No vales lo bastante. No tienes el valor suficiente. Eres estúpida, sosa y vacía. No tienes tiempo. Sólo sirves para cosas sencillas. Tienes una capacidad limitada. Déjalo mientras puedas." Pero, puesto que todavía no es plenamente consciente de sus facultades, Vasalisa permite que este mal ponga obstáculos a su cabo salvavidas.
Lo mismo nos ocurre a nosotras. Vemos en el cuento que la intuición que tiene Vasalisa de lo que está ocurriendo a su alrededor es. muy vaga y que el padre de la psique tampoco se da cuenta del ambiente hostil que lo rodea; él también es demasiado bueno y carece de desarrollo intuitivo. Es curioso observar que las hijas de padres ingenuos suelen tardar más en despertar.
Nosotras también estamos pinzadas cuando la familia putativa que llevamos dentro o que nos rodea nos dice que no servimos para nada e insiste en que nos centremos en nuestros defectos en lugar de fijarnos en la crueldad que se arremolina a nuestro alrededor, tanto si ésta emana de nuestra psique como si emana de la cultura a la que pertenecemos.


No obstante, para poder ver algo necesitamos intuición y fuerza para resistir lo que vemos. Es posible que, como Vasalisa, tratemos de ser amables en lugar de ser astutas, Es posible que nos hayan enseñado a apartar a un lado la aguda perspicacia para poder llevarnos bien con la gente. Sin embargo, la recompensa que recibimos a cambio de ser amables en circunstancias opresivas consiste en una intensificación de los malos tratos.

Eso no significa que tengamos que abstenernos de ser amables en caso necesario o por libre elección. La clase de amabilidad a la que nos referimos aquí es la de tipo servil que linda con la adulación. Se trata de una amabilidad que nace del desesperado deseo de obtener algo y del hecho de sentirse impotente. Es algo similar a la situación del niño que teme a los perros y dice "perrito guapo, perrito guapo", en la esperanza de que eso apacigüe al perro.
Hay una clase de "amabilidad" todavía más perjudicial, en la que una mujer utiliza sus malas artes para congraciarse con los demás. Piensa que tiene que pellizcar placenteramente a los demás para conseguir aquello que no cree poder obtener por otros medios. Es una forma perjudicial de ser amable, pues coloca a la mujer en la situación de sonreír e inclinarse para que los demás se sientan a gusto y sean amables con ella, la apoyen, la aprueben, le concedan favores, no la traicionen, etc. La mujer accede a no ser ella misma. Pierde su forma y asume la fachada que los demás parecen apreciar. Aunque semejante comportamiento pueda ser una poderosa táctica de camuflaje en una situación difícil sobre la que la mujer tiene escaso o nulo control, la mujer que voluntariamente encuentra motivos para colocarse casi siempre en dicha situación, se engaña a sí misma a propósito de algo que es muy serio y abandona su principal fuente de poder, que es el hecho de expresar sinceramente lo que piensa.

