Hasta el más casual observador de nuestra evolución cultural no puede dejar de notar la impactante disparidad entre el desarrollo del poder intelectual, el conocimiento científico y la destreza tecnológica, por un lado, y la sabiduría, la espiritualidad y la ética, por el otro. El conocimiento científico y tecnológico ha crecido exponencialmente desde que los griegos se volcaron al albur científico en el siglo sexto, antes de Cristo. Durante estas veinticinco centurias, difícilmente ha habido cierto progreso en la conducción de los asuntos sociales. La espiritualidad y los cánones morales de Lao Tzu y Buda -que también vivieron en el siglo seis antes de Cristo- claramente no fueron inferiores a los nuestros. Señalaron una culminación del desarrollo espiritual, en vez del comienzo de una curva ascendente.
El progreso humano, entonces, ha sido un asunto puramente racional e intelectual, y esta evolución unilateral ha llegado ahora a un grado de sobremanera alarmante; una situación tan paradojal que linda con la insania. Tenemos apilados decenas de miles de armamentos nucleares; suficientes para destruir el mundo entero varias veces. Al mismo tiempo, estamos construyendo afanosamente peligrosas plantas de energía nuclear que producen cantidades masivas de desechos que amenazan extinguir la vida de nuestro planeta.
Aun sin la amenaza de una catástrofe nuclear, el ecosistema global y la evolución ulterior de la vida en la tierra están seriamente en peligro y pueden desembocar en un desastre ecológico en gran escala. Nuestra prodigiosa tecnología no parece servir de ayuda alguna. Podemos controlar el descenso suave de una maquinaria espacial en planetas distantes, pero somos incapaces de controlar los humos contaminantes que emanan de nuestros autos y fábricas. Hemos prometido la vida perfecta en gigantescas colonias espaciales, pero todavía no logramos manejar nuestras ciudades. Entretanto, el mundo comercial nos hace creer que grandes industrias productoras de comida para perros y cosméticos son un signo de nuestro elevado estándar de vida, mientras los economistas tratan de decirnos que no podemos "solventar" salud, protección, educación o transporte público adecuados.
Todo esto sugiere un profundo desequilibrio en nuestra cultura: en nuestros pensamientos y sentimientos, nuestros valores y actitudes, y nuestras estructuras sociales.
Una reflexión posterior muestra que las raíces de esta crisis cultural reside en el desequilibrio entre dos modalidades de la conciencia que han sido reconocidas a través de los tiempos como aspectos característicos de la naturaleza humana. Son usualmente llamadas la vía racional y la vía intuitiva, o modalidad científica y modalidad religiosa, y han sido descriptas con otros términos variados: masculino/femenino, linel/no-lineal, y demás. Los chinos las han llamado el yang y el yin, y nunca las vieron como experiencias pertenecientes a categorías separadas, sino siempre como dos faces de la misma realidad; partes extremas de un todo único. En la perspectiva china tradicional, todas las manifestaciones de la realidad, incluyendo las manifestaciones de naturaleza humana, son generadas por la interrelación dinámica de estas dos fuerzas polares. De acuerdo a un antiguo texto chino:
"Habiendo llegado a su climax el yang se retira en favor del yin; habiendo llegado a su climax el yin se retira a favor del yang."
Resulta muy instructivo observar las actitudes de nuestra cultura en referencia a estos aspectos complementarios de la naturaleza humana. El aspecto yang es nuestro lado masculino: la faz activa, racional, competitiva, científica. El aspecto yin es nuestro lado femenino: la faz dúctil, intuitiva, cooperativa, mística. Nuestra sociedad ha favorecido consistentemente el yang antes que el yin: la actividad por encima de la contemplación, el conocimiento racional por encima de la sabiduría intuitiva, la ciencia por encima de la religión, la rivalidad por encima de la cooperación, etc.
Además, en vez de reconocer que la personalidad de cada hombre y cada mujer es el resultado de una acción recíproca entre los elementos masculinos y femeninos, hemos establecido un orden estático y rígido donde todos los hombres se pretenden masculinos y todas las mujeres femeninas, y hemos dado a los hombres los roles de liderazgo y la mayoría de los privilegios de la sociedad.
No obstante, creo que somos ahora testigos del inicio de un tremendo movimiento evolucionario. Como dice el texto chino, habiendo llegado a su extremo, el yang se retira a favor del yin. Los años sesenta y setenta han generado una serie íntegra de movimientos políticos, religiosos y filosóficos que parecen ir todos en la misma dirección. La creciente preocupación por la ecología, el fuerte interés en el misticismo, el redescubrimiento del tratamiento holístico de la salud y el curar, y -tal vez lo más importante de todo- la creciente conciencia feminista, son todas manifestaciones de la misma tendencia evolucionaria. Todas ellas contrarrestan el exceso de énfasis racional en las actitudes y valores masculinos, y procuran recuperar un equilibrio entre las partes masculinas y femeninas de la naturaleza humana.
Sostendré que los físicos pueden efectuar una valiosa contribución para superar el desequilibrio cultural imperante. Desde el siglo diecisiete, la física ha sido el ejemplo reluciente de una ciencia exacta y ha servido como modelo para todas las otras ciencias. Durante dos siglos y medios, la física clásica desarrolló una óptica mecanística del mundo, viendo al universo como un sistema mecánico, compuesto por ladrillos elementales. Las demás ciencias aceptaron este encuadre como la descripción correcta de la realidad y modelaron sus propias teorías de acuerdo a ello.
En el siglo veinte, sin embargo, la física atravesó por varias revoluciones conceptuales que revelaron claramente las limitaciones de la concepción mecánica del mundo y condujeron a una visión orgánica y ecológica del globo que muestra grandes similitudes con las visiones de los místicos de todas las eras y las tradiciones. El universo ya no es más visto como una máquina hecha a partir de una multitud de objetos separados, sino que aparece como un todo armonioso e indivisible; una red de relaciones dinámicas que incluyen al observador humano (él o ella) y su conciencia de modo esencial.
El hecho de que la física moderna, manifestación de una especialización extrema de la mente racional, esté ahora haciendo contacto con el misticismo, esencia de la religión y manifestación de una especialización extrema de la mente intuitiva, denota muy hermosamente la unidad y la naturaleza complementaria de las modalidades racional e intuitiva de la conciencia. Los físicos, por lo tanto, pueden proporcionar una base científica para el cambio de actitudes y valores que nuestra cultura precisa tan urgentemente a fin de sobrevivir. La física moderna puede mostrarle a las demás ciencias que el pensamiento científico no debe ser necesariamente reduccionista y mecánico; que las visiones holísticas y ecológicas también son científicamente ciertas.
Delinearé primero la concepción global de la física clásica y su influencia sobre las demás ciencias, y luego discurriré acerca de los conceptos de la física del siglo veinte y sus implicancias para la ciencia y la sociedad.
La visión global mecánica de Newton
La visión global de la física clásica, que también podría llamarse visión global occidental tradicional, tiene sus raíces en la filosofía de los atomistas griegos que veían a la materia como compuesta por varios "componentes básicos", los átomos, que son puramente pasivos y están intrínsecamente muertos. Se pensaba que estaban movidos por fuerzas externas que a menudo se presumían como de origen espiritual, y de tal modo fundamentalmente diferentes de la materia.
Esta imagen se volvió una parte esencial de la manera occidental de pensar. Dio cabida al dualismo entre espíritu y materia, entre la mente y el cuerpo, que es característica del pensamiento occidental. En su modo más agudo este dualismo fue formulado en la filosofía de Descartes, quien basaba su visión de la naturaleza sobre una división fundamental en dos reinos separados e independientes: el de la mente (res cogitans), y el de la materia (res extensa). La división cartesiana permitió que los científicos trataran a la materia como muerta y completamente separada de ellos mismos, y ver al mundo material como una multitud de objetos diferentes ensamblados en una enorme máquina. Dicha concepción mecánica fue sostenida por Newton, quien construyó su teoría sobre tal base y la convirtió en el pilar de la física clásica.
La visión mecánica de la naturaleza está estrechamente ligada al determinismo riguroso. La gigantesca maquinaria cósmica era considerada como algo completamente causal y determinado; todo lo que sucedía tenía una causa definida y daba lugar a un efecto definido. La base filosófica de este determinismo estricto consistió en la división fundamental entre el Yo y el Mundo introducida por Descartes. Como consecuencia de esta división, se creía que el mundo podía ser descripto objetivamente, o sea; sin mencionar jamás al observador humano, y tal descripción objetiva de la naturaleza pasó a ser el ideal de todas las ciencias.