Aunque una mujer piense que el hecho de ser ella misma le granjeará la hostilidad de los demás, esta tensión psíquica es precisamente lo que necesita para poder desarrollar el alma y crear un cambio.
Por eso la madrastra y las hermanastras deciden enviar lejos a Vasalisa, pensando en su fuero interno: "Vete al bosque, Vasalisa, vete a ver a la Baba Yagá y, si sobrevives, ja, ja -cosa que no ocurrirá-, puede que te aceptemos." Se trata de una idea de importancia decisiva, pues muchas mujeres se quedan atascadas a medio camino de este proceso de iniciación... como si estuvieran medio dentro y medio fuera del aro. A pesar de la existencia del depredador natural de la psique que dice "¡Muérete!", "¡Déjalo!" y "¿Por qué no te rindes?", de una manera prácticamente automática, la cultura en la que vive una mujer y la familia en la que creció pueden intensificar dolorosamente este natural pero moderado aspecto negativo de la psique.
Por ejemplo, las mujeres que se han criado en familias que no aceptan sus cualidades se lanzan una y otra vez al cumplimiento de impresionantes hazañas... sin saber por qué. Experimentan la necesidad de tener tres doctorados universitarios, colgar boca abajo desde la cumbre del Everest o llevar a cabo toda suerte de arriesgadas y costosas proezas que les ocupan mucho tiempo para demostrar su valía a su familia. "¿Ahora me aceptáis? ¿No?. Muy bien pues (suspiro), ahora veréis." El ganglio de la familia putativa nos pertenece cualquiera que sea el medio a través del cual lo hayamos recibido, y nuestra obligación es deshacernos de él con autoridad. Sin embargo, sabemos que, para que esta profunda tarea pueda seguir adelante, el hecho de tratar de demostrar la propia valía al coro de celosas brujas es inútil y, tal como veremos más adelante, incluso obstaculiza la iniciación.
Vasalisa cumple sus tareas cotidianas sin quejarse. El hecho de someterse puede parecer una heroicidad, pero, en realidad, provoca más presiones y conflictos entre las dos naturalezas contrarias, la demasiado buena y la demasiado exigente. Tal como ocurre con el conflicto entre el hecho de someterse a los deseos de los demás y el de ser una misma, esta presión conduce a un buen final. La mujer que se debate entre ambas cosas va por buen camino, pero tiene que dar los pasos que todavía le quedan.
En el cuento, las parientes putativas exprimen hasta tal punto la naciente psique que, a causa de sus intrigas, el fuego se apaga. En este momento una mujer empieza a desorientarse. Puede que tenga frío, se sienta sola y esté dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar el fuego. Ésta es justo la sacudida que necesita la mujer demasiado amable para poder proseguir su camino hacia su propio poder. Vasalisa tiene que conocer a la Gran Bruja Salvaje porque necesita pegarse un buen susto. Tenemos que abandonar el coro de los detractores y adentrarnos en el bosque. No podemos quedarnos y marcharnos al mismo tiempo.


Vasalisa, como nosotras, necesita una luz que la ayude a distinguir entre lo que es bueno para ella y lo que no. No podrá desarrollarse mientras siga siendo la criada de todo el mundo. Las mujeres que tratan de ocultar sus más profundos sentimientos se están matando. El fuego se apaga. Es como una dolorosa forma de cese temporal de las funciones vitales. Pero, al mismo tiempo y quizá con una cierta crueldad, el hecho de que el fuego se apague ayuda a Vasalisa a salir de su sumisión. Y la induce a morir a su antigua vida y entrar temblando en una nueva vida basada en una clase más antigua y más sabia de conocimiento interior.

Fuentes:

Clarissa Pinkola Estés
"Mujeres que Corren con los Lobos"


La Sombra y su integración psicológica.

"Mientras tratemos de convencer al mundo y a nosotros de que son solamente ellos (es decir, nuestros adversarios) quienes están equivocados. Sería mucho mejor para nosotros hacer intentos serios para reconocer nuestra propia sombra y sus hechos malvados. Si pudiéramos ver nuestra sombra (el lado oscuro de nuestra naturaleza), seríamos inmunes a toda infección moral y mental y a toda insinuación. Tal como están ahora las cosas estamos expuestos a cualquier infección, porque, en realidad, estamos haciendo, en la práctica, las mismas cosas que ellos. Sólo que nosotros tenemos la desventaja adicional de que ni vemos ni deseamos comprender lo que estamos haciendo bajo la capa de los buenos modales".
C. G. Jung