Influencia del modelo Newtoniano sobre las otras ciencias
Desde la segunda mitad del siglo XVII hasta el final del siglo XIX, el modelo newtoniano mecánico del universo dominó todo el pensamiento científico. Las ciencias naturales, así como las humanidades y las ciencias sociales, se modelaron todas a sí mismas a partir de la física newtoniana, y aun hoy existen todavía quienes se aferran a dicho modelo pese a que los físicos lo han trascendido notoriamente.
Antes de debatir el impacto de la física newtoniana en otros campos, quiero destacar un punto importante. La nueva concepción del universo que ha emergido de la física moderna no significa que la física newtoniana esté equivocada, o que nuestras teorías actuales sean correctas. En la ciencia moderna hemos llegado a darnos cuenta que todas nuestras teorías son aproximaciones a la verdadera naturaleza de las cosas. Cada teoría es válida para cierta gama de fenómenos. Más allá de tal gama, ya no da una descripción satisfactoria de la naturaleza, y deben hallarse nuevas teorías para reemplazarlas. O mejor, para extenderla mediante una mejora de la aproximación.
La pregunta, entonces, será: ¿cuán bueno como aproximación es el modelo newtoniano como base para las otras ciencias? En la propia física, tuvo que ser abandonado al nivel de lo muy pequeño (en física atómica y subatómica) y al nivel de lo muy grande (en astrofísica y cosmología). En otros campos, las limitaciones pueden ser de tipo diferente. Debe advertirse que de lo que estamos hablando no es tanto de la aplicación de la física de Newton a otros fenómenos, sino de la aplicación de la visión global mecanista y reduccionista sobre la cual se basa la física newtoniana. Será necesario que cada ciencia encuentre en un contexto particular dónde se hallan las limitaciones de tal visión del mundo.
Biología y medicina
En biología, el modelo newtoniano condujo a la idea de que un organismo vivo puede ser considerado como una máquina construida por partes separadas. Dicha biología mecanista fue inicialmente expuesta por Descartes y ha dominado las ciencias de la vida hasta estos días. La analogía con la máquina sugiere que los organismos vivientes pueden ser comprendidos reduciéndolos a pedazos y tratando de juntarlos nuevamente tras el conocimiento de sus partes. Esta aproximación, sin duda, todavía constituye la columna vertebral de la mayoría del pensamiento biológico contemporáneo.
Los modelos mecánicos de biología tuvieron fuerte influencia en la medicina que ha venido considerando al cuerpo humano como una máquina que puede ser analizada en los términos de sus partes. La enfermedad es vista como una entidad externa que invade el cuerpo y lo ataca en un punto determinado. El rol de los doctores es intervenir, ya sea físicamente (mediante la cirugía) o químicamente (mediante los fármacos), y tratar la parte afectada, partes distintas tratadas por especialistas diferentes.
Asociar una enfermedad particular con una parte definida del cuerpo es, por supuesto, muy útil en muchos casos. Pero la medicina occidental ha sobreenfatizado este encuadre reduccionista, y ha desarrollado sus disciplinas especializadas al punto en que los doctores ya no son capaces de ver a la enfermedad como una perturbación del organismo entero, ni de tratarla como tal. Lo que hacen es tratar una parte particular del cuerpo , y eso es hecho sin tomar en cuenta al resto del organismo; ni siquiera los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad del paciente.
Psicología dividida
La psicología clásica, como la física clásica, se basa en la división cartesiana entre res cogitans y res extensa. Basadas en tal división, para estudiar la mente han sido desarrolladas dos aproximaciones. El conductismo eligió estudiar los efectos de la mente sobre la materia mediante el estudio de la conducta, y aplicó en su tarea la metodología de la física clásica. Los fenómenos psicológicos fueron reducidos a "bloques constructores" y se vincularon a estímulos psicológicos que se asumieron como sus causas. Como en la biología clásica, los organismos vivientes fueron vistos como máquinas que reaccionan a estímulos externos, y este mecanismo estímulo-respuesta fue modelado a partir de la física de Newton.
Los conductistas, que todavía constituyen la corriente principal de la psicología académica, defienden su posición clamando que es la única aproximación científica a la psicología, identificando así claramente el encuadre reduccionista y mecanista con la ciencia.
Freud partió desde el otro lado de la división cartesiana. En vez de estudiar meramente la conducta, eligió estudiar la res cogitans misma mediante la introspección. Aunque no tratando con la materia, él quería desarrollar una psicología científica, y para hacerlo estableció una relación conceptual entre el psicoanálisis y la física clásica.
Como físico, Freud buscó los fundamentos basales. Se enfocó en los instintos básicos, y postuló al ello, al yo y al superego como las estructuras psicológicas básicas, ubicadas y extendidas en el espacio psicológico. Estas estructuras son vistas como cierta especie de objetos internos que están en conflicto. Los mecanismos y maquinarias de la mente son todos impulsados por fuerzas modeladas a partir de la mecánica de Newton.
De la psicología, pasaré ahora a las ciencias sociales y, en particular, a la economía. La economía de estos días, como la mayoría de las ciencias sociales, es fragmentaria y reduccionista. Falla en reconocer que la economía es meramente un aspecto de una fábrica entera social y ecológica. El error básico de las ciencias sociales es dividir esta fábrica en fragmentos, suponiendo que son independientes y que deben ser tratados por departamentos académicos separados: psicología, economía, ciencia política, etc.
Los economistas desatienden la interdependencia social y ecológica, tratando a todos los bienes por igual, sin considerar los muchos modos en que están relacionados con el resto del mundo, y reduciendo todos los valores a la concreción del lucro privado. La economía convencional es de este modo inherentemente antiecológica. Utiliza sus conceptos -"eficiencia", "productividad", "utilidad", etc.- sin su contexto social y sociológico más amplio, y generalmente deja de considerar los costos ambientales y sociales generados por la actividad económica.
Semejante actitud no solamente está en agudo contraste con la de las culturas tradicionales, sino que también es inconsistente frente al punto de vista de la física moderna. Las teorías básicas de la física moderna, como expondré dentro de un rato, nos fuerzan a ver el mundo natural como un todo orgánico en el que todas las partes son interdependientes; un sistema dinámico que se autoequilibra y autoajusta, no como nuestra economía y tecnología actuales que no reconocen principio alguno de autolimitación. La fe en un crecimiento económico y tecnológico indiferenciado se ha tornado central en nuestra cultura. Nuestro sistema económico se basa en la expansión continua, pero la expansión ilimitada en una Tierra finita jamás puede conducir a un estado de equilibrio dinámico. Como decía Schumacher: "En el sutil sistema de la naturaleza, nuestra tecnología procede como un cuerpo foráneo, y existen signos numerosos de rechazo."
Lo que necesitamos, entonces, es una nueva base filosófica para la economía y la tecnología, una nueva visión global fundamental. Semejante visión global, creo, es provista por la física moderna, la ciencia en la cual se basa la tecnología.
La teoría del quantum revela la unicidad básica del Universo
La exploración del mundo atómico y subatómico en el siglo XX, ha revelado insospechadas limitaciones de los conceptos clásicos y nos ha forzado a revisar muchas de nuestras ideas básicas sobre la realidad. Una de las principales revelaciones de la teoría del quantum*, fundamento teórico de la física atómica, ha sido el reconocimiento de que la probabilidad es un rasgo fundamental de la realidad atómica que gobierna todos los procesos, e inclusive la existencia de la materia. Las partículas subatómicas no existen con certeza en lugares definidos, sino más bien evidencian "tendencias a existir". Al nivel atómico, los objetos materiales sólidos de la física clásica se disuelven en pautas de probabilidades.
Estas pautas, además, no representan probabilidades de cosas, sino más bien probabilidades de interconexiones. Un cuidadoso análisis del proceso de observación en la física atómica demuestra que las partículas subatómicas carecen de significación como entidades aisladas, pero pueden ser comprendidas solamente como interconexiones entre la preparación de un experimento y la medición subsiguiente. Las partículas subatómicas no son "cosas" sino conexiones entre cosas, y estas "cosas" son interconexiones entre otras "cosas", y así en adelante.
La teoría del quantum, revela así la unicidad básica del universo. Demuestra que no podemos descomponer el mundo en unidades más pequeñas existiendo independientemente. A medida que penetramos en la materia, la naturaleza no nos demuestra ningún ladrillo aislado, sino más bien aparece como una complicada trama de relaciones entre las variadas partes de un todo unificado.