En el proceso de individuación de la psicología de Carl Gustav Jung se tiende hacia el centro superior de la psique, es decir, al Sí-Mismo, y para ello el Yo, nuestra consciencia, va ampliando su autoconocimiento e integrando los diversos arquetipos que configurarán su personalidad total.
El primer arquetipo que debe ser integrado es lo que Jung denominó con el nombre de sombra. Esto supone comenzar conscientemente el proceso de individuación reconociendo y vivenciando los contenidos de nuestro inconsciente personal. Percibir la sombra es como mirarse en un espejo que nos muestra los recovecos de nuestro inconsciente personal, y, por lo tanto, aceptar la sombra es aceptar el "ser inferior" que habita en nuestro interior.
La sombra que todavía no ha sido integrada en la conciencia origina multitud de proyecciones. La sombra proyectada es la causante de la gran mayoría de los actos cotidianos en los que la intercomunicación es obstruida por "ruidos" psíquicos. Acusamos a los demás de defectos que anidan en nuestro interior y que no nos gusta reconocerlos como tales:
"Cuando un individuo hace un intento para ver su sombra, se da cuenta (y a veces se avergüenza) de cualidades e impulsos que niega en sí mismo, pero que puede ver claramente en otras personas, cosas tales como egotismo, pereza mental y sensiblería; fantasías, planes e intrigas irreales; negligencia y cobardía; apetíto desordenado de dinero y posesiones..."
La sombra, además de este tipo de omisiones presenta también una faceta que se manifiesta en actos reflejos impulsivos:
"Antes de que se tenga tiempo de pensarlo, el comentario avieso estalla, surge el plan, se realiza la dicisión errónea, y nos enfrentamos con resultados que jamás pretendimos o deseamos conscientemente".

"Uno puede encontrar su sombra sobre todo en las proyecciones erróneas o cuando afloran en nosotros peculiaridades que solemos reprimir y dominar, pero también en una figura exterior concreta. En el primer caso aparece en el material del inconsciente como una figura del sueño que representa, personificadas, una o varias peculiaridades psíquicas del que sueña; en el segundo es una persona del mundo en torno a la cual, por ciertas razones estructurales se centraliza, siendo portadora proyectiva de esa o esas peculiaridades ocultas en el inconsciente.
Es en nosotros mismos, precisamente, donde con mayor frecuencia y con mayor realidad percibimos las cualidades de la sombra, siempre que estemos dispuestos a reconocer que nos pertenecen; así, por ejemplo, cuando nos sobreviene una explosión de rabia; cuando bruscamente comenzamos a maldecir o a conducirnos groseramente; cuando, del todo en contra de nuestra voluntad, actuamos de un modo antisocial; cuando nos comportamos ruinmente con mezquindad, o aparecemos coléricos, cobardes, frívolos o hipócritas: entonces desplegamos cualidades que en circunstancias ordinarias ocultamos o reprimimos cuidadosamente y cuya existencia nosotros mismos ignoramos".

La sombra impulsa al ser humano al contagio colectivo, a la psicología de masas y a las actuaciones del hombre-masa:
"Cuando un hombre está sólo, por ejemplo, se siente relativamente bien; pero tan pronto como "los otros" hacen cosas oscuras, primitivas, comienza a temer que si no se une a ellos le considerarán tonto. Así es que deja paso a impulsos que, realmente, no le pertenecen. Es particularmente en contacto con la gente del mismo sexo cuando una persona se tambalea entre su propia sombra y la de los demás. Aunque si vemos la sombra en una persona del sexo opuesto, generalmente nos molesta mucho menos y estamos más dispuestos a perdonar".
La sombra se personifica, por tanto, en personas del mismo sexo, tanto en sueños como en los mitos y manifestaciones artísticas. Suele personificarse como una persona primitiva inferior, "como alguien que tiene cualidades desagradables o que nos molesta".