Otra importante revelación de la física atómica ha sido la captación de que esta trama cósmica de relaciones incluye al observador humano (él o ella) y a su conciencia de un modo esencial. En la teoría del quantum, los "objetos" observados pueden ser comprendidos en los términos de la interacción entre varios procesos de observación y medida, y el final de este encadenamiento de procesos reside siempre en la conciencia del observador humano. El rasgo crucial de la teoría del quantum es que el observador humano no sólo resulta necesario para observar las propiedades del fenómeno atómico, sino que hace falta hasta para dar lugar a estas propiedades. Mi decisión consciente sobre cómo observar, digamos, un electrón, determinará en cierta medida las propiedades del electrón. En otras palabras, el electrón no tiene propiedades objetivas independientes de mi mente. En la física atómica, la tajante división cartesiana entre mente y materia, entre el yo y el mundo, deja de ser válida.
Nunca podemos hablar de la naturaleza sin hablar, al mismo tiempo, de nosotros mismos.
La teoría de la relatividad ha cambiado nuestro concepto del espacio y del tiempo
Los cambios de nuestros conceptos básicos de realidad discutidos hasta aquí han sido causados por la teoría del quantum, una de las dos teorías básicas de la física moderna. La otra teoría, que ha influenciado nuestra concepción de la naturaleza con idéntica profundidad, ha sido la teoría de la relatividad de Einstein.
La teoría de la relatividad ha producido un cambio drástico en nuestro concepto del espacio y del tiempo. Nos ha mostrado que el espacio no es tridimensional y que el tiempo no es una entidad separada. Ambos están íntima e inseparablemente conectados, y forman una continuidad cuatridimensional llamada espacio-tiempo. En la teoría de la relatividad, por lo tanto, jamás hablaremos del espacio sin hablar del tiempo, y viceversa.
Los conceptos de espacio y de tiempo son tan básicos para la descripción de los fenómenos naturales, que su modificación acarrea una modificación del encuadre íntegro que utilizamos para describir la naturaleza. La más importante consecuencia de esta modificación es la percepción de que la masa no es otra cosa que una forma de energía; que hasta un objeto en reposo tiene energía almacenada en su masa.
Estos desarrollos -la unificación del espacio y del tiempo, y la equivalencia de la masa y la energía- han tenido una profunda influencia en nuestro cuadro de la materia, y nos han forzado a modificar nuestro concepto de la partícula en un modo esencial. En la física moderna, la masa ya no está asociada con una substancia material, y en consecuencia las partículas no son vistas como consistiendo en alguna "cosa" básica, sino más bien en manojos de energía. La energía, sin embargo, está asociada con la actividad, con procesos, y esto implica que la naturaleza de las partículas subatómicas es intrínsecamente dinámica.
Para comprender esto mejor, debe recordarse que estas partículas sólo pueden ser descriptas en el marco donde el espacio y el tiempo están fusionados en un continuo cuatridimensional. En tal marco, las partículas ya no pueden ser enfocadas como objetos tridimensionales estáticos, como bolas de billar o granos de arena, sino que deben ser concebidas como entidades cuatridimensionales en el espaciotiempo. Las partículas subatómicas son pautas dinámicas que poseen un aspecto espacial y un aspecto temporal. Su aspecto espacial las hace aparecer como objetos con cierta masa, su aspecto temporal como procesos que involucran la energía equivalente. En consecuencia, la teoría de la relatividad da a los constituyentes de la materia un aspecto dinámico intrínseco. La existencia de la materia y su actividad no pueden ser separadas; son aspectos diferentes de la misma realidad espaciotiempo.
Las pautas de energía del mundo subatómico forman las estructuras moleculares y atómicas estables que construyen la materia y le dan su apariencia sólida macroscópica, haciéndonos creer así que está configurada por una substancia material. A nivel macroscópico, esta noción de substancia es bastante útil, pero a nivel atómico carece de significación. Los átomos consisten en partículas y estas partículas no están hechas de ninguna cosa material. Cuando las observamos, nunca vemos substancia alguna; lo que observamos son pautas dinámicas cambiando continuamente en otras pautas: una danza continua de la energía.