Quizás sea necesario insistir sobre los contenidos y particularidades de la sombra a fin de tener bien claro lo que se intenta expresar con este termino. Para ello recurriremos a diferentes definiciones diversas sobre la sombra:

A) "La sombra es la parte inferior de la personalidad. La suma de todas las disposiciones psiquicas personales y colectivas, que no son vividas a causa de su incompatibilidad con la forma de vida elegida conscientemente y se constituyen en una personalidad parcial relativamente autónoma en el inconsciente con tendencias antagónicas.
La sombra se comporta respecto a la consciencia como compensadora, su influencia, pues, puede ser tanto negativa como positivas La omisión y la supresión de la sombra, así como la identificación del Yo con ella, puede llevar a desdoblamientos peligrosos. Puesto que la sombra está próxima al mundo de los instintos es indispensable tenerla en cuenta constantemente."

B) "La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza indirecta o indirectamente, así,por ejemplo, rasgos de carácter de valor inferior y demás tendencias irreconciliables."

C) "Bajo el aspecto individual la sombra es para lo oscuro personal como la personificación de los contenidos de nuestra psique que a través de la vida no hemos admitido hemos arrojado o reprimido y que, en ciertas circunstancias pueden tener también un carácter positivo. Bajo el aspecto colectivo representan la parte oscura de lo colectivo-humano, la disposición estructural que yace en lo íntimo de todo ser humano para lo inferior y lo oscuro".


La sombra es también la causante de muchísimos conflictos políticos, sociales y religiosos; la agitación política por ejemplo, está llena de proyecciones de la sombra en el enemigo o el traidor:
"La agitación política en todos los países está llena de proyecciones, en gran parte parecidas a las cotilleos de vecindad entre grupos pequeños e individuos. Las proyecciones de todo tipo oscurecen nuestra visión respecto al prójimo, destruyen su objetividad, y de ese modo destruyen también toda posibilidad de auténticas relaciones humanas".
La represión que nuestra "función superior" (la función psicológica más imperante en nuestro Yo consciente de las cuatro posibles: intuir, pensar, sentir y percibir) y nuestra tipología psicológica (introvertido o extravertido) lleva a cabo con todo aquello que no se ajusta a ellas origina un incremento de energía psíquica en la sombra, con lo cual ésta se torna más negativa. La misión de ser humano es integrar este "hermano oscuro" y dejar de creer que somos mejores que los demás, siendo conveniente no intentar reprimir totalmente la sombra.

La sombra personifica al inconsciente personal pero también es una componente arquetípica ya que todos los seres humanos portan consigo una sombra, un "aspecto sombrío" que actua mediante la proyección de contenidos del inconsciente personal. Estas proyecciones conforman un comportamiento arquetípico que configura a la sombra como un fenómeno colectivo. Además la sombra, como arquetipo, se encuentra vinculada al mal; por ello, el aspecto colectivo de la sombra ha sido personificado en las figuras de los demonios, brujas y brujos, Satán, Mefistófeles, cábiros, faunos, etc.
Pero la sombra es algo consustancial al individuo, ya que la propia naturaleza del mundo implica que exista luz y exista oscuridad. La fuerza de la sombra no sólo actúa negativamente sino también positivamente :
"La sombra no sólo consiste en tendencias moralmente desechable sino que muestra también una serie de cualidades buenas, a saber: instintos normales, reacciones adecuadas, percepciones fieles a la realidad, impulsos creadores, etc".
Por ello, la integración de la sombra es un auténtico conflicto moral pues la confrontación con la sombra supone tener "conciencia crítica despiadada del propio ser":
"Que la sombra se convierta en nuestro amigo o en nuestro enemigo depende en gran parte de nosotros mismos... La sombra no es siempre, y necesariamente, un contrincante. De hecho es exactamente igual a cualquier ser humano con el cual tenemos que entendernos, a veces cediendo, a veces resistiendo, a veces mostrando amor, según lo requiera la situación. La sombra se hace hostil sólo cuando es desdeñada o mal comprendida."

La integración de la sombra supone , tal y como nos indicó el simbólogo junguiano Juan Garcia Font, en conversación privada, un "no tomarse demasiado en serio", lo que está unido al humor para consigo mismo. Hay que burlarse un poco de uno mismo y de lo que uno considera importante, pero ¡cuidado..! no hay que desvalorarlo: "Podemos estar hablando de cosas muy serias, pero estando al mismo tiempo en una actitud humorístíca. En la medida en que se establece un diálogo con la sombra se establece un primer grado de integración. Lo cual se traduce inmediatamente en el lenguaje. Hay un lenguaje de la sombra: el de la inspiración. Nosotros utilizamos en la comunicación una sintaxis convencional, social; mas sucede entonces que esta ordenación del discurso ahoga la sombra. Y como la sombra es el ser travieso, el ser que goza con el equívoco y que, en un momento, dado rompe la estructura establecida. Así, el poeta, al ser un distorsionador del lenguaje, destroza significados para alcanzar un superior sentido y ésto le permite dialogar con la sombra. Un ejemplo sencillo de este lenguaje de la sombra sería el siguiente: todos hemos oído ese refrán que dice "Tanto va el cantaro a la fuente que al final se rompe" pues bien, la sombra diría algo así: "Tanto va el cántaro a la fuente, que al final se llena". Este humor que abre ventanas a la inspiracion es una forma de integrar a la sombra. Y de esta manera se vitaliza; el espíritu penetra en la palabra. Por ello, en la medida que la sombra penetra en el discurso y la activa, la carga de energía, y se produce un paso en la integración".
"Si la figura de la sombra contiene valiosas fuerzas, y fuerzas vitales, tienen que ser asimiladas a experiencias efectivas y no reprimidas. Corresponde al Yo renunciar a su orgullo y fatuidad y vivir conforme a algo que parece oscuro, pero que, en realidad, puede no serlo. Esto ha de requerir un sacrificio tan heroico como la conquista de la pasión pero en sentido opuesto".

El conflicto surge debido a que, en principio, ignora el Yo si un impulso de la sombra es positivo o negativo. Este es uno de los problemas más conflictivos del proceso de individuación en esta primera fase del camino de la integración de los arquetipos y de la búsqueda del Sí-Mismo. "El reconocimiento de la sombra predispone a la modestia y hasta al temor a la esencia insondable del ser humano". Con el reconocimiento de la nombra el individuo comienza, consecuentemente, a relacionarse con los demás de otra forma:
"Todavía hoy debemos tener sumo cuidado para no proyectar nuestra propia sombra de un modo harto vergonzoso, y estamos como inundados por ilusiones proyectadas. Al representarse a una persona suficientemente valiente como para desprenderse por entero de toda proyección piénsase en un individuo consciente de poseer una sombra considerable. Tal hombre se ha cargado de nuevos problemas y conflictos; se ha convertido en tarea seria para sí mismo, dado que no puede decir ya que son los otros quienes hacen tal o cual cosa, ni que son ellos los culpables, y que hay que combatirlos. Vive en la "casa del autoconocimiento, de la concentración íntima. Sea cual fuera la cosa que ande mal en el mundo,este hombre sabe que igual ocurre también dentro de él mismo y si aprende solo a "componérselas" con su sombra habrá hecho en verdad algo para el mundo. Habrá logrado entonces dar respuesta a una ínfima parte, al menos, de los enormes problemas que se plantean en el presente, buena parte de los cuales oponen tantas dificultades en razón de hallarse como envenenados por las mutuas proyecciones. ¿Y podrá ver claramente quien no se ve a sí mismo ni aquellas oscuridades que, inconscientemente, está transfiriendo en todas sus acciones?
La cita es larga pero sustancial. Se precisa una decisión moral considerable para confrontarse, reconocerse, admitir e integrar a la sombra con el Yo. El mismo Jung advierte que "vivir consigo mismo requiere una serie de virtudes cristianas que cada uno debe aplicar a la propia persona, o sea, paciencia, amor, fe, esperanza y humildad". La tolerancia es, pues, una virtud que primero debe aplicarse uno consigo mismo y después con los demás.