Implicancias de la Nueva Física para la Ciencia y la sociedad
¿Cuáles son, entonces, las implicancias de la nueva física para la ciencia y la sociedad? Una de las principales lecciones que los físicos tuvieron que aprender en este siglo ha sido el hecho de que todos los conceptos y teorías que utilizamos para describir la naturaleza son limitados. Toda vez que expandimos el ámbito de nuestra experiencia, tenemos que modificar, y hasta abandonar, algunos de estos conceptos. La experiencia de cuestionar la propia base del marco conceptual de uno mismo, y verse forzado a aceptar profundas modificaciones de las ideas más apreciadas por uno, ha sido dramática y hasta dolorosa para los físicos, especialmente durante las tres primeras décadas del siglo, pero eso fue recompensado por hondas revelaciones acerca de la naturaleza de la materia y de la mente humana. Creo que esta experiencia puede ser muy útil para los demás científicos, muchos de los cuales han llegado ahora a los límites del mundo newtoniano clásico en sus propios campos. Para trascender los modelos clásicos, tendrán que ir más allá de la metodología mecanista y reduccionista, como lo hemos hecho en la física, para desarrollar visiones holísticas y ecológicas.
Igualmente, los médicos tendrán que ampliar su perspectiva, mudando su foco de la enfermedad hacia la salud, viendo al organismo humano como un sistema dinámico que muestra aspectos físicos y psicológicos interrelacionados, y vinculando la condición general de este sistema al entorno físico, emocional y social.
Similarmente, los psicólogos tendrán que ampliar el marco de la psicología clásica, para obtener una comprensión más honda de la psique humana. Como los médicos, tendrán que tratar con el organismo entero, viéndolo como un sistema dinámico que involucra pautas físicas y psicológicas interdependientes; un sistema que es parte integral de sistemas interactivos mayores, de dimensiones físicas, sociales, culturales y cósmicas.
Las ciencias sociales tendrán que tratar similarmente con estos sistemas más vastos, trascendiendo los actuales límites disciplinarios y expandiendo sus conceptos básicos, desde las connotaciones estrechas y reduccionistas hacia un contexto amplio social y ecológico. Esta será la única esperanza para moldear y manejar nuestras instituciones económicas y sociales actuales que se han desarrollado a tal punto que representan una amenaza mayor a nuestro bienestar.
En muchos de estos campos, los científicos serán capaces de modelar sus nuevos conceptos a partir de los de la física moderna. Para otros, la física puede no resultar apropiada como modelo, pero aún así puede resultar de ayuda. Los científicos no necesitarán ser refractarios a la adopción de un marco holístico, como ocurre hoy a menudo por miedo a resultar incientíficos. La física moderna les habrá demostrado que tal encuadre no sólo es científico; será consistente con las más avanzadas teorías científicas de la realidad física.
Para el desarrollo posterior de la ciencia, será de crucial importancia el reconocimiento general de que todas las teorías científicas tienen que ser limitadas y aproximadas. La ciencia del futuro bien podrá consistir en una red de modelos teóricos entrelazados, ninguno de ellos más fundamental que los otros. Tal aproximación parece ser la más ajustada para describir los multiniveles interconectados de la fábrica de la realidad. Los variados modelos, en última instancia, irán más allá de las distinciones por disciplinas, utilizando el lenguaje que sea apropiado para describir aspectos y planos diferentes de la realidad.
El significado cultural fundamental de semejante desarrollo sería el reconocimiento de que todas las aproximaciones racionales a la realidad son limitadas. La amplia aceptación de este hecho será un paso necesario hacia una cultura más equilibrada. En semejante cultura, la ciencia como un todo podría ser sólo uno de los muchos caminos seguidos por hombres y mujeres para profundizar su comprensión del cosmos. Sería complementada por los senderos intuitivos de los poetas, psíquicos, místicos y muchos otros encuadres igualmente válidos. En estos términos, nuestras actitudes y valores podrían equilibrarse. Nos daríamos cuenta plenamente, como enunció el sabio chino Chuang Tzu, de que "la vida es la armonía combinada del yin y del yang".
Fuentes:
Por Fritjof Capra
Revista Mutantia N° 3. Buenos Aires.
Introducción al libro "El Tao de la Física",
ofrecida por él mismo en las "Conferencias Schumacher" en Inglaterra en el año 1979,
y recogida por la revista Resurgence.
Por Fritjof Capra
Revista Mutantia N° 3. Buenos Aires.
Introducción al libro "El Tao de la Física",
ofrecida por él mismo en las "Conferencias Schumacher" en Inglaterra en el año 1979,
y recogida por la revista Resurgence.
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