Por todo lo comentado se deduce que el encuentro con la sombra coincide en muchas personas con la concienciación del tipo de función pricológica y actitud tipológica al que pertenece ya que las funciones indiferenciadas y la actitud psicológica reprimida conforman parte de nuestra.sombra. Su desarrollo, por tanto, va ligado al Yo y actua de forma complementaria o compensatoria con respecto a la conciencia mientras no se es consciente de dicha sombra.

Fuentes:



jueves, 15 de julio de 2010

Espiritualidad

He aquí un texto del Maestro Sant Kirpal Singh Ji. No adopto todas sus enseñanzas, sin embargo este texto definiendo la Espiritualidad es de lo mas acertado.
Kirpal Singh Ji es un Maestro de "Para Vidya":
"El conocimiento supremo es aquel que trata, tanto en la teoría como en la práctica, de la verdadera naturaleza del Ser Humano y su relación con el Ser Supremo . En efecto, es una ciencia natural, sin hipótesis, y no sujeta a los cambios ni al tiempo. En la antigua India se la llamó “Para Vidya” (Ciencia de la Verdad Realizada o Ciencia del más Allá), y surgieron diferentes denominaciones para interpretar este conocimiento. Fue entonces cuando se introdujo el término “Apra Vidya”, que significa la preparación para alcanzar el conocimiento de Para Vidya. Esta preparación consiste en Llevar una vida ética y moral y en la práctica de la concentración o meditación (de diversas maneras), siendo ambos elementos indispensables para el desarrollo espiritual."

Quizás no esté fuera de lugar explicar aquí el significado del término “Espiritualidad,” el cual es confundido frecuentemente con fe ciega en los libros sagrados, con exhibición de milagros, con fenómenos psíquicos o con poderes yóguicos. La espiritualidad es una experiencia interna y su alfabeto comienza donde terminan todas las filosofías y prácticas de yoga. Es la experiencia del alma. Cuando un individuo dice: “Yo soy este cuerpo,” se trata de un sentimiento basado en el intelecto y se le define como ignorancia. Cuando dice: “No soy este cuerpo, soy un alma despierta,” se trata únicamente de un conocimiento o teoría que ha aprendido. Pero cuando por medio del análisis de su propio Ser obtiene una experiencia verdadera de su alma y entra en contacto con el Ser Supremo, a eso se le llama espiritualidad...

"Un aspecto de la fe consiste en aproximarse a Las Enseñanzas y a la práctica confiados como niños. No quiero decir que permanezcamos siendo infantiles, pero sí que la pureza y la sinceridad de la confianza en el Ser Supremo constituyen un importante aspecto de la fe y así entendemos porqué las dudas interfieren en esa fe. Si el bebé dudara de la leche materna y dijera: "Espera un minuto, quiero un análisis de eso antes de beberlo". ¡Entonces sí que se encontraría frente a un verdadero problema!
Por supuesto que no se trata de fe ciega ni de ciega confianza. No deberíamos ser incondicionales, sino tener confianza. ¿Cuántas veces los Maestros nos piden que confiemos en Las Enseñanzas?. Para ser capaces de confiar, uno necesita detener y sobrepasar sus propias dudas, pero no tapándolas. Casualmente la otra noche me preguntaba cómo sería tener una fe libre de dudas. Escuchamos demasiado a menudo que "Si realmente tuviéramos fe, si verdaderamente fuéramos serios, nunca deberíamos dudar". Entonces, como dudamos, nos sentimos avergonzados de ello, lo escondemos, lo queremos suprimir, no se lo podemos contar a nadie porque estaríamos evidenciando que algo anda mal en nosotros. Y esto es incorrecto.
Todos dudamos. De hecho, el Buda utilizó la duda en el Sutra del Loto para despertar el espíritu de búsqueda de sus discípulos y ayudarlos a atravesar el lugar en el cual se encontraban convencidos de que ya habían accedido a un nuevo nivel de fe. La duda constituye el primer paso hacia profundizar nuestra fe, por lo tanto, no deberíamos avergonzarnos de nuestras dudas, sino que más bien deberíamos ser honestos, asumirlas, enfrentarlas, explorarlas, porque una fe más profunda nos aguarda al final de ese proceso. Cuanto más profundas son nuestras dudas, más profunda es la fe que conquistamos una vez que las vencemos.
Por lo tanto, deberíamos esforzarnos por tener una fe "liberadora de dudas". No libre de dudas sino "liberadora de dudas", porque aplicar la fuerza de nuestra fe y práctica para resolver nuestras dudas deriva en una fe más profunda."

- Entonces usted cree que esta bien interpretar la Biblia de la forma que se quiera?

- No, claro que no! Pero la Biblia fue escrita e interpretada por hombres mortales. Y muchas de esas interpretaciones fueron reflejos del tiempo en que vivían.

- Entonces usted se siente completamente libre para cuestionarla? Porque... Lo creo blasfemo.

- Creo que a Dios no le gustan las preguntas. El puede no estar contento con todas las respuestas... Creo que tener fe ciega es tan peligroso como no tener fe.

- Yo nunca cuestione mi fe. Yo... nunca tuve razones para hacerlo.

- A veces, cuestionarla... ayuda a encontrar una fe mas profunda.

Del dialogo entre Mary Griffith
y el reverendo de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana,
en la película:


...La espiritualidad no se puede comprar ni enseñar, pero se puede captar mediante el contacto con personas espirituales. Más aún, los regalos de la Naturaleza como el aire, el agua, la luz, etc., son gratuitos. La espiritualidad también es un regalo de la Naturaleza y los Maestros competentes la conceden gratuitamente. De igual manera, la espiritualidad no se puede obtener por medio de los libros, este es un hecho que todas las sagradas escrituras sostienen. Estos libros contienen los valiosos registros de las experiencias internas de espiritualidad que otras personas tuvieron. Llenan huecos en la historia y contienen mensajes de los Maestros del pasado que nos ayudan a verificar los hechos que nos revela un Maestro Viviente, confirmando así nuestra fe en esta Ciencia.

Al ser humano lo confunden las diferentes traducciones, interpretaciones y exposiciones, cada una diferente de la otra, que en vez de aliviar su mente, tienden más bien a desorientarlo y a confundirlo. Su egoísmo ha creado también cientos de círculos religiosos, cuya finalidad es separarse de los demás y predicar un conformismo estrecho con los dogmas establecidos en vez de predicar el amor, y procuran el aislamiento en vez de buscar la integración con los demás. Desgarrados en medio de emociones conflictivas, los seres humanos desarrollan odio y pensamientos de guerra.

Para la comprensión de la Ciencia de los Maestros asistimos al Satsang, adonde la mayoría de nuestras dudas son aclaradas. Las respuestas directas del Maestro nos ayudarán a disipar cualquier duda que aún prevalezca. Todas las preguntas reciben la misma atenta consideración y no se incurre en ninguna controversia. Ricos o pobres, elevados o humildes, todos reciben la misma atención de la misma forma en que un médico debe atender a sus enfermos. Un Maestro verdadero puede ver las virtudes y errores de un hombre de manera tan clara como uno ve el contenido de una jarra de cristal, pero no revela nada. Sentados frente al Maestro, son beneficiados incluso aquellos que no comprenden su idioma, igual que cuando estamos en una perfumería y disfrutamos del aroma de las dulces fragancias. El Maestro derrama sus bendiciones a través de su mirada, las cuales pueden ser aprovechadas por aquellos que están hambrientos de ellas. Sus ojos son un maravilloso rocío de amor.


Fuentes:





